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TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE AZUL

Tengo una muñeca


Vestida de azul,
Con sus zapatitos
Y su canesú.

La lleve a la playa
Se me constipó
La lleve a la casa
La niña lloro.

Brinca la tablita
Yo ya la brinque
Bríncala de nuevo
Yo ya me cansé.

Dos y dos son cuatro


Cuatro y dos son seis,
Seis y dos son ocho
Y ocho, dieciséis.
LA CHINITA

En el bosque de la china
La chinita se perdió
Como yo andana perdida
Nos encontramos los dos

Era de noche y la chinita


Tenía miedo, miedo tenía
De andar solita
Anduvo un rato y se sentó
Junto a la china, junto a la china
Me senté yo.

Verda que si, verda que no


Y al cabo fuimos
Y al cabo fuimos
Y al cabo fuimos
De una opinión.
Estrellita dónde estás

Estrellita donde estás


me pregunto quién serás.

Estrellita dónde estás


me pregunto quién serás.

En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.

Estrellita dónde estás


me pregunto quién serás.

Estrellita dónde estás


me pregunto quién serás.

Estrellita dónde estás


me pregunto quién serás.

En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.

Estrellita dónde estás


me pregunto quién serás.
Allá en la fuente
LOS DEDITOS

Los deditos de la mano,


Todos juntos, estarán;
Si los cuentas uno a uno,
Cinco son y nada más.

Los deditos de las manos,


Estirados los veras;
Si tú cuentas las dos manos,
Cinco y cinco ¿Qué serán?
Los pollitos
Los pollitos dicen,
pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.

La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.

Bajo sus dos alas


se están quietecitos,
y hasta el otro día
duermen calentitos.
Tengo, tengo, tengo.
Tengo, tengo, tengo.
Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas en una cabaña.
Una me da leche,
otra me da lana,
y otra me mantiene
toda la semana.
Caballito blanco
llévame de aquí.
Llévame hasta el pueblo donde yo nací.

Tengo, tengo, tengo.


Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas en una cabaña.
Un elefante se balanceaba
Un elefante se balanceaba
sobre la tela de una araña
y como veía que que resistía
fue a llamar a otro elefante.

Dos elefantes se balanceaban


sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante.

Tres elefantes se balanceaban


sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante.

Cuatro elefantes se balanceaban…


Caballito blanco

Caballito blanco
llévame de aquí
llévame a mi pueblo
donde yo nací
tengo, tengo, tengo
tú no tienes nada
tengo tres ovejas en una cabaña
una me da leche
otra me da lana
otra mantequilla
para la semana
levántate Juana
y enciende la vela
para ver quien anda
por la cabecera
son los angelitos
que andan de carrera
despertando al niño
para ir a la escuela
si no quiere ir
déjalo dormir
con la hierba buena
y el toronjil - jil - jil
Pin Pon
Pin pon es un muñeco,
muy guapo y de cartón, de cartón,
se lava la carita
con agua y con jabón, con jabón.

Se desenreda el pelo,
con peine de marfil, de marfil,
y aunque se da tirones
no grita y dice ¡uy!, dice ¡uy!
Pin Pon toma su sopa
y no ensucia el delantal
pues come con cuidado
como un buen colegial
Apenas las estrellas
comienzan a salir, a salir,
Pin pon se va a la cama
se acuesta y a dormir, a dormir.

Y aunque hagan mucho ruido


con el despertador
Pin Pon no hace caso
y no vuelve a despertar

Pin Pon dame la mano


con un fuerte apretón
que quiero ser tu amigo
Pin Pon, Pin Pon, Pin Pon
DOKI OKI DOKI

Cuantas estrellas hay en el cielo.


Cuantas habrá en el fondo del mar.
A qué se debe el azul del cielo.
Y por qué es también azul el mar.

Hay tantas preguntas.


Tanto mundo por explorar.
Que quisiera ser un súper buzo.
Para conocer los caballitos de mar.
Y quisiera ser un gran piloto.
Ha todas las nubes por saludar.
Ronda La farolera

La Farolera tropezó
y en la calle se cayó
y al pasar por un cuartel
se enamoró de un coronel.
Alcen las banderas
para que pase la Farolera.
Ponga la escalera
y encienda el farol.
Después de encendido
se puso a contar
y todas las cuentas
salieron cabal.
Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho
y ocho dieciséis,
y ocho veinticuatro,
y ocho treinta y dos.
Ay, niña bendita,
me arrodillo en vos.
Ronda El patio de mi casa

El patio de mi casa
es particular.
Cuando llueve se moja
como los demás.

Agáchate,
y vuélvete a agachar,
que los agachaditos
no saben bailar.

Chocolate, molinillo
corre corre, que te pillo
A estirar, a estirar
que el demonio va a pasar.
Ronda Aserrín, aserrán
Aserrín, aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan

piden huesos y les dan queso

piden vino y si les dan

se marean y se van

Aserrin aserran

los maderos de San Juan

piden pan no les dan

piden huesos y les dan queso

piden vino y si les dan

se marean y se van.
Ronda Juguemos en el Bosque

Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.


Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy bañando.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo los pantalones.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo un saco.

Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.


Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo un sombrero.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo las medias.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo los zapatos.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
¡Aquí voy para fuera a jugar con ustedes no se vayan!
Ronda Arroz con leche

Arroz con leche,


me quiero casar
con una señorita de la capital
que sepa coser
que sepa bordar
que sepa abrir la puerta
para ir a pasear.

Con ésta sí.


Con éste no,
con esta señorita
me caso yo.
Cásate conmigo
que yo te daré
zapatos y medias
color café.
El Deseo del Pastor
Érase una vez un pastor que se encargaba de cuidar una manada de bueyes. Un
día se extravió un ternero y él desesperado salió en su búsqueda recorriendo los
alrededores, pero nada, no pudo hallarlo. Tanta era la angustia por la pérdida de
este ternerito que le prometió a Zeus que si le decía quién era el responsable
sacrificaría un cabrito en su nombre.

El pastor continuó buscando y encontró a un león comiéndose a su ternerito.


Cuando vio quien era el responsable de esto se asustó muchísimo y levantó las
manos exclamando:

– ¡Gran Zeus, sé que antes te he pedido que me muestres al ladrón a cambio de


un ternerito; pero ahora te pido que me ayudes a escapar de este león y te
prometo sacrificar un toro!

Moraleja: Los problemas tienen soluciones pero siempre ten presente que al
encontrarle, puedes estar encontrando el siguiente problema.
El Fracaso de los tres Bueyes
Érase una vez tres bueyes que pastaban juntos y que siempre permanecían muy
juntos. Durante varios días un león se mantuvo observándolos con el propósito de
devorarlo pero siempre sentía un poco de miedo porque al nunca separarse los
tres bueyes, lo ponía en desventaja si llegaba a luchar en contra de los tres.

Muy inteligente el león creo una estrategia basada en mentiras y patrañas con el
objetivo de lograr destruir esa unión entre los tres bueyes. Una vez que logró su
objetivo pudo separarlos y así comerse a cada uno de forma independiente.

Moraleja: Nunca permitas que nadie destruya la unidad que tengas con tus
amigos y familia porque solo de ese modo serás más fácil de hacer daño.
La Gran idea del pescador Egoísta

Este era un hombre que ya estaba harto de no poder conseguir pescado para
poder vivir un poco más cómodo que antes, y es por esto que decidió poner en
práctica un nuevo sistema que hace solo algunos días había inventado.

Lo que pretendía era emplear redes que al ubicarlas en el rio se impidiera que el
agua las atravesara y de este modo el rio se quedaría sin corriente que les
facilitaba el escape a los peces. Además el toque final del invento consistía en una
cuerda de cáñamo que estaba sujeta a uno de los extremos y de la que colgaba
una piedra con la que se iba golpeando el agua. Mientras esto sucedía aquel
hombre pensaba:

– Con esta idea lograré que los peces tengan tantas ganas de escapar que
acudan directamente a mi trampa.

Un pescador que pasaba por el lugar, al ver lo que estaba haciendo, muy molesto
le dijo:

– ¿No te das cuenta que con esto el agua que recibimos en el pueblo está llena de
fango porque no dejas de ensuciar el agua del río?

– Mil disculpas, me apena mucho saber que esto los molestara, pero es que esta
es la única forma que tengo de alimentarme y salir de una vez de esta pobreza –
dijo el pescador desesperado.

Moraleja: Tus objetivos en la vida son importantes pero nunca lo hagas


perjudicando a los demás.
Los Sueños de una Lechera

Había una vez una joven, hija de un granjero que iba al pueblo a vender leche, y
mientras trasladaba la vasija llena de leche, planificaba su futuro.

– Cuando termine de vender toda la leche, invertiré el dinero en trescientos


huevos. De estos una parte no va a nacer, pero de seguro que al menos 200 pollo
tendré. Cada pollo podrá ser vendido a precios altos ya que para la época para la
que estén listos los precios en el mercado habrán subido. Si logro esto tendré el
dinero necesario para comprarme un vestido de fiesta muy bello con el que podré
asistir causando sensación. Al asistir a los bailes tan hermosa lograré que todos
los jóvenes me pretendan, pudiendo yo valorar a cada uno de los presentes.

De repente tropezó con una piedra y cayó al suelo junto con el recipiente de leche
el cual se derramó completamente, destruyéndose también cada uno de los
planes que había hecho.

Moraleja: No debes desear tener una fortuna mayor pues nada de lo que tengas
te parecerá suficiente. No pienses en el futuro sin antes haber asegurado tu
presente pues solo así tu futuro tendrá resultados.
El León y el Ciervo

Temido por todos los animales de la selva un fiero león empezó a rugir con fuerza,
sin conocerse el motivo del barullo.

Un ciervo que pasaba por allí lo vio y manteniendo una distancia prudencial
afirmó:

– ¡Pobre de nosotros los animales de esta selva, que ya cuando veíamos al león
tranquilo y sereno le temíamos! ¿Ahora qué haremos?

Tanto el ciervo como el resto de los animales comprendieron que siempre puede
haber un mal mayor y a partir de ese escándalo del león comenzaron a pensar
mejor antes de quejarse por sus problemas cotidianos. Asimismo, fueron lo
bastante inteligentes como para mantenerse lo más a salvo posible cada vez que
el fiero animal se proyectaba de esa forma.
El Deseo de Luisa
Hace mucho tiempo, existió un pueblito pequeño de nombre Tristonia, cuyos
habitantes eran muy pobres, tan pobres, que apenas tenían para comer o para
vestir. Sin embargo, a pesar de la pobreza, eran personas muy bondadosas, que
compartían todo cuanto tuviesen, incluso la tristeza.

En efecto, las personas de aquel pueblito siempre andaban tristes y esperaban


con impaciencia la llegada del nuevo año, pues durante esa fecha, el hada de los
pobres aparecía justo a las doce de la noche, para conceder un deseo a la
persona que tuviese el corazón más bondadoso de todos.

En aquel pueblito, vivía una dulce muchacha llamada Luisa, que se levantaba
cada mañana bien temprano a trabajar la tierra para poder obtener comida, y
brindarla a los más pobres de Tristonia. Las tierras de Luisa no eran buenas, y la
pobre campesina debía trabajar día y noche para lograr abundante comida.

Cuando terminaba la época de cosecha, repartía lo obtenido entre todos y a partes


iguales, y solo se quedaba para ella una porción muy pequeña de los alimentos.
Su alma era tan generosa, que se compadecía de todos los seres de Tristonia, y
sufría por todos los niños que se iban a la cama sin probar bocado alguno.

Finalmente, llegó el último día del año, y todos esperaban impacientes la aparición
del hada mágica para que concediera un deseo. Cuando todos comenzaban a
impacientarse, se abrió una luz en el cielo, y descendiendo hizo su entrada la
noble figura del hada. Tras mirar a todos los ciudadanos, decidió que el deseo
sería para la buena de Luisa, y ¿Saben lo que Luisa pidió?

Pues más tierras para cultivar, y así dar de comer a todos los niños de la ciudad.
Las persona aplaudieron emocionadas, y Luisa pudo ver su deseo hecho realidad.
El Príncipe y la cebolla
Cuando los príncipes aún libraban doncellas atrapadas en castillos, y las brujas
vivían en los bosques y tenían mucho poder, existió un reino lejano, cuyo príncipe
quería encontrar el amor, tener muchos hijos y volverse un rey justo.

Con el paso de los años, el príncipe se convirtió en un apuesto joven, y cierta


mañana decidió partir en busca de una princesa en apuros, para rescatarla y
brindarle su amor por siempre. Tras haber cabalgado durante un tiempo, se dio
cuenta que había llegado al fin del mundo, donde no alcanzaban los colores del
arcoíris ni llegaba el agua de la lluvia.

Un hada que andaba de paso quiso ayudar al príncipe, se trataba del Hada
Distraída, y le prometió que al regresar a su reino, encontraría al gran amor de su
vida, sentada junto al trono esperando su llegada. El príncipe volvió sobre sus
pasos a toda velocidad, pero al llegar al castillo descubrió que le esperaba una
cebolla gigante.

Sin más remedio, el príncipe se casó con la cebolla, y en las noches, se


acostumbró a soportar su olor tan horrible. Con el paso de los años, la cebolla
aprendió a hablar, a recitar poemas y cantar hermosas melodías, y el príncipe
comenzó a sentirse a gusto con su esposa, quien le hacía reír y le preparaba
sopas exquisitas con su propia piel.

Un buen día, el Hada Distraída se apareció en el reino, disculpándose con el


príncipe por su terrible confusión, pues había equivocado sus conjuros y debía
devolver la cebolla a su dueño y en cambio ofrecerle la hermosa princesa que
siempre había querido. Sin embargo, el príncipe se negó rotundamente, pues
había encontrado el amor junto a su querida cebolla.

Y así amigos, es que no debemos dejar de creer en los imposibles, y mucho


menos, en un sentimiento tan poderoso como el amor.
Fiorina y Pionina
En el país de las hadas, nadie es más bella que Fiorina, excepto su hermana
Pionina. Pero nadie es capaz de saberlo, porque nadie ha conocido jamás a
Pionina.

Cuando las dos hadas hermanas nacieron, se formaron en una gotica de rocío
mañanero que se quedó en los pétalos de una hermosa rosa blanca. Allí crecieron
las dos hadas, envueltas y seguras en el interior de la flor. Y aunque la curiosidad
les motivaba a salir al exterior, ninguna de las dos se atrevía a hacerlo por temor a
lo que pudieran pensar de ellas las otras hadas.

Fiorina y Pionina pensaban que eran horrorozas y tontas, y que jamás serían
tratadas con amabilidad. Vivían con tanto temor que no se les ocurría salir de la
flor. Un buen día, Fiorina quiso salir, sin importarle lo que pudieran pensar de ella:
“Si soy tonta y horrorosa, al menos seré de buen corazón, y trataré a todas las
hadas con amabilidad para que me acepten entre ellas”.

Su hermana Pionina no estaba de acuerdo, y temblaba de miedo solo de pensar


en que debía abandonar su cobija tan segura. De ese modo, Fiorina salió sola al
mundo, y pudo ser contemplada a plena luz del día. El resto de las hadas, se
rindieron a sus pies por lo hermosa que era, y los animales del bosque se
reunieron cerca de ella para contemplar el brillo de sus ojos y la hermosura de sus
cabellos.

Entonces, Fiorina quiso buscar a su hermana, para mostrarle lo equivocadas que


estaban, pero no pudo recordar en qué flor se encontraba su hermana, pues
existían cientos de rosas blancas en aquel lugar. Y aún hoy continúa Piorina
escondida entre las rosas blancas, con temor de salir afuera y sin saber que es la
más hermosa de todas las hadas.
El Hada que no podía Volar

Había una vez, un lugar especial donde habitaban todos los seres mágicos del
mundo. Desde horribles ogros, hasta elfos de oreja puntiaguda. Por supuesto, las
hadas también vivían en aquel lugar, donde reinaba la paz y la armonía.

Entre las hadas, existía una muy pequeña y de blancos cabellos que, a diferencia
de sus hermanas, no podía volar, pues había nacido sin alas. Inés, como se
llamaba la pequeña, había crecido con mucha tristeza al ver como el resto de las
hadas se alzaban hasta el cielo y reían de placer volando entre las ramas de los
árboles y empinándose hasta las nubes.

Sin embargo, como sólo podía caminar, poco a poco se hizo de grandes amigos
que no habitan en las alturas, como las ranas y los conejos, y estos le enseñaron
todos los escondrijos y pasadizos secretos de aquella tierra mágica.

Un buen día, mientras transcurría una hermosa mañana llena de tranquilidad, los
humanos irrumpieron de la nada con espadas y con odio, y sembraron el caos
entre todos los habitantes mágicos del lugar. Las hadas, desesperadas, corrieron
para salvar sus vidas, pero los hombres más altos lograban capturarlas y
encerrarlas en sus jaulas.

En ese momento, la pequeña Inés corrió al encuentro de sus hermanas y les


indicó la entrada a un túnel secreto por donde podrían escapar de los humanos.
Sin embargo, el túnel era tan pequeño, que las hadas no podían entrar con sus
alas enormes. Algunas se negaron rotundamente, pero la mayoría quebraron sus
alas y escaparon junto a Inés para ponerse a salvo. Luego agradecieron a la
valerosa Inés por haberlas salvado y jamás volvieron a menospreciarla.
Caperucita y las Aves

Hubo una vez en el mundo, un invierno crudo y feroz, que hacía temblar de frío
todas las criaturas del bosque, en especial los pájaros pequeños. La nieve cubría
la tierra, y llenaba de fría escarcha las ramas de los árboles. De esta manera, era
imposible para las avecillas buscar comida con que alimentar a sus crías.

La hermosa y buena Caperucita, sintió compasión de los pajaritos y comenzó a


llenar su ventana con granos de arroz. En pocos segundos, la ventana se llenó de
estas criaturas, que además, buscaban el calor de la casa. Entonces, Caperucita
dejó pasar a todas las aves del bosque, quienes se refugiaron a los pies de la
chimenea.

Con el tiempo, los alimentos comenzaron a escasear también para los hombres, y
la aldea vecina decidió atacar el poblado donde vivía Caperucita con el fin de
arrebatarle todas sus provisiones. “Nos superan en número. Debemos pedir ayuda
al Rey” gritó uno de los habitantes, pero otro dijo “Es imposible. Los caminos están
cubiertos por la nieve”.

Entonces, la joven Caperucita pidió a la paloma que enviara un mensaje al rey, y


la blanca ave pareció entender, pues salió a toda velocidad por la ventana. Con el
paso de los días, Caperucita no recibía noticias de la paloma y para colmo de
males, los enemigos habían entrado en el pueblo con la intención de saquear cada
una de las casas.

Fue en ese preciso instante, cuando asomó la esperanza, y aparecieron


milagrosamente los guardias del Rey, propinando una severa golpiza a los
malhechores, quienes huyeron a toda prisa del lugar. La paloma mensajera
llegaba detrás, volando con sus últimas fuerzas hasta caer en las manitas tiernas
de Caperucita.
La Sirenita que se convirtió en sal

Había una vez una sirena que vivía en el fondo del mar. A pesar de que su vida se
encontraba en las profundidades, ella anhelaba salir a la superficie y vivir una vida
humana.

Cuando cumplió dieciocho años hizo un trato con una hechicera que le dio el poder de
convertirse en humana durante las noches. Pero la magia de este hechizo solo surtía
efecto hasta el amanecer, debía ser muy cuidadosa de regresar antes al agua.

Esa misma noche decidió visitar el pueblo cercano, donde celebraban unas fiestas. Salió
de la orilla convertida en una hermosa doncella, de cabellera rubia y espesa. Tomó
prestado un vestido que encontró cerca y caminó hacia el lugar del que provenía la
música.

Entre la multitud distinguió un joven alto y apuesto, que la miraba con el mismo interés
que ella lo hacía. Para su sorpresa el joven la tomó de la mano y la invitó a bailar.
Bailaron toda la noche sin parar, a pesar de que la sirena nunca antes lo había hecho.

No se dijeron nombres, solo se despidieron prometiéndose que la noche siguiente se


volverían a encontrar en el muelle. Así ocurrió, al igual que la siguiente y la siguiente.
Tomó solo tres noches para que floreciera el amor entre el desconocido y la sirena, que
era feliz como nunca antes.

La cuarta noche la sirena acudió a la cita acordada, pero para su sorpresa el joven no
apareció en el muelle. La sirena preguntó desconsolada a todos los que encontraba a su
paso, hasta que un anciano pescador que había sido testigo de las citas de los
enamorados le dijo: – “Ese joven era un príncipe de una tierra lejana, su padre se lo llevó
esta tarde con muchas prisas y no se sabe si regresará. Te buscó durante horas”.

La sirena rompió a llorar, su corazón no podía aguantar la tristeza de no volverlo a ver.


Sin darse cuenta la luna comenzó a languidecer y el sol comenzó a anunciar el amanecer,
hasta que fue demasiado tarde. No le importó, se entregó a la calidez del astro rey que
rompió el hechizo y la convirtió en una preciosa estatua de sal, situada frente al mar. Ahí
permanece todavía, esperando el regreso de su amor algún día.
La hormiga laboriosa

Eran los últimos días de verano y David había sido invitado a la celebración del
cumpleaños de uno de sus primos mayores. El festejo fue enorme, había una gran tarta,
una búsqueda del tesoro y muchísimas diversiones más. Después de corretear por toda la
casa y participar en sus juegos favoritos, David y los otros niños fueron hacia el jardín, a
donde se había trasladado la fiesta.

Mientras los adultos conversaban, los niños seguían corriendo y haciendo travesuras. De
repente llamó la atención de David una enorme fila de diminutas hormigas, que iban muy
atareadas transportando pequeñas cantidades de comida.

Se quedó mirando fijamente a las hormigas durante algunos segundos, hasta que agarró
una para verla más cerca y casi de inmediato intentó aplastarla entre sus dedos.
Afortunadamente para la hormiga, la madre lo llevaba observando un buen tiempo y en
cuanto se dio cuenta de sus intenciones, lo detuvo.

David miró a su madre con cara de desconcierto, al igual que los demás niños que habían
presenciado la escena y se agrupaban alrededor. La madre con tono dulce le dijo al niño:

– ¿Por qué las lastimas, acaso te han hecho daño? ¿No ves lo duro que están trabajando
para recolectar comida para el invierno? – La madre se volvió y dijo al resto de los niños
que la miraban con atención.

– Nunca debemos intentar dañar a un animal solo porque podemos. En cambio debemos
cuidarlos e intentar aprender de ellos. Las hormigas por ejemplo, a pesar de ser tan
pequeñas, son de los insectos más laboriosos y fuertes que existen en la naturaleza. ¿No
ven cómo colaboran todas juntas para transportar cargas mucho más grandes que su
tamaño?

David de inmediato se sintió arrepentido por la mala acción que casi había cometido y
prometió a su mamá que nunca más intentaría dañar a un animal, por pequeño que este
fuese. Sus amigos, al igual que David, aprendieron aquel día una valiosa lección que
recordarían toda la vida.
El Rescate en la Nieve

Érase una vez un campesino que habitaba con sus dos hijos en un lugar muy distante,
cercano al paso de una montaña. El campesino siempre había tenido mal carácter, pero
con los años este había empeorado e incluso se había vuelto cruel con sus animales, a
los que maltrataba sin razón, en especial a los perros a los cuales golpeaba y apedreaba.

Un día de invierno, sorprendió a uno de los hijos que regresaba del pueblo, una gran
tormenta de nieve. El clima era terrible y el joven perdió el camino de regreso a su cabaña
en medio de las montañas nevadas, por lo que vagó sin rumbo hasta caer inconsciente en
la nieve.

Estaba a punto de morir congelado, cuando sintió en su rostro un aliento cálido y húmedo
que lo hizo despertar. Frente a él se encontraba un vigoroso perro de robusta
constitución, que llevaba una manta en el lomo. De inmediato el joven se apresuró a
envolverse en la manta y con un poco de esfuerzo se tumbó sobre la espalda del animal,
que con mucho trabajo logró trasladarlo el resto del camino.

La tempestad no mostraba clemencia y el campesino temía por la vida de su hijo sin


poder hacer nada más que esperar. Ya se encontraba desesperado cuando sintió frente a
la puerta lo que parecía ser un ladrido. Con sorpresa descubrió que uno de los perros a
los que tanto maltrataba le había salvado la vida a su hijo, no sabía qué pensar.

De inmediato tomó a su hijo en brazos y lo cubrió de mantas frente al fuego. Luego


regresó por el perro, que se encontraba tendido en la entrada desfallecido sin fuerzas y lo
atendió con igual devoción. En lo adelante el campesino nunca más dañó a un animal, de
hecho creó un refugio para perros como aquel al que tanto le debía. Le puso como
nombre San Bernardo y muchas historias se han contado de aquellos perros que
asistieron y refugiaron a cientos de caminantes que transitaban por el paso.

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