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TRANSGÉNICOS
INSTITUTO TECNOLÓGICO DE CUAUTLA
Anuncio del incremento de las alergias a soja en un 50% en tan sólo 1 año, tras la
introducción de soja transgénica en la cadena alimentaria.
Y es que los países europeos han guardado ciertas reticencias, como podemos comprobar
en estos hechos:
En febrero de 1999, las asociaciones de administraciones locales británicas
acordaron recomendar que no se consuman productos transgénicos en escuelas,
residencias de ancianos y servicios diversos de las administraciones locales.
Austria ha prohibido la importación de maíz transgénico de Novartis y Monsanto,
y no permite plantar ningún cultivo transgénico comercial en su territorio.
En Francia, se dio una prohibición de facto para los cultivos comerciales, con varios
casos en los tribunales.
Dinamarca, en noviembre de 1998 anunció una moratoria para los cultivos
transgénicos y la venta de semillas manipuladas genéticamente.
Así, el 24 de junio de 1999 el consejo de ministros de medio ambiente de la UE
decidió una moratoria de facto para la aprobación de nuevos cultivos transgénicos
mientras no entren en rigor normas más estrictas.
Pero la opinión no es unánime, de hecho, encontramos 3 grandes rasgos entre los países de
la UE:
Francia, Dinamarca, Grecia, Italia y Luxemburgo que suspenderán las autorizaciones
para la difusión de nuevos organismos modificados genéticamente (a partir de
ahora, OMG).
España, Reino Unido, Irlanda y Portugal, que no han suscrito ninguno de los 2 textos
del acuerdo, siendo los países más “tecnoentusiastas”.
En 1999, el gobierno belga tuvo que retirar de la circulación miles de pollos, huevos
y productos porcinos con dioxinas, uno de los componentes más peligrosos que existen.
Parece que empresas de piensos empleaban para la fabricación de sus productos, unas
grasas y aceites usados contaminados con venenos industriales, precursores de las dioxinas.
Y es que industrias como las papeleras, la metalurgia, las químicas de síntesis y sobre
todo las incineradoras de residuos, generan dioxinas que se dispersan por el entorno, para
luego ascender concentrándose por las cadenas tróficas.
Así, en Francia en 1997 se hallaron altos niveles de dioxinas en productos lácteos y
se estima que cada año entre 1.800 y 2.500 franceses mueren cada año de algún cáncer
relacionado con dioxinas.
Ya se vio en España en los años 80, con la intoxicación por aceite de colza, y tal como
afirmó Manuel Sacristán, “el complicado fondo causal último de la intoxicación española en
1981 es la necesidad capitalista de mantener lo más bajo posible el valor de la fuerza de
trabajo”.
Es por lo tanto, “lógico” para el sistema producir alimentos baratos, ignorando o
infravalorando los riesgos de todo tipo, con el objeto de abaratar el valor de la fuerza
de trabajo e incrementar así las rentas del capital.
III - MARCO TEÓRICO E HIPÓTESIS
A partir de ahora se pasará a enumerar y rebatir los argumentos que utilizan las
transnacionales (en sombreado verde). De hecho, los integraré dentro del apartado
correspondiente en el cual se irán mencionando los riesgos que supone esta biotecnología
de las transnacionales.
En Septiembre de 1999, hubo quejas en EEUU en que los granjeros habían sido mal
orientados por multinacionales agroquímicas y productoras de semillas, que se limitaban a
animarlos a plantar superficies cada vez más extensas de transgénicos. La estrategia de
estas megacorporaciones ha consistido en intentar crear una situación sin vuelta atrás,
ocupar un terreno de donde no pudieran ser desalojadas.
El mejor aunque defectuoso argumento con que parecen contar ciertas tecnologías
para seguir entre nosotros es que ya se hayan entre nosotros, y además es muy difícil su
erradicación. Encontramos ejemplos en la energía nuclear, el sistema de transporte basado
en el automóvil...
Así parecen escapar a nuestra capacidad de elección y control. Sin embargo, una
evaluación temprana y la monitorización del desarrollo de nuevas tecnologías, así como la
promoción de la participación pública en ese control, pueden contribuir a prevenir los
efectos negativos.
Las grandes transnacionales afirman que no hay que preocuparse porque no existen
diferencias entre cruzar 2 variedades de trigo e insertar en un tomate genes de un pez, ya
que “todos somos transgénicos”, y “hemos comido genes desde siempre”.
o Esos vectores están diseñados para romper las barreras entre especies, de
manera que puedan transportar genes entre una amplia variedad de
especies. Así, hay virus que podrán afectar a muchos tipos de seres vivos.
o Esos vectores suelen contener genes “marcadores” de resistencia a los
antibióticos, que pueden transferirse a otros organismos (entre otros, a
bacterias patógenas).
o Los vectores están diseñados para desactivar los mecanismos de defensa con
que las células invadidas degradan el ADN extraño.
Riesgos
Entrando ya en el tema de los riesgos, observamos de 4 clases, los cuales iremos
desarrollando más adelante –no necesariamente en este orden-:
1) Riesgos sanitarios: ej. potencial alérgeno de los nuevos alimentos recombinantes.
2) Riesgos ecológicos: ej. reducción de la biodiversidad silvestre...
3) Riesgos sociopolíticos: ej. reducción de la biodiversidad agropecuaria, incremento de
las desigualdades Norte-Sur a consecuencia de la “tercera revolución verde” basada
en la ing. genética.
4) Riesgos para la naturaleza humana: ej. difusión de ideologías y prácticas
eugenésicas, creación de nuevas “razas” de seres humanos para realizar cometidos
específicos...
Hoy en día, sólo los del primer tipo (sanitario) se están teniendo en cuenta, mientras que los
otros tres apenas se consideran, o no se tienen en cuenta en absoluto.
Vamos a profundizar en los riesgos ecológicos:
En la manipulación genética se extreman ciertas propiedades de los genes, más
resistencia frente a los tóxicos, más capacidad de sintetizar productos químicos... es obvio
que extremar estos “extremos” implica crear riesgos de desestabilización o ruptura de
equilibrios naturales y sociales existentes.
Pongamos varios ejemplos:
Ej nº 1. La transferencia horizontal de genes entre diversas especies a través de los
vectores empleados en ing. genética pueden crear graves problemas de “contaminación
genética” y en el peor de los casos, “superpatógenos”.
Esos elementos genéticos parasitarios, pueden saltar de unas células a otras, introducirse
en el genoma y salir de él, multiplicarse en las células y persistir en estado latente en el
medio ambiente, por lo que una vez sueltos, es imposible controlarlos o recuperarlos.
Así, se crean nuevos patógenos, y muchas veces resistentes a muchos antibióticos.
Ej. nº 2. Por otra parte, pueden haber efectos en cadena en los ecosistemas y
agrosistemas. Uno de los problemas previsibles de la utilización masiva de plantas
transgénicas resistentes a los herbicidad y equipadas con toxinas insecticidas sería la
drástica disminución de insectos y muchas hierbas en los campos, que sirven a su vez de
alimento a aves y otros animales.
Además, las toxinas insecticidas se acumulan en el suelo, y tienen impactos devastadores
sobre insectos polinizadores y sobre el propio suelo.
De todo esto se deduce un gran riesgo: el medio ambiente es impredecible, y los
experimentos en un laboratorio no garantizan cuál será el comportamiento del organismo
transgénico en el medio ambiente, que se convierte así en laboratorio en cada nueva
liberación.
Por ejemplo, se manipuló a una bacteria de suelo, para que fuera capaz de “digerir”
restos agrícolas y ganaderos produciendo etanol. Se suponía que los restos podrían
emplearse para fertilizar el suelo. Parecía una idea redonda, pero el suelo abonado de esta
manera se esterilizaba, las semillas morían al poco de brotar. ¿La explicación? La bacteria
transgénica era fuertemente competitiva con los microorganismos naturales del suelo, y
dañaba a unos microorganismos procedentes de la simbiosis de hongos con las raíces de las
plantas, que son esenciales para la alimentación. Es un ejemplo que cómo algo teórico,
luego en la realidad no se cumple.
Sigamos ahora con otro argumento de las transnacionales,
En respuesta podemos decir que hay efectos que pueden no aparecer a corto plazo, pero sí
a medio y largo. Y si no se detectan efectos nocivos, es porque sencillamente tampoco se
buscan, no se hacen las preguntas adecuadas. Como dicen los anglosajones, “no miro para
no ver”.
También es difícil justificar que alguien ha enfermado debido al consumo de alimentos
transgénicos, porque sencillamente aunque llevan consumiéndose años en EEUU, no han
sido etiquetados.
Pongamos un ejemplo descriptivo sobre el peligro de transnacionales como Monsanto:
En 1993, los EEUU dieron permiso a Monsanto para comercializar la hormona de
crecimiento bovino obtenida por manipulación genética, que se inyecta a vacas leches para
que den más leche, pero les causa muchos efectos secundarios indeseables
(malformaciones de los terneros, transtornos reproductores...)
En Abril de 1998, un informe oficial del gobierno canadiense destapó el escándalo
político y científico que supuso la autorización de esa hormona. Tanto Monsanto como el
ministerio de alimentación estadounidense ocultaron daros esenciales.
Dijeron que un experimento en el que se suministró la hormona a ratas durante 90
días se había mostrado que ésta “no era activa por vía oral en ratas”, pero según ha revelado
el informe canadiense, entre el 20 y el 30% de las ratas desarrolló anticuerpos a la hormona,
probando así que ésta había penetrado en su sangre y alertado al sistema inmunológico,
además aparecieron quistes en el tiroides e infiltraciones en la próstata.
No se hicieron los necesarios estudios toxicológicos ni si supone un riesgo para la
salud humana. Además, los científicos autores del informe canadiense fueron amenazados
por sus superiores -por lo visto más sensibles a los intereses de Monsanto que a su deber de
proteger la salud de la gente- para que alteraran su texto. Y eso que se nos insiste que “todo
está bajo control”.
Resumen de los riesgos ecológicos de los cultivos y alimentos transgénicos:
Efectos tóxicos o alergénicos debido a productos transgénicos o productos de
interacciones con genes huéspedes.
Propagación de transgenes a especies silvestres cercanas por hibridación sexual.
Transferencia horizontal de genes a través de la mediación de un vector a especies
de plantas sin relación alguna.
Recombinación de vectores que generan nuevas cepas virulentas de virus.
Transmisión a través de un vector de resistencia a los antibióticos a bacterias del
medio.
Incremento de la contaminación química del agua y los alimentos.
Aumento de las enfermedades relacionadas con biocidas entre los trabajadores de
campo.
Las plantas transgénicas equipadas con bio-insecticidas aceleran la evolución de
resistencias a estos en las plagas –con lo que pierden eficacia los bio-insecticidas
naturales-.
Concentración de los insectos normales sobre los cultivos no transgénicos,
sometiéndolos a daños acrecentados.
Alimentos manipulados para que tengan buen aspecto, con independencia de su
valor real para la nutrición.
La expansión de los cultivos transgénicos amenaza la diversidad genética por la
simplificación de los sistemas de cultivos y la promoción de la erosión genética.
Tal y como dice el informe sobre el desarrollo humano de 1999 elaborado por el
PNUD, y el cual cito textualmente:
Sin embargo, hay evidencias que restos de estos herbicidas causan defectos de
nacimiento en animales de laboratorio, es tóxico para los peces y puede causar cáncer en
humanos. Es absorbido vía dermatológica, por lo que representa riesgos también para los
agricultores.
El glifosato es tóxico para algunas especies que habitan el suelo (arañas,
escarabajos...) y organismos acuáticos (peces). Además, este herbicida se acumula en frutos
y tubérculos, por lo que preocupa la cuestión de la contaminación de los alimentos por
residuos del herbicida.
Incluso recientes estudios escandinavos han encontrado contaminación de aguas
subterráneas por glifosato en Dinamarca (algo imposible según Monsanto) y evidencia la
conexión entre la exposición a glifosato y tumores del tipo linfoma que se incrementó un
80% desde comienzo de los años 70.
Uno de los argumentos más desvergonzados que utilizan es que la ingeniería
genética servirá para terminar con el hambre en el mundo. Se llega a criticar a los
“tecnocráticos” de insensibilidad e insularidad con los pueblos hambrientos del sur. Incluso
se afirma que “los ecologistas extremistas impiden erradicar el hambre”.
Y es que no hay ejemplo más claro como la tecnología de semillas estériles que
patentó EEUU y que fue bautizada como “tecnología terminator”. Esta tecnología impide la
germinación de las semillas, con lo que cultivos básicos como son el trigo, el arroz o el sorgo
pasan a ser de un solo uso. Con el maíz se hacen variedades híbridas, ya que esta hibridación
es un método biológico eficaz para obligar a los agricultores a comprar semillas cada año.
Hasta ahora muchos cultivos se resistían a la hibridación, pero con la tecnología
“terminator” se habrá roto esta barrera, y se acelerará la desposesión del agricultor y la
monopolización de las semillas. Y es curioso cómo se ha conseguido, ya que Monsanto
compró la empresa “Delta and Pine Land Company”, poseedora de la patente de
“terminator” y éste es un claro ejemplo de cómo se privatizan los resultados de la
investigación pública o semipública.
Antes las protestas que la tecnología terminator despertó en todo el mundo,
Monsanto acabó por prometer en octubre de 1999 que no comercializaría estas semillas.
Pero se han desarrollado ya tecnologías que dejan atrás a la “terminator” original.
Estas nuevas tecnologías de semillas estériles, mutiladas, “drogadictas”
(dependientes de insumos químicos) no son una innovación, de hecho, representan la
dirección que está tomando la manipulación genética, y muestra lo que verdaderamente
quieren las transnacionales agroquímicas que hoy aumentan su poder para controlar,
manipular y mercantilizar la vida.
Hay mayor vulnerabilidad de los países del Sur ante la contaminación genética, como
pueden ser riesgos de hibridación entre plantas cultivadas transgénicas y sus
parientes silvestres. En estos países del Sur, introducir cultivos transgénicos exigiría
muchas más precauciones, mientras que lo previsible es que se tomen todavía
menos que en las naciones ricas del Norte.
Conviene indicar que la concesión de patentes sobre seres vivos y sobre material
genético supone una profundización sin precedentes en el proceso de total
mercantilización, privatización de la naturaleza y dominación sobre las personas que
caracteriza al sistema industrial capitalista.
Como ejemplo decir que la empresa Delta Pine (célebre por la patente terminator)
de EEUU se deshizo de varios miles de kilos de residuos tóxicos y biopeligrosos por el
expeditivo procedimiento de tirarlos en un pueblecito de Paraguay, Rincón-í. Es uno de los
casos más sangrantes que se conoce de exportación de daños ambientales y sanitarios
desde el Norte hacia el Sur.
Hay que tener en cuenta las graves consecuencias que las empresas transnacionales
pueden acarrear a la hora de la privatización del conocimiento y de la vida. La concesión de
patentes sobre material biológico tiene profundas consecuencias en la seguridad
alimentaria nacional, en el desarrollo rural y en la protección ambiental. Entraña el riesgo de
incrementar todavía más los procesos de mercantilización, oligopolización de la agricultura
y erosión de la diversidad genética presente en los cultivos agrícolas. Las patentes obligarían
a los campesinos a comprar nuevas semillas cada año, obstaculizarían el intercambio libre
de datos científicos y aumentarían aún más el control por parte de las grandes empresas
transnacionales.
Si se convierten los cultivos alimentarios o las medicinas en mercancías
patentadas, se puede negar su acceso a pueblos y países enteros.
La fuerza de estas transnacionales se vio hace poco en Irlanda, cuando Monsanto
amenazó al país entero si no autorizaban los experimentos de campo con su remolacha
azucarera modificada genéticamente: en tal caso “podría volverse muy difícil” abastecer al
país con cualesquiera otras semillas de Monsanto.
Voy a ilustrar con un ejemplo cómo los alimentos transgénicos no acabarán con el
hambre en el mundo. Es el ejemplo de los indios chimanos y la leishmaniosis.
La leishmaniosis es una de las peores enfermedades parasitarias; transmitida por mosquitos,
afecta a 350 millones de personas en todo el mundo (aunque no preocupa demasiado en el
Norte, donde daña sobre todo a animales de compañía como los perros). En 1987 Alain
Fournet, un químico francés que trabajaba en el Instituto Boliviano de Biología de Altitud,
halló que los indios chimanos aplicaban una eficaz cataplasma en las heridas producidas por
el parásito, a partir de una planta llamada eventa. Investigado el asunto, resultó que el
principio activo de la planta es 200 veces más activo que el extracto natural y ofrece la
promesa de un tratamiento eficaz contra la enfermedad.
Fournet patentó las chimaninas que había tomado de los chimanos. Pero 10 años
después, todo seguía igual: ninguna empresa farmacéutica quería desarrollar un
medicamento cuyos beneficiarios serían principalmente campesinos pobres bolivianos, sin
recursos para pagarlo. Finalmente, en 1999, una transnacional toma cartas en el asunto: el
departamento de salud animal de Novartis se interesa por la molécula y comienza a hacer
pruebas en animales. El poder adquisitivo de un perro del Norte es mayor que el de un
campesino del Sur.
Por otra parte el desarrollo de la diversidad genética en las especies agrícolas es
fruto de miles de años de trabajo campesino, y sería contrario a toda justicia que se
convirtiese en propiedad privada de una empresa que en apenas una década puede
transformarla en cultivo comercial. Una legislación favorable a las patentes sobre material
biológico agrandará aún más las distancias entre los países del Norte y los del Sur.
Y es que la extensión del derecho de patentes hasta abarcar seres vivos, material
biológico y procesos biológicos redunda en un impresionante movimiento hacia la
privatización del conocimiento científico-técnico y de la vida. Se trata de una enorme
acumulación de poder privado, y precisamente en empresas de los dos sectores que afectan
a las necesidades más básicas de las personas: alimentación y salud.
Las consecuencias de esta privatización del conocimiento y de la vida las podemos
resumir en:
Incremento de las desigualdades sociales en cada país, y de las desigualdades Norte-
Sur.
Cuando las empresas agroquímicas, de semillas y farmacéuticas se fusionan en unas
pocas megaempresas, los ciudadanos y las comunidades agrícolas pueden quedar
atrapados en una férrea cadena de controles
Reducción de la variedad de líneas en investigación básica.
Reducción del lapso de tiempo que media entre la fase de I+D y la comercialización
de los productos, con un aumento correlativo de los riesgos para los consumidores
y el medio ambiente.
El zorro como guardián del gallinero: son las empresas quienes realizan y evalúan las
pruebas de campo, en general sin control público, o con un control muy insuficiente.
Falta de información sobre lo que realmente se está haciendo (al amparo del secreto
comercial).
Sin duda hay un interés claro por parte de los defensores del actual orden
económico-social en mantener el debate sobre biotecnologías en un terreno lo más
“técnico” posible (el terreno donde sólo se permite jugar a los “técnicos”). Pero esto es
inaceptable, porque las grandes opciones tecnológicas son asuntos que afectan a toda la
sociedad. Hoy, no es posible hablar de biotecnologías sin hablar al mismo tiempo de
capitalismo.
A veces se descalifican los recelos que la mayoría de las personas experimentan hacia
las aplicaciones agropecuarias de la manipulación genética como fruto de la ignorancia,
dando a entender que si comprendiesen mejor los aspectos científicos del problema serían
más favorables a los nuevos organismos transgénicos. No es infrecuente que tales
observaciones se asocien con la idea de dejar las decisiones en manos de los “expertos”
que “entienden verdaderamente los problemas”.
1.- Decisiones impuestas contra - Aprobación por la Comisión Europea del maíz
resoluciones de las instituciones de transgénico de Novartis contra la resolución del
representación democrática. Parlamento Europeo y contra la opinión de 13 del
os 15 estados miembros.
- Cesión de la Comisión Europea ante las presiones
de EEUU en la cumbre mundial de Seattle de
diciembre de 1999, aceptando incluir los
alimentos transgénicos en la OMC, contra la
opinión de los 15 estados miembros.
Otro argumento que se utiliza por parte de los defensores de la manipulación genética es
que los que se manifiestan en contra de esta actividad están impidiendo el avance de la
ciencia, y los acusan de ludismo.
De igual manera que a comienzos del s. XIX el problema no era la máquina de vapor,
sino la explotación de los trabajadores y la organización capitalista del trabajo, a finales del
s. XIX el problema no son las “tijeras enzimáticas” para recortar y pegar genes, sino la
apropiación de estas tecnologías por poderes sospechosos e incontrolables para poner en
marcha una nueva “revolución tecnológica” capitalista.
Y es que hasta los “cálculos de riesgo” pueden ser objeto de manipulación. Para ello
voy a recurrir a un ejemplo de catástrofe del pasado: Chernobyl.
Las estimaciones de la industria nuclear sobre la seguridad de los reactores
nucleares, antes de los accidentes de Three Mile Island y Chernobyl, eran
extraordinariamente optimistas. Una de las más publicitadas fue el famoso “Informe
Rasmussen” de 1974, el cual, en 13 volúmenes y con un coste de más de 3 millones de
dólares, elaborado en 2 años, aseguraba que la probabilidad de un accidente nuclear grave
era solamente de uno por millón (un accidente importante por cada millón de años/reactor)
si morían 70 personas, y para accidentes aún más graves (De unos 2.700 muertos) sería de
uno por mil millones.
La realidad de los hechos no tardó en proporcionar un terrible desmentido. Después
de Chernobyl, la Agencia Internacional de la Energía Atómica ha evaluado la probabilidad de
accidentes importantes en uno cada mil años/reactor, teniendo en cuenta la cantidad de
reactores instalados en todo el mundo, esto nos lleva a un promedio de un accidente grave
cada dos años y medio en algún punto del globo. Como se ve, el riesgo estimado es ahora
un millón de veces mayor que el de “informe Rasmussen”.
Llevando esto al terreno de los transgénicos, Inglaterra evaluó que, con una distancia
de separación de 200 metros, la probabilidad de que el polen de maíz transgénico
contaminase (por polinización cruzada) el maíz normal era de un grano de polen por cada
40.000. Al tiempo, otra científica dio a conocer sus propios resultados, y la probabilidad (con
vientos moderados, y teniendo en cuenta factores como la polinización por abejas) era de
un grano de polen por cada 93. De repente, el riesgo se ha multiplicado por 430.
Toda sustancia, proceso o producto donde intervengan técnicas de manipulación
genética tiene que demostrar su inocuidad y su compatibilidad a largo plazo con la salud
pública y el medio ambiente antes de aceptarse su producción. Es cierto que los riesgos
forman parte de la vida y que no puede pensarse en su eliminación completa: pero en
cualquier caso deberían ser los expuestos a posibles daños quienes decidieran si aceptan o
no tal exposición.
La cultura clásica del riesgo defiende la libre empresa y la comercialización de
productos sin trabas en tanto que la peligrosidad no haya sido probada. La nueva cultura del
riesgo, fundada en el principio de precaución, invierte la proposición considerando que la
prudencia se impone en tanto no se haya probado su inocuidad.
Pero ante actividades que puedan plantear riesgos graves, cabe preguntarse:
¿verdaderamente necesitamos esta actividad?
Sólo en una docena de años, entre 1986 y 1998, se han realizado unas 25.000
pruebas de campo de OMGs en todo el mundo; en España sólo en 4 años (de 1996 a 1999)
se realizaron más de 400 ensayos. Únicamente en el año 1997 se realizaron unas 3.000
pruebas en EEUU. En la práctica, lo que eso significa es que, en lugar de realizar las
experiencias peligrosas en laboratorio, estamos convirtiendo la biosfera entera (y
nuestros propios cuerpos dentro de ella) en un laboratorio de alto riesgo.
En nuestro país, por desgracia, una prudente iniciativa presentada al Congreso de los
Diputados (prohibir durante 3 años la importación, venta y cultivo de productos
transgénicos en España, para posibilitar siquiera el cumplimiento de la legislación vigente
sobre etiquetado) fue rechazada: el 24 de febrero de 1999, en la Comisión de Medio
Ambiente, PP c CiU votaron en contra (20 votos), contra los 19 votos de IU, PSOE y Grupo
Mixto. El 10 de marzo se perdía otra votación semejante en el Pleno del Congreso: 159
diputados contra 133 rechazaron la moratoria. Sendas ocasiones perdidas para poner en
práctica el principio de precaución.
Alternativas a los cultivos transgénicos.
Ya que los transgénicos no son la única posibilidad en la agricultura, deberíamos
pensar en alternativas. Y es que la agricultura ecológica se apoya en la herramienta biológica
más potente de todas, la biodiversidad, y renuncia a otra herramienta cuyos efectos
secundarios se han revelado demasiado graves: la química de síntesis. Crea agroecosistemas
cuyo objetivo es la obtención de alimentos de máxima calidad respetando el medio
ambiente y conservando la fertilidad de la tierra, mediante la utilización óptima de los
recursos naturales y sociales. Aunque no se desprecian los objetivos de productividad, no se
sacrifican los demás aspectos en el altar de los máximos rendimientos posibles. “La cuestión
es tratar la enfermedad, en lugar de los síntomas”. En lugar de diseñar una variedad
transgénica de maíz que sea tóxica para las lombrices de las raíces, un agroecólogo se
preguntará en primer lugar por qué hay un problema de lombrices. En agricultura ecológica,
la fertilización se basa en la materia orgánica (estiércoles y abonos verdes principalmente).
La rotación de cultivos, la diversificación de los mismos, las asociaciones de cultivos con
sinergias positivas, el control de plagas a través de prevención y métodos biológicos, son
prácticas que caracterizan a este “otro paradigma” agrícola, perfectamente capaz de
alimentar a la humanidad pese a la machacona propaganda que intenta persuadirnos de lo
contrario.
Las cooperativas también pueden ser una alternativa, estableciendo lazos directos
entre productores y consumidores de bienes agroalimentarios ecológicos. Ofrecen grandes
ventajas: para el agricultor y ganadero, la seguridad de poder vender toda su producción a
un precio justo acordado de antemano, y la revalorización de su trabajo, apreciado por
consumidores especialmente sensibilizados; para ellos, la eliminación de sobreprecio de los
productos ecológicos y el enriquecimiento que proporciona una relación directa con quien
trabaja para suministrarle alimento y otros bienes.
Soberanía alimentaria.
Resulta llamativo como en el debate sobre los recursos alimentarios en un mundo
donde 800 millones de personas padecen hambre y desnutrición, no se mencionan los
hábitos de consumo de las poblaciones más ricas del planeta. Es como si la dieta cárnica
fuese un tabú político imposible de abordar; como si aceptáramos la famosa y terrible frase
que pronunció George Bus al pie del avión que le iba a llevar a la cumbre ambiental de Río
de Janeiro en 1992, según la cual:
A pesar de ser escasos ejemplos y constituyen una mínima parte de los proyectos
que se están llevando a cabo con estas tecnologías, nos dan cierta esperanza.
Todos los años se producen grandes pérdidas en las cosechas de arroz (base de la
dieta de una tercera parte de la población mundial) por la marchitez o seca causada
por ciertas bacterias. Algunas variedades de arroz son resistentes a la enfermedad, y
con los procesos de mejora clásicos (tardan unos 10 años) se puede intentar transferir
esta resistencia a las variedades comerciales. El proceso se abrevió empleando
técnicas de ingeniería genética: clonando un gen de resistencia y transfiriéndolo a
variedades empleadas en agricultura. Luego se enviaron copias del gen
correspondiente a expertos de Europa, Asia, África y Norteamérica, para que
pudieran introducir la resistencia a la enfermedad en sus variedades locales.
Este último caso no se puede decir en absoluto que sea positivo, sino que indica por
dónde van las ideas de las transnacionales mientras proclaman su deseo de acabar
con el hambre en el mundo. Los agricultores brasileños de Río Grande de Sul cultivan
desde 1993 un tabaco transgénico al que llaman fumo louco –“humo loco”, y fue la
tercera tabaquera estadounidense hizo llegar la semilla a Brasil secretamente y
volando la ley estadounidense de exportación. La propiedad especial de esta planta
es que contiene el doble de nicotina que las normales.
Ni tecnofanatismo, ni tecnocatastrofismo.
En los textos donde se analizan las oportunidades y los riesgos relacionados con la
manipulación genética surgen títulos tan sobrecogedores como “el octavo día de la
creación”, “el segundo Génesis”, “la reinvención de la naturaleza” ...no se tratan de mera
retórica. Tales expresiones apuntan hacia el mismo centro de lo que está en juego, y hay que
denunciar los intentos de banalizar estas tecnologías, a las que deberíamos acercarnos con
“temor y temblor”, pero sin concesiones al irracionalismo. Sin duda satanizar la ciencia y a
los científicos es un camino seguro de derrota para el ecologismo. Entonces tenemos que
tener claro que hay que huir tanto del tecnofanatismo como del tecnocatastrofismo.
Una declaración consensuada por numerosas organizaciones campesinas, indígenas
y ecologistas reunidas en Quito (Ecuador) en enero de 1999, afirmaba:
“rechazamos la manipulación genética por ser una tecnología éticamente cuestionable
que viola la integridad de la vida humana, de las especies que han habitado la Tierra por millones
de años y de los ecosistemas”.
Pero los trasplantes de órganos también “violan la integridad de la vida humana”. De
hecho, el príncipe Carlos de Inglaterra, un destacado crítico de la agricultura basada en
transgénicos, ha declarado que “modificar el curso de las cosechas es entrometerse en la
obra de Dios”. No parece un argumento muy acertado, ya que por ejemplo curar un cáncer
también sería “entrometerse en la obra de Dios”.
III – CONCLUSIONES
Hay que pensarlo 2, 3 y hasta 100 veces antes de manipular la constitución molecular
de los organismos vivos o interferir en el funcionamiento de los ecosistemas. No porque
“sean sagrados” o inmejorables, sino porque la experiencia científica pone de manifiesto
que la probabilidad de que nuestra intervención empeore las cosas es superior a que las
mejore.
La ingeniería genética es una tecnología potentísima, con lo cual requiere de mucha
precaución y prudencia ya que puede acometer daños irreversibles. Y hacen falta
argumentos más convincentes que la necesidad de acumulación de capital propia de una
economía industrial que hasta la fecha sólo ha hecho que probar su carácter destructor de
la naturaleza.
El problema no son las tecnologías de manipulación genética en sí mismas, sino su
apropiación (en el contexto de una creciente privatización del conocimiento científico) por
un puñado de empresas transnacionales embarcadas en un muy ambicioso proyecto de
dominación.
Aun así, ante cualquier aplicación de las nuevas biotecnologías, debemos
preguntarnos estas 3 cuestiones, a mi modo de entender, claves:
¿La aplicación tecnológica es realmente necesaria? Y para saber diferenciar lo
necesario de lo superfluo, creo que el criterio en juego no debe ser el lucro
económico, sino si satisface necesidades humanas básicas.
¿Es la solución que se propone la única concebible? ¿están excluidas todas las vías
alternativas de procurar la satisfacción de necesidades que se intenta?
Así, no se debe renunciar a la manipulación genética, sino que –de acuerdo con los
graves riesgos y las complicadas cuestiones sociopolíticas en juego- se proceda en este
campo con una prudencia especial. En el debate sobre las nuevas biotecnologías lo que ha
de cuestionarse no son los medios (ej. las diversas técnicas de manipulación genética) sino
más bien los fines y las consecuencias.
VII– BIBLIOGRAFÍA.
CC. OO. (1999): Argumentos recombinantes sobre cultivos y alimentos transgénicos. Madrid:
Departamento Confederal de Medio Ambiente. Área de Medio Ambiente de la Fundación
1º de Mayo.
PEDAUYÉ, J. FERRO, A. y PEDAUYÉ V. (2000): Alimentos transgénicos: la nueva revolución
verde. Madrid: McGraw-Hill.
RIECHMANN, J. (2000): Cultivos y alimentos transgénicos. Una guía crítica. Madrid: Los
Libros de la Catarata.
SEGRELLES SERRANO, J. A. (2005): “El problema de los cultivos transgénicos en América
Latina: una “nueva” revolución verde”, Entorno Geográfico, nº 3, pp: 93-120.
Documental “Alimentos transgénicos (Harvest of fear)”. Canal Historia. 56 min.
Documental “¿Qué comemos hoy? Alimentos transgénicos y biológicos”. Documanía. 50
min