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El tiempo transcurre de una manera diferente durante los últimos momentos de un turno en la

noche. ¿Qué es un momento durante aquellas horas de la madrugada? Incluso eso se vuelve
impreciso, distinto al momento diurno con su fluir silencioso y laminar. En cambio, el instante
nocturno (¿es un momento nocturno igual a un instante?) es viscoso y pesa sobre el cuerpo, sobre
los párpados y las cosas.

–Solo queda un poco más de una hora – digo mientras me dirijo al hall de espera -¡Jorge
Inostroza!- emerge de mí un grito apagado, aplastado por esta temporalidad extraña en forma de
red. Todo se encuentra en un estado de languidez que desespera: las conversaciones, murmullos,
las miradas, las caras con sus músculos agotados por la espera en esos momentos diurnos que
pasan inadvertidos; esos rostros que ahora miran desde sus ojos hundidos en las orbitas,
adoloridos, ahogados o todavía impacientes.

Se acerca un hombre que aparentaba estar cerca de los 60 años, lo cual era desconcertante al ver
que su ficha señalaba ‘’45 años’’

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