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Registro: 395370
Instancia: Tercera Sala
Tipo de Tesis: Jurisprudencia
Fuente: Apéndice de 1965
Parte IV
Materia(s): Civil
Tesis: 102
Página: 310
BUENA FE.
La buena fe es base inspiradora de todo el derecho y debe serlo, por ende, del
comportamiento de las partes en todas sus relaciones jurídicas y en todos los actos del
proceso en que intervengan.
Quinta Epoca:
Suplemento año de 1956, pág. 99. Amparo directo 2234/52/2a. Manuel Granados Peralta.
13 de julio de 1953. Tres votos. La publicación no menciona el nombre del ponente.
Suplemento año de 1956, pág. 99. Amparo directo 8890/43/2a. Sucesión de M. Soledad
González Abasolo. 18 de agosto de 1952. Cuatro votos. La publicación no menciona el
nombre del ponente.
Volumen XIX, pág. 51. Amparo directo 7886/57. Luis de la Tejera Flores. 5 de enero de
1959. Mayoría de cuatro votos. Ponente: José López Lira. Disidente: José Castro Estrada.
Volumen XXII, pág. 121. Amparo directo 7297/56. Francisco Cuevas Cancino y coags. 27
de abril de 1959. Mayoría de tres votos. Ponente: Gabriel García Rojas. Disidentes:
Gabriel García Rojas y José López Lira.
Volumen XXIV, pág. 88. Amparo directo 5057/58. Luz Barat Pérez de Jiménez y coag. 4
de junio de 1959. Mayoría de tres votos. Ponente: Mariano Ramírez Vázquez. Disidentes:
Mariano Ramírez Vázquez y José Castro Estrada.
NOTA: La presente tesis no fue reiterada como vigente, según los acuerdos a que llegó la
Comisión Coordinadora encargada de los trabajos para la publicación del Apéndice al
Semanario Judicial de la Federación, 1917-1995.
Amparo directo en revisión 1621/2010. 15 de junio de 2011. Cinco votos. Ponente: Arturo
Zaldívar Lelo de Larrea. Secretario: Javier Mijangos y González.
Amparo directo 8/2012. Arrendadora Ocean Mexicana, S.A. de C.V. y otros. 4 de julio de
2012. Mayoría de cuatro votos. Disidente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia. Ponente: Arturo
Zaldívar Lelo de Larrea. Secretario: Javier Mijangos y González.
Tesis de jurisprudencia 15/2012 (9a.). Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal,
en sesión privada de doce de septiembre de dos mil doce.
Amparo en revisión 7/2009. Costco de México, S.A. de C.V. 15 de marzo de 2011. Once
votos. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretarias: Francisca María Pou Giménez,
Fabiana Estrada Tena y Paula María García Villegas Sánchez Cordero.
El Tribunal Pleno, el cuatro de julio en curso, aprobó, con el número XII/2011, la tesis
aislada que antecede. México, Distrito Federal, a cuatro de julio de dos mil once.
Amparo directo 8/2012. Arrendadora Ocean Mexicana, S.A. de C.V. y otros. 4 de julio de
2012. Mayoría de cuatro de votos. Disidente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia; José Ramón
Cossío Díaz y Olga Sánchez Cordero de García Villegas, reservaron su derecho a
formular voto concurrente. Ponente: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Secretario: Javier
Mijangos y González.
Amparo directo en revisión 2411/2012. Milenio Diario, S.A. de C.V. y otro. 5 de diciembre
de 2012. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena; José
Ramón Cossío Díaz reservó su derecho a formular voto concurrente. Ponente: Arturo
Zaldívar Lelo de Larrea. Secretario: Javier Mijangos y González.
Amparo directo 74/2012. Jorge Patricio Diez Gargari. 10 de abril de 2013. Cinco votos;
José Ramón Cossío Díaz reservó su derecho a formular voto concurrente. Ponente: Jorge
Mario Pardo Rebolledo. Secretaria: Rosa María Rojas Vértiz Contreras.
Tesis de jurisprudencia 118/2013 (10a.). Aprobada por la Primera Sala de este Alto
Tribunal, en sesión de fecha veintidós de noviembre de dos mil trece.
Esta tesis se publicó el viernes 14 de febrero de 2014 a las 11:05 horas en el Semanario
Judicial de la Federación y, por ende, se considera de aplicación obligatoria a partir del
lunes 17 de febrero de 2014, para los efectos previstos en el punto séptimo del Acuerdo
General Plenario 19/2013.
Nota:
Los Códigos de Procedimientos Civiles del Estado de Nuevo León y del Estado de México
establecen medidas de apremio a través de las cuales los Jueces y Magistrados pueden
lograr que sus determinaciones se cumplan. Así, cuando el Juez en un juicio de
paternidad ordena el desahogo de la prueba pericial en materia de genética (ADN) y el
presunto ascendiente se niega a que se le practique, esa conducta encaja en los
supuestos de aplicación de las medidas de apremio para que se cumpla la determinación
del juzgador. Con la aplicación de estas medidas, no se viola el derecho a la intimidad
genética del presunto padre, pues en los análisis de paternidad por ADN únicamente se
obtiene la llamada huella genética, la cual no incluye el contenido de toda la información
genética, sino sólo lo que corresponde a determinados segmentos del ADN para verificar
si los marcadores del presunto padre son coincidentes con los del presunto hijo, y así
establecer si existe o no relación de filiación entre ellos. Por esas mismas razones, no
existe violación de garantías respecto de la autodeterminación informativa, pues el
análisis de paternidad tiene una justificación en tanto que únicamente versará sobre la
filiación y no sobre otras cuestiones. De igual manera, la realización de la mencionada
prueba no viola las garantías establecidas en el artículo 22 constitucional porque dicho
artículo se refiere a las sanciones que se imponen a los individuos cuya responsabilidad
está plenamente demostrada, previo desahogo de un proceso legal, y la práctica de la
prueba genética no puede considerarse una pena; por ello, al no constituir una pena o
sanción, no se encuentra en los supuestos del artículo 22 constitucional. Por lo anterior,
se concluye que el uso de las medidas de seguridad está plenamente justificado en tanto
que el presunto ascendiente tiene la obligación de practicarse dicha prueba atendiendo al
interés superior del menor y a su derecho de conocer su origen biológico y la identidad de
sus progenitores.
Tesis de jurisprudencia 99/2006. Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal, en
sesión de fecha veintidós de noviembre de dos mil seis.
La teoría del contenido esencial de los derechos fundamentales establece que contienen
un núcleo fijo e inmutable, de manera que cualquier afectación a éste resulta ilícita, y sólo
en su periferia pueden establecerse las limitaciones y restricciones necesarias y
justificadas, así como expandirse las condiciones de su ejercicio, partiendo de la base de
que estos derechos no son absolutos y su ejercicio está sujeto a límites, más allá de los
cuales, éste resulta ilegítimo. En estas condiciones, la delimitación de ese núcleo
intangible debe ser a partir de la subsistencia del derecho a la libertad y la posibilidad de
ejercerlo; esto es, de un efectivo disfrute, de forma tal que los límites internos son
aquellos que emergen al momento de definir los alcances del objeto concretamente
protegido por cada derecho fundamental, es decir, sirven para definir el contenido del
derecho, intrínseco a la propia definición y alcance del bien y fin tutelado, por lo cual
cualquier supuesto que desborde esas fronteras es otra realidad carente de protección.
Por otro lado, es posible delimitar el campo de acción a partir de las restricciones
externas, al existir otros derechos, fines o bienes constitucionales que también merecen
tutela y eficacia; única razón susceptible de generar la limitación, que alude a la diferencia
normal y esperada entre el contenido prima facie de los derechos fundamentales y la
protección real que ofrecen en los casos concretos, una vez contrapesados y
armonizados con otros derechos e intereses, que pueden apuntar en direcciones distintas
e, incluso, opuestas a las que derivan de su contenido normativo.
La declaración de pérdida de la patria potestad es una sanción de carácter civil, por tanto,
ésta debe participar de los principios que regulan las penas o sanciones; entre ellos se
encuentra el principio de proporcionalidad contenido en el artículo 22 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos. La fracción VI del artículo 373 del Código Civil
para el Estado de Veracruz establece como supuesto normativo de pérdida de la patria
potestad "cuando el que la ejerza sea condenado por la comisión de un delito doloso en el
que la víctima sea el menor". Dicha disposición privilegia de manera abstracta el derecho
humano del menor a un desarrollo y bienestar íntegro frente al derecho humano del
progenitor al ejercicio de la patria potestad. Lo cual impide al juzgador graduar la medida
de la pena de acuerdo a las circunstancias particulares del caso, obstaculizando la
elección de la pertinencia o no de dicha sanción o la opción de tomar alternativas menos
drásticas, como sería la limitación de la patria potestad, prevista en el diverso artículo 373
BIS del invocado código, dado que aquella circunstancia provoca que la citada disposición
carezca del citado principio de proporcionalidad, convirtiendo en excesiva la pena de
pérdida de la patria potestad, produciendo indefectiblemente un menoscabo en el interés
superior del menor, contenido en el artículo 4o. constitucional, pues, la citada fracción VI
tiene por efecto la privación absoluta de la titularidad de los derechos derivados de dicha
institución; además, representa la posibilidad de causar una afectación en el sano
desarrollo del infante, tomando en cuenta que se soslaya en abstracto que la pérdida de
la patria potestad del progenitor puede conllevar a un mayor perjuicio al interés superior
del menor que el ocasionado con la comisión del delito. Por ejemplificar lo anterior, si
partimos de que el bien jurídicamente tutelado en la sustracción ilegal del menor lo es la
estabilidad de éste, sería completamente desproporcional que el menoscabo en dicha
prerrogativa conllevara a la pérdida del cúmulo de derechos que engloba la institución de
la patria potestad. Estaríamos hablando de que el menor pierde del progenitor respectivo
el derecho al cuidado médico, a la instrucción educativa, a la opinión en asuntos
religiosos, entre muchos otros de vital importancia para su íntegro y sano desarrollo. Si
bien es cierto que la fracción VI del referido artículo 373 carece del principio de
proporcionalidad establecido en el artículo 22 constitucional, también lo es que ello no
implica su inconstitucionalidad y, por tanto, su inaplicabilidad. Pues, dicho artículo
persigue un fin constitucionalmente válido que es la protección al interés superior del
menor, en cuanto al derecho del infante de un bienestar y desarrollo íntegros. En esa
virtud, debe tenerse en cuenta que en los casos de pérdida de la patria potestad se
encuentran en conflicto dos derechos protegidos constitucionalmente: 1) el del menor a un
desarrollo y bienestar íntegros; y 2) el del progenitor a ejercer la patria potestad. Derechos
que se encuentran vinculados indisolublemente, pues el menoscabo en el derecho a
ejercer la patria potestad (tomando en cuenta todo el conjunto de deberes y obligaciones
que ésta encierra) inevitablemente repercutirá en el derecho del menor a un desarrollo y
bienestar íntegro. En esa medida, determinar la inaplicabilidad del citado artículo por
carecer del principio de proporcionalidad, implicaría una violación más grave al interés
superior del menor, que la ocasionada por el precepto mismo. Así pues, la fracción VI del
citado artículo 373, no es en su totalidad contraria a la Constitución, al proteger el
bienestar y desarrollo íntegros del menor; por lo que, ésta no puede ser descartada del
ordenamiento jurídico mexicano. Por ello, partiendo de la base de constitucionalidad de la
que goza la porción normativa en estudio, su deficiencia (derivada de la ausencia del
principio de proporcionalidad) debe ser subsanada. Para lograr lo anterior, debemos partir
de que la Constitución es la norma fundante de todo el ordenamiento jurídico mexicano,
por lo que, los principios contenidos en ella deben permear cada precepto normativo.
Consecuentemente, si la fracción VI del artículo 373 en estudio, en su redacción literal,
sólo carece del principio de proporcionalidad, y por tal motivo trastoca el artículo 4o.
constitucional; ésta debe interpretarse conforme al artículo 22 de la Constitución, a fin de
dotarla de dicho principio, logrando su eficiente funcionamiento, salvaguardando el
derecho a la patria potestad y el interés superior del menor contenido en el citado artículo
4o. Consecuentemente, el juzgador deberá partir de las circunstancias particulares del
caso concreto, para realizar un juicio de ponderación entre los derechos constitucionales
en choque: a) el del menor a un desarrollo y bienestar íntegro; y, b) el del progenitor a
ejercer la patria potestad (no olvidando que dichas prerrogativas se encuentran
indisolublemente entrelazadas en beneficio o perjuicio del interés superior del menor). Lo
anterior, a fin de lograr la solución más idónea en cada caso.
La función del interés superior del menor como principio jurídico protector, es constituirse
en una obligación para las autoridades estatales y con ello asegurar la efectividad de los
derechos subjetivos de los menores, es decir, implica una prescripción de carácter
imperativo, cuyo contenido es la satisfacción de todos los derechos del menor para
potencializar el paradigma de la "protección integral". Ahora bien, desde esta dimensión,
el interés superior del menor, enfocado al deber estatal, se actualiza cuando en la
normativa jurídica se reconocen expresamente el cúmulo de derechos y se dispone el
mandato de efectivizarlos, y actualizado el supuesto jurídico para alcanzar la función de
aquel principio, surge una serie de deberes que las autoridades estatales tienen que
atender, entre los cuales se encuentra analizar, caso por caso, si ante situaciones
conflictivas donde existan otros intereses de terceros que no tienen el rango de derechos
deben privilegiarse determinados derechos de los menores o cuando en el caso se traten
de contraponer éstos contra los de otras personas; el alcance del interés superior del
menor deberá fijarse según las circunstancias particulares del caso y no podrá implicar la
exclusión de los derechos de terceros. En este mismo sentido, dicha dimensión conlleva
el reconocimiento de un "núcleo duro de derechos", esto es, aquellos derechos que no
admiten restricción alguna y, por tanto, constituyen un límite infranqueable que alcanza,
particularmente, al legislador; dentro de éstos se ubican el derecho a la vida, a la
nacionalidad y a la identidad, a la libertad de pensamiento y de conciencia, a la salud, a la
educación, a un nivel de vida adecuado, a realizar actividades propias de la edad
(recreativas, culturales, etcétera) y a las garantías del derecho penal y procesal penal;
además, el interés superior del menor como principio garantista, también implica la
obligación de priorizar las políticas públicas destinadas a garantizar el "núcleo duro" de los
derechos.
Amparo directo en revisión 69/2012. 18 de abril de 2012. Cinco votos. Ponente: José
Ramón Cossío Díaz. Secretaria: Teresita del Niño Jesús Lúcia Segovia.