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Ricardo Anaya: tecnocracia pesimista

Fuente: Foreign Affairs Latinoamérica (revista del ITAM)

Ricardo Anaya milita en el Partido Acción Nacional (PAN) desde 2000. Incluso antes de esa
fecha, con 19 años, ya era director del Instituto Municipal de la Juventud en el municipio de
Querétaro. Anaya es un político profesional que ha conseguido escalar rápidamente en la
jerarquía del PAN. A pesar de nunca haber ganado un cargo de elección popular, logró ser
diputado federal por la vía plurinominal y presidente de su partido. Si ganara las elecciones en
2018, sería el presidente más joven desde 1859.

La imparable ambición política del candidato ha sido fuertemente criticada por militantes
de Acción Nacional. Desde 2016 su antecesor en la presidencia del PAN lo acusó de haber
secuestrado al partido para impulsar su candidatura. El fuerte particularismo se traduce en
traiciones. Cuadros importantes dentro del PAN, en ellos el expresidente Felipe Calderón, lo
acusan de abusar del poder y de cancelar la vida democrática del partido.

El origen del conflicto es la creación del coalición Por México al Frente —integrada por el
PAN, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC). La
coalición es la gran apuesta de Anaya. La intención es repetir la fórmula que ha logrado sacar al
PRI de algunas gubernaturas y consolidarla con las nuevas herramientas que, desde la reforma
de 2014, otorga la Constitución. Ricardo Anaya ha dejado clara su intención de “dar a México el
primer gobierno de coalición en su historia”. Al ser el líder del partido mayoritario y principal
impulsor de la iniciativa, su candidatura estaba garantizada. Dentro del PAN la disidencia se
exacerbó por la negativa de Anaya de abrir la elección a la ciudadanía.

El candidato del Frente Por México es un tecnócrata moderno. Recientemente se reunió


por segunda ocasión con Angela Merkel donde afirmó que “en México, como en Alemania, el
gobierno de coalición traerá desarrollo y bienestar”. El candidato estudia casos de éxito en otros
países y busca impulsar su aplicación en México. Siguiendo esta lógica, Anaya propone políticas
novedosas como el ingreso básico universal y rechaza la actual estrategia de seguridad, a pesar
de haber sido implementada por un presidente de su propio partido.

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Anaya no deja que lo aten las cadenas de los malos manejos de su partido. Ha criticado
abiertamente a los dos expresidentes panistas. Al primero, Vicente Fox, por desaprovechar la
oportunidad histórica de romper los pactos de impunidad y al segundo, por triplicar el gasto en
seguridad y entregar resultados fallidos. Sin embargo, las criticas más feroces las reserva para el
PRI. El candidato es claramente antisistema. Su alianza con partidos ideológicamente opuestos
la justifica con la necesidad imperante de realizar un cambio de régimen.

Su campaña ha sido la más brutalmente atacada por el gobierno. La medalla más brillante
que se cuelga el candidato del Frente es su incansable lucha contra la corrupción. Es por este
flanco que su candidatura sangra y la herida se ha reflejado en las encuestas. La Procuraduría
General de la República (PGR) lo ligó con una operación de triangulación de recursos para
lavado de dinero. Una empresa de Anaya adquirió un terreno propiedad de un empresario en 10
millones de pesos, para después vendérselo al mismo empresario a 54 millones de pesos; previa
triangulación de recursos a través de empresas fantasma. Anaya justifica el estratosférico
aumento de valor por la construcción de una nave industrial y alega que no es su responsabilidad
conocer los manejos irregulares de quienes realizaron la operación de compra. Ha repetido hasta
el cansancio que pagó sus impuestos y acudió a un notario.

Si bien el enriquecimiento de Anaya en general y la investigación en curso en particular, han


generado sospechas entre sus críticos, la PGR no ha procedido en su contra. Lo que sí ha
sucedido es lo que 58 académicos e intelectuales denunciaron, en una carta dirigida a Peña Nieto,
como el uso político de la justicia. Reiteran que de ninguna manera apoyan la candidatura de
Anaya; sin embargo, manifiestan una preocupación fundada en el uso del poder del Estado para
incidir en el destino de los comicios.

La PGR difundió un video, grabado por una cámara de seguridad dentro de sus
instalaciones, en el que se escucha un insulto proveniente del grupo de Anaya y dirigido a uno
de sus funcionarios. Después se demostró que la voz no era la del candidato, pero el uso faccioso
de la institución para intentar desprestigiarlo fue ferozmente criticado. A la violación a la
privacidad hay que añadir la inusitada celeridad de una institución que, desde 2012, tiene abiertas
21 averiguaciones previas relacionadas con desvíos millonarios de recursos públicos.

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