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INTENTO DE CLASIFICACIÓN DE LAS ÁREAS

CONSTITUTIVAS DEL FOLKLORE


Con el propósito de presentar una aproximación de agrupamiento de las manifestaciones
folklóricas, en base a sus afinidades o características comunes, se propone la conformación de
ellas en las siguientes áreas:
1. Lenguaje popular
1.1 Literatura oral:

Milos, leyendas, cuentos, adivinanzas, chistes, insultos, letra de las canciones.


1.2 Literatura escrita:

Composición de literatura oral, descripciones, creaciones literarias, tanto en lenguas nativas


como en castellano.
1.3 Características expresivas en el lenguaje nativo.

2. Creencia colectiva

2.1 Supersticiones y creencias, brujería, hechicería, espiritismo, astrología, magia.


2.2 Juicios de valor colectivo:
- Prestigio, orgullo, etnocentrismo u orgullo colectivo.
- Provincianismo, regionalismo
- Juicios de valor costumbrista entre lo rural y lo urbano, entre lo serrano – costeño y selvático.
-
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3. Religión
- Concepciones sobre los poderes sobrenaturales, influencia de los elementos naturales (tierra,
cerros, aire, agua, etc.), animismo.
- Simbiosis de la religión tradicional con la religión cristiana, ritua1es paganos, leyendas
religiosas.
- El “wamani" dios de los cerros en la configuración conductual de la comunidad, ceremonias
rituales, concepción de! universo (kay pacha, hanaq pacha, uku pacha), el culto a los muertos.
- Motivaciones religiosas.
4. Fiestas
4.1 Tipos de fiesta:
- Privadas (cumpleaños, bautizo, corte de pelo, etc.).
- Generales y públicas: Todos los santos, carnavales, Semana Santa, fiestas patronales; fiestas
agrícolas y ganaderas.
- Motivaciones para la realización de las fiestas, organización y participación comunal.
- Calendario de las fiestas

5. Arte musical y danza


5.1 Música y canto
- Huaynos en sus diversas variantes regionales, yaravíes, mulizas, harawi, carnavales, qachwas.
- Música costeña: valses, polkas, tonderos
- Música de la selva.
- Ocasiones en los que se ejecutan.
5.2 Danzas
- Danza y baile de la costa en sus diversas variedades.
- Danza y baile de la Sierra
- Zona Sur (Puno, Cusco)
- Zona Central (Ayacucho - Abancay - Huancavelica - Junín - Huánuco).
- Zona Norte (Cajamarca, Ancash)
- Danza y baile la Selva.

5.3 Instrumentos musicales


- Idiófonos: tijeras, palos de percusión, sonajeros, cascabeles, cajones, etc.
- Menbranófonos: tambores, tinya.
- Cordófonos: quena, pincullo, antaras, zampoñas, waqra puku.
6. Artesanía
- Arte cerámico: (Ejm: iglesias ayacuchanas, toritos de pucará, etc.)
- Imagineríacusqueña o los retablos ayacuchanos.
- Filigrana.
- Arte textil (Ejm: tejidos ayacuchanos, San Pedro de Cajas), telares, bordados, tintes naturales.
- Burilado (mates y madera)
- Confección de vestidos típicos o ceremoniales.
- Arte lítico.
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7. Alimentación, salud e higiene
7.1 Productos alimenticios.
- Comidas típicas de cada región.
- Alimentación de los niños.
7.2 Enfermedades, causas popularmente concebidas.
- Medicina folklórica.
- Acceso o resistencia al empleo de la medicina no tradicional.
- El curanderismo.
7.3 Normas de higienecontrastable con las sociedades urbanas.
- formas de eliminación de paracitos.

8. Gobierno e instituciones locales.


- Organización de las actividades tradicionales.
- Normas de control social tradiciona1.
- Formas de participación de la comunidad.

9. Parentesco
- Organización familiar, status y funciones en la familia.
- Endogamia o exogamia. Consideraciones de la estratificación social para la conformación de la
familia.
- Familia nuclear o extensa.
- Monogamia.
- Rituales y ceremonias en la formalización de la nueva familia.

10. Trabajo – producción y economía


- Trabajos individuales y colectivos: ayni, minka.
- Principales oficios.
- Producción de auto consumo o de mercado.
- Distribución y comercialización de productos, organización de ferias comunales.
- Niveles de acumulación de riqueza.
- Niveles de marginación y pobreza.
- La cultura de la pobreza.
- Formas de supervivencia.

11. Vivienda y asentamientos humanos


- Características sustanciales.
- Materiales utilizados.
- Distribución de los ambientes.
- Ceremonias en la construcción dc la vivienda (zafa casa).
- Población concentrada, urbanizada o dispersa.
LAS FIESTAS RELIGIOSAS EN AREQUIPA
En la Arequipa de antaño las fiestas religiosas prácticamente copaban el calendario festivo. Las
fiestas cívicas - patrióticas eran contadas con los dedos de una mano. Ni el día de Arequipa, ni el
Día de sus distritos era, por ejemplo, celebrado. Lo que sí se celebraban eran las fiestas de sus
santos o santas patrones. Y no sólo los pueblos tenían patrones religiosos, sino la mayoría de
gremios, oficios o profesiones; y hasta grupos de personas de determinadas características: las
solteras, los casados, los litigantes, los viajeros, etc.
A principios de siglo las fiestas religiosas en Arequipa se aproximaban al centenar por año.
Enorme número que hacía verificar una fiesta religiosa cada cuatro días, en promedio. Y si
tenemos en cuenta, como les mostraré después, que cada fiesta religiosa duraba varios días y,
muchas, hasta semanas, llegaremos a la conclusión que las festividades religiosas se
superponían en el tiempo y no daban tregua a nuestros religiosísimos antecesores. Claro está
que no todos los arequipeños de entonces concurrían a todas las fiestas religiosas que se daban;
pero una apreciable mayoría sí lo hacía y no sólo por la devoción - que era mucha - sino también
por la diversión.
En tratándose de la Virgen, las fiestas eran numerosas, mencionemos las principales: la
Candelaria de Cayma, la Candelaria de Characato, la Virgen de Chapi, la Virgen del Carmen de
Los Baños (Yura) y del Monasterio de Santa Teresa, Nuestra Señora de la Alta Gracia, la Virgen
de Los Remedios de Socabaya, la Virgen del Rosario en Cerro Viejo (en ese entonces Cayma, hoy
Cerro Colorado) y la del "Resbalón" (Callejón del Solar), Nuestra Señora de Las Mercedes o
Virgen de La Merced, la Inmaculada Concepción o "La Purisma" de La Calera (Yura) y que
también se festejaba en San Francisco, la Virgen Dolorosa, la Virgen de La Soledad, la Virgen de
Los Siete Dolores, la Virgen de la Asunta de Yumina, la Virgen del Consuelo, etc. La virgen más
celebrada hasta la década del cuarenta del presente siglo, fue la Candelaria de Cayma. "Toda"
Arequipa peregrinaba a pie hasta el Santuario de Cayma el 2 de febrero, donde además de los
hechos religiosos que más adelante referiré con detalle, resultaba atractivo degustar nuestra
comida típica, matizada con las riquísimas frutas "recién arrancadas" de las célebres huertas
caymeñas: blanquillos, duraznos, damascos, membrillos, higos y ciruelas de todos los colores y
sabores. La gente que iba por el día a Cayma, muchas veces regresaba a ¡a ciudad acompañada
por la lluvia que caía por la tarde. Pocas personas iban, el 2 de febrero desde la ciudad a
Characato pero, obviamente los lugareños y de aldeas cercanas festejaban con mucho brillo
a"su" Candelaria.
Hasta la segunda década del Siglo XX la fiesta de la Virgen de Chapi era celebrada el 2 de
febrero, como corresponde al calendario católico pues se trata de un virgen Candelaria. Pocos
peregrinos se atrevían a ir a Chapi en esa temporada lluviosa, por lo que la fiesta hasta entonces
no tenía, ni por asomo, la magnitud de nuestros días. Alrededor de 1920 se trasladó al primero
de mayo y, a los pocos años, la fiesta de "La Mamita" de Chapi vio incrementar el número de sus
concurrentes en forma incesante. En los años veinte, treinta y cuarenta los miles de peregrinos
que iban a Chapi, lo hacían a pie, a caballo, a muía, o a burro. Generalmente se hacía la
peregrinación por tres días y formando grupos de amigos o familiares. El Santuario, esos días, se
transformaba en un enorme y desordenado campamento. Las gentes que podían dormían en el
Templo, las que no, tenían que conseguir pernoctar en precarias habitaciones, carpas y toldos
que generalmente les 52
facilitaban gratuitamente los que les vendían las comidas. Aunque en Chapi se podía encontrar
todas las comidas típicas, eran celebrados por los peregrinos: los chicharrones, la chicha, el té
pitiau; pero por sobre todo: los incomparables 'Panes de Ornate, que llevaban a vender los
omateños en serones y conservados entre yerbas. No había peregrino que no comiese allí y
trajese a la ciudad numerosos Panes de Ornate, hechos con harina, huevo, manteca, anís y en
horno de barro calentado con ccapo y leña. También era típico en Chapi, comer y traer sidras,
unas frutas que parecían limones enormes (una podía pesar un kilo) de una corteza muy gruesa
como blanquecina y agradable. A mediados de siglo, cuando se construyó la carretera a Chapi,
se dejaron de utilizar las acémilas, las peregrinaciones se hicieron breves y se transformaron en
multitudinarias. Hoy, a fines del siglo Veinte, la Virgen de Chapi es la más importante fiesta
religiosa de Arequipa.
Si nos referimos a las imágenes de Cristo más veneradas y festejadas en la Arequipa de antaño,
tenemos que mencionar al Señor del Perdón, al Señor del Refugio, al Señor de La Caña, al Señor
de La Caridad, A Jesús Nazareno (festejado por partida doble en la Fiesta de la Amargura de
Paucarpata un domingo después de Carnaval y en la Fiesta de Cuasimodo de Tiabaya, siete días
después de La Amargura), a Justo Juez, al Señor de la Sentencia, al Señor Cautivo y a no menos
de siete versiones diferentes del Señor del Santo Sepulcro, veneradas en otras tantas iglesias. En
este grupo corresponde mencionar a la entonces renombrada fiesta de Chiguata en homenaje al
Espíritu Santo.
Tratándose de los santos que se festejaban en la Arequipa tradicional, son dignos de
recordación: San Agustín, San Gerónimo, San Pedro Alcántara, San Antonio, Santa Catalina,
Santa Teresa, Santa Marta (Patrona de las Cocineras y Protectora de Arequipa contra los
temblores y terremotos), Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, Santa Ana de
Mollebaya, San Juan de Dios, San Juan Bautista de Yanahuara, San José, San Pedro, San Isidro
Labrador, Santa Rosa de Lima, San Judas Tadeo, San Nicolás ( los panaderos de la ciudad
acostumbraban departir "el Pan de San Nicolás", unos panecillos, a la salida de la Misa de Fiesta
de su Santo Patrón), Santa Cecilia la Patrona de los Músicos, la Sagrada Familia, etc.. Las fiestas
más celebradas fueron las de San Francisco de Asís, el 4 de octubre y la de Santo Domingo de
Guzmán, el 8 de agosto. La popularidad de estos dos santos en Arequipa se debe, en primer
lugar a su carisma, o esa ternura - no excenta de admiración - qué irradia el conocimiento de sus
vidas ejemplares; en segundo término, a que tanto la orden franciscana como la dominica son las
órdenes religiosas más antiguas en nuestro medio y las que más se dedicaron a la
evangelización. Además de todos los actos que componían sus festividades, que referiremos
genéricamente más adelante, las fiestas del "Poverello de Asís" y de Domingo de Guzmán tenían
la particularidad siguiente, en conmemoración a la amistad que-tuvieron en vida, se realizaba en
Arequipa, La Procesión del Paso, el 7 de agosto y el 3 de octubre, es decir en la víspera de sus
días de fiesta, salían en procesión de sus respectivos templos y acompañados por los religiosos
de sus órdenes, cofradías, hermandades y enorme gentío. Se "encontraban" los santos amigos en
la Plaza de Armas, y bajo un templete improvisado a manera de palio, frente a frente se
inclinaban como dándose un abrazo, en medio de una lluvia de flores, música y la algarabía de
la concurrencia. Se estilaba también, en aquellos lejanos tiempos, quemar unos "cabezones" que
se hacían de cañas, cortaderas y papel cometa, que representaban, de manera grotesca, a las
malas autoridades que nunca faltan. Fundidas las dos procesiones en una, avanzaban todos a "la
casa del dueño del Santo" donde continuaban los festejos. En esas ocasiones se acostumbraba
preparar y, por supuesto degustar, "las empanadas el Paso", pasteles 53
rectangulares elaborados con harina, manteca, huevos, canela, leche y ajonjolí y horneados y
presentados sobre papeles. Más o menos por 1960 se dejaron de realizar "las procesiones del
Paso", que se han restablecido en el último lustro; sin embargo, "las empanadas del Paso" nunca
han dejado de producirse, por lo menos por la antigua Pastelería "La Lucha" que las hace todos
los días.
Con la advertencia de que cada una de las fiestas religiosas tenía sus matices o particularidades,
ahora trataré de señalar genéricamente, los actos que componían cada festividad religiosa en la
Arequipa tradicional.
Cuando cae la tarde y está por terminar la Procesión del Día de Fiesta y el Santo o Santa Patrona
está a punto de guardarse en su templo, el Párroco o sacerdote se dirige a la muchedumbre
felicitando a los "devotos" de ese año por haber contribuido a dar brillo a las celebraciones que
concluyen. Después se ocupa de algún tema doctrinal relacionado con la festividad y hace un
llamado a mantener la devoción que los une. Enseguida invita - a viva voz - a que algunos de los
presentes se "anoten como Mayordomos y Devotos para la fiesta del próximo año". Los vecinos
o lugareños más notables, que como todos los presentes están "chispeaditos" después de varios
días de juerga, se miran entre sí y hasta se reclaman y obligan a voces. No faltan algunos que
por tradición familiar mantienen una devoción y son los primeros en anotarse, después se
anotan los otros en medio de vítores y aplausos. El sacerdote les agradece, les da una bendición
especial y, acto seguido, en medio de una atronadora salva, con las campanas al vuelo y música
de la banda de ccaperos, se guarda la imagen sagrada, con la alegría de todos de que está
asegurada la fiesta del próximo año.
Se llama "mayordomos" y "devotos" a quienes se han comprometido a financiar la fiesta con su
peculio. "Mayordomo" es el responsable principal y general. Cuando es época "de vacas gorcias"
o el que se anota tiene una enorme capacidad económica, el mayordomo "se raja" con todos los
gastos de la fiesta que dura varios días como ya veremos. Cuando es época "de vacas flacas"
quien se anota de Mayordomo tiene que financiar, por lo menos, la Misa de Fiesta y el ágape
consiguiente. En este caso el mayordomo también se compromete a hacer cumplir sus
compromisos a todos los que se anotan de "Devotos" y, si alguno incumple, él tiene que
sustituirlo en el gasto. Los "Devotos" se comprometen a financiar un evento o tarea específica de
las festividades: a poner una troya, un castillo pirotécnico, traer el ccapo, hacer "La Entrada de
Ceras" con el agasajo respectivo, contratar la banda de ccaperos (músicos), hacerse cargo de un
día de novena, financiar "La Octava" y demás.
Cuando se aproxima "el día" de la Virgen o el Santo venerados, dos semanas antes, se realiza "El
Convite": salen en marcha pública el mayordomo, que lleva "el guion" que le identifica (una
especie de estandarte), rodeado de los devotos y familiares, seguido por la banda de músicos
populares que incesantemente tocan "Viva el equipo campeón" u otra marcha festiva y mientras
los silbidos y explosiones de los cuetes de arranque compiten en estridencia con los ladridos de
los perros. Avanzan los manifestantes entre los aplausos y saludos a distancia del vecindario
que generalmente va plegándose a la marcha. Después de recorrer las calles del barrio, arriban a
la iglesia y se postran de rodillas al pie del santo de su devoción, le rezan, le entonan algún
canto religioso y, luego, mayordomo y devotos, puestos por grupos familiares bajo un manto de
la imagen sagrada, reciben una bendición especial del sacerdote. A la salida, contagiados por la
algarabía general todos se dirigen a la 54
casa del mayordomo, o en su caso a la del "devoto del Convite", donde se realiza la primera
francachela qué anuncia cómo serán las siguientes.
Nueve días antes del día de la Virgen o el Santo, se empieza el "Novenario". Cada día, en los
nueve que dura, se reúnen por la noche en el templo a rezar y, según el caso, a escuchar la
prédica de un sacerdote o leer de un pequeño folleto, lo que corresponde al primer, segundo, o
demás "días de Novena" con reflexiones o referencias a los milagros de quien se venera. Algunas
veces se realiza una misa Generalmente cada día está a cargo de una "devota" diferente que
además de financiar el rezo, invita después a sus familiares y amistades más cercanas a tomar en
su casa un chocolate, con torta y bocaditos.
El día que termina la novena, que es el de la víspera del Santo, sus devotos hacen algo especial
para "esperar las doce". Por ejemplo, los vecinos de Cerro Viejo "Cerro Colorado", hasta la fecha
acostumbran esa noche (6 de octubre) darle una serenata a la Virgen del Rosario, que tanto
halagan. Con las puertas cerradas de su capilla y reunidos en el atrio, le cantan a la Virgen, con
el acompañamiento de guitarras, mientras avanza el ensordecedor ruido de los cuetes de una
extensa troya que ponen, entre la Plaza Las Américas de La Libertad y la capilla de la Virgen del
Rosario (¡más de un kilómetro!). Abiertas las puertas de la capilla, entran y entre valses,
yaravíes, marinera y pampeñas, además de vivas y hurras a la Virgen, pasan varias horas.
Cuando están a punto de irse, el devoto de la serenata, ofrece un caldo de gallina a los
trasnochadores.
El día del santo, desde las 5 ó 6 de la mañana se realizan misas cada hora hasta el mediodía,
todas acompañadas de cohetes de arranque y troyas a cual mejor (los devotos de las distintas
troyas de ese y todos los días de la festividad), compiten porque se sepa cuál de las troyas ha
sido la más sonora, la más extensa y la que ha tendido más "gruesas" de cohetes (una "gruesa"
tiene 144 cohetes). Por la tarde se realiza una procesión.
Es necesario advertir que, como el día de la Virgen o el Santo, generalmente no caen domingo en
el almanaque, se celebra el Día de Fiesta el domingo siguiente al día del santo y, por
consiguiente, las solemnes vísperas al sábado que lo precede.
El viernes anterior al domingo de fiesta, se reúnen en la casa del "devoto del ccapo" quienes lo
acompañarán, con sus acémilas, su traje y equipos de faena y sus "atados" de frazadas y
refrigerios. El devoto les invita el almuerzo, casi siempre un chupe y un segundo "con copete"
(exuberantemente servido) y chicha a discreción. Parten después del mediodía y atraviesan
cabalgando las pampas que separan la ciudad de las montañas, casi siempre prefieren al
Chachani porque tiene "unas faldas" menos agrestes. Al morir de la tarde, llegan a las
estribaciones donde crece el ccapo, acampan, en seguida el "devoto" "paga" a las montañas para
sacar el ccapo: simultáneamente piccha coca, retiene un trago de pisco o cañazo en la boca y
fuma un cigarrillo, luego arroja el humo y escupe el líquido y la coca, mirando las montañas y
siempre sentado sobre sus piernas cruzadas, lanza una oración con frases en quechua y
castellano, enseguida abre con sus manos un hueco en la tierra, en la montaña y entierra la
pequeña botellita de la que sorbió el pisco y que todavía está a más de medio llenar, hojas de
coca y un cigarrillo al que previamente lo desmenuza. Cumplido el rito, proveniente de una
religión pre-hispánica, y sintiéndose "con permiso" de la montaña, comienzan a sacar, a lampazo
limpio, las plantas de ccapo hasta bien entrada la noche. Después prenden una fogata y se
sientan alrededor, se sirven su refrigerios, beben 55
pisco, uno que otro mastica coca y, calientes por fuera y por dentro se cuentan chistes, se
recuerdan de otros que años atrás subieron a traer ccapo, cantan y hasta refieren historias de
aparecidos y fantasmas. En el frío inclemente y la altura muchos no pueden dormir. Cuando en
la madrugada comienza a clarear, se ponen a trabajar haciendo los atados de ccapo y
amarrándolos con reatas en las acémilas, luego empiezan su regreso a la ciudad.
El sábado, día de las solemnes vísperas, llegan los devotos de ccapo a golpe del mediodía. Se
paran a descansar en las afueras del vecindario, almuerzan, adornan las cargas con banderitas
peruanas y esperan. A eso de las tres de la tarde, el mayordomo portando el guión y
acompañado por su esposa, hijos y una banda de músicos, se dirige hasta la casa del (o la)
"devoto de la Entrada de Ceras". En la calle a inmediaciones de esa casa ya están numerosas
mujeres esperando con largas velas en las manos. El mayordomo y comitiva entran a la casa y
después de haber hecho varios brindis con el devoto lo invitan a iniciar "la entrada". Salen. Las
mujeres encienden sus ceras o velas. Se inicia la retumbante reventazón de una troya, que va
"caminando" hacia el templo. Entonces, presididos por ei mayordomo y el devoto de la entrada
de ceras, avanzan en procesión, como arreando los cuetes, primero los músicos tocando una
marcha alegre como estridente, luego las señoras con sus ceras encendidas y, más atrás los
burros con el ccapo y sus devotos en cansados caballos. En el templo rezan, entonan cánticos
religiosos, reciben bendiciones con el manto y salen. Los músicos arrancan con una marinera
que es bailada por el mayordomo, el devoto y sus esposas. Luego a los sones del Carnaval
Arequipeño avanzan todos y en apoteosis hasta la casa del "devoto de la entrada" donde éste les
invita una comilona que dura varias horas.
Por la noche, tomando dianas y ponches de guindas y en grupos de amigos o familiares, asisten
al refulgente espectáculo de la quema de castillos y fuegos artificiales.
El día de fiesta, domingo, se verifican misas a cada hora de la mañana. A las once se realiza la
extensa Misa de Fiesta, cantada, con panegírico y varios celebrantes. Todos los asistentes visten
sus mejores galas. Después, en algunos casos se realiza un desfile cívico-escolar. En todos los
casos, ese día, el mayordomo ofrece un banquete general en que se luce nuestra comida típica.
En las fiestas de los pueblos de la campiña son infaltables: el sango de trigo (con chancaca, leche,
pasas, etc.), el cuy en estofado, en pepián o chactado, los chicharrones de chancho hechos en
pailas de cobre o lata y el arroz con pato.
A las cinco de la tarde sacan a la imagen sagrada en procesión. En algunos domicilios se
acostumbra armar altares en las fachadas, reminiscencia de los enormes altares que hace mucho
tiempo se acostumbraba armar con troncos, banderas del Perú y, por supuesto, imágenes y
cuadros de vírgenes y santos, en las esquinas de la plaza principal. Ese día también se instalan
diversiones cerca al templo y, según los casos, pueden haber peleas de gallos con apuestas,
quioscos de tiro al blanco con plumillas, argollas que se trata de embocar a botellas y paquetes
de galletas, tómbolas, etc. Hasta hace pocos años eran también tradicionales en estas fiestas, los
pasteles que genéricamente se llamaban "colaciones": roscas, "tallarines", oquendos, que eran
vendidos por pasteleros en enormes canastas o tablas que también servían para portarlos sobre
la cabeza.
Antes de entrar se realiza el sermón para la anotación de devotos "para el próximo año", que ya
vimos al empezar este relato. No se crea que con esto terminan las festividades de 56
ese año. En unos casos, al día siguiente lunes y, en otros al siguiente domingo que le llaman "la
Octava" se hacen unas réplicas, con menos brillo, de los actos del domingo de fiesta. Y hasta,
como en el caso de Cerro Viejo, se agrega en "La Octava" una concurrida tarde de peleas de
toros.
Para concluir con las fiestas religiosas de la Arequipa tradicional, tenemos que referir que a fines
del siglo XX son pocas las que se efectúan - mas o menos diez - de acuerdo a los cánones de las
añejas costumbres. Pero si antes fueron como un centenar al año, tenemos que señalar la
habilidad de los sacerdotes de los primeros tiempos que habituaron a nuestros antepasados a
estas normas, hasta que se convirtieron en tradiciones, que por muchos años se han repetido,
automáticamente por la fuerza de la costumbre.
Por otro lado estas fiestas religiosas tradicionales hicieron que los feligreses financien los oficios
religiosos y, como los gastos de los "mayordomos" y devotos fueron enormes, en la práctica
impidieron en nuestro pueblo que se diera la acumulación capitalista. En otras palabras, los
compromisos económicos de los feligreses para solventar el culto religioso, les impedía ahorrar e
invertir reproductivamente y tomar distancia y poderío económico.
Hoy día la fiesta religiosa más celebrada y multitudinaria es la de la Virgen de Chapi; pero
desde hace unos cinco lustros se propaga incesantemente la limeña devoción al Señor de Los
Milagros, que se venera en nuestra ciudad en la Iglesia de San Agustín, en el templo principal
del distrito de Mariano Melgar y en diversas iglesias y capillas. La difusión de la devoción
limeña en todo el Perú, trae consigo la afición al Turrón de Doña Pepa. De igual manera, los
numerosos migrantes que se vienen afincando en nuestra ciudad en las últimas décadas, traen
sus devociones religiosas de origen y las cultivan aquí. En este sentido son particularmente
importantes la fiesta del Señor de Huanca y las fiestas de las cruces del mes de mayo (que se dan
en un número mayor a los de la Arequipa tradicional).

LAS FIESTAS RELIGIOSAS EN AREQUIPA


En la Arequipa de antaño las fiestas religiosas prácticamente copaban el calendario festivo. Las
fiestas cívicas - patrióticas eran contadas con los dedos de una mano. Ni el día de Arequipa, ni el
Día de sus distritos era, por ejemplo, celebrado. Lo que sí se celebraban eran las fiestas de sus
santos o santas patrones. Y no sólo los pueblos tenían patrones religiosos, sino la mayoría de
gremios, oficios o profesiones; y hasta grupos de personas de determinadas características: las
solteras, los casados, los litigantes, los viajeros, etc.
A principios de siglo las fiestas religiosas en Arequipa se aproximaban al centenar por año.
Enorme número que hacía verificar una fiesta religiosa cada cuatro días, en promedio. Y si
tenemos en cuenta, como les mostraré después, que cada fiesta religiosa duraba varios días y,
muchas, hasta semanas, llegaremos a la conclusión que las festividades religiosas se
superponían en el tiempo y no daban tregua a nuestros religiosísimos antecesores. Claro está
que no todos los arequipeños de entonces concurrían a todas las fiestas religiosas que se daban;
pero una apreciable mayoría sí lo hacía y no sólo por la devoción - que era mucha - sino también
por la diversión.
En tratándose de la Virgen, las fiestas eran numerosas, mencionemos las principales: la
Candelaria de Cayma, la Candelaria de Characato, la Virgen de Chapi, la Virgen del Carmen de
Los Baños (Yura) y del Monasterio de Santa Teresa, Nuestra Señora de la Alta Gracia, la Virgen
de Los Remedios de Socabaya, la Virgen del Rosario en Cerro Viejo (en ese entonces Cayma, hoy
Cerro Colorado) y la del "Resbalón" (Callejón del Solar), Nuestra Señora de Las Mercedes o
Virgen de La Merced, la Inmaculada Concepción o "La Purisma" de La Calera (Yura) y que
también se festejaba en San Francisco, la Virgen Dolorosa, la Virgen de La Soledad, la Virgen de
Los Siete Dolores, la Virgen de la Asunta de Yumina, la Virgen del Consuelo, etc. La virgen más
celebrada hasta la década del cuarenta del presente siglo, fue la Candelaria de Cayma. "Toda"
Arequipa peregrinaba a pie hasta el Santuario de Cayma el 2 de febrero, donde además de los
hechos religiosos que más adelante referiré con detalle, resultaba atractivo degustar nuestra
comida típica, matizada con las riquísimas frutas "recién arrancadas" de las célebres huertas
caymeñas: blanquillos, duraznos, damascos, membrillos, higos y ciruelas de todos los colores y
sabores. La gente que iba por el día a Cayma, muchas veces regresaba a ¡a ciudad acompañada
por la lluvia que caía por la tarde. Pocas personas iban, el 2 de febrero desde la ciudad a
Characato pero, obviamente los lugareños y de aldeas cercanas festejaban con mucho brillo
a"su" Candelaria.
Hasta la segunda década del Siglo XX la fiesta de la Virgen de Chapi era celebrada el 2 de
febrero, como corresponde al calendario católico pues se trata de un virgen Candelaria. Pocos
peregrinos se atrevían a ir a Chapi en esa temporada lluviosa, por lo que la fiesta hasta entonces
no tenía, ni por asomo, la magnitud de nuestros días. Alrededor de 1920 se trasladó al primero
de mayo y, a los pocos años, la fiesta de "La Mamita" de Chapi vio incrementar el número de sus
concurrentes en forma incesante. En los años veinte, treinta y cuarenta los miles de peregrinos
que iban a Chapi, lo hacían a pie, a caballo, a muía, o a burro. Generalmente se hacía la
peregrinación por tres días y formando grupos de amigos o familiares. El Santuario, esos días, se
transformaba en un enorme y desordenado campamento. Las gentes que podían dormían en el
Templo, las que no, tenían que conseguir pernoctar en precarias habitaciones, carpas y toldos
que generalmente les 52
facilitaban gratuitamente los que les vendían las comidas. Aunque en Chapi se podía encontrar
todas las comidas típicas, eran celebrados por los peregrinos: los chicharrones, la chicha, el té
pitiau; pero por sobre todo: los incomparables 'Panes de Ornate, que llevaban a vender los
omateños en serones y conservados entre yerbas. No había peregrino que no comiese allí y
trajese a la ciudad numerosos Panes de Ornate, hechos con harina, huevo, manteca, anís y en
horno de barro calentado con ccapo y leña. También era típico en Chapi, comer y traer sidras,
unas frutas que parecían limones enormes (una podía pesar un kilo) de una corteza muy gruesa
como blanquecina y agradable. A mediados de siglo, cuando se construyó la carretera a Chapi,
se dejaron de utilizar las acémilas, las peregrinaciones se hicieron breves y se transformaron en
multitudinarias. Hoy, a fines del siglo Veinte, la Virgen de Chapi es la más importante fiesta
religiosa de Arequipa.
Si nos referimos a las imágenes de Cristo más veneradas y festejadas en la Arequipa de antaño,
tenemos que mencionar al Señor del Perdón, al Señor del Refugio, al Señor de La Caña, al Señor
de La Caridad, A Jesús Nazareno (festejado por partida doble en la Fiesta de la Amargura de
Paucarpata un domingo después de Carnaval y en la Fiesta de Cuasimodo de Tiabaya, siete días
después de La Amargura), a Justo Juez, al Señor de la Sentencia, al Señor Cautivo y a no menos
de siete versiones diferentes del Señor del Santo Sepulcro, veneradas en otras tantas iglesias. En
este grupo corresponde mencionar a la entonces renombrada fiesta de Chiguata en homenaje al
Espíritu Santo.
Tratándose de los santos que se festejaban en la Arequipa tradicional, son dignos de
recordación: San Agustín, San Gerónimo, San Pedro Alcántara, San Antonio, Santa Catalina,
Santa Teresa, Santa Marta (Patrona de las Cocineras y Protectora de Arequipa contra los
temblores y terremotos), Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, Santa Ana de
Mollebaya, San Juan de Dios, San Juan Bautista de Yanahuara, San José, San Pedro, San Isidro
Labrador, Santa Rosa de Lima, San Judas Tadeo, San Nicolás ( los panaderos de la ciudad
acostumbraban departir "el Pan de San Nicolás", unos panecillos, a la salida de la Misa de Fiesta
de su Santo Patrón), Santa Cecilia la Patrona de los Músicos, la Sagrada Familia, etc.. Las fiestas
más celebradas fueron las de San Francisco de Asís, el 4 de octubre y la de Santo Domingo de
Guzmán, el 8 de agosto. La popularidad de estos dos santos en Arequipa se debe, en primer
lugar a su carisma, o esa ternura - no excenta de admiración - qué irradia el conocimiento de sus
vidas ejemplares; en segundo término, a que tanto la orden franciscana como la dominica son las
órdenes religiosas más antiguas en nuestro medio y las que más se dedicaron a la
evangelización. Además de todos los actos que componían sus festividades, que referiremos
genéricamente más adelante, las fiestas del "Poverello de Asís" y de Domingo de Guzmán tenían
la particularidad siguiente, en conmemoración a la amistad que-tuvieron en vida, se realizaba en
Arequipa, La Procesión del Paso, el 7 de agosto y el 3 de octubre, es decir en la víspera de sus
días de fiesta, salían en procesión de sus respectivos templos y acompañados por los religiosos
de sus órdenes, cofradías, hermandades y enorme gentío. Se "encontraban" los santos amigos en
la Plaza de Armas, y bajo un templete improvisado a manera de palio, frente a frente se
inclinaban como dándose un abrazo, en medio de una lluvia de flores, música y la algarabía de
la concurrencia. Se estilaba también, en aquellos lejanos tiempos, quemar unos "cabezones" que
se hacían de cañas, cortaderas y papel cometa, que representaban, de manera grotesca, a las
malas autoridades que nunca faltan. Fundidas las dos procesiones en una, avanzaban todos a "la
casa del dueño del Santo" donde continuaban los festejos. En esas ocasiones se acostumbraba
preparar y, por supuesto degustar, "las empanadas el Paso", pasteles 53
rectangulares elaborados con harina, manteca, huevos, canela, leche y ajonjolí y horneados y
presentados sobre papeles. Más o menos por 1960 se dejaron de realizar "las procesiones del
Paso", que se han restablecido en el último lustro; sin embargo, "las empanadas del Paso" nunca
han dejado de producirse, por lo menos por la antigua Pastelería "La Lucha" que las hace todos
los días.
Con la advertencia de que cada una de las fiestas religiosas tenía sus matices o particularidades,
ahora trataré de señalar genéricamente, los actos que componían cada festividad religiosa en la
Arequipa tradicional.
Cuando cae la tarde y está por terminar la Procesión del Día de Fiesta y el Santo o Santa Patrona
está a punto de guardarse en su templo, el Párroco o sacerdote se dirige a la muchedumbre
felicitando a los "devotos" de ese año por haber contribuido a dar brillo a las celebraciones que
concluyen. Después se ocupa de algún tema doctrinal relacionado con la festividad y hace un
llamado a mantener la devoción que los une. Enseguida invita - a viva voz - a que algunos de los
presentes se "anoten como Mayordomos y Devotos para la fiesta del próximo año". Los vecinos
o lugareños más notables, que como todos los presentes están "chispeaditos" después de varios
días de juerga, se miran entre sí y hasta se reclaman y obligan a voces. No faltan algunos que
por tradición familiar mantienen una devoción y son los primeros en anotarse, después se
anotan los otros en medio de vítores y aplausos. El sacerdote les agradece, les da una bendición
especial y, acto seguido, en medio de una atronadora salva, con las campanas al vuelo y música
de la banda de ccaperos, se guarda la imagen sagrada, con la alegría de todos de que está
asegurada la fiesta del próximo año.
Se llama "mayordomos" y "devotos" a quienes se han comprometido a financiar la fiesta con su
peculio. "Mayordomo" es el responsable principal y general. Cuando es época "de vacas gorcias"
o el que se anota tiene una enorme capacidad económica, el mayordomo "se raja" con todos los
gastos de la fiesta que dura varios días como ya veremos. Cuando es época "de vacas flacas"
quien se anota de Mayordomo tiene que financiar, por lo menos, la Misa de Fiesta y el ágape
consiguiente. En este caso el mayordomo también se compromete a hacer cumplir sus
compromisos a todos los que se anotan de "Devotos" y, si alguno incumple, él tiene que
sustituirlo en el gasto. Los "Devotos" se comprometen a financiar un evento o tarea específica de
las festividades: a poner una troya, un castillo pirotécnico, traer el ccapo, hacer "La Entrada de
Ceras" con el agasajo respectivo, contratar la banda de ccaperos (músicos), hacerse cargo de un
día de novena, financiar "La Octava" y demás.
Cuando se aproxima "el día" de la Virgen o el Santo venerados, dos semanas antes, se realiza "El
Convite": salen en marcha pública el mayordomo, que lleva "el guion" que le identifica (una
especie de estandarte), rodeado de los devotos y familiares, seguido por la banda de músicos
populares que incesantemente tocan "Viva el equipo campeón" u otra marcha festiva y mientras
los silbidos y explosiones de los cuetes de arranque compiten en estridencia con los ladridos de
los perros. Avanzan los manifestantes entre los aplausos y saludos a distancia del vecindario
que generalmente va plegándose a la marcha. Después de recorrer las calles del barrio, arriban a
la iglesia y se postran de rodillas al pie del santo de su devoción, le rezan, le entonan algún
canto religioso y, luego, mayordomo y devotos, puestos por grupos familiares bajo un manto de
la imagen sagrada, reciben una bendición especial del sacerdote. A la salida, contagiados por la
algarabía general todos se dirigen a la 54
casa del mayordomo, o en su caso a la del "devoto del Convite", donde se realiza la primera
francachela qué anuncia cómo serán las siguientes.
Nueve días antes del día de la Virgen o el Santo, se empieza el "Novenario". Cada día, en los
nueve que dura, se reúnen por la noche en el templo a rezar y, según el caso, a escuchar la
prédica de un sacerdote o leer de un pequeño folleto, lo que corresponde al primer, segundo, o
demás "días de Novena" con reflexiones o referencias a los milagros de quien se venera. Algunas
veces se realiza una misa Generalmente cada día está a cargo de una "devota" diferente que
además de financiar el rezo, invita después a sus familiares y amistades más cercanas a tomar en
su casa un chocolate, con torta y bocaditos.
El día que termina la novena, que es el de la víspera del Santo, sus devotos hacen algo especial
para "esperar las doce". Por ejemplo, los vecinos de Cerro Viejo "Cerro Colorado", hasta la fecha
acostumbran esa noche (6 de octubre) darle una serenata a la Virgen del Rosario, que tanto
halagan. Con las puertas cerradas de su capilla y reunidos en el atrio, le cantan a la Virgen, con
el acompañamiento de guitarras, mientras avanza el ensordecedor ruido de los cuetes de una
extensa troya que ponen, entre la Plaza Las Américas de La Libertad y la capilla de la Virgen del
Rosario (¡más de un kilómetro!). Abiertas las puertas de la capilla, entran y entre valses,
yaravíes, marinera y pampeñas, además de vivas y hurras a la Virgen, pasan varias horas.
Cuando están a punto de irse, el devoto de la serenata, ofrece un caldo de gallina a los
trasnochadores.
El día del santo, desde las 5 ó 6 de la mañana se realizan misas cada hora hasta el mediodía,
todas acompañadas de cohetes de arranque y troyas a cual mejor (los devotos de las distintas
troyas de ese y todos los días de la festividad), compiten porque se sepa cuál de las troyas ha
sido la más sonora, la más extensa y la que ha tendido más "gruesas" de cohetes (una "gruesa"
tiene 144 cohetes). Por la tarde se realiza una procesión.
Es necesario advertir que, como el día de la Virgen o el Santo, generalmente no caen domingo en
el almanaque, se celebra el Día de Fiesta el domingo siguiente al día del santo y, por
consiguiente, las solemnes vísperas al sábado que lo precede.
El viernes anterior al domingo de fiesta, se reúnen en la casa del "devoto del ccapo" quienes lo
acompañarán, con sus acémilas, su traje y equipos de faena y sus "atados" de frazadas y
refrigerios. El devoto les invita el almuerzo, casi siempre un chupe y un segundo "con copete"
(exuberantemente servido) y chicha a discreción. Parten después del mediodía y atraviesan
cabalgando las pampas que separan la ciudad de las montañas, casi siempre prefieren al
Chachani porque tiene "unas faldas" menos agrestes. Al morir de la tarde, llegan a las
estribaciones donde crece el ccapo, acampan, en seguida el "devoto" "paga" a las montañas para
sacar el ccapo: simultáneamente piccha coca, retiene un trago de pisco o cañazo en la boca y
fuma un cigarrillo, luego arroja el humo y escupe el líquido y la coca, mirando las montañas y
siempre sentado sobre sus piernas cruzadas, lanza una oración con frases en quechua y
castellano, enseguida abre con sus manos un hueco en la tierra, en la montaña y entierra la
pequeña botellita de la que sorbió el pisco y que todavía está a más de medio llenar, hojas de
coca y un cigarrillo al que previamente lo desmenuza. Cumplido el rito, proveniente de una
religión pre-hispánica, y sintiéndose "con permiso" de la montaña, comienzan a sacar, a lampazo
limpio, las plantas de ccapo hasta bien entrada la noche. Después prenden una fogata y se
sientan alrededor, se sirven su refrigerios, beben 55
pisco, uno que otro mastica coca y, calientes por fuera y por dentro se cuentan chistes, se
recuerdan de otros que años atrás subieron a traer ccapo, cantan y hasta refieren historias de
aparecidos y fantasmas. En el frío inclemente y la altura muchos no pueden dormir. Cuando en
la madrugada comienza a clarear, se ponen a trabajar haciendo los atados de ccapo y
amarrándolos con reatas en las acémilas, luego empiezan su regreso a la ciudad.
El sábado, día de las solemnes vísperas, llegan los devotos de ccapo a golpe del mediodía. Se
paran a descansar en las afueras del vecindario, almuerzan, adornan las cargas con banderitas
peruanas y esperan. A eso de las tres de la tarde, el mayordomo portando el guión y
acompañado por su esposa, hijos y una banda de músicos, se dirige hasta la casa del (o la)
"devoto de la Entrada de Ceras". En la calle a inmediaciones de esa casa ya están numerosas
mujeres esperando con largas velas en las manos. El mayordomo y comitiva entran a la casa y
después de haber hecho varios brindis con el devoto lo invitan a iniciar "la entrada". Salen. Las
mujeres encienden sus ceras o velas. Se inicia la retumbante reventazón de una troya, que va
"caminando" hacia el templo. Entonces, presididos por ei mayordomo y el devoto de la entrada
de ceras, avanzan en procesión, como arreando los cuetes, primero los músicos tocando una
marcha alegre como estridente, luego las señoras con sus ceras encendidas y, más atrás los
burros con el ccapo y sus devotos en cansados caballos. En el templo rezan, entonan cánticos
religiosos, reciben bendiciones con el manto y salen. Los músicos arrancan con una marinera
que es bailada por el mayordomo, el devoto y sus esposas. Luego a los sones del Carnaval
Arequipeño avanzan todos y en apoteosis hasta la casa del "devoto de la entrada" donde éste les
invita una comilona que dura varias horas.
Por la noche, tomando dianas y ponches de guindas y en grupos de amigos o familiares, asisten
al refulgente espectáculo de la quema de castillos y fuegos artificiales.
El día de fiesta, domingo, se verifican misas a cada hora de la mañana. A las once se realiza la
extensa Misa de Fiesta, cantada, con panegírico y varios celebrantes. Todos los asistentes visten
sus mejores galas. Después, en algunos casos se realiza un desfile cívico-escolar. En todos los
casos, ese día, el mayordomo ofrece un banquete general en que se luce nuestra comida típica.
En las fiestas de los pueblos de la campiña son infaltables: el sango de trigo (con chancaca, leche,
pasas, etc.), el cuy en estofado, en pepián o chactado, los chicharrones de chancho hechos en
pailas de cobre o lata y el arroz con pato.
A las cinco de la tarde sacan a la imagen sagrada en procesión. En algunos domicilios se
acostumbra armar altares en las fachadas, reminiscencia de los enormes altares que hace mucho
tiempo se acostumbraba armar con troncos, banderas del Perú y, por supuesto, imágenes y
cuadros de vírgenes y santos, en las esquinas de la plaza principal. Ese día también se instalan
diversiones cerca al templo y, según los casos, pueden haber peleas de gallos con apuestas,
quioscos de tiro al blanco con plumillas, argollas que se trata de embocar a botellas y paquetes
de galletas, tómbolas, etc. Hasta hace pocos años eran también tradicionales en estas fiestas, los
pasteles que genéricamente se llamaban "colaciones": roscas, "tallarines", oquendos, que eran
vendidos por pasteleros en enormes canastas o tablas que también servían para portarlos sobre
la cabeza.
Antes de entrar se realiza el sermón para la anotación de devotos "para el próximo año", que ya
vimos al empezar este relato. No se crea que con esto terminan las festividades de 56
ese año. En unos casos, al día siguiente lunes y, en otros al siguiente domingo que le llaman "la
Octava" se hacen unas réplicas, con menos brillo, de los actos del domingo de fiesta. Y hasta,
como en el caso de Cerro Viejo, se agrega en "La Octava" una concurrida tarde de peleas de
toros.
Para concluir con las fiestas religiosas de la Arequipa tradicional, tenemos que referir que a fines
del siglo XX son pocas las que se efectúan - mas o menos diez - de acuerdo a los cánones de las
añejas costumbres. Pero si antes fueron como un centenar al año, tenemos que señalar la
habilidad de los sacerdotes de los primeros tiempos que habituaron a nuestros antepasados a
estas normas, hasta que se convirtieron en tradiciones, que por muchos años se han repetido,
automáticamente por la fuerza de la costumbre.
Por otro lado estas fiestas religiosas tradicionales hicieron que los feligreses financien los oficios
religiosos y, como los gastos de los "mayordomos" y devotos fueron enormes, en la práctica
impidieron en nuestro pueblo que se diera la acumulación capitalista. En otras palabras, los
compromisos económicos de los feligreses para solventar el culto religioso, les impedía ahorrar e
invertir reproductivamente y tomar distancia y poderío económico.
Hoy día la fiesta religiosa más celebrada y multitudinaria es la de la Virgen de Chapi; pero
desde hace unos cinco lustros se propaga incesantemente la limeña devoción al Señor de Los
Milagros, que se venera en nuestra ciudad en la Iglesia de San Agustín, en el templo principal
del distrito de Mariano Melgar y en diversas iglesias y capillas. La difusión de la devoción
limeña en todo el Perú, trae consigo la afición al Turrón de Doña Pepa. De igual manera, los
numerosos migrantes que se vienen afincando en nuestra ciudad en las últimas décadas, traen
sus devociones religiosas de origen y las cultivan aquí. En este sentido son particularmente
importantes la fiesta del Señor de Huanca y las fiestas de las cruces del mes de mayo (que se dan
en un número mayor a los de la Arequipa tradicional).

CARNAVAL DE AREQUIPA
Cuando las "niñas" de 10 a 30 años de edad sentían en el traser el golpe contundente y preciso
de un pepinillo de papa tirado por la cacha de un palomilla, sabían que venía el carnaval.
Cuando las muchachas domésticas eran golpeadas y, al mismo tiempo, empolvadas por
"matacholas" (otra "arma" de la "guerra" divertida del carnaval, consistente en una larga media
de señora que en el extremo cerrado llevaba como un ovillo de trapos y polvos), sabían que
venía el carnaval. Cuando los ccoros, después de comprar en las tiendas, eran yapados con
confites, sabían que venía el carnaval. Y esto sucedía desde un mes antes del día en que,
efectivamente, llegaba el carnaval.
Los pepinillos de papa, lanzados como perdigones, eran las reminiscencias de épocas
prehispánicas en que los indios en determinadas épocas del año, solían jugar a "la guerra"
arrojándose y golpeándose con frutos y otros productos vegetales. Los confites, que en los días
mismos del carnaval también servían para ser arrojados y, las "matacholas", eran versiones
mestizas y relativamente modernas de aquellas reminiscencias.
En una sociedad tan católica y restrictiva como la arequipeña, los carnavales han sido siempre
muy esperados y festejados. Sin embargo, hasta donde podemos precisar de acuerdo a nuestras
investigaciones históricas, alcanzaron su apogeo (como en otras ciudades del Perú,
particularmente en Lima) en las décadas que corrieron entre 1920 y 1950. De ese apogeo nos
estamos ocupando.
Por disposición eclesiástica el carnaval dura los tres días que preceden al miércoles de ceniza. En
el Perú de los años señalados, los tres días eran de fiesta: domingo, lunes y martes de carnaval.
En Arequipa el carnaval empezaba el sábado, con la soberbia "Entrada del Ño Carnavalón" que
venía desde Miraflores, escoltado por decenas de muñecos gigantes y algunos centenares de
"cholas pampeñas" que bajaban bailando, tomando y cantando con el acompañamiento de "la
Banda del Ejército" y el bullicioso reventar de cuetes chinos. Muchas eran las coplas, conocidas e
improvisadas, que se cantaban como grito de batalla, pero una era la más repetida de ese y los
otros días de carnaval:
"Cantemos, bailemos ¡apujllay!
sobre una granada,
hasta que reviente, ¡apujllay!
agua colorada".
En pocas palabras, las cholas pampeñas bajaban pidiendo "guerra", pues provocaban con sus
contoneos, además de arrojar mixtura a la multitud de espectadores y hasta envolvían
serpentinas de colores en el cuello de algunos "viejos verdes" que esa tarde al ser tocados por
una adoradora del Ño Carnavalón, sentían ser tocados por la inmortalidad. Por la noche del
sábado eran numerosos los bailes familiares que se verificaban al son de estudiantinas, pianolas
y "victrolas"; varios de los cuales eran de disfraces o, por lo menos, de caretas y antifaces. 60

SEMANA SANTA EN AREQUIPA


Podríamos decir que el Domingo de Carnaval era el día de la galantería, pues las gentes estaban
dispuestas a las acciones y expresiones obsequiosas, elegantes y ¿por qué r o? cortesanas (si
tenemos en cuenta que por aquellos tiempos la Reyna de Arequipa era la dama ungida como
Reyna del Carnaval). Ese día todo era cumplidos, piropos y un cultivo acentuado de las buenas
maneras entre las gentes, especialmente en los acercamientos entre solteros y solteras.
El acto central del domingo lo constituía el Corso de Flores. Los "carros alegóricos" tenían la
particularidad de estar adornados -algunos íntegramente cubiertos- por flores naturales.
Presidía el alegre cortejo la Reyna del Carnaval que era designada por una junta de vecinos
notables ligados a la Municipalidad. Hubo años también en que se eligió por voto popular, con
ánforas en el Portal de la Municipalidad y Comité Electoral incluso, a la Reyna del Carnaval.
Elegida o designada, la reyna siempre se escogía entre la; más bonitas señoritas "de sociedad"
(eufemismo que se utilizaba para nominar a las familias de mayor poder económico). Por
supuesto que la radiante Reyna estaba rodeada de corte de damas de compañía y pajes, todos
vestidos de etiqueta. Su majestad saludaba a sus subditos agitando sus brazos en alto y les
regalaba con la mejor de sus sonrisas, con sus besos volados, ayudada por su corte,
desenrollándoles "serpentinas de conversación" y hasta echándoles los confites de carnaval más
pequeños (pelotitas de azúcar que por núcleo llevan un granito de trigo, anís o ajonjolí de
colores rojo indio y blanco).
La animación era general entre los concurrentes al corso que se emplazaban, esa refulgente
mañana de domingo, en los balcones, ventanas, azoteas y aceras de las calles y la Plaza de
Armas por donde pasaba el festejo. Todas las familias se esforzaban porque sus hijos tengan
vestido de estreno en el corso del Domingo de Carnaval. Incluso los más pequeños eran
primorosamente disfrazados para concurrir a ver el corso, de pierrots, de colombinas, de
japonesitas, de turcos, de chunchos, de diablitos, de chinitas, etc. Todos sabían y respetaban la
tradición de no jugar con agua y hasta con polvos ese día en lugares públicos y, por supuesto, en
el corso de flores. Para eso estaban las "serpentinas de conversación" con piropos y otras frases
galantes; la mixtura colorida de papel picado; los "chisguetes de eter" cuyos chorros provocaban
una sensación helada, pasajera y localizada; los confites más pequeños. Los señoritos se daban el
lujo de rociar con agua florida y hasta con perfumes finos a las damiselas más atractivas. Las
bandas del Ejército y otras menos formales, esparcían con reiteración la melodía del Carnaval
Arequipeño y su contagiante ritmo.
Pasado el mediodía, concluía el corso pero no la alegría. Regresaban todos a sus casas y cada
familia se entregaba al más extremo sibaritismo que sus recursos les permitía. Para empezar, en
toda casa estaban a! alcance de la mano los confites de carnaval, no sólo los pequeños ya
descritos, sino los grandes que eran de maní, castañas, nueces Después de ponerles el último
toque, la Reyna del hogar, llena de orgullo, daba de tomar la "chicha de carnaval" que
personalmente había preparado en los últimos tres días y de acuerdo a la receta que aprendió de
sus antecesoras. En realidad las chichas de carnaval podían ser de dos clases: "la chicha dulce"
también conocida como "chicha de frutas", que era la más difundida y celebrada, hecha con
membrillos, manzanas, "granuja" de uvas, piñas maduras, higos secos y otras frutas y especias; y
la "chicha de masa", cuyo ingrediente principal era la harina de trigo. Aunque en su contenido
podía ser diverso por las distintas tradiciones familiares o por la especialidad de la dueña de
casa, el almuerzo era opíparo. La mayoría de 61
familias se servían un exuberante puchero con carnes de pecho de vaca, de cordero, lonja de
chancho, cecina, papas, camote, choclo en rodajas, zapallo, chuño blanco, ocas, peras, manzanas
y hasta duraznos, por supuesto que con abundante repollo y llatan, para los grandes y, ocopa
para los chicos. El puchero se servía -"como Dios manda"- en dos platos sucesivos. Primero el
"hondo" con el caldo en que se cocinó todo lo enumerado, al que se agregaba un poco de arroz
graneado. Y, después, "el plano" en el que se amontonaba todo lo sólido cubierto por las hojas
del repollo hervido. Se remataba el almuerzo con un banquete de frutas al natural en que
reinaban la sandía, el blanquillo y la uva Italia; teniendo por subditos al melón, a los duraznos
de carne amarilla, a los duraznos de corazón rojo, a los "aurimelos", a los damascos, a los higos
blancos y negros, a los mangos y a las uvas negras. En realidad, ningún día en el año la fruta
brilla tanto en la mesa arequipeña como el Domingo de Carnaval. Cuando la extendida
sobremesa contagiaba el sopor entre sus beneficiados, no faltaba un muchacho que sobaba la
cáscara de la sandía, por la parte de tuvo su rojo cuerpo, en la cara de la hermanita y se desataba
-ya en el patio familiar- el juego con agua, polvos y anilina de los menores de casa, entre gritos,
ayes y risas.
En la tarde del Domingo de carnaval era de rigor que las señoras mandasen en obsequio a sus
amigas y familiares más queridas jarras de su chicha, canastas o bandejas con frutas y hasta
pedazos del chancho al horno que habían preparado para dar de "lonche" esa tarde a sus gentes
de casa. Como esta conducta era recíproca, en cada casa se verificaba una especie de concurso de
chichas de carnaval y las familias se estrechaban entre sí con los lazos de la gratitud y de los
cumplidos.
Después de servirse el consabido chancho al horno, generalmente de un lechón criado en casa
con puro maíz, la familia con algunas amistades se dedicaban a cantar, bailar, beber y jugar con
polvos, mixtura y serpentinas.
El Lunes de Carnaval era el primer día en que estaba permitido - públicamente- el juego con
agua, por eso muchos lo llamaban "el lunes de agua". A golpe de nueve de la mañana, cuando el
sol comenzaba a calentar el ambiente, salían las pandillas de muchachos desafiantes por las
calles de la ciudad.
Damiselas y jovenzuelos mojándose, resbalándose, manoseándose, pellizcándose y en medio de
un griterío infernal se disputaban el control del abastecimiento de agua que estaba depositada
en la piedra del pilón, en gamelas y bateas; donde la mayoría de veces terminaban metidas las
lideresas de la tenaz resistencia. Terminada la batalla, seguía una etapa de reproches mutuos y,
entre la diversión general, la reconstrucción de los hechos. Enseguida los asaltantes eran
agasajados con chicha de carnaval, confites y uno que otro bocadillo. Algunas veces los
jovenzuelos eran invitados a quedarse a almorzar o, bien, a regresar "por la tardecita" en que se
verificaba un baile juvenil muy entretenido. Si el cuerpo les daba para más y tenían más
pertrechos, la pandilla prometía regresar "por la tardecita" y partían a verificar otros asaltos. No
se crea que el éxito en tomar un castillo de doncellas se debía a la sapiencia "militar" de los
jovenzuelos, no. Eso era lo que ellos creían. Pero en realidad eran las doncellas quienes elegían
con quién combatir y quienes decidían hasta donde resistir. En conclusión, no era un "casus
belli" sino artes del amor galante. 62
Como que era el último día, el martes de carnaval era de locura, "todo estaba permitido". Por
añadidura, los soldados del Ejército (de a verdad) eran liberados ese día, después de haber
estado en los precedentes acuartelados y con ganas de amotinarse. Además de las consabidas
pandillas callejeras, en los barrios más populares se verificaban verdaderas batallas campales
con cascarones, agua, hollín, polvos, mixtura, harina, serpentinas y en las que no faltaba uno que
otro desalmado que tiraba cascarones pero de huevo de pato o de pavo que, por irrompibles,
eran de artillería pesada. Las batallas más célebres se daban en "las siete esquinas" y en "la Casa
Rosada".
En los primeros lustros del siglo XX reinaron las cuadrillas, mazurcas, jotas, galopas,
pasodobles, valses y marineras. Entre la primera y segunda guerra mundial, época del
esplendor del carnaval en Arequipa, los arequipeños demostraron sus dotes dancísticas y
enamoraron, a los compases del "foxtrot", del "blue", del "one step", del "cameltrot", del
"charleston", del bolero, de la guaracha, del tango, del vals criollo. Pero por sobre todos esos
ritmos, siempre brilló nuestro autóctono carnaval Arequipeño, contagiosa pampeña que
constituye la música popular más difundida de la historia de Arequipa. "El carnaval arequipeño,
como género musical, es una pampeña, con el ritmo más marcado y acentuado. Es más rítmico
que melodioso pues en realidad se trata de un género musical para ser bailado como danza
pandillera y de recorrido. El carnaval arequipeño se lo interpreta como música de "guerra" en el
juego de carnaval y, por tanto, indistintamente se lo ejecuta con el acompañamiento de bandas
de caperos o de las estudiantinas. El carnaval arequipeño tiene unas coplas que los grupos en
juego improvisan para zaherirse cantando."
Las cholas caymeñas, APUJLLAY
montadas a burro
con las piernas “ccalas"APUJLLAY
enseñando el culo.
El año pasado, APUJLLAY
con tanta 'guaragua'
y este año que viene APUJLLAY
con tamaña guagua.
El Miércoles de Ceniza, que ya era laborable, la mayoría de la población volvía a la normalidad
acudiendo muy temprano a misa a pedir perdón por los pecados cometidos (propios y extraños)
y a recibir una cruz de ceniza en la frente que les recordaba que la Pasión del Señor empezaba.
Quienes se resistían de volver a la normalidad, concurrían la tarde del Miércoles de Ceniza al
entierro del Ño Carnavalón en la Pampa de Miraflores y; otros, predominantemente chacareros,
preferían asistir a las peleas de toros de la Acequia Alta, que eran seguidas de carreras de
caballos chuscos (ordinarios), montados "al pelo" por sus jinetes cotidianos. Después del
Miércoles de Ceniza, si algún niño usaba algún juego de Carnaval, era reprendido por los
mayores y obligado a abandonarlo, con el calificativo lapidario de "diablo cuaresmero".
El domingo siguiente al Domingo de Carnaval se realizaba la fiesta de la Amargura en
Paucarpata y, al subsiguiente, la fiesta de Cuasimodo en Tiabaya. La religiosidad de Arequipa
volcada a venerar a Jesús Nazareno en esas dos encantadoras villas rurales, demostraba que
Arequipa toda se hallaba inmersa en los tiempos de pasión.

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