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LOS SUJETOS PROCESALES

1. INTRODUCCION.

Cualquiera sea el proceso, en su aspecto formal, presupone la intervención de varias personas


(naturales o colectivas), independiente de la materia en litigio, quienes reciben la denominación de
sujetos del proceso o sujetos procesales.
En el proceso civil, en efecto, intervienen una serie de sujetos, dentro de los cuales el Juez es
el sujeto central, pues él representa al Poder Judicial, encargado de resolver el litigio.
Tienen también vital importancia en el proceso la intervención del sujeto demandante y la del
sujeto demandado, como contrincantes del derecho en disputa. El Juez, el demandante y el
demandado son los sujetos principales y necesarios. Intervienen, asimismo, los abogados defensores
de las partes en el proceso, que pueden actuar simplemente como tales o como defensores y
representantes del demandante o del demandado.
También tienen intervención los denominados auxiliares jurisdiccionales (como son los
secretarios de Juzgado, los relatores, los secretarios de Sala) y los auxiliares judiciales (como los peritos,
la policía judicial, los traductores, los intérpretes, los martille ros públicos, etc.). Tiene también
injerencia en el proceso el representante del Ministerio Público (una veces como parte y otras como
ilustrador del Juez, en los que dictamina). El propio Estado interviene en muchos litigios como parte
en el proceso, el que lo hace mediante los procuradores públicos, quienes ofician como sus
representantes en los procesos judiciales.
Finalmente, tienen intervención en determinados procesos los denominados terceros, que no
son parte formal en el momento de constituirse la relación procesal, pero que al ser incorporados
adquieren la calidad de terceros legitimados.
A continuación trataremos al detalle la participación en el proceso de los distintos sujetos
procesales y de las diferentes formas cómo se incorporan en él.

2. EL JUEZ.

El juez, ya sea en forma unipersonal como en forma colegiada, es el que ejerce la función
jurisdiccional, esto es, resuelve las controversias de derecho o dilucida las incertidumbres jurídicas que
se le proponen. La función de administrar justicia, en efecto, se ejerce por personas naturales o físicas,
a quienes el Estado les confiere la potestad de resolver los conflictos que se le someten para su
decisión. Cabe aclarar que si bien la función jurisdiccional en rigor es desarrollada por personas
naturales, empero, el Estado, para el cumplimiento de su aludida función, ha estructurado los
denominados organismos jurisdiccionales (los Juzgados y los Tribunales), conformado por un solo Juez
o por varios Jueces colegiados. Por ello es que la persona del Juez adquiere una importancia tal que a
él se le confía la tutela del honor, de la libertad, de la vida, de la propiedad de los ciudadanos, razón
por la cual se le exige una serie de requisitos especiales para su nombramiento, se le rodea de un sin
número de garantías para su ejercicio funcional y, eventualmente, se le impone sanciones cuando

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incurre en inconducta funcional. La autonomía y la independencia como garantías de la administración
de justicia se ha establecido en función de la persona del Juez. El Juez natural es aquel que ha sido
nombrado de acuerdo con la Constitución Política del Estado y las leyes pertinentes y que se le asigna
un determinado cargo en función a su nombramiento, con el carácter de permanente, de modo que
los usuarios de la administración de justicia tengan conocimiento pleno de quiénes son sus jueces con
antelación al planteamiento de alguna demanda y que el demandado conozca en igual forma al Juez
ante quién ha sido emplazado. Concluimos reiterando que el Juez es el sujeto central y principal del
proceso.

3. LOS AUXILIARES JURISDICCIONALES.

En los procesos civiles también tienen intervención los llamados -tanto por el Código Procesal
Civil como por la Ley Orgánica del Poder Judicial- auxiliares jurisdiccionales.
Los auxiliares de la jurisdicción civil están integrados por los Secretarios y Relatores de las
Salas Superiores y Supremas, por los Secretarios de Juzgado, los Oficiales Auxiliares de Justicia y los
Órganos de Auxilio Judicial (Art. 54º CPC; Arts. 249º y ss. LOPJ). Los deberes, las obligaciones y las
responsabilidades que tienen estos auxiliares en las actuaciones y diligencias judiciales están
determinados por la Ley Orgánica del Poder Judicial y en las normas procesales respectivas (Art. 56º
CPC).

4. LOS ORGANOS DE AUXILIO JUDICIAL.

En los procesos, como se ha indicado, tienen injerencia los denominados Órganos de Auxilio
Judicial que colaboran con los distintos organismos jurisdiccionales en el ejercicio de sus funciones.
Estos órganos están conformados por los peritos en las distintas materias que requieren
conocimientos especiales de naturaleza científica, tecnológica, artística u otra análoga; así como por
el depositario, el interventor, el martillero público, el curador procesal, la policía y los otros órganos
que determine la ley (Art. 55º CPC).
La Ley Orgánica del Poder Judicial señala que son también Órganos de Auxilio Judicial el cuerpo
médico forense, el cuerpo de traducción e intérpretes, además de los precisados por el Código Procesal
Civil (Art. 281º LOPJ).

5. LAS PARTES

Normalmente en el proceso civil hay dos partes: la parte demandante y la parte demandada,
que pueden ser personas naturales, personas jurídicas, patrimonios autónomos, etc. Cada parte, por
otro lado, puede estar constituida por una o más personas, dando lugar a la figura procesal del
litisconsorcio. La idea de parte excluye la de terceros.
Podemos conceptuar que es parte aquel que, en su propio nombre o en cuyo nombre se pide,
invoca la tutela jurisdiccional de algún derecho subjetivo, promoviendo la actuación de la voluntad de
la ley contenida en el derecho objetivo; también es parte aquel contra quien se formula el pedido.

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De lo anotado es posible establecer una perfecta distinción entre el que pide la tutela
jurisdiccional y aquel en favor de quien se pide la tutela. Algo más, en el derecho sustantivo se hace
también una distinción entre la parte acreedora (en términos abstractos y genéricos) y la parte
deudora (también en los mismos términos), diferente, lógicamente, de lo que ocurre en el aspecto
procesal, es decir, en la relación procesal.
Normalmente el acreedor en la relación material coincide con la posición que adopta quien es
parte demandante y el deudor con la que adopta la posición de quien es parte demandada en la
relación procesal. Por ello la importancia de determinar las partes en la relación jurídica material y,
luego, las partes en el proceso correspondiente, para poder explicar la presencia de la relación jurídica
procesal que nuestro ordenamiento procesal civil exige como condición para la validez y eficacia del
proceso como instrumento jurisdiccional. Empero, debemos señalar que el concepto de parte se utiliza
con más frecuencia en el ámbito procesal, de modo que parte en el proceso es quien reclama y contra
quien se reclama la satisfacción de una pretensión procesal.
Los terceros incorporados al proceso suelen considerarse como parte en el proceso,
dependiendo de la naturaleza del interés con que se incorporan a él.

5.1. INSTITUTOS JURÍDICO-PROCESALES VINCULADOS AL TEMA DE LAS PARTES EN EL


PROCESO

Al tratar del tema de las partes en el proceso hay que estudiar necesariamente determinados
institutos procesales, cuyo examen doctrinario y legislativo abordamos a continuación, empezando
naturalmente con el estudio de lo que se entiende por capacidad de ser parte en el proceso.

5.1.1. Capacidad de ser parte en el proceso.


La capacidad de ser parte en el proceso implica en principio aptitud de ser titular de los
derechos materiales o sustantivos en controversia o, mejor, aptitud para afirmar en un proceso que se
tiene la calidad de titular de tales derechos. También se dice que quien es parte en un proceso es quien
tiene la legitimatia ad causam, de modo que, por ejemplo, un menor de edad, un enfermo mental,
etc., pueden ser perfectamente parte en un proceso. Lo importante es que el hecho de ser parte en
un proceso importa pretender ser titular de un derecho en conflicto amparado por la ley, pues, recién
en la sentencia se determinará si en efecto quien hizo la referida afirmación es realmente el titular del
derecho alegado o no.
a) El Código Procesal Civil señala, como regla general, que toda persona natural o jurídica, los
árganas constitucionales autónomos, la sociedad conyugal, la sucesión indivisa y otras formas de
patrimonio autónomo, pueden ser parte material en un proceso (Art. 57º CPC).
b) El Estado y sus dependencias también pueden ser parte en el proceso civil, ya sea como
demandantes o como demandados. El ordenamiento procesal civil señala que cuando el Estado y sus
dependencias, o las empresas públicas y privadas con participación económica determinante de aquél,
intervienen en un proceso civil, cualquiera sea la calificación o ubicación procesal que se le asigne, se
someterán al Poder Judicial sin más privilegios que los expresamente señalados en el Código Procesal
Civil (Art. 59º CPC). De lo contrario se violaría el principio de socialización del proceso (Art. VI, TP. CPC).

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e) Las personas jurídicas de derecho público externo igualmente pueden ser parte en un
proceso civil, como, por el ejemplo, el caso de la Cruz Roja Internacional, que puede ser demandante
o demandada ante los organismos judiciales del país.
d) También pueden ser parte material en el proceso civil los titulares abstractamente
considerados de los intereses difusos, es decir, un conjunto indeterminado de personas titulares de
determinados derechos, tales como el derecho a la protección de su medio ambiente donde
domicilian, el derecho a que sus recursos naturales sean protegidos, el derecho a la tranquilidad y al
desarrollo integral de sus componentes, el derecho a tener un adecuado servicio de transporte público,
el derecho a que sean protegidos sus bienes culturales e históricos donde viven, el derecho a que sus
integrantes consuman bienes en condiciones adecuadas a su salud, etc. (El artículo 68º de la
Constitución establece que el Estado está obligado a promover la conservación de la diversidad
biológica y de las áreas naturales protegidas).
Tales derechos naturalmente protegen bienes que por su naturaleza son de inestimable valor
patrimonial, a los que el Código Procesal Civil denomina intereses difusos. Interés difuso, dice el
Código, es aquél cuya titularidad corresponde a un conjunto indeterminado de personas respecto de
bienes de inestimable valor económico, tales como la defensa del medio ambiente, de bienes o valores
culturales o históricos o del consumidor (Art. 82º CPC).
e) El referido Código, por otro lado, establece que el Ministerio Público interviene en
determinados procesos como parte (Art. 113º CPC). Específicamente, la Ley Orgánica del Ministerio
Público señala que es atribución del Fiscal Provincial en lo Civil intervenir como parte, ejercitando los
recursos y ofreciendo las pruebas pertinentes, en los juicios de nulidad de matrimonio, de separación
de los casados y de divorcio (Art. 96º, inc. 1, LOMP). ¿En este caso podrá sostenerse válidamente que
el Ministerio Público se constituye en parte demandante o en parte demandada?.- De ser así se
presentaría la figura del litisconsorcio. Consideramos que en los procesos anotados se constituye en
parte singular del proceso, no identificándose plenamente con las partes naturales del proceso (actor
y demandado), en donde la ley le confiere la facultad de intervenir defendiendo la subsistencia del
matrimonio, sobre cuya vigencia evidentemente la sociedad tiene legítimo interés.
f) Finalmente, otro tema que trataremos a continuación es el relativo a determinar cómo
intervienen en el proceso el menor de edad, el enfermo mental, las propias personas jurídicas en
general y determinados entes como los patrimonios autónomos en términos genéricos y las sociedades
conyugales como patrimonios autónomos en términos singulares, regulado por nuestro Código
Procesal Civil (Art. 65º CPC).

5.1.2. Capacidad procesal


La capacidad procesal, es decir, la legitimatio ad processum, sólo la tienen aquellas personas
naturales que por sí mismas pueden intervenir en el proceso; más preciso, aquellas personas que se
hallan habilitadas por la ley para hacer valer sus derechos por sí mismas planteando la demanda,
contradiciéndola y realizando determinados actos procesales. Esto nos explica aún más la distinción
que hay entre ser parte en la relación material (parte acreedora y parte deudora) y ser parte en la
relación procesal (parte demandante y parte demandada). Si el titular de un derecho pretendido en el
proceso coincide con la misma persona que interpone válidamente la demanda diremos que esa
persona no sólo es parte en el proceso sino también tiene capacidad procesal. En otras palabras, la
capacidad procesal importa tener capacidad para obrar por sí mismo en el proceso. La capacidad
procesal normalmente se adquiere a los 18 años de edad, pues ésta constituye una forma de ejercitar

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los derechos civiles (Art. 42º CC). Sólo las personas naturales tienen capacidad procesal; en atención a
que ésta importa intervención personal y directa en el proceso.
El Código Procesal Civil, recogiendo el concepto anotado, señala que tienen capacidad para
comparecer por sí en un proceso las personas que pueden disponer de los derechos que en él se hacen
valer, así como aquellas a quienes la ley se lo faculte (Art. 58º, primer párrafo, CPC). La pregunta que
surge a continuación es: ¿Quiénes pueden disponer válidamente de los derechos que en un proceso
se discuten? La respuesta, formulada genéricamente, es que para disponer de tales derechos
válidamente se debe tener capacidad de ejercicio de los derechos civiles, que como lo establece el
Código Civil (Art. 42º CC) se adquiere a los 18 años de edad, con la salvedad que dicho numeral señala.
El mismo Código Procesal Civil prevé que tienen capacidad para conferir representación
designando apoderado judicial- se entiende dentro de un proceso o fuera de él para hacerlo valer en
el proceso- las personas que también pueden disponer de los derechos que en él se debaten (Art. 58º,
primer párrafo, CPC). Es que para conferir poder dentro del proceso se supone que el representante
(quien va a conferir poder) se ha apersonado válidamente al proceso, lo que importa que quien
confiere representación tiene capacidad procesal.
Cuando el Código prevé que las demás personas deben comparecer al proceso por medio de
representante legal (Art. 58º, primer párrafo, CPC), se refiere a aquellas personas que no tienen
capacidad procesal, aludiendo a aquellas que no pueden comparecer al proceso por sí mismos. Como
ejemplo señalamos el caso de las personas físicas que no pueden ejercitar válidamente sus derechos
civiles, el caso de las personas jurídicas que son entes ideales, etc.

5.1.3. La representación en el proceso


En términos genéricos, la representación importa la celebración de negocios jurídicos en
nombre de otra persona y que sus efectos son vinculantes para el representado. La representación se
ha establecido para satisfacer necesidades humanas. Si no existiera este instituto la actividad del
hombre se reduciría; el patrimonio de los incapaces, por ejemplo, no sería pasible de negocios
jurídicos. Mediante la representación se suple la falta de capacidad de ejercicio de los derechos civiles
de las personas.
Nuestro ordenamiento civil establece que el acto jurídico puede ser realizado mediante
representante y que la facultad de representación la otorga el propio interesado o la confiere la ley
(Art. 145º CC).
En el orden procesal, toda persona, natural o jurídica, o entes singulares como los patrimonios
autónomos, tienen derecho para intervenir en el proceso para defender sus intereses en controversia.
Pero hay casos en los cuales el titular del derecho en litigio en el proceso no tiene capacidad procesal
(no ha cumplido, por ejemplo, los 18 años de edad la persona natural); en estos supuestos, terceras
personas señaladas por la ley son las que intervienen en nombre y representación de los incapaces.
Estamos aquí frente a la denominada representación legal.
En cambio, hay supuestos en los cuales la persona titular de un derecho en controversia en el
proceso, no obstante tener capacidad procesal, por múltiples razones, puede ponerse en la situación
de no poder intervenir personalmente en el proceso, caso en el cual perfectamente puede delegar en
terceras personas su representación, de modo que éstas intervengan en representación del litigante.
En estos casos estamos frente a la denominada representación voluntaria.

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Finalmente, hay también supuestos en los cuales el Juez es quien designa al representante,
como el caso de la designación del curador procesal; en este caso estamos frente a la denominada
representación judicial o representación judiciaria, autorizada, naturalmente, por la ley.
Para la válida intervención de los representantes en el proceso, éstos deben acreditar
fehacientemente su calidad de tales, pues, de lo contrario, el Juez debe rechazar su participación o, en
su caso, la parte contraria tendrá perfectamente la facultad de cuestionar la intervención del tercero
que invoca una representación.
El padre del hijo menor de edad demandante, que ejerce la patria potestad, por ejemplo,
acreditará su representación en el proceso presentando la partida de nacimiento del menor; el
representante de una sociedad comercial podrá acreditar su personería con la presentación de su
estatuto. Tratándose de la representación voluntaria, quien se apersona al proceso en nombre de
alguna de las partes, acreditará su personería presentando el poder conferido en la forma señalada
por la ley, por ejemplo, la escritura pública que contenga el poder conferido.
Finalmente, tratándose de la representación judicial, para el nombramiento del representante
deben cumplirse determinados requisitos y trámites que el ordenamiento procesal determina; sólo así
tendrá válida representación.

A) La representación legal en el Código Procesal Civil.


El Código trata de la representación legal en el título relativo a la representación procesal. La
representación legal en los procesos se ha establecido también para cubrir una necesidad, pues, de lo
contrario, por ejemplo, los incapaces no tendrían la posibilidad de que sus derechos sean defendidos
en los casos que fuesen violados o desconocidos por terceras personas. Es que los intereses de todas
las personas tienen que estar tutelados por el derecho. Por ello es que la ley también, en determinados
supuestos, impone la obligación de representar.
El ordenamiento procesal civil señala que las personas naturales que no tienen el libre ejercicio
de sus derechos comparecen al proceso representados según dispongan las leyes pertinentes (Art. 63º
CPC). Tratándose de personas naturales, el Código Civil determina que son representantes de los
menores de edad los padres que ejercen la patria potestad (Art. 419º CC) Y si no estuvieran sujetos a
la patria potestad el tutor designado (Art. 502Q CC); el curador de bienes del incapaz representa en
juicio a éste (Art. 603 CC).
Las personas jurídicas están representadas en el proceso de acuerdo a lo que dispongan la
Constitución, la ley y el respectivo estatuto (Art. 64O CPC). Las personas jurídicas, en conceptos
genéricos, pueden ser de derecho público y de derecho privado.
Las primeras, a su vez, pueden ser de carácter externo, como la Cruz Roja Internacional, la
Organización de Estados Americanos, los Estados extranjeros, etc.; y de carácter interno, como el
propio Estado peruano, las Universidades nacionales del país, las Municipalidades, etc. Las segundas,
las personas jurídicas de derecho privado, están constituidas por las asociaciones, las fundaciones, los
comités, las comunidades campesinas y nativas, reguladas por el Código Civil, y las sociedades de
carácter civil y comercial, reguladas por la Ley General de Sociedades. Estas personas jurídicas tienen
capacidad de ser parte en el proceso, pero como no tienen capacidad procesal -capacidad para
ejercitar sus derechos en el proceso-, por tratarse de personas ideales, pueden hacerlo a través de sus
representantes legales (personas naturales o físicas) señalados por la Constitución, por la ley de su
creación, por su respectivo estatuto o por su documento de constitución. Naturalmente, tratándose
de personas jurídicas de derecho externo, su representación está determinada por sus propios

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ordenamientos jurídicos. Tratándose de personas jurídicas de derecho interno, éstas son
representadas en el proceso de acuerdo a lo que dispongan la carta magna, la ley y el respectivo
estatuto.
Tratándose del Estado, los procuradores generales de la República tienen su plena
representación enjuicio y ejercitan su defensa en todos los procesos y procedimientos en los que actúe
como demandante y demandado (Art. 2º del Decreto Ley Nº 17537, que crea el Consejo de Defensa
judicial del Estado). El mencionado Decreto Ley señala que los Procuradores Generales de la República
Titulares y Procuradores Adjuntos, en su caso, podrán conferir poder en juicio por acta o delegar su
representación por simple escrito en favor de abogados auxiliares (Art. 18º Decreto Ley Nº 17537).
También debemos anotar que la Ley Generales de Sociedades, Ley Nº 26789, promulgada el12
de mayo de 1997, señala que el nombramiento de administradores, de liquidadores o de cualquier
representante de la sociedad, así como el otorgamiento de poderes surten efecto desde su aceptación
expresa o desde que las referidas personas desempeñan la función o ejercen tales poderes; además,
que el gerente general o los administradores de la sociedad, según sea el caso, gozan de las facultades
generales y especiales de representación procesal señaladas en el Código de la materia (en este caso
el Código Procesal Civil), por el solo mérito de su nombramiento, salvo estipulación en contrario del
estatuto (Art. 14º LGS). En este caso, para acreditar la representación, bastará presentar el documento
que pruebe el nombramiento.
Las personas jurídicas extranjeras, sus sucursales, agencias o establecimientos, que realicen
actividad en el Perú, están sujetas a las mismas exigencias de representación que la ley señala para las
personas jurídicas nacionales, salvo convenio internacional o disposición legal en contrario (Art. 67º
CPC). Estas personas jurídicas y sus dependencias, si ejercitan actividades en nuestro país, tienen que
sujetarse a las reglas nacionales sobre personas jurídicas peruanas. En materia comercial es frecuente
la celebración entre los Estados, entre ellos el Perú, de convenios internacionales en los cuales se
pueden establecer normas que regulen la actividad de esas personas extranjeras en nuestro país,
normas que tendrán preferencia frente a las nacionales.
Tratándose de patrimonios autónomos, es decir, cuando dos o más personas tienen un
derecho o interés común respecto de un bien, sin constituir una persona jurídica (una copropiedad,
una sucesión), la representación corresponde a cualquiera de sus partícipes si es demandante y si es
demandado la representación corresponde a la totalidad de los que lo conforman (Art. 65º CPC).
La representación de la sociedad conyugal es ejercida conjuntamente por los cónyuges, sin
perjuicio de lo dispuesto por el Código Procesal Civil (Art. 292º CC); la sociedad conyugal es
representada en proceso por cualquiera de los cónyuges si es demandante y si es demandada la
representación re cae en los dos consortes (Art. 65º CPC).

B) La representación convencional en el Código Procesal Civil.


La representación convencional, en términos genéricos, emerge de la voluntad de aquel que
quiere ser representado en la celebración de actos jurídicos, confiriendo al efecto el poder
correspondiente, en el que se fijarán los actos para los cuales se confiere la representación y sus
alcances. El acto jurídico, como está regulado por el Código Civil, puede ser realizado mediante
representante, salvo disposición contraria de la ley; la facultad de representación la otorga el
interesado o la confiere la ley (Art. 145º CC). Puede conferirse representación a una sola persona o a
varias. Si son varios los representantes, dice el Código Civil, se presume que lo son indistintamente,

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salvo que expresamente se establezca que actuarán conjunta o sucesivamente o que estén
específicamente designados para practicar actos diferentes (Art. 147º CC).
En el orden procesal, quien tiene capacidad para comparecer por sí mismo al proceso y
disponer de los derechos que en él se discuten puede nombrar uno o más representantes voluntarios,
llamados también representantes convencionales o apoderados. Si son varios, lo serán indistintamente
y cada uno de ellos asume su responsabilidad por los actos procesales que realice.
No es válida la designación o actuación de apoderados conjuntos, salvo para los actos de
allanamiento, transacción o desistimiento (Art. 68º CPC).
El poder procesal, que interesa tratar en esta parte, es la facultad de representación que una
persona concede a otra dentro de un proceso judicial. Otra cosa es el instrumento donde consta el
otorgamiento de esa facultad. El poder normalmente se confiere por escrito, pudiendo otorgarse
mediante escritura pública, mediante acta ante el Juez y por escrito dirigido a él.
Cuando aludimos al poder procesal, o simplemente al poder, nos estamos refiriendo a la
facultad que tiene el apoderado que representa a su poderdante para actuar en el proceso en nombre
de éste.

A continuación examinamos algunos temas relacionados con la representación voluntaria y al


poder regulados por el Código Procesal Civil.
a) ¿Qué tipo de personas directamente puede conferir poder?. Quien tiene capacidad procesal,
es decir, quien tiene capacidad para comparecer por sí mismo al proceso y disponer de los
derechos que en él se discuten, puede nombrar uno o más apoderados para que intervengan
en él en su nombre y representación (Art. 68º CPC). Por consiguiente, sólo las personas
naturales están en aptitud de conferir poder en forma directa y personal. Tema diferente es
que la persona natural puede conferir poder en nombre y representación de otras personas,
naturales o jurídicas, que son parte en el proceso, premunido naturalmente de las facultades
pertinentes.
b) Requisitos para ser apoderado. La persona designada como apoderado debe tener capacidad
procesal, es decir, capacidad para comparecer e intervenir por sí mismo en el proceso. Por
consiguiente sólo las personas naturales son las únicas que pueden ser nombrados apoderados
(Art. 70º CPC).
c) Formas como se puede conferir poder. El Código Procesal Civil habla de clases de poder
atendiendo a la formalidad empleada para conferir el poder. El Código, de modo genérico,
señala que el poder para litigar (para intervenir en el proceso) se puede otorgar sólo por
escritura pública o por acta ante el Juez del proceso, salvo disposición legal diferente. Para su
eficacia procesal el poder conferido mediante escritura pública no requiere estar inscrito en
los Registros Públicos (Art. 72º CPC).
No obstante lo anotado, debemos consignar que el Código Procesal Civil prevé otra forma
singular para conferir representación en los procesos, cuando dice que en el primer escrito
que se presente al proceso el interesado o su representante pueden otorgar o delegar al
abogado que lo autorice las facultades generales de representación a que se refiere el artículo
74º, en cuyo supuesto no se requiere observar las formalidades del numeral 72º, pero sí que
se designe el domicilio personal del representado y la declaración de éste de estar instruido
de la representación o delegación que otorga y de sus alcances (Art. 80º CPC). Este es el

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denominado poder por escrito dirigido al Juez otorgado a favor del Abogado defensor. Esta
forma de conferir poder sólo se limita a las facultades generales de representación y no a las
especiales reguladas por el artículo 75º del Código Procesal Civil, pues para este último caso
se requiere observar las formalidades previstas por el artículo 72º del indicado ordenamiento
procesal civil.
d) Facultades generales y especiales que se pueden otorgar. Corresponden a las previstas en los
Artículos 74 y 75 del Código Procesal Civil.
e) Apoderado común. Hay procesos en los cuales una o ambas partes están conformadas por
varias personas, como cuando se trata de copropietarios demandantes o demandados. Aquí
tenemos la presencia del instituto procesal del litisconsorcio, el que supone que en la situación
de parte hay más de una persona. En estos supuestos esas personas tienen que actuar en el
proceso en forma conjunta (por ejemplo, presentando en conjunto el escrito de contestación
de la demanda) o mediante apoderado común. Para este efecto todos tienen la obligación
procesal de suscribir el escrito correspondiente o de nombrar un apoderado común. Si no lo
hicieran, el Juez les debe exigir la actuación en común o el nombramiento de apoderado
común en el plazo de 10 días, bajo apercibimiento de designarlo por ellos. La resolución que
contiene el nombramiento es título suficiente para acreditar la personería del apoderado
común que representa a los litigantes que conforman una de las partes, el que necesariamente
tiene que ser uno de los abogados (Art. 76º, primer y segundo párrafos, CPC).
Nuestro ordenamiento procesal civil prevé que la negativa de una persona a la designación de
apoderado común o a continuar siendo representada por él, es mérito suficiente para litigar
por separado (Art. 76º, tercer párrafo, CPC). Si se tiene en consideración que la designación de
apoderado común se ha establecido para evitar la complicación del trámite del proceso si se
permite que cada persona actúe separadamente -no obstante la comunidad de intereses- para
autorizar a una persona litigar por separado el Juez debe evaluar cuidadosamente las razones
que se expongan al formular el petitorio, pues de lo contrario se estaría dando cabida a la
dilación maliciosa del proceso por parte del litigante inescrupuloso.
La revocación que se hiciera del poder conferido a una persona o la renuncia que formulara el
apoderado común designado no surte su efecto mientras no se designe uno nuevo y éste se
apersone al proceso (Art. 76º, cuarto párrafo, CPC). En tanto no se proceda a la designación
del nuevo apoderado común el proceso tiene que paralizarse necesariamente. Este es un caso
en el cual el Juez puede hacer uso de las facultades de impulso oficial del proceso que el Código
le autoriza para de ese modo propiciar que el proceso cumpla con su finalidad, debiendo
depender naturalmente de la naturaleza de la materia en controversia.
f) Sustitución y delegación del poder. Sustitución y sucesión procesal. Sustitución, en términos
genéricos, significa acción de sustituir, es decir, poner a una persona o a una cosa en lugar de
otra; en tanto que sucesión significa acción o efecto de suceder y tiene una connotación
semejante a la anterior, que podríamos sintetizar en el hecho de que una persona o cosa entra
en lugar de otra o le sigue a ésta.
Conforme al Código Procesal Civil el apoderado puede sustituir sus facultades o delegarlas,
siempre que se encuentre expresamente autorizado para ello (Art. 77º, primer párrpo, CPC).
1. En primer término, en relación a la sustitución del poder, debemos indicar que en
los procesos civiles es posible que el demandante o el demandado confieran a su apoderado
(al representante convencional) la facultad de nombrar un nuevo apoderado que lo sustituya
en la actuación procesal, de modo que este nuevo representante voluntario actúe en nombre

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y representación de la parte litigante que ha otorgado la representación originaria. Esta
facultad tiene que conferirse en forma expresa, lo que significa que el poderdante debe
otorgar poder especial para tales efectos. Es que cuando se produce la sustitución del poder
cese la representación que ostentaba el primer apoderado y desaparece la posibilidad de
reasumir la representación (Art. 77º, segundo párrafo, CPC). Puede, entonces, el primer
apoderado, nombrar a su sustituto para que siga interviniendo en el proceso en nombre no de
él, sino del poderdante titular del derecho en debate, actividad que procesalmente recibe la
denominación de sustitución del poder, la que puede ejecutarse mediante acta ante el Juez o
por escritura pública (Art. 77º, último párrafo, CPC).
La actuación del apoderado sustituto en el proceso obliga a la parte representada
dentro de los límites de las facultades conferidas (Art. 77º, tercer párrafo, CPC).
2. Es posible que un litigante confiera a su apoderado la facultad de delegar en otra
persona la representación para que actúe en el proceso en su nombre y representación, caso
en el cual, conforme al Código Procesal Civil, el poder correspondiente debe ser expreso. Esto
significa que la parte litigante debe conferir poder especial para tales efectos.
La diferencia que se ha establecido entre la sustitución del poder y la delegación del
poder es que en el primer caso el apoderado sustituido cesa en el encargo de la representación
sin posibilidad de reasumirla, en tanto que en la delegación de poder el delegante tiene la
facultad de revocar la delegación y reasumir la representación del litigante (Art. 77º, segundo
párrafo, CPC). En la sustitución como en la delegación de poder una persona que está investida
de determinadas facultades de representación conferidas por cualquiera de las partes en litigio
da a otra persona esas facultades para actuar en el proceso, siempre en representación del
litigante, y lo que los diferencia es que en la sustitución no hay posibilidad de revocatoria para
reasumir la representación y en la delegación sí hay esa posibilidad.
La actuación del apoderado delegado (como el sustituto) obliga a la parte
representada dentro de los límites de las facultades conferidas (Art. 77º, tercer párrafo, CPC).
La formalidad para conferir facultades de delegación de poder, dice el Código, es la misma que
se emplea para el otorgamiento del poder (Art. 77º, cuarto párrafo, CPC); empero, como lo
hemos anotado, esas facultades tienen que otorgarse mediante la formalidad señalada por el
numeral 75º de nuestro ordenamiento procesal civil.
3. La sustitución del poder es diferente de la sustitución procesal: En un litigio,
normalmente, las posiciones de demandante y de demandado (relación procesal)
corresponden a los titulares de la relación jurídica sustancial (relación material), que actúan ya
sea en forma personal o mediante representantes legales o voluntarios. Sin embargo, hay
supuestos en los cuales en lugar del titular del derecho comparece al proceso en curso un
tercero, que actúa en interés propio, pero defendiendo el derecho del titular en debate. Ese
tercero se constituye en parte dentro del proceso, es decir, en sujeto de la relación procesal,
cuya intervención puede ser consentida por el titular del derecho material o puede producirse
contra su voluntad.
4. La sucesión procesal es otro instituto regulado novedosamente por el Código
Procesal Civil. Para conocer su naturaleza y sus alcances, en vista de que no existe una
exposición de motivos del Código, hay que recurrir al examen literal de las normas pertinentes.
La sucesión procesal tiene lugar cuando una persona que es parte en el proceso, por razones
voluntarias (por ejemplo, la transferencia de la cosa litigiosa) o por razones ajenas a la voluntad
(como el fallecimiento del litigante), deja su calidad de parte en el proceso a otra, quien asume

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la titularidad del derecho en debate y adquiere plenas facultades para intervenir en el proceso,
es decir, adquiere las atribuciones de actuar en su propio nombre y por derecho propio.
Supongamos que en un proceso en que se debate el mejor derecho a la propiedad de un
inmueble, el demandante transfiere los derechos y acciones sobre la cosa litigiosa a favor de
un tercero; en este caso, el adquirente asume no sólo la titularidad del derecho en debate,
sino también la calidad de demandante.
Esta sucesión normalmente se produce tratándose de derechos patrimoniales, pues
no tendrá lugar tratándose de derechos intuitu personae, como es el caso de una demanda de
divorcio.
Depende de la naturaleza de la pretensión procesal en controversia. Igualmente, como
consecuencia de la muerte del actor, quienes asumen la misma posición que tenía el fallecido
en' el proceso y la calidad de titulares expectaticios del derecho material en debate son sus
sucesores declarados testamentariamente o mediante resolución judicial, dependiendo
también de la naturaleza de la pretensión procesal.
El Código Procesal Civil establece que por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar
de otro en un proceso al reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido (Art.
108, primer párrafo, CPC).
Se produce la sucesión procesal, por ejemplo, al fallecimiento de una persona física, al
extinguirse o fusionarse una persona jurídica. .
En el supuesto previsto en el párrafo anterior, así como en el supuesto regulado por el
inciso 1 del aludido artículo l08º del Código, si no comparecen los sucesores se tiene que
nombrar curador procesal para la continuidad del proceso.
Se presenta, igualmente, la sucesión procesal cuando el adquirente por acto entre
vivos de un derecho discutido sucede en el proceso al enajenante, que supone la adquisición
de la titularidad del derecho en debate.
El Código Procesal Civil consigna en forma un tanto vaga e ininteligible otro supuesto
de sucesión procesal cuando dice que se produce esta figura en el supuesto que el plazo del
derecho discutido vence durante el proceso y el sujeto que adquiere o recupera el derecho
sucede en el proceso al que lo perdió (Art. 108º, inc. 4, CPC). No se entiende si se refiere al
plazo de prescripción, al plazo de caducidad o a otro tipo de plazo. No encontramos un caso
práctico que se subsuma dentro de la anotada norma para explicar su sentido, por lo que
llegamos a la conclusión que se trata de una norma inútil.
La última parte del numeral que comentamos establece que será nula la actividad
procesal que se realice después que una de las partes perdió la titularidad del derecho
discutido (pongamos, transfiere sus derechos y acciones del derecho controvertido).
Si transcurridos 30 días de la fecha en que se produce la pérdida de la titularidad del
derecho no comparece el sucesor al proceso éste seguirá con un curador procesal nombrado
a; pedido de parte (Art. 108º, último párrafo, CPC). Se infiere que el proceso tendrá que
paralizarse hasta que el sucesor se apersone a la causa o hasta que se apersone el curador
procesal nombrado. Con la previsión contenida en la última parte del mencionado artículo
carece de sentido la regulación contenida en el sexto párrafo de dicha norma.
Efecto de la sentencia.- Cualquiera haya sido la situación procesal de los intervinientes,
que depende como vimos de la conformidad de la contraparte, la sentencia a dictarse los

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alcanza a todos. Por de pronto, ninguna duda cabe de su extensión hacia las partes en el
proceso en que se ven directamente alcanzadas por los efectos de la sentencia. En cuanto a
los terceros, tanto coadyuvante simple como autónomo, ya en su oportunidad hemos
analizado la extensión del decisorio y a ello nos remitimos.
g) Cese de la representación procesal. La representación judicial (hay que entender que se
refiere a la representación voluntaria), dice el código adjetivo, termina por las mismas razones
que causan el cese de la representación o del mandato (Art. 78º CPC), que está estatuido por
el código sustantivo. El ordenamiento procesal civil, en efecto, nos remite a las reglas del cese
de la representación o del mandato regulados por el Código Civil (Arts. 145º y ss., y 1801º CC).
A modo de ejemplo anotamos los siguientes supuestos que pueden dar lugar al cese de la
representación voluntaria en los procesos: la revocatoria por parte del representado del poder
conferido; la renuncia formulada por el representante del poder que se le ha conferido; la
muerte, interdicción o inhabilitación del representado o del apoderado; etc.
Cabe anotar que la ejecución de un acto procesal por el representado no importa ni supone la
revocatoria del poder conferido, salvo que el representado expresamente lo decida,
normalmente, mediante escrito presentado al Juez o por acta ante él (Art. 78º CPC).
En todo caso de finalización de la representación que se origine en la decisión del
representado, cualquiera que fuera la causal de cese (verbi gratia, median te la revocatoria del
poder), la cesación sólo surtirá efectos desde que la parte litigante comparece al proceso por
sí o por medio de nuevo apoderado, con independencia de la fecha o de la forma en que el
cese le haya sido comunicado al anterior apoderado (Art. 79º, primer párrafo, CPC). Así debe
interpretarse la norma en atención a que sólo la parte que tiene capacidad procesal puede
conferir representación convencional.
Cuando el cese de la representación procesal se origina en la decisión del apoderado,
cualquiera que fuera la razón –por ejemplo, la renuncia a ejercer el poder conferido- surte
efecto cinco días después de haber sido notificado personalmente el representado u otro
cualquiera de sus apoderados, cuando el litigante hubiera nombrado varios apoderados, bajo
apercibimiento de continuar el proceso en su rebeldía (Art. 79º, segundo párrafo, CPC). Este
es un caso especial en el cual el Código prevé la posibilidad de que el Juez ordene la
continuación del proceso en rebeldía de la parte litigante cuando éste no nombra a su nuevo
apoderado, en vista de la renuncia que hubiera formulado el anterior apoderado.
El Código Procesal Civil señala, con relación al cese de la representación, que el proceso se
suspenderá por un plazo máximo de 30 días, mientras se designa representante o curador (Art.
79º, tercer párrafo, CPC). Los casos que señala el Código son los siguientes: en caso de muerte
o de declaración de ausencia, incapacidad sobrevenida del representante o del apoderado
nombrado, remoción o cese de nombramiento del representante legal de un incapaz y
circunstancias análogas. Así debe interpretarse la norma. No podemos descartar que el
representado sufra también de alguna de las eventualidades anotadas.
Nadie, por ejemplo, puede seguir siendo apoderado de un demandante fallecido, de un
curador de incapaz demandante cuyo nombramiento haya cesado.
h) La representación judicial en el Código Procesal Civil. Aquí se trata de casos en los cuales
compete al Juzgador la designación de la persona a quien, en determinadas situaciones,
corresponde la representación de otra. Es obvio, como lo hemos indicado precedentemente,
que en tales supuestos la autoridad judicial opera en base a una norma legal previamente
dada. El juzgador es pues quien elige al representante, lo que naturalmente le impone

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responsabilidad en el nombramiento. Nuestro ordenamiento procesal civil prevé varios
supuestos en los cuales el Juez debe nombrar a un representante para intervenir en el proceso
en nombre y representación de determinadas personas.
He aquí algunos casos que señala nuestro código adjetivo:
1. Cuando el incapaz relativo no tenga representante legal o éste estuviera ausente o
surja la necesidad de comparecer en un proceso, lo expondrá así al Juez para que le designe
curador procesal o confirme al designado por él, si lo considera idóneo (Art. 66º, inc. 1, CPC).
2. Cuando la demanda se dirija contra un incapaz que carece de representante o éste
se halle ausente, el Juez le nombrará un curador procesal o confirmará el propuesto por el
incapaz relativo, si lo considera idóneo (Art. 66º, inc. 2, CPC).
3. El Juez nombrará curador procesal para el incapaz que pretenda demandar a su
representante legal, o que sea demandado por éste, o confirmará el propuesto por el
relativamente incapaz, si fuera idóneo (Art. 66º, inc. 3, CPC).
4. También se procederá al nombramiento de curador procesal cuando el Juez advierta
la aparición de un conflicto de intereses entre el incapaz y su representante legal, o confirmará
el propuesto por el incapaz relativo (Art. 66º, inc. 4, CPC).
i) Intervención oficiosa en los procesos. Nuestro ordenamiento jurídico procesal civil regula la
figura procesal de la procuración oficiosa, permitiendo la comparecencia en nombre de
personas que no tienen representación judicial siempre que concurran determinados
supuestos, como el caso de un ausente del país (Art. 81º CPC). El Código hace referencia a la
carencia de la representación judicial, pero hay que entender que se trata de la carencia de la
representación legal, convencional y judicial en rigor. Una persona, por ejemplo, puede
válidamente apersonarse a un proceso seguido contra otra -que supongamos no tuviera
representación conferida con poder suficiente a favor de tercero y que se hallara fuera del
país- para defender sus intereses en el proceso. El Código, en determinados casos, concede
legitimidad para intervenir en el litigio en representación de quien no tiene ningún tipo de
representante. En estos supuestos el Juez debe examinar cuidadosamente la legitimidad para
obrar del tercero.
Señalemos a continuación esos supuestos:
1. Se puede comparecer al proceso en nombre de persona de quien no se tiene
representación siempre que concurran los siguientes supuestos fácticos: que la persona por
quien se comparece se encuentra impedida de hacerlo por sí misma, estuviera ausente del
país, tenga razones fundadas de temor o amenaza, se trate de una situación de emergencia o
de inminente peligro o cualquier otra causa análoga, a condición de que se desconozca de la
existencia de representante con poder suficiente, tratándose, se supone, de personas
naturales capaces (Art. 81º, inc. 1, CPC).
2. Se puede comparecer al proceso en nombre de persona de quien no se tiene
representación cuando la parte contraria lo pida, caso en el cual el procurador oficioso
prestará garantía suficiente a criterio del Juez de que su gestión será ratificada por el
procurado (representado) dentro de los dos meses siguientes a la comparecencia de éste. Si
no se produce la ratificación se declarará concluido el proceso y se podrá condenar al
procurador al pago de daños y perjuicios, así como a las costas y costos, siempre que, a criterio
delJuez, la intervención oficiosa haya sido manifiestamente injustificada o temeraria. Se
presume con carácter absoluto la ratificación de la procuración cuando el interesado

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comparece por sí o debidamente representado y no rechaza expresamente la actuación del
procurador. Es inválida la ratificación parcial o condicional. La ratificación tiene efectos
retroactivos a la fecha de la comparecencia del procurador, sin perjuicio del derecho de
terceros (Art. 81º, inc. 2, CPC).

5.2. LA ACUMULACIÓN PROCESAL.


A. Marco conceptual.
En este punto trataremos de la pluralidad de personas litigantes y de pretensiones procesales
que se presentan con frecuencia en los litigios. En los procesos no siempre hay un demandante y un
demandado y una sola pretensión procesal.
En muchos procesos, que muy bien se puede calificar como la generalidad, se advierte la
intervención de más de dos personas y la presencia de más de una pretensión procesal. Es que la
realidad social es compleja y, por ende, los conflictos que se suscitan entre sus miembros también son
complejos, dando lugar naturalmente a la pluralidad de personas y de pretensiones en los procesos.
Es así como se presenta la figura de la acumulación procesal.
La acumulación de acciones (objetiva y subjetiva) consiste en la unión de dos o más acciones
en un solo proceso, para que sean resueltas en una misma sentencia. La acumulación de autos es la
reunión de varios procesos en los que se hayan ejercitado acciones conexas para que se tramiten ante
el mismo juez y se resuelvan en una sola sentencia o de acuerdo con un solo criterio. La primera tiene
como fundamento la economía procesal, permitiendo resolver en un solo proceso diversas cuestiones;
la segunda tiene por objeto impedir que una misma cuestión sea resuelta de distinta manera en los
diversos procesos. Aquélla es facultativa para el actor y obligatoria para el demandado; ésta es
facultativa para el demandado y obligatoria para el actor.
Los principios que justifican la acumulación, y en esto hay consenso, son: a) evitar
pronunciamientos jurisdiccionales contradictorios; y b) la economía procesal, que permite el ahorro
de tiempo, de gastos y de esfuerzos.
En ese sentido, el fundamento de dicha acumulación (de acciones o pretensiones) hay que
encontrarlo en razones de economía procesal y, en último término, en el derecho a la tutela judicial
efectiva, pues, sería antieconómico que un demandante que desea plantear varias pretensiones contra
un mismo demandado, hubiera de deducir tantas demandas y suscitar tantos procedimientos, cuantas
pretensiones quiera interponer, lo que provocaría un incremento notable de los gastos procesales y
del tiempo invertido en los distintos procedimientos.

B. La conexidad como presupuesto.


Implica el proceso acumulativo que las pretensiones que van a ser compuestas sean conexas.
Piénsese en el término conexión con el significado de relación, nexo o enlace entre dos o más
elementos de las pretensiones. Cuando dos o más pretensiones tengan en común uno o más de estos
elementos, es decir, cuando alguno o algunos de estos elementos sirvan a la composición estructural
de dos o más pretensiones, existe conexión entre ellas y puede producirse el fenómeno de la
acumulación o pluralidad de pretensiones en un proceso.
La conexidad reclama en las diversas pretensiones la identidad de por lo menos uno de los
sujetos, pues la mera razón lógica impone que no hay litigios conexos entre partes totalmente diversas.

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Tradicionalmente se habla de identidad de partes, de causa y de objeto y de la conexión de
tales elementos en diferentes litigios o pretensiones. Esta es la conexidad clásica o conexidad material.
En lo que concierne a la conexidad que justifica la acumulación, el Código Procesal Civil, en su
artículo 84, prescribe que hay conexidad cuando se presentan elementos comunes entre distintas
pretensiones o, por lo menos, elementos afines en ellas.
La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la conexidad que justifica la
acumulación, ha establecido lo siguiente:
- “... El artículo 84 del Código Adjetivo [C.P.C.] establece que existe conexidad entre
pretensiones cuando éstas presentan elementos comunes o por lo menos elementos afines, con lo
cual el código acotado adopta tanto el concepto de conexidad propia como el de impropia, exigiendo
el primero, la identidad de elementos de las pretensiones relacionadas, y el segundo, la afinidad de
ellas...” (Casación Nro. 163-2006 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-06-2008, págs.
22352-22353).
- “... Además del vínculo de conexidad entre las pretensiones que exige la ley, la proveniencia
del mismo título es elemento concurrente para una debida acumulación [subjetiva] de pretensiones,
entendido tal concepto como el derecho de donde emana la facultad de accionar
jurisdiccionalmente...” (Casación Nro. 1546-2005 / Lima,

C. Clases de acumulación.
De la lectura de los artículos 83, 86, 88 y 89 del Código Procesal Civil podemos inferir las
siguientes clases de acumulación:

A) Acumulación objetiva:
Se presenta cuando en un proceso hay dos o más pretensiones.
A.1) Acumulación objetiva originaria: Se presenta cuando en la demanda se proponen dos o
más pretensiones.
Puede adoptar las siguientes formas: a) subordinada; b) alternativa; y c) accesoria.
a. La acumulación objetiva originaria subordinada se presenta cuando una o más pretensiones
(subordinadas) son sometidas a la eventualidad de que la pretensión propuesta como principal no sea
acogida, por lo que, ante este último supuesto, la pretensión o pretensiones subordinadas bien pueden
ser amparadas por el juzgador.
b. La acumulación objetiva originaria alternativa se presenta cuando, planteadas dos
pretensiones alternativas por el actor, el demandado puede escoger cuál de ellas va a cumplir,
pudiendo recaer la elección en el demandante siempre y cuando la contraparte no procediera a la
referida elección.
c. La acumulación objetiva originaria accesoria se presenta cuando se plantea una pretensión
principal y otra u otras accesorias, vale decir, que guardan dependencia respecto de la primera. Por
consiguiente, si se ampara la pretensión principal, ocurre lo propio en cuanto a las accesorias; o, en
sentido contrario, si se desestima la pretensión señalada como principal, también serán rechazadas la
pretensión o pretensiones determinadas como accesorias por el actor.

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A.2) Acumulación objetiva sucesiva: Se presenta cuando las pretensiones a acumular son
propuestas luego del inicio del proceso (ya sea cuando el demandante amplía su demanda agregando
una o más pretensiones; o cuando el demandado reconviene; o cuando se reúnen dos o más procesos
en uno, a fin de que una sola sentencia evite pronunciamientos jurisdiccionales opuestos; o cuando el
demandado formula el aseguramiento de la pretensión futura).

B) Acumulación subjetiva:
Se presenta cuando en un proceso hay más de dos personas (ya sea que actúen como partes
o como terceros legitimados), vale decir, cuando en un proceso se acumulan varias pretensiones de
varios demandantes contra varios demandados.
B.1) Acumulación subjetiva originaria: Se presenta al tiempo de la interposición de la
demanda (cuando ésta es planteada por varias personas o contra varias personas).
B.2) Acumulación subjetiva sucesiva: Se presenta después del inicio del proceso (cuando un
tercero legitimado se apersona al proceso invocando alguna pretensión o cuando se acumulan dos o
más procesos en un proceso único).

6. LOS ABOGADOS.

Abogado es la persona que cuenta con un título profesional de tal otorgado por una
Universidad en nuestro país o revalidado por ella y que lo autoriza para asesorar, asistir y defender a
los litigantes en los procesos civiles, como en otros procesos judiciales. Nuestro ordenamiento
establece que el abogado, para intervenir en los procesos, requiere estar inscrito en el Colegio de
Abogados correspondiente (Art. 285º, inc. 3, LOPJ). Como toda persona tiene derecho a ser
patrocinada por el abogado de su libre elección, en los procesos civiles se exige que el escrito que se
presente al proceso debe estar autorizado por abogado colegiado, con indicación clara de su nombre
y número de registro, pues de lo contrario no se le concederá trámite (Art. 132º CPC). En relación a la
demanda, el Código Procesal Civil señala que ésta se presenta por escrito y contendrá, entre otros, la
firma del abogado (Art. 424º, inc. 11, CPC). Finalmente, los abogados están facultados para intervenir
en todas las audiencias y actuaciones que se produzcan en el proceso asistiendo a sus patrocinados.
Es posible que los abogados intervengan en los procesos civiles, además de defensores, como
apoderados, ostentando representación voluntaria.
Son deberes de los abogados proceder con veracidad, probidad, lealtad y buena fe en todos
sus actos e intervenciones en el proceso (Art. 109º, inc. 1, CPC); no actuar temerariamente en el
ejercicio de su patrocinio (Art. 109º, inc. 2, CPC); abstenerse de usar expresiones descomedidas o
agraviantes en sus intervenciones (Art. 109º, inc. 3, CPC); guardar el debido respeto a las partes y a los
auxiliares de justicia (Art. 109º, inc. 4, CPC); concurrir ante el Juez cuando éste lo cite y acatar sus
órdenes en las actuaciones judiciales (Art. 109º, inc. 5, CPC); prestar al Juez su diligente colaboración
para las actuaciones procesales, bajo apercibimiento de ser sancionado por inconducta con una multa
no menor de 3 ni mayor de 5 Unida- I des de Referencia Procesal (Art. 109º, inc. 6, CPC).
Los abogados responden por los perjuicios que causen con sus actuaciones procesales
temerarias o de mala fe (Art. 110º CPC). Cuando el Juez considere que el abogado actúa o ha actuado
con temeridad o mala fe remitirá copia de las actuaciones respectivas a la Presidencia de la Corte

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Superior, al Ministerio Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para las sanciones a que
pudiera haber lugar (Art. 111º CPC).
Se considera que ha existido temeridad o mala fe en los siguientes casos: cuando sea
manifiesta la carencia de fundamento jurídico de la demanda, contestación o medio impugnatorio (Art.
112º, inc. 1, CPC); cuando a sabiendas se aleguen hechos contrarios a la realidad (Art. 112º, inc. 2,
CPC); cuando se sustrae, mutile o inutilice alguna parte del expediente (Art. 112º, inc. 3, CPC); cuando
se utilice el proceso o acto procesal para fines claramente ilegales o con propósitos dolosos ()
fraudulentos (Art. 112º, inc. 4, CPC); cuando se obstruya la actuaciones de medios probatorios (Art.
112º, inc. 5, CPC); cuando por cualquier medio se entorpezca reiteradamente el desarrollo normal del
proceso (Art. 112º, inc. 6, CPC).

7. EL REPRESENTANTE DEL MINISTERIO PÚBLICO.

Juntamente con el Poder Judicial, existe un organismo que, si bien no forma parte de él,
colabora con la tarea de administrar justicia sin estar facultado para decidir litigios. Ese organismo es
el Ministerio Público, el que, dentro de un verdadero estado de derecho, tiene como funciones
principales la defensa de la legalidad, los derechos ciudadanos y los intereses públicos; la
representación de la sociedad en juicio para los efectos de defender a la familia, a los menores e
incapaces y el interés social; velar por la moral pública, la persecución del delito y la reparación civil;
velar también por la prevención del delito, por la independencia de los órganos judiciales y la recta
administración de justicia (Art. 1º LOMP).
El Ministerio Público, mediante sus representantes, en el ámbito civil, ejerce las siguientes
atribuciones:
a) Como parte en el proceso (Art. 113º, inc. 1, CPC). Al tratar de las partes en el proceso hemos
explicado que el representante del Ministerio Público interviene en determinados procesos civiles
como parte singular o especial, como ocurre en los procesos de divorcio, en los procesos sobre
separación convencional, etc. Cuando el Ministerio Público es parte en los citados procesos no emite
dictamen (Art. 481º CPC). Esta norma ha derogado las disposiciones de la Ley Orgánica del Ministerio
Público que autorizan a los representantes de dicho organismo emitir dictamen previo a la sentencia
que pone fin a la instancia en los procesos anotados.
b) Como tercero con interés cuando la ley dispone que se le cite (Art. 113º, inc. 3, CPC). El
Ministerio Público puede intervenir en el proceso como tercero legitimado, cuando por ejemplo en un
proceso se disputan entre los padres la tenencia de un menor de edad, con el propósito de defender
sus derechos.
c) Como dictaminador (Art. 113º, inc. 3, CPC). Hay procesos civiles, como los relativos a la
división y participación de bienes en las uniones de hecho a que se refiere el artículo 9º de la
Constitución -en cuanto se tienda a asegurar los bienes y derechos de las partes y de los hijos comunes
(Art. 96º, inc. 2, LOMP)-, en los que el representante del Ministerio Público debe dictaminar.
El dictamen debe ser debidamente fundamentado (Art. 114º CPC). El dictamen debe ser
emitido después de actuados los medios probatorios y antes que se expida sentencia (Art. 116º CPC).
El dictamen será meramen te ilustrativo y su omisión no causará nulidad procesal en los casos que
expresamente señala la ley (Art. 89º, inc. b, LOMP).

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Los representantes del Ministerio Público deben excusarse o abstenerse de intervenir en el
proceso por las mismas causales que afectan a los jueces. Estos representantes no pueden ser
recusados (Art. 117º CPC). El representante del Ministerio Público es también responsable civilmente
cuando en el ejercicio de sus funciones actúa con negligencia, dolo o fraude.
El proceso se sujeta al trámite que corresponde al de la responsabilidad civil de los jueces (Arts.
118º, 509º Yss. CPC). 3.5.5. Caso en el que es inadmisible el conflicto de competencia positivo
Es inadmisible el conflicto de competencia positivo entre órganos jurisdiccionales de diferente
nivel jerárquico. Será, en todo caso, el órgano superior quien fije su propia competencia, ya sea de
oficio, a solicitud del inferior o a pedido de parte (Art. 44º CPC).

8. IMPEDIMENTO, RECUSACIÓN Y EXCUSACIÓN ABSTENCIÓN

Estos institutos procesales tienen relación con la intervención del Juez y de los Auxiliares
Jurisdiccionales en los procesos, los cuales aluden a circunstancias que pueden dar lugar a la
imparcialidad en que puedan incurrir los referidos funcionarios en el desarrollo y en la decisión del
proceso, que nuestro ordenamiento jurídico procesal rechaza.

8.1. Impedimento.
El Código regula causales en las cuales el Juez, para evitar la imparcialidad con que podría
actuar en el proceso, está impedido de intervenir y dirigir el proceso, especialmente cuando está de
por medio algún tipo de parentesco del Juez con alguna de las partes. El Código en estudio prevé que
el Juez a quien le afecte alguna causal de impedimento deberá abstenerse y declararse impedido tan
pronto como advierta la existencia de ella (Art. 311º CPC).
A) Causales de impedimento.
De primera intención debemos señalar que las causales de impedimento se aplican a los jueces
de todas las instancias, incluyéndose a los jueces en casación (Art. 311º CPC). El Juez está, impedido
de intervenir como tal en los procesos en los siguientes supuestos:
a) Cuando haya sido anteriormente parte en el proceso que ahora está en sus manos (Art.
305º, inc. 1, CPC). Si se permitiera su intervención, la parcialidad del Juez sería evidente. Puede darse
el caso en que el Juez ha sido demandante en el proceso y que la materia en controversia haya sido
transferida a tercera persona; en este supuesto el Juez no sólo legalmente, sino por razones morales,
estará impedido de intervenir como tal.
b) Cuando el Juez, su cónyuge o su concubina tiene parentesco dentro del cuarto grado de
consanguinidad, segundo de afinidad o de adopción con alguna de las partes o con su representante o
apoderado o con un Abogado que interviene en el proceso (Art. 305º, inc. 2, CPC). En estos supuestos
la imparcialidad del juzgador se haría incuestionablemente realidad. Este impedimento, con relación
al Abogado –dice el Código-, se produce sólo cuando el letrado ya estaba ejerciendo el patrocinio de
la causa. Está prohibido al Abogado asumir una defensa que provoque el impedimento del Juez (Art.
305º, último párrafo, CPC). Tendrá impedimento el Juez para seguir conociendo de una causa cuando
un Abogado, que puede ser su cuñado, interviene en el proceso con posterioridad a la producción del
parentesco.

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c) Cuando el Juez o su cónyuge o su concubina tiene el cargo de tutor o curador de cualquiera
de las partes (Art. 305º, inc. 3, CPC). Estos supuestos también generan desconfianza en el Juez por la
imparcialidad con que actuaría.
d) Cuando el juez, o su cónyuge o su concubina, ha recibido beneficios y dádivas de alguna de
las partes, antes o después de empezado el proceso, aunque ellos sean de escaso valor (Art. 305º, inc.
4, CPC). Si los beneficios fueran recibidos por el Juez en pleno trámite del proceso lindaría con el delito,
lo que no debe permitirse.
e) Cuando el Juez haya conocido de la causa en otra instancia (Art. 305º, inc. 5, CPC). Puede el
Juez haber conocido del proceso en primera instancia, hecho que lo impide conocer en segunda
instancia o como integrante de una Sala de Casación.
También puede darse el caso en que la causa haya sido conocida por un Juez en su calidad de
Vocal Superior provisional, hecho que igualmente le impide conocer como Juez de primera instancia.
La simple intervención en un proceso dictando decretos de mero trámite no debe calificarse como
impedimento válido para intervenir en otra instancia.

B. Tramitación.
El trámite del pedido de abstención lo tratamos separadamente, ocupándonos en primer lugar
del Juez que ejerce unipersonalmente la función y en segundo lugar del magistrado que ejerce la
función en forma colegiada:
a) EI Juez que se considera impedido remitirá el expediente a quien deba reemplazarlo. Si éste
estima que los hechos expuestos por aquél no constituyen causal de impedimento, expondrá sus
razones en la resolución respectiva, y remitirá el expediente al superior en consulta para que en el
término de 3 días y bajo responsabilidad resuelva sin más trámite sobre su legalidad. Aceptado el
impedimento (entendiéndose que si el superior considera atendible el impedimento, aprobará la
resolución en consulta), se enviará el expediente al Juez que deba reemplazar al impedido. En caso
contrario, mediante resolución especial que debe dictar el superior (de desaprobación), se devolverá
al Juez que venía conociendo del proceso, esto es, al Juez originario (Art. 306º, primer párrafo, CPC).
b) En las Cortes (Superiores y Suprema) el Vocal que se considera impedido informará a su
respectiva Sala del impedimento que le afecta, expresando la causal correspondiente y solicitando se
le exima de intervenir en el proceso. La Sala resolverá el petitorio sin trámite alguno, integrándose
para el efecto con el Vocal llamado por ley. Aceptada la abstención solicitada se integrará la Sala con
el Vocal designado por la ley para que conozca del proceso conjuntamente con los demás integrantes
de la misma. En caso contrario, el Vocal solicitante de la abstención seguirá conociendo del proceso
conjuntamente con los demás magistrados. La resolución que resuelve la abstención (aceptándola o
rechazándola) es inimpugnable (Art. 306º, segundo párrafo, CPC).

8.2. Recusación.
Las partes en el proceso están facultados para solicitar que el Juez se aparte del conocimiento
del mismo por estar incurso en algunas de las causales previstas por el ordenamiento procesal civil,
para evitar naturalmente la imparcialidad del juzgador.
A) Causales de recusación. En principio, las causales de recusación se aplican a los jueces de
todas las instancias y a los miembros de las Salas de Casación (Art. 311º CPC). Las causales por las
cuales se puede recusar al Juez son las siguientes:

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1. Cuando el Juez es amigo íntimo o enemigo manifiesto de cualquiera de las partes,
demostrado por hechos inequívocos (Art. 307º, inc. 1, CPC).
2. Cuando el Juez o su cónyuge o su concubina o su pariente en la línea directa o en la línea
colateral hasta el segundo grado, primero de afinidad, o adoptado, tiene relaciones de crédito con
alguna de las partes, salvo que se trate de persona de derecho público o de persona de servicio público
(Art. 307º, inc. 2, CPC).
3. Cuando el Juez o su cónyuge o concubina son donatarios, empleadores o presuntos
herederos de alguna de las partes (Art. 307º, inc. 3, CPC).
4. Cuando el Juez haya intervenido en el proceso como apoderado, miembro del Ministerio
Público, perito, testigo o defensor (Art. 307º, inc. 4, CPC).
5. Cuando el Juez tiene interés directo o indirecto en el resultado del proceso (Art. 307º, inc.
5, CPC).
6. Cuando exista proceso vigente entre el Juez o su cónyuge o concubina con cualquiera de las
partes, siempre que no sea promovido con posterioridad al inicio del proceso (Art. 307º, inc. 6, CPC).
Esta última excepción es discutible.
B) Recusación por causales que se sustentan en motivaciones que establecen impedimentos
del Juez. El Juez que no cumpla con su deber de abstenerse de intervenir en el proceso por alguna
causal de impedimento puede ser recusado por cualquiera de las partes (Art. 312º CPC). Supongamos
que el Juez en lo Civil, que ahora interviene como Juez revisor, haya intervenido en el proceso en su
calidad de Juez de Paz Letrado, en un litigio que se haya iniciado ante este último organismo, dicho
juzgador tiene el deber de abstenerse de conocer la causa como Juez revisor (Art. 305º, inc. 5, CPC),
pues de lo contrario se atentaría contra el principio de pluralidad instancias, que importa diversidad
de jueces en el conocimiento del proceso. En el supuesto que el Juez de motu proprio no se abstuviera
del conocimiento de la causa, cualquiera de las partes está facultado para recusarlo.
C) Improcedencia de la recusación. Hay supuestos en los cuales no es posible la imparcialidad
del juzgador, por lo que el legislador ha establecido la improcedencia de la recusación en tales casos.
Cabe señalar también que la recusación sólo es procedente en los procesos en los cuales se ha señalado
como trámite la audiencia de conciliación (Art. 309º, último párrafo, CPC), de donde se deduce que en
los procesos que no tienen como trámite previsto la conciliación no es procedente la recusación.
Tratándose del proceso ejecutivo, por excepción, procede la recusación siempre que la causal
se sustente en documento fehaciente y sea propuesta dentro del plazo para la contradicción (Art. 309º,
último párrafo, CPC). No pueden ser recusados los siguientes jueces y, en todo caso, la recusación que
se formule debe ser rechazada de plano por improcedente:
a) Los jueces que conocen del trámite de la recusación (Art. 309º, inc. 1, CPC).
b) Los jueces comisionados y quienes deben dirimir conflictos de competencia (Art. 309º, inc.
2, CPC).
c) Los jueces que conocen de los procedimientos no contenciosos (Art. 309º, inc. 3, CPC).
d) No se admitirá segunda recusación contra el mismo Juez en el mismo proceso, excepto si se
acompaña documento fehaciente que pruebe la causal (Art. 309º, último párrafo, CPC).
e) En ningún caso se puede recusar por tercera vez al mismo Juez en el mismo proceso (Art.
309º, último párrafo, CPC).

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D) Rechazo liminar de la recusación. El Código en estudio precisa los casos en los cuales el Juez
debe rechazar de plano la recusación que se formule, sin darle trámite alguno:
a) Si en el escrito de recusación no se especifica la causal invocada (Art. 314º, inc. 1, CPC).
b) Si la causal fuese manifiestamente improcedente (Art. 314º, inc. 2, CPC).
c) Si no se ofrecen los medios probatorios necesarios para acreditar la causal (Art. 314º, inc. 3,
CPC).

E) Trámite de la recusación. En principio, sólo puede formularse recusación hasta 5 días antes
de la audiencia donde se promueve la conciliación y después de ella se admitirá únicamente por causal
sobreviniente (Art. 308º CPC). La recusación se formulará ante el Juez o la Sala que conoce el proceso,
fundamentando la causal alegada. En el mismo escrito se ofrecerán los medios probatorios, excepto la
declaración del recusado por ser improcedente (Art. 310º, primer párrafo, CPC).
Cuando el Juez recusado acepta la procedencia de la causal, debe excusarse de seguir
interviniendo a través de resolución fundamentada, ordenando el envío del expediente a quien deba
reemplazarlo (Art. 310º, segundo párrafo, CPC). Si no acepta la recusación, emitirá informe motivado
y formará cuaderno, enviándolo al Juez que corresponda conocer, con citación de las partes. El trámite
de la recusación no suspende el proceso principal, pero el recusado deberá abstenerse de expedir
cualquier resolución que ponga fin al proceso. El Juez a quien se remite el cuaderno tramitará y
resolverá la recusación conforme a lo previsto en el artículo 754º del mismo Código en lo que
corresponda (en la misma audiencia, cuya fecha fija el Juez, se actuarán las pruebas ofrecidas,
informarán los Abogados y se resolverá, salvo que el Juez reserve su decisión por un plazo que no
excederá de 3 días contados desde la conclusión de la audiencia).
Su decisión es inimpugnable (Art. 310º, tercer párrafo, CPC). Interpuesta recusación contra un
Juez de un órgano jurisdiccional colegiado se procede en la forma transcrita para cuando es recusado
un Juez que actúa unipersonalmente. La recusación es resuelta por los otros integrantes de la Sala, sin
necesidad de integración, debiendo llamar a otro Juez sólo en caso de discordia (Art. 310º, cuarto
párrafo, CPC). El voto de dos Vocales hace resolución. La resolución es inimpugnable.
Cuando la recusación es desestimada, el Juez puede condenar al recusante a pagar una multa
no menor de 3 ni mayor de 10 Unidades de Referencia Procesal, sin perjuicio de la condena por las
costas y costos del trámite de la recusación (Art. 316º CPC).
3.6.3. Abstención por decoro. Cuando se presentan motivos que perturban la función del Juez,
éste, por decoro o delicadeza, puede abstenerse de seguir conociendo del proceso mediante
resolución debidamente fundamentada, remitiendo el expediente al Juez que debe conocer de su
trámite. Si el Juez a quien se remite los autos considera que los fundamentos expuestos no justifican
la separación del proceso, seguirá el trámite previsto en el artículo 306º del Código Procesal Civil, esto
es, el trámite del impedimento. La justificación para la abstención por decoro debe ser razonable. Si
algún litigante o su abogado presentaran escritos injuriantes u ofensivos, el Juez, tiene la facultad de
adoptar las medidas disciplinarias correspondientes y no debe recurrir a la abstención. Hay jueces que
recurren a este tipo de excusación para evadir su intervención en procesos complicados, lo que no
debe admitirse.

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EL LITISCONSORCIO

Alineados en la terminología antes descrita, afirmamos que el listisconsorcio no es otra cosa


que una acumulación subjetiva, es decir, la presencia de más de una persona en calidad de parte
demandante o demanda.
La necesidad de su tratamiento legislativo separado, surge del hecho que las personas que
conforman una parte en calidad de litisconsortes, pueden tener en su interior, relaciones distintas y
heterogéneas.
Al respecto Chiovenda enseña: “Pero en qué consista esa paridad; cuando varias personas
puedan unirse, o ser citadas unidas en un juicio; cuando deban unirse o unidas ser citadas; y, en todo
caso, cómo se deba conciliar la autonomía de los individuos con la comunidad que existe entre ellos;
todo esto, a menudo, no es muy claro”. Precisamente estos deberes y facultades distintos, de personas
que conforman en el proceso una misma parte, exigen una explicación.
Aun cuando sólo fuera para ratificar esta necesidad de estudiar y regular separadamente el
litisconsorcio, debemos advertir que la presencia o no de un litisconsorte puede tener significados tan
distintos en un proceso que su ausencia podría dar lugar a la ineficacia de este; pero sin embargo, en
otro proceso se trata de una presencia absolutamente prescindible.
Todo esto se debe a la absoluta falta de precisión en la naturaleza jurídica del elemento que
conecta a las personas que actúan en conjunto en calidad de parte. Llámese “interés común” o “interés
jurídico relevante”, lo importante es que la esencia de esa conexión jurídica es tan variable que, por
ejemplo, se puede tratar de personas que están juntas porque tienen intereses opuestos o, lo normal,
estén juntos porque la pretensión los va afectar igual y directamente.
A continuación desarrollaremos el criterio clasificatorio que ha adoptado el Código sobre el
litisconsorcio, el que por lo demás tiene una admisión pacífica en la doctrina.

1. LITISCONSORCIO NECESARIO.

Este litisconsorcio se origina en el hecho que más de una persona conforman y tienen de
manera indisoluble, la calidad de parte material, es decir, participan de manera inherente e indivisible
en una relación jurídica sustantiva.
Siendo así, el litisconsorcio necesario debe concretarse dentro de un proceso porque, de lo
contrario, la decisión que se expida será totalmente ineficaz.
Es de tal importancia la presencia de un litisconsorte necesario dentro de un proceso que, si
las partes no lo hubieran advertido, el juez, de oficio, puede paralizar la continuación de un proceso a
efectos de ordenar se notifique la litisconsorte sobre su inicio o de solicitar información, si sabe de su
existencia pero no de su dirección domiciliaria. Aún más, no solo le proporciona a la incorporada
información sobre el proceso, sino le da tiempo para que se apersone e incluso para que pruebe en
una audiencia especial, si la de las pruebas ya hubiera pasado.
La importancia de la presencia del litisconsorte necesario se hace evidente en el siguiente
hecho: si al ser emplazado con la demanda no se apersona al proceso por decisión propia, la secuela

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del proceso se seguirá en su rebeldía, de tal suerte que la decisión que finalmente se expida, se referirá
expresamente a él.
Un cónyuge demanda la nulidad de un contrato de compra –venta sobre un bien social o
común, dado que ha sido vendido por su cónyuge sin su intervención. Sin embargo, la demanda la
dirige únicamente contra el comprador, dejando fuera de la relación procesal a su cónyuge.
La demanda no refleja la relación sustantiva, así, siendo el conflicto de intereses la nulidad de
un acto jurídico, forman parte de la relación sustantiva –relación de conflicto- quien pide la nulidad y
los que participaron con su declaración de voluntad en el acto jurídico. Dado que el cónyuge vendedor
no ha sido demandado, resulta evidente que la relación procesal es defectuosa, faltó demandar a un
litisconsorte necesario.
Como apreciaremos más adelante, esta situación –que de no remediarse conduce a un proceso
inútil por viciado-, puede ser solucionada por alguna de las partes, por la misma persona que ha sido
preterida por el juez. Esta última posibilidad ha sido regulada por el Código al describir el litisconsorcio
necesario en sus artículos 93, 95 y 96.

2. LITISCONSORCIO FACULTATIVO.

A diferencia del litisconsorcio necesario, esta vez se trata de personas que no están
intrínsecamente ligadas en la relación sustantiva. Se trata mas bien de personas independientes del
titular de la relación sustantiva, pero que podrían de alguna manera ser afectados por lo que se
resuelva en el proceso en donde participa una persona, con quien sí mantiene algún tipo de relación.
Por esa razón, la presencia de estas personas en el proceso no es definitiva ni esencial, dicho
de otra manera, su ausencia no afecta el resultado del proceso. A pesar de lo dicho, pueden
perfectamente apersonarse a él, ser calificados por el juez y participar en el proceso. Las facultades
que tengan dentro del proceso dependerán del grado de involucramiento que presenten con la
relación sustantiva que dio origen al proceso o de la naturaleza de la relación que mantenga con alguna
de la partes.
Julio interpone una demanda de nulidad de contrato de mutuo contra Hugo. Dado que Miguel
es fiador de Hugo, éste pide que aquél sea citado con la demanda, es decir, que simplemente tome
conocimiento del proceso. Miguel puede participar en el proceso a fin de cuestionar la validez del
contrato de mutuo; si bien no lo firmó, tiene un interés relevante en que la pretensión de nulidad sea
amparada, dado que si la obligación principal es nula, él deja de ser fiador, en tanto este contrato
accesorio deviene en inexistente.
Sin embargo, su intervención en el proceso es voluntaria, dependerá de él. Su ausencia no
afectara el proceso y tampoco a él, salvo en el hecho que cuando sea demandado para el honramiento
de su fianza, no podrá discutir la validez del contrato de mutuo.
La intervención facultativa está regulada en el Código Procesal Civil en su artículo 97.

3. INTERVENCIÓN DE TERCEROS

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Siguiendo el criterio establecido para la acumulación, podemos decir que, de manera genérica,
el instituto de la intervención de terceros no es otra que una acumulación subjetiva sucesiva. Es decir,
se trata de la incorporación a un proceso, con posterioridad a la notificación de la demanda, de una o
más personas.
Esta incorporación no es homogénea, las personas que se integran, llamadas intervinientes
hasta antes de su integración, lo hacen de distintas maneras. A guisa de ejemplo, algunas pasan a
colaborar con algunas de las partes, que casi tienen sus mismas facultades; otras, a pesar que
colaboran con una de las partes, tienen una relación de subordinación respecto de ella.
Entre varios litigantes por obligación indivisa puede no haber el mismo interés; y al contrario
un mismo interés puede unir ocasionalmente partes que no tienen nada fuera del proceso, ningún
derecho común. A veces llegan a encontrarse asociadas en un interés común partes entre las que
puede existir o ya existe una oposición de pretensiones; el garante que interviene en el juicio en que
es parte del garantizado; el acreedor que interviene en el juicio en que es parte su deudor, se encuentra
con éste en una relación de comunidad de intereses frente al adversario; y algunas leyes equiparan, al
menos para algunos casos semejantes relaciones expresamente al litisconsorcio.
El único criterio admitido en esta materia es que las facultades de los intervinientes están en
relación con su grado de interés e involucramiento respecto de la relación sustantiva. Precisamente
estas variaciones son las que determinan las deferentes clases de intervención que vamos a
desarrollar.
La incorporación del interviniente al proceso tiene distintos orígenes. Puede ocurrir por pedido
de alguna de las partes, del propio interviniente o del juez, como ya lo vimos en el caso del litisconsorte
necesario. Precisamente un mayoritario sector de la doctrina y de la legislación, recoge el criterio de
quién solicita el ingreso para clasificar a la intervención. Así, se dice que ésta es voluntaria o
espontánea, cuando se produce por decisión del interviniente, y necesaria, llamada también coactiva,
obligatoria o provocada, cuando ocurre por pedido de algunas de las partes o por decisión del juez.
Por otro lado, el pedido de la parte o del interviniente, debe tener las características de una
demanda, es decir, planteamiento de hechos, derecho que lo sustenta y medios probatorios que
acreditan los hechos descritos. Esto es así, porque la intervención es un hecho excepcional, es una
deformación aceptada del proceso; por ello mismo, debe regularse su admisión.
A través del pedido, se debe persuadir al juez que el interviniente tiene lo que peyrano
denomina un “interés jurídico relevante” en el desarrollo y resultado del proceso, como ya se advirtió,
debe además tener sustento en el ordenamiento jurídico. Para el código en estudio, cuando el juez
admite al interviniente éste deja de ser tal y pasa a convertirse en tercero legitimado. Esta tramitación
está regulada en el artículo 101 del Código citado.

3.1 Intervención coadyuvante.


Dentro de los diferentes grados de interés o involucramiento que un interviniente puede tener
con la relación jurídica sustantiva que conecta a las diferentes partes del proceso, la intervención
coadyuvante es la más lejana. Suele llamársele también intervención conservativa, accesoria o
adhesiva, siendo esta última la denominación que recibe en la doctrina y legislación italianas.
Para empezar, la decisión que recaiga en el proceso no va a referirse al coadyuvante,
intervenga o no en el proceso, estamos diciendo que la sentencia jamás lo va a alcanzar. Por esa razón
su actuación en el proceso es totalmente accesoria. Si bien actúa como colaborador diligente de una

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de las partes, respecto de quien si tiene una relación que es o podrá ser sustantiva (de conflicto), su
protagonismo en el proceso está supeditado a lo que decida la parte quien ayuda.
Se trata, entonces, de una intervención relativizada, originada, como ya expresamos, en el
hecho que tiene un parentesco lejano con la relación jurídica sustantiva discutida en el proceso.
Francisco es acreedor de Jorge. Este ha sido demandado por Patricio respecto de la propiedad
de un inmueble que siempre se consideró de propiedad de Jorge. El proceso en donde se discute la
propiedad avanza y Francisco advierte que la defensa y estrategia procesal de Jorge no es buena. Dado
que el citado inmueble constituye el bien más importante del patrimonio de Jorge, al punto que si lo
pierde la posibilidad de Francisco cobre su acreencia se tornaría remota, éste decide intervenir en el
proceso sobre reinvidicación para colaborar con la posición defendida por Jorge.
Esta intervención de Francisco para defender la posición de Jorge en la demanda interpuesta
por Patricio, es un caso de intervención coadyuvante. Adviértase que la relación de Francisco con el
tema discutido –la propiedad del inmueble- es inexistente, sin embargo, su interés futuro por tener un
bien que responda por su acreencia, le otorga legitimidad para participar en el proceso y coadyuvar a
la posición jurídica defendida por Jorge.
El ejemplo que acabamos de describir está sustentado jurídicamente en el artículo 1219 inciso
4 del Código Civil y su concordancia con uno de los supuestos regulados en el artículo 60 del Código
Procesal Civil, el que regula la sustitución procesal.
La intervención coadyuvante está regulada en el Código en su artículo 97.

3.2 Intervención litisconsorcial.


Veamos ahora la figura del litisconsorcio, no desde la óptica del juez que integra la relación
procesal – lo que ya desarrollamos al referirnos al litisconsorcio necesario-, sino desde el interés de
una de las partes o del propio litisconsorte. Sólo para establecer una diferencia con el coadyuvante,
diremos que esta vez estamos ante un interviniente a quien la decisión a recaer en el proceso lo va
afectar directamente, es decir, que el amparo o desamparo de la pretensión va a producir una
modificación en su universo patrimonial o moral.
Entonces el litisconsorte, y no nos referimos al necesario no porque no pueda también ser
incorporado por una de las partes o por decisión propia, sino porque obviamente está vinculado
totalmente a la relación jurídica sustantiva sin discusión que valga, sino al facultativo, con interés
directo en la pretensión, tiene autonomía para actuar dentro del proceso, es decir, no es dependiente
de la parte a quien apoya como es el caso del coadyuvante.
Por otro lado, el no ser litisconsorte necesario pero, sin embargo tener interés directo en la
pretensión, significa que el interviniente litisconsorcial tiene interés personal y distinto de la parte de
quien es litisconsorte respecto de la pretensión. Esto es muy importante porque si bien el interviniente
litisconsorte tiene todas las facultades que tiene la parte, no es parte, reiteramos, sólo actúa como tal.
Javier, socio de una empresa comercial, interpone demanda de nulidad de acuerdo societario
tomado por ésta. Pilar es también socia de la misma empresa y, si bien por razones distintas, tiene
interés en que se declare la nulidad del acuerdo materia de discusión en el proceso iniciado por Javier.
En este contexto, Pilar se apersona al proceso y solicita al juez, la admita como litisconsorte de Javier,
dado que tiene exactamente la misma pretensión que éste y, obviamente, respecto de la misma
emplazada.

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Esta intervención, que puede ocurrir incluso durante la tramitación del proceso en segunda
instancia, está regulada en el artículo 98 del código referido.

3.3 Intervención excluyente.


En los dos casos de intervención anterior, hemos visto que, aun con distintos grados de interés,
el intervinientes acomoda su ingreso al lado de una de las partes. La intervención excluyente, en
cambio, se caracteriza porque el interviniente tiene un profundo y total desinterés por la posición de
las partes.
La sustitución es tan extraordinaria que, a diferencia de las otras clases de intervención, ésta
solo puede ocurrir hasta antes de la sentencia en primera instancia.
La excepcionalidad ha determinado, incluso, que un sector de la doctrina considere que éste
no es un caso de intervención de terceros, dado que en este caso la persona que se incorpora al
proceso es, en estricto, una parte.

3.3.1 Intervención excluyente principal.


El interviniente principal solicita al juez su incorporación en un proceso iniciado a fin de hacer
valer dentro de él su pretensión. La originalidad de la propuesta es que su pretensión está en directa
oposición con lo pretendido por las partes en el proceso.
Estamos afirmando que la presencia del excluyente principal supone una triangulación de la
relación sustantiva la que, como se dijo anteriormente, es por naturaleza dual. Desde otra perspectiva,
la intervención del excluyente principal significa que, desde la perspectiva del bien jurídico que se
discute, hay tres intereses que se resisten recíprocamente, por lo que requieren de un proceso en el
que se defina por el órgano jurisdiccional el interés triunfante.
Armando y Antonio discuten la propiedad de un automóvil en un proceso. Tramitándose éste
aparece Roger solicitando al juez lo incorpore al proceso, dado que él es el verdadero dueño del
automóvil. Como se advierte, Roger –excluyente principal- tiene una pretensión propia que, además,
es contraria a la posición de las partes.
Mucho se discute también en doctrina la importancia de esta figura y sobre todo su
fundamento, es decir, si en estricto conduce a una afirmación del principio de economía procesal.
Esta intervención está regulada en el artículo 99 del Código estudiado.

3.3.2. Intervención excluyente de propiedad o de derecho preferente.


De todas las figuras de intervención estudiadas, ésta es la más antigua y tradicional. De hecho
forma parte de legislaciones procesales desde siglos atrás. Incluso ahora los conceptos tercería y
tercerista, suelen utilizarse para hacer referencia a la institución y a quien la usa, respectivamente.
El presupuesto material para la eventual presencia de esta intervención, es la existencia de un
bien sujeto a medida cautelar dentro de un proceso o de un bien pasible de ser materia de ejecución
judicial. En este contexto, si una persona considera que el bien sujeto a medida cautelar es de su
propiedad o tiene otro tipo de derecho respecto de él, el que puede ser preferido como consecuencia
de la medida cautelar, puede intervenir en el proceso con el exclusivo propósito de solicitar se declare
la prelación de su derecho.

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Asimismo, si el derecho del interviniente es de preferencia respecto de lo que obtenga de la
ejecución judicial del bien, puede también intervenir y solicitar se declare tal prelación en relación al
ejecutante.
Rosa demanda ejecutivamente a Ronaldo y pide y obtiene una medida cautelar de secuestro
sobre el vehículo que hace unas semanas vio manejándose a éste. Sin embargo, el vehículo ya no es
de propiedad de Ronaldo a la fecha de la realización del secuestro, sino de Daniel quien lo adquirió de
aquél y a quien lo desposeyeron del mismo en ejecución del secuestro. Daniel, premunido de su título
de propiedad, se apersona al proceso y pide se deje sin efecto la orden de secuestro sobre su vehículo.
Esta es una intervención excluyente de propiedad.
Financiera Andina demanda a la empresa ABC S.A. y pide un embargo en forma de intervención
en administración sobre su local industrial y comercial. Sin embargo, antes de la ejecución del
embargo, ABC había suscrito un contrato de gestión y administración por el que le había cedido la
gestión y la administración de su local industrial a la empresa Alfa S.A. Esta, afectada por el embargo
en intervención, solicita al juez se le otorgue preferencia sobre la administración del local industrial
dado que su contrato se encuentra inscrito y es oponible a terceros. Esta es una intervención
excluyente de derecho preferente.
Belisario interpone demanda contra Carlos. El proceso está en la etapa de ejecución de
sentencia y se va a rematar un bien de propiedad de Carlos. Sin embargo, en los asientos regístrales
del bien aparece inscrita una prenda de éste a favor de Ignacio. Enterado este último de la realización
del remate por la publicidad que se exige como presupuesto para su realización, se apersona al proceso
y solicita que para cuando ocurra el remate, del dinero que se obtenga se le entregue primero a él lo
que le corresponda por concepto de la prenda y sólo si hay un remanente proceda su entrega al
demandante.
Esta intervención está normada en el artículo 100 del Código Procesal Civil, aunque su
tratamiento procedimental corresponde al del proceso abreviado con las precisiones reguladas entre
los artículos 533 al 539.

4. LA DENUNCIA CIVIL.

Como se va a apreciar, esta institución está íntimamente ligada a la de la intervención de


terceros, en tanto se trata de una regulación procesal que permite al tránsito de un interviniente a
tercero legitimado.
Partiendo del criterio clasificatorio de los intervinientes a partir de la ingerencia de su voluntad
o no en su incorporación, la denuncia civil es un típico caso de intervención obligada. Suele
considerarse a la denuncia (litis denuntiatio) como una sub-especie del llamamiento de terceros al
pleito, concepto genérico que englobaría las distintas especies de intervención por decisión e interés
de las partes.
Sin embargo, nos parece un criterio doctrinal respetable pero inconforme. A nuestro juicio,
encontramos satisfactorio colocar a la denuncia civil como el género y a las demás como especies,
entre otras razones porque el medio procesal a través del cual se producen las integraciones y porque
ampliando el concepto clásico de interés para denunciar, consideramos que a través de esta
instituciones se puede también hacer efectivo el principio de economía procesal, si se admite que la

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relación futura – de ser una relación de conflicto- en la que están conectados el denunciante y el
denunciado, pueda resolverse en el mismo proceso.
Llamada también litis denuntiatio en la doctrina alemana, esta institución se refiere a los
requisitos y trámites que debe cumplir y seguir una parte para incorporar a un interviniente al proceso.
Es entonces el mecanismo procesal a través del cual una parte integra a un tercero al progreso,
respecto de quien tiene un determinado interés –presente o futuro-, respecto de la misma relación
sustantiva o de otra, conectada jurídicamente esta última con la que se discute en el proceso.
Deben ser muchas las instituciones del derecho sustantivo cuya tramitación se verá afectada
por la regulación de la denuncia civil en el sistema jurídico peruano. Sin embargo, la todavía incipiente
realización de estudios comparativos entre estas dos disciplinas, cuyas reformas deberían realizarse
de consumo, impide apreciar ahora los alcances de la reforma procesal.

4.1 Especies de la denuncia civil.


El uso de la denuncia civil es considerablemente variable, por lo que el ordenamiento procesal
comentado no ha regulado todas las figuras. Así, ha quedado fuera, por ejemplo, el llamamiento del
tercero pretendiente. Sin embargo, estimamos que la regulación de las instituciones procesales no
impone al juez un límite legal en su aplicación, sobre todo si advertimos que no son reglas de
procedimiento. No olvidemos que el deber del juez es resolver los conflictos de intereses aplicando el
derecho que corresponde al caso concreto y, además, lograr a través de él y como suma global de la
función jurisdiccional, la paz social en justicia. Para tan elevados fines no puede ser un límite de falta
de una norma expresa.
Describamos inicialmente aquéllas que han sido reguladas en el nuevo Código y
posteriormente la que hemos citado como ejemplo de institución no regulada, reiterando que –en
nuestra opinión- se encuentra en el espíritu del código ya que no en su letra.

4.1.1 aseguramiento de pretensión futura.


Se denomina llamamiento en garantía y tiene su origen en el derecho germánico. Su especial
naturaleza surge del hecho que no persigue como propósito que el denunciado ayude al denunciante
o que lo reemplace, sino que quede obligado ante el denunciante por lo que éste sea condenado en el
mismo proceso.
Esto se encuentra normado en el artículo 104 del código estudiado, cuya sumilla hace
referencia al aseguramiento de pretensión futura.
Apreciamos el siguiente ejemplo: un ingeniero conviene un contrato de obra a plazo fijo,
estableciéndose una cláusula penal por cada día de mora en la entrega de la obra. Llega la fecha de la
entrega y ésta no se produce, debido a que los trabajos de carpintería y metálicos que el ingeniero
subcontrato, no se han concluido, a pesar que debieron entregarse 45 días antes de la fecha final de
entrega de la obra.
Si el caso ocurriera antes de la vigencia del Código Procesal, no habría otra alternativa que se
presenten dos procesos en secuencia, es decir, que acabe el que le inician al ingeniero y, condenado
éste, surge su derecho a demandar a los subcontratistas.
Con el código la situación es distinta. Si bien se trata de una pretensión futura –la del ingeniero
contra los subcontratistas-, aquél puede denunciar a éstos al ser demandado, este acto permitirá que

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ellos formen parte del proceso y dentro de él se tramiten simultáneamente dos pretensiones, las que
podrán ser resueltas en la misma sentencia.
Si bien admitimos que es la norma sustantiva la encargada de regular los casos en los que una
persona debe responder por la derrota ajena, insistimos en la idea que será el juez quien decida la
precedencia del pedido en atención a la relación de causa y efecto entre las rezones del emplazamiento
y eventual pérdida del denunciante y la responsabilidad del denunciado.

4.1.2 Llamamiento posesorio.


Esta figura se da en los procesos que contienen pretensiones posesorias. Se le llama también
laudatio o nominatio auctoris. Como se sabe, las demandas posesorias, con independencia de la
existencia de un domicilio distinto del emplazado, deben dirigirse a la dirección domiciliaria del bien
materia de conflicto.
Sin embargo, es posible que en el bien no se encuentre el poseedor denominársele “servidor
de la posesión” o poseedor mediato. Lo expresado significa que la relación jurídica sustantiva al
emplazarse a persona distinta del poseedor, por lo que todo lo que se actué bien podría declararse
nulo.
Para evitar esta situación, el allanamiento posesorio le impone al servidor de la posesión el
deber de “denunciar” al verdadero poseedor y con ello, le concede también el derecho de separarse
del proceso, siempre que el denunciado reconozca su calidad de poseedor.
Por esa razón, el nuevo código dispone que de no hacer la denuncia, al emplazado podría
condenársele al pago de los daños y perjuicios que produzca su silencio. Por cierto, si el denunciado
comparece y reconoce ser el poseedor, el proceso continúa con éste, quedando el denunciante fuera
del proceso. Si no se apersona o haciéndolo niega su calidad de poseedor, el proceso continuará con
el denunciante pero surtirá efecto contra ambos.
Es el caso de la demanda que se entiende con el guardián de la casa, por ejemplo. Esta forma
especial de denuncia esta regulada en el artículo 105 del código analizado.

4.1.3 Llamamiento por fraude o colusión.


El rasgo diferencial de esta forma de denuncia, está dado por el hecho que honesta concebida
para ser utilizada por una de las partes, sino por el juez aún cuando a nivel de hipótesis teórica no es
posible descartar su uso por alguien distinto a éste e incluso que no sea parte.
El presupuesto material para el uso por parte del juez de este instituto, está dado por la
presunción que genera en el juez la conducta de las partes durante el desarrollo del proceso. La
advertencia por parte del juez de la armonía en los actos de las partes, generalmente contradictorias
por naturaleza, revela en él la posibilidad que el proceso sea un “acuerdo” establecido por las partes
para afectar a un tercero que no aparece en la escena procesal.
Si apareciera esta presunción en el juez, éste se encuentra facultado a citar al eventual
perjudicado para que conozca el proceso y, de considerarlo conveniente, hacer valer los derechos que
le pudieran corresponder. Incluso la facultad del juez alcanza a la decisión de suspender el proceso por
un plazo determinado.
Este instituto está previsto en el artículo 106 del Código Procesal Civil.

29
4.1.4 Llamamiento del tercero pretendiente
Se presenta en aquellos casos en que a una persona le es exigido el cumplimiento de una
obligación por más de una persona, que tienen o creen tener títulos distintos. Para el ejemplo,
imaginaremos que se trata de una obligación de dar, la entrega de parte de otra persona, quien se
considera también titular del bien.
En tal situación, el demandado está facultad a solicitar se llame al proceso al tercero que
también lo requiere, a fin que el verdadero derecho se dilucide en forma conjunta radicalmente el
problema, porque de lo contrario, bien podría ser que el no demandado, lo haga en un nuevo proceso,
incluso imputándose negligencia en el proceso en el que se le ordenó la entrega del bien.

5. Extromisión.
Todo lo desarrollado hasta ahora sobre el tema de la intervención de terceros está referido a
los requisitos y trámites para conseguir la incorporación de una persona al proceso y los efectos que
tal acto produce en éste. Sin embargo, la institución que vamos a describir, formando parte de nuestro
tema de estudio, tienen curiosamente una función no sólo distinta, sino contradictoria a la
intervención.
Siguiendo la regulación contenida en el Código Procesal Civil, señalada específicamente en el
numeral 183º, encontramos la denominación de intromisión procesal; asimismo, el Código regula el
instituto de la extromisión, por el cual el Juez, de oficio o a pedido de parte, y por resolución
debidamente motivada, retira del proceso a un tercero legitimado que había sido admitido
inicialmente como tal, pudiendo producirse en dos supuestos:
a) Cuando el Juez considera que el legítimo interés que estuvo presente cuando se admitió al
tercero ha desaparecido.
b) Cuando se comprueba que la calificación dada al tercero al momento de su incorporación
ha sido incorrecta (Art. 107º CPC), (decimos posteriormente porque el Juez admite la intervención del
tercero precisamente por demostrar éste su derecho o interés para intervenir en el proceso, de lo que
se colige que es en momento posterior al indicado que el Juez se cerciora de que dicho derecho o
interés no existe y, en consecuencia, dispone la extromisión de aquél).
La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la extromisión, ha establecido lo
siguiente: “... El pedido de extromisión del proceso de un tercero legitimado presupone que éste
anteriormente haya sido incorporado al mismo...” (Casación Nro. 02-05 / La Libertad C-47295,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-08-2005, pág. 14430).
El Juez, al declarar la extromisión y, consecuentemente, la separación del proceso de un
tercero legitimado, debe emitir una resolución debidamente motivada, que contenga expresamente
los fundamentos por los cuales considera que el interés o derecho que legitimó la intervención del
tercero ha desaparecido o las razones que sustentan la comprobación de su inexistencia.
La decisión, en este sentido, puede ser dictada por el Juez en cualquier etapa del proceso.

6. Sucesión Procesal.
Se entiende por sucesión procesal a la sustitución, en un proceso determinado, de unas partes
formales por otras materiales, como consecuencia de la transmisión ‘inter vivos’ o ‘mortis causa’ de la
legitimación de aquéllas a éstas. Como consecuencia de la ‘perpetuatio jurisdictionis’ que ocasiona la

30
litispendencia, tras la admisión de la demanda, no pueden existir cambios sustanciales de las partes en
el proceso (…), el cual habrá de transcurrir entre el actor y el demandado. Mas, puede ocurrir que,
fuera del proceso se haya transmitido el derecho subjetivo o la titularidad del bien o relación jurídica
litigiosa, en cuyo caso el nuevo adquirente es quien ostenta la legitimación, activa o pasiva (en el caso
de transmisión de bienes litigiosos), y quien se encuentra, por tanto, legitimado para suceder a la parte
originaria en el proceso.
En términos generales, cabe hablar de sucesión procesal siempre que, a raíz de la extinción,
pérdida de legitimación o modificación substancial producida en la composición de una de las partes,
ésta es reemplazada en el proceso por una persona distinta.
Este tipo de sucesión implica un reflejo de la transmisión de derechos substanciales, sea a título
universal o singular. Pero como se trata de derechos litigiosos, cuya efectividad se halla por lo tanto
supeditada al eventual reconocimiento que de ellos se haga en la sentencia definitiva, la sucesión
procesal se configura, en rigor, como una sucesión en la posición jurídica procesal adoptada por el
transmitente con relación al correspondiente derecho.
El Código Procesal Civil, en su artículo 108, regula lo concerniente a la sucesión procesal en
estos términos: “Por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al
reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido. Se presenta la sucesión procesal
cuando:
1. Fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su sucesor, salvo
disposición legal en contrario;
2. Al extinguirse o fusionarse una persona jurídica, sus sucesores en el derecho discutido
comparecen y continúan el proceso;
3. El adquirente por acto entre vivos de un derecho discutido, sucede en el proceso al
enajenante. De haber oposición, el enajenante se mantiene en el proceso como litisconsorte de su
sucesor; o
4. Cuando el plazo del derecho discutido vence durante el proceso y el sujeto que adquiere o
recupera el derecho, sucede en el proceso al que lo perdió.
En los casos de los incisos 1. y 2., la falta de comparecencia de los sucesores, determina que
continúe el proceso con un curador procesal.
Será nula la actividad procesal que se realice después que una de las partes perdió la capacidad
o titularidad del derecho discutido, siempre que dicho acto le pueda haber generado indefensión. Si
transcurridos treinta días no comparece el sucesor al proceso, el Juez debe designar a un curador
procesal, de oficio o a pedido de parte”.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la sucesión procesal, ha establecido


lo siguiente:
- “... La Sucesión Procesal se da cuando un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso,
produciéndose un cambio en los sujetos de la relación jurídica procesal, con la transmisión de
facultades y deberes procesales que conlleva esa posición, vale decir que [...] en la sucesión procesal
quién [sic -léase quien-] concurre al proceso ocupa el lugar del demandante o del demandado y ocurre
cuando se produce el fallecimiento de una de las partes, en cuyo caso el heredero sucede a la persona
del causante adquiriendo la titularidad del derecho objeto del litigio, o cuando una de las partes
enajena el derecho objeto del litigio, por esta razón, el proceso no se extingue necesariamente por el

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fallecimiento del demandante, en cuyo lugar se subrogan por vía de sucesión mortis causa sus
herederos, siendo que de acreditarse el fallecimiento de uno de los justiciables el órgano jurisdiccional
debe emplazar a los sucesores notificándoles la existencia del juicio a efectos que se apersonen al
proceso, garantizando de esta manera el debido proceso consagrado en el inciso tercero del artículo
ciento treinta y nueve de la Constitución Política del Estado...” (Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-2008, págs. 23614-23615).
- “... El artículo ciento ocho del Código Procesal Civil establece en su inciso uno, que se presenta
la sucesión procesal cuando fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su
sucesor, salvo disposición legal en contrario; [...] esta disposición obedece a que una persona que ha
perdido la titularidad del derecho en discusión no puede generar actos válidos dentro del proceso,
contemplando el nombramiento de un curador procesal para la defensa de los derechos de los
sucesores o adquirientes del mencionado derecho...” (Casación Nro. 52-2007 / Lima, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 02-09-2008, págs. 22751-22752).
- “... La sucesión procesal puede ser inter vivos o mortis causa; la primera acontecería cuando
una vez iniciado el proceso se produce un cambio en la titularidad de las partes debido a la transmisión
del objeto de la litis. La segunda supone la transmisión del objeto del litigio por el fallecimiento de una
de las partes...” (Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-
12-2008, págs. 23614-23615).

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EL HECHO, EL ACTO Y EL NEGOCIO PROCESAL

1. Marco conceptual.

A pesar de su aparente identidad, las categorías civiles son distintas de las procesales, de hecho
tienen un tratamiento jurídico propio. Un hecho, acto o negocio jurídico será procesal, en tanto
produzca efectos inmediatos o directos en el proceso y se realice dentro de éste. Es decir, no será
procesal un acto o negocio jurídico realizado fuera del proceso, aunque sólo haya sido manifestado
para ser útil dentro de él, por ejemplo, el otorgamiento de representación procesal voluntaria (poder)
ante un notario. Por otro lado, no es necesario usar el concepto jurídico para denominarlo, ya que al
surtir efectos dentro del proceso, es obvia su esencia jurídica.
En el caso del hecho procesal, se trata de cualquier suceso o acontecimiento susceptible de
producir la constitución, desenvolvimiento o extinción de la relación procesal.
En otras palabras, el hecho procesal es el hecho jurídico que produce efectos dentro de un
proceso. Podría tratarse, por ejemplo, del fallecimiento de una parte, la realización de una audiencia,
el transcurso de un plazo, la pérdida de piezas procesales, la interposición de un recurso, la notificación
de una resolución o la transacción judicial. Nótese que hemos citado ejemplos disímiles de hechos
procesales, sin perjuicio de que algunos, como la interposición de un recurso o la transacción judicial,
pertenezcan a sus especies, el acto y el negocio procesal, respectivamente.
Cuando el hecho procesal tiene como origen una o más manifestaciones de voluntad
expresadas por cualquiera de los sujetos de la relación jurídica procesal, las que producen efectos
jurídicos al interior del proceso, estamos ante un acto o negocio procesal.
El acto procesal será siempre público en atención al fin del proceso y, además, porque la
conducta de sus protagonistas está regulada por el derecho procesal que es derecho público. Como en
el caso del derecho privado, en el acto o en el negocio procesal, la voluntad se encamina a producir
consecuencias jurídicas, en cambio en los otros hechos jurídicos no interviene la voluntad y, de haberla,
para el Derecho ésta no es relevante, es decir, las consecuencias se producen con independencia de la
intervención de la voluntad. Por cierto, la consecuencia de querer concretar el propósito deseado
establece también en sede procesal la naturaleza particular del negocio procesal.
El negocio procesal es aquel hecho procesal al que se le adiciona el deseo o finalidad de
producir efectos jurídicos queridos por el sujeto de la relación procesal que lo realiza. Son casos de
negocios procesales: la demanda, la contestación, la reconvención, el allanamiento, el desistimiento,
la transacción, entre otros.
Nótese que la diferencia en algunos casos es sutil entre el acto y el negocio procesal. Si bien
ambos son voluntarios y lícitos, el acto procesal carece de un deliberado propósito jurídico en el
agente, a pesar de lo cual su realización produce las consecuencias jurídicas previstas por la ley.
En contraste con la considerable importancia que tiene la voluntad privada en el acto y en el
negocio jurídico, al constituir el proceso judicial el ejercicio de una función pública, la denominada
voluntad negocial (conexión de la voluntad con el propósito) aparece con serias limitaciones, lo que
nos lleva a considerar que lo que se presenta con mayor continuidad dentro de un proceso son los
actos procesales, dado que las manifestaciones de voluntad concretan regularmente los efectos
queridos y previstos por la norma. Esto es así porque los actos procesales producen consecuencias

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jurídicas concatenadas, bastando el comportamiento, sin importar, reiteramos, lo que pueda querer o
intentar el sujeto procesal.
Así y todo, hay situaciones en las que los elementos activos de la relación procesal, pueden
adicionar, a los efectos jurídicos previstos en la norma respecto del acto procesal que expresan, otros
efectos jurídicos intencionalmente queridos y no previstos en ésta. En tales casos, nos parece, estamos
ante la presencia del negocio procesal.
Adviértase que si bien en los ejemplos de negocios procesales que hemos dado, todos tienen
efectos jurídicos previstos en la norma, es cierto también que los declarante s, aunque fuera en grado
mínimo, pueden incorporar a su manifestación de voluntad efectos no previstos en el derecho
objetivo, pero lícitos y queridos por ellos.
Una sentencia como expresión de la voluntad del juzgador, que sólo es la expresión de la
voluntad del legislador al caso concreto, será entonces regularmente un acto procesal. Sin embargo,
dentro de la perspectiva contemporánea de un juez creador de derecho, es decir, de un juez que expide
una decisión judicial que no es sólo producto de una reducción mecánica al caso concreto de lo que el
legislador quiso para situaciones genéricas, sino un proceso lógico, imaginativo y creador, destinado a
proveer a los justiciables de una solución al conflicto de intereses que sea eficaz, actual, razonable y
justa, implica que la sentencia sea un negocio procesal. Esto es, una manifestación de voluntad
enriquecida en sus efectos jurídicos por decisión del agente -el juez- y destinada a crear, modificar,
regular o extinguir relaciones jurídicas.
Admitiendo el cuestionamiento que un sector de la doctrina suele hacer a la distinción entre
acto y negocio procesal, CHIOVENDA, en opinión que compartimos, reconoce la existencia del
segundo, específicamente en aquellos casos en los que la ley remite a la voluntad de las partes
completar el contenido del acto.
Si tuviéramos que establecer diferencias entre el acto o el negocio jurídico con el acto o el
negocio procesal, podríamos decir que los primeros son expresiones típicas del derecho privado, más
específicamente de la voluntad privada. Adicionalmente, afirmaríamos que tienen a producir una
situación o relación jurídica estática y regularmente autónoma. Estamos diciendo que el acto o el
negocio jurídico en sede civil son natural y espontáneamente productores de efectos jurídicos sin
pasado y sin futuro, esto es, son lo que son aquí y ahora (hic et nunc). En cambio el acto o negocio
procesal son distintos. Se trata, por empezar, de actos netamente públicos, dado que están ligados al
fin del proceso que, como bien sabemos, es la paz social en justicia, ergo, un fin público. Por lo demás,
son públicos desde una perspectiva sistemática, atendiendo a que el derecho procesal pertenece al
derecho público.
Asimismo, el acto o negocio procesal son básicamente formales. Si bien en doctrina civilista suele
decirse que todo acto jurídico tiene forma, sea porque la prevé la norma sea porque la prevé el agente
que expresa el acto, en el caso del acto o negocio procesal regularmente todos tienen una formalidad
que debe ser cumplida. Esto se explica en el hecho de que otro de los valores en juego dentro del
proceso es la seguridad jurídica, la cual exige la realización de una serie de formalidades que en muchos
actos o negocios procésales, actúan como requisito de su validez.
También podemos afirmar que el acto procesal es regularmente unilateral. Debido a la naturaleza
dialéctica del proceso, usualmente las partes están contendiendo sobre los hechos o el derecho. Por
otro lado, el juez necesita hacer evidente su imparcialidad. A efectos de que cada quien haga efectiva
su independencia de intereses, los actos procesales suelen ser manifestaciones de cada protagonista
de la relación procesal. Esto es tan evidente que resulta excepcional la realización de actos procesales
convencionales.

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Por otro lado, los actos procesales carecen de autonomía desde la perspectiva de su eficacia, es decir,
salvo situaciones excepcionales, regularmente se encuentran concatenados, pues su actuación se
encuentra ligada a la obtención del fin del proceso. Finalmente, los actos procesales al estar
conectados en el tiempo y en el continente que es el proceso,

2. LA FORMA EN EL ACTO PROCESAL

Si bien algo se adelantó anteriormente, entendemos por forma a la manifestación externa del
acto procesal.
Se trata de aquella envoltura plástica que recubre los actos procesales permitiendo apreciados
e identificados. En otras palabras, a través de la forma se acredita la existencia y en algunos casos la
eficacia de los actos procesales.
Siendo el Derecho un sistema normativo de convivencia social, es explicable que la realización
de los actos de derecho o jurídicos requieran de alguna fórmula de confirmación externa de su
ocurrencia. Esta estructura superficial que permite acreditarle existencia, reconocimiento y con ello
valor social al acto de Derecho, se llama forma. Podemos afirmar que toda manifestación de derecho
tiene forma.
Sin embargo, la forma puede tener distintas expresiones. En algunos casos y en atención a la
trascendencia del acto, el Derecho suele rodear al acto de un conjunto de ritos que tienen la calidad
de esenciales para que éste tenga validez, aun cuando no necesariamente eficacia.
Estas exigencias, de origen legal y en algunos casos convencional, reciben el nombre de
formalidades.
El derecho contemporáneo ha procurado reducir la cantidad e importancia de las formalidades
necesarias para el perfeccionamiento del fenómeno jurídico.
Esta importancia de la formalidad es sin duda superlativa en el campo del derecho procesal. El
respeto a una decisión judicial dependerá en gran medida de la manera como fue obtenida. La
seguridad jurídica como valor intrínseco a obtenerse con el servicio de justicia depende del respeto y
cumplimiento de las normas procesales. Las formas procesales son necesarias no sólo como exigencia
del interés general, con el fin de asegurar el buen funcionamiento de la justicia, sino también en
servicio del interés privado del litigante, como salvaguarda de sus propios intereses.
A la afirmación anterior que todos los actos de derecho tienen forma, podríamos agregar que
en el campo procesal casi todos los actos procesales tienen formalidades.
Siendo la norma procesal el instrumento de regulación de las conductas de los elementos
activos de la relación jurídica procesal y teniendo esta relación una naturaleza pública, es explicable
que los actos procesales estén revestidos de formalidades. Inclusive es comprensible también que
mayoritariamente las formalidades procesales sean imperativas, es decir, de obligatorio cumplimiento.
Los efectos que produce el incumplimiento de las formas procesales son variados, van desde
situaciones extremas como la nulidad del acto hasta otras también graves como la pérdida del derecho
a ejecutarlo. Como resulta evidente, el primero determina la invalidez del acto viciado y, por lo regular,
la de todos los actos posteriores; en cambio el segundo, hace devenir en ineficaz el acto.
Nosotros al estudiar los actos procesales, en atención a que la doctrina no es uniforme tanto
en su concepción como en los temas que de be comprender su análisis, su clasificación y sus elementos

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configurativos, vamos a tratarlos recogiendo los lineamientos señalados por nuestro propio Código
Procesal Civil, procurando profundizar donde nos ha sido posible hacerla, como ocurre en lo relativo a
la nulidad de los actos procesales.

3. REQUISITOS PARA LA VALIDEZ DE LOS ACTOS PROCESALES

El acto jurídico procesal, para su validez, debe reunir determinados requisitos o elementos,
bajo pena de nulidad. Entre estos requisitos debemos citar los siguientes:

3.1. DEBE SER PRODUCIDO POR AGENTE CAPAZ


En el orden procesal, tratándose de las partes, éstas deben tener capacidad procesal para
producir un acto procesal válido. Supongamos que la demanda fuese interpuesta por un incapaz
absoluto, ella será nula; si la demanda fuese dirigida contra un incapaz y ella fuese absuelta, no por su
representante, sino por el mismo incapaz, esa contestación es inválida.
Aquí cabe una explicación con relación a la representación, que se configura cuando una
persona realiza un acto jurídico en nombre de otra. El representante es la persona que realiza el acto
directamente (por ejemplo la persona que premunida de poder firma e interponer una demanda) y el
representado es el que realiza el acto indirectamente (la persona en nombre de quien se ha
interpuesto la demanda). Como ya lo hemos estudiado precedentemente, existe una representación
legal que es la que se ejercita por mandato de la ley, como es el caso de los padres y tutores respecto
de los menores y los curadores en cuanto a los mayores incapaces a quienes representan. En este caso
señalamos que la representación se origina en la voluntad de la ley. La representación voluntaria o
convencional es la ejercida por el mandatario, que surge por la libre decisión del mandante, que
encomienda a otra persona, mandatario, intervenir en el proceso ejecutando naturalmente actos
jurídicos procesales. En este caso se requiere normalmente de un poder y por ello en el Código esta
representación está regulada bajo el título de "Apoderado judicial". En este caso admitimos que la
representación se origina en la voluntad de la persona otorgante de la misma.
Finalmente, existe la representación judicial, que surge en la designación que hace el Juez de
un representante de alguna de las partes, denominado curador procesal, cuando por ejemplo fallece
el demandado y no se apersonan al proceso sus sucesores (Art. l08º, inc. 1, CPC). En este último
supuesto concebimos que la representación se origina en la voluntad del Juez.

3.2. DEBE MEDIAR EL CONSENTIMIENTO.


Otro requisito esencial para la validez de un acto procesal es el consentimiento, que se
manifiesta mediante una declaración de voluntad, que puede ser expresa o tácita. Es que el acto
jurídico procesal emerge ante todo como una manifestación de la voluntad. En el otorgamiento de un
poder por acta ante el Juez indudablemente se exterioriza una manifestación de voluntad expresa.
Habrá una manifestación de voluntad tácita cuando por ejemplo el demandado recibe una sentencia
en su contra, no la impugna, y que por el contrario cumple su mandato.
Los actos procesales para su validez deben responder a la voluntad de quien los produce. El
contenido de los actos jurídicos procesales está constituido por la voluntad, que dependerá de su
autor, y por ello hablamos de actos del Juez, de los auxiliares jurisdiccionales, de las partes, de los

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terceros, etc. Respecto al contenido de las resoluciones judiciales se señala por unos que está dado
por el acto voluntario del Juez y por otros por el raciocinio lógico conducente a la decisión. Este es un
tema de reflexión. Empero, podríamos admitir que ese raciocinio lógico conducente a la decisión que
adopta el Juez es, en todo caso, la expresión de la voluntad de la ley exteriorizada por el juzgador
quien, por imperio de ella, está en el deber de resolver el conflicto aplicando el derecho objetivo.

3.3. DEBE SER JURÍDICAMENTE POSIBLE.


El contenido del acto procesal debe ser jurídicamente posible y no debe ser contrario a la
moral. Es que su finalidad debe ser lícita. Un Juez no podría dictar válidamente una resolución
ordenando que el propio actor proceda a desalojar al demandado del bien que ha sido objeto de la
sentencia, por tratarse de un mandato jurídicamente imposible. Es el auxiliar jurisdiccional el
autorizado para realizar esa diligencia. Un escrito injurioso contra la parte litigante o contra la majestad
del Juzgado le resta validez al petitorio contenido en el escrito y, por tanto, no puede tener la validez
de un acto procesal.

3.4. DEBE CUMPLIR DETERMINADOS FORMALISMOS.


Estos actos, para su validez, deben reunir los requisitos externos que la ley exige para su
eficacia, es decir, deben sujetarse al formalismo previsto por la ley. En la concepción del Código
Procesal Civil el formalismo de los actos procesales es una de sus características esenciales, señalando
que las formalidades previstas por dicho ordenamiento son imperativas; no obstante, el Código
contiene algunas reglas que lo ha flexibilizado. Como formalidades que debe cumplir el juzgador
citamos las siguientes: la audiencia de pruebas será dirigida personalmente por el Juez, bajo sanción
de nulidad (Art. 202º CPC); las resoluciones deben contener la descripción correlativamente
enumerada de los fundamentos de hecho y de derecho que sustentan la decisión; la sentencia debe
tener tres partes: la expositiva, la considerativa y la resolutiva, etc. (Art. 122º CPC). Como formalidades
que deben cumplir las partes citamos las siguientes: los actos pueden ser practicados personalmente,
por sus representantes o por sus apoderados; los escritos deben estar autorizados por abogado; en los
escritos deben consignarse la sumilla del petitorio, etc.
El Código Procesal Civil, al ocuparse de la actividad procesal en la Sección Tercera del Libro
Primero, se refiere no sólo a los actos jurídicos procesales, sino también se refiere a los hechos jurídicos
procesales involuntarios, como es el caso del tiempo.
En otras secciones el Código se refiere a los otros hechos jurídicos naturales o involuntarios,
como el nacimiento o la muerte de una persona natural. Sin embargo, el Código, en cuanto a los actos
procesales, trata fundamentalmente de la formalidad de los actos que realizan el Juez o los organismos
jurisdiccionales, las partes y los Auxiliares Jurisdiccionales, por lo que cabe hacer su estudio con la
amplitud que lo hace el nuevo ordenamiento procesal civil.
En cuanto a la existencia de distintos tipos de actos procesales el Código implícitamente recoge
la clasificación de los actos jurídicos procesales teniendo en consideración los sujetos que lo producen:
los Jueces y los Auxiliares Jurisdiccionales, las partes y los terceros. Existen también otras
clasificaciones de los actos procesales, como la que tiene en cuenta la manera de generados:
unilaterales, como la demanda, la apelación, la notificación, etc.; multilaterales, como la transacción
dentro del proceso, la conciliación intra-proceso, el pedido de las dos partes para la suspensión del
proceso, etc. Hay otra clasificación que tiene en cuenta la forma y establece los actos solemnes, como
el otorgamiento de poder (Art. 72º CPC), Y los actos no solemnes que pueden adoptar cualquier

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formalidad con tal de que cumplan con la finalidad correspondiente. Sobre esto último el Código regula
que las formalidades previstas en el ordenamiento procesal civil son imperativas y, sin embargo,
autoriza al Juez a adecuar su exigencia al logro de los fines del proceso (Art. IX, tercer párrafo, T. P.,
CPC).

4. FORMALIDAD DE LOS ACTOS PROCESALES.

Ahora tratamos con mayor detalle el requisito relativo a la formalidad de los actos procesales.
Una de las notas distintivas de los actos procesales, por regla general, es su formalidad. Los partidarios
del formalismo para destacar el valor de las formas procesales se apoyan en que el proceso constituye
una relación eminentemente de carácter público y una garantía de seguridad, por lo que -sostienen-
el acto procesal, para su validez, debe reunir los requisitos externos que la ley señala. Sin embargo, el
exagerado predominio de las formas origina dilación en la tramitación del proceso y aumenta el costo
del mismo.
El ordenamiento procesal, apartándose de la rigidez del formalismo, recogiendo el criterio de
flexibilización, establece que cuando la ley prescribe formalidad determinada sin sanción de nulidad
para la realización de un acto procesal, éste será válido si habiéndose realizado de otro modo ha
cumplido su propósito (Art. 171º, segundo párrafo, CPC).
Algo más, el ordenamiento procesal civil, en el Título Preliminar, fija el principio de formalidad
cuando dice que las formalidades previstas en este Código son imperativas y, sin embargo, el Juez
adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso; que cuando la ley no señala una formalidad
específica para la realización de un acto procesal, éste se reputará válido cualquiera sea la empleada.
(Art. IX, segundo y tercer párrafos, T. P., CPC).

4.1. FORMALIDAD DE LOS ACTOS PROCESALES PROVENIENTES DEL JUEZ.


En principio debemos precisar que cuando hablamos del Juez nos estamos refiriendo a los
organismos jurisdiccionales en general. Los jueces emiten fundamentalmente resoluciones, pero
también intervienen en las actuaciones judiciales, tales como en la actuación de pruebas (practicar una
inspección judicial, recibir una declaración de parte, etc.), en la recepción de informes orales de las
partes y los abogados, en el otorgamiento de copias certificadas, etc.- Al lado de estos actos los jueces
también ejecutan actos de tipo coercitivo, como imponer multas y disponer la detención de las
personas que agravien a las partes o a la majestad del Juzgado (Art. 53º CPC); o actos de tipo
disciplinario, como ordenar que se suprima frases o palabras ofensivas o vejatorias de los escritos o
expulsar a las personas que alteren las actuaciones judiciales (Art. 52º CPC); etc.

4.1.1. Formalidades genéricas de los actos procesales provenientes del Juez.


En las resoluciones y actuaciones judiciales no se emplean abreviaturas. Las fechas y las
cantidades se escriben con letras.
Las referencias a disposiciones legales y a documentos de identidad pueden escribirse en
números, como es el caso del número de una ley o del documento de identidad del litigante. Las
palabras y frases equivocadas no se borran, sino se anulan –tachan- mediante una línea que permita

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su lectura. Al final del texto se hará constar la anulación. Está prohibido interpolar o yuxtaponer
palabras o frases (Art. 119º CPC).

4.1.2. Formalidades referidas específicamente a las resoluciones judiciales.


Las resoluciones judiciales, que son los actos procesales más importantes provenientes del
Juez, tienen determinadas formas que para ostentar validez y eficacia tienen que cumplirse
necesariamente.
Para abordar su estudio, en primer lugar, describimos las finalidades de cada tipo de decisión
judicial y luego tratamos de los requisitos genéricos y específicos de cada tipo de resolución.

A) De las resoluciones judiciales.


Los actos procesales a través de los cuales se impulsa o decide al interior del proceso o se pone
fin a éste son los decretos, los autos y las sentencias, respectivamente (Art. 120º CPC).Aun cuando el
Código no señala un concepto sustancial de diferenciación de estas resoluciones, sin embargo, precisa
su distinción estableciendo los objetivos y las formalidades de cada una de ellas.
Mediante los decretos se impulsa el desarrollo del proceso, disponiendo actos procesales de
simple trámite (Art. 121º, primer párrafo, CPC). Estas resoluciones en cuanto a su forma se caracterizan
por su simplicidad, por ser breves y por carecer de motivación en su texto. Ejemplos: "a conocimiento",
"a los autos", "téngase presente", etc.
Mediante los autos el Juez resuelve: la admisibilidad y la inadmisibilidad de la demanda o de
la reconvención; la procedencia o la improcedencia de la demanda o de la reconvención; el
saneamiento del proceso; la interrupción, la suspensión o la conclusión del proceso; las formas
especiales de conclusión del proceso; el concesorio o denegatorio de los medios impugnatorios; la
admisión, improcedencia o modificación de las medidas cautelares; y las demás decisiones que
requieran motivación para su pronunciamiento (Art. 121º, segundo párrafo, CPC). Estas resoluciones
en cuanto a su formalidad se caracterizan por tener dos partes, una considerativa y otra resolutiva.
Mediante la sentencia el Juez pone fin al proceso en definitiva en la instancia correspondiente,
pronunciándose en decisión expresa, precisa y motivada sobre la cuestión controvertida, declarando
el derecho de las partes o, excepcionalmente, sobre la validez del proceso (Art. 121º, tercer párrafo,
CPC).
Esto significa que hay la posibilidad de que en cada instancia se emita la sentencia
correspondiente. Existe la posibilidad también de que la causa quede ejecutoriada en la primera
instancia si no se ha impugnado la decisión y se ha consentido la resolución.
Por último existe la posibilidad de que al sentenciarse la causa se declare la nulidad del proceso
si no se tiene la presencia de una relación jurídica procesal válida (Art. 121º, último párrafo, CPC). Esta
posibilidad de anulación se puede presentar no obstante haberse declarado en la etapa del
saneamiento del proceso la existencia de una relación procesal válida. El Código prevé que la
resolución que declara la existencia de una relación jurídica procesal precluye toda petición referida
directa o indirectamente a la validez de la relación citada (Art. 446º CPC). Sería el caso en que la causal
se produzca después de dictado el auto de saneamiento o el caso en que hubo deficiencia por parte
del Juez en la determinación del saneamiento.

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B) Contenidos genéricos de las resoluciones.
Las resoluciones genéricamente deben contener lo siguiente:
a) La indicación del lugar y fecha en que se expiden (Art. 122º, inc. 1, CPC).
b) El número de orden que les corresponde dentro del expediente o del cuaderno en que se
expiden (Art. 122º,inc. 2, CPC).
c) La descripción correlativamente enumerada de los fundamentos de hecho y de derecho que
sustentan la decisión, la que se sujeta al mérito de lo actuado y al derecho (Art. 122º, inc. 3, CPC).
Constituye uno de los deberes de los jueces en el proceso fundamentar los autos y las sentencias, bajo
sanción de nulidad, respetando los principios de jerarquía de las normas y el de congruencia (Art. 50º,
inc. 6, CPC).
d) La expresión clara y precisa de lo que se decide u ordena respecto de todos los puntos
controvertidos (Art. 122º, inc. 4, CPC). La resolución que omite decidir algún punto controvertido es
nula. En estos casos es posible su integración, como se verá más adelante.
e) El plazo para su cumplimiento, si fuera el caso (Art. 122º, inc. 5, CPC).
j) La condena en costas y costos y, si procediera, la imposición del pago de multas; o la
exoneración de su pago (Art. 122º, inc. 6, CPC).
g) La suscripción del juez y del Auxiliar jurisdiccional respectivo (Art. 122º, inc. 7, CPC). El
Auxiliar jurisdiccional refrenda la resolución del juez.
La resolución que no cumpliera con los requisitos señalados es nula (Art. 122º, noveno párrafo,
CPC), salvo que se trate de decretos que no requieran de fundamentación, no señalen plazo para el
cumplimiento de algún acto y que no sirvan para condenar al pago de costas y costos ni para multar.

C) Contenidos específicos de las resoluciones.


Los decretos, como se ha anotado, dada su naturaleza, no requieren, para su validez, de la
fundamentación, de la fijación de un plazo para su cumplimiento y no contienen condena alguna de
costas, costos o multas (Art. 122º, noveno párrafo, CPC). Los decretos son expedidos por los Auxiliares
jurisdiccionales y serán suscritos con su firma completa. Los jueces también pueden emitir decretos
dentro de las audiencias (Art. 122º, último párrafo, CPC).
Los autos, por su parte, en su estructura, tienen dos partes; la considerativa y la resolutiva. Los
autos normalmente en primera y segunda instancias así como en la Corte Suprema, los autos llevan
media firma del Juez o Jueces, si es órgano colegiado. Cuando los órganos jurisdiccionales colegiados
expidan autos, sólo será necesaria la conformidad y firma del número de miembros que hagan mayoría
relativa (Art. 122, penúltimo párrafo, CPC).
La sentencia exigirá en su redacción la separación de sus partes expositiva, considerativa y
resolutiva (Art. 122, décimo párrafo, CPC). Empero, conforme a la práctica judicial, sólo la sentencia de
primera instancia consigna la parte expositiva y la sentencia superior que se emite en revisión no la
consigna. La sentencia, para su validez, requiere de firma completa del Juez o de los Jueces, si es órgano
colegiado, que la hayan expedido (Art. 122, undécimo párrafo, CPC). Para que haya decisión válida
mediante una sentencia se requiere de 4 votos conformes en las Salas Jurisdiccionales de la Corte
Suprema y de 3 votos conformes en las Salas Jurisdiccionales de las Cortes Superiores (Art. 141º LOPJ).

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4.2. FORMALIDAD EN LOS ACTOS PROCESALES PROVENIENTES DE LAS PARTES.
Los actos procesales que producen las partes, como todo acto jurídico procesal, tienen por
finalidad la constitución, modificación o extinción de derechos y cargas procesales (Art. 129 CPC). Los
actos procesales de las partes esencialmente se exteriorizan mediante escritos, los que, para surtir los
efectos señalados, deben responder a determinadas formalidades. Mediante los escritos normalmente
las partes formulan sus petitorios para la emisión de resoluciones o para producir actos de disposición
como un desistimiento, un allanamiento, etc.

4.2.1. Formalidad en los escritos.


Excediéndose en formalismos, que será difícil que se cumplan rigurosamente en muchos
lugares de la patria, el Código señala que el escrito que se presente al proceso se sujeta a las siguientes
regulaciones:
a) Debe escribirse a máquina u otro medio técnico (Art. 130, inc. 1, CPC).
b) Debe mantenerse en blanco un espacio de no menos de 3 centímetros en el margen
izquierdo y 2 en el derecho (Art. 130, inc. 2, CPC).
e) Debe ser redactado por un solo lado y a doble espacio (Art. 130º, inc. 3, CPC).
d) Cada interesado debe numerar correlativamente sus escritos (Art. 130º, inc. 4, CPC).
e) Debe sumillarse el pedido en la parte superior derecha del escrito (Art. 130º, inc. 5, CPC).
j) Si el escrito tiene anexos, estos serán identificados con el número del escrito seguido de una
letra (Art. 130º, inc. 6, CPC).
g) Debe usarse el idioma castellano, salvo que la ley o el Juez, a pedido de las partes, autoricen
el uso del quechua o del aymara (Art. 130º, inc. 7, CPC).
h) La redacción será clara, breve, precisa y dirigida al Juez del proceso y, de ser el caso, se hará
referencia al número de la resolución, escrito o anexo que se cite (Art. 130º, inc. 8, CPC).
i) Si el escrito contiene otrosíes o fórmulas similares, éstos deben contener pedidos
independientes del principal (Art. 130º, inc. 9, CPC).
j) Los escritos serán firmados, debajo de la fecha, por la parte, tercero legitimado o abogado
que lo representa. Si la parte o tercero legitimado no sabe firmar, pondrá su huella digital, la que será
certificada por el Auxiliar Jurisdiccional respectivo (Art. 131º CPC). .
k) El escrito debe estar autorizado por Abogado colegiado, con indicación clara de su nombre
y número de registro, pues de lo contrario no se le concederá trámite (Art. 132º CPC). La Ley Nº 27020
establece que el Abogado para patrocinar requiere tener título de tal, hallarse en ejercicio de sus
derechos civiles, tener inscrito el título profesional en la Corte Superior de Justicia correspondiente y
si no lo hubiera en la Corte Superior de Justicia más cercana y estar inscrito en el Colegio de Abogados
del Distrito Judicial correspondiente y si no lo hubiere en el distrito Judicial más cercano. Agrega que
se dan por cumplidos con los dos últimos requisitos anotados, para patrocinar a nivel nacional, con la
sola inscripción en una Corte Superior de Justicia y en un Colegio de Abogados de cualquier Distrito
Judicial del país. Si el Abogado actúa como apoderado y como patrocinan te no es necesario que firme
dos veces.

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4.2.2. Copia de escritos y anexos y su entrega al destinatario.
Tratándose de escritos y anexos sobre los que deba recaer alguna de las resoluciones citadas
en el artículo 157º del Código (se refiere a las resoluciones que deben notificarse necesariamente
haciendo uso de las cédulas), quien los presente debe acompañar tantas copias simples de ambos
(escrito y anexo) como interesados deba notificarse. El auxiliar jurisdiccional correspondiente
verificará la conformidad y legibilidad de las copias.
Si no las encuentra conformes, ordenará su sustitución dentro de 24 horas, bajo
apercibimiento de tenerse por no presentado el escrito. Todo reclamo sobre la idoneidad de las copias
será resuelto por el Juez en el día mediante resolución inimpugnable (Art. 133º CPC).
En el acto de notificarse la resolución respectiva se hará entrega a la parte contraria de las
copias a que se refiere la primera parte del artículo 133º del Código (Art, 134º CPC). La parte o tercero
legitimado puede exigir que el Auxiliar de Justicia le devuelva una copia sellada del escrito y sus anexos,
con indicación del día y la hora de su presentación (Art. 135º CPC).

4.3. FORMALIDAD EN LAS NOTIFICACIONES COMO ACTOS PROCESALES PROVENIENTES DE


LOS AUXILIARES JURISDICCIONALES.
El acto de la notificación corresponde fundamentalmente a los auxiliares jurisdiccionales y
tiene por objeto poner en conocimiento de los interesados el contenido de las resoluciones judiciales
(Art. 155º, primer párrafo, CPC). Las resoluciones judiciales sólo producen efectos en virtud de la
notificación hecha con arreglo a las disposiciones del Código, salvo los casos expresamente
exceptuados (Art. 155º, segundo párrafo, CPC). El Código señala que el Juez, mediante resolución
motivada, puede ordenar que se notifique a persona ajena al proceso (Art. 155º, primer párrafo, CPC).
En Distritos Judiciales, para la práctica de la notificación se recurre a entidades privadas, ajenas
naturalmente al Poder Judicial.
El nuevo ordenamiento procesal establece varias formas de notificación de las decisiones
judiciales: por cédula, por comisión, por telegrama, por facsímil, por edictos y por radio difusión.

5. NULIDAD DE LOS ACTOS PROCESALES

Todo acto jurídico debe ser la fiel expresión de una voluntad expresada libremente, de modo
que el querer, el deseo del agente, coincida exactamente con lo que éste ha manifestado, ha
expresado, ha exteriorizado. Sin embargo, en los litigios, no siempre ocurre así, debido a la influencia
de diversos factores, que unas veces surgen del propio agente y otras por factores atribuibles a otros
agentes, que vician el proceso. Para que los actos procesales tengan validez y eficacia jurídica tienen
que estar desprovistos de vicios y errores. El acto procesal por tanto será nulo si está afecto de algún
vicio o de algún error. Se señala que un acto procesal está viciado cuando éste no constituya la
manifestación de voluntad del agente, cuando haya sido practicado por persona absolutamente
incapaz, cuando su finalidad es ilícita (causar un daño a terceros), cuando sea producto de un acto
fraudulento (una simulación, por ejemplo), cuando no revista la formalidad que señala la ley, etc. Como
ejemplo podemos señalar que carece de eficacia probatoria la prueba obtenida por simulación, dolo,
intimidación, violencia o soborno (Art. 199º CPC).
El error consiste en la falta de coordinación o coincidencia entre la representación mental que
el agente hace de una persona, cosa o hecho o de la ley, no respondiendo éstos a la realidad.

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Citamos los siguientes ejemplos en los que existe error: El caso en que el Juez erróneamente
considera que un instrumento contiene un contrato de trabajo cuando en realidad contiene un
contrato de locación de servicios o el supuesto en que el Juzgador le da un trámite que no le
corresponde a un pedido formulado por la parte litigante o cuando el Juzgador aplica una norma
retroactivamente no obstante que la Constitución lo prohíbe, etc. La ignorancia equivale
indudablemente al error.
Estos errores surgen del propio agente procesal.
El fraude en el área civil importa engaño, abuso de confianza, artimaña, maniobra,
normalmente en la celebración de un acto jurídico, para producir daño material y moral a un tercero.
El dolo civil es concebido por unos como una especie del fraude, en tanto que otros lo conciben
como equivalentes. Esta figura (el fraude) en el campo procesal significa el uso del proceso por uno de
los litigantes o por ambos para causar daño a la propia contraparte o a un tercero, según el caso. La
colusión en el proceso en realidad es el fraude procesal perpetrado por ambas partes para causar un
daño a terceros. La intimidación, la violencia y el cohecho importan conductas fraudulentas.
La mayoría de los casos de nulidad, sin embargo, se refieren a la violación de las formalidades
de los actos procesales y de los trámites establecidos por el Código Procesal Civil, que por su naturaleza
son violatorios del debido proceso. Es que la forma del acto procesal es el modo de expresión de la
voluntad de quien lo ejecuta. Todos los actos procesales tienen una forma determinada de
exteriorizarse, unas veces impuesta por la ley como condición de su existencia y otras queda librada al
criterio de quien lo realiza. La formalidad de la demanda, que se produce en un solo acto, está fijada
por la ley y no queda librada al criterio de quien la propone. La inspección judicial se refiere a un
conjunto de actos, cuya realización es indispensable para que tenga validez, pues comprende su
ofrecimiento, su admisión, la oportunidad de actuación previa notificación, la intervención del
Juzgador para llevar a cabo la constatación del hecho, etc. La
oportunidad y el lugar donde debe producirse el acto se concibe también como formalidad, pues si
una sentencia es dictada por quien no ejerce jurisdicción en un lugar donde se expida será nula o si se
ha interpuesto un recurso impugnatorio fuera del plazo señalado el organismo jurisdiccional debe
rechazado. Todos estos elementos son calificados como constitutivos de la formalidad que prevé el
Código Procesal Civil.
Por consiguiente, prima facie, debemos señalar que la nulidad importa una sanción que tiende
a privar de efectos a un acto procesal que contenga un vicio, un error o en cuya ejecución no se han
observado determinadas formas señaladas por la ley. Los actos procesales afectos de algún vicio, error
o de inobservancia de la formalidad señalada por la ley que conspiran contra su plena validez son
susceptibles de ser anulados. La nulidad tiene que verse como una sanción que priva al acto el poder
producir efectos jurídicos normales propios de un acto regular.
La sanción debe establecerse mediante una declaración judicial. La nulidad debe originarse en
una causa existente al constituirse el acto. Por último, se señala que la finalidad de las nulidades es
remediar los vicios y errores de los actos procesales o la inobservancia de la formalidad legal.
En relación de las nulidades en doctrina hay un cúmulo de opiniones. Así se habla de actos
procesales inexistentes, cuando el acto carece de requisitos indispensables para tener existencia
jurídica, como el caso de una sentencia emitida por quien ha dejado de ser Juez, acto que en modo
alguno puede ser convalidado (nulidad absoluta). También se habla de actos procesales afectos de
nulidad que producen sus efectos en tanto no sean invalidados de oficio o a petición de parte, lo que
significa asimismo que pueden ser convalidados por consentimiento o falta de impugnación (nulidad
relativa), como ocurre en el supuesto de que no obstante que el demandado no ha sido debidamente

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emplazado con la demanda, sin embargo, se concreta a contestarla, sin reclamar la falta de
notificación. Los actos afectos de nulidad absoluta no son convalidables, en tanto que los actos afectos
de nulidad relativa sí pueden convalidarse expresa o tácitamente. Estos casos se refieren a nulidades
relacionadas a las formas procesales, las que no tienen otro sentido que el de garantizar el derecho de
las partes en el proceso, constituyéndose las nulidades con el propósito de salvaguardar esas garantías.
La interrogante que surge es: ¿qué ocurre cuando un acto procesal está viciado, por ejemplo,
de un hecho fraudulento? En este caso no estamos frente a un supuesto de afectación de la formalidad
procesal sino de la afectación del fondo del acto procesal.
Aquí deben regir igualmente las reglas previstas para las nulidades de los actos procesales por
afectación formal. Los recursos de apelación y de casación tienen también por finalidad corregir vicios
y errores que afectan determinados actos procesales.
Puede darse el caso también de recurrir a la vía de la acción para lograr la nulidad de todo el
proceso cuando, por ejemplo, se da el fraude procesal en la simulación de un proceso.

5.1. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA NULIDAD DE LOS ACTOS PROCESALES


El régimen de las nulidades procesales se rige por una serie de principios que los
desarrollaremos someramente; principios que naturalmente han servido para estructurar las normas
reguladoras del instituto y que sirven asimismo para su interpretación. Respondiendo al orden que
señala nuestro ordenamiento procesal civil, estudiamos los principios de legalidad, de declaración
judicial, de trascendencia, de convalidación, de subsanación y de integración.

5.1.1. Principio de legalidad en la nulidad de los actos procesales.


Conforme a este principio no se admite la nulidad de un acto procesal si no se expresa la causa
legal en que se funda. Esto .importa, indudablemente, que las causales de nulidad están previstas
expresamente por la ley. Este principio tiende a limitar el ejercicio abusivo que pueda hacer el
solicitante del pedido de nulidades procesales, enmarcándolas dentro de las causales señaladas por el
ordenamiento. La nulidad se sanciona -dice el Código Procesal Civil- sólo por causa establecida en la
ley (Art. 171, primer párrafo, CPC). Empero, nuestro vigente Código no señala las causales en forma
específica por las cuales se puede declarar la nulidad, por lo que resulta un contrasentido que pregone
el principio de legalidad y no obstante no señale las causales. Sin embargo, es posible declarar la
nulidad de un acto procesal cuando éste carezca de los requisitos indispensables para la obtención de
su finalidad (Art. 171, primer párrafo, CPC). En el supuesto, por ejemplo, que la inspección judicial haya
sido practicado por el auxiliar jurisdiccional y no por el propio Juez, quien no sólo es el autorizado para
practicar esa diligencia, sino que él es el que debe constatar personalmente (principio de inmediación)
determinados hechos que se pretende acreditar mediante dicho medio probatorio, el acto procesal (la
inspección judicial) carece de un requisito indispensable para obtener la finalidad de la diligencia, cual
es, la constatación personal de hechos por el Juzgador.
En doctrina se conciben las denominadas nulidades implícitas, que naturalmente se
contraponen al principio de legalidad por no estar previstas en el ordenamiento, pero que surgen por
el propio hecho de que el legislador no puede describir en detalle en la normatividad los casos que se
presentan en la práctica y emergen de la propia filosofía que sustenta el ordenamiento procesal, como
ocurre en el caso de violación del derecho de defensa, que no es necesario que se considere como una
causal de nulidad para sancionarla. El Código recoge este principio de las nulidades implícitas cuando

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hace referencia a formalidades sin sanción de nulidad, previendo la posibilidad de declarar la nulidad
de un acto procesal, aun sin sanción establecida en la ley, cuando dicho acto se haya producido de
modo diferente al señalado por el Código y no obstante no cumple su propósito, conclusión ésta a la
que se llega mediante interpretación contrario sensu del segundo párrafo del artículo 171º del Código
en estudio. Dice el Código que cuando la ley prescribe una formalidad determinada, sin sanción de
nulidad, para la realización de un acto procesal, éste será válido si habiéndose realizado de otro modo,
ha cumplido su propósito (Art. 171º, segundo párrafo, CPC). Sería el caso, por ejemplo, en que se
presenta un escrito con la firma ilegible del abogado, sin la impresión de su sello que contiene el
número de su registro y sin ningún otro elemento que lo identifique. Ese escrito tendrá validez por
haber cumplido con su finalidad, aun cuando no se haya producido con las formalidades de ley.

5.1.2. Principio de trascendencia


Este principio preconiza que no hay nulidad si no hay perjuicio o daño. No basta la infracción
de la formalidad, que sirve para garantizar los derechos de las partes, sino que debe existir perjuicio,
de donde se deduce que la nulidad sirve para corregir o remediar ese menoscabo. Dentro de esta
orientación cabe el supuesto de que el Juez por un error le da a una demanda un trámite más amplio
que el que le corresponde; en este caso no habría daño que se cause a alguna de las partes, por lo que
no cabría nulidad alguna, si se tiene en cuenta además que la amplitud del trámite da mayores
garantías a los contendientes en el proceso. Nuestro ordenamiento procesal civil, recogiendo este
principio, señala que quien formula nulidad tiene que acreditar estar perjudicado con el acto procesal
viciado (Art. 174ºCPC).
Este principio determina que el agraviado o perjudicado con el acto es el que tiene legitimidad
para solicitar una nulidad.

5.1.3. Principio de la declaración judicial


No habrá nulidad de un acto procesal si no ha sido declarada judicialmente. Sólo el Juez debe
declararla. Surge una pregunta: ¿Antes de la declaración judicial de nulidad de un acto éste debe surtir
sus efectos pertinentes? Hay casos, como el supuesto en que la sentencia es emitida por quien ya no
es Juez, en los que el acto realmente es inexistente, supuesto en el cual la autoridad simplemente lo
verifica y que su declaración no hace nulo al acto inexistente. En cambio hay actos procesales afectos
de nulidad que surten sus efectos en tanto no son declarados nulos por el Juez, casos en los cuales es
posible su convalidación.
Por eso también se habla de actos procesales afectos de causal de nulidad absoluta y relativa.

5.1.4. Principio de finalidad.


Conforme a este principio los actos procesales no son nulificables si ellos han cumplido con su
finalidad no obstante tener defectos de orden formal. Nuestro ordenamiento procesal civil recoge este
principio cuando dice que si la ley prescribe formalidad determinada sin sanción de nulidad para la
realización de un acto procesal, éste será válido si habiéndose realizado de otro modo, ha cumplido su
propósito (Art. 171º, primer párrafo, CPC). Las formalidades previstas por el Código Procesal Civil son
imperativas y, sin embargo, el Juez adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso; cuando el
ordenamiento no señale una formalidad específica para la realización del acto procesal, éste se
reputará válido cualquiera sea la forma empleada (Art. IX, T. P., CPC). Dice el Código, recogiendo el

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principio, que también hay convalidación cuando el acto procesal, no obstante carecer de algún
requisito formal, logra la finalidad para la que estaba destinado (Art. 172º, segundo párrafo, CPC).

5.1.5. Principio de convalidación.


Frente a los actos procesales afectos de nulidad tenemos la figura de la convalidación, que
importa confirmar la validez del acto. Es que en los procesos existen razones de seguridad y certeza
jurídica de los actos, así como la cosa juzgada, que hacen que se apliquen en los procesos la
convalidación de las nulidades, de manera que precluida una etapa del proceso no se pueda volver a
una etapa anterior. La convalidación constituye realmente un remedio, un elemento saneador, para
los actos afectos de nulidad. En vez de invalidar el acto se sanea. La manifestación expresa o la
manifestación tácita, que importan consentimientos, pueden ser los mecanismos de convalidación.
Tratándose de vicios en la notificación, la nulidad se convalida si el litigante procede de manera
que ponga de manifiesto haber tomado conocimiento oportuno del contenido de la resolución (Art.
172º, primer párrafo, CPC), sin formular reclamación alguna para obtener su nulidad. Es un caso de
convalidación tácita, pues el litigante implícitamente confirma el acto.
Otro supuesto en que habrá convalidación es cuando el acto procesal, no obstante carecer de
algún requisito formal, logra la finalidad para la que estaba destinado (Art. 172º, segundo párrafo,
CPC), careciendo de sentido el pedido de su nulidad. En este supuesto realmente se presenta un caso
de convalidación pero impuesta por la ley, pues, no emerge de la voluntad tácita o explícita de la parte
litigante.
Otro caso de convalidación tácita que regula el ordenamiento procesal es cuando señala que
se producirá dicha figura en el supuesto que el facultado para plantear la nulidad no formula su pedido
en la primera oportunidad que tuviera para hacerlo (Art. 172º, tercer párrafo, CPC). Este es un caso en
que definitivamente hay una convalidación tácita. Supongamos que el demandado no haya sido
debidamente notificado con la demanda y los anexos correspondientes y, sin embargo, procede a
contestar la demanda sin solicitar la anulación del acto viciado.
Con esa contestación habrá convalidado el acto nulo. Un pedido posterior de nulidad tiene que
ser rechazado.

5.1.6. Principio de subsanación.


Tiene cabida este principio cuando un acto afecto de nulidad no requiere de declaración de
nulidad y sólo de una subsanación, de una corrección. El Código establece como un supuesto de
convalidación cuando señala que no hay nulidad de un acto procesal afecto de algún vicio si la
subsanación del mismo no ha de influir en el sentido de la resolución o en las consecuencias del acto
procesal (Art. 172º, cuarto párrafo, CPC), careciendo de sentido el pedido de nulidad que se pueda
formular.
Por ejemplo, cuando se dicta una sentencia poniendo como año de emisión 1998, no obstante
que realmente se ha dictado en 1999, consignándose entonces, por error, un año diferente. Este es un
caso en que la sentencia tiene un elemento que la invalida, sin embargo, se trata de un vicio
subsanable. En estos y otros análogos (como el error en los nombres, en la ubicación del inmueble,
etc.) no hay posibilidad de solicitar y menos de obtener la nulidad del acto procesal, ya que ese acto
puede ser objeto de subsanación. En la práctica puede subsanarse la anotada irregularidad dictándose

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una resolución que diga: "Entiéndase como fecha en que se emitió la sentencia de fojas x el día 10 de
abril de 1999". Este sería un supuesto de convalidación del acto procesal por subsanación.

5.1. 7. Principio de integración


Los jueces tienen la obligación procesal de resolver, por ejemplo, al sentenciar la causa, todos
los puntos en controversia, esto es, lo relativo a la pretensión procesal, a las pretensiones accesorias,
a las tachas de testigos y documentos, etc. La sentencia que omita resolver algún extremo de la
controversia es nula. En estos casos opera el principio de integración procesal, que implica subsanar la
omisión en que el Juzgador haya incurrido, pronunciándose sobre el punto o los puntos que omitió
resolver. La integración procesal de resoluciones importa un modo de subsanación de las mismas y por
tanto una manera de convalidarlas.
El Juez puede integrar una resolución antes de su notificación (Art. 172º, quinto párrafo, CPC).
Es decir, el juzgador que haya omitido pronunciarse sobre algún punto de la controversia, puede
subsanar su sentencia emitiendo pronunciamiento, con la fundamentación correspondiente, de modo
que la nueva resolución que dicte forme parte de la sentencia originaria.
No es necesario que anule su sentencia y dicte una nueva resolviendo todos los asuntos en
controversia. Este es el caso en que todavía no se ha notificado a las partes con la sentencia emitida
en forma incompleta. En tanto no se notifique a las partes con la resolución no se podría hablar
válidamente de sentencia nula. El tema se hace interesante y requiere de una explicación cuando la
sentencia incompleta y por tanto nula ha sido notificada a las partes. En estos supuestos ocurre que
el propio Juez, de oficio o a petición de parte, completa su sentencia, emitiendo pronunciamiento
sobre el punto omitido, caso en el cual debe subsanada dentro del plazo en que las partes pueden
apelar de la resolución. En estos casos el plazo para apelar se computa a partir de la notificación de la
resolución que completa la sentencia (Art. 172º, quinto párrafo, CPC). Las interrogantes que surgen
son las siguientes: ¿La sentencia que ha sido subsanada mediante otra resolución fuera del plazo para
apelar de ella será nula de modo absoluto? ¿Si nadie la objeta, no podría sostenerse que ha operado
la convalidación? ¿Si proponen su nulidad, el Juez inexorablemente debe declarada así?
Aquí debe operar las reglas de la convalidación. En todo caso los jueces deben tener en
consideración si su nulidad traería 6 no beneficios para las partes.
EI Juez superior (por ejemplo, de las Salas Civiles) puede integrar la resolución recurrida cuando
concurran los supuestos del párrafo anterior (Art. 172º, último párrafo, CPC). Aquí la
norma es confusa y consideramos errada, pues no precisa cuáles son esos supuestos y si se remite al
quinto párrafo del artículo 172º del Código Procesal Civil se estaría refiriendo sólo a la omisión de
pronunciamiento del Juez inferior. El Código Procesal Civil, al tratar del recurso de apelación, establece
que los jueces superiores pueden integrar la resolución apelada a condición de que se refiera a la
omisión de pronunciamiento sobre algún punto controvertido en la parte decisoria de la resolución,
pero que contenga su fundamentación en la parte considerativa de ella. Son dos condiciones que no
pueden prescindirse. Si el Juez inferior no ha tratado en la parte considerativa sobre las razones y el
sentido de la decisión omitida en la parte decisoria, el Juez superior no está autorizado para integrar
la resolución, dentro de ellas la sentencia. Si lo hiciera no obstante la falta de fundamentación en la
parte considerativa de la resolución se estaría atentando contra él principio de la doble instancia (Art.
X, T. P.,CPC).

5.2. LEGITIMIDAD PARA PROPONER LA NULIDAD.

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Quien formula una nulidad tiene que acreditar estar perjudicado con el acto procesal viciado
o errado y, en su caso, precisar la defensa que no pudo realizar como consecuencia directa del acto
procesal cuestionado. Asimismo, deberá acreditar interés propio y específico con relación a su pedido
(Art. 174º CPC). En términos genéricos, tratándose de resoluciones, sólo el agraviado con ella es el que
se encuentra legitimado para impugnarla. Ese mismo principio rige en materia de nulidad de actos
procesales. Es que la resolución judicial es un acto procesal.
El agravio que causa un acto procesal afecto de nulidad a quien es parte en el proceso es el
que lo legitima para proponer su invalidación. El agraviado, por tanto, tendrá interés para reclamar la
nulidad del acto. Quien ha contribuido para que el acto se halle afecto de nulidad no podrá solicitar su
invalidación, que se sustenta en que nadie puede fundar la nulidad en su propia conducta (Art. 175º,
inc. 1, CPC), pues, no tendría interés válido para proponerlo.
Los jueces sólo declararán de oficio las nulidades insubsanables, mediante resolución
motivada, reponiendo el proceso al estado que corresponda (Art. 176º, tercer párrafo, CPC). En efecto,
la nulidad puede ser declarada de oficio, pero debe proceder así en casos excepcionales, en supuestos
en que de por medio esté el interés público o exista una disposición expresa. Conforme al Código
Procesal Civil citamos el siguiente ejemplo: el Juez, al sentenciar la causa, puede declarar la nulidad de
todo lo actuado al constatar en el proceso la inexistencia de una relación jurídico procesal válida (Art.
121º, última parte, CPC). Es que si no hay una relación procesal válida no hay proceso válido. Lo que
interesa es que los procesos no se hallen afectos de nulidad y, en todo caso, sus vicios deben
convalidarse conforme a las modalidades que señala el ordenamiento.

5.3. OPORTUNIDAD PARA PROPONER Y TRÁMITE DE LA NULIDAD.


El pedido de nulidad se formula en la primera oportunidad en que el perjudicado tuviera para
hacerlo, antes de la sentencia de primera instancia. En este caso, el Juez resolverá previo traslado por
tres días (Art. 176º, primer párrafo, CPC). El hecho de no proponer la nulidad en la primera oportunidad
en que el agraviado tuviera para hacerlo dará lugar a la convalidación del acto viciado (Art. 172º, tercer
párrafo, CPC), salvo que se trate de nulidades en los que los organismos jurisdiccionales están
facultados para declararlos de oficio, especialmente cuando se trate de nulidades insubsanables o esté
de por medio el interés público o exista una norma expresa. Si por ejemplo una sentencia ha sido
expedida por quien ya no es Juez debe invalidarse de oficio, pues se trata de un acto insubsanable.
Sentenciado el proceso en primera instancia la nulidad procesal sólo puede ser alegada
expresamente en el escrito sustentatorio del recurso de apelación. En este caso, la Sala Civil resolverá
oyendo a la otra parte en auto de especial pronunciamiento o al momento de absolver el grado (Art.
176º, primer párrafo, CPC), al sentenciar. El recurso de apelación, dice el Código Procesal Civil, contiene
intrínsecamente el de nulidad sólo en los casos que los vicios estén referidos a la formalidad de la
resolución impugnada (Art. 382º CPC). La instancia revisora, al absolver el grado, tiene que examinar
de primera intención si lo actuado en el proceso o un acto de modo singular están afectos de alguna
causal de nulidad o no.
Si estuviera afecto tendrá que declarar la nulidad si no ha sido objeto de convalidación o si se
trata de casos en los que puede declarar de oficio. En caso contrario sólo tiene que pronunciarse sobre
la materia apelada.
Las nulidades por vicios o errores ocurridos en segunda instancia serán formuladas en la
primera oportunidad que tuviera el interesado para hacerlo, debiendo la Sala Civil resolverlas de plano
u oyendo a la otra parte (Art. 176º, segundo párrafo, CPC). En estos casos la Sala debe tener en

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consideración las reglas relativas a la convalidación y a los supuestos en que es posible la declaración
de nulidad de oficio. Si declara la nulidad tendrá que reponer la causa al estado que corresponda.
Por ejemplo, si se vio la causa en la fecha designada para la vista, sin que el abogado de una
de las partes haya sido notificado para tal acto, no obstante haber solicitado oportunamente para
informar oralmente, y se ampara la nulidad, tendrá que fijarse nuevo día y hora para dicha vista.

5.4. INADMISIBILIDAD E IMPROCEDENCIA DEL PEDIDO DE NULIDAD.


El Código no diferencia los supuestos en los cuales hay inadmisibilidad o hay improcedencia.
Sin embargo, bajo la orientación del numeral 128º de dicho ordenamiento, diremos que el pedido de
nulidad será declarado inadmisible cuando: a) se formule por quien ha propiciado, permitido o dado
lugir al vicio; b) se sustente en causal no prevista por el Código (Art. 175º, incs. 1y 2, CPC); e) se trate
de una cuestión anteriormente resuelta, es decir, cuando se repita el mismo pedido de nulidad que ya
ha sido resuelto con anterioridad ..El pedido de nulidad será declarado improcedente cuando la
invalidez haya sido saneada, convalidada o subsanada (Art. 175º, incs. 3 y 4, CPC). En todo caso, los
jueces deben tener en consideración los supuestos de nulidad insubsanables o que afecten el interés
público.

5.5. CONTENIDO DE LA RESOLUCIÓN QUE DECLARA LA NULIDAD


La resolución que declara la nulidad ordena la renovación del acto o actos procesales afectados
y las medidas efectivas para tal fin, imponiendo el pago de las costas y costos al responsable (Art. 177º
CPC). Como una innovación del nuevo ordenamiento procesal civil se establece que a pedido del
agraviado, en la sentencia correspondiente, se puede ordenar el resarcimiento por quien corresponda
de los daños causados por la nulidad, pedido que puede formularse con un simple escrito (Art. 177º
CPC). El Juez tendrá que examinar los daños causados y la responsabilidad del imputado para
determinar el monto de la indemnización.

5.6. EXTENSIÓNDELANULIDAD
La declaración de nulidad de un acto procesal no alcanza a los anteriores ni a los posteriores
que sean independientes de aquél. Asimismo, la invalidación de una parte del acto procesal no afecta
a las otras que resulten independientes de ella, ni impide la producción de efectos para los cuales el
acto es idóneo, salvo disposición expresa en contrario (Art. 173º CPC). La calificación de la
independencia de los actos procesales es tarea fundamental de los jueces para los efectos de
determinar la extensión de la nulidad declarada.

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