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TEMA 47: LOS MODELOS DE EXPLICACIÓN RACIONAL EN LOS PRESOCRÁTICOS

INTRODUCCIÓN

La Historia de la Filosofía tiene sus inicios en una filosofía griega que lleva a cabo un

verdadero acto de investigación, de rastreo de la verdad más allá de las costumbres y

más allá de lo establecido. Es, por tanto, un acto de libertad y de amor a la sabiduría.

Bien es cierto que el pueblo griego obtuvo la influencia de los pueblos orientales, debido

a los intercambios y relaciones comerciales, como lo fue la influencia de la ciencia

egipcia o babilónica sobre astronomía, agricultura, medicina e incluso matemáticas.

Sin embargo, no por ello debemos arrebatarle a los griegos el mérito de su

originalidad. Una originalidad que vio la luz en un marco socio-cultural, en el que en

un primer momento, las civilizaciones griegas estaban determinadas por una cultura

mítico-religiosa y por tanto, los mitos trataban de dar explicación a los fenómenos

naturales. Recordemos pues, en torno al s. VIII a. C. Homero introdujo el concepto de

una ley que daba unidad al mundo. Basta con recordar la ley de la justicia en La

Odisea; una ley custodiada por los propios dioses. En este contexto socio-cultural, la

poesía griega estableció una ley que justificara los aparentemente desordenados

acontecimientos de la vida social humana. En este sentido, cabe afirmar que el inicio

de la filosofía griega engarza de forma natural y paulatina, con su inmediatamente

período anterior, al hacer también referencia a una ley subyacente que justificase la

multiplicidad de los fenómenos naturales, sin embargo, y aquí es donde se marca

claramente la diferencia, será una ley sostenida por la fuerza racional del discurso

filosófico. Lo que se traduce en una clara manifestación del paso del MIto al Logos. La

respuesta presocrática supone una gran voluntad racional de dar una explicación a la

realidad. No obstante, en esta búsqueda no se han liberado del todo de los elementos

míticos, de ahí que encontremos restos de las antiguas cosmogonías mitológicas.


DESARROLLO

Hasta la llegada de los sofistas, la filosofía presocrática estaba regida por el problema

cosmológico. No es que se excluyera al hombre en sus consideraciones, pero lo entendía

como parte de la naturaleza y no como el centro de un problema específico. Su tarea

fundamental fue rastrear, más allá de las apariencias múltiples y mutables de la

naturaleza, para dar con la unidad, para descubrir la sustancia o sustancias que

constituyen el ser, la ley que regula su devenir. De todo ello se desprende pues, el

carácter activo y dinámico que la naturaleza tiene para los presocráticos. En

definitiva, la pregunta fundamental de la filosofía presocrática es "qué es la naturaleza

y cuál es su origen". ¿En qué consiste esa naturaleza de las cosas, que le hace moverse,

cambiar, crecer, mejorar? Es decir, qué es la fysis y en qué consiste su arjé, es decir,

¿Cuál es el principio a partir del cual las cosas son lo que son, tienen esa naturaleza,

esa physis? ¿Cuál es la ley interna que rige las cosas?

De modo sintético, podemos considerar que en esta explicación existen dos grandes

tendencias:

- La monista: en la que un único principio explica todas las cosas. Reducen los procesos

de generación y corrupción de la naturaleza a cambios cualitativos de una sola

sustancia, a partir del cual surge la pluralidad. En ella se sitúan Tales, Anaximandro,

Anaxímenes, Heráclito,...

- La pluralista: tendencia en la que se recoge una gran diversidad de principios que se

relacionan entre sí. Es esta línea se encuentran los pitagóricos, Empédocles,

Anaxágoras, los atomistas,...

Las fuentes principales que nos han permitido acceder a la filosofía presocrática están

constituidas principalmente por las obras completas de Platón y las obras de

Aristóteles, especialmente la Metafísica y la Física. Y dicha filosofía abarca el periodo

comprendido desde finales des siglo VII a principios del siglo V.


De acuerdo con estas fuentes, debemos entender el inicio de la filosofía griega como

una investigación filosófica que además se presentó como colectiva, en la medida que el

discurso se llevó a cabo en escuelas filosóficas, en las que además de compartir una

misma forma de vida y costumbres se intercambiaban dudas y pensamientos.

ESCUELA JÓNICA

Fue ésta una de las primeras escuelas, fundada por TALES DE MILETO en el siglo VI a.

C. Tales fue político, astrónomo, matemático y físico, además de filósofo. Como

astrónomo predijo un eclipse solar y como matemático estableció varios teoremas de

geometría. Su genialidad como filósofo presocrático radica básicamente en afirmar que

el principio de todas las cosas estaba en el agua. El agua sustenta la tierra, según el

argumento recogido en la obra de Aristóteles. Así pues, Tales creía unida al agua una

fuerza activa, vivificante y transformadora.

De esta misma escuela y contemporáneo de Tales, fue ANAXIMANDRO DE MILETO.

También político y astrónomo. En su obra en prosa "Acerca de la Naturaleza" usa por

primera vez el nombre del principio arché para referirse a la sustancia única y

encontró en tal principio, el ápeiron que podría traducirse como el infinito, o sea, la

cantidad indeterminada de materia a partir de la cual se originan todas las cosas y en

la que todas se disuelven al final del ciclo, de acuerdo con la ley impuesta. Es una

sustancia inmortal, indestructible y por tanto, de carácter divino, pues no se

encuentra identificada con ninguna sustancia corpórea. Esta explicación naturalista fue

una primera elaboración filosófica de lo trascendente y de lo divino, sustrayéndolo por

primera vez del mito y de la superstición.

ANAXÍMENES DE MILETO, perteneciente a la escuela jónica, fue algo más joven que

Anaximandro y se cree que pudo ser su discípulo. Al igual que Tales reconoce como

principio una materia única, que es el aire. A esta materia atribuye los caracteres del

principio de Anaximandro: la infinitud y el movimiento perpetuo. Asimismo, veía en el

aire la fuerza que anima al mundo.


La especulación de los jónicos culmina con la doctrina de HERÁCLITO DE ÉFESO. Autor

de la obra en prosa conocida con el acostumbrado título de Acerca de la naturaleza. Su

punto de partida fue la comprobación del incesante devenir de las cosas, es decir, concebir,

un mundo en un flujo perpetuo. Un mundo, una realidad que surge de la misma tensión

entre los elementos contrarios. Esto le lleva a distinguir, entre lo que podemos conocer de

las cosas, frente a lo que las cosas son verdaderamente. El logos, en la filosofía de Heráclito,

es la unidad que regula este movimiento de la realidad; es una ley que lo conduce a la

armonía y que otorga orden al universo. De alguna manera el logos explica y justifica la

necesidad de ese cambio, según el pensamiento de Heráclito. Así pues, toma al fuego como

el ejemplo más exacto del devenir que simboliza y personifica la lucha de elementos. El

fuego no es el arjé para este presocrático de Éfeso, sino una realidad de carácter poético

que explica la vida y la muerte.

ESCUELA PITAGÓRICA

Debemos abordar esta escuela con la cautela que merece, dadas las dudas e

incertidumbres de sus doctrinas y teorías. Sin embargo, parece indudable que existió

cierto progreso con respecto a la escuela jónica, puesto que esta última había

planteado el problema cosmológico en el terreno material, sensible y contingente. La

escuela pitagórica eleva el problema cosmológico al terreno matemático, otorgándole

un aspecto más racional y profundo, con un halo más universal e incluso científico.

Asimismo, aparecen ideas más relacionadas con la psicología, la moral e incluso la

teodicea. Y es que las tradiciones religiosas fueron la inspiración del fundador como

resultado de sus viajes por Egipto.

Atendiendo a los datos obtenidos en las obras de Platón y Aristóteles, podemos

afirmar que PITÁGORAS nació en SAMOS en la segunda mitad del s. VI a. C. Viajó por

Egipto, Persia, India y China, nutriéndose así de su filosofía y ciencia para finalmente

establecerse en Crotona. Allí fundó su escuela que fue casi más parecido a una
asociación religiosa-política-filosófica, a la que sólo tenían acceso unos privilegiados

tras pasar por varias pruebas y purificaciones. Dicha escuela tomó parte activa en

cuestiones políticas, hasta tal punto que debido a reyertas de esta índole muchos

pitagóricos tuvieron que huir y refugiarse en otras ciudades, entre ellos puede que

también Pitágoras. Tres de los discípulos de Pitágoras mencionados por Aristóteles

fueron Filolao Eurites y Arquitas. Para la doctrina pitagórica los números son la

esencia de todas las cosas. Todas las relaciones se reducen a relaciones numéricas. Esta

generalización resulta de las observaciones de Pitágoras en distintos ámbitos: en la

música, en las matemáticas, en la astronomía.

Los números son el modelo de las cosas, de acuerdo a un orden y una proporción. En

definitiva, el gran descubrimiento de los pitagóricos consiste en la importancia que

concedieron a la medida matemática para explicar la realidad. Las cosas son

combinaciones numéricas. Sin embargo, al mismo tiempo los números se constituyen

como eternos y se sitúan por encima de las cosas. Los pitagóricos elevan los números

al nivel de la divinidad, de tal forma, que sólo unos pocos pueden acceder a ellos.

Pitágoras estudió las propiedades de los números, tales como los números pares e

impares. Sin embargo, les otorgó ciertas personalidades a los números que difícilmente

hoy reconoceríamos como matemáticas. Expresaron el verdadero significado del

número pitagórico con la representación de una figura sagrada en forma de triángulo

con cuatro puntos a cada lado y un punto en el centro, la suma de los cuales coincide

con el número 10. La figura es una disposición geométrica que expresa el número 10

y que presupone el orden mensurable.

Establecen la oposición de los números pares e impares; y llevan a cabo una

correspondencia entre el número impar y lo limitado, así como el número par y lo

ilimitado. Una verdadera lucha entre opuestos que los pitagóricos concilian gracias al

principio de la armonía como vínculo de los opuestos.


Por otra parte, los pitagóricos lograron una doctrina cosmológica que les colocó entre

los primeros precursores de Copérnico. Enseñaba Pitágoras en su escuela que la Tierra

era una esfera que se situaba en el centro del universo, alrededor de la cual giraban en

órbitas circulares 10 cuerpos celestes. De nuevo el número 10 como número sagrado.

De acuerdo con su teoría, el movimiento de las esferas producía una serie de tonos

musicales que en su conjunto formaban una octava.

ESCUELA ELEÁTICA

La Escuela jonia había encontrado más allá del devenir, pero sin negarlo, la unidad y

la permanencia de la sustancia. Sin embargo, en la escuela eleática sí que se produce

tal negación, al reducir el devenir z una simple apariencia y al afirmar que sólo la

sustancia es verdadera.. Con la escuela eleática, la sustancia se convierte por sí misma

en un principio metafísico.

Según los testimonios de Platón y de Aristóteles la orientación de la escuela eleática

fue iniciada por JENÓFANES, quien fue el primero en afirmar la unidad del ser. Pero

el verdadero fundador del eleatismo fue PARMÉNIDES DE ELEA quien recogió la

corriente de pensamiento iniciada por Jenófanes. El tema original de su filosofía

radica en la contraposición entre la verdad y la apariencia. La verdad consiste en que

"el ser es y no puede no ser" y la apariencia "que el ser no es y es necesario que no

sea". El camino de la verdad sólo puede ser seguido por la razón. Los sentidos a veces

se detienen en lo aparente. La razón demuestra en seguida que no se puede ni pensar

ni expresar el no ser. Así pues, para Parménides la validez del conocimiento que habría

de reinar en toda la filosofía griega: el verdadero conocimiento no puede ser, mas que

el conocimiento del ser, de la realidad absoluta. Es un ser que no puede nacer ni

perecer, porque eso implicaría surgir y disolverse en el no ser. Es un ser necesario con

respecto al tiempo: es eterno (no como duración infinita, sino como negación del

tiempo); Es un ser eterno, unitario e indivisible, inmutable respecto al devenir,

inmóvil, finito (porque lo infinito es incompleto y a este ser no le falta nada). Es pues
lo completo y la perfección. Así es como Parménides llega a formular los principios

fundamentales de una ciencia filosófica que años más tarde se denominaría ontología.

El problema del ser se plantea como un problema metafísico ontológico y no sólo como

un problema físico. La pregunta ¿qué es el ser? no es equivalente a ¿qué es la

naturaleza? como había ocurrido en filósofos anteriores, sino que recoge también el ser

del hombre. Por otra parte, es un ser que no tienen relación directa con las

apariencias naturales o empíricas porque está más allá de ellas y lo que

verdaderamente constituye es su estructura necesaria, sólo reconocible con el

pensamiento. Este ser verdadero es el ser del que no se puede dudar y que sólo el

pensamiento puede observar. Es el ser necesario.

Sus continuadores fueron MELISO y ZENÓN DE ELEA. Éste último propuso ingeniosos

argumentos para demostrar la imposibilidad del movimiento, en la línea de la tesis de

su maestro.

El eleatismo pese a declarar como aparente el mundo del devenir y engañoso el

conocimiento sensible, no consiguió desviar a la filosofía griega de la investigación

naturalista ya iniciada por los jonios. Sin embargo sus conclusiones se tendrían muy en

cuenta. LOS FÍSICOS del s. V a. C. buscaron la explicación del devenir en la acción de

una multiplicidad de elementos, cualitativa o cuantitativamente diversos.

EMPÉDOCLES DE AGRIGENTO fue consciente del límite del conocimiento humano que

necesita servirse de todos los sentidos y también del intelecto para ver las cosas con

claridad. Al igual que Parménides, sostiene que el ser no puede nacer ni perecer, es

por tanto, inmutable, pero quiere explicar la apariencia del nacimiento y la muerte

recurriendo a la mezcla y disolución de los elementos respectivamente. Estos elementos

básicos constitutivos son cuatro: fuego, aire, mar y tierra y se encuentran animados

por dos fuerzas opuestas: el Amor (une) y la Discordia (separa). Son dos fuerzas

cósmicas, de naturaleza divina, cuya acción se sucede en el universo determinando con


su alternancia, las fases del ciclo cósmico, estructurando así el universo y regulando la

génesis y la corrupción de lo empírico.

ANAXÁGORAS DE CLAZOMENE, también acepta el principio de Parménides respecto

a la sustancial inmutabilidad del ser, intentándolo conciliar con la idea del eterno

devenir. Así pues, pretende, al igual que Empédocles, explicar la constitución de los

seres y admite, como él, que los elementos son cualitativamente distintos unos de

otros, pero marca la diferencia al sostener que tales elementos son partículas invisibles

que llama semillas y que Aristóteles denominó homeomerías.

En el ámbito comogónico, Anaxágoras explica además, que antes de que el mundo

existiera había una mezcla indiferenciada. Aquella masa cobró orden, gracias al

movimiento del Intelecto, el denominado Nous. Estos dos conceptos, la semilla como

componente último de la mezcla y el Nous, son los conceptos característicos de la

filosofía de Anaxágoras. Esto contrasta con la postura de Empédocles, al entender que

las sustancias provienen de la composición de sustancias más básicas e inorgánicas

como lo son los cuatro elementos, un número claramente finito. Anaxágoras nos dice

en su tratado "Todas las cosas estaban juntas e infinitas en cantidad", admitiendo así

un número ilimitado en los ingredientes de la mezcla. La primera característica de

estas semillas es su infinita divisibilidad. Siempre se puede alcanzar , por división, una

cantidad más pequeña que la dada (es el concepto fundamental de los que en el futuro

será el cálculo infinitesimal). La segunda característica es su infinita agregabilidad. Con

la agregación de las semillas no se puede llegar a un todo máximo. Siempre se puede

agregar uno más y aparecer algo más grande. "Ninguna cosa es semejante a la otra",

pero todas las cosas poseen partes de todas las demás.

Ahora bien Anaxágoras distingue muy bien entre la materia, es decir, la semilla, y su

fuente de movimiento, el Nous. Al Nous se le debe todo cambio en la mezcla. A este

Nous se le atribuyen rasgos divinos, con un poder que se extiende sobre las infinitas

cosas. El Nous, no como creador, sino como Arquitecto del mundo, es cognoscente
porque domina, es el origen del movimiento, es simple, infinito y dotado de fuerza

propia. En definitiva, Anaxágoras nos presenta una realidad compuesta por la mezcla

caótica de partículas invisibles que denomina semillas y sobre la cual actúa e interviene

una inteligencia superior, el Nous, para introducir en dicha mezcla, el movimiento y el

orden.

Entre los físicos del siglo V a. C. es de interés mencionar a DEMÓCRITO DE ABDERA,

contemporáneo de Platón y perteneciente a la doctrina atomista cuyo fundador fue

LEUCIPO quién sentó las bases de lo que desarrollaría más tarde Demócrito en la

investigación física. Los atomistas están de acuerdo con los principios del eleatismo

respecto a solo el ser es pero intenta llevar este principio a la experiencia sensible

para explicar los fenómenos. Así pues, entienden el ser, como lo lleno y el no ser, como

lo vacío. Ambos: lo lleno y lo vacío son los principios constitutivos de todas las cosas.

Ahora bien, lo lleno no es un todo impacto sino que está formado por un número

infinito de elementos que son invisibles dado su pequeño tamaño, e indivisibles, pues de

lo contrario se disolvería en el vacío. Estos elementos son los átomos. Estos átomos se

diferencian de las semillas de Anaxágoras, en que éstas últimas eran distintas unas de

otras desde el punto de vista cualitativo. Sin embargo, los átomos se diferencian entre

sí por su forma y magnitud, es decir, por sus características cuantitativas. La unión y

disgregación de estos átomos explican el nacimiento y la muerte de las cosas; su

orden y su posición explican la diversidad y el cambio. Las cualidades propias de los

átomos son objetivas: como la forma, la dureza, el número, el movimiento. Sin

embargo, hay otras cualidades como el frío, el calor, los olores y los colores que son

apariencias sensibles que surgen de la combinación entre los átomos pero no son

cualidades propias del mismo. Según la doctrina, estos átomos están animados por un

movimiento espontáneo, por el cual chocan entre sí y rebotan, dando origen al nacer,

o al perecer o al cambio de las cosas. Es un movimiento determinado por leyes

inmutables.
CONCLUSIÓN

En definitiva, y ya para ir cerrando el tema, podemos establecer que la Filosofía griega

nace de una actitud crítica ante las explicaciones míticas de la realidad del Universo.

Es un pensamiento crítico que al mismo tiempo que desmitologiza aporta una

explicación racional de la realidad. Se cuestionan el origen de las cosas, el arjé; se

preguntan por la naturaleza de las cosas, por su physis, y para dar respuesta a todo

ello, utilizan el método de la observación y el razonamiento, en su búsqueda hacia la

verdad. En el recorrido por cada una de las doctrinas hemos podido comprobar la

diversidad en las explicaciones filosóficas. Sin embargo, estas características comunes

mencionadas, son las que les enmarca fundamentalmente en el llamado pensamiento

filosófico presocrático.

BIBLIOGRAFÍA

KIRK Y RAVEN (1969) Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de

textos. Madrid. Gredos.

BARNES (2000) Los presocráticos. Madrid. Cátedra

Enciclopedia Historia del Pensamiento. Ed. Sarpe

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