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Dos siglos llenos de dificultades hacen la historia de la economía colombiana,

desde su nacimiento como república independiente. La Nueva Granada, es decir,


el país que manejaba la Corona española a través de su plan de colonización,
vivía de una economía natural, relativamente próspera, pero con enormes
diferencias sociales en contra de los nativos, es decir, de la población indígena.
Los principales productos eran el oro y la agricultura desarrollada por aparceros,
indígenas, artesanos y esclavos, quienes transferían la mayor parte de sus
ingresos a los amos y señores de acuerdo con una cita incluida en el libro (Nueva
Historia Económica de Colombia, del economista y decano de Economía de la U.
Jorge Tadeo Lozano, Salomón Kalmanovitz) El siglo XIX fue esquivo para el
desarrollo económico del país. El fuerte impacto que provocó la Independencia
sobre la economía de una colonia como la de la Nueva Granada, que había sido
bastante pobre hasta el momento, la hizo empobrecer más, por lo menos hasta
1850. En este sentido, hay que conocer el cómo funcionaba la economía en la
nueva granada para avanzar con el desarrollo a lo largo del tiempo hasta la
actualidad.

LA ECONOMÍA DE LA NUEVA GRANADA

Existe la concepción convencional de que el periodo colonial fue de estancamiento


económico, visión que se origina en los economistas coloniales y en los próceres
de la Independencia. Por ejemplo, José´ de Ignacio de Pombo se expresaba en
los siguientes términos sobre las trabas institucionales que impedían el desarrollo
de la agricultura y de sus exportaciones en el nuevo reino: Los obstáculos físicos,
políticos y morales que oponen la naturaleza, las leyes, el Gobierno y las
costumbres al fomento de la agricultura; las trabas directas e indirectas que
impiden su progreso; los gravámenes que sufre, y últimamente, los auxilios y
franquicias que convenga o deban concedérsele por el Gobierno, ofrecen un
campo muy vasto para el discurso, pues son muchos y algunos de tanta gravedad
y consideración como los mismos estancos (Ortiz 1989). Así mismo, los próceres
se quejaban de la enorme carga tributaria que soportaban y la falta de
oportunidades ofrecidas por los Reyes Católicos para los ‘‘manchados por la
tierra’’; demandaban en consecuencia igualdad de trato como súbditos leales que
eran del rey de España y una representación proporcional en las cortes españolas,
como lo expresa Camilo Torres en el Memorial de agravios de 1809: Trescientos
años a que se gobiernan las Américas por relaciones, y su suerte no se mejora.
Ni quien puede sugerir estas ideas benefician a un país, cuando sus intereses no
le ligan a él!? Los gobernantes de la América, principalmente los que ocupan sus
altos puestos, han venido todos, o los más, de la Metrópoli; pero con ideas de
volverse a ella, de establecer su fortuna, y a seguir la carrera de sus empleos.
Y los males de las Américas no son para ellos, que no las sienten; disfrutan solo
sus ventajas y sus comodidades (Torres 1809). Aunque la percepción de los
contemporáneos era que la economía neogranadina estaba estancada debido a la
excesiva carga tributaria y a la ineficiente gestión de sus autoridades, hay muchas
evidencias de que se estaba dando un importante crecimiento de la actividad
minera durante el siglo XVIII que condicionó el resto de la economía que hoy
podríamos considerar como de bienes transables, frente a la economía natural en
la que laboraba el grueso de la población. Así´, recientes estimaciones de la
producción agregada a finales del siglo XVIII informan de que el crecimiento
económico de la Nueva Granada pudo ser del orden del 0,3% entre 1765 y 1800,
mientras que la minería como tal crecí a al 2,5%, tasas bastante altas para una
economía pre capitalista.
Un fenómeno similar se estaba dando en el virreinato de Nueva España,
igualmente impulsado por la minería de la plata como sector líder de la economía
(Dobado y Marrero, 2006), mostrando que la política continental de los Borbones
estaba arrojando buenos resultados para la riqueza del imperio y para las arcas de
la monarquía. En la misma dirección expansiva funcionaron las directrices
borbónicas para permitir un mayor comercio entre las posesiones españoles y
entre estas y los países considerados amigos, aflojando un poco las asfixiantes
cadenas del monopolio comercial sostenidas por los consulados de Cádiz y
Sevilla, con la idea de ir conformando si no una unión aduanera sı´ un área de
libre comercio constituida por España y todas sus posesiones de ultramar.
La guerra entre España e Inglaterra y el frecuente bloqueo de las flotas que
comunicaban el nuevo mundo con la metrópoli fue una justificación adicional para
permitir que el comercio intercolonial compensara las necesidades no surtidas a
tiempo por el bloqueo naval. Las estadísticas sobre comercio exterior muestran un
gran crecimiento de los llamados frutos (algodón, añil, palo del Brasil, índigo) de la
Nueva Granada, en contraste con los caudales constituidos esencialmente por
oro. El producto transado en los mercados internacionales y como circulante fue el
de la producción de oro a cambio de bienes de lujo y otros más necesarios como
molinos, trapiches, medios de transporte, armas, etc. Las cifras de las
exportaciones de oro son del orden de los dos millones de pesos platas anuales al
final de la colonia, con algunos envíos de algodón, añil y tagua de menor cuantía
pero de una importancia creciente.
El régimen comercial español también fue reformado por los Borbones, quienes
apreciaron que era demasiado restrictivo, obtenía ganancias monopolistas y, lo
que era más nocivo aún, impedía la ampliación de los intercambios, frenando
incluso el desarrollo económico del imperio, asediado por fuertes competidores.
En efecto, Inglaterra y Holanda se apoyaban en un comercio mucho más libre e
intenso que los enriquecía y erigían plantaciones de azúcar y tabaco en el Caribe,
en el propio patio del imperio español en América, algo que este no tardó en imitar
desarrollando las plantaciones de azul´ car y tabaco en Cuba y en Puerto Rico.
Con las reformas borbónicas: ‘‘Se pasó´ de un monopolio, validado por un fuerte
contrabando y un sistema de galeones insuficiente, a una libertad de comercio
instaurada paulatinamente a partir de los setenta. Así´, mientras Cádiz perdía su
monopolio como puerta de salida de España, en América se abrían lentamente
algunos puertos ‘menores’’’ (Boho´ rquez 2009, p. 19).
El objetivo era aprovechar mejor las oportunidades provistas por una agricultura
tropical para intensificar el comercio de bienes españoles y capturar así´ una
mayor parte de las exportaciones de oro y plata de las colonias, pero también
fomentar el comercio entre las propias colonias que se daba de manera marginal y
no del todo legal.
La otra parte de la política de los Borbones era ciertamente voraz porque
aumentaba desproporcionadamente los impuestos indirectos, maximizaba el
margen de los estancos, castigaba duramente el contrabando (las siembras de
tabaco sin permiso o los alambiques de aguardiente y ron no autorizados) y
perfeccionó incluso las subastas para recaudar los diezmos que también
aumentaron sustancialmente.
Sin embargo, la Nueva Granada no tenían las grandes producciones mineras, ni el
desarrollo de actividades ganaderas y comerciales que tenían la Nueva España o
el virreinato del Perú´ o Brasil, lo cual hacia que la economía neogranadina fuera
relativamente pobre en el contexto de la América española. El virreinato de Nueva
España (México de hoy) tenía un PIB por habitante de 41 pesos (Coatsworth
1998) y era de las más ricas colonias españolas, lo que hace ver como una
economía más pobre el cálculo nuestro para la Nueva Granada de 27,4 pesos (ver
Cuadro 1), pero que es coherente con la riqueza aparente de ambas colonias, con
la produccio´n minera de cada cual y con su comercio exterior.
La produccio´n minera per cápita en la Nueva Granada era de 2,5 pesos (sin
desviaciones para financiar el contrabando o servir de medio de pago), mientras
que en Nueva España alcanzaba 3,6 pesos por habitante. En la Nueva Granada,
la minería en 1800 contribuía con cerca del 12% del PIB y durante el siglo anterior
había presentado el mencionado crecimiento acelerado, que se torna más
sistemático para la segunda mitad del siglo.

La política de los Borbones tuvo como objetivo aumentar la produccio´n minera,


reduciendo los impuestos como el quinto y el requinto, equivalentes al 22,5% del
valor del metal extraído, a solo el 3% hacia 1777, al tiempo que subsidiaba
insumos como el mercurio. Sin embargo, con el crecimiento económico minero y
general también aumento´ el rendimiento de las actividades estancadas y se
elevó´ el resto de impuestos indirectos, como la alcabala y los que recaían sobre
el comercio exterior.
Es claro entonces que el virreinato de la Nueva Granada obtuvo un buen
crecimiento económico durante el siglo XVIII, impulsado por la produccio´n de oro
(Grafico 1) y evidenciado por los resultados fiscales y de los diezmos para las
regiones de Colombia central, según Brungdart, de Popayán y Antioquia, todos
registrando un auge de la produccio´n agropecuaria y del comercio (Brungardt
1974; Melo 1980; Twinan 1982). La división político administrativa del virreinato se
presenta en el Mapa 1.
La región que hoy en día corresponde al departamento de Santander (región
nororiental de Tunja) observa una vida económica activa basada en su artesanía,
en su pequen˜ a agricultura y en su intenso comercio con las regiones mineras del
virreinato. La región de la costa y Cartagena en especial tienen también un buen
comportamiento, gracias al alto gasto comprometido en su defensa y a su muy
escaso ordenamiento que permite actividades como el comercio de contrabando
(Herrera 2002, p. 116). Aunque en la Nueva Granada también aumentan
drásticamente los impuestos con las reformas borbónicas, estos no dan al traste
con la dinámica expansiva que llevaba la economía.

La clave reside en que la mayor parte del recaudo se gasta dentro del virreinato,
en gastos de administración pero en especial para financiar la defensa militar de
Cartagena, de tal modo que los impuestos se reciclan y el gasto tiene un
multiplicador sobre el resto de actividades. Según Meisel (2011), sólo al final del
periodo colonial hay remisiones hacia Madrid y no son muy onerosas. Claro que
también aumenta la minería del oro, metal que era utilizado como medida de
cambio interna cuando era extraído ilegalmente y se intercambiaba en polvo por
mercancías para las zonas mineras de Popayán, Antioquia y Choco´. Como se
mostró´ antes, los incentivos tributarios aplicados a la minería explican parte del
crecimiento evidenciado en la última mitad del siglo XVIII, lo cual tuvo efectos
multiplicadores en la agricultura.
La agricultura de la región central del virreinato debió´ crecer a una tasa cercana a
la de los diezmos (Gráfico 2), que lo hizo al 2,9% anual entre 1763 y 1813 según
Brunghardt (1974), aunque también se dio un proceso de mejora sustancial en el
recaudo por parte de los diezmeros, quienes debían competir en las subastas que
se hacían por regiones. Para la región de Cauca (occidente de Popayán), la cifra
de crecimiento de los diezmos fue menor, del 2% anual entre 1722 y 1800, lo cual,
aun con cambios de precios, esta´ bien para una economía pre moderna. La
agricultura de Antioquia también estaba en fuerte expansión como lo revelan sus
diezmos, impulsados a su vez por un crecimiento sostenido de su minería y de su
comercio (Twinam 1982).

En general, el recaudo de impuestos en la región central del virreinato creció´ de


manera sostenida durante el periodo entre 1761 y 1800. Adolfo
Meisel (2011, p. 39) señala que ‘‘los recaudos de 1796-1800 resultaron ser 5,3
veces más altos que los de 1761-1765’’. En cuanto a la participación de los
distintos impuestos, los recaudos más importantes se obtuvieron de los estancos
de aguardiente y tabaco, con una participación del 36,31% del recaudo total; del
comercio interno, con el 12,34%, y de la minería, con el 11,05% (Meisel 2011, p.
64).
Otro estímulo al crecimiento, muy concentrado regionalmente, era el gasto en la
defensa de Cartagena, unos 600.000 pesos al año, más 100.000 pesos tomados
directamente de su caja real que recaudaba los impuestos al comercio exterior, lo
que también se manifestó´ en una mayor demanda para surtir a las tropas y a los
trabajadores de las fortificaciones (Meisel 2005). El gasto en defensa de
Cartagena pudo llegar a ser del orden del 2,8% del PIB del virreinato, de acuerdo
con nuestras cifras. El aumento de impuestos pudo entonces afectar
negativamente a la región del centro, incluyendo a Santafé´ de Bogotá´, pero
beneficio´ a la Costa Caribe, debido a los gastos en la defensa del puerto. A
diferencia de Nueva España, en la Nueva Granada no hubo al parecer contracción
monetaria, mientras que el excedente era reinvertido en Cartagena y en los
sueldos de la burocracia. La agricultura en la región del Magdalena y el levante de
ganado la región costera dieron lugar a una división del trabajo y un comercio
incrementado entre ellas, aunque hacia el oriente los ‘‘indios bravos’’ no habían
podido ser controlados por la Corona (Herrera 2002).
La economía crecía bien porque la población estaba creciendo con bastante
rapidez. Según Meisel, el crecimiento era de 1,6% anual. Esta recuperación
demográfica, además de la mayor presencia de mestizos y blancos explotando las
tierras otrora de resguardos, estuvo detrás de la mayor dinámica económica: se
estaba dando una creciente división regional del trabajo entre los distritos mineros
de Antioquia, Chocó y Cauca con los centros artesanales de Santander, Nariño y
Santafé´; en esta última se concentraba la burocracia virreinal de altos ingresos,
mientras que en el altiplano que la circundaba se producía el trigo, la cebada y la
papa, y se engordaba el ganado que venía de los llanos orientales, del Tolima y
del Huila.
La dinámica de la población se explicaba por el estancamiento de la república de
indios a la que se le asignaban tierras de resguardo y se les cobraba un tributo por
cabeza, y la expansión de mestizos y blancos. El proceso estaba bastante
adelantado hacia 1755, en ocasión de la visita del oidor Andrés Verdugo y
Oquendo a las provincias de Tunja y Vélez, encontrando ‘‘gran número de gente
blanca que se ha aumentado y el corto número a que han venido los indios, y los
muchos casamientos a que hay entre estos y aquella (y) Verdugo solo veía
ventajas para el Estado en ese proceso: los blancos trabajaban más y obtenían
mucho más rendimiento de las tierras que los indios y consumían más géneros y
efectos, tanto los producidos en el virreinato como los que venían de la península,
incentivando el comercio y, por tanto, los rendimientos de la alcabala, ya que a
diferencia de los indios, los blancos y mestizos estaban sujetos a su contribución’’
(Restrepo 2009, pp. 137 y 138).
Uno de los temas que permite dilucidar la aproximación a las cuentas ‘‘virreinales’’
es el peso del Estado en la economía y el de las remesas al exterior que debieron
afectar el crecimiento econo´mico.1 De todas maneras, los impuestos superaban
una décima parte del PIB, lo cual era muy oneroso para patrones pre modernos.
Sin embargo, una parte se gastaba en los sueldos de la burocracia española y
criolla, concentrada en Santafé´ y Cartagena. Las remesas que hizo el virreinato a
España no parecen haber ocupado más del 1% del PIB colonial, que debió´
afectar fundamentalmente a la inversión y por esa vía el crecimiento fue menor al
potencial.
En la historiografía económica colombiana existe un consenso extendido en el
tiempo de que la opresión colonial tuvo un impacto negativo sobre el crecimiento,
y que este se vio particularmente influido por el monopolio del comercio. Aunque el
prejuicio sobre el estancamiento es falso, sı´ es cierto que las trabas monopolistas
e impositivas impedían alcanzar el potencial productivo que tenían las colonias y
justificaron la independencia en términos económicos. Es claro que se alcanzaría
un crecimiento mucho mayor que el logrado si se liberaban las trabas absolutistas
que imponían las políticas de Madrid y los monopolios públicos sobre la
producción y el comercio internacional (Salomón Kalman and Edwin Rivera 2012)

Por otro lado, si se pretende realizar una comparación entre conceptos e historia
económica del país, no podemos dejar por fuera a uno de los entes más antiguos
y confiables como lo es el periódico el tiempo; en este sentido comparte los
siguientes datos muy completos y con mucha información importante y relativa y
su independencia, sobre los años y ocurrencias en la economía de los mismos:

(Redacción el TIEMPO/17 de abril 2009) La pérdida de participación en la órbita


comercial ibérica, al tiempo de que se carecía de productos alternativos de
exportación distintos al oro, cuya producción se deterioró, produjo una reducción
de los ingresos externos. El mercado mundial entretanto no mostró dinamismo
hasta 1850, lo cual escasamente ayudó a salir de la contracción producida por la
guerra y por la pérdida inicial de comercio.
La política y la guerra debilitaron la institución de la esclavitud y, por lo tanto, la
minería se contrajo primero para estancarse después, manteniendo cierta
dinámica en Antioquia. La guerra misma produjo pérdidas de vidas, semovientes,
mulas, cosechas y las propiedades de chapetones y realistas fueron expropiadas,
incentivando la fuga de capital. Sin embargo, a pesar de todos los problemas, se
comenzaron a echar los cimientos de una nueva sociedad, un tanto más liberal,
que eventualmente saldría adelante con nuevas exportaciones hasta consolidar el
café como la principal de ellas, ya a principios del siglo XX. Solo a partir de ese
momento, Colombia entró en una fase de crecimiento sostenido.

LA INDEPENDENCIA Y LA ECONOMÍA.
Costos y beneficios de la Independencia.

El cálculo de los costos y beneficios de la Independencia constituye un tema


Apasionante de la historia económica. Se trata de dilucidar si el desmonte de una
organización económica ineficiente, basada en los monopolios públicos y privados
sobre la producción y el comercio, produjo suficientes beneficios a largo plazo que
justificaran los costos de la empresa.
Había que erradicar buena parte de lo que los españoles habían sembrado: un
sistema de castas separadas por ley, relaciones sociales de servidumbre y de
esclavitud, monopolios de comercio y de los bienes más transados en la sociedad
colonial y, no menos, una tributación excesiva. Los costos de la Independencia
fueron evidentemente muy altos, el mayor de los cuales fue la pérdida del orden
político que mal que bien sostuvo el imperio español de ultramar por más de tres
siglos.
Mientras que para los países frontera del imperio español que lograron la
independencia sin guerras de liberación como Argentina, Costa Rica y Chile
pudieron establecer tempranamente regímenes liberales abiertos al comercio,
para los que contaban con instituciones hispánicas más enraizadas y vivieron
intensamente el conflicto tardaron más en alcanzar alguna estabilidad política y
economías abiertas. Los obstáculos institucionales al crecimiento económico
fueron mayores en las zonas de población autóctona estable, donde quedaron
encarnados en un pacto colonial entre España y la élite colonial”, anota John
Coatsworth, para la América colonizada por Iberia. Fueron este tipo de regiones
las que se vieron más polarizadas por el conflicto que dividió a los criollos y a los
mestizos y sumó a los indígenas a la causa real.
Se podría afirmar que la estabilidad política solo llegó a Colombia después de la
Guerra de los Mil Días (1899-1902), a partir de 1905, cuando los partidos
alcanzaron un acuerdo de paz perdurable.
Lo cierto es que la caída de la monarquía española desató la anarquía en casi
todas sus colonias. Surgieron iniciativas constitucionales en villas y provincias, a la
vez que un gobierno provisional instaurado por las Cortes de Cádiz ofreció amplia
representación a sus congéneres de ultramar.
La Constitución aprobada en Cádiz en 1812 fue progresiva, porque instauró el
voto universal masculino sin requisito de propiedad o literalidad, que incluyó a
criollos, mestizos e indígenas (excluyó a los esclavos) y estableció gobiernos
provinciales y ayuntamientos de origen popular (Rodríguez, 2005).
La restauración de Fernando VII en el poder en 1814 le permitió abolir las Cortes y
desconocer la Constitución gaditana. En la Nueva Granada solo en el
pronunciamiento constitucional de Cartagena se hizo sentir la influencia de las
Cortes de Cádiz y la versión más radical de los Derechos del Hombre.
(Martínez Garnica, 2006). En sentido opuesto, la Constitución de Cundinamarca
de 1811 propuso una monarquía constitucional que mostró el carácter excluyente
de los criollos frente a las castas inferiores y el temor de perder el dominio sobre el
orden político legado por España. Otras iniciativas más federales en otras
provincias de diferente inclinación política, inspiradas en la experiencia
norteamericana y promovida por Camilo Torres, llevaron a guerras intestinas que
facilitaron la reconquista española de 1817.
La historiografía tradicional ha llamado a este período la ‘Patria Boba’, pero el
conflicto no surge de la estupidez humana, sino de la inexistencia de gobiernos
proto-nacionales en cada colonia -cuerpos colegiados con funciones políticas y
económicas donde existiera representación de los criollos- que la Corona nunca
permitió ni en la propia España, lo cual dificultó la construcción de espacios de
negociación política que se debieron construir desde la nada con el derrumbe del
imperio hispánico.
Por contraste, las asambleas de las 9 colonias anglosajonas, que sí contaban con
experiencias de autogobierno, se apoyaban en un área de libre comercio,
legislaban sobre impuestos y contaban con recursos para hacer inversiones en
educación e infra-estructura. Fue menos difícil para ellas entrar en una
negociación compleja que culminó en una confederación dotada de una
constitución eficiente y legítima que perdura al día de hoy.
Clement Thibaud sugiere que las estructuras castrenses de los ejércitos
bolivarianos jugaron un importante papel en la conformación de las identidades
nacionales. Ante la ausencia de poder generada por la confrontación con la
metrópoli, su influencia en las instituciones de gobierno llevó a la aparición del
caudillismo y retrasó la conformación de un sistema de gobierno parlamentario
que permitiera la creación de espacios de negociación política de los conflictos.
Bolívar, en particular, se oponía al federalismo, a la división de poderes y a una
representación universal. Por tanto, no existieron las condiciones institucionales y
políticas necesarias para que el proceso económico se desarrollara de manera
dinámica, en los países que antes conformaron la Nueva Granada, al menos
durante la primera mitad del siglo XIX. (Thibaud, 2002) La pugna fundamental en
los años de la post independencia en los países liberados por Simón Bolívar fue la
oposición a formas de gobierno centralistas con un enorme poder concentrado en
la presidencia vitalicia del propio Bolívar, quien además podía nombrar a su
sucesor, combinado con restricciones de ciudadanía a los que no contaban con
propiedad o no sabían leer y escribir, contra unos gobiernos más liberales que
contaban con reglas menos restrictivas de participación política.
Las fuerzas localistas y regionales que desató la Independencia fueron contenidas
por las necesidades militares de los criollos. La guerra de liberación obligó a
centrar todos los esfuerzos en fortalecer el ejército y, con ello, a centralizar el
incipiente Estado. Una vez expulsados los españoles del territorio que se vendría
a denominar La Gran Colombia, pero todavía con un poder realista amenazante
en territorio peruano, Venezuela aprobaría su Constitución de Angostura en 1819,
muy influida por Simón Bolívar que le introdujo rasgos dictatoriales.
Entre estos figuraban la división de ciudadanos entre activos y pasivos (sin
derecho a elegir o ser elegidos), acreditar propiedad de 500 pesos para los
activos, mientras que el presidente concentraba todos los poderes, pudiendo
incluso invalidar sentencias judiciales. Le seguiría la Constitución de Cúcuta en
1821 que federaba a Venezuela, Ecuador y a la República Granadina y que
intentaba darse una organización un tanto más liberal y descentralizada que la
propuesta por Bolívar.
La Constitución de 1821 se inspira en el derecho divino como fuente de soberanía:
reconoce la religión católica como única verdadera que acoge y protege. Era muy
difícil para los criollos implementar el ideal de la Ilustración sobre establecer
instituciones sobre la base de la razón, para lo cual era imprescindible separa al
Estado de la religión.
Los ciudadanos deben saber leer y escribir a partir de 1840 para participar en
elecciones, lo cual fuera de restrictiva reconoce un problema de analfabetismo
generalizado, pero además deben tener un patrimonio de 100 pesos o en su
defecto una profesión que les permita la independencia, excluyendo de la
ciudadanía a jornaleros, arrendatarios y sirvientes.
Había un sistema de votación indirecto, mediante electores cantonales cuyos
requisitos de propiedad y sapiencia eran mayores. Ellos conformaban asambleas
electorales que elegían presidente, senadores departamentales y representantes
de provincia, dando lugar a un sistema de votación indirecta, proclive a la
manipulación. Se daban un cuerpo legislativo dividido en dos, donde la cámara
contaba con representantes que ejercían por 4 años, mientras que los senadores
tenían períodos de 8 años y se cambiaba la mitad cada 4 años, siguiendo el
modelo norteamericano. (Restrepo Piedrahita, 1995) La lucha entre el caudillo
libertador y los políticos se zanjó a favor de los republicanos santanderistas en el
caso de Colombia que surgió como tal después de la disolución de la
confederación en 1832, dando al traste con otro de los sueños del caudillo
libertador de ser conductor de un gran imperio americano. (Rodríguez, 2005) Las
guerras de independencia fueron también guerras civiles, en tanto el partido
realista representaba la tradición y la religión legadas por el imperio español,
siendo los criollos desafectos hijos rebeldes del mismo tronco.
Los indígenas sabían que las instituciones que les había provisto la Corona, y que
alguna protección les ofrecía, serían desmanteladas por las reformas
modernizantes del partido independentista. Los esclavos, por su parte, le dieron la
bienvenida a la Independencia porque les prometía la libertad en una generación,
y aún inmediata para los que participaran en la contienda, pero algo similar le
ofrecieron los realistas y pronto quedarían desilusionados con la lentitud que
tomaría su emancipación.
El conflicto no se cerraría con la derrota y expulsión de los españoles hacia 1820,
sino que se incubaría en el cuerpo social para estallar nuevamente en reiteradas
guerras civiles. Ahora los nuevos contendores serían el partido conservador que
defendía el legado hispánico, y los independentistas, transformados en partido
liberal.
Las fisuras sociales prefiguran otros costos económicos que tuvo la
independencia: destrucción de vidas, activos productivos, reses, mulas y caballos,
colapso de la esclavitud y de las regiones mineras, como el Chocó y Cauca, que
de ella dependían. La Costa Atlántica sufriría aún más; el debilitamiento de la
esclavitud la perjudicó también y además se esfumarían los gastos militares y en
construcciones de Cartagena lo cual multiplicaba en un alto ritmo de actividad
económica de la región.
Hay también evidencias de algún grado de desurbanización: Bogotá pierde algo
de población entre 1825 y 1850, al igual que la suma de 10 municipios principales
que pierden 2 por ciento de su participación en la población total. (Ocampo,)
El PIB por habitante estimado para la colonia y el siglo XIX (Gráfica 1) informa que
la desarticulación de la esclavitud hizo colapsar al sector líder minero, al tiempo
que la cruenta guerra produjo pérdidas importantes para la agricultura y ganadería
de la costa atlántica y del sur del país.
El sector exportador sufrió una contracción considerable al perder acceso al
monopolio centrado en Sevilla y en los consulados locales (gremios excluyentes
de comerciantes), mientras que tampoco se ampliaban los mercados
internacionales de materias primas. Ocampo estima que entre 1802 y 1850 la
caída de exportaciones per cápita fue de 42 por ciento.
La caída del PIB por habitante se detiene hacia 1850 y tiene una fuerte expansión
con las nuevas exportaciones de tabaco, quina, añil y café, mientras que la
minería continua manteniendo un nivel relativamente constante de producción.
A partir de 1850 se superaría el nivel bruto de exportaciones colonial y hacia 1870
se habían recuperado también las exportaciones por habitante.
Pero lo más costoso a largo plazo, luego de la disolución del estado colonial, sería
la inestabilidad política. Esta indujo la fuga de capital, dejó sin reglas adecuadas
los negocios que podían ser emprendidos, mientras que los existentes quedaban
sometidos a riesgos de expropiación, de préstamos forzosos durante los conflictos
y de cambios frecuentes en las reglas de juego que organizaban la sociedad.
En efecto, Colombia tuvo 9 constituciones durante el siglo XIX y fue una de los
países más inestables de la órbita hispanoamericana. Tuvo que pasar mucho
tiempo hasta que se adecuara y modernizara el sistema fiscal hacia uno
simplificado basado en el arancel externo.
La desorganización estatal y los bajos impuestos impidieron construir caminos
adecuados entre el escarpado interior y las costas. Aunque las constituciones de
Cúcuta y todas las que siguieron desmontaron el sistema de castas al introducir la
igualdad frente a la ley, política y culturalmente continuó existiendo la exclusión de
los que carecían de linaje, propiedad, piel blanca, ingreso o eran analfabetos.
Tardó mucho también el desmonte de la esclavitud, que fuera liquidada totalmente
sólo en 1851 pero con los propietarios intentando someter a sus ex esclavos en
arrendatarios de sus haciendas.
La Nueva República acometió importantes tareas de modernización. Se abolieran
las formas colectivas y obsoletas sobre la propiedad de la tierra (el mayorazgo y
las manos muertas en poder de la Iglesia, los ejidos y propiedades comunitarias
de los indígenas, entre otros) que impedían su movilidad y se liquidó el muy
racionado sistema de crédito eclesiástico a favor de la banca libre. Se introdujo el
moderno código napoleónico de comercio que remplazó las Ordenanzas de Cádiz
y se cambió además el contradictorio y confuso sistema de medidas español por el
métrico decimal.
Por último, se debilitaron los fueros corporativos como los del consulado, el fuero
eclesiástico y el de los militares y se caminó en dirección a la igualdad frente a la
ley, aunque esa igualdad estaría muy lejos de ser alcanzada.
De esta manera, se fueron desmontando las taras institucionales del absolutismo
español que impedían el desarrollo del comercio y de los negocios, lo cual para el
caso de la Nueva Granada comenzaría a rendir frutos durante la segunda mitad
del siglo XIX y plenamente en los primeros 30 años del siglo XX. Por lo demás, la
primera globalización capitalista que absorbiera las exportaciones de materias
primas sólo se desataría con fuerza entre 1850 y 1914.

La culminación De La Guerra De Independencia: El mayor beneficio inmediato


de la Independencia fue la reducción de los impuestos. Estos se redujeron del
12,5 por ciento a cerca del 5 por ciento del PIB, lo cual fue una de las grandes
ganancias que cosecharon los criollos con la Independencia. Tener a disposición
del sector privado más de 7.5 puntos del producto que sostenían la administración
colonial, los gastos de defensa de Cartagena y el culto de la Iglesia debió tener un
impacto apreciable sobre el consumo de los criollos.
La inversión, sin embargo, no se desataría con fuerza hasta que se liberaran las
trabas al comercio exterior, en particular el estanco del tabaco que siguió siendo
de las rentas más altas con que contó el nuevo estado republicano, pero que
precisamente contaba con una fuerte demanda en Europa.
Se tendría que esperar hasta 1850 para permitir la exportación de tabaco por parte
de un tripolino criollo que dio lugar a un auge exportador que se mantendría por
dos décadas.
Se suprimieron los sistemas de arancel para sustituirlos por un sistema de tarifas
aduaneras unificado, a lo cual se sumó la eliminación de las alcabalas internas y
externas al comercio, culminando con un sistema simple y de bajos costos de
recaudación. (González, 1984) La libertad de los esclavos quedó sujeta a la
voluntad de sus dueños con la manumisión de vientres que después fue limitada
por el concierto de los jóvenes “libertos” y se suprimió el tributo indio. Los distintos
secretarios de hacienda expusieron la necesidad de conservar los estancos ante
la inexistencia de otras fuentes de tributos para el fisco nacional.
La realidad mostró la imposibilidad de abandonar completamente el sistema de
relaciones económicas y sociales derivadas del sistema colonial. El
establecimiento del gobierno dictatorial de Bolívar (1826-1828) y la crisis política
de finales de la década de los treinta echarían por tierra las reformas fiscales
impulsadas por el Congreso de Cúcuta. Los sectores más conservadores de la
sociedad insistieron en los impuestos indirectos e influyeron en la reversión de la
mayoría de las reformas fiscales, restaurando incluso el tributo indígena.
Entre 1830 y 1845 se realizaron algunas reformas al sistema fiscal, entre ellas, la
eliminación de la alcabala, la supresión definitiva del tributo indio y la extinción
gradual del diezmo para aquellos productos agrícolas orientados a los mercados
internacionales.
En 1845 comienza la etapa de las reformas liberales en firme: en especial, la
abolición de los estancos estatales, empezando por el del tabaco, disuelto
totalmente en 1850 y la subasta de las rentas del aguardiente entre los
empresarios locales. Se mantuvo el monopolio de la sal en manos del Estado.
De igual forma se avanzó en la liberalización del comercio y en ello resultó
fundamental la disminución de las tarifas aduaneras que restringían las
importaciones (González, 1984). El gran cambio en la estructura del recaudo es la
dependencia creciente en el arancel que en tiempos de la colonia era el 8 por
ciento de los ingresos y llega a ser el 52 por ciento en 1860, mientras los estancos
mantienen su participación y se eliminan los impuestos al comercio interno y a la
producción.
La evolución de los ingresos del gobierno central refleja no solo la reducción de
impuestos, sino también el proceso de federalización mediante el cual los estados
soberanos dispusieron de una mayor parte del recaudo tributario. De esta manera
en 1853 los ingresos estaduales fueron de 800.000 pesos plata y de 1.900.000 en
1873, lo cual traería la suma de todos los impuestos a sólo el 5,1 por ciento del
PIB en ese año.
La liquidación de los resguardos significó el otorgamiento de derechos de
propiedad privada a los indígenas que se vieron asediados por la población
mestiza y los terratenientes para adquirir sus tierras.
Los esclavos se tornaron en aparceros de las haciendas o se hicieron propietarios
de hecho en los palenques que organizaron tras su huida de sus amos o se
internaron en las tierras bajas e insalubres de Nariño, el Cauca y el Chocó a vivir
de una agricultura itinerante, dada la baja calidad de los suelos, de la pesca y de
la minería.
Las mercedes de tierras y otros derechos obtenidos por particulares durante la
colonia se mantienen, al tiempo que el gobierno republicano favorece de manera
indirecta la concentración de tierras, a causa de la insuficiencia de los recursos
fiscales del gobierno. A mediados del siglo XIX, el 75 por ciento de las tierras eran
baldíos (Legrando, 1988), y una gran cantidad de estos fueron utilizados como
pago a los antiguos combatientes de las guerras de independencia entre 1820 y
1870, puesto que las dificultades fiscales de la naciente República impedían
retribuirlos con dinero.

Efectos De La Independencia En El Sector Agrícola: El efecto más inmediato


de las guerras de independencia y de las posteriores guerras civiles que se
sucedieron durante los inicios de la República fue el despoblamiento relativo de
las tierras cultivables.
Un ejército demasiado grande, que consumía en 1844 el 50 por ciento del
presupuesto nacional y que demandaba ingentes recursos para su sostenimiento,
condujo al sistema productivo a un estado de crisis de desabastecimiento y dentro
del sector agrícola, el ganadero fue de los más afectados. La demanda de carne a
través de “contribuciones forzosas” de reses destinadas a convertirse en raciones
para los ejércitos, mermaron de manera importante los hatos existentes.
(Zambrano) La producción agrícola se vio disminuida en el periodo posterior a las
guerras de independencia (1830- 1835), si se le compara con un periodo previo al
inicio del conflicto (1801-1805). Este es obviamente un cálculo muy burdo en el
que se refleja la percepción del autor sobre lo que debió ser el impacto de las
guerras en la economía agraria del país.
Sin embargo ya desde el Congreso de Cúcuta en 1821, existía la preocupación
por legislar a favor del sector agrícola, y ello se ve reflejado en los impuestos a las
importaciones establecidas en favor de los productos alimenticios y el aguardiente.
En 1824 se exime a los nuevos cultivos de cacao, café y añil del pago del diezmo
por periodos de 10, 7 y 4 años, respectivamente a partir de 1825.
La situación de necesidad llevó al Estado a rematar las tierras baldías a bajos
precios. Los intentos por estimular la inmigración de europeos y la inversión en el
sector agrícola en los que se ofrecían tierras entregadas a título gratuito no
tuvieron los resultados esperados.
El clima, la geografía escarpada, la pobreza extrema y, sobre todo, la inestabilidad
política alejaban a los emigrantes europeos de Colombia que, cuando se
decidieron por América Latina, se dirigieron fundamentalmente a países con
estaciones y más salubres como la Argentina, Uruguay, el sur de Brasil y Chile.

Producción De Oro: Durante el siglo XVIII el oro fue el principal producto de


exportación de la Nueva Granada y durante el siglo XIX esta situación no varió
mucho. Fue solo a finales de ese siglo, ante la aparición de nuevos productos de
exportación como el tabaco, la quina y el café, que el oro perdió participación en el
total exportados.
En las principales regiones productoras, la minería era fundamentalmente de
aluvión, y por tanto intensiva en mano de obra, que utilizaba mano de obra esclava
en los casos del Choco y Popayán.
Es por ello que la huida de esclavos y su reclutamiento durante la etapa
independentista, así como la inestabilidad política, llevaron al estancamiento de
estas regiones durante todo el siglo XIX.
Tras el final de la guerra y luego de una importante caída en la producción, el
paulatino resurgimiento del sector fue liderado por Antioquia, donde la explotación
del oro estuvo en su mayoría en manos de mineros independientes o
mazamorreros, que combinaban la actividad de extracción con la agricultura de
subsistencia.
Los métodos siguieron siendo los mismos, y salvo la introducción de los molinos
de pisones y de arrastre, la forma de extracción continuó sin mayores avances
hasta finales del siglo XIX, cuando las técnicas de extracción empezaron a ser
mejoradas con la adopción de las bombas hidráulicas y el monitor californiano.
(Melo, 1984, 188) La producción de oro fue fundamental para la actividad
importadora, constituyendo el principal renglón de acumulación de capital. Entre la
multitud de mineros independientes o mazamorreros y los arrieros que atendían
sus demandas, surgieron empresarios que pudieron amasar fortunas
significativas, que posteriormente se invertirían en el comercio, la banca y en la
industria nacional. Esta acumulación fue especialmente significativa en el caso de
Antioquia, que le concedería una importante ventaja en su desarrollo económico
sobre el resto del país. (Melo, 1984, 188).
'' El producto interno bruto por habitante estimado para la colonia y el siglo XIX
informa que la desarticulación de la esclavitud hizo colapsar al sector líder minero,
al tiempo que la cruenta guerra produjo pérdidas importantes para la agricultura y
ganadería de la costa atlántica y del sur del país.
'' Colombia tuvo 9 constituciones durante el siglo XIX y fue una de los países más
inestables de la órbita hispanoamericana..”.
''Desde el Congreso de Cúcuta en 1821, existía la preocupación por legislar a
favor del sector agrícola.”.
'' Los intentos por estimular la inmigración de europeos y la inversión en el sector
agrícola en los que se ofrecían tierras entregadas a título gratuito no tuvieron los
resultados esperados.
Continuando con dicha cita incluida en el libro Nueva Historia Económica de
Colombia, del economista y decano de Economía de la U. Jorge Tadeo Lozano,
Salomón Kalmanovitz; En 1863 fue aprobada una nueva Constitución que le dio a
la Nación el nombre de Estados Unidos de Colombia y comenzó a consolidarse la
soberanía nacional, al igual que la independencia. En 1865 fue creada una
sociedad para construir un ferrocarril que uniera a Colombia con los puertos en
Venezuela. Hacia 1.870 surgieron los bancos libres que contaban con reservas en
moneda metálica y emitían billetes de manera ordenada y responsable. Ese año
apareció el Banco de Bogotá y luego vino un auge de estas entidades, hasta el
punto de que en 1882 el país alcanzó a tener 42 bancos, y actualmente, Colombia
cuenta con 18 bancos.
En 1880 En el Gobierno de Rafael Núñez creció el Banco Nacional, que competía
con los privados, pero con un descuento mayor por sus billetes, debido a la
desconfianza que generaban las intenciones del Gobierno de utilizar la emisión
para financiarse. En 1885, se le otorgó al Banco Nacional el monopolio de la
emisión de billetes y los demás bancos tenían que aceptarlos al valor dictado por
el Gobierno. En las últimas dos décadas del siglo nacieron varias de las empresas
más importantes del país, algunas de las cuales no solamente siguen operando,
sino que mantienen el liderazgo en sus respectivos mercados.
En 1900 El primero de enero empezó a operar la primera máquina de vapor para
la producción de azúcar en Colombia, importada de Inglaterra por el ingenio
Manuelita que en su momento gerenciaba Santiago Éder. Trasladar este equipo
entre el Puerto de Buenaventura y Palmira, tardó tres años. El 1902, liberales y
conservadores firmaron la paz y terminó la guerra de los 1.000 días, después de
tres años de lucha civil. El país quedó maltrecho, tanto por los millones de muertos
como por la destrucción de la incipiente infraestructura.
En 1903 El 3 de noviembre Colombia perdió al departamento de Panamá, región
que proclamó su independencia con el apoyo de los Estados Unidos, dando vida a
una nueva República, mientras Colombia acababa de terminar la guerra interna de
los 1.000 días. La intención del Gobierno estadounidense era tener al nuevo país
como aliado en su intención de construir el canal que uniera al Atlántico con el
Pacífico, cuyas obras iniciaron ese mismo año. En junio nació la Sociedad de
Unión Industrial y Obrera, un sindicato de artesanos, como organismo de presión
ante el Congreso de la República.
En 1905 Nació el Banco Central de Colombia con el objetivo de estabilizar la
economía. El anuncio lo hizo el presidente de ese entonces Rafael Reyes. El
banco fue rechazado por las principales entidades bancarias del país que
operaban en ese momento, como los de Bogotá, Exportadores, del Comercio, de
Colombia e Internacional. Por eso el mandatario tuvo que acudir a la ayuda de
ciudadanos prestigiosos como Pepe Sierra y Nemesio Camacho, para sacar
adelante su proyecto.
En 1906 Fue inaugurado el ferrocarril de Santa Marta luego de 25 años de
trabajos. Bogotá vuelve a tener teléfonos, servicio que había sido suspendido por
la destrucción de la infraestructura de la empresa The Bogota Telephone
Company, durante la guerra de los 1.000 días. En 1907 l Gobierno logró pagar la
deuda externa y de esa manera sacó a Colombia de la lista de países morosos de
la Bolsa de Valores de Londres, recuperando la credibilidad y consiguiendo
nuevos préstamos. La lista se llamaba el pizarrón de la ignominia.
En 1908 El 8 de agosto, el Gobierno de Rafael Reyes reorganizó el mapa político
que dio lugar a 34 departamentos. La carrera 7 de Bogotá inauguró el alumbrado
público, con energía producida en la estación de El Charquito, en tanto que el tren
llegó por primera vez a Girardot, desde Bogotá.
En 1909 El presidente Rafael Reyes, quien debía gobernar hasta 1914 renunció al
cargo, debido a las presiones de la oposición. Ya había dimitido el 13 de marzo,
pero echó para atrás la decisión que luego hizo realidad el 27 de julio de ese año.
Lo reemplazó Jorge Holguín, pero el nuevo Congreso designó a Ramón González
Valencia. Las peleas de Reyes con la oposición fueron por su interés de invertir en
infraestructura y dotar al país de instituciones económicas.
En 1910 El país celebró los primeros 100 años de independencia. Hubo una gran
exposición industrial. Varias calles de Bogotá fueron iluminadas con bombillas
eléctricas solamente durante las festividades. En el parque de la independencia
los ciudadanos pudieron admirar los avances de la ciencia y la tecnología.
El liberal Carlos E. Restrepo ganó las elecciones y se proclamó como Presidente
de la República, en reemplazo de Ramón González. Las protestas contra el
tranvía dieron lugar al nacimiento del transporte urbano de buses.
El siglo XX: turno para las grandes reformas
El último centenario de Colombia empezó en crisis por la Guerra de los Mil Días.
Ahora, la economía es más sólida.
En 1911 El 30 de enero nació El Tiempo, bajo la orientación de Alfonso Villegas.
En 1912 llegaron las telecomunica- ciones a Colombia. En Santa Marta y
Cartagena fueron instalados modernos equipos.
Eduardo Santos compró EL TIEMPO en 1913. La operación se concretó el primero
de junio, por 5.000 pesos. En 1914, Bogotá compró el acueducto a don Ramón
Jimeno. Además,
Colombia y EE UU. Normalizan sus relaciones luego del distanciamiento
provocado por la separación de Panamá apoyada por el Gobierno
estadounidense.
En 1923 Nacieron el Banco de la República, la Contraloría Genera y la
Superintendencia Bancaria, en respuesta a las recomendaciones hechas por la
misión Kemmerer, denominada así porque el director de la Misión fue el profesor
de Princeton University Edwin Walter Kemmerer. Así, Colombia entró en la órbita
económica de los Estados Unidos.
En 1925 Colombia recibió la millonaria indemnización, más de 200 millones de
dólares, de los Estados Unidos, por el zarpazo de Panamá. El país fue inundado
de divisas.
En 1929 Cayó la Bolsa de Nueva York. El impacto sobre el resto del mundo fue
inmediato. Cierre de empresas, desempleo y más pobreza. Colombia suspendió el
plan de inversiones en obras pública. Los trabajadores estatales llevaron la peor
parte en la crisis debido al recorte presupuestal y del gasto.
En 1945 Nuevo orden en el planeta. Terminó la segunda Guerra Mundial. Luego
de seis años de confrontación armada, los aliados y los soviéticos vencieron a los
alemanes. Por lo menos 50 millones de personas murieron.
En 1968 El Presidente Carlos Lleras Restrepo reformó la Constitución con el fin de
crear el "Estado para el Desarrollo". Así nacieron los institutos descentralizados:
Incomex, Colcultura, Colciencias, Incora y Coldeportes, entre otros. La Carta
Magna diferenció entre el Estado Sitio y Emergencia Económica.
En 1972 Surge la Upac. Como complemento al Plan de Desarrollo Económico, el
Gobierno del presidente Misael Pastrana Borrero creó la Unidad de Poder
Adquisitivo Constante (Upac), lo que dio vida a las corporaciones de ahorro y
vivienda. Un acuerdo firmado en Chicoral (Tolima), entre el Gobierno y los grandes
agricultores, enterró la reforma agraria en Colombia al cerrarle el paso a la
expropiación de tierras.
En 1976 El país vivió la denominada Bonanza Cafetera, donde el precio
internacional del grano colombiano superó los tres dólares la libra. Esto generó
grandes recursos para los productores del grano e impulsó el desarrollo de las
zonas productoras, gracias a las obras ejecutadas con recursos de los cafeteros.
En 1977 Un paro nacional de trabajadores provoca desórdenes en varias ciudades
del país. Las cuatro centrales obreras se unieron para pedir un incremento salarial
del 50 por ciento.
En 1990 El Gobierno del presidente Virgilio Barco lanzó el programa de
internacionalización de la economía. La decisión incluyó la liberación de 861
posiciones arancelarias. Posteriormente, el presidente César Gaviria aceleró la
denominada apertura económica incluyendo al sector agropecuario en la
liberación arancelaria.
En 1991 Colombia cambió la Constitución de 1886, que regía desde el Gobierno
de Rafael Núñez. Nació la Junta Directiva del Banco de la República, entidad que
ganó independencia frente al Gobierno. La nueva Carta Magna hizo un
reconocimiento a la soberanía popular y al estado social de derecho; fue aprobada
la elección popular de alcaldes, gobernadores y del vicepresidente de la
República, y dio origen a la figura de la tutela.
A partir de este periodo en el tiempo se vería afectado tanto de forma positiva
como negativa el país en relación a su economía y para tener claridad sobre esto
a continuación se explicará de forma concreta y clara; Si bien la economía
colombiana recuperó el ritmo de crecimiento a partir del 2004, y en el 2006 llegó a
6,8 por ciento, la tasa que debería ser la normal, cuando se mira en retrospectiva
un lapso más prolongado, como los cuatro gobiernos posteriores a la Constitución
de 1991, la situación es preocupante. Para esos 16 años el crecimiento económico
bruto, medido como incremento del PIB total, apenas llega a una tasa anual
acumulativa de 3,17 por ciento, mientras el crecimiento neto, medido como
incremento del PIB per cápita, se queda en el 2,02 por ciento anual, cifra que
hubiese sido mucho menor, si el Censo del 2005 no “ayuda” con la “desaparición”
de algo más de dos millones de colombianos.
Por el lado de la oferta, se destaca el notable incremento de la porción importada,
impulsada más por la revaluación del peso, que por la apertura hacia el exterior.
Mientras en 1990 la producción neta nacional, el PIB, representaba el 90 por
ciento de la oferta total, y las importaciones el 10 por ciento, para el 2006 la oferta
externa se incrementó al 21 por ciento y el componente nacional bajó al 79 por
ciento, todo en pesos de 1994. Ello se explica por un incremento de las
importaciones que casi triplica el correspondiente al PIB, 8,97 por ciento anual
acumulativo durante los 16 años, destacándose los cuatrienios de Gaviria con 22,2
por ciento anual y Uribe con 16,2 por ciento anual. Como es natural, la oferta total
crece a mayor ritmo que el PIB, 4,02 por ciento anual durante los cuatro
gobiernos. Esto, en cuanto a la disponibilidad de bienes y servicios, o sea de
medios para poder vivir. Al ver la utilización de esos medios, es decir, los fines que
cumplen, resalta un comportamiento de la demanda que atenta contra el
desarrollo humano.
Como hemos insistido durante mucho tiempo, en estos 16 años también fue el
consumo de los hogares el más “golpeado”, pues como proporción de la demanda
total disminuyó del 60,9 por ciento en 1990 al 51,0 por ciento en el 2006, ya que
su incremento anual fue apenas del 2,87 por ciento en tasa acumulativa; en
términos per cápita creció a un menor ritmo, como es natural: 1,73 por ciento en
tasa anual. Como distintas investigaciones han encontrado que el consumo de los
hogares acomodados y ricos ha mejorado de manera ostensible, ya que al tiempo
son los principales consumidores de los bienes importados, el consumo de los
hogares pobres debe mostrar tasas negativas, sin hablar de los hogares en
miseria. En cambio, el consumo de la administración pública se incrementó a una
tasa anual de 6,54 por ciento durante los cuatro cuatrienios, y su peso en la
demanda total pasó del 9,4 por ciento al 13,8 por ciento durante el mismo lapso.
Por fortuna, la formación bruta de capital, que en 1990 era el 16,5 por ciento de la
demanda total, ascendió hasta el 19,5 por ciento en el 2006, con una tasa anual
del 5,11 por ciento.
Como es comprensible, las exportaciones crecieron a un ritmo menor que las
importaciones: al 5,15 por ciento anual, por lo que su peso en la demanda total
solo ascendió del 13,2 por ciento en 1990 al 15,7 por ciento en el 2006. Lo que
ocurre con los hogares se entiende cuando se ve, según cifras del CID-
UniNacional, que el 10 por ciento de los hogares más pobres recibían en el 2004
apenas el 0,91 por ciento del ingreso, cuando al 10 por ciento más rico le
correspondía 46,45 por ciento, lo que significaba un ingreso que es 51 veces
mayor. Así mismo, el Indice de Desarrollo Humano, que calcula el Pnud, ha
disminuido de 0,801 en 1990 a 0,790 en el 2004, último dato disponible. Por tanto,
lo que es un medio, el crecimiento económico, no ha servido para avanzar hacia el
fin, el desarrollo humano. Director, Observatorio sobre Desarrollo Humano, U.
Autónoma "La formación bruta de capital, que en 1990 era el 16,5% de la
demanda total, ascendió hasta el 19,5% en 2006, con una tasa anual del 5,11%”
Por otro lado en 2007 La economía colombiana logró un crecimiento anual de 7,5
por ciento este año, uno de los más altos de las últimas décadas.
Este comportamiento resultó de la buena dinámica interna, pero igualmente del
alto ritmo de la demanda mundial, mientras que en el año 2008 en octubre estalló
la crisis mundial y la economía colombiana no fue ajena a ello. El Producto Interno
Bruto se contrajo en los últimos meses y al cierre del año el crecimiento fue de
apenas 2,5 por ciento.

He considerado de interés compartir con ustedes este artículo que me solicitaron


sobre el impacto económico y social de la Constitución de 1991 en Colombia para
un libro que celebrara sus 20 años de Vigencia.
El “Modelo Económico” En La Constitución: Guillermo Perry considera que
Mientras algunos critican la Constitución de 1991 por demasiado “intervencionista”
y “garantista”, otros la tachan de “neoliberal y “privatizadora”. Los constituyentes
consideramos en su momento que este es un debate estéril, basado en un
supuesto erróneo y superado: que Estado y mercado son necesariamente
antagónicos. Por el contrario, amparados en la concepción moderna de la
economía institucional que reconoce la acción dinamizadora de los mercados,
pero que enfatiza como el mercado no opera bien sin instituciones fuertes, nos
guiamos por el principio de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como
sea necesario” En adición, consideramos que el Estado tiene una función
distributiva insoslayable: la de garantizar el acceso de todos los ciudadanos a un
empleo digno, a la educación, la salud, la protección social y los servicios públicos.
Bajo estos principios, la Carta protege y estimula los derechos a la iniciativa y
propiedad privada pero, al mismo tiempo, les impone obligaciones sociales y
ecológicas y los sujeta al interés general.
De una parte, la Carta exige que “El Estado, por mandato de la ley, impedirá que
se obstruya o se restrinja la libertad económica y evitará o controlará cualquier
abuso que personas o empresas hagan de su posición dominante en el mercado
nacional ” y establece la libre competencia económica como un derecho colectivo
que permite a cualquier ciudadano interponer acciones populares contra cualquier
actuación oficial o privada que limite la concurrencia en el mercado, en detrimento
de otros productores o del consumidor.
Pero, de otra parte, permite que la Ley delimite “el alcance de la libertad
económica cuando así lo exijan el interés social, el ambiente y el patrimonio
cultural de la Nación” Por esta razón, otorgo protección absoluta a “Los bienes de
uso público, los parques naturales, las tierras comunales de grupos étnicos, las
tierras de resguardo y el patrimonio arqueológico de la Nación”. Al amparo de esta
norma Colombia ha restituido una parte considerable de su territorio a la propiedad
comunal de grupos indígenas y mantiene hoy una vasta red de parques naturales
para la protección de la biodiversidad. Y, en forma más general, la Carta doto al
Estado de amplios poderes de intervención “en la explotación de los recursos
naturales, en el uso del suelo, en la producción, distribución, utilización y consumo
de los bienes, y en los servicios públicos y privados” “con el fin de “conseguir el
mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes, la distribución equitativa de
las oportunidades y los beneficios del desarrollo y la preservación de un ambiente
sano”.

Los Servicios Públicos: Este sano balance entre iniciativa privada e interés
general tuvo un desarrollo de particular importancia con respecto a los servicios
públicos. La Carta estableció un marco que garantiza el derecho a la participación
de la empresa privada y la comunidad organizada en la prestación de estos
servicios, pero mantiene en el Estado la obligación de regular y supervisar su
prestación para “asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del
territorio nacional”. Para estos fines exigió al Congreso que estableciera un
régimen legal para los servicios públicos domiciliarios, hasta entonces inexistente,
y creo la Superintendencia de Servicios Públicos, con el derecho sancionar e
intervenir las empresas prestadoras, de capital privado u oficial, que incumplieran
sus obligaciones para con los usuarios. Desarrollando estos mandatos el
Congreso expidió en 1993 y 1994 las Leyes de Servicios Públicos, Electricidad y
Telecomunicaciones, que crearon las Comisiones Autónomas de Regulación,
promovieron la competencia en la prestación de estos servicios y organizaron un
sistema de subsidios cruzados que hiciera posible simultáneamente la viabilidad
financiera del servicio y el acceso a grupos de ingresos bajos. Al amparo de estas
normas el país logro un aumento notable en la cobertura, eficiencia y calidad de
los servicios públicos domiciliarios, vinculando capitales privados en mayor
proporción que cualquier otro país en la región, excepto Chile, y el Estado pudo
destinar una proporción creciente de sus recursos a los servicios básicos de
educación y salud.

Derechos Económicos, Sociales y Colectivos: El Estado Social de Derecho


establecido en la Constitución de 1991 se fundamenta en la definición y protección
de los derechos individuales y colectivos. Acá de nuevo se pone de manifiesto un
cuidadoso balance entre derechos individuales e interés general. Por una parte, se
obliga al Estado y los ciudadanos a proteger una larga lista de derechos
individuales de carácter fundamental o económico y social. Pero, de otra parte, se
les obliga a proteger “los derechos e intereses colectivos, relacionados con el
patrimonio, el espacio, la seguridad y la salubridad públicos, la moral
administrativa, el ambiente y la libre competencia económica”. Cualquier
ciudadano participar en su defensa a través de las acciones populares, un
instrumento jurídico prestado de la tradición constitucional anglosajona, con
algunos antecedentes en nuestro código civil de 1887.
La Corte Constitucional ha sido cuidadosa en sopesar los derechos individuales y
los derechos colectivos, cuando estos entran en conflicto, en particular en lo que
respecta al medio ambiente, al espacio público y a la seguridad y salubridad
públicas.
Pese a lo anterior, hay quienes critican la Carta Constitucional por su carácter
excesivamente “garantista” de los derechos individuales. Así, por ejemplo, buena
parte de los economistas colombianos consideran que la Constitución no tomó
adecuadamente en cuenta las restricciones de recursos que limitan la capacidad
de un Estado y una sociedad en desarrollo como la nuestra, para garantizar
ambiciosos derechos económicos y sociales a todos sus ciudadanos. Señalan, no
sin razón, como algunas sentencias de la Corte Constitucional (con las que, a mi
juicio, la Corte invadió la órbita de otros poderes públicos y fue mucho más allá de
lo que establecían las normas constitucionales) han tenido un efecto perverso
sobre el funcionamiento y la viabilidad financiera del sistema de aseguramiento de
salud y del mercado de crédito a la vivienda, así como sobre la sostenibilidad de
las finanzas públicas nacionales. Además, observan cómo estas disposiciones han
conducido a grandes inequidades entre los ciudadanos.
Estas legítimas preocupaciones llevaron al actual Gobierno a proponer una
enmienda que elevaría la sostenibilidad fiscal a la categoría de principio
constitucional, buscando restablecer un balance entre la defensa de los intereses
individuales y los colectivos. Algunos sectores manifestaron la preocupación de
que, en tal caso, se podrían restringir exageradamente los derechos económicos y
sociales. Se llegó al débil compromiso de incorporar la sostenibilidad fiscal como
un “criterio” constitucional, creando además la figura del “incidente fiscal” que
permita al Gobierno demostrar efectos nocivos sobre la sostenibilidad fiscal ante
determinadas decisiones de la Corte. A mi juicio, lo adecuado hubiese sido
reconocer expresamente que la sostenibilidad fiscal es un derecho de carácter
colectivo. La Corte, como indique atrás, ha sido siempre cuidadosa en balancear
la aplicación de los derechos individuales y los colectivos, imponiendo límites a los
primeros cuando amenazan la integridad de los segundos.
De otra parte, varios comentaristas observan que si bien la Carta condujo a un
rápido crecimiento del “gasto social”, los exiguos resultados efectivos en materia
de educación, salud, reducción de pobreza y desigualdad, no se compadecen con
el esfuerzo realizado. Esto es indudablemente cierto y comprueba que los logros
en estas materias no dependen tanto de las normas constitucionales y legales, ni
siquiera de la cantidad de recursos asignados, sino de la calidad de las políticas
públicas y de las instituciones que las adoptan y ejecutan.

La Descentralización: La ambiciosa descentralización de funciones del Estado


consagrada en la Carta de 1991 ha tenido también efectos profundos sobre la vida
nacional. Debe recordarse que este fue uno de los objetivos principales de la
convocatoria a la asamblea constituyente, como lo había sido del intento fallido de
reforma constitucional bajo la administración López Michelsen. Había un amplio
acuerdo en el país en cuanto a la necesidad de superar el centralismo asfixiante
establecido por la Constitución de 1886, que si bien pudo ser conveniente para
consolidar nuestro Estado nacional a fines del siglo diecinueve, había acabado por
convertirse en un “corsé” artificial impuesto sobre la vigorosa realidad
descentralizada de nuestro acontecer económico, cultural y político.
De hecho, la descentralización del Estado se había iniciado ya, aunque
tímidamente, desde 1968, con la disposición constitucional del situado fiscal para
educación y salud, y posteriormente con el establecimiento por ley de la cesión
parcial del impuesto a las ventas a favor de los municipios, en 1971, y la elección
popular de alcaldes en 1986. Estos antecedentes contribuyen a explicar el
ambicioso alcance del mandato descentralista de la carta de 1991, que convirtió al
colombiano en uno de los Estados unitarios más descentralizados en el mundo, en
el cual las entidades subnacionales son hoy responsables de ejecutar más del
50% del gasto público primario, cifra apenas comparable con la de algunos de los
Estados Federales más descentralizados, como el Brasil y la
Argentina, superando a varios otros estados federales como los de Venezuela y
México.
Al mismo tiempo esos antecedentes también contribuyen a explicar las cuatro
debilidades que aquejan al nuevo régimen según diversos analistas:
1) la excesiva dependencia de las finanzas subnacionales con respecto a las
transferencias de la Nación y las regalías (en oposición a una descentralización
más basada en esfuerzos propios de tributación local y regional).
2) la excesiva velocidad en el aumento de estas transferencias.
3) la asimetría entre la masiva y rápida transferencia de recursos y la apenas
parcial descentralización de las responsabilidades y (4) la virtual ausencia de
mecanismos de rendición de cuentas de los gobernadores y alcaldes por el uso de
estos recursos.
Las consecuencias nocivas de estos excesos y defectos resultaron evidentes en el
curso de los años siguientes. De una parte, resulta innegable su contribución a la
crisis fiscal que se gestó a lo largo de la década de los noventa y que exploto
durante la crisis económica de 1999. De otra, se produjo una enorme diversidad
de resultados en materia de prestación de servicios básicos. Así, mientras que la
descentralización permitió que unos Departamentos y Municipios mejoraran en
forma notable la cobertura y calidad de los servicios, estas se deterioraron o no
avanzaron lo suficiente en muchos otros e incluso ha habido una proliferación de
escándalos de corrupción y mal uso de los recursos públicos.
La influencia corruptora del narcotráfico, el para militarismo y la guerrilla, que
llegaron a niveles insospechados en buena parte del territorio nacional, imposibles
de predecir en 1991, agravaron en medida considerable los defectos de diseño
constitucional y legal de nuestro proceso de descentralización estatal.
Tampoco era predecible en 1991 el aumento exponencial que han tenido los
ingresos por regalías de la actividad minera y de hidrocarburos y que han
conducido a una desigualdad excesiva en la capacidad financiera entre
Departamentos y Municipios receptores y el resto del país y a un grado de
desperdicio y corrupción notable en varios de los principales entes subnacionales
receptores de regalías.
La constatación de estos hechos motivo la reforma constitucional de los años 2001
y 2007 al régimen de transferencias. La reforma del 2001 busco limitar su
crecimiento excesivo y, al mismo tiempo, reducir la volatilidad de los ingresos de
los Departamentos y Municipios, objetivos que se han logrado plenamente. Busco
también mejorar la eficiencia en el uso de estos recursos asignándolos con
criterios más razonables (introduciendo el criterio de población atendida), lo cual
se ha conseguido apenas muy parcialmente. Las mismas razones explican la
Reforma constitucional reciente al régimen de Regalías. La aprobación de esta
reforma corregirá en algo las inequidades e ineficiencias actuales, pero tendrá que
complementarse con mecanismos de rendición de cuentas más efectivos.
El control de la inflación y el manejo cambiario
La Constitución de 1991 otorgo autonomía al Banco de la República para “regular
la moneda, los cambios internacionales y el crédito”, pero dispuso también que
todas estas funciones “se ejercerán en coordinación con la política económica
general”. Estas normas son similares a las que rigen hoy a Bancos centrales
autónomos en otros países desarrollados y en desarrollo.
Como en otras latitudes, buscaron aislar el manejo de la política monetaria de la
intromisión indebida de urgencias políticas del momento y del beneficio de
intereses particulares (a través de cupos de crédito especiales financiados con
emisión monetaria), como había sucedido con frecuencia en el pasado en
Colombia y en muchos otros países. Dos décadas después no cabe duda del éxito
que tuvieron estas normas en facilitar la transición de un régimen de inflación alta
y volátil a uno de inflación baja y estable, así subsista un debate legitimo alrededor
del manejo cambiario. Este éxito beneficia por igual al sector empresarial, que
puede planear con mayor certidumbre sus inversiones y operaciones, como a los
asalariados, que antes sufrían con frecuencia rebajas inesperadas en la capacidad
adquisitiva de sus salarios nominales. El más beneficiado resulto ser el salario
mínimo, que aumento enormemente en términos reales a raíz de la súbita
desinflación que se produjo en 1999.
Después de que la Corte declarara la inconstitucionalidad de la Ley inicial que
desarrollo estas normas y que reñía con la obligación constitucional de manejar la
política monetaria y cambiaria “en coordinación con la política económica general”,
el Banco adopto una política de inflación objetivo y flexibilidad cambiaria que
permitió la aplicación de una política monetaria anti cíclica durante la última crisis.
Sin embargo, subsiste la preocupación legítima entre muchos analistas de que el
Banco se abstiene de intervenir en forma más decidida en el mercado cambiario
para mitigar las tendencias actuales de fuerte apreciación, por cuanto esta
situación contribuye a mantener bajas las tasas de inflación sin mayores
esfuerzos.
Dio también origen a un fuerte debate el impacto potencial de la reelección
presidencial sobre la autonomía del Banco, por cuanto el procedimiento de
elección de los miembros de la Junta establecido por la Ley determino su
renovación escalonada, de manera que cada Gobierno durante su ejercicio
pudiese sustituir ordinariamente dos miembros de la Junta, sin poder imponer una
mayoría. Este balance se rompió a partir del año 2006, por fortuna sin efectos de
importancia hasta ahora. No obstante, convendría revisar las normas respectivas
para prevenir problemas potenciales hacia el futuro. (Guillermo/2011)

Situación Actual De La Economía Colombiana: La situación económica actual


de Colombia gira en torno a ciertas situaciones que generan un ambiente de
incertidumbre, en las que es de vital importancia una intervención efectiva del
gobierno.
El vaivén de la tasa de cambio, por ejemplo, como consecuencia de un auge del
sector minero- energético, es uno de los factores principales que afectan la
economía del país... Éste comportamiento de la tasa de cambio, afecta más que
todo al sector exportador, y a pesar de que el gobierno colombiano ha tomado
diferentes medidas para frenar esta situación, aún se esperan con ansias que los
resultados afloren. Sin embargo, el otro lado de la moneda muestra que las
importaciones han registrado recientemente un crecimiento, que se percibe como
un claro indicador de la reactivación de la economía colombiana y el
aprovechamiento de la apreciación de nuestra moneda.
A raíz del interés que éste tema ha despertado, el Consultorio de Comercio
Exterior de la Universidad Icesi – Icecomex, considera importante aprovechar esta
oportunidad para informar sobre el mismo. Todo lo anterior nos lleva a hacernos
una serie de interrogantes que darán claridad necesaria para ir entendiendo mejor
la problemática socioeconómica de nuestro amado país:

¿A qué se debe este aumento de la tasa de cambio en el país?


¿De qué manera se ve afectado el comercio exterior?
¿Qué medidas está tomando el gobierno para contrarrestar este efecto?

A continuación vamos a darles respuestas para así tener la capacidad de conocer


la realidad económica del país
1) ¿A qué se debe este aumento de la tasa de cambio en el país?

El aumento de la tasa de cambio se debe en gran parte, y como se mencionó


anteriormente, al gran crecimiento que ha venido presentando el sector minero-
energético. La moneda extranjera que ingresa al país asociada con las
exportaciones de petróleo, puede generar aumentos en la inflación, trayendo como
consecuencia una falla sobre otros sectores como la agricultura, el cuál es uno de
los sectores más competitivos en Colombia. Esta situación podría conllevar a que
la economía colombiana caiga en el fenómeno conocido como enfermedad
holandesa, generando que el gasto total en bienes y servicios aumente.
Además del crecimiento del sector minero- energético, otra de las causas de la
revaluación de la tasa de cambio, es la carencia en el nivel de ahorro respecto al
volumen de inversión. Éste viene altamente conectado con el auge petrolero,
reflejado en el aumento notable del gasto, aprovechando la “buena temporada”.

2) ¿De qué manera se ve afectado el comercio exterior?

La crisis internacional, obligó a Colombia a buscar abrir relaciones con los


mercados del litoral Pacífico latinoamericano, Centroamérica y la Cuenca del
Caribe; buscando dirigir de forma preferencial hacia estas zonas las exportaciones
y las inversiones. Sin embargo, el gremio exportador ha sido el más afectado con
la situación actual de la tasa de cambio, lo que trae como consecuencia la
reducción de la generación de empleo formal.
Además, gracias al auge exportador que se ha presentado en el sector minero
energético, y debido a su desmesurado crecimiento, se presentó una caída de las
exportaciones no tradicionales, afectando a los sectores productores de mayor
relevancia y con mayores oportunidades del país.
Los sectores más afectados con la revaluación son el de agroindustria,
manufacturas, textiles y servicios. Es evidente que estos son sectores muy
importantes en el país, que por tradición son de gran trayectoria exportadora.

3) ¿Qué medidas está tomando el gobierno para contrarrestar este efecto?

Lo que los empresarios reclaman al gobierno, es que se deben adoptar medidas


que vayan enfocadas a incentivar la producción y la exportación de los bienes que
se han visto afectados. Ante esta situación, tanto el Banco de la República como
el Ministerio de Hacienda, han tomado cartas en el asunto en los últimos meses.
El Emisor a través de sus intervenciones en el mercado cambiario, las cuales no
han sido del todo certeras, debido a que el Banco es un actor más y como puede
que funcionen estas intervenciones, también puede que no. Por su parte, el
Ministerio de Hacienda, tiene la estrategia de implementar una política fiscal
encaminada a la recaudación de los ingresos necesarios para desarrollar
propuestas que ayuden a consolidar los objetivos de la política económica general,
enfocada hacia la competitividad y la diversificación de mercados y exportaciones.
Con respecto al actual auge minero-energético, el gobierno actual hace un énfasis
en la estabilidad macroeconómica, adoptando medidas similares a las
implementadas por Chile.
http://avalon.utadeo.edu.co/comunidades/grupos/salomonk/publicaciones/cambrid
ge_journals.pdf

http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3403662

http://www.portafolio.co/economia/finanzas/han-transcurrido-200-anos-economia-
colombia-salomon-kalmanovitz-163322

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