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Sin embargo, esta rama también conocida como Medicina legal pone sus conocimientos
al servicio de las leyes para que abogados entiendan términos médicos y juzguen si un
individuo es o no responsable de los daños que se le acusan; para ello echa mano de
muchas disciplinas, como anatomía, fisiología o cirugía.
Estos servicios se unificarían en 1909 a los ofrecidos en las cárceles para dar lugar a los
Servicios Médicos de Policía. Este personal de peritos médicos legistas se encargaba de
realizar reconocimiento de personas, análisis de sustancias sospechosas, autopsias a
cadáveres consignados por la autoridad judicial, así como acudir a audiencias.
A principios del decenio de 1970 se fue creando conciencia de que se debía contar con
expertos en esta materia, y como resultado de los movimientos sociales que se dieron en
nuestro país años atrás apareció en escena el término 'legalidad'; la Universidad Nacional
estableció a la Medicina forense como una especialidad en sus planes de estudio; la Ley
de Profesiones comenzó a exigir un título de especialista para poder ejercer en esta rama
y, finalmente, surgió la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed), un organismo
descentralizado que evalúa el servicio clínico y busca mediar entre las exigencias de los
pacientes y los derechos de los galenos.
Los médicos forenses deben contar con preparación científica y profundo conocimiento
del funcionamiento del cuerpo humano. También pueden recurrir a conocimientos
forenses especializados como:
Rastreo de evidencia.
En este sentido, los médicos forenses colaboran con instituciones como la Comisión
Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) como mediadores entre acusado y acusador al
formar parte del peritaje sobre sospechas o acusaciones de negligencia médica. Por
ejemplo, en investigaciones sobre fallecimiento de mujeres embarazadas a las que se les
negó atención médica.