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REVISTA INNOMBRABLE

“Pesadillas: Espejos del Sueño”

8va Edición

2017

-POESÍA, CUENTO Y FOTOGRAFÍA-

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DIRECCIÓN

Mauricio Arcila Arango

-EQUIPO EDITORIAL-

Daniel Acevedo

Ana María Bustamante

Alejandra Ríos Ruiz

Mauricio Arcila Arango

DIAGRAMACIÓN

Alejandra Ríos Ruiz

PORTADA
“finistres”
Diana Gutiérrez

VISITA:

Blog: http://revista-innombrable.blogspot.mx/

Facebook: https://www.facebook.com/RevistaInnombrable

Escríbenos a:

lo-innombrable@hotmail.com

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Índice

Prólogo
Mauricio Arcila Arango
• Tres fugas de la errancia: la pesadilla, el espejo, el sueño……………………………………….6

Camilo Restrepo (Colombia)


• 6…………………………………………………………………………………………………..8
• 10…………………………………………………………………………………………………9
• 11………………………………………………………………………………………………..10

Desolatrix (Colombia)
• Intocable de ida y

vuelta……………………………………………………………………………………………12
• Autorretrato onírico de una

lejana……………………………………………………………………………………………13
• Oniros / En tierras de Morfeo y compañía……………………………………………………..14

Johana Tarquino (Colombia)


• Ruinas…………………………………………………………………………………………..15

Oscar Barrera (México)


• Espejismo Noctámbulo…………………………………………………………………………18
• Noctívaga……………………………………………………………………………………….19
• Pesadilla diurna…………………………………………………………………………………20
• Global petty-burgeois nightmares………………………………………………………………20

Dresqué Vazanè (Negacionista)


• Piadosa mentira…………………………………………………………………………………22

Pedro Arturo Estrada (Colombia)


• Nosferatus..……………………………………………………………………………………..24
• Todavía no………………………………………………………………………………………24
• No olvides tener listo tu ataúd………………………………………………………………….25
• La trama………………………………………………………………………………………..25

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Gabriel Jaime Giraldo (Colombia)
• Compendio de una bitácora incompleta (I al VI)……………………………………………….26

Johana Carvajal (Colombia)


• Entre el fango y el asfalto………………………………………………………………………30
• Fotometría………………………………………………………………………………………31

Claudia Toro (Colombia)


• En mi sueño……………………………………………………………………………………..32

Diana Gutiérrez (Colombia)


• Tumba…………………………………………………………………………………………..34
• Cuento de terror………………………………………………………………………………..35
• Hilos…………………………………………………………………………………………….37

Juan Carlos Carvajal (Colombia)


• La pesadilla……………………………………………………………………………………..38

Oscar Botero Pérez (Colombia)


• Las tardes solitarias……………………………………………………………………………..39

Gonzalo del Rosario Trujillo (Perú)


• Sigues mojando mis noches…………………………………………………………………….41

Maicol Mazo Gaviria (Colombia)


• Pequeñas muertes y pequeñas vidas…………………………………………………………….43

Indice de Imágenes
Pg 11: “Sin título” - Tatiana Velásquez Arboleda
Pg 17: “Sin título” - Katherine Espinosa
Pg 23: “finiscuatro” - Diana Gutiérrez
Pg 29: “Sin título” - Tatiana Velásquez Arboleda
Pg 33: “finisdos” - Diana Gutiérrez
Pg 40: “Sin título” - Tatiana Velásquez Arboleda
Contraportada: “finiscinco” - Diana Gutiérrez

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PRÓLOGO

Mauricio Arcila Arango

(Colombia)

TRES FUGAS DE LA ERRANCIA: LA PESADILLA, EL ESPEJO, EL SUEÑO

“El sueño de la razón produce monstruos”

Goya

¡Qué poco cuesta construir castillos en el aire y qué cara es su destrucción!

François Mauriac

LA PESADILLA

- Dos personas hablan sobre sus sueños, especialmente de las pesadillas, de una pesadilla. Ella soñó
que la tierra se oscurecía, que su existencia se diluía entre el vacío y la nada, hasta que perdió el
sentido de su cuerpo, ahora era un no-cuerpo, el no-cuerpo es la tiniebla, pero la tiniebla también es
triangulo y cuadrado.

Ella soñó que era un no-pensamiento, el no-pensamiento es la pesadilla, el cuerpo en ángulo de nubes,
primando sobre los astros, conduciendo al sol, ahora resulta difícil no pensar, en la luz de la idea, en
este sueño desnudo sin fondo histórico, tesoro sin diamantes, cielo sin estrellas, para no soñar, sin
noche y sin recuerdos.

La pesadilla significa simetría, entre el miedo y el absurdo, paralelo psicológico, sin escrúpulos y sin
diversiones, la no-pesadilla, no es el sueño o la realidad, la no-pesadilla es la constatación de la nada,
del no-cuerpo y del no-pensamiento, metáforas antiliterarias, pero expresivas, especialmente
provocadoras y aún así estéticas.

- Dos personas hablan sobre sus sueños, especialmente de las pesadillas, de una pesadilla. Ella soñó
que hablaba sobre una pesadilla. La pesadilla no es el sueño ni la realidad, la pesadilla es la
constatación de la nada. Ella soñó que hablaba sobre la nada, la nada es el sueño y la realidad, pero la
realidad también es no-cuerpo y no-pensamiento.

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EL ESPEJO

Un espejo, dentro del espejo se lleva a cabo un combate entre poetas. Otros dirían que entre el poeta
regular y el poeta irregular, asimétricos, armoniosos en el conflicto, uno mira hacía arriba y el otro
mira hacia abajo, evidente repugnancia de su aspecto cósmico, anexados a la sociedad, como reflejos
particulares del mundo.

“Es de noche y el cielo estrellado” lo dijo cualquier poeta, el bueno o el malo, aquel que no dijo nada,
pero señaló con el dedo, fantástica expresión, poética performática, el poeta es el dedo del mundo,
señala, desde afuera, el lugar en el cosmos, combatiendo, con el otro, su semejante, el pérfido, el malo,
el arrogante.

El poeta recibe una carta, la carta es un espejo, el espejo es la realidad, aquel cielo estrellado, entre
piedras y construcciones frescas. La carta es de una mujer desconocida, lo desconocido es un espejo, lo
desconocido es la realidad, aún guarda el aroma de aquella mujer, ella señala el mundo, con su dedo
trémulo y asonante.

Un espejo, dentro del espejo se lleva a cabo un combate entre poetas. Otros dirían que pelean por una
mujer, por la musa de la inspiración, o por la mosa de la pasión, distanciamiento práctico, verso en el
aire, disputado entre ladridos simétricos, bajo aquel cielo estrellado, la carta es de una mujer
desconocida.

EL SUEÑO

La soñante dice: un sueño del salvajes donde las pesadillas son reales. La frente sudorosa, los ojos
dilatados, la boca seca, las extremidades rígidas, y la conciencia aguda, inmóvil, impotente, y los
salvajes invadiendo sus sueños, ellos, los reales, aquellos inmortales que siempre vienen acompañados
del conflicto.

Una mesa circular, una comida sin servirse, alrededor, los no-invitados, los venidos, los llegados, de
esas partes, de las cartas, del espejo, de sus ojos, aquel pozo profundo, metáfora absurda y limitante,
opuesta a la antigua caverna, aquella, la del conflicto, la que los poetas mantuvieron clausurada durante
la revuelta.

Guiado por ella, la desconocida, con las cartas y el espejo, con los miembros amputados, cruel
mensaje, transitorio e ineficaz, para aquellos que aún tienen la esperanza de su sueño, poema irresuelto,
devorado por osos y dragones, al menos por la fantasía, esperanza de la ensoñación, sentido mínimo de
la nada.

La soñante dice: un sueño del salvajes donde las pesadillas son reales. Un viejo maestro, en la niebla,
en la nube distante, con el ángulo correcto, el del no-cuerpo, errante, en el no-pensamiento, recibiendo
la carta de la mujer desconocida, espejo del combate, pesadilla de salvajes, donde los sueños son
reales.

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Camilo Restrepo
(Colombia)

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Y si cerrara los ojos
¿desaparecerían las alucinaciones?
No

Tan solo me condenaría a otro vacío


al que la locura llenaría otra vez
con las misma imágenes

Como una princesa a la que tatuaron en la frente


un conjuro para ahuyentar las sombras
entro en la ciudad del sueño
buscando comprender un lenguaje
que aún desconozco

avanzo por senderos de quimera


pero sé que al despertar
la realidad
el más cruel de los verdugos
terminará por imponer en mí su mortal sentencia:

continuaré trasegando por la vida


ciego como una anciana hechicera
a quien el tiempo le arrancó de la memoria
todas las páginas fundamentales

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“Creí que había muerto y que la muerte era pronunciar un nombre sin cesar.”
Alejandra Pizarnik

Una vez soñé que morir era pronunciar otro nombre y llamarse a uno mismo

que decir fuego era mirar la casa que se incendia mientras duermes
ver el humo que penetra por las rendijas de una pared desnuda
y luego se pierde por el horizonte
como un jinete que cabalga
un caballo del apocalipsis

Desde entonces tengo miedo de dormir


porque siento que tal vez pudiera ser yo la casa
y quemarme en un círculo de fuego oscuro

¿Puedes comprender ahora


Lo que significa arder?

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Entro en las estancias de mí mismo
y el niño me salta del vientre al pecho
y me abre
me desgarra con sus uñas negras

Escapado de su celda
enrolla el cordón umbilical en mi garganta
y me asfixia

Tambalea el diminuto cuerpo sobre mi espalda


trato de agarrarlo
pero después de su brutal respiro primigenio
canta una canción atiborrada de dolor
me unge la sien con su saliva
y arranca con violencia el lazo vital
rasgándome el vientre

Caigo al suelo
y en las últimas imágenes de la irreal vigilia
lo veo blandir sus uñas cual puñales
para celebrar su victoria
después
se lava el cuerpo con mi sangre
y huye dibujando signos en la sombra

Es entonces cuando duermo para despertar


y los vidrios de mi ventana
amanecen rotos

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H. Desolatrix
(Colombia)

INTOCABLE DE IDA Y VUELTA


Sueños de agua,
sirena ilusoria
que visita mi ínsula.

Delirios oníricos
(para verte
de distintas formas
nínfula del tiempo)

y sueños de muscaria,
el rito milenario
que vuelve a mi isla -pesadilla astral-

…Ahí está. Vuelve a encadenarse


a la noche supera
y en la mañana despierta
toda mi alma raída.
Pero ahí estoy;
paralizado, cataléptico,
sembrado en la nada
o en la arena

recordando mi sirena
(esperando su llegada).

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AUTORRETRATO ONÍRICO DE UNA LEJANA
In memoriam B.G.

Como una flor sin pétalos,


una canción de vidrio roto,
un estanque sin agua
o un libro sin hojas.

Como una lámpara sin genio,


peor que un sol de hielo
(insistía ella).

Como una flor plástica


-corregía luego-
un reloj de ceniza,
un zapato sin suela…

Así había quedado


o bueno,
eso decía.

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ONIROS / EN TIERRAS DE MORFEO Y COMPAÑÍA
“En el umbral de la puerta
aparecía un gato traslúcido
recitando un poema ácido
que aún intento descifrar…”
A ciencia cierta
no lo sé
pero reconozco el lugar,
es una casa de bambú
que huele a esencia de café.

Con lengua extraña canté


y se repetía el déjà vu:
justo escribía algún haiku
que al despertar olvidé…

De repente me había perdido


en un sueño sin dueño,
trataba encontrarle sentido
y nulo era mi empeño.

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Johana Tarquino
(Colombia)


RUINAS
Dicen
que la arquitectura moderna
ha perdido la capacidad
de producir algo más que estética.

Pero en una ciudad


pueden caber muchas cosas.

Sus pasos firmes sobre el asfalto.

Su mirada diáfana
ansiosa por alcanzar el cosmos.

Sus huellas dactilares


en cada poste
abrazado por su torpeza.

Su restaurante favorito
vestido de casa antigua.

Sus regueros de vino


sobre la alfombra de terciopelo.

Sus colillas de cigarrillo


de esa marca extraña

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que nunca logré pronunciar.

Sus palabras,
divagando en calles oscuras.

Ciudades que se van construyendo


sin necesidad de ser arquitecto
porque los planos
van tranzados sobre su cuerpo
quien fue finalmente
él que me dejó en ruinas.

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Oscar Barrera
(México)

ESPEJISMO NOCTÁMBULO
Aquella que va ahí,
cuerpo de incitación
sonrisa clara carmesí
nocturna alucinación.

Despertares matutinos,
insistentes sombras,
traidores neuroendocrinos,
huidas mágicas.

Bestiario soliloquio,
mítica sensación,
balbuceo, eloquio,
placer de abducción.

Envuélveme mágica revelación,


noctívaga imagen primigenia,
prólogo tardío de encomiosa excitación,
arquetípica locura sempiterna.

Suéñame dulce pesadilla.


Incítame a la maravilla,
dueña de colindante barandilla;
quimera, jocosa bastardilla.

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Hazte mío, poséeme.
Deséame, castígame
Fobétor, sal de Érebo,
y sírveme como eterno placebo.

NOCTÍVAGA
Aléjate de mí, crueldad de la vida.
me sometes con tu repentina presencia;
me haces tuyo a placer, sin arrepentimiento;
me inundas de angustia el instante, el momento.

Lárgate de mi desfogue, serpiente flamígera,


obstáculo ante el descanso diurno y nocturno,
irritante manía posesiva que luz desespera,
absorto visitante inhumano asesino ovejuno.

Caudaloso río de infortunios sin escarnio,


melancólica esencia mía sin contrición,
permanente pasajera de mi eterno sufrimiento,
vaga insinuación de permanente sinrazón.

Tú eres mi peor pesadilla,


perecible, dulce amor.
Tú, mi compañera,
Tú mi Ikelos,
Yo nunca tu señor.

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PESADILLA DIURNA
Tan sólo basta pensarte
¿Pensarte?
Tan sólo basta sentirte
¿Sentirte?
¿Por qué no dejas atraparte?
¿Cómo logras liarme?
De nuevo estoy ahí,
Deseando, siempre, irme.

Global petty-bourgeois nightmares


Van andando esas mochilas,
largas como salchichas,
en ella viajan sueños de NIKE y ADIDAS.
Caminan apoyándose en piernas,
flexionando las rodillas.
En su cabeza, además de lograr unas
musculosas pantorrillas,
se desnudan portentosas vulvas:
rapadas o afelpadas.
No tienen boca, no tienen alas
Poseen como sino ser enmudecidas.
Blanqueadas, depiladas, perfumadas,
sonrientes, filosofantes, budistas, pacifistas y veganas;
no hablan, solo gimen saetas falseadas.
Deambulan mochilas y vaginas
por las calles de anuncios saturadas
DKNY LEVI’S LACOSTE TOMMY VANS
Transitan sonrientes por las shopping plazas.

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Poco importan la pobreza, las matanzas;
no hay Ayotzinapa, ni guardias blancas;
no hay Nochixtlán, tampoco amenazas.
Ellos, mochilas y vulvas,
sólo tienen esperanzas
de clases medias rancias.
Sueños blancos, de princesas aladas.
Skin head tatuados en sus almas.
Sueños de la global petite bourgeoisie, petty-bourgeois, ⼩小资,

‫ בורגנות זעירה‬,‫اﻟﺒﺮﺟﻮازﯾﺔ اﻟﺼﻐﯿﺮة‬, "ु$ पूंजीपित.


Principio de placer de mentes asustadas,
a veces sueños, a veces pesadillas vanas.

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Dresqué Vazanè
(Negacionista)

PIADOSA MENTIRA
Sentado en la acera; sentado y ensopado
de somnolencia, cual un anciano vigía;
tirado como cuenta de rosario desprendida
hube de percatarme, en un día cualquiera
-callejuela cualquiera en cualquier otro día-,
habría yo de saber lo muerto que estaba y lo poco que traía;
y porque muerto estaba -y porque que ya lo sabía-,
me paraba del andén y caminaba dormitando, así patituerto
y cejijunto, parado en un soñar inmemorial
pintado sobre un cuadro inacabado;
en un ensueño no-recordado que, deslizándose, aún transcurría;
y allí entre Thánatos e Hypnos aquel corazón me mentía,
latiendo impetuoso, mientras la vida iba escurriéndose
toda derretida, toda inmaculada en líquidos de ilusión;
sentado en la acera, sentado suplicando para alcanzar la vigilia,
asentado como la arena a la que nadie fastidia,
estaba yo vivo en la ilusión, y así vivo y palpitante
silbaba esta retahíla borrosa para la luna colgadiza;
así jadeando negaba la vida, por el sueño invalidada y esparcida
por los adoquines de las callejas espectrales;
mientras mintiéndole a Cerberos este corazón latía; mientras,
desobedeciendo a volición y a natura,
veníamos pretendiendo mover el armazón.

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Pedro Arturo Estrada
(Colombia)

NOSFERATUS
(Pequeña fantasía nocturna)
Abres los ojos y ya no puedes moverte: el claro de luna te envuelve como a una estatua griega, pero
el camisón transparenta la forma viva, palpitante de tu cuerpo que me llama, que siempre me ha
llamado y deseado en secreto. Miras fascinada a través de mí la noche de Londres, gélida y neblinosa.
Sabes que desde el fondo de los siglos esperé por ti, y el momento ha llegado: Tomo posesión de tu
mente, tomo posesión de tus ojos, tomo posesión de tu boca, tomo posesión de tus senos, tomo
posesión de tu cuello y tu sangre que fluye lentamente entre mis labios cenicientos...
Hacia el amanecer te dejo, tendida como una rosa blanca sobre edredones negros. Y regreso a mis
soledades de pequeño, rutinario oficinista diurno.

TODAVÍA NO
A pesar del olor, los evidentes signos de descomposición, las miradas curiosas, el llanto de los suyos
en la casa, dijo que no. Que no iba a darse por muerto tan fácilmente. Incluso se sintió dispuesto a
atrincherarse en su cuarto si fuese necesario. Mientras pudiera sentir el aire alrededor, ver cuanto
ocurría en torno, así fuese con dificultad; mientras fuera capaz de erguirse sobre el lecho y mirar a
través de la ventana, se repitió que no. Ni siquiera cuando vio salir, horas después, el ataúd que
supuestamente llevaba su cuerpo a la funeraria acompañado por su familia, quiso, de ningún modo,
aceptar el hecho. Por el contrario, dando furiosos golpes sobre su mesa de trabajo, gritó con
desesperación que no y mil veces no.

A veces, todavía, en la alta noche, se oyen esos golpes rabiosos en el cuarto, y ese no, repetido,
rotundo, desesperante.

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NO OLVIDES TENER LISTO TU ATAÚD
El vuelo a Bogotá casi lo pierdes. Sin embargo, lo alcanzas justo en el último minuto. Acaso en una
hora tu mujer te besará en la boca, muy feliz de verte. Hermosa visión hasta el segundo en que todo es
de noche y se astillan tus piernas y tu rostro se rompe y es el vacío, el golpe, el humo negro en que te
deshaces…Pero, por suerte, oyes la voz de la azafata despertándote suave, instándote a bajar.
Entonces te das cuenta: no es que no haya venido tu mujer. Es que nadie lo espera a uno…en el
infierno.

LA TRAMA
El hombrecito, pálido y venenoso, se entretenía en deshilvanar con lentitud la madeja completa de
mis recuerdos. Sentado a la orilla de mi lecho, hacía girar y retorcerse entre sus dedillos mi vida entera
con sus secretos al desnudo. Paisajes de mi pasado, hasta el más remoto y perdido, parecían tejerse o
destejerse en el paroxismo, emergiendo en confuso entrecruzamiento sensaciones y experiencias
centuplicadas, combinadas en gigantesca diversidad, como la trama más intrincada que tejedor alguno
pudiera concebir.
Las primeras luces del alba disiparon las nieblas que poblaban mi espíritu, en el preciso momento en
que mi enigmático visitante se levantaba, prometiendo con un gesto, regresar todas las noches
indefinidamente.

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Gabriel Jaime Giraldo Flórez
(Colombia)

COMPENDIO DE UNA BITÁCORA INCOMPLETA


I
Me hallaba el silencio sentado frente a una mesa vieja, una luz opaca, hojas amarillentas, una antigua
pluma, un revolver algo mohoso por los años, una copa, y una botella a medio llenar de ginebra.
Ginebra, el licor más detestable en este plano mundano. Hubiera preferido tapetusa, un licor casero, o
fermento de maíz en defecto alguno. Pero no se celebra nada esta noche. Hoy no hay muertos, ni vivos;
hoy es un día más de sentido pésame. Ginebra, el licor más absurdo para olvidar, para pensar, o para la
embriaguez de la razón. No saben bien, más que los dos primeros tragos. Luego todo empieza a saber
lúgubre, rasposo, y a dar la sensación de regurgitar viejos pasados mundos revueltos y no tan viejas
pasadas cenas. Ginebra, porque no encontré más a pocos pasos.

II
Los tragos pierden su efecto, mientras el tiempo su sentido lineal; la sociedad y todo alrededor sensible
igualmente. O, contrario a lo anterior, el licor desinhibe, juega a la desestabilización sensual. La
sociedad se recrea en un ethos inimaginablemente hermoso; el tiempo danza. El pasado fue mejor para
algunos, pues no lo vivieron; para otros lo será el futuro, pues no lo vivirán. El alrededor no perderá su
sensibilidad y mutará de acuerdo a la necesidad el momento.

III
Tal vez el destino, aunque no me guía tal pensamiento. Causalidad; sea el devenir quien ha hecho que
se extienda en relojes de arena; que prolonga los instantes, recuerdan el revolver en la parte lateral de
mi cabeza, halando del gatillo, el cual no se activó, pues me hallo aún entre divagaciones, letras y
ginebra. Tal vez el moho jugó su papel.

Errabunda la mente, me tomo el tiempo para desarmar y poner a punto el bélico objeto.

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IV
Nocturnos pasajes revelan ese interno yo que se lucha entre la razón mundana y las creaciones de
ultramundos (imagineríos del común que se acumulan en el ser), produciendo esa lucha interminable, a
veces indescifrable de la mente “civilizada”, y la que se quiere deconstruir como sujeto dueño de sí y
su ego-yo. Nocturno errabundo y melancólico; noctámbulo silencio para debatirse la realidad a seguir
hasta un ignorado encuentro.

V
Juguetear a madurar rápidamente; jugar a la muerte, condenando a quien vive en las mieles de lo
terrenal, sin preocupación de la muerte; siempre vigía; siempre latente.

VI
Qué lógica tiene la vida, si, en sí, la propia vida no tiene coherencia, a no ser, más allá del plano
terrenal, yéndonos a un plano divino, por lo tanto ficticio.

Qué más lógico que la muerte. Antes del hombre no hay existencia; después del hombre no habrá
existencia, pues ésta no se piensa a sí misma.

***

…Qué necesidad del pensamiento en la muerte. Si somos dioses, semidioses; mortales o inmortales.
Qué necesidad del castigo, o del pecado; de la culpa o el deseo inmoral. Qué obligación hay en el otro,
y por qué llevar cruces ajenas. Por qué el miedo a lo justo, si total, injustos andamos, llenos de hoyos,
remarcados en leyes que se han hecho para hacernos menos.

Retorno decimonónico a trabajos forzados; Jornaleros, feudalismo activo.

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Temor de la sombra propia, que parece dominar cada ser, quien en su camino se pierde de ser libre.
Temor por ser en pobreza-riqueza; en la nada, la esquina, la casa, el trabajo. Pavor a los químicos del
amor; al abrazo libre; al ir y venir sin seguridad… a la soledad. A vaciar la soledad en otro.

Olvido de sí mismo; meditar, ser, mirarse y estallar en alaridos de guerra contra nuestros propios egos.
Memoria vacía de infinitos logros. Lucha interminable del ser social contra el superior individual.

***

Incesante se frecuenta la afirmación: “cada mes; cada semana del año actual me recrimino, me
cuestiono para qué cavilar, si el sentido se pierde en la cotidianidad, solo por el hecho de estar inmerso
en ésta. Despojados y sin lugar.

Tal vez sea el devenir.

No hay vida, ni hechos físicos; no hay regulación del ser que vaya más allá de la simple explicación
del deber ¿y qué es renunciar al deber? ¿Qué es el deber? Siempre pensado desde esa producción;
desde ese ser que sirve o no… ¿a quién?

Ni morir es un deber…

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Johana Carvajal
(Colombia)

ENTRE EL FANGO Y EL ASFALTO


Estoy hundida, en medio de la podredumbre


Suena una estruendosa melodía llena de carnalidad


Empiezo a caerme en un abismo desconocido, lleno de gris y agujeros indefinidos de colores muertos.


Las sensaciones se apagan.


Todo mi cuerpo está repleto de una anti estética, repugnante, nauseabunda, asquerosa.


Me cubro mis ojos, para no ver, me cubro mis oídos, para no oír.


¿Me cubro los ojos y no escucho, me cubro mis oídos y no veo?


Se inunda la casa de sangre fangosa, que sale a chorros infinitos por la canilla del lavaplatos.


No me explico, corro, grito, me ahuyento.


Nada encuentra una solución, sólo la persecución de las moscas en el techo.


Me cubro mi rostro con una tela virginal color ocre, salgo a la calle.


Escucho estruendos, vituperios, improperios, y gritos inentendibles de la multitud.


La muchedumbre se ve como una masa amorfa verde, repleta de trozos de carne y ojos por doquier.


Desazón de la desolación.


Las vaginas carnosas de todas las mujeres de mi ciudad, atacan los falos podridos, del macho alfa
antioqueño repleto de jabón rosita, y perfume para el macho señor. En las iglesias los cristos se
destierran de su cruz, caminan por el centro de la ciudad, La Playa es un lugar donde Jesús germina su
cuerpo. Y en El Periodista toda la decadencia de esta podrida cuidad se abalanza sobre él, sólo por una
caricia. Su corazón es comido por los indigentes irrazonables, pero que poseen cincuenta por ciento
más razón que yo. El fango se apodera de mí, sale por mis ojos, mi vientre y mi boca, desaparezco en
un grito silencioso de un semáforo en la calle Bolívar.


Y no es nada, los monstruos siguen atacando mientras yo me vuelvo helecho en la acera.

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FOTOMETRÍA
Como los pasos, he desaparecido y reaparecido en las horas inconclusas del amanecer.


El brillo del alba ha penetrado fuertemente en mis ojos, y el color rosa del cielo se ha puesto sobre mis
mejillas chatas. El silencio de las horas tristes se ha incrustado en mi sonrisa y ha doblegado el camino
lineo- recto del aire, llevándolo hacia mis caderas, donde baila con el fulgor de instantáneas descargas
de luz. 



Millones de Quasars han chisporroteado desde mi ventana y han roto con dureza sus cristales. La
energía galáctica ha robado mi humanidad, he viajado en milésimas de segundo por quinientos planetas
extrasolares, las estrellas con gratitud responden ante mi visita. El campo burbujeante de partículas
subatómicas ha destrozado en tres trozos mi cráneo, mi lóbulo frontal se desliza en movimientos
zigzagueantes hacía la nebulosa Rosseta, y su esplendor ha devorado lentamente toda mi materia gris.

Mi mente es carcomida por neutrinos, y en el profundo silencio del universo mi alma yace danzando,
tres pasos fríos entre Saturno y Urano.


La marea me ha clavado en el Sol, y mis fragmentos de uñas han resplandecido más fuerte que
cualquier astro, he desaparecido, ya lo soy todo.

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Claudia Toro
(Colombia)

EN MI SUEÑO
Mis pasos destilan luz primigenia en la vacua oscuridad del pensamiento, cuando todo está oculto tras
un sin número de ideas entrópicas que amalgaman el universo interno. Caminar es flotar viendo las
huellas marcarse ausentes. ¿Qué significado tiene cada pisada corruptora, cada marca en la memoria?
No tengo cuerpo, no tengo alma, soy todo lo que converge en el recuerdo cimentado del ser. Quimeras
transmutadas en miedos caminan por el mundo infinitamente vacío, pero a la vez tan lleno de formas
lejanas, desconocidas. Animales de expectativa y deseos, se riñen a muerte en un campo sin nombre.
¿Si esto soy yo? ¿Qué eres tú quien mira más allá de los sueños? Es aquí, en donde todos los universos
chocan cuando la noche llega a la mirada. Es aquí donde me acuno, buscando algo que no se ha
perdido

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Diana Gutiérrez
(Colombia)

TUMBA
¿Por qué tratar de embellecer la eternidad adornándola con paraísos imaginarios? La nada eterna
sería la única soportable si pudiera existir (…) Nosotros vivimos ya en nuestra tumba. Mauricio
Maeterlinck.

Sueño con sensaciones y no con imágenes. Siento el instante como una corriente de energía oval que se
distiende por un segundo entre rojizos destellos y luego se extingue. A esta extinción le sigue un nuevo
instante, también fugaz. Es extraño, pero cuando sueño, cierro los ojos (en el sueño) y escucho el
silencio, que no es sonido alguno, sino sentir. El silencio, en mi sueño, se alcanza aguzando los
sentidos oníricos, como si llevaras dentro un río calmo sobre el que navega la memoria del mundo.

De pronto, me veo en un río, no, no un río, en una barca conducida por un anciano que parece ser
Caronte, y que mira de fijo a un horizonte muy lejano. No me asusto, sigo su mirada tan solo…
- Falsa pretensión de eternidad – Me digo…Nada perdura, ni la carne, ni la pasión, ni el espíritu.

Súbitamente bajo la mirada hacia mi anatomía y siento que es momento de cavar mi propia tumba, aun
cuando ya estoy en huesos, toda la carne ha sido consumida por gusanos y desconozco mi destino.
Muerte: Se cierra la boca y se abre un grito. Soy vacío y la noche lo sabe, quizá por eso me abraza,
noche, hazte eterna ¡Pero lúcida!
Soy mi propia muerte y no la lloro, la adoro.

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CUENTO DE TERROR
Desde mi etéreo lugar observo al escritor aterrorizado. Mira fijamente la hoja, no hay musa, no hay
ideas, la noche es un cántaro vacío y ponzoñoso, el papel se convierte en su propia vida hecha de
cuchillas iracundas pulsando por salir.
Aunque está sentado, inmóvil, su alma se retuerce en la carne, deseosa de cantar pero llena toda de
silencios ¿Cómo narrar los hechos indecibles? Luego de vacilar con la mirada parece iluminarse su
rostro. Empuña el lápiz, se precipita sobre la hoja y tembloroso plasma un título:
-Cuento de terror
Querer dejar la vida en letra y que la vida no quiera salir, no quiera decir-ser. Que la obra se escriba
en la mente y no en papel ¿Vale la pena realmente vaciar la existencia en letra si es más bello
soñarla? -
El literato descarga el lápiz, extrañado relee su pequeño párrafo y enarca las cejas, de nuevo,
petrificado y meditabundo pone su mano a descansar sobre el buró. Pobre, no se le ocurre pensar que
es él mismo el sueño de un sueño soñado por un niño en un cuento infantil, un cuentecito dulce, para
dormirse tranquilo, y él no es precisamente el héroe ejemplar.
El niño en su dormitorio sueña que escribe la historia de un sueño, y ese sueño es que un escritor anota
dificultoso la aventura de la vida mientras un fantasma lo observa de fijo desde el ventanal ¿Por qué no
se le ocurre un protagonista más afable? ¿Por qué lo siguen los fantasmas? El niño no sabe que su
cuentecito no es feliz. Miserable escritor frustrado, pobre niño soñador.
La vida se queda en sueños y en este cuento de terror todos son causa perdida: El fantasma que observa
al escritor y sueña con escribir mejor que él, el escritor que se queda en blanco y atemorizado se lanza
al más profundo nihilismo, el niño que sin saberlo, goza con lo que le ha dado: Un destino trágico.
El niño que fabula mientras ríe, oye un ruido en su ventana ¿Será el fantasma de su sueño que sueña
con escribir mejor que el escritor? Intimidado toma su cobija y huye a donde su madre, que a su vez
sueña que escribe historias a su hijo mientras lo ve dormitar sobre el colchón. El niño, que no he dicho
su nombre porque tiene miles, porque es contador de historias, porque es demiurgo, intenta hacerse un
espacio sobre la cama de la madre y esta también se aterroriza:
- ¿Será el fantasma de mi sueño el que atormenta ahora mi sueño y no me deja soñar que escribo
historias? -Se pregunta-

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Pero no, es el hijo que se acuesta junto a ella mientras comienza a fantasear un relato de los ronquidos
al oír a su padre, que duerme, pero no se halla soñando y el niño lo sabe; entonces con terror en esa
noche, descubrió que existen hombres que no pueden soñar.
El pequeño cerró fuerte sus ojos rogándole al fantasma de los sueños que no le permita dejar de soñar
ni de sentir así sea terror, y que por favor tampoco él deje de soñar con escribir mejor que el escritor y
que visite las quimeras de otros niños y que le traiga sus rumores en letra. El niño le pide a su
fantasma que todos sueñen con tejer mundos, que todos se sueñen escritores aterrorizados si se les va
la inspiración.
El literato no escribe más y niega frente a un abismo oscuro su propia existencia. La madre no sale del
ensueño y sueña con espectros en la penumbra. El fantasma escribe poemas bajo el cielo estrellado
impulsado por un inexplicable frenesí. El padre sólo hace ruidos y el niño no puede dormir, mas sí
soñar: Sueña con ser un escritor que escribe cuentos de terror en una noche, mientras los fantasmas
festejan su accionar.
Finalmente, en la estela danzante del amanecer, Dios guarda en un suspiro los sueños y universos que
él mismo distiende y contrae a su antojo hacia la nada o embarca sobre una quimera ondeante por
miles de galaxias a la vez.
*El destino de los personajes de este cuento es ahora incierto, su naturaleza es el pensamiento mismo.

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HILOS
Cuando me acostaba, me tapaba la cara. Tenía miedo de mí. La soledad, es angustiosa (…) Eso
hace salvaje la escritura. M.Duras

En las noches, cuando no logro dormir me parece que si dios se pensara a sí mismo caería en un
profundo solipsismo, entonces lo imagino tejiendo incansable todas nuestras vidas con hilos color rojo
carmesí. Me incorporo, enciendo la luz y comienzo a escribir, a salvarme. Tejo también mis historias,
como un pequeño dios demiurgo que enreda los hilos oficiales. Imagino que dios es también escritor, y
pienso que hay un ego inmenso en él y en mí.
¿Qué se necesita para ser escritor? Escribo, sin duda, pero eso no me convierte en el quid de la poesía,
eso no me hace verso. Hay en la escritura una soledad necesaria, ¿y si fuera vanidad, miedo al otro?
- Un estado elevado del alma, de eso se trata el poema- Dios me responde mientras sigue
tejiendo…
Pero si fuera así, todo escritor se desbordaría en átomos de luz a cada intento de escribir poesía ¡Se
transformaría en ella!

Hay en el escritor también algo inconexo como el germen que yace en mí. El resto, vendrá con la
fatalidad de la palabra y la inmensidad del pensamiento crítico.
Dios, seguirá tejiendo los hilos, que enredaré adrede en las noches sin dormir.

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Juan Carlos Carvajal
(Colombia)

LA PESADILLA
Creyeron que podían huir de la peste negra. Cerraron las puertas del castillo empecinados con la idea
de pasar el tiempo mortal contándose historias y disfrutando de toda clase de convites mientras afuera
el pueblo padecía la agonía que había llegado como un azote de Dios.
Pasaron los días riendo con soltura al escuchar los relatos picarescos y las comedias de lo humano
mientras el dolor, en las calles, se fundía con las lágrimas del cielo. Yo tan sólo escuchaba como una
estatua, impávido ante sus regocijos, sin que ellos se percataran de mi presencia.
Cada uno de ellos contó sus historias. Entonces, el tiempo para narrar fue el mío. Relaté con cadencia
aletargada mientras exhalaba un aliento que los sumía en un sueño profundo. Les conté cuanto ya
vivían. Inmersos en el tejido onírico, abrí las puertas de la fortaleza, y los conduje hacia la ciudad, al
encuentro del pueblo que abandonaban cada vez que se veían perdidos. Los dejé al lado de la iglesia
asediados por todos los habitantes que gritaban y gemían intentando pedir consuelo para las llagas
bubónicas que hacían arder la piel como volcanes.
No les hice padecer la peste negra; sus cuerpos no cobraron ese color amoratado que empezaba por las
axilas y se tomaba cada pieza de la existencia con dolor indescriptible. Sólo los dejé allí, en medio de
la turba, intentando huir de mí: la muerte.
Nunca pudieron despertar: declaré la pesadilla eterna.

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Oscar Botero
(Colombia)

LAS TARDES SOLITARIAS


Ecos apagados retumban en el corazón del anciano. Retiene en la disminuida memoria el misterio de
sus olvidos.
Deambulan en los recuerdos imágenes góticas talladas en vasos de cristal bohemia, vistas en
escaparates de rústicos almacenes de antigüedades que en la neblina del entresueño colinda con brumas
viajeras atravesando colinas estériles y esquinas fangosas de arrozales. Tiniebla de las
remembranzas que asocia con la poesía imaginaria de los niños curiosos o la sombra de las ramas en
la piel canela de las muchachas desnudas.
Días soleados para acompañar la parsimonia agónica de los guerreros vencidos en batallas absurdas y
los conocimientos improcedentes de los buscadores de empleos simples. Existencia vapuleada como
el canto de los pájaros enjaulados; de los arrinconados libros leídos, mancillados de lágrimas
derramadas en lecturas solitarias. Noche de luna en la cabellera de las nubes rasgadas; en las cuerdas
rotas de la guitarra.
Lluvia humedeciendo en charcos danzarines la extinción de los suelos envenenados semeja su
destino. Dosis calculadas en el gotero del ímpetu arruinado. Sus pasos sordos desandan los caminos.
El oriente como fuego en la palma de las manos vacías. Nirvana de los consuelos. Ojos adoloridos
expían culpas irredentas.
Deidades flotantes en las aguas sucias de los ríos citadinos son ahora sus amigos muertos. Elefantes
asesinados por niños ricos desde helicópteros azoran sus pesadillas. Le acompaña el zumbido de las
amenazadas abejas, los panales secos, la dulce risa robada. Juramentos para despistar. Almohadas
enmohecidas por los sueños negados. Dedos ágiles colgando en las enredaderas de las neuronas
humilladas le aman. Él es su soledad en el olvido.
El silencio. Él, vacío.

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Gonzalo Del Rosario
(Perú)

SIGUES MOJANDO MIS NOCHES


Esta mañana al jabonarme volví a sentir que eras tú quien me acariciaba. Baby, where did our love go?
Sonreías al escucharme cantar ese tema de The Supremes, derritiéndome en esa sonrisa maliciosa
cuando te posabas entre mis piernas y tu lengua jugaba muy triste en ti muy dulce en ti leyendo a
Pimentel… ¿Por qué me haces esto?
De noche me posees, subes mi polo, sabes que no llevo nada debajo, me abrazas, posas tus labios sobre
mis senos, son tuyos, me muerdes suave, como atenazándome a la punta incisiva de tu lengua, tus
manos sobre mí, te hundes y te aprisiono, nos adherimos, no quiero que te vayas, no, entiérrate en mí,
quiero sentirte venir, piedra hirviendo de lava, sólo abrázame más fuerte mientras soy tuya, y quédate
así, pegados como perros pisados.
Las noches que caigo rendida del trabajo me esperas hasta quedar seca bocabajo, para que a mitad de
madrugada me bajes el calzón, entre besos y mordidas subas mi polo, sentado a mi espalda flotas y tus
manos dibujan nuestras constelaciones favoritas entre el masaje y la rigidez infinita de tu miembro, tu
glande húmedo es aprisionado entre mis nalgas que se encuentran mojaditas.
Llegamos juntos para elevarnos, flotamos sin abrir los ojos dejándome poseer sin negarme al placer de
sentirte, duro y largo y fuerte poseyéndome detrás, de la manera más salvaje y brutal hundías tus
yemas en mis nalgas otra vez con tu voz susurrándome You won’t see me, tu voz, you won’t see…
existe, caliente y abundante venías, desaparecías, dejándome rebosante gotada.
! A veces te sentía dormir a mi lado, me dejabas cansada y abrazabas hasta el amanecer cuando
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despertaba tan necesitada que las primeras veces tras flotar completa, feliz, me echaba a llorar histérica
porque tú ya no estabas más, porque no lo estarías más y no me quería levantar.
Entonces comprendí que ya no dependía de ti, solo debía disfrutar cada segundo, valorarlo, así solo sea
de noche, madrugada o muy en la mañana, y que hasta ahora no sepa ni pueda descifrar ese ritmo.
Supongo que tendrá que ver con esas fechas especiales que solo tú recordabas, y que yo hasta ahora no
logro ubicar, pero cuánto quisiera.

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No le puedo contar a nadie lo que pasa, lo que me sigues haciendo, creerían que ya enloquecí, pero es
que tampoco tendrían por qué enterarse si esto nos compete a ambos, sólo a dos, nunca nos ha gustado
que alguien se metiera a decirnos nada. Esa era nuestra forma tan aislada de ver el mundo.
Ahora ya sólo duermo desnuda aprovechando el último calor de marzo para esperarte así, que me
detengas en aquel estadio entre el sueño y mi razón, donde los párpados pesan como si estuvieran
cosidos o adheridos con sangre coagulada, por eso no los puedes abrir ni moverte, ni gritar, en plena
inmovilidad extiendo larga mi boca, no escucho nada hasta que apareces, y todo viento helado que se
posaba en mi piel, se convierte en vapor de carbones ardientes del sauna bajo mi cama. Te veo así no
abra los ojos, te posas sobre mi cuerpo inmóvil y me penetras insaciable, con furia, pero amable,
sensual, mío, lágrimas, dices, por qué, te burlas, porque sé que este tiempo que pueden ser años o
milenios son sólo segundos, minutos donde nos acercamos más que cuando dormíamos juntos y de
espaldas cada uno para su lado.
Las últimas noches llegábamos cansados y hartos de la oficina. Cada uno con sus propios asuntos,
aislados, nos olvidamos de sonreír.
La mañana que recibí la noticia de tu partida estaba duchándome y no paraba de sonar el teléfono. Era
mi madre que me pedía encendiera la tele, un cochebomba acababa de estallar afuera de tu oficina,
justo cuando te estacionabas. Los forenses me dijeron que te fuiste sin dolor, que otros se quemaban
vivos antes o, lo que es peor, sobrevivían; a ti te mató el impacto, tu corazón siempre frágil.
Extraño pelearme contigo para que luego me pidas disculpas tan vorazmente. Ahora sólo te apareces,
me desnudas, acaricias y enciendes, me violentas en silencio, te disfruto, me llenas y te vas sin más
hasta otra oportunidad, es ahí cuando tu recuerdo me invade y pienso en cerrar los ojos para volverte a
sentir, aunque para serte sincera, te prefiero mejor así.

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Maicol Mazo Gaviria.
(Colombia)

PEQUEÑAS MUERTES Y PEQUEÑAS VIDAS


Un joven. Su terso cuerpo contrasta con el acabado sillón donde a diario repite su estadía. Ávido de
placeres no experimentados pero incitados por las múltiples historias que, de lejos, llenan su vida. El
contenido de su interior es el exterior, lejano. Poco de su propio ser se nutre a partir de sí. Su porfiada
postura a la inactividad física le delata una proclive manía a la lectura de historias. Todavía aprecia la
inteligencia pero desprecia la voluntad. Le pasa por sus reducidas ocupaciones aún la curiosidad de
saber pero desdeña el impulso a actuar.
En la mañana de un día como los otros —muy similares entre ellos— golpearon la puerta de su casa.
Un segundo piso es donde habita, a la solapa de la puerta que da entrada y salida al balcón, cada día;
cogiendo y soltando cada uno de los libros que forran como una alfombra, las cuatro paredes de la sala
de su casa y dan contenido - más bien relleno - a su interno enclaustramiento. Como ni de su ligera
urgencia es su aspecto físico, tampoco habrían útiles palabras para reflejarlo; cualquier intento es fútil.
—Toc toc ¡¿Hay alguien en casa?! —gritaron desde afuera.
Tiró el libro que tenía en sus manos. Se sobrecogió en el sillón. Su rostro no insinuaba gesto alguno.
Reticente. ¿Había escuchado, soñado o lo había leído?, se preguntó. Inmediatamente se dijo:
—Sé que lo leí. El libro de estos días retrata impetuosos sonidos de una puerta que se abre y que se
cierra, con bisagras no muy lubricadas, a causa del fuerte viento de una noche que marca el preludio de
un vendaval. Entiendo por qué en el instante lo traigo a la presencia de mis recuerdos.
Se sintió. Momentos cortos hicieron olvidar aquella duda del sonido de la puerta. La razón fue el ardor
en sus labios. No habían sido pocos los días en los habló por última vez. Sucedió cuando levantó el
teléfono que por casualidad recibía una llamada no advertida, como todas, desde el silenciamiento del
tono del timbre telefónico. Era su madre que sollozando, preguntaba por su salud y él alcanzó a
responder secamente: “bien, gracias”. De allí a este instante, el arquear de su lengua no se había
entremezclado lo suficiente con los vientos de sus cuerdas vocales para producir palabra alguna.
—Toc toc toc toc ¡¿Hay alguien en casa?! —con un llamado más sostenido sobre la puerta, repitieron.

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Adiós búsqueda. Los recuerdos y los libros no fueron más. Dejó de buscar en sus memorias pasadas y
en sus libros leídos si a ellos pertenecían los sonidos que le llegaban. Llegó el momento. Su semblante
cambió. Estupefacto. Así, nuevamente, se habló:
—Cuatro sonidos llegan de la puerta. Cuatro golpes parecen que los producen. Una voz reiterativa está
al parecer preocupada por saber de la presencia de la casa. ¡¿Se preocupa aquella voz por la presencia
de la casa?!...¡¿La presencia en la casa?!...¡¿Yo?!… Sí. Por mí, alguien viene.
No había dudas. Iban por él. Precisar sobre asuntos simples y empíricos se le hacía retardado para su
inteligencia. La obviedad había huido de su razonamiento. El tocar de una puerta lo había imaginado
por varias ocasiones en el recreo de su mente sobre las historias de sus lecturas, pero desde hacía
muchos años no le habían llegado sonidos que despertasen algún movimiento en procura de percibir
nítidamente, golpe a golpe, el corto golpear de las manos empuñadas contra el rudo metal, o la fuerte
madera de una puerta cuando se está llamando a alguien.
— ¿Qué hacer?, ¿Pregunto quién produce el sonido?, ¿Abro? —se inquirió desesperadamente.
El llamado a la puerta se perpetuó.
—Toc toc toc toc toc toc. ¡No sé cuánto tiempo tiene que pasar para que desista! —expresó la voz
lejana.
Aquel estuvo atento. Reconoció la voz de una mujer que al igual que su último recuerdo de su madre al
teléfono, gemía como si sollozara, mientras hablaba. Aquella mujer no muy coherente pero muy
expresiva sentimentalmente, continuó:
—Como si fuese tan fácil suplicarle a mi cerebro que le ordene al corazón, que anule cualquier
recuerdo. Ojalá para eliminarte de mi vida hubiera bastado haber visto aquel día en lugar de tu cuerpo,
un agujero enorme que se iba cubriendo con manojos y paladas de tierra. Te extraño inmensamente.
Me falta algo o alguien. Junto a ti, me sentí demasiado feliz. Hasta pronto.
—Ya es de noche —se dijo él.
Y ella no cedió.
—Cuando te quieren no quieres, cuando quieres no te quieren y cuando quieren no se puede, continuó.
Lejos de su sillón habitual, de golpe su espalda contra la pared, se dejó caer hasta quedar sentado.
Recogiendo sus piernas con las manos, alcanzó a pensar unos instantes en el dolor que le produjo tal
golpe:

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—Escuché aquella voz, me hablé y sentí dolor en labios y espalda. No hace falta que sea otoño para
que una hoja deje la sujeción a un árbol y roce la superficie de otra que yace, seca y descolorida, sobre
el implacable suelo. De pequeñas muertes y pequeñas vidas encerradas en las blandengues paredes de
un sueño está compuesta la vida en su término.
Un par de lágrimas brotaron de sus ojos y marcaron a la vez los pasos de partida de la mujer que, con
llanto y agonía, llamaba a la puerta.

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