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EL PERUANO.

Boletín Oficial

AÑO 30 – TOMO ii

Semestre 2°, N°9. Lima, Martes 6 de Agosto de 1872.

SUMARIO

Congreso:

- Declaración protestando del atentado del 22 de Julio último.


- Ley proclamando presidente constitucional al Sr. D. Manuel Pardo.
- Discurso del Presidente del congreso y el S.E. el Presidente de la República al hacerse
cargo del mando supremo.

Pp 62

“En seguida S.E. el señor D. Manuel Pardo, dijo:

Legisladores:

Designado por el sufragio popular para ejercer el más alto cargo con que puede honrar la nación a
uno de sus hijos, y elevado a él, a pesar de una obstinada resistencia en que dispone la fuerza,
hasta la insurrección, contra las instituciones nacionales, permitidme, señores, inclinar la frente
ante los misteriosos designios de la providencia y ante la grandiosa victoria que la opinión ha
alcanzado después de luchar encarnizadamente contra la arbitrariedad.

Así ha querido la providencia terminar la historia política de medio siglo ayudándonos


visiblemente para inaugurar vuestros trabajos, en el quincuagésimo primero aniversario de la
independencia nacional sobre las bases de la opinión victoriosa y del derecho al imperio de la
fuerza.

Dejemos, señores, a la posteridad, la apreciación histórica sobre los desgraciados, cuyos hechos
condujeron al país al peligro extremo de que el patriotismo lo ha salvado, y ocupémonos en este
instante tan solo de la enseñanza política que arroja nuestra fecunda campaña de catorce meses y
estudiémosla hoy y siempre, con el cuidadoso anhelo y con la elevación de espíritu con que deben
los hombres públicos estudiar las tendencias y aspiraciones de los pueblos, y las fuerzas que en sí
mismos encierran, para dirigir y aplicar estas en servicio de aquellas y encaminarlas todas por la
senda del bien.

El periodo legal ha terminado, y hoy se hace tranquilamente la transmisión del mando. Yo tengo la
honra de verme delante de vosotros, y vosotros estais reunidos en este augusto local, porque la
nación ha querido, con su poderosa voluntad, mantener a todo trance la paz pública, y buscar en
la práctica de las instituciones, en la sumisión a la autoridad y en la observancia de la ley, la
satisfacción de sus legítimas aspiraciones. Esa victoria habría sido completa, si próxima y a
terminarse la lucha que la nación se ha manifestado tan grande por sus virtudes, una rebelión
militar no hubiera venido a interrumpir el pacífico y glorioso triunfo que había alcanzado la
opinión.

El espíritu de esta lucha dicta el programa del gobierno que ella ha producido, porque marca las
tendencias y aspiraciones de los pueblos, y las necesidades políticas de una urgente satisfacción.

Si el culto de las instituciones y la obediencia de sus mandatos han formado los elementos del
triunfo de los pueblos, la práctica sincera de ellas debe ser la primera obligación del gobierno que
han fundado, por lo mismo que solo en tan firme base puede reposar y consolidarse la paz pública.

La perfecta conformidad que hay existe la opinión de los pueblos y sus legales representantes,
habría sido, por sí sola, suficiente garantía de que en ésta, como en ninguna otra época,
encontrarían la idea y el sentimiento público en vuestra sabiduría su más fiel intérprete, y en las
leyes que dictareis la más completa satisfacción de sus aspiraciones y de sus necesidades; a la
confianza que nace de esa armonía de sentimiento y de ideas ha venido á agregarse la
administración entusiasta que ha arrancado a todos los corazones la actitud gloriosa que en un día
de prueba asumieros los representantes de la Nación peruana, fulminando todos unidos, en
defensa de las instituciones, el rango que anonadó a los audaces que osan tocar el arca de
nuestras libertades.

Escusad, señores, si al comenzar la tarea son que me ha honrado la benevolencia de mis


conciudadanos, someto a vuestra sabiduría las cuestiones que, a mi juicio, exigen de una manera
más imperiosa, el poderoso apoyo de vuestras luces y de vuestro patriotismo para dirigir y facilitar
la marcha de la administración pública.

La ilustrada lucha y la pacífica victoria de los pueblos en la última agitación electoral han venido a
demostrar de una manera elocuente, cuanto ha progresado en los últimos días en los últimos años
sus aptitudes políticas, y esta sola circunstancia sería suficiente para probar la necesidad de
confiarlas con más amplitud la administración de sus intereses locales, embarazada hoy por trabas
que sin importar una seria fiscalización de los abusos, paralizan la acción de las poblaciones en el
fomento de sus intereses propios y alejan de su administración a sus hombres más distinguidos, en
vez de abrirles las facilidades necesarias para estimular su generosa actividad.

Tan graves embarazos no pueden desaparecer, si la ley no acude para removerlos ocupándose de
fijar los principios más adaptables a la administración de las localidades y reorganizando el sistema
municipal, muy importante en todas las naciones, poderoso auxiliar en el régimen democrático y
condición primera de progreso político, moral y material en el Perú. La reorganización municipal
servirá de escuela política a los ciudadanos, utilizará en provecho cada localidad los elementos hoy
latentes e inactivos que todas ellas encierran, emancipará a los pueblos de la tutela administrativa
en que hoy viven, y libertará a la vez en Gobierno de conocer en ese crecido cúmulo de asuntos,
que siendo ajenos a la administración general, le imponen sin embargo, obligaciones, cuyo
cumplimiento les es casi imposible, subsistiendo íntegra, por otro lado, su responsabilidad ante los
pueblos.

Pero la organización municipal, como toda legítima, representación de los pueblos tien por base
un mecanismo electoral sencillo y rápido, que ocupando la atención y laa actividad de aquellos en
menor tiempo posibles y reflejando fielmente su espíritu, llene todos los fines del sistema
democrático, obviando los inconvenientes que una ley imperfecta puede ofrecer a la expresión
verdadera de la voluntad popular, y conjurando los peligros que sus efectos pudieran ocasionar a
la tranquilidad pública.

La organización municipal, la organización electoral, he ahí señores, a mi juicio, las dos piedras
angulares del edificio constitucional. Perfeccionar en lo posible las leyes que a ellas se refieren, es
fundar el gobierno republicano, que sin ellas no será jamás una verdad.

La responsabilidad legal de los funcionarios públicos, que abusen de la autoridad que ejercen, es
otra de las necesidades políticas que más claramente han puesto en evidencia los sucesos de los
últimos días, como que sin ella, toda ley es inútil y todo derecho irrisorio. Podeis estar seguros de
que por mi parte haré cuanto me permitan mis atribuciones constitucionales, para que los delitos
perpetrados por personas que hayan ejercido autoridad, sean sometidas, con arreglo a la ley, al
conocimiento de los tribunales competentes, y debéis confiar en que esto debe ser cumplido con
la desapasionada imparcialidad de un ciudadano, para alguien desde este instante ha
desaparecido la actitud hostil de los partidos políticos en el Perú.

(Aplausos pronunciados)

No os ocultaré, con este motivo, la autosuficiencia de nuestra legislación penal y el peligro que
envuelve para la moral pública, como para la garantía de los derechos de los ciudadanos, la
lentitud que se nota frecuentemente en los procedimientos de la justicia criminal. Reformarla
vigorosamente de manera que garantice con la necesaria eficacia, los derechos de los ciudadanos
y el ejercicio de la autoridad, es el gran problema de la sociedad policía que esta es en el deber de
resolver porque no está resuelto en el Perú. Hoy se hacen más notables que nunca esos defectos,
ante el escandaloso atentado con que la parte del ejército inducidos por jefes desleales, ha
sacudido la sociedad, durante los cinco días en que estuvo adueñada del poder.

Si la conducta pública reclama su castigo, el honor de la parte digan del ejército exige más
imperiosamente todavía que se purifique ese cuerpo por el juicio de todos aquellos de sus
miembros que hayan contribuido como cómplices al más grande crimen que ha presenciado la
República.

Podeis confiar, señores, en que, al reorganizar el reducido ejército que convienen á la Nación tener
en activo servicio, serán solo confiados a jefes y oficiales de honor, de antecedentes pares y de
aprobado patriotismo, la guardia de las instituciones y de los intereses públicos, y la custodia de
nuestro pabellón.

Pero no basta esto para llegar á la verdadera reforma del ejército: es necesario que el
establecimiento de una escuela especial retemple, con la educación, el verdadero espíritu militar,
y que la ley destierre para siempre el crimen horrible del reclutamiento, y fije en reservas
competentes el medio de aumentar la fuerza efectiva, cuando la paz pública o la honra nacional lo
requieran. Una ley que someta a reglas invariables la manera como debe procederse al conferir los
ascensos militares, es condición igualmente necesaria tanto a los intereses fiscales, como al brillo y
estimación de la carrera.

A la vez que se satisface la vindicta pública por el castigo de los delitos contra la patria, es un
deber de justicia, impuesto a los poderes públicos, realzar y apreciar en todo su valor, el
inestimable servicio que el orden constitucional ha recibido del patriotismo de la Armada, que ha
agregado en los días aciagos porque acaba de pasar la República, un nuevo título a la estimación
nacional.

Careciendo de los datos necesarios para apreciar con exactitud el verdadero estudio de nuestros
recursos fiscales, mi primer cuidado será hacerlo conocer a vuestra sabiduría, para que, de
acuerdo ambos poderes, reestablezcan el equilibrio fiscal, procurando alcanzarlo mediante el
buen orden de las rentas y la reducción de los gastos nacionales hasta donde lo permitan, el
servicio público, los derechos de los funcionarios de la Nación y los trabajos ya iniciados.
Emprender otros nuevos, antes de haber obtenido aquel resultado, comprometería tanto el
porvenir financiero de nuestro país, como la terminación misma de las obras que están en vía de
realización.

Hay, sin embargo, algunos servicios públicos, como el de la instrucción popular, en los que, el país
debe hacer todo el gasto necesario para conseguir el resultado, porque la educación de cada
ciudadano es la primera condición de la verdadera grandeza de las naciones.

Me limito deliberadamente a llamar vuestra atención sobre los puntos anteriores, porque mi
objeto no es tanto presentaros un pomposo programa, cuanto pedir a vuestras elevadas luces, en
la forma de leyes, los medios que considero necesarios para la realización de los fines que
debemos alcanzar, y que se reasumen en esta fórmula definitiva: “La República práctica” “La
República de la Verdad”. Ella encierra mi programa, o mejor dicho, el programa que he recibido de
la nación, que ha votado del corazón de cada ciudadano, y que es hoy la síntesis de la opinión
nacional.

LEGISLADORES:

En la realización de ese programa, parte más alta y más brillante, es vuestra, porque a vosotros
corresponde marcar en ley, los principios que deben regir a la nación, las bases de estos en el voto
del presupuesto, a mi me cabe la más modesta, de ejecutor de vuestras disposiciones, y de celoso
vigilante del cumplimiento de las leyes.

Aún limitado á ella, mi propósito constante será conformar mi política con la opinión de la mayoría
de las cámaras, que es igualmente la opinión del país, y en mi deseo de fundar con lealtad el
sistema parlamentario, os aseguro, señores, que deploro el que una disposición constitucional no
me permita llevar al Gobierno a los miembros del Congreso, sin que pierdan su derecho de
representar el país.

Sin esa circunstancia, los Representantes de la Nación llevarían periódicamente al Poder Ejecutivo
el espíritu de las Cámaras, que es el espíritu del país y debe, por lo tanto, ser el que anime
constantemente la administración.

Mi voluntad por llegar a ese resultado, suplirá, con la constancia del deber y con la rigidez de la
convicción es la única manera de satisfacer la deuda inmensa de gratitud con que me agobia la
distinción que he merecido de mis conciudadanos.

Crean ellos, y creed vosotros, señores, que si mis facultades no me permiten corresponder a sus
esperanzas, la rectitud de mi conciencia, no faltará jamás a la confianza que han depositado en
mí.+
MANUEL PARDO.

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