You are on page 1of 29

Miradas sobre la Lengua

Elvira Narvaja de Arnoux: «“La lengua es la patria”, “nuestra lengua es


mestiza” y “el español es americano”: desplazamientos significativos
en el III Congreso de la Lengua Española»

Las expresiones que el título destaca (“la lengua es la


patria”, “nuestra lengua es mestiza” y “el español es
americano”) activan en los hispanoamericanos representaciones
asociadas a distintos momentos de su propia historia. Son
condensados ideológicos que facilitan las identificaciones
identitarias, porque apelan al amplio imaginario colectivo
nacional, al de esa nación fragmentada que debe ser
restablecida por mandato de los próceres de la Independencia y
que es “nuestra América mestiza”, en términos de Martí (Sorel,
1968: 304). En este trabajo[1] nos proponemos analizar cómo
estos ideologemas[2] atraviesan diversamente los tres
Congresos de la Lengua Española y se afirman en el tercero
operando en su tránsito de desplazamientos semánticos y
proyectándose sobre otros referentes. Su eficacia discursiva se
debe a que hacen aceptables esos cambios “significativos”
convocando resonancias emocionales pretéritas.

Para la explicación de esos desplazamientos, que


consideraremos en la segunda parte del artículo, es necesario
abordar antes la problemática de las políticas lingüísticas de
áreas idiomáticas, en su tensión y ajustes con los
requerimientos de las integraciones regionales, los estados
nacionales y la globalización. A ello nos dedicaremos en la
primera parte del trabajo, ilustrado con el III Congreso
Internacional de la Lengua Española. Nos inscribimos, así,
en un campo de reflexión glotopolítico[3] atento al estudio de
las ideologías lingüísticas[4] en relación con los procesos
sociales y económicos en los cuales emergen, que son los que
explican no solo su aparición sino también sus filiaciones,
desplazamientos y posiciones en conflicto. Los materiales
utilizados en el presente estudio son las palabras de los
participantes a los congresos de la lengua española y notas
periodísticas referidas a estos, pero aquellos pueden
extenderse, según los requerimientos de las investigaciones que
se realicen, a los instrumentos lingüísticos (gramáticas,
diccionarios, artes de escribir, manuales de estilo, textos de
enseñanza de la lengua) y a ensayos de diverso alcance que
tematicen el lenguaje y las prácticas discursivas con él
asociadas. El interés por la articulación de los textos con las
condiciones sociohistóricas de producción lleva a apelar a
recorridos propios del análisis del discurso, en este caso, a
privilegiar los entornos de los segmentos sometidos a estudio y
sus posibles reformulaciones.

III Congreso de la Lengua Española

Este evento se realizó en la ciudad de Rosario, en Argentina,


entre el 17 y el 20 de noviembre de 2004. Como en los
anteriores, aunque más acentuadamente, se manifestó la
importancia política asignada a la lengua —incluso su carácter
de cuestión de Estado, fundamentalmente para España—,
reforzada por la presencia de los reyes, de numerosos
funcionarios y de las autoridades argentinas. El entrevisto —y,
también, explorado— potencial económico de la lengua se
evidenció, por un lado, en el peso otorgado por el Instituto
Cervantes a la enseñanza del español como lengua extranjera
y a la elaboración de certificados que consagren su dominio, y
en las remisiones a la red exterior organizada por el Ministerio
de Educación y Ciencia de España a través de dieciocho
consejerías para la promoción de la lengua y cultura españolas;
por el otro, ese potencial económico se mostró en las múltiples
referencias al apoyo de las empresas españolas,
fundamentalmente Repsol y Telefónica[5] —esta última
participó como panelista—. Asimismo, se insistió en el
panhispanismo institucional asentado en la red de
academias dirigida por la RAE —“La unión de las 22 academias
ha sido el mayor logro de estos años”, en palabras de García de
la Concha, (ABC, suplemento del 16/11)—; como resultado de
esta política se presentó el Diccionario panhispánico de
dudas.

Su carácter de congreso oficial se destacó, además, por la


existencia de un congreso alternativo, paralelo o contestatario:
el Congreso de laS lenguaS, que insistió en la diversidad
lingüística, el derecho de las minorías y que interpretó el logo
del congreso (una e minúscula que podía verse como una cara
de perfil y, saliendo de ella, el símbolo identificador de la “eñe”
que parecía una lengua) como “sacar la lengua” permitiendo,
además, gracias al doble valor de “sacar”, el paso de “burlar” a
“despojar”. El sujeto o el agente de las acciones podían remitir
tanto a España como a la monarquía o a los organizadores del
congreso. Lo interesante es que el tema de la diversidad, el
contacto, el mestizaje, el culto a las variadas voces y estilos es
tan dominante socialmente que fue también una de las grandes
orientaciones del congreso oficial, que se reiteró notablemente,
como veremos, en las disertaciones y que ya estaba expuesto
esquemáticamente en el diseño del programa: en la sección I,
“Aspectos ideológicos y sociales de la identidad
lingüística”, dos de los paneles trataban acerca de “El español
y las comunidades indígenas hoy” y “El castellano y las otras
lenguas de España”. La única voz discordante —políticamente
incorrecta— fue la de Gregorio Salvador, vicedirector de la RAE,
moderador de la mesa redonda plenaria “Identidad y lengua
en la creación literaria”, que propuso, alterando incluso las
posibilidades de intervención propias de su función —como
consigna El País del viernes 19— “una lengua sólida hablada
‘por cuanta más gente mejor’ y eliminar las lenguas minoritarias
a favor de una lengua única y poderosa”. El mismo diario señala
que así se opuso a “la idea de identidad y diversidad que
defendió el escritor y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, que
fue la tónica general del congreso[6]”.

Esta “tónica general” exaltadora de la diversidad debe ser


comprendida, por cierto, en relación con el actual proceso de
globalización. Este requiere —tal vez, como una etapa— la
conformación de integraciones regionales, que, al competir
entre ellas, aseguren el dinamismo económico e impongan, al
mismo tiempo, cierto orden en las poblaciones propias. Pero,
para avanzar en la conformación de ese espacio, deben
desgastar las viejas fronteras nacionales y establecer otras
nuevas a partir de variables como las lenguas, sobre todo las
minoritarias o las que los Estados habían minorizado en su
marcha hacia la homogeneización lingüística y cultural. Es
necesario hacer visible la diversidad para reestructurar el
espacio, de allí la orientación dominante a la que nos referimos.

Las políticas lingüísticas de área

En los ajustes y desajustes entre lo global, lo regional, lo


estatal y lo local intervienen tanto las políticas lingüísticas de
áreas idiomáticas, las de las nuevas integraciones regionales y
las referidas al establecimiento de una lengua mundial, como las
de lenguas no oficiales, minoritarias o locales. Y en las
discusiones acerca de la defensa o del destino de las lenguas se
pueden entrever las relaciones de fuerza relativas en cada
etapa. Para ello es necesario analizar la dimensión ideológica de
los discursos sobre las lenguas, es decir, considerarlos como
índices que desvelan y, al mismo tiempo, como entramados que
ocultan, operando por condensaciones y desplazamientos, las
situaciones a las que sirven o las posiciones que expresan.

Las políticas lingüísticas de áreas idiomáticas se caracterizan


por formular una aspiración postcolonial de gestión democrática
de la lengua compartida que, en el caso del español, lleva al
refuerzo de la red de academias nacionales, a la consideración
de las distintas variedades y situaciones de contacto y a la
participación en la elaboración de los instrumentos lingüísticos
—particularmente, gramáticas y diccionarios— de científicos
provenientes de distintos países del área. Asimismo, son
políticas que explotan el potencial económico de las lenguas,
vinculando el mundo académico al empresario a través tanto de
lo que, en términos generales, se designan como industrias de
la lengua como de las propuestas de enseñanza (cursos,
material didáctico, certificados de competencia lingüística).
Como la lógica mercantil tiene un peso grande, inversiones y
beneficios corresponden, en realidad, al país que ocupa la
posición más ventajosa. Al respecto, Jorge Urrutia (suplemento
La Nación, 16/11) afirma que “Las industrias culturales
vinculadas con la lengua, en España, significan el 17% del PBI”;
y Gustavo Druetta, consejero cultural y educativo de la
embajada de Brasil, señala:

España viene expandiendo a pasos agigantados la acción de su


Instituto Cervantes como punta de lanza de las editoras de libros
de enseñanza: si hasta este año el Cervantes sólo operaba en San
Pablo y Río de Janeiro, en los próximos dos años funcionarán
sucursales en Curitiba, Florianópolis, Porto Alegre, Salvador de
Bahía, Belo Horizonte, Recife y Brasilia. Desembarco preparado por
instituciones privadas que compiten por un sustancioso mercado
del idioma español (Clarín, 15/09/2005).

Sin embargo, para que las acciones sean más eficaces debe
abrirse a la participación controlada de los otros integrantes: el
mismo Instituto Cervantes, por ejemplo, ha propuesto
recientemente la futura participación, en nuevos centros, de
hispanistas de otros países; realiza, además, acuerdos para los
certificados de lengua y señala que las tareas de la enseñanza
del español en Brasil —se reitera enfáticamente que se necesita
un número importante de profesores de español— deben ser
compartidas.
Plantear la política lingüística respecto del español como
política de área sirve para no dar lugar a las diferencias que
pudieran aparecer como producto de intereses nacionales o
regionales contrapuestos a los dominantes, o de situaciones
particulares con sus exigencias propias, como la necesidad del
Mercosur de un bilingüismo español/portugués. Esto fue
interpretado por algunos órganos de prensa como una
paradójica ausencia de discusiones glotopolíticas en un
congreso de este tipo. Por ejemplo, en Le Monde Diplomatique
en la edición en español aparecida en Bolivia en enero de 2005,
la periodista Mariana Saúl se asombra:

En un encuentro que lleva como consigna “identidad lingüística


y globalización”, el tema de las políticas lingüísticas no debería
evitarse, sin embargo en el III Congreso Internacional de la Lengua
Española el espacio que se le dedicó fue muy reducido.

En realidad, lo escaso fue la discusión política sobre las


acciones lingüísticas, no la omnipresencia de una clara política
lingüística de área, sostenida por España y sensible a las
políticas europeas.

Por otra parte, en relación con la visibilidad reciente y el


dinamismo de las áreas idiomáticas no debemos olvidar que
resultan no solo de las estrategias expansivas de países
centrales o del deseo de muchos de reforzar la lengua propia
sino también de la tendencia a que la industria editorial como la
audiovisual –música, cine, televisión, informática- se concentre
en cada vez menos transnacionales que deben considerar para
su comercialización las regiones lingüísticas[7]. Para esta
función España está bien posicionada: sirvió de puente para la
compra de las empresas editoriales latinoamericanas y exporta
seis veces más títulos que Argentina y México juntos.

Un poco de historia
Las actuales políticas lingüísticas de área se inscriben en un
largo proceso ligado a las transformaciones posteriores a la
Segunda Guerra Mundial y deben ser comprendidas en la
compleja dinámica que afecta, entre otros, al espacio de las
lenguas.

Después de la conferencia de Yalta, el inglés y el ruso se


asociaron con las áreas de influencia planetaria de Estados
Unidos y la Unión Soviética. La lucha por imponer una u otra
como lengua mundial se expresó en las zonas dominadas o
aliadas y en la elaboración de métodos para su enseñanza como
lenguas extranjeras. Con la caída del campo soviético, el inglés
adquirió —como sabemos— una indiscutida importancia,
reforzada por el desarrollo de los medios de comunicación y de
la tecnología informática, y se impuso como lengua de la
economía, de las relaciones internacionales y de algunas
investigaciones de punta. En relación con ello se desarrollaron
variedades minorizadas de dicha lengua aptas para desempeños
en aquellas áreas.[8]

Otras lenguas occidentales ejercieron medidas


“proteccionistas” en sus zonas de influencia y reforzaron los
lazos culturales entre países vinculados por la lengua —muchos
de ellos, antiguas colonias—, que derivaron fácilmente en
definiciones políticas e, incluso, económicas. El caso más
destacado es el de la francofonía. El español también —desde,
sobre todo, los años noventa, a comienzo de los cuales se crea
el Instituto Cervantes— se encaminó hacia la política de área
idiomática, reforzó los vínculos académicos y encaró
enérgicamente la elaboración de instrumentos lingüísticos que
contemplaran esa dimensión del español: la Gramática
descriptiva de la lengua española (1999)[9] inició esta etapa
que tendrá dos hitos importantes en el Diccionario panhispánico
de dudas y en la edición de la Gramática académica y de los
compendios escolares. Los congresos de la lengua española, de
los cuales el primero es el de Zacatecas de 1997, se inscriben,
como señalé, en este recorrido que asume una dimensión más
política en las periódicas reuniones de presidentes de países
iberoamericanos y en la organización que los nuclea.

Las políticas lingüísticas de área se despliegan e intervienen


en esta etapa de la economía mundo, en la cual los estados
nacionales y las competencias entre ellos no son más el motor
económico principal, sino que se requieren integraciones
regionales que, como los antiguos estados, se ubican en
distintas posiciones (centrales, secundarias o periféricas), y las
centrales y secundarias luchan y llegan a acuerdos —“objetivos
comunes”, como se designan actualmente— por el dominio de
la periferia. Estos fenómenos llevan a que, además de las
políticas lingüísticas de área, existan las propias de las
integraciones regionales (Arnoux, 2002), que resultan tanto de
las necesidades de su consolidación como de su relación con las
otras y de su posición en el proceso de globalización. Por otra
parte, como los estados nacionales no han desaparecido, se
despliegan en el espacio de la lengua, con mayor o menor vigor
según su importancia relativa, políticas que remiten a él. Un
ejemplo reciente es la lucha por la oficialidad del inglés en
Estados Unidos, en la que se exacerbó un modo de nacionalismo
excluyente, y la reducción en varios estados de los programas
educativos bilingües. Otro es la débil política de Francia, cuyo
centralismo lingüístico respecto de sus lenguas minoritarias —
problema que tuvo que abordar respondiendo a la imposición de
la Unión Europea— tiene una respetable tradición; la
estrategia de reconocer nada menos que 75 lenguas
(Cerquiglini, 1999) vuelve difícil la implementación de
programas de cierto alcance que las consideren a todas.

Las políticas lingüísticas efectivas en el mundo actual son,


así, resultado de tensiones y acuerdos entre requerimientos de
los estados nacionales, de las integraciones regionales, del
proceso de globalización, con su juego entre lo global y lo local,
y de las zonas interiores de los viejos estados. Las políticas en
relación con áreas idiomáticas atienden a unos o a otros según
situaciones e imperativos diversos. Si bien aparecen ligadas a
un centro de mayor poder económico, al que en términos
generales sirven, el sentido histórico de su implementación
varía según circunstancias vinculadas fundamentalmente con
las relaciones de fuerza entre integraciones regionales y dentro
de ellas.

El español en las integraciones regionales

En la península, con la apertura democrática posterior a la


muerte de Franco, el castellano enfrentó su relación con las
otras lenguas. El reconocimiento oficial de estas fue estimulado,
más allá de una necesaria reivindicación histórica, por la
tendencia a desarrollar las lenguas minoritarias, particularmente
las que vinculaban dos o más estados (España, Francia, Andorra
e Italia con el catalán; España y Francia con el vasco, y, aunque
de manera diferente, España y Portugal con el gallego), para
preparar una posible Europa de las regiones. Con el ingreso a la
Unión Europea, el Estado español fue adquiriendo un “insólito
crecimiento económico”[10] no solo por el apoyo que recibió
sino fundamentalmente porque las empresas españolas se
convirtieron, en la última década, en los principales inversores
europeos en América Latina, a lo cual no fue ajena la lengua
compartida, que más de una década antes había facilitado
también la expansión de la industria editorial española[11].

Los países hispanoamericanos, por su parte, o participan en


una integración periférica (Mercosur) o son el sector subalterno
de una integración central (el Nafta) o son aspirantes a integrar
una u otra o una tercera, la Integración Continental, de las
Américas, o Nuevo Panamericanismo. Esta situación de
debilidad se expresa en las dificultades para diseñar e
implementar las políticas lingüísticas que corresponden tanto
para el fortalecimiento de la integración de la que son miembros
o de su posición en la misma, como para la expansión externa
de la lengua. En el Mercosur, en el que, si consideramos las
lenguas mayoritarias, se deberían desarrollar diversas formas de
bilingüismo español-portugués, nos encontramos con una
explícita y enérgica voluntad de Brasil dentro de sus fronteras
para establecer las bases que lleven a ello[12] y una marcada
indiferencia de los estados hispanoamericanos. En el caso del
Nafta, México se conforma con el peso natural de la masa de
hispanos en Estados Unidos, pero no elabora políticas de
envergadura ni en relación con ellos ni con los anglófonos,
mientras la política norteamericana no duda de la anglización
planetaria, aunque internamente vacila entre reforzar en el
campo educativo el inglés o abrirse al español, no solo por la
importancia de la población hispana sino entreviendo la
integración continental. De cualquier manera, como los
hispanohablantes constituyen un sector nada desdeñable de
consumidores, sobre todo a partir del tratado de libre comercio,
las empresas estadounidenses avanzan enérgicamente en el
campo editorial[13] y audiovisual en español.

Las políticas lingüísticas respecto del español no son


encaradas, entonces, por los países hispanoamericanos, sino por
España, que lo hace, obviamente, en función de sus intereses
nacionales y los de la integración de la que forma parte. De allí
que el planteo de una retribución en relación con el portugués,
que serviría políticamente a los países sudamericanos, hecha
por Juan Luis Cebrián en el III Congreso Internacional, haya
sido un gesto aislado ya que, en el marco de la península, no
está resuelta la relación portugués-gallego y, en relación con
América, a España y posiblemente a la Unión Europea no les
convenga una consolidación del Mercosur sobre bases que
superen el simple acuerdo mercantil y tiendan a un activo
conocimiento del otro.

II
Las políticas de áreas idiomáticas necesitan, para su
desarrollo, construir un imaginario de lengua compartido, para
lo cual apelan a pocos datos —a menudo, estadísticas eufóricas
— que se reiteran, y a condensados ideológicos que, como
señalé en la presentación, son desprendidos de las condiciones
históricas que los generaron y proyectados a nuevas
situaciones.

Me referiré, entonces, en esta segunda parte a los tres


ideologemas señalados en el título, que se articularon en el III
Congreso aunque estuvieron presentes, con diverso énfasis, en
los otros dos.

La lengua es la patria

El congreso de Zacatecas de 1997 tuvo por tema “La lengua


y los medios de comunicación”, entrada propicia para hacer
visible la unidad del área a pesar de sus variedades, ya que en
los medios gráficos e, incluso, audiovisuales circula una
modalidad estándar. El reconocimiento de la unidad y la
voluntad de acentuarla se expresan en el discurso del rey, que
retoma las palabras de Rafael Lapesa: “leernos mutuamente,
escucharnos unos a otros, vernos recíprocamente, actuar en
nuestro ejercicio de la lengua oral, una y múltiple”. Los medios
cumplen, en este sentido, una función central afirmada en los
avances tecnológicos que inciden en el alcance tanto de los
medios gráficos como de los audiovisuales. Si bien se acepta
que constituyen un espacio de notable dinamismo en la
renovación del idioma, el primer congreso plantea el problema
de la norma a partir del fantasma de los neologismos
descontrolados, no aceptados en toda el área, o la invasión de
préstamos del inglés sin la adecuada y regulada
castellanización. Las expresiones “defender la norma”, “el
cuidado de la lengua”, “el riesgo de la avalancha de
barbarismos”, reiteradas en este primer congreso, aluden a ello.
Estas preocupaciones explican, por un lado, el escándalo
producido por el discurso de Gabriel García Márquez
(“jubilemos la ortografía”) que, en realidad, implicaba un avance
en la reflexión: para la expansión del español es conveniente
una simplificación de la ortografía. Y explican, por otro lado, la
propuesta de textos normativos (libros de estilo) unificados para
los periódicos, del diccionario panhispánico de dudas y de una
gramática académica. Estas preocupaciones normativas van a ir
desapareciendo de los discursos de los posteriores congresos, a
la vez que las academias trabajan enérgicamente en la
elaboración de los textos señalados. Lo que se acentúa es el
reconocimiento de la unidad, más allá de los instrumentos
lingüísticos destinados a sostenerla.

Para fortalecer con su carga emocional la unidad proclamada


aparece, en relación con el español, “La lengua es la patria”,
que es el título de la alocución de Belisario Betancur, ex
presidente de Colombia. Si bien ancla en la memoria de la
Independencia —uno de cuyos núcleos programáticos era el de
tender a constituir una confederación de países
hispanoamericanos apelando al imaginario nacional—, esta
primera aparición ya opera deslizamientos que hacen posible la
futura despolitización y desterritorialización —o el no remitir a
territorios definidos políticamente como en el caso de las
naciones o de la integración pensada por Bolívar—. Betancur
dice:

Nuestra lengua se constituirá en el siglo XXI en el instrumento


político por excelencia de la integración, dentro del sueño de la
Comunidad Iberoamericana de Naciones que alentamos desde el
Congreso Anfictiónico de 1826 en Panamá, convocado por aquel
soñador que fue Bolívar.

Se desliza del pensamiento de la integración


hispanoamericana —de la cual España estaba excluida— hacia
un espacio mayor, pero no se detiene en Sudamérica o
Latinoamérica, sino que pasa a Iberoamérica, lo que permite la
inclusión de la península y articular la propuesta lingüística con
la política iberoamericana, y obvia —lo que en un congreso de la
lengua no es fácil— la diferencia español-portugués. Por su
parte el “nosotros” puede remitir tanto a los hispanoamericanos
como a los latinoamericanos o a los hispanos en general. Con
esta última remisión debe interpretarse la afirmación de Víctor
García de la Concha, director de la RAE, aparecida en El País
(07/09/2000): “Es realmente emocionante cómo la lengua está
sirviendo de lugar de encuentro y no solo de canal de
comunicación. La lengua nos hace patria común en una
concordia superior”.[14]

En el Congreso de Valladolid, realizado entre el 16 y el 19


de octubre de 2001, el tema “El español en la sociedad de la
información” facilita integrar “virtualmente” en la comunidad
lingüística a todos los hablantes del planeta. En el discurso del
rey aparecen: “el idioma español es el patrimonio común de
más de 400 millones de personas repartidas por el mundo”,
“seña de identidad de 400 millones de personas”, “esa vasta
comunidad de personas”. Pero, notablemente, profiere un
enunciado que tiene los ecos del discurso de Renan acerca de
las naciones[15]: “gran comunidad de la que todos formamos
parte, unida por la común posesión del gran legado del pasado y
la voluntad de proyectarlo en el futuro”. Se pone en juego otra
vez la misma estrategia: proyectar las emociones nacionales
vinculadas con unidades políticas a la amplia comunidad
hablante; el paso por el conocido discurso de Renan permite
activar el ideologema que sostiene este fragmento.

En el mismo sentido de una integración que elude anclar en


un espacio político y territorial, y desde una perspectiva
económica, Enrique Iglesias, presidente del Banco
Interamericano de Desarrollo, señala como uno de los
“activos” que la comunidad hablante de español “está dispersa
por varios continentes y es más homogénea en sus aspectos
sociales y culturales que ninguna otra comunidad lingüística”, y
asocia claramente lengua, cultura y mercado —la comunidad es
económica—: los hablantes de español “comparten un sistema
de valores y de modos de vida y constituyen también un vasto
mercado de productores y de consumidores, que está llamado a
convertirse en uno de los mayores del mundo en los próximos
años”.

El paso de la sociedad política a la comunidad es retomado


en el Congreso de Rosario, cuyo tema es “Identidad lingüística y
globalización”, por Claudio Guillén apelando a las
conceptualizaciones de Tönnies[16]: “Nos espera el
conocimiento progresivo y la potenciación no de una construida
sociedad política, sino de una comunidad basada en una lengua
feliz, libre y espontáneamente compartida”. El rey sintetiza
apelando a Platón: “‘Ciudad de palabras’ llamó Platón a la
comunidad política que se construye sobre la base de una
convivencia de cultura compartida”. Se ha pasado, entonces de
la sociedad política de Bolívar a la comunidad de palabras
platónica.

Pero, sobre esa comunidad no definida políticamente, sino


ligada por la lengua y su potencial económico, es necesario
seguir volcando tonos emocionales capaces de estimular
identificaciones heroicas. “La lengua es la patria” reaparece,
en Carlos Pereda, al explorar los aspectos subjetivos de lo
nacional:

La lengua es también otra de las patrias pero que está ahí, en


los significados y colores de las palabras, en la música de la
gramática, en el conciente o inconsciente asumir discursos que, en
ocasiones, festejan e iluminan y, en otras, nos agobian, nos
intoxican. Como todas las patrias, la lengua cobija y ordena,
protege y compromete, pide sacrificios y, a veces, con la rigidez de
sus identificaciones y contraidentificaciones, empuja al abismo.

Es evidente la tradicional referencia a los dobles atributos


materno —que protege— y paterno —que exige— de la
representación de “patria”,[17] base necesaria de sostén de los
gestos nacionales, pero ahora referida a la comunidad de
hablantes.

Por su parte, Juan Luis Cebrián participa en la estrategia de


anulación de las perspectivas políticas ancladas en la historia y
recortadas por el territorio, aunque lo haga también desde una
posición progresista: “Tenemos que aspirar a que mexicanos,
argentinos, bolivianos o chilenos ocupen cargos importantes en
el Instituto (Cervantes) porque la lengua es la verdadera patria
de todos los que la hablamos” o “[…] nuestro idioma, patria
común de nuestros sueños, nuestras razones y nuestros
sentimientos”. Glosando a Marx (1963) podemos decir que el
trabajo de la ideología se muestra en que las nuevas tareas que
la sociedad exige se realizan con los ropajes del pasado.

Como vemos, las políticas de áreas idiomáticas requieren la


construcción de un imaginario colectivo donde la dimensión
emocional permita las identificaciones; de allí el recurrir a los
sentimientos asociados con la patria. Pero esta debe ser
despojada de los atributos tradicionales de la forma nación —
particularmente, territorio y soberanía política— y asociarse con
una comunidad hablante “global”, que no remita a un Estado
nacional concreto. Ahora bien, esta construcción de una
identidad definida por la lengua puede dejar de lado poblaciones
importantes que viven en distintas situaciones de bilingüismo y
que forman parte también del “activo”, en términos
económicos, que constituye el estímulo más fuerte de las
políticas de área. Hay que dar, entonces, un paso más allá de la
simple aceptación de las variedades y admitir juegos más
complejos del español con otras lenguas, entre otros, los de los
hispanos de Estados Unidos, cuya importancia se destaca
insistentemente. Se desarrolla así el otro ideologema,
dominante sobre todo en el congreso de Rosario: “Nuestra
lengua es mestiza”.

Nuestra lengua es mestiza


El Congreso de Rosario insistió en ello. Esto aparece
claramente en la lectura que los medios gráficos hicieron de las
ponencias: “La palabra más dicha es lengua seguida por mezcla
y mestiza” (El País, 19/11); “[…] han dicho aquí hasta el
cansancio que así como ella ha pervivido por el mestizaje con
otras lenguas, también perdurará y se expandirá por imbricación
continua con otras culturas” (José Claudio Escribano, La Nación,
20/11); “Hubo reiteradas coincidencias en destacar el mestizaje
como una de las cualidades más valiosas del español” (La
Nación, 21/11). La valoración del mestizaje no había sido la
misma en el primer congreso, preocupado por la norma y en la
que lo territorial todavía afloraba; en ese momento Santiago de
Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, director del Instituto
Cervantes había señalado:

Los lingüistas nos enseñan asimismo que es prácticamente la


única de las grandes lenguas internacionales de la que apenas se
han derivado esas lenguas mixtas que ellos llaman pidgin o sabir.
Pues bien, ello se debe en gran medida a su arraigo en un territorio
de gran continuidad espacial, lo que favorece la unidad sin poner
en peligro la riqueza y la variedad.

Es decir, que su virtud en ese momento no era el mestizaje.

Mestizaje permite en el Congreso de Rosario deslizamientos


varios. En algunos casos, se proyecta lo racial de los hablantes
sobre la lengua. Carlos Fuentes, en su conferencia, dice:
“Descendemos del gran flujo del habla castellana creada en las
dos orillas por mestizos, mulatos, indios, negros, europeos”.[18]
En otros casos remite a los préstamos. El mismo Fuentes afirma:
“El español ofrece al mundo globalizado el espejo de
hospitalidades lingüísticas creativas, jamás excluyentes, nunca
desdeñosas”. En otros, se extiende a la diversidad cultural que
el español recorre y ha recorrido. En palabras del rey: “Todos
y cada uno de los contactos con otras lenguas y culturas han ido
depositando en la lengua española marcas de mentalidades,
costumbres y sensibilidades distintas”; y en las de Ernesto
Cardenal: “No es la ‘pureza’ sino el mestizaje del lenguaje la
razón de ser de cada pueblo. ¡Toda cultura es intercultura!”.
José Manuel Blecua, por su parte, ancla mestizaje en la
tradicional relación con las culturas aborígenes: “Se derrumbó la
teoría de la uniformidad de la lengua, que dejó a un lado las
culturas aborígenes; desde entonces se maneja la tesis de una
cultura mestiza” (Clarín, 19/11). La misma perspectiva adopta la
subsecretaria de cultura de la Argentina: “El programa del
congreso permite reivindicar los valores de las lenguas
originarias, en un principio avasalladas por el español de la
conquista; el mestizaje que, más allá del conflicto que siempre
conlleva, encarna en la lengua española —como ha expresado
Octavio Paz— la apropiación intelectual de otros mundos”
(suplemento de La Nación del 16/11). Si nos centramos en el
terreno lingüístico, mestizaje puede remitir a variedades, como
parecería hacerlo en varios de los entornos en que aparece, o al
contacto con otras lenguas y, en este último caso, o a los
dialectos de frontera o al bilingüismo de algunos hablantes, o al
plurilingüismo del área en la que el español es dominante.
Encontramos, así, referencias a las medias lenguas (“Las medias
lenguas que aparecen en zonas de frontera —como el portuñol
que se da en Brasil y el spanglish en Estados Unidos—
demuestran la existencia de sistemas lingüísticos periféricos,
pero estas lenguas deben ser consideradas” (Francisco Moreno
Fernández); o a la identidad bilingüe de los hispanos (“‘Nuestra
lengua materna es el bilingüismo’ como afirman muchos
chicanos” señala Rainer Enrique Hamel). El rey reitera y
sintetiza estas posibilidades: “Una voz, en suma, plural y
polifónica, compuesta de muchas voces. En correspondencia con
ello, nuestra identidad lingüística es la suma convergente de
muchas identidades” y “No se puede olvidar que la comunidad
hispanohablante añade al patrimonio de la lengua común la
riqueza del plurilingüismo”.

¿Por qué esa exaltación del mestizaje en lugar de la


preocupación por la pureza normativa del I Congreso
Internacional? No parece expresar una política defensiva, que
considere en el entramado de lenguas en contacto una barrera
para el inglés —este no es un tema relevante en el III Congreso
Internacional—. No es un reconocimiento tardío de las lenguas
aborígenes —tradicionalmente, la América mestiza remitía a ese
vínculo—, aunque aflore como expresión de la buena conciencia
en algunos discursos; ni un apoyo a los bilingüismos
peninsulares, ni surge de un interés por los vínculos entre el
español y el portugués. Lo que está en juego, en realidad, es la
relación con el inglés pero en el marco de una política
globalmente expansiva. De allí las múltiples referencias a los
hispanos de Estados Unidos, a sus cambios de código, a su
doble identidad lingüística. Ahora bien, más allá del interés
económico que esta población representa, lo que se evalúa es
un tipo de relación con el inglés —complementariedad,
sumisión, aprovechamiento de su importancia actual— que
pueda posicionar al español internacionalmente. Por ello es
importante el tercer ideologema que hemos seleccionado: “El
español es americano”, que se despliega al mismo tiempo que
las políticas lingüísticas son diseñadas, financiadas e
implementadas por España y las instituciones responsables
integran, como señaló el director del I. Cervantes en Valladolid
“un proyecto de Estado”. Esta aparente paradoja se explica por
la función política de este ideologema.

El español es americano

En este caso se juega con la extensión que se le dé a


americano: si se lo opone a norteamericano como es la
interpretación habitual desde el sur, si se lo opone a otros
continentes en su extensión máxima, o si remite a
norteamericano como aparece en algunos usos europeos. En el
Congreso de Zacatecas, el director del Instituto Cervantes opta
por lo segundo y dice: “[…] el español es ante todo una lengua
americana, un idioma que recorre casi todo el continente sin
solución de continuidad, y que esa es una de las razones de su
vigor, de su profunda coherencia y de su irresistible expansión”.
Se abre así a los hispanos de Estados Unidos. Como en “la
lengua es la patria”, se apela a una dimensión emotiva, anclada
en la historia hispanoamericana, previa a la anexión de Texas y
California por Estados Unidos. Y se recurre, entonces, a Andrés
Bello resumiéndolo: “el español es la garantía de la identidad y
de la unidad continental”, donde “continental” remitía al espacio
sudamericano. La inclusión en “el español es americano” a
Estados Unidos exige hablar de “nueva frontera”. El diario Clarín
(20/11) es sensible a ello aunque observándolo como problema,
fijado, posiblemente, en la vieja representación del resguardo de
la pureza: “La situación de los hispanos en Estados Unidos, esa
nueva frontera del español que en este siglo quiere consolidarse
como lengua internacional, fue ayer la mejor imagen de los
problemas que enfrenta nuestro idioma ante el inglés”. El
sintagma nueva frontera asociado al español “lengua
internacional” o “lengua global” es una operación común en los
discursos de Rosario. Ángel López García, en declaraciones a
Clarín (18/11), había dicho, aunque incluyendo a Brasil:
“Estamos en el año cero del español como lengua global, somos
22 naciones que hablan el mismo idioma, pero hay una nueva
frontera que podría ubicarse en los Estados Unidos y en Brasil,
todo se juega ahí”.

El reiterado recurso a la estadística va a permitir señalar que


Estados Unidos es/será el segundo país hispanohablante
después de México. Esto se inscribe en una estrategia de
vincular el destino del español al del inglés, de presentarlas a
ambas como lenguas americanas y futuras lenguas de la
globalización, equivalentes en muchos sentidos, con ciertos
atributos complementarios y, en algunos casos, compitiendo:
“Con más de 350 millones de hablantes cuenta con el mismo
número que el inglés”, “en los 21 países de uso oficial el 94,6%
de la población habla español, a diferencia de lo que ocurre en
el ámbito de la anglo o francofonía” (Rainer Enrique Hamel).
“David Graddol asegura que en el año 2050 el castellano
superará al inglés, lo hablará el 6% de la población mundial
frente al 5% del inglés” (Juan Luis Cebrián). Esta perspectiva
ya había aflorado en el Congreso de Zacatecas, destacando la
posibilidad de una lengua universal no minorizada, como el
inglés-lingua franca:

Ya se sabe que, por razones políticas y económicas, el inglés ha


venido a ser la lengua universal. Pero ésta se ha transformado con
frecuencia en una lengua vehicular, una lingua franca que no
permite esa profunda comunicación a la que aludía anteriormente.
El español, por su riqueza lingüística y cultural, por su extensión
geográfica, acorde con la multiplicidad de pueblos hispanos e
hispanoamericanos que lo hablan, parece situarse en mejor
posición frente a un porvenir mundial muy incierto. [Agustín
Redondo, Presidente de la Asociación Internacional de Hispanistas,
Zacatecas).]

Pero es en Rosario donde aparece con insistencia:

Nuestra lengua encarna la dimensión socializadora y


comunitaria que le falta al inglés, el idioma de la ideología wasp.
No es verdad que existan cuatro o cinco lenguas mundiales.
Existen el chino, el hindi, el árabe, el ruso y empieza a existir una
coalición idiomática: el hispaño-inglés o anglo-hispano. [Angel
López García.]

En ese sentido se expresa también Ivonne Bordelois:

Las cifras —de expansión del español— significan que, si


exceptuamos el chino, el español es hoy en el mundo, si
consideramos el número de hablantes en Estados Unidos, el
dialogante natural del inglés, que representa la capacidad
lingüística máxima del planeta, y cuyo dominio en tecnología y
ciencia constituye una ventaja insuperable sobre todos los
lenguajes del mundo.

Esto explica también el elogio a Puerto Rico. En Zacatecas,


previo al predominio del ideologema del mestizaje, se lo había
hecho con representaciones del pasado, es decir, de la defensa
de la lengua frente al inglés: “No quiero dejar de saludar al
pueblo de Puerto Rico, tal diligente en la conservación de
nuestra lengua común”. Puerto Rico va a aparecer ahora, en
Rosario, como el espacio idealizado de la convivencia y donde
se muestra lo deseable para los hispanos —de Estados Unidos,
en principio, pero por qué no del resto— de una identidad
cultural en dos lenguas, el español y el inglés. En Valladolid,
Enrique Iglesias lo anunciaba: “Las elites latinoamericanas se
están socializando en el inglés como segunda lengua y en la
condición americana como segunda cultura”. Ya habíamos
señalado que la articulación español-portugués interesa menos;
Brasil es sobre todo el espacio del negocio próximo (“En Brasil
se necesitan 250.000 profesores de español y está pendiente de
aprobarse una ley por la cual el español va a ser la segunda
lengua en la enseñanza”, manifestaba en Rosario César
Antonio Molina).

Del hecho, entonces, de que el español sea americano, con


énfasis en su carácter norteamericano, se deriva su posibilidad
de ser una lengua global al lado del inglés. En el suplemento de
ABC (16/11), Fernando Lafuente afirma en una nota que tiene el
sugerente título de “La Mancha atlántica”:

El español, por número de hablantes, es hoy una lengua


americana. Incluso naciones como Estados Unidos superan en
cifras mondas y lirondas a los hablantes de España. Esa
sensibilidad hacia Iberoamérica, de extraordinario calado político
[…], permite advertir que ahora es posible afirmar que el español
será, si no lo es ya, la segunda lengua de comunicación
internacional: una lengua global.

El sucederse de los sintagmas lengua americana/hispanos de


Estados Unidos/lengua internacional/lengua global muestra con
gran claridad el proceso al que nos referíamos, reforzado por el
título del suplemento: “El siglo XXI habla español”, en el que
se presenta como evidencia la construcción ideológica que se ha
hecho. En este proceso, el sintagma español internacional
también ha sufrido una resemantización. De lengua neutra
asociada a la expansión de los medios audiovisuales
norteamericanos y negativamente connotada, se pasa a una
lengua que homogeneiza el idioma, connotada positivamente y
asociada a los medios de comunicación en español. En la revista
de El País semanal (21/11) se anulan los viejos temores:

La globalización le conviene al español. Se ha adaptado a ese


hábitat. Al ser una lengua muy mayoritaria, ha jugado bien su papel
de poder. Es más, López Morales asegura que ha nacido ya el
español globalizado. Surge cuando se trata de homogeneizar el
idioma […] “El proceso se afianza cuando las variantes autóctonas
se sustituyen por otras más generales, prestigiosas o útiles”, afirma
Morales, un proceso que tiene protagonistas clave: medios de
comunicación.

En su conferencia, Alfredo Bryce Echenique define el


español internacional como “aquel que nace de un acuerdo,
aunque sea tácito, para evitar las palabras distintas”. Y Federico
Reyes Heroles va a decir que es aquel que “puede ser
identificado desde muy diversas latitudes”. Ese español
internacional será la base del español, lengua global.

Deberá dar un paso más para aproximarse al inglés: ocupar


el espacio de la producción científica y tecnológica y de las
finanzas. El rey, ya en el congreso de Valladolid señalaba: “El
español se afianza en su condición de lengua cultural
internacional: lengua de la industria, de la ciencia, del comercio
y de la investigación”. En ese sentido, Portilla pedía una política
de intelectualización de una lengua estandarizada. Y Hamel
advertía en Rosario que, para que alcance el estatuto de lengua
internacional, debía desarrollarse en los ámbitos de prestigio,
relacionados con sectores dinámicos de desarrollo económico y
tecnológico: “el comercio, internacional, la tecnología, las
relaciones internacionales y la investigación científica y
tecnológica, junto con el sector de la enseñanza superior”.
Conclusiones

La actual política de área idiomática requiere, entonces, para


su eficacia apoyarse en representaciones que muevan, como es
propio de los discursos persuasivos, es decir, que conmuevan y
movilicen. Para ello apela, en el caso del español, a los
ideologemas a los que nos hemos referido (“La lengua es la
patria”, “Nuestra lengua es mestiza”, “El español es
americano”), sensibles a los hispanoamericanos porque se
anudan con su propia historia. Pero el universo de referencia ha
cambiado gracias a operaciones discursivas que
desterritorializan, despolitizan y desindigenizan y desplazan
hacia el espacio estadounidense el futuro de la lengua: lo que
interesa ahora es la relación con el inglés para avanzar sobre el
planeta. Para que el español sea una lengua global debe
interrogarse, particularmente, sobre ese vínculo, tema central
aunque no explícito del Congreso de Rosario.

Sin embargo, el paso es vacilante porque la relación de


fuerzas no está definida. Aunque, para algunos europeos, el
imperio americano está llegando a su fin, para la mayoría se
mantiene solidamente, de allí que domine la propuesta de
aliarse. Para que esta alianza no debilite el espacio propio —o
para ubicarse en buena posición si la negociación fracasa o
Estados Unidos declina— se necesita exponer y reforzar el
“activo” con el que se cuenta, función que cumple la política de
área. Pero este es también un espacio donde se expresan
intereses de distinto tipo que pueden conjugarse, tener sus
diferencias u oponerse. Nos hemos referido a intereses que en
esta etapa parecen tener la misma dirección: el de las
transnacionales para regular lingüísticamente la
comercialización de productos culturales, el de las empresas
españolas para ubicarse en buena posición en la producción de
bienes culturales en español, el del Estado español para
sostener su posición en la Unión Europea como avanzada sobre
Hispanoamérica, el de la Unión Europea para estructurar una
alianza con Estados Unidos, cuyo objetivo primero sea América
Latina aunque puede ser más ambicioso. En ese camino, la
integración continental parece ser la llave del triunfo, de allí la
exaltación del bilingüismo español-inglés. Pero como las
situaciones son cambiantes, nada es definitivo. Depende —
además del devenir de procesos globales complejos— de las
políticas lingüísticas que se desplieguen en el área respondiendo
a otros intereses. En el caso de América del Sur, si se quiere
fortalecer el espacio, es evidente la necesidad de un bilingüismo
español-portugués, cuyo entramado defensivo se haga en
ciertas zonas más denso por su articulación con las lenguas
aborígenes. Sin embargo, algunos gobiernos hispanoamericanos
vacilan ahora entre la Unión Sudamericana y la Integración
Continental, de allí la imposibilidad de elaborar políticas netas.
Es por todo ello que, en la política de área en relación con el
español, cuya importancia no podemos negar, su sentido
histórico va a depender de procesos que exceden el espacio de
la lengua. Creemos que los deslizamientos significativos a los
que se han visto sometidos los sintagmas considerados ilustran
ese dinamismo y exponen en el juego discursivo las actuales
relaciones de fuerza.

Elvira Narvaja de Arnoux

Instituto de Lingüística

Universidad de Buenos Aires

Bibliografía citada

Angenot, Marc (1982), La parole pamphlétaire, Paris, Payot.

Arnoux, Elvira Narvaja de (2000), “La Glotopolítica:


transformaciones de un campo disciplinario”, en Lenguajes:
teorías y prácticas, Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, Secretaría de Educación, 95-109
— (2001), “Las gramáticas en la historia”, en: AA.VV., Lengua y
gramática española, Buenos Aires, Fundación José Ortega y
Gasset, Argentina, 17-26.

— (2002) “Las lenguas en las integraciones regionales”, Revista


Interciclos, n.° 2 “Universidad, globalización y
contraglobalización”, Publicaciones Ciclo Básico Común,
Buenos Aires, 12-23.

— (2003), “Globalización e lingua. A colonización da lingua


científica”, Viceversa 7, Vigo, Xerais, 155-170.

Bauer, Otto (1978; 1.ª edición en alemán: 1908),


“Observaciones sobre la cuestión de las nacionalidades”, en
Calwer, Kautsky y otros, La segunda internacional y el
problema nacional y colonial, Segunda parte, Cuadernos de
Pasado y Presente, n.° 74, México, Siglo XXI.

Bosque, Ignacio y Violeta Demonte (1999), Gramática


descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe.

Cerquiglini, Bernard (1999), Les langues de la France, Rapport


au Ministre de l’Education Nationale, de la Recherche et de la
Technologie, et à la Ministre de la Culture et de la
Communication.

Del Valle, José y Luis Gabriel-Stheeman (2004), “‘Codo con


codo’: la comunidad hispánica y el espectáculo de la lengua”
y “Lengua y mercado: el español en la era de la globalización
económica”, en Del Valle, José y Luis Gabriel-Stheeman
(eds.), La batalla del idioma. La intelectualidad hispánica
ante la lengua, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert,
229-251 y 253-263.

Del Valle, José (2005), “La lengua, patria común: Política


lingüística, política exterior y el post-nacionalismo
hispánico”, en: Wright, Roger y Peter Richetts (eds.) Studies
en Ibero-romance Linguistics dedicated to Ralph Penny, Juan
de la Cuesta, Newark, Delaware, 391-415. Disponible en
línea en:
<http://miradassobrelalengua.blogia.com/2007/061102-jose-
del-valle-la-lengua-patria-comun-politica-linguistica-politica-
exterior-y-e.php>.

García Canclini, Néstor (1999), La Globalización imaginada,


Buenos Aires, Paidós.

— (2004), Diferentes, desiguales y desconoectados, Barcelona,


Gedisa.

Marx, Karl (1963), Le dix-huit Brumaire de Louis Bonaparte,


París, Editions Sociales.

Morin, Edgar (1987), “Pour une théorie de la nation »,


Communications, 45, 223-229.

Renan, Ernest (1887), “Qu’est-ce qu’une nation”, conferencia de


1882, en Discours et conférences, París, Calman-Levy, 277-
310.

Sorel, Andrés (1968), selección, prólogo y notas a José Martí en


los Estados Unidos, Madrid, Alianza Editorial (“Nuestra
América” de Martí: 299-309).

Tönnies, F. (1977), Communauté et société: catégories


fondamentales de la sociologie pure, París, Retz, CEPL.

[1] Las líneas generales de este artículo fueron presentadas en el “15.


Deutscher Hispanistentag. Grenzen, Grenzkonstruktionen und
Grenzüberschreitungen”, en Bremen (marzo, 2005). El título de la ponencia
fue “Las políticas lingüísticas de áreas idiomáticas: el III Congreso de la
Lengua Española”.
[2] Término introducido por Marc Angenot (1982: 179-182) para referirse a un
tipo de “lugares communes” que integran los sistemas ideológicos. Son
postulados o máximas que funcionan como presupuestos del discurso y que
pueden realizarse o no en superficie. Los ideologemas que analizamos en
nuestro trabajo pertenecen a lo que, en términos generales, podemos
considerar la ideología nacional hispanoamericana.

[3] En Arnoux 2000 recorrí los idologemas que sostienen, en la historia


reciente, la constitución del campo.

[4] José del Valle (2005: 399) propone esta definición: “Las ideologías
lingüísticas son entendidas como sistemas de ideas que integran nociones
generales del lenguaje, el habla o la comunicación con visiones y acciones
concretas que afectan a la identidad lingüística de una determinada
comunidad. El funcionamiento de estos sistemas de ideas se analiza siempre
en el contexto de las estructuras sociales, relaciones de poder y actividades
políticas y económicas relevantes para el colectivo humano estudiado”.

[5] José del Valle y Luis Gabriel Stheeman (2004: 246) señalan en relación
con los acuerdos con esta empresa: “El 26 de julio de 2000, El País informaba
que la multinacional española había aceptado darle quinientos millones de
pesetas al Cervantes para la promoción de la lengua española en Internet.
Esta generosa donación, sospechamos, algo tendrá que ver con el hecho de
que Telefónica ‘controla una de cada cuatro líneas telefónicas en
Latinoamérica (The Washington Post, 14/02/00). Aquí ganan todos. Gracias a
la contribución de Telefónica, el Cervantes puede promover el crecimiento y
protagonismo del español en Internet y consolidar así su prestigio
internacional; gracias al Cervantes y su promoción del español como
elemento constitutivo de la comunidad hispánica, Telefónica puede presentar
su intervención en Latinoamérica como legítima”

[6] Este resalte, como los que aparecen en el resto del artículo, han sido
realizados por mí.

[7] Es ilustradora al respecto la información que suministra Néstor García


Canclini (1999: 15): “la industria editorial está organizada por empresas
transnacionales, que agrupan sus catálogos y la distribución en regiones
lingüísticas. Donde se ve más efectiva la globalización es en el mundo
audiovisual: música, cine, televisión, informática están siendo reordenados,
desde unas pocas empresas, para ser difundidos a todo el planeta”. El mismo
autor afirma (García Canclini, 2004: 196) que “muchas discográficas de
Argentina, México, Brasil, Colombia y Venezuela cierran y entregan sus
catálogos a transnacionales con sede en Miami […] Desde la década de 1990,
cinco empresas transnacionales se apropiaron del 96% del mercado mundial
de música: EMI, Warner, Sony, Universal Polygram y Phillips”.

[8] A algunos aspectos de estas transformaciones me referí en: Arnoux,


2003.

[9] Hice su presentación en relación con la problemática de las gramáticas de


área en: Arnoux, 2001.

[10] Son palabras de Juan Luis Cebrián en el congreso de Rosario.

[11] García Canclini (1999: 151) señala: “Por comunidad lingüística y de


historia cultural, cuando a mediados de la década de los setenta [...] comenzó
a favorecerse legalmente la inversión extranjera y decayeron las ventas en
América Latina, fueron las empresas españolas las que comenzaron a
apoderarse de la producción, no las estadounidenses. Luego, la dependencia
latinoamericana se trasladó a otros países europeos cuando Mondadori
compró Grijalbo, Planeta a Ariel y Seix Barral, Bertelsmann a Sudamericana”.
Más adelante da los siguientes datos: “Argentina y México producen
alrededor de 10.000 títulos por año, en tanto España supera los 60.000. La
exportación de libros y revistas españoles generó 55.000 millones de pesetas,
aproximadamente cuatro veces más que las exportaciones audiovisuales de
toda América Latina en el mismo año”.

[12] Al comentar la ley que establece la obligatoriedad de ofrecer clases de


español en los veinte mil institutos de enseñanza secundaria de Brasil, el
presidente de la Comisión de Educación del Congreso, Carlos Abicalil, señaló:
“La lengua española es de máxima importancia para Brasil, y la enseñanza de
la misma favorecerá, además de los asuntos económicos, las relaciones
culturales de Brasil con todos los países próximos, ya que somos el único de
América que habla portugués” (ABC, 08/07/2005).

[13] García Canclini (1999) señala que “el Tratado de Libre Comercio entre
México, Estados Unidos y Canadá, aunque no incluyó específicamente el tema
editorial, creó condiciones para que McGraw-Hill y Prentice Hall entraran al
mercado mexicano con diccionarios, libros de texto de secundaria, para
universidades, y otros de ‘superación personal’”.

[14] Citado por Del Valle y Stheeman (2004:230).

[15] Ernest Renan (1882) señala que el “principio espiritual” que constituye
la nación reside en la “posesión en común de un rico legado de recuerdos” y
en la “voluntad de conservar indivisa la herencia que se recibió”.
[16] La distinción que este establece entre “sociedad” y “comunidad” en su
obra de 1887 (citada por la edición francesa de 1977) ha sido retomada por
diversos autores, entre otros Otto Bauer (1978, 1° edición, 1908), para
caracterizar a la nación.

[17] Edgar Morin (1987) se detiene en ese componente matri-patriótico de la


ideología nacional.

[18] Adolfo Constela, en Rosario, cuestionó esta asimilación del “mestizaje


racial al cultural”.

You might also like