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por mengua de saber razonar o por miedo o por vergüenza o por no estar
hechos a los pleitos, no perdiesen su derecho.

Ley 1: Vocero es hombre que razona pleito de otro en juicio o el suyo


mismo o demandado o defendiendo; y tiene así nombre porque con voces y
con palabras usa su oficio.

Ley 2: Todo hombre que fuere sabedor de derecho o del fuero o de la


costumbre de la tierra porque lo haya usado de gran tiempo, puede ser
abogado por otro, fuera de que fuese menor de diez y siete años, o que fuese
sordo que no oyese nada, o loco o desmemoriado, o que estuviese en poder
ajeno por razón que fuese gastador de lo suyo, pues ninguno de estos no
puede ser vocero por sí ni por otro. Eso mismo decimos que monje ni
canónigo seglar no pueden ser voceros por sí ni por otro, fuera de por los
monasterios o las iglesias donde hacen mayor morada, o por los otros
lugares que pertenecen a estas.

Ley 3: Ninguna mujer, aunque sea sabedora no puede ser abogada en


juicio por otro; y esto por dos razones; la primera porque no es conveniente
ni honesta cosa que la mujer tome oficio de varón estando públicamente
envuelta con los hombres para razonar por otro; la segunda, porque
antiguamente lo prohibieron los sabios por una mujer que decían Calfurnia,
que era sabedora, pero tan desvergonzada y enojaba de tal manera a los
jueces con sus voces que no podían con ella. Otrosí viendo que cuando las
mujeres pierden la vergüenza es fuerte cosa oírlas y contender con ellas, y
tomando escarmiento del mal que sufrieron de las voces de Califurnia,
prohibieron que ninguna mujer pudiese razonar por otra. Otrosí decimos
que el que fuese ciego de ambos ojos no puede ser abogado por otro, pues
como no viese al juez no le podría hacer aquella honra que debía ni a los
otros hombres buenos que estuviesen allí. Pero aunque ninguno de estos no
puede abogar por otro, bien lo podría hacer por sí mismo si quisiese,
demandando o defendiendo su derecho.

TÍTULO 11: De las juras que las partes deben hacer en los pleitos
después que son comenzados por demanda y por respuesta.

Ley 1: Jura es averiguación que se hace nombrando a Dios o alguna


otra cosa santa sobre lo que alguno afirma que es así o lo niega; y podemos
aun decir en otra manera que jura es afirmación de la verdad, y por eso fue
sacada, para que las cosas que los hombres no quieren creer porque no se
podrían probar, que la jura los moviese y les abundase para creerlas. Y lo
que dijimos que deben jurar por alguna cosa santa, no se entiende por cielo,
ni por tierra ni por otra criatura, aunque sea viva o no, mas por Dios
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liberales; y esta, según el fuero de las leyes, no se prohibe usarla a los que son
en ella maestros y la entienden verdaderamente, porque los juicios y
estimaciones que se dan por esta arte, son sacadas del curso natural de los
planetas y de las otras estrellas, y tomados de los libros de Tolomeo y de los
otros sabios que se afanaron en esta ciencia; mas los otros que no son en ella
sabios no deben obrar por ella, aunque se puedan esforzar en aprenderla
estudiando en los libros de los sabios. La segunda manera de adivinanza es
la de los agoreros y de los sorteros y de los hechiceros que sacan el agüero de
aves o de estornudos o de palabras, a las que llaman proverbios, o echan
suertes o miran en agua o en cristal o en espejo o en espada o en otra cosa
luciente, o hacen hechizos en metal o de cosa cualquiera, o adivinan en
cabeza de hombre muerto o de bestia o de perro, o en palma de niño o de
mujer virgen. Y estos truhanes tales y todos los otros semejantes de ellos,
porque son hombres dañosos y engañadores, y nacen de sus hechos muy
grandes daños y males a la tierra, prohibimos que ninguno de ellos no more
en nuestro señorío ni use allí de estas cosas, y otrosí que ninguno sea osado
del acogerlos en sus casas ni de encubrirlos.

Ley 2: Nigronancia, dicen en latín a un saber extraño que es para


encantar los espíritus malos. Y porque de los hombres que se esfuerzan por
hacer esto viene muy gran daño a la tierra y señaladamente a los que creen y
les demandan alguna cosa en esta razón, acaeciéndoles muchas ocasiones por
el espanto que reciben andando de noche buscando estas cosas tales en los
lugares extraños, de manera que algunos de ellos mueren, o quedan locos o
endemoniados, por ello prohibimos que ninguno sea osado de querer usar
tal enemiga como esta, porque es cosa que pesa a Dios y viene de ello muy
gran daño a los hombres. Otrosí prohibimos que ninguno sea osado de hacer
imágenes de cera ni de metal ni otros hechizos malos para enamorar los
hombres con las mujeres, ni para partir el amor que algunos tuviesen entre sí.
Y aun prohibimos que ninguno no sea osado de dar hierbas ni brebaje a
hombre o a mujer por razón de enamoramiento, porque acaece a veces que
de estos brebajes tales vienen a muerte los que los toman, o pasan grandes
enfermedades de las que quedan dañados para siempre.

TÍTULO 24: De los judíos

Judíos son una manera de hombres que, aunque no creen en la fe de


nuestro señor Jesucristo, sin embargo los grandes señores cristianos siempre
sufrieron que viviesen en entre ellos. De donde, pues que en el título antes
de este hablamos de los adivinos y de los otros hombres que tienen que
saben las cosas que han de venir, que es como manera de desprecio de Dios,
queremos aquí decir de los judíos que contradicen y denuestan su hecho

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