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EL SURGIMIENTO DE LA FILOSOFÍA I

ORACULAR En algunos de los últimos escritos de Platón


podemos hallar cierto eco de las evoluciones
políticas contemporáneas de Atenas, vale decir,
CAPÍTULO 11 de la consolidación de la democracia. Parece
ser que hasta el propio Platón comenzó a dudar
LAS RAÍCES ARISTOTÉLICAS DEL si no se habría estabilizado alguna forma de la
HEGELIANISMO democracia. En Aristóteles encontramos indi-
cios de que ya no dudaba. Pese a no ser amigo
de la democracia, la acepta como inevitable y se
NO nos proponemos aquí escribir una historia
halla dispuesto a dialogar con el enemigo.
de las ideas que más de cerca nos atañen, esto
es, el historicismo y su relación con el totalita- Esta inclinación a las transacciones, extra-
rismo, sino tan sólo, como esperamos que re- ñamente mezclada con la tendencia a encontrar
cuerde el lector, unas cuantas observaciones defectos en sus predecesores y contemporá-
que quizá arrojen alguna luz sobre el marco neos (particularmente en Platón) constituye
histórico de la versión moderna de estas ideas. una de las características sobresalientes de los
La historia de su desarrollo, en particular du- escritos enciclopédicos de Aristóteles. No se ve
rante el período que va desde Platón hasta He- en ellos ninguna huella del conflicto trágico y
gel y Marx, no cabe, ciertamente, dentro de los desgarrador que rezuma la obra platónica. En
límites razonables de una obra como la presen- lugar de los perspicaces y penetrantes relám-
te. No intentaremos realizar, por consiguiente, pagos platónicos y del atrevimiento de sus
un tratamiento exhaustivo de Aristóteles, salvo ideas, hallamos aquí la seca sistematización y el
en la medida en que su versión del esencialis- afán, compartido por tantos escritores medio-
mo platónico influyó sobre el historicismo de cres de épocas posteriores, de resolver los
Hegel y, de este modo, sobre el de Marx. La li- asuntos de toda índole, mediante la emisión de
mitación a aquellas ideas de Aristóteles con las un «juicio sano y equilibrado» que a todos haga
que ya nos hemos familiarizado a través de justicia, lo cual significa, a veces, pasar por alto
nuestra crítica de Platón, el gran maestro del refinada y solemnemente el punto esencial.
Estagirita, no nos crea, sin embargo, ningún Esta exasperante tendencia sistematizada por
inconveniente serio, como podría temerse a Aristóteles en su famosa «doctrina del justo
primera vista. En efecto, Aristóteles, pese a su medio» es una de las fuentes de su crítica, tan-
estupenda erudición y asombroso alcance, no tas veces forzada y hasta fatua, de Platón.[1] Un
fue un hombre de gran originalidad. Lo que le ejemplo de la falta de sagacidad de Aristóteles
agregó al conjunto de las doctrinas platónicas —en este caso de sagacidad histórica (entre
fue, en esencia, sistematización y un ardiente otras muchas cosas, también era historiador)—
interés por los problemas empíricos, especial- lo constituye el hecho de que admitió la apa-
mente los biológicos. A no dudarlo, Aristóteles rente consolidación democrática precisamente
es el inventor de la lógica, y por ésta, como por cuando acababa de ser superada por la monar-
otras conquistas, merece, ampliamente, lo que quía imperial de Macedonia, suceso histórico
recaba de nosotros (al final de sus Refutaciones éste que precisamente le pasó inadvertido.
sofísticas), a saber, nuestra calurosa gratitud y Aristóteles que era, como lo había sido su pa-
nuestro perdón por sus deficiencias. Sin em- dre, miembro de la corte de Macedonia, elegido
bargo, para los lectores y admiradores de Pla- por Filipo como preceptor de Alejandro el
tón esas deficiencias son formidables. Grande, parece hacer subestimado a estos
hombres y sus proyectos; quizá creyó que los
conocía demasiado bien. «Aristóteles se senta-
ba a comer con la monarquía sin darse cuenta
de ello», comentaba Gomperz acertadamente.[2]

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El pensamiento aristotélico se halla comple- explicar que no sólo los esclavos sino también
tamente dominado por el de Platón. Un poco a todos los miembros de las clases productivas se
regañadientes, siguió a su gran maestro tan de hallan excluidos de la ciudadanía. De este mo-
cerca como se lo permitió su temperamento do, enseña —con Platón— que los artesanos no
desprovisto de todo sentido artístico, no sólo deben gobernar y que las clases gobernantes
en sus perfiles políticos generales sino prácti- no deben trabajar ni ganar dinero. (Aunque se
camente en todos sus puntos. De este modo, descuenta que lo poseen en cantidad). Poseen
apoyó y sistematizó la teoría platónica natura- la tierra, pero no la trabajan con sus manos.
lista de la esclavitud:[3] «Algunos hombres son Sólo la caza, la guerra y otros entretenimientos
libres por naturaleza y otros esclavos, y para semejantes son reputados dignos de los gober-
estos últimos la esclavitud es tan oportuna co- nantes feudales. El miedo aristotélico a cual-
mo justa… Un hombre que por naturaleza no se quier forma de adquirir dinero, por ejemplo,
pertenece a sí mismo, sino a otro, es, por natu- todas las actividades profesionales, va aún más
raleza, esclavo… A los helenos no les agrada lejos, quizá, que el de Platón. Éste había utiliza-
llamarse esclavos sino que restringen el em- do el término «banáusico»[4] para describir la
pleo de este término a los bárbaros… El esclavo condición de plebeyo, abyecto o depravado.
se halla enteramente desprovisto de toda facul- Aristóteles extiende el uso despectivo de este
tad de raciocinio, en tanto que las mujeres li- término hasta abarcar todos los intereses que
bres la tienen apenas en muy escaso grado». no son simples y puros entretenimientos. En
(Es a las críticas y denuncias de Aristóteles a lo realidad, tal como lo usa, el término se halla
que debemos la mayor parte de nuestro cono- muy cerca de lo que nosotros entendemos por
cimiento del movimiento ateniense contra la «profesional», especialmente en el sentido en
esclavitud. Al argüir contra los defensores de la que lo descalifica en una competencia de afi-
libertad, Aristóteles conservó muchos de sus cionados, pero también en aquel en que se apli-
pensamientos). En algunos puntos secundarios, ca a cualquier experto especializado como, por
Aristóteles mitiga ligeramente la teoría plató- ejemplo, un médico. Para Aristóteles, toda for-
nica de la esclavitud, censurando debidamente ma de profesionalismo representa una pérdida
a su maestro por su excesiva dureza. Tampoco de casta. Un caballero feudal —insiste—[5] ja-
pudo resistirse a la tentación de criticar a Pla- más debe tomarse demasiado interés por «nin-
tón ni a la de transigir, aun tratándose de una guna ocupación, arte o ciencia… También algu-
transacción con las tendencias liberales de su nas artes liberales, es decir, artes que puede
tiempo. adquirir un caballero, pero siempre sólo hasta
cierto punto. En efecto, si se toma demasiado
Pero la teoría de la esclavitud es tan sólo
interés por ellas sobrevendrán «ciertos efectos
una de las muchas ideas políticas de Platón
perjudiciales», es decir, que el sujeto se capaci-
adoptadas por Aristóteles. Especialmente su
tará como profesional y perderá casta. He aquí,
teoría del Estado ideal, hasta donde la conoce-
pues, la idea aristotélica de la educación liberal,
mos, se halla modelada sobre la base de las teo-
idea —todavía con cierta vigencia desgracia-
rías sustentadas en La República y Las Leyes, y
damente—[6] de lo que ha de ser la educación
su versión, cabe destacarlo, arroja considerable
de un caballero, a diferencia de la educación del
luz sobre la concepción platónica. El Estado
esclavo, el siervo, el sirviente o el profesional. Y
ideal aristotélico constituye un término medio
dentro de la misma tónica, Aristóteles insiste
entre tres cosas, a saber, una aristocracia pla-
repetidamente en que «el principio primero de
tónica romántica, un feudalismo «sano y equili-
toda acción es el ocio».[7] La admiración y defe-
brado» y algunas ideas democráticas; pero es el
rencia de Aristóteles hacia las clases ociosas
feudalismo el que se lleva la mejor parte. Con
parece ser la expresión de una curiosa sensa-
los demócratas, Aristóteles sostiene que todos
los ciudadanos deben tener derecho a partici- ción de inquietud. Parece ser, en efecto, que el
hijo del médico de la corte macedonia se halla-
par en el gobierno. Pero claro está que esto no
ba preocupado por el problema de su propia
tiene la significación radical que podría creerse
posición social y, especialmente, por la posibi-
a primera vista, pues Aristóteles se apresura a
2
lidad de perder casta debido a sus estudios que cia de cambios favorables; de este modo, la
fácilmente podían ser considerados profesiona- transformación también puede ser progreso.
les. «No se puede evitar la tentación de creer — Platón había enseñado que todo desarrollo tie-
declara Gomperz—[8] que temía escuchar de- ne su punto de partida en un original, la Forma
nuncias de este tipo por parte de sus amigos o Idea perfecta, de tal modo que el objeto en
aristocráticos… Es realmente extraño que uno desarrollo debe perder su perfección en la me-
de los más grandes estudiosos de todos los dida en que cambia y en que decrece su simili-
tiempos, si no el más grande, se resista a ser un tud con el original. Esta teoría fue abandonada
estudioso profesional. Parecería que prefiriese, por su sobrino y sucesor, Espeucipo, así como
más bien, ser un dilettante o un hombre de también por Aristóteles. Pero Aristóteles acusó
mundo». Los sentimientos aristotélicos de infe- a los argumentos de Espeucipo de ir demasiado
rioridad se apoyan, quizá, en otra base todavía, lejos, dado que éstos suponían una evolución
aparte de su deseo de demostrar su indepen- biológica general hacia formas superiores. Al
dencia de Platón, aparte de su propio origen parecer, Aristóteles se oponía a las tan discuti-
«profesional», y aparte del hecho de que era, das teorías biológicas evolucionistas de su
sin duda, un «sofista» profesional (enseñaba, tiempo.[11] Pero el peculiar giro optimista que le
incluso, retórica), pues en Aristóteles, la filoso- imprimió al platonismo fue resultado, también,
fía platónica abandona sus grandes aspiracio- de la especulación biológica y se basó en la idea
nes, sus reclamaciones de poder. A partir de de la causa final.
este momento, sólo podía proseguir como dis- Según Aristóteles, una de las cuatro causas
ciplina de estudio. Y puesto que sólo un caba- de cualquier fenómeno u objeto —y también de
llero feudal poseía el dinero y el tiempo nece- todo movimiento o cambio— es la causa final o
sarios para estudiar filosofía, todo lo más a que fin hacia el que se dirige el fenómeno. En la
podía aspirar la filosofía, entonces, era a con- medida en que constituye un objetivo o fin
vertirse en un elemento adicional de la educa- deseado, la causa final también es buena. Se
ción tradicional de todo caballero. Con esta as- desprende de aquí que puede haber algún bien,
piración mucho más modesta al la vista, Aristó-
no sólo en el punto de partida de un proceso
teles juzga necesario persuadir al caballero (como había pensado Platón y Aristóteles lo
feudal de que la especulación y contemplación admitía),[12] sino también en su punto final. Y
filosóficas pueden convertirse en una parte de todo esto es de particular importancia para
suma importancia de su «buena vida»; en efec- cualquier cosa que tenga un comienzo en el
to, ella constituye el método más agraciado, tiempo o, como dice Aristóteles, para todo
más noble y más refinado para matar el tiempo, aquello que venga a la existencia. La Forma o
si uno no se halla ocupado con intrigas políticas esencia de toda cosa en desarrollo es idéntica al
o asuntos de guerra. Es ésta la mejor manera de propósito, fin o estado definitivo hacia el cual se
distraer el ocio, pues, como lo dice el propio desarrolla. De este modo arribamos, pese a la
Aristóteles, «a nadie se le ocurriría… declarar refutación aristotélica, a algo sumamente pare-
una guerra con ese fin».[9] cido a la reforma del platonismo introducida
Cabe esperar de esta filosofía cortesana una por Espeucipo, La Forma o Idea que, al igual
prédica optimista, pues de otro modo no se que en el sistema platónico, todavía se conside-
concibe cómo podría resultar un pasatiempo ra buena, se halla aquí al final en lugar del prin-
agradable. Y, en verdad, es en su optimismo cipio. Es ésta la fórmula exacta del reemplazo
donde reside uno de los ajustes más importan- aristotélico del pesimismo por el optimismo.
tes introducidos por Aristóteles en su sistema- La teleología de Aristóteles, es decir, su in-
tización[10] del platonismo. El sentimiento pla- sistencia en el fin u objetivo del cambio como
tónico de deriva había hallado expresión en la causa final, constituye una expresión de sus
teoría de que todo cambio, por lo menos duran- intereses preferentemente biológicos. Se ad-
te ciertos períodos cósmicos, debe ser perjudi- vierte aquí la influencia de las teorías biológi-
cial: transformación y degeneración son sinó- cas de Platón[13] y también de la proyección pla-
nimos. La teoría aristotélica admite la existen- tónica de su teoría de la justicia al universo. En
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efecto, Platón no se limitó a enseñar que cada causas finales o metas, las cuales son identifi-
una de las diferentes clases de ciudadanos ocu- cadas[15] con sus Formas o esencias. Y como bió-
paba su lugar natural en la sociedad, lugar al logo, supone que los objetos sensibles llevan en
cual pertenecía y para el que se hallaba natu- sí, potencialmente, el germen, por así decirlo,
ralmente dotado, sino que también trató de de sus estados finales o esencias. Esta es una de
interpretar el universo de los objetos físicos y las razones por las que podemos decir que la
sus diferentes clases o categorías, basándose en Forma o esencia está en el objeto y no, como
principios similares. Así, trató de explicar el quería Platón, que es anterior o exterior a él.
peso de los cuerpos pesados como las piedras o Para Aristóteles, todo movimiento o cambio
la tierra y su tendencia a caer, así como tam- significa la materialización (o «actualización»)
bién la tendencia a elevarse del aire y del fuego, de algunas de las cualidades latentes inheren-
mediante la hipótesis de que éstos se esfuerzan tes a la esencia de la cosa.[16] Es, por ejemplo,
por conservar o recobrar el lugar correspon- una cualidad latente esencial de todo pedazo de
diente a su categoría. Las piedras y la tierra madera, el que flote en el agua o el que sea ca-
caen debido a que se esfuerzan por ubicarse allí paz de arder, y estas cualidades latentes siguen
donde se encuentra la mayor parte de las pie- siendo inherentes a su esencia aun cuando
dras y de la tierra y donde tienen su lugar ade- nunca se actualicen. Pero si tal ocurre, si la ma-
cuado en el justo ordenamiento de la naturale- dera flota o arde, entonces lo potencial se ma-
za. El aire y el fuego se elevan porque se es- terializa y de este modo se mueve o se trans-
fuerzan por llegar hacia donde se encuentran forma. Por consiguiente, la esencia, que abarca
las grandes masas de aire y de fuego (los cuer- todas las cualidades potenciales de una cosa, es
pos celestes) y donde deben estar, de acuerdo algo así como su fuente interna de cambio o
con el justo ordenamiento de la naturaleza.[14] movimiento. Esta esencia o Forma aristotélica,
Esta teoría del movimiento atrajo al Aristóteles esta causa «formal» o «final» es, por lo tanto,
zoólogo, pues se combina fácilmente con la teo- prácticamente idéntica a la «naturaleza» o «al-
ría de las causas finales y permite dar una ex- ma» de Platón, identidad que el propio Aristó-
plicación de todo el movimiento, comparándolo teles se encarga de corroborar. «La naturaleza
con el galope de los caballos ansiosos por re- —escribe[17] en su Metafísica— pertenece a una
gresar a sus establos. Aristóteles desarrolló misma categoría que lo potencial, pues consti-
estas ideas bajo la forma de su famosa teoría de tuye un principio de movimiento inherente a la
los lugares naturales. Todo aquello que sea cosa misma». Por otro lado, define al «alma»
apartado de su propio lugar natural experimen- como la «primera entelequia del cuerpo vivien-
tará una tendencia natural a regresar a él. Pese te» y puesto que la «entelequia» es explicada, a
a algunas modificaciones, la versión aristotélica su vez, como la Forma, o causa formal tenida
del esencialismo platónico sólo presenta dife- por fuerza impulsora,[18] retornamos finalmen-
rencias carentes de importancia. Claro está que te, mediante la ayuda de este aparato termino-
Aristóteles insiste en que, a diferencia de Pla- lógico bastante complicado, al punto de vista
tón, para él las Formas o Ideas no existen con platónico original, esto es, que el alma o natura-
independencia de los objetos sensibles. Pero en leza es algo muy próximo a la Forma o Idea pe-
la medida en que esta diferencia encierra im- ro inherente a la cosa, y su principio de movi-
portancia, se halla íntimamente relacionada miento. (Cuando Zeller elogió a Aristóteles por
con los ajustes introducidos en la teoría del su «uso definido y amplio desarrollo de una
cambio. En efecto, uno de los puntos principa- terminología científica»[19] se me ocurre que
les de la teoría platónica es el de que debe con- debe haberse sentido algo incómodo al escribir
siderarse que las Formas, Esencias u Originales la palabra «definido»; sin embargo, cabe reco-
(o Padres) existen con anterioridad a los obje- nocer su amplitud, así como también el hecho
tos sensibles y con independencia de los mis- deplorable de que Aristóteles, al usar esta jeri-
mos, puesto que éstos cada vez se alejan más gonza complicada y pretenciosa, logró fascinar
de aquéllos. Aristóteles, por el contrario, hace a una cantidad de filósofos, de tal modo que,
que los objetos sensibles avancen hacia sus

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para decirlo con las palabras de Zeller, durante esencia, de la cosa real, de la «personalidad»
miles de años le indicó el camino a la filosofía). real que se pone de manifiesto en este hombre,
nación o Estado, lo cual lo explica por sí mismo.
Aristóteles, que fue un historiador del tipo
«El destino de un hombre se halla inmediata-
más enciclopédico imaginable, no realizó nin-
mente relacionado con su propio ser, es algo,
guna contribución directa al historicismo.
en verdad, contra lo cual puede luchar pero que
Aparte de su adhesión a una versión más res-
forma parte, de hecho, de su propia vida.. Esta
tringida de la teoría platónica de las inundacio-
formulación (debida a Caird)[23] de la teoría he-
nes y otras catástrofes periódicas que destru-
geliana del destino viene a ser, indudablemen-
yen la raza humana de tiempo en tiempo, de-
te, la contraparte histórica y romántica de la
jando sólo algunos sobrevivientes,[20] no parece
teoría aristotélica de que todos los cuerpos
haberse interesado en el problema de las ten-
buscan sus propios «lugares naturales». Claro
dencias históricas. Pese a ello, puede demos-
está que sólo se trata de una expresión retum-
trarse aquí Cómo su teoría del cambio se presta
bante de la perogrullada de que lo que le ocu-
de suyo a las interpretaciones historicistas y
rre a un hombre no sólo depende de las cir-
cómo contiene todos los elementos necesarios
cunstancias externas, sino también de él mis-
para elaborar una grandiosa filosofía historicis-
mo, esto es, de la forma en que reacciona ante
ta. (Esta oportunidad no fue plenamente explo-
ellas. Pero al lector ingenuo le complace en ex-
tada antes de Hegel). Cabe distinguir tres doc-
tremo su capacidad para comprender y para
trinas historicistas que derivan directamente
sentir la verdad de estas profundidades de la
del esencialismo aristotélico: 1) Sólo en el caso
sabiduría que exigen para su formulación la
de que una persona o Estado se desarrolle, y
ayuda de palabras tan emocionantes como el
sólo por medio de su historia, podemos llegar a
«destino» y, especialmente, «su propio ser». 3)
conocer algo de su «esencia oculta y sin desa-
A fin de tornarse real o material, la esencia de-
rrollar» (para utilizar una frase de Hegel).[21]
be desenvolverse a través del cambio. Más tar-
Esta doctrina conduce luego, ante todo, a la
de, con Hegel, esta doctrina adopta la siguiente
adopción de un método historicista, es decir, al
forma:[24] «Aquello que existe sólo por sí mismo
principio de que podemos obtener cualquier
es… una mera potencialidad: no ha emergido
conocimiento de las entidades o esencias socia-
todavía a la Existencia… Sólo mediante la acti-
les con sólo aplicar el método histórico, a saber,
vidad se actualiza la Idea». De este modo, si
con el solo estudio de los cambios sociales. Pe-
deseo «emerger a la Existencia» (deseo bien
ro la doctrina lleva aún más lejos (especialmen-
modesto por cierto), entonces debo «afirmar
te cuando se halla relacionada con el positivis-
mi personalidad». Esta teoría —bastante popu-
mo moral de Hegel, que identifica lo conocido,
lar aún— conduce, como Hegel lo advierte cla-
así como también lo real, con lo bueno), hacia la
ramente, a una nueva justificación de la teoría
adoración de la Historia y su exaltación como el
de la esclavitud. Pues la afirmación del propio
Gran Teatro de la Realidad, y también el Tribu-
ser significa,[25] en lo que a las relaciones con los
nal de Justicia del Universo. 2) El cambio, al
demás se refiere, la tentativa de dominarlos. En
revelar lo que se oculta en la esencia latente,
realidad, Hegel señala que todas las relaciones
sólo puede tornar manifiesta esta esencia, lo
personales pueden reducirse, de este modo, a
potencial, la semilla que, desde el principio, ha
la relación fundamental de amo y esclavo, de
pertenecido intrínsecamente al objeto cam-
dominación y sometimiento. Cada uno debe
biante.
esforzarse para afirmar y poner a prueba su
Esta doctrina conduce a la idea historicista propia personalidad y aquel que carezca de la
de un destino histórico o de un hado esencial naturaleza, la valentía o la capacidad general
ineludible, pues, como Hegel[22] lo demostró necesarias para conservar su independencia,
más tarde, «lo que denominamos principio, deberá ser reducido a la servidumbre. Esta en-
objetivo o destino», no es sino la «esencia ocul- cantadora teoría de las relaciones personales
ta sin desarrollar». Esto significa que todo lo tiene su contraparte, por supuesto, en la teoría
que le ocurra a un hombre, una nación o un hegeliana de las relaciones internacionales. Las
Estado, debe considerarse proveniente de la
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naciones deben afirmar sus derechos sobre la lizaron el método aristotélico de la definición,
Escena de la Historia y es su deber intentar la en un estado de un hueco palabrerío y escolas-
dominación del mundo. ticismo estéril, y que la medida en que las di-
versas ciencias lograron efectuar algún progre-
Todas estas consecuencias historicistas de
so dependió del grado en que consiguieron li-
tan vasto alcance, que en el próximo capítulo
brarse de este método esencialista. (Y ésta es la
examinaremos desde un nuevo ángulo, durmie-
razón por la cual una parte tan grande de nues-
ron durante más de veinte siglos «ocultas y
tra «ciencia social» permanece todavía en la
latentes» en el esencialismo de Aristóteles. El
Edad Media). El examen de este método debe-
aristotelismo resultó, así, más fecundo de lo
ría ser algo abstracto, debido al hecho de que el
que supuso la mayoría de sus muchos admira-
problema ha sido completamente oscurecido
dores.
por Platón y Aristóteles, cuya influencia ha ori-
ginado prejuicios profundamente arraigados
II nada fáciles de extirpar. Pese a todo, quizá no
carezca de interés el análisis de la fuente de
El principal peligro para nuestra filosofía, aparte de la tanta confusión y verbosidad.
pereza y la nebulosidad, es el escolasticismo… que trata lo
vago como si fuera preciso… Aristóteles siguió a Platón al distinguir en-
tre conocimiento y opinión.[27] El conocimiento o
F. P. RAMSAY la ciencia puede ser, según Aristóteles, de dos
Hemos alcanzado ya un punto en que po- clases diferentes: demostrativo o intuitivo. El
dríamos pasar a analizar, sin más dilaciones, la conocimiento demostrativo es también el cono-
filosofía historicista de Hegel, o, en todo caso, cimiento de las «causas». Consiste en enuncia-
comentar brevemente las evoluciones del sis- dos que pueden demostrarse —las conclusio-
tema operadas entre Aristóteles y Hegel, y el nes— junto con sus demostraciones silogísticas
advenimiento del cristianismo, lo cual se ha (que presentan las «causas» en sus «términos
dejado, sin embargo, para la sección tercera medios»). El conocimiento intuitivo consiste en
con que concluye este capítulo. Ahora, a mane- la captación de la «forma indivisible», esencia o
ra de digresión, pasaremos a examinar un pro- naturaleza de una cosa (si es «inmediata», es
blema más técnico, el método esencialista de las decir, si su «causa» es idéntica a su naturaleza
definiciones, de Aristóteles. esencial); él es la fuente primera de toda cien-
cia, puesto que capta las premisas básicas ori-
El problema de las definiciones y del «signi-
ginales de todas las demostraciones.
ficado de los términos» no guarda una relación
directa con el historicismo. Pero ha sido una Indudablemente, Aristóteles tenía razón
fuente inagotable de confusiones y, particular- cuando insistía en que no debemos intentar
mente, de ese tipo de verborragia que cuando probar o demostrar todo nuestro conocimiento.
se combina con el historicismo a la manera he- Toda prueba debe derivar de ciertas premisas;
geliana, engendra esa ponzoñosa enfermedad la prueba como tal, es decir, la derivación de las
intelectual de nuestro tiempo que hemos de- premisas no puede, por lo tanto, establecer de-
nominado filosofía oracular. Y es también la finitivamente la verdad de ninguna conclusión,
fuente principal de la influencia intelectual — sino tan sólo demostrar que la conclusión debe
todavía predominante, desgraciadamente— de ser cierta, siempre que las premisas sean cier-
Aristóteles; de todo ese escolasticismo verboso tas. Si exigiésemos que las premisas, a su vez,
y vacío que rezuma no sólo la Edad Media, sino fuesen probadas, la cuestión de la verdad sólo
también nuestra propia filosofía contemporá- se trasladaría un paso más hacia un nuevo con-
nea, pues hasta filósofos tan recientes como L. junto de premisas y así, sucesivamente, hasta el
Wittgenstein,[26] padecen, como veremos más infinito. Para evitar esta regresión infinita (co-
adelante, esta influencia. El desarrollo del pen- mo dicen los lógicos), Aristóteles enseñó que
samiento a partir de Aristóteles podría resu- debíamos suponer la existencia de ciertas pre-
mirse, a mi juicio, diciendo que todas las disci- misas indudablemente ciertas y que no necesi-
plinas permanecieron detenidas, mientras uti- tan ninguna prueba; fueron éstas las llamadas
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«premisas básicas». Si admitimos la validez de tando lo que no es esencial. Aunque Aristóteles
los métodos mediante los cuales se extraen las no se muestra muy claro en este punto,[31] no
conclusiones de estas premisas básicas, enton- puede dudarse seriamente de que, en lo fun-
ces podríamos decir que, de acuerdo con Aris- damental, también aquí sigue los pasos de Pla-
tóteles, la totalidad del conocimiento científico tón. Platón enseñaba[32] que podemos captar las
se cifra en dichas premisas básicas y estaría a Ideas mediante la ayuda de cierto tipo de intui-
nuestro alcance si pudiéramos, tan sólo, obte- ción intelectual infalible, es decir, que podemos
ner una lista enciclopédica de las mismas. Pero visualizarlas con los «ojos de la mente», proce-
¿cómo lograrlo? Al igual que Platón, Aristóteles so éste que Platón consideraba análogo al de la
creía que todo conocimiento se obtiene, en úl- visión, pero en exclusiva dependencia del inte-
tima instancia, por medio de una captación in- lecto y con exclusión de todo elemento que
tuitiva de la esencia de las cosas. «Sólo pode- guardase alguna dependencia de los sentidos.
mos conocer una cosa conociendo su esencia», La concepción aristotélica, aunque menos radi-
escribe Aristóteles,[28] y también: «Conocer una cal e inspirada que la de Platón, en definitiva
cosa es conocer su esencia». Una «premisa bá- viene a ser lo mismo.[33] En efecto, si bien ense-
sica» no es, según él, sino un enunciado que ña que llegamos a la definición sólo después de
describe la esencia de una cosa. Pero es preci- haber hecho muchas observaciones, admite
samente este enunciado lo que él denomina[29] que la experiencia sensorial no basta, por sí
definición. De este modo, todas «las premisas misma, para captar la esencia universal y que
básicas de las pruebas» son definiciones. no puede, por consiguiente, dar plenamente
origen a una definición. En definitiva, se limita
¿Cómo son las definiciones? He aquí un
a postular, simplemente, que estarnos dotados
ejemplo de definición: «Un cachorro es un pe-
de una intuición intelectual, una facultad men-
rro joven». El sujeto de este juicio-definición, el
tal o intelectual que nos permite captar infali-
término «cachorro», recibe el nombre de tér-
blemente la esencia de las cosas y conocerlas. Y
mino a definir (o término definido); las palabras
supone, además, que si conocemos una esencia
«perro joven», el de fórmula definitoria. Por
intuitivamente deberemos ser capaces de des-
regla general, la fórmula definitoria es más lar-
cribirla y también, en consecuencia, de definir-
ga y más complicada que el término definido, a
la. (Los argumentos contenidos en los Segundos
veces en grado sumo. Aristóteles considera[30] el
Analíticos en favor de esta teoría son sorpren-
término a definir como un nombre de la esen-
dentemente débiles. Consisten, tan sólo, en se-
cia del objeto y la fórmula definitoria como la
ñalar que nuestro conocimiento de las premi-
descripción de esa esencia. E insiste en que la
sas básicas no puede ser demostrativo puesto
fórmula definitoria debe suministrar una des-
que esto conduciría a una regresión infinita, y
cripción exhaustiva de la esencia o de las pro-
que las premisas básicas deben ser tan ciertas,
piedades esenciales del objeto en cuestión; de
por lo menos, como las conclusiones que en
este modo, un enunciado del tipo «un cachorro
ellas se basan. «Se sigue de esto —escribe—
tiene cuatro patas», si bien es verdadero, no
que no puede haber conocimiento demostrati-
constituye una definición satisfactoria, puesto
vo de las premisas primeras, y puesto que nada
que no agota lo que podría llamarse la esencia
fuera de la intuición intelectual puede ser más
del ser cachorro, sino que también vale para un
cierto que el conocimiento demostrativo, se
perro o un caballo viejo, y del mismo modo, el
sigue que debe ser la intuición intelectual la
enunciado «un cachorro es negro», si bien pue-
que capte las premisas básicas.. En su De Ani-
de valer para algunos cachorros no vale para
ma, así como también en la parte teológica de la
todos y no describe, por lo tanto, propiedades
Metafísica, encontramos algo más que un ar-
esenciales sino tan sólo accidentales del tér-
gumento; en efecto, se trata aquí de una verda-
mino definido.
dera teoría de la intuición intelectual, donde se
Pero el problema más difícil es el de cómo afirma que ésta se pone en contacto con su ob-
podemos proveernos de definiciones o premi- jeto, la esencia, y llega a convertirse, incluso, en
sas básicas y asegurarnos de que sean correc-
tas, es decir, de que no hayamos errado, cap-
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una misma cosa que su objeto. «El conocimien- satisfactorios allí donde se atasca la anterior.
to concreto es idéntico a su objeto»). De este modo, podemos decir que en nuestra
búsqueda de la verdad hemos reemplazado la
Resumiendo este breve análisis, creo que se
certeza científica con el progreso científico y
puede dar una descripción bastante exacta del
esta concepción del método científico se ve co-
ideal aristotélico del conocimiento perfecto y
rroborada por la evolución de la ciencia, pues
completo diciendo que éste vio el objetivo final
ésta no se desarrolla por medio de una acumu-
de toda indagación en la compilación de una
lación enciclopédica gradual de datos esencia-
enciclopedia con las definiciones intuitivas de
les, como pensaba Aristóteles, sino de un modo
todas las esencias, es decir, con sus nombres y
mucho más revolucionario, La ciencia progresa
sus correspondientes fórmulas definitorias, y
mediante ideas audaces, mediante la exposi-
que consideró que el progreso del conocimien-
ción de nuevas e insólitas teorías (como la de
to consistía en la acumulación gradual de estos
que la Tierra no es plana o de que «el espacio
datos enciclopédicos, en expandirlos y en llenar
métrico» no es plano) y el abandono de las vie-
los vacíos de su contenido y, por supuesto, en
jas.
su derivación silogística de «la masa total de los
hechos», que constituye el conocimiento de- Pero esta concepción del método científico
mostrativo. significa[34] que en la ciencia no hay «conoci-
miento», en el sentido en que Platón y Aristóte-
Pues bien, no es posible dudar que todas es-
les usaron la palabra, vale decir, en el sentido
tas concepciones esencialistas se hallan en
que le atribuye un alcance definitivo; en la
franca oposición con los métodos de la ciencia
ciencia jamás existen razones suficientes para
moderna. (Al decir esto pensamos sobre todo
creer que se ha alcanzado la verdad de una vez
en las ciencias empíricas, pues tal vez sea otro
por todas. Lo que habitualmente denominamos
el caso de la matemática). En primer término,
«conocimiento científico» no es, por regla ge-
aunque hacemos todo lo posible por hallar la
neral, conocimiento en este sentido, sino más
verdad, en la ciencia somos conscientes del
bien la información concerniente a diversas
hecho de que nunca podemos estar seguros de
hipótesis contradictorias y a la forma en que
haberla alcanzado. Hemos aprendido desde
éstas se comportan frente a diversas pruebas;
antiguo, a través de múltiples desengaños, que
es, para emplear las palabras de Platón y Aris-
nunca debemos esperar resultados definitivos.
tóteles, la información relativa a la última y
Y también hemos aprendido a no desanimarnos
mejor probada «opinión» científica. Esta con-
cuando nuestras teorías científicas se vienen a
cepción significa, además, que en la ciencia se
tierra por la comprobación de nuevos hechos.
carece de pruebas (exceptuando, por supuesto,
En efecto, en la mayoría de los casos podemos
la matemática pura y la lógica). En las ciencias
determinar con gran seguridad cuál de cutre
empíricas —que son las únicas capaces de su-
dos teorías es la mejor. Podemos saber, de este
ministrarnos información acerca del mundo en
modo, si realizamos algún progreso y es este
que vivimos— no hay pruebas, si por «prueba»
conocimiento el que compensa, a la mayoría de
entendemos un razonamiento que establezca
los investigadores, por la pérdida de la espe-
de una vez para siempre la verdad de determi-
ranza de alcanzar la certeza definitiva, En otras
nada teoría. (Lo que sí hay, sin embargo, son
palabras, sabernos que nuestras teorías cientí-
refutaciones de las teorías científicas). Por otro
ficas deberán conservar siempre su carácter de
lado, la matemática pura y la lógica, que admi-
hipótesis pero que, en muchos casos importan-
ten la posibilidad de la prueba, no nos suminis-
tes, podremos establecer si una nueva hipótesis
tran datos acerca del mundo sino que elaboran
es o no superior a la antigua. En efecto, si son
tan sólo los medios para describirlo. De este
diferentes habrán de conducir a predicciones
modo, podría decirse (como ya hemos indicado
distintas, predicciones que, frecuentemente,
en otra parte)[35] que «en la medida en que los
son susceptibles de ser probadas experimen-
enunciados científicos se refieren al mundo de
talmente; y sobre la base de un experimento
la experiencia, deben ser refutables; y, en la
crítico de esta naturaleza, se puede encontrar, a
medida en que sean irrefutables, no se referi-
veces, que la nueva teoría conduce a resultados
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rán al mundo de la experiencia». Pero si bien la vendría a ser la respuesta a la pregunta «¿Qué
prueba no desempeña papel alguno en las cien- nombre se le da a un caballo joven», y no a
cias empíricas, sí lo desempeña el razonamien- aquella otra: «¿Qué es un potro?» (Las pregun-
to[36] y su papel es, por lo menos, tan importante tas como éstas: «¿Qué es la vida?», o «¿Qué es la
como el que cumplen la observación y la expe- gravedad?» no desempeñan papel alguno en la
rimentación. ciencia). El uso científico de las definiciones,
caracterizado por la lectura «de derecha a iz-
El papel de las definiciones, especialmente
quierda», podría denominarse interpretación
en la ciencia, difiere también profundamente
nominalista, en oposición a la aristotélica o
del que les asignaba Aristóteles. Éste pensaba
esencialista.[38] En la ciencia moderna sólo[39]
que lo primero que se indica con una definición
existen definiciones nominalistas, es decir,
es la esencia de la cosa —quizá al nombrarla
símbolos o rótulos sucintos utilizados en bien
para luego describirla mediante la ayuda de la
de la brevedad expositiva. Con lo cual puede
fórmula definitoria, exactamente del mismo
verse, de inmediato, que las definiciones no
modo en que en una oración corriente, por
desempeñan ningún papel importante en la
ejemplo, «este potro es negro», señalamos pri-
ciencia. En efecto, los símbolos sintéticos siem-
mero cierta cosa, «este potro», para luego des-
pre pueden ser reemplazados, por supuesto,
cribirlo, calificándole de «negro». Y enseñaba,
con expresiones más largas, vale decir, por sus
asimismo, que al describir de este modo la
fórmulas definitorias correspondientes. Claro
esencia hacia la cual apunta el término a defi-
está que en algunos casos esto podría tornar
nir, no hacemos sino determinar o explicar el
nuestro lenguaje científico sumamente emba-
significado[37] del término. En consecuencia, la
razoso con la consiguiente pérdida de tiempo y
definición puede contestar a la vez dos pregun-
papel. Pero no por ello habríamos de perder la
tas íntimamente relacionadas. Una de ellas es:
menor pizca de información fáctica. Nuestro
«¿Qué es esto?»; por ejemplo, «¿qué es un po-
«conocimiento científico», en el sentido en que
tro?»; se pregunta aquí cuál es la esencia deno-
cabe usar este término con propiedad, no se
tada por el termino definido. Y la otra: «¿qué
altera en lo más mínimo aunque eliminemos
significa esto?», por ejemplo, «¿qué significa
todas las definiciones; el único efecto incide
“potro”?». En este caso se pregunta por el signi-
sobre nuestro lenguaje, que no perdería en
ficado del término (esto es, del término que
precisión,[40] pero sí en brevedad. (No ha de en-
denota la esencia). En el contexto actual, no es
tenderse por esto que no exista en la ciencia
necesario distinguir entre estas dos preguntas;
una necesidad práctica urgente de introducir
lo más importante es ver lo que tienen en co-
toda clase de definiciones en bien de la breve-
mún. Quisiera llamar la atención especialmente
dad). Difícilmente pudiera pensarse en un con-
sobre el hecho de que ambas preguntas son
traste mayor que el que presenta esta concep-
planteadas por el termino que aparece, en la
ción de las definiciones con la de Aristóteles. En
definición, a la izquierda, y contestadas por la
efecto, las definiciones esencialistas de este
fórmula definitoria que aparece a la derecha.
último constituyen los principios de que deriva
Este hecho caracteriza la concepción esencialis-
todo nuestro conocimiento. Contienen, de este
ta, de la cual el método científico de la defini-
modo, todo nuestro conocimiento y sirven para
ción difiere radicalmente.
sustituir una fórmula larga por otra breve. A
Cabe afirmar que, en tanto de acuerdo con diferencia de esto, las definiciones científicas o
la interpretación esencialista hay que leer las nominalistas no contienen conocimiento al-
definiciones de forma «normal», vale decir, de guno, ni siquiera «opinión», ni hacen otra cosa
izquierda a derecha, las definiciones, tal como fuera de introducir nuevos rótulos breves y
las usa normalmente la ciencia moderna deben arbitrarios; su rivalidad es sintetizar la exposi-
leerse de atrás hacia adelante o de derecha a ción de los hechos.
izquierda, pues comienzan con la fórmula defi-
En la práctica estos rótulos son de la mayor
nitoria y exhiben luego un breve rotulo para la
utilidad. Para comprenderlo, basta considerar
misma. De este modo, desde el ángulo científi-
las extremas dificultades que se le plantearían
co, la definición «un potro es un caballo joven»
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a un bacteriólogo si cada vez que hablase de «intuición intelectual», o, mejor dicho, que ca-
cierta bacteria tuviera que repetir toda su des- bría describir de este modo algunas de nues-
cripción (incluidos los métodos de coloración, tras experiencias intelectuales. Por ejemplo, de
etc., mediante los cuales es posible distinguirla todo aquel que «comprende» una idea, un pun-
de una cantidad de especies semejantes). Y po- to de vista, o un método aritmético —v. gr., la
dremos comprender también, mediante una multiplicación— en el sentido de que lo «cap-
consideración similar, por que ha sido olvidado ta», podría decirse que lo comprende intuiti-
con tanta frecuencia, aun por los hombres de vamente, y son incontables las experiencias
ciencia, el hecho de que las definiciones cientí- intelectuales de esa suerte. Pero quisiera insis-
ficas deben ser leídas «de derecha a izquierda», tir, por otro lado, en que estas experiencias, por
según se ha explicado más arriba. En efecto, la importantes que sean para nuestros esfuerzos
mayoría de la gente, al estudiar una ciencia — científicos, no pueden servir jamás para esta-
digamos por ejemplo la bacteriología— por blecer la verdad de una idea o teoría, por muy
primera vez, debe tratar de encontrar los signi- vehemente que sea el sentimiento intuitivo de
ficados de todos estos nuevos términos técni- que debe ser cierta o de que es «evidente por sí
cos que le salen al paso. De esta manera, lo que misma».[43] Estas intuiciones no pueden servir
hacen realmente es aprender la definición de siquiera como argumento, si bien pueden im-
«izquierda a derecha», sustituyendo, como si se pulsarnos a buscar dichos argumentos, pues
tratase de una definición esencialista, una des- bien puede suceder que alguna otra persona
cripción muy larga por otra sumamente breve. experimente una intuición igualmente fuerte
Pero esto no es más que un accidente psicológi- pero contraria, es decir, la de que la teoría es
co, y bien puede suceder que el maestro o autor falsa. El camino de la ciencia está empedrado
de un libro de texto proceda de un modo total- de teorías descartadas, tenidas alguna vez por
mente distinto, introduciendo el término técni- evidentes. Francis Bacon, por ejemplo, se bur-
co sólo después de haber surgido la necesidad laba de aquellos que negaban la verdad eviden-
del mismo.[41] te de que el Sol y las estrellas rotaban en torno
a la Tierra, la cual, evidentemente, se hallaba en
Hasta aquí hemos tratado de demostrar que
reposo. La intuición desempeña, sin duda, un
el uso científico o nominalista de las definicio-
importante papel en la vida del hombre de
nes es totalmente distinto del método esencia-
ciencia, del mismo modo que en la vida del poe-
lista de Aristóteles. Pero puede mostrarse, asi-
ta. Es ella quizá quien lo guía hacia sus descu-
mismo, que la concepción esencialista es, de
brimientos, pero también puede conducirlo al
suyo, simplemente insostenible. A fin de no
fracaso. En todo caso, no trasciende nunca de la
prolongar indebidamente esta digresión,[42] sólo
esfera de sus asuntos privados, si se me permi-
criticaremos aquí dos doctrinas esencialistas
te la expresión. La ciencia no le pregunta cómo
que tienen todavía cierta significación por ser-
se le han ocurrido sus ideas, sino que lo único
vir de base a ciertas escuelas modernas de con-
que le importa son aquellos razonamientos que
siderable influencia. Una es la teoría esotérica
puedan ser puestos a prueba por todo el mun-
de la intuición intelectual y la otra, la difundida
do. El gran matemático Gauss describió clara-
teoría de que «debemos definir nuestros tér-
mente esta situación al exclamar en cierta oca-
minos» si deseamos ser precisos.
sión: «Ya conseguí el resultado que buscaba,
Aristóteles sostenía, junto con Platón, que pero todavía no sé cómo se llega a él». Todo
poseemos una facultad, la de la intuición inte- esto se aplica, por supuesto, a la doctrina aris-
lectual, por medio de la cual podemos visuali- totélica de la intuición intelectual de las llama-
zar las esencias y descubrir cuáles definiciones das esencias,[44] que fue difundida por Hegel y,
son las correctas; punto de vista éste comparti- en nuestros propios tiempos, por E. Husserl, y
do y repetido por muchos esencialistas moder- sus numerosos discípulos, e indica que la «in-
nos. Otros filósofos, siguiendo los pasos de tuición intelectual de las esencias» o la «feno-
Kant, sostienen que no poseemos nada de eso. menología pura», como la llama este último, no
En mi opinión, es posible admitir que posee- es un método ni científico ni filosófico. (Fácil-
mos cierta facultad que podría denominarse
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mente puede decidirse la tan debatida cuestión preciso mediante el uso de definiciones. Vea-
de si es o no una nueva invención, como pien- mos si esto es realmente posible.
san los fenomenólogos puros, o si es, tal vez,
En primer lugar, puede verse claramente
una versión del cartesianismo, o hegelianismo: que si los «políticos» (u otros cualesquiera)
es, simplemente, una versión más del aristote- «fueran obligados por ley a definir con preci-
lismo). sión todos los términos que usan», sus discur-
La segunda doctrina a considerar guarda re- sos no serían más cortos sino infinitamente
laciones aún más importantes con las concep- más largos. En efecto, una definición no puede
ciones modernas y se halla vinculada especial- establecer el significado de un término, así ca-
mente con el problema del verbalismo. A partir ma una prueba o deducción[47] no puede esta-
de Aristóteles, se hizo ampliamente conocido el blecer la verdad de un enunciado; lo único que
hecho de que no se pueden probar todos los pueden hacer ambas es desplazar el problema
enunciados y de que cualquier tentativa de ese un paso más atrás. En tanto que la deducción
tipo tendría que claudicar tarde o temprano, traslada el problema de la verdad hacia las
pues de otro modo, sólo conduciría a una infini- premisas, la definición lo desplaza hacia los
ta regresión de las pruebas. Pero ni él,[45] ni términos definitorios (esto es, los términos que
tampoco, al parecer, gran número de autores integran la fórmula definitoria). Pero éstos, por
modernos parecen darse cuenta de que la ten- muchas razones,[48] suelen ser tan vagos y con-
tativa análoga de definir el significado de todos fusos como los términos que habían servido de
nuestros términos debe conducir, del mismo punto de partida; en todo caso, no sería aquí
modo, a una regresión infinita de las definicio- menos forzoso que antes su rigurosa definición,
nes. El siguiente pasaje extraído de Plato To lo cual nos llevaría a nuevos términos, que
Day, de Crossman, es característico de un punto también tendrían que ser definidos. Y así hasta
de vista sostenido indirectamente por muchos el infinito. Vemos, pues, que la exigencia de que
filósofos contemporáneos de nota, por ejemplo, se definan todos nuestros términos es tan in-
Wittgenstein:[46] «… si no conocemos con preci- sostenible como la de que todas nuestras afir-
sión los significados de las palabras que em- maciones sean probadas.
pleamos, no podremos analizar cosa alguna con A primera vista, esta crítica puede no pare-
provecho. La mayor parte de los fútiles razo- cer justa. Podría decirse, así, que lo que se pro-
namientos en que gastamos nuestro tiempo pone la gente, al pedir definiciones, es la elimi-
obedecen, en gran medida, al hecho de que to- nación de las ambigüedades que tan a menudo
dos nosotros poseemos nuestros propios signi- van aparejadas con palabras tales como[49]
ficados vagos para las palabras que utilizamos «democracia», «libertad» «deber», «religión»,
y suponemos que nuestros interlocutores las etc.; que es prácticamente imposible definir
utilizan con el mismo sentido. Si empezásemos todos nuestros términos pero no algunos de los
por definir nuestros términos, nuestras discu- más peligrosos, por lo menos en un primer
siones podrían ser mucho más provechosas. De grado, es decir, forzando la aceptación de los
igual modo, no tenemos más que leer el diario términos definitorios o, dicho de otro modo,
para observar que el éxito de la propaganda (la deteniéndose después de uno o dos pasos en la
moderna contraparte de la retórica), depende definición, a fin de evitar una regresión infinita.
considerablemente de la confusión del signifi- Esta defensa, no obstante, es insostenible. Ad-
cado de los términos. Si se obligara por ley a los mitimos que los términos mencionados son
políticos a definir con precisión todos los tér- objeto de múltiples confusiones, pero negamos
minos que usan perderían la mayor parte de su que la tentativa de definirlos pueda proporcio-
influjo popular; sus discursos se harían mis nar la menor ventaja. Lejos de ello, sólo puede
breves y muchos de sus desacuerdos resulta- agravar el problema. Que mediante la «defini-
rían puramente verbales». Este pasaje resulta ción de sus términos», aun de un solo paso, es
altamente característico de uno de los prejui- decir, dejando sin definir los términos definito-
cios que debemos a Aristóteles, a saber, el pre- rios, los políticos no podrían abreviar sus dis-
juicio de que el lenguaje puede tornarse más cursos, es perfectamente evidente; en efecto,
11
cualquier definición esencialista, vale decir, ciencia todos los términos realmente necesarios
aquellas que «definen nuestros términos» (a deben ser términos indefinidos. ¿Cómo se asegu-
diferencia de las nominalistas que introducen ran las ciencias, entonces, del significado de los
nuevos términos técnicos) significa la sustitu- términos que emplean? Se han sugerido varias
ción de una exposición breve por otra larga, respuestas para esta pregunta,[50] pero no creo
como ya vimos más arriba. Además, la tentativa que ninguna de ellas sea satisfactoria. La situa-
de definir los términos sólo habría de aumentar ción parece ser la siguiente: el aristotelismo y
la vaguedad y las confusiones ya existentes, los sistemas filosóficos con él relacionados nos
dado que no es posible exigir que todos los enseñaron durante largo tiempo cuán impor-
términos definitorios sean definidos a su vez; y, tante es poseer un conocimiento preciso del
de este modo, un político hábil o un filósofo significado de nuestros términos y todos nos
podrían satisfacer fácilmente esta exigencia; si sentimos inclinados a creer en ello. Seguimos
se les preguntase, por ejemplo, qué quieren aferrándonos, así, a ese credo, pese al hecho
decir con «democracia», podrían responder «el incuestionable de que la filosofía, que durante
gobierno de la voluntad general» o «el gobierno veinte siglos viene preocupándose por el signi-
del espíritu del pueblo», con lo cual, habiendo ficado de sus términos, se halla repleta de ver-
proporcionado la definición exigida y satisfe- borragia deplorablemente vaga y ambigua, en
cho las normas superiores de la precisión, na- tanto que una ciencia como la física, que no se
die se atrevería ya a criticarlos. ¿Y cómo podría preocupa prácticamente en absoluto de los
hacerse, en verdad, si la exigencia de definir, a términos y su significado y sí en cambio de los
su vez, los términos «gobierno», «pueblo», «vo- hechos, ha alcanzado una notable precisión.
luntad» o «espíritu» nos pondría en camino de Esto, por cierto, ha de tomarse como índice de
una infinita regresión? Pocos se atreverían a que bajo la influencia aristotélica se exageró
hacerlo y, aun así, no por ello sería menos fácil desmesuradamente la importancia del signifi-
satisfacer la nueva exigencia. Por otro lado, cado de los conceptos. Pero a mi juicio indica
toda discusión acerca de si la definición es o no algo más. En efecto, esta concentración en el
correcta, sólo puede llevar a una vacía contro- problema del significado no sólo no logra al-
versia verbal. canzar precisión sino que es, en sí misma, la
principal fuente de vaguedad, ambigüedad y
De esta manera, la concepción esencialista
confusión. En la ciencia debemos procurar que
de la definición se viene a tierra, aun cuando no
las afirmaciones que formulamos nunca depen-
intente, con Aristóteles, establecer los «princi-
dan del significado de nuestros términos. Aun
pios» de nuestro conocimiento, sino tan sólo,
allí donde se definen los términos, no se trata
más modestamente, «definir el significado de
por ello de deducir dato alguno de la definición
nuestros términos».
o de basar argumento alguno sobre ella. He ahí,
Sin embargo, es indudable que la exigencia pues, la razón por la que los términos nos crean
de que hablemos claramente y sin ambigüedad tan pocas dificultades. La norma debe ser no
es de suma importancia y debe ser satisfecha. sobrecargarse con ellos y tratar de darles el
¿Puede lograrlo la concepción nominalista? ¿Y menor peso posible. No debe tomarse su «signi-
puede el nominalismo eludir la regresión infini- ficado» con demasiada seriedad; siempre he-
ta? mos de tener conciencia de que nuestros tér-
Así es en efecto. Para la concepción nomina- minos son algo vagos (puesto que hemos
lista no existe ninguna dificultad equivalente a aprendido a usarlos sólo en aplicaciones prác-
la de la regresión infinita. Como ya vimos, la ticas) y si llegamos a la precisión, no es redu-
ciencia no emplea definiciones a fin de deter- ciendo su vaguedad a exactitud, sino más bien
minar el significado de sus términos, sino tan conservándola dentro de sus límites, redactan-
sólo para introducir rótulos útiles y breves. Y do cuidadosamente nuestras frases de tal for-
tampoco depende de las definiciones, al punto ma que no interfieran con los posibles matices
que todas ellas podrían omitirse sin que se de significado de nuestros términos. Ésta es la
perdiera dato alguno. Se sigue de aquí que en la

12
única manera, a mi juicio, de sortear las dificul- partido, aparte de todo problema físico defini-
tades que nos plantean las palabras. do, del propósito de perfeccionar el concepto
de simultaneidad mediante el análisis de su
La idea de que la precisión de la ciencia y
«significado esencial» o, incluso, de lo que los
del lenguaje científico depende de la precisión
físicos «quieren decir realmente» cuando ha-
de sus términos es, por cierto, muy plausible,
blan de simultaneidad.
pero no por eso deja de ser, en mi opinión, un
mero prejuicio. La precisión de un lenguaje Creo que este ejemplo puede servir para
depende, más bien, precisamente del hecho de enseñarnos que no debemos apresurarnos a
que no recargue sus términos con la tarea de resolver los problemas antes de que se hayan
ser precisos. Términos como «duna» o «viento» planteado. Y pienso también que la preocupa-
son, ciertamente, muy vagos. (¿Cuántos centí- ción por cuestiones tales como el significado de
metros de altura debe tener una masa de arena los términos, su vaguedad, ambigüedad, etc., no
para merecer el nombre de «duna»? ¿A qué puede justificarse en modo alguno apelando al
velocidad debe moverse el aire para que se ejemplo de Einstein. Esta preocupación des-
pueda llamar «viento»?) No obstante, para los cansa, más bien, en el supuesto de que es mu-
fines geológicos, estos términos son suficien- cho lo que depende del significado de nuestros
temente precisos; cuando se quiere ser mis términos y de que, en realidad, operamos con
exacto no hay ningún inconveniente en agre- ese significado, lo cual debe conducir a la ver-
gar: «dunas de 1 a 10 metros de alto» o «viento bosidad y al escolasticismo. Desde este punto
de una velocidad de 40 a 60 km por hora». Con de vista, cabe criticar la doctrina de Wittgens-
las demás ciencias exactas sucede lo mismo. En tein,[51] quien sostiene que mientras la ciencia
las mediciones físicas, por ejemplo, siempre se investiga cuestiones de hecho, la misión de la
tiene en cuenta el margen dentro del cual pue- filosofía es esclarecer el significado de los tér-
de haber error en el cálculo, y la precisión no minos, depurando así nuestro lenguaje y elimi-
consiste en tratar de reducir este margen a ce- nando las dificultades idiomáticas. Es rasgo
ro, en pretender que no existe, sino más bien en típico de las opiniones de esta escuela el no
su reconocimiento explícito. conducir a cadena alguna de razonamientos
susceptibles de ser criticados racionalmente; la
Aun en los casos en que un término ha aca-
escuela dirige sus sutiles análisis,[52] por lo tan-
rreado dificultades como, por ejemplo, el tér-
to, exclusivamente al pequeño círculo esotérico
mino «simultaneidad» en la física, ello no se
de los iniciados. Esto parece sugerir que cual-
debió a que su significado fuera impreciso o
quier preocupación por el significado de las
ambiguo, sino a cierto prejuicio intuitivo que
palabras tiende a conducir a ese resultado tan
nos inducía a cargar el término con demasiada
típico de la filosofía aristotélica: el escolasti-
significación o con un sentido demasiado «pre-
cismo y el misticismo.
ciso». Lo que Einstein hallo en su crítica de la
simultaneidad fue que cuando se hablaba de Consideremos brevemente cómo surgen es-
hechos simultáneos, los físicos formulaban un tos dos resultados típicos del aristotelismo.
supuesto tácito (la señal de una velocidad infi- Aristóteles insistió en que la demostración o
nita) que resultó ser ficticio. El fallo no estaba prueba y la definición eran los dos métodos
en que el término no tuviera significado o que fundamentales para obtener conocimiento. En
éste fuera ambiguo o no lo bastante preciso; lo lo que a la doctrina de la prueba se refiere, no
que Einstein descubrió fue, más bien, que la puede negarse que ha llevado a incontables
eliminación del supuesto teórico, inadvertido tentativas de probar más de lo que puede pro-
hasta entonces por su evidencia intuitiva, podía barse; la filosofía medieval se halla repleta de
obviar una dificultad que se había planteado en este escolasticismo y la misma tendencia puede
la ciencia. Por consiguiente, lo que realmente le observarse, en Europa, hasta la época de Kant.
interesaba no era una cuestión de significado Fue la crítica de Kant de todas las tentativas de
del término, sino, en cambio, la verdad de una probar la existencia de Dios lo que condujo a la
teoría. Es sumamente improbable que se hu- reacción romántica de Fichte, Schelling y Hegel.
biera llegado al mismo resultado si se hubiese La nueva tendencia prefiere desechar las prue-
13
bas y, con ellas, cualquier tipo de argumento cho más que el de Platón. El fin primordial de
racional. Con los románticos se pone de moda cuanto se ha dicho acerca de ambos es poner
una nueva clase de dogmatismo —así en la filo- de manifiesto el papel que han desempeñado
sofía como en las ciencias sociales— que nos en el surgimiento del historicismo y en la lucha
enfrenta con un fallo; nosotros podemos tomar- contra la sociedad abierta, así como también,
lo o dejarlo. He aquí cómo describe Schopen- demostrar su influencia sobre ciertos proble-
hauer este período romántico de la filosofía mas de nuestros propios tiempos, por ejemplo,
oracular que él llamó «edad de la deshonesti- el surgimiento de la filosofía oracular de Hegel,
dad»;[53] «El sentido de la honestidad, ese senti- el padre del historicismo y del totalitarismo
do de empresa y de indagación que impregna modernos. Las fases intermedias entre Aristó-
las obras de todos los filósofos anteriores, falta teles y Hegel no pueden ser consideradas en
aquí por completo. Cada página es testimonio esta obra. Para hacerles justicia debidamente,
de que estos pretendidos filósofos no se pro- por lo menos haría falta otro tomo. En las pocas
ponen enseñar sino hechizar al lector». páginas que restan de esté capítulo intentaré
indicar, no obstante, cómo podría interpretarse
Un resultado semejante fue el que produjo
este período en función del conflicto entre la
la doctrina aristotélica de la definición. En un
sociedad abierta y la cerrada.
principio condujo a una cantidad de sutiles dis-
quisiciones, pero más tarde los filósofos co- A todo a lo largo de la historia pueden ad-
menzaron a darse cuenta de que no era posible vertirse las huellas del conflicto entre la espe-
razonar acerca de las definiciones. De esta ma- culación platónico-aristotélica y el espíritu de
nera, el esencialismo no sólo estimuló el verba- la Gran Generación, de Pericles, de Sócrates y
lismo sino que condujo, también, a una especie de Demócrito. Este espíritu se conservó, con
de desengaño con respecto a la argumentación, mayor o menor pureza, en el movimiento de los
esto es, a la razón. El escolasticismo, el misti- cínicos, quienes al igual que los primeros cris-
cismo y la falta de fe en la razón son los resul- tianos predicaron la hermandad del hombre,
tados inevitables del esencialismo de Platón y que relacionaban al mismo tiempo con la
Aristóteles, y la abierta rebelión de Platón con- creencia monoteísta en la paternidad de Dios.
tra la libertad se conviene, con Aristóteles, en El imperio de Alejandro, así como también el de
una secreta rebelión contra la razón. Augusto sufrieron el influjo de estas ideas mol-
deadas por primera vez en la Atenas imperia-
Como sabemos por el propio Aristóteles,
lista de Pericles y que siempre habían recibido
cuando expuso por primera vez el esencialismo
el estímulo del contacto entre Occidente y
y la teoría de la definición, éstas encontraron
Oriente. Es sumamente probable que estas
una fuerte resistencia, especialmente por parte
ideas, y tal vez el propio movimiento cínico,
del viejo camarada de Sócrates, Antístenes, cu-
hayan influido también en el advenimiento del
ya crítica parece haber sido en extremo sensa-
cristianismo.
ta.[54] Pero, desgraciadamente, esta resistencia
fue acallada. Difícilmente podrían subestimarse En sus comienzos, el cristianismo, al igual
las consecuencias de esta derrota para el desa- que el movimiento cínico, se opuso al petulante
rrollo intelectual de la humanidad. En el pró- idealismo e intelectualismo platonizante de los
ximo capítulo veremos algunas de ellas y da- «escribas», los eruditos («tú has ocultado estas
mos fin con esto a nuestra digresión a modo de cosas de los sabios y prudentes y se las has re-
crítica de la teoría platónico-aristotélica de la velado a los niños»). No me cabe ninguna duda
definición. de que fue, en parte, una protesta contra lo que
podría describirse como platonismo hebraico
en el sentido más lato,[55] la abstracta adoración
III de Dios y Su Verbo. Y fue también, ciertamente,
una protesta contra el tribalismo judío, contra
No creo que sea necesario insistir nueva- sus rígidos y vacíos tabú es tribales y contra su
mente en el hecho de que nuestro tratamiento exclusivismo tribal, que se pone de manifiesto
de Aristóteles es sumamente esquemático, mu- de por sí, por ejemplo, en la doctrina del pueblo
14
elegido, esto es, en la interpretación de la dei- sa en el Imperio Romano. Se plantea así la cues-
dad como dios tribal. Este éntasis sobre las le- tión de si este reconocimiento oficial de la Igle-
yes y la unidad tribales parece ser característi- sia cristiana (y su organización posterior sobre
co, no tanto de la sociedad tribal primitiva, co- el modelo de la antiiglesia neoplatónica de Ju-
mo de la desesperada tendencia a restaurar y liano el Apóstata)[58] no habrá sido una ingenio-
perpetuar las antiguas formas de la vida tribal; sa maniobra política por parte de las fuerzas
en el caso del judaísmo, parece haberse origi- gobernantes, destinada a echar por tierra la
nado a manera de reacción ante el impacto de tremenda influencia moral de esta religión
la conquista babilónica sobre la vida tribal ju- igualitarista, religión que vanamente habíase
día. Pero al lado de este movimiento hacia una intentado combatir por la fuerza o mediante las
mayor rigidez, encontramos otro, aparente- acusaciones de ateísmo o impiedad. En otras
mente originado al mismo tiempo, que produjo palabras, se plantea la cuestión de si (especial-
ideas humanistas muy semejantes a las de la mente después de Juliano) Roma no habrá juz-
Gran Generación en respuesta a la disolución gado necesario poner en práctica el consejo de
del tribalismo griego. Este proceso se repitió, al Pareto: «Sacad provecho de los sentimientos,
parecer, cuando la independencia judía fue fi- procurando no malgastar las propias energías
nalmente destruida por Roma. Se llegó así a un en vanos esfuerzos para destruirlos». No es
cisma nuevo y más profundo entre estas dos fácil resolver este interrogante; en todo caso,
soluciones posibles, el retorno a la tribu sus- no se puede desechar recurriendo (como
tentado por el judaísmo ortodoxo y el huma- Toynbee)[59] a nuestro «sentido histórico» que
nismo de la nueva secta de los cristianos» que nos previene contra la atribución… —al perío-
abarca a los bárbaros (o gentiles) y también a do de Constantino y sus sucesores— de moti-
los esclavos. En los Hechos[56] puede verse cuan vos anacrónicamente cínicos», es decir, moti-
urgentes eran estos problemas, esto es, el pro- vos más acordes con nuestra propia «moderna
blema social y el nacional. También puede tam- actitud occidental hacia la vida». En efecto, ya
bién verse en el desarrollo del judaísmo; en hemos visto cómo estos motivos fueron franca
efecto, su parte conservadora reaccionó al y «cínicamente» o, mejor dicho, desvergonza-
mismo desafío con otro movimiento hacia la damente expresados ya en el siglo V a. C., por
perpetuación y petrificación de su forma de Critias, el jefe de los Treinta; aparte de las mu-
vida tribal, mediante el apego a sus leyes con chas afirmaciones semejantes que aparecen
una tenacidad que hubiera merecido la aproba- frecuentemente a través de toda la historia de
ción del propio Platón. Casi no es posible dudar la filosofía griega.[60] Sea ello como fuere, lo cier-
que esta evolución fue inspirada, al igual que to es que con la persecución por parte de Justi-
las ideas platónicas, por el fuerte antagonismo niano de los no cristianos, herejes y filósofos
contra el nuevo credo de la sociedad abierta, en (en el año 529 d. C). comienza el oscurantismo.
este caso, el cristianismo. La Iglesia siguió, así, la estela del totalitarismo
platónico-aristotélico, culminando este proceso
Pero el paralelismo entre el credo de la
con la Inquisición. Puede decirse de la teoría de
Gran Generación, especialmente de Sócrates, y
la Inquisición, especialmente, que es platónica
el cristianismo primitivo, aún va más lejos. Es
ciento por ciento. En efecto, ya se halla esboza-
evidente que la fuerza de los primeros cristia-
da en los tres últimos libros de Las Leyes donde
nos residía en su valentía moral, en la valentía
Platón sostiene que es deber de los conducto-
de rehusarse a aceptar la pretensión de Roma
res del rebaño proteger a sus ovejas a toda cos-
«de que ésta se hallaba facultada para forzar a
ta, preservando la rigidez de las leyes y, espe-
sus súbditos a actuar contra su conciencia».[57]
cialmente, de la práctica y la teoría religiosas,
Los mártires cristianos que rechazaron las pre-
aun cuando se vean forzados a matar al lobo,
tensiones de la fuerza para sentar las normas
del derecho padecieron por la misma causa por que puede ser reconocidamente un hombre
honesto y respetable, pero cuya conciencia en-
la que Sócrates había dado su vida.
ferma puede no permitirle, desgraciadamente,
Claro está que todo esto cambió considera- inclinarse ante las amenazas de los poderosos.
blemente cuando la fe cristiana se hizo podero-
15
Es un síntoma altamente característico de blemático de los hechos en cuestión. Su comen-
las reacciones experimentadas bajo la tensión tario tiene, en cambio, la rara y peculiar virtud
de la vida civilizada de nuestros tiempos, el que del samaritano práctico, del médico grande y
el autoritarismo presuntamente «cristiano» de humano). «Estos extraños raptos, aunque no
la Edad Media se haya convertido, en ciertos eran desconocidos en tiempos anteriores, se
círculos intelectualistas, en una de las últimas tornaron sumamente comunes durante e in-
modas del día.[61] Esto obedece, sin duda, no mediatamente después de las espantosas mise-
sólo a la idealización de un pasado en verdad rias provocadas por la peste negra. En su ma-
más «orgánico» e «integrado», sino también a yoría, estas manías danzantes no presentan
la comprensible reacción contra el moderno ninguna de las características que suelen ir
agnosticismo que ha llevado esta tensión más asociadas a las enfermedades infectocontagio-
allá de los límites tolerables. Los hombres sas del sistema nervioso. Parecen obedecer,
creían que Dios gobernaba el mundo y esta más bien, a histerias en masa, acarreadas por el
creencia limitaba su responsabilidad. La nueva tenor y la desesperación, en los pueblos oprimi-
convicción de que eran ellos quienes tenían que dos, hambrientos y reducidos a extremos de mi-
gobernarlo por sí mismos creó para muchos seria casi inconcebibles en la actualidad. A las
una carga de responsabilidad casi intolerable. miserias de una guerra constante, de la desin-
Todo esto es muy admisible, pero no cabe duda tegración política y social, se agregó el terrible
de que la Edad Media no estuvo mejor gober- mal de una enfermedad ineludible, misteriosa y
nada, aun desde el punto de vista del cristia- fatal. La humanidad se hallaba inerme, atrapa-
nismo, que nuestras democracias occidentales. da en un mundo de terror y peligros contra los
cuales no había defensa. Dios y el demonio eran
Se lee en los Evangelios que el padre del
concepciones vivas para los hombres de aque-
cristianismo fue interrogado cierta vez por un
llos tiempos, que se inclinaban reverentes ante
«doctor de la ley» acerca de un criterio median-
los males que suponían les eran impuestos por
te el cual pudiese distinguir entre una interpre-
fuerzas sobrenaturales. Para aquellos que ce-
tación verdadera y otra falsa de Sus palabras. A
dían bajo la tensión no había ninguna escapato-
lo cual Él replicó narrando la parábola del sa-
ria salvo el refugio interior de un desorden
cerdote y el levita quienes, al ver un hombre
mental que, bajo las circunstancias de la época,
herido y desamparado, «pasaron de largo», en
tomó la dirección del fanatismo religioso».
tanto que el samaritano le vendó las heridas y
Zinsser pasa luego a trazar algunos paralelos
procuró satisfacerle las necesidades materiales.
entre estos hechos y ciertas acciones de nues-
En mi opinión, esta parábola debiera ser recor-
tra época en las cuales expresa «las histerias
dada por aquellos «cristianos» que añoran los
económicas y políticas vienen a reemplazar a
tiempos en que la Iglesia no sólo había supri-
las religiosas de épocas anteriores», y tras esto,
mido la libertad y la conciencia, sino que bajo el
resume su caracterización de la gente que vivía
peso de su mirada vigilante y su autoridad in-
en aquellos siglos de autoritarismo con los si-
discutida sumía a los pueblos en la mayor
guientes términos: «Una población miserable
opresión. Puede citarse aquí, a manera de con-
presa del terror, deshecha bajo el peso de fati-
movedor comentario del sufrimiento de la gen-
gas y peligros increíbles». ¿Es necesario todavía
te de aquellos días y, al mismo tiempo, de la
preguntar qué actitud es más cristiana, si la de
«cristiandad» actual con su medievalismo tan a
añorar el retorno a la «armonía y unidad inin-
la moda que ansía retroceder en el tiempo, un
terrumpidas» de la Edad Media, o la que nos
pasaje extraído del libro de H. Zinsser, Rats,
exige utilizar la razón a fin de librar a la huma-
Lice, and History,[62] en donde habla acerca de
nidad de sus males físicos y espirituales?
una epidemia de manía danzante ocurrida en la
Edad Media y conocida con el nombre de «dan- Sin embargo, cierta parte por lo menos de la
za de San Juan», mal de San Vito, etcétera, (no Iglesia autoritarista de la Edad Media logró
es mi propósito invocar a Zinsser como autori- marcar este humanismo práctico con el sello de
dad indiscutible en la Edad Media, puesto que lo «mundano», de lo peculiar del «epicureísmo»
eso no es necesario, dado el carácter poco pro- y de aquellos hombres que sólo desean «llenar-
16
se el vientre como las bestias». Los términos
«epicureísmo», «materialismo», «empirismo»,
es decir, las expresiones de la filosofía de De-
mócrito, uno de los más grandes de la Gran Ge-
neración, se convirtieron, así, en sinónimos de
corrupción y maldad, y el idealismo tribal de
Platón y Aristóteles fue exaltado como una es-
pecie de cristianismo antes de Cristo. En reali-
dad, es ésta la fuente de la inmensa autoridad
de que gozan Platón y Aristóteles, aun en nues-
tros días, es decir, el que su filosofía haya sido
adoptada por el autoritarismo medieval. Pero
no debe olvidarse que, fuera del campo totali-
tario, su fama ha sobrevivido a su influencia
práctica sobre nuestras vidas. Y si bien el nom-
bre de Demócrito no es recordado frecuente-
mente, tanto su ciencia como su moral todavía
perduran en nosotros.

17
cretos de este universo a los tecnicismos labo-
CAPÍTULO 12 [*]
riosos de una ciencia que, después de todo,
puede terminar por desilusionarlos por su falta
HEGEL Y EL NUEVO TRIBALISMO de poder para revelar todos los misterios. En
efecto, no tardaron en descubrir que nada po-
La filosofía de Hegel fue, entonces… un escrutinio tan
profundo del pensamiento que, en su mayor parte, resultó día aplicarse con tanta facilidad a cualquier
ininteligible… problema de cualquier naturaleza y, al mismo
tiempo, con tan impresionante aunque sólo
J. H. STIRLING aparente dificultad y con tal rapidez, seguridad
y éxito, o con mayor baratura y menor trabajo y
adiestramiento científicos y, a la vez, con un
I aire docto más espectacular, que la dialéctica
Hegel, la fuente de todo el historicismo con- de Hegel, el misterioso método que reemplazó
temporáneo, fue el sucesor directo de Herácli- a la «estéril lógica formal». El éxito de Hegel
to, Platón y Aristóteles. Hegel logró hacer los marcó el comienzo de la «edad de la deshones-
milagros más fabulosos. Maestro de la lógica, tidad» (como llamó Schopenhauer[3] al período
para él era un juego de niños extraer mediante del idealismo alemán) y de la «edad de la irres-
sus poderosos métodos dialécticos, palpables ponsabilidad» (como caracteriza K. Heiden la
conejitos físicos de sus galeras puramente me- edad del moderno totalitarismo), primero de
tafísicas. De este modo, partiendo del Timeo de irresponsabilidad intelectual y más tarde como
Platón y su misticismo del número, Hegel logró consecuencia de irresponsabilidad moral: el
«probar» mediante métodos puramente filosó- comienzo de una nueva edad controlada por la
ficos (ciento catorce años después de los Prin- magia de las palabras altisonantes y el irresis-
cipia de Newton) que los planetas se movían de tible poder de la jerigonza.
acuerdo con las leyes de Kepler. Llegó a elabo- Para prevenir al lector, a fin de que no tome
rar, incluso,[1] la deducción de la posición real con demasiada seriedad el palabrerío altiso-
de los planetas, demostrando de este modo que nante y mistificador de Hegel, citaré aquí algu-
no podía haber ningún planeta entre Marte y nos de los asombrosos detalles que descubrió
Júpiter (desgraciadamente, no se enteró a este filósofo con respecto al sonido y, especial-
tiempo de que dicho planeta había sido descu- mente, con respecto a las relaciones entre el
bierto unos pocos meses antes). De forma simi- sonido y el calor. He procurado cuidadosamen-
lar, demostró que la imantación del hierro su- te traducir esta oscura charlatanería de la Filo-
pone un aumento de peso, que las teorías new- sofía de la Naturaleza[4] de Hegel con la mayor
tonianas de la inercia y la gravedad se contradi- fidelidad posible. He aquí lo que dice: «§ 302. El
cen mutuamente (no pudo prever, por supues- sonido es el cambio en la condición especifica
to, que Einstein demostraría la identidad de la de segregación de las partes materiales y en la
masa inerte y la gravitatoria) y otra cantidad de negación de esta condición; tan sólo una ideali-
cosas por el estilo. Que este método filosófico dad abstracta o ideal, por así decirlo, de esa
asombrosamente poderoso haya sido tomado especificación. Pero este cambio, en conse-
en serio, sólo puede explicarse parcialmente cuencia, es inmediatamente, en sí mismo, la
por el atraso de las ciencias naturales alemanas negación de la subsistencia específica material,
en aquella época. Porque, la verdad sea dicha, que es, por lo tanto, la idealidad real de la gra-
en un principio no fue tomado realmente en vedad y cohesión especificas, es decir, el calor.
serio por los investigadores serios (por ejem- El aumento de calor de los cuerpos en resonan-
plo, Schopenhauer o J. F. Fries) y mucho menos cia, semejante al que experimentan los cuerpos
por aquellos hombres de ciencia que, al igual por el rozamiento, señala la aparición del calor
que Demócrito,[2] «hubieran preferido hallar que se origina, conceptualmente, junto con el
una sola ley causal a ser reyes de Persia». La sonido». Hay todavía quienes creen en la since-
obra de Hegel halló eco entre aquellos que pre- ridad de Hegel o quienes dudan si su secreta
fieren la rápida iniciación en los profundos se- fuerza no residirá en la profundidad, en la ple-
18
nitud del pensamiento, más que en su ausencia movimiento, como islas en una inundación).
total. Pues bien, yo les aconsejaría a esas per- Habiéndose convertido, pues, en un tremendo
sonas que leyesen cuidadosamente la última éxito en el continente, el hegelianismo no podía
oración —la única inteligible— de esa cita, dejar de encontrar algún apoyo en Gran Breta-
pues en ella Hegel se pone al descubierto. En ña por parte de aquellos que, convencidos de
efecto, no puede significar, evidentemente, sino que movimiento tan poderoso tenía que tener
lo siguiente: «El aumento de calor de los cuer- después de todo, algo que decir, comenzaron a
pos en resonancia…, es calor junto con sonido». buscar lo que Stirling había llamado «El secreto
Puede plantearse la duda de si Hegel se engañó de Hegel». Se sentían atraídos, por supuesto,
a sí mismo, hipnotizado por su propia inspira- por el «idealismo superior» de Hegel y por sus
ción verborrágica o si se propuso audazmente pretensiones a una moralidad «superior», al
engañar y fascinar a los demás. Personalmente, tiempo que sentían ciertos temores de ser ta-
me inclino por la segunda alternativa, espe- chados de inmorales por el coro de sus discípu-
cialmente teniendo en cuenta lo que Hegel es- los; en efecto, incluso los hegelianos más mo-
cribió en una de sus cartas.[5] En ésta, fechada destos sostenían[6] que sus doctrinas eran «ad-
dos arios antes de la publicación de la Filosofía quisiciones que debían ser rescatadas para
de la Naturaleza, Hegel se refería a otra Filoso- siempre del asalto de las fuerzas eternamente
fía de la Naturaleza, escrita por su gran amigo hostiles a los valores espirituales y morales».
Schelling: «He estado demasiado ocupado… con Algunos hombres realmente brillantes (pienso
la matemática… el cálculo diferencial, la quími- especialmente en McTaggart) hicieron grandes
ca —se jacta Hegel en esta carta (pero es un esfuerzos dentro del pensamiento idealista
mero alarde)— para embarcarme en la lectura constructivo, muy por encima del nivel de He-
de esa patraña de la Filosofía de la Naturaleza, gel, pero no lograron mucho más, fuera de
de ese filosofar sin conocimiento de los he- constituir otros tantos blancos para críticas
chos… de ese tratar las puras fantasías — igualmente brillantes. Puede afirmarse, final-
estúpidas, incluso— como si fuesen ideas». Es mente, que fuera del continente europeo, espe-
ésta una excelente caracterización del método cialmente en los últimos veinte años, el interés
de Schelling, es decir, de su forma audaz de de los filósofos por Hegel ha ido disminuyendo
mistificar que luego copió el propio Hegel o, gradualmente.
mejor dicho, agravó, hasta extremos inconcebi- Pero siendo así, ¿para qué seguir preocu-
bles, cuando comprendió que dirigida a un au- pándonos por Hegel? La respuesta es que la
ditorio adecuado representaría el éxito seguro. influencia de Hegel sigue siendo todavía pode-
A pesar de todo esto, parece improbable rosa, pese al hecho de que los hombres de cien-
que Hegel hubiera podido convertirse en la cia nunca lo tomaron en serio y a que (aparte
figura de mayor influencia de la filosofía ale- de los «evolucionistas»[7] muchos filósofos ya
mana sin el respaldo de la autoridad del Estado han perdido todo interés por él. La influencia
prusiano. En efecto, Hegel fue designado pri- de Hegel, y especialmente la de su jerigonza, es
mer filósofo oficial de Prusia en el período de la aún muy considerable sobre la moral y la filo-
«restauración» feudal que siguió a las guerras sofía social, así como también sobre las ciencias
napoleónicas. Más tarde, el Estado apoyó tam- sociales y políticas (con la sola excepción de la
bién a sus discípulos (entonces, como ahora, economía). En particular los filósofos de la his-
Alemania sólo tenía universidades controladas toria, de la política y de la educación se hallan
por el Estado) y éstos, a su vez, se apoyaron todavía, en gran medida, bajo su influjo. Es en
entre sí. Y aunque la mayoría de ellos renunció la política donde mejor se advierte este fenó-
oficialmente al hegelianismo, los filósofos hege- meno, pues tanto el ala marxista de extrema
lianos continuaron dominando la enseñanza de izquierda como el centro conservador y la ex-
la filosofía y, de este modo, indirectamente, trema derecha fascista basan sus filosofías polí-
incluso las escuelas secundarias de Alemania. ticas en el sistema de Hegel; el ala izquierda
(De las universidades de habla alemana, las de reemplaza a la guerra de las naciones, incluida
la Austria católica permanecieron ajenas a este en el esquema historicista de Hegel, por la gue-
19
rra de clases, y la extrema derecha la reempla- Platón y Aristóteles. Exactamente del mismo
za por la guerra de razas, pero ambas lo siguen modo en que la Revolución Francesa redescu-
más o menos conscientemente. (El centro con- brió las ideas eternas de la Gran Generación y
servador es, por regla general, menos conscien- del cristianismo, vale decir, la libertad, la igual-
te de su deuda para con Hegel). dad y la hermandad de tocios los hombres, así
Hegel redescubrió las ideas platónicas que ya-
¿Cómo puede explicarse esta inmensa in-
cen detrás de la eterna rebelión contra la liber-
fluencia? El fin que nos mueve no es tanto ex-
tad y la razón. El hegelianismo constituye el
plicar este fenómeno como combatirlo. No obs-
renacimiento del tribalismo. Puede apreciarse
tante, trataremos de adelantar algunas posibles
la significación histórica de Hegel en el hecho
explicaciones. Por una u otra razón, los filóso-
de que éste representa el «eslabón perdido»,
fos han logrado retener para sí, aun en nues-
por así decirlo, entre Platón y la forma moder-
tros días, algo de la atmósfera que rodea a los
na del totalitarismo. La mayoría de los totalita-
magos. La filosofía se considera algo extraño y
rios modernos no tienen la menor conciencia
abstruso que se ocupa de los mismos misterios
de qué ideas se remontan hasta Platón. En su
que la religión, pero no de tal modo que pueda
mayor parte, conocen su deuda con Hegel y
ser «revelada a los niños» o al vulgo; la filosofía
todos ellos han sido educados en la densa at-
es reputada demasiado profunda para eso,
mósfera hegeliana. Así, se les ha enseñado a
siendo de este modo una suerte de religión y
adorar al Estado, la historia y la nación. (Esta
teología para los intelectuales, los eruditos y los
concepción de Hegel presupone, por supuesto,
sabios. El hegelianismo se acomoda admira-
el hecho de que interpretó las enseñanzas de
blemente bien a estos puntos de vista; es, exac-
Platón de la misma manera que nosotros, es
tamente, lo que esta especie de superstición
decir, como una expresión totalitaria —para
popular supone que sea la filosofía. El hegelia-
utilizar este rótulo moderno— y, de verdad,
nismo lo sabe todo acerca de todo. No hay en él
esto puede demostrarse fácilmente con la críti-
pregunta que no tenga pronta respuesta. Y, en
ca que hace de Platón en la Filosofía del Dere-
realidad, ¿quién podría estar seguro de que la
cho).
respuesta no es cierta?
Con el fin de proporcionar al lector una vi-
Pero no es ésta la principal razón de] éxito
sión inmediata de la platonizante adoración
de Hegel. Quizá se comprenda mejor su in-
hegeliana del Estado, citaremos algunos pasa-
fluencia y la necesidad de combatirla si se con-
jes antes de iniciar el análisis de su filosofía
sidera rápidamente la situación histórica gene-
historicista. Estos pasajes demuestran que el
ral.
colectivismo radical de Hegel depende tanto de
El autoritarismo medieval comenzó a des- Platón como de Federico Guillermo III, rey de
moronarse con el Renacimiento. Pero en los Prusia durante el período crítico que compren-
países europeos continentales su contraparte dió y sucedió a la Revolución Francesa. La teo-
política, el feudalismo medieval, no se vio se- ría en ellos sustentada es la de que el Estado es
riamente amenazado antes de la Revolución todo y el individuo nada, ya que todo se lo debe
Francesa. (La Reforma no había hecho más que al Estado: su existencia física y su existencia
fortalecerlo). La lucha por la sociedad abierta espiritual. Tal, pues, el mensaje de Platón, del
sólo se reanudó con las ideas de 1789, y las prusianismo de Federico Guillermo y de Hegel.
monarquías feudales no tardaron en experi- «Lo Universal ha de hallarse en el Estado», ma-
mentar la gravedad de este nuevo peligro. nifiesta Hegel.[8] «El Estado es la Divina Idea tal
Cuando en 1815 el partido reaccionario co- como existe sobre la Tierra… Por consiguiente,
menzó a reasumir su poderío en Prusia, se en- debernos adorar al Estado en su carácter de
contró lamentablemente apremiado por la ne- manifestación de la Divinidad sobre la Tierra y
cesidad de una ideología. Hegel fue el escogido considerar que, si es difícil comprender la na-
para satisfacer esta exigencia y lo hizo resuci- turaleza, es infinitamente más arduo captar la
tando las ideas de los primeros grandes enemi- Esencia del Estado… El Estado es la marcha de
gos de la sociedad abierta, a saber: Heráclito, Dios a través del mundo… El Estado debe ser
20
comprendido como un organismo… La con- en «realizador de la historia». La tragicomedia
ciencia y el pensamiento son atributos esencia- del surgimiento del «idealismo alemán», pese a
les del Estado completo. El Estado sabe lo que los horrendos crímenes a que condujo, se pare-
quiere… El Estado es real, y la verdadera reali- ce más que nada a una ópera cómica, y estos
dad es necesaria. Lo que es real es eternamente comienzos pueden contribuir a explicar por
necesario El Estado… existe por y para sí mis- qué algunas veces es tan difícil decidir si sus
mo… El Estado es lo que existe realmente, es la héroes posteriores se han escapado de alguna
vida moral materializada…[9] Esta selección de escena de las grandiosas óperas teutónicas de
pensamientos bastará para mostrar el plato- Wagner o de una farsa de Offenbach.
nismo de Hegel y su insistencia en la autoridad Nuestra afirmación de que la filosofía de
moral absoluta del Estado, que rige toda mora- Hegel fue inspirada por motivos ajenos a la in-
lidad personal y toda conciencia. Se trata, por quietud filosófica propiamente dicha, es decir,
supuesto, de un platonismo altisonante e histé- por su interés en la restauración del gobierno
rico, pero esto sólo hace más obvio la vincula- prusiano de Federico Guillermo III y de que,
ción del platonismo con el totalitarismo mo-
por lo tanto, no puede ser considerada seria-
derno». mente, no es nueva, Esta historia la conocen
Cabría preguntarse si, dada esta inmensa muy bien todos aquellos que se hallaban al tan-
influencia ejercida sobre la historia, Hegel no to de la situación política y ha sido relatada con
habrá sido un verdadero genio. No creemos todas sus letras por los pocos que se sentían
que esta cuestión sea de real importancia, entonces lo bastante independientes para ha-
puesto que sólo obedece a nuestros prejuicios cerlo. El mejor testigo fue Schopenhauer, idea-
románticos el que pensemos siempre en fun- lista platónico él mismo y conservador, si no
ción de lo «genial»; y fuera de esto, no creemos reaccionario,[12] pero hombre de suprema inte-
que el éxito demuestre cosa alguna o que la gridad al que le preocupaba la verdad ante to-
historia sea nuestro juez; estos dogmas forman do. Su competencia como juez en asuntos filo-
parte, más bien, del hegelianismo. Pero en sóficos no puede ponerse en tela de juicio. Por
cuanto a Hegel se refiere, no creemos siquiera lo menos, hubiera sido difícil encontrar en su
que tuviera talento. En efecto, Hegel es un au- tiempo quien lo superase. Schopenhauer, que
tor indigerible, tanto, que aun sus más ardien- tuvo el placer de conocer a Hegel personalmen-
tes apologistas deben admitir[10] que su estilo es te y que sugirió[13] el uso de las palabras de Sha-
«incuestionablemente escandaloso». Y en cuan- kespeare —«esa charla de locos que sólo viene
to al contenido de su obra, por lo único que se de la lengua y no del cerebro»— para definir la
destaca es por su sobresaliente falta de origina- filosofía de Hegel, trazó el siguiente cuadro,
lidad. No hay nada en la obra de Hegel que no excelente en verdad, del maestro: «Hegel, im-
haya sido dicho antes y mejor. Nada hay en su puesto desde arriba por el poder circunstancial
método apologético que no haya sido tomado con carácter de Gran Filósofo oficial, era un
de sus antecesores.[11] La tarea de Hegel consis- charlatán de estrechas miras, insípido, nausea-
tió en dedicar estos pensamientos y métodos bundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de
prestados, con un criterio unitario si bien ca- la audacia garabateando e inventando las misti-
rente del menor brillo, a un solo objetivo: lu- ficaciones más absurdas. Toda esta tontería ha
char contra la sociedad abierta y servir, de este sido calificada ruidosamente de sabiduría in-
modo, a su superior Federico Guillermo de Pru- mortal por los secuaces mercenarios, y gusto-
sia. Lo confuso de Hegel y su desapego a la ra- samente aceptada como tal por todos los ne-
zón son, en parte, necesarios para alcanzar este cios, que unieron así sus voces en un perfecto
fin y, en parte, manifestaciones accidentales, coro laudatorio como nunca antes se había es-
aunque bien naturales, de su estado de espíritu. cuchado. El extenso campo de influencia espiri-
Y la verdad es que no valdría la pena relatar la tual con que Hegel fue dotado por aquellos que
historia del caso Hegel si no fuera por sus si- se hallaban en el poder, le permitió llevar a ca-
niestras consecuencias, lo cual demuestra con bo la corrupción intelectual de toda una gene-
cuánta facilidad puede convertirse un payaso ración». Y en otro lugar, Schopenhauer descri-
21
be el juego político del hegelianismo del modo ción política partidista y apologética de su filo-
siguiente: «La filosofía, jerarquizada nueva- sofía. (La prueba suministrada[16] por Stirling
mente por Kant… no tardó en convertirse en demuestra que Hegel se refirió de forma más
una herramienta al servicio de toda clase de bien cínica a esta función de su filosofía). Y un
intereses: por arriba, los intereses estatales, y poco más tarde, Stirling descubre sin advertir-
por debajo, los intereses personales… Las fuer- lo, el «secreto de Hegel» cuando pasa a tratar
zas impulsoras de este movimiento no son, en las siguientes revelaciones, poéticas y proféti-
oposición a todos estos aires y afirmaciones cas a la vez,[17] con referencia al ataque relám-
solemnes, ideales, sino que vienen a llenar fines pago de Prusia contra Austria en 1866, un año
perfectamente concretos, esto es, personales, antes de que escribiese: «¿No es a Hegel, acaso,
oficiales, clericales, políticos, etc.; en suma: to- y especialmente a su filosofía de la ética y la
da suerte de intereses materiales… Los intere- política, a quien Prusia debe esa poderosa vita-
ses partidarios agitan vehementemente las lidad y organización que se halla actualmente
plumas de innumerables amantes puros de la en rápida vía de desarrollo? ¿No es el formida-
sabiduría… Por cierto que es la verdad lo que ble Hegel, en verdad, el centro de esa organiza-
menos les preocupa… La filosofía es desvirtua- ción que, tras secreta maduración en un cere-
da por parte del Estado, porque se la utiliza bro invisible golpea como el rayo, como la
como herramienta, y por la otra, porque se la mano armada con el mazo? Pero en cuanto al
emplea para obtener provecho… ¿Quién puede valor de esta organización, se hará más palpa-
creer realmente que de este modo salga alguna ble si decimos que, en tanto que en la Inglaterra
vez a la luz la verdad, aunque no sea más que constitucional los tenedores de acciones privi-
como subproducto?… Los gobiernos convierten legiadas y obligaciones se arruinan por la pre-
la filosofía en un medio para servir los intereses valeciente inmoralidad comercial, los accionis-
estatales y las personas hacen de ella una mer- tas corrientes de los ferrocarriles prusianos
cancía..».. La opinión de Schopenhauer de que gozan de un porcentaje seguro del 8,33%. Por
la condición de Hegel no era otra que la de cierto que esto es testimonio sumamente elo-
agente al servicio del gobierno prusiano, se cuente de la influencia de Hegel».
halla corroborada por Schwegler, discípulo y «Los rasgos fundamentales de Hegel deben
admirador de Hegel.[14] He aquí lo que de éste ser evidentes ahora, creo yo, para todos los
dice Schwegler: «La plenitud de su fama y acti- lectores. Es mucho lo que ha ganado con He-
vidad sólo data, sin embargo, de su visita a Ber- gel…», continúa diciendo Stirling en su panegí-
lín en 1818. Allí se desarrolló, en torno a él, una rico. Nosotros también esperarnos que los ras-
escuela nutrida, amplia y en extremo activa; fue gos de Hegel sean ahora evidentes y confiamos
allí, también, donde adquirió, a raíz de sus vin- en que lo que Stirling había ganado no haya
culaciones con la burocracia prusiana, cierta sufrido demasiado por la amenaza de la inmo-
influencia política para sí y para el reconoci- ralidad comercial prevaleciente en la Inglaterra
miento de su sistema como filosofía oficial del constitucional y no hegeliana.
país, aunque no siempre para beneficio de la
libertad interior de su sistema o de su valor (¿Quién podría resistirse, a estas alturas, a
moral». El editor de Schwegler, J. H. Stirling,[15] mencionar el hecho de que los filósofos marxis-
el primer apóstol británico del hegelianismo, tas, siempre listos a acusar a las teorías del ad-
defiende a Hegel, por supuesto, del ataque de versario de hallarse afectadas por los intereses
Schwegler, adviniendo a sus lectores que no de clase de sus autores, omiten habitualmente
deben tomar demasiado al pie de la letra «la aplicar este método a Hegel? En lugar de de-
ligera insinuación de Schwegler, contra… la nunciarlo como apologista del absolutismo
filosofía de Hegel como filosofía estatal». Pero prusiano, se lamentan[18] de que las obras del
algunas páginas después, Stirling confirma, sin creador de la dialéctica y, en particular, sus
proponérselo, la interpretación de Schwegler obras acerca de la lógica, no sean más leídas en
de los hechos, así como también la opinión de Inglaterra, a diferencia de Rusia donde los mé-
que el propio Hegel era consciente de la fun- ritos de la filosofía hegeliana en general y los de

22
su lógica en particular, han sido reconocidos conspiración del silencio, mantener oculto al
oficialmente). mundo durante cuarenta años el hecho mismo
de la existencia de Schopenhauer). Vemos,
Volviendo al problema de los motivos polí-
pues, que Hegel debe haber tenido realmente la
ticos de Hegel, diremos que existen razones
facultad de «mantener a la filosofía dentro de
más que suficientes, al parecer, para sospechar
sus límites adecuados», de modo que nuestra
que su filosofía sufrió la influencia de los in-
pregunta parece justificarse plenamente.
tereses del gobierno prusiano a cuyo servicio
se encontraba. Pero bajo el absolutismo de Fe- En lo que sigue trataremos de demostrar
derico Guillermo III, esta influencia suponía que toda la filosofía de Hegel puede ser inter-
mucho más de lo que Schopenhauer o Schwe- pretada como una respuesta enfática a ese in-
gler podían adivinar, pues sólo en las últimas terrogante; respuesta, claro está, afirmativa. Y
décadas fueron dados a luz los documentos que trataremos también de mostrar cuán claro se
prueban la deliberación y consecuencia con torna el hegelianismo si se lo interpreta de este
que este rey insistió en la más completa subor- modo, vale decir, como apología del prusianis-
dinación de todo conocimiento a los intereses mo. Nuestro análisis se dividirá en tres partes,
del Estado. «Las ciencias abstractas —se lee en que se tratarán en las secciones II, III y IV de
su programa educacional—[19] que sólo tocan el este capítulo. La sección II está dedicada al his-
mundo académico y sirven nada más que para toricismo y al positivismo moral de Hegel, co-
iluminar a este grupo, carecen de valor, por mo así también al fondo teórico más bien abs-
supuesto, para el bienestar del Estado, y así, si truso de estas doctrinas, a su método dialéctico
bien sería necio restringirlas por completo, es ya su llamada filosofía de la identidad. La sec-
altamente saludable mantenerlas dentro de los ción III habla del surgimiento del nacionalismo.
límites adecuados». La visita de Hegel a Berlín, En la sección IV diremos algunas palabras con
en 1818, tuvo lugar durante la pleamar de la respecto a la relación de Hegel con Burke. Y en
reacción, durante el período iniciado con la la sección V nos ocuparemos, finalmente, del
purga que efectuó el rey, en su gobierno, de los grado de dependencia que guarda el totalita-
reformadores y liberales nacionales que tanto rismo moderno con las teorías de Hegel.
habían contribuido a su éxito en «la guerra de
liberación». En vista de este hecho, cabe pre-
guntarse si la designación de Hegel no habrá II
sido una maniobra para «mantener a la filosofía
dentro de los límites adecuados», de tal modo Comenzaremos el análisis de la filosofía de
que se conservase sana y pudiese servir «al Hegel con una comparación general entre el
bienestar del Estado», es decir, el de Federico historicismo de Hegel y el de Platón.
Guillermo y su gobierno absoluto. Se impone la Platón creía que las Ideas o esencias existen
misma pregunta cuando leemos lo que expresa con anterioridad a los objetos sujetos al flujo, y
de Hegel un gran admirador suyo:[20] «y siguió que la tendencia de toda evolución constituye
siendo en Berlín, hasta su muerte acaecida en un alejamiento de la perfección de las Ideas y,
1831, el dictador reconocido de una de las es- por lo tanto, un descenso, un movimiento hacia
cuelas filosóficas más poderosas que haya visto la decadencia. En la historia de los Estados, es-
la historia del pensamiento universal». (A mi pecialmente, no es sino el relato de la degene-
juicio, convendría reemplazar la palabra «pen- ración, degeneración que obedece, en última
samiento», por la expresión «falta de pensa- instancia, a la degeneración racial de la clase
miento», pues no se nos ocurre qué es lo que gobernante. (Debemos recordar aquí la estre-
pueda tener que ver un dictador con la historia cha relación entre los conceptos platónicos de
del pensamiento, aun cuando sea un dictador «raza», «alma», «naturaleza» y «esencia»).[21]
de la filosofía. Pero por lo demás, este revela- Hegel cree, con Aristóteles, que las Ideas o
dor pasaje sólo es demasiado cierto. Por ejem- esencias se encuentran en los objetos sujetos al
plo, los esfuerzos armoniosamente concertados flujo o, dicho con mayor precisión (si es que se
de esta influyente escuela lograron, mediante la puede tratar a Hegel con precisión), Hegel en-
23
seña que son idénticas a los objetos sujetos al «evolución creadora» o «emergente»;[25] cada
flujo: «Todo objeto real es una Idea», nos decla- una de esas etapas contiene a las anteriores, en
ra.[22] Pero esto no significa que se cierre el las cuales se origina, y cada nueva etapa sobre-
abismo abierto por Platón entre la esencia de pasa todas las precedentes, acercándose cada
un objeto y su apariencia sensible; en efecto, vez más a la perfección. De este modo, la ley
Hegel expresa que: «Cualquier mención de la general de la evolución es una ley de progreso,
Esencia indica, de suyo, que la distinguimos del pero, como veremos más adelante, no de un
ser (del objeto)…; considerarnos a este último, progreso simple y directo, sino «dialéctico».
en comparación con la Esencia, algo así como Como ya hemos demostrado con diversas
una mera apariencia o semejanza… Hemos di- citas, el Hegel colectivista —al igual que Pla-
cho que toda cosa tiene una esencia, vale decir tón— concibe el Estado como un organismo y,
que las cosas no son lo que parecen ser inme- siguiendo los pasos de Rousseau, que lo había
diatamente». También, al igual que Platón y dotado de una «voluntad general» colectiva,
Aristóteles, Hegel concibe las esencias, por lo Hegel le suministra una esencia consciente y
menos las de los organismos (y por consiguien-
pensante, su «razón» o «Espíritu». Este Espíritu
te, también las de los Estados), como almas o cuya «esencia misma es la actividad» (lo que
«Espíritus». muestra su dependencia de Rousseau), es, al
Pero para Hegel, a diferencia de Platón, la propio tiempo, el colectivo Espíritu de la Na-
tendencia de la evolución del mundo sujeto a ción, que constituye el Estado.
flujo no es descendiente, no se aleja de la Idea, Para un esencialista, el conocimiento o
en continua decadencia, se dirige, más bien, tal comprensión del Estado debe significar, evi-
como lo enseñaran Espeucipo y Aristóteles, dentemente, conocimiento de su esencia o es-
hacia la Idea, hacia el progreso. Si bien decla- píritu. Y, como vimos[26] en el capítulo anterior,
ra,[23] con Platón, que «la cosa perecedera tiene podemos conocer la esencia y sus «facultades
su base en la Esencia, y se origina en ella», He- latentes» sólo a través de su historia «concre-
gel insiste, esta vez en oposición a Platón, en ta». Llegamos así a la posición fundamental del
que incluso las esencias evolucionan. En el uni- método historicista, a saber, la de que el méto-
verso de Hegel, como en el de Heráclito, todo se do para adquirir el conocimiento de institucio-
halla sujeto al flujo, y las esencias, introducidas nes sociales tales como el Estado, debe consis-
en un principio por Platón a fin de contar con tir en el estudio de su historia o la historia de
algo estable, no se hallan libres de éste. Pero — su «Espíritu». Y también se siguen de aquí las
téngase bien presente— este flujo no es deca- otras dos consecuencias historicistas conside-
dencia: el historicismo de Hegel es optimista. radas en el capítulo anterior. El Espíritu de la
Sus esencias y Espíritus son capaces, al igual nación determina su oculto destino histórico, y
que las almas de Platón, de moverse, desarro- toda nación que desee «emerger a la existen-
llarse y crearse por sí solas. Y se autopropulsan cia» debe afirmar su individualidad o alma sa-
en la dirección de la «causa final» aristotélica o, liendo a la «Escena de la historia», es decir, lu-
como dice Hegel,[24] hacia la «automaterializan- chando con las demás naciones; y el objeto de
te causa final, automaterializada en sí misma». esta lucha es la dominación del mundo. Se des-
Esta causa final u objetivo de la evolución de prende de esto que Hegel, al igual que Herácli-
las esencias es lo que Hegel denomina «Idea to, cree que la guerra es la madre y reina de
absoluta» o, simplemente, «la Idea». (Esta Idea todas las cosas y, también al igual que Herácli-
es, según nos dice Hegel, bastante compleja; en to, considera que la guerra es justa: «La Histo-
efecto, es, por sí sola, lo Hermoso, el Conoci- ria del Mundo es el tribunal de justicia del
miento y la Actividad Práctica, la Comprensión, Mundo», nos manifiesta Hegel. Y nuevamente
el Bien Superior y el Universo Científicamente como Heráclito, generaliza esta teoría, exten-
Contemplado. Pero en realidad, no tenemos por diéndola al mundo de la naturaleza, interpre-
qué preocuparnos por dificultades secundarias tando los contrastes y diferencias de los obje-
como éstas). Podría decidirse que el mundo tos, la polaridad de los opuestos, como una es-
hegeliano del flujo se halla en un estado de pecie de guerra, como una suerte de fuerza
24
propulsora de la evolución natural. Y también sito de Kant era el de detener de una vez para
al igual que Heráclito, Hegel cree en la unidad e siempre la «malhadada fecundidad» de los dile-
identidad de los opuestos; en realidad, la uni- tantti de la metafísica, Pero desgraciadamente
dad de los opuestos desempeña un papel tan el efecto fue bien distinto, Lo que Kant logró
importante en la evolución, en el progreso detener fue, tan sólo, la intención de estos dile-
«dialéctico», que podemos considerar a estas tantti de usar argumentos racionales; lo único
dos ideas heracliteanas, la guerra de los opues- que abandonaron fue el propósito de enseñar,
tos y su unidad o identidad, como las ideas pero no el de subyugar al público (como dice
primordiales de la dialéctica de Hegel. Schopenhauer).[29] Kant mismo tiene, sin duda,
buena parle de culpa por este desenlace, pues
Hasta aquí, esta filosofía se nos presenta
el oscuro estilo de su obra (que escribió con
como un historicismo bastante decente y ho-
extrema premura, aunque sólo después de ha-
nesto, si bien carente, quizá, de originalidad;[27]
berla meditado largos años) contribuyó consi-
y no parece haber ninguna razón para calificar-
derablemente a rebajar aún más el ya bajo ni-
la, con Schopenhauer, de charlatanería. Pero
vel de claridad de los escritos teóricos alema-
esta apariencia comienza a transformarse si
nes.[30]
volvemos la vista hacia el análisis de la dialécti-
ca de Hegel. En efecto, éste defiende su método Ninguno de los seudometafísicos que suce-
poniéndose en guardia contra Kant, quien, en dieron a Kant hizo tentativa alguna de refutar-
su ataque a la metafísica (de cuya violencia da lo,[31] y Hegel, en particular, llegó a tener la au-
muestra la frase que sirve de epígrafe a nuestra dacia incluso de ensalzar a Kant por «haber
«Introducción), había tratado de demostrar que revivido el nombre de la dialéctica, a la que de-
todas las especulaciones de este tipo eran in- volvió su puesto de honor». Hegel enseñó que
sostenibles. Hegel nunca intentó refutar a Kant; Kant tenía plena razón al señalar las antino-
en lugar de eso, prefirió inclinarse y tratar de mias, pero que erraba al preocuparse por ellas.
convertir la concepción de Kant en su opuesto. Según Hegel, es atributo natural de la razón el
Tal fue la forma, pues, en que «la dialéctica» de que se contradiga a sí misma, y no es por debi-
Kant, el ataque a la metafísica, se convirtió en la lidad de nuestras facultades humanas sino por
«dialéctica» de Hegel, la principal herramienta la esencia misma de toda racionalidad que debe
de la metafísica. operar con contradicciones y antinomias; en
efecto, es ésta, precisamente, la forma en que se
Kant, en su Crítica de la razón pura afirmó,
desarrolla la razón. Hegel afirmó que Kant ha-
bajo la influencia de Hume, que la especulación
bía analizado la razón como si se tratase de
o la razón pura, siempre que se aventura den-
algo estático, olvidando que la humanidad se
tro de una esfera en que no puede ser verifica-
desarrolla y, con ella, nuestro patrimonio so-
da por la experiencia, suele caer en contradic-
cial. Pero aquello que nos complace llamar
ciones o «antinomias», produciendo aquello
nuestra propia razón no es sino el producto de
que calificó, de forma nada ambigua, de «meras
este patrimonio social, del desarrollo histórico
fantasías», «sinsentidos», «ilusiones», «dogma-
del grupo social en que vivimos, esto es, la na-
tismos estériles» y «pretensiones superficiales
ción. Ese desarrollo tiene lugar dialécticamente,
de conocerlo todo».[28] Así trató de demostrar
vale decir, con un ritmo de tres tiempos. En
que a toda aseveración o tesis metafísica con-
primer lugar, se sustenta una tesis; ésta produ-
cerniente, por ejemplo, al comienzo del univer-
cirá una crítica, y sus adversarios, al afirmar su
so en el tiempo o a la existencia de Dios, puede
opuesto, darán forma a la antítesis; por fin, del
contraponerse una afirmación contraria o antí-
conflicto de estas dos concepciones surge la
tesis, pudiendo ambos proceder de los mismos
síntesis, es decir, una especie de unidad de los
supuestos y ser probados con igual grado de
opuestos, una especie de avenencia o concilia-
«evidencia». En otras palabras, cuando aban-
ción alcanzada sobre un plano más elevado. La
dona el campo de la experiencia, nuestra espe-
síntesis absorbe, por así decirlo, las dos posi-
culación no puede aspirar al nivel científico,
ciones opuestas originales, superándolas; las
puesto que para todo argumento debe haber un
reduce a la categoría de componentes de una
contraargumento igualmente válido. El propó-
25
tercera entidad, negándolas, así, al tiempo que ataque y a manera de cúspide insuperable de
las eleva y preserva. Y una vez lograda la sínte- todo desarrollo filosófico. (Encontramos aquí el
sis, puede repetirse todo el proceso nuevamen- primer ejemplo de un típico viraje dialéctico; en
te, en un plano superior al alcanzado primero. efecto, la idea del progreso, altamente popula-
He ahí pues, sucintamente, el ritmo de tres rizada en un período que va a desembocar en
tiempos del progreso que Hegel llamó la «tría- Darwin, pero poco adecuada a los intereses
da» dialéctica. conservadores, es virada a su opuesto, esto es,
la del desarrollo que ha alcanzado ya su meta:
Estamos perfectamente dispuestos a admi-
la evolución detenida).
tir que no es ésta una mala descripción de la
forma en que suele desarrollarse a veces el Y basta por ahora de la tríada dialéctica de
examen crítico y, por consiguiente, también el Hegel, uno de los dos pilares sobre los que se
pensamiento científico. En efecto, toda crítica asienta su filosofía. La significación de la doc-
consiste en señalar algunas contradicciones o trina podrá apreciarse mejor cuando pasemos a
discrepancias, y el progreso científico, en gran considerar su aplicación.
medida, en la eliminación de las contradiccio- El otro de los dos pilares fundamentales del
nes allí donde las encuentra. Esto significa, sin hegelianismo es la llamad filosofía de la identi-
embargo, que la ciencia opera sobre la base del dad, que es, a su vez, una aplicación de la dia-
supuesto de que las contradicciones no son léctica. No es mi intención hacerle perder tiem-
permisibles ni inevitables, de tal modo que el po al lector tratando de encontrarle sentido,
descubrimiento de una contradicción obliga al especialmente cuando ya he tratado de hacerlo
hombre de ciencia a realizar todos los esfuer- en otro sitio;[34] en su contenido esencial, la filo-
zos posibles para eliminarla y, en realidad, toda sofía de la identidad no es sino un desvergon-
vez que se admite la presencia de una contra- zado equívoco y, para usar las propias palabras
dicción, se derrumba el rigor científico.[32] Pero de Hegel, sólo consiste en «fantasías, incluso
Hegel extrae una lección muy distinta de su estúpidas». Es una especie de laberinto donde
tríada dialéctica. Puesto que las contradiccio- han sido atrapadas las sombras y ecos de filo-
nes son el medio a través del cual avanza la sofías pretéritas. Heráclito, Platón y Aristóteles,
ciencia, concluye éste que las contradicciones así como también Rousseau y Kant y donde
no sólo son permisibles e inevitables, sino tam- celebran ahora una especie de aquelarre de
bién altamente deseables. Sin embargo, esta brujas, procurando desatadamente confundir y
doctrina hegeliana debe destruir todo racioci- engañar al espectador ingenuo. La idea rectora
nio y todo progreso, pues si las contradicciones y, al mismo tiempo, el eslabón entre la dialécti-
son inevitables y deseables, no habrá ninguna ca de Hegel y su filosofía de la identidad es la
necesidad de eliminarlas, de modo que todo doctrina de Heráclito de la unidad de los opues-
progreso habrá llegado a su fin. tos. «La senda que lleva hacia arriba y la que
Pero esta teoría es precisamente uno de los lleva hacia abajo son idénticas», había dicho
dogmas capitales del hegelianismo. La inten- Heráclito, y Hegel no hace sino repetir esto
ción de Hegel es operar libremente con todas cuando declara: «El camino del oeste y el del
las contradicciones. «Todas las cosas son con- este es el mismo». Esta teoría heracliteana de la
tradictorias en sí mismas», insiste,[33] para de- identidad de los opuestos es aplicada a una se-
fender una posición que significa el fin, no ya rie de reminiscencias de los viejos sistemas
de toda ciencia, sino incluso de todo argumento filosóficos que quedan, de este modo, «reduci-
racional. Y la razón por la que tanto desea dejar dos a componentes» del propio sistema de He-
lugar a las contradicciones es su intención de gel. Esencia e Idea, singularidad y pluralidad,
detener la argumentación racional y, con ella, el sustancia y accidente, forma y contenido, sujeto
progreso científico e intelectual. Al tornar im- y objeto, ser y devenir, todo y nada, cambio y
posible el raciocinio y la crítica, Hegel procura reposo, actualidad y potencia, apariencia y
poner a su propia filosofía a salvo de toda obje- realidad, materia y espíritu, y, en fin, todos
ción, de tal que pueda ser impuesta como un aquellos fantasmas del pasado parecen mero-
dogmatismo invulnerable, a resguardo de todo dear el cerebro del Gran Dictador, mientras
26
éste ejecuta la danza con su globo, con sus pro- aquello que atrae a la razón en su último grado
blemas inflados y ficticios referentes a Dios y al de desarrollo, también debe ser verdadero para
universo. Sin embargo, su locura no carece de ese grado. En otras palabras, todo aquello que
método, incluso de método prusiano. En efecto, parece cierto a aquellos cuya razón se halla
detrás de la aparente confusión asoman los plenamente desarrollada, debe ser verdad. La
intereses de la monarquía absoluta de Federico sola evidencia es lo mismo que la verdad. Con
Guillermo. La filosofía de la identidad cumple la tal de que uno esté bien desarrollado, todo lo
función de justificar el orden existente. Su re- que necesita es creer en una doctrina; esto solo
sultado principal es un positivismo ético y jurí- basta, por definición, para hacerla cierta. De
dico, la doctrina de que lo que es, es bueno, este modo, la oposición entre lo que Hegel de-
puesto que no puede haber normas sino nor- nomina do Subjetivo», es decir, la creencia, y
mas existentes; es la teoría de que la fuerza es «lo Objetivo» esto es la verdad, se convierte en
derecho. una identidad, y esta unidad de los opuestos
explica, asimismo, el conocimiento científico.
¿Cómo se llega a tal doctrina? Simplemente,
«La Idea es la unión de lo Subjetivo y Objetivo…
a través de una serie de equívocos. Platón, cu-
La ciencia presupone que la separación entre
yas Formas o Ideas, según hemos visto, son
ella y la Verdad ya ha sido salvada».[36]
completamente diferentes de las «ideas de
nuestra mente», había dicho que sólo las Ideas Pero dejemos por ahora la filosofía de la
eran reales y que las cosas perecederas eran identidad de Hegel, el segundo pilar de la sabi-
irreales. Hegel extrae de esa doctrina la ecua- duría donde se asienta su historicismo. Con su
ción Ideal = Real. Kant hablaba, en su dialéctica, examen, finaliza la tarea algo causadora de ana-
de las «Ideas de la Razón pura», utilizando el lizar las teorías más abstractas de Hegel. En lo
término «Ideas» con el sentido de «ideas de que resta del capítulo nos circunscribiremos a
nuestra mente». Y de aquí, Hegel extrae la doc- las aplicaciones políticas prácticas realizadas
trina de que las Ideas son algo mental o espiri- por Hegel sobre la base de estas teorías abs-
tual o racional susceptible de ser expresado tractas. Y estas aplicaciones prácticas termina-
mediante la ecuación Idea = Razón. Combinan- rán de mostrarnos, con toda claridad, la finali-
do estas dos ecuaciones o, mejor dicho, equivo- dad apologética de toda su obra.
caciones, se obtiene Real = Razón, lo cual le La dialéctica de Hegel, afirmamos, obedece
permite a Hegel sostener que todo lo razonable en gran medida a la intención de pervertir las
debe ser real y que todo lo real debe ser razo- ideas de 1789. Hegel tenía plena conciencia del
nable y que la evolución de la realidad es la hecho de que el método dialéctico podía ser
misma que la de la razón. Y puesto que no pue- utilizado para transformar a una idea en su
de haber patrón más elevado en la existencia opuesto. «La Dialéctica —declara—[37] no es
que el desarrollo último de la Razón y de la ninguna novedad en la filosofía. Sócrates… solía
Idea, todo aquello que es real o concreto en la fingir el deseo de alcanzar un conocimiento
actualidad existe por necesidad, y debe ser, a la más preciso acerca del tema discutido y, des-
vez, razonable y bueno.[35] Y como veremos en pués de formular toda clase de preguntas con
seguida, el Estado prusiano de existencia con- esa finalidad, llevaba a aquellos con quienes
creta es particularmente bueno. conversaba exactamente a la conclusión opues-
He aquí, pues, la filosofía de la identidad. ta de la que les había parecido correcta a pri-
Aparre del positivismo ético, también sale a luz mera vista». Como descripción de las intencio-
una teoría de la verdad a manera de subpro- nes de Sócrates, esta afirmación de Hegel no es
ducto (para emplear las palabras de Schopen- quizá del todo justa (si se tiene en cuenta que el
hauer), que es, por lo demás, sumamente con- principal objetivo de Sócrates era alcanzar una
veniente. Según acabamos de ver, todo lo razo- seguridad absoluta más que convertir a la gen-
nable es real. Esto significa, por supuesto, que te a la creencia opuesta de lo que pensaban en
todo lo razonable debe conformarse a la reali- un primer momento); pero como declaración
dad y ser, por consiguiente, cierto. La verdad se de las propias intenciones de Hegel es excelen-
desarrolla del mismo modo que la razón y todo te, aun cuando en la práctica el método de He-
27
gel resulte más embarazoso de lo que podría ce Hegel de la exigencia de una Constitución
suponerse por su programa. política, que combina con su tratamiento de la
igualdad y la libertad. Para apreciar el proble-
Como primer ejemplo de este uso de la dia-
ma de la constitución, debemos recordar que el
léctica, escogeremos el problema de la libertad
absolutismo prusiano no reconoce ley constitu-
de pensamiento, de la independencia de la cien-
cional alguna (aparte de principios tales como
cia y de las normas de la verdad objetiva, tal
la plena soberanía del rey) y que el lema de la
como lo trata Hegel en su Filosofía del Derecho
campaña en pro de una reforma democrática
(§270). Hegel comienza su trabajo con lo que
en los diversos principados alemanes era que el
sólo podría ser interpretado como una exigen-
príncipe otorgase «al país una constitución».
cia de la libertad de pensamiento y de su co-
Pero Federico Guillermo estaba de acuerdo con
rrespondiente protección por parte del Estado:
su consejero Ancillon en que jamás debería
«El Estado —expresa— tiene… al pensamiento
ceder a los pedidos de dos exaltados, ese grupi-
por principio esencial, De este modo, la libertad
to ruidoso y activo que desde hace algunos
de pensamiento y la ciencia solo pueden origi-
años viene arrogándose la representación de la
narse en el Estado; fue la Iglesia quien quemó a
nación y exigiendo una constitución».[38] y si
Giordano Bruno y obligó a Galileo a retractar-
bien, bajo la gran presión ejercida, el rey pro-
se… La ciencia, por lo tanto, debe buscar la pro-
metió una constitución, jamás cumplió su pala-
tección del Estado, puesto que la finalidad de la
bra. (Corría entonces el cuento de que un
ciencia es el conocimiento de la verdad objeti-
inocente comentario acerca de la «constitu-
va». Tras este promisorio comienzo que debe
ción» del rey le valió el despido al médico de la
tomarse como una expresión de lo que a «pri-
corte). Pues bien, ¿cómo trata Hegel este deli-
mera vista» parece cierto a sus adversarios,
cado problema? «Como espíritu viviente —
Hegel procede a llevarlos «a la conclusión
expresa— el Estado es un todo organizado, ar-
opuesta de la que les había parecido correcta a
ticulado en diversos agentes… La constitución
primera vista», cubriendo este cambio de fren-
es esta articulación u organización del poder
te mediante otro simulacro de ataque a la Igle-
estatal… La constitución es la justicia existen-
sia: «Pero claro está que este conocimiento no
te… La libertad y la igualdad son… los objetivos
siempre se conforma a los patrones de la cien-
y resultados últimos de la constitución». Pero
cia, pudiendo degenerar en mera opinión…; y
claro está que esto sólo es la introducción. Sin
para estas opiniones… ella (la ciencia) puede
embargo, antes de asistir a la transformación
llegar a reclamar los mismos pretenciosos de-
dialéctica de la exigencia de una constitución
rechos que la Iglesia, a saber, el de la libertad
en la de una monarquía absoluta, debemos ver
en sus afirmaciones y convicciones». De este
primero cómo transforma Hegel los dos «obje-
modo, se califica de «pretenciosos» la exigencia
tivos y resultados», libertad e igualdad, en sus
de libertad de pensamiento y el derecho de la
opuestos.
ciencia de juzgar por sí misma; pero éste es tan
sólo el primer paso en el viraje de Hegel. Se nos Veamos primero el viraje de la igualdad a la
dice en seguida que frente a las opiniones sub- desigualdad: «La afirmación de que los ciuda-
versivas, «el Estado debe proteger la verdad danos son iguales ante la ley —admite Hegel—
objetiva»; lo cual plantea la cuestión fundamen- [39] contiene una gran verdad. Pero expresada de

tal: ¿Quién ha de juzgar qué no es la verdad esta manera, sólo es una tautología, pues no
objetiva? He aquí la respuesta de Hegel: «El hace sino afirmar, en general, la existencia de
Estado debe decidir… por regla general, cuál ha una situación legal, del imperio de las leyes.
de ser considerada la verdad objetiva», Ante Pero si hemos de ser más concretos, los ciuda-
semejante conclusión, la libertad de pensa- danos… son iguales ante la ley sólo en los pun-
miento y los derechos de la ciencia a establecer tos en que también son iguales fuera de la ley.
sus propios patrones se convierten, finalmente, Sólo la igualdad que poseen en bienes, edad…
en sus opuestos. etc., puede merecer igual tratamiento ante la
ley… Las propias leyes… presuponen condicio-
Como segundo ejemplo de este empleo de la
nes desiguales… Debe reconocerse que es pre-
dialéctica, escogeremos el tratamiento que ha-
28
cisamente el gran desarrollo y madurez de la estas restricciones. Pero —prosigue la crítica
forma en los Estados modernos lo que produce de la teoría kantiana— esto expresa la clase de
la suprema desigualdad concreta de los indivi- concepción que ve en la libertad un placer gra-
duos en la actualidad». tuito y la autonomía de la voluntad». Con esta
enigmática observación, Hegel descarta la teo-
En esta reseña del viraje que da Hegel a la
ría igualitaria de la justicia, de Kant.
«gran verdad» del igualitarismo, convirtiéndola
en su opuesto, hemos abreviado fundamental- Pero el propio Hegel siente que la pequeña
mente su razonamiento y debemos advertir al pirueta que le ha permitido identificar la liber-
lector que nos veremos obligados a seguir ha- tad con la ley no es del todo suficiente para sus
ciendo lo mismo en todo el capítulo, pues sólo fines y, no sin cierta vacilación, regresa a su
de este modo es posible exponer de forma legi- problema original, a saber, el de la constitución.
ble su verborragia y la maraña de sus pensa- «La expresión libertad política —nos dice—[42]
mientos (que, a no dudarlo, es patológica).[40] se usa a menudo para designar una participa-
ción formal en los negocios públicos del Estado
Pasemos a considerar ahora la libertad. «En
por parte de… aquellos que, de otro modo,
lo que se refiere a la libertad —declara Hegel—
desempeñan su principal función en los fines y
en épocas anteriores se denominaban “liberta-
asuntos particulares de la sociedad civil (en
des” los derechos legalmente definidos como,
otras palabras, de los ciudadanos ordinarios). Y
por ejemplo, el derecho privado o público de
se ha hecho… costumbre asignarle el título de
una ciudad, etc. En realidad, toda ley auténtica
“constitución” sólo a aquella parte del Estado
constituye una libertad, pues contiene un prin-
que sanciona dicha participación… y considerar
cipio razonable…; lo cual significa, en otras pa-
todo Estado en que eso no se ejecuta formal-
labras, que entraña una libertad…» Pues bien,
mente, un Estado sin constitución». Por cierto,
este argumento que trata de demostrar que «la
la costumbre existe realmente. Pero ¿cómo es-
libertad» es lo mismo que «una libertad» y, por
cabullirnos de ella? Muy simple, mediante una
consiguiente, lo mismo que «la ley», de donde
trampa verbal, una definición: «En cuanto al
se deduce que cuantas más leyes haya, mayor
uso del término, lo único que cabe decir es que
será la libertad, no es, evidentemente, sino una
por constitución debemos entender la deter-
engorrosa afirmación (engorrosa porque des-
minación de las leyes en general, es decir, de
cansa en una especie de juego de palabras) de
las libertades». Pero nuevamente experimenta
la paradoja de la libertad descubierta por pri-
Hegel la pavorosa pobreza de su razonamiento
mera vez por Platón y ya examinada brevemen-
y, en la mayor desesperación, se zambulle en
te más arriba;[41] paradoja que podría expresar-
un misticismo colectivista (a la hechura de
se diciendo que la libertad ilimitada conduce a
Rousseau) acompañado de una buena dosis de
su opuesto, dado que sin su protección y res-
historicismo:[43] «La pregunta “¿A quién… co-
tricción por parte de las leyes, la libertad debe
rresponde la facultad de hacer una constitu-
conducir a una tiranía de los fuertes sobre los
ción?” es la misma que “¿Quién tiene que hacer
débiles. Esta paradoja, enunciada nuevamente,
el Espíritu de una Nación?” Distíngase entre la
si bien con cierta vaguedad, por Rousseau, fue
idea de constitución —exclama Hegel— y la del
resuelta por Kant, quien exigió que la libertad
Espíritu colectivo como si éste existiese o hu-
de cada hombre se restringiese lo suficiente
biese existido sin una constitución y se verá de
como para salvaguardar un grado igual de li-
inmediato que esto sólo puede hacerse cuando
bertad en los demás. Claro está que Hegel co-
se ha captado muy superficialmente el nexo
noce la solución kantiana pero no le gusta, y
que los une [es decir, el Espíritu y la constitu-
entonces la presenta desfigurada, sin mencio-
ción]… Es el Espíritu ingénito y la historia de la
nar a su autor, del siguiente modo: «Hoy día,
Nación —que no es más que la historia del Es-
nada más familiar que la idea de que cada uno
píritu— los que han hecho y hacen las constitu-
debe restringir su libertad en relación con la
ciones». Pero este misticismo es todavía dema-
libertad de los demás, que el Estado es condi-
siado vago para justificar el punto de vista ab-
ción necesaria para estas restricciones recípro-
solutista. Hay que ser más específico y por eso
cas y que son las leyes quienes representan
29
Hegel se apresura a aclarar: «La totalidad real- Estos despreciables servicios,[44] cabe seña-
mente viviente, la que preserva y produce con- lar, fueron prestados voluntariamente. En
tinuamente el Estado y su constitución, es el aquellos felices días de la monarquía absoluta
Gobierno… En el gobierno, considerado como no había ninguna intimidación totalitaria, ni
totalidad orgánica, el Poder Soberano o Princi- tampoco era extremada la censura, como la
pado es… la Voluntad del Estado que todo lo demuestran las incontables publicaciones libe-
sustenta y todo lo decreta; es la más alta Cum- rales. Cuando Hegel publicó su Enciclopedia era
bre y la Unidad que todo lo penetra. Es la forma profesor en Heidelberg. E inmediatamente
perfecta del Estado, donde todos y cada uno de después de la publicación fue llamado a Berlín
los elementos… ha alcanzado una existencia para convertirse, como dicen sus admiradores,
libre, esta voluntad es la de un Individuo real en el «dictador reconocido» de la filosofía. Pero
que legisla (no ya de una mayoría donde la uni- todo esto —podrían argüir algunos— aun sien-
dad de la voluntad legislativa no tiene existen- do cierto, no demuestra nada en detrimento de
cia real): es la monarquía. La constitución mo- la excelencia de la filosofía dialéctica de Hegel,
nárquica es, por lo tanto, la constitución de la o de su grandeza como filósofo. Ya hemos men-
razón evolucionada; y todas las demás consti- cionado la respuesta de Schopenhauer a esa
tuciones corresponden a grados inferiores de pretensión: «La filosofía es desvirtuada, por
evolución y de la automaterialización de la ra- parte del Estado, porque la utiliza como herra-
zón». Y para ser más explícito todavía, Hegel mienta, y por la otra, porque se la emplea para
explica en un pasaje paralelo de su Filosofía del obtener provecho personal. ¿Quién puede creer
Derecho (todas las citas anteriores han sido realmente que de este modo salga alguna vez a
tomadas de su Enciclopedia) que «la decisión la luz la verdad, aunque no sea más que como
última… la autonomía absoluta constituye el subproducto?».
poder del príncipe como tal», y que «el elemen- Estos pasajes nos suministran una visión de
to absolutamente decisivo en el todo… es un la forma en que se aplica en la práctica el mé-
solo individuo: el monarca». todo dialéctico de Hegel. Pasaremos ahora a
Y ahora llegamos adonde queda llevarnos examinar la aplicación combinada de la dialéc-
Hegel. ¿Cómo puede haber alguien tan estúpido tica y la filosofía de la identidad.
que pida una «constitución» para un país que Hegel sostiene, según hemos visto, que todo
tiene sobre sí la bendición de una monarquía se halla sujeto al flujo, incluso las esencias.
absoluta, el grado más elevado posible de todas Esencias, Ideas y Espíritus evolucionan todos
las constituciones? Aquellos que formulan se- por igual y su desarrollo es, por supuesto, au-
mejantes exigencias ignoran, evidentemente, lo topropulsado y dialéctico.[45] Y el grado final de
que hacen y lo que piden, del mismo modo que todo desarrollo debe ser razonable y, por lo
aquellos que reclaman libertad son lo bastante tanto, bueno y verdadero, pues constituye la
ciegos para no ver que en la monarquía absolu- cúspide de todos los desarrollos anteriores, a
ta prusiana, «todos y cada uno de los elementos los cuales supera. (De este modo, los objetos
han alcanzado una existencia libre». En otras sólo pueden cambiar para mejor). Todo desa-
palabras, tenemos aquí la prueba dialéctica rrollo real, puesto que es real, debe ser, de
absoluta de Hegel de que Prusia constituye la acuerdo con la filosofía de la identidad, un pro-
«más elevada cumbre» y la fortaleza misma de ceso racional y razonable, y es evidente que
la libertad; que su constitución absolutista es la esto debe valer también para la historia.
meta (goal) (y no, como algunos podrían pen-
sar, la prisión [gaol])[*] hacia la cual avanza la Heráclito había sostenido que existía una
humanidad, y que este gobierno preserva y razón oculta en la historia. Para Hegel la histo-
vigila, por así decirlo, el más puro espíritu de la ria se transforma en un libro abierto. Y el libro
libertad… concentrada. es una apologética pura. Apelando a la sabidu-
ría de la providencia, ofrece una apología de la
La filosofía platónica, que en un tiempo re- excelencia de la monarquía prusiana, y apelan-
clamó para sí su señorío en el Estado, se trans- do a la excelencia de la monarquía prusiana,
forma, con Hegel, en su más servil lacayo.
30
ofrece una apología de la sabiduría de la provi- materializado» en los resultados de la historia,
dencia. cabría sospechar que esta materialización ha
tenido lugar en la Prusia concreta. Y así es en
La historia es el desarrollo de algo real. De
efecto; se nos llega a demostrar, incluso, la
acuerdo con la filosofía de la identidad debe
forma en que ha sido alcanzado este objetivo, a
ser, por lo tanto, algo racional. La evolución del
través de tres pasos dialécticos del desarrollo
mundo real, de la cual es la historia la parte
histórico de la razón o, como dice Hegel, del
más importante, es considerada por Hegel
«Espíritu», cuya vida «es un ciclo de encarna-
«idéntica» a una especie de operación lógica o
ciones progresivas».[47] El primero de estos pa-
proceso de razonamiento. La historia, tal como
sos es el despotismo oriental; el segundo co-
él la ve, es el proceso del pensamiento del «Es-
rresponde a las democracias y aristocracias
píritu absoluto» o «Espíritu universal». Es la
griegas y romanas y, el tercero y más alto, a la
manifestación de este Espíritu; es una especie
Monarquía Germánica que es, por supuesto,
de enorme silogismo dialéctico,[46] razonado,
una monarquía absoluta. Y Hegel deja bien
por así decirlo, por la Providencia. El silogismo
aclarado que no se refiere a una monarquía
es el plan por el cual se guía la Providencia, y la
utópica del futuro: «El Espíritu… no tiene ni
conclusión lógica a la que se arriba al final y
pasado ni futuro —expresa—, sino que es
que persigue la Providencia es la perfección del
esencialmente presente; esto indica necesaria-
universo. «El único pensamiento —declara He-
mente que la forma actual del Espíritu contiene
gel en su Filosofía de la Historia— con que la
y supera todas las etapas anteriores».
Filosofía enfoca a la Historia, es la simple con-
cepción de la Razón, es la doctrina de que la Pero Hegel puede llegar, incluso, a ser más
Razón es la Soberana del Mundo, y que la His- franco todavía. Así, subdivide el tercer período
toria del Mundo nos enfrenta, por lo tanto, con de la historia, el de la monarquía germana o
un proceso racional. Esta convicción e intuición «Mundo Germano», en tres épocas, de las cua-
no es… ninguna hipótesis en el dominio de la les expresa:[48] «En primer término, debemos
Filosofía. Está probado allí… que la Razón… es considerar la Reforma en sí misma, el Sol —que
Sustancia, así como también Poder Infinito…, todo lo ilumina— que siguió a los albores que
Materia infinita…, Forma infinita…, Energía In- coincidieron con la terminación del período
finita…, que esta “Idea” o “Razón” es la Esencia medieval, luego, el desenvolvimiento de ese
Verdadera, Eterna y absolutamente Poderosa; estado de cosas que sucedió a la Reforma y, por
que se revela sí misma en el universo y que último, los Tiempos Modernos, que se remon-
ninguna otra cosa se revela en ese universo tan a los fines del siglo anterior», esto es, el pe-
sino ésta y su honor y su gloria, es la tesis que, ríodo comprendido entre 1800 y 1830 (el últi-
como hemos dicho, ha sido probada en la filo- mo año en que fueron pronunciadas estas con-
sofía y consideramos aquí como ya demostra- ferencias). Y Hegel demuestra nuevamente que
da». la Prusia de su tiempo es el pináculo, el bastión
y la meta de la libertad, con las siguientes pala-
Este torrente verborrágico no nos lleva muy
bras: «Sobre la Escena de la Historia universal,
lejos. En efecto, si volvemos la vista al pasaje de
donde se lo puede observar y captar, el Espíritu
la «Filosofía» (esto es, su Enciclopedia) al cual
se despliega en su realidad más concreta». Y la
se refiere Hegel, entonces veremos con más
esencia del Espíritu, sostiene Hegel, es la liber-
claridad su propósito apologética. He aquí el
tad. «La libertad es la única verdad del Espíri-
texto: «Que la Historia y, sobre todo, la Historia
tu». En consecuencia, el desarrollo del Espíritu
Universal, se basa en un objetivo esencial y
debe ser el desarrollo de la libertad y el grado
concreto, que está y estará concretamente ma-
más elevado de libertad se debe haber alcanza-
terializado en ella, a saber, el Plan de la Provi-
do en esos treinta arios de la monarquía ger-
dencia; que hay, en suma, Razón en la Historia,
mana, que representan la última subdivisión
debe ser admitido sobre una base estrictamen-
del desarrollo histórico. Y, en verdad, se nos
te filosófica, de donde se desprende su carácter
dice:[49] «El Espíritu Germano es el Espíritu del
esencial y necesario». Y bien, puesto que el ob-
nuevo Mundo. Su objetivo es la materialización
jetivo de la Providencia «está concretamente
31
de la Verdad absoluta como una forma de la Pero este positivismo moral no satisface
autonomía ilimitada de la Libertad». Y tras rea- plenamente a Hegel, sino que quiere aún más.
lizar la alabanza de Prusia, cuyo gobierno, nos Así como se opone a la libertad y a la igualdad,
asegura Hegel, «descansa en el mundo oficial, exactamente del mismo modo se opone a la
cuya cúspide es la decisión personal del mo- hermandad de los hombres, al humanitarismo
narca, pues como se demostró más arriba, es o, como dice él, a la «filantropía». La conciencia
absolutamente necesaria la existencia de una debe ser sustituida por la obediencia ciega y
decisión última», Hegel alcanza la coronación por una ética heracliteana romántica de la fama
de su trabajo con la siguiente conclusión: «Tal y del destino, y la hermandad de los hombres
es el punto alcanzado por la conciencia, y éstas por un nacionalismo totalitario. En la sección III
son las fases principales de esa forma en que la y, especialmente,[50] en la sección IV de este
Libertad se ha realizado a sí misma; en efecto, mismo capítulo veremos cómo se llega a eso.
la Historia del Mundo no es sino el desarrollo
de la Idea de la libertad… La verdadera Teodi-
cea, la justificación de Dios en la Historia es esa III
materialización del Espíritu que representa la
Historia del Mundo… Lo que ha sucedido y si- Ahora pasaremos a realizar una breve rese-
gue sucediendo… es, en esencia, Su Obra…». ña o, mejor dicho, una extraña relación de la
forma en que surgió el nacionalismo germano.
Cabe preguntarse si no tendríamos razón Indudablemente, las tendencias denotadas por
cuando dijimos que Hegel nos ponía frente a esta expresión encierran una fuerte afinidad
una apología de Dios y de Prusia al mismo con la rebelión contra la razón y la sociedad
tiempo y si no estará perfectamente claro que abierta. El nacionalismo halaga nuestros instin-
el Estado que Hegel nos manda que adoremos tos tribales, nuestras pasiones y prejuicios, y
como la Idea Divina sobre la Tierra es, simple- nuestro nostálgico deseo de vernos liberados
mente, la Prusia de Federico Guillermo que va de la tensión de la responsabilidad individual
de 1800 a 1830. Y cabe preguntarse si es posi- que procura reemplazar por la responsabilidad
ble superar en modo alguno esta despreciable colectiva o de grupo. No es por casualidad que
perversión de toda decencia; perversión no en los tratados más antiguos de teoría política,
sólo de la razón, la libertad, la igualdad y demás incluso en el del Viejo Oligarca, pero más os-
ideas de la sociedad abierta, sino también de la tensiblemente en los de Platón y Aristóteles,
fe sincera en Dios y, aun, del patriotismo autén- encontramos opiniones francamente naciona-
tico. listas, pues dichas obras fueron escritas con el
propósito de combatir a la sociedad abierta con
Hemos descrito, pues, la forma en que par- sus nuevas ideas de imperialismo, cosmopoli-
tiendo de un punto aparentemente progresista tismo e igualitarismo.[51] Pero este temprano
y hasta revolucionario y procediendo luego en desarrollo de la teoría política nacionalista se
conformidad con el método dialéctico general detiene bruscamente con Aristóteles. Con el
de trastrocar las cosas —y que ya debe ser per- imperio de Alejandro el auténtico nacionalismo
fectamente familiar al lector—, Hegel alcanza tribal desaparece para siempre de la práctica
finalmente resultados sorprendentemente con- política y, durante largo tiempo, de la teoría
servadores. Al mismo tiempo, relaciona su filo- política. De Alejandro en adelante, todos los
sofía de la historia con su positivismo ético y Estados civilizados de Europa y Asia constitu-
jurídico, dándole a este último una especie de yeron imperios que comprendieron poblacio-
justificación historicista. La historia es nuestro nes de un origen infinitamente entremezclado.
juez. Puesto que la Historia y la Providencia le La civilización europea y todas las unidades
han dado vigencia a los poderes existentes, su políticas en ella incluidas se han conservado,
fuerza debe ser justa, incluso, divinamente jus- desde entonces, internacionales, o, mejor dicho,
ta. intertribales. (Parece ser que tanto tiempo an-
tes de Alejandro como dista ahora entre Ale-
jandro y nosotros, el imperio de la antigua Su-
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meria había creado la primera civilización in- ma de un movimiento surgido de la filosofía
ternacional). Y lo que resulta eficaz en la prác- política más reaccionaria y servil que se hubie-
tica política es adoptado por la teoría política, ra impuesto nunca a la dócil y sufrida humani-
de modo que, hasta hace unos cien años, el na- dad. Cayó víctima de su educación regida por
cionalismo platónico-aristotélico había desapa- las teorías políticas metafísicas de Platón y He-
recido prácticamente para la teoría política. (Si gel, y del movimiento nacionalista que en ellas
bien, por supuesto, los sentimientos tribales y se basaba.
localistas siempre fueron sumamente fuertes). El principio del Estado nacional, vale decir,
Cuando resucitó el nacionalismo, unos cien la exigencia política de que el territorio de cada
años atrás, el fenómeno se produjo en una de Estado coincida con el territorio habitado por
las regiones más heterogéneas de todas las una nación no es, de ningún modo, tan evidente
mezcladas regiones de Europa, esto es, en Ale- como parece resultarle a mucha gente en la
mania, y, especialmente, en Prusia, con su con- actualidad. Aun en caso de que todos supieran
siderable población eslava. (Pocos saben que lo que quieren decir cuando hablan de naciona-
no hace más de un siglo, Prusia, con su pobla-
lidad, no sería nada claro por qué habría de
ción predominantemente eslava entonces, no aceptarse la nacionalidad como una categoría
era considerada en absoluto un Estado alemán; política fundamental, más importante, por
si bien sus soberanos, quienes, como los prín- ejemplo, que la religión, el nacimiento dentro
cipes de Brandenburgo eran «electores» del de cierta región geográfica, la lealtad a una di-
Imperio germánico, eran considerados prínci- nastía, o un credo político como la democracia
pes germanos. En el congreso de Viena; Prusia (que constituye, podría decirse, el factor unifi-
fue registrada como «reino eslavo», y en uno, cador de la políglota Suiza). Pero en tanto que
Hegel todavía decía, incluso de Brandenburgo y la religión, el territorio o el credo político pue-
Mecklenburgo, que se hallaban pobladas por den determinarse con bastante claridad, nadie
«eslavos germanizados»).[52] ha logrado explicar nunca lo que entiende por
De este modo, hace muy poco tiempo que el nación de tal modo que este concepto pueda
principio del Estado nacional volvió a ser intro- constituir una base para la política práctica.
ducido en la teoría política. Pese a ello, se halla (Claro está que si decimos que una nación es el
tan ampliamente difundido en nuestros días, número de personas que viven o que han naci-
que habitualmente se da por sentado y con su- do dentro de cierto Estado, entonces no hay
ma frecuencia sin tener conciencia de ello. Ac- ninguna dificultad; pero esto equivaldría al
tualmente constituye un supuesto tácito, por abandono del principio del Estado nacional,
así decirlo, del pensamiento político popular. que exige que el Estado sea determinado por la
Muchos lo consideran, incluso, el postulado nación y no a la inversa). Ninguna de las teorías
básico de la ética política, especialmente a par- que sostienen que una nación se halla unida
tir del bien intencionado pero no tan bien me- por un origen común o un idioma común o una
ditado principio de la autonomía nacional de historia común, es aceptable o aplicable en la
Wilson. Resulta difícil comprender cómo al- práctica. El principio del Estado nacional no
guien que haya tenido el menor conocimiento sólo es inaplicable, sino que nunca ha sido con-
de la historia europea, del desplazamiento y cebido con claridad. Es un mito, un sueño irra-
mezcla de todas clases de tribus, de las innu- cional, romántico y utópico, un sueño de natu-
merables oleadas de pueblos procedentes de su ralismo y colectivismo tribal.
medio asiático original que se habían desperdi- Pese a sus intrínsecas tendencias reaccio-
gado y cruzado al llegar a ese laberinto de pe- narias e irracionales, el nacionalismo moderno
nínsulas que es el continente europeo; cómo —por extraño que parezca— fue, durante su
alguien, conociendo todo esto, pudo haber pro- corta existencia antes de Hegel, un credo revo-
puesto principio tan inaplicable. La explicación lucionario y liberal. Por una suerte de accidente
es que Wilson, que era un demócrata sincero (y histórico —la invasión del territorio alemán
también Masaryk, uno de los más grandes lu- por parte del primer ejército nacional de Fran-
chadores por la sociedad abierta)[53] cayó vícti- cia bajo el mando de Napoleón y la reacción
33
provocada por este suceso— se había abierto como una familia, sólo que se halla más am-
camino hacia el campo de la libertad. No estará pliamente difundido… Como en todas las co-
de más reseñar la historia de este desarrollo, munidades humanas…, en el caso del Estado, el
así como la forma en que Hegel hizo regresar el orden natural es el mejor, es decir, el orden en
nacionalismo al campo totalitario que le había el que cada uno cumple la función para la cual
correspondido desde la época en que Platón lo creó la naturaleza». Esta teoría, que trata de
sostuvo por primera vez que los griegos se ha- dar una respuesta al problema de los límites
llaban con respecto a los bárbaros en la misma «naturales» del Estado[56] —respuesta que sólo
relación que los amos respecto de los esclavos. plantea el nuevo problema de los límites «natu-
rales» de la nación—, no tuvo, al principio, mu-
Como se recordará,[54] Platón fue poco feliz
cha influencia. Es interesante observar que
al formular su problema político fundamental
Kant comprendió de inmediato el peligroso
mediante el interrogante: ¿Quién debe gober-
romanticismo irracional contenido en esa obra
nar? ¿La voluntad de quién debe ser ley? Antes
de Herder, de quien se convirtió en enemigo
de Rousseau, la respuesta habitual a esta pre-
acérrimo por su franca crítica. Citaremos aquí
gunta era: el Soberano. Pero Rousseau le dio
un pasaje de dicha crítica porque resume mag-
una nueva respuesta revolucionaria. No es el
níficamente, de una vez por todas, no sólo la de
monarca quien debe gobernar —sostuvo—
Herder, sino también toda la filosofía oracular
sino el pueblo; no la voluntad de un solo hom-
posterior, como la de Fichte, Schelling, Hegel y
bre sino la de todos. De esta manera, se vio in-
todos sus sucesores modernos: «Una sagacidad
ducido a inventar la voluntad del pueblo, la
ágil para el descubrimiento de analogías —
voluntad colectiva o la «voluntad general» co-
escribió Kant— y una imaginación audaz pues-
mo la denominó; y el pueblo, una vez dotado de
ta a su servicio se combinan con cierta capaci-
una voluntad, debió ser exaltado a la categoría
dad para reclutar emociones y pasiones a fin de
de superpersonalidad; «en relación con lo que
obtener el interés del público para su objeto,
le es externo [es decir, en relación con otros
siempre velado por el misterio. Estas emocio-
pueblos] —declara Rousseau— se convierte en
nes son fácilmente confundidas con supuestos
un ser único, en un individuo». En esta inven-
esfuerzos poderosos y profundos pensamien-
ción había buena parte de colectivismo román-
tos o, por lo menos, con alusiones hondamente
tico pero ninguna tendencia hacia el naciona-
significativas, y despiertan, de este modo,
lismo. Sin embargo, las teorías de Rousseau
grandes expectativas que un juicio frío y repo-
contenían, evidentemente, el germen del na-
sado no encontraría justificadas… Los sinóni-
cionalismo, cuya doctrina más característica es
mos son tomados como explicaciones y las ale-
la de que las diversas naciones deben ser con-
gorías ofrecidas como verdades».
sideradas como distintas personalidades. Y
cuando la Revolución Francesa inauguró el Fue Fichte quien suministró al nacionalismo
primer ejército popular basado en una cons- germano su primera base teórica. Los límites
cripción nacional, se dio el primer paso prácti- de una nación —sostuvo él— se hallan deter-
co hacia el nacionalismo. minados por el idioma. (Esto en nada mejora
las cosas. ¿En qué punto fronterizo las diferen-
Otro autor que contribuyó a la teoría del
cias dialectales se convierten en diferencias
nacionalismo fue J. G. Herder, ex discípulo y, en
idiomáticas? ¿Cuántos idiomas diferentes ha-
cierta época, amigo personal de Kant. Herder
blan los eslavos o los teutones, o son sus dife-
sostuvo que un buen Estado debe poseer lími-
rencias tan sólo dialectales?)
tes naturales, es decir, fronteras que coincidan
con los lugares habitados por su «nación»; esta Las opiniones de Fichte sufrieron una evo-
teoría fue expuesta por primera vez en su obra lución sumamente curiosa, especialmente si se
Algunas ideas para una filosofía de la historia de tiene en cuenta que fue uno de los fundadores
la humanidad (1785). «El Estado más natural del nacionalismo germano. En 1793, defendió a
—expresó—[55] es aquel compuesto por un solo Rousseau y a la Revolución Francesa y en 1799
pueblo con un solo carácter nacional… Un pue- todavía declaraba.[57] «Es evidente que de ahora
blo es un producto natural del crecimiento, en adelante sólo la República Francesa podrá
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ser la patria de los hombres rectos, a la que gión, de Kant, con el título Critica de toda reve-
dedicarán todos sus esfuerzos, puesto que no lación. Trátase de una obra en extremo aburri-
sólo las más caras esperanzas de la humanidad da, lo cual no le impedía ser una copia fiel del
sino también su existencia misma se hallan in- estilo de Kant, y se tomaron todas las providen-
disolublemente vinculadas con la victoria de cias necesarias, rumores inclusive, para hacerle
Francia… Por mi parte, dedico todo mi ser y creer a la gente que el autor del libro era Kant.
todas mis facultades a la República». Cabe ad- El asunto se ve con toda claridad cuando se
vertir que cuando Fichte efectuó estas declara- tiene en cuenta que Fichte sólo consiguió editar
ciones se hallaba tramitando un puesto univer- merced a la bondad de Kant (que nunca pudo
sitario en Mainz, ciudad que se hallaba enton- leer más que las primeras páginas del libro).
ces bajo el dominio francés. «En 1804 — Cuando la prensa le atribuyó el libro a Kant,
expresa E. N. Anderson en su interesante estu- éste se vio obligado a hacer una declaración
dio acerca del nacionalismo— Fichte… ansiaba pública de que el autor era Fichte y no él, y Fi-
abandonar los servicios que prestaba a Prusia y chte, sobre el que había descendido la fama
aceptar una invitación de Rusia. El gobierno repentinamente, fue nombrado profesor en
prusiano no lo había apreciado en la medida Jena. Pero más tarde Kant se vio forzado a efec-
financiera deseada y tenía esperanzas de que tuar una nueva declaración, a fin de desligar su
en Rusia se le rindiese un reconocimiento ma- nombre del de aquél; en ella aparecen las si-
yor; de este modo, al dirigirse al encargado ru- guientes palabras.[58] «Quiera Dios protegernos
so de su gestión, le declaró que si el gobierno lo de nuestros amigos, De nuestros enemigos nos
hacía miembro de la Academia de Ciencias de podemos proteger solos».
San Petersburgo y le pagaba un sueldo no me- He ahí, pues, algunos episodios que jalonan
nor de 400 rublos, “se haría de ellos hasta la la carrera del hombre cuya «retórica» dio ori-
muerte”… Dos años más tarde —continúa di- gen al moderno nacionalismo, así como tam-
ciendo Anderson— finalizaba completamente bién a la moderna filosofía Idealista, edificada
la transformación del Fichte cosmopolita en el sobre la perversión de las doctrinas kantianas.
Fichte nacionalista».
(He optado por seguir los pasos de Schopen-
Cuando Berlín fue ocupada por las tropas hauer al distinguir entre la «retórica» de Fichte
francesas, Fichte, de puro patriota, tuvo un ges- y la «charlatanería» de Hegel, si bien admito
to que, como dice Anderson «no permitió… que que insistir en esta diferencia puede ser, quizá,
pasara inadvertido al rey y al gobierno prusia- algo pedante). Toda esta cuestión adquiere su-
nos». Cuando A. Mueller y W. von Humboldt mo interés por la luz que arroja sobre la «histo-
fueran recibidos por Napoleón, Fichte indigna- ria de la filosofía» y la «historia» en general. No
do le escribió la carta siguiente a su mujer: «No sólo me refiero al hecho, quizá más humorístico
envidio a Mueller y Humboldt y mucho es lo que escandaloso, de que estos payasos sean
que me alegra no haber obtenido este vergon- tomados en serio y de que se los convierta en
zoso honor… Es mejor para la propia concien- objetos de reverencia y de solemnes —aunque
cia y también, indudablemente, para el éxito fu- frecuentemente aburridos— estudios; no sólo
turo… haber demostrado abiertamente fideli- me refiero al hecho fabuloso de que el retórico
dad a la buena causa». Lo que Anderson co- Fichte y el charlatán Hegel sean colocados en
menta así: «En realidad, tuvo razón; no cabe un mismo plano que hombres como Demócrito,
ninguna duda de que su ingreso a la universi- Pascal, Descartes, Spinoza, Locke, Hume, Kant,
dad de Berlín resultó consecuencia directa de J. S. Mill y Bertrand Russel, y de que sus ense-
este episodio. Esto no le quita patriotismo a su ñanzas morales sean consideradas seriamente
acción, pero la coloca, simplemente, en su sitio y, tal vez, reputadas superiores a las de estos
justo». A todo lo cual cabe añadir que la carrera otros maestros, sino también el hecho de que
de Fichte como filósofo se basó, desde el prin- muchos de estos lisonjeros historiadores de la
cipio mismo, en el fraude. Su primer libro vio la filosofía, incapaces de discriminar entre el pen-
luz anónimamente, cuando todo el mundo es- samiento y la fantasía —por no decir nada del
peraba la publicación de la filosofía de la reli- bien y el mal— se atreven a declarar que su
35
historia es nuestro juez, o que su historia de la debidamente destacado por Hegel (puesto que
filosofía constituye una crítica implícita de los era la base de sus propios servicios): «Lo Espi-
diferentes «sistemas del pensamiento». En ritual —declara—[60] constituye actualmente la
efecto, es evidente, creo yo, que su adulación base esencial de la estructura latente y, de este
solo puede ser una crítica implícita de sus his- modo, la Filosofía ha adquirido gran preponde-
torias de la filosofía y de esa vana pompa y rui- rancia. Se ha dicho que la Revolución Francesa
do con que se trata de glorificar a la filosofía. fue fruto de la filosofía y no sin razón se la ha
Parece ser ley de lo que a esta gente le gusta calificado de Sabiduría Universal; la filosofía no
denominar «naturaleza humana», que la fatui- sólo es Verdad en y por sí misma… sino tam-
dad se desarrolle en razón directamente pro- bién Verdad tal como la requieren los asuntos
porcional con la deficiencia del pensamiento e mundanos; por tanto, jamás deberemos con-
inversamente proporcional con el valor de los tradecir el aserto de que la revolución recibió
servicios prestados al bienestar humano. su primer impulso de la Filosofía». Esto es un
claro indicio de que Hegel conocía la tarea in-
Por la época en que Fichte se convirtió en el
mediata que tenía entre manos, a saber, impri-
apóstol del nacionalismo, surgía en Alemania,
mirle un impulso contrario, con lo cual·—y no
como reacción a la invasión napoleónica, un
por primera vez— la filosofía vendría a estimu-
nacionalismo instintivo y revolucionario. (Era
lar las fuerzas de la reacción. La perversión de
una de esas reacciones tribales típicas contra la
las ideas de libertad, igualdad, etc., formó parte
expansión de un imperio supernacional). El
de esta tarea; pero quizá aún más urgente era
pueblo exigía reformas democráticas en el
la de domeñar la religión nacionalista revolu-
mismo sentido en que las habían concebido
cionaria. Hegel llevó a cabo esta tarea teniendo
Rousseau y la Revolución Francesa, pero sin la
presente en el espíritu el consejo de Pareto:
participación de los conquistadores franceses.
«Sacar provecho de los sentimientos, sin des-
Como consecuencia, se volvieron a un tiempo
perdiciar las propias energías en vanos esfuer-
contra sus propios soberanos y contra el empe-
zos para destruirlos». Hegel domó al naciona-
rador. Este nacionalismo inicial se desarrolló
lismo, no mediante una franca oposición, sino
con la fuerza de una religión nueva, como una
transformándolo en un autoritarismo prusiano
especie de fruto nacido del deseo humanitario
bien disciplinado. Y ocurrió que devolvió al
de libertad e igualdad. «El nacionalismo —
campo de la sociedad cerrada un arma podero-
declara Anderson—[59] se desarrolló a medida
sa que siempre le había pertenecido.
que declinaba el cristianismo ortodoxo, reem-
plazándolo con la creencia en una mística expe- Todo esto fue llevado a cabo de forma bas-
riencia propia». Es la mística experiencia de la tante poco hábil. Hegel, en su afán de compla-
comunidad con los demás miembros de la tribu cer al gobierno llegó, a veces, a atacar a los na-
oprimida; experiencia que reemplazó, no sólo cionalistas demasiado abiertamente. «Algunas
al cristianismo, sino, en particular, el senti- personas —expresó[61] en la Filosofía del Dere-
miento de fe y lealtad para con el rey, cuyos cho— han comenzado a hablar recientemente
abusos absolutistas habían terminado por des- de la “soberanía del pueblo” en oposición a la
truirlo. Es evidente que esta nueva religión del monarca. Pero cuando se la contrasta con la
democrática e indómita tenía que estar desti- soberanía del rey, entonces la expresión “sobe-
nada a constituir una fuente de profunda irrita- ranía del pueblo” no resulta sino una de las tan-
ción y aun de peligro, para la clase gobernante tas nociones erróneas nacidas de una idea
y, en particular, para el soberano de Prusia. equivocada de lo que es el “pueblo”. Sin su mo-
¿Cómo podía subsanarse este peligro? Tras las narca… el pueblo es una mera multitud amor-
guerras de liberación, Federico Guillermo trató fa». Con anterioridad, en la Enciclopedia, había
de contrarrestarlo, en primer lugar, destitu- escrito: «Frecuentemente se llama nación a la
yendo a sus consejeros nacionalistas y nom- suma de personas particulares. Pero una suma
brando, en su lugar, a Hegel. En efecto, la Revo- tal es un populacho, no un pueblo, y en ese sen-
lución Francesa había demostrado práctica- tido, uno de los objetivos del Estado es que la
mente la influencia de la filosofía, punto éste nación no adquiera, en su poder y en su acción,
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el carácter de un conglomerado de este tipo. En le ha otorgado un carácter más firme y más
una nación así imperan la ilegalidad, la inmora- maduro»).
lidad y la ignorancia. La nación sólo podría ser,
Comprobamos, así, que Hegel sabía que su
entonces, una fuerza ciega, salvaje y amorfa, tarea consistía en combatir las inclinaciones
semejante a la tempestad de los mares, con la liberales e incluso imperialistas del naciona-
diferencia de que ésta no se autodestruye y la lismo. Y la llevó a cabo tratando de persuadir a
nación, por su elemento espiritual, sí». Sin em- los nacionalistas de que sus exigencias colecti-
bargo, frecuentemente se alude a este estado vistas se satisfacían automáticamente en un
de cosas dándole el nombre de «libertad pura». Estado todopoderoso y que lo único que debían
Se trata aquí, evidentemente, de una inequívo- hacer era ayudar a aumentar el poder del Esta-
ca referencia a los nacionalistas liberales, a do. «La Nación Estado es Espíritu en su racio-
quienes el rey odiaba como a la peste. Y esto se nalidad sustantiva yen su realidad inmediata —
torna aún más claro cuando se observa la alu- expresa—;[64] es, por consiguiente, el poder ab-
sión de Hegel a los primitivos sueños de los soluto sobre la Tierra… El Estado es el Espíritu
nacionalistas, de reconstruir el Imperio germá-
del propio Pueblo. El Estado concreto se halla
nico: «La ficción de un imperio —declara en su animado de este espíritu en todos sus negocios
panegírico de los últimos progresos realizados particulares, en sus Guerras y sus Institucio-
por Prusia— se ha desvanecido por completo, nes… La autoconciencia de una nación particu-
dando lugar a varios Estados Soberanos». Sus lar es el vehículo para el… desarrollo del espíri-
tendencias antiliberales lo indujeron a conside- tu colectivo…; a ella, el Espíritu del Tiempo le
rar a Inglaterra el ejemplo más acabado de na- confiere su Voluntad. Contra esta Voluntad, los
ción en el mal sentido. «Tómese el caso de In- demás espíritus nacionales no tienen ningún
glaterra —manifiesta— que, debido a que las derecho: esa Nación debe dominar al mundo».
personas particulares tienen una participación De este modo, es la nación, su espíritu y su vo-
predominante en los negocios públicos ha sido luntad las que actúan sobre la escena de la his-
considerada la nación dotada de la constitución toria. La historia es la lucha de los diversos es-
más libre. La experiencia demuestra que ese
píritus nacionales por la dominación del mun-
país, si se lo compara con los demás Estados do. Se desprende de aquí que las reformas pro-
civilizados de Europa, es el más atrasado en su piciadas por los nacionalistas liberales son in-
legislación civil y penal, en el derecho y libertad necesarias, dado que la nación y su espíritu
de la propiedad y en las disposiciones para las son, de todas maneras, los principales actores:
artes y ciencias, y que la libertad objetiva o de- además, «toda nación… tiene la constitución
recho racional es sacrificado al derecho for- que le pertenece y le es más apropiada». (Posi-
mal[62] y a los intereses privados particulares, y tivismo jurídico). Vemos, pues, que Hegel re-
esto sucede aun en las instituciones y bienes emplaza los elementos liberales del naciona-
dedicados a la religión». Asombrosa declara- lismo, no sólo con una adoración platónico-
ción, por cierto, especialmente porque se han prusiana del Estado, sino también con la adora-
incluido en ella las «artes y ciencias» y ningún ción de la historia, del éxito histórico. (Federico
país podría haber estado más atrasado que Guillermo había tenido algunos éxitos frente a
Prusia, donde la universidad de Berlín había Napoleón). De este modo, Hegel no sólo inició
sido fundada sólo bajo la influencia de las gue- un nuevo capítulo en la historia del nacionalis-
rras napoleónicas, y con la idea, como dijo el mo, sino que le suministró una nueva teoría.
rey,[63] de que «el Estado reemplazase con con- Como ya vimos, Fichte había elaborado la teo-
quistas intelectuales lo que había perdido en ría de que se hallaba basado en el idioma. Hegel
fuerza física». (Unas páginas más adelante, He- ideó la teoría histórica de la nación. Según él, la
gel se olvida de lo que había dicho acerca de las nación se halla unida por un espíritu que actúa
artes y ciencias en Inglaterra, pues habla allí de en la historia. Se halla unida por el enemigo
«Inglaterra, donde el arte de los trabajos histó- común y por la camaradería originada en las
ricos ha sufrido un proceso de purificación que guerras libradas. (Se ha dicho que una raza es
un conjunto de hombres unidos, no por su ori-
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gen, sino por un error común con respecto a su debe su rápido crecimiento. Su utilización ha
origen. De manera semejante, podríamos decir preparado el terreno y ha educado a los círcu-
que una nación, en el sentido de Hegel, es el los cultos en la deshonestidad intelectual, como
número de hombres unidos por un error co- se demostrará en la sección V de este capítulo.
mún con respecto a su historia). La vinculación Todavía debemos aprender la lección de que la
de esta teoría con el esencialismo historicista honestidad intelectual es fundamental para
de Hegel resulta manifiesta: la historia de una todo aquello que nos importa.
nación es la historia de su esencia o «Espíritu»
que reafirma su existencia sobre la «Escena de
la historia». IV
Como conclusión de esta reseña del surgi- Pero ¿es esto todo? ¿Es esto justo? ¿No ha-
miento del nacionalismo, no estará fuera de brá alguna razón en la afirmación de que la
lugar una observación acorde con los hechos grandeza de Hegel reside en el hecho de haber
que acaecieron hasta la fundación del Imperio creado una nueva forma de pensar histórico, un
germánico de Bismarck. La política de Hegel nuevo sentido histórico?
había consistido en sacar provecho de los sen-
timientos nacionalistas, en lugar de desperdi- Muchos amigos me han criticado por mi ac-
ciar las energías en inútiles esfuerzos para des- titud hacia Hegel y por mi miopía para apreciar
truirlos. Sin embargo, este famoso método pa- su grandeza. Por supuesto que tenían toda la
rece tener, a veces, consecuencias bastante ex- razón del mundo, puesto que, efectivamente,
trañas. La conversión medieval del cristianismo fui incapaz de verla (y sigo sin verla todavía). A
en un credo autoritarista no pudo suprimir por fin de subsanar esta deficiencia, he llevado a
completo sus tendencias humanitarias; una y cabo una indagación lo más sistemática posible
otra vez el cristianismo brota debajo de la capa de la cuestión de dónde residía la grandeza de
autoritaria (y es perseguido como herejía). Hegel.

De esta manera, si bien el consejo de Pareto Pero el resultado fue decepcionante, Sin
sirve para neutralizar las tendencias que ponen duda que todo lo escrito por Hegel acerca de lo
en peligro a la clase gobernante, también puede vasto y grandioso del drama histórico creaba
contribuir, involuntariamente, a preservar esas una atmósfera de interés en torno a la historia;
mismas tendencias. Con el nacionalismo suce- sin duda que sus amplias generalizaciones his-
dió algo parecido. Hegel, que lo había domado, tóricas, sus discriminaciones periódicas y sus
trató de reemplazar el nacionalismo germano interpretaciones fascinaron a algunos historia-
por el prusiano. Pero al así «reducir el naciona- dores, induciéndolos a producir valiosos y de-
lismo a un componente» de su prusianismo tallados estudios históricos (que demostraron,
(para usar su propia jerigonza), Hegel lo «pre- casi invariablemente, la pobreza de los descu-
servó» y Prusia se vio forzada a seguir tratando brimientos de Hegel y de sus métodos), Pero
de sacar partido de los sentimientos del nacio- ¿se debió este influjo estimulante a la autoridad
nalismo germano. Cuando combatió con Aus- de un historiador o de un filósofo? ¿No habrá
tria en 1866, debió hacerlo en nombre del na- obedecido, más bien, a la actividad de un pro-
cionalismo alemán y bajo el pretexto de garan- pagandista? He comprobado, en general, que
tizar la hegemonía de «Alemania». Y debió los historiadores tienden a valorar a Hegel
anunciar la dilatada Prusia de 1871 como el (cuando esto sucede) como filósofo y los filóso-
nuevo «Imperio Alemán», la nueva «Nación fos creen que sus contribuciones de importan-
Alemana» (soldada por la guerra en una sola cia (si las hubo) tuvieron lugar en el campo de
unidad, de acuerdo con la teoría histórica de la historia, Pero el historicismo no es historia y
Hegel de la nación). creer en él revela no poseer ni comprensión ni
sentido históricos. Y si queremos justipreciar la
En nuestros propios tiempos, el histérico grandeza de Hegel, como historiador o como
historicismo de Hegel sigue siendo, todavía, el filósofo, no debemos preguntarnos si alguien
fertilizador al que el totalitarismo moderno le

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halló o no inspiración en su visión de la histo- grado de dependencia entre el tribalismo o to-
ria, sino si había o no verdad en esta visión. talitarismo moderno y las teorías de Hegel.
Por mi parte, sólo he podido encontrar una Si fuera mi intención escribir una historia
idea de importancia y que podría juzgarse im- del advenimiento del totalitarismo, tendría que
plícita en la filosofía de Hegel. Es la que lo im- empezar por tratar el marxismo, pues el fas-
pulsa a atacar el racionalismo e intelectualismo cismo se desarrolló, en parte, a raíz del de-
abstractos que no aprecian la deuda de gratitud rrumbe espiritual y político del marxismo. (Y,
que tiene contraída la razón con la tradición. como veremos más adelante, el mismo juicio
Trátase aquí de la clara comprensión del hecho podría formularse con respecto a la relación
(que Hegel olvida, no obstante, en su Lógica) de que media entre el leninismo y el marxismo).
que los hombres no pueden partir del vacío, Pero puesto que lo que más interesa es el histo-
creando un mundo de pensamientos de la nada, ricismo, parece más acertado dejar el marxis-
y de que, lejos de ello, sus pensamientos son en mo para después, por ser ésta la forma de his-
gran medida producto de un patrimonio inte- toricismo más pura que se haya dado nunca,
lectual. dedicándonos ahora a encarar el fascismo.
Estoy perfectamente dispuesto a admitir El totalitarismo moderno es sólo un episo-
que es éste un punto importante y que, si se lo dio dentro de la eterna rebelión contra la liber-
busca especialmente, es posible encontrarlo en tad y la razón. Se distingue de los episodios
Hegel. Pero niego que haya sido una contribu- más antiguos, no tanto por su ideología como
ción propia de Hegel. Por el contrario, es más por el hecho de que sus jefes lograron realizar
bien propiedad común de los románticos. Que uno de los sueños más osados de sus predece-
todas las entidades sociales son productos de la sores, a saber, convertir la rebelión contra la
historia, que no son invenciones planeadas por verdad en un movimiento popular. (Por su-
la razón sino formaciones provenientes de los puesto que no debemos sobreestimar su popu-
caprichos de los sucesos históricos, de la inter- laridad; la intelligentsia también constituye una
acción de ideas e intereses, de los sufrimientos parte del pueblo). El factor que lo hizo posible
y de las pasiones, es cosa sabida desde mucho en los países involucrados fue el desmorona-
antes de Hegel. En efecto, ello se remonta a miento de otro movimiento popular: la Demo-
Edmund Burke, cuya apreciación del significa- cracia Social o la versión democrática del mar-
do de la tradición para el funcionamiento de xismo que, a los ojos de la clase trabajadora
todas las instituciones sociales había tenido simbolizaba las ideas de libertad e igualdad,
una inmensa influencia sobre el pensamiento cuando se hizo evidente que no fue por casua-
político del movimiento romántico alemán. En lidad que este movimiento no logró, en 1914,
Hegel puede hallarse la huella de su influencia, detener el estallido de la guerra; cuando se pu-
pero sólo bajo la forma insostenible y exagera- so de manifiesto que se hallaba inerme para
da de un relativismo histórico y evolucionista, hacer frente a los problemas de la paz y, sobre
bajo la forma de la peligrosa teoría de que lo lodo, al de la desocupación y la depresión eco-
que se cree hoyes verdad, de hecho, para hoy, y nómica, y cuando, por fin, este movimiento se
en su corolario igualmente peligroso de que lo defendió tibiamente de la agresión fascista,
que era verdad ayer (verdad y no meramente entonces la fe en el valor de la libertad y en la
«creído») puede ser falso mañana; doctrina posibilidad de la igualdad se vio seriamente
ésta que, a no dudarlo, no es la más apropiada amenazada, y la perpetua rebelión contra la
para alentar una apreciación del significado de libertad pudo, a tuertas o a derechas, adquirir
la tradición. un respaldo más o menos popular.
El hecho de que el fascismo haya tenido que
V asimilar parle del patrimonio marxista explica
el rasgo «original» de la ideología fascista, en el
Pasarnos ahora a la última parte de nuestra único punto en que se desvía de la configura-
crítica del hegelianismo, esto es, al análisis del ción tradicional de la rebelión contra la liber-

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tad. El tópico a que me refiero es que el fascis- que determina su destino esencial, sino su San-
mo no tiene gran necesidad de apelar abierta- gre.
mente a lo sobrenatural. Esto no quiere decir
La transformación del hegelianismo en ra-
que haya de ser, necesariamente, ateo o que cismo, o del Espíritu en sangre, no modifica en
carezca totalmente de elementos místicos o mayor medida la principal tendencia de esta
religiosos. Pero la difusión del agnosticismo a escuela. Sólo le confiere un matiz de biología y
través del marxismo condujo a una situación tal de evolucionismo moderno. El producto es una
que ningún credo político que aspirase a la po- religión materialista y mística al mismo tiempo,
pularidad entre la clase trabajadora podía atar- muy parecida a la religión de la evolución crea-
se a ninguna de las formas religiosas tradicio- dora (cuyo profeta fue el hegeliano[66] Bergson);
nales. Ésta es la razón por la cual el fascismo una religión que G. B. Shaw, más profética que
añadió a su ideología oficial, por lo menos en profundamente, caracterizó en cierta ocasión
sus primeras etapas, cierta dosis del materia- como «una fe que contemporizaba con la pri-
lismo evolucionista del siglo XIX. mera condición de todas las religiones que al-
De este modo, la fórmula del «preparado» guna vez han dominado a la humanidad: a sa-
fascista es la misma en todos los países: Hegel + ber, que debe ser… una metabiología». Y por
una pizca de materialismo tipo siglo XIX (espe- cierto, esta nueva religión racista muestra cla-
cialmente el darwinisrno, en la forma algo bur- ramente un componente-meta y un componen-
da que le dio Haeckel).[65] El elemento «científi- te-biología, por así decirlo, o una mezcla de la
co» del racismo puede remontarse a Haeckel, mística metafísica de Hegel y la biología mate-
quien fue responsable, en 1900, de la organiza- rialista de Haeckel.
ción de un concurso que tenía por tema lo si- En cuanto a la diferencia entre el totalita-
guiente: «¿Qué conclusiones pueden extraerse rismo moderno y el hegelianismo, si bien signi-
de los principios del darwinismo con respecto ficativa desde el punto de vista de la populari-
al desarrollo interno y político del Estado?». El dad, carece de importancia en lo que se refiere
primer premio fue adjudicado a un voluminoso a sus principales tendencias políticas. Pero si
trabajo racista de W. Schallmeyer, que se con- enfocamos ahora las similitudes, el cuadro
virtió, así, en el abuelo de la biología racial. Es cambia por completo. Casi todas las ideas más
interesante destacar lo mucho que se parece importantes del totalitarismo moderno están
este racismo materialista, pese a su origen tan heredadas directamente de Hegel, quien colec-
diverso, al naturalismo de Platón. En ambos cionó y conservó lo que A. Zimmer llama[67] el
casos, la idea básica es que la degeneración, en «arsenal de armas para los movimientos auto-
particular la de las clases superiores, se halla ritarios». Aunque la mayoría de esas armas no
en la raíz de la decadencia política (léase: del fueran forjadas por el propio Hegel, sino tan
avance de la sociedad abierta). Además, el mo- sólo descubiertas en los diversos botines de
derno mito de la Sangre y el Suelo tiene su con- guerra antiguos que guardan memoria de la
traparte exacta en el mito platónico de los Te- eterna rebelión contra la libertad, fue sin duda
rrígenos. Sin embargo, la fórmula del racismo su esfuerzo el que hizo redescubrirlas y colo-
moderno no es «Hegel + Platón», sino «Hegel + carlas en manos de los totalitarios modernos.
Haeckel». Como veremos más adelante, Marx He aquí una breve lista de algunas de las más
reemplazó el «Espíritu» de Hegel por la materia preciadas de esas ideas. (Omitiremos, sin em-
y los intereses económicos. Del mismo modo, el bargo, el totalitarismo y tribalismo platónicos,
racismo sustituye el «Espíritu» de Hegel por pues ya han sido tratados extensamente, así
algo material, el concepto casi biológico de la como también la teoría del amo y el esclavo).
sangre o raza. Ya no es el «Espíritu» sino la
Sangre la esencia autopropulsada; ya no es el a) El nacionalismo, bajo la forma de la idea
«Espíritu», sino la sangre, el Soberano del historicista de que el Estado es la encarnación
mundo y Señor de la Escena de la historia, y ya del Espíritu (o, según la versión actual, de la
no es el «Espíritu» de una nación, finalmente, el sangre) de la nación (o raza) creadora del Esta-
do; una nación elegida (actualmente, la raza

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elegida) está destinada a la dominación del Nación… tiene su significación esencial en rela-
mundo. b) El Estado, como enemigo natural de ción con el Estado». El Estado así constituido
todos los demás Estados debe afirmar su exis- debe ser totalitario, es decir, que su poderío
tencia en la guerra. c) El Estado se halla exento debe impregnar y controlar la vida entera del
de toda clase de obligación moral. La historia, pueblo y todas sus funciones: «El Estado es, por
esto es, el éxito histórico, es el único juez; la lo tanto, la base y centro de todos los elementos
utilidad colectiva es el único principio de la concretos de la vida de un pueblo: el Arte, el
conducta personal; la mentira y la deformación Derecho, la Moral, la Religión y la Ciencia… La
de la verdad con fines propagandísticos son sustancia que… existe en esa realidad concreta
permisibles. d) Se impone la idea «ética» de la que es el Estado, es el Espíritu del Pueblo mis-
guerra (toral y colectivista), en particular de las mo. El Estado concreto se halla animado por
naciones jóvenes contra las antiguas; la guerra, este Espíritu en todos sus asuntos particulares,
el destino y la fama son los bienes más desea- en sus guerras, instituciones, etc».. Puesto que
bles. e) El papel creador del Gran Hombre, la el Estado ha de ser poderoso, debe rivalizar en
personalidad histórico-universal, el hombre de fuerza con los demás estados. Debe afirmar su
conocimientos profundos y grandes pasiones existencia sobre la «escena de la historia», debe
(actualmente, el principio del conductor). f) El aprobar su esencia o Espíritu peculiar y su ca-
ideal de la vida heroica («vivir peligrosamen- rácter nacional «estrictamente definido», me-
te») y del héroe, en oposición al despreciable diante hazañas históricas y debe aspirar, en
burgués y su vida de chata mediocridad. última instancia, a la dominación del mundo.
He aquí un resumen de este esencialismo histo-
Esta lista de tesoros espirituales no es ni
ricista en las palabras de Hegel: «La esencia
sistemática ni completa. Todos ellos proceden
misma del Espíritu es la actividad; ella actualiza
directamente del viejo patrimonio y fueron
lo potencial y hace de sí misma su propia labor,
almacenados y preparados para el uso, no sólo
su propia obra… Del mismo modo sucede con el
por las obras de Hegel y sus discípulos, sino
Espíritu de una Nación; es un Espíritu dotado
también por el espíritu de una clase culta nu-
de características estrictamente definidas que
trida exclusivamente, durante tres largas gene-
existen y perduran… en los sucesos y transicio-
raciones, con ese corrompido alimento espiri-
nes que configuran su historia. Ésa es su obra,
tual que Schopenhauer no tardó en calificar[68]
eso es lo que es esta Nación particular. Las na-
de «seudofilosofía destructora de la inteligen-
ciones son lo que son sus actos… Una Nación
cia» y «empleo maligno y criminal del lengua-
será moral, virtuosa y fuerte mientras se ocupe
je». Pasemos ahora a efectuar un examen más
en la realización de sus grandes objetivos… Las
detallado de los diversos puntos de la lista.
constituciones dentro de cuyo marco los pue-
a) De acuerdo con las doctrinas totalitarias blos histórico-universales han alcanzado su
modernas, el Estado Como tal no constituye la culminación les son peculiares… En consecuen-
meta más elevada. Es ésta, más bien, la Sangre, cia, de... las instituciones políticas de los anti-
el Pueblo, la Raza. Las razas superiores poseen guos Pueblos histórico-universales, nada puede
la facultad de crear Estados. El objetivo más aprenderse… Cada Genio nacional particular
elevado de una raza o nación es el de formar un debe ser tratado como sólo «un Individuo en el
Estado poderoso que pueda servir a manera de proceso de la historia». El Espíritu o Genio na-
potente instrumento para su autoconservación. cional debe ponerse a prueba a sí mismo, fi-
Estas ideas (si se exceptúa la sustitución, del nalmente, en la dominación del mundo: «La
Espíritu por la Sangre) se deben a Hegel, quien autoconciencia de una Nación particular… es la
escribió:[69] «En la existencia de una Nación, el realidad objetiva a la cual el Espíritu del Tiem-
objetivo sustancial es llegar a ser un Estado y po le confiere su Voluntad. Contra esta Volun-
preservarse como tal. Una Nación que no se tad absoluta los otros espíritus nacionales par-
haya consolidado bajo la forma de un Estado — ticulares no tienen ningún derecho; esa Nación
una simple nación— carece, en rigor, de histo- domina al Mundo…».
ria, al igual que las naciones… que se desarro-
llaron en la barbarie. Lo que le ocurre a una
41
Pero Hegel no sólo elaboró la teoría históri- por lo tanto, regular este infortunado estado de
ca y totalitaria del nacionalismo, sino que pre- cosas mediante la adopción de los planes kan-
vió también claramente sus posibilidades psi- tianos para el establecimiento de la paz eterna
cológicas. Así, comprendió que el nacionalismo por medio de una unión federal? Por cierto que
satisface una necesidad, el deseo de los hom- no —contesta Hegel— comentando el proyecto
bres de descubrir y conocer su lugar definido de Kant para la paz: «Kant propuso una alianza
dentro del universo, y de pertenecer a un cuer- de soberanos», declara Hegel de forma bastan-
po colectivo poderoso. Al mismo tiempo, exhi- te inexacta (pues Kant proponía una federación
be esa notable característica del nacionalismo de lo que llamamos ahora Estados democráti-
germano, a saber, su intenso complejo de infe- cos), «que resolviesen las controversias de los
rioridad (para utilizar la terminología más re- Estados, y la Santa Alianza probablemente as-
ciente), especialmente con respecto a los ingle- piró a ser una institución de este tipo. El Esta-
ses. Y el alemán recurre conscientemente, con do, sin embargo, es un individuo y la individua-
su nacionalismo o tribalismo, a aquellos senti- lidad contiene, esencialmente, la negación.
mientos que hemos descrito (en el capítulo 10) Cierto número de Estados puede erigirse en
como la tensión de la civilización: «Todo inglés una familia, pero esta confederación, como in-
—expresa Hegel[70]— os dirá: nosotros somos dividualidad, debería crear oposición y engen-
los que navegamos el océano y dominamos el drar un enemigo». Esta conclusión se debe a
comercio del mundo, y es a nosotros a quienes que en la dialéctica de Hegel la negación es
pertenecen las Indias Orientales y sus rique- igual a la limitación y, por consiguiente, no sólo
zas… La relación del hombre individual con ese significa línea limítrofe o fronteriza, sino tam-
espíritu… consiste… en que… le permite tener bién la creación de un adversario «Los aciertos
un lugar definido en el mundo, ser algo. En y actos de los Estados en su relación recíproca
efecto, encuentra… en el pueblo al que pertene- revelan la dialéctica de la naturaleza finita de
ce, un mundo firme, ya establecido… al cual estos Espíritus». Estas citas han sido tomadas
debe incorporarse. En ésta su obra, y por lo de la Filosofía del Derecho, si bien en su Enci-
tanto su mundo, el Espíritu del Pueblo goza de clopedia, anterior a aquélla, la teoría de Hegel
su existencia y encuentra su satisfacción». anuncia las teorías modernas, por ejemplo la de
Freyer: «El aspecto final del Estado es aparecer
b) Una teoría común a Hegel y a todos sus
en la realidad inmediata como una sola na-
secuaces racistas es la de que el Estado, por su
ción… como individuo único es excluyente de
esencia misma, sólo puede existir mediante la
otros individuos semejantes. En sus relaciones
contraposición con otros Estados individuales.
mutuas, también el azar y la discordia tienen su
H. Freyer, uno de los primeros sociólogos de
lugar… Esta independencia.., reduce las dispu-
Alemania en la actualidad, manifiesta:[71] «Un
tas entre ellos a términos de violencia mutua, a
ser que se desarrolla en torno a su propio nú-
un estado de guerra… Es esta situación de gue-
cleo crea, incluso involuntariamente, la línea
rra en la que se manifiesta la omnipotencia del
limítrofe. Y la frontera, aun cuando sea involun-
Estado…». De este modo, el historiador pru-
tariamente, crea al enemigo». Y Hegel, de forma
siano Treitschke sólo demuestra cuán bien
similar: «Así como el individuo no es una per-
comprende el esencialismo dialéctico de Hegel
sona real a menos que se halle relacionado con
cuando repite: «La guerra no es sólo una nece-
otras personas, del mismo modo el Estado no
sidad práctica, sino también una necesidad teó-
será una individualidad real a menos que se
rica; una exigencia de la lógica. El concepto del
halle relacionado con otros Estados… La rela-
Estado implica el concepto de guerra, pues la
ción de un Estado particular con otro presen-
esencia del Estado es el Poder. El Estado es el
ta… el más mudable juego de… pasiones, in-
Pueblo organizado como Poder soberano».
tereses, objetivos, talentos, virtudes, facultades,
injusticias, vicios y meros azares externos. Es c) El Estado es la Ley, tanto moral como ju-
un juego en donde hasta el Todo Ético —la In- rídica. De este modo, no puede hallarse sujeto a
dependencia del Estado— se halla expuesto a ninguna norma, ni en particular al patrón de la
las contingencias». ¿No deberíamos intentar, moralidad civil. Sus responsabilidades históri-
42
cas son más profundas y su único juez es la His- finitas de la Historia Universal, pues la historia
toria del mundo. El único patrón posible para el del Mundo es el Tribunal de Justicia del Mun-
juzgamiento del Estado es el éxito histórico uni- do».
versal de sus actos. Y este éxito, el poder y la Freyer tiene ideas muy similares pero las
expansión del Estado, debe privar frente a toda expresa más francamente:[74] «Es el tono viril y
otra consideración de la vida particular de los osado el que prevalece en la historia. El botín
ciudadanos; la justicia es lo que sirve al poder será del fuerte. Quien da un paso en falso se
del Estado. Es ésta, a la vez, la teoría de Platón, encuentra perdido… El que quiere dar en el
la teoría del totalitarismo moderno y la teoría blanco tiene que saber cómo se tira». Pero to-
de Hegel: es la moral platónico-prusiana. «El das estas ideas son, en última instancia, sólo
Estado —declara Hegel—[72] es la concreción de repeticiones de Heráclito: «La guerra… de-
la Idea Ética. Es el Espíritu ético revelado como muestra que unos son dioses y otros sólo hom-
la Voluntad sustancial y consciente de sí». En bres, al convertir a estos últimos en esclavos y
consecuencia, no puede haber ninguna idea a aquéllos en amos… La guerra es justa». Según
ética por encima del Estado. «Cuando las Vo-
esas teorías, no puede haber ninguna diferencia
luntades particulares de los Estados no pueden moral entre la guerra en que somos atacados y
llegar a un acuerdo, su controversia sólo puede aquella en que atacamos a nuestros vecinos; la
resolverse por la guerra. Cuáles ofensas habrán única diferencia posible es la victoria. El señor
de ser consideradas como transgresiones de un F. Haiser, autor del libro Slavery: Its Biological
tratado o violaciones del respeto y el honor, no Foundation and Moral Justification (1923) (La
es cosa que pueda precisarse exactamente… El esclavitud: su fundamento biológico y su justi-
Estado puede identificar su infinitud y honor ficación moral), profeta de una raza y de una
con cada uno de sus aspectos. «En efecto…, la moralidad señoriales, arguye: «Si debemos de-
relación entre los Estados fluctúa y no existe fendernos, entonces debe existir algún agre-
ningún juez capaz de dirimir sus diferencias». sor… Y si es así, ¿por qué no hemos de ser no-
En otras palabras: «Frente al Estado no existe sotros los agresores?». Pero incluso esta doc-
ningún poder capaz de decidir qué es… justo…
trina (su antecesora es la famosa teoría de
Los Estados… pueden celebrar acuerdos mu- Clausewitz, quien sostenía que un ataque era
tuos pero son, al mismo tiempo, superiores a siempre la mejor defensa) es hegeliana, pues
esos acuerdos ¡vale decir que no están obliga- Hegel, al referirse a las ofensas que llevan a la
dos a cumplirlos]… los tratados celebrados en- guerra, no sólo demuestra la necesidad de que
tre Estados… dependen, en última instancia, de toda «guerra de defensa» se convierta en "gue-
las voluntades de los soberanos particulares y, rra de conquista», sino que nos informa de que
por esta razón, no deben merecer una confian- algunos Estados poseedores de una fuerte indi-
za absoluta». vidualidad, «se hallan naturalmente más incli-
De este modo, el único tipo de «juicio» posi- nados a la irritabilidad», a fin de justificar lo
ble puede recaer sobre los actos y sucesos his- que denomina, eufemísticamente, la «actividad
tórico-universales: su resultado, su éxito. Hegel intensa».
puede identificar, por consiguiente,[73] «el des- Con el establecimiento del éxito Histórico
tino esencial·—el objetivo absoluto— con el como único juez en los asuntos concernientes a
resultado verdadero de la Historia universal». los Estados o naciones, y con la tentativa de
Tener éxito, esto es, surgir como el más fuerte desechar las distinciones morales, tales como
de la lucha dialéctica librada entre los distintos las existentes entre la agresión y la defensa, se
Espíritus Nacionales por el poder, por la domi- vuelve necesario razonar contra la moralidad
nación del mundo, es, pues, el fin único y últi- de la conciencia. Hegel lo lleva a cabo mediante
mo, así como la sola base de juicio o, como dice el establecimiento de lo que llama «verdadera
Hegel más poéticamente: «De esta dialéctica moralidad», o, más bien, virtud social, a dife-
surge el Espíritu Universal, el ilimitado Espíritu rencia de la «falsa moralidad». Casi no hace
del Mundo, pronunciando su sentencia —y este falta decir que esta «verdadera moralidad» es
fallo no tiene apelación— sobre las Naciones la moralidad totalitaria platónica, con una bue-
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na dosis de historicismo, en tanto que la «falsa engañar al Pueblo, La respuesta es que el pue-
moralidad» —a la que también describe como blo jamás permitirá que se lo engañe con res-
«rectitud simplemente formal— es la de la con- pecto a su base sustancial». (F. Haiser, el mora-
ciencia personal. «Se puede perfectamente — lista por excelencia, manifiesta: «No es posible
manifiesta Hegel—[75] establecer los verdaderos ningún error allí donde dicta el alma racial»),
principios de la moralidad, o mejor dicho, de la «sino que se engañará él mismo —sigue dicien-
virtud social, en oposición a la falsa moralidad, do Hegel— acerca de la forma en que la cono-
pues la Historia del Mundo ocupa un sitio supe- ce… La opinión pública merece, pues, ser tan
rior al de la moralidad, que es de carácter per- estimada como despreciada… De este modo, la
sonal, a saber: la conciencia de los individuos, primera condición para llegar a lograr algo
su voluntad y modo de conducta particulares, grande es apartarse de la opinión pública… y
etc. Lo que exige y significa el fin absoluto del las grandes conquistas están destinadas, por
Espíritu, lo que hace la Providencia, trascien- cierto, a ser reconocidas y aceptadas por la
de… la imputación de móviles buenos o malos… opinión pública…», En suma: lo que cuenta
En consecuencia, solo es la rectitud formal, siempre es el éxito. Si la mentira tuvo éxito,
abandonada del Espíritu viviente y de Dios, lo entonces no era una mentira, puesto que el
que alienta a aquellos que se aferran obstina- Pueblo no fue engañado con respecto a su base
damente al derecho y al orden antiguos». (Es sustancial.
decir, los moralistas que se refieren, por ejem- d) Hemos visto que el Estado, especialmen-
plo, al Nuevo Testamento). «Las hazañas de los te en su relación con los demás Estados, se ha-
Grandes Hombres, de las Personalidades histó- lla más allá del bien y del mal: es amoral. Cabe
ricas universales… no deben chocar con razo- esperar, por consiguiente, que se nos diga que
nes morales que nada hacen al caso. No debe la guerra no es un mal moral, sino moralmente
levantarse contra ellas la letanía de las virtudes neutral. Sin embargo, la teoría de Hegel sobre-
privadas, de la modestia, de la humildad, de la pasa esta expectativa, pues se desprende de
filantropía y de la indulgencia. La historia del ella, en realidad, que la guerra es buena en sí
mundo puede, en principio, ignorar por com-
misma. Así, nos declara que «existe un elemen-
pleto el círculo dentro del cual reside la mora- to ético en la guerra»[77] y que «es necesario
lidad». Encontramos aquí, por fin, la perversión reconocer que lo Finito, como la propiedad y la
de la tercera de las ideas de 1789, la de la fra- vida, es accidental. Esta necesidad se nos pre-
ternidad o, como dice Hegel, de la filantropía, senta bajo la forma de una fuerza de la natura-
junto con la ética de la conciencia. leza, pues todas las cosas finitas son morales y
Esta teoría historicista, platónico-hegeliana, transitorias. Sin embargo, en el orden ético, en
ha sido repetida luego una y otra vez. El célebre el Estado…, esta necesidad es exaltada a un
historiador E. Meyer, por ejemplo, habla de la plano de libertad, a una ley ética… La guerra…
«chata estimación moralizante que juzga las se convierte ahora en un elemento… de… la
grandes empresas políticas con la vara de la justicia… La guerra tiene la profunda significa-
moralidad civil, pasando por alto los factores ción de que gracias a ella se preserva la salud
más profundos y más verdaderamente morales ética de una nación y afloran a tierra sus obje-
del Estado y de las responsabilidades históri- tivos finitos… La guerra preserva a la gente de
cas». la corrupción que terminaría por acarrearle
una paz permanente. La historia nos muestra
Cuando se sostiene semejantes opiniones,
una cantidad de ejemplos de cómo las guerras
debe desaparecer, forzosamente, toda vacila-
victoriosas han puesto término a la inquietud
ción con respecto a las mentiras propagandis-
interna… Estas Naciones, destrozadas por la
tas y las deformaciones de la verdad, especial-
lucha intestina, logran la paz en su seno me-
mente si con esto se logra acrecentar el poderío
diante la guerra en el exterior». Este pasaje,
del Estado. El enfoque que hace Hegel de este
extraído de la Filosofía del Derecho, revela la
problema es, sin embargo, bastante sutil: «Una
influencia de las enseñanzas platónicas y aris-
gran mentalidad ha planteado públicamente la
totélicas con respecto a los «peligros de la
cuestión —declara—[76] de si es permisible o no
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prosperidad»; al mismo tiempo, es un buen entre muchos» (alusión a la conscripción uni-
ejemplo de identificación de lo moral con lo versal). «Ningún valor personal es significativo;
saludable, de la ética con la higiene política, o lo importante reside en la autosubordinacion a
del derecho con el poder; todo esto conduce lo universal. Esta forma superior hace que… la
directamente, como se verá por el siguiente valentía parezca más mecánica… La hostilidad
pasaje de la Filosofía de la Historia de Hegel, a no va dirigida contra individuos aislados, sino
la identificación de la virtud con el vigor. (Se contra un todo hostil» (se observa aquí un anti-
encuentra inmediatamente después del pasaje cipo del principio de la guerra total);«… el valor
ya mencionado, referente al nacionalismo como personal se torna impersonal. No debe creerse
medio de superar los propios sentimientos de que la invención del cañón es casual; por el
inferioridad, y sugiere que hasta la guerra pue- contrario, obedece a este principio…». Dentro
de resumir un medio apropiado para alcanzar de una tónica semejante, Hegel dice de la in-
tan noble fin). Al mismo tiempo, se da por sen- vención de la pólvora que: «La humanidad la
tada claramente la teoría moderna de la virtuo- necesitaba y entonces hizo su aparición».
sa agresividad de los países jóvenes que nada (¡Cuánta bondad por parte de la Providencia!)
tienen, contra los viejos y ruines que todo lo Los fundamentos del filósofo E. Kaufmann
poseen. «Una Nación —manifiesta Hegel— es son, pues, del más puro hegelianismo, cuando
moral, virtuosa y vigorosa mientras se halla razona, en 1911, contra el ideal kantiano de la
entregado a la realización de grandes objeti- comunidad de hombres libres: «No la comuni-
vos… Pero una vez que estos han sido alcanza- dad de hombres de libre voluntad, sino una
dos, la actividad desplegada por el Espíritu del guerra victoriosa: he ahí el ideal social… pues es
Pueblo… deja de ser necesaria… Es mucho to- en la guerra donde el Estado despliega su ver-
davía lo que la Nación puede llevar a cabo en la dadera naturaleza»;[79] otro tanto puede decirse
guerra y la paz… Pero puede decirse que ha de E. Banse, el famoso «militarista científico»,
cesado, prácticamente, la actividad del alma cuando expresa en 1933: «La guerra significa la
misma, viviente y sustancial… La Nación vive la mayor intensificación… de todas las energías
misma clase de vida que el individuo cuando
espirituales de una época… Ella representa el
pasa, de la madurez a la vejez… Esta vida uni- esfuerzo extremo del poder Espiritual del pue-
forme (como el reloj de cuerda que marcha por blo… en ella se unen el Espíritu y la Acción. En
sí solo) es la que lleva a la muerte natural… Y realidad, la guerra suministra la base sobre la
así como perecen los individuos, también pere- cual el alma humana puede manifestarse en
cen los pueblos… Un pueblo sólo puede sucum- toda su plenitud… De ninguna otra manera
bir por muerte violenta cuando ya se halla na- puede la Voluntad… de la Raza… alcanzar la
turalmente muerto por dentro». (Las últimas existencia de forma tan integral como mediante
observaciones encuadran dentro de la Tradi- la guerra». Y el general Ludendorff prosigue
ción de la declinación y caída). diciendo en 1935: «Durante los años de la lla-
Las ideas de Hegel con respecto a la guerra mada paz, la política… sólo tiene sentido en
son sorprendentemente modernas, tanto que tanto que prepara la guerra total». De este mo-
llega a vislumbrar, incluso, las consecuencias do, no hace sino formular con más precisión
morales de la mecanización o, mejor dicho, ve una idea sustentada por el famoso filósofo
en la guerra mecánica las consecuencias del esencialista Max Scheler en 1915: «La guerra
Espíritu ético del totalitarismo o colectivis- significa el Estado en su crecimiento y desarro-
mo:[78] «Existen distintas clases de valentía. El llo más actualizados; significa política». La
coraje del animal o del ladrón, la bravura origi- misma doctrina hegeliana vuelve a ser expre-
nada en el sentido del honor, la valentía caba- sada por Freyer en 1935: «El Estado, desde su
lleresca no son, sin embargo, formas auténticas primer momento de existencia, se instala en la
de valentía. En las naciones civilizadas la ver- esfera de la guerra… La guerra no es sólo la
dadera valentía consiste en la diligencia para forma más perfecta de actividad del Estado,
consagrarse por entero al servicio del Estado, sino que constituye el elemento mismo en que
de modo que el individuo sólo cuente como uno se aloja el Estado; claro está que dentro del
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término debe incluirse la guerra pospuesta, la terminante: «Todos los que estamos por… los
guerra solapada, la guerra prevenida o rehusa- métodos de gobierno racionales y civilizados y
da, etc».. Pero quien extrae la conclusiones más la organización social, coincidimos en que la
atrevida es F. Lenz, quien, en su libro La raza guerra es, en sí misma, un mal, …», y tras de
como principio del valor, plantea cautelosamen- añadir que, en la opinión de la mayoría (salvo
te la siguiente cuestión: «Pero si la humanidad los pacifistas), puede convenirse, en ciertas
fuera la meta de la moral, entonces ¿no ha- circunstancias, en un mal necesario, continúa
bríamos tornado nosotros, después de todo, la diciendo: «La actividad nacionalista es diferen-
senda equivocada?», para desechar de inmedia- te, si bien no supone necesariamente el deseo
to esta alternativa con la siguiente respuesta: de un guerrear perpetuo o Frecuente. No ve un
«Lejos de nosotros la idea de que la humanidad mal en la guerra sino, al contrario, un bien, aun
pueda condenar a la guerra; al contrario, es la cuando sea un bien peligroso, como un vino
guerra la que condena a la humanidad». Esta fuerte que conviene reservar para las ocasiones
concepción se halla vinculada con el histori- excepcionales». La guerra no es un mal común
cismo de E. Jung, quien observa: «El humanita- y frecuente, sino un bien precioso y raro: tal
rismo, o la idea de la humanidad… no es el re- sería la síntesis de las ideas de Hegel y sus su-
gulador de la historia». Pero es el precursor de cesores.
Hegel, Fichte —que mereció de Schopenhauer Uno de los aciertos de Hegel fue la resu-
el calificativo de «retórico»—, a quien debe rrección de la idea heracliteana del destino;
atribuirse el argumento antihumanitarista ori- éste insistió[81] en que la gloriosa idea griega del
ginal. Refiriéndose a la palabra «humanidad», destino expresaba la esencia de una persona o
Fichte escribió lo siguiente: «Si se le hubiera de una nación, en oposición a la idea hebrea
presentado a un alemán, en lugar de la palabra nominalista de las leyes universales, ya fueran
de origen latino “humanidad”, su adecuada tra- de la naturaleza o de la moral. La doctrina
ducción sajona (“manhood”, “Menschheit” = na- esencialista del destino puede deducirse (como
turaleza humana), entonces… habría dicho: se demostró en el capítulo anterior) de la opi-
“[Después de todo no es tanta la diferencia en-
nión de que la esencia de una nación sólo pue-
tre ser hombre o una bestia salvaje!” He aquí lo de revelarse en su historia. No es «fatalista» en
que hubiera dicho un alemán, cosa que para un el sentido de que estimule la inactividad; no ha
romano habría sido imposible. En efecto, en la de confundirse, pues, el «destino» con la «pre-
lengua germana, el término (manhood, Mens- destinación». Todo lo contrario; uno mismo, la
chheit) sólo ha conservado una denotación me- esencia real de uno, el alma más íntima, la sus-
ramente fenoménica, sin trascender una idea tancia de que está hecho (voluntad y pasión
superior como entre los latinos. Quienquiera más que razón) son de importancia decisiva en
que intente introducir astutamente de contra- la configuración del propio destino. A partir de
bando este símbolo latino extraño a nosotros la ampliación que hizo Hegel de esta teoría, la
[es decir, el término “humanismo”] en la lengua idea del destino se ha convertido en una obse-
germana, adulteraría abiertamente, de este sión favorita, por así decirlo, de la rebelión con-
ruedo, nuestros patrones éticos…», Spengler tra la libertad. Kolnai acierta al destacar la rela-
repite la teoría de Fichte, al decir: «Nuestro ción entre el racismo (es el destino el que lo
término sajón (manhood = Menschheit) es una hace a uno pertenecer a determinada raza) y la
expresión zoológica o una palabra vacía»; y lo hostilidad a la libertad: «Con el principio de la
mismo Rosenberg, quien declara: «La vida inte- Raza —declara Kolnai—[82] se quiere encarnar y
rior del hombre se vio adulterada cuando… se expresar la más completa negación de la liber-
le imprimió en el espíritu un concepto extraño: tad humana, la negación de los derechos igua-
salvación, humanitarismo y cultura humanis- les, verdadero desafío éste al género humano».
ta». Y también insiste con razón en que el racismo
Kolnai, a cuya obra debo la consulta de un tiende a «combatir la Libertad con el Destino, la
sinnúmero de datos que, de otro modo, no me conciencia individual con el apremiante llama-
hubiera sido posible conocer, dice[80] de forma do de la Sangre, más allá de todo control y ra-
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zón». Hasta esta última tendencia halla expre- bres». El racismo moderno, en consecuencia,
sión en Hegel, si bien, como de costumbre, de «no reconoce igualdad entre las almas ni igual-
manera bastante oscura: «Lo que denomina- dad entre los hombres»[84] (Rosenberg). De este
mos principio, objetivo, destino o la naturaleza o modo, no hay ningún obstáculo que nos impida
idea del Espíritu —expresa Hegel— es una adoptar del arsenal de las armas contra la li-
esencia oculta, sin desarrollar, que, como tal — bertad, el Principio del Conductor o, como lo
por auténtica que sea en sí misma— no es to- llama Hegel, la idea de la Personalidad Históri-
davía completamente real… La fuerza propul- ca Universal. Es éste uno de los conceptos favo-
sora que… les da… existencia es la necesidad, el ritos de Hegel. Al examinar la abominable
instinto, la inclinación y la pasión de los hom- «cuestión de si es o no permisible engañar a un
bres». El filósofo moderno de la educación to- pueblo» (ver más arriba) expresa: «En la opi-
tal, E. Krieck, se orienta hacia la línea fatalista: nión pública todo es cierto y falso a la vez, pero
«Toda voluntad y actividad racionales del indi- corresponde al Gran Hombre descubrir la ver-
viduo se circunscriben a su vida cotidiana; más dad. El Gran Hombre de su tiempo es aquel que
allá de esta esfera sólo puede alcanzar a cum- expresa la voluntad de su tiempo: aquél que
plir un destino superior en la medida en que dice a su época lo que quiere y lo lleva a cabo.
esté sujeto a los poderes superiores del des- El Gran Hombre actúa de acuerdo con el Espíri-
tino». Parecería que hablase por su experiencia tu y Esencia interiores de su época, materiali-
personal cuando dice, a continuación: «El indi- zándolos. Y aquel que no sepa cómo despreciar
viduo no puede llegar a convertirse en un ser la opinión pública, según se deja oír aquí y allá,
creador y significativo mediante planes racio- jamás llegará a ser nada grande». Esta excelen-
nales, sino tan sólo a través de las fuerzas que te descripción del Conductor como publicista
obran por encima y debajo de él, y que no se se halla combinada con un refinado mito de la
originan en su propio ser sino que rondan y se Grandeza del Gran Hombre, que consiste en su
abren camino a través del mismo…», (Pero lo carácter de instrumento sobresaliente para
que es ya una generalización gratuita de las realizar el Espíritu en la Historia. En su examen
experiencias personales más íntimas del filóso- de los «Hombres Históricos Universales», dice
fo es su afirmación de que no sólo «la época de Hegel: «Eran hombres prácticos, políticos. Pero
la ciencia “objetiva” o “libre” ha concluido» sino al mismo tiempo, eran pensadores que cono-
también la de la «razón pura»). cían las exigencias de la época y lo que estaba
maduro para desarrollarse… Los Hombres His-
Junto con la idea del destino, Hegel resucita
tóricos Universales —los Héroes de cada épo-
su contraparte, a saber, la idea de la fama: «Los
ca—·deben ser reconocidos como tales, por lo
individuos… son instrumentos… Lo que ganan
tanto, por su visión de largo alcance; sus accio-
personalmente…, mediante la participación
nes, sus palabras, son las mejores de su tiem-
individual en el negocio sustancial (preparado
po… Fueron ellos quienes mejor comprendie-
y designado con independencia de los mismos)
ron los problemas de Estado, y de quienes
es… la Fama, que no es sino su recompensa».[83]
aprendieron los demás, aprobando, o, por lo
Y Stapel, difusor del nuevo cristianismo paga-
menos, aceptando su política. En efecto, el Es-
nizado, se apresura a repetir: «Todas las gran-
píritu que ha dado este nuevo paso en la Histo-
des hazañas fueron hechas por la fama o la glo-
ria es el alma más íntima de todos los indivi-
ria». Pero este moralista «cristiano» se muestra
duos, pero en la condición inconsciente que
todavía más radical que Hegel: «La gloria meta-
despierta a los grandes hombres… Sus compa-
física es la única moralidad verdadera» y el
triotas deben seguir, por lo tanto, a esos Con-
«Imperativo Categórico» de esta única morali-
ductores Espirituales, pues experimentan el
dad verdadera se muestra acorde con dicho
irresistible poder de su propio Espíritu interior
precepto: «Haz aquellas acciones que llamen a
la gloria». así encarnado». Pero el Gran Hombre no es sólo
el hombre de mayor entendimiento y sabiduría
e) Sin embargo, no todos pueden alcanzar la sino también el Hombre de las Grandes Pasio-
gloria; el culto de la gloria supone el antiiguali- nes, preferentemente —claro está— de las pa-
tarismo, supone el culto de los «Grandes Hom-
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siones y ambiciones políticas. Es capaz, por lo decir, el Estado] exista, y aquí reside la justifi-
tanto, de despertar pasiones en los demás. «Los cación y el mérito de los héroes, los rumiadores
Grandes Hombres obedecen al propósito de de los Estados, por crueles que hayan podido
satisfacerse a sí mismos y no a los demás… Son ser… A estos hombres les está permitido tratar
Grande» precisamente porque han querido y otros grandes, incluso sagrados, intereses, sin
alcanzado algo grande… Nada Grande se ha la menor consideración… Pero una forma tan
llevado a cabo en el universo sin pasión… Po- poderosa deberá pisotear, por fuerza, más de
dríamos llamar a esto la astucia de la razón, una flor inocente; más de un objeto se hará pe-
saber, la de hacer que las pasiones obren para dazos a su paso».
ella… La pasión, cierto es, no constituye la pa- f) La concepción que nos pinta al hombre
labra más adecuada para lo que deseo expre- más como un animal heroico que racional no
sar. No quiero significar aquí nada más que la fue inventada por la rebelión contra la razón,
actividad humana resultante de los intereses sino que es una idea típicamente tribalista. De-
privados —designios particulares o, si se quie- bemos distinguir, pues, entre este ideal del Hé-
re, egoístas— con el requisito de que toda la
roe y la consideración más razonable del he-
energía de la voluntad y del carácter se halla roísmo, Éste es y será siempre admirable; pero
dirigida a su consecución… Las pasiones, los nuestra admiración debe depender, en gran
objetivos privados y la satisfacción de deseos medida —a nuestro juicio—, de nuestra esti-
egoístas son… los resortes más efectivos de la mación de la causa a la que el héroe ha dedica-
acción. Su fuerza reside en el hecho de que no do sus esfuerzos. No creemos que la heroicidad
respetan ninguna de las limitaciones que la entre pistoleros merezca gran respeto. Pero
justicia y la moral pudieran imponerles, y en debemos admirar al capitán Scott y su expedi-
que estos impulsos naturales tienen una in- ción y aún más, si cabe, a los héroes de la inves-
fluencia más directa sobre sus compatriotas tigación de los rayos X y de la fiebre amarilla, y
que la disciplina artificial y tediosa tendente al también, por cierto, a aquellos que defienden la
orden y a la moderación, a la ley y a la morali- libertad.
dad». De Rousseau en adelante, la escuela ro-
mántica de la filosofía comprendió que el hom- La idea tribal del Héroe, especialmente bajo
bre no es exclusivamente o siquiera fundamen- la forma fascista, se basa en diferentes concep-
talmente racional. Pero, en tanto que los huma- ciones. Por lo pronto, constituye un ataque di-
nistas se aferran a la racionalidad como meta recto contra aquellas cosas que para la mayoría
deseable, la rebelión contra la razón explota de nosotros hacen del heroísmo algo admira-
este conocimiento psicológico de la irracionali- ble, aquellas que favorecen el curso de la civili-
dad del hombre para sus fines políticos. El lla- zación. En efecto, constituye un ataque contra
mado fascista a la «naturaleza humana» está la idea de la propia vida civilizada, a la que se
dirigido, en realidad, a nuestras pasiones, a acusa de superficial y materialista, en razón de
nuestras necesidades colectivistas místicas, al la idea de seguridad que con ella va aparejada.
«hombre anónimo». Utilizando las palabras de ¡Vivir peligrosamente! es su imperativo; la cau-
Hegel que acabamos de citar, podríamos de- sa por la cual se sigue este imperativo es de
nominar a este llamado la astucia de la rebelión importancia secundaria o, como dice W. Best:[85]
contra la razón. Pero esta astucia llega a su «Una buena lucha como tal, no una “buena cau-
culminación con uno de los virajes dialécticos sa”… es lo que importa… Lo que interesa es
más atrevidos de Hegel. Después de rendir su cómo se pelea, y no por qué». Una vez más
palabrero homenaje al racionalismo, después comprobamos que este razonamiento es el re-
de defender a voz en cuello la «razón», con ma- sultado de las ideas hegelianas: «En tiempos de
yor vigor que hombre alguno antes o después paz —expresa Hegel— la vida civil alcanza una
de él, concluye finalmente en el irracionalismo, mayor amplitud, cada esfera se diferencia níti-
en una apoteosis, no sólo de la pasión, sino de damente de las demás dentro de su cerco… y
la fuerza bruta: «Es interés absoluto de la Ra- por fin, todos los hombres se estancan… Desde
zón —expresa Hegel— que este Todo Moral [es los púlpitos mucho es lo que se predica acerca
de la inseguridad, vanidad e inestabilidad de
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las cosas temporales pero, eso no obstante, to- ro» activismo que les concede a aquellos dota-
dos… creen que ellos, por lo menos, se las arre- dos de la facultad de adivinar el futuro y que se
glarán para conservar la propiedad de sus bie- sienten, por lo tanto, instrumentos para su ma-
nes… Es necesario admitir que… la propiedad y terialización, se advierte cierto grado incon-
la vida son accidentales… ¡Hagamos que la in- fundible de vacía desesperanza. Cabe observar
seguridad llegue finalmente bajo la forma de que esta sombría visión de las cosas es igual-
húsares armados de sables resplandecientes y mente compartida por las dos alas de los racis-
nos muestre su grave actividad!». En otro lugar, tas, a saber, el ala «atea» y el ala «cristiana».
Hegel traza un cuadro sombrío de lo que se Stapel, que pertenece a esa última (pero
denomina «mera vida rutinaria»; con esta ex- también hay otros autores, como por ejemplo,
presión parece querer designar cierto tipo de Gogarten) expresa:[86] «El hombre se halla bajo
vida civil: «La rutina es una actividad sin oposi- el peso del pecado original, en su totalidad…
ción… donde la plenitud y el celo no tienen la Los cristianos sabemos que le es absolutamen-
menor participación; trátase simplemente de te imposible vivir fuera del pecado… Lleva su
una mera existencia externa y sensual [es decir,
nave, por consiguiente, lejos de la mezquindad
lo que algunos contemporáneos nuestros lla- de la gazmoñería moral… Un cristianismo teñi-
marían “materialista”] que ha dejado de pro- do de ética ya no es cristianismo… Dios ha he-
yectarse entusiastamente sobre su objeto…, cho perecedero a este mundo y lo ha condena-
existencia desprovista de intelecto o vitalidad». do a la destrucción. ¡Vaya pues a los perros,
Hegel, siempre fiel a su historicismo, funda- conforme a su destino! Aquellos hombres que
menta esta actitud anticivil y también antiutili- se imaginan capaces de hacerlo mejor, que
taria (a diferencia de los comentarios utilitarios quieren crear una moralidad “más elevada”, no
de Aristóteles acerca de los «peligros de la hacen sino iniciar una ínfima y ridícula rebelión
prosperidad») en su interpretación de la histo- contra Dios… La esperanza del cielo no significa
ria: «La Historia del mundo no es ningún teatro la expectativa de una felicidad para los biena-
de felicidad. Los períodos afortunados son, en venturados; sólo significa obediencia y Cama-
él, páginas en blanco, pues constituyen perío-
radería Guerrera» (el retorno a la tribu). «Si
dos de armonía». De este modo, el liberalismo, Dios le ordena a Su hombre que vaya al in-
la libertad y la razón son, como de costumbre, fierno, entonces su fiel juramentado… irá con-
objeto de los ataques de Hegel. Los gritos histé- secuentemente al infierno… Si Él le tiene desti-
ricos: ¡Queremos nuestra historia! ¡Queremos nado un infortunio eterno, también tendrá que
nuestro destino! ¡Queremos nuestra lucha! ser soportado… La fe no es sino una palabra
¡Queremos nuestras cadenas!, resuenan en to- más para la victoria. Es la victoria lo que exige
do el ámbito del edificio del hegelianismo, esa el Señor…»
fortaleza de la sociedad cerrada y de la rebelión
contra la libertad. Un espíritu muy similar alienta en la obra
de dos filósofos rectores de la Alemania con-
Pese al optimismo oficial —por así decir- temporánea, los «existencialistas» Heidegger y
lo— de Hegel, basado en su teoría de que lo que Jaspers, ambos discípulos, originalmente, de los
es racional es real, se advierten ciertos rasgos filósofos esencialistas Husserl y Scheller. Hei-
que podrían atribuirse a ese pesimismo tan ca- degger adquirió vasto renombre al revivir la
racterístico de los más inteligentes de los mo- filosofía hegeliana de la nada; Hegel había «es-
dernos filósofos racistas; no tanto quizá en el tablecido» la teoría[87] de que el «Ser Puro» y la
caso de los primeros (como Lagarde, Treitscke, «Nada pura» son idénticos. Para llegar a esta
o Moeller van der Bruck), sino más bien de conclusión había razonado que si se trata de
aquellos que sucedieron a Spengler, el famoso pensar un ser puro, debe hacerse abstracción
historicista. Ni el holismo biológico de este úl- de todas las «determinaciones particulares del
timo, ni su comprensión intuitiva, ni su Espíritu objeto», tras lo cual, por consiguiente —como
colectivo o su Espíritu de la época, ni siquiera dice Hegel— «no queda nada». (Este método
su romanticismo, lo salvan de una concepción heracliteano bien podría servir para probar
del mundo sumamente pesimista. En el «auste- toda suerte de bonitas identidades, tales como
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las de la riqueza pura y la pobreza pura, el se- última cita de Heidegger deberían preguntarse
ñorío puro y la servidumbre pura, la calidad de también si el consejo de Schopenhauer al pre-
ario puro y la de judío puro, etc). Heidegger ceptor deshonesto no habrá sido administrado
aplica ingeniosamente la teoría hegeliana de la con el mayor éxito por muchos educacionistas
Nada a una Filosofía práctica de la Vida, o de la a una promisoria juventud, dentro y fuera de
«Existencia». Sólo puede comprenderse la Vida, Alemania. Me refiero a este pasaje: «Si alguna
la Existencia, si se comprende la Nada. En su vez os proponéis abotagar el ingenio de un jo-
obra ¿Qué es la metafísica?, dice Heidegger: «La ven y anular su cerebro para cualquier tipo de
indagación debe orientarse hacia lo Existente, pensamiento, entonces no podríais hacer nada
o, si no, hacia la nada…; sólo hacia lo que existe, mejor que darle a leer a Hegel. En efecto, estos
y más allá de estos límites, a la Nada»: Se hace monstruosos cúmulos de palabras que se anu-
posible la indagación de la nada («¿Dónde he- lan y contradicen entre sí hacen atormentarse a
mos de buscar la Nada? ¿Dónde podemos en- la mente, que procura vanamente encontrarles
contrar la Nada?») por el hecho de que «noso- algún sentido, hasta que finalmente se rinde de
tros conocemos la Nada» y la conocemos a tra- puro exhausta. De este modo, queda tan acaba-
vés de la angustia; «la angustia nos revela la damente destruida toda facultad de pensar que
Nada». el joven termina por tomar por verdad profun-
da una verbosidad vacía y hueca. El tutor que
El miedo, la angustia de la nada, la angustia
tema que su pupilo se torne demasiado inteli-
de la muerte: he ahí las categorías básicas de la
gente para sus proyectos, podría, pues, evitar
Filosofía de la Existencia de Heidegger; de la
esta desgracia, sugiriéndole inocentemente la
filosofía de la vida cuyo verdadero significado
lectura de Hegel».
reside[88] en «haber sido lanzada a la existencia,
en dirección hacia la muerte». La existencia Jaspers declara[89] sus tendencias nihilistas
humana debe ser interpretada como una con mayor franqueza todavía —si cabe— que
«Tormenta de Acero»; la «existencia determi- Heidegger. Sólo cuando estéis frente a la Nada,
nada» de un hombre consiste en «ser un yo a la aniquilación —proclama Jaspers— podréis
apasionadamente libre para morir… en plena experimentar y apreciar la Existencia. A fin de
angustia y conciencia de sí mismo». Pero estas vivir en el sentido esencial, es necesario vivir
sombrías confesiones no carecen por completo en crisis. A fin de gustar la vida, no sólo hay que
de un aspecto reconfortante. El lector no tiene arriesgar, sino que también ¡hay que perder!
por qué sentirse abrumado ante la pasión de Como se ve, Jaspers lleva incansablemente la
Heidegger por la muerte. En efecto, la voluntad idea historicista del cambio y del destino a su
de poder y la voluntad de vivir no aparecen en extremo más siniestro. Todo debe perecer; to-
él menos desarrolladas que en su maestro, He- do termina en el fracaso. He ahí la forma en que
gel. «La Voluntad de Esencia de la Universidad la ley historicista del desarrollo se presenta a
alemana —escribe Heidegger en 1933— es una un intelecto decepcionado. Pero ¡enfrentad la
Voluntad de Ciencia; es una Voluntad de misión destrucción y encontraréis la emoción de la
histórico-espiritual de la Nación Alemana, co- vida! Sólo en las «situaciones marginales», so-
mo Nación que se experimenta a sí misma en su bre el filo que separa la existencia de la nada,
Estado. La Ciencia y el Destino Germano deben podemos vivir realmente. La bendición de la
alcanzar el Poder, especialmente en la Voluntad vida coincide siempre con el fin de su inteligibi-
esencial». Este pasaje, si bien no es un monu- lidad, especialmente con las situaciones extre-
mento de originalidad o claridad, lo es por cier- mas y, sobre todo, con el peligro físico. No se
to de lealtad a sus amos; y aquellos admirado- puede saborear la vida sin saborear el fracaso.
res de Heidegger que, a pesar de todo, siguen ¡Regocijaos pereciendo!
creyendo en la profundidad de su «Filosofía de Ésta no es otra filosofía que la del jugador,
la Existencia», deben recordar las palabras de la del gángster. De más está decir que esta de-
Schopenhauer: ¿Quién puede creer, realmente, moníaca «religión del Impulso y el Miedo, de la
que también la verdad salga a la luz alguna vez, Bestia Victoriosa o Acosada» (Kolnai),[90] este
a manera de subproducto?»; y en vista de la absoluto nihilismo en el sentido más completo
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de la palabra, no es un credo popular. Es más cia recibida de Hegel, sino por haber «caído en
bien una confesión característica de un grupo el típico individualismo inglés… Creen eludió
esotérico de intelectuales que han rendido su las consecuencias radicales a que había llegado
razón y, con ella, su humanidad. Hegel». A Hobhouse, que luchó valientemente
contra el hegelianismo, se le describe desdeño-
Existe también otra Alemania, la del pueblo
samente como el representante de «una forma
ordinario cuya mente no ha sido envenenada
típica de liberalismo burgués, que se defiende
con el devastador sistema de la educación su-
de la omnipotencia del Estado, porque siente
perior. Pero esta «otra» Alemania no es cierta-
amenazada su libertad por éste»; sentimiento
mente la de sus pensadores. Verdad es que
que a mucha gente podría parecerle bien fun-
Alemania tuvo también algunos «otros» pensa-
dado. Y claro está que se alaba a Bosanquet por
dores (entre ellos, principalmente, Kant); sin
su auténtico hegelianismo. Pero el hecho signi-
embargo, la reseña que acabamos de realizar
ficativo es que todo esto sea tomado con per-
no es alentadora, y comparto plenamente la
fecta seriedad por la mayoría de los comenta-
observación de Kolnai:[91] «Quizá no sea… una
ristas británicos.
paradoja mitigar nuestra decepción frente a la
cultura alemana, con la consideración de que, He mencionado este hecho principalmente
después de todo, existe otra Alemania de Gene- porque deseo demostrar lo difícil, y al mismo
rales prusianos además de la Alemania de los tiempo lo urgente, que es proseguir la lucha
Pensadores prusianos». iniciada por Schopenhauer contra esta superfi-
cial charlatanería (que el propio Hegel sondeó
exactamente cuando dijo de su propia filosofía
VI que era de «la más elevada profundidad»). De
este modo contribuiremos, por lo menos, a que
Hemos tratado ya de demostrar la identidad la nueva generación se libere de este fraude
del historicismo hegeliano con la filosofía del intelectual, el mayor quizá, en la historia de
totalitarismo moderno. Rara vez se comprende nuestra civilización y sus querellas con sus
con toda claridad esta identidad. El historicis- enemigos. Quizá ellos justifiquen, por fin, las
mo hegeliano se ha convertido en el idioma de expectativas de Schopenhauer, quien, en 1840
vastos círculos de intelectuales, incluso de in- profetizó[93] que «esta colosal mistificación»
genuos «antifascistas» e «izquierdistas». Hasta habría de proporcionar «a la posteridad una
tal punto forma parte de su atmósfera intelec- fuente inagotable de sarcasmo». (Donde se ve
tual que, para muchos, ya resulta tan poco per- que el gran pesimista fue capaz de un insólito
ceptible, y su manifiesta deshonestidad tan po- optimismo con respecto a la posteridad). La
co evidente, como el aire que se respira. Sin farsa hegeliana ya ha hecho demasiado daño y
embargo, algunos filósofos racistas tienen ple- ha llegado el momento de detenerla. Debemos
na conciencia de la deuda de gratitud contraída hablar, aun al precio de mancharnos al tocar
con Hegel. Ejemplo de ello es H. O. Ziegler, esta escandalosa abominación que tan clara-
quien en su estudio sobre La Nación moderna, mente fue puesta al descubierto —
describe correctamente[92] la introducción por infortunadamente sin éxito— hace ya un siglo.
parte de Hegel (y de A. Mueller) de la idea de Demasiados filósofos han pasado por alto las
«los espíritus colectivos concebidos como Per- advertencias incesantemente repetidas por
sonalidades», como la «revolución copernicana Schopenhauer; pero las olvidaron, no tanto en
de la Filosofía de la Nación». Puede hallarse detrimento propio (no les fue tan mal) como en
otro ejemplo de esta conciencia de la significa- perjuicio de aquellos a quienes enseñaban y de
ción del hegelianismo —que podría ser de par- toda la humanidad.
ticular interés para los lectores ingleses— en
los juicios contenidos en una reciente historia Peréceme, pues, que la mejor forma de con-
alemana de la filosofía británica (por R. Metz, cluir el capítulo será dejar la palabra a Scho-
1935). Se critica allí a un hombre de la excelen- penhauer, el antinacionalista que escribió de
cia de T. H. Green, no, claro está, por la influen- Hegel hace ya cien años: «Ejerció, no sólo sobre
la filosofía sino sobre todas las formas de la
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literatura germana, una influencia devastadora independencia, combatir esta influencia te-
o, hablando con más rigor, aletargante y — nazmente y en toda ocasión. Porque, si nosotros
hasta casi podría decirse— pestífera. Es deber callamos ¿quién hablará?»
de todo aquel que se sienta capaz de juzgar con

A partir de aquí columnas

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