El propósito principal de toda persona creyente, debe ser la adoración, amor y
servicio a Dios. Dios mismo se ha dado a conocer en sus actos de creación y redención. Como el Redentor, Dios ha llamado a la existencia a un pueblo, la iglesia, quien incluye, celebra y declara su nombre y sus caminos. La vida de Dios con su pueblo y el mundo constituye la historia de Dios. Esa historia está registrada principalmente en el Antiguo y Nuevo Testamentos, y continúa siendo expresada por el Cristo resucitado que vive y reina como cabeza de su iglesia. La iglesia vive para declarar la historia de Dios completa. Esto lo hace de varias maneras: en las vidas de sus miembros que están siendo transformados por Cristo, a través de la predicación, los sacramentos, el testimonio oral y la misión interna. Todos los miembros del cuerpo de Cristo son llamados a ejercer un ministerio de testimonio y servicio. Nadie estamos excluidos. En su sabiduría, Dios llama a algunas personas para cumplir el ministerio de la proclamación del evangelio y cuidar del pueblo de Dios en forma conocida como un ministerio ordenado. Dios es el inicial actor de este llamado, no los seres humanos. Todas las personas que Dios llama al ministerio ordenado se admiran de que Él los llamara, continúan siendo humildes y se admiran del llamado divino. Un ministro cristiano ordenado tiene como su principal responsabilidad declarar en muchas formas toda la historia de Dios cumplida en Jesús, su encargo es “cuidar el rebaño de Dios... no por fuerza, pero con solicitud, no por ganancia deshonesta pero... no como tomando control de los demás, sino siendo ejemplo del rebaño” (1 Pedro 5:2.3). El ministro cumple este encargo bajo la supervisión de Cristo, el Pastor principal (1 Pedro 5:4). Tal ministerio puede llenarse solamente después de un período de preparación, aunque dadas las demandas su “preparación” nunca cesa. Ame su ministerio: Dios le ha llamado al ministerio y por esa razón usted ha optado a su ordenación para servir en una forma más efectiva. Acuérdese siempre de su deseo de servir a Dios, que es el motivo más puro y noble que le puede sostener en los tiempos difíciles. Dios le puede llevar por caminos y experiencias no previstas ni imaginadas. Muchas veces podemos servir sin entender los propósitos de Dios, ni entender el impacto que tenemos en las vidas de otros. Pero llegará el día en que podremos mirar hacia atrás y ver que sí hemos logrado algo de valor cumpliendo con el mandato "de amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo¨. Debe conocer la Palabra de Dios: Lo que usted puede hacer para hacer creíble su ministerio es estudiar la Biblia. Si usted habla de Dios es necesario que conozca íntimamente su Palabra. Hay que meditar en ella a diario para conocer al Maestro y poder compartir su mensaje a este mundo necesitado. Guarde la Palabra en su corazón para no pecar contra Dios. No deje de educarse utilizando los materiales que la iglesia ha preparado para sus ministros, por lo que es menester contar con una literatura cristiana que incluya diccionarios, comentarios bíblicos y otros. La importancia de la enseñanza: La educación cristiana es de suma importancia para discipular a los creyentes, no solo en la fe, sino también en cómo vivir la vida cristianamente, moralmente, con esperanza y gozo. La familia de Dios debe vivir decorosamente tanto en lo espiritual como en lo secular, pues somos hijos de Dios. Las raíces del ministerio de la educación cristiana se encuentran en los principios de la Escuela Dominical de ahí su gran importancia para nuestras iglesias. El Pastor debe aconsejar: La consejería cristiana es necesaria muchas veces para librar a las personas de las ataduras emocionales que les impide el gozo y la fe para llevar una vida victoriosa en Cristo. En el momento de recibir la salvación, Jesucristo nos perdona nuestros pecados, sin embargo, en muchas personas, quedan lastimaduras emocionales que necesitan ser sanadas. Esto también es parte del proceso del crecimiento espiritual y un gran paso hacia la santidad. El consejero cristiano es el instrumento de Dios para la liberación emocional y para encaminar al creyente hacia una vida plena de testimonio. No olvidemos el deseo real de Dios en nuestras vidas, ¨…Yo (Jesús) he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." (San Juan 10:10). Las relaciones con las demás denominaciones: La obra del pastor le lleva en contacto con otros pastores e iglesias en la comunidad. Su comodidad y éxito depende en parte de la estima y confianza que los hermanos de las otras iglesias evangélicas tengan de usted. Siempre va a encontrar creyentes nobles en las otras iglesias y probablemente otros que no lo sean, pero es importante tratar de llevarse bien con ellos, respetándose mutuamente. La iglesia necesita de la sana doctrina: Para poder enfrentar las complejidades de la vida y de la fe es necesaria su práctica. ¿Qué es la sana doctrina? La doctrina es “enseñanza escritural de verdades teológicas. Añadir el término ¨sano¨ a doctrina es una definición de similitud con las ideas de “saludable” o “adecuada”. Por tanto, una definición de lo que la Biblia quiere decir cuando habla de sana doctrina es la siguiente: La sana doctrina es la enseñanza bíblica y adecuada de verdades teológicas que llevan a la salud espiritual y a vidas transformadas tanto de los individuos como de la iglesia. La sana doctrina debe ser el contenido de cada mensaje, de cada estudio bíblico, de cada libro que leamos en la iglesia y de la alabanza. De ahí la importancia que hay que darle a la música con que se acompaña los cantos, cuidando de los ritmos que no se exagere en el volumen, y que sea realmente de edificación. En cuanto a las oraciones, que sean una verdadera adoración a nuestro Dios, mostrando una dependencia total de Él, con reverencia, sin caer en eldesorden.
¿Por qué amar y defender la sana doctrina?
Debemos amar la sana doctrina porque Dios la ama: Las Escrituras ordenan que los líderes “retengan la palabra fiel que es conforme a la enseñanza” y que “sean capaces también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen” (Tito 1:9). La sana doctrina fluye de la Palabra de Dios y de su voluntad revelada en las Escrituras. Dios nos dio Su Palabra y sana doctrina para que podamos conocerle, amarle, obedecerle, y enseñar a otros acerca de Él y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo Jesús. Debemos amar la sana doctrina porque hace madurar tanto a los individuos como a la iglesia: La doctrina que no es sana trastorna la fe, extravía a la gente, y finalmente nos desvía de la verdad. La sana doctrina hace crecer nuestra fe y nos lleva a invertir el tiempo sabiamente para Cristo. Debemos amar la sana doctrina porque fluye del evangelio: El evangelio es un mensaje para ser proclamado y enseñado. La sana doctrina es la sustancia de la verdadera enseñanza del evangelio. Nuestro amor por el evangelio debería estar fuertemente atado con el amor por la sana doctrina, ya que comunica las verdades del evangelio que traen salvación a los oyentes. Debemos amar la sana doctrina porque nos lleva a la santidad: La doctrina correcta está ligada a la manera correcta de vivir. La sana doctrina nos enseña acerca de un Dios santo y que está airado con el pecado, pero que nos ama lo suficiente como para sacrificar a Su Hijo en nuestro favor, para librarnos de ese pecado.