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COMUNICACIÓN INTRAPERSONAL

Es el diálogo que sostenemos con nosotros mismos, la conciencia, el angelito y el diablillo que nos
acompaña eternamente en nuestras vidas, o como lo quiera representar.

A través de la comunicación intrapersonal, aprendemos a conocernos, a elaborar la imagen de


nosotros mismos, a valorarnos, evaluarnos y estimarnos. La comunicación interna es a través de
nuestros pensamientos, pero también a través de nuestro cuerpo que nos envía señales de alarma
o de satisfacción.

Piense y conteste estas preguntas:

¿Conoce Ud. cuáles son las señales que le envía su organismo, cada vez que lo somete a presión?

¿Conoce Ud., cómo controlarlo y atenderlo?

¿ Utiliza la reflexión y la meditación antes de tomar decisiones?

A través del autoconocimiento y de sus altibajos a lo largo de los años, vamos integrando un auto
concepto, es decir, una imagen de nosotros mismos, que puede ser negativa o positiva,
estimulante o deprimente, equilibrada o desequilibrada, verdadera o falsa.

Ningún concepto o juicio es más trascendental para una persona que el que ella se forme de sí
misma. Este concepto es la variable número uno de la comunicación humana; la que en forma
decisiva condicionará las acciones y las reacciones del sujeto en cuestión

COMUNICACIÓN INTERPERSONAL Y GRUPAL


Entre dos o mas personas puede haber una comunicación artificial, defensiva, mecanizada y puede
también haber una comunicación fluida, abierta, espontánea, confiada y cordial. En la primera el
individuo comunica cosas, como las podría hacer una máquina, en la segunda SE COMUNICA. Esta
no depende tanto del temperamento y rasgos de carácter, cuanto de la voluntad de compartir, de
participar, de tender puentes, de involucrarse, de darse.

La comunicación abierta no tiene que ver con la verborrea o abundancia compulsiva de palabras
superficiales, sino con la sinceridad y permitir el acceso a mi mundo interno.

La comunicación genuinamente interpersonal es hablar con y no con hablar de o hablar sobre,


exige sacar los sentimientos. La riqueza de la comunicación está en su paradoja: ACEPTAR
TOTALMENTE AL OTRO Y SIN EMBARGO PERMANECER TOTALMENTE YO MISMO, SIN DILUIRME.

La comunicacion en el desarrollo de la personalidad de los alumnos

La personalidad es el sello distintivo de un individuo que nos permite conocer su organización


dinámica y por ende su singular adaptación al ambiente. Asimismo es un sistema complejo, que
integra las distintas funciones y procesos psíquicos del ser humano.

La psicología y la comunicación tienen una influencia directa en el desarrollo de la personalidad así


como otras ciencias humanas y sociales, como la pedagogía, sociología, antropología etc.
Permitiendo desarrollar y perfeccionar las habilidades innatas de los estudiantes, así como
aprender otras habilidades ayudadas por el medio social.

Para Saiz Leyva (1998) En los sistemas de actividad y comunicación en que se desarrolla el sujeto
se crean las necesidades para estimular o no las particularidades subjetivas de la personalidad. El
sujeto va configurando su subjetividad sobre la base de aquello que necesita para individualizar su
expresión y alcanzar sus objetivos.
El proceso formativo de la personalidad se expresa en el comportamiento del sujeto mediante la
exteriorización conductual de sus cualidades internas (subjetivas). Es pertinente aclarar que la
conducta es un elemento importante que refleja el nivel de desarrollo de la personalidad, pero no
de manera absoluta porque se puede simular, por lo que es necesario no limitarse solamente a
ella como indicador de desarrollo, teniendo en cuenta que no es la personalidad la que actúa sino
el sujeto con un carácter intencional. (Ortiz, 1998)

Personalidad, comunicación y educación. El papel de la interacción profesor-alumno en la


educación de la personalidad del niño de 6 a 8 años - Monografias.com

Personalidad, comunicación y educación. El papel de la interacción profesor-alumno en la


educación de la personalidad del niño de 6 a 8 años

Resumen:

El presente estudio tiene como objetivo analizar la influencia de la gestión del maestro, durante la
interacción profesor-alumno, en la educación de la personalidad del niño de 6 a 8 años.

La investigación responde a una perspectiva metodológica cualitativa y para la recogida de datos


se utilizó, como técnica fundamental, la investigación bibliográfico-documental.

En el informe que se presenta se sistematizan elementos teóricos en torno a la personalidad y su


evolución, se exponen algunas reflexiones que abordan la influencia del maestro en la educación
de la personalidad de los niños en edades comprendidas entre los 6 y los 8 años, se muestran
determinadas concepciones respecto a la Comunicación pedagógica, y se destaca la necesidad del
conocimiento pedagógico teórico y práctico por parte de los profesores para propiciar un tipo de
comunicación que favorezca la educación.

Palabras clave: personalidad, interacción profesor-alumno, niñez mediana, educación de la


personalidad, comunicación educativa, educación del carácter.

La personalidad: espejo y reflejo.

"Somos, ante todo, el resultado de lo que la vida ha hecho de nosotros"


Proverbio inglés

Antes de iniciar cualquier valoración en torno a la formación y desarrollo de la personalidad, y de


la influencia que sobre ella ejerce la gestión del maestro, se hace imprescindible analizar, al menos
someramente, algunas de las múltiples concepciones existentes alrededor de ella.

Una sistematización de las variadas definiciones que se han esgrimido en torno al concepto de
personalidad, pudiera arrojar que, en sentido general, esta se refiere a la organización, la
integración más compleja y estable de contenidos y funciones psicológicas que intervienen en la
regulación y autorregulación del comportamiento en las esferas más relevantes de la vida.

La personalidad es dinámica, constituye una entidad abierta en perenne intercambio con el


exterior y tiene como núcleo a la esfera motivacional. Se caracteriza por ser una realidad subjetiva,
activa, singular e irrepetible, en cuya base está la unidad de los procesos cognitivos y afectivos, y
viene a ser el nivel más complejo de integración de los procesos psicológicos.

En el proceso de desarrollo de la personalidad influyen las llamadas funciones o formaciones


motivacionales complejas que, de acuerdo con lo establecido por la bibliografía consultada, son la
configuración de sentidos psicológicos en torno a un área determinada de la vida del sujeto.

Existen cinco grandes ramas de estas funciones, que están relacionadas con el sistema de valores,
principios, creencias e ideas que afectan al sujeto acerca de la vida y del entorno que le rodea, y
pudieran resumirse en: el proyecto de vida, que equivale al sistema de motivos que le permiten al
individuo la orientación de su conducta presente en pos de objetos situados temporalmente a
largo plazo; la autovaloración, que integra de modo articulado el concepto que tiene la persona de
sí misma; los ideales o imágenes idealizadas de lo que se quiere hacer proyectado hacia el futuro;
la concepción del mundo, que se expresa de modo diferente en cada sujeto y se articula así mismo
hacia lo interno de la personalidad; y las intenciones profesionales, que integran un sistema de
contenidos y funciones psicológicas referidas al ámbito profesional.

Desde diversas perspectivas teóricas se han estudiado los factores que condicionan el desarrollo
de la personalidad. Refiriéndose indistintamente a ellos como estructura, determinantes o
componentes, la mayoría de los estudiosos coincide en que la personalidad tiene un aspecto
biológico, en tanto tiene su origen en la información genética; un aspecto social, a partir de que el
idioma, la cultura y las costumbres son rasgos que nos permiten establecer diferencias entre las
personas; y un componente individual o psicológico. La personalidad, por tanto, es resultado de la
propia naturaleza bio-psico-social y espiritual del hombre.

En la génesis de la personalidad se encuentran elementos de origen hereditario y elementos de


origen ambiental. La herencia proporciona una constitución física y una dotación genética,
mediante las cuales se van a captar los estímulos del medio y se les va a dar respuesta. El
ambiente, por su parte, proporciona elementos de interpretación, pautas para dar significado y
respuesta a esos estímulos. La influencia simultánea de ambos elementos va a dar origen y a
determinar la personalidad de cada individuo, en la cual influirá, además, el elemento subjetivo y
el carácter activo del hombre en la construcción de su personalidad, que media la influencia social.

Las distintas teorías psicológicas recalcan determinados aspectos concretos de la personalidad y


discrepan unas de otras en torno a su desarrollo, organización y manifestaciones en el
comportamiento.

Una de las corrientes de pensamiento más influyentes es el Psicoanálisis, de Freud, que sostenía
que los procesos del inconsciente dirigen gran parte del comportamiento de las personas. Para
Freud, la personalidad tiene, entre sus estructuras fundamentales, el preconsciente, compuesto
por recuerdos y aprendizajes no conscientes, pero que pueden llegar a serlo fácilmente; y el
inconsciente, que se compone de deseos y recuerdos reprimidos que quieren encontrar
satisfacción. Entre estas dos estructuras sitúa a la censura, a la función de represión, cuya finalidad
radica en impedir que pase a la conciencia lo que está en el inconsciente.

Alrededor de 1920, y como consecuencia de una evolución de su pensamiento, Freud propone una
nueva estructura de la personalidad: el yo, que se compone de elementos conscientes,
preconscientes e inconscientes; el ello, que contiene todas las pulsiones innatas reprimidas; y el
superyó, heredero del "complejo de Edipo", que equivale a una moral arcaica que resulta de la
interiorización de las prohibiciones sociales.

Otra corriente importante en los estudios de la personalidad es la teoría conductista, representada


por psicólogos como B. F. Skinner, quien hace hincapié en el aprendizaje por condicionamiento, y
considera al comportamiento humano determinado por sus consecuencias; y Watson, quien es
conductista radical, y lleva el elemento social al extremo, al punto de considerar que podía hacer
de un niño lo que él quisiera, un delincuente, un artista, etc.

Asimismo, se destaca la teoría del humanista Carl Rogers, el cual asevera que la personalidad se
construye a partir de una sola "fuerza de vida", a la que llama la tendencia actualizante. Esto
puede definirse como una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a desarrollar
sus potenciales hasta el mayor límite posible. Rogers entendía que todas las criaturas persiguen
hacer lo mejor de su existencia, y si fallan en su propósito, no será por falta de deseo.

Pese a la variedad de pensamiento en torno al tema, casi todas las teorías vienen a establecer
rasgos de la personalidad y crean cierta tipología.

El conductismo interpreta a la personalidad como una conducta habitual aprendida, como un


modo estable de dar respuesta a los estímulos ambientales. La teoría de Dollar y Miller, por
ejemplo, establece que los rasgos de la personalidad no son sino hábitos, respuestas estables y
aprendidas ante determinados estímulos. Estos teóricos insisten en que el aprendizaje se realiza
gracias a los esfuerzos que se reciben en el ambiente en que se vive, especialmente a los verbales.

Un estudio de las teorías cognitivas nos lleva a la misma conclusión. Para G. A. Kelly, el hombre
estructura el mundo y anticipa los acontecimientos, cada uno posee una gran cantidad de
estructuraciones de la realidad. Estas estructuraciones constituyen la personalidad, y la propia
experiencia hace que cada individuo vaya alterando sus estructuraciones.

El humanismo, por su lado, subraya el papel de la autoconciencia y la autovaloración en la


regulación conductual y el equilibrio emocional. Constituye una visión optimista del ser humano,
el cual tiende a la actualización y al comportamiento óptimo. La visión que presenta de la
personalidad es holística, integradora y dinámica, haciendo énfasis en los procesos motivacionales
conscientes como elementos decisivos en la regulación del comportamiento humano.

Partiendo de estos preceptos podemos afirmar, entonces, que en la formación y desarrollo de la


personalidad ejerce un papel fundamental la educación, en tanto en la personalidad se van a
expresar los elementos de esta y de la influencia social recibida.
La educación de la personalidad en los niños.

El recorrido educativo institucionalizado, más o menos formalizado, se extiende durante varias


etapas de la vida, pero es en los primeros tramos donde adquiere capital importancia. La
emergente personalidad, al margen de imprevistos biográficos o de cualquier otra circunstancia
incontrolada, se "moldea" en función de la educación proporcionada. En ese sentido, el papel de la
educación en las escuelas no está en esculpir la personalidad infantil, sino en facilitar que el propio
niño asuma paulatinamente el protagonismo en ese proceso de construcción personal.

Hablar de la educación de la personalidad de un niño implica enfocar el análisis en los factores


necesarios e indispensables en la formación integral de la niñez, hacia la determinación de
conductas saludables.

Los primeros años de la entrada del niño a la escuela, período reconocido por los estudiosos como
"niñez mediana", son esenciales en la formación y desarrollo de su personalidad, puesto que son
momentos de muchos cambios en la vida del infante. La llegada a la escuela hace que entre en
contacto permanente con el mundo exterior por lo que, en esta etapa, se adquieren rápidamente
habilidades físicas, sociales y mentales, la amistad se hace cada vez más importante e
independizarse paulatinamente de la familia se convierte en una meta relevante.

Jean Piaget, importante teórico en el abordaje de estos temas, ofrece un análisis de la


personalidad desde una división por períodos o estadíos evolutivos. Al analizar las características
de los niños en las edades comprendidas entre 6 y 8 años plantea que, en esta etapa, los infantes
poseen un pensamiento intuitivo, con regulaciones representativas articuladas, y desarrollan ya
operaciones concretas, aunque con carácter simple. Para él, en esta etapa los niños ajustan
progresivamente la imagen de sí mismos y amplían las relaciones con los otros, que serán cada vez
más significativas e importantes.

Estudios realizados en el 2001 por el National Center for Education in Maternal and Child Health,
revelan que dentro de los cambios emocionales, sociales y cognoscitivos más trascendentales de
esta etapa se encuentran:

El niño aprende a tener una noción más clara de lo bueno y lo malo.


Comienza a entender el concepto de futuro.

Entiende cada vez más su lugar en el mundo.

Presta más atención a la amistad y al trabajo en grupo.

Desea cada vez más encajar entre los amigos y ser aceptado por ellos.

Adquiere rápidamente habilidades mentales.

Tiene mayor capacidad para describir sus experiencias y hablar acerca de sus ideas y sentimientos.

Muestra menos atención a sí mismo y más interés en los demás.

Diferentes autores, entre los que se destacan Kohlber, Erikson, Osterrieth y Freud, señalan que el
período de los seis a los doce años es de grandes logros en la vida del niño. Adquiridos ya los
primeros hábitos de la vida social, el niño llegará a consolidar su identidad, a adquirir conciencia
de sus capacidades y limitaciones, a percibir su situación en el mundo social, a aceptar las normas,
a adoptar comportamientos cooperativos, a evolucionar desde posiciones de heteronomía moral a
posiciones de autonomía y acuerdo, y a desarrollar actitudes y comportamientos de participación,
respeto recíproco y tolerancia.

El ingreso del niño en la escuela supone un vuelco en su vida con relación a la etapa precedente. A
partir de ahora, aparece la actividad de estudio como núcleo del régimen escolar, "esta actividad
seria, socialmente importante y obligatoria, tiene como objetivo fundamental la asimilación por
parte del infante de un sistema de conocimientos, como etapa inicial de su preparación para la
vida adulta", dice la Dra. Laura Domínguez García. En estas circunstancias, el proceso docente-
educativo, dirigido por el maestro, ejercerá una notabilísima influencia en el desarrollo de la
personalidad, tanto de los procesos cognoscitivos como de la esfera afectivo-motivacional.
En ese sentido, podemos destacar el surgimiento del pensamiento conceptual, el carácter
voluntario y consciente que adquieren los procesos de percepción, memoria y atención, así como
una mayor estabilidad en la esfera motivacional, que se expresa en un control más efectivo del
comportamiento.

En esta etapa, el escolar comienza a participar en nuevas actividades de índole política, cultural,
deportiva y científica, lo que contribuye al surgimiento y desarrollo de nuevos y variados intereses.

La actividad de juego sufre diversas transformaciones, se amplía y se complejiza: el juego de roles


continúa desarrollándose, pero ahora bajo otros conceptos, y aparece el juego de reglas. En el
juego de roles los temas se hacen más variados y trascienden la experiencia directa del niño, a los
varones les gusta representar profesiones heroicas, mientras las niñas prefieren otros roles como
el de maestra y doctora. "En este juego,-dice Domínguez García- los niños empiezan a representar
no solo las cualidades valiosas de otras personas, sino que comienzan a incluir las suyas propias".

Los niños comienzan a practicar también, con sistematicidad, el juego de reglas, lo que influye en
su desarrollo moral, puesto que implica la sujeción de su conducta a determinadas normas. En ese
sentido, para Piaget, la conciencia de la regla se refiere a la forma en que los niños representan el
carácter sagrado o decisorio de estas. En la edad escolar, la regla es considerada como sagrada, y
toda modificación constituye una trasgresión, respeto que va disminuyendo a finales de esta
etapa.

El sistema de interrelaciones que rodean al escolar lo coloca en una nueva posición social dada por
su situación objetiva y por el conjunto de exigencias que derivan de esta y la trascienden. El grupo
escolar y la posición que el niño ocupa dentro de este desempeñan un papel importante en el
desarrollo de la personalidad.

Para Domínguez, a partir de las exigencias que plantean al niño los sistemas de actividad y
comunicación de la nueva situación social del desarrollo, y sobre la base de los logros alcanzados
en el desarrollo de la personalidad en la etapa preescolar se producen las adquisiciones
psicológicas propias de este período.
Durante esta etapa, el niño es capaz de orientar su comportamiento no solo por los objetivos que
le plantean los adultos, sino también por otros que se propone conscientemente, logrando un
control más activo de su conducta.

En este período se produce la posibilidad de formación de cualidades morales como motivos


estables de la conducta. Respecto a ello, Fernando González destaca cómo la valoración social
constituye una importante vía para la formación de la autovaloración.

Como adquisiciones fundamentales del desarrollo de la personalidad durante la infancia


encontramos el surgimiento del pensamiento conceptual, el carácter consciente y voluntario de
los procesos psíquicos, así como el surgimiento de sus intereses vinculados al conocimiento
científico de los objetos y fenómenos de la realidad. Es por ello que la forma en que se estructura
la enseñanza en la escuela influye de manera determinante en el desarrollo de la personalidad del
escolar.

A estas edades lo ideales presentan un carácter concreto y el modelo elegido se encuentra


generalmente entre las personas cercanas al niño, por lo que no es de extrañar, entonces, el papel
definitivo que ejerce el maestro, en su interacción diaria con el pequeño, sobre la educación de su
personalidad.

La influencia del maestro.

El niño, durante la edad escolar, pasa en las aulas gran parte del día, de ahí que el entorno escolar
se configure como un espacio privilegiado de socialización emocional, y el profesor, quiéralo o no,
se convierta en su referente más importante en cuanto a actitudes, comportamientos, emociones
y sentimientos.

Los profesores se erigen como un modelo adulto a seguir por sus estudiantes, y más en las edades
tempranas, cuando el niño recién inicia su vida escolar. El maestro, sobre todo en la enseñanza
primaria, se convierte en un modelo de inteligencia emocional insustituible.
Las necesidades de los alumnos en el aula de clases se satisfacen de acuerdo con las relaciones
que se producen con su profesor, especialmente las de carácter afectivo, de protección, de
participación y de aprendizaje.

Para Bruner, el aprendizaje es un proceso activo en el que los educadores construyen nuevas ideas
o conceptos basados en el conocimiento pasado y presente, de ahí que le educador deba
"comprometerse" en un diálogo activo con el educando. No obstante, Bruner se limita a reconocer
la labor del educador más vinculada a la instrucción, a la enseñanza socrática.

Superada esta visión, en la actualidad se insiste en un nuevo rol del docente, sugiriéndose su
responsabilidad de actuar como mediador entre el educando y la compleja red informativa que
sobre él confluye. Tal sugerencia se apoya en la Teoría de la Comunicación, que junto con la Teoría
de Sistemas y las Teorías Cognoscitivas del Aprendizaje, constituye uno de los pilares
fundamentales de la nueva concepción de la tecnología educativa.

La Filosofía Marxista define la determinación materialista y dialéctica del desarrollo del sujeto a
partir de dos procesos básicos: la actividad y la comunicación. En los sistemas de actividad y
comunicación en que se desarrolla el hombre se crean las necesidades para estimular o no las
particularidades subjetivas de la personalidad. El individuo va configurando su subjetividad sobre
la base de aquello que necesita para individualizar su expresión y alcanzar sus objetivos. El medio
no participativo no estimula el desarrollo de la personalidad, sino que lo bloquea e induce a la
pasividad, el conformismo, la reproducción y la inseguridad.

Kan Kalix, autor de la corriente de la pedagogía marxista, define a la comunicación pedagógica


como un tipo especial de comunicación profesional -la del profesor con sus alumnos, tanto en el
aula como fuera de ella- que tiene lugar en el proceso de enseñanza y educación y posee
determinadas funciones pedagógicas.

Leontiev, por su parte, la define como la comunicación del maestro con los escolares en el proceso
de enseñanza, que crea las mejores condiciones para desarrollar la motivación del alumno y el
carácter creador de la actividad docente, para formar correctamente la personalidad del
estudiante.
De acuerdo con estas definiciones, la comunicación en el sentido pedagógico, no puede reducirse
a un proceso de mera transmisión de información, sino que debe basarse en la interacción, en la
elaboración conjunta de significados entre los participantes del proceso docente.

Para Landivar, es en la comunicación educativa donde ocurren, precisamente, los métodos de


interacción propios de toda la relación humana, en donde se trasmiten y recrean todos los
significados. De ahí que la comprensión por el maestro de la educación como un proceso de
interacción y diálogo tiene importantes repercusiones en la concepción del proceso docente real.

Una enseñanza realmente educativa y no meramente instructiva solo tiene lugar cuando las
relaciones entre profesor y alumnos no son únicamente de transmisión de información, sino de
intercambio, de interacción e influencia mutua.

Uno de los retos fundamentales de la educación del siglo XXI radica en intentar la formación activa
de la personalidad de los educandos mediante un rico proceso de comunicación participativa, para
lo que debe lograrse que la comunicación cumpla con sus tres funciones principales: la
informativa, la afectiva, y la reguladora.

La comunicación que establece el maestro con el niño, su estilo y habilidades en ese sentido, serán
primordiales en su labor de educador de la personalidad.

Según la perspectiva constructivista, la comunicación educativa constituye el proceso mediante el


cual se estructura la personalidad del educando, lo que se logra a través de las informaciones que
esta recibe, y por medio de las reelaboraciones que se producen como resultado de la interacción
con el medio ambiente y con los propios conceptos construidos.

Dicho esto, no podemos entender al proceso de aprendizaje reducido a un esquema mecánico de


comunicación, por cuanto, el educando, como receptor, no es un ente pasivo, sino que es un ser
que reelabora los mensajes según sus propios esquemas cognitivos.

Desde la perspectiva humanista, el docente debe considerar que la comunicación en el aula


necesita de un carácter clínico o didáctico que implica el reconocimiento por parte del maestro de
que su misión es la de optimizar el desarrollo de los aprendizajes, aplicando estrategias y métodos
de rigurosidad científica y actuando de una manera profundamente objetiva.

El profesor, a partir de cómo realice su función docente, va a propiciar en sus estudiantes el


aprendizaje de determinados vínculos. Por esto, su manera de ser y sus dinámicas a la hora de
impartir la clase, cobran una importancia especial, no solo en función del aprendizaje académico,
sino también en el aprendizaje de socialización que registrará el alumno a través de las relaciones
vinculares que practique en el aula y en la escuela, de ahí que la acción docente debe trascender el
ámbito de la relaciones en clase y proyectarse en las relaciones hacia la sociedad.

La influencia de un docente autoritario promueve en los niños la violencia, el rencor y la baja


autoestima. El desarrollo del niño sometido al influjo de este tipo de docente quedará marcado
porque el pequeño tomará dicho modelo como una forma natural de comportamiento, afectando
negativamente su desarrollo personal, puesto que a través del tiempo se irá reflejando este patrón
de actuación en su conducta diaria, tanto en la escuela, como fuera de ella.

Un docente democrático, por otra parte, estimula la participación de sus alumnos en el análisis y
en la búsqueda de solución a sus problemas, crea un clima de confianza para que las opiniones de
todos sean valoradas en su justa medida, suprime los obstáculos y contribuye al desarrollo de la
discusión y del diálogo, lo que se verá reflejado, a posteriori, en la personalidad del niño. El
educador democrático se preocupa por fomentar la aceptación y el respeto entre sus estudiantes,
por actuar como facilitador, permitiendo el desarrollo de las características individuales de cada
uno de sus alumnos.

Si analizamos la propuesta hecha, en 1986, por Albet Bandura, podemos y debemos asumir que el
objetivo del educador será crear o modificar las estructuras mentales de los alumnos y alumnas
para introducir en ellas el conocimiento y proporcionar una serie de procesos que le permitan
adquirir este conocimiento.

Bandura analiza la conducta dentro del marco teórico de una reciprocidad tríadica: interacciones
recíprocas de conductas, variables ambientales y factores personales. Según la postura
cognoscitiva social, los individuos no se impulsan solamente por fuerzas internas, ni son
controlados y moldeados automáticamente por estímulos externos. La relación que se establezca,
entonces, entre el estudiante y el profesor, va a depender de cómo se comuniquen en función del
logro de un aprendizaje significativo y de calidad.
Vigotsky, bebiendo de la fuente del constructivismo social, enfatiza acerca de la influencia de los
contextos sociales y culturales en el conocimiento, y apoya un modelo de descubrimiento del
aprendizaje. Para él, la educación de la personalidad pone un gran énfasis en el rol activo del
docente, mientras que las habilidades mentales de los estudiantes se desarrollan naturalmente a
través de varias rutas del descubrimiento.

La relación entre alumno y profesor es considerada por Vigotsky a partir del presupuesto de que el
aprendizaje es una actividad social colaborativa que no puede ser enseñada a nadie, depende del
estudiante construir su propia comprensión. Desde esta perspectiva, se hace relevante la
motivación y el estímulo permanente del docente hacia el alumno.

"La participación democrática en la escuela no es solo un fin, sino un eficaz medio para el
desarrollo de la personalidad de los alumnos y maestros. El ejercicio de la participación
democrática en la educación ha estado presente, a partir de la Escuela Nueva, en múltiples
concepciones y prácticas educativas que estimulan en los educandos la condición de sujetos de su
propio aprendizaje", dicen Natalio Extremera y Pablo Fernández-Berrocal.

La educación democrática, como proceso comunicativo, como diálogo entre maestro y alumno,
supone no solo cambios en la concepción y organización del proceso docente, sino también en los
papeles que tradicionalmente se les ha asignado a educadores y a educandos, sin que desaparezca
la autoridad moral y científico-técnica del docente. El clima de relaciones de respeto y afecto que
se promueve en una educación democrática, facilita no solo el aprendizaje, sino especialmente el
desarrollo de la personalidad del estudiante.

La comprensión del aprendizaje en este contexto pedagógico puede expresarse como un proceso
en el cual el educando, bajo la dirección directa o indirecta del maestro, en una situación
especialmente estructurada para formarlo individual y socialmente, desarrolla capacidades,
hábitos y habilidades que le permiten apropiarse de la cultura y de los medios para conocerla y
enriquecerla. En el proceso de esa apropiación se van formando también los sentimientos,
intereses, motivos de conducta, valores; es decir, se desarrollan simultáneamente todas las
esferas de la personalidad.

La educación del carácter para la educación de la personalidad.


El ambiente en que se desarrolla el hombre, y los procesos de socialización en los que se
inmiscuye a lo largo de su vida tendrán una influencia indiscutible y modeladora sobre su
personalidad.

Algunos teóricos reconocen, como requisito esencial en el proceso de educación de la


personalidad, la educación del carácter. Esta educación implica para el maestro enseñar a los
estudiantes los valores humanos básicos como la honestidad, la generosidad, la libertad, la
igualdad, el respeto y la responsabilidad. Su objetivo radica en educar a los niños, desde edades
tempranas, para que mantengan una conducta moralmente aceptable.

"El carácter no es innato, depende de la herencia y de la influencia del medio- afirma Miguel
Zapater- y, por tanto también de la educación. La educación del carácter consiste, en primer lugar,
en la adquisición de valores o ideales de conducta coherentes con la dignidad de la persona".

Leontiev plantea que "el carácter es la combinación original individual de las cualidades
fundamentales de la personalidad que distingue a un sujeto dado como miembro de la sociedad,
expresan su actitud hacia el mundo que le rodea y se manifiesta en su conducta y en sus actos".

La educación del carácter corresponde, en primera instancia, a la familia, que desde el momento
del nacimiento, debe prever un plan con los valores para ello; a la sociedad, que debe ofrecer un
medio ejemplificador; y, aquí va el aspecto que nos ocupa, a la escuela, de ahí la necesidad de que
el pacto educativo establezca un mínimo de valores comunes en los que educar, sin los que la
convivencia en la sociedad se hace difícil. Los medios para adquirir esos valores e ideales son la
enseñanza y el ejemplo, adaptados a las características de cada etapa educativa.

En su artículo Educación del carácter, núcleo de la personalidad, José Antonio Marina, plantea que
es prioritario que el concepto de deber se introduzca en el mundo del niño coincidiendo con su
entrada en la enseñanza primaria.

El aprendizaje de la responsabilidad es otro de los grandes temas de la educación del carácter.


Thomas Lickona, reconocido experto de la educación primaria, establece una propuesta de
modelo de formación del carácter centrado en dos aspectos fundamentales: la educación del
respeto y la educación de la responsabilidad.

La educación de la responsabilidad comienza encomendando pequeñas responsabilidades a los


niños y, a partir de los seis o siete años, ayudándolos a reflexionar sobre la diferencia entre
acciones voluntarias y acciones casuales, sobre la necesidad de prever las consecuencias y
planificar los comportamientos.

Esta educación, en la escuela, tendrá el aula de clases como uno de los escenarios principales, y al
maestro como su hilo conductor fundamental. Es en el aula donde el maestro recibe un gran
intercambio de acciones físicas y afectivas de sus alumnos que le resultan continuas, ineludibles e
irrepetibles pero que se incorporan a su experiencia y lo convierten en un ente activo en la
conducción del aprendizaje. Reconocer que el trabajo docente es ejercido por sujetos concretos,
poseedores de una historia e influenciados por su época, así como por el momento en el cual
viven, lleva a romper el esquema ordinario que considera al ejercicio magisterial como actividad
homogénea y nos acerca a un nuevo planteamiento donde se reconoce que es en la docencia y en
la práctica cotidiana donde se "construye" al maestro, y que estos factores también estarán
determinado la influencia ejercida por este sobre sus estudiantes.

Ya Gramsci citaba a la docencia como "el trabajo viviente del maestro que se produce dentro de
una sociedad y en un momento histórico determinado, donde cada uno de los actores refleja sus
relaciones civiles y culturales diversas y antagónicas".

Si seguimos el curso de estos planteamientos, podemos afirmar, entonces, que el estudiante no


solo recibe aprendizaje cognoscitivo en la escuela, sino que también avanza en su proceso de
formación a través del aprendizaje de formas específicas de establecer vínculos, de relacionarse
con los demás. La mayor parte de la información estudiada y aprendida en las aulas de la escuela
será olvidada, en la medida en que no es utilizada en la vida diaria, pero estos otros aprendizajes
de socialización permanecerán allí, sedimentados en el alumno, y se constituirán como patrones
de conducta que formarán y estructurarán su personalidad.

Una regla de oro en la dinámica de las relaciones interpersonales


para tener una buena communicacion es la empatia y la humildad,
o sea, ponerse en el lugar del otro y ceder por mantener una
buena convivencia sin menospreciar la dignidad de todos los
implicados ya que primero somos seres humanos.

Solamente hay tres actitudes fundamentales en el proceso de


comunicacion como respuesta a los demás:
COMUNICACIÓN GRUPAL
Podemos correr el riesgo de equivocarnos al querer definir la comunicación como tal, ya que
hay gran variedad de estudios y teorías sobre la misma. Aquí no pretendemos hacer un estudio
exhaustivo.
Por comunicación se entiende normalmente:
 Hacer a otro partícipe de algo.
 Descubrir o manifestar una cosa a alguien.
 Conversar, tratar con alguno de palabra o por escrito.
 Consultar con otros un asunto.
 Expresar los propios pensamientos y sentimientos.

El ser humano, en sí mismo, es comunicación. Esa no es una simple acción de la persona sino
una dimensión de la misma. El hombre es causa y resultado de la comunicación.
No sólo la palabra y la imagen, sino toda la conducta humana se convierte en signo de
comunicación y tiene valor de mensaje: la actividad y la inactividad, las palabras, los gestos y el
mismo silencio. Por tanto, es comunicación el modo de vestir, de comer, de sentarse, de hablar
el modo de estructurar una celebración, un saludo o una despedida.
La comunicación entre las personas resulta, muchas veces, casi imposible. El error está en el
cómo decimos nuestras ideas. Con frecuencia acusamos, agredimos, peleamos, no preguntamos
las causas de algún comportamiento, sino que tenemos una idea prefijada y sobre ella
hablamos. Tenemos que aprender a comunicarnos.
Es muy importante abrirnos a los demás para conocerlos y que nos conozcan. Si no lo hacemos,
no podremos conocer la riqueza que hay dentro de cada uno. La falta de comunicación conlleva
muchos problemas.
Si somos como una caja cerrada nadie va a poder descubrir lo que hay en nuestro interior sea
tu novio(a), esposo(a), o tus papás o tus hermanos.

EL PROCESO DE LA COMUNICACIÓN EN UN GRUPO


La comunicación es un fenómeno inherente a la relación grupal de los seres vivos por medio
del cual éstos obtienen información acerca de su entorno y de otros entornos y son capaces de
compartirla haciendo partícipes a otros de esa información. La comunicación es de suma
importancia para la supervivencia de especies gregarias, pues la información que ésta extrae de
su medio ambiente y su facultad de transmitir mensajes serán claves para sacar ventaja del
modo de vida gregario.
Etimológicamente, la palabra comunicación deriva del latín "comunicare", que puede
traducirse como "poner en común, compartir algo". Se considera una categoría polisémica en
tanto su utilización no es exclusiva de una ciencia social en particular, teniendo connotaciones
propias de la cienciasocial de que se trate.
Proceso de transmisión de información de un emisor (A) a un receptor (B) a través de un
medio. En la transmisión y la recepción de esa información se utiliza un código específico que
debe ser "codificado", por el emisor y "decodificado" por el receptor".
ELEMENTOS DEL PROCESO DE LA COMUNICACIÓN EN GRUPO.
Los elementos de la comunicación en grupo son: fuente, emisor o codificador, código (reglas
del signo, símbolo), mensaje primario (bajo un código), receptor o decodificador,
canal, ruido (barreras o interferencias) y la retroalimentación o realimentación (feed-back,
mensaje de retorno o mensaje secundario).
 Fuente: Es el lugar de donde emana la información, los datos, el contenido que se enviará,
en conclusión: de donde nace el mensaje primario.
 Emisor o Codificador: Es el punto (persona, organización…) que elige y selecciona
los signos adecuados para transmitir su mensaje; es decir, los codifica para poder llevarlo de
manera entendible al receptor. En el emisor se inicia el proceso comunicativo.
 Receptor o Decodificador: Es el punto (persona, organización), al que se destina el
mensaje, realiza un proceso inverso al del emisor ya que en él está el descifrar e interpretar
lo que el emisor quiere dar a conocer. Existen dos tipos de receptor, el pasivo que es el que
sólo recibe el mensaje, y el receptor activo o perceptor ya que es la persona que no sólo
recibe el mensaje sino que lo percibe y lo almacena. El mensaje es recibido tal como el
emisor quiso decir, en este tipo de receptor se realiza lo que comúnmente denominamos el
feed-back o retroalimentación.

Partes: 1, 2
¿Por qué es importante diferenciar actitud de aptitud?
A lo largo del blog hemos hablado en numerosas ocasiones de lo importante que
es tener la actitud adecuada, desde conseguir una actitud de éxito, identificar 10
actitudes personales que te alejan de tu objetivo, lo que yo llamo la actitud
M.E.C.O. para buscar trabajo o incluso acerca de la actitud que transmitimos en
redes sociales cuando se está buscando trabajo.
depositphotos.com-fabianaponzi

Hoy te hablare sobre la diferencia entre actitud y aptitud, pues son cosas muy
diferentes y que tienden a ser confundidas por muchas personas.

Actitud
Cuando hablamos de actitud estamos ante un estado de ánimo, ante cómo una
persona se enfrenta a un problema, situación o eventualidad. Está formada
por todos aquellos pensamientos, opiniones y creencias según las cuales vemos
el mundo. La actitud puede modificarse por ello te insisto tanto a tratar de
mejorarla.

Tu actitud puede llevarte a presentarte al mundo como una persona con


orientación al éxito o con orientación a encontrar problemas donde no los hay. La
actitud es lo primero que mostramos a los demás, ese primer contacto que te
hace pensar en cómo es el otro, y ya sabes lo que se suele decir: la primera
impresión es muchas veces la que más cuenta. La actitud es el sentimiento,
deseo, pasión… llámalo como quieras, pero al final se trata de “querer hacer”.

Aptitud
La aptitud se transmite con hechos, no es una actitud ni una forma de ser. La
aptitud parte del conocimiento y la capacidad que se tiene para hacer
determinadas cosas. Aptitud es saber hacer cosas, tener la suficiencia y la
destreza para afrontar tareas y compromisos que necesitan de formación,
experiencia, conocimientos o un “saber hacer” determinado.

Se puede tener una cosa, pero no la otra


Se puede tener muy buena actitud pero una pobre aptitud. Lo mismo ocurre al
revés, muy buena aptitud pero una inadecuada actitud.

“Es un gran mecánico, es muy bueno con las herramientas, pero no quiere
seguir mejorando“

“Necesita aprender a usar la herramienta, aún le queda mucho para ser bueno,
pero su actitud es excelente y si sigue así pronto lo conseguirá“.

¿Qué es más importante?


Esta es la pregunta del millón. Como es obvio, cualquier empresa busca un
candidato que reúna ambas facetas: una buena actitud combinada con una gran
aptitud. ¿Puede una empresa preferir una sobre la otra? Sí, dependemos de lo
que busque la empresa en concreto, y aquí no hay un criterio general. A mí como
reclutadora me han pedido a veces el mejor perfil posible obedeciendo a su
aptitud. Eso era lo más importante. Pero en otras ocasiones la empresa te
transmite que aprecian determinados valores personales, y que la aptitud, aun
siendo importante, era secundaria y quedaba en un plano más retrasado.

¿Quién gana en aptitud Vs. actitud?


Como te digo, no se puede generalizar, pero creo y esta es una opinión personal
basada en las tendencias que observo, que la actitud manda sobre la aptitud.

Si la persona tiene la actitud adecuada, podrá aprender, desarrollar


habilidades, tener orientación al reto y suplir sus carencias técnicas con la
actitud que le permita salir adelante y aprendiendo de cada proceso. Las
empresas cada vez quieren más estos perfiles, puesto que tienen una buena
base establecida en la actitud, a la que se puede añadir todo el conocimiento y
“saber hacer” necesario. Por el contrario, un buen candidato en cuanto aptitud
pero pobre en actitud puede ser poco beneficioso e incluso peligroso para la
organización a medio y largo plazo. Las empresas necesitan cambiar y adaptarse
a los nuevos modos de trabajar, tiempos, etc. y un trabajador así puede
convertirse en un lastre al no tener ese “querer hacer”.

La actitud potencia la aptitud y tanto la actitud como la aptitud se pueden


aprender.

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