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Las
prisas, los ambientes ruidosos, multitud de personas en un reducido
espacio, el estrés que nos acompaña a diario. Todas estas son situaciones
que incrementan nuestra agresividad, y más al volante, según los
expertos de LegalCar.
Muchos de los elementos que influyen en las reacciones violentas al
volante tienen que ver con los estereotipos. Por ejemplo, se reacciona con
mucha agresividad por razón de sexo contra las mujeres, contra los
conductores noveles y contra los conductores más mayores.
Además se reacciona violentamente contra personas de otra raza o
vestimentas diferentes a la nuestra. Si unimos éstos factores como la
prisa, el estrés o el consumo de sustancias, se incrementa en mayor
medida la agresividad vial.
La casuística en la violencia vial es extensa y aquí solamente haré una aproximación. Las hay
internas que están dentro de cada individuo y las hay externas o ambientales. Cada individuo
tiene unos niveles de irritabilidad que potencian la agresividad ofensiva o niveles de
susceptibilidad que desembocan en agresividad defensiva. Cada persona tiene diferentes grados
de tolerancia a múltiples estados emocionales: tristeza, preocupación, frustración, cólera,
excitación… que modificarán de forma diferente nuestras reacciones con mayor o menor grado
de violencia. Y será nuestra capacidad para controlar de forma adecuada esas emociones la
manera de controlar muchos de los impulsos que tenemos cuando conducimos -de ahí la cita
inicial del filósofo Platón en este post-. Entre los factores externos o ambientales destacan la
temperatura o el grado de humedad (ver post anterior), el nivel de ruido también es importante,
sobre todo si no se tiene un control en su volumen ni en su duración, provocando irritación y
agresividad. Finalmente no podemos olvidarnos de las congestiones de tráfico en las carreteras,
que según sea su duración o la disponibilidad de tiempo que tengamos, pueden llegar a provocar
frustración y terminar en actuaciones muy agresivas.
Fases Actuaciones
Primera fase: El objetivo es que el Ridiculizar, blasfemar, insultar,
otro conductor se sienta mal, realizar gestos inapropiados o
realizando un ataque moral muecas.
Segunda fase: Se mantiene el Se incrementan gradualmente las
objetivo pero se deteriora el características descritas en la primera
razonamiento fase, se comienza a perder la
conciencia racional.
Tercera fase: Se provoca Se le acosa (se le hacen luces, se
directamente al otro conductor irrumpe en la trayectoria de su
vehículo, se produce una detención
abrupta frente a su vehículo…)
Cuarta fase: Se agrede físicamente Desaparece la autocontención y se
al otro conductor deja paso a la violencia verbal y física
hacia el otro conductor.
“Si veo que alguien lo hace mal y consigue su objetivo, yo haré lo mismo”.
Este planteamiento asumido por muchas personas contribuye a la expansión de malos hábitos y
comportamientos en la carretera. La violencia vial se expande por imitación ante la falta de
enseñanzas por una correcta educación vial, independientemente de las sanciones, porque
necesitamos una efectiva coerción socio-cultural con la que poder combatir ese estilo de vida
tan egoísta.
Gran parte del problema ha estado en que las campañas que se han venido
desarrollando para prevenir los accidentes viales han sido diseñadas por
“especialistas” de agencias de publicidad que tienen enfoque de mercadeo (como les
es natural) y que siguen las estrategias de motivación para las ventas. Es decir, las
campañas para prevenir accidentes viales han sido diseñadas para motivar la
conciencia del problema: nos hablan del asunto (del producto) pero no nos enseñan
cómo afrontar dicho problema para buscarle solución (el knowhow).
Así las cosas, las campañas para la prevención vial deben tener un enfoque educativo
(de educación vial) para enseñarle a la gente lo que deben hacer ante las diferentes
situaciones que exige la viabilidad para conducirse a bajo riesgo. ¿Cuál es la
diferencia?
No basta con decir respeta el derecho de vía. Es necesario enseñar cuándo se tiene
el derecho de vía, quién lo tiene y cuándo no se tiene o cuándo se deja de tener. Allí
va la gente peleando el derecho de vía porque todos creen tenerlo.
No bastará con decir que hay que saber usar el volante de la mejor forma para
reaccionar correctamente ante una emergencia. Hay que decir dónde se deben llevar
las manos y por qué, explicar la distancia que debe colocarse el asiento respecto al
volante y el ángulo en el que deben llevarse los brazos… eso sí contribuirá a tener la
mejor reacción ante una emergencia.
Antes de conducir, da una vuelta alrededor del vehículo para revisar su estado.
Crea una frase que proyecte tu motivación: “Mis hijos me quieren”, “Amo la vida”, etc…
Encuentra la postura y si estás cansado para y descansa.
Evita distracciones. Favorece la concentración al volante. No discutas en el coche, ni hables
por teléfono ni uses el GPS ya que reduce tu atención.
Aprovecha las inercias. Conduce suavemente, no luches contra el tráfico.
Revoluciones bajas. Cambia pronto la marcha y circula a revoluciones bajas.
Gestiona el espacio. Mantén la distancia de seguridad, protege tu espacio vital (2 segundos,
2 metros).
Respiración abdominal. Respira despacio y profundamente hinchando el abdomen un par
de minutos.
Parada de pensamiento: oblígate a ser amable. Cuanto más te moleste el tráfico, más
amable debes ser.
El conflicto no está en la situación en sí, sino en la interpretación que tú hagas de ella.
Intenta transformar la situación, piensa que alterándote sólo vas a salir perdiendo tú.
Transforma las situaciones negativas en algo positivo o, como mínimo, neutro es evitar
generarte malas sensaciones.
Si sigues todas estas técnicas serás capaz de pertenecer al grupo de conductores que saben
manejar sus emociones ante el volante. Poco a poco, ponte a ello.
A MOTIVACIÓN EN LAS CONDUCTAS DE RIESGO DURANTE LA CONDUCCIÓN.
En la dinámica de la toma de decisiones de la conducción se involucra la motivación y la
emoción de las personas, sus habilidades cognitivas (que son útiles para asimilar la
información que viene de su vehículo y del exterior) y sus habilidades sensoriomotrices.
La motivación es lo que nos dirige a realizar una determinada acción, manteniéndola durante
un tiempo y con una intensidad que puede ir variando hasta llegar a la meta deseada.Es
deseable que los conductores estén motivados para mantener conductas seguras y para
rechazar las conductas de riesgo. ¿De qué depende el riesgo que estamos dispuestos a correr?
De los motivos excitatorios e inhibitorios.
Los motivos excitatorios son los que impulsan a tomar decisiones más arriesgadas; las
alteraciones del estado de ánimo como la hostilidad, la euforia, la ansiedad; mostrar
habilidades de conducción como si se tratase de una exhibición (relacionado con la conducción
temeraria) entre otros.
Los motivos inhibitorios son los que contribuyen a tomar las decisiones más sensatas y
responsables. Son mecanismos de defensa que ayudan a prevenir riesgos, al menos en teoría.
En la práctica, suelen producir el efecto contrario, es decir, al confiar en que uno mismo está
seguro en general, se asume mayor riesgo. Veámoslo a través de algunos inhibidores de la
prudencia:
Cuando se está mucho tiempo a una velocidad constante, sobre todo alta, se piensa que se va
a menos, aunque solo es un efecto de acostumbramiento, nos adaptamos sensorialmente a la
velocidad.
Al confiar demasiado en la tecnología del vehículo, se puede tener la falsa sensación de que es
casi imposible tener un accidente.
Quienes se sobrevaloran como conductores tienden a atribuir los riesgos a fallos externos a
ellos mismos.
En algunos casos se minimizan las consecuencias de un posible accidente al reinterpretar una
situación peligrosa. Este inhibidor de prudencia se suele dar en los conductores con más
experiencia, que piensan que gracias a sus conocimientos sabrán solucionar cualquier situación
aunque parezca complicada.
La sensación de invulnerabilidad se produce cuando se ha pasado mucho tiempo conduciendo
a lo largo de la vida sin que ocurra un accidente; es decir, cuanto más tiempo pasa sin que
ocurra un accidente, se tiende a pensar que existe menos probabilidades de sufrirlo, aunque
no es cierto.
Cuando se lleva mucha práctica se automatiza en exceso la conducción, es decir, se toma
como algo muy fácil pero en realidad hay muchos más procesos implicados de los que se cree,
lo cual se relaciona con la sensación de invulnerabilidad anteriormente mencionada. En este
caso las personas conducen sin prestar suficiente atención, despistados, y por tanto no se
adapta correctamente a los cambios del entorno.
Algunas veces se predice mal la conducta de otros conductores, la propia y los cambios que
puedan ocurrir en la carretera.