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1.

Lee detenidamente el siguiente planteamiento:

México ha invertido más de tres décadas en la aplicación del modelo industrial exportador
(MIE), el cual no ha contribuido al crecimiento económico ni al incremento de los niveles
de bienestar de la población, por el contrario, han exacerbado los niveles de concentración
de la actividad industrial, de pérdida sistemática de los niveles salariales y de una muy
marcada desarticulación de las cadenas productivas y de valor, lo que ha propiciado una
mayor dependencia con el exterior, especialmente con los Estados Unidos.

2. Con base en lo anterior, elabora una breve reflexión sobre la necesidad de realizar un
análisis retrospectivo y prospectivo crítico, que permita la construcción de alternativas de
política industrial y económica para fomentar la inversión y revertir los efectos nocivos del
MIE.

Antes de que se aplicara el MIE en nuestro país, el modelo de Sustitución de


Importaciones (ISI) por sus siglas en inglés imperaba en varios países de América Latina.
A partir de fronteras cerradas se gestaron periodos importantes de estabilidad y crecimiento
(Blecker, 2010). No obstante su éxito inicial y a partir de manejos macro-económicos
inadecuados, la sustentabilidad de dicho modelo se agotó, trayendo consigo severos
problemas de inestabilidad financiera y estructural en la región (Canfield 2012).
Al término de la vigencia de este tipo de modelo económico, entro en vigencia el MIE
(Modelo Industrial Exportador) que a pesar de tener más de 30 años de aplicarse, no ha
traído ningún beneficio para el país.

Carlos Canfield Rivera y Omar Jiménez Sandoval, profesores del Centro de Investigación
en Economía y Negocios del Instituto Tecnológico de Monterrey campus Estado de
México, señalan que ese modelo no ha podido frenar la pérdida del poder adquisitivo que
experimenta el salario desde la década de los setenta.

Tampoco las reformas asociadas al Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) han tenido el impacto deseado en cuanto a la convergencia salarial entre México
y Estados Unidos.
Mientras que en 1980 el salario manufacturero en México representaba 39 por ciento de las
percepciones pagadas en el vecino del norte, en 2007 sólo fue de 17 por ciento.

Los especialistas advierten que los salarios de los mexicanos son 53 por ciento menos que
los de Estados Unidos hace 30 años.

En el estudio Consolidación del mercado interior, la última llamada para México frente al
siglo XXI, Omar Jiménez y Carlos Canfield puntualizan que el país ha ocupado 30 años en
la aplicación del MIE, que se construye a partir de patrones de especialización productiva,
escasa profundización tecnológica y desintegración de la producción nacional.

Bajo ese esquema y con una mayor inversión en la mano de obra, según la teoría, el país
generará una espiral virtuosa de incrementos salariales, poder adquisitivo, fortalecimiento
del mercado interno, crecimiento y, consecuentemente, bienestar para toda la población.

Realidad

Sin embargo, la realidad contradijo a la teoría, porque las remuneraciones al trabajo no


crecieron, lo que se confirma con la pérdida de 75 por ciento del poder adquisitivo de los
mini salarios de 1976 a 2010.

Esa pérdida no sólo ha representado una reducción real del bienestar de las familias, sino
también una pérdida efectiva de la demanda agregada de bienes y servicios con las
respectivas oportunidades de inversión.

Tanto la aplicación del modelo industrial exportador como la firma del TLCAN han
generado un importante deterioro del entorno laboral mexicano, el cual hoy se caracteriza
por mayor desocupación, informalidad, sobre calificación y mala calidad de los empleos
generados.

Esta "situación que en su conjunto ha producido una exclusión social, ya que la


precarización del trabajo ha contribuido a polarizar a la población, donde una mitad se rige
por relaciones salariales y la otra se encuentra relegada del mercado".
En su análisis, Canfield Rivera y Jiménez Sandoval plantean que el gobierno y el sector
privado deben darse cuenta de que el consumo representa una gran oportunidad para
reestablecer el aparato productivo interno, ya que 86 por ciento del gasto privado se destina
a la compra de bienes de origen nacional.

Consideran que en el país aún hay márgenes de maniobra para mejorar las percepciones
salariales. Por principio, una mayor racionalización de los gastos de gobierno y un
sacrificio en las utilidades coadyuvarían a detonar el mercado interno a partir de
incrementos en los salarios reales pagados en los sectores público y privado.

La política de cambio estructural (apertura al exterior, liberalización de mercados internos y


privatización de la economía) y la estabilización macroeconómica se consideraron en los
noventa como la estrategia de transición adecuada para promover un crecimiento eficiente y
competitivo de las empresas y la economía, tanto de México como de América Latina.

La lógica del modelo es muy simple: la apertura al exterior permitiría que la competencia
internacional obligue a las empresas a ser competitivas y el mecanismo de precios de
mercado favorecerá una asignación más eficiente de recursos y un patrón de especialización
en el comercio internacional basado en las ventajas competitivas (mano de obra) que genere
un modelo industrial exportador como motor de crecimiento económicos sostenido en un
marco de baja inflación (estabilidad de precios).

Si bien México hizo acuerdos con el TLC, la competitividad no se alcanzó debido a la falta
de enfoque de competitividad sistémica integral en toda la economía. El MIE es dinámico,
aunque con bajo poder de arrastre porque esta desarticulado y concentrado en un solo
mercado, hay pocas empresas y es de baja tributación. La razón fundamental es que se ha
basado en una ventaja competitiva de mano de obra barata, importaciones también baratas y
aranceles bajo por el TLC, lo cual da competitividad temporal, pero presenta límites al
futuro que se sintetiza en la siguiente formula:

Mano de obra barata + importaciones baratas + aranceles bajos = competitividad temporal.


Actualmente México se enfrenta a una paradoja de la competitividad, ya que a pesar de ser
uno de los países más abiertos al mantener acuerdos económicos con 31 países de tres
continentes, la baja competitividad del país la ubica en el lugar 43 de 59.

El modelo funcionó durante 4 décadas, la economía creció y la industria alcanzo una fase
superior, pero el modelo se agotó en 1976 y tuvo una crisis en 1982, por las siguientes
razones:

La sobreprotección excesiva, permanente e indiscriminada, lo que generó un


sesgo anti exportador
La sobrerregulación de los mercados dio lugar a monopolios, oligopolios e
ineficiencia en la asignación de recursos
El fomento fue general, indiscriminado y permanente, generando empresas
poco competitivas en escala internacional.

El sistema se basó en 3 pilares fundamentales:

1. La apertura comercial y financiera y la inversión extranjera


2. La liberación de los mercados internos
3. Una política de fomento industrial pasiva “la mejor política industrial es la que no
existe”

Por todo lo anterior, la política macroeconómica afecta de manera directa al sector


productivo y externo de la economía, por lo que no es suficiente una macroeconomía con
estabilidad de precios para generar un crecimiento competitivo con equilibrio externo. Es
necesario avanzar en una etapa de la industrialización exportadora como la articulación de
cadenas productivas que disminuyan el coeficiente de importaciones y generen un proceso
de sustitución competitivo de importaciones esto permitiría relajar la restricción de la
brecha externa al crecimiento. Una de las propuestas para mejorar el panorama económico
es la estrategia de industrialización abierta tridimensional (IAT) basada en tres pivotes:

o El exportador
o El de la sustitución competitiva de importaciones
o Y el endógeno

La nueva economía mundial y de los negocios se caracteriza por la globalización de los


mercados, la era de la información, del conocimiento y del cambio continuo, rápido e
incierto.

Estos 3 impulsores han creado la híper competencia global, en donde los países han tenido
que abrir sus economías para participar en los mercados internacionales, al tiempo que
defienden sus mercados internos. Esto ha generado un nuevo paradigma: la competitividad
sistémica: empresa-industria-gobierno-país.

La vieja economía se basaba en la producción masiva estandarizada, es decir, en economías


de escala de producción y mínimo costos en un mercado interno con una red de distribución
física. El mercadeo se sustentaba en el producto uniforme y estandarizado, el ciclo del
producto era largo el precio se daba por el costo de la unidad más el margen de utilidad. La
competencia era darwinista, o sea, el sistema de competencia tradicional entre empresas
mediante precio y calidad con el objetivo de maximizar la participación en el mercado.

Sin embargo, en las nuevas economías las cosas son distintas; a diferencia de la anterior,
ahora hay un sistema de producción flexible y personalizada o mejor dicho economías de
variedad y producto- servicio-solución integral al cliente. La naturaleza del mercado es
global y en red, con un aumento considerable del comercio electrónico; el mercado es
variable y personalizado; el ciclo de vida del producto es corto, y el precio se basa en el
valor percibido por el cliente.
Bibliografía

Isabel Becerril. (2010). Fracasa el modelo industrial exportador del país. 25 de junio 2015,
de Universidad Nacional Autónoma de México Sitio web:
http://biblioteca.iiec.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=11428&Ite
mid=146

Rene Villareal y Roció Ramos de Villareal. (Septiembre 2001). La apertura de México y la


paradoja de la competitividad: hacia un modelo de competitividad sistémica. 27 de junio
del 2015, de Bancomext Sitio web:
http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/32/2/villa0901.pdf

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