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MATERIAL DE ESTUDIO

5. SEMANA 5
1.1.La nueva forma del realismo: la
visibilidad.
Evidentemente, la problemática del realismo excede el presente marco
y no puede obviar aquellas aportaciones que se han interesado por los
relatos. Por razones de economía, me he centrado en la compleja
relación hipotéticamente de contigüidad entre la cámara (fotográfica,
cinematográfica o de vídeo) y lo real. Los teóricos del modernismo
cinematográfico (Bazin, Rohmer o Christian Metz) consideraban el cine
como un medio de propiedades fotográficas, es decir, como un medio
capaz de facilitar un discurso descriptivo objetivo del mundo. De todas
formas y a pesar de que toda imagen analógica (fotográfica,
cinematográfica o video gráfica) desvela una realidad preexistente
capturada por la cámara, también manifiesta la presencia de un
pensamiento, de una subjetividad.

Tampoco podemos pasar por alto que los realismos no sólo plantean
una cuestión formal – cómo representar la realidad, sino también una
actitud ética que consiste, grosso modo, en la búsqueda de un ideal de
verdad. Sin embargo veremos como ese ideal de verdad como por
ejemplo en el Neorrealismo Italiano o en el Cinema Novo brasileño no
tiene nada que ver con esa de forma de ilusionismo que intenta hacer
creer al espectador que es posible conseguir una supuesta
transparencia de la representación. Al contrario, movimientos como los
mencionados cuestionan la plenitud, la evidencia de las imágenes; el
cine moderno propone una interpenetración entre lo real y la ficción,
una subversión de la realidad y también una erosión de las
convenciones ficcionales. Crítica de la transparencia pero también la
búsqueda de la posible transformación de la sociedad.

Es evidente que el realismo cinematográfico tiene poco que ver con el


régimen de la visibilidad, el cual supone un hipotético acceso al mundo
gracias al poder de la imagen y del directo. La visibilidad, o si se
prefiere, el realismo mediático, presupone la transparencia del mundo;
coloca al espectador en la situación de “testigo”, como si la sola
presencia del sujeto ante un acontecimiento determinado bastase para
comprenderlo y pretende la instauración de una confianza absoluta en
la tecnología. Sin embargo, realismo y visibilidad comparten algunas
características formales, algunos de esos efectos de realidad de los que
hablábamos hace un momento.

1.2.La imagen y el tópico


Llegados a este punto, podemos preguntarnos, siempre y cuando no
partamos de la base de que la realidad es algo intangible, existente
fuera de nosotros, cómo y en qué los efectos de realidad producidos
por determinados documentales o reportajes televisivos reproducen el
estado de las cosas, cuestionan los clichés o, por el contrario,
construyen un mundo a base de imágenes preestablecidas.

Según el cineasta Robert Kramer, la definición de la realidad es una


construcción política. El poder consiste en la posibilidad de definir lo
que es real”. Tuvimos ocasión de comprobarlo durante la Guerra del
Golfo, la más vista – allí estaba la CNN para ofrecérnosla en directo y la
más opaca puesto que las imágenes eran seleccionadas desde el
Pentágono. Se trataba de impedir que sucediese lo mismo que con
Vietnam, una guerra sobre la que no hubo consenso. Desde nuestro
punto de vista, podríamos decir que mientras la Guerra del Golfo fue la
guerra de lo visual(recordemos las imágenes del bombardeo de
Bagdad, parecidas a las de un vídeo juego; los mapas, los diagramas,
en definitiva, la máxima visibilidad) la del Vietnam lo fue de
las imágenes: de cuerpos quemados, mutilados, destrozados; Y esos
cuerpos produjeron una memoria. Una guerra sin cuerpos es una
guerra “limpia”. Eliminar la imagen para impedir la memoria.

Existe una gran diferencia entre la imagen y lo visual; éste último sería
la verificación óptica de un funcionamiento puramente técnico. En ese
sentido, lo visual es inapelable. Por el contrario, una de las principales
características de la imagen es su insuficiencia, su imperfección. Las
imágenes de los Hermanos Lumière eran “incompletas”, incluso para
los primeros espectadores.

Suponiendo que la leyenda de la locomotora sea cierta, el supuesto


peligro se hallaba fuera de la imagen (hoy diríamos en el fuera de
campo o en el contra campo), en la mente del espectador.
Seguramente los primeros espectadores no confundieron la imagen de
la locomotora con el objeto real, si de algo tuvieron miedo no fue pues
de ese objeto (real), sino de su representación”. En la televisión no
existe el contra campo, ese espacio que debía construir el espectador,
tan sólo imágenes que fascinan al espectador por su pseudoevidencia.
Así, volviendo a las “imágenes” pseudoevidentes de la Guerra del
Golfo, la televisión nos obligaba a mirar cuando, en realidad, había
poco que ver. Probablemente Baudrillard tiene razón y la Guerra del
Golfo jamás ha tenido lugar o por lo menos es cuestionable…

1.3.El porqué de las cosas


La televisión muestra el cómo de las cosas, pero difícilmente
el porqué, sacrifica lo universal a lo particular, las ideas abstractas a una
realidad reducida a lo visible. Para la televisión no existen los grandes
principios ni, por supuesto, las ideologías; sólo le importa el cómo de
las cosas, es decir, su visibilidad inmediata. Si hay un eje común en los
mensajes mediáticos, ése es el primado de la actualidad, la
preeminencia del presente como plusvalía inicial de cualquier material
susceptible de tener interés comunicativo para el público.

Ese primado de la actualidad significa ofrecer una perspectiva


presentista de la realidad, privilegiando la novedad de los
acontecimientos sobre la conciencia y la memoria históricas.

Aquí, el directo televisivo ha jugado un papel importante; ha creado un


presente a histórico, descontextualizado, donde la realidad viene a
confundirse con la actualidad. La realidad aparece como un continuum
de datos deshilvanados que se superponen sin otra jerarquía que el
orden cronológico. El presente se configura, entonces, como un
conjunto de temas que sustituyen a otros temas, de personajes, de
datos y de hechos que adquieren relevancia, por encima de su interés
objetivo y, en ocasiones, sin relación alguna con el devenir histórico.

Sencillamente, su interés reside en su “actualidad”. Es el momento de


recordar la idea de Paul Virilio según la cual las nuevas tecnologías
audiovisuales y de la información van a eliminar el tiempo histórico. Un
ejemplo concreto, lo tenemos en los cada día más habituales montajes
y selección de imágenes históricas ofrecidas como puro simulacro de
realidades pasadas. Su supuesta evidencia hace que la interpretación
histórica sea completamente innecesaria. Anulado el tiempo histórico y
la interpretación, esas imágenes se convierten en un modo de
legitimación del presente o también, en una simple recreación visual
alejada de cualquier voluntad de construir una memoria histórica.

Además, el criterio de actualidad, el vértigo de la comunicación


mediática, dificulta la capacidad de asimilación de los contenidos
informativos. Para facilitar la comprensión, para producir conocimiento,
es preciso que el acontecimiento se presente en su máxima visibilidad,
es decir, que se reduzca al máximo su complejidad. El objetivo de la
visibilidad no es el conocimiento, sino el reconocimiento, el
enciclopedismo estéril, en el mejor de los casos. Y para favorecer
ese reconocimiento la imagen debe perder su complejidad y acercarse
al cliché, al tópico.

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