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Nora Barugel
Somos la mano de Rodin, con sus pliegues, sus uñas de escultor, el carácter bronco propio del ser vivo, incluso
cuando un vaciado lo coagula en posición. Y nos apoderamos no sin respeto, no sin ternura de un sueño de
piedra, de un pedazo de cuerpo absolutamente bello al que un día u otro le inventamos una cabeza y unos
miembros que serán para siempre de otra especie. Lo que está vivo, o casi, se adueña de su muerto, lo
completa, lo pule: falsificación y uso de la falsificación, así es nuestra apropiación de la Antigüedad.
(Bárbara Cassin, Nuestros griegos y sus modernos, estrategias contemporáneas de apropiación de la Antigüedad)
En éste escrito, continúo con el tema de apropiación y psicoanálisis, pero enfocándome sobre otra
temática de interés para el ámbito psicoanalítico, como es el problema de la adquisición de la
identidad.
Para comenzar vuelvo a precisar a qué me refiero con el concepto de apropiación y en qué sentido
lo estoy utilizando, tanto en el trabajo anterior cómo en éste.
El concepto de apropiación
Ante todo, voy a enmarcar los usos del término. La acepción más habitual de la palabra es la de
apropiar[se] de algo ajeno. Según el Diccionario de la Lengua Española Espasa Calpe, se trata de la
acción y resultado de tomar para sí alguna cosa haciéndose dueño de ella. Se puede decir
entonces que en términos generales, el concepto de apropiación se utiliza en el sentido de robo,
de usurpación, incluso de plagio en diversos ámbitos, de una apropiación indebida. Por ejemplo: le
denunció por apropiación indebida de bienes. En nuestro entorno, resuena siempre, en ese
sentido, desde la trágica situación de la apropiación indebida de bebés durante la dictadura
militar. También tiene la significación de apropiar[se] de algo, en el sentido de usar algo para sí. En
este último sentido, podemos decir que otra variante de la idea de apropiación indebida es la
apropiación por colonización: se trata del apoderamiento de un pueblo en el sentido concreto,
cultural, etc.
Pero hay otro sentido del término apropiación, que se refiere a la acción de llevar a cabo un
ensamblamiento de algo ya existente con otro elemento que le es aproximado, surgiendo de ello
un elemento nuevo, con el aporte de una ganancia de sentido. Esta idea de apropiación suele ser
un referente en los estudios culturales, los estudios poscoloniales o disciplinas vinculadas con el
arte, tanto en las artes visuales como en la literatura. Desde este sentido, se puede entender la
apropiación como una reutilización, como una estrategia de creación.
De modo que hay un significado peyorativo del término apropiación ligado a la intención de robo,
de plagio, y otro no peyorativo, que denota intervenir sobre algo con un resultado creativo,
positivo; quiero aclarar que es desde este último sentido de la palabra como voy a usar el término
“apropiación” en este trabajo.
Arte
Retomo en este trabajo un autor que resulta ilustrativo en relación al concepto de apropiación
vinculado a los estudios culturales que es Bernardo Subercaseaux Sommerhof, que en su artículo
Reproducción y apropiación, dos modelos para enfocar el diálogo intercultural, dice que la relación
entre lo local y lo internacional, entre lo propio y lo exógeno, constituye un problema recurrente
en el intento por perfilar el pensamiento y la cultura latinoamericanos, y que la pregunta por las
características de esta cultura con respecto a la euronorteamericana es una cuestión que se puede
enfocar desde dos modelos: el de reproducción y el de apropiación cultural.
El modelo de reproducción, dice el autor, tiene su base en lo que podría llamarse la evidencia
constitutiva de América Latina: su relación con Europa y su pertenencia al mundo hegemónico de
occidente desde su integración a la historia mundial. Desde esta perspectiva la cultura y el
pensamiento latinoamericanos se habrían visto forzados desde su origen colonial a reproducir la
cultura y el pensamiento europeos, a desarrollarse como periferia de ese otro "universo", que a
través de sucesivas conquistas se constituyó en una especie de sujeto de su historia, por ejemplo,
en las teorías del orden neocolonial y de la dependencia, o en algunos conceptos como los de
centro y periferia, metrópolis y polo subdesarrollado. Aparece en este modo de funcionar una
extraordinaria voracidad por la producción cultural exógena, con su contrapartída en un
desinterés por la producción local. Se produciría un desfase porque ciertas corrientes de
pensamiento que surgen en Europa de condiciones históricas específicas y concretas, empiezan a
existir en América Latina sin que las circunstancias y hechos que las generaron logren todavía una
presencia o una fuerza suficiente. La cultura norte-europea que se ha venido reproduciendo
tendría entonces un carácter epidérmico, sería una máscara carente de una relación orgánica con
el cuerpo social y cultural latinoamericano. Ello nos empujaría casi ineluctablemente hacia la
imitación. Dentro de esta vocación mimética los idearios pasarían a ocupar el lugar que deberían
ocupar los procesos de elaboración de ideas. De allí entonces el desequilibrio entre una carencia
de producción y una abundancia de reproducción, o la tendencia a un reflejo casi compulsivo por
estar actualizados desde una importación constante e indiscriminada.
Lo que encontramos es que el modelo de apropiación cultural resulta también adecuado para
comprender la relación entre el pensamiento actual y el del pasado. En tanto se tiene en cuenta
que toda tradición opera selectivamente y responde por ende a una versión interesada de un
pasado configurado y de un presente que se está configurando, la contextualidad y las distintas
constelaciones político-culturales son los factores que inciden en el hecho de que una
determinada tradición (y no otra) aparezca como significativa para el orden contemporáneo.
Otro aporte al concepto de apropiación sociocultural y a los estudios poscoloniales son los textos
de Roberto Fernandez Retamar referidos a Caliban. 1 Dice Fernandez Retamar que Calibán es un
esclavo salvaje y deforme para quien son pocas las injurias, y que en La Tempestad, Shakespeare
asume, al diseñar a Calibán, la opción del naciente mundo burgués, presentando al hombre
concreto como un animal, apto para ser colonizado, robarle la tierra, esclavizarlo para vivir de su
trabajo y, llegado el caso, exterminarlo. Se trata de la característica versión degradada que ofrece
el colonizador del hombre al que coloniza. Con Caliban Fernandez Retamar se propuso reivindicar
y esgrimir como símbolo válido, un costado de nuestra América que la historia oficial había
denigrado, reclamando el derecho que nos asiste no sólo de incorporarnos al mundo, sino de
incorporarnos el mundo de acuerdo con las características que nos son propias. Calibán emerge
como uno de los símbolos más frecuentemente usados de la construcción de la otredad en el
imaginario colonial; se refiere a la tradición que percibe las posibilidades emancipatorias
latinoamericanas como una función de la característica mestiza o híbrida del continente en
relación a su formación histórica específica, y es desde este punto de vista que se podría hablar de
apropiación, ya que vemos que la dinámica de las formas culturales de América Latina se
caracterizan por la capacidad de apropiarse de las formas generadas en otros contextos, pero
cambiando y subvirtiendo sus sentidos. Esa dinámica de apropiación subversiva pasa a ser así un
proceso de reabsorción y resignificación de las propuestas del entorno.2
1 Según el autor, “Caliban es un anagrama forjado por Shakespeare, en La tempestad, a partir de “caníbal”, y este
término, a su vez, proviene de “caribe”. Los caribes, antes de la llegada de los europeos, a quienes hicieron una
resistencia heroica, eran los más valientes, los más batalladores habitantes de las mismas tierras que ahora ocupamos
nosotros. Pero ese nombre, en sí mismo —caribe—, y en su deformación caníbal, ha quedado perpetuado, a los ojos de
los europeos, sobre todo de manera infamante. Es este término, este sentido el que recoge y elabora Shakespeare en su
complejo símbolo. El caribe dará así la imagen del caníbal, el antropófago, el hombre bestial situado irremediablemente
al margen de la civilización, y a quien es menester combatir a sangre y fuego. Esto último, por supuesto, siempre que se
contara con quien realizara en su lugar las duras faenas. En un pasaje revelador, Próspero advierte a su hija Miranda que
no podrían pasarse sin Calibán: “Nos hace el fuego, / Sale a buscarnos leña, y nos presta / Servicios útiles”.
2El libro de Eduardo Grüner, La Oscuridad y las Luces, es de gran valor respecto al tema, y nos ayuda a pensar acerca de
muchos conceptos en lo relacionado con la problemática de la colonización en el Caribe, la revolución de Haití, como por
ejemplo el lugar que ocupó la trata de esclavos en el asentamiento del sistema capitalista.
Apropiación, psicoanálisis e identidad
“Háblale”, -Speak to her-, es usado una y mil veces a lo largo de la obra, tanto para referirse a que
se le hable al espectro del rey, o para intentar que éste hable ó, a pedido del espectro en su última
aparición en la cámara de la madre, para que Hamlet le hable y que pase así de una relación
primitiva preverbal y pasional con su madre, a otra de diálogo con ella.
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Falso self y verdadero self
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