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LA IGUALDAD MATERIAL DE LAS PARTES EN EL PROCESO

LABORAL PERUANO

“Una respuesta a quienes la consideran utópica”

Leoncio GALLEGOS RAMÍREZ 1

INTRODUCCION

L as vicisitudes sufridas por los abogados que se desempeñan en la especialidad del derecho
laboral, tanto en la aplicación de la Ley Procesal del Trabajo (LPT) como en la Nueva Ley
Procesal del Trabajo (NLPT), pese a la natural esperanza de los legisladores de que ésta
última sea un vehículo eficaz no solo para una solución pronta del conflicto, sino sobre todo una
solución justa, han evidenciado que existen aún muchos inconvenientes por resolver, siendo
uno de los principales la consecución de la igualdad real de las partes en el proceso laboral. Pese
a que la Ley N° 29497 Nueva Ley Procesal del Trabajo en su artículo III del Título Preliminar ha
positivizado este principio de la doctrina laboral, a la luz de las últimas sentencias, tanto de los
juzgados de la capital de la república como de los distintos distritos judiciales a nivel nacional,
han acreditado que este preconizado principio, no se haga sentir en procura del fin último del
proceso laboral, la paz laboral con justicia.
Este hecho se torna aún más grave, cuando revisamos los fallos de los Juzgados mixtos,
quienes forzados en lograr una célere solución del conflicto, usando la oralidad como medio
para su obtención, sacrifican -al parecer sin la menor aversión- la justicia por el cumplimiento
de obligaciones procedimentales, dejando de lado la naturaleza social del derecho laboral,
inaplicando aquellos principios que son de su dominio, entre los cuales se encuentra el logro de
la igualdad real de las partes a que se refiere la Nueva Ley Procesal del Trabajo (NLPT).
El presente artículo analiza si el espíritu contenido en la NLPT ha tenido efectivo cumplimiento
en la aplicación tanto de la Ley Procesal del Trabajo y de la ya no tan novedosa ley de la materia,
examinando los casos presentados tanto en la sede judicial de Puno -que es la más cercana para
el análisis de la aquí aún vigente LPT – y en otras sedes en las que rige la NLPT, sin embargo no
se cuenta con Juzgados especializados del Trabajo.

I. ANALISIS SOBRE LA CONSECUCION DE LA IGUALDAD REAL DE LAS PARTES EN


EL PROCESO LABORAL PERUANO

E l acogimiento de la Ley de uno de los principios fundamentales de la doctrina laboral


en materia procesal, basado en la desigualdad evidente existente entre el trabajador y
empleador que se ven precisados a recurrir al órgano jurisdiccional para la solución de los
conflictos surgidos como consecuencia de la relación laboral, hacen necesario que debamos
diferenciar la igualdad formal de la igualdad real de las partes en términos procesales.
Tradicionalmente se viene distinguiendo entre un principio de igualdad «formal», o igualdad
ante la ley, y un principio de igualdad «material» o real. El primero de ellos —el principio de

1
Abogado por la Universidad Nacional del Altiplano, socio del Estudio Gallegos & Cervantes Abogados, MBA en
Dirección General por la Universidad C.E.U. San Pablo de Madrid - Instituto Europeo de Post Grado, Subdirector de
Defensa Legal de la Dirección Regional de Trabajo y Promoción del Empleo Puno y actual doctorando del Doctorado
en Derecho de la Universidad Nacional del Altiplano Puno
igualdad formal— constituye un postulado fundamental del Estado liberal de Derecho y fue
enunciado por Leibholz como el reconocimiento de la identidad del estatuto jurídico de todos
los ciudadanos, lo que implica la garantía de la paridad de trato en la legislación y en la aplicación
del Derecho2. A su vez, el principio de igualdad material viene siendo entendido como una
reinterpretación de la igualdad formal en el Estado social de Derecho que, teniendo en cuenta
la posición social real en que se encuentran los ciudadanos, tiende a una equiparación real y
efectiva de los mismos3.

Respecto de la evolución de este principio, podemos indicar que se funda


primigeniamente en el principio de igualdad ante la ley, por lo que inicialmente asumió
una importancia decisiva en la revolución burguesa del siglo XVIII, que se propuso, entre
sus principales objetivos, terminar con el sistema de inmunidades y privilegios propios
del mundo feudal. En esta formulación burguesa, el principio de igualdad se orienta a la
garantía de igualdad de trato a todos los destinatarios de la norma jurídica y la ausencia
de todo privilegio en materia de jurisdicción e impuestos. En la época liberal, la igualdad
ante la ley viene a significar poco más que un carácter del mandato legal, la generalidad
e impersonalidad en la delimitación de los supuestos de su aplicación. Igualdad se
identifica con generalidad de la ley, lo que supone que todos se someten igualmente al
ordenamiento y todos son titulares de los derechos reconocidos en ese ordenamiento.
Pero este principio de igualdad ante la ley va a ser progresivamente referido al momento
de aplicación de la ley (en buena medida como fruto del Derecho administrativo) y se
habla entonces de igualdad en la aplicación de la ley. Ya no se trata de que la ley sea
general e impersonal, sino que su aplicación por los poderes públicos encargados de esa
tarea se haga sin excepciones, sin consideraciones personales.

Estos dos significados del principio de igualdad, propios de la ideología liberal,


cumplieron sin duda una importante función en el momento histórico en que fueron
formulados, ya que se enfrentaban a una situación de inseguridad jurídica —propia del
mundo feudal y del Antiguo Régimen— en que las normas no obligaban a todos por igual
y existían importantes sectores de población a los que se eximía de cumplir ciertas
obligaciones jurídicas. Sin embargo, al profundizar en su análisis, se pone de manifiesto
la insuficiencia de estas concreciones del principio de igualdad para responder
adecuadamente a las exigencias que dicho principio plantea, como aspiración humana
contraria a la discriminación injusta.

El significado del principio de igualdad material o real suele entenderse como


una reinterpretación del principio de igualdad formal en el Estado social de Derecho.
Este «cambio de significado» del principio de igualdad también podemos situarlo
históricamente, por lo que a Europa continental se refiere, en la Alemania de Weimar.

En concreto, en la obra de Heller podemos encontrar numerosas referencias a la


«materialidad» de los principios propios del Estado liberal de Derecho y, en especial, al
principio de igualdad. Propone este autor que la mera igualdad formal o «ante la ley»

2
G. LEIBHOLZ: Die Gleichheit vor dem Gesetz, Munich-Berlín, C. H. Beck (primera edición, 1925), 1959, pág. 16

3
H. HELLER: «Las ideas socialistas», en el volumen seleccionado y prologado por A. LÓPEZ PINA: Escritos políticos, Madrid,
Alianza, pág. 322.
sea corregida en el Estado social mediante la consideración de la posición social real en
que se encuentran los individuos a los que se va a aplicar esa ley.
Así, afirma: «La igualdad formal de la democracia política, aplicada a situaciones
jurídicas desiguales, produce un Derecho material desigual, contra el cual declara su
hostilidad la democracia social»4. Puesto que es un hecho que en toda comunidad se
dan desigualdades sociales y económicas entre los individuos, una interpretación
material del principio de igualdad supone la exigencia de que sea el Estado el encargado
de hacer realidad este principio. No basta con que el Estado dicte normas no
discriminatorias, sino que ha de adoptar medidas para conseguir la igualdad efectiva de
todos los ciudadanos. Y entre estas medidas puede ser preciso en ocasiones dictar
normas aparentemente desigualitarias para favorecer a ciertos sectores de población
en situación de inferioridad económica o social.

Sin embargo, actualmente estas normas de favorecimiento de la parte débil de


la relación laboral refiriéndonos al trabajador, quien para comenzar posee infinitamente
menos poder económico que su contraparte el empleador, no han tenido el efecto
esperado. Claro está que la diferencia de poderes no solo es económica, es una
diferencia integral, holísticamente hablando, esta diferencia no permite el acceso real a
la justicia de parte del trabajador demandante, basado principalmente en la dificultad
del trabajador para acceder a las pruebas. Esta dificultad probatoria es tal, que muchos
de los procesos judiciales iniciados por los trabajadores, encuentran triste final, aún a
sabiendas que el juzgador ha percibido lo injusto del fallo, éste se ve “obligado” a
sentenciar en ese sentido, dado que es lo lógico, cuando éste exige que absolutamente
todos los extremos de los hechos señalados sean probados instrumentalmente, tal cual
sucede en el proceso civil. Así, se otorga poco valor probatorio a las testimoniales, a los
indicios probatorios, dejando de apreciar integralmente el cúmulo probatorio. Se había
apreciado ya el hecho en muchas sentencias de la sede judicial de Puno, sin embargo,
no es nada ajena a lo que sucede en casi todo el territorio nacional, prueba de ello es
que se analizaron las últimas sentencias de los juzgados mixtos de las provincias de Lima,
en las cuales se pudo determinar que de cada diez procesos laborales iniciados, ocho
son declarados infundados pro falta de pruebas, vale decir el 80%. Resulta paradójico
pensar que los trabajadores de estos tiempos se hayan propuesto “mortificar” a sus
empleadores iniciando sin razón alguna, procesos judiciales con intenciones ocultas.
Tanto en el análisis de la aplicación de la Ley Procesal del Trabajo Ley N° 263636, vigente aún en
muchas sedes del territorio nacional, como en la aplicación de la Nueva Ley Procesal del Trabajo
Ley N° 29497, han evidenciado la falencia la imperfección del sistema procesal laboral peruano,
que intenta por sí sola, con sus modificatorias, la búsqueda de los artículos precisos, lograr esta
igualdad material tan anhelada, no percatándose que aquello, es sistémico, vale decir depende
de muchos factores un tanto ajenos como el aún incipiente intento de modernizar
administrativamente el tratamiento de las relaciones laborales; en rigor, aún el empleador que
incumple sus obligaciones no es sancionado, aún es posible apreciar en este país que va en pos
del desarrollo pleno, que el empleador no genera las instrumentales ordenadas por la ley o si
las genera, solo éstos tienen acceso a ello y no el trabajador; por ello es necesario modernizar
el tratamiento administrativo del control del estado en las relaciones laborales. Bien decía el
Montero, Se pretende un “proceso social”5 donde se logre la igualdad real de las partes, visión

4
H. HELLER: «Las ideas socialistas», cit., pág. 322.
5
MONTERO, J.Ñ “Sobre el mito autoritario de la buena fe procesal”, Montero J. (coord.) Proceso Civil e ideología, Tirant lo
Blanch, Valencia 2006, pág. 337-338
que es utópica , no es posible alcanzar algo inalcanzable, es una procura infructuosa, un
concepto básico de lo que es utopía nos aclara que ésta se refiere a la representación de un
mudo idealizado que se presenta como alternativo al mundo realmente existente,
efectivamente todas las personas son naturalmente desiguales, la igualdad real es solo una
aspiración, el proceso no puede lograr dicha aspiración. Continúa indicando que cosa distinta es
señalar que el proceso garantiza una igualdad procesal y en efecto es en el plano jurídico del
proceso donde las partes parciales naturalmente desiguales se convierten en iguales, frente a
un tercero imparcial. En ese sentido la norma adolece de serio defecto y la falta de técnica
legislativa. Al respecto hay que mencionar que no nos venimos refiriendo a una igualdad real
rigurosa, ontológica o de carácter epistemológico, sino a algo que el común sentido haga percibir
como existente en la realidad, es decir percibible con los sentidos comunes, no lo es en la
actualidad como manifestamos, por lo que se hace necesario comentar los hechos que pueden
coadyuvar efectivamente a la real existencia de la igualdad material.

Sabido es que el incumplimiento de las obligaciones de los empleadores, entre ellos las
obligaciones formales, la extensión de instrumentos que permitan al trabajador tener acceso a
la prueba, es una de las mayores causas que perturban la actividad probatoria en un proceso, a
esta comprensión, es necesario darle una solución; nuestro actual sistema de control
administrativo de las relaciones laborales viene a estar constituido por el Sistema Inspectivo a
cargo de la Autoridad Administrativa de Trabajo, en la que como consecuencia de los vínculos
con la Organización Internacional del Trabajo OIT y la creación en el País del Programa de
Fortalecimiento de las Administraciones de los Servicios del Trabajo FORSAT, han causado que
la ley española en esta materia se replicara en este país, sin considerar que la realidad evidente
en materia de modernización, del cumplimiento de las obligaciones laborales tanto en España
como en el Perú, son diametralmente distintas, mientras que en España el incumplimiento
alcanza menores porcentajes de los empleadores, en el Perú por diversos motivos este
incumplimiento llega a condecirse con una generalidad. Entonces cabe, diseñar los medios
adecuados que permitan alcanzar altos niveles de cumplimiento de las obligaciones laborales
por parte de los empleadores, esto permitirá la generación de pruebas instrumentales,
electrónicas y de diversa índole que permitan que el trabajador si tenga real acceso al cúmulo
probatorio que necesita, así el juzgador, además, podrá evitar forzar un razonamiento parcial
hacia el trabajador en las sentencias judiciales, fundando su fallo en pruebas plenas, que le
facilitarán el trabajo, en rigor, nos acercaremos mucho a la consecución de la igualdad real o
material de las partes.
A la par, claro está que el juez laboral debe ser conocedor pleno de los pormenores de esta
especialidad, evitando que sus fallos contengan fundamentos -como lo son ahora- tales que
demuestran desconocimiento del ámbito laboral. V gr. Fallos cuyos considerandos contienen
acepciones como: “Que, el demandante no ha logrado probar que…” “Que, no se ha demostrado
indubitablemente que…”, cuando, en enhorabuena esto se encuentra ya prohibido a mérito del
antecedente jurisprudencial Casación N° 2709-2010 Lima, que establece la obligación del Juez
de agotar todos los medios necesarios para esclarecer los hechos, entre ellos están las pruebas
que de oficio “deberá” ordenar para encontrar la verdad material. Como consecuencia,
actuando todas las pruebas pertinentes el fallo contendrá acepciones como “Se ha probado que
el trabajador no ha laborado entre …….” o “Está demostrado que el empleador ha pagado…”.

II. CONCLUSIONES
C omo consecuencia de las opiniones vertidas, podemos señalar que la justicia laboral
procesalmente hablando, resulta que no es una utopía, tal como la describen algunos
tratadistas en el Perú, sino que , hablar de ella requiere la aprehensión de de nuestra
realidad procesal laboral, y sobretodo la toma de decisión en los siguientes aspectos:

- Las reformas procesales en materia laboral, no han resultado por sí solas, suficientes
para solucionar el acceso real a la justicia de parte de los trabajadores demandantes,
quienes al encontrar dificultad en la probanza de sus derechos se han visto resignados
a ver cómo así, los fallos en su contra se han venido uno tras otro.
- Si bien es cierto uno de los principios garantistas del estado de derecho, es la
predictibilidad de las sentencias judiciales, justamente se ha hecho predictible hasta
cierto punto, que el trabajador demandante pierda sus procesos judiciales si no ha
actuado todo el cumulo probatorio exigido en un proceso de naturaleza civil.
- Los jueces, necesitan estar dotados de criterios distintos, valorando en su real
dimensión las pruebas aportadas en un proceso de naturaleza laboral, mediante el uso
mayoritario de los sucedáneos de los medios probatorios, alejándose un tanto de la
prueba instrumental, en tanto se instaura en el País un mecanismo administrativo que
permita el acceso masivo del trabajador a la prueba.
- Dado ello, es comprensible la necesidad de especialización del juzgador, debiendo
instaurarse en todos los ámbitos, juzgados de Trabajo, con jueces capacitados en el
logro del fin último del proceso laboral, paz laboral con justicia.
- El gran pilar que coadyuvará a la efectiva justicia laboral, está constituida por la
existencia de voluntad política para el diseño e implementación de una política laboral
del poder ejecutivo, que permita el control y el cumplimiento efectivo de las
obligaciones laborales por parte de los empleadores. Esta evolución permitirá que no
solo el trabajador tenga real acceso a la justicia, sino, que ésta se reducirá
ostensiblemente; siendo hora ya, que el tan comentado éxito macroeconómico vaya
aparejado de un modernización en el tratamiento de la relación laboral, en suma, una
evolución a la par de los países llamados desarrollados o quizá, mucho mejor que
aquella.

III. BIBLIOGRAFIA

G. LEIBHOLZ: Die Gleichheit vor dem Gesetz, Munich-Berlín, C. H. Beck (primera edición, 1925), 1959

H. HELLER: Las ideas socialistas, en el volumen seleccionado y prologado por A. LÓPEZ PINA: Escritos políticos, Madrid, Alianza.

MONTERO, J.Ñ Sobre el mito autoritario de la buena fe procesal, Montero J. (coord.) Proceso Civil e ideología, Tirant lo Blanch,
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GAMONAL CONTRERAS, Sergio, El Procedimiento de Tutela de Derechos Laborales, 2ª edición, Santiago, LexisNexis, 2008.

UGARTE CATALDO, José Luis, El Nuevo Derecho del Trabajo, Santiago, LexisNexis, 2007.

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CORREA GONZÁLEZ, Rodrigo. “Derechos Constitucionales”, Revista de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez, Nº 1: 2004.

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