Professional Documents
Culture Documents
Los conocidos como Himnos Homéricos son una colección de 33 himnos dedicados a
los dioses del panteón griego y otras deidades, cuya extensión y fecha de composición
hacen de ellos un grupo heterogéneo de poemas que reunimos bajo un mismo título de
modo meramente convencional. Los himnos están dedicados, según uno el orden de
aparición que aquí tomamos, a Dioniso, a Deméter (link is external), a Apolo (link is
external), a Hermes (link is external), a Afrodita (link is external), a Dioniso, a Ares
(link is external), a Ártemis (link is external), a Afrodita (link is external), a Atenea
(link is external), a Hera, a Deméter (link is external), a la Madre de los dioses, a
Heracles, el de corazón leonino, a Asclepio, a los Dioscuros, a Hermes (link is
external), a Pan, a Hefesto (link is external), a Apolo (link is external), a Posidón (link
is external), a Zeus (link is external), a Hestia, a las Musas y a Apolo (link is external),
a Dioniso, a Ártemis (link is external), a Atenea (link is external), a Hestia, a la Tierra,
Madre de todos, al Sol, a la Luna, a los Dioscuros y, si se quiere, a los Huéspedes.
Están escritos en hexámetros dactílicos y poseen un estilo que conjuga perfectamente
los instrumentos típicos de la lírica (como la estructura, el uso de la primera persona y el
presente y, en muchos casos, el ámbito festivo) y los motivos propios de la épica (el
variopinto contenido narrativo, las fórmulas compositivas y el propio tipo de verso).
Estructura
Los himnos se dividen en tres partes: El himno arranca con una fórmula en la que
reconocemos el carácter de que se imbuye el propio aedo; éste puede solicitar a las
musas los versos cargados de inspiración que se dispone a cantar, en cuyo caso, el aedo
se considera un simple intérprete de motivaciones ajenas, vate inspirado por una deidad
superior; por otra parte, el aedo puede aparecer como poeta creador, siendo él el origen
y la causa de los versos que le sigan: en tal caso, el poeta habla en primera persona y
1
presenta su propósito particular de cantar a un dios. Ejemplo de ambos tipos de
comienzo encontramos en los siguientes versos [Trad. Alberto Bernabé]:
«Canta, Musa, a Hermes, hijo de Zeus y Maya, que tutela Cilene y Arcadia, pródiga en
rebaños, raudo mensajero de los inmortales, al que parió Maya, la ninfa de hermosos
bucles, tras haberse unido en amor a Zeus, ella, la diosa venerable.» [Himno IV a
Hermes]
En la parte central que le sigue cabe una gran variedad de contenidos, y supone la parte
principal del canto. El himno se cierra con un final en el que el aedo puede ofrecer un
saludo al dios; en esta última parte caben también varias fórmulas de contenido
diferente. De ejemplo, expondremos los de los himnos anteriores.
«Así que te saludo a ti también, hijo de Zeus y Maya; que yo me acordaré también de
otro canto y de ti.» [Himno IV a Hermes]
Durante mucho tiempo, apenas existió interés alguno por los himnos homéricos. Los
filólogos alejandrinos, muy rigurosos al realizar análisis de las obras, no tuvieron gran
consideración por éstos. Sabemos que en algún momento de la Alta Edad Media o
principios de la Baja Edad Media se compuso una colección de himnos que incluía,
además de éstos, los de Calímaco, los órficos y los de Proclo. Pero no fue hasta la
llegada de la imprenta que los himnos homéricos ocuparan un puesto de importancia en
la consideración filológica y, así, a la editio princeps, de Demetrio Calcóndilas, le
siguieron muchas otras ediciones.
No poder acudir a los alejandrinos del modo en que hacemos con la Ilíada y la Odisea,
implica enfrentarnos al tratamiento de textos de los rapsodos: se cree que ante dos
versiones de un mismo texto, los rapsodos no elegían una y desechaban la otra, sino que
incluían las dos versiones, dejándonos versos yuxtapuestos, como es el caso de lo que
aquí nos ha llegado; y, en definitiva, el descuido ha desembocado en una mala
conservación y, en ocasiones, problemática interpretación del texto.
Entre los muchos himnos y sus temas explícitos, hay quien opina que se esconden
parábolas o, si acaso, algo más concreto, críticas directas a determinadas realidades
sociales. En el Himno a Hermes, por ejemplo, según Brown, encontraríamos el conflicto
de las clases sociales, arriesgándonos a caer en el anacronismo terminológico, entre la
2
burguesía y la aristocracia, representadas, por Hermes (link is external), dios del
comercio y la astucia, representando la burguesía, y Apolo (link is external), que
representaría la fortuna de la clase social más elevada.
«Ningún otro de los inmortales es el culpable más que Zeus acumulador de nubes, que
se la ha entregado a Hades para que sea llamada su lozana esposa.»
donde pide que le preparen harina de cebada y agua, después de mezclarla con tierno
poleo, el ciceón utilizado en el rito órfico. Ya instalada, acepta encargarse de la
educación del hijo de Céleo, Demofoonte. En su intento por volverlo inmortal
«Hija, ¿no habrás acaso tomado algún manjar mientras estabas abajo? Dímelo, no lo
ocultes, para que ambas lo sepamos. Pues si no lo has hecho, de vuelta del aborrecible
Hades, habitarás junto a mí y junto al padre Cronión, encapotado de nubarrones,
honrada entre todos los inmortales. Pero si hubieses comido, yéndote de nuevo a las
profundidades de la tierra, habitarás allí la tercera parte de cada año [...]. Cuando la
tierra verdee con toda clase de fragantes flores primaverales, entonces ascenderás de
nuevo de la nebulosa tiniebla [...].»
Bibliografía:
López Férez. Historia de la literatura griega. Cátedra, Madrid, 2000.
Himnos Homéricos. Introducción, Traducción y Notas de Alberto Bernabé Pajares. Gredos, Madrid, 1978.