Professional Documents
Culture Documents
1. INTRODUCCION.
2. EL JUEZ.
El juez, ya sea en forma unipersonal como en forma colegiada, es el que ejerce la función
jurisdiccional, esto es, resuelve las controversias de derecho o dilucida las incertidumbres jurídicas que
se le proponen. La función de administrar justicia, en efecto, se ejerce por personas naturales o físicas,
a quienes el Estado les confiere la potestad de resolver los conflictos que se le someten para su
decisión. Cabe aclarar que si bien la función jurisdiccional en rigor es desarrollada por personas
naturales, empero, el Estado, para el cumplimiento de su aludida función, ha estructurado los
denominados organismos jurisdiccionales (los Juzgados y los Tribunales), conformado por un solo Juez
o por varios Jueces colegiados. Por ello es que la persona del Juez adquiere una importancia tal que a
él se le confía la tutela del honor, de la libertad, de la vida, de la propiedad de los ciudadanos, razón
por la cual se le exige una serie de requisitos especiales para su nombramiento, se le rodea de un sin
número de garantías para su ejercicio funcional y, eventualmente, se le impone sanciones cuando
1
incurre en inconducta funcional. La autonomía y la independencia como garantías de la administración
de justicia se ha establecido en función de la persona del Juez. El Juez natural es aquel que ha sido
nombrado de acuerdo con la Constitución Política del Estado y las leyes pertinentes y que se le asigna
un determinado cargo en función a su nombramiento, con el carácter de permanente, de modo que
los usuarios de la administración de justicia tengan conocimiento pleno de quiénes son sus jueces con
antelación al planteamiento de alguna demanda y que el demandado conozca en igual forma al Juez
ante quién ha sido emplazado. Concluimos reiterando que el Juez es el sujeto central y principal del
proceso.
En los procesos civiles también tienen intervención los llamados -tanto por el Código Procesal
Civil como por la Ley Orgánica del Poder Judicial- auxiliares jurisdiccionales.
Los auxiliares de la jurisdicción civil están integrados por los Secretarios y Relatores de las
Salas Superiores y Supremas, por los Secretarios de Juzgado, los Oficiales Auxiliares de Justicia y los
Órganos de Auxilio Judicial (Art. 54º CPC; Arts. 249º y ss. LOPJ). Los deberes, las obligaciones y las
responsabilidades que tienen estos auxiliares en las actuaciones y diligencias judiciales están
determinados por la Ley Orgánica del Poder Judicial y en las normas procesales respectivas (Art. 56º
CPC).
En los procesos, como se ha indicado, tienen injerencia los denominados Órganos de Auxilio
Judicial que colaboran con los distintos organismos jurisdiccionales en el ejercicio de sus funciones.
Estos órganos están conformados por los peritos en las distintas materias que requieren
conocimientos especiales de naturaleza científica, tecnológica, artística u otra análoga; así como por
el depositario, el interventor, el martillero público, el curador procesal, la policía y los otros órganos
que determine la ley (Art. 55º CPC).
La Ley Orgánica del Poder Judicial señala que son también Órganos de Auxilio Judicial el cuerpo
médico forense, el cuerpo de traducción e intérpretes, además de los precisados por el Código Procesal
Civil (Art. 281º LOPJ).
5. LAS PARTES
Normalmente en el proceso civil hay dos partes: la parte demandante y la parte demandada,
que pueden ser personas naturales, personas jurídicas, patrimonios autónomos, etc. Cada parte, por
otro lado, puede estar constituida por una o más personas, dando lugar a la figura procesal del
litisconsorcio. La idea de parte excluye la de terceros.
Podemos conceptuar que es parte aquel que, en su propio nombre o en cuyo nombre se pide,
invoca la tutela jurisdiccional de algún derecho subjetivo, promoviendo la actuación de la voluntad de
la ley contenida en el derecho objetivo; también es parte aquel contra quien se formula el pedido.
2
De lo anotado es posible establecer una perfecta distinción entre el que pide la tutela
jurisdiccional y aquel en favor de quien se pide la tutela. Algo más, en el derecho sustantivo se hace
también una distinción entre la parte acreedora (en términos abstractos y genéricos) y la parte
deudora (también en los mismos términos), diferente, lógicamente, de lo que ocurre en el aspecto
procesal, es decir, en la relación procesal.
Normalmente el acreedor en la relación material coincide con la posición que adopta quien es
parte demandante y el deudor con la que adopta la posición de quien es parte demandada en la
relación procesal. Por ello la importancia de determinar las partes en la relación jurídica material y,
luego, las partes en el proceso correspondiente, para poder explicar la presencia de la relación jurídica
procesal que nuestro ordenamiento procesal civil exige como condición para la validez y eficacia del
proceso como instrumento jurisdiccional. Empero, debemos señalar que el concepto de parte se utiliza
con más frecuencia en el ámbito procesal, de modo que parte en el proceso es quien reclama y contra
quien se reclama la satisfacción de una pretensión procesal.
Los terceros incorporados al proceso suelen considerarse como parte en el proceso,
dependiendo de la naturaleza del interés con que se incorporan a él.
Al tratar del tema de las partes en el proceso hay que estudiar necesariamente determinados
institutos procesales, cuyo examen doctrinario y legislativo abordamos a continuación, empezando
naturalmente con el estudio de lo que se entiende por capacidad de ser parte en el proceso.
3
e) Las personas jurídicas de derecho público externo igualmente pueden ser parte en un
proceso civil, como, por el ejemplo, el caso de la Cruz Roja Internacional, que puede ser demandante
o demandada ante los organismos judiciales del país.
d) También pueden ser parte material en el proceso civil los titulares abstractamente
considerados de los intereses difusos, es decir, un conjunto indeterminado de personas titulares de
determinados derechos, tales como el derecho a la protección de su medio ambiente donde
domicilian, el derecho a que sus recursos naturales sean protegidos, el derecho a la tranquilidad y al
desarrollo integral de sus componentes, el derecho a tener un adecuado servicio de transporte público,
el derecho a que sean protegidos sus bienes culturales e históricos donde viven, el derecho a que sus
integrantes consuman bienes en condiciones adecuadas a su salud, etc. (El artículo 68º de la
Constitución establece que el Estado está obligado a promover la conservación de la diversidad
biológica y de las áreas naturales protegidas).
Tales derechos naturalmente protegen bienes que por su naturaleza son de inestimable valor
patrimonial, a los que el Código Procesal Civil denomina intereses difusos. Interés difuso, dice el
Código, es aquél cuya titularidad corresponde a un conjunto indeterminado de personas respecto de
bienes de inestimable valor económico, tales como la defensa del medio ambiente, de bienes o valores
culturales o históricos o del consumidor (Art. 82º CPC).
e) El referido Código, por otro lado, establece que el Ministerio Público interviene en
determinados procesos como parte (Art. 113º CPC). Específicamente, la Ley Orgánica del Ministerio
Público señala que es atribución del Fiscal Provincial en lo Civil intervenir como parte, ejercitando los
recursos y ofreciendo las pruebas pertinentes, en los juicios de nulidad de matrimonio, de separación
de los casados y de divorcio (Art. 96º, inc. 1, LOMP). ¿En este caso podrá sostenerse válidamente que
el Ministerio Público se constituye en parte demandante o en parte demandada?.- De ser así se
presentaría la figura del litisconsorcio. Consideramos que en los procesos anotados se constituye en
parte singular del proceso, no identificándose plenamente con las partes naturales del proceso (actor
y demandado), en donde la ley le confiere la facultad de intervenir defendiendo la subsistencia del
matrimonio, sobre cuya vigencia evidentemente la sociedad tiene legítimo interés.
f) Finalmente, otro tema que trataremos a continuación es el relativo a determinar cómo
intervienen en el proceso el menor de edad, el enfermo mental, las propias personas jurídicas en
general y determinados entes como los patrimonios autónomos en términos genéricos y las sociedades
conyugales como patrimonios autónomos en términos singulares, regulado por nuestro Código
Procesal Civil (Art. 65º CPC).
4
los derechos civiles (Art. 42º CC). Sólo las personas naturales tienen capacidad procesal; en atención a
que ésta importa intervención personal y directa en el proceso.
El Código Procesal Civil, recogiendo el concepto anotado, señala que tienen capacidad para
comparecer por sí en un proceso las personas que pueden disponer de los derechos que en él se hacen
valer, así como aquellas a quienes la ley se lo faculte (Art. 58º, primer párrafo, CPC). La pregunta que
surge a continuación es: ¿Quiénes pueden disponer válidamente de los derechos que en un proceso
se discuten? La respuesta, formulada genéricamente, es que para disponer de tales derechos
válidamente se debe tener capacidad de ejercicio de los derechos civiles, que como lo establece el
Código Civil (Art. 42º CC) se adquiere a los 18 años de edad, con la salvedad que dicho numeral señala.
El mismo Código Procesal Civil prevé que tienen capacidad para conferir representación
designando apoderado judicial- se entiende dentro de un proceso o fuera de él para hacerlo valer en
el proceso- las personas que también pueden disponer de los derechos que en él se debaten (Art. 58º,
primer párrafo, CPC). Es que para conferir poder dentro del proceso se supone que el representante
(quien va a conferir poder) se ha apersonado válidamente al proceso, lo que importa que quien
confiere representación tiene capacidad procesal.
Cuando el Código prevé que las demás personas deben comparecer al proceso por medio de
representante legal (Art. 58º, primer párrafo, CPC), se refiere a aquellas personas que no tienen
capacidad procesal, aludiendo a aquellas que no pueden comparecer al proceso por sí mismos. Como
ejemplo señalamos el caso de las personas físicas que no pueden ejercitar válidamente sus derechos
civiles, el caso de las personas jurídicas que son entes ideales, etc.
5
Finalmente, hay también supuestos en los cuales el Juez es quien designa al representante,
como el caso de la designación del curador procesal; en este caso estamos frente a la denominada
representación judicial o representación judiciaria, autorizada, naturalmente, por la ley.
Para la válida intervención de los representantes en el proceso, éstos deben acreditar
fehacientemente su calidad de tales, pues, de lo contrario, el Juez debe rechazar su participación o, en
su caso, la parte contraria tendrá perfectamente la facultad de cuestionar la intervención del tercero
que invoca una representación.
El padre del hijo menor de edad demandante, que ejerce la patria potestad, por ejemplo,
acreditará su representación en el proceso presentando la partida de nacimiento del menor; el
representante de una sociedad comercial podrá acreditar su personería con la presentación de su
estatuto. Tratándose de la representación voluntaria, quien se apersona al proceso en nombre de
alguna de las partes, acreditará su personería presentando el poder conferido en la forma señalada
por la ley, por ejemplo, la escritura pública que contenga el poder conferido.
Finalmente, tratándose de la representación judicial, para el nombramiento del representante
deben cumplirse determinados requisitos y trámites que el ordenamiento procesal determina; sólo así
tendrá válida representación.
6
ordenamientos jurídicos. Tratándose de personas jurídicas de derecho interno, éstas son
representadas en el proceso de acuerdo a lo que dispongan la carta magna, la ley y el respectivo
estatuto.
Tratándose del Estado, los procuradores generales de la República tienen su plena
representación enjuicio y ejercitan su defensa en todos los procesos y procedimientos en los que actúe
como demandante y demandado (Art. 2º del Decreto Ley Nº 17537, que crea el Consejo de Defensa
judicial del Estado). El mencionado Decreto Ley señala que los Procuradores Generales de la República
Titulares y Procuradores Adjuntos, en su caso, podrán conferir poder en juicio por acta o delegar su
representación por simple escrito en favor de abogados auxiliares (Art. 18º Decreto Ley Nº 17537).
También debemos anotar que la Ley Generales de Sociedades, Ley Nº 26789, promulgada el12
de mayo de 1997, señala que el nombramiento de administradores, de liquidadores o de cualquier
representante de la sociedad, así como el otorgamiento de poderes surten efecto desde su aceptación
expresa o desde que las referidas personas desempeñan la función o ejercen tales poderes; además,
que el gerente general o los administradores de la sociedad, según sea el caso, gozan de las facultades
generales y especiales de representación procesal señaladas en el Código de la materia (en este caso
el Código Procesal Civil), por el solo mérito de su nombramiento, salvo estipulación en contrario del
estatuto (Art. 14º LGS). En este caso, para acreditar la representación, bastará presentar el documento
que pruebe el nombramiento.
Las personas jurídicas extranjeras, sus sucursales, agencias o establecimientos, que realicen
actividad en el Perú, están sujetas a las mismas exigencias de representación que la ley señala para las
personas jurídicas nacionales, salvo convenio internacional o disposición legal en contrario (Art. 67º
CPC). Estas personas jurídicas y sus dependencias, si ejercitan actividades en nuestro país, tienen que
sujetarse a las reglas nacionales sobre personas jurídicas peruanas. En materia comercial es frecuente
la celebración entre los Estados, entre ellos el Perú, de convenios internacionales en los cuales se
pueden establecer normas que regulen la actividad de esas personas extranjeras en nuestro país,
normas que tendrán preferencia frente a las nacionales.
Tratándose de patrimonios autónomos, es decir, cuando dos o más personas tienen un
derecho o interés común respecto de un bien, sin constituir una persona jurídica (una copropiedad,
una sucesión), la representación corresponde a cualquiera de sus partícipes si es demandante y si es
demandado la representación corresponde a la totalidad de los que lo conforman (Art. 65º CPC).
La representación de la sociedad conyugal es ejercida conjuntamente por los cónyuges, sin
perjuicio de lo dispuesto por el Código Procesal Civil (Art. 292º CC); la sociedad conyugal es
representada en proceso por cualquiera de los cónyuges si es demandante y si es demandada la
representación re cae en los dos consortes (Art. 65º CPC).
7
salvo que expresamente se establezca que actuarán conjunta o sucesivamente o que estén
específicamente designados para practicar actos diferentes (Art. 147º CC).
En el orden procesal, quien tiene capacidad para comparecer por sí mismo al proceso y
disponer de los derechos que en él se discuten puede nombrar uno o más representantes voluntarios,
llamados también representantes convencionales o apoderados. Si son varios, lo serán indistintamente
y cada uno de ellos asume su responsabilidad por los actos procesales que realice.
No es válida la designación o actuación de apoderados conjuntos, salvo para los actos de
allanamiento, transacción o desistimiento (Art. 68º CPC).
El poder procesal, que interesa tratar en esta parte, es la facultad de representación que una
persona concede a otra dentro de un proceso judicial. Otra cosa es el instrumento donde consta el
otorgamiento de esa facultad. El poder normalmente se confiere por escrito, pudiendo otorgarse
mediante escritura pública, mediante acta ante el Juez y por escrito dirigido a él.
Cuando aludimos al poder procesal, o simplemente al poder, nos estamos refiriendo a la
facultad que tiene el apoderado que representa a su poderdante para actuar en el proceso en nombre
de éste.
8
denominado poder por escrito dirigido al Juez otorgado a favor del Abogado defensor. Esta
forma de conferir poder sólo se limita a las facultades generales de representación y no a las
especiales reguladas por el artículo 75º del Código Procesal Civil, pues para este último caso
se requiere observar las formalidades previstas por el artículo 72º del indicado ordenamiento
procesal civil.
d) Facultades generales y especiales que se pueden otorgar. Corresponden a las previstas en los
Artículos 74 y 75 del Código Procesal Civil.
e) Apoderado común. Hay procesos en los cuales una o ambas partes están conformadas por
varias personas, como cuando se trata de copropietarios demandantes o demandados. Aquí
tenemos la presencia del instituto procesal del litisconsorcio, el que supone que en la situación
de parte hay más de una persona. En estos supuestos esas personas tienen que actuar en el
proceso en forma conjunta (por ejemplo, presentando en conjunto el escrito de contestación
de la demanda) o mediante apoderado común. Para este efecto todos tienen la obligación
procesal de suscribir el escrito correspondiente o de nombrar un apoderado común. Si no lo
hicieran, el Juez les debe exigir la actuación en común o el nombramiento de apoderado
común en el plazo de 10 días, bajo apercibimiento de designarlo por ellos. La resolución que
contiene el nombramiento es título suficiente para acreditar la personería del apoderado
común que representa a los litigantes que conforman una de las partes, el que necesariamente
tiene que ser uno de los abogados (Art. 76º, primer y segundo párrafos, CPC).
Nuestro ordenamiento procesal civil prevé que la negativa de una persona a la designación de
apoderado común o a continuar siendo representada por él, es mérito suficiente para litigar
por separado (Art. 76º, tercer párrafo, CPC). Si se tiene en consideración que la designación de
apoderado común se ha establecido para evitar la complicación del trámite del proceso si se
permite que cada persona actúe separadamente -no obstante la comunidad de intereses- para
autorizar a una persona litigar por separado el Juez debe evaluar cuidadosamente las razones
que se expongan al formular el petitorio, pues de lo contrario se estaría dando cabida a la
dilación maliciosa del proceso por parte del litigante inescrupuloso.
La revocación que se hiciera del poder conferido a una persona o la renuncia que formulara el
apoderado común designado no surte su efecto mientras no se designe uno nuevo y éste se
apersone al proceso (Art. 76º, cuarto párrafo, CPC). En tanto no se proceda a la designación
del nuevo apoderado común el proceso tiene que paralizarse necesariamente. Este es un caso
en el cual el Juez puede hacer uso de las facultades de impulso oficial del proceso que el Código
le autoriza para de ese modo propiciar que el proceso cumpla con su finalidad, debiendo
depender naturalmente de la naturaleza de la materia en controversia.
f) Sustitución y delegación del poder. Sustitución y sucesión procesal. Sustitución, en términos
genéricos, significa acción de sustituir, es decir, poner a una persona o a una cosa en lugar de
otra; en tanto que sucesión significa acción o efecto de suceder y tiene una connotación
semejante a la anterior, que podríamos sintetizar en el hecho de que una persona o cosa entra
en lugar de otra o le sigue a ésta.
Conforme al Código Procesal Civil el apoderado puede sustituir sus facultades o delegarlas,
siempre que se encuentre expresamente autorizado para ello (Art. 77º, primer párrpo, CPC).
1. En primer término, en relación a la sustitución del poder, debemos indicar que en
los procesos civiles es posible que el demandante o el demandado confieran a su apoderado
(al representante convencional) la facultad de nombrar un nuevo apoderado que lo sustituya
en la actuación procesal, de modo que este nuevo representante voluntario actúe en nombre
9
y representación de la parte litigante que ha otorgado la representación originaria. Esta
facultad tiene que conferirse en forma expresa, lo que significa que el poderdante debe
otorgar poder especial para tales efectos. Es que cuando se produce la sustitución del poder
cese la representación que ostentaba el primer apoderado y desaparece la posibilidad de
reasumir la representación (Art. 77º, segundo párrafo, CPC). Puede, entonces, el primer
apoderado, nombrar a su sustituto para que siga interviniendo en el proceso en nombre no de
él, sino del poderdante titular del derecho en debate, actividad que procesalmente recibe la
denominación de sustitución del poder, la que puede ejecutarse mediante acta ante el Juez o
por escritura pública (Art. 77º, último párrafo, CPC).
La actuación del apoderado sustituto en el proceso obliga a la parte representada
dentro de los límites de las facultades conferidas (Art. 77º, tercer párrafo, CPC).
2. Es posible que un litigante confiera a su apoderado la facultad de delegar en otra
persona la representación para que actúe en el proceso en su nombre y representación, caso
en el cual, conforme al Código Procesal Civil, el poder correspondiente debe ser expreso. Esto
significa que la parte litigante debe conferir poder especial para tales efectos.
La diferencia que se ha establecido entre la sustitución del poder y la delegación del
poder es que en el primer caso el apoderado sustituido cesa en el encargo de la representación
sin posibilidad de reasumirla, en tanto que en la delegación de poder el delegante tiene la
facultad de revocar la delegación y reasumir la representación del litigante (Art. 77º, segundo
párrafo, CPC). En la sustitución como en la delegación de poder una persona que está investida
de determinadas facultades de representación conferidas por cualquiera de las partes en litigio
da a otra persona esas facultades para actuar en el proceso, siempre en representación del
litigante, y lo que los diferencia es que en la sustitución no hay posibilidad de revocatoria para
reasumir la representación y en la delegación sí hay esa posibilidad.
La actuación del apoderado delegado (como el sustituto) obliga a la parte
representada dentro de los límites de las facultades conferidas (Art. 77º, tercer párrafo, CPC).
La formalidad para conferir facultades de delegación de poder, dice el Código, es la misma que
se emplea para el otorgamiento del poder (Art. 77º, cuarto párrafo, CPC); empero, como lo
hemos anotado, esas facultades tienen que otorgarse mediante la formalidad señalada por el
numeral 75º de nuestro ordenamiento procesal civil.
3. La sustitución del poder es diferente de la sustitución procesal: En un litigio,
normalmente, las posiciones de demandante y de demandado (relación procesal)
corresponden a los titulares de la relación jurídica sustancial (relación material), que actúan ya
sea en forma personal o mediante representantes legales o voluntarios. Sin embargo, hay
supuestos en los cuales en lugar del titular del derecho comparece al proceso en curso un
tercero, que actúa en interés propio, pero defendiendo el derecho del titular en debate. Ese
tercero se constituye en parte dentro del proceso, es decir, en sujeto de la relación procesal,
cuya intervención puede ser consentida por el titular del derecho material o puede producirse
contra su voluntad.
4. La sucesión procesal es otro instituto regulado novedosamente por el Código
Procesal Civil. Para conocer su naturaleza y sus alcances, en vista de que no existe una
exposición de motivos del Código, hay que recurrir al examen literal de las normas pertinentes.
La sucesión procesal tiene lugar cuando una persona que es parte en el proceso, por razones
voluntarias (por ejemplo, la transferencia de la cosa litigiosa) o por razones ajenas a la voluntad
(como el fallecimiento del litigante), deja su calidad de parte en el proceso a otra, quien asume
10
la titularidad del derecho en debate y adquiere plenas facultades para intervenir en el proceso,
es decir, adquiere las atribuciones de actuar en su propio nombre y por derecho propio.
Supongamos que en un proceso en que se debate el mejor derecho a la propiedad de un
inmueble, el demandante transfiere los derechos y acciones sobre la cosa litigiosa a favor de
un tercero; en este caso, el adquirente asume no sólo la titularidad del derecho en debate,
sino también la calidad de demandante.
Esta sucesión normalmente se produce tratándose de derechos patrimoniales, pues
no tendrá lugar tratándose de derechos intuitu personae, como es el caso de una demanda de
divorcio.
Depende de la naturaleza de la pretensión procesal en controversia. Igualmente, como
consecuencia de la muerte del actor, quienes asumen la misma posición que tenía el fallecido
en' el proceso y la calidad de titulares expectaticios del derecho material en debate son sus
sucesores declarados testamentariamente o mediante resolución judicial, dependiendo
también de la naturaleza de la pretensión procesal.
El Código Procesal Civil establece que por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar
de otro en un proceso al reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido (Art.
108, primer párrafo, CPC).
Se produce la sucesión procesal, por ejemplo, al fallecimiento de una persona física, al
extinguirse o fusionarse una persona jurídica. .
En el supuesto previsto en el párrafo anterior, así como en el supuesto regulado por el
inciso 1 del aludido artículo l08º del Código, si no comparecen los sucesores se tiene que
nombrar curador procesal para la continuidad del proceso.
Se presenta, igualmente, la sucesión procesal cuando el adquirente por acto entre
vivos de un derecho discutido sucede en el proceso al enajenante, que supone la adquisición
de la titularidad del derecho en debate.
El Código Procesal Civil consigna en forma un tanto vaga e ininteligible otro supuesto
de sucesión procesal cuando dice que se produce esta figura en el supuesto que el plazo del
derecho discutido vence durante el proceso y el sujeto que adquiere o recupera el derecho
sucede en el proceso al que lo perdió (Art. 108º, inc. 4, CPC). No se entiende si se refiere al
plazo de prescripción, al plazo de caducidad o a otro tipo de plazo. No encontramos un caso
práctico que se subsuma dentro de la anotada norma para explicar su sentido, por lo que
llegamos a la conclusión que se trata de una norma inútil.
La última parte del numeral que comentamos establece que será nula la actividad
procesal que se realice después que una de las partes perdió la titularidad del derecho
discutido (pongamos, transfiere sus derechos y acciones del derecho controvertido).
Si transcurridos 30 días de la fecha en que se produce la pérdida de la titularidad del
derecho no comparece el sucesor al proceso éste seguirá con un curador procesal nombrado
a; pedido de parte (Art. 108º, último párrafo, CPC). Se infiere que el proceso tendrá que
paralizarse hasta que el sucesor se apersone a la causa o hasta que se apersone el curador
procesal nombrado. Con la previsión contenida en la última parte del mencionado artículo
carece de sentido la regulación contenida en el sexto párrafo de dicha norma.
Efecto de la sentencia.- Cualquiera haya sido la situación procesal de los intervinientes,
que depende como vimos de la conformidad de la contraparte, la sentencia a dictarse los
11
alcanza a todos. Por de pronto, ninguna duda cabe de su extensión hacia las partes en el
proceso en que se ven directamente alcanzadas por los efectos de la sentencia. En cuanto a
los terceros, tanto coadyuvante simple como autónomo, ya en su oportunidad hemos
analizado la extensión del decisorio y a ello nos remitimos.
g) Cese de la representación procesal. La representación judicial (hay que entender que se
refiere a la representación voluntaria), dice el código adjetivo, termina por las mismas razones
que causan el cese de la representación o del mandato (Art. 78º CPC), que está estatuido por
el código sustantivo. El ordenamiento procesal civil, en efecto, nos remite a las reglas del cese
de la representación o del mandato regulados por el Código Civil (Arts. 145º y ss., y 1801º CC).
A modo de ejemplo anotamos los siguientes supuestos que pueden dar lugar al cese de la
representación voluntaria en los procesos: la revocatoria por parte del representado del poder
conferido; la renuncia formulada por el representante del poder que se le ha conferido; la
muerte, interdicción o inhabilitación del representado o del apoderado; etc.
Cabe anotar que la ejecución de un acto procesal por el representado no importa ni supone la
revocatoria del poder conferido, salvo que el representado expresamente lo decida,
normalmente, mediante escrito presentado al Juez o por acta ante él (Art. 78º CPC).
En todo caso de finalización de la representación que se origine en la decisión del
representado, cualquiera que fuera la causal de cese (verbi gratia, median te la revocatoria del
poder), la cesación sólo surtirá efectos desde que la parte litigante comparece al proceso por
sí o por medio de nuevo apoderado, con independencia de la fecha o de la forma en que el
cese le haya sido comunicado al anterior apoderado (Art. 79º, primer párrafo, CPC). Así debe
interpretarse la norma en atención a que sólo la parte que tiene capacidad procesal puede
conferir representación convencional.
Cuando el cese de la representación procesal se origina en la decisión del apoderado,
cualquiera que fuera la razón –por ejemplo, la renuncia a ejercer el poder conferido- surte
efecto cinco días después de haber sido notificado personalmente el representado u otro
cualquiera de sus apoderados, cuando el litigante hubiera nombrado varios apoderados, bajo
apercibimiento de continuar el proceso en su rebeldía (Art. 79º, segundo párrafo, CPC). Este
es un caso especial en el cual el Código prevé la posibilidad de que el Juez ordene la
continuación del proceso en rebeldía de la parte litigante cuando éste no nombra a su nuevo
apoderado, en vista de la renuncia que hubiera formulado el anterior apoderado.
El Código Procesal Civil señala, con relación al cese de la representación, que el proceso se
suspenderá por un plazo máximo de 30 días, mientras se designa representante o curador (Art.
79º, tercer párrafo, CPC). Los casos que señala el Código son los siguientes: en caso de muerte
o de declaración de ausencia, incapacidad sobrevenida del representante o del apoderado
nombrado, remoción o cese de nombramiento del representante legal de un incapaz y
circunstancias análogas. Así debe interpretarse la norma. No podemos descartar que el
representado sufra también de alguna de las eventualidades anotadas.
Nadie, por ejemplo, puede seguir siendo apoderado de un demandante fallecido, de un
curador de incapaz demandante cuyo nombramiento haya cesado.
h) La representación judicial en el Código Procesal Civil. Aquí se trata de casos en los cuales
compete al Juzgador la designación de la persona a quien, en determinadas situaciones,
corresponde la representación de otra. Es obvio, como lo hemos indicado precedentemente,
que en tales supuestos la autoridad judicial opera en base a una norma legal previamente
dada. El juzgador es pues quien elige al representante, lo que naturalmente le impone
12
responsabilidad en el nombramiento. Nuestro ordenamiento procesal civil prevé varios
supuestos en los cuales el Juez debe nombrar a un representante para intervenir en el proceso
en nombre y representación de determinadas personas.
He aquí algunos casos que señala nuestro código adjetivo:
1. Cuando el incapaz relativo no tenga representante legal o éste estuviera ausente o
surja la necesidad de comparecer en un proceso, lo expondrá así al Juez para que le designe
curador procesal o confirme al designado por él, si lo considera idóneo (Art. 66º, inc. 1, CPC).
2. Cuando la demanda se dirija contra un incapaz que carece de representante o éste
se halle ausente, el Juez le nombrará un curador procesal o confirmará el propuesto por el
incapaz relativo, si lo considera idóneo (Art. 66º, inc. 2, CPC).
3. El Juez nombrará curador procesal para el incapaz que pretenda demandar a su
representante legal, o que sea demandado por éste, o confirmará el propuesto por el
relativamente incapaz, si fuera idóneo (Art. 66º, inc. 3, CPC).
4. También se procederá al nombramiento de curador procesal cuando el Juez advierta
la aparición de un conflicto de intereses entre el incapaz y su representante legal, o confirmará
el propuesto por el incapaz relativo (Art. 66º, inc. 4, CPC).
i) Intervención oficiosa en los procesos. Nuestro ordenamiento jurídico procesal civil regula la
figura procesal de la procuración oficiosa, permitiendo la comparecencia en nombre de
personas que no tienen representación judicial siempre que concurran determinados
supuestos, como el caso de un ausente del país (Art. 81º CPC). El Código hace referencia a la
carencia de la representación judicial, pero hay que entender que se trata de la carencia de la
representación legal, convencional y judicial en rigor. Una persona, por ejemplo, puede
válidamente apersonarse a un proceso seguido contra otra -que supongamos no tuviera
representación conferida con poder suficiente a favor de tercero y que se hallara fuera del
país- para defender sus intereses en el proceso. El Código, en determinados casos, concede
legitimidad para intervenir en el litigio en representación de quien no tiene ningún tipo de
representante. En estos supuestos el Juez debe examinar cuidadosamente la legitimidad para
obrar del tercero.
Señalemos a continuación esos supuestos:
1. Se puede comparecer al proceso en nombre de persona de quien no se tiene
representación siempre que concurran los siguientes supuestos fácticos: que la persona por
quien se comparece se encuentra impedida de hacerlo por sí misma, estuviera ausente del
país, tenga razones fundadas de temor o amenaza, se trate de una situación de emergencia o
de inminente peligro o cualquier otra causa análoga, a condición de que se desconozca de la
existencia de representante con poder suficiente, tratándose, se supone, de personas
naturales capaces (Art. 81º, inc. 1, CPC).
2. Se puede comparecer al proceso en nombre de persona de quien no se tiene
representación cuando la parte contraria lo pida, caso en el cual el procurador oficioso
prestará garantía suficiente a criterio del Juez de que su gestión será ratificada por el
procurado (representado) dentro de los dos meses siguientes a la comparecencia de éste. Si
no se produce la ratificación se declarará concluido el proceso y se podrá condenar al
procurador al pago de daños y perjuicios, así como a las costas y costos, siempre que, a criterio
delJuez, la intervención oficiosa haya sido manifiestamente injustificada o temeraria. Se
presume con carácter absoluto la ratificación de la procuración cuando el interesado
13
comparece por sí o debidamente representado y no rechaza expresamente la actuación del
procurador. Es inválida la ratificación parcial o condicional. La ratificación tiene efectos
retroactivos a la fecha de la comparecencia del procurador, sin perjuicio del derecho de
terceros (Art. 81º, inc. 2, CPC).
14
Tradicionalmente se habla de identidad de partes, de causa y de objeto y de la conexión de
tales elementos en diferentes litigios o pretensiones. Esta es la conexidad clásica o conexidad material.
En lo que concierne a la conexidad que justifica la acumulación, el Código Procesal Civil, en su
artículo 84, prescribe que hay conexidad cuando se presentan elementos comunes entre distintas
pretensiones o, por lo menos, elementos afines en ellas.
La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la conexidad que justifica la
acumulación, ha establecido lo siguiente:
- “... El artículo 84 del Código Adjetivo [C.P.C.] establece que existe conexidad entre
pretensiones cuando éstas presentan elementos comunes o por lo menos elementos afines, con lo
cual el código acotado adopta tanto el concepto de conexidad propia como el de impropia, exigiendo
el primero, la identidad de elementos de las pretensiones relacionadas, y el segundo, la afinidad de
ellas...” (Casación Nro. 163-2006 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-06-2008, págs.
22352-22353).
- “... Además del vínculo de conexidad entre las pretensiones que exige la ley, la proveniencia
del mismo título es elemento concurrente para una debida acumulación [subjetiva] de pretensiones,
entendido tal concepto como el derecho de donde emana la facultad de accionar
jurisdiccionalmente...” (Casación Nro. 1546-2005 / Lima,
C. Clases de acumulación.
De la lectura de los artículos 83, 86, 88 y 89 del Código Procesal Civil podemos inferir las
siguientes clases de acumulación:
A) Acumulación objetiva:
Se presenta cuando en un proceso hay dos o más pretensiones.
A.1) Acumulación objetiva originaria: Se presenta cuando en la demanda se proponen dos o
más pretensiones.
Puede adoptar las siguientes formas: a) subordinada; b) alternativa; y c) accesoria.
a. La acumulación objetiva originaria subordinada se presenta cuando una o más pretensiones
(subordinadas) son sometidas a la eventualidad de que la pretensión propuesta como principal no sea
acogida, por lo que, ante este último supuesto, la pretensión o pretensiones subordinadas bien pueden
ser amparadas por el juzgador.
b. La acumulación objetiva originaria alternativa se presenta cuando, planteadas dos
pretensiones alternativas por el actor, el demandado puede escoger cuál de ellas va a cumplir,
pudiendo recaer la elección en el demandante siempre y cuando la contraparte no procediera a la
referida elección.
c. La acumulación objetiva originaria accesoria se presenta cuando se plantea una pretensión
principal y otra u otras accesorias, vale decir, que guardan dependencia respecto de la primera. Por
consiguiente, si se ampara la pretensión principal, ocurre lo propio en cuanto a las accesorias; o, en
sentido contrario, si se desestima la pretensión señalada como principal, también serán rechazadas la
pretensión o pretensiones determinadas como accesorias por el actor.
15
A.2) Acumulación objetiva sucesiva: Se presenta cuando las pretensiones a acumular son
propuestas luego del inicio del proceso (ya sea cuando el demandante amplía su demanda agregando
una o más pretensiones; o cuando el demandado reconviene; o cuando se reúnen dos o más procesos
en uno, a fin de que una sola sentencia evite pronunciamientos jurisdiccionales opuestos; o cuando el
demandado formula el aseguramiento de la pretensión futura).
B) Acumulación subjetiva:
Se presenta cuando en un proceso hay más de dos personas (ya sea que actúen como partes
o como terceros legitimados), vale decir, cuando en un proceso se acumulan varias pretensiones de
varios demandantes contra varios demandados.
B.1) Acumulación subjetiva originaria: Se presenta al tiempo de la interposición de la
demanda (cuando ésta es planteada por varias personas o contra varias personas).
B.2) Acumulación subjetiva sucesiva: Se presenta después del inicio del proceso (cuando un
tercero legitimado se apersona al proceso invocando alguna pretensión o cuando se acumulan dos o
más procesos en un proceso único).
6. LOS ABOGADOS.
Abogado es la persona que cuenta con un título profesional de tal otorgado por una
Universidad en nuestro país o revalidado por ella y que lo autoriza para asesorar, asistir y defender a
los litigantes en los procesos civiles, como en otros procesos judiciales. Nuestro ordenamiento
establece que el abogado, para intervenir en los procesos, requiere estar inscrito en el Colegio de
Abogados correspondiente (Art. 285º, inc. 3, LOPJ). Como toda persona tiene derecho a ser
patrocinada por el abogado de su libre elección, en los procesos civiles se exige que el escrito que se
presente al proceso debe estar autorizado por abogado colegiado, con indicación clara de su nombre
y número de registro, pues de lo contrario no se le concederá trámite (Art. 132º CPC). En relación a la
demanda, el Código Procesal Civil señala que ésta se presenta por escrito y contendrá, entre otros, la
firma del abogado (Art. 424º, inc. 11, CPC). Finalmente, los abogados están facultados para intervenir
en todas las audiencias y actuaciones que se produzcan en el proceso asistiendo a sus patrocinados.
Es posible que los abogados intervengan en los procesos civiles, además de defensores, como
apoderados, ostentando representación voluntaria.
Son deberes de los abogados proceder con veracidad, probidad, lealtad y buena fe en todos
sus actos e intervenciones en el proceso (Art. 109º, inc. 1, CPC); no actuar temerariamente en el
ejercicio de su patrocinio (Art. 109º, inc. 2, CPC); abstenerse de usar expresiones descomedidas o
agraviantes en sus intervenciones (Art. 109º, inc. 3, CPC); guardar el debido respeto a las partes y a los
auxiliares de justicia (Art. 109º, inc. 4, CPC); concurrir ante el Juez cuando éste lo cite y acatar sus
órdenes en las actuaciones judiciales (Art. 109º, inc. 5, CPC); prestar al Juez su diligente colaboración
para las actuaciones procesales, bajo apercibimiento de ser sancionado por inconducta con una multa
no menor de 3 ni mayor de 5 Unida- I des de Referencia Procesal (Art. 109º, inc. 6, CPC).
Los abogados responden por los perjuicios que causen con sus actuaciones procesales
temerarias o de mala fe (Art. 110º CPC). Cuando el Juez considere que el abogado actúa o ha actuado
con temeridad o mala fe remitirá copia de las actuaciones respectivas a la Presidencia de la Corte
16
Superior, al Ministerio Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para las sanciones a que
pudiera haber lugar (Art. 111º CPC).
Se considera que ha existido temeridad o mala fe en los siguientes casos: cuando sea
manifiesta la carencia de fundamento jurídico de la demanda, contestación o medio impugnatorio (Art.
112º, inc. 1, CPC); cuando a sabiendas se aleguen hechos contrarios a la realidad (Art. 112º, inc. 2,
CPC); cuando se sustrae, mutile o inutilice alguna parte del expediente (Art. 112º, inc. 3, CPC); cuando
se utilice el proceso o acto procesal para fines claramente ilegales o con propósitos dolosos ()
fraudulentos (Art. 112º, inc. 4, CPC); cuando se obstruya la actuaciones de medios probatorios (Art.
112º, inc. 5, CPC); cuando por cualquier medio se entorpezca reiteradamente el desarrollo normal del
proceso (Art. 112º, inc. 6, CPC).
Juntamente con el Poder Judicial, existe un organismo que, si bien no forma parte de él,
colabora con la tarea de administrar justicia sin estar facultado para decidir litigios. Ese organismo es
el Ministerio Público, el que, dentro de un verdadero estado de derecho, tiene como funciones
principales la defensa de la legalidad, los derechos ciudadanos y los intereses públicos; la
representación de la sociedad en juicio para los efectos de defender a la familia, a los menores e
incapaces y el interés social; velar por la moral pública, la persecución del delito y la reparación civil;
velar también por la prevención del delito, por la independencia de los órganos judiciales y la recta
administración de justicia (Art. 1º LOMP).
El Ministerio Público, mediante sus representantes, en el ámbito civil, ejerce las siguientes
atribuciones:
a) Como parte en el proceso (Art. 113º, inc. 1, CPC). Al tratar de las partes en el proceso hemos
explicado que el representante del Ministerio Público interviene en determinados procesos civiles
como parte singular o especial, como ocurre en los procesos de divorcio, en los procesos sobre
separación convencional, etc. Cuando el Ministerio Público es parte en los citados procesos no emite
dictamen (Art. 481º CPC). Esta norma ha derogado las disposiciones de la Ley Orgánica del Ministerio
Público que autorizan a los representantes de dicho organismo emitir dictamen previo a la sentencia
que pone fin a la instancia en los procesos anotados.
b) Como tercero con interés cuando la ley dispone que se le cite (Art. 113º, inc. 3, CPC). El
Ministerio Público puede intervenir en el proceso como tercero legitimado, cuando por ejemplo en un
proceso se disputan entre los padres la tenencia de un menor de edad, con el propósito de defender
sus derechos.
c) Como dictaminador (Art. 113º, inc. 3, CPC). Hay procesos civiles, como los relativos a la
división y participación de bienes en las uniones de hecho a que se refiere el artículo 9º de la
Constitución -en cuanto se tienda a asegurar los bienes y derechos de las partes y de los hijos comunes
(Art. 96º, inc. 2, LOMP)-, en los que el representante del Ministerio Público debe dictaminar.
El dictamen debe ser debidamente fundamentado (Art. 114º CPC). El dictamen debe ser
emitido después de actuados los medios probatorios y antes que se expida sentencia (Art. 116º CPC).
El dictamen será meramen te ilustrativo y su omisión no causará nulidad procesal en los casos que
expresamente señala la ley (Art. 89º, inc. b, LOMP).
17
Los representantes del Ministerio Público deben excusarse o abstenerse de intervenir en el
proceso por las mismas causales que afectan a los jueces. Estos representantes no pueden ser
recusados (Art. 117º CPC). El representante del Ministerio Público es también responsable civilmente
cuando en el ejercicio de sus funciones actúa con negligencia, dolo o fraude.
El proceso se sujeta al trámite que corresponde al de la responsabilidad civil de los jueces (Arts.
118º, 509º Yss. CPC). 3.5.5. Caso en el que es inadmisible el conflicto de competencia positivo
Es inadmisible el conflicto de competencia positivo entre órganos jurisdiccionales de diferente
nivel jerárquico. Será, en todo caso, el órgano superior quien fije su propia competencia, ya sea de
oficio, a solicitud del inferior o a pedido de parte (Art. 44º CPC).
Estos institutos procesales tienen relación con la intervención del Juez y de los Auxiliares
Jurisdiccionales en los procesos, los cuales aluden a circunstancias que pueden dar lugar a la
imparcialidad en que puedan incurrir los referidos funcionarios en el desarrollo y en la decisión del
proceso, que nuestro ordenamiento jurídico procesal rechaza.
8.1. Impedimento.
El Código regula causales en las cuales el Juez, para evitar la imparcialidad con que podría
actuar en el proceso, está impedido de intervenir y dirigir el proceso, especialmente cuando está de
por medio algún tipo de parentesco del Juez con alguna de las partes. El Código en estudio prevé que
el Juez a quien le afecte alguna causal de impedimento deberá abstenerse y declararse impedido tan
pronto como advierta la existencia de ella (Art. 311º CPC).
A) Causales de impedimento.
De primera intención debemos señalar que las causales de impedimento se aplican a los jueces
de todas las instancias, incluyéndose a los jueces en casación (Art. 311º CPC). El Juez está, impedido
de intervenir como tal en los procesos en los siguientes supuestos:
a) Cuando haya sido anteriormente parte en el proceso que ahora está en sus manos (Art.
305º, inc. 1, CPC). Si se permitiera su intervención, la parcialidad del Juez sería evidente. Puede darse
el caso en que el Juez ha sido demandante en el proceso y que la materia en controversia haya sido
transferida a tercera persona; en este supuesto el Juez no sólo legalmente, sino por razones morales,
estará impedido de intervenir como tal.
b) Cuando el Juez, su cónyuge o su concubina tiene parentesco dentro del cuarto grado de
consanguinidad, segundo de afinidad o de adopción con alguna de las partes o con su representante o
apoderado o con un Abogado que interviene en el proceso (Art. 305º, inc. 2, CPC). En estos supuestos
la imparcialidad del juzgador se haría incuestionablemente realidad. Este impedimento, con relación
al Abogado –dice el Código-, se produce sólo cuando el letrado ya estaba ejerciendo el patrocinio de
la causa. Está prohibido al Abogado asumir una defensa que provoque el impedimento del Juez (Art.
305º, último párrafo, CPC). Tendrá impedimento el Juez para seguir conociendo de una causa cuando
un Abogado, que puede ser su cuñado, interviene en el proceso con posterioridad a la producción del
parentesco.
18
c) Cuando el Juez o su cónyuge o su concubina tiene el cargo de tutor o curador de cualquiera
de las partes (Art. 305º, inc. 3, CPC). Estos supuestos también generan desconfianza en el Juez por la
imparcialidad con que actuaría.
d) Cuando el juez, o su cónyuge o su concubina, ha recibido beneficios y dádivas de alguna de
las partes, antes o después de empezado el proceso, aunque ellos sean de escaso valor (Art. 305º, inc.
4, CPC). Si los beneficios fueran recibidos por el Juez en pleno trámite del proceso lindaría con el delito,
lo que no debe permitirse.
e) Cuando el Juez haya conocido de la causa en otra instancia (Art. 305º, inc. 5, CPC). Puede el
Juez haber conocido del proceso en primera instancia, hecho que lo impide conocer en segunda
instancia o como integrante de una Sala de Casación.
También puede darse el caso en que la causa haya sido conocida por un Juez en su calidad de
Vocal Superior provisional, hecho que igualmente le impide conocer como Juez de primera instancia.
La simple intervención en un proceso dictando decretos de mero trámite no debe calificarse como
impedimento válido para intervenir en otra instancia.
B. Tramitación.
El trámite del pedido de abstención lo tratamos separadamente, ocupándonos en primer lugar
del Juez que ejerce unipersonalmente la función y en segundo lugar del magistrado que ejerce la
función en forma colegiada:
a) EI Juez que se considera impedido remitirá el expediente a quien deba reemplazarlo. Si éste
estima que los hechos expuestos por aquél no constituyen causal de impedimento, expondrá sus
razones en la resolución respectiva, y remitirá el expediente al superior en consulta para que en el
término de 3 días y bajo responsabilidad resuelva sin más trámite sobre su legalidad. Aceptado el
impedimento (entendiéndose que si el superior considera atendible el impedimento, aprobará la
resolución en consulta), se enviará el expediente al Juez que deba reemplazar al impedido. En caso
contrario, mediante resolución especial que debe dictar el superior (de desaprobación), se devolverá
al Juez que venía conociendo del proceso, esto es, al Juez originario (Art. 306º, primer párrafo, CPC).
b) En las Cortes (Superiores y Suprema) el Vocal que se considera impedido informará a su
respectiva Sala del impedimento que le afecta, expresando la causal correspondiente y solicitando se
le exima de intervenir en el proceso. La Sala resolverá el petitorio sin trámite alguno, integrándose
para el efecto con el Vocal llamado por ley. Aceptada la abstención solicitada se integrará la Sala con
el Vocal designado por la ley para que conozca del proceso conjuntamente con los demás integrantes
de la misma. En caso contrario, el Vocal solicitante de la abstención seguirá conociendo del proceso
conjuntamente con los demás magistrados. La resolución que resuelve la abstención (aceptándola o
rechazándola) es inimpugnable (Art. 306º, segundo párrafo, CPC).
8.2. Recusación.
Las partes en el proceso están facultados para solicitar que el Juez se aparte del conocimiento
del mismo por estar incurso en algunas de las causales previstas por el ordenamiento procesal civil,
para evitar naturalmente la imparcialidad del juzgador.
A) Causales de recusación. En principio, las causales de recusación se aplican a los jueces de
todas las instancias y a los miembros de las Salas de Casación (Art. 311º CPC). Las causales por las
cuales se puede recusar al Juez son las siguientes:
19
1. Cuando el Juez es amigo íntimo o enemigo manifiesto de cualquiera de las partes,
demostrado por hechos inequívocos (Art. 307º, inc. 1, CPC).
2. Cuando el Juez o su cónyuge o su concubina o su pariente en la línea directa o en la línea
colateral hasta el segundo grado, primero de afinidad, o adoptado, tiene relaciones de crédito con
alguna de las partes, salvo que se trate de persona de derecho público o de persona de servicio público
(Art. 307º, inc. 2, CPC).
3. Cuando el Juez o su cónyuge o concubina son donatarios, empleadores o presuntos
herederos de alguna de las partes (Art. 307º, inc. 3, CPC).
4. Cuando el Juez haya intervenido en el proceso como apoderado, miembro del Ministerio
Público, perito, testigo o defensor (Art. 307º, inc. 4, CPC).
5. Cuando el Juez tiene interés directo o indirecto en el resultado del proceso (Art. 307º, inc.
5, CPC).
6. Cuando exista proceso vigente entre el Juez o su cónyuge o concubina con cualquiera de las
partes, siempre que no sea promovido con posterioridad al inicio del proceso (Art. 307º, inc. 6, CPC).
Esta última excepción es discutible.
B) Recusación por causales que se sustentan en motivaciones que establecen impedimentos
del Juez. El Juez que no cumpla con su deber de abstenerse de intervenir en el proceso por alguna
causal de impedimento puede ser recusado por cualquiera de las partes (Art. 312º CPC). Supongamos
que el Juez en lo Civil, que ahora interviene como Juez revisor, haya intervenido en el proceso en su
calidad de Juez de Paz Letrado, en un litigio que se haya iniciado ante este último organismo, dicho
juzgador tiene el deber de abstenerse de conocer la causa como Juez revisor (Art. 305º, inc. 5, CPC),
pues de lo contrario se atentaría contra el principio de pluralidad instancias, que importa diversidad
de jueces en el conocimiento del proceso. En el supuesto que el Juez de motu proprio no se abstuviera
del conocimiento de la causa, cualquiera de las partes está facultado para recusarlo.
C) Improcedencia de la recusación. Hay supuestos en los cuales no es posible la imparcialidad
del juzgador, por lo que el legislador ha establecido la improcedencia de la recusación en tales casos.
Cabe señalar también que la recusación sólo es procedente en los procesos en los cuales se ha señalado
como trámite la audiencia de conciliación (Art. 309º, último párrafo, CPC), de donde se deduce que en
los procesos que no tienen como trámite previsto la conciliación no es procedente la recusación.
Tratándose del proceso ejecutivo, por excepción, procede la recusación siempre que la causal
se sustente en documento fehaciente y sea propuesta dentro del plazo para la contradicción (Art. 309º,
último párrafo, CPC). No pueden ser recusados los siguientes jueces y, en todo caso, la recusación que
se formule debe ser rechazada de plano por improcedente:
a) Los jueces que conocen del trámite de la recusación (Art. 309º, inc. 1, CPC).
b) Los jueces comisionados y quienes deben dirimir conflictos de competencia (Art. 309º, inc.
2, CPC).
c) Los jueces que conocen de los procedimientos no contenciosos (Art. 309º, inc. 3, CPC).
d) No se admitirá segunda recusación contra el mismo Juez en el mismo proceso, excepto si se
acompaña documento fehaciente que pruebe la causal (Art. 309º, último párrafo, CPC).
e) En ningún caso se puede recusar por tercera vez al mismo Juez en el mismo proceso (Art.
309º, último párrafo, CPC).
20
D) Rechazo liminar de la recusación. El Código en estudio precisa los casos en los cuales el Juez
debe rechazar de plano la recusación que se formule, sin darle trámite alguno:
a) Si en el escrito de recusación no se especifica la causal invocada (Art. 314º, inc. 1, CPC).
b) Si la causal fuese manifiestamente improcedente (Art. 314º, inc. 2, CPC).
c) Si no se ofrecen los medios probatorios necesarios para acreditar la causal (Art. 314º, inc. 3,
CPC).
E) Trámite de la recusación. En principio, sólo puede formularse recusación hasta 5 días antes
de la audiencia donde se promueve la conciliación y después de ella se admitirá únicamente por causal
sobreviniente (Art. 308º CPC). La recusación se formulará ante el Juez o la Sala que conoce el proceso,
fundamentando la causal alegada. En el mismo escrito se ofrecerán los medios probatorios, excepto la
declaración del recusado por ser improcedente (Art. 310º, primer párrafo, CPC).
Cuando el Juez recusado acepta la procedencia de la causal, debe excusarse de seguir
interviniendo a través de resolución fundamentada, ordenando el envío del expediente a quien deba
reemplazarlo (Art. 310º, segundo párrafo, CPC). Si no acepta la recusación, emitirá informe motivado
y formará cuaderno, enviándolo al Juez que corresponda conocer, con citación de las partes. El trámite
de la recusación no suspende el proceso principal, pero el recusado deberá abstenerse de expedir
cualquier resolución que ponga fin al proceso. El Juez a quien se remite el cuaderno tramitará y
resolverá la recusación conforme a lo previsto en el artículo 754º del mismo Código en lo que
corresponda (en la misma audiencia, cuya fecha fija el Juez, se actuarán las pruebas ofrecidas,
informarán los Abogados y se resolverá, salvo que el Juez reserve su decisión por un plazo que no
excederá de 3 días contados desde la conclusión de la audiencia).
Su decisión es inimpugnable (Art. 310º, tercer párrafo, CPC). Interpuesta recusación contra un
Juez de un órgano jurisdiccional colegiado se procede en la forma transcrita para cuando es recusado
un Juez que actúa unipersonalmente. La recusación es resuelta por los otros integrantes de la Sala, sin
necesidad de integración, debiendo llamar a otro Juez sólo en caso de discordia (Art. 310º, cuarto
párrafo, CPC). El voto de dos Vocales hace resolución. La resolución es inimpugnable.
Cuando la recusación es desestimada, el Juez puede condenar al recusante a pagar una multa
no menor de 3 ni mayor de 10 Unidades de Referencia Procesal, sin perjuicio de la condena por las
costas y costos del trámite de la recusación (Art. 316º CPC).
3.6.3. Abstención por decoro. Cuando se presentan motivos que perturban la función del Juez,
éste, por decoro o delicadeza, puede abstenerse de seguir conociendo del proceso mediante
resolución debidamente fundamentada, remitiendo el expediente al Juez que debe conocer de su
trámite. Si el Juez a quien se remite los autos considera que los fundamentos expuestos no justifican
la separación del proceso, seguirá el trámite previsto en el artículo 306º del Código Procesal Civil, esto
es, el trámite del impedimento. La justificación para la abstención por decoro debe ser razonable. Si
algún litigante o su abogado presentaran escritos injuriantes u ofensivos, el Juez, tiene la facultad de
adoptar las medidas disciplinarias correspondientes y no debe recurrir a la abstención. Hay jueces que
recurren a este tipo de excusación para evadir su intervención en procesos complicados, lo que no
debe admitirse.
21
EL LITISCONSORCIO
1. LITISCONSORCIO NECESARIO.
Este litisconsorcio se origina en el hecho que más de una persona conforman y tienen de
manera indisoluble, la calidad de parte material, es decir, participan de manera inherente e indivisible
en una relación jurídica sustantiva.
Siendo así, el litisconsorcio necesario debe concretarse dentro de un proceso porque, de lo
contrario, la decisión que se expida será totalmente ineficaz.
Es de tal importancia la presencia de un litisconsorte necesario dentro de un proceso que, si
las partes no lo hubieran advertido, el juez, de oficio, puede paralizar la continuación de un proceso a
efectos de ordenar se notifique la litisconsorte sobre su inicio o de solicitar información, si sabe de su
existencia pero no de su dirección domiciliaria. Aún más, no solo le proporciona a la incorporada
información sobre el proceso, sino le da tiempo para que se apersone e incluso para que pruebe en
una audiencia especial, si la de las pruebas ya hubiera pasado.
La importancia de la presencia del litisconsorte necesario se hace evidente en el siguiente
hecho: si al ser emplazado con la demanda no se apersona al proceso por decisión propia, la secuela
22
del proceso se seguirá en su rebeldía, de tal suerte que la decisión que finalmente se expida, se referirá
expresamente a él.
Un cónyuge demanda la nulidad de un contrato de compra –venta sobre un bien social o
común, dado que ha sido vendido por su cónyuge sin su intervención. Sin embargo, la demanda la
dirige únicamente contra el comprador, dejando fuera de la relación procesal a su cónyuge.
La demanda no refleja la relación sustantiva, así, siendo el conflicto de intereses la nulidad de
un acto jurídico, forman parte de la relación sustantiva –relación de conflicto- quien pide la nulidad y
los que participaron con su declaración de voluntad en el acto jurídico. Dado que el cónyuge vendedor
no ha sido demandado, resulta evidente que la relación procesal es defectuosa, faltó demandar a un
litisconsorte necesario.
Como apreciaremos más adelante, esta situación –que de no remediarse conduce a un proceso
inútil por viciado-, puede ser solucionada por alguna de las partes, por la misma persona que ha sido
preterida por el juez. Esta última posibilidad ha sido regulada por el Código al describir el litisconsorcio
necesario en sus artículos 93, 95 y 96.
2. LITISCONSORCIO FACULTATIVO.
A diferencia del litisconsorcio necesario, esta vez se trata de personas que no están
intrínsecamente ligadas en la relación sustantiva. Se trata mas bien de personas independientes del
titular de la relación sustantiva, pero que podrían de alguna manera ser afectados por lo que se
resuelva en el proceso en donde participa una persona, con quien sí mantiene algún tipo de relación.
Por esa razón, la presencia de estas personas en el proceso no es definitiva ni esencial, dicho
de otra manera, su ausencia no afecta el resultado del proceso. A pesar de lo dicho, pueden
perfectamente apersonarse a él, ser calificados por el juez y participar en el proceso. Las facultades
que tengan dentro del proceso dependerán del grado de involucramiento que presenten con la
relación sustantiva que dio origen al proceso o de la naturaleza de la relación que mantenga con alguna
de la partes.
Julio interpone una demanda de nulidad de contrato de mutuo contra Hugo. Dado que Miguel
es fiador de Hugo, éste pide que aquél sea citado con la demanda, es decir, que simplemente tome
conocimiento del proceso. Miguel puede participar en el proceso a fin de cuestionar la validez del
contrato de mutuo; si bien no lo firmó, tiene un interés relevante en que la pretensión de nulidad sea
amparada, dado que si la obligación principal es nula, él deja de ser fiador, en tanto este contrato
accesorio deviene en inexistente.
Sin embargo, su intervención en el proceso es voluntaria, dependerá de él. Su ausencia no
afectara el proceso y tampoco a él, salvo en el hecho que cuando sea demandado para el honramiento
de su fianza, no podrá discutir la validez del contrato de mutuo.
La intervención facultativa está regulada en el Código Procesal Civil en su artículo 97.
3. INTERVENCIÓN DE TERCEROS
23
Siguiendo el criterio establecido para la acumulación, podemos decir que, de manera genérica,
el instituto de la intervención de terceros no es otra que una acumulación subjetiva sucesiva. Es decir,
se trata de la incorporación a un proceso, con posterioridad a la notificación de la demanda, de una o
más personas.
Esta incorporación no es homogénea, las personas que se integran, llamadas intervinientes
hasta antes de su integración, lo hacen de distintas maneras. A guisa de ejemplo, algunas pasan a
colaborar con algunas de las partes, que casi tienen sus mismas facultades; otras, a pesar que
colaboran con una de las partes, tienen una relación de subordinación respecto de ella.
Entre varios litigantes por obligación indivisa puede no haber el mismo interés; y al contrario
un mismo interés puede unir ocasionalmente partes que no tienen nada fuera del proceso, ningún
derecho común. A veces llegan a encontrarse asociadas en un interés común partes entre las que
puede existir o ya existe una oposición de pretensiones; el garante que interviene en el juicio en que
es parte del garantizado; el acreedor que interviene en el juicio en que es parte su deudor, se encuentra
con éste en una relación de comunidad de intereses frente al adversario; y algunas leyes equiparan, al
menos para algunos casos semejantes relaciones expresamente al litisconsorcio.
El único criterio admitido en esta materia es que las facultades de los intervinientes están en
relación con su grado de interés e involucramiento respecto de la relación sustantiva. Precisamente
estas variaciones son las que determinan las deferentes clases de intervención que vamos a
desarrollar.
La incorporación del interviniente al proceso tiene distintos orígenes. Puede ocurrir por pedido
de alguna de las partes, del propio interviniente o del juez, como ya lo vimos en el caso del litisconsorte
necesario. Precisamente un mayoritario sector de la doctrina y de la legislación, recoge el criterio de
quién solicita el ingreso para clasificar a la intervención. Así, se dice que ésta es voluntaria o
espontánea, cuando se produce por decisión del interviniente, y necesaria, llamada también coactiva,
obligatoria o provocada, cuando ocurre por pedido de algunas de las partes o por decisión del juez.
Por otro lado, el pedido de la parte o del interviniente, debe tener las características de una
demanda, es decir, planteamiento de hechos, derecho que lo sustenta y medios probatorios que
acreditan los hechos descritos. Esto es así, porque la intervención es un hecho excepcional, es una
deformación aceptada del proceso; por ello mismo, debe regularse su admisión.
A través del pedido, se debe persuadir al juez que el interviniente tiene lo que peyrano
denomina un “interés jurídico relevante” en el desarrollo y resultado del proceso, como ya se advirtió,
debe además tener sustento en el ordenamiento jurídico. Para el código en estudio, cuando el juez
admite al interviniente éste deja de ser tal y pasa a convertirse en tercero legitimado. Esta tramitación
está regulada en el artículo 101 del Código citado.
24
de las partes, respecto de quien si tiene una relación que es o podrá ser sustantiva (de conflicto), su
protagonismo en el proceso está supeditado a lo que decida la parte quien ayuda.
Se trata, entonces, de una intervención relativizada, originada, como ya expresamos, en el
hecho que tiene un parentesco lejano con la relación jurídica sustantiva discutida en el proceso.
Francisco es acreedor de Jorge. Este ha sido demandado por Patricio respecto de la propiedad
de un inmueble que siempre se consideró de propiedad de Jorge. El proceso en donde se discute la
propiedad avanza y Francisco advierte que la defensa y estrategia procesal de Jorge no es buena. Dado
que el citado inmueble constituye el bien más importante del patrimonio de Jorge, al punto que si lo
pierde la posibilidad de Francisco cobre su acreencia se tornaría remota, éste decide intervenir en el
proceso sobre reinvidicación para colaborar con la posición defendida por Jorge.
Esta intervención de Francisco para defender la posición de Jorge en la demanda interpuesta
por Patricio, es un caso de intervención coadyuvante. Adviértase que la relación de Francisco con el
tema discutido –la propiedad del inmueble- es inexistente, sin embargo, su interés futuro por tener un
bien que responda por su acreencia, le otorga legitimidad para participar en el proceso y coadyuvar a
la posición jurídica defendida por Jorge.
El ejemplo que acabamos de describir está sustentado jurídicamente en el artículo 1219 inciso
4 del Código Civil y su concordancia con uno de los supuestos regulados en el artículo 60 del Código
Procesal Civil, el que regula la sustitución procesal.
La intervención coadyuvante está regulada en el Código en su artículo 97.
25
Esta intervención, que puede ocurrir incluso durante la tramitación del proceso en segunda
instancia, está regulada en el artículo 98 del código referido.
26
Asimismo, si el derecho del interviniente es de preferencia respecto de lo que obtenga de la
ejecución judicial del bien, puede también intervenir y solicitar se declare tal prelación en relación al
ejecutante.
Rosa demanda ejecutivamente a Ronaldo y pide y obtiene una medida cautelar de secuestro
sobre el vehículo que hace unas semanas vio manejándose a éste. Sin embargo, el vehículo ya no es
de propiedad de Ronaldo a la fecha de la realización del secuestro, sino de Daniel quien lo adquirió de
aquél y a quien lo desposeyeron del mismo en ejecución del secuestro. Daniel, premunido de su título
de propiedad, se apersona al proceso y pide se deje sin efecto la orden de secuestro sobre su vehículo.
Esta es una intervención excluyente de propiedad.
Financiera Andina demanda a la empresa ABC S.A. y pide un embargo en forma de intervención
en administración sobre su local industrial y comercial. Sin embargo, antes de la ejecución del
embargo, ABC había suscrito un contrato de gestión y administración por el que le había cedido la
gestión y la administración de su local industrial a la empresa Alfa S.A. Esta, afectada por el embargo
en intervención, solicita al juez se le otorgue preferencia sobre la administración del local industrial
dado que su contrato se encuentra inscrito y es oponible a terceros. Esta es una intervención
excluyente de derecho preferente.
Belisario interpone demanda contra Carlos. El proceso está en la etapa de ejecución de
sentencia y se va a rematar un bien de propiedad de Carlos. Sin embargo, en los asientos regístrales
del bien aparece inscrita una prenda de éste a favor de Ignacio. Enterado este último de la realización
del remate por la publicidad que se exige como presupuesto para su realización, se apersona al proceso
y solicita que para cuando ocurra el remate, del dinero que se obtenga se le entregue primero a él lo
que le corresponda por concepto de la prenda y sólo si hay un remanente proceda su entrega al
demandante.
Esta intervención está normada en el artículo 100 del Código Procesal Civil, aunque su
tratamiento procedimental corresponde al del proceso abreviado con las precisiones reguladas entre
los artículos 533 al 539.
4. LA DENUNCIA CIVIL.
27
relación futura – de ser una relación de conflicto- en la que están conectados el denunciante y el
denunciado, pueda resolverse en el mismo proceso.
Llamada también litis denuntiatio en la doctrina alemana, esta institución se refiere a los
requisitos y trámites que debe cumplir y seguir una parte para incorporar a un interviniente al proceso.
Es entonces el mecanismo procesal a través del cual una parte integra a un tercero al progreso,
respecto de quien tiene un determinado interés –presente o futuro-, respecto de la misma relación
sustantiva o de otra, conectada jurídicamente esta última con la que se discute en el proceso.
Deben ser muchas las instituciones del derecho sustantivo cuya tramitación se verá afectada
por la regulación de la denuncia civil en el sistema jurídico peruano. Sin embargo, la todavía incipiente
realización de estudios comparativos entre estas dos disciplinas, cuyas reformas deberían realizarse
de consumo, impide apreciar ahora los alcances de la reforma procesal.
28
ellos formen parte del proceso y dentro de él se tramiten simultáneamente dos pretensiones, las que
podrán ser resueltas en la misma sentencia.
Si bien admitimos que es la norma sustantiva la encargada de regular los casos en los que una
persona debe responder por la derrota ajena, insistimos en la idea que será el juez quien decida la
precedencia del pedido en atención a la relación de causa y efecto entre las rezones del emplazamiento
y eventual pérdida del denunciante y la responsabilidad del denunciado.
29
4.1.4 Llamamiento del tercero pretendiente
Se presenta en aquellos casos en que a una persona le es exigido el cumplimiento de una
obligación por más de una persona, que tienen o creen tener títulos distintos. Para el ejemplo,
imaginaremos que se trata de una obligación de dar, la entrega de parte de otra persona, quien se
considera también titular del bien.
En tal situación, el demandado está facultad a solicitar se llame al proceso al tercero que
también lo requiere, a fin que el verdadero derecho se dilucide en forma conjunta radicalmente el
problema, porque de lo contrario, bien podría ser que el no demandado, lo haga en un nuevo proceso,
incluso imputándose negligencia en el proceso en el que se le ordenó la entrega del bien.
5. Extromisión.
Todo lo desarrollado hasta ahora sobre el tema de la intervención de terceros está referido a
los requisitos y trámites para conseguir la incorporación de una persona al proceso y los efectos que
tal acto produce en éste. Sin embargo, la institución que vamos a describir, formando parte de nuestro
tema de estudio, tienen curiosamente una función no sólo distinta, sino contradictoria a la
intervención.
Siguiendo la regulación contenida en el Código Procesal Civil, señalada específicamente en el
numeral 183º, encontramos la denominación de intromisión procesal; asimismo, el Código regula el
instituto de la extromisión, por el cual el Juez, de oficio o a pedido de parte, y por resolución
debidamente motivada, retira del proceso a un tercero legitimado que había sido admitido
inicialmente como tal, pudiendo producirse en dos supuestos:
a) Cuando el Juez considera que el legítimo interés que estuvo presente cuando se admitió al
tercero ha desaparecido.
b) Cuando se comprueba que la calificación dada al tercero al momento de su incorporación
ha sido incorrecta (Art. 107º CPC), (decimos posteriormente porque el Juez admite la intervención del
tercero precisamente por demostrar éste su derecho o interés para intervenir en el proceso, de lo que
se colige que es en momento posterior al indicado que el Juez se cerciora de que dicho derecho o
interés no existe y, en consecuencia, dispone la extromisión de aquél).
La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la extromisión, ha establecido lo
siguiente: “... El pedido de extromisión del proceso de un tercero legitimado presupone que éste
anteriormente haya sido incorporado al mismo...” (Casación Nro. 02-05 / La Libertad C-47295,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-08-2005, pág. 14430).
El Juez, al declarar la extromisión y, consecuentemente, la separación del proceso de un
tercero legitimado, debe emitir una resolución debidamente motivada, que contenga expresamente
los fundamentos por los cuales considera que el interés o derecho que legitimó la intervención del
tercero ha desaparecido o las razones que sustentan la comprobación de su inexistencia.
La decisión, en este sentido, puede ser dictada por el Juez en cualquier etapa del proceso.
6. Sucesión Procesal.
Se entiende por sucesión procesal a la sustitución, en un proceso determinado, de unas partes
formales por otras materiales, como consecuencia de la transmisión ‘inter vivos’ o ‘mortis causa’ de la
legitimación de aquéllas a éstas. Como consecuencia de la ‘perpetuatio jurisdictionis’ que ocasiona la
30
litispendencia, tras la admisión de la demanda, no pueden existir cambios sustanciales de las partes en
el proceso (…), el cual habrá de transcurrir entre el actor y el demandado. Mas, puede ocurrir que,
fuera del proceso se haya transmitido el derecho subjetivo o la titularidad del bien o relación jurídica
litigiosa, en cuyo caso el nuevo adquirente es quien ostenta la legitimación, activa o pasiva (en el caso
de transmisión de bienes litigiosos), y quien se encuentra, por tanto, legitimado para suceder a la parte
originaria en el proceso.
En términos generales, cabe hablar de sucesión procesal siempre que, a raíz de la extinción,
pérdida de legitimación o modificación substancial producida en la composición de una de las partes,
ésta es reemplazada en el proceso por una persona distinta.
Este tipo de sucesión implica un reflejo de la transmisión de derechos substanciales, sea a título
universal o singular. Pero como se trata de derechos litigiosos, cuya efectividad se halla por lo tanto
supeditada al eventual reconocimiento que de ellos se haga en la sentencia definitiva, la sucesión
procesal se configura, en rigor, como una sucesión en la posición jurídica procesal adoptada por el
transmitente con relación al correspondiente derecho.
El Código Procesal Civil, en su artículo 108, regula lo concerniente a la sucesión procesal en
estos términos: “Por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al
reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido. Se presenta la sucesión procesal
cuando:
1. Fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su sucesor, salvo
disposición legal en contrario;
2. Al extinguirse o fusionarse una persona jurídica, sus sucesores en el derecho discutido
comparecen y continúan el proceso;
3. El adquirente por acto entre vivos de un derecho discutido, sucede en el proceso al
enajenante. De haber oposición, el enajenante se mantiene en el proceso como litisconsorte de su
sucesor; o
4. Cuando el plazo del derecho discutido vence durante el proceso y el sujeto que adquiere o
recupera el derecho, sucede en el proceso al que lo perdió.
En los casos de los incisos 1. y 2., la falta de comparecencia de los sucesores, determina que
continúe el proceso con un curador procesal.
Será nula la actividad procesal que se realice después que una de las partes perdió la capacidad
o titularidad del derecho discutido, siempre que dicho acto le pueda haber generado indefensión. Si
transcurridos treinta días no comparece el sucesor al proceso, el Juez debe designar a un curador
procesal, de oficio o a pedido de parte”.
31
fallecimiento del demandante, en cuyo lugar se subrogan por vía de sucesión mortis causa sus
herederos, siendo que de acreditarse el fallecimiento de uno de los justiciables el órgano jurisdiccional
debe emplazar a los sucesores notificándoles la existencia del juicio a efectos que se apersonen al
proceso, garantizando de esta manera el debido proceso consagrado en el inciso tercero del artículo
ciento treinta y nueve de la Constitución Política del Estado...” (Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-2008, págs. 23614-23615).
- “... El artículo ciento ocho del Código Procesal Civil establece en su inciso uno, que se presenta
la sucesión procesal cuando fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su
sucesor, salvo disposición legal en contrario; [...] esta disposición obedece a que una persona que ha
perdido la titularidad del derecho en discusión no puede generar actos válidos dentro del proceso,
contemplando el nombramiento de un curador procesal para la defensa de los derechos de los
sucesores o adquirientes del mencionado derecho...” (Casación Nro. 52-2007 / Lima, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 02-09-2008, págs. 22751-22752).
- “... La sucesión procesal puede ser inter vivos o mortis causa; la primera acontecería cuando
una vez iniciado el proceso se produce un cambio en la titularidad de las partes debido a la transmisión
del objeto de la litis. La segunda supone la transmisión del objeto del litigio por el fallecimiento de una
de las partes...” (Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-
12-2008, págs. 23614-23615).
32
EL HECHO, EL ACTO Y EL NEGOCIO PROCESAL
1. Marco conceptual.
A pesar de su aparente identidad, las categorías civiles son distintas de las procesales, de hecho
tienen un tratamiento jurídico propio. Un hecho, acto o negocio jurídico será procesal, en tanto
produzca efectos inmediatos o directos en el proceso y se realice dentro de éste. Es decir, no será
procesal un acto o negocio jurídico realizado fuera del proceso, aunque sólo haya sido manifestado
para ser útil dentro de él, por ejemplo, el otorgamiento de representación procesal voluntaria (poder)
ante un notario. Por otro lado, no es necesario usar el concepto jurídico para denominarlo, ya que al
surtir efectos dentro del proceso, es obvia su esencia jurídica.
En el caso del hecho procesal, se trata de cualquier suceso o acontecimiento susceptible de
producir la constitución, desenvolvimiento o extinción de la relación procesal.
En otras palabras, el hecho procesal es el hecho jurídico que produce efectos dentro de un
proceso. Podría tratarse, por ejemplo, del fallecimiento de una parte, la realización de una audiencia,
el transcurso de un plazo, la pérdida de piezas procesales, la interposición de un recurso, la notificación
de una resolución o la transacción judicial. Nótese que hemos citado ejemplos disímiles de hechos
procesales, sin perjuicio de que algunos, como la interposición de un recurso o la transacción judicial,
pertenezcan a sus especies, el acto y el negocio procesal, respectivamente.
Cuando el hecho procesal tiene como origen una o más manifestaciones de voluntad
expresadas por cualquiera de los sujetos de la relación jurídica procesal, las que producen efectos
jurídicos al interior del proceso, estamos ante un acto o negocio procesal.
El acto procesal será siempre público en atención al fin del proceso y, además, porque la
conducta de sus protagonistas está regulada por el derecho procesal que es derecho público. Como en
el caso del derecho privado, en el acto o en el negocio procesal, la voluntad se encamina a producir
consecuencias jurídicas, en cambio en los otros hechos jurídicos no interviene la voluntad y, de haberla,
para el Derecho ésta no es relevante, es decir, las consecuencias se producen con independencia de la
intervención de la voluntad. Por cierto, la consecuencia de querer concretar el propósito deseado
establece también en sede procesal la naturaleza particular del negocio procesal.
El negocio procesal es aquel hecho procesal al que se le adiciona el deseo o finalidad de
producir efectos jurídicos queridos por el sujeto de la relación procesal que lo realiza. Son casos de
negocios procesales: la demanda, la contestación, la reconvención, el allanamiento, el desistimiento,
la transacción, entre otros.
Nótese que la diferencia en algunos casos es sutil entre el acto y el negocio procesal. Si bien
ambos son voluntarios y lícitos, el acto procesal carece de un deliberado propósito jurídico en el
agente, a pesar de lo cual su realización produce las consecuencias jurídicas previstas por la ley.
En contraste con la considerable importancia que tiene la voluntad privada en el acto y en el
negocio jurídico, al constituir el proceso judicial el ejercicio de una función pública, la denominada
voluntad negocial (conexión de la voluntad con el propósito) aparece con serias limitaciones, lo que
nos lleva a considerar que lo que se presenta con mayor continuidad dentro de un proceso son los
actos procesales, dado que las manifestaciones de voluntad concretan regularmente los efectos
queridos y previstos por la norma. Esto es así porque los actos procesales producen consecuencias
33
jurídicas concatenadas, bastando el comportamiento, sin importar, reiteramos, lo que pueda querer o
intentar el sujeto procesal.
Así y todo, hay situaciones en las que los elementos activos de la relación procesal, pueden
adicionar, a los efectos jurídicos previstos en la norma respecto del acto procesal que expresan, otros
efectos jurídicos intencionalmente queridos y no previstos en ésta. En tales casos, nos parece, estamos
ante la presencia del negocio procesal.
Adviértase que si bien en los ejemplos de negocios procesales que hemos dado, todos tienen
efectos jurídicos previstos en la norma, es cierto también que los declarante s, aunque fuera en grado
mínimo, pueden incorporar a su manifestación de voluntad efectos no previstos en el derecho
objetivo, pero lícitos y queridos por ellos.
Una sentencia como expresión de la voluntad del juzgador, que sólo es la expresión de la
voluntad del legislador al caso concreto, será entonces regularmente un acto procesal. Sin embargo,
dentro de la perspectiva contemporánea de un juez creador de derecho, es decir, de un juez que expide
una decisión judicial que no es sólo producto de una reducción mecánica al caso concreto de lo que el
legislador quiso para situaciones genéricas, sino un proceso lógico, imaginativo y creador, destinado a
proveer a los justiciables de una solución al conflicto de intereses que sea eficaz, actual, razonable y
justa, implica que la sentencia sea un negocio procesal. Esto es, una manifestación de voluntad
enriquecida en sus efectos jurídicos por decisión del agente -el juez- y destinada a crear, modificar,
regular o extinguir relaciones jurídicas.
Admitiendo el cuestionamiento que un sector de la doctrina suele hacer a la distinción entre
acto y negocio procesal, CHIOVENDA, en opinión que compartimos, reconoce la existencia del
segundo, específicamente en aquellos casos en los que la ley remite a la voluntad de las partes
completar el contenido del acto.
Si tuviéramos que establecer diferencias entre el acto o el negocio jurídico con el acto o el
negocio procesal, podríamos decir que los primeros son expresiones típicas del derecho privado, más
específicamente de la voluntad privada. Adicionalmente, afirmaríamos que tienen a producir una
situación o relación jurídica estática y regularmente autónoma. Estamos diciendo que el acto o el
negocio jurídico en sede civil son natural y espontáneamente productores de efectos jurídicos sin
pasado y sin futuro, esto es, son lo que son aquí y ahora (hic et nunc). En cambio el acto o negocio
procesal son distintos. Se trata, por empezar, de actos netamente públicos, dado que están ligados al
fin del proceso que, como bien sabemos, es la paz social en justicia, ergo, un fin público. Por lo demás,
son públicos desde una perspectiva sistemática, atendiendo a que el derecho procesal pertenece al
derecho público.
Asimismo, el acto o negocio procesal son básicamente formales. Si bien en doctrina civilista suele
decirse que todo acto jurídico tiene forma, sea porque la prevé la norma sea porque la prevé el agente
que expresa el acto, en el caso del acto o negocio procesal regularmente todos tienen una formalidad
que debe ser cumplida. Esto se explica en el hecho de que otro de los valores en juego dentro del
proceso es la seguridad jurídica, la cual exige la realización de una serie de formalidades que en muchos
actos o negocios procésales, actúan como requisito de su validez.
También podemos afirmar que el acto procesal es regularmente unilateral. Debido a la naturaleza
dialéctica del proceso, usualmente las partes están contendiendo sobre los hechos o el derecho. Por
otro lado, el juez necesita hacer evidente su imparcialidad. A efectos de que cada quien haga efectiva
su independencia de intereses, los actos procesales suelen ser manifestaciones de cada protagonista
de la relación procesal. Esto es tan evidente que resulta excepcional la realización de actos procesales
convencionales.
34
Por otro lado, los actos procesales carecen de autonomía desde la perspectiva de su eficacia, es decir,
salvo situaciones excepcionales, regularmente se encuentran concatenados, pues su actuación se
encuentra ligada a la obtención del fin del proceso. Finalmente, los actos procesales al estar
conectados en el tiempo y en el continente que es el proceso,
Si bien algo se adelantó anteriormente, entendemos por forma a la manifestación externa del
acto procesal.
Se trata de aquella envoltura plástica que recubre los actos procesales permitiendo apreciados
e identificados. En otras palabras, a través de la forma se acredita la existencia y en algunos casos la
eficacia de los actos procesales.
Siendo el Derecho un sistema normativo de convivencia social, es explicable que la realización
de los actos de derecho o jurídicos requieran de alguna fórmula de confirmación externa de su
ocurrencia. Esta estructura superficial que permite acreditarle existencia, reconocimiento y con ello
valor social al acto de Derecho, se llama forma. Podemos afirmar que toda manifestación de derecho
tiene forma.
Sin embargo, la forma puede tener distintas expresiones. En algunos casos y en atención a la
trascendencia del acto, el Derecho suele rodear al acto de un conjunto de ritos que tienen la calidad
de esenciales para que éste tenga validez, aun cuando no necesariamente eficacia.
Estas exigencias, de origen legal y en algunos casos convencional, reciben el nombre de
formalidades.
El derecho contemporáneo ha procurado reducir la cantidad e importancia de las formalidades
necesarias para el perfeccionamiento del fenómeno jurídico.
Esta importancia de la formalidad es sin duda superlativa en el campo del derecho procesal. El
respeto a una decisión judicial dependerá en gran medida de la manera como fue obtenida. La
seguridad jurídica como valor intrínseco a obtenerse con el servicio de justicia depende del respeto y
cumplimiento de las normas procesales. Las formas procesales son necesarias no sólo como exigencia
del interés general, con el fin de asegurar el buen funcionamiento de la justicia, sino también en
servicio del interés privado del litigante, como salvaguarda de sus propios intereses.
A la afirmación anterior que todos los actos de derecho tienen forma, podríamos agregar que
en el campo procesal casi todos los actos procesales tienen formalidades.
Siendo la norma procesal el instrumento de regulación de las conductas de los elementos
activos de la relación jurídica procesal y teniendo esta relación una naturaleza pública, es explicable
que los actos procesales estén revestidos de formalidades. Inclusive es comprensible también que
mayoritariamente las formalidades procesales sean imperativas, es decir, de obligatorio cumplimiento.
Los efectos que produce el incumplimiento de las formas procesales son variados, van desde
situaciones extremas como la nulidad del acto hasta otras también graves como la pérdida del derecho
a ejecutarlo. Como resulta evidente, el primero determina la invalidez del acto viciado y, por lo regular,
la de todos los actos posteriores; en cambio el segundo, hace devenir en ineficaz el acto.
Nosotros al estudiar los actos procesales, en atención a que la doctrina no es uniforme tanto
en su concepción como en los temas que de be comprender su análisis, su clasificación y sus elementos
35
configurativos, vamos a tratarlos recogiendo los lineamientos señalados por nuestro propio Código
Procesal Civil, procurando profundizar donde nos ha sido posible hacerla, como ocurre en lo relativo a
la nulidad de los actos procesales.
El acto jurídico procesal, para su validez, debe reunir determinados requisitos o elementos,
bajo pena de nulidad. Entre estos requisitos debemos citar los siguientes:
36
terceros, etc. Respecto al contenido de las resoluciones judiciales se señala por unos que está dado
por el acto voluntario del Juez y por otros por el raciocinio lógico conducente a la decisión. Este es un
tema de reflexión. Empero, podríamos admitir que ese raciocinio lógico conducente a la decisión que
adopta el Juez es, en todo caso, la expresión de la voluntad de la ley exteriorizada por el juzgador
quien, por imperio de ella, está en el deber de resolver el conflicto aplicando el derecho objetivo.
37
formalidad con tal de que cumplan con la finalidad correspondiente. Sobre esto último el Código regula
que las formalidades previstas en el ordenamiento procesal civil son imperativas y, sin embargo,
autoriza al Juez a adecuar su exigencia al logro de los fines del proceso (Art. IX, tercer párrafo, T. P.,
CPC).
Ahora tratamos con mayor detalle el requisito relativo a la formalidad de los actos procesales.
Una de las notas distintivas de los actos procesales, por regla general, es su formalidad. Los partidarios
del formalismo para destacar el valor de las formas procesales se apoyan en que el proceso constituye
una relación eminentemente de carácter público y una garantía de seguridad, por lo que -sostienen-
el acto procesal, para su validez, debe reunir los requisitos externos que la ley señala. Sin embargo, el
exagerado predominio de las formas origina dilación en la tramitación del proceso y aumenta el costo
del mismo.
El ordenamiento procesal, apartándose de la rigidez del formalismo, recogiendo el criterio de
flexibilización, establece que cuando la ley prescribe formalidad determinada sin sanción de nulidad
para la realización de un acto procesal, éste será válido si habiéndose realizado de otro modo ha
cumplido su propósito (Art. 171º, segundo párrafo, CPC).
Algo más, el ordenamiento procesal civil, en el Título Preliminar, fija el principio de formalidad
cuando dice que las formalidades previstas en este Código son imperativas y, sin embargo, el Juez
adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso; que cuando la ley no señala una formalidad
específica para la realización de un acto procesal, éste se reputará válido cualquiera sea la empleada.
(Art. IX, segundo y tercer párrafos, T. P., CPC).
38
su lectura. Al final del texto se hará constar la anulación. Está prohibido interpolar o yuxtaponer
palabras o frases (Art. 119º CPC).
39
B) Contenidos genéricos de las resoluciones.
Las resoluciones genéricamente deben contener lo siguiente:
a) La indicación del lugar y fecha en que se expiden (Art. 122º, inc. 1, CPC).
b) El número de orden que les corresponde dentro del expediente o del cuaderno en que se
expiden (Art. 122º,inc. 2, CPC).
c) La descripción correlativamente enumerada de los fundamentos de hecho y de derecho que
sustentan la decisión, la que se sujeta al mérito de lo actuado y al derecho (Art. 122º, inc. 3, CPC).
Constituye uno de los deberes de los jueces en el proceso fundamentar los autos y las sentencias, bajo
sanción de nulidad, respetando los principios de jerarquía de las normas y el de congruencia (Art. 50º,
inc. 6, CPC).
d) La expresión clara y precisa de lo que se decide u ordena respecto de todos los puntos
controvertidos (Art. 122º, inc. 4, CPC). La resolución que omite decidir algún punto controvertido es
nula. En estos casos es posible su integración, como se verá más adelante.
e) El plazo para su cumplimiento, si fuera el caso (Art. 122º, inc. 5, CPC).
j) La condena en costas y costos y, si procediera, la imposición del pago de multas; o la
exoneración de su pago (Art. 122º, inc. 6, CPC).
g) La suscripción del juez y del Auxiliar jurisdiccional respectivo (Art. 122º, inc. 7, CPC). El
Auxiliar jurisdiccional refrenda la resolución del juez.
La resolución que no cumpliera con los requisitos señalados es nula (Art. 122º, noveno párrafo,
CPC), salvo que se trate de decretos que no requieran de fundamentación, no señalen plazo para el
cumplimiento de algún acto y que no sirvan para condenar al pago de costas y costos ni para multar.
40
4.2. FORMALIDAD EN LOS ACTOS PROCESALES PROVENIENTES DE LAS PARTES.
Los actos procesales que producen las partes, como todo acto jurídico procesal, tienen por
finalidad la constitución, modificación o extinción de derechos y cargas procesales (Art. 129 CPC). Los
actos procesales de las partes esencialmente se exteriorizan mediante escritos, los que, para surtir los
efectos señalados, deben responder a determinadas formalidades. Mediante los escritos normalmente
las partes formulan sus petitorios para la emisión de resoluciones o para producir actos de disposición
como un desistimiento, un allanamiento, etc.
41
4.2.2. Copia de escritos y anexos y su entrega al destinatario.
Tratándose de escritos y anexos sobre los que deba recaer alguna de las resoluciones citadas
en el artículo 157º del Código (se refiere a las resoluciones que deben notificarse necesariamente
haciendo uso de las cédulas), quien los presente debe acompañar tantas copias simples de ambos
(escrito y anexo) como interesados deba notificarse. El auxiliar jurisdiccional correspondiente
verificará la conformidad y legibilidad de las copias.
Si no las encuentra conformes, ordenará su sustitución dentro de 24 horas, bajo
apercibimiento de tenerse por no presentado el escrito. Todo reclamo sobre la idoneidad de las copias
será resuelto por el Juez en el día mediante resolución inimpugnable (Art. 133º CPC).
En el acto de notificarse la resolución respectiva se hará entrega a la parte contraria de las
copias a que se refiere la primera parte del artículo 133º del Código (Art, 134º CPC). La parte o tercero
legitimado puede exigir que el Auxiliar de Justicia le devuelva una copia sellada del escrito y sus anexos,
con indicación del día y la hora de su presentación (Art. 135º CPC).
Todo acto jurídico debe ser la fiel expresión de una voluntad expresada libremente, de modo
que el querer, el deseo del agente, coincida exactamente con lo que éste ha manifestado, ha
expresado, ha exteriorizado. Sin embargo, en los litigios, no siempre ocurre así, debido a la influencia
de diversos factores, que unas veces surgen del propio agente y otras por factores atribuibles a otros
agentes, que vician el proceso. Para que los actos procesales tengan validez y eficacia jurídica tienen
que estar desprovistos de vicios y errores. El acto procesal por tanto será nulo si está afecto de algún
vicio o de algún error. Se señala que un acto procesal está viciado cuando éste no constituya la
manifestación de voluntad del agente, cuando haya sido practicado por persona absolutamente
incapaz, cuando su finalidad es ilícita (causar un daño a terceros), cuando sea producto de un acto
fraudulento (una simulación, por ejemplo), cuando no revista la formalidad que señala la ley, etc. Como
ejemplo podemos señalar que carece de eficacia probatoria la prueba obtenida por simulación, dolo,
intimidación, violencia o soborno (Art. 199º CPC).
El error consiste en la falta de coordinación o coincidencia entre la representación mental que
el agente hace de una persona, cosa o hecho o de la ley, no respondiendo éstos a la realidad.
42
Citamos los siguientes ejemplos en los que existe error: El caso en que el Juez erróneamente
considera que un instrumento contiene un contrato de trabajo cuando en realidad contiene un
contrato de locación de servicios o el supuesto en que el Juzgador le da un trámite que no le
corresponde a un pedido formulado por la parte litigante o cuando el Juzgador aplica una norma
retroactivamente no obstante que la Constitución lo prohíbe, etc. La ignorancia equivale
indudablemente al error.
Estos errores surgen del propio agente procesal.
El fraude en el área civil importa engaño, abuso de confianza, artimaña, maniobra,
normalmente en la celebración de un acto jurídico, para producir daño material y moral a un tercero.
El dolo civil es concebido por unos como una especie del fraude, en tanto que otros lo conciben
como equivalentes. Esta figura (el fraude) en el campo procesal significa el uso del proceso por uno de
los litigantes o por ambos para causar daño a la propia contraparte o a un tercero, según el caso. La
colusión en el proceso en realidad es el fraude procesal perpetrado por ambas partes para causar un
daño a terceros. La intimidación, la violencia y el cohecho importan conductas fraudulentas.
La mayoría de los casos de nulidad, sin embargo, se refieren a la violación de las formalidades
de los actos procesales y de los trámites establecidos por el Código Procesal Civil, que por su naturaleza
son violatorios del debido proceso. Es que la forma del acto procesal es el modo de expresión de la
voluntad de quien lo ejecuta. Todos los actos procesales tienen una forma determinada de
exteriorizarse, unas veces impuesta por la ley como condición de su existencia y otras queda librada al
criterio de quien lo realiza. La formalidad de la demanda, que se produce en un solo acto, está fijada
por la ley y no queda librada al criterio de quien la propone. La inspección judicial se refiere a un
conjunto de actos, cuya realización es indispensable para que tenga validez, pues comprende su
ofrecimiento, su admisión, la oportunidad de actuación previa notificación, la intervención del
Juzgador para llevar a cabo la constatación del hecho, etc. La
oportunidad y el lugar donde debe producirse el acto se concibe también como formalidad, pues si
una sentencia es dictada por quien no ejerce jurisdicción en un lugar donde se expida será nula o si se
ha interpuesto un recurso impugnatorio fuera del plazo señalado el organismo jurisdiccional debe
rechazado. Todos estos elementos son calificados como constitutivos de la formalidad que prevé el
Código Procesal Civil.
Por consiguiente, prima facie, debemos señalar que la nulidad importa una sanción que tiende
a privar de efectos a un acto procesal que contenga un vicio, un error o en cuya ejecución no se han
observado determinadas formas señaladas por la ley. Los actos procesales afectos de algún vicio, error
o de inobservancia de la formalidad señalada por la ley que conspiran contra su plena validez son
susceptibles de ser anulados. La nulidad tiene que verse como una sanción que priva al acto el poder
producir efectos jurídicos normales propios de un acto regular.
La sanción debe establecerse mediante una declaración judicial. La nulidad debe originarse en
una causa existente al constituirse el acto. Por último, se señala que la finalidad de las nulidades es
remediar los vicios y errores de los actos procesales o la inobservancia de la formalidad legal.
En relación de las nulidades en doctrina hay un cúmulo de opiniones. Así se habla de actos
procesales inexistentes, cuando el acto carece de requisitos indispensables para tener existencia
jurídica, como el caso de una sentencia emitida por quien ha dejado de ser Juez, acto que en modo
alguno puede ser convalidado (nulidad absoluta). También se habla de actos procesales afectos de
nulidad que producen sus efectos en tanto no sean invalidados de oficio o a petición de parte, lo que
significa asimismo que pueden ser convalidados por consentimiento o falta de impugnación (nulidad
relativa), como ocurre en el supuesto de que no obstante que el demandado no ha sido debidamente
43
emplazado con la demanda, sin embargo, se concreta a contestarla, sin reclamar la falta de
notificación. Los actos afectos de nulidad absoluta no son convalidables, en tanto que los actos afectos
de nulidad relativa sí pueden convalidarse expresa o tácitamente. Estos casos se refieren a nulidades
relacionadas a las formas procesales, las que no tienen otro sentido que el de garantizar el derecho de
las partes en el proceso, constituyéndose las nulidades con el propósito de salvaguardar esas garantías.
La interrogante que surge es: ¿qué ocurre cuando un acto procesal está viciado, por ejemplo,
de un hecho fraudulento? En este caso no estamos frente a un supuesto de afectación de la formalidad
procesal sino de la afectación del fondo del acto procesal.
Aquí deben regir igualmente las reglas previstas para las nulidades de los actos procesales por
afectación formal. Los recursos de apelación y de casación tienen también por finalidad corregir vicios
y errores que afectan determinados actos procesales.
Puede darse el caso también de recurrir a la vía de la acción para lograr la nulidad de todo el
proceso cuando, por ejemplo, se da el fraude procesal en la simulación de un proceso.
44
hace referencia a formalidades sin sanción de nulidad, previendo la posibilidad de declarar la nulidad
de un acto procesal, aun sin sanción establecida en la ley, cuando dicho acto se haya producido de
modo diferente al señalado por el Código y no obstante no cumple su propósito, conclusión ésta a la
que se llega mediante interpretación contrario sensu del segundo párrafo del artículo 171º del Código
en estudio. Dice el Código que cuando la ley prescribe una formalidad determinada, sin sanción de
nulidad, para la realización de un acto procesal, éste será válido si habiéndose realizado de otro modo,
ha cumplido su propósito (Art. 171º, segundo párrafo, CPC). Sería el caso, por ejemplo, en que se
presenta un escrito con la firma ilegible del abogado, sin la impresión de su sello que contiene el
número de su registro y sin ningún otro elemento que lo identifique. Ese escrito tendrá validez por
haber cumplido con su finalidad, aun cuando no se haya producido con las formalidades de ley.
45
principio, que también hay convalidación cuando el acto procesal, no obstante carecer de algún
requisito formal, logra la finalidad para la que estaba destinado (Art. 172º, segundo párrafo, CPC).
46
una resolución que diga: "Entiéndase como fecha en que se emitió la sentencia de fojas x el día 10 de
abril de 1999". Este sería un supuesto de convalidación del acto procesal por subsanación.
47
Quien formula una nulidad tiene que acreditar estar perjudicado con el acto procesal viciado
o errado y, en su caso, precisar la defensa que no pudo realizar como consecuencia directa del acto
procesal cuestionado. Asimismo, deberá acreditar interés propio y específico con relación a su pedido
(Art. 174º CPC). En términos genéricos, tratándose de resoluciones, sólo el agraviado con ella es el que
se encuentra legitimado para impugnarla. Ese mismo principio rige en materia de nulidad de actos
procesales. Es que la resolución judicial es un acto procesal.
El agravio que causa un acto procesal afecto de nulidad a quien es parte en el proceso es el
que lo legitima para proponer su invalidación. El agraviado, por tanto, tendrá interés para reclamar la
nulidad del acto. Quien ha contribuido para que el acto se halle afecto de nulidad no podrá solicitar su
invalidación, que se sustenta en que nadie puede fundar la nulidad en su propia conducta (Art. 175º,
inc. 1, CPC), pues, no tendría interés válido para proponerlo.
Los jueces sólo declararán de oficio las nulidades insubsanables, mediante resolución
motivada, reponiendo el proceso al estado que corresponda (Art. 176º, tercer párrafo, CPC). En efecto,
la nulidad puede ser declarada de oficio, pero debe proceder así en casos excepcionales, en supuestos
en que de por medio esté el interés público o exista una disposición expresa. Conforme al Código
Procesal Civil citamos el siguiente ejemplo: el Juez, al sentenciar la causa, puede declarar la nulidad de
todo lo actuado al constatar en el proceso la inexistencia de una relación jurídico procesal válida (Art.
121º, última parte, CPC). Es que si no hay una relación procesal válida no hay proceso válido. Lo que
interesa es que los procesos no se hallen afectos de nulidad y, en todo caso, sus vicios deben
convalidarse conforme a las modalidades que señala el ordenamiento.
48
consideración las reglas relativas a la convalidación y a los supuestos en que es posible la declaración
de nulidad de oficio. Si declara la nulidad tendrá que reponer la causa al estado que corresponda.
Por ejemplo, si se vio la causa en la fecha designada para la vista, sin que el abogado de una
de las partes haya sido notificado para tal acto, no obstante haber solicitado oportunamente para
informar oralmente, y se ampara la nulidad, tendrá que fijarse nuevo día y hora para dicha vista.
5.6. EXTENSIÓNDELANULIDAD
La declaración de nulidad de un acto procesal no alcanza a los anteriores ni a los posteriores
que sean independientes de aquél. Asimismo, la invalidación de una parte del acto procesal no afecta
a las otras que resulten independientes de ella, ni impide la producción de efectos para los cuales el
acto es idóneo, salvo disposición expresa en contrario (Art. 173º CPC). La calificación de la
independencia de los actos procesales es tarea fundamental de los jueces para los efectos de
determinar la extensión de la nulidad declarada.
49