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1.

Acuérdate de mí

“Llora en silencio mi alma solitaria,


excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,


brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!… Cerca de mi tumba


no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito


rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.”

Autor: Lord Bryon.

2. Annabel Lee

Fue hace ya muchos, muchos años,


en un reino junto al mar,
habitaba una doncella a quien tal vez conozcan
por el nombre de Annabel Lee;
y esta dama vivía sin otro deseo
que el de amarme, y de ser amada por mí.

Yo era un niño, y ella una niña


en aquel reino junto al mar;
Nos amamos con una pasión más grande que el amor,
Yo y mi Annabel Lee;
con tal ternura, que los alados serafines
lloraban rencor desde las alturas.

Y por esta razón, hace mucho, mucho tiempo,


en aquel reino junto al mar,
un viento sopló de una nube,
helando a mi hermosa Annabel Lee;
sombríos ancestros llegaron de pronto,
y la arrastraron muy lejos de mi,
hasta en aquel reino junto al mar.

Los ángeles, a medias felices en el Cielo,


nos envidiaron, a Ella a mí.
Sí, esa fue la razón (como los hombres saben,
en aquel reino junto al mar),
de que el viento soplase desde las nocturnas nubes,
helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte, más intenso


que el de todos nuestros ancestros,
más grande que el de todos los sabios.
Y ningún ángel en su bóveda celeste,
ningún demonio debajo del océano,
podrá jamás separar mi alma
de mi hermosa Annabel Lee.

Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño


de mi bella compañera.
Y las estrellas nunca se elevan sin evocar
sus radiantes ojos.
Aún hoy, cuando en la noche danza la marea,
me acuesto junto a mi querida, a mi amada;
a mi vida y mi adorada,
en su sepulcro junto a las olas,
en su tumba junto al rugiente mar.

Autor: Edgar Allan Poe.

3. Sobre el dolor de otro

¿Puedo observar el dolor de alguien


sin sentir con él tristeza?
¿Puedo contemplar el pesar de alguien
sin intentar aliviarlo?

¿Puedo observar la lágrima derramada


sin compartir el dolor?
¿Puede un padre ver a su hijo llorar
sin someterse a la pena?

¿Puede una madre escuchar indiferente


el lamento de un niño, el temor de un infante?
¡No, no! ¡Imposible!
Nunca, eso jamás será posible.

¿Puede aquel que oír los gemidos del ave?


¿Escuchar a sus pequeños pesarosos y necesitados?
¿Escuchar el llanto de los niños que sufren?

¿Sin sentarse junto al nido


rociando de piedad sus pechos?
¿Sin sentarse junto a la cuna
vertiendo llanto sobre las lágrimas del niño?

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¿Y no pasarse día y noche
secando nuestras lágrimas?
Oh, no, eso jamás será posible.
Nunca, nunca será posible.

Nos reserva a todos su alegría;


se transforma en joven;
se transforma en hombre compasivo.
También él siente dolor.

Piensa que eres incapaz de suspirar un suspiro,


sin que tu hacedor no esté a tu lado;
Piensa que no puedes llorar una lágrima
sin que tu hacedor no esté llorando.

Ah, nos otorga la alegría


que destruye nuestras penas.
Hasta que nuestro dolor se haya vaciado,
junto a nosotros se lamentará.

Autor: William Blake.

4. El Giaour

Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado,


tu cadáver del sepulcro será exiliado;
entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar,
y la sangre de los tuyos has de arrancar;
allí, de tu hija, hermana y esposa,
a media noche, la fuente de la vida secarás;
Aunque abomines aquel banquete, debes, forzosamente,
nutrir tu lívido cadáver andante,
tus víctimas, antes de expirar,
en el demonio a su señor verán;
maldiciéndote, maldiciéndose,
tus flores marchitándose están en Pero una que por tu crimen debe caer,
la más joven, entre todas, la más amada,
llamándote padre, te bendecirá:
¡esta palabra envolverá en llamas tu corazón!
Pero debes concluir tu obra y observar
en sus mejillas el último color;
de sus ojos el destello final,
y su vidriosa mirada debes ver
helarse sobre el azul sin vida;
con impías manos desharás luego
las trenzas de su dorado cabello,
que fueron bucles por ti acariciados
y con promesas de tierno amor despeinados;
¡pero ahora tú lo arrebatas,
monumento a tu agonía!

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Con tu propia y mejor sangre chorrearán
tus rechinantes dientes y macilentos labios;
luego, a tu lóbrega tumba caminarás;
ve, y con demonios y espíritus delira,
hasta que de horror estremecidos, huyan
de un espectro más abominable que ellos.

Autor: Lord Byron.

5. Antes que tú me moriré

Antes que tú me moriré: escondido


en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.

Antes que tú me moriré: y mi espíritu,


en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la Muerte,
que llames a Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo.
¿Quién deja de llamar?

Entonces que tu culpa y tus despojos


la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán.

Allí, donde el murmullo de la vida


temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar.

Allí donde el sepulcro que se cierra


abre una eternidad,
todo lo que los dos hemos callado
lo tenemos que hablar.

Autor: Gustavo Adolfo Becquer.

6. Amor inquieto

¡A través de la lluvia, de la nieve,


A través de la tempestad voy!
Entre las cuevas centelleantes,
Sobre las
¡Siempre adelante, siempre!
La paz, el descanso, han volado.

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Rápido entre la tristeza
Deseo ser masacrado,
Que toda la simpleza
Sostenida en la vida
Sea la adicción de un anhelo,
Donde el corazón siente por el corazón,
Pareciendo que ambos arden,
Pareciendo que ambos sienten.

¿Cómo voy a volar?


¡Vanos fueron todos los enfrentamientos!
Brillante corona de la vida,
Turbulenta dicha,
¡Amor, tu eres esto!

Autor: Goethe.

7. El pasado

¿Olvidarás las horas felices que enterramos


En las dulces alcobas Hacinando sobre sus fríos cadáveres
Los ecos efímeros de una hoja y una flor?
Flores dónde la alegría cayó,
Y hojas dónde aún habita la esperanza.

¿Olvidarás a los muertos, al pasado?


Todavía no son fantasmas que puedan vengarse;
Recuerdos que hacen del corazón su tumba,
Lamentos que se deslizan sobre la penumbra,
Susurrando con horribles voces
Que la felicidad sentida se convierte en dolor.

Autor: Percy Bysshe Shelle.

Esperamos que estos poemas del romanticismo hayan sido de tu agrado, ya que para
nosotros han sido realmente increíbles. Si deseas aportar algún otro poema, puedes hacerlo a
través de los comentarios; mientras que también te invitamos a compartirlo en tus redes
sociales para que tus amigos amantes de la poesía puedan ilustrarse un poco.

1. El poema para el día de la madre de Pablo Neruda es “Amor”

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

la leche de los senos como de un manantial,

por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

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en la risa de oro y la voz de cristal.

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

porque tu ser pasara sin pena al lado mío

y saliera en la estrofa, limpio de todo mal?

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

amarte, amarte como nadie supo jamás!

Morir y todavía

amarte más.

Y todavía

amarte más

y más.

2. El poema para el día de la madre de Gabriela Mistral es “Obrerito”

Madre, cuando sea grande,

¡ay…, qué mozo el que tendrás!

Te levantaré en mis brazos,

como el zonda al herbazal.

O te acostaré en las parvas

o te cargaré hasta el mar

o te subiré las cuestas

o te dejaré al umbral.

¿Y qué casal ha de hacerte

tu niñito, tu titán,

y qué sombra tan amante

sus aleros van a dar?

Yo te regaré una huerta

y tu falda he de cansar

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con las frutas y las frutas

que son mil y que son más.

O mejor te haré tapices

con la juncia de trenzar;

o mejor tendré un molino

que te hable haciendo el pan.

Cuenta, cuenta las ventanas

y las puertas del casal;

cuenta, cuenta maravillas

si las puedes tú contar…

3. El poema para el día de la madre de Alfredo Espino es “Las manos de mi madre”

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,

tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.

¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,

las que todo prodigan y nada me reclaman!

¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,

me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,

no hay como la frescura de esas dos azucenas.

¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias

son dos milagros blancos apaciguando angustias!

Y cuando del destino me acosan las maldades,

son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,

porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.

Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;

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¡Son las únicas manos que tienen corazón!

(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:

aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,

cuando tengo las alas de la ilusión caídas,

¡Las manos maternales aquí en mi pecho son

como dos alas quietas sobre mi corazón!

¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!

¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!

4. El poema para el día de la madre de Gustavo Adolfo Becquer es “Amor eterno”

Podrá nublarse el sol eternamente;

Podrá secarse en un instante el mar;

Podrá romperse el eje de la tierra

Como un débil cristal.

¡todo sucederá! Podrá la muerte

Cubrirme con su fúnebre crespón;

Pero jamás en mí podrá apagarse

La llama de tu amor.

5. El poema para el día de la madre de Miguel de Unamuno es “Madre, llévame a la cama”

Madre, llévame a la cama.

Madre, llévame a la cama,

que no me tengo de pie.

Ven, hijo, Dios te bendiga

y no te dejes caer.

No te vayas de mi lado,

cántame el cantar aquél.

Me lo cantaba mi madre;

de mocita lo olvidé,

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cuando te apreté a mis pechos

contigo lo recordé.

¿Qué dice el cantar, mi madre,

qué dice el cantar aquél?

No dice, hijo mío, reza,

reza palabras de miel;

reza palabras de ensueño

que nada dicen sin él.

¿Estás aquí, madre mía?

porque no te logro ver….

Estoy aquí, con tu sueño;

duerme, hijo mío, con fe.

Esperamos que os haya gustado nuestra selección de poemas para el día de la madre. Si tú también
quieres regalarle una poesía personalizada a tu madre ponte en contacto con nosotros y te
ayudaremos a crear un regalo único e inolvidable.

Envía un correo a diseloconpoesia@gmail.com o usa nuestro FORMULARIO DE CONTACTO.

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