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Psicopatología de la violencia y la agresividad.

El comportamiento humano, aquel ejercicio a través del cual los seres humanos median
con la realidad y su entorno ha sido un asunto de constante interés a lo largo de la historia.
Ya desde las sociedades más primitivas se generaban cuestiones en torno a este quehacer
de las personas y se buscaba definir, en teoría, la línea comportamental aceptada.
Ha sido así como a través de las épocas se han configurado distintas formas de pensar el
comportamiento humano, su génesis y sus límites, ya sea a través de concepciones que
ligan el comportamiento anormal a planteamientos de índole sobrenatural o divino, ligando
aquel razonamiento al animismo o el pensamiento mágico, hasta las complejas estructuras
teóricas que actualmente se han construido para dar una explicación en torno a la conducta
desviada o anormal, donde destacan vertientes como la psicoanalítica, la conductista o la
fenomenológica, cada una entendiendo y observando desde su vereda el mismo fenómeno
de manera tan detallada, al punto de generar modelos y estructuras particulares para la
comprensión del mismo.

Fue así como poco a poco se ha ido configurando un posicionamiento en torno a la


desviación o la anormalidad de la conducta, fomentando la construcción de sistemas para
el estudio, la explicación y comprensión de éstas conductas diferentes. Bajo una premisa
como esta se fue desarrollando lo que con el tiempo llegaría a ser lo que hoy conocemos
bajo el concepto de psicopatología. Etimológicamente el concepto de psicopatología se
descompone en psyché, pathos y logos; alma, padecimiento, y lo que en este caso
podríamos traducir como razonamiento, así el concepto de psicopatología se podría
explicar cómo el pensamiento en torno a los padecimientos del alma. Yendo un poco más
allá y en relación a la revisión de la última edición del manual DSM V Ortiz-Tallo (2013) nos
explica la Psicopatología como “La ciencia que estudia la etiología y las características
de los trastornos psicológicos.” (p. 19), por lo tanto, la Psicopatología se encargaría
de buscar las causas de aquella anormalidad del comportamiento en que se
enmarcan los trastornos psicológicos. Para esto se nutre de diversas áreas de la
ciencia en pos de obtener una visión cada vez más amplia de su objeto de estudio,
es así como distintas disciplinas como la psicología, la sociología, la antropología,
la biología, la neurología, la genética y la fisiología, entre otras han ido aportando a
la configuración del escenario actual en Psicopatología.

En este sentido y siguiendo la línea respecto al origen del comportamiento anómalo,


es importante esclarecer qué es lo que se comprende como comportamiento
anómalo y como se determina, para esto en psicopatología se utilizan una serie de
criterios en un intento para para esclarecer, delimitar y explicar la emergencia de lo
anómalo.

El primero de estos criterios es el criterio biológico, bajo el cual se explica aquella


anormalidad del comportamiento bajo la premisa según la cual las “Manifestaciones
psicopatológicas se deberían a disfunciones de estructuras o procesos biológicos” (Ortiz-
Tallo, 2013, p. 23). Según este criterio los trastornos psicopatológicos tienen un origen de
índole orgánica, este criterio ha sido impulsor de grandes avances en el estudio y definición
de diversos trastornos mentales, pero bajo el dominio de este criterio se presenta el
inconveniente de no considerar una diversidad de factores, principalmente psicológicos y
sociales, los cuales traen consigo un gran e importante aporte descriptivo y explicativo para
los esfuerzos de la psicopatología.
Existe también un criterio denominado clínico bajo el cual el rol del evaluador toma el centro
de la acción puesto que éste es el encargado de reconocer una serie de “Alteraciones
objetivas, como serían los síntomas o signos cuya presencia supone una disfunción” (Ortiz-
Tallo, 2013, p. 23). Estos síntomas pueden ser objetivos o subjetivos, como por ejemplo
alteraciones observables o el relato de la persona en cuestión.
Además, la psicopatología se guía bajo un criterio de orden estadístico el cual supone que
en la población general las características de las personas están distribuidas de manera
normal, así lo anómalo seria aquello que no cumple con la norma, por lo tanto “Se considera
patológico lo infrecuente, lo que se encuentra fuera de los límites de la distribución normal”
(Ortiz-Tallo, 2013, p. 23). De esta manera lo que diferencia lo normal de lo patológico pasa
a ser de orden cuantitativo.
Un cuarto criterio es el denominado criterio social, bajo el cual se considera patológico todo
aquello que “Se desvía de las normas sociales establecidas, lo que se aparta de las normas
dominantes en una determinada sociedad o en un momento histórico” (Ortiz-Tallo, 2013, p.
24). Bajo el prisma de este criterio lo anormal estaría determinado por la cultura, y variaría
de una época a otra.
Otro criterio importante está ligado al sufrimiento, el cual pone énfasis en la presencia –o
ausencia- de dolor psíquico. “Este criterio implica que la anormalidad psicológica debe
concretarse en una vivencia subjetiva dolorosa” (Ortiz-Tallo, 2013, p. 24). Por lo tanto,
existiría anormalidad en torno al sufrimiento anímico y su expresión dolorosa.
Y finalmente existe un criterio que fija la atención en la interferencia en el funcionamiento
el cual “Se refiere a que el problema esté causando algún deterioro que interfiera en el
desarrollo de la vida cotidiana de la persona que lo sufre” (Ortiz-Tallo, 2013, p. 24). Esta
interferencia se expresaría en diversas áreas importantes de la vida de las personas como
por ejemplo en el trabajo, la vida familiar –y de pareja-, así como también en actividades de
ocio. Este criterio destaca como uno de los más utilizados para considerar la presencia de
un trastorno mental (Ortiz-Tallo, 2013).
Sobre la violencia (en términos de salud pública)
A la hora de comenzar a pensar los alcances de la psicopatología en el ámbito de la
violencia, se torna imperante establecer el dialogo entre los conceptos. Para eso una
definición de violencia es el fundamento bajo el cual éste dialogo se construye, según la
Organización Mundial de la Salud (2002) la violencia es definida como “El uso deliberado
de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo,
otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (p.4).
Si bien la violencia puede ser una cuestión de apreciación, a través de la definición anterior
es posible delimitar la existencia de la violencia como fenómeno presente, permitiendo así
clarificar sus características, dejando atrás la difusa comprensión de la violencia como mero
acto o problema cotidiano, dando la oportunidad de problematizar en torno al fenómeno y
permitiendo establecer una actitud preventiva antes que reactiva al momento de pensar la
violencia. Es importante destacar que la violencia es un fenómeno ubicuo muy complejo,
cuya noción -así como aquella sobre los comportamientos aceptables e inaceptables- está
profundamente relacionada con la cultura en la que se presenta y estará, con el paso del
tiempo, sometida a una “revisión” en la medida que todos los valores y normas sociales van
evolucionando.

Bibliografía

Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM
5. Arlington, VA.

Han, B (2012) La sociedad del cansancio. Herder

Jara Peñacoba, M (2013). Violencia y Trastornos de Personalidad. Revista digital de Medicina


Psicosomática y Psicoterapia, Vol 3, n°4. Sociedad española de Medicina Psicosomática y
Psicoterapia.

Ortiz-Tallo, M (2013). Psicopatología clínica adaptado al DSM V. Editorial Pirámide. Madrid.


España.

OMS (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington, DC: OPS

Definición de la violencia
La Organización poder físico, cause Mundial de la Salud define de hecho o como
amenaza, contra uno mismo, o tenga muchas probabilidades de causar desarrollo o
privaciones.
Tipos de violencia
La clasificación de la OMS, divide la violencia en tres tipos generales, según las
características de los que cometen el acto de violencia:
 Violencia autoinfligida (Comportamiento suicida y autolesiones)
 Violencia interpersonal (violencia familiar, que incluye menores, pareja y ancianos;
así como también violencia entre personas sin parentesco)
 Violencia colectiva (social, política y económica)

Trastornos destructivos del control de los impulsos y de la conducta Trastorno


negativista desafiante
A. Un patrón de enfado/ irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa que dura
por lo menos seis meses, que se manifiesta por lo menos con cuatro síntomas de
cualquiera de las categorías siguientes y que se exhibe durante la interacción por lo
menos con un individuo que no sea un hermano.

Enfado/irritabilidad
1. A menudo pierde la calma.
2. A menudo está susceptible o se molesta con facilidad.
3. A menudo está enfadado y resentido.

Discusiones/actitud desafiante
4. Discute a menudo con la autoridad o con los adultos, en el caso de los niños y los
adolescentes.
5. A menudo desafía activamente o rechaza satisfacer la petición por parte de figuras de
autoridad o normas.
6. A menudo molesta a los demás deliberadamente.
7. A menudo culpa a los demás por sus errores o su mal comportamiento.
Vengativo
8. Ha sido rencoroso o vengativo por lo menos dos veces en los últimos seis meses.

Nota: Se debe considerar la persistencia y la frecuencia de estos comportamientos para


distinguir los que se consideren dentro de los límites normales, de los sintomáticos. En los
niños de menos de cinco años el comportamiento debe aparecer casi todos los días
durante un periodo de seis meses por lo menos, a menos que se observe otra cosa
(Criterio A8). En los niños de cinco años o más, el comportamiento debe aparecer por lo
menos una vez por semana durante al menos seis meses, a menos que se observe otra
cosa (Criterio A8). Si bien estos criterios de frecuencia se consideran el grado mínimo
orientativo para definir los síntomas, también se deben tener en cuenta otros factores, por
ejemplo, si la frecuencia y la intensidad de los comportamientos rebasan los límites de lo
normal para el grado de desarrollo del individuo, su sexo y su cultura.

B. Este trastorno del comportamiento va asociado a un malestar en el individuo o en otras


personas de su entorno social inmediato (es decir, familia, grupo de amigos, compañeros
de trabajo) o tiene un impacto negativo en las áreas social, educativa, profesional u otras
importantes.
C. Los comportamientos no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno
psicótico, un trastorno por consumo de sustancias, un trastorno depresivo o uno bipolar.
Además, no se cumplen los criterios de un trastorno de desregulación perturbador del
estado de ánimo. Especificar la gravedad actual: Leve: Los síntomas se limitan a un
entorno (p. ej., en casa, en la escuela, en el trabajo, con los compañeros). Moderado:
Algunos síntomas aparecen en dos entornos por lo menos. Grave: Algunos síntomas
aparecen en tres o más entornos.

Trastorno explosivo intermitente


A. Arrebatos recurrentes en el comportamiento que reflejan una falta de control de los
impulsos de agresividad, manifestada por una de las siguientes:
1. Agresión verbal (p. ej., berrinches, diatribas, disputas verbales o peleas) o agresión
física contra la propiedad, los animales u otros individuos, en promedio dos veces por
semana, durante un periodo de tres meses. La agresión física no provoca daños ni
destrucción de la propiedad, ni provoca lesiones físicas a los animales ni a otros
individuos.
2. Tres arrebatos en el comportamiento que provoquen daños o destrucción de la
propiedad o agresión física con lesiones a animales u otros individuos, sucedidas en los
últimos doce meses.
B. La magnitud de la agresividad expresada durante los arrebatos recurrentes es bastante
desproporcionada con respecto a la provocación o cualquier factor estresante psicosocial
desencadenante.
C. Los arrebatos agresivos recurrentes no son premeditados (es decir, son impulsivos o
provocados por la ira) ni persiguen ningún objetivo tangible (p. ej., dinero, poder,
intimidación).
D. Los arrebatos agresivos recurrentes provocan un marcado malestar en el individuo,
alteran su rendimiento laboral o sus relaciones interpersonales, tienen consecuencias
económicas o legales.
E. El individuo tiene una edad cronológica de seis años por lo menos (o un grado de
desarrollo equivalente).
F. Los arrebatos agresivos recurrentes no se explican mejor por otro trastorno mental (p.
ej., trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno de desregulación perturbador
del estado de ánimo, trastorno psicótico, trastorno de la personalidad antisocial, trastorno
de personalidad límite), ni se pueden atribuir a otra afección médica (p. ej., traumatismo
craneoencefálico, enfermedad de Alzheimer) ni a los efectos fisiológicos de alguna
sustancia (p. ej., drogadicción, medicación). En los niños de edades comprendidas entre 6
y 18 años, a un comportamiento agresivo que forme parte de un trastorno de adaptación
no se le debe asignar este diagnóstico. Nota: Este diagnóstico se puede establecer
además del diagnóstico de trastorno de déficit de atención con hiperactividad, trastornos
de conducta, trastorno negativista desafiante o trastorno del espectro del autismo, cuando
los arrebatos agresivos impulsivos recurrentes superen a los que habitualmente se
observan en estos trastornos y requieran atención clínica independiente.

Trastorno de la conducta
A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que no se respetan los
derechos básicos de otros, las normas o reglas sociales propias de la edad, lo que se
manifiesta por la presencia en los doce últimos meses de por lo menos tres de los quince
criterios siguientes en cualquier de las categorías siguientes, existiendo por lo menos uno
en los últimos seis meses: Agresión a personas y animales
1. A menudo acosa, amenaza o intimada a otros.
2. A menudo inicia peleas.
3. Ha usado un arma que puede provocar serios daños a terceros (p. ej., un bastón, un
ladrillo, una botella rota, un cuchillo, un arma).
4. Ha ejercido la crueldad física contra personas.
5. Ha ejercido la crueldad física contra animales.
6. Ha robado enfrentándose a una víctima (p. ej., atraco, robo de un monedero, extorsión,
atraco a mano armada).
7. Ha violado sexualmente a alguien.

Destrucción de la propiedad
8. Ha prendido fuego deliberadamente con la intención de provocar daños graves.
9. Ha destruido deliberadamente la propiedad de alguien (pero no por medio del fuego).

Engaño o robo
10. Ha invadido la casa, edificio o automóvil de alguien.
11. A menudo miente para obtener objetos o favores, o para evitar obligaciones (p. ej.
“engaña” a otros).
12. Ha robado objetos de valor no triviales sin enfrentarse a la víctima (p. ej., hurto en una
tienda sin violencia ni invasión; falsificación).

Incumplimiento grave de las normas


13. A menudo sale por la noche a pesar de la prohibición de sus padres, empezando
antes de los 13 años.

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