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HUMANA.
I. Introducción
II. Objetivos.
Veamos a continuación algo de historia acerca de la controversia Nature vs. Nurture (la
influencia de la naturaleza (genes) versus el ambiente en la formación de la personalidad), para pasar
seguidamente a ofrecer un marco general del estado de la cuestión a principios del siglo XXI.
La idea de la inteligencia como una cualidad innata e inmutable que marcaba severas
diferencias en la población comenzó a encontrar detractores a partir de los años veinte con el
nacimiento y auge de la psicología conductista (y menos mal). Sin embargo, la concepción hereditaria
continuó extendiéndose en el ámbito académico y aplicado durante la primera mitad del siglo XX.
Trabajos como los realizados por Burt con gemelos, prorrogaron el vigor de la postura genetista a la
hora de explicar las diferencias en cuanto a la inteligencia. Este señor, cuando aún era un estudiante,
se expresaba de esta manera “El problema de los muy pobres, pobreza crónica: Pocas perspectivas de
solución del problema sin la detención forzosa del naufragio de la sociedad… impidiéndoles que
propaguen sus especies”. Esta creencia tan radical en una concepción hereditaria e inmutable de la
inteligencia, que desembocaba incluso en un miedo ç a una propagación desmesurada de “las especies
de débiles mentales” llevaría a Burt a ganarse cinco nazipuntos y pasado el tiempo, a falsificar los datos
de sus investigaciones basadas en las comparaciones realizadas con gemelos en pro de la defensa de
la heredabilidad del CI (que tramposillo!!!, + 2 nazipuntos). (Burt = 7 nazipuntos).
Aunque profundicemos en las aportaciones realizadas desde la genética, tal disciplina ya hace
tiempo que sólo se relaciona con nuestra área de conocimiento en sentido auxiliar; es decir, la
Psicología Diferencial acude a los conocimientos proporcionados por la genética cuando aborda el
intento de explicación de las diferencias individuales en un nivel de causas últimas o distales (distal
significa más alejado del cuerpo en contra a proximal, hace referencia al motivo último).
El desarrollo en este campo podría esquematizarse señalando la diferenciación entre las dos
líneas de investigación que resultan más relevantes:
2) El estudio de los efectos de los genes y cromosomas utilizando técnicas moleculares para
conseguir la observación de la composición del material hereditario, aquí el interés se desplaza
del “cuánto” al “cómo” actúan los genes para producir las diferencias individuales.
Gran parte del contenido de este epígrafe versa sobre la “Genética de la conducta”
Conviene destacar que la Genética de la Conducta no aporta información sobre las causas
últimas de los comportamientos individuales ni tampoco acerca de las causas que subyacen a las
diferencias entre grupos humanos en los aspectos estudiados. Sus resultados quedan limitados a
informar sobre la proporción en que la variabilidad que presenta un grupo de individuos, respecto a
una característica estudiada, se puede atribuir a factores genéticos o ambientales, valiéndose para ello
de una metodología estadística.
1) La Genética de las Poblaciones: Se basa en que para cada rasgo existe un gen, es decir,
ç
herencia monogenética, el estudio de genes particulares sobre aspectos concretos, tal como hacía
Mendel.
Cuando se habla de población se hace referencia a cualquier grupo de individuos que tenga
probabilidad de cruzarse entre ellos (supongo que “cruzarse” hace referencia a…, ya sabes…, wiki wiki…
procrear). Así, si se supone algún tipo de transmisión genética de un determinado rasgo, se observará
el número de veces que éste se presenta en una población. Un tipo especial de estudios pertenecientes
a esta categoría ha sido el estudio entre razas.
Cabe señalar que el material genético compartido por los seres humanos ronda el 99,8% frente
a apenas el 0,02% que refleja la unicidad de cada persona, y no se ha encontrado ninguna distinción
en este 0,02% que marque la diferencia entre distintas poblaciones o razas. No existen evidencia
acerca de ningún gen individual que permita clasificar las poblaciones humanas en categorías
sistemáticas, como blancos o negros, chinos o caucásicos. Es más, los estudios realizados al respecto
demuestran que la variación genética dentro de los grupos humanos puede ser muy superior a la
existente entre grupos. Las diferencias de color o rasgos se deben en gran medida a una adaptación
evolutiva de protección de las radiaciones solares.
Los estudios realizados en el seno de la Genética de la Conducta han ido evolucionando desde
su nacimiento como disciplina científica. En esta evolución es posible destacar tres cambios que han
conseguido arrojar mayor luz sobre la contribución relativa de la genética y el ambiente a la
variabilidad psicológica humana:
Fueron inventados hace más de un siglo por Galton. A continuación, los veremos de menos
potentes a más potencia en sus resultados.
Tales estudios proporcionan una estimación del valor máximo de la heredabilidad. Sin
embargo, sus resultados no permiten dilucidad si el parecido observado está causado por el ambiente
compartido o por los genes que tienen en común.
Tal experimento también muestra sus dificultades metodológicas. Establecer una cierta base
genética para un determinado rasgo no es lo mismo que afirmar que la causa del mismo sea
exclusivamente genética.
Respecto a las variables de personalidad, este tipo de estudio se vio limitado por factores como
la mayor inestabilidad que presentan los rasgos de personalidad en comparación con los cognitivos.
Loehlin y McNichols pusieron de manifiesto que los gemelos monocigóticos se asemejaban más que
los dicigóticos en variables como la dominancia, la ç sociabilidad, la responsabilidad y el autocontrol.
Concretamente se estimó que la heredabilidad para estas variables estaba situada alrededor del 50%
Los datos recogidos hasta el momento indican que diversas características que van desde el
“tiempo de reacción” hasta la religiosidad” tienen algo que ver con la herencia.
Diversos autores (J. de Fries y R. Plomin) destacan la importancia que tiene el ambiente
específico, respecto a la varianza ambiental. Desglosando los componentes de la varianza fenotípica,
se atribuye a la genética un 40%, un 35% a la específica y un 5% a la varianza compartida
Conviene ser cautos a la hora de ofender categóricamente los resultados obtenidos bajo este
enfoque de investigación, sobre todo en cuanto a la generalización de los datos.
En este sentido, es preciso considerar que las estimaciones que hemos venido comentando en
páginas anteriores respecto al peso de la herencia y el ambiente en determinados comportamientos
humanos, siempre corresponden a una población concreta, en un momento determinado, de manera
que pueden variar tanto a través del tiempo como a través de distintas poblaciones, hechos que se
olvidan frecuentemente. Asimismo, la validez del «índice de heredabilidad», en cuanto que es una
estimación estadística, se ve afectada, fundamentalmente, por dos sesgos:
2) Los posibles errores de medida y los que se derivan de la definición operativa de los
fenotipos. Dichos sesgos serían típicos en las investigaciones que utilizan instrumentos con carencias
en la validez predictiva, criterial o de constructo. Por otra parte, como apunta Revelle (1995), la
Otro problema que limita la rigurosidad de los resultados de la Genética Cuantitativa hace
referencia a la falta de medidas ambientales adecuadas, existe una carencia de acuerdo acerca de las
clasificaciones de los ambientes que pueda tomarse como referencia a la hora de emprender este tipo
de investigaciones. La única distinción que se plantea en este contexto respecto al ambiente es la
segmentación entre el efecto de la varianza común, asociada al ambiente familiar y el efecto de la
varianza específica, procedente de las experiencias particulares del individuo. Que como es fácil de
suponer están solapados. Si, por ejemplo, algún hermano haya tenido problemas con las drogas, puede
repercutir en el resto de la familia incrementando la disciplina en las pautas de crianza. Incluso los
acontecimientos, que, objetivamente, podrían encuadrarse como factores de la varianza común, por
ejemplo, la muerte de uno de los padres o una crisis económica de la familia tendrá diferentes efectos
en función de la edad de los sujetos, el sexo y las características de personalidad previamente
consolidadas. Es, quizá, por esta confusión en la operacionalización de las variables que acaba,
finalmente, cargando un mayor peso en los factores específicos, que los datos aportados desde los
diferentes estudios, sobre todo en el área de personalidad.