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06/03/2018

lavanguardia.com

Christophe Dejours,
psiquiatra, investiga la relación entre trabajo y salud mental
Tengo 68 años. Parisino. Catedrático de Psicoanálisis-Salud-Trabajo
en el Conservatoire National des Arts et Métiers, donde dirijo el
laboratorio de Psicología del Trabajo.
Casado, tres hijas. La degradación del trabajo que ha instaurado el
modelo neoliberal nos enferma. Soy agnóstico

“La ayuda mutua en el trabajo ha desaparecido”

Entrevistadores: Víctor Amela - Ima Sanchís -Lluís Amiguet

Inoperante

Lleva tres décadas investigando cómo afecta el trabajo en nuestra


salud y tiene escritos varios libros. El panorama que describe es
desolador: la cantidad ha sustituido a la calidad; la gestión del
trabajo, ejercida por directivos que poco saben de lo que deben
gestionar y sus herramientas de evaluación, la precarización y la
inseguridad convierten trabajar en un infierno lleno de enfermos y
hacen el sistema poco productivo... “Pero las elites económicas y los
estados prefieren el control que ejercen a través del miedo a la
productividad”. El resultado es un tejido social enfermo y una
tendencia a los sistemas totalitarios. Ha impartido una conferencia
en la Sociedad de Estudios Psicosomáticos Iberoamericana (SEPIA).

¿El trabajo es parte esencial de nuestra identidad?


Sí, y por tanto puede ser el vehículo para nuestra realización o para
nuestra destrucción.

Usted estudia lo segundo.

Desde finales de los años noventa se ha dado una transformación


muy profunda de la organización del trabajo. Los técnicos e
ingenieros han sido reemplazados por gestores.

Que no necesariamente entienden de la materia que deben


gestionar.

En absoluto. Se encargan de la gestión de costes: de stocks, del


tiempo, del personal; y sus herramientas, la evaluación individual
del trabajo, los criterios de certificación, las normas ISO..., ya no
miden la calidad del trabajo sino la cantidad.

¿Y eso qué provoca?

La evaluación individual provoca la competitividad generalizada, lo


que altera profundamente las relaciones en el trabajo donde la ayuda
mutua desaparece.

Es el sálvese quien pueda.

Sí, instalando la desconfianza y el miedo, lo que provoca diversas


patologías. Los trastornos musculoesqueléticos son la enfermedad
profesional que más aumenta en Francia.

¿No se debe a una mala postura?

No, se trata de tensión, afecta a todo tipo de trabajadores y es una


catástrofe en la salud pública. También aumentan el burn out y el
karoshi.

¿Muerte súbita?
Ocasionada por una hemorragia cerebral sin que hubiera ningún
factor de riesgo cardiovascular. Y se ha disparado el consumo de
drogas para aguantar el ritmo de trabajo. Sabemos que en las
cadenas de montaje se consume cocaína.

Aumentan los suicidios en el lugar de trabajo.

La estandarización a través de la aplicación de protocolos crea entre


los profesionales mucho sufrimiento ético. Comerciales, médicos,
jueces, anestesistas... los aplican sabiendo que en muchos casos las
repercusiones serán nefastas.

¿Un fenómeno nuevo?

Apareció en el año 2000 y se da en todos los países occidentales. En


France Télécom en seis meses en el 2009 se suicidaron 35 personas,
y un total de 60 entre el 2007 y el 2010 .

¿Lo ha investigado?

Sí, se manifiesta en personas dedicadas, sólidas y bien estructuradas


cuya organización los impulsa a contribuir en prácticas que ellos
condenan: empleados de centros de llamadas que se ven obligados a
mentir al cliente; médicos a los que se les pide que detengan la
reanimación de un paciente para recuperar los órganos para
trasplantes para aumentar el rendimiento de un hospital...

¿El trabajador es más manso que nunca?

Sí, porque la evaluación personal ha destrozado la solidaridad y la


confianza. En las multinacionales ves que los ingenieros con mesas
continuas prefieren comunicarse por e-mail. La gente tiene miedo
los unos de los otros.

Vivimos en la inseguridad.
La presión es tan grande que nunca se habían visto tantas
prejubilaciones. En los hospitales en Francia hay miles de puestos
vacantes para médicos jefes de servicio.

¿Por qué lo toleramos?

Destruida la solidaridad, las estrategias que desarrollamos para


defendernos de esa presión laboral a nivel colectivo pasan por
intentar integrar el sufrimiento.

Póngame un ejemplo.

Hoy la mano de obra se basa en la subcontratación en cascada, el


trabajo precario. Los obreros le dan la vuelta asumiendo el riesgo
laboral como un juego. Son habituales las novatadas, en las que
obligan al nuevo a trepar sin arnés al edificio en construcción y allí
lo suspenden colgando de una grúa y lo columpian en el aire.

¿Tiene usted alguna solución?

Debemos organizar el trabajo de otra manera. Desde nuestro


laboratorio hemos puesto en marcha hace ya diez años otro modelo
de gestión que está funcionando muy bien.

¿Qué propone?

La cooperación horizontal, vertical, con los clientes, y transversal


(entre médico y paciente, profesor y alumnos, productor y
consumidor). El resultado es una mayor productividad porque
optimiza el tiempo, la eficacia y la calidad.

Escribió usted un informe al respecto para el Gobierno francés.

Sí, con un comité de expertos, pero fue archivado. Las


multinacionales y los estados prefieren perder en calidad y en salud
mental y ganar en dominio y control, porque eso debilita la
posibilidad de que la gente se organice y proteste. ¡En Francia ya no
hay huelgas!

No parece que el sistema vaya a cambiar.

No, pese a que hay señales claras de que el modelo está en crisis y
que destruye el tejido social y la democracia, de ahí la ascensión de
la derecha en toda Europa.

Pero este modelo se impone porque muchos colaboran.

Sí, ejecutivos, gerentes, personal de recursos humanos, supervisores


y técnicos que contribuyen a la flexibilización del trabajo, el abuso y
la precariedad sabiendo que es moralmente reprobable. Su manera
de aguantar es no pensar centrándose en el trabajo y obedeciendo.

¿Y a ellos no les afecta?

Muchos padecen estrés y trastornos cognitivos: no pueden distinguir


lo que es justo y lo que es injusto, e incluso lo que es verdad de lo
que es falso en la propia naturaleza del trabajo.

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