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TRABAJO DE GRADUACIÓN
Licenciatura en Composición Coreográfica con mención en Danza
1
Índice
Introducción ............................................................................................................ 3
La alegoría .............................................................................................................. 8
La historia entra en escena. Diálogo entre Walter Benjamin y André Lepecki ...... 19
Coreografía ………................................................................................................ 30
Bibliografía ............................................................................................................ 35
2
Introducción
3
Después de un tiempo me encontré con una reflexión teórica a partir de la cual re-
pensé mi problema con el movimiento y la danza, considerando otras cuestiones.
Esa reflexión fue Agotar la danza, de André Lepecki. Allí el problema se complejizó:
dejó de ser una suma de anécdotas propias con puntos en común; una historia
individual; una encrucijada personalista. La teorización de Lepecki traería una
primera certidumbre ontológica: “la danza se imbrica ontológicamente con el
movimiento, es isomorfa respecto del movimiento”, por lo que una “interrupción
coreográfica de [su] “flujo o continuidad de movimiento” [...]” podría ser percibida
como una amenaza para el porvenir de su esencia misma (Lepecki, 2009: 14).
Podría señalarse que no es novedad de última hora la idea del movimiento como
determinante esencial del arte de la danza. De hecho, este Trabajo de Graduación
es para obtener la Licenciatura en Composición Coreográfica en Danza, ofrecida en
el Departamento de Artes del Movimiento. Sin embargo, la advertencia de los
términos de necesidad en los que se presenta el vínculo entre danza y movimiento
(como ejemplifica Lepecki, por parte de teóricos y espectadores de danza, aunque
podría extenderse hacia bailarines, docentes y coreógrafos) llaman la atención
sobre las implicancias de tal obligatoriedad. ¿Qué implica la alineación ontológica
de la danza con el movimiento? Para este autor, en primer lugar, problemáticas
políticas. En segundo lugar, y en función de éstas, la necesidad de consideraciones
históricas, teórico-críticas y filosóficas.
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se enmarcaba mi propia experiencia como una experiencia opresiva. Ante este
escenario teórico-práctico, la propuesta de “la inserción de la inmovilidad en la
danza, el despliegue de diversas formas de desaceleración del movimiento y el
tiempo” en tanto “otros modos de replanteamiento de la acción y la movilidad […]”
(Lepecki, 2009: 35) me interpeló directamente.
Son varios los posibles señalamientos sobre este conjunto de materiales que, si se
ubicase a cada uno como un punto en un plano y se los intentase unir, difícilmente
se obtendría una figura reconocible o aceptable, desproveyendo a sus vértices de
cualquier pertinencia mutua relevante. Estas pinturas, hasta donde arriesgaría, no
tematizan en absoluto acerca de la danza y su alineación histórica con el
1 Una primera etapa del proceso, experimental e investigativa, fue integrada por Nayla Soncini y Malena
Giaquinta. En una segunda etapa, Nayla Soncini ocupó el rol de co-directora y Malena Giaquinta, Nadia Lozano,
Ana Cora y Sofía Kauer el de bailarinas.
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movimiento. Tampoco considero que Bellini, de La Hyre y de Mura hayan concebido
sus obras como algún tipo de meditación –ni en su más mínimo rincón– sobre la
danza y sus preocupaciones modernas (aunque como pintores cercanos a la corte
hayan podido haber entrado en contacto con los primeros tratados de danza y su
práctica ya profesional). Allegoria Sacra tampoco corresponde al Barroco, y aunque
las obras de de Mura y de La Hyre sí, no al alemán, y menos aún a la categoría de
Trauerspiel. La teoría de la alegoría de Benjamin menciona alrededor de unas diez
veces el término tanz, aunque en ningún momento es objeto de análisis; apenas
figura en la descripción de algunos ejemplos como un aspecto complementario, o
como metáfora en algún juego de palabras. Lepecki en ningún fragmento de su libro
acude a la noción de alegoría, menos aún a la acuñada por Benjamin, y tampoco
refiere a obras pictóricas de estos pintores, ni a pinturas alegóricas en general. Sin
embargo, pienso que la noción benjaminiana de alegoría y las consideraciones de
Lepecki acerca de los actos inmóviles se complejizan y enriquecen mutuamente de
un modo particular. Tal modo será proyectado teóricamente sobre las obras
pictóricas alegóricas mencionadas, al haber sido ellas puntapié y referencia
fundamentales de la obra Coreografía, surgida a partir de todas estas reflexiones.
Coreografía es la cosa hecha de danza que acompaña a este escrito como mi
Trabajo de Graduación.
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en sus gestos desesencializadores, se posicionan como procedimientos críticos del
sentido hegemónico, construido históricamente. Léase sentido en tanto significado,
y en tanto direccionamiento cinético.
En base a lo anterior, uno de los objetivos principales de este texto es exponer los
modos en que ciertos aspectos de las teorizaciones de Benjamin y de Lepecki se
potencian mutuamente. Al respecto, considero que el punto de articulación
fundamental entre ambos es la reflexión sobre las posibilidades críticas de ciertas
estrategias de escenificación de la historia.
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La alegoría
La alegoría no es más
que un espejo que traslada
lo que es en lo que no es;
y está toda su elegancia
en que salga parecida
tanto la copia en la tabla,
que el que está mirando una
piense que está viendo entrambas.
Corra ahora la paridad
entre lo vivo y la
estampa.
(Calderón de la Barca, 2005: 17)
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realidad (lo que no es, es decir, lo que no existe verdaderamente sino en la
imaginación; en el argumento)” (Antonucci, 2005: 17). Luego, haciendo referencia
al modo en que Calderón basó sus alegorías en la tradición de la exégesis bíblica
católica, Antonucci cita a Viviana Díaz Basera, sobre los diferentes niveles en los
que puede ser leído el Texto Sagrado: “El nivel literal no es algo que se oponga al
sentido alegórico, sino que, al servirle de fundamento, a pesar de su diferencia,
queda integrado a él” (Antonucci, 2005: 18). Sin ningún tipo de intención de ingresar
en un debate sobre literatura calderoniana, traigo estos comentarios sólo con el
objetivo de ejemplificar el modo particular en que la noción de alegoría instala la
problemática de la representación. Por lo pronto, en el análisis de Antonucci es
evidente que la alegoría, en tanto arte, funciona apelando a la simultaneidad de dos
esferas: una “espiritual”, en la que se ubican los conceptos; y otra material,
susceptible a los sentidos. La primera es una realidad, habitada por la verdad; la
segunda es una pseudo-realidad; habitada por la materia, que se refiere a la primera
sólo en tanto copia. El problema de la diferencia entre estas dos esferas, basado
asimismo en un modo de vinculación determinado por la dualidad verdad/falsedad,
fue uno de los principales objetos de reflexión de la filosofía y teoría del arte
neoclasicista.
En Les Beaux Arts reduits à un même príncipe (publicado en 1746), Charles Batteux
propone que la resolución a esta dualidad se encuentra en la noción de imitación.
Pero imitación en función de lograr verosimilitud. Escribe:
[…] las artes son imitación, semejanzas que no son la naturaleza, pero que parecen
serlo y que la materia de las bellas artes no es la verdad sino sólo lo verosímil. La
pintura no tiene nada de real ni verdadero, todo en ella es un fantasma y su
perfección depende de su semejanza con la realidad. (Batteux, 2010: 4)
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no el objeto mismo, lo bello que debería ser y no lo que es” (Batteux, 2010: 1)2.
Podríamos decir, a partir de lo expuesto, que tanto en la concepción alegórica
barroca como en la de las Beaux Arts neoclasicistas aparece la proposición de una
simultaneidad de dos esferas: una verdadera e ideal, y otra falsa y material.3 Y si
bien en ambos ejemplos aparece la noción de copia como modo de vinculación
entre ambas esferas, y el consecuente reconocimiento de la condición de falsedad
de los objetos de arte, pareciera que en este aspecto cada caso toma un sentido
particular. En Batteux la imitación es el procedimiento adecuado en función de la
consigna del embellecimiento y, ésta, a su vez, de la del perfeccionamiento moral.
La falsedad de la imitación es un medio para acceder al plano ideal de la verdad:
Las artes imitan a la bella naturaleza para encantarnos, elevándonos a una esfera
más perfecta que aquella en donde estamos: pero si la imitación es imperfecta, el
placer de las artes se mezcla necesariamente con displacer. (Batteux, 2010: 11)
La bella naturaleza, tal como debe ser presentada en las bellas artes, encierra todas
las cualidades de lo bello y de lo bueno. Debe alagar de lado al espíritu y ofrecernos
objetos perfectos ellos mismos que extiendan y perfeccionen nuestras ideas, eso es
lo bello. (Batteux, 2010: 10)
2
“Batteux retoma, primeramente, las consideraciones platónicas y aristotélicas en lo que a la imitación se refiere.
Pero, por supuesto, va más allá. En efecto, se imita la idea y no el objeto mismo, lo bello que debería ser y no
lo que es.” (Batteux, 2010: 1) Habría que analizar qué de las “consideraciones platónicas y aristotélicas” toma
Batteux, según García Mansilla, ya que, como explica Valeriano Bozal (1987) éstas complejizan la noción de
mímesis e imitación en sentidos divergentes.
3 No es mi intención una exhaustiva caracterización de las posiciones acerca del problema de la representación
en el barroco y en el neoclasicismo, como tampoco los matices y debates al respecto al interior de esas
categorías. Para esto, ver: Bozal, V. (1987) Las imágenes y las cosas, Madrid: Ed. Visor, y Tatarkiewicz, W.
(2001) Historia de seis ideas, Madrid: Ed. Tecnos.
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en la medida en que desmienten lo presentado por ellas, y de esta manera disocian
representación y significado. Este es su informe metafigurativo: ellas significan
precisamente no ser de aquello que representan”. La alegoría no es tan sólo “tropo
que dice una cosa para aludir a otra diferente, sino que consiste en la divergencia
entre ambas y, en tal sentido, da una información sobre el ‘mundo’ que no coincide
con su sentido, así como este no coincide con la representación.” (Vedda, 2012: 41)
Este señalamiento compartido entre Bettine Menke y Miguel Vedda radicaliza tanto
la explicación de Antonucci, como la aclaración de Díaz Basera de que la materia
(“el nivel literal”) y el concepto (“el sentido alegórico”) no se oponen, sino que, en su
diferencia, la materia queda integrada al concepto, ya que aquella es fundamento
de éste. Incluso el término “integración” suena inadecuado al lado del de
“disosociación” que usa Menke. En Batteux, la diferencia implicada en la copia, al
advertir “al corazón” (Batteux, 2010: 11) que se trata de una falsedad, de una
imitación, advierte que el peligro, por ejemplo, que pueda sentir no es real. Pero el
hecho de sentirlo verosimilmente es criterio de perfección. Y en la medida en que
esta perfección acontece, ocurre el perfeccionamiento moral, y la presentación de
lo divino. Según lo dicho por Menke y Vedda, en la alegoría la disociación entre el
objeto de arte y el concepto que aquel copia es su consistencia misma, su aporte
sobre el ‘mundo’. Mientras que en las Beaux Arts se accede a la idea (inmanente
en la naturaleza) mediante la perfecta imitación, en la alegoría la imperfección de la
copia es la posibilidad de ver entre la materia y el concepto. Ni a uno, ni a otro; entre
ambos. Esta propiedad será complejamente desarrollada por Walter Benjamin,
desarrollo a partir del cual la teoría de la alegoría toma un giro decisivo.
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Teoría benjaminiana de la alegoría
4 Como especifica Carola Pivetta, traductora al español de la edición de Gorla de este texto de Benjamin de
1928, el término Trauerspiel significa literalmente “espectáculo de duelo” u “obra o pieza luctuosa”. Acuñado en
el siglo XVII, es usado para designar el tipo de obra teatral comúnmente conocido como “drama barroco”
(Benjamin, 2012: 59).
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Aun así, al considerar que no es un objetivo general de este escrito sistematizar o
presentar una caracterización exhaustiva de su teoría de la alegoría, me propongo
explicar algunas de sus reflexiones, en función de establecer un diálogo entre éstas
y algunas teorizaciones acerca de Coreografía.
La única e indiscutible concepción de los jeroglíficos hasta fines del siglo XVIII
estaba fundada en una traducción que había hecho Ficino de Plotino, lo que
significaba una aceptación de la definición que este último daba de la escritura
jeroglífica. Según Plotino, los egipcios, bien por medio de la ciencia o de forma
casual, habían llegado a un método mediante el cual podían escribir con distintas
pinturas de objetos materiales, en lugar de letras corrientes que expresan sonidos y
forman palabras y frases. Estas representaciones no eran simples imágenes
ordinarias de las cosas que representaban, sino que estaban en deuda con
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cualidades simbólicas (sophia) por medio de las cuales revelaban al que las
contemplaba (si era un iniciado) una percepción o intuición profunda de la verdadera
esencia y sustancia de las cosas, y un entendimiento intuitivo de su origen
trascendental […] Como representaciones artísticas de objetos excepcionales,
revelaban el mundo ideal del alma. (López Poza, 2008: 170)6
6 En relación al tema, Benjamin escribe: “En su comentario a las Enéadas de Plotino, Marsilio Ficino observa
de los jeroglíficos que con ellos los sacerdotes egipcios “habrían querido crear algo, correspondiente al
pensamiento divino, ya que la Divinidad ciertamente no posee la sabiduría de todas las cosas a la manera de
una representación cambiante, sino en cierto modo como la forma simple y estable de la cosa misma. ¡Los
jeroglíficos vendrían a ser, por tanto, una réplica de las ideas divinas! Le sirve de ejemplo el jeroglífico usado
para expresar el concepto de tiempo: la serpiente alada que se muerde el extremo de la cola. Pues la diversidad
y la movilidad de la idea humana del tiempo, el modo que éste tiene de unir el principio con el final en un veloz
ciclo, cómo enseña prudencia, y trae y se lleva las cosas, toda esta serie de pensamientos está contenida en la
imagen precisa y estable del círculo formado por la serpiente”” (Benjamin, 2012: 213).
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se ramificaba el desarrollo de la emblemática, más impenetrable se iba volviendo
esta expresión. Los lenguajes de imágenes egipcio, griego y cristiano se
interpenetraron” (Benjamin, 2012: 215). La consecuencia de esta profusión caótica
de imágenes es que entonces, en las obras alegóricas, cada persona, cada cosa,
cada relación puede significar cualquier otra.
Still Life: An Allegory of the Vanities of Human Life (h. 1640), Harmen Steenwyck.
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Naturaleza e historia en la noción benjaminiana de alegoría
La mirada alegorista busca descifrar el sentido que, desde ya, las apariencias no
muestran a simple vista. Por esto, el alegorista es un lector; todo es susceptible de
presentarse ante él en tanto significante. Como escribe Theodor W. Adorno (1991),
la alegoría, para Benjamin, refleja el mundo en tanto “mundo de la convención”
−concepto desarrollado por Georg Lukács. Explica al respecto Adorno:
[…] una de las ideas generales de Lukács es la de mundo pleno de sentido y mundo
vacío de sentido (mundo inmediato y mundo enajenado, de la mercancía), y trata de
representar ese mundo enajenado. A ese mundo, como mundo de las cosas creadas
por los hombres y perdidas para ellos, lo llama mundo de la convención. “Allí en
donde ningún fin viene dado de forma inmediata, las figuras que la psique, al
humanizarse, va encontrando a modo de escenario y soporte de su actividad entre
los seres humanos, pierden todo arraigo evidente en necesidades supra-personales,
en algo que debe ser; son algo que simplemente es, quizás omnipotente, quizás
corrompido, pero ya no llevan en sí mismas la bendición de lo absoluto ni son
receptáculos naturales de la interioridad desbordante del psiquismo. […] Ese hecho,
el mundo de la convención tal como es producido históricamente, [es] el de las cosas
que se nos han vuelto ajenas, que no podemos descifrar pero con las que nos
tropezamos como cifras […]. (Adorno, 1991: 7)
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sustancialidad lírica: sus formas están demasiado paralizadas para venir a
acurrucarse en la mirada creadora de símbolos” (Adorno, 1991: 8).
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naturaleza se presenta como naturaleza transitoria, como historia. (Adorno, 1991:
10)
Podríamos decir, entonces, que nos encontramos ante una dialéctica de la historia
y la naturaleza. Si lo histórico –el mundo humano de la convención de sentido–, al
aparecer enajenado, cosificado, deviene physis, lo natural, al mostrarse en su
transitoriedad e imperfección, deviene historia -y no una ideal belle nature, como en
las Beaux Arts (Batteux, 2010: 5). En base a este argumento, la alegoría para
Benjamin funciona como un procedimiento de historización. La relación entre la
apariencia de la cosa y el sentido expresa una relación histórica, es decir, una
relación construida históricamente.
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La historia entra en escena. Diálogo entre Walter Benjamin y André Lepecki
A partir de aquel “constructo cultural” europeo que diferenció a las artes (sistema de
las Bellas Artes), la práctica coreográfica, entendida como un procedimiento
normativo que estructuraba las danzas, fue parte de la expansión del poder
disciplinario que apareció junto con otros dispositivos puestos al servicio del
ordenamiento riguroso de la sociedad en su totalidad. (Tambutti, 2016: 150)
7
Tambutti utiliza el término ‘neoclasicismo’ para referirse al movimiento artístico del siglo XVIII al que
Benjamin nombra como ‘Clasicismo’.
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En este imposible proceso de “ascenso” del cuerpo desde su realidad cambiante a
una “realidad suprasensible” se intentaba alcanzar un placer similar al producido por
la contemplación de la Belleza o al menos de una imagen que a ella pudiese
conducir y de la cual se pudiera decir lo mismo que se había dicho de la Venus del
Campidoglio: “hasta en los pies brilla la belleza, pues no tienen señal de haber
sentido peso ni fatiga alguna”. (Tambutti, 2014: 66)
Es sugestivo que el libro sobre el Trauerspiel establezca una discusión con los
puntos de vista de Winckelmann […], para quien la estatuaria griega del período
clásico, al configurar la transición entre el cuerpo bello y lo divino, era el paradigma
por excelencia de toda belleza. […] los bellos cuerpos humanos divinizados y […] la
claridad, la concisión, el encanto y la belleza […] definen a la representación
simbólica en su versión clasicista […]. (Vedda, 2012: 36-37)
8 Como acota Lepecki: “[…] para Sloterdijk, es precisamente el impulso cinético de la modernidad articulada
como movilización lo que muestra el proceso de subjetivación en la contemporaneidad como correspondiente
a una militarización idiotizada de la subjetividad vinculada con las actuaciones cinéticas generalizadas de
eficacia, eficiencia y efectividad tayloristas […] (Lepecki, 2009: 32)
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a la apoteosis de la existencia en el individuo que alcanza la perfección, en el plano
corporal, mediante la “[…] pura exhibición de movimiento ininterrumpido” (Lepecki,
2009: 24).
Podríamos decir, desde el enfoque semiótico al que acude Benjamin, que cuerpos
humanos y movimiento se vinculan, en el contexto anteriormente desarrollado, en
términos de perfección simbólica. Recordemos la sentencia de Lepecki: la danza es
isomorfa respecto del movimiento. A su vez, si la modernidad se define
ontológicamente en su ser cinético, la sentencia lepeckiana expresa un vínculo entre
“modernidad” y “cuerpos humanos” en términos de coincidencia plena, clara y
concisa, adjetivos indispensables del vínculo entre significante y significado propio
del símbolo clasicista (Benjamin, 2012: 206). Tal estructura puede ser claramente
advertible en la siguiente lectura de Tambutti:
“Por el principio del en dehors, piernas y pies debían presentar su faz interna al
espectador, es decir que la pierna debía hacer una rotación de noventa grados hacia
el exterior, en relación con la posición normal. Esta apertura facilitaba la legibilidad
del cuerpo que, abierto como un libro, evitaba cualquier interpretación oscura o
enigmática”. (Tambutti, 2014: 66)
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Una historia natural de la danza: rompecabezas paisajístico de cuerpos
cósicos y cuerpos cosificados
Desde el enfoque semiótico benjaminiano, los cuerpos en las pinturas de Van Gogh,
Goya y David aparecen figurados simbólicamente, porque su inmovilidad, en tanto
apariencia, coincide con su sentido. Son actos “llenos” de sentido –aun muerto uno
de ellos– en la medida en que hacen lo que significan, es decir: mantienen un
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vínculo de coincidencia entre sentido y representación. Esto implica, a su vez, que
la necesidad de sus actos es inmanente. Los campesinos duermen; la maja posa;
Marat yace muerto. En tanto acciones, su necesidad responde al orden de la
biología y la psicología. Es decir, corresponden a la propia unicidad humana en tanto
seres orgánicos dotados de psiquismo. Esto implica una propuesta diferente al tipo
de experiencia que proponen nuestros ejemplos alegóricos. Los anteriores al ser
simbólicos no incitan, en sí mismos, cavilaciones hermenéuticas; la respuesta a la
pregunta por sus significados está dada en la misma materialidad. Si incitan
interrogantes es sobre su sentido mundano: ¿qué llevó a los campesinos a dormirse
sobre lo cosechado? ¿Para quién posa la maja? ¿Quién mató a Jean-Paul Marat, y
por qué?, por ejemplo. En todas estas preguntas, los verbos −‘dormir’, ‘yacer’,
‘posar’− están repletos de vitalidad.
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simbólicos, éstos responden a una necesidad trascendente. Como imágenes
alegóricas, su sentido no coincide con su apariencia; éste se ubica en otro lugar.
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Los cuerpos humanos, en tanto significantes, carecen asimismo de cualquier
autonomía que les permita no solo desplazarse, sino también poseer motivación
interna que los anime a probar otras coordenadas. En este sentido las performances
de quietud figuradas en Allegoria Sacra, Allégorie de la géométrie y Allegoria delle
arti brotan de la misma acción para la cual los cuerpos han sido, allí, fijados:
significar. No es que los cuerpos humanos deseen moverse, y aun así no puedan
por alguna causa. Estos cuerpos humanos no son el reverso visible de una
interioridad inquieta. En este sentido es que aparecen en tanto physis. Su
fundamento no es una vital biología humana; en tanto significantes fijados, devienen
paisaje petrificado. Y en tal sedimentación, a lo que aparecen ajenos es tanto a su
historia como a la historia. A su historia biográfica, a la historia social; a procesos
históricos en general. Sin embargo, al mismo tiempo, otro tipo de historia es ahora
expuesta. Aquella de la transitoriedad de la physis; de la decadencia de la
materialidad; del temblor de la musculatura, de la expansión y contracción de los
vasos, de la tensión de los tendones, siempre en función de sostener los
esqueléticos signos fijados. (Tal vez sea significativa, al respecto, la compartida raíz
etimológica entre los términos esqueleto y esquema).
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La pregunta hermenéutica por el quehacer de estos cuerpos deriva en la pregunta
por el vínculo entre acción y sentido. En Allegoria Sacra la mayoría de las figuras
humanas se encuentran en actos de quietud que, en su particularidad, se accionan
mediante un simple "estar parado". Los dos cuerpos adultos a la derecha (que
desde algunas interpretaciones podrían ser San Sebastián y Job o San Jerónimo),
depositando el eje y el peso del cuerpo sobre una de sus piernas, se mantienen
simplemente de pie, complementando con gestos de contacto en sus manos. La
figura que se ubica detrás de la cerca (posiblemente San Pedro), parado, sostiene
parte de su peso mediante el apoyo de sus brazos sobre la misma cerca. En una
postura similar, la mujer vestida de negro y uno de los niños, simplemente parados
y con las palmas en contacto, sostienen su mirada cada uno en un punto. Y así, el
resto de las figuras. Algunas sentadas, otras también paradas y en contacto con
alguna cosa. En los casos de Allégorie de la géométrie y de Allegoria delle arti la
única figura en cada obra se halla sentada, depositando el peso y alineando el eje
del cuerpo sobre una de las mitades de su cadera. En la primera de las obras la
figura, a su vez, sostiene en su mano izquierda un compás y una regla, y con la
derecha expone un papel con gráficos de estudios geométricos. En la segunda,
también, con su mano izquierda sostiene un compás, con la derecha una pluma, y
apoya uno de sus pies sobre un libro. Ambas miran puntos fijos. En la medida en
que "parálisis de sentido" no implica necesariamente "parálisis de acción", los
términos acción e inmovilidad pueden ser vinculados sin aceptar una necesaria y
mutua exclusión. Puede ser enumerada la cantidad de verbos que hacen a la
anterior descripción: estar parado, mirar, tocar, estar sentado, sostener, exponer,
apoyar. Como se planteó al comienzo del escrito, la quietud en las performances
figuradas no depende de la inanimación del soporte pictórico. Ésta depende de que
el tipo de acciones que son actuadas no necesitan de un desplazamiento del cuerpo
o de partes del cuerpo para consumarse como tales. La alegoría valora estas
acciones sin comienzo ni final porque en tanto "[...] ruina todos los tiempos
convergen y divergen, se separan y entrechocan como calaveras mudas en el oleaje
de un ahora sin presente” (Galende, 2005: 89). En el mismo sentido aléphico,
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escribe Jaques Rivière: "en el cuerpo en reposo, hay mil direcciones escondidas,
un sistema entero de líneas que se inclinan hacia la danza" (Lepecki, 2000: 340).
Bueno, antes que nada, se trata de una percepción muy sencilla: todo lo que hay
que hacer es pararse y relajarse –ya saben a lo que me refiero– y en un momento
determinado se darán cuenta de que han relajado todo lo que tenían para relajar,
pero aun así, siguen parados, y en ese estar parados se trata, básicamente, de un
minute movement [...] el esqueleto los sostiene erguidos aunque se esté
mentalmente relajado [...] Se la puede llamar "small dance" [...] En gran parte fue el
nombre elegido porque es muy descriptivo de la situación y porque mientras se está
parado y haciendo la "small dance" se es consciente de que no se está "haciendo",
así que de algún modo, uno se ve a uno mismo mientras se la hace; se ve al propio
cuerpo realizar su función. Y la mente no se figura nada ni busca respuestas, ni se
usa como un instrumento activo, sólo se usa como un lente para enfocar ciertas
percepciones. (Lepecki, 2000: 344)9
En este pasaje, Steve Paxton describe un ejercicio en el que, como analiza Lepecki,
no sólo la quietud es reconocida ontológicamente en tanto danza –desentrelazando
así el vínculo moderno entre danza y movimiento–, sino que la inmovilidad es
reconocida como constituida por innumerables movimientos microscópicos
(Lepecki, 2000: 344). Esta re-conceptualización de la danza explica el modo en que
los actos de inmovilidad en las alegorías pictóricas tratadas cargan una potencial
interpelación a la danza.
9
Traducción propia.
28
[d]e esta manera, la historia entra en la escena, a partir de una naturaleza cuya
imagen del mundo es decadente, pero que encierra precisamente en esa caducidad,
un elemento profundamente crítico, un saber que sólo se despliega a partir de lo
que está muerto, en escombros, ruinoso [...]. (Rodríguez, 2013: 9)
Del mismo modo, la alegoría "petrifica el instante fugaz" del movimiento constante,
exhibiendo la inmovilidad histórica que los procesos de esencialización moldean.
29
Coreografía
Como narré al comienzo del escrito, tal puesta en diálogo fue estimulada por mi
experiencia en tanto bailarín y estudiante de danza y de composición coreográfica.
Llegado este punto, podría decir que aquella experiencia algo enajenadora y
opresiva, consecuencia de la dominante consigna cinética en la práctica de la
danza, podría ser conceptualizada como una experiencia propia del “mundo de la
convención” lukácsiano. Ante aquella propuesta abrumadoramente motil, mi
experiencia se resumía, generalmente, a una experiencia de la “parálisis de
sentido”.
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mecánico? ¿Podrían funcionar un par de luces teatrales, un cubo negro, unos
binoculares y un espejo como atributos del concepto “espectáculo”, fundamental en
tanto dispositivo de exhibición del movimiento? ¿Tienen algo para evocar unas
esferas en relación al proyecto moderno de corporación y espacialización según
principios geométricos abstractos? Si la danza alcanza su modernidad a través del
dispositivo coreo-gráfico, ¿funcionan una pila de libros y un martillo y cincel como
sus atributos escriturales? Y, por último: ¿resuenan de algún modo la totalidad de
estas cosas rodeando la siguiente impresión emblemática?:
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quietas?”, las respuestas “estando paradas, mirando, tocando, estado sentadas,
sosteniendo, exponiendo, apoyando” funcionaron como consignas para un hacer
desde la paralización o semi-paralización corporal.
En estos sentidos, las preguntas que me hago, en tanto creador de la obra, son:
¿funciona el modo alegórico como un modo de historización tanto de los cuerpos
cósicos y cosificados, como del emblema COREOGRAFÍA? Si la alegoría
historiografica, al desnudar a las cosas de su ropaje esencial, ¿funciona esta obra
como alegoría?
¿Qué tipo de sonoridad puede llenar este cronotopo escenográfico? ¿Cómo suenan
las cosas? Carentes de voz propia con la cual nombrar su sentido, la naturaleza
despliega su mutismo, dejando expuesto el ruidoso silencio de la amplificación
ambiental microfónica.
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Los rostros, al igual que en los de las figuras en las alegorías de la geometría, del
arte y sacra, devienen transparencias. No en función de la exposición de una
interioridad, sino de la materia en tanto tal. Como propuso Susan Sontag: “la
transparencia supone experimentar la luminosidad del objeto en sí, de las cosas tal
como son” (Sontag, 1984: 26). En el mismo ensayo, Sontag célebremente
sentencia: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”
(Sontag, 1984: 27). La alegoría, al respecto, en lugar de la sustitución, aprecia la
oscilación. La construcción de sentido nunca finaliza una gloriosa edificación; se
mantiene en la transitoriedad de la ruina, y desde allí, llama a los sentidos a
comprometerse, nuevamente, con la más cruda materia para, en un nuevo intento,
redimir de mudez a las cosas. El acto inmóvil, de igual forma, nos enfrenta al caído
monumento levantado en nombre de alguna omnipotencia cinética, para brindarnos
la posibilidad, en una paradójica small dance, de “rehacer la posición del sujeto en
relación con el movimiento y el paso del tiempo” (Lepecki, 2009: 36).
Podríamos, finalmente así, aportar una lectura alternativa del término coreografía.
Si mediante la acepción original de coreografía −escritura (graphie) de la danza
(orchesis)− “el cuerpo moderno se reveló plenamente como una entidad lingüística”
(Lepecki, 2009: 23), quizás, mediante nuestra acepción alegórica, podamos
exponer el cuerpo imperfectamente como escritura cósica. No con el fin de
cosificarlo; si no con la intención de exhibir una historia de su cosificación.
El término alegoría comparte su raíz con ágora que significa, en griego antiguo,
asamblea, plaza pública, reunión, discurso (Fierro, 2014: 21). Las asambleas, sí,
son algo tediosas.
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Bibliografía
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Universidad Complutense de Madrid.
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Ficha técnica y artística de Coreografía
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