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Creo que es difícil determinar exactamente cómo sería. El autor plantea que la
sensación de una providencia divina es una clara señal, que sumada a un
transformación real y consecuente, permitirían mostrar si realmente tal predicación
tiene esta cualidad.
Tengo que reconocer que no tanto como el que debería. Ni con la constancia y
frecuencia ideal. Debo trabajar más por un espacio diario, permanente, fuera de
las circunstancias que me lleven a ese estilo de vida, y dejar a un lado la idea de
que porque frecuentemente hago pequeñas oraciones o adoraciones, estoy en
comunión. Creo que un ejemplo es la relación de casados, quienes se hablan todo
el día, por celular, por correo electrónico y mensajes de texto; pero no tienen
espacios solos, de conversación íntima o intercambio real de ideas propias.
Necesito sacar más de esos espacios. Pero me inquieta pensar si debe ser diario.
¿Son viables ante la abrumadora exigencia de tiempo y esfuerzo para los
compromisos? Tal vez, la propuesta sería programar esos espacios, la cuestión es
¿cada cuánto? Creo que es la misma inquietud con respecto a la dedicación
completa al estudio de la Palabra y por algo los apóstoles lo definieron como
oración y enseñanza. Un gran reto.
Por otra parte, frente a temas que son más de índole social y cultural en las cuales
la biblia guarda silencio, cuál entonces debería ser nuestra inclinación o estudio
bíblico. Nos esforzamos en encontrar respuestas en la Biblia para todo en la vida y
al parecer tal condición no es posible. Creo que debemos entender los límites de
ello.