Professional Documents
Culture Documents
Tal vez usted se sorprenda cuando sepa que la creencia popular de que
el hombre tiene un alma inmortal no es una enseñanza proveniente de
la Biblia.
Esta creencia está basada en la falsa premisa de que cada uno de nosotros tiene
un alma inmortal que vive en un cuerpo físico, y que cuando el cuerpo físico
muere, el alma continúa viviendo. Si esto fuera cierto, entonces el alma
necesitaría ir a algún lugar cuando el cuerpo muere—lo cual nos conduce a las
ideas populares del cielo y el infierno.
En Génesis 2:7 leemos: “Entonces el Eterno Dios formó al hombre del polvo de
la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
Notemos que en éste pasaje no dice que a Adán se le dio un alma o alguna forma
de vida llamada “alma” dentro de él. Dice que él se convirtió en un ser viviente
(en hebreo nephesh).
Las personas son seres vivientes, a los cuales Dios les ha dado milagrosamente
vida por medio de la creación. La experiencia y las Escrituras nos dicen que la
vida de todo ser humano se termina con la muerte. ¿Pero, qué sucede luego?
Poco después de haber sido creado, a Adán le advirtieron que su vida sería
quitada si desobedecía a Dios y tomaba de un árbol específico que había en el
jardín del Edén. “Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
Poco después de ser advertidos, Adán y Eva comieron de ése árbol, y entonces
les dijeron: “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la
tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”
(Génesis 3:19). No hay ninguna indicación de que sus cuerpos morirían, pero
“ellos” (almas inmortales) continuarían viviendo en otra forma, lugar o
dimensión.
“Egipto ofrece en una fecha muy antigua, una abundante evidencia de una
creencia vívida y arraigada en una vida futura. Las ofrendas y provisiones de
todo tipo a los espíritus que habían partido, las elaboradas ceremonias fúnebres,
y la asombrosa y talentosa momificación de los muertos, dan testimonio de la
fortaleza de las convicciones de los “egipcios” acerca de la realidad de la vida
futura” (artículo: inmortalidad).
El mismo artículo también dice que en el siglo 4 a.C., el filósofo griego Platón
popularizó la enseñanza de la inmortalidad del alma:
“Es sin embargo, en las manos de su gran pupilo (de Sócrates), Platón, que la
doctrina alcanzó su más elaborada exposición filosófica y defensa…para Platón,
el alma es algo específicamente diferente del cuerpo, como lo es el piloto de la
barca, el conductor del carro. El alma racional es la verdadera alma del hombre.
Es un elemento divino, y es el que es inmortal”.
En Fedón, Platón afirmó: “El alma, cuyo atributo inseparable es la vida, nunca
va a admitir el opuesto de la vida, la muerte. Por esto el alma se muestra como
algo inmortal y ya que es inmortal, indestructible” (Platón el maestro: Apartes
seleccionados de la Apología, Eutidemo, Protágoras, Simposio, Fedro, la
República y Fedón de Platón, p. 449). Al escribir acerca de la muerte, más tarde
razonó: “¿Es esta [muerte] algo diferente a la separación del alma y el cuerpo?...
Estar muerto es alcanzar esta separación en que el alma existe en sí misma y ha
partido del cuerpo” (pp. 425-426).
Ninguna otra fuente aparte de la propia lógica de Platón se cita para apoyar esta
creencia. Lo que es casi universalmente creído y enseñado no es de la Biblia sino
que está basado en el razonamiento de este filósofo griego pagano que vivió
cientos de años antes del nacimiento de Jesucristo.
También podemos ver en la Biblia la condición del alma que ya no está viviendo.
Salomón declaró en Eclesiastés 9:5: “Porque los que viven saben que han de
morir; pero los muertos nada saben”. En el mismo contexto Salomón afirmó:
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en
el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría” (Eclesiastés
9:10). En otras palabras, Salomón nos urge a que hagamos lo máximo posible
con nuestra vida porque después de la muerte no hay conciencia, conocimiento
o productividad.
Jesús se refirió a la muerte como una clase de sueño. Veamos el diálogo entre
Jesús y los discípulos en Juan 11:11-14: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy
para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará”.
Sin embargo, Jesús estaba hablando de su muerte, pero ellos pensaron que Él
estaba hablando de descansar en el sueño. Luego Jesús les dijo claramente:
“Lázaro ha muerto”.
El sueño se utiliza para describir la muerte porque una persona que está
durmiendo profundamente es como una persona que está en la tumba: no tiene
conciencia, es improductiva y no sabe que está pasando el tiempo.
Hebreos 9:27 establece: “Y de la manera que está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Al analizar este versículo
en el contexto de los otros que hemos estudiado, vemos una secuencia de
eventos. Después de que la persona muere está en la tumba esperando la
resurrección. Cuando una persona es resucitada, habrá un momento de juicio.
Jesús habló de una época en la cual aquellos que han muerto recibirán la vida y
también describe una época de juicio: “No os maravilléis de esto; porque vendrá
hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron
lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación” (Juan 5:28-29).
El apóstol Pablo dice que vendrá una época en la cual nosotros mortales
seremos revestidos de inmortalidad: “…porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal
se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:52-53).
¿Por qué es necesario todo esto si ya somos almas inmortales? ¿Qué sentido
tiene la resurrección si la persona nunca muere realmente? ¿Por qué sería
necesario un futuro día de juicio si nosotros vamos a tener nuestra recompensa
en el momento de la muerte? ¿Por qué es necesario “revestirnos” de
inmortalidad si ya somos inmortales?
Una de las escrituras más conocidas de la Biblia dice que el propósito que Dios
tiene con la humanidad es darle algo que todavía no tenemos: “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16, énfasis
añadido).
De hecho, en Tito 1:2 Pablo escribe que él ha vivido: “en la esperanza de la vida
eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los
siglos”.
Ninguno de nosotros tiene vida eterna todavía, es el regalo que Dios está
preparando para darnos. Si esta vida es mortal y temporal, ¿cuándo y cómo hará
Él que recibamos este don? Para aprender más acerca del propósito de Dios y el
plan que Él tiene para usted, lea los artículos relacionados en esta sección.