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Introducción
Índice

Capítulo 1: El inconsciente freudiano 6

1.1.-De la conciencia al inconsciente (Icc) 6

Capítulo 2: Jaques Lacan: revisión del inconsciente (Icc) de Sigmund Freud 17

2.1.- El inconsciente (Icc) lacaniano 17


2. 1.1.- El nudo Borromeo: los tres registros 20
2.1.2.-Metáfora y Metonimia: el objeto a 24

Capítulo 3: Capítulo 3: El inconsciente está estructurado como un lenguaje 26

3.1.- La construcción del sujeto en Jaques Lacan 26

3.2.-Influencia crítica: Ferdinand de Saussure y René Descartes 32

3.2.1- Ferdinand de Saussure: el lenguaje como estructura 33

3.2.2. Descartes: cogito ergo sum 38

3.3.3.-El sujeto del inconsciente y el lenguaje 44

Conclusiones
Bibliografía
3

Introducción

Este trabajo de investigación expondrá las ideas y conceptos centrales sobre la teoría
psicoalítica de Jaques Lacan. Para ello, se propone, inicialmente, abordar los planteamientos
teóricos más importantes del fundador del psicoanálisis: Sigmund Freud. En este sentido, en
el primer capítulo se describirá la ruptura que Freud realiza a la noción de conciencia de la
época y la forma en que deducirá de todo este asunto lo inconsciente y la importancia sobre
el principio de constancia en la construcción de su teoría sobre el inconsciente en su primera
tópica. En un segundo momento se sintetizará puntualmente el arsenal de conceptos e ideas
que atraviesan la primera y segunda tópica psicoanalítica del fundador como son: la noción
de síntoma, la represión, la censura, el retorno de lo reprimido, la realidad psíquica, los
sueños, los actos fallidos, los lapsus, la energía libidinal, el deseo, el goce, el placer, el
desplazamiento, la condensación, la libido y el principio de realidad. En un tercer momento
se señalará, también, cuál ha sido el problema del deseo con respecto a la cultura y por qué
tiene que ser censurado y reprimido desde la infancia. En el segundo capítulo se hará una
revisión sobre el planteamiento de Jaques Lacan al inconsciente de Sigmund Freud. Para ello,
se expondrá la idea central de la teoría psicoanalítica de Lacan: la cadena de significantes y
la relación que la recorre en términos sincrónicos y diacrónicos. Elementos que, a la vez,
fundan al sujeto del inconsciente en términos de lo imaginario, de lo simbólico y en lo real.
Es significativo señalar que en este capítulo se expondrá la importancia que para Lacan
significa la pulsión del sujeto, ya que ésta será reprimida en pro de la cultura y, en
consecuencia, su significado tendrá que ser encontrado en la cadena de significantes.
Asimismo, se explicará la importancia que cobra, en la interpretación psicoanalítica
lacaniana, la metáfora y la metonimia en la cadena de significantes. De esta manera, se
tomará en cuenta lo que Sigmund Freud señala sobre el desplazamiento y la condensación,
como medios de movilizar el deseo del sujeto, y la forma en que Lacan los reelaborará
tomando en cuenta la perspectiva del lenguaje y, en consecuencia, los nombra metonimia y
metáfora en tanto que movilizan el deseo del sujeto, pero ahora desde la historia,
inconsciente, del sujeto en la búsqueda del objeto a. Finalmente, el capítulo tres explora la
relación del sujeto del inconsciente con la del sujeto del conocimiento. Ambas estructuras,
de acuerdo con Lacan, funcionan en términos binarios y dan como resultado la noción de la
4

conciencia y del ego. En estas estructuras se encuentra nuevamente la cadena de significantes,


la cual viene a señalar el lugar del sujeto y sus deseos reprimidos. Ésta, la interpretación de
la cadena de significantes, señala Lacan, será el trabajo de psicoanalista, ya que lo que intenta
es desalienar el objeto de deseo perdido en la historia, inconsciente, del sujeto deseante. Por
otra parte, es importante señalar que se tocará el significante muerte y su significación para
el sujeto del inconsciente, ya que éste revelará el significado del síntoma que aqueja al sujeto.
Asimismo, se describirá la noción del nombre del Padre como la ley primordial que
estructura al sujeto en tanto subjetividad deseante y prohibitiva. En el apartado sobre
Ferdinand de Saussure se describirá la función que el lenguaje cobra en la lógica estructural
de la lingüística general, además sé expondrá cómo Lacan utiliza dicho planteamiento
lingüístico en su famosa frase: el inconsciente está estructurado como un lenguaje.
Principalmente se tocarán los temas relacionados con el fonema y el signo lingüístico en sus
dos caras: el significado y el significante. Asimismo, se presentará la diferencia entre el
concepto y la imagen acústica que Saussure pretende evitar con la introducción del signo
lingüístico, ya que considera éste que, muchas veces, se prima a él primero en detrimento del
segundo, ocasionado la no compresión de lo arbitrario y el carácter lineal del signo, así como
el desconocimiento sobre las convenciones y las costumbres que atraviesan la significación
del signo lingüístico. Por otra parte, se señalará que el significante al tener un carácter
temporal en tanto extensión y dimensión varía de acuerdo a la cadena en la cual se presenta.
Esto es lo que Jaques Lacan retomará del autor en cuestión; además del carácter sincrónico
y diacrónico en que se coloca el signo lingüístico en la cadena. Es importante mencionar que
Lacan le dará prioridad a lo diacrónico ya que ahí es donde él considera que la palabra cobra
su pleno significado en términos inconscientes. Finalmente, se abordará la explicación sobre
el sintagma y su relación asociativa que sostienen en la cadena de significantes. En el
apartado sobre Descartes se abordará el problema de la dualidad, ya que para Lacan entre
cuerpo/mente existe algo que los une y que da la existencia y el pensamiento al sujeto: el
lenguaje. Para ello se expondrá cómo Descartes inicia su presentación del problema sobre la
verdad, en las opiniones falsas, y la forma en cómo pretende llegar a los principios o los
fundamentos que no lo hagan dudar de su conocimiento. En este sentido, se describirá cómo
Descartes funda la duda metódica para encontrar la verdad en el conocimiento y la forma en
que arranca del conocimiento, o el camino hacia él, a los sentidos, el cuerpo, ya que solo la
5

imagen o representación generada por el intelecto puede ser verdadera en tanto que posee
espacio y tiempo. Se verá también, paso a paso, cómo Descartes va construyendo su cuerpo
argumentativo, principalmente en las Meditaciones Metafísicas, sobre lo anterior expuesto,
así como la causa del engaño por medio de los sentidos, el genio maligno, descantando por
esto a Dios como la causa. Finalmente, se expondrá cómo Descartes señala que su propio
intelecto es el principio o el fundamento del conocimiento y cualquier conocimiento que
provenga de los sentidos es dudoso. A esto es lo que el autor le llamará idea clara y distinta.
Llegando a este punto, Descartes realizará una taxonomía sobre las categorías del
pensamiento: ideas, juicios, afecciones o voluntad. Para finalizar, en el apartado sobre el
sujeto del inconsciente y el lenguaje se abordará la importancia radical y apremiante que
tiene la cadena de significantes en la posición que coloca al sujeto en el nudo Borromeo: lo
imaginario, lo simbólico y lo real. Se observará que dicha estructura, también, funciona
mediante la dialéctica invertida, además que es más evocativa que informativa. Se verá,
además, que Lacan recurre a planteamientos filosóficos de Hegel y Heidegger para
estructurar que el inconsciente funciona como un lenguaje.
6

Capítulo 1: El inconsciente freudiano

“¿Y el valor del sueño para el conocimiento del futuro?


Ni pensar en ello, naturalmente. Podríamos remplazarlo
por esto otro: para el conocimiento del pasado. Pues del
pasado brota el sueño en todo sentido. Aunque tampoco
la vieja creencia de que el sueño nos enseña el futuro deja
de tener algún contenido de verdad. En la medida en que
el sueño nos presenta un deseo como cumplido, nos
traslada indudablemente al futuro; pero este futuro que al
soñante le parece presente es creado a imagen y
semejanza de aquel pasado por el deseo indestructible”.
Sigmund Freud, “Lo inconsciente y la conciencia. La
realidad”.

1.1.-De la conciencia al inconsciente

En su Proyecto de psicología, Sigmund Freud señala lo siguiente: “El propósito de este


proyecto es brindar una psicología de ciencia natural, a saber, presentar procesos psíquicos
como estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables y
hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y exentos de contradicción”.1 Con
otras palabras, Freud pretende separar la psicología entendida desde el concepto de
conciencia2 hacia lo que él llama psicoanálisis, el cual es una psicología natural, ya que tiene
evidencia empírica, cantidad energética, que se interpreta mediante las representaciones3

1
Sigmund, Freud, “Proyecto de psicología”, en Freud, Sigmund, Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu,
volumen I, 2004, p. 339.
2
Freud es claro sobre la distinción entre una ciencia natural y una psicología basada en la conciencia: “ […]
Nuestra conciencia brinda sólo cualidades, mientras que la ciencia natural reconoce solo cantidades, resulta
una caracterización de las neuronas w como por una regla de tres: en tanto que la ciencia se ha fijado como
tarea reconducir todas nuestras cualidades de sensación a una cantidad externa, de la arquitectura del sistema
de neuronas cabe esperar que conste de unos dispositivos para mudar la cantidad externa en cualidad, con lo
cual otra vez aparece triunfante la tendencia originaria al apartamiento de cantidad ”. Ibid., p. 353.
3
Laplanche y Pontalis señalan que Freud hace una distinción entre representación (Vorstellung),
representación de cosa (Dingvorstellung) y representación de palabra (Wortvorstellung). Esta distinción
sostiene que la representación es una huella mnémica, una huella del recuerdo, la cual se puede anudar a una
7

diurnas o bien inconscientes. Lo anterior es importante para Freud, ya que pretende explicar
los procesos psicológicos fuera de la interpretación de la conciencia de la época:

“Según una avanzada teoría mecanicista, la conciencia es un mero añadido a los


procesos fisiológicos psíquicos, cuya ausencia no cambiaría nada en el decurso
psíquico. Según otra teoría, consciencia es el lado subjetivo de todo acontecer psíquico,
y es por tanto inseparable del proceso anímico fisiológico. Entre ambas se sitúa la
doctrina aquí desarrollada. Consciencia es aquí el lado subjetivo de una parte de los
procesos físicos del sistema de neuronas, a saber, de los procesos w, y la ausencia de
la conciencia no deja inalterado al acontecer psíquico, sino que incluye la ausencia de
la contribución del sistema w”.4

Como se puede observar en la cita, Freud concibe la conciencia como un aparato psíquico
que recibe los estímulos del exterior por medio de un sistema de neuronas llamadas w,
asimismo ésta, la conciencia, puede mantenerse inalterada de dichos procesos fisiológicos.
En realidad, Freud está haciendo ya la separación entre consciente (Cc) e inconsciente (Icc)5.
Términos que se explicaran más adelante. Una vez que Freud explica la doble función de la
conciencia, recibir las sensaciones y estímulos exteriores y mantener inalterada a ésta de
ellas, señala la importancia del principio de constancia:

“Con la complejidad de lo interno, el sistema de neuronas recibe estímulos del elemento


corporal mismo, estímulos endógenos que de igual modo deben ser descargados. Éstos
provienen de células del cuerpo y dan por resultado las grandes necesidades: hambre,
respiración, sexualidad. De estos estímulos el organismo se puede sustraer como de los

cosa vista, representación de cosa, o a algo escuchado, representación de palabra. Es importante señalar que
la representación de cosa puede generar representación de palabra. En este sentido, el inconsciente funciona
solamente con representaciones de cosa mientras que la consciencia utiliza ambas representaciones. Para mayor
información ver: Jean, Laplanche, y Pontalis, Jean-Berthand, Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, Editorial
Labor, 1983, p. 369-370.
4
Ibid., p. 356.
5
Con respecto al preconsciente (Prcc) señala lo siguiente: “El sistema Prcc no sólo bloquea el acceso a la
conciencia, sino que preside el acceso a la motilidad voluntaria y dispone acerca de envío de una energía de
investidura móvil, una parte de la cual nos es familiar como atención.”, Sigmund, Freud, “Lo inconsciente y la
conciencia. La realidad”, en Freud, Sigmund, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen V, 2007,
p. 602.
8

estímulos exteriores, no puede aplicar su Q para huir del estímulo. Sólo cesan bajo
precisas condiciones que tienen que realizarse en el mundo exterior; por ejemplo, la
necesidad de alimento. Para consumar esta acción, que merece ser llamada
<<específica, hace falta una operación que es independiente de Qn endógena, y en
general es mayor, pues el individuo está puesto bajo unas condiciones que uno puede
definir como apremio de la vida. Por esto, el sistema de neuronas está forzado a
resignar la originaria tendencia de la inercia, es decir a cero”.6

En la cita se puede observar cómo la estructura del aparato psíquico tiene la función de
mantener en cero los niveles energéticos del sujeto tanto de estímulos7 y sensaciones8
exteriores como de las sensaciones y estímulos que se producen en el interior del sujeto,
como es el hambre y la pulsión sexual. Es aquí, entonces, donde Freud comienza a plantearse
la función del inconsciente en la estructura del aparato psíquico, ya que si bien la conciencia
hace frente a los estímulos y sensaciones exteriores e interiores del sujeto, como es el hambre
o la pulsión sexual, que se muestran placenteras mediante la descarga de energía al realizar
las acciones de comer y fornicar, también es cierto que muchas veces hay procesos en la
conciencia que no pueden llevarse a cabo de la forma tal cual está siendo descrita y ahí surge

6
Ibid., p. 341.
7
De acuerdo con el Diccionario de Psicología de Umberto Galimberti por estímulo se entiende “Cualquier
manifestación o variación de energía fuera o dentro del organismo que tenga lugar con cierta rapidez, que
alcance una determinada intensidad y que perdure un determinado periodo”. Umberto, Galimberti, Diccionario
de Psicología, México, editorial siglo XXI, 2009, p.450, 451. Para Freud, el estímulo se diferencia de la pulsión,
ya que éste se refiere como “Más amplias perspectivas se abren cuando consideramos el hecho de que la pulsión
sexual del ser humano no está en su origen al servicio de la reproducción, sino que tiene por meta determinadas
variedades de la ganancia de placer. [...] El desarrollo de la pulsión sexual pasa luego del autoerotismo al amor
de objeto, y de la autonomía de las zonas erógenas a la subordinación de ellas bajo el primado de los genitales
puestos al servicio de la reproducción”. Sigmund, Freud, “La moral sexual <<cultural>> y la nerviosidad
moderna” (1906-1908), en Freud, Sigmund, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen IX, 2007,
p. 169.
8
Umberto Galimberti señala que la sensación en psicología se define como: “[…] donde indica los elementos
del conocimiento sensible, que ya no pueden escindirse, provocado por estímulos externos que actúan sobre los
órganos sensoriales, y en psicología analítica, donde indica una función psíquica y un tipo psicológico”.
Umberto, Galimberti, Diccionario de Psicología, Op. Cit., p. 990, 991.
9

el inconsciente9. Con otras palabras, hay deseos10 del sujeto que no pueden ser realizados en
la conciencia, ya que no convienen en ese momento, ni en cualquier otro, realizarlos por el
sujeto— debido a que la sociedad no permite que éstos sean realizados por los valores
morales imperantes de la época, este punto será explicado más adelante cuando se toque el
principio de realidad —, entonces para que el sujeto no produzca patologías mentales11,
displacer en el sujeto, estos deseos son alojados en el inconsciente mediante censura12 y
mantenidos por represión13. De esta forma, estos deseos pasan al inconsciente en forma de

9
Para Freud la conciencia y el inconsciente (Icc) son: “[…] la representación que está presente en nuestra
consciencia y de la que nosotros nos percatamos {we are aware}, y hagamos de este el único sentido del término
>>consciente>>; en cambio, a las representaciones latentes, si es que tenemos fundamento para suponer que
están contenidas en la vida anímica — como las que tuvimos en el caso de la memoria —, habremos de
denotarlas con el término inconsciente. Entonces, una representación inconsciente es una de las que nosotros
no nos percatamos, a pesar de lo cual estamos dispuestos a admitir su existencia sobre la base de otros indicios
y pruebas. […] El término <<inconsciente>>, que hasta aquí empleábamos en un sentido meramente
descriptivo, recibe ahora un significado más amplio. No sólo designa pensamientos latentes, en general, sino,
en particular, pensamientos con cierto carácter dinámico, a saber, aquellos que a pesar de su intensidad y su
acción eficiente se mantienen alejados de la consciencia”. Sigmund, Freud, “Notas sobre el concepto de lo
inconsciente en psicoanálisis” (1912), en Freud, Sigmund, Obras Completas, Argentina, volumen XII,
Amorrortu, 2008, pp. 271-274.
10
“En la concepción dinámica freudiana, uno de los polos del conflicto defensivo: el deseo inconsciente tiende
a realizarse restableciendo, según las leyes del proceso primario, los signos ligados a las primeras experiencias
de satisfacción. El psicoanálisis ha mostrado, basándose en el modelo del sueño, cómo el deseo se encuentra
también en los síntomas en forma de una transacción. [...] La definición más elaborada es la que se refiere a la
experiencia de satisfacción, a continuación de la cual <<[...] La imagen mimética de una determinada
percepción permanece asociada a la huella mimética de la excitación resultante de la necesidad. Al presentarse
de nuevo esta necesidad, se producirá, en virtud de la ligazón establecida, una moción psíquica dirigida a
recargar la imagen mimética de dicha percepción e incluso a evocar ésta, es decir, a restablecer la situación de
la primera satisfacción: tal moción en la que nosotros llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el
<<cumplimiento del deseo>>”. Laplanche, J., y Pontalis, Jean-Berthand, Diccionario de Psicoanálisis,
Barcelona, Editorial Labor, 1983, p. 96, 97.
11
“Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante, es, en realidad, el intento
de restablecimiento, la reconstrucción”. Sigmund, Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de
paranoia (Dementia paranoides) descritas autobiográficamente”, en, Freud, Sigmund, Obras Completas,
Buenos Aires, Amorrortu Editores, volumen 12, 2007, p.65.
12
“Función psíquica que impide la emergencia de los deseos inconscientes en la conciencia si no es disfrazados.
El fin de la censura es enmascarar los contenidos de los deseos inconscientes a fin de que sean irreconocibles
para la conciencia. En la primera tópica, la censura se ejerce en el límite de los sistemas inconsciente, de un
lado, preconsciente-consciente, del otro. […] Los procedimientos de deformación utilizados por la censura son
el desplazamiento y la condensación, la omisión y la transformación en lo contrario de una representación.
Estos procedimientos son los del trabajo del sueño”. Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu,
2010, p. 82, 83.
13
“[…] Hacer conscientes las representaciones en cuestión. Llamamos represión [esfuerzo de desalojo] al
estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera conscientes, y aseveramos que en el curso del
trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia la fuerza que produjo y mantuvo a la represión”. Sigmund,
Freud, “Conciencia e inconsciencia” (1923-1925), en Freud, Sigmund Obras Completas, Buenos Aires,
Amorrortu, volumen, XIX, 2007, p. 16.
10

representaciones14deformadas — más adelante se hablará sobre los mecanismos que utiliza


el inconsciente para deformar dichas representaciones—, pero mantienen su carga energética
placentera — aunque muchos de estos deseos, aunque displacenteros causan placer por este
hecho — de forma somática. En decir, ahora se encuentran en una realidad psíquica, no se
puede confundir con una realidad material15, que afecta el cuerpo en la forma de síntoma16
de tal forma que muchas veces el sujeto ni siquiera se percata de ello17 más que en los sueños,

14
Cuando S. Freud habla de falsificación del recuerdo está haciendo referencia a lo que él llama recuerdo
encubridor, que no es más que una representación o imagen dejada en la memoria, la cual tiene como fin
conservar: “[…] no a su contenido propio, sino a un vínculo asociativo de su contenido con otro, reprimido,
tienen fundados títulos al nombre de <<recuerdos encubridores>> con el cual los he asignado”. Sigmund,
Freud, “Recuerdos de la infancia, recuerdos encubridores” (1901), en Freud, Sigmund, Obras Completas,
Buenos Aires, Amorrortu, volumen VI, 2007, p. 48. Por otra parte, Freud señala que la noción de representación
se utiliza para procesos de la conciencia, en consecuencia, sería una contradicción pensar en representaciones
inconscientes; en consecuencia, para salvar esta contradicción, Freud señala lo siguiente: “Es cierto que
<<representación>> proviene de la terminología del pensar consciente, y por eso <<representación
inconsciente>> forma una expresión contradictoria. Pero el proceso físico que está en la base de la
representación es el mismo en su contenido y en lo formal (si bien no cuantitativamente), ya sea que la
representación pase el umbral de la conciencia o permanezca debajo de él”. Sigmund, Freud, “Estudios sobre
la histeria” (1893-1895), en Freud, Sigmund, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen II, 2007,
p. 233.
15
La realidad psíquica supone, muchas veces, una ficción en comparación con la realidad material. Sin
embargo, esta ficción cobra plena validez para abordar investigación en fenómenos sociales e individuales
cuando se plantea que esta realidad opera al interior de una materialidad, el cerebro, y se accede a ella mediante
inferencias donadas por y mediante el lenguaje, discursos. Con otras palabras, la realidad psíquica no es ficción,
un invento sin fin ni interés por parte de un sujeto o grupo social, ya que se pueden inferir sus productos
(pensamientos y sentimientos) a través de su materialidad: las acciones físicas o prácticas discursivas. En
palabras de Mark Solms: “Freud found a place for this distinction in the way that we perceive the world in his
theoretical model of the mind by saying that consciousness registers perceptions on two sensory surfaces. One
perceptual surface of consciousness is externally directed and registers reality in the form of material objects
(through our external sensory modalities), whereas the other perceptual surface is internally directed and
registers reality in a psychical form (through internal sensory modalities). This is the basis of Freud´s
fundamental theoretical distinction between what he called “material reality” on the one hand and “psychical
reality” on the other. […] In accordance with this fundamental theoretical distinction, which does little more
than formalize our ordinary, every experience, we need to specify the origin of a perception before we know
what we really mean when we say that it is real. If a perception is stimulated from the outside, and therefore is
registered on the external sensory surface of consciousness, we say that it is materially real; whereas if the
perception is stimulated from inside, and therefore is registered on the internal surface of consciousness, we say
that is psychically real”. Mark, Solms, “Do unconscious phantasies really exist?”, en Steiner, Riccardo,
Unconscious phantasy, Karnac, Gran Bretaña, 2003, p. 91.
16
“Fenómeno subjetivo que, para el psicoanálisis, constituye no el signo de una enfermedad sino la expresión
de un conflicto inconsciente. Para S. Freud (1892), el síntoma tomó un sentido radicalmente nuevo a partir del
momento en el que puede plantear que el síntoma de conversión histérico, que la mayoría consideraba una
simulación, es de hecho una pantomima del deseo inconsciente, una expresión de lo reprimido. Concebido al
principio como la conmemoración del trauma, el síntoma se definirá más justamente en lo sucesivo como la
expresión de un cumplimiento de deseo y la realización de un fantasma inconsciente que sirve el cumplimiento
de ese deseo. En esta medida, es el retorno de una satisfacción sexual hace largo tiempo reprimida, pero también
es una formación de compromiso, en tanto la represión se expresa igualmente en él”. Diccionario de
Psicoanálisis, Op. Cit., p. 637,638.
17
“He ahí pues, al pensar y representar del yo consciente de vigilia junto a las representaciones que, a pesar de
residir de ordinario en la obscuridad del inconsciente, han conseguido el gobierno sobre la musculatura y
11

en los actos fallidos y en los lapsus. Esta condición del actuar del deseo desde el inconsciente
tiene su lógica en lo que él llama el retorno de lo reprimido: Lo que fue desalojado de la
conciencia hacia el inconsciente vuelve a ella por el simple hecho de que mantiene una
energía libidinal18. Así lo señala Freud en El chiste y su relación con el inconsciente:

“Es que lo infantil es la fuente de lo inconsciente, y los procesos del pensar inconsciente
no son sino los que en la primera infancia se establecieron en forma única y exclusiva.
El pensar es retraído por un momento al estadio infantil a fin de que pueda tener de
nuevo al alcance de la mano aquella fuente infantil de placer […] Cada descubrimiento
de algo así inconsciente produce sobre nosotros un efecto […]”.19

Al parecer, para Freud las pulsiones sexuales infantiles, en la mayoría de los casos, son
reprimidas o censuradas con la finalidad de evitar que ingresen a la conciencia y causen
problemas al principio de constancia, pero, como ya se ha hecho mención, esto es imposible
de evitar, ya que en ellas hay placer20, y, en consecuencia, resurgen mediante procesos de
desplazamiento y condensación:

lenguaje, y aún sobre buena parte de la actividad de representación: es manifiesta la escisión de la psique”.
Sigmund, Freud, “Representaciones inconscientes e insusceptibles de consciencia. Escisión de la psique”, en
Freud, Sigmund, Obras Completas, Argentina, Amorrortu, volumen II, 2007, p. 239.
18
“Es evidente que muy poco provecho obtendríamos si, siguiendo las huellas de Jung, destacaremos la unidad
originaria de todas las pulsiones y llamáramos <<libido>> a la energía que se exterioriza en todas. [...] No
obstante, lo correcto es reservar el nombre de libido para las fuerzas pulsionales de la vida sexual, como lo
hicimos hasta aquí. [...] A las investiduras energéticas que yo dirigía a los objetos de sus aspiraciones sexuales
las llamamos <<libido>>; a todas las otras, que son enviadas por las pulsiones de autoconservación, las
llamamos <<interés>>”. Sigmund, Freud, “26 Conferencia” (1916-1917), en Sigmund, Freud, Obras
Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen XVI, 2007, p. 276, 377.
19
Sigmund, Freud, “El chiste y su relación con el inconsciente”, Freud, Sigmund, en Obras completas, Buenos
Aires, Amorrortu, volumen VIII, 2007, p. 163.
20
“Principio que rige el funcionamiento psíquico, según el cual la actividad psíquica tiene como objetivo evitar
el displacer y procurar el placer. Para Freud, el principio de placer, presentado paralelamente al principio de
realidad, es una certidumbre, pero al mismo tiempo es la fuente de diversas dificultades. Puede ser concebido
según el modelo del apaciguamiento de una necesidad, vinculada a la satisfacción de las pulsiones de auto
conservación; Freud dice, por ejemplo, que el lactante bajo la influencia del principio de placer, alucinaría el
seno en vez de alimentarse. Por otra parte, se lo presenta sobre todo como principio de disminución de la tensión,
y sin embargo Freud reconoce la existencia de tensiones agradables. Bajo otro aspecto, la existencia de un más
allá del principio del placer, a partir de la hipótesis de la pulsión de muerte, viene a plantear el interrogante
sobre lo que el hombre efectivamente busca. La noción lacaniana de goce constituye una tentativa para resolver
estas dificultades”. Diccionario de Psicoanálisis, Op. Cit., p. 515, 516.
12

“[…]; b) estos contenidos están regidos por los mecanismos específicos del proceso
primario, especialmente la condensación y el desplazamiento; c) fuertemente cargados
de energía pulsional, buscan retornar a la conciencia y a la acción (retorno de lo
reprimido: pero sólo pueden encontrar acceso al sistema Pcs-Cs en el compromiso,
después de haber sido sometidos a la deformación de la censura; d) son especialmente
los deseos infantiles los que experimentan una fijación en el inconsciente”. 21

Este retorno, mediante desplazamiento y condensación, de las representaciones deseosas


inconscientes, puede ser visto a través del chiste, puesto que:

“El placer del chiste nos pareció surgir de un gasto de inhibición ahorrado; el de la
comicidad, de un gasto de representación (investidura) ahorrado, y el del humor, de un
gasto de sentimiento ahorrado. En estas tres modalidades de trabajo de nuestro aparato
anímico, el placer proviene de un ahorro; las tres coinciden en recuperar desde la
actividad anímica un placer que, en verdad, sólo se ha perdido por el propio desarrollo
de esa actividad. En efecto, la euforia que aspiramos a alcanzar por estos caminos no
es otra cosa que el talante de una época de la vida en que solíamos arrostrar nuestro
trabajo psíquico en general con escaso gasto: el talante de nuestra infancia, en la que
no teníamos noticia de lo cómico, no éramos capaces de chiste y no nos hacía falta el
humor para sentirnos dichosos en la vida”.22

En efecto, Freud señala que detrás de toda represión del deseo placentero en el inconsciente,
se encuentra el principio económico denominado por él como principio de realidad23; con
otras palabras, este proceso secundario regula los flujos energéticos placenteros infantiles

21
Ibíd., p. 235.
22
Sigmund, Freud, El chiste Op., Cit. p. 223.
23
“Uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma pareja con el principio
del placer, lo cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la
satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función
de las condiciones impuestas por el mundo exterior. Considerado desde el punto de vista económico, el principio
de realidad corresponde a una transformación de la energía libre en energía ligada; desde el punto de vista
tópico, caracteriza esencialmente el sistema Preconsciente-consciente; desde el punto de vista dinámico, el
psicoanálisis intenta basar el principio de realidad sobre cierto tipo de energía pulsional que se hallaría más
específicamente al servicio del yo”. Teodoro Elías, Isaac, Introducción sistemática a la lectura de la obra
freudiana, Argentina, editorial brujas, 2da. Edición, tomo III, 2001, p. 236.
13

deformados mediante censura y represión y los aloja en el inconsciente. Sin embargo, ¿por
qué se tienen que reprimir en el inconsciente dichos flujos energéticos placenteros y como
consecuencia, éstos tienen que buscar la forma de hacerse manifiestos a través de los
mecanismos deformadores de desplazamiento y de condensación?

De acuerdo con Freud, la censura y la represión son producto de la cultura — la cultura es


donde se genera el principio de realidad —, y lo que se pretende mediante estos mecanismos
es perder posibilidades de goce primario. En resumidas cuentas, hacer que los sujetos
ingresen a una sociedad civilizada que regula lo permitido y lo no permitido, lo anormal y lo
normal; así, por ejemplo, la familia nuclear formó parte importante del discurso de la naciente
sociedad industrial occidental y la finalidad de su creación, como dispositivo de poder-saber,
de acuerdo con Michael Foucault, se debió a que

“Todavía a comienzos del siglo XVII […] Las prácticas no buscaban el secreto […] A
ese día luminoso habría seguido un rápido crepúsculo […] la sexualidad es
cuidadosamente encerrada. La familia conyugal la confisca. Y la absorbe por entero en
la seriedad de la función reproductora […] Dicta la ley la pareja legítima y procreadora.
Se impone como modelo, hace valer la norma, detenta la verdad, detiene el derecho a
hablar […] En el corazón de cada hogar existe un único lugar de sexualidad reconocida,
utilitaria y fecunda.”, “En vísperas de la Revolución, son ya corrientes en el campo.
Por cierto, hacía mucho tiempo que se afirma que un país debía estar poblado si se
quería ser rico y poderoso […] tratan de convertir el comportamiento sexual de las
parejas en una conducta económica y política concertada”. 24

La familia nuclear, en consecuencia, fue un invento de la sociedad del siglo XVII y mediante
dicho invento se difundió la creencia de que la sexualidad conyugal sólo servía para la
procreación. Esa creencia llegó a convertirse en una regla de tradición y costumbre en el
imaginario colectivo. En consecuencia, toda pregunta relacionada con la sexualidad en
general no tenía cabida, ni debía ser cuestionado el porqué de ésta. Si en todo caso, alguien

24
Michael, Foucault, “Nosotros los victorianos”, en Foucault, Michel, Historia de la sexualidad I: la voluntad
de saber, México, Siglo XXI, vigesimoquinta edición, 1998, p. 9.
14

exigía una respuesta sobre la sexualidad a éste sólo se le daba una respuesta que ocultaba el
secreto sobre la sexualidad: ¡porque así es! En este sentido, una de las maneras de evadir la
censura y la represión para lograr retornar los flujos energéticos placenteros infantiles
deformados y alojados en el inconsciente — como señala Paul Ricoeur, los deseos más
antiguos por cierto —, son los mecanismos de desplazamiento25 y de condensación26. Pero
entonces ¿Qué es el desplazamiento y la condensación? El desplazamiento, de acuerdo con
Freud, es aquel mecanismo que hace pasar al preconsciente, (Pc), e incluso pueden llegar
hasta la conciencia (Cc), aquellos deseos que fueron reprimidos principalmente en la infancia
y con contenido sexual27. Su forma por lo regular es mediante procesos metonímicos — en
el siguiente capítulo se tocará puntualmente este punto, así como el de los procesos
metafóricos — donde el deseo censurado y reprimido es deformado mediante esta figura. Un
ejemplo patente de cómo funciona el desplazamiento, señala Freud, se puede observar en el
proceder de los sueños. En el sueño — aunque también en fenómenos del lenguaje y el habla
— se eligen representaciones “[…] que la censura deja pasar porque se hallan a suficiente
distancia de las objetadas, no obstante lo cual son retoños de estas, de cuya investidura
psíquica las ha posesionado una plena transferencia”.28 Con otras palabras, el
desplazamiento realiza una combinación representacional de las intensidades de la libido29

25
“Lo que en los pensamientos oníricos constituye evidentemente el contenido esencial ni siquiera necesita
estar presente en el sueño. El sueño está por así decir diversamente centrado, y su contenido se ordena en torno
de un centro constituido por otros elementos que los pensamientos oníricos”. Sigmund, Freud, “El creador
literario y el fantaseo” (1906-1908), en Freud, Sigmund, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen
XVI, 2007, p. 311.
26
“[…] vencer la inhibición impuesta por la censura, y justamente esa tarea se soluciona mediante los
desplazamientos de la energía psíquica dentro del material de los pensamientos oníricos”. Sigmund Freud, “El
chiste y su relación con el inconsciente”, Op. Cit., p. 158.
27
“B. Es necesario distinguir de manera tajante entre los conceptos de <<sexual>> y de <<genital>>. El primero
es el más extenso, e incluye muchas actividades que nada tienen que ver con los genitales. C. La vida sexual
incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo, función que es puesta con posteridad
[nachträglich] al servicio de la reproducción. Es frecuente que ambas funciones no lleguen a superponerse por
completo”. Sigmund, Freud, “Esquema del psicoanálisis” (1937-1939), en Freud, Sigmund, Obras Completas,
Buenos Aires, Amorrortu, volumen XXIII, 2007, p. 150.
28
Ibíd., p. 164. En otro texto, Freud señala lo siguiente sobre este mecanismo: “Si se considera que, de los
pensamientos oníricos hallados, sólo los menos está subrogado en el sueño por uno de sus elementos de
representación, se debe inferir que la condensación adviene por vía de la omisión, pues el sueño no sería una
traducción fiel ni una proyección punto por punto de aquellos pensamientos, sino un reflejo en extremo
incompleto y lagunoso”. Sigmund, Freud, “La interpretación de los sueños” (1900), en Freud, Sigmund, Obras
Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen IV, 2007, p. 289.
29
“Libido es una expresión tomada de la doctrina de la afectividad. Llamamos así a la energía, considerada
como magnitud cuantitativa —aunque por ahora no medible —, de aquellas pulsiones que tienen que ver con
todo lo que puede sintetizarse como amor”. Sigmund, Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo” (1920-
1922), en Sigmund, Freud, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, volumen XVIII, 2007, p. 86.
15

en su contenido manifiesto a su contenido latente30 del deseo reprimido en el inconsciente


con una representación que se renueva todo el tiempo, como señala Ricoeur31; mientras que
en la condensación existe una selección de la representación, principalmente mediante la
figura metafórica, que suplanta las intensidades de la libido latentes a las manifiestas del
deseo reprimido en el inconsciente. Es importante enfatizar en la eterna actualización, por
eso los análisis son interminables, de las representaciones del deseo reprimido por medio de
dichos mecanismos, ya que continuamente se moverán para poder realizar dicho deseo. En
este sentido, ambos mecanismos se encuentran sobredeterminados, puesto que para evitar la
censura y la represión son sobrecargados de representaciones, por así decir, menos fuertes,
tal como pasa, por ejemplo, en los sueños:

“Se exterioriza en que lo que está en situación central en el sueño manifiesto y emerge
con gran intensidad sensorial, en los pensamientos oníricos era periférico y accesorio;
y a la inversa […] Para que se produjera semejante desplazamiento debería ser posible
que la energía de investidura pasara de las representaciones importantes a las no
importantes sin inhibición alguna, lo cual en el pensar normal susceptible de conciencia
sólo provocaría la impresión de una <<falacia>>”.32

En resumidas cuentas, Freud, en esta primera tópica, descubre que el deseo es un goce
placentero33 en tanto que puede ahorrar energía; empero, muchos de estos goces no son, a
ojos de la cultura institucionalizada, idóneos para la sociedad, puesto que ponen en peligro a
la misma producción de cultura y civilización. Por tanto, hay que reprimir y mantener en el
inconsciente a éstos. Sin embargo, estos goces reprimidos en el inconsciente devienen en los
sueños, actos fallidos, lapsus e incluso en síntomas en el cuerpo debido a los procesos de
condensación y desplazamiento. Con otras palabras, Freud hace una espléndida reflexión

30
Freud se refiere como contenido manifiesto a toda aquella representación que presenta la cosa tal cual es;
mientras que por contenido latente se refiere a lo que hay debajo del contenido manifiesto.
31
Paul, Ricoeur, Freud: una interpretación de la cultura, México, Siglo XXI, 1970, p. 83.
32
Ibíd., p. 157.
33
Freud no utilizó el termino goce. Sera Lacan quien lo introduzca en su arsenal de conceptos para resignificar
el deseo inconsciente ubicado en el objeto a. Freud utilizó, como se ha visto a lo largo del capítulo, su concepto
cuantitativo de placer: “Placer sería la sensación de descarga”. Sigmund, Freud, “Proyecto de psicología”, Op.
Cit., p. 356.
16

sobre cómo funciona el deseo como exceso de energía libidinal34 y su represión por parte de
la cultura. Sin embargo, en sus subsiguientes tópicas –el ello, el yo y el súper-yo35 y,
posteriormente, tanatos—ananké –, Freud, como señala Guilles Deleuze, atrapa al deseo y
al placer en estructuras igual de represivas de las que pretendía liberar con sus
investigaciones: “Cuando se lee a Freud de todo eso no hay ni una palabra. Como si todo el
contenido político, político-sexual, político-libidinal fuera el contenido manifiesto e hiciera
falta descubrir lo latente: el eterno papá-mamá de Edipo”.36 Sin embargo, eso es otro tema
de investigación.

34
Es necesario aclarar que esta economía libidinal freudiana tiene una lectura que excede este trabajo, a saber,
si esta económica está haciendo una lectura capitalista del gasto útil en detrimento del inútil. Con otras palabras,
el capitalismo funciona, aparentemente, sobre el menor gasto de energía para conseguir fantasías inalcanzables;
pero paradójicamente, realiza mayor gasto de energía para conseguirlas. Así, el capitalismo opera a partir del
siguiente planteamiento psíquico: a mayor trabajo, fantasía y deseo, se obtendrá lo que se anhela que es
disfrutar de la “vida” sin el menor gasto de energía, cosa que muchas veces es solo un simulacro, pues basta
con mirar los grandes esfuerzos que hacen muchos mexicanos para salir de la pobreza y al final de una jornada
de vida todo terminó tal cual estaba al comenzar.
35
La psique en la tópica dinámica se encuentra estructurada a través del yo, el ello y el súper-yo, en donde el
yo viene a ser el consciente; el ello, el inconsciente (principio del placer) y el súper-yo, el subconsciente
(principio de realidad). Es interesante observar que al dejar Freud el principio del placer y asumir el principio
de realidad, toda la tendencia instintiva del ser humano se sometió a un yo organizado.35 Valentina, Morales,
Torres, Las maquinas deseantes y la resistencia, Inédita, Tesis presentada para aspirar a obtener el título en
filosofía, México, UNAM, 2007, p.18.
36
Guilles, Deleuze, Derrames de esquizofrenia, entre capitalismo y la esquizofrenia, Argentina, Cactus, 2005,
p. 30
17

Capítulo 2: Jaques Lacan: revisión del inconsciente (Icc) de


Sigmund Freud

“A medida que se cumple el esfuerzo que esta


idea anima, la realidad de esa base se revela en la
subversión siempre más amplia de la naturaleza,
esa subversión que es la hominización del
planeta: la “naturaleza” del hombre su relación
con el hombre”. Jaques Lacan, “Más allá del
“Principio de realidad”.

En el capítulo anterior se hizo una revisión sobre cómo Sigmund Freud dio origen a la
estructura del aparato psíquico llamado inconsciente (Icc), así como sus dos tópicas:
energética y dinámica. En ellas, el inconsciente jugó un papel determinante en relación con
el deseo y el goce del sujeto. En este capítulo se tratará de abordar la forma en que Jaques
Lacan releyó a Sigmund Freud para luego aventurar su tesis: “el inconsciente (Icc) se
encuentra estructura en un lenguaje”.

2.1.- El inconsciente (Icc) lacaniano

Jaques Lacan construyó su obra con base en una relectura sobre los planteamientos de
Sigmund Freud. Para ello, Lacan recurrió a las filosofías de Platón, Aristóteles, Hegel, Marx,
Kierkegaard y Heidegger.37 A través de ellas, Lacan buscó reelaborar la estructura psíquica
de Sigmund Freud y principalmente de su noción de inconsciente (Icc). Sin embargo, no fue
lo único que utilizó para dicha reelaboración, ya que también volvió los ojos a la lingüística
estructural (tema que se revisará en el capítulo siguiente de este trabajo de investigación), y
a través de ella señaló que el acceso al inconsciente (Icc) solo es posible por medio del

37
Carlos, Tutivén Román, “Lacan y la filosofía”, recuperado el 21 de abril de 2017 de
http://www.redalyc.org/html/509/50901305/
18

lenguaje. El lenguaje, de acuerdo con Lacan, tiene una estructura basada en una cadena de
significantes:

“Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de


repetición (Wiederholungszwang) toma su principio en lo que hemos llamado la
insistencia de la cadena significante. Esta noción, a su vez, la hemos puesto de
manifiesto como correlativa de la ex-sistencia (o sea: el lugar excéntrico) donde
debemos situar al sujeto del inconsciente, si hemos de tomar en serio el descubrimiento
de Freud”.38

Esta cadena de significantes tiene relaciones de diacronía (paradigmático)/sincronía


(sintagmático) que recorren la lengua y el habla del sujeto39 dotando así a éste de significados
y significantes; relaciones que posteriormente Lacan les da una lectura psicoanalítica
utilizando también la teoría de las probabilidades.40 De esta forma, para Lacan el lenguaje
es de suma importancia en la experiencia psicoanalítica, ya que mediante éste se puede
comunicar el síntoma41 inconsciente (Icc) del sujeto. Es importante señalar que el sujeto bajo
esta lógica del inconsciente (Icc) lacaniano es creado por el lenguaje, pero, a su vez éste
vuelve una y otra vez a él, al lenguaje, para volverlo la herramienta que comunique, no por
ello con claridad, sus goces, sus deseos y fantasías inconscientes. A esto es lo que llama
Lacan lalengua. Ese lugar que se ubica entre el lenguaje, el habla y el inconsciente (Icc). Es
por ello, también, que Lacan es enfático en señalar que “la palabra no es signo”, sino más
bien “nudo de significación”42 y ese nudo es el que el psicoanálisis pretende comprender
mediante la topología que elabora Lacan: Lo simbólico, lo imaginario, lo real. Bajo esta

38
Jaques, Lacan, “El seminario sobre “La carta robada”, en Lacan, Jaques Escritos I, tr. Tomas Segovia,
México, Siglo XXI, 2009, p. 23.
39
Para Lacan el sujeto se constituye mediante la identificación con otro semejante, quien a su vez comunica a
éste la cadena de significantes que lo han constituido: “Le dan fundamento una forma de causalidad, que es la
causalidad psíquica misma. La identificación; ésta es un fenómeno irreductible, y el imago es esa forma
definible en el complejo espacio-temporal imaginario que tiene por función realizar la identificación resolutiva
de una fase psíquica, esto es, una metamorfosis de las relaciones del individuo con su semejante”. Jaques, Lacan
“Acerca de la causalidad psíquica”, Op, Cit., p. 185.
40
Rebeca, Puche, Navarro “Lacan: lenguaje e inconsciente”, Colombia, Revista Latinoamericana de Psicología,
volumen 3, numero 2, 1971, p. 168. Recuperado el 21 de abril de 2017 de
http://www.redalyc.org/pdf/805/80503203.pdf
41
“La leemos en el sentido simbólico de los síntomas, en cuanto el sujeto despoja las defensas con las que los
desconecta de sus relaciones con su vida cotidiana y con su historia — en la finalidad implícita de sus conductas
y de sus rechazos — en las fallas de su acción — en la confesión de sus fantasmas privilegiados — en los rébus
[jeroglíficos] de la vida onírica”. Jaques, Lacan “La agresividad en psicoanálisis”, Op. Cit., p. 109.
42
Jaques, Lacan “Acerca de la causalidad psíquica”, Op. Cit., p. 165.
19

concepción topológica, Lacan posiciona y mueve — espacial y temporalmente — al sujeto,


sus goces y deseos inconscientes. Para ello, Lacan se basa en la idea sobre una naturaleza
que son las pulsiones y donde la cultura, ya lo habíamos visto con Freud, las reprime en
función de esta última. En consecuencia, los goces y deseos del sujeto, yo, son reprimidos o
bien configurados por la cultura debido a un ello, naturaleza universal, que señala donde se
le debe ubicar; es decir, en donde no produzcan desestabilidad tanto al sujeto como a la
cultura. Sin embargo, como se señaló en el capítulo anterior, existe un retorno de los que es
reprimido y desalojado de la conciencia de los deseos placenteros y, en consecuencia, el
sujeto es desestabilizado por aquello que no comprende, pero que goza. En términos de
Lacan, lo anterior puede ser traducido en su lógica estructural como la pulsión del sujeto es
un significado — una representación como se vio en Freud —, mientras que lo que la va a
dar un sentido a ese significado es cómo funciona o ha funcionado en la cadena de
significantes. Con otras palabras, lo que es reprimido es la pulsión del sujeto y solo se puede
volver a encontrar su sentido en la cadena de significantes que han atravesado la historia
psíquica del sujeto:

“Tenemos entonces al inconsciente definido como un sistema de significantes, en el


cual el interés no gira alrededor de los mensajes, sino sobre la forma como estos
circulan, es decir, la forma como los significantes circulan dentro de un conjunto en el
cual cada persona responde con una señal simbólica, y toma un lugar determinado con
relación a la señal que se ha enunciado”.43

Como se puede ver en la cita, no es sobre los mensajes, los significados, donde hay que
buscar la estructura del inconsciente del sujeto sino en la cadena de significantes. Es por ello
que Lacan ha invertido la lingüística de Saussure dándole prioridad y supremacía al
significante y liberándolo de una relación simétrica con el significado. Con otras palabras,
para Lacan hay arbitrariedad entre el significante y el significado; por tal motivo, él puede
jugar con los sentidos que puede arrojar la combinación de las palabras en la cadena
significante. Esos sentidos, entonces, solo pueden aparecer cuando se lleva a cabo el análisis
de los deseos y goces inconscientes del sujeto mediante el nudo Borromeo, el cual se
encuentra estructurado topológicamente en tres registros: el registro simbólico, el registro

43
Ibíd., p. 175.
20

imaginario y el registro de lo real. Finalmente, las figuras retoricas bajo las cuales el deseo
y el goce inconsciente del sujeto harán su aparición en la cadena de significantes será
mediante la metáfora y la metonimia.

2.1.1.- El nudo Borromeo: los tres registros

Para Lacan, el registro imaginario es sobre todo la forma en que el sujeto imagina su mundo,
construye su imagen como sujeto y, principalmente, guía sus deseos sexuales:

“A partir de ahí, es completamente simple, fácil, ver este orden de satisfacción


imaginaria solo encontrarse en el orden de los registros sexuales. El término “libido”
es una noción que no hace más que expresar esta noción de reversibilidad que implica
la de la equivalencia, de un cierto metabolismo de las imágenes; para poder pensar esta
transformación, es preciso un término energético, para lo cual ha servido el termino de
libido. [...] Cuando yo digo “satisfacción imaginaria”, esto no es evidentemente el
simple hecho de que Demetrio se ha satisfecho por el hecho de haber soñado que poseía
a la sacerdotisa cortesana… […] los biólogos evocan en lo concerniente a los ciclos
instintuales, muy especialmente en el registro de los ciclos sexuales y de la
reproducción, a saber que, aparte de los estudios todavía más o menos inciertos e
improbables que conciernen a los relevos neurológicos en el ciclo sexual, que no son
los que hay de más sólido en sus estudios, está demostrado que estos ciclos, en los
animales, mismos {…} ellos no encontraron otros términos que el mismo término que
sirve para designar los trastornos y los resortes sexuales primarios de los síntomas en
nuestros sujetos, a saber el “desplazamiento”.44

Como se observa en la cita, Lacan señala que el registro imaginario funciona tal cual serían
los instintos en los animales, es por eso que también habla de la libido tal cual Freud la
contrapuso a los instintos en psicología, ya que los sujetos al igual que ellos siguen ciertos
lineamientos para conseguir sus metas sexuales. Sin embargo, la gran diferencia entre los
animales y los sujetos radica en que éstos últimos han desplazado los rituales sexuales que

44
“Dos Conferencias de Lacan: SIR y la TERCERA”. Recuperado el 15 de mayo de 2017. De http://e-diciones-
elp.net/images/secciones/novedades/Dos%20conferencias.pdf p. 7.
21

en los animales son manifiestos por representaciones más complejas de comprender a través
de las figuras de la metáfora y la metonimia:

“Esto es simplemente para darles la idea de que este elemento de desplazamiento es un


resorte absolutamente esencial del orden, y principalmente del orden de los
comportamientos ligados a la sexualidad. Pero otros comportamientos (cf. Los estudios
de Lorenz sobre las funciones de la imagen en el ciclo de crianza), muestran que lo
imaginario juega un papel tan eminente como el orden de los comportamientos
sexuales. Y por lo demás, en el hombre, es siempre sobre ese plano, y principalmente
sobre ese plano, que nos encontramos ante este fenómeno”.45

Una vez que el registro imaginario se instituyó e instituyo al sujeto y su deseo sexual desde
una edad temprana, el estadio del espejo46, entonces comienza a funcionar el registro
simbólico: “Ese momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación
con el imago del semejante y el drama de los celos primordiales […] la dialéctica que desde
entonces liga al yo [je] con situaciones socialmente elaboradas”. 47
Con otras palabras, la
subjetividad del sujeto se logra de forma especular mediante el lenguaje. En este sentido,
Lacan señala que en un primer momento el infante se encuentra fragmentado ante un espejo,
no reconoce más que partes de su propia constitución corporal; en un segundo momento, el
infante vuelve al espejo tras ser interpelado por la madre, quien es el primer significante que
significa al sujeto. El infante entonces significa dicha interpelación de la madre como suyo.
Él comienza a significar el mundo por medio de los significantes que significan algo para la
madre. La cadena de significantes en el infante ha comenzado. El registro imaginario se ha
llevado a cabo, ya que ahora éste tiene una imagen dada por la madre:

“[…] El lenguaje, antes de significar algo, significa para alguien. Por el mero hecho de
estar presente y escuchar, ese hombre que habla se dirige a él, y, puesto que le impone

45
Ibíd., p. 8.
46
“Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia la formación
del individuo: el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la
anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, máquina las fantasías que se
suceden desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad
— y hasta la armadura por fin asumida de una identidad alienante, que va a marcar con su estructura rígida todo
su desarrollo mental. Así la ruptura del círculo del Inmenwelt al Umwelt engendra la cuadratura inagotable de
las reaseveraciones del yo”. Jaques, Lacan, “El estadio del espejo”, Op. Cit., p. 103.
47
Ibíd., p. 104.
22

a su discurso el no querer decir nada, queda en pie lo que ese hombre quiere decirle.
En efecto, lo que dice puede “no tener sentido alguno”; lo que le dice encubre uno. El
oyente lo experimenta en el movimiento de responder; al suspender éste, comprende el
sentido del discurso. Entonces reconoce ahí una intención entre aquellas que
representan cierta tensión de la relación social: intención reivindicativa, intención
punitiva, intención propiciatoria, intención demostrativa, intención puramente
agresiva. Así comprendida la intención, obsérvese como la transmite el lenguaje.”48

El lenguaje configura el registro imaginario siempre y cuando ese lenguaje signifique algo
para alguien: sea para el sujeto que habla, la madre, o para el sujeto, el infante, que escucha
puede también responder y negarse a acéptalo. Ahí comienza también la prohibición, la
represión, la denegación y el movimiento del deseo del nuevo sujeto:

“[…] El carácter de un hombre puede desarrollar una identificación parental que ha


dejado de ejercerse desde la edad límite de su recuerdo. Lo que se transmite por esta
vía psíquica son esos rasgos que dan en el individuo la forma particular de sus
relaciones humanas, esto es, su personalidad. Pero lo que la conducta del hombre refleja
entonces no son sólo eso rasgos, que a menudo son, no obstante, los más oscuros; es la
situación actual en que se hallaba el progenitor, objeto de la identificación cuando ésta
se produjo, situación de conflicto o de inferioridad dentro del grupo conyugal, por
ejemplo. Del anterior proceso resulta que el comportamiento individual del hombre
lleva la impronta de cierto número de relaciones psíquicas típicas en las que se expresa
una determinada estructura social; cuando menos, la constelación que dentro de esta
estructura domina de un modo más especial los primeros años de la infancia”. 49

Con otras palabras, Lacan señala que la personalidad, la imagen, del nuevo sujeto es dada en
función de lo que el Otro, el lenguaje de la madre o el padre, estaban viviendo al momento
de fungir como tal. A esto le llama Lacan complejos. Así, dichos complejos pasan al nuevo
sujeto por vía del lenguaje. Estos complejos representan ahora sus conflictos. A partir de este
momento, el sujeto ha entrado al mundo simbólico, los significantes del otro — todos
aquellos que se han cruzado en su vida desde el estadio del espejo — elaboran su imagen a

48
Jaques, Lacan, “Más allá del “Principio de realidad”, Op. Cit. p. 89.
49
Ibíd., p. 95.
23

tal grado que estos significantes cobran un valor social del cual el sujeto no podrá
desprenderse fácilmente. En este sentido, con respecto al registro simbólico, Lacan señala lo
siguiente:

“Así sucede que, si el hombre llega a pensar el orden simbólico, es que primeramente
está apresado en él su ser. La ilusión de que él lo habría formado por medio de su
conciencia proviene de que es por la vía de una abertura específica de su relación
imaginaria con su semejante como pudo entrar en ese orden como sujeto. Pero no pudo
efectuar esa entrada sino por el desfiladero radical de la palabra, o sea el mismo del
que hemos reconocido en el juego del niño un momento genético, pero que, en su forma
completa, se reproduce cada vez que el sujeto se dirige al Otro como absoluto, es decir
como el Otro que puede anularlo a él mismo, del mismo modo que él mismo puede
hacerlo con él, es decir haciéndose objeto para engañarlo”.50

Se puede observar en la cita como Lacan es claro con respecto al Otro: el lenguaje es ese
Otro que le otorga un lugar espacial y temporal al sujeto, a su vez que éste juega con él para
comunicar sus deseos, sus afectos, de una forma siempre incompleta: “ […] se trate de
síntomas reales, actos fallidos, y lo que sea que se inscriba; se trata todavía y siempre de
símbolos, y de símbolos incluso muy específicamente organizados en el lenguaje; es decir,
funcionado a partir de ese equivalente del significante y del significado: la estructura misma
del lenguaje”. 51 En resumidas cuentas, el registro simbólico no es más que la forma en que
los significantes a nivel social dan sentido, siempre ambiguo, a la estructura psíquica del
sujeto: primeramente, la madre, posteriormente el padre hasta que en la sucesión de
significantes el sujeto simplemente ha desplazado su deseo infantil, siguiendo a Freud, hacia
el inconsciente y su acceso a ese deseo no puede ser, puesto que está perdido. Lo único que
se puede lograr mediante la palabra es saber cómo funciona ese deseo en la estructura
psíquica del sujeto: “[…] la meta de toda salud, que no es — como se cree —adaptarse a un
real más o menos bien definido, o bien organizado, sino hacer reconocer su propia realidad,
dicho de otro modo, su propio deseo”.52

50
Jaques, Lacan, “El seminario sobre “La carta robada, Op. Cit., p. 62.
51
“Dos Conferencias de Lacan: SIR y la TERCERA”, Op. Cit., p. 11.
52
Ibid., p. 26.
24

2.1.2.-Metáfora y Metonimia: el objeto a

Con Sigmund Freud vimos que el desplazamiento y la condensación se encontraban


presentes para movilizar el deseo del sujeto. Lacan los reelabora mediante las figuras
retoricas de metonimia y metáfora. La metáfora para Lacan viene a señalar el movimiento
de la pulsión, de los deseos, en la cadena de significantes mediante la selección de un
significante por otro. Mientras que la metonimia refiere la combinación de dos palabras en
un solo significante. Con otras palabras, la metáfora es el movimiento del deseo en la cadena
significante y en dicho cambio se puede observar el síntoma — los deseos que han sido
reprimidos en el inconsciente y han retornado por vía del cuerpo —, que aqueja al sujeto,
mientras que la metonimia refiere el movimiento del síntoma. Aunque también puede ser en
sentido inverso. 53
Sin embargo, aclara que “Pero afirmamos que es la ley propia de esta
cadena lo que rige los efectos psicoanalíticos determinantes para el sujeto: tales como la
preclusión ( forclusión, Verwerfung), la represión (Verdrängung), la denegación
(Verneinung) misma —precisando con el acento que conviene que esos efectos siguen
fielmente el desplazamiento (Entstellung) del significante que los factores imaginarios, a
pesar de su inercia, solo hacen en ellos el papel de sobras y reflejos.”54 Como se puede
observar en la cita, Lacan deja en claro que es en la cadena de significantes donde se van a
encontrar los mecanismos como: la represión, la denegación y el desplazamiento. Ahora
bien, esta cadena, por decirlo de alguna manera, configura la subjetividad55 del sujeto a partir
del Otro, ese Otro es el lenguaje, como ya se ha dicho, puesto que es en y por el lenguaje
donde el sujeto cobro identidad de lo que es. Sin embargo, como el significante que significo
al sujeto siempre se está desplazando entonces: “[…] significante determinan a los sujetos en
sus actos, en su destino, en sus rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte, a
despecho de sus dotes innatas y de su logro social, sin consideración del carácter o el sexo,
y que de buena o mala gana seguirá al tren del significante como armas y bagajes, todo lo
dado de lo psicológico”.56 Con otras palabras, el sujeto recrea en la repetición infinita del
lenguaje, del Otro, su deseo. Ese deseo reprimido vuelve una y otra vez sobre aquello que

53
Rebeca, Puche, Navarro “Lacan: lenguaje e inconsciente”, Op. Cit., p. 180.
54
Jaques, Lacan, “El seminario sobre “La carta robada”, Op. Cit., p. 23.
55
“La subjetividad en su origen no es de ningún modo incumbencia de lo real, sino de una sintaxis que engendra
en ella la marca significante”. Ibíd., p. 59.
56
Ibíd., p. 41.
25

le fue prohibido por la cultura; sin embargo, el sujeto solo encuentra de nueva cuenta al
lenguaje, jamás al original. Algo le falta al sujeto en consecuencia: “[…] <<a>>. Esto es lo
que queda atrapado en el atasco de lo simbólico, lo imaginario y lo real como nudo. Si lo
atrapan a tiempo podrá responder a lo que es la función de ustedes: ofrecerlo como causa de
su deseo a vuestro analizante. Es lo que debe obtenerse. Pero si la pata se les queda agarrada,
tampoco es terrible. Lo importante es que eso ocurra a expensas de ustedes”.57 La cita es
contundente, el objeto a no es más que el deseo, o los deseos, que fue clausurado en el
inconsciente; sometido y deformado por la censura y la represión retorna como lo más real
que hay en el sujeto: “Al principio lo dije de esta manera: lo real es lo que siempre vuelve al
mismo lugar. El acento debe colocarse sobre <<vuelve>>. Es el lugar que él descubre, el
lugar del semblante. Es difícil instituirlo únicamente por lo imaginario, como en principio
parece implicarlo la noción de lugar. Felizmente tenemos la topología matemática para
apoyarnos”. 58
Lo real, entonces, para Lacan es el goce del deseo reprimido que el sujeto
renueva o actualiza mediante su síntoma: “[…] el sentido del síntoma es lo real, lo real en la
medida en que se pone en cruz para impedir que las cosas marchen en el sentido en que ellas
dan cuenta de sí mismas de manera satisfactoria — satisfactoria por lo menos para el amo, lo
que no quiere decir que el esclavo sufra de manera alguna, lejos de ello!; el esclavo, en este
asunto vive mucho más tranquilo de lo que uno cree, es él quien goza, contrariamente, a lo
que dice Hegel,”.59

57
“Dos Conferencias de Lacan: SIR y la TERCERA”, Op. Cit., p. 4.
58
Ibíd., p. 5.
59
Ibíd., p. 7.
26

Capítulo 3: El inconsciente está estructurado como un lenguaje

“Pero nos parece que esos términos no


pueden sino esclarecerse con que se
establezca su equivalencia en el lenguaje
actual de la antropología, incluso en los
últimos problemas de la filosofía, donde a
menudo el psicoanálisis no tiene, sino que
cobrar lo que es suyo”. Jaques Lacan,
“Función y campo de la palabra”.

3.1.- La construcción del sujeto en Jaques Lacan

Para Lacan, el sujeto del inconsciente es reciproco al sujeto del conocimiento, ya que el
primero se reconoce distinto de la imagen vista en el espejo desde la escena primordial,
estadio del espejo, mientras que el segundo toma conciencia de sí mediante el pronombre yo
(je) que es distinto del otro, (tu): “El “yo” [je], sujeto del aserto conclusivo, se aísla por una
pulsación de tiempo lógico respecto del otro, es decir, respecto de la relación de reciprocidad.
Este movimiento de génesis lógica del “yo” [je] por una decantación de su tiempo lógico
propio es bastante paralelo a su nacimiento psicológico”.60Con otras palabras, el sujeto en su
doble desdoblamiento, inconsciente y de conocimiento, se reconoce como tal, mediante el
pronombre yo, por reciprocidad con el otro, con el Otro en mayúscula. En este proceso de
reconocimiento, el yo, mediante la mirada y en un instante de tiempo específico, no puede
vacilar en reconocer y reconocerse distinto de los otros y del Otro con mayúscula. Asimismo,
en este instante de tiempo y de la mirada del otro, del Otro, el yo, que cobra conciencia de
sí, queda sujetado a las demandas imaginarias y simbólicas de éstos en la sucesión actualizada

60
Jaques, Lacan, “El tiempo lógico”, en Jaques Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo XXI, 2009,
p. 202.
27

de la cadena de significantes. Es en esta cadena donde el sujeto, yo, también reprimió y


reprime su deseo sobre su primer objeto de deseo y los subsiguientes. Hasta aquí se puede
decir que para Lacan el sujeto del inconsciente responde, igual que el sujeto del
conocimiento, al pronombre yo; este pronombre aparece por medio de un proceso dialéctico
donde se nombra y éste responde a las demandas del otro, del Otro en mayúscula: “En un
psicoanálisis, en efecto, el sujeto, hablando con propiedad, se constituye por un discurso
donde la mera presencia del psicoanalista aporta, antes de toda intervención, la dimensión
del dialogo”.61 Ahora bien, el sujeto del inconsciente solo cobra presencia si el otro, en este
caso el psicoanalista, inicia un dialogo, transferencia,62 sobre los deseos inconscientes de
éste. En dicho dialogo vuelve a aparecer la misma frustración de no encontrar el objeto
anhelado, puesto que éste se encuentra cancelado. Lo que el analista, en consecuencia,
devuelve al sujeto a la conciencia de éste es la falta del objeto; con otras palabras, descentra
al sujeto, quien está constituido paradójicamente por la misma perdida del objeto del deseo,
para colocarlo en su propio síntoma63 y, en consecuencia, en la cadena de significantes que
lo han constituido como sujeto de deseo:

“Este ego, cuya fuerza definen ahora nuestros teóricos por la capacidad de sostener
frustración, es frustración en su esencia. Es frustración no de un deseo del sujeto, sino
de un objeto donde su deseo está alienado y que, cuanto más elabora, tanto más se
ahonda para el sujeto la alienación de su goce. Frustración pues de segundo grado, y
tal que aun cuando el sujeto en su discurso llevara su forma hasta la imagen pasivizante
por la cual el sujeto se hace objeto en la ceremonia del espejo, no podría con ello

61
Ibíd., p. 210.
62
“Dicho de otra manera, la trasferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de
estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos.
¿Qué es entonces interpretar la transferencia? No es otra cosa que llenar con un engaño el vacío de ese punto
muerto. Pero este engaño es útil, pues, aunque falaz, vuelve a lanzar el proceso”. Jaques, Lacan, “Intervención
sobre la transferencia”, en Jaques Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo XXI, 2009, p. 219.
63
“[…] el síntoma no se interpreta sino en el orden del significante. El significante no tiene sentido sino en
relación con otro significante. Es en esta articulación donde reside la verdad del síntoma. El síntoma conserva
una borrosidad por representar alguna irrupción de verdad. De hecho, es verdad, por estar hecho de la misma
pasta de que está hecha ella, si asentamos materialistamente que las verdades lo que se instaura en la cadena
significante”. Jaques, Lacan, “Del sujeto por fin cuestionado”, en Jaques Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia,
México, Siglo XXI, 2009, p. 227.
28

satisfacerse, puesto que aun si alcanzas en esa imagen su más perfecta similitud,
seguiría siendo el goce del otro lo que haría reconocer en ella”.64

Es importante señalar, como se puede leer en la cita, que este deseo se encuentra alienado,
ya que el objeto está cancelado; es decir, el acceso al objeto de deseo primigenio que
constituyó al sujeto no existe, es el objeto a minúscula, puesto que ese deseo era el deseo de
otro. En este sentido, el sujeto se encuentra sometido a la lógica de su propio goce alienado
y que, por cierto, no encuentra por ninguna parte. Es aquí, en consecuencia, y como se ha
venido señalando, que la palabra65 cobra pleno valor, puesto que es por medio de ella como
los sujetos – el uno con el otro, el uno para el otro – acceden al dialogo y para el caso del
sujeto del inconsciente el encontrar el término que hace de ese sujeto lo que es:

“No podrían rectificarse sin que se recurra a la mediación que constituye, entre los
sujetos, la palabra: pero esa mediación no es reconocible sino a condición de suponer,
en la relación imaginaria misma, la presencia de un tercer término: la realidad mortal,
el instinto de muerte, que se ha demostrado que condiciona los prestigios del
narcicismo, y cuyos efectos vuelven encontrarse bajo una forma palmaria en los
resultados reconocidos por nuestro autor como los del análisis llevado hasta su término
en la relación de un Yo con un Yo”.66

La muerte para Lacan es el significante más importante que constituye al sujeto a la vez que
lo diluye. En la constitución de su historicidad, el sujeto va construyendo su subjetividad
narcisa, pero también su propio camino hacia la muerte. El sujeto no elige la muerte, es
constituyente de éste, pero si la forma en que desea morir, ser recordado y conmemorado:

“ – en los monumentos: y esto es mi cuerpo, es decir, el núcleo histérico de la neurosis


donde el síntoma histérico muestra la estructura del lenguaje y se descifra como una

64
Jaques, Lacan, “Función y campo de la palabra”, en Jaques Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México,
Siglo XXI, 2009, p, 243.
65
“[…] ¿qué es la palabra? Y trataremos de que aquí todas las palabras tengan efecto. Ningún concepto sin
embargo da el sentido de la palabra, ni siquiera el concepto del concepto, pues ella no es el sentido del sentido.
Pero da al sentido su soporte en el símbolo que ella encarna por su acto. Es pues un acto y, como tal, supone un
sujeto. Pero no basta decir que, en ese acto, el sujeto supone otro sujeto, pues antes bien se funda en él como
siendo el otro, pero en esa unidad paradójica del uno y del otro de la que hemos mostrado más arriba que, por
su intermedio, el uno se remite al otro para hacerse idéntico a sí mismo”. Jaques, Lacan, “Variantes de la cura-
tipo”, en Jaques Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo XXI, 2009, p. 336.
66
Ibíd., p. 335.
29

inscripción que, una vez recogida, puede sin pérdida grave ser destruida; – en los de
archivos también: y son los recuerdos de mi infancia, impenetrables tanto como ellos,
cuando no conozco su proveniencia; – en la evolución semántica: y esto responde al
stock y a las acepciones del vocabulario que me es particular, como el estilo de mi
vida y a mi carácter; – en la tradición también, y aun en las leyendas que bajo una forma
heroificada vehiculan mi historia; – en los rastros, finalmente, que conservan
inevitablemente sus distorsiones, necesitadas para la conexión del capítulo adulterado
con los capítulos que lo enmarcan, y cuyo sentido restablecerá mi exégesis”.67

La cita es contundente con respecto al doble juego que Lacan concede al sujeto, ya que, como
se ha venido describiendo, es el lenguaje el medio que posibilita la constitución del sujeto
tanto en su parte consciente, sujeto del conocimiento, como en su parte inconsciente, sujeto
del inconsciente. Asimismo, el sujeto en sus dos caras, consciente e inconsciente – y por
medio de la demanda de los otros o de la significante muerte –, va construyendo su historia
de triunfos y fracasos; es decir, su síntoma. Eso es lo que Lacan denomina el inconsciente:
“Lo que enseñamos al sujeto a reconocer como su inconsciente es su historia; es decir que lo
ayudamos a perfeccionar la historización actual de los hechos que determinaron ya su
existencia cierto número de “vuelcos” históricos. Pero si han tenido ese papel ha sido ya en
cuanto hechos de historia, es decir, en cuanto reconocidos en cierto sentido o censurados en
cierto orden”. 68 Asimismo, y volviendo al síntoma – ya que es el que hace surgir la pregunta
por el dolor de la falta del objeto primigenio que es la muerte y, por ello, por la pregunta por
el inconsciente –, este solo puede cobrar materialidad mediante el lenguaje, mediante la
palabra, puesto que ésta vehicula el sentido simbólico, el pacto, que la humanidad ha hecho
para nombrase como tales. Con otras palabras, lo simbólico representa ese orden donde la
humanidad instituyó las alianzas y las reglas sobre cómo ser. Así, lo simbólico a golpe de
repetición permitió y prohibió lo que dichas alianzas y reglas instituyeron. El inconsciente,
como historia, dejo marcas, rastros, huellas en el cuerpo, en la memoria, en el lenguaje de la
humanidad:

67
Jaques, Lacan, “Variantes de la cura-tipo”, en Jaques Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo
XXI, 2009, p. 252.
68
Ibíd., p. 253.
30

“El hombre habla pues, pero es porque el símbolo lo ha hecho hombre. Si en efecto
dones sobreabundantes acogen al extranjero que se ha dado a conocer, la vida de los
grupos naturales que constituyen la comunidad está sometida a las reglas de la alianza,
ordenando el sentido en que se opera el intercambio de las mujeres, y a las prestaciones
recíprocas que la alianza determina: como dice el proverbio sironga, un pariente por
alianza es un muslo de elefante. La alianza está presidida por un orden preferencial
cuya ley, que implica los nombres del parentesco, es para el grupo, como el lenguaje,
imperativa en sus formas, pero inconsciente en sus estructuras”. 69

El otro, el gran Otro en papel de reproductores, por medio de lo especular, generaron la ley
universal a nivel de la conciencia, pero al nivel del inconsciente, de la historia, quedó la
estructura: el nombre del Padre70. Sin esta ley primordial que parte y estructura al sujeto al
mismo tiempo, lo permitido y lo prohibido, las consecuencias, según Lacan, serían
devastadoras para cualquier subjetividad:

“La Ley primordial es pues la que, regulando la alianza, superpone el reino de la cultura
al reino de la naturaleza entregando a la ley del apareamiento. La prohibición del
incesto no es sino su pivote subjetivo, despojado por la tendencia moderna hasta reducir
a la madre y a la hermana los objetos prohibidos a la elección del sujeto, aunque por lo
demás no toda licencia quede abierta de ahí en adelante. […] Sabemos efectivamente
qué devastación, que va hasta la disociación de la personalidad del sujeto, puede ejercer
ya una filiación falsificada, cuando la constricción del medio se aplica a sostener la
mentira”.71

Ya se hizo mención que la ley primordial es el nombre del Padre, además de que sin ésta las
consecuencias en la estructura psíquica del sujeto serían devastadoras; sin embargo, no se ha
hecho mención sobre la función de esta ley. La metáfora del nombre del Padre, no es más
que la forma en que Lacan intenta explicar cómo es que la ley funciona a nivel del

69
Ibíd., p. 267.
70
“En el nombre del padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función simbólica, que, desde el
albor de los tiempos históricos, identifica su persona con la figura de la ley. Esta concepción nos permite
distinguir claramente en el análisis de un caso los efectos inconscientes de esa función respecto de las relaciones
narcisistas, incluso respecto de las reales que el sujeto sostiene con la imagen y la acción de la persona que la
encarna, […]”. Ibíd., 269.
71
Ibíd., P. 268.
31

inconsciente. Primero, se sabe que el sujeto del inconsciente se estructura con base en el
orden de lo simbólico, los pactos y las alianzas, en el orden de lo imaginario, la forma en
cómo lo simbólico se representa en el sujeto, y en el orden de lo real, donde se ubica su goce
y su deseo, lo cual no puede apalabrarse. La metáfora del nombre del Padre es lo que hace
que todo lo anterior tome sentido en el sujeto, ya que existe Otro, con mayúscula, que le
prohíbe o le permite tal o cual cosa. Segundo, al configurarse la estructura psíquica del sujeto
con base en la metáfora del nombre del Padre, el síntoma viene a decirle al sujeto que existe
goce y deseo que no ha sido permitido, pero que le causan malestar, es por ello que se deben
apalabrar. Es aquí donde entonces el sujeto habla de sí mismo:

“Pero este deseo mismo, para ser satisfecho en el hombre, exige ser reconocido, por la
concordancia de la palabra o por la lucha del prestigio, en el símbolo o en lo imaginario.
Lo que está en juego en un psicoanálisis es el advenimiento en el sujeto de la poca
realidad que este deseo sostiene en él en comparación con los conflictos simbólicos y
las fijaciones imaginarias como medio de su concordancia y nuestra vía es la
experiencia intersubjetiva en que ese deseo se hace reconocer”.72

Finalmente, Lacan señala que son las estructuras diacrónicas y sincrónicas del lenguaje, así
como la retórica aristotélica y la poética los elementos que pueden ayudar a comprender la
subjetivad del sujeto tal como se ha descrito líneas arriba; además de la dialéctica socrática
y la dialéctica del Amo y el esclavo de Hegel:

“La referencia, en fin, a la lingüística nos introducirá en el método que, distinguiendo


las estructuraciones sincrónicas de las estructuraciones diacrónicas en el lenguaje,
puede permitirnos comprender mejor el valor diferente que toma nuestro lenguaje en
la interpretación de las resistencias y de la transferencia, o también diferenciar los
efectos propios de la represión y la estructura del mito individual de la neurosis
obsesiva. […] Añadiéremos de buen grado, por nuestra parte, la retórica, la dialéctica
en sentido técnico que toma este término en los Tópicos de Aristóteles, la gramática y,
cima suprema de la estética del lenguaje: la poética, que incluiría la técnica, dejada en
la sombra, del chiste. […] Estos principios no son otra cosa que la dialéctica de la
conciencia de sí, tal como se realiza desde Sócrates hasta Hegel, a partir de la

72
Ibíd., p. 270.
32

suposición irónica de que todo lo que racional es real para precipitarse en el juicio
científico de que todo lo que es real es racional. Estas observaciones definen los límites
dentro de los cuales es imposible a nuestra técnica desconocer los momentos
estructurantes de la fenomenología hegeliana: en primer lugar, la dialéctica del Amo y
el Esclavo, o la de la bella alma y la ley del corazón, y generalmente todo lo que nos
permite comprender cómo la constitución del objeto subordina a la realización del
sujeto”. 73

3.2.-Influencia crítica: Ferdinand de Saussure y René Descartes

Jaques Lacan, como se ha señalado líneas arriba, observa que el sujeto del inconsciente se
revela en y por medio del lenguaje. En consecuencia, el sujeto del inconsciente opera
mediante las estructuras diacrónicas y sincrónicas inclusive en personas aparentemente
normales: “Basta pues, para que se haga su efecto en el sujeto, con que se haga oír, pues sus
efectos operan sin saberlo él, como lo admitimos en nuestra experiencia cotidiana, explicando
muchas reacciones de los sujetos tanto normales como neuróticos por su respuesta al sentido
simbólico de un acto, de una relación o de un objeto”.74 Dichas estructuras tienen la función
de producir un efecto significante en el lenguaje del sujeto, como también ya se ha hecho
mención más arriba, mediante cadenas:

“Pues en lenguaje los signos toman su valor de su relación los unos con los otros, en la
repartición léxica de los semantemas tanto como en el uso posicional, incluso flexional
de los morfemas, contrastando con la fijeza de la codificación puesta en juego aquí. Y
la diversidad de las lenguas humanas toma, bajo esta luz, su pleno valor. Además, si
el mensaje del modo aquí descrito determina la acción del socius, nunca es retrasmitido
por éste. Y esto significa que queda fijado en su función de relevo de la acción de la
que ningún sujeto lo separa en cuanto símbolo de la comunicación misma. La forma
bajo la cual el lenguaje se expresa define por ella misma la subjetividad. Dice: “Irás
por aquí, y cuando veas esto, tomarás por allá”. Dicho de otra manera, se refiere al

73
Ibíd., p. 279, 280, 281.
74
Jaques, Lacan, “Función y campo de la palabra”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México,
Siglo XXI, 2009, p. 284.
33

discurso del otro. Está envuelto como tal en la más alta función de la palabra, por cuanto
compromete a su autor al investir a su destinatario con una realidad nueva, por
ejemplo cuando con un “Eres mi mujer”, un sujeto pone en sí mismo el sello de ser el
hombre del conjungo”. 75

Antes de continuar sobre el valor del lenguaje, el efecto performativo del mismo, que Lacan
le concede para comprender la lógica del inconsciente, es importante hacer mención que
Lacan retoma parte de la lingüística estructural de Ferdinand de Saussure para poder realizar
su reflexión sobre la forma en cómo opera el inconsciente en términos de lenguaje.

3.2.1- Ferdinand de Saussure: el lenguaje como estructura

Ferdinand de Saussure señala que el lenguaje es un sistema, o estructura, el cual tiene un lado
social y un lado individual en evolución constante: “3° el lenguaje tiene un lado individual y
un lado social y no puede concebirse el uno sin el otro. Además: 4° En cada instante implica
a la vez un sistema establecido y una evolución; en cada momento, es una institución actual
y un producto del pasado. A primera vista parece muy sencillo distinguir entre este sistema
y su historia, entre lo que es y ha sido; en realidad, la relación que une esas dos cosas es tan
estrecha que cuesta mucho separarlas”.76 Con otras palabras, el lenguaje es una estructura
que se caracteriza, en primer lugar, por tener un punto de partida desde un cerebro que genera
conceptos, hechos de conciencia, mediante representaciones de los signos lingüísticos o
imágenes acústicas las cuales son captadas por otro cerebro que inicia el proceso de audición
y de fonación. Este proceso corresponde al lado social, ya que el sujeto no puede ni crear ni
modificar esta estructura semiológica, mientras que el lado individual le corresponde el
aprendizaje de esta estructura por parte del sujeto. En segundo lugar, si el lenguaje es una
ciencia sobre las leyes de los signos — es por ello que Saussure le llama semiológica a la
estructura del leguaje—, entonces se tienen que descubrir las dinámicas evolutivas de la
misma, las cuales se pueden encontrar en la lengua social: “La lengua existe en la
colectividad bajo la forma de una suma de improntas depositadas en cada cerebro,
aproximadamente como un diccionario cuyos ejemplares, todos idénticos, estuvieran

75
Ibíd. P. 286.
76
Ferdinand de Saussure, Curso de Lingüística General, Barcelona, Planeta, 1985, p. 22.
34

repartidos entre los individuos”.77 Además, señala el autor, las costumbres, las tradiciones y
la política de una nación tienen repercusiones en las estructuras de la lengua, ya que cada
lengua opera mediante un número determinado de fonemas plenamente diferenciados. Estos
fonemas representan “[…] la suma de las impresiones acústicas y de los movimientos
articulatorios, de la unidad oída y de la unidad hablada, que se condicionan una a otra; de ese
modo el fonema es ya una unidad compleja que tiene un pie en cada cadena”. 78 Como se
puede observar en la cita, los fonemas forman cadenas de significado, para Lacan cadenas de
significantes, de acuerdo con Saussure79. Dichas cadenas se forman mediante el signo,
significado y significante. El signo lingüístico es definido por Ferdinand de Saussure como
aquel que une un concepto con una imagen acústica y no una cosa con un nombre. Con otras
palabras, esta imagen acústica no es meramente algo físico, es decir no es solo un sonido
material, sino más bien es sonido que mentalmente representa algo en la mente del sujeto:
“Esta última no es el sonido material, cosa puramente física, sino la psíquica de ese sonido,
la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa representación es
sensorial, y si se nos ocurre llamarla >>material<< es solo en este sentido y por oposición al
otro término de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto”. 80
En este sentido,
el signo lingüístico tiene dos caras representativas: concepto e imagen acústica. De acuerdo
con Saussure esta idea de doble cara representativa del signo lingüístico, la mayoría de las
veces, solo prima la imagen acústica pero no la del concepto. Debido a lo anterior, Saussure
propone cambiar el nombre de concepto por el de significado y el de imagen acústica por el
de significante. Esta estructura supone dos principios: lo arbitrario del signo y carácter lineal
del signo. Lo arbitrario del signo refiere que no existe un lazo entre el significante y el
significado. Con otras palabras, Saussure señala que no existe una relación directa entre la
imagen acústica y el concepto, ya que la asignación de dicha relación la mayoría de las veces
es hecha por convención o costumbre colectiva: “La palabra arbitrario exige también una

77
Ibíd., p. 33.
78
Ibíd., p. 56.
79
Ferdinand de Saussure trata de realizar una distinción clara y precisa sobre el fonema y la imagen acústica,
ya que, desde su perspectiva, el primero refiere más a la acción hablada que a la acción de la lengua tal como
se ha tratado de explicar en este trabajo de investigación: “Este término, que implica una idea de acción vocal,
no puede convenir más que a la palabra hablada, a la realización de la imagen interior en el discurso. Hablando
de los sonidos y de las silabas de una palabra, se evita ese malentendido, con tal que recordemos que se trata
de la imagen acústica”. Ibid., p. 86.
80
Ibíd., p. 86.
35

observación. No debe dar la idea de que el significante depende de la libre elección del sujeto
hablante (más adelante veremos que no está en manos del individuo cambiar nada del signo
una vez establecido éste en un grupo lingüístico); queremos decir inmotivado, es decir,
arbitrario en relación al significado, con el que no tiene ningún vínculo natural en la
realidad”.81 Con respecto al segundo principio, Saussure señala que el significante por ser
auditivo tiene un carácter primordialmente temporal en tanto extensión y dimensión. Con
otras palabras, el significante al ser una cadena, o formar cadenas, solo puede comprenderse
por extensión mediante el orden y el lugar que ocupa la palabra en la oración y por dimensión
mediante una línea. Por otra parte, Saussure propone comprender el signo lingüístico desde
lo sincrónico y lo diacrónico: “Pero para señalar mejor esta oposición y este cruzamiento de
dos órdenes de fenómenos relativos al mismo objeto, preferimos hablar de lingüística
sincrónica y de lingüística diacrónica. Es sincrónico todo lo que se refiere al aspecto estático
de nuestra ciencia, y diacrónico todo lo que tiene que ver con las evoluciones. Asimismo,
sincronía y diacronía designarán respectivamente un estado de lengua y una fase de
evolución”. 82 Es evidente la forma en que Saussure reconoce el funcionamiento de las dos
categorías: lo diacrónico explica el factor evolutivo de la lengua, mientras que lo sincrónico
manifiesta el punto en que la lengua se ubica. Más adelante Saussure señala que la lingüística
sincrónica trata sobre las relaciones lógicas y psicológicas, estructura, de palabras
coexistentes que la conciencia colectiva comprende y la lingüística diacrónica refiere las
relaciones de palabras que la conciencia colectiva no comprende ni forman estructura. En
palabras del autor:

“El objeto de la lingüística sincrónica general es establecer los principios


fundamentales de todo sistema idiosincrásico, los factores constitutivos de todo estado
de la lengua. Muchas cosas ya expuestas anteriormente pertenecen más a la sincronía;
así, las propiedades generales del signo pueden ser consideradas como parte integrante
de esta última, aunque no hayan servido para probar la necesidad de distinguir dos
lingüísticas. A la sincronía es a la que corresponde todo lo que se denomina
<<gramática general>>. […] La lingüística diacrónica estudia, no ya las relaciones
entre términos coexistentes de un estado de lengua, sino entre términos sucesivos que

81
Ibíd., p. 89.
82
Ibíd., p. 102.
36

se sustituyen unos a otros en el tiempo. […] La fonética, y la fonética entera, es el


primer objeto de la lingüística diacrónica; en efecto, la evolución de los sonidos es
incompatible con la noción de estado; comparar dos fonemas o grupos de fonemas con
lo que fueron anteriormente, equivale a establecer una diacronía”.83

Es importante señalar que en la cita se puede leer lo que Lacan toma para construir la lógica
del inconsciente desde el lenguaje: el valor de lo diacrónico. Para Saussure el valor en el
lenguaje significa que una palabra puede ser cambiada por otras palabras diferentes o
semejantes, pero cuyo significado está por determinar o bien que se le puede comparar con
otras palabras que tienen un similar o no significado. En este sentido, lo diacrónico funciona,
para Lacan, como una forma de escuchar siempre los cambios, las desemejanzas, las
diferencias, etcétera que el sujeto dice en un psicoanálisis. Lo diacrónico, en consecuencia,
comprende el lenguaje del sujeto en la diferencia más que en las similitudes tanto en su cara
que ocupa el significante como en su cara del significado. Aunque es importante enfatizar
que las diferencias se ubican solo al nivel de las relaciones, esto es, solo al nivel de las
oposiciones fonéticas y conceptuales de las dos caras del signo lingüístico: “Dicho en otras
palabras, la lengua es una forma y no una sustancia. Nunca nos percatamos bastante de esta
verdad, porque los errores de nuestra terminología todas nuestras formas incorrectas de
designar las cosas con el lenguaje provienen de la suposición involuntaria de que hay una
sustancia en el fenómeno lingüístico”.84 De esta forma, las relaciones en el lenguaje, según
Saussure, deben observarse en las cadenas sintagmáticas también. Estas cadenas se originan
en el cerebro del sujeto y se les conoce como relaciones asociativas como, por ejemplo, la
palabra francesa enseignement, enseñanza, se relaciona por asociación con enseigner,
enseñar. Este tipo de cadenas asociativas o sintagmáticas se dan solo en la memoria del
sujeto, de ahí la libertad de su combinación. Aunque existe una pequeña diferencia entre
ambas cadenas, la cual radica en que “[…] La relación sintagmática es in praesentia; se apoya
en dos o más términos igualmente presentes en una serie afectiva. Por el contrario, la relación
asociativa une términos in absentia en una serie mnemónica virtual”.85 Finalmente, Saussure
señala que las relaciones de las cadenas sintagmáticas o asociativas dependen del radical, del

83
Ibíd., p. 125, 171.
84
Ibíd., p. 149.
85
Ibíd., p. 151.
37

sufijo, o bien del significado o de la imagen acústica. Con otras palabras, la asociación o
relación sintagmática no se puede dar al observar lo que dos signos tienen en común sino
más bien en la naturalidad de la relación: “El conjunto de las diferencias fonéticas y
conceptuales que constituyen la lengua resulta pues de dos clases de comparaciones: los
acercamientos son unas veces asociativos, otras sintagmáticos; las agrupaciones de uno y
otro orden están, en gran medida, establecidas por la lengua; es este conjunto de relaciones
usuales lo que la constituye y lo que preside su funcionamiento”.86 Es importante también
señalar que este planteamiento de Saussure es recuperado por Lacan, como ya se ha hecho
mención en el capítulo anterior, cuando éste último señala poner atención en las diversas
relaciones del lenguaje que apalabra el sujeto del inconsciente:

“La palabra no es signo, sino nudo de significación. Digo yo, por ejemplo, la palabra
“telón”, no solo por convención se designará el uso de un objeto al que pueden
diversificar de mil maneras las intenciones con las que lo capta el obrero, el
comerciante, el pintor, o el psicólogo guestaltista, como trabajo, valor de cambio,
fisonomía coloreada o estructura espacial. Es, por metáfora, un telón de árboles; por
retruécano, las ondas y los rizos del agua, y mi amigo Leiris, que domina mejor que yo
estos juegos glosolálicos. Es, por decreto, el límite de mi dominio, o por ocasión la
pantalla de mi meditación en la habitación que comparto. Es, por milagro, el espacio
abierto al infinito, el desconocido en el umbral, o la partida en la mañana del solitario.
Es, por obsesión, el movimiento en que se trasluce la presencia de Agripina en el
Consejo del Imperio, o la mirada de Madame de Chasteller al paso de Lucien Leuwen.
Es, por equivocación, Polonio, a quien hiero: “¡Una rata, una rata, una gran rata!”. Es,
por interjección en el entreacto del drama, el grito de mi impaciencia o la voz de mi
cansancio. ¡Telón! Es, por fin, una imagen del sentido como sentido, que para
descubrirse tiene que ser develado. De ese modo se justifican y denuncian en el
lenguaje las actitudes del ser, entre las cuales el “buen sentido” manifiesta “la cosa más
difundida del mundo”, pero no hasta el extremo de reconocerse entre aquellos para
quienes Descartes es, en esto, demasiado fácil”.87

86
Ibíd., p. 155.
87
Jaques, Lacan, “Acerca de la causalidad psíquica”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México,
Siglo XXI, 2009, p. 165.
38

Con lo anterior también se comprende cómo Lacan realiza una dura crítica al dualismo de
Descartes, ya que el lenguaje nos revela que la existencia, la historicidad del sujeto tal como
señala Lacan siguiendo a Heidegger, precede al pensamiento. Veamos a continuación el
planteamiento de Descartes para comprender la idea sobre el sujeto del inconsciente que
funda Lacan.

3.2.2. Descartes: cogito ergo sum


En la primera mitad del siglo XVII, el genio de la Fleché presenta las Meditaciones
metafísicas88 en la Facultad de Teología de Paris con el único fin de que la filosofía, y no la
teología, se encargue de demostrar dos cuestiones fundamentales: la existencia de Dios y la
distinción entre el alma y el cuerpo. Es claro que el jesuita conoce los resultados por demás
desastrosos de quien se atreve a cuestionar estos fundamentos, tal es el caso de Galileo unos
años atrás, por ello argumenta que es apremiante demostrar la existencia de Dios y la
distinción del cuerpo y del alma por el simple hecho de convencer a los infieles y poder así
inculcarles la fe:

“ Y aunque sea absolutamente verdadero que hay que creer que hay un Dios porque
así lo enseñan las Sagradas Escrituras y, por otra parte, que hay que creer en las
Sagradas Escrituras porque provienen de Dios, y esto porque la Fe, al ser un don de
Dios, aquel mismo que otorga la gracia para hacer creer en las demás cosas, puede
también otorgárnosla para creer que Él existe: no se podría sin embargo proponer
esto a los infieles, quienes podrían imaginar que con ello se comete la falta que los
Lógicos llaman un Círculo”.89

Sin embargo, detrás de toda esta parafernalia sobre la Fe se encuentra el método racional
moderno que no sólo intentó demostrar la existencia de Dios y la distinción del alma y del
cuerpo, sino que a partir de entonces se puso en duda las opiniones que se consideraban
verdaderas mediante el método lógico del silogismo aristotélico:

88
René, Descartes, “primera, tercera y sexta meditación”, en, Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, tr.
Jorge Aurelio Díaz, Madrid, Gredos, pp. 2011, 165-169, 178-192, 206-220.
89
“A los señores Decanos y Doctores de la Sagrada Facultad de Teología de Paris”, Op. Cit., p. 115.
39

“[…] advertí como desde mis primeros años había recibido por verdades una
cantidad de falsas opiniones, y que aquello que después he fundamentado sobre
principios tan mal asegurados no podía ser si no muy dudoso e incierto; de manera
que me hacía falta intentar seriamente una vez en mi vida deshacerme de todas las
opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y comenzar todo de nuevo
desde sus fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias”.90

Con lo anterior, Descartes hace ver que son los principios o los fundamentos de las opiniones
consideradas verdaderas lo que se tiene que dudar — agrega el autor que sería realmente
inútil dudar una por una —, si se pretende construir el conocimiento que se procura científico
y por ello verdadero. En otras palabras, Descartes señala que mediante el mecanismo de la
duda metódica se pone en evidencia los fundamentos o los principios de las opiniones
consideradas como verdaderas: “ […] dado que la ruina de los fundamentos arrastra consigo
necesariamente el resto del edificio, atacara en primer lugar los principios sobre los cuales
se apoyaban todas sus viejas opiniones”.91

Evidenciar el fundamento o el principio en que se sustenta la opinión considerada verdadera


sobre la existencia de Dios y la división mente-cuerpo — sustancia pensante-sustancia
extensa —, mediante la duda metódica, es el trabajo que emprende Descartes en las
Meditaciones metafísicas. Duda que lleva a descubrir el verdadero, de acuerdo con
Descartes, principio o fundamento del conocimiento. Ahora bien, ¿Qué es lo llevaba al
error del conocimiento humano antes de la duda metódica? ¿Cuál es ese principio o
fundamento verdadero que no permite el error en el conocimiento?

Descartes señala que no son los sentidos los que pueden ofrecer una seguridad epistemológica
que pueda arrancar de una vez y para siempre la falsa opinión, entonces ¿qué puede ofrecer
esa seguridad? El autor de las Meditaciones señala que no puede dudar que existe un cuerpo
y lo ejemplifica diciendo que se encuentra sentado cerca del fuego, vestido con una bata y
sosteniendo un papel entre sus manos. Sin embargo, Descartes manifiesta que no puede
distinguir razonablemente si esta imagen sucede en estado de vigilia o sueño, solo, continua
diciendo, puede decir que esta imagen que el intelecto contiene puede ser verdadera en tanto

90
Ibíd., p. 165.
91
Ibíd., p. 166.
40

que ella posee en sí misma cosas muy simples y generales como son el espacio, el tiempo y
por ello la cantidad, la magnitud, etcétera: “ De este género de cosas es la naturaleza
corporal en general y su extensión; igualmente la figura de las cosas extensas, su cantidad
o magnitud, y su número; así como el lugar donde están, el tiempo que mide su duración y
otras semejantes”.92 De ahí que la Aritmética y la Geometría sean conocimientos en cierta
medida verdaderos, pues sus saberes se sustentan mediante el espacio y el tiempo; en
consecuencia, no se puede dudar tanto en estado de vigilia como de sueño que dos y tres son
cinco. Es interesante observar que Descartes encuentra un cierto desarrollo de lo que vendrá,
posteriormente, a ser el a priori Kantiano, a saber: el espacio y el tiempo; asimismo se puede
ver cómo, a través de la duda metódica, Descartes aparta todo aquello que no puede darle
evidencia contundente sobre el mundo exterior hasta llegar a un solipsismo racional que
no le permite más que ser sólo una cosa que piensa.

Pero volviendo a la Meditación, Descartes se pregunta sobre la posibilidad de que Dios


fuera el causante del engaño sobre si está en estado de vigilia o sueño, a lo cual responde
que Él no puede ser el engañador, ya que Él constituye un ser bondadoso. Más bien, lo que
ocurre es que un astuto genio maligno es quien lo engaña. De esta forma, Descartes deja de
pensar que tiene un cuerpo y afirma que todo lo que de él procede no constituye más que
engaño e ilusión, por lo cual, en la Tercera Meditación, sólo intenta conocerse así mismo
hasta llegar a firmar : “ Soy una cosa que piensa, es decir, que duda, que afirma, que niega,
que conoce pocas cosas, que ignora muchas, que ama, que odia, que quiere, que no quiere,
que también imagina y que siente”.93 Desde esta perspectiva, Descartes afirma, en primer
lugar, que sentimientos e imaginaciones proceden de su intelecto, por tanto no existe nada
exterior al intelecto; en segundo lugar, conocer que es una cosa que piensa le permite
instituir, como fundamento o principio, que sólo lo que de su intelecto surge representa
una verdad que se presenta clara y distinta, por tanto se elimina cualquier indicio de que lo
puedan engañar. Co otras palabras una idea clara y distinta es verdadera en tanto que
proviene de su intelecto, pero ¿qué o quién le otorga verdad a su intelecto y cuál es la
diferencia entre idea, juicio y afección o voluntad?

92
Ibíd., p. 167.
93
Ibíd., p. 178.
41

Se ha dicho líneas arriba que, para Descartes, Dios como ser bondadoso no lo puede engañar
en tanto que es una cosa que piensa; sin embargo, al declarar que la verdad de las ideas claras
y distintas tiene su fundamento en el mismo, en una cosa que piensa, entonces tiene ahora
que justificar de dónde proviene dicha verdad, es decir su causa. Para lograr este objetivo,
Descartes comienza por dividir su pensamiento en géneros: ideas, juicios, afecciones o
voluntad. A las primeras las define como las representaciones directas de las cosas; a las
segundas las denomina como representaciones a las cuales les son agregadas otras ideas; y a
las últimas las específica como ideas dadas por los sentidos. A las ideas las define como
verdaderas, en tanto que son innatas, Dios las puso allí; mientras que a los juicios y a las
afecciones los declara falsos por el sólo hecho de que los primeros son ideas que el mismo
pensamiento ha mezclado y las segundas son afecciones del cuerpo provenientes del exterior.
Más aún, Descartes señala que las ideas son verdaderas, como la idea de Dios, por el simple
hecho de ser sustancias más objetivas:

“Porque, en efecto, las que me representan sustancias son sin duda algo más y contienen
en sí (por decirlo así) más realidad objetiva, es decir, participan por representación en
más grados de ser o de perfección, que aquellas que me representan sólo modos o
accidentes. […] Ahora bien, es una cosa evidente por la luz natural que debe de haber
por lo menos tanta realidad en la causa eficiente y total, como en su efecto […] De
donde se sigue, no solamente que la nada no podría producir cosa alguna, sino
también que aquello que es más perfecto, es decir, que contiene en sí más realidad,
no puede seguirse y depender de lo menos perfecto”.94

Como se puede observar en la cita, Descartes ha hecho patente la causa que le hace tomar
por verdad a las ideas: Dios como causa eficiente. Sin embargo, como señala
Schopenhauer95, Descartes comete un grave error al poner a Dios como causa eficiente; es
decir, en la Primera meditación Descartes señala que quiere llegar al fundamento o principio
que le permita evitar el error en el conocimiento; ese fundamento es la cosa que piensa,

94
Ibíd., p. 182, 183.
95
“Hubiera debido decir: la infinitud de Dios es un principio del conocimiento del cual se sigue que Dios no
necesita causa. Confunde, sin embargo, ambos conceptos, y se ve que tampoco tenía una clara visión de la
profunda diferencia entre causa y principio de conocimiento”. Arthur, Schopenhauer, “Descartes”, en
Schopenhauer, Arthur, tr. Eduardo Ovejero, La cuádruple raíz del principio de razón suficiente, Buenos Aires,
Losada, 2008, p. 47
42

mientras que a Dios le otorga la causa eficiente de las ideas. Con otras palabras, si Dios es
el productor de las ideas como sustancias, como señala en la Tercera meditación, entonces
no puede ser principio de la cosa que piensa; por tanto no puede haber verdad en las ideas
de la cosa que piensa, tal como Descartes quiere dejar en claro, en sus palabras: “Ahora bien,
para que una idea contenga tal realidad objetiva más bien que otra, debe sin duda tener
esto de alguna causa en la que se encuentre por lo menos tanta realidad formal, cuanta
realidad objetiva contiene esa idea”.96 Resumiendo, Descartes expone que las ideas son
sustancias verdaderas por contener más realidad objetiva; es decir, son innatas en tanto que
Dios es su causa eficiente en la cosa que piensa, entonces el problema, de acuerdo con
Schopenhauer, radica en relacionar la causa eficiente de las ideas en la cosa que piensa
y el paso de instituir también a Dios como el fundamento ontológico sobre la verdad,
en términos de la finitud de la cosa que piensa:

“Y por consiguiente, de todo lo que he dicho es preciso concluir necesariamente que


Dios existe; porque, aunque la idea de sustancia esté en mí por el mismo hecho de que
soy una sustancia, sin embargo yo que soy un ser finito, no tendría la idea de una
sustancia infinita sino hubiera sido puesta en mí por alguna sustancia que fuera
verdaderamente infinita”.97

Al pasar de un argumento epistemológico a uno ontológico, Descartes ahora se pregunta


si la idea sobre la existencia de Dios no es producto de la imperfección de la cosa que
piensa, a lo cual afirma que sí, ya que la idea de Dios tiene más realidad objetiva que
ninguna otra; en otras palabras, la idea de la existencia de Dios es verdadera porque se
reconoce a la cosa que piensa imperfecta en tanto que está en continua adquisición de
conocimientos, posibilidad que no existe en Dios, en palabras de Descartes: “[…] Dios lo
concibo actualmente infinito en tan alto grado, que nada se puede añadir a la soberana
perfección que posee. Y en fin, comprendo muy bien que el ser objetivo de una idea no
puede ser producido por un ser que existe sólo en potencia que, hablando con propiedad,
no es nada, sino sólo por un ser formal o actual”.98

96
René, Descartes, “primera, tercera y sexta meditación”, en, Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, Op.
Cit., p.183.
97
Ibíd., p. 186.
98
Ibíd., p. 188.
43

Finalmente, el último argumento sobre la existencia de la idea Dios tiene que ver con la
suposición de su no existencia, a lo cual el autor señala que esto no puede ser posible, puesto
que si la cosa que piensa se diera a sí misma no se privaría de la idea de la existencia Dios;
asimismo la existencia de la idea de Dios se puede demostrar mediante la naturaleza del
tiempo, la cual consiste en señalar a Dios cono Uno en el pasado, presente y futuro; mientras
que la cosa que piensa se encuentra fragmentada temporalmente: “ En efecto, es una cosa
bien clara y bien evidente ( para todos los que consideran con atención la naturaleza del
tiempo), que una sustancia, para ser conservada en todos los momentos de su duración, tiene
necesidad del mismo poder y de la misma acción que sería necesaria para producirla y
crearla de nuevo por completo si aún no existiera”.99

La Sexta meditación examina si existen las cosas materiales. Para ello, el autor comienza
por distinguir entre la imaginación y el intelecto. La distinción radica en que la imaginación
es un mecanismo de representación de cosas materiales en el presente y se debe a ciertas
impresiones dejadas en el cerebro100; mientras que el intelecto es una facultad que tiene como
función concebir ideas y contener a la imaginación. En este sentido, la imaginación va unida
al cuerpo, en tanto que es producto de una impresión dejada en el cerebro, y el intelecto es
producto del alma:

“ Y concibo fácilmente que si existe algún cuerpo al cual mi espíritu esté vinculado
y unido de tal manera que pueda aplicarse a considerarlo cuanto le place, puede ser
que por ese medio imagine las cosas corporales: de manera que esta forma de pensar
difiere sólo de la pura intelección en que el espíritu, al concebir, se vuelve de alguna
manera hacia sí mismo y considera alguna de las ideas que tiene en él; pero al imaginar
se vuelve hacia el cuerpo, y considera allí alguna cosa que sea conforme con la idea
que ha formado de sí mismo, o que ha recibido por los sentidos”.101

Ahora bien, si la imaginación es sólo un mecanismo de representación mental como


consecuencia de impresiones dejadas en el cerebro, entonces ¿qué cosa en el cerebro deja

99
Ibíd., p. 189.
100
René, Descartes, “De las imaginaciones que sólo tienen por causa el cuerpo”, en Descartes, René, Las
pasiones del alma, tr. Francisco Fernández Buey, Op. Cit., p. 472.
101
René, Descartes, “primera, tercera y sexta meditación”, en, Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, Op.
Cit., p. 207.
44

la impresión de las cosas materiales? De acuerdo con Descartes son los sentidos los que
dejan dicha impresión en el cerebro mediante el cuerpo; sin embargo, el autor le opone, a
esta prueba de la existencia de las cosas materiales, el problema del dolor, además de los
estados de vigilia y sueño que se han señalado más arriba, ya que el dolor no necesariamente
se da mediante el cuerpo como pasa con las personas que experimentan dolor en
extremidades que ya no tienen. La única manera entonces de demostrar la existencia de las
cosas materiales es saber que el cuerpo está unido al intelecto y éste, al ser la cosa que
piensa, puede diferenciarse del cuerpo y así evidenciar las cosas materiales.

Por otra parte, Descartes señala que Dios al ser bondadoso no lo puede engañar, de ahí que
en la naturaleza, incluyéndose él mismo, no puede haber más que orden y disposición de
Dios, prueba fehaciente de su existencia y la existencia de las cosas materiales. Asimismo,
al ser una cosa que piensa finita, los conocimientos que de ella se deriven serán siempre
imperfectos, pero, a la vez, le evitan el error que los sentidos le provocan, por medio del
mecanismo de la memoria: “[…] usar mi memoria para conectar y juntar los conocimientos
presentes con los pasados, y de mi pensamiento que ha descubierto ya todas las causas de
mis errores, en adelante no debo temer más que se encuentre falsedad en las cosas que
me son representadas más ordinariamente por mis sentidos.” 102

3.3.3.-El sujeto del inconsciente y el lenguaje

Hasta aquí se ha hecho un recorrido por los planteamientos de Saussure sobre la lingüística
estructural y el método de Descartes de poner en duda cualquier conocimiento que provenga
de los sentidos y de la imaginación mediante el principio de soy una cosa que piensa. Con lo
anterior, en consecuencia, se puede comprender, como se ha tratado de señalar en cada caso
específico, la posición que Jaques Lacan toma con respecto a dichos planteamientos. Ahora,
entonces, resta continuar con la exposición sobre el valor que el lenguaje toma en la
concepción del sujeto del inconsciente en Lacan.

102
Ibíd., p. 220.
45

Como se ha señalado en el apartado sobre la lingüística estructural, y a lo largo de este trabajo


de investigación, dentro del planteamiento teórico de Lacan sobre inconsciente la cadena
significante constituye la forma en que el sujeto toma posición dentro del campo simbólico e
imaginario. En consecuencia, este tipo de estructura del lenguaje, de acuerdo con Lacan,
opera mediante la dialéctica, ya que el emisor recibe del receptor el mensaje, que ya espera,
de forma invertida como en el caso de la paranoia: “[…] el lenguaje humano constituiría
pues una comunicación donde el emisor recibe del receptor su propio mensaje de forma
invertida, fórmula que nos bastó con adoptar de la boca del propio objetor para reconocer en
ella el cuño de nuestro propio pensamiento, a saber, que la palabra incluye siempre
subjetivamente su respuesta, que el “No me buscarías ni no me hubieras encontrado” no hace
sino homologar esta verdad, y que ésta es la razón de que en el rechazo paranoico del
reconocimiento sea bajo la forma de una verbalización negativa como el inconfesable
sentimiento viene a surgir en la “interpretación” persecutoria”. 103 Es paradójica la formula,
también, ya que, por ejemplo, en el delirio de persecución el mensaje se deduce de la
interpretación del perseguido. Con otras palabras, el delirante lanza el mensaje que él espera
como respuesta. En este sentido, el lenguaje es considerado por Lacan como un instrumento
evocativo, más que informativo, ya que lo que se busca en y por la palabra es la respuesta del
otro:

“Pues la función del lenguaje no es informar, sino evocar. Lo que busco en la palabra
es la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto es mi pregunta. Para
hacerme reconocer por el otro, no profiero lo que fue sino con vistas a lo que será. Para
encontrarlo, lo llamo con un nombre que él debe asumir o rechazar para responderme.
Me identifico en el lenguaje, pero sólo perdiéndome en él como un objeto. Lo que se
realiza en mi historia no es el pretérito definido de lo que fue; puesto que ya no es, ni
siquiera el perfecto de lo que ha sido en lo que soy, sino el futuro anterior de lo que yo
habré sido para lo que estoy llegando a ser”.104

Como se puede observar en la cita, el lenguaje cobra una materialidad de acción en el cuerpo
del sujeto y por supuesto configura su subjetividad, ya que éste, el lenguaje, pasa a constituir

103
Jaques, Lacan, “Función y campo de la palabra”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México,
Siglo XXI, 2009, p. 287.
104
Ibíd., p. 288.
46

una herramienta para manifestar actos imaginarios, lesiones simbólicas, e incluso funciones
fálico-uretrales, erótico-anales y sádico-orales en y por el sujeto: “La palabra en efecto es un
don del lenguaje, y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero es cuerpo. Las palabras
están atrapadas en todas las imágenes corporales que cautivan al sujeto; pueden preñar a la
histérica, identificarse con el objeto del penis-neid, representar el flujo de orina de la
ambición uretral, o el excremento retenido del goce avaricioso”.105 Por otra parte, todas y
cada una de dichas funciones operan dentro de la lógica del amo y del esclavo a la manera
como Hegel lo describe; asimismo, la constitución de la subjetividad se enlaza con la
historicidad, inconsciente, a la manera heideggeriana: “Es pues en el seno de las experiencias
de prestancia y de intimidación de los primeros años de su vida donde el individuo es
introducido a ese espejismo del dominio de sus funciones, donde su subjetividad permanecerá
escindida, y cuya formación imaginaria, ingenuamente objetivada por los psicólogos como
función sintética del yo, muestra antes bien la condición que abre la dialéctica alienante del
Amo y del Esclavo”. 106 El lenguaje, en consecuencia, es distinto del habla y su función no
es solo la de comunicar, ya que éste no es solo un código, sino, más bien, un orden
“constituido por leyes”. Con dicha frase se observa la influencia de Saussure en la concepción
de Lacan sobre el lenguaje. Sin embargo, el giro que Lacan hace de dicha concepción radica
en que el significante siempre remite a otro significante para obtener un significado siempre
arbitrario y movible, además de que el lenguaje funda la subjetividad desde antes de nacer, y
donde la verdad de dicho significado radica en que ambos sujetos reconozcan a la misma107:
“Pues conviene meditar que no es solamente por un asumir simbólico como la palabra
constituye el ser del sujeto, sino que, por la ley de la alianza, en que el orden humano se
distingue de la naturaleza, la palabra determina, desde antes de su nacimiento, no solo el
estatuto del sujeto, sino también la llegada al mundo de su ser biológico”.108 El sujeto del
inconsciente, en consecuencia, no es más que la verdad sobre lo que aqueja al sujeto. Es sus
síntomas, y por medio del lenguaje, el sujeto habla de sí mismo: “El sujeto verdadero, es

105
Ibíd., p. 289.
106
Jaques, Lacan, “Variantes de la cura-tipo”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo
XXI, 2009, p. 331.
107
“Por eso enseñamos que no hay sólo en la situación analítica dos sujetos presentes, sino dos sujetos provistos
cada uno de dos objetos que son el yo y el otro, teniendo este otro [autre] el índice de una a minúscula”. Jaques,
Lacan, “La cosa freudiana”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo XXI, 2009, p. 404.
108
Jaques, Lacan, “Variantes de la cura-tipo”, Op. Cit., p. 339.
47

decir, el sujeto del inconsciente, no procede de otra manera en el lenguaje de sus síntomas,
que no es ante todo descifrado por el analista sino más bien viene a dirigirse siempre a él de
manera cada vez más consistente, para la satisfacción siempre renovada de nuestra
experiencia. Esto es en efecto lo que ésta ha recorrido en el fenómeno de la transferencia”.
109
En resumidas cuentas, Lacan señala que el lenguaje funciona a partir de dos elementos
esenciales: 1) El significante es una estructura sincrónica del lenguaje, ya que cada elemento
tiene un empleo exacto en la misma. 2) El significando “es un conjunto diacrónico” de
discursos que reaccionan éstos de forma histórica. Asimismo, es a partir de estos elementos
como la dialéctica, de la cual ya se ha hecho mención, cobra una nueva forma para la
compresión del sujeto del inconsciente:

“Es decir no es de él de quien tienen ustedes que hablarle, pues él mismo se basta
para esta tarea, y al hacerlo, ni siquiera es a ustedes a quienes habla. Si es a él a quien
tienen ustedes que hablar, es literalmente de otra cosa, es decir, de cosa otra que aquella
de la que se trata cuando él habla de sí mismo, y que es la cosa que les habla a ustedes;
cosa que, diga lo que diga, le sería para siempre inaccesible, si no fuese porque, siendo
una palabra que se dirige a ustedes, puede evocar en ustedes su respuesta y porque,
habiendo escuchado el mensaje bajo esta forma invertida, pueden ustedes, al
devolvérselo, darle la doble satisfacción de haberlo reconocido y de hacerle reconocer
su verdad”.110

Bajo una lógica simbólica, el funcionamiento del significante/significado opera de la


S
siguiente forma: 𝑠 De acuerdo con Lacan, la separación tajante entre significante/significado

demuestra que la relación entre ambos símbolos es arbitraria y no natural. Con otras palabras,
Lacan señala que el significante más que corresponderse con el significado, cierra su
propiedad según las leyes del sistema sincrónico y en correspondencia con los fonemas: “Con
la segunda propiedad del significante e componerse según las leyes de un orden cerrado, se
afirma la necesidad del sustrato topológico del que da una aproximación el término de cadena
significante que yo utilizo ordinariamente: anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro

109
Jaques, Lacan, “Introducción al comentario de Jean Hyppolite”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas
Segovia, México, Siglo XXI, 2009, p. 354.
110
Jaques, Lacan, “La cosa freudiana”, Op. Cit., p. 395.
48

collar hecho de anillos”. 111


La cadena significante, en consecuencia, dice más o menos, o
de otra forma, lo que las palabras no dicen. La forma de decir las cosas que aquejan al sujeto
de otra forma, según Lacan, se configuran mediante la metonimia: “La parte tomada por el
todo, nos decíamos efectivamente, si ha de tomarse en sentido real, apenas nos deja una idea
de lo que hay que entender de la importancia de la flota que esas treinta velas sin embargo se
supone que evalúan: que un barco sólo tenga una vela es en efecto el caso menos común. En
lo cual se ve que la conexión del barco y de la vela no está en otro sitio que en el significante,
y que es en esa conexión palabra a palabra donde se apoya la metonimia”.112 La otra forma
es la metáfora donde se sustituye una palabra por otra; sin embargo, continúa en la cadena
significante, el significante oculto por medio de la metonimia: “La chispa creadora de la
metáfora no brota por poner en presencia dos imágenes, es decir, dos significantes igualmente
actualizados. Brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando
su lugar en la cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su
conexión (metonímica) con el resto de la cadena”.113

111
Jaques, Lacan, “La instancia de la letra”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo
XXI, 2009, p. 469.
112
Jaques, Lacan, “La instancia de la letra”, en Jaques, Lacan, Escritos I, tr. Tomas Segovia, México, Siglo
XXI, 2009, p. 473.
113
Ibíd., p. 474.
49

Conclusiones
A lo largo de este trabajo de investigación se expusieron, de manera general, las ideas y
conceptos sobre la teoría psicoalítica de Jaques Lacan. Para ello, se propuso comenzar por
los planteamientos teóricos del fundador del psicoanálisis: Sigmund Freud. En este sentido,
en el primer capítulo se abordó la ruptura que Freud ejecuta a la noción de conciencia de la
época y la forma en cómo va configurando lo inconsciente, así como la importancia que
supone el principio de constancia en la construcción de su teoría sobre el inconsciente en la
tópica energética. En un segundo momento se describieron las herramientas conceptuales e
ideas que atraviesan la primera y segunda tópica psicoanalítica de Sigmund Freud como son:
el síntoma, la represión, la censura, el retorno de lo reprimido, la realidad psíquica, los
sueños, los actos fallidos, los lapsus, la energía libidinal, el deseo, el goce, el placer, el
desplazamiento, la condensación, la libido y el principio de realidad. En un tercer momento
se planteó la relación problemática entre el deseo y la cultura y se delineó la idea sobre el
porqué éste, el deseo, debe ser censurado y reprimido desde la infancia del sujeto. En el
segundo capítulo se hizo una revisión sobre el planteamiento que Jaques Lacan realiza a la
teoría del inconsciente de Sigmund Freud. Para ello, se expuso la centralidad de la cadena
de significantes en la teoría psicoanalítica lacaniana, así como la forma en que opera:
mediante lo sincrónico y lo diacrónico. Elementos que, como se observó, constituyen al
sujeto del inconsciente a partir de lo imaginario, lo simbólico y lo real. Se describió,
también, la importancia que cobra en la teoría inconsciente de Lacan la noción de pulsión
en el sujeto en tanto que es lo que la cultura pretende domesticar en detrimento del deseo del
sujeto. Como consecuencia, el sujeto es alienado al deseo del Otro y su significando debe ser
encontrado en la cadena de significantes. Por otra parte, se explicó la relevancia que en la
interpretación psicoanalítica lacaniana la metáfora y la metonimia tienen, particularmente
en la cadena de significantes. Para lograr explicar lo anterior, se hizo una revisión de los
planteamientos de Sigmund Freud sobre el desplazamiento y la condensación como formas
que dan movimiento el deseo del sujeto y la manera en que Lacan los reelaboró tomando en
cuenta la perspectiva del lenguaje. A estos procesos, Lacan los nombra metonimia y
metáfora en tanto que mueven el deseo del sujeto, pero ahora desde la historia, inconsciente,
del sujeto en la búsqueda del objeto a. Finalmente, el capítulo tres exploró, a grandes rasgos,
la estrecha relación que existen entre el sujeto del inconsciente y el sujeto del conocimiento,
50

ya que ambas estructuras operan, como se observó en el trabajo de investigación, en términos


binarios y tienen una correspondencia con las nociones de conciencia y del ego. Asimismo,
se constató que en dichas estructuras funciona, nuevamente, la cadena de significantes, la
cual ubica el lugar del sujeto del inconsciente y sus deseos reprimidos. En consecuencia, el
trabajo del analista, de acuerdo con Lacan, trata de desalienar el objeto de deseo perdido en
la historia, inconsciente, del sujeto deseante. Es dicho proceso analítico, y también teórico,
se sitúa el significante muerte debido a la relevancia que cobra en la significación para el
sujeto del inconsciente: el significante muerte revela el significado del síntoma que aqueja
al sujeto. Por otra parte, la noción del nombre del Padre como la ley primordial es apremiante
en la teoría psicoalítica lacaniana, ya que es la que estructura la subjetividad del sujeto en
tanto prohibición y deseo. En el apartado sobre Ferdinand de Saussure se describió la
distinción entre lengua y habla; distinción que permite observar la función que el lenguaje
cobra en la estructura lógica de la lingüística general. Por otra parte, se hizo mención sobre
cómo Lacan utiliza el mencionado planteamiento lingüístico para configurar su hipótesis
sobre el inconsciente: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Asimismo, se
describieron las relaciones existentes entre el fonema y el signo lingüístico, además de que
se señaló el desenvolvimiento del segundo en el significado y el significante. Esta forma de
comprender el signo lingüístico, por parte de Saussure, da como resultado la diferencia entre
concepto e imagen acústica, reconociendo también las convenciones o costumbres que los
atraviesan, con la cual el autor evita una complementariedad directa entre ambas y pone el
acento en el carácter arbitrario y lineal con que opera el signo. Se hizo también mención
sobre el carácter temporal del significante en tanto extensión y dimensión, el cual se
transforma dependiendo de la cadena en la cual se presenta; se señaló cómo operan las
nociones lingüísticas temporales y espaciales de lo sincrónico y lo diacrónico en la cadena
de significantes. En el trabajo de investigación se describió la importancia que Jaques Lacan
le concede a lo diacrónico, puesto que él considera que es en y por medio de esta noción
lingüística que la palabra cobra su pleno significado en términos inconscientes. Finalmente,
se describió la función del sintagma y su relación asociativa que sostiene en la cadena de
significantes. En el apartado sobre Descartes se abordó el problema de la dualidad, así como
su famosa frase: cogito ergo sum. Para Lacan, el problema sobre el cogito ergo sum radica
en el papel poco relevante que le concede al cuerpo, puesto que no reconoce que éste
51

funcione como mediador entre el interior y el exterior, además de que el lenguaje con su
carácter arbitrario no puede generar ideas claras y distintas tal como Descartes propone. En
cuanto a la dualidad, se describió, de acuerdo con Lacan, que entre el cuerpo y la mente
existe algo que los une y que da la existencia y el pensamiento al sujeto: el lenguaje. En este
sentido, se expuso la forma en que Descartes inicia su presentación del problema sobre la
verdad, las opiniones falsas, y la forma en cómo pretende llegar a los principios o los
fundamentos que no lo hagan dudar de su conocimiento. Se describió también la manera en
que Descartes funda la duda metódica para encontrar la verdad en el conocimiento y la forma
en que arranca del conocimiento, o el camino hacia él, a los sentidos, el cuerpo, ya que solo
la imagen o representación generada por el intelecto puede ser verdadera en tanto que posee
espacio y tiempo. Para ello, Descartes construye un cuerpo argumentativo, principalmente
en las Meditaciones Metafísicas, sobre lo anterior expuesto, y nos señala que la causa del
engaño son los sentidos y no Dios. Finalmente, se explicó la forma en que Descartes parte
de su propio intelecto, como el principio o el fundamento, para evitar la duda que provenga
de los sentidos. A esto le llama la idea clara y distinta. Además se desarrolló la taxonomía
que Descartes realiza sobre las categorías del pensamiento: ideas, juicios, afecciones o
voluntad. En el apartado sobre el sujeto del inconsciente y el lenguaje se abordó la
importancia radical y apremiante que tiene la cadena de significantes en la posición que
coloca al sujeto en el nudo Borromeo: imaginario, simbólico y lo real. Se observó que dicha
estructura, también, funciona mediante dialéctica invertida, además que es más evocativa que
informativa. Se vio también como Lacan echa mano de una serie de filósofos como Hegel
y Heidegger para configurar su tesis sobre el inconsciente y su relación con el lenguaje.
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