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¿En qué están pensando los filósofos?

Un revival de la metafísica y la corriente del "realismo especulativo" encabezan la


renovación del pensamiento filosófico después del desencanto posmoderno

La escena de la filosofía parece hoy


desolada si la comparamos con
momentos de florecimiento del
pensamiento como lo fueron la Francia
ilustrada o la Alemania de Hegel y los
románticos, cuando la filosofía tenía una
potencia efervescente que animaba los
debates entre pensadores, artistas,
científicos e historiadores. El siglo XX
aparentó agotar muchos de esos
debates, lo que dejó para el siglo XXI la
impresión de que la tarea del filósofo es
cada vez más difusa.

En los últimos años del siglo XX un


acontecimiento señaló cierta
desesperanza de la filosofía. Una revista
académica publicó un artículo del
científico estadounidense Alan Sokal que
no era más (ni menos) que un chiste.
Sokal parodiaba allí una crítica de la
filosofía francesa posmoderna a las
ciencias naturales, apoyándose en el
pensamiento de figuras como Gilles
Deleuze, Jacques Derrida y Luce Irigaray. El discurso académico parecía haber encontrado
en esa publicación una suerte de pelotero infantil donde expresarse con libertad e
impunidad en el contexto de un escrito que pretendía ser de filosofía posmoderna,
supuestamente liberada de esos protocolos viles. Sokal logró que se publicara este texto a
pesar de tener una cantidad nauseabunda de notas al pie, referencias bibliográficas
excesivas y un estilo de redacción que ninguna persona razonable soportaría más de cinco
minutos.

Pero lo que buscaba criticar ese artículo no era el género discursivo de los artículos
académicos, lo que hubiera sido más que adecuado y digno de celebración. De lo que se
burlaba era del antirrealismo de los posmodernos, de su tendencia a pensar a los individuos
como determinados por su contexto y por el discurso, inmersos en un juego de apariencias
detrás de las cuales no hay ninguna realidad última. Sin embargo, el debate sobre el
realismo y el antirrealismo no recibió mucha atención en ese momento, sino que se ha
vuelto a activar recién en los últimos años.

La escena de la filosofía actual parece dividida en varias ramas, en las que las cuestiones
metafísicas no tienen un lugar preponderante. Una de las corrientes importantes deriva del
pensamiento nietzscheano y posnietzscheano, donde entran las ideas de autores como
Michel Foucault y Gilles Deleuze. Friedrich Nietzsche fue el que declaró la muerte de Dios y
de todas las verdades últimas en filosofía, así como también el carácter ficticio del yo. El
sujeto, para Nietzsche, no es un sustrato que permanece, sino una ficción narrativa que
hace creer que un grupo de estados "pertenece" a un mismo sujeto, es decir, se trata de
una continuidad aparente entre meros fragmentos. Así, los estudios de género o la reflexión
en torno a la animalidad, por ejemplo, buscan encontrar modos de pensar la subjetividad
en una época en que la fragmentariedad y la pluralidad -tan enfatizadas por Nietzsche- se
han vuelto fundamentales. En el marco de la filosofía política se debate en torno a la idea
de comunidad, donde el problema consiste en determinar si es posible pensar comunidades
cuyos integrantes no estén unidos por "lo común", es decir, aquello que los identifica, sino
por la diferencia.

A esto se suma la producción de algunas de las grandes figuras de la filosofía europea


contemporánea que siguen en actividad, como en el caso del italiano Giorgio Agamben, el
alemán Jürgen Habermas y el francés Alain Badiou, o como el alemán Peter Sloterdijk y el
esloveno Slavoj Zizek, que oscilan entre la filosofía y la crítica cultural. Por otro lado, la
filosofía contemporánea de corte anglosajón se focaliza muchas veces en cuestiones como
la relación entre filosofía y ciencias cognitivas, la bioética o el problema de la justicia, en la
línea del filósofo estadounidense John Rawls.

Disputas sobre el pasado

La distinción entre estas dos corrientes, la "filosofía analítica" y "filosofía continental", la


primera derivada del pensamiento anglosajón y la segunda del europeo, existe desde el
siglo XX. El filósofo estadounidense Graham Harman explica que la tradición analítica tiende
a pensar la historia de la filosofía en términos de "argumentos", mientras que la continental
considera que esta reducción es una blasfemia y que se debe pensar en términos de
proyectos filosóficos y de cosmovisiones originadas en distintas miradas sobre la realidad.
La tradición analítica utiliza los "argumentos" que encuentra en la historia para pensar
problemas contemporáneos, lo que en cierto modo los deshistoriza. Por el contrario, los
filósofos de la tradición continental tienen tanto respeto por los pensadores del pasado que
muchas veces la discusión de sus ideas apenas es más que una reseña bibliográfica.

No obstante, un punto en común entre estas dos tradiciones es que muchas veces se vuelve
necesario, para ambas, establecer relaciones con otras disciplinas: así, la filosofía dialoga
con especialistas en arte, psicoanálisis, ciencias sociales, ciencias naturales y otras
disciplinas de las humanidades. En una época signada por la superespecialización, estos
intercambios ofrecen un panorama esperanzador que acaso permita dejar atrás el
aislamiento claustrofóbico que muchos campos de estudio padecen.

La metafísica no tiene un gran protagonismo en este panorama, pero ya en 2002 Harman


pronosticaba un revival para ella en la filosofía de la Europa continental, donde se encuadra
el reciente movimiento filosófico llamado "realismo especulativo". La editorial Caja Negra
tradujo en la Argentina dos libros fundamentales de este nuevo movimiento
filosófico: Después de la finitud, de Quentin Meillassoux, y Hacia el realismo
especulativo, de Harman. Esta corriente busca recuperar el pensamiento especulativo y la
reflexión en torno a los objetos, que fue dejada de lado desde la Modernidad.

En efecto, hacia fines del siglo XVIII las clásicas obras de Immanuel Kant generaron lo que
de allí en adelante se denominaría "giro copernicano" de la filosofía: para conocer el objeto
era necesario analizar el sujeto, ya que era su estructura racional la que determinaba la
presentación de los objetos para nuestro conocimiento. La "filosofía trascendental" trataba
de reflexionar sobre las condiciones de posibilidad de la experiencia, y no de la experiencia
desnuda. El llamado "sujeto trascendental" era precisamente aquella estructura que hacía
posible la experiencia.

En Después de la finitud, Meillassoux hace un recorrido por la filosofía desde Kant y afirma
que la pregunta por la relación entre nosotros y el mundo se convirtió a partir de la
Modernidad en "correlacional". Esta pregunta debía transformarse forzosamente en la
pregunta por el mundo tal como es "para nosotros", bajo la perspectiva de que es imposible
salir del pensamiento y reflexionar acerca del mundo "en sí".

El filósofo escocés David Hume se había preguntado ya en el siglo XVIII si era posible
demostrar que a ciertas causas siempre le seguían los mismos efectos. En otras palabras,
¿de dónde proviene la necesidad de las leyes de la naturaleza? Hume había respondido que
en realidad no había ninguna necesidad, sino que teníamos la costumbre de esperar los
mismos efectos de las mismas causas, dado que la experiencia sólo nos daba información
sobre el pasado y el presente, pero nunca sobre el futuro. Para Meillassoux, en cambio, hay
de hecho una necesidad: la contingencia. Lo que siempre será necesario es el carácter
contingente de las leyes de la naturaleza.

La posibilidad de un mundo sin un sujeto que lo piense está en la misma línea de la


"ontología orientada a objetos" que propone Graham Harman. En Hacia el realismo
especulativo, señala la necesidad de volver a ocuparse de cuestiones metafísicas como la
sustancia y, especialmente, de volver a reflexionar sobre los objetos con independencia de
un sujeto que los perciba. Esa necesidad está ya, para él, en un pasaje fundamental de El
ser y el tiempo (1927) del filósofo alemán Martin Heidegger, donde se afirma que los
objetos son usados antes de ser percibidos. Pese a que Heidegger ha sido considerado un
héroe en la lucha contra la metafísica, Harman ve en él el pionero de una metafísica de los
objetos.
Harman propone así un alivio de la "resaca trascendental" que sufrió la filosofía después de
Kant, en consonancia con la perspectiva de Meillassoux. En lugar de ocuparse de
la mamushka infinita de las condiciones de las condiciones de las condiciones de posibilidad
de los objetos, la discusión debería estar centrada en ellos.

Es en este escenario, para Harman, donde el debate metafísico sobre los objetos debe
resurgir en el contexto de la filosofía continental, cuando el antirrealismo parece haber
obturado las discusiones sobre cuestiones metafísicas. Quizás el actual debate sobre
realismo especulativo y el resurgimiento de la metafísica permita volver a reflexionar acerca
de la tarea filosófica en nuestra era, y así recuperar la esperanza en la filosofía, cuyo
debilitamiento bien supo manifestar Sokal con su gesto irónico.

Fuente
Potente, C. (27.09.2015). ¿En qué están pensando los filósofos? Consultado el
12/09/2017.Recuperado de: http://www.lanacion.com.ar/1830940-en-que-estan-pensando-los-
filosofos

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