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Tras esta reflexión, HÉCTOR empieza a controlar atentamente los movimientos de MATÍAS, y a
asegurarse de saber, al mismo tiempo, cuántos guardias hay exactamente en el museo, y cuáles
son sus puestos de vigilancia y radios de acción. De su revisión concluye que solo hay 2 guardias
en el interior del museo y otros más en cada entrada; pero que estos no vigilan atentamente
hacia adentro. Ello basto para que Julio decidiera de qué modo ayudaría a MATÍAS si se daba
el caso de que se complicase la situación.
Repuesto el guardia, y avisados sus compañeros, dos salen prestos en dirección a los
malhechores. MATÍAS. está ya a unos 100 metros de distancia y corre hacia la estación de
trenes: sigue sin darse cuenta de que, quien lo corre desde más cerca, es su amigo HÉCTOR.
Solo oye el ruido más o menos distante de los silbatos. De la estación ferroviaria viene un ciclista
que ve la desesperada corrida de MATÍAS y la persecución veloz de HÉCTOR. Entonces,
MATÍAS., creído aun de que HÉCTOR es un agente del museo, le grita al ciclista:
- “¡Por favor, muchacho, el de atrás quiere robarme!” …
El joven, creído de esto, dirige su marcha rápidamente contra HÉCTOR, y lo derriba con su
bicicleta, después de lo cual cae también el, golpeándose fuertemente contra el piso. Gracias a
esto, el guardia más adelantado toma la bicicleta del muchacho, todavía tendido en el suelo y
alcanza con ella a MATÍAS., cuando este ya estaba a punto de subir a un tren. El otro guardia
aprehende a Héctor que quedo muy lastimado.