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1.

La adoración verdadera se centra en Dios


Fuimos creados para adorar, y somos mandados a adorar solo a Dios (Éxodo 20:3-5
“No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4No te harás imagen, ni ninguna semejanza de
lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5No
te inclinarás a ellas, ni las honrarás;a porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que
visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los
que me aborrecen; Apocalipsis 22:9) en las formas en las que Él nos ha mandado en la
Escritura (Eclesiastés 5:1-7) Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para
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oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. 2No te des prisa con tu
boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú
sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. 3Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de
la multitud de las palabras la voz del necio. 4Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla;
porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. 5Mejor es que no prometas, y
no que prometas y no cumplas. 6No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel, que
fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus
manos? 7Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; mas tú,
teme a Dios. Por lo tanto, al preparar nuestros corazones para la adoración, debemos
enfatizar que la adoración se trata de Dios, no de nuestras preferencias.

2. La adoración verdadera se enfoca en Jesús

Jesucristo es la imagen de Dios, el creador, sustentador, y reconciliador de la creación, y


la cabeza de la Iglesia (Colosenses 1:15-20 El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de
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toda creación. 16Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio
de él y para él. 17Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18y él es la cabeza del cuerpo
que es la iglesia,c él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la
preeminencia; 19por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20y por medio de él reconciliar
consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz
mediante la sangre de su cruz.d).
Le plació a Dios revelarse a sí mismo a través del Hijo y
reconciliarnos ante Él mediante la muerte de Jesús. Así como los discípulos, nosotros
adoramos a Jesús (Juan 20:28 28Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío !).
Jesús es el enfoque de nuestra adoración porque Él es el enfoque de la obra del Padre
(Apocalipsis 5).

3. La adoración verdadera es empoderada por el Espíritu Santo

La Biblia aclara que somos nacidos en este mundo como hijos de ira y muertos delante
Dios. Sin embargo, a través de la gracia y mediante la fe (Efesios 2:1-10 Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en
otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire,
el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos
nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la
carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
4
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y
juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad
para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviésemos en ellas. ), somos vivificados ante Dios y mortificados al pecado
(Romanos 6:1-14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la
gracia abunde? 2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo
Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con
él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 5 Porque si fuimos
plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en
la de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado. 7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
8
Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9 sabiendo que Cristo,
habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
10
Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para
Dios vive. 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de
modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros
miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos
a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos
de justicia. 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley,
sino bajo la gracia. ). Solo aquellos que han sido vivificados y que son portadores del
Espíritu Santo pueden adorar verdaderamente a Dios; estos son los adoradores
verdaderos que Dios busca (Juan 4:21-24 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora
viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo
que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los
judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al
Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que
adoren. )
4. La adoración verdadera se basa en la Palabra

La Palabra de Dios es la base de todo lo que hacemos en la adoración (anuncios,


bienvenida, cantos, oración, predicación, etc.). ¿Por qué? Porque Dios obra mediante su
Palabra. Él creó a través de su Palabra (Génesis 1); Él sostiene su creación mediante la
Palabra de su poder (Hebreos 1:3); Él vino a este mundo como la Palabra (Juan 1:1); Él
nos salva por el poder de su palabra (Romanos 1:16).

La predicación es la forma primaria de la Palabra en nuestra adoración porque este es el


modelo que Jesús y sus discípulos nos dejaron (Lucas 4:43; Romanos 10:14-15) y
porque se nos ordena el predicar la Palabra hasta que Cristo regrese (2 Timoteo 4:1-2). Y
debido a que la adoración verdadera se basa en la Palabra, cuando nos reunimos como
iglesia queremos leer la Biblia, cantar la Biblia, orar la Biblia, predicar la Biblia, y ver la
Biblia (en el Bautismo y la Santa Cena).

5. La adoración verdadera requiere que adoremos a Dios con toda nuestra persona

Como ya definimos arriba, la adoración es una respuesta, y nuestra adoración a Dios es


nuestra respuesta a Dios: a quién es Él, a sus caminos, sus propósitos, y su voluntad. La
adoración verdadera requiere que busquemos a Dios con nuestras mentes al estudiar su
Palabra y buscar crecer en el conocimiento de Jesucristo. Esta es la parte de “verdad” de
la adoración en “espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

Al mismo tiempo, la verdadera adoración requiere que busquemos a Dios con nuestros
corazones al llenarnos el Espíritu Santo y causar que alabemos a Dios con completo
deleite. Esta es la parte de “espíritu” de la adoración en “espíritu y en verdad”. Nuestra
adoración, entonces, debe ser apasionada y llena del Espíritu porque es nuestra
respuesta holística (en espíritu) a la verdad de quién es Dios para nosotros en Cristo.

Debido a la confusión, este punto requiere ser aclarado. La respuesta holística de cada
cristiano a la verdad de quién es Jesús inevitablemente será diferente. Una persona
puede ser movida a derramar lágrimas de gozo y agradecimiento al reflexionar sobre el
perdón del pecado que recibió a través de la fe en Cristo. Otra persona puede ser movida
a levantar sus manos al cielo en reconocimiento de quién es Jesús. Alguien más pudiera
ser movido a reflexionar en silencio al considerar la gloria de Cristo y su evangelio. Tal
vez otra persona será movida estar de rodillas en reverencia y humildad delante un rey
santo. Pudiéramos seguir la lista.

No existe una respuesta holística correcta o equivocada a la verdad de quién es Jesús,


considerando que todas las cosas sean hechas en orden (1 Corintios 12, 14) y que no
quitemos el enfoque de nuestra adoración congregacional de Jesús. Esto es lo que
significa adorar a Dios en espíritu y verdad (Juan 4:24).

6. La adoración verdadera edifica

Aunque la adoración se trata de Dios y no de nosotros, la verdadera adoración edifica a


los creyentes en mente y corazón “hasta que todos obtengamos la unidad de la fe, y el
conocimiento del Hijo de Dios, hacia un hombre maduro” (Efesios 4:11-13; 1 Corintios
14:26-40). En otras palabras, aunque la adoración se trata de Dios, también nos
beneficiará y causará que crezcamos en amor por Dios y el prójimo, ya que la adoración
tiene una dimensión vertical (hacia Dios) y horizontal (congregacional).

7. La adoración verdadera va más allá del domingo

Como creyentes en Cristo, no debemos dejar de congregarnos (Hebreos 10:24-25). Pero


necesitamos recordar que, bajo Cristo, la verdadera adoración es un asunto de todos los
días. Debemos dar nuestras vidas enteras a Dios como sacrificios vivos y santos
(Romanos 12:1-2). Esto significa que debemos adorar a Dios en la forma en que vivimos,
trabajamos y jugamos cada día de nuestras vidas.

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