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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA
GRADO EN PSICOLOGÍA
TRABAJO FIN DE GRADO

“PROPUESTAS DE INTERVENCIÓN PARA EL


ABORDAJE DEL ABUSO SEXUAL”

Autor: Teresa Hernández Iglesias

Tutor: María Pilar Quiroga Méndez

SALAMANCA, 2016

Universidad Pontificia de Salamanca


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RESUMEN
El abuso sexual infantil es una cuestión que preocupa cada vez más a la sociedad y
puede darse en el núcleo familiar o fuera de éste. Las víctimas pueden sufrir
desórdenes tanto a nivel emocional, sexual, comportamental, y/o social. Asimismo,
repercusiones que conlleva el abuso sexual responden a distintos modelos explicativos
(de estrés postraumático, traumatogénico y ecológico). Para su abordaje se realiza
una revisión crítica de las diferentes propuestas de intervención en función de la etapa
del ciclo vital en el que se encuentre el individuo, así como de la corrientes psicológicas
existentes (terapia sistémica, cognitivo conductual, gestáltica…).

Palabras clave: maltrato infantil, abuso sexual infantil, estrés postraumático, terapias
de intervención y repercusiones.

ABSTRACT
Sexual abuse is a problem that commonly affects and worries society nowadays. It can
be given within or outside family nucleus, and on the other hand it can take place with
or without physical contact. Victims can suffer from several types of dysfunctions such
as sexual, behavioral, social and/or emotional. These mentioned dysfunctions can be
explained under different models (posttraumatic stress, traumatogenic and ecologic).
To minimize the effects derived from sexual abuse, a wide variety of therapies have
been developed, depending not only on the stage of the life cycle in which the
individual is but also in the existing psychological currents (systemic therapy, cognitive
behavioral, gestalt…).

Key words: child abuse, sexual abuse, posttraumatic stress, intervention therapies and
effects.

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1. INTRODUCCIÓN ................................................................................................. 6

2. CONCEPTUALIZACIÓN DEL MALTRATO INFANTIL ................................................ 7

2.1. Tipos de Maltrato Infantil .................................................................................. 8

2.2. Características del agresor y la víctima según el tipo de Maltrato Infantil ..... 10

2.3. Otros tipos de maltratos, más específicos y singulares ................................... 13

2.3.2. Maltrato Institucional ............................................................................... 14

2.3.3. Síndrome de Münchausen por poderes ................................................... 14

2.3.4. Maltrato perinatal .................................................................................... 14

2.4. Definición y tipos de abuso sexual................................................................... 15

2.5. Consecuencias a corto plazo ............................................................................ 16

2.6. Consecuencias a largo plazo ............................................................................ 17

2.7. Consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil ............................... 17

2.7.1. Alteraciones neuroendocrinas ................................................................. 19

2.7.2. Alteraciones estructurales ........................................................................ 19

2.7.3. Alteraciones funcionales .......................................................................... 21

2.7.4. Alteraciones neuropsicológicas ................................................................ 21

3. LAS REPERCUSIONES PSICOLÓGICAS DEL ABUSO SEXUAL: MODELOS


EXPLICATIVOS ........................................................................................................ 23

3.1. Modelo del trastorno de estrés postraumático .............................................. 23

3.2. Modelo traumatogénico .................................................................................. 24

3.2.1. Sexualización traumática .......................................................................... 24

3.2.2. Traición o pérdida de confianza: .............................................................. 24

3.2.3. Indefensión ............................................................................................... 25

3.2.4. Estigmatización ......................................................................................... 25

3.3. Modelo ecológico............................................................................................. 25

3.3.3. Exosistema ................................................................................................ 26


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3.3.4. Macrosistema ........................................................................................... 26

4. REVISIÓN CRÍTICA DE LAS PROPUESTAS DE INTERVENCIÓN EXISTENTES ........... 27

4.1. Terapia cognitivo conductual focalizada en el trauma TF-CBT........................ 27

4.2. Terapia con niños y adolescentes que abusan ................................................ 33

4.3. Terapia familiar en abuso sexual intrafamiliar ................................................ 36

4.3.1. Terapia con la familia en la que se da el abuso sexual ............................. 36

4.3.2. Terapia familiar con niños que abusan sexualmente ............................... 37

4.4. Desensibilización a través de movimientos oculares y reprocesamiento


EMDR….………………………………………………………………………………………………………………….38

4.5. Terapia del apego, autorregulación y competencia ........................................ 40

4.6. Hipnoterapia y Terapia Breve centrada en soluciones aplicada a síntomas por


abuso sexual infantil ................................................................................................... 41

4.7. Terapia Gestalt con sobrevivientes del abuso sexual infantil ......................... 47

5. CONCLUSIONES .................................................................................................. 54

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1. INTRODUCCIÓN

El maltrato infantil es un problema universal que cada vez tiene más incidencia
en una sociedad que no es consciente de su aumento. Existen diversos tipos de
maltrato infantil, el más difícil de detectar (porque en la mayoría de las ocasiones no
presenta lesiones visibles, como puede ser el maltrato físico) es el abuso sexual. Esto
se debe al tiempo que tardan los menores en revelar el abuso que están sufriendo,
puesto que son chantajeados por sus agresores y al mismo tiempo, se sienten
culpables por temor a la respuesta familiar. A esto se une que la mayor de parte de los
abusos a menores se dan dentro de este núcleo, lo que dificulta su confesión. Las
repercusiones del abuso sexual afectan negativamente a todas las áreas vitales del
niño, es decir, a su desarrollo emocional, sexual, conductual y social.

El abuso sexual provoca síntomas graves y dificultades constantes (problemas


de sueño, conductas autolesivas, hipersexualización, retraimiento social, baja
autoestima…) que desencadenan un grave impacto en el bienestar psíquico de las
personas que lo sufren, además de problemas relacionales y sociales. Sin embargo, el
cuadro clínico más frecuente es el trastorno de estrés postraumático, que puede
aparecer durante la experiencia abusiva (en la infancia), o bien tras un periodo de
tiempo una vez finalizado dicho suceso (en la vida adulta).

He querido enfocar este trabajo en los diferentes modos de intervención en


abuso sexual, puesto que en la literatura existente aparece información acerca de su
descripción y conceptualización, pero muy poca sobre el abordaje psicológico que
conlleva. Las terapias con quienes han vivido este tipo de situaciones traumáticas
requieren de intervenciones específicas que no incluyan únicamente la narración
verbal, pues eso aumenta su malestar. Por otro lado, no hay que olvidar que en la
infancia, el niño comienza a elaborar la percepción que tiene de sí mismo, de los
demás y del mundo, por lo que una intervención temprana minimizará el impacto que
genera el abuso sexual.

Finalmente, pretendo acercar al lector a la dura realidad en la que están


inmersas estas personas. Hay que seguir avanzando y redefiniendo objetivos, siendo

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conscientes de que aún queda mucho por hacer, ya que el abuso sexual es un
problema pendiente de resolución en nuestra sociedad.

2. CONCEPTUALIZACIÓN DEL MALTRATO INFANTIL


Según la Organización Mundial de la Salud el Maltrato Infantil es definido como:

Los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e


incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual,
desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o
puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en
peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad,
confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a
veces entre las formas de maltrato infantil (OMS, 2014)

Los datos del 2014 indican que: una cuarta parte de todos los adultos
manifiestan haber sufrido maltratos físicos de niños, una de cada 5 mujeres y 1 de
cada 13 hombres exponen haber vivido abusos sexuales durante la infancia (OMS,
2014). La Fundación ANAR es una ONG que trabaja y lucha por los derechos de la
infancia y se pone en disposición para todas aquellas personas que necesiten ayuda
psicológica, social y jurídica. Los datos que recoge provienen de las comunidades
autónomas, las administraciones y las llamadas gratuitas que ofrece (ANAR, 2012).

En 2012, España ha sufrido la mayor oleada de casos de violencia contra la


infancia con un 13,6% respecto al año anterior. El informe difundido revela que,
durante el año 2012, atendió los casos de 1.778 niños y adolescentes víctimas
de violencia, en su mayoría, por maltrato físico (28,7%); violencia escolar
(15,5%); maltrato psicológico (14,7%); abandono (12,4%); abuso sexual (11,5%);
agresiones extrafamiliares (7,6%); violencia de género (6,9%), ciberacoso
(1,5%); pornografía infantil (0,8%) y maltrato institucional (0,4%). Es importante
tener en cuenta que el 43,5% de los menores han sufrido algún tipo de
violencia durante más de un año, y un 46% diariamente. Tomás Lagunas,
director general de la organización comunica que ese año hubo un total de
13.106 derivaciones a recursos de ámbito jurídico y social y 428 casos en lo que

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se tuvo que intervenir urgentemente por el riesgo grave que corrían los
menores (ANAR, 2012, p. 1)

Según Benjamín Ballesteros, director de la fundación, la principal causa que ha


incrementado la violencia contra la infancia en los últimos años ha sido la aparición de
la crisis económica y sus consecuencias (el paro prolongado, los impagos continuados,
los desahucios, la hipoteca…). Además, el silencio que se guarda alrededor de ella,
donde hoy en día todavía se tolera (ANAR, 2012).

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) propone la siguiente definición de


maltrato infantil:

“Todo acto u omisión encaminado a hacer daño aun sin esta intención pero que
perjudique el desarrollo normal del menor” (citado en Santana, Sánchez y Herrera,
1998, p 2).

Está presente en ámbitos social, institucional e incluso familiar, no acepta soluciones


simples ya que se trata de un problema complejo. Es por ello que, exige la
implantación de medidas de protección y prevención que reduzcan la incidencia de
este fenómeno. El maltrato no es un acto singular, sino que sigue un proceso largo en
el que interactúan variedad de factores, y en determinadas situaciones dará lugar a
uno o más tipos de maltrato, alterando el desarrollo físico psíquico y/o social del
menor (Herrera Garzón, 2015).

2.1. Tipos de Maltrato Infantil

Tanto el abuso sexual, el abuso físico, la negligencia y el abuso psicológico, son formas
clínicas de presentación de Maltrato Infantil, sus definiciones son las siguientes:

2.1.1. Maltrato físico infantil


El maltrato físico es una lesión no accidental infringida a un niño, que puede ir
desde pequeños hematomas hasta fracturas graves o la muerte, resultante de
darle un puñetazo, un golpe, una patada, un mordisco, zarandearlo, empujarlo,
apuñalarlo, ahogarlo, pegarle (con la mano, con un palo, con una correa o con
otro objeto), quemarlo o lesionarlo con cualquier otro método, por parte de un
progenitor, un cuidador, o cualquier otro individuo que tenga responsabilidad
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sobre ese niño. Estas lesiones se consideran maltrato, independientemente de
si había intención de herir al niño. La disciplina física, como una zurra o con una
bofetada no se considera maltrato mientras sea razonable y no provoque
ninguna lesión física al niño.
2.1.2. Abuso sexual infantil
Los abusos sexuales a niños incluyen cualquier tipo de actividad sexual con un
niño que esté destinada a proporcionar una satisfacción sexual a uno de los
padres, un cuidador o cualquier otro individuo que tenga alguna
responsabilidad sobre el niño. Los abusos sexuales incluyen actividades tales
como acaricias en los genitales del niño, penetración, incesto, violación,
sodomización y excibicionismo indecente. También se incluye como abuso
sexual cualquier explotación del niño, sin necesidad de contacto, por parte de
un progenitor o cuidador; por ejemplo, obligando, engañando, atrayendo,
amenazando o presionando al niño para que participe en actos de satisfacción
sexual a terceros, sin contacto físico directo entre el niño y su agresor.
2.1.3. Negligencia infantil o abandono físico
La negligencia infantil o abandono físico se define como cualquier acto atroz u
omisión por parte de un progenitor o cuidador, confirmado o sospechado, que
prive al niño de alguna necesidad básica correspondiente a su edad y que en
consecuencia provoque o genere una probabilidad razonable de provocar un
daño físico o psicológico en el niño. La negligencia infantil incluye el abandono,
la falta de supervisión adecuada, la falta de atención a las necesidades
emocionales o psicológicas y el hecho de no proporcionar la necesaria
educación, asistencia médica, nutrición, residencia o vestido.
2.1.4. Maltrato psicológico infantil
El maltrato psicológico infantil consiste en actos no accidentales, verbales o
simbólicos, realizados por un progenitor o un cuidador de un niño que
provoquen o generen una probabilidad razonable de causar un daño
psicológico en el niño. (En esta categoría no se incluyen el maltrato físico ni los
abusos sexuales). Entre los ejemplos de maltrato psicológico infantil cabe citar,
amonestar, menospreciar o humillar al niño, amenazarlo, quitarle o hacerle
abandonar – o decirle que le van a quitar o hacer abandonar– a personas o

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cosas que el niño quiere, recluirlo (por ejemplo atándolo de pies o de manos, o
atándolo a un mueble o a cualquier otro objeto, o encerrarlo en un espacio
demasiado pequeño, convertirlo en chivo expiatorio, obligarlo a autolesiones y
aplicarle una disciplina excesiva (por ejemplo con una frecuencia o duración
extremadamente elevadas, incluso sin llegar al nivel de maltrato físico) con
medios físicos o no físicos (Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos del
DSM 5, 2013, p. 399-402).

2.1.5. Abandono o negligencia emocional

Es otro tipo de maltrato, el cual se define como aquella situación en la que el


menor experimenta “falta persistente de respuesta a las señales (llanto, sonrisa),
expresiones emocionales y conductas procuradoras de proximidad e interacción
iniciales por el niño y la falta de iniciativa de interacción y contacto por parte de una
figura adulta estable” (Horno, Santos y Molino, 2001, p.15).

La falta de cuidados al menor en los campos educativos, familiares, médicos…y


en la sociedad en general pueden potenciar timidez, falta de iniciática, incapacidad
para la toma de decisiones, falta de voluntad como consecuencia de no haber contado
con un apoyo y un cuidado afectivo por parte de las personas responsables de su
atención (Horno, Santos y Molino, 2001)

El abandono guarda relación con “la falta de protección y cuidado mínimo por
parte de quienes tienen el deber de hacerlo y las condiciones para ello. Existe
negligencia cuando los responsables de cubrir las necesidades básicas de los niños no
lo hacen” (UNICEF, 2016).

2.2. Características del agresor y la víctima según el tipo de Maltrato


Infantil

Existen dos requisitos necesarios para que el agresor efectúe el abuso: en


primer lugar que el abusador se excite sexualmente ante los niños y en segundo lugar
que quiera actuar estimulado por esa excitación. Parece raro que los adultos sientan
atracción sexual por los niños, pero Briere y Runtz (1989) realizaron un estudio en
varones universitarios y se demostraron la existencia de esta atracción en el 21% de
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los mismos (citado en Figuero y Otero, 2005). El maltratador efectúa la agresión hacia
el menor por diversos disparadores estresantes, como es por ejemplo: un divorcio, un
despido en el trabajo, problemas económicos, etc. Las características del agresor
suelen ser: autoestima baja, depresivo, ansioso, con tendencia a la neurosis y al
consumo de drogas y alcohol, con una percepción inadecuada de la figura que
representa el menor y posiblemente con probabilidad de que haber sido víctima de
maltrato en su infancia. En la siguiente tabla se representan las características de los
agresores según el tipo de maltrato que cometen (Santana, Sánchez y Herrera, 1998).

Tabla 1
Características particulares y generales del agresor. Adaptado de Santana, Sánchez y Herrera (1998).

TIPO DE CARACTERÍSTICAS PARTICULARES DEL CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL


MALTRATO AGRESOR AGRESOR

Incapaces de controlar sus impulsos, Frustración, hostilidad, alto potencial


se observa enojados, al más mínimo de agresión, posiblemente
Maltrato físico estímulo responden con agresión antecedente de haber sido
física, hábitos de crianza autoritarios y maltratado, perfil psicopatológico
severos, justifica las lesiones y (trastorno mental, abuso de
percepción negativa del niño sustancias…

Apático, desinteresado, ve al menor Problemas de relación de pareja y


Negligencia o como una carga. Pertenencia a un económicos, existencia de un cuadro
Abandono físico entorno familiar altamente conflictivo, patológico o retraso mental.
exceso de vida social o profesional.
Exceso de regalos o dinero para
compensar su negligencia.

Es rechazante, poco tolerante, no


presta atención, no dedica tiempo al Tiende frecuentemente a la depresión
Maltrato niño, intimida o aterroriza al menor, y con probablemente tienda al abuso
emocional aísla y priva de otros contactos de sustancias
sociales al niño, lo ignora y
menosprecia. Se muestra pasivo o
extremadamente exigente.

Negligencia o Desinterés y apatía por el niño, exceso No acude a las llamas de atención del
Abandono de vida social o profesional niño
emocional

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En la siguiente tabla se muestran las necesidades que el maltratador ha vulnerado y los
indicadores visibles que muestra el niño a manos de éste.

Tabla 2
Indicadores y necesidades de la víctima. Adaptado de Comeche y Vallejo (2012).

TIPO DE INDICADORES DE LA VÍCTIMA NECESIDADES


MALTRATO VULNERADAS
Lesiones (hematomas, quemaduras, fracturas, heridas) en Necesidades físico
lugares poco comunes. Desconfianza con otros adultos biológicas (alimentación,
Maltrato incluidos sus padres; sentimiento de rechazo; baja autoestima; temperatura, higiene,
físico retraimiento o agresividad; vestimenta o ropas que cubren sueño, actividad física,
lesiones. Ingresos frecuentes a hospital por lesiones cuya causa protección, salud)
no es clara

Suciedad, hambre, cansancio, descuido en la alimentación y las Necesidades físico


necesidades médicas, accidentes domésticos reiterados, tiempo biológicas; necesidades
Negligencia prolongado sin la supervisión de un adulto. Absentismo escolar, cognitivas (estimulación
o fugas de casa, robo, permanencia prolongada en lugares sensorial e intelectual,
Abandono públicos, desconfianza, manifestaciones afectivas extremas y comprensión de la
físico diversas conductas exteriorizadas realidad); necesidades
emocionales y sociales
(seguridad emocional, red
social, participación,
autonomía, expresión
emocional, interacción
lúdica)
Retraimiento, inhibición, excesiva condescendencia y pasividad.
Maltrato Comportamientos agresivos extremos; excesivas muestras de Necesidades emocionales
emocional madurez e inmadurez; conductas autodestructivas o suicidas. y sociales.
Retraso intelectual.

A partir de los 4 meses: Expresión de mirada perdida.


A partir de los 5 meses: No reacciona a la voz, no responde al
abrazo, no distingue a su madre mediante la sonrisa.
A partir de los 7 meses: Al mostrarle objetos, no los intenta
coger
A partir de los 8 meses: irritabilidad permanente
Negligencia A partir de los 10 meses: No balbucea
o abandono A partir de los 11 meses: (Niños y niñas tímidos/as, Necesidades emocionales
emocional asustadizos/as, pasivos/as y sociales
A partir del primer año: No llora cuando la madre lo deja y se
queda con extraños, no reconoce su nombre, no imita gestos
sencillos No reconoce cuando llaman al papá o mamá y no los
busca.
A partir del segundo año: No señala partes de su cuerpo cuando
se le indica, no identifica objetos dibujados, comportamientos
negativistas.
A partir de los 4 años: no reproduce secuencias de la vida diaria
en el juego, no realiza un juego interactivo.

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2.3. Otros tipos de maltratos, más específicos y singulares

2.3.1. Síndrome de Alienación Parental

Gardner (1985) es quien define por primera vez el Síndrome de Alienación


Parental (S.A.P) lo define como un desorden que surge en el contexto de las
discusiones acerca de la custodia de los niños. Se presenta con una campaña de
difamación contra uno de los padres por parte del hijo, la cual ha surgido sin ningún
motivo aparente y sin justificación alguna. Este fenómeno es producto de la
combinación del sistemático adoctrinamiento (lavado de cerebro) de uno de los padres
y de la propia contribución del hijo a la denigración del padre rechazado. El SAP se ha
introducido en la justicia con el argumento de tratarse de un trastorno psicopatológico
nuevo. Su aparición, al igual que la describió Gardner en el contexto de los EE.UU. en
1985, coincide con el reclamo de la custodia compartida (Ley 15/2005) (Escudero,
Aguilar y Cruz, 2008).

El problema surge no por poner un final en la vida compartida de los padres, sino
cuándo el trámite de separación afecta y se ven involucrados los hijos. “En los casos en
que hay evidencia de abuso o negligencia, la animadversión del niño está justificada y,
por tanto, la explicación de su hostilidad mediante este síndrome no es aplicable”
(Bolaños, 2002, p.4).

Echeburúa y Corral (2006) describe el abuso sexual infantil como una


experiencia traumática que interfiere en el desarrollo físico y psicológico del menor.
Sin embargo en ocasiones el tardío reconocimiento del problema, la ocultación del
mismo, la falta de información, han producido la existencia de falsas creencias sobre
el abuso sexual, y en ocasiones se ha confundido como un caso de síndrome de
alienación parental, especialmente si estos síntomas (sensación de shock y confusión,
de miedo intenso, sentimientos de abandono y culpabilidad, rechazo, impotencia,
indefensión, inseguridad, estados de ansiedad y depresión, conductas regresivas,
disruptivas y problemas escolares) aparecen en una situación de divorcio. Wakefield y
Underwager (1991) observan que en los casos de abuso sexual infantil en un contexto
de separación o divorcio se dan diferentes situaciones a valorar: a) es posible que el
descubrimiento del abuso sexual sea precisamente la causa del divorcio y del conflicto

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interparental; b) posiblemente haya ocurrido un abuso crónico que ha emergido en el
contexto del divorcio. Por ejemplo, porque hasta entonces el menor abusado no ha
querido descubrir el abuso por miedo a que se disolviera la familia, o porque con el
divorcio se ve libre de la amenaza del abusador, o porque puede temer quedarse a
solas con el progenitor abusador durante las visitas; c) por último, puede que la
separación de la pareja haya precipitado el abuso. Por ejemplo, un progenitor
emocionalmente dañado por la disolución de la pareja, puede buscar apoyo en el
menor, y su interacción puede adquirir progresivamente una naturaleza sexualizada; o
puede que un progenitor resentido abuse del menor como venganza contra su ex-
pareja, o que el estrés del divorcio produzca una conducta más impulsiva en el adulto
abusador.

2.3.2. Maltrato Institucional

Cualquier legislación, programa, o procedimiento, ya sea por acción o por


omisión, procedente de los poderes públicos o privados y de la actuación de los
profesionales al amparo en el marco de la institución, que vulnere los derechos básicos
del menor, con o sin contacto directo con el niño. Se incluye la falta de agilidad en la
adopción de medidas de protección o recursos (Horno, Santon, y Molino, 2001, p. 16).

2.3.3. Síndrome de Münchausen por poderes

Es un cuadro patológico en el que el padre o la madre (generalmente, las


madres) someten al hijo a continuos ingresos y exámenes médicos, declarando
síntomas físicos patológicos, para hacerle pasar constantemente por enfermo. Las
causas por los cuales el progenitor realiza lesiones a su hijo, pueden verse motivadas
por el logro de determinados objetivos. La sintomatología puede ser inventada o
provocada de forma activa por el adulto. Si la situación llega a límites extremos, puede
incluso darse la muerte del menor sino reciben tratamiento adecuado (Calzada Reyes,
2004)

2.3.4. Maltrato perinatal

Calzada Reyes (2004) lo define como la falta de cuidado, por acción u omisión,
del cuerpo de la futura madre y/o autosuministro de sustancias o drogas, de forma
consciente, que pueden perjudicar al feto del cual es portadora.

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2.4. Definición y tipos de abuso sexual

Según Barudy (citado en Tapia, Rojo y Bascuñán, 2004) el abuso sexual es:

Cualquier clase de contacto sexual con una persona menor de 18 años, por
parte de un adulto, desde una posición de poder o autoridad sobre el niño. El
abuso sexual corresponde a un tipo de maltrato activo llamado también
violencia sexual, en donde el mensaje del maltratador es transmitido por los
comportamientos sexuales del adulto, lo cual constituye un profundo y gran
atentado contra la integridad física y/o psicológica de las víctimas ,
comparables con la tentativa de asesinato moral de los niños (p.41).

Cárceles (2009) lo define como:

Cualquier acción de un familiar que involucre a un menor en actividades de


índole sexual. Dentro de este grupo diferenciamos las acciones que incluyen
contacto físico de aquellas otras que carecen de este elemento. Dentro de esta
tipología se citan el incesto (familiares cercanos), estimulación sexual
(tocamientos, masturbación), vejaciones, violación, exhibicionismo, explotación
sexual (pornografía infantil, prostitución), etc (p.214).

Es necesario tener en cuenta dos aspectos para poder especificar una práctica
de abuso sexual infantil. En primer lugar, la relación de desigualdad entre el agresor y
la víctima, es decir la diferencia de edad, madurez y poder ante el otro. Y en segundo
lugar, el uso libre del menor como objeto sexual (mantener contactos para satisfacer
sexualmente al agresor o a un tercero) (Cárceles, 2009). Loredo (2004. En Flórez, 2012)
señala la existencia de dos tipos de abuso sexual, el intrafamiliar (aquel que se da
dentro de la familia) y el extrafamiliar (aquel que se da fuera del contexto familiar).
Dentro del abuso intrafamiliar, existen factores que incrementan la posibilidad de
abuso, en concreto el incesto y es la presencia de una “madrastra” o un “padrastro” en
la familia nuclear, la desintegración de la familia, la “ausencia” de los progenitores…En
lo que respecta al abuso extrafamiliar, puede ocurrir en diversos escenarios de la
víctima como son: la escuela, clases particulares, barrios, parques, etc.

Echeburúa y Guerricaechevarría (2000) (citado en Flórez, 2012) describen dos formas


de acto sexual abusivo: uno que incluye el contacto físico con el menor (tocamientos,
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masturbación, penetración anal y/o vaginal, contacto bucogenitales, etc) y aquel que
no incluye contacto físico (exhibicionismo, masturbación delante del niño, exposición
a imágenes pornográficas, voyeurismo, etc).

2.5. Consecuencias a corto plazo

Los efectos a corto plazo dependen de la edad en la que el menor es víctima


del abuso, del grado de sentimiento de culpa y estigmatización, así como la
revictimización que sufre por parte de su entorno. No es posible generalizar el tipo de
consecuencias en las víctimas de abuso sexual, ya que se presentan multitud de
variables situacionales (entre ellas el tipo de agresor), así como las estrategias de
afrontamiento personales (Cárceles, 2009).

Tabla 3
Consecuencias a corto plazo más significativas del abuso sexual infantil y en adolescentes. Adaptado de
Flórez (2012, p. 173)

Tipos de efectos Síntomas

Problemas de sueño (pesadillas), cambios en los hábitos de comida


FÍSICOS y pérdida de control de esfínteres.

Consumo de drogas o alcohol, huidas del hogar, conductas


CONDUCTUALES autolesivas o suicidas, hiperactividad y bajo rendimiento
académico.

Miedo generalizado, hostilidad, agresividad, culpa y vergüenza,


depresión y ansiedad, baja autoestima, sentimientos de
EMOCIONALES estigmatización, rechazo del cuerpo, desconfianza, rencor hacia los
adultos y TEPT.

Conocimiento sexual precoz o inapropiado para su edad,


masturbación compulsiva, excesiva curiosidad sexual, conductas
SEXUALES exhibicionistas y problemas de identidad sexual.

Déficit en habilidades sociales, retraimiento social, conductas


SOCIALES antisociales.

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2.6. Consecuencias a largo plazo

Las secuelas a largo plazo suponen multitud de problemas sociales,


psicológicos, emocionales, sexuales y comportamentales en la edad adulta, aunque si
es cierto que no todas las víctimas de abuso sexual infantil muestran un daño
significativo posterior

Tabla 4
Consecuencias a largo plazo más significativas del abuso sexual infantil y en adolescentes. Adaptado de
Flórez (2012. p. 175) y Beltrán (2010. p. 193-194)

Tipos de efectos Síntomas


Dolores crónicos generales, hipocondría y trastorno de somatización, alteraciones
FÍSICOS del sueño (pesadillas), problemas gastrointestinales, desórdenes alimenticios
(especialmente bulimia) y desórdenes ginecológicos.
Intentos de suicido, consumo de drogas y/o alcohol, trastorno disociativo de
CONDUCTUALES identidad (personalidad múltiple), trastorno de conversión, hostilidad y crisis
convulsivas no epilépticas.
Trastorno depresivo y bipolar, síntomas y trastornos de ansiedad, trastorno por
EMOCIONALES estrés postraumático, baja autoestima, alexitimia, trastorno límite de personalidad y
conductas autodestructivas
Fobias o aversiones sexuales, falta de satisfacción sexual, alteraciones en la
motivación sexual, trastornos de la activación sexual y del orgasmo, maternidad
SEXUALES temprana, prostitución (hipersexualización), revictimización y creencia de ser
valorado por los demás por el sexo.
Problemas en las relacione interpersonales, aislamiento y dificultades en la
SOCIALES educación de los hijos.

2.7. Consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil

En las últimas décadas se ha producido un creciente interés profesional sobre


las consecuencias psicológicas, sociales y físicas del abuso sexual. Noemí Pereda y
David Gallardo-Pujol (2010) cuando publican una revisión bibliográfica sobre las
consecuencias que produce este tipo de maltrato infantil, en las áreas neurobiológicas
y neurofisiológicas. Numerosas investigaciones de Kendall-Tackett, Meyer y Finkelhor
prueban la existencia de consecuencias que afectan a todas las áreas de la vida de la
víctima, tanto en la edad infantil como en la edad adulta. Asimismo, los trabajos

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relacionados con el tema describen que no consta un síntoma único, sino una gran
combinación de los mismos e incluso la ausencia total. Por lo que, existe una dificultad
a la hora de hablar de un síndrome que englobe los problemas físicos, emocionales,
cognitivos y sociales que se relacionan con la experiencia del abuso sexual (citado en
Pereda Y Gallardo-Pujol, 2011).

Una de las áreas de estudio actual es la relacionada con las secuelas


neurobiológicas que provoca un suceso abusivo, centrándose en el eje hipotalámico-
hipofisario-adrenal, cuya función esencial es la regulación de la respuesta al estrés
(Penza, Heim y Nemeroff, 2003). De Kloet, Vreugdenhill, Oitzi et al (1998) y Nemeroff
(2004) afirman la existencia de una etapa crítica en el desarrollo de los sujetos, en la
que un suceso cargado de estrés puede conllevar alteraciones neurobiológicas
permanentes o duraderas en el tiempo, aumentando la posibilidad de desarrollar
trastornos del estado de ánimo y de ansiedad como respuesta a estresores de la vida
adulta del individuo (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011).

Esta perspectiva se relaciona con la alostasis, la cual se define como:

El nivel de actividad necesario del organismo para mantener la estabilidad en


ambientes en constante cambio, indispensable para la supervivencia. Los
sistemas alostáticos nos permiten responder al estrés psíquico o físico, interno
o externo, activando el sistema nervioso autónomo, el eje hipotálamo-hipófiso-
adrenal, el sistema cardiovascular, el metabolismo y el sistema inmunitario con
el objetivo de responder a un agente estresor (Pilnik, 2010, p. 8).

Por lo tanto, la alostasis actúa en la protección y en la supervivencia del sujeto y, sirve


para llamar la atención sobre las consecuencias desfavorables que pueden brotar si
persiste el estrés agudo y se convierte en crónico. De hecho, el impacto acumulativo
puede causar disregulaciones sobre los sistemas corporales. Realmente, lo que
acrecienta el estrés no es tanto el progreso de una enfermedad, sino el peligro de que
el sistema inmunológico se vea superado por la misma. Existen enfermedades
(infartos, cáncer, trastornos cerebrovasculares…) que provocan un daño lento,
continuado y, acumulativo sobre el organismo y la mayoría pueden ser originadas y/o
bien empeorar por causa del estrés crónico. Si la respuesta alostática al estrés es

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activada frecuentemente, o si no se puede desactivar de forma ajustada al final de un
hecho estresante, ésta se torna casi tan perjudicial como los propios agentes
estresantes (Laich, 2012).

Weaver, Cervoni y Champagne (2004) y Meaney, Szyf y Seck (2007) exponen


que es sustancialmente grave si se produce en la etapa de la infancia, ya que las zonas
cerebrales sensibles al estrés se hallarían en un momento de máxima sensibilidad. En
este sentido, resulta ventajoso conocer las consecuencias neurobiológicas y su
diversidad de formas, pues nos permite acercarnos a un concepto de resiliencia
psicológica. Asimismo el portador de determinados alelos puede conceder cierta
protección durante los periodos críticos, favoreciendo su prevención o el tratamiento
de sus consecuencias (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011).

2.7.1. Alteraciones neuroendocrinas

King, Mandansky, King (2001) y Claes (2004) Carpenter, Carvalho y Tyrka (2004)
afirman que uno de los sistemas neurobiológicos que se ven alterados por la práctica
del abuso sexual infantil, es el eje neuroendocrino hipotalámico-hipofisiario-adrenal,
provocando un deterioro en la capacidad de respuesta ante el estrés (alostasis), sobre
todo en aquellos casos con sintomatología propia del estrés postraumático. Dicho
deterioro produce mayores concentraciones de dopamina, noradrenalina, adrenalina y
cortisol, provocando la liberación de la hormona liberadora de corticotropina,
responsable del desarrollo de psicopatologías en contextos estresantes, tanto en
hombres como en mujeres (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011). Bremner,
Vythilingam, Vermetten (2003) señalan que en la realización de una tarea cognitiva
estresantes la concentración de cortisol en víctimas adultas con diagnóstico de
trastorno por estrés postraumático y experiencia de maltrato infantil, aumenta hasta
un 63% respecto en víctimas sin diagnóstico (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011).

2.7.2. Alteraciones estructurales

El estudio De Bellis et al (1999) demuestra que los pacientes con TEPT tenían
volúmenes intracraneales y cerebrales más reducidos que el grupo de no víctimas. El
área total del medio sagital del cuerpo calloso y las regiones media y posterior eras
más pequeñas; mientras que los ventrículos laterales derecho e izquierdo eran

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proporcionalmente mayores. El diagnóstico por estrés postraumático reveló una
mayor reducción de la superficie del cuerpo calloso en hombres maltratados y una
mayor reducción del volumen cerebral en mujeres maltratadas. El volumen cerebral
correlaciona positivamente con la edad de inicio del trauma y una correlación negativa
con la duración del abuso. Los pensamientos intrusivos, conductas de evitación y/o
reacciones disociativas correlacionaron positivamente con el volumen ventricular, y
negativamente con el volumen del cerebro y del cuerpo calloso total del corpus y
medidas regionales. Es decir, cuanto más joven era el niño y más duraba el abuso,
menor tamaño craneal poseían. Por lo que se puede afirmar que cualquier forma de
maltrato infantil (negligencia física, negligencia emocional, victimización sexual,
exposición a la violencia…) puede influir en el desarrollo óptimo del cerebro. Carrion,
Weems y Eliez (2001) han demostrado en su estudio una morfología anormal del
cerebro en adultos con trastorno de estrés postraumático (TEPT) en comparación con
los sujetos del grupo control comparando imágenes volumétricas de ambos. El grupo
clínico manifestó una atenuación en la asimetría de lóbulo frontal y en los volúmenes
cerebrales en comparación con el grupo control.

Concluyendo que una experiencia traumática en la infancia puede provocar


alteraciones del lóbulo frontal o como alternativa, ser un factor de riesgo para el
desarrollo del trastorno por estrés postraumático. Los estudios llevados a cabo con
resonancia magnética y tomografía por emisión de positrones (TEP) han hallado que
los sujetos con depresión y abuso en la niñez tenían un 18% más pequeño el volumen
del hipocampo que los sujetos deprimidos no abusados. Llegando a la conclusión de
que dicho volumen es menor exclusivamente en aquellos casos en los que existe una
historia de abuso infantil grave y prolongada de (Vythilingam et al, 2002) El trabajo de
Cohen (2006) demuestra la disminución (2% a un 5%) del córtex cingulado anterior y
del núcleo caudado en sujetos adultos que han experimentado maltrato infantil,
incluyendo el abuso sexual (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011).

Tomoda (2009) encontró que mujeres adultas víctimas de abuso sexual durante
la infancia poseen entre un 13% y un 18% de volumen menor en lo que refiere a
materia gris (en la zona del córtex visual primario y del córtex de asociación visual),

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resultado influido por la duración del abuso. Equivalente es resultado obtenido con
víctimas de castigo físico corporal (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011).

2.7.3. Alteraciones funcionales

Los estudios con tomografía por emisión de positrones de Bremner (1999, 2003
y 2005) y Tomoda, Suzuki y Rabi (2009) han observado que las mujeres víctimas de
abuso sexual infantil con trastorno por estrés postraumático manifiestan una
respuesta neuronal generalizada, ante la exposición de una breve historia relacionada
con el recuerdo del abuso sexual, independientemente de su estado psiquiátrico, con
una mayor activación del cerebelo, el polo temporal, el giro frontal inferior izquierdo y
el tálamo. Asimismo, se reveló descensos en el flujo sanguíneo en extensas áreas, que
incluyen la corteza orbitofrontal, la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal
medial (áreas de Brodmann 9, 25 y 32), el hipocampo izquierdo y el giro fusiforme/giro
inferotemporal, con una activación incrementada en la corteza cingulada posterior, la
corteza inferotemporal izquierda, el giro frontal medial izquierdo y en las cortezas
motoras y de asociación visual, ante la memorización de mensajes con connotaciones
emocionales frente a mensajes neutros. Además, se ha observado una mayor
activación de la amígdala izquierda ante la adquisición de miedo y una menor función
del cingulado anterior, ante la extinción del miedo en víctimas de abuso sexual infantil
con diagnóstico de trastorno por estrés postraumático respecto de no víctimas sin
trastorno (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011).

El estudio de Lanius et al (2005), cotejó la actividad cerebral en una muestra de


mujeres víctimas de abuso o agresión sexual en distintos períodos de su vida y en una
muestra de controles, en diversas tareas. Los resultados mostraron una conectividad
menor entre diferentes estructuras límbicas, como el giro dentado, y una
hiperactivación de la amígdala. Por lo que, el abuso sexual infantil afecta al desarrollo
de diferentes estructuras cerebrales, y cómo éstas se relacionan entre sí (incluido en
contextos de condicionamiento y aprendizaje).

2.7.4. Alteraciones neuropsicológicas

Los procesos básicos que se ven afectados por el maltrato y abuso sexual, tales
como la memoria (Bremner, 2003) o la atención y la concentración (Beers, De Bellis,

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2002) ha sido verificada en diversos trabajos (Porter, Lawson, Bigler, 2005) (citado en
Pereda y Gallardo-Pujol, 2011). Navalta (2006) y Jovanovic, Blanding, Norrholm,
Duncan, Bradley y Ressler (2009) concluyen la existencia de deficiencias
neuropsicológicas en estas víctimas, incluso en muestras sanas de estudiantes
universitarias y una mayor respuesta acústica de sobresalto, reflejo subcortical
modulado por los mismos sistemas neurales implicados en el trastorno por estrés
postraumático, en víctimas que han sufrido una alta frecuencia de abuso sexual y
maltrato infantil, respecto a víctimas con el mismo maltrato, pero con una menor
frecuencia de violencia.

Los trabajos publicados Kaufman, Plotsky, Nemeroff (2000) y Putnam (2006)


constatan que la vivencia de un abuso sexual en la infancia, en un período de
plasticidad neuronal, provoca modificaciones en el desarrollo neurofisiológico cerebral
y una imposibilidad de regresar a la normalidad fisiológica del individuo, lo cual a su
vez parece derivar en problemas de relaciones afectivas, alteraciones del estado de
ánimo y de la conducta. Dentro de la experiencia del maltrato, específicamente el
abuso sexual infantil puede conformar desviaciones y lesiones duraderas en el eje
hipotalámico-hipofisario-adrenal, implicando dificultades en la autorregulación de los
estados afectivos y el control de la conducta (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011)

Meaney (2007) aporta que el maltrato infantil, incluido el abuso sexual


comporta para la víctima una reprogramación o ajuste al medio violento de diversos
sistemas cerebrales que, si bien pueden ayudarla a autoprotegerse al principio
(mecanismos de disociación y negación), a largo plazo se convierten en problemáticas
para su correcto desarrollo e integración (citado en Pereda y Gallardo-Pujol, 2011). En
concreto, McGowan, Sasaki y D’Alessio, (2009) aportan que este tipo de sucesos
traumáticos afectan a los patrones de metilación de algunos genes relacionados con la
respuesta al estrés. En la revisión de Twardosz y Lutzker (2010) la metilación de los
genes (regulación epigenética) podría ser parte de la explicación de los mecanismos
psicobiológicos de resiliencia frente a sucesos traumáticos. Una de los aspectos
destacados de la resiliencia psicológica es la plasticidad cerebral, y de ahí la

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importancia de los efectos de maltrato durante el desarrollo (citado en Pereda y
Gallardo-Pujol, 2011).

3. LAS REPERCUSIONES PSICOLÓGICAS DEL ABUSO SEXUAL:


MODELOS EXPLICATIVOS

3.1. Modelo del trastorno de estrés postraumático

Echeburúa y Guerricaechevarría (2000) consideran las consecuencias del abuso sexual


como una forma de trastorno de estrés postraumático, ya que cumple los criterios
exigidos por el DSM V (citado en Flórez 2012). En la siguiente tabla se muestran los
síntomas más característicos de este trastorno:

Tabla 5
Algunos de los criterios diagnósticos del TE T. Adoptado de la uía de consulta de los criterios
diagnósticos del DSM-5 (2014).
Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso traumático y
Reexperimentación
recuerdos y sueños angustiosos recurrentes e intrusivos del suceso traumático.

Incapacidad para recordar un aspecto importante del suceso traumático


(debido a la amnesia disociativa y no a otros factores como una lesión cerebral,
Alteraciones
alcohol o drogas). Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas
cognitivas y del
sobre uno mismo, los demás y el mundo. Percepción distorsionada persistente
estado anímico
de la causa o de las consecuencias del suceso traumático que hace que el
individuo se acuse así mismo o a los demás. Estado emocional negativo
persistente (miedo, terror, vergüenza, enfado o culpa), sentimiento de
desapego o extrañamiento de los demás y disminución en actividades
placenteras. Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas
(felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos).
Reacciones disociativas (escenas retrospectivas) en las que el sujeto siente o
Evitación de los actúa como si se repitiera el suceso traumático. NOTA: en los niños, la
estímulos representación específica del trauma puede tener lugar en el juego.Evitación o
relacionados con el esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares,
trauma conversaciones, actividades, objetivos, situaciones) que despierten recuerdos,
pensamientos o sentimientos angustiosos asociados al suceso traumático.
Aumento de la Comportamiento irritable y arrebatos de furia que se expresan como agresión
activación fisiológica verbal o física contra personas u objetos y comportamiento imprudente o
autodestructivo y respuesta de sobresalto exagerada e hipervigilancia.

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3.2. Modelo traumatogénico

Finkelhor y Browne (1985) proponen la existencia de cuatro factores que


estarían en la base de la dinámica traumatogénica, es decir, el desarrollo de los
síntomas y la desestructuración que sufren las víctimas de abuso sexual. Estas
dinámicas perturban la disposición emocional y cognitiva del niño hacia la visión del
mundo y de sí mismo (citado en Pool, 2006).

Cantón y Cortés (1999) señalan las cuatro dinámicas traumatogénicas (citado en


Flórez, 2012).

3.2.1. Sexualización traumática

Proceso de desarrollo inapropiado y disfuncional de la sexualidad del menor,


debido a que el niño ha sido recompensado en numerosas ocasiones por la conducta
sexual del abusador. Por lo tanto el menor aprenderá concepciones erróneas sobre la
sexualidad y la moral sexual (Flórez, 2012). El nivel de conciencia de los niños respecto
al contenido sexual de la agresión correlaciona con la sexualización traumática, es
decir, cuanto menos conocimiento tengan, menos traumatizados sexualmente quedan.
Como consecuencia, se pueden observar conductas inapropiadas sobre
preocupaciones sexuales (interés sobre el sexo inadecuado para su edad) y conducta
sexual repetitiva (masturbación o juego sexual compulsivo) (Pool, 2006).

3.2.2. Traición o pérdida de confianza:

Esta dinámica proviene cuando el menor averigua que la persona en la que


confiaba le ha causado daño. Como consecuencia de esta dinámica, el menor puede
generalizar la traición no sólo al agresor, sino también al resto de familiares y el
contexto relaciones interpersonales (quienes no han podido o querido protegerle)
(Flórez, 2012).
Además el hecho de no creer en el testimonio abusivo del menor, influye en el
desarrollar esta dinámica traumatogénica. Los menores sufren una fuerte desilusión
por parte de la persona agresora, y debido a ello, se puede observar un
comportamiento dependiente, puesto que tienen una gran necesidad de volver a
ganar confianza (Pool, 2006).

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3.2.3. Indefensión

Los sentimientos de indefensión producen en el menor la pérdida de


autocontrol y la capacidad para frenar el abuso generando inhibición y pasividad en la
conducta del sujeto. Además, incrementa la posibilidad de que el menor vuelva a
experimentar sucesos abusivos, y no tenga control sobre sí mismo y sobre lo que
sucede. Todo ello le genera un sentimiento de soledad y una desconfianza hacia el
futuro (Sánchez, 2014). Los sentimientos de indefensión se ven reforzados en el
momento en que la víctima es incapaz de frenar el abuso y provoca reacciones que
empeoran el sentido de eficacia y competencia del menor. Pueden aparecer pesadillas,
fobias, ansiedad, somatización, etc y extenderse hasta la edad adulta (Pool, 2006).

3.2.4. Estigmatización

Se refiere a las características negativas que le son transferidas al menor


(maldad, vergüenza y culpa) por parte del abusador, quien tiene el poder de
culpabilizar al niño de la actividad abusiva. La estigmatización se verá reforzada por las
actitudes que aprende de sus familiares y por guardar el secreto de haber sido víctima
de abuso sexual. La terapia grupal disminuye la estigmatización y la autoestima, puesto
que las víctimas no se sienten solas y pueden contar con el apoyo de otros pares (Pool,
2006). Este modelo concede un enfoque más global de la dinámica psicológica del
individuo abusado y explica por qué algunos sobrevivientes manifiestan ciertos
comportamientos y otros no. Gracias a esta comprensión, existen numerosas
implicaciones para poder llevar a cabo un tratamiento eficaz, ya que permite una
orientación específica en lugar de un tratamiento general (South Eastern Casa, 2016).

3.3. Modelo ecológico

Una conducta se considera socialmente competente y adecuada


dependiendo del contexto social en el que se asienta. Es decir, para analizar conductas
se debe conocer el contexto sociocultural específico, no es lo mismo estar en la India,
que en España (Fernández, 2004). Este aspecto tiene mucho que ver con la
delimitación del abuso sexual infantil, dónde en una cultura se clasificará como un
conducta normal y en otra no (Girón, 2015).

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Horna (2001) destaca cuatro sistemas que cooperan en la producción y el
mantenimiento de la etiología del maltrato (citado en Girón, 2015):

3.3.1. Ontosistema o desarrollo del individuo

Se trata de las interconexiones en las que participa el sujeto, es decir,


involucra el desarrollo personal del sujeto basado en la interacción con los demás. La
crianza que elaboren los progenitores sobre sus hijos condicionará este desarrollo, al
igual que cualquier discapacidad o lesión física que posea (Fernández, 2004).

3.3.2. Microsistema

Se trata del ambiente en el que se desenvuelve el menor, el entorno más


cercano y con el que está más conectado. El núcleo socializador en este apartado es la
familia, donde influyen las características del niño y la relación marital de sus padres.
Es decir, es un ciclo interactivo, en cual el niño influye en los miembros de su familia, y
viceversa (Girón, 2015).

3.3.3. Exosistema

Conformado por las estructuras sociales que rodean al sistema familiar


(colegio, vecinos, amigos, Iglesia, ámbitos recreativos...etc). Dicho contexto afecta a los
valores y creencias que desarrolla el niño, pudiendo convertirse en factores de
protección o de riesgo puesto que limitan o enriquecen sus propias experiencias y
forman su mundo relacional. Es decir se trata de un complejo de interconexiones entre
los ambientes en los que se producen acciones o se toman decisiones que influyen
directamente a la persona (Fernández, 2004).

3.3.4. Macrosistema

Se trata de los valores culturales en los que crece el menor (roles de género,
Derechos Humanos). Todos estos valores conforman en el individuo una visión de la
vida individual. Del mismo modo, estos sistemas relacionales actúan de un modo
protector o de riesgo para el niño frente al maltrato en cualquiera de sus versiones
(López, 2005).

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Bronfenbrenner (citado en Fernández, 2004) destaca la siguiente crítica hacia
los modelos clásicos: una concepción teórica del ambiente como algo que va
más allá de la conducta de los individuos y que incluye sistemas funcionales
tanto dentro como entre entornos, sistemas que también pueden modificarse y
expandirse, contrasta ampliamente con los modelos de investigación vigentes.
Estos modelos establecidos se caracterizan por emplear una lente científica que
restringe, oscurece, y aun ciega la visión que tiene el investigador de los
obstáculos y las oportunidades del ambiente, y del notable potencial de los
seres humanos para responder de una manera constructiva a un medio
compatible ecológicamente, cuando lo encuentran. Como consecuencia, las
capacidades y los puntos fuertes del hombre tienden a subestimarse (p. 168).

4. REVISIÓN CRÍTICA DE LAS PROPUESTAS DE INTERVENCIÓN


EXISTENTES

4.1. Terapia cognitivo conductual focalizada en el trauma TF-CBT

Deblinger y Heflin (1996) y Cohen, Mannarino, Deblinger (2006) señalan que la


TF-CBT es una terapia cognitivo conductual empleada con éxito en el tratamiento de
diferentes vivencias traumáticas y alteraciones sociales. Su última aplicación se incluye
en el tratamiento del duelo traumático del niño, así como en el tratamiento de los
problemas de conducta concurrentes con el trauma. La TF-CBT es un tratamiento
apoyado empíricamente y eficaz, contando con numerosos estudios aleatorios
realizados por tres equipos independientes, en los que se ha mostrado una gran
reducción de la sintomatología frente a otras intervenciones. Se centrada en la
experiencia traumática y sus correspondientes recuerdos actuales. Focaliza el
significado de las distorsiones cognitivas producidas por el acontecimiento que el
menor ha ido creando sobre sí mismo, los otros y el mundo (citado en Comeche y
Vallejo, 2012).

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Según la Child Welfare Information Gateway (2016) la población objetivo son niños
abusados sexualmente o expuestos al trauma de entre 3 a 18 años junto con los
padres o cuidadores no abusadores. Las poblaciones adecuadas para el uso de TF-CBT
son:

 Niños y adolescentes con antecedentes de abuso sexual y/o la exposición al


trauma que presentan: síntomas del trastorno de estrés postraumático,
comportamientos sexuales inapropiados, niveles elevados de depresión,
ansiedad y vergüenza relacionados con el abuso.
 Niños y adolescentes que han sido expuestos a otros traumas de la infancia
(por ejemplo, la exposición a la violencia en comunidad, la pérdida de un ser
querido…)
 Los padres no infractor (o cuidadores)

Comeche y Vallejo (2012) afirman que la a TF-CBT enfatiza la exposición


graduada en la que cada componente de la intervención es introducido
progresivamente, y además incrementado en la medida que avanza el proceso
terapéutico. En las primeras etapas se debe tener en cuenta el nivel de desarrollo del
niño para adecuar la psicoeducación sobre el estrés postraumático y las reacciones al
abuso. Simultáneamente, se le entrena en técnicas de relajación muscular, respiración
focalizada, parada de pensamiento, cambio de pensamiento, etc para proporcionarle
seguridad y prevenir futuras victimizaciones. El modelo ABC es un instrumento que
ayuda al terapeuta a enseñar al menor las relaciones entre pensamiento, emociones y
conducta, con el objetivo de identificar, cambiar o parar los pensamiento disruptivos
que no son de utilidad. El terapeuta se apoya en las habilidades ya entrenadas, para
realizar durante la exposición las correcciones cognitivas y atributivas desadapatativas
(como por ejemplo, las atribuciones de causa o responsabilidad desencadenadas por la
práctica abusiva). El elemento específico del trauma no se incluye hasta que el
paciente no domina las habilidades de autocontrol. El objetivo de dicho aspecto, es
para que la experiencia traumática no sobrepase al menor. La TF-CBT se ocupa de los
efectos a corto y largo plazo del abuso sexual. Después de la exposición al trauma, los
niños tienen el riesgo de desarrollar dificultades en el significado emocional y
comportamental de sí mismos y del resto de personas.

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Berliner y Elliott (2002), Briere y Elliott (2003) y Chadwick Center (2004) señalan que
las víctimas de abuso sexual a menudo experimentan:

a) Creencias desadaptativas o inútiles y atribuciones relacionadas con los eventos


abusivos, incluso:
- Un sentimiento de culpa por su papel en el abuso
- Anger of parents for not knowing about the abuse
- Sentimientos de impotencia
- Un sentido de que son de alguna manera "bienes dañados"
- Miedo al pensar que el resto de personas les van a tratar de forma
diferente debido al abuso
b) Comportamiento sexual en edad inapropiada
c) Trastornos mentales, incluyendo el principal, depresión
d) Trastorno por estrés postraumático, cuyos síntomas se caracterizan por:
- Pensamientos molestos y recurrentes de La experiencia traumática
- Evitación de recuerdos del trauma (A menudo lugares, personas,
sonidos, olores, y otros factores desencadenantes sensoriales)
- Embotamiento emocional
- Irritabilidad
- Dificultad para dormir o concentrarse
- Hiperexcitación física y emocional

Estos síntomas pueden tener un impacto negativo en la vida diaria del niño y
provocar alteraciones en su regulación emocional y comportamental, y en atención y
percepción de sí mismo.TF-CBT integra tres enfoques: la terapia cognitiva, cuyo
objetivo es cambiar el comportamiento actual del menor abordando sus
pensamientos y/o percepciones distorsionados que crean inútiles puntos de vista
sobre sí mismo, los otros y el mundo. La terapia conductual, se centra en la
modificación de respuestas habituales (por ejemplo, la ira, miedo) a situaciones o
estímulos identificados. Y La terapia familiar, examina los patrones de las interacciones
entre los miembros de la familia y detecta y aliviar los problemas relacionados con el
abuso (citado en Child Welfare Information Gateway, 2016)

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Wolpe (1969) y Beck (1976) exponen que la TF-CBT utiliza la terapia cognitivo-
conductual bien y la gestión del estrés con procedimientos desarrollados
originalmente para el tratamiento del miedo, la ansiedad y la depresión en adultos
(citado en Child Welfare Information Gateway, 2016). Foa, Rothbaum, Riggs y
Murdock (1991) y Beidel y Turner (1998) explican que dichos procedimientos se han
utilizado con adultos víctimas de violación, cuyos síntomas eran propios del trastorno
de estrés postraumático y en niños con problemas relacionados con el miedo y la
ansiedad excesiva (citado en Child Welfare Information Gateway, 2016). La idea de
Patterson (2005) y Forehand y Kotchick (2002) leído en Child Welfare Information
Gateway (2016) de que el protocolo de TF-CBT se ha adaptado y refinado para orientar
la dificultades específicas que muestran los niños que están experimentando los
síntomas de TEPT en respuesta al abuso sexual, violencia doméstica, u otros traumas
de la infancia.

Child Welfare Information Gateway (2016) afirma que es un tratamiento a


corto plazo por lo general, de 12 a 18 sesiones de 50 a 90 minutos, dependiendo de las
necesidades del tratamiento. Se proporciona generalmente en pacientes ambulatorios,
centros de salud mental, hospitales, escuelas y hogar residencial. El tratamiento
consiste en sesiones individuales con el niño y el padre (o cuidador) por separado y
sesiones conjuntas con ambos. Cada sesión individual es diseñada para construir la
relación terapéutica y un ambiente seguro en el que abordar y procesar los recuerdos
traumáticos. Cada sesión conjunta está diseñada para ayudar a los padres a practicar y
usar las habilidades que ha ido aprendiendo previamente y compartir con su hijo la
narrativa del traumatismo al mismo tiempo fomentar más comunicación efectiva
entre ellos acerca del abuso y temas relacionados. Paralelamente, se entrenan a los
padres o tutores legales no ofensores de los abusos en habilidades parentales
eficaces:

- Halago positivo, mejora de las habilidades parentales para el manejo de un


niño con una ausencia importante de regulación conductual.
- Atención selectiva, tiempo fuera
- Programa de reforzamiento contingente para proporcionar apoyo al niño
- Refuerzo de habilidades de afrontamiento evitativo

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Al mismo tiempo, se les entrena en habilidades para la gestión de sus propias
emociones. El padre no ofensor también es expuesto a la historia traumática del niño y
se realizan sesiones familiares con el/los hermanos (en el caso de que el menor los
tenga). El trabajo con la familia facilita el cambio terapéutico y mejora la comunicación
entre sus miembros, dándoles oportunidad para expresar todo aquello que necesiten
acerca del abuso. Este entrenamiento siempre se realizará de acuerdo a las
necesidades de los miembros de la familia, el número de sesiones dependerá de la
evolución de los padres y del niño (normalmente 12-16 semanas) (Child Welfare
Information Gateway, 2016). Comeche y Vallejo (2012) exponen los elementos de esta
terapia se encuentran en el acrónimo PRACTICE:

- P (Psychoeducation and parenting skills): psicoeducación y habilidades


parentales para prestar información sobre el trauma y las reacciones normales
que pueden aparecer después de un abuso. Además de una formación continua
destinada a los padres en habilidades de debate para fomentar una
comunicación efectiva.
- R (Relaxation techniques): enseñanza de técnicas para el manejo de reacciones
fisiológicas, relajación muscular progresiva y estrés.
- A (Affective expression and regulation): se trata de habilidades de modulación
y expresión afectiva con los objetivos de: ayudar al menor y a sus padres a
manejar sus reacciones emocionales a los recordatorios del abuso, mejorar su
capacidad de identificación y expresión de emociones, y participar en
actividades auto-calmantes
- C (Cognitive coping and processing ): habilidades de afrontamiento cognitivo,
interconexión entre pensamientos, sentimientos y conductas, exploración y
corrección de atribuciones desadaptativas
- T (Trauma narrative and processing): Narrativa traumática y procesamiento
cognitivo de la experiencia, con la que se corrigen las distorsiones cognitivas
relacionadas con el trauma. Ejercicios de exposición gradual, verbal, escrita, o
relato simbólico de eventos abusivos.
- I (In vivo exposure):Desensibilización en vivo de los recordatorios actuales del
trauma cuya técnica es la exposición gradual a los recuerdos del trauma en el

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entorno del niño (por ejemplo, en el sótano, la oscuridad, la escuela), por lo
que el niño aprende a controlar sus propias reacciones emocionales
- C (Conjoint parent/child sessions): Sesiones conjuntas de padres e hijos en las
que se trabaja la comunicación, con el objetivo de crear oportunidades para la
discusión terapéutica del abuso y para que el niño no tenga miedo de contar su
narrativa traumática.
- E (Enhancing personal safety and future growth): Mejora de la seguridad
personal, crecimiento de la educación y la formación en: habilidades de
seguridad, relaciones interpersonales, sexualidad sana y uso de las nuevas
habilidades para el manejo de los factores de estrés futuros.

Cohen (1996, 1998 y 2004) y sus colaboradores han comparado dos tipos de
intervenciones: terapia de apoyo no directiva y terapia cognitivo conductual en las que
los pacientes y sus progenitores no abusantes fueron asignados de forma aleatoria a
cada de una de ellas. Los instrumentos de medida estaban estandarizados, el número
de sesiones fue 12 tanto para el menor como para sus cuidadores. Una vez finalizadas
las intervenciones, la terapia cognitivo conductual focalizada en el trauma mostraba
una mejoría significativa en los menores abusados en los síntomas del estrés
postraumático, depresión, problemas conductuales y una reducción de las atribuciones
negativas relacionadas con la culpa y la vergüenza características del abuso. Y respecto
a los padres, también manifestaban avances en la ejecución de prácticas parentales
efectivas, en el apoyo al menor, en su propia depresión y en el malestar general que
sentían debido al abuso (citado en Comeche y Vallejo, 2012).

En Child Welfare Information Gateway (2016) se pueden observar los objetivos y las
limitaciones de la TF-CBT:

Objetivos

1. Reducir la negativa emocional y respuestas disfuncionales del comportamiento


derivadas del trauma
2. Corregir las creencias desadaptativas, y las atribuciones relacionadas con la
traumática experiencia (por ejemplo, la creencia de que el niño es responsable
del abuso)

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3. Proporcionar apoyo y habilidades eficaces a los padres para afrontar su propia
angustia emocional y apoyar de manera óptima a sus hijos.

Limitaciones

- Niños y adolescentes cuyos problemas primarios incluyen serios problemas de


conducta presentes previamente a que ocurriera el trauma y quienes pueden
responder mejor con otro enfoque centrado en la superación de esos
problemas en primer lugar.
- Niños que tienen pensamientos autolíticos o que abusan de sustancias de
forma activa. La exposición gradual de determinados componentes de la TF-
CBT puede empeorar temporalmente los síntomas, sin embargo, otros han
dado resultados eficaces. Puede ser, que este tipo de población infantil
necesite modificar el orden o el ritmo de las intervenciones (como se ha hecho
en Seeking Safety model; Najavits, 2002. Citado en Child Welfare Information
Gateway, 2016).
- Miller, Rathus y Linehan (2007) señalan que los adolescentes que tienen un
historial de huidas del hogar, comportamientos autolesivos o conductas de
agresión parasuicida es conveniente otro terapia, como por ejemplo la terapia
conductual dialéctica antes que la integración de TF-CBT en el tratamiento
Citado en Child Welfare Information Gateway, 2016).

4.2. Terapia con niños y adolescentes que abusan

El comportamiento sexual abusivo en niños y adolescentes puede ser causado


por la experimentación de estigmatización e indefensión en una situación traumática,
en la que eran víctimas o testigos de maltrato. Becket (1999) (citado en Noguerol,
2005) explica la presencia de un grupo que ha sufrido abusos sexuales, han tenido un
comportamiento disruptivo (cometen delitos) y finalmente acaban realizando prácticas
abusivas. Además, existe la posibilidad de que estos sujetos desarrollen conductas
sexuales desviadas, clasificándolos como “casos de alto riesgo”, es por ello que es
necesario hacer una diferenciación entre la transgresión sexual y el despertar sexual
normal que experimentan los niños y adolescentes.

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Tabla 6
Características de la experimentación sexual. Tomada de Noguerol (2005, p.87)

Características evolutivas de la experimentación Características que transgreden la


sexual en niños y adolescentes experimentación sexual
Comportamiento apropiado a su edad; con Comportamiento objetivamente inaceptable, no
consentimiento. hay consentimiento
Reconocimiento de su conducta No hay reconocimiento fácil del comportamiento
Motivación sexual Motivaciones no sexuales y oportunistas
Se da una relación psicológica equitativa Una o varias víctimas
Inexistencia de consecuencias dañinas, por los que Secuelas en las víctimas
la terapia no es necesaria

En este tratamiento es importante relacionar las ofensas sexuales con cuatro teorías:
la teoría del estrés postraumático, modelo adictivo, ciclo de abuso sexual y modelo de
las cuatro precondiciones del abuso.

Cunningham y Mac Farlane (1996) plantean que los abusos sexuales realizados por
menores se pueden producir por el acoplamiento de los elementos contenidos en
dichas teorías. Las reacciones principales de las víctimas de agresión sexual son
sentimientos de indefensión frente al estresor identificándose con el agresor (teoría
del estrés postraumático) y emociones negativas (sentirse traicionado, culpable,
criticado, avergonzado…). uede darse el caso que, después de haber sufrido una
agresión sexual, la víctima intente repetir dicho abuso. Esta conducta disfuncional
puede ser mantenida por un ambiente carente de límites que puedan reforzar el
descontrol del menor (modelo de las cuatro precondiciones). El comportamiento
perdura en el tiempo por el refuerzo de la excitación sexual o por el sentimiento de
alivio que experimenta debido a la indefensión o ansiedad.

Sin embargo, no se debe caer en el estereotipo de que toda víctima de abusos


sexuales se convierte en agresor, como tampoco que todos los agresores
adolescentes han sido víctimas de abuso sexual en su infancia. De hecho en
muchos casos atendidos no existe esta experiencia previa y se ha de
contemplar, por tanto, otras variables intervinientes (Noguerol, 1996. p. 159.
En Noguerol 2005).
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Noguerol (2005) propone que en aquellos casos en los que el paciente ha sido
víctima antes de convertirse en agresor sexual, el terapeuta ha de elegir entre
intervenir sobre el abuso cometido por el propio sujeto independientemente o
simultáneamente mientras trabaja el concepto de victimización. Ambos aspectos han
de ser trabajados en terapia. La experiencia clínica recomienda empezar interviniendo
con la historia de abusos, desculpabilizando al menor por las consecuencias que ello ha
dado lugar. Se trata de que el sujeto se sienta responsable de sus conductas abusivas y
desarrolle técnicas de autocontrol para la prevención de la misma. El objetivo
terapéutico no es únicamente prevenir futuros abusos sexuales, sino también evitar un
desarrollo sexual desviado. Se deben plantear las diferentes dinámicas que explican la
presencia de conductas abusivas, investigando las circunstancias personales del menor
y su historia social, individual y familiar. La terapia ayudará concienciar al menor de su
conducta abusiva, y poder desprenderse del sufrimiento provocado por el abuso.

La terapia de grupo sirve al menor a sentirme comprendido de una manera más


empática, donde le reeducan, reinsertan y forman con el objetivo de que desarrolle
nuevas habilidades para el manejo de su vida y prevenir futuros maltratos. En dicha
terapia predominan las técnicas de modificación de conducta y el aprendizaje vicario
también denominado aprendizaje social, el cual consiste en:

La adquisición de nuevas conductas por medio de la observación. La imitación


como forma de aprendizaje, es de sobra conocida no sólo entre los humanos,
sino también entre animales. Este paradigma de aprendizaje, fue desarrollado
por el psicólogo Albert Bandura y en definitiva, lo que propone es que no todo
el aprendizaje se logra experimentando personalmente las acciones (Cabrera,
2010. p.1).

Este tipo de técnica es efectiva en terapia de grupo, ya que las circunstancias de los
miembros que lo forman son parecidas y es un aprendizaje inmediato e inconsciente.
Para llevarlo a cabo es necesario disponer de un canal de comunicación y capacidad de
comprensión por parte los integrantes del grupo (Cabrera, 2010).

Los miembros del grupo dados de alta acompañan a los nuevos integrantes contando
sus testimonios y el proceso terapéutico que han seguido, cómo se sentían antes de

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empezar y como se sienten una vez finalizó. Este aspecto, ayuda a los miembros del
grupo a alcanzar los objetivos iniciales de la terapia (romper la resistencia al
reconocimiento de sus actos y la vergüenza que ello les provoca) (Noguerol, 2005).

Las metas de la terapia de grupo con agresores menores son: tomar


responsabilidad de su conducta; desarrollar la capacidad de tomar mejores
decisiones; aumentar la aceptación de las normas sociales y la autoridad de las
personas; desarrollar la autoestima y el autoconcepto; aumentar la
comunicación y la expresión asertiva de sentimientos y necesidades; disminuir
las distorsiones cognitivas sobre las relaciones y la sexualidad; aumentar la
conciencia de los pensamientos; sentimientos y conductas que llevan al
comportamiento ofensivo; prevenir las recaídas; motivar para el cambio”
(Ballesteros, 1995. Citado en Noguerol, 2005. p. 162).

4.3. Terapia familiar en abuso sexual intrafamiliar

4.3.1. Terapia con la familia en la que se da el abuso sexual

Noguerol (2005) propone que lo primero que se debe hacer es que el agresor
no esté viviendo en el mismo domicilio que la víctima y además no mantener ningún
tipo de contacto. Es fundamental realizar una confrontación expuesta a todos los
miembros de la familia sobre qué es el abuso sexual (ya que éste ha afectado a todos),
y explicar las metas a corto plazo que deberán ir cumpliendo a lo largo del proceso de
intervención. Uno de los objetivos de esta terapia será la reorganización de roles
debido a la falta de límites que existen en la estructura familiar. Durante el proceso
terapéutico se realizarán diversas terapias, desde terapia individual o de grupo,
pasando por terapia de pareja, terapia de padre-hijo a terapia familia, en la cual el
terapeuta debe poner atención a los sentimientos de los hermanos de la víctima,
puesto que a menudo experimentan miedo por la posible desunión de su familia. El
daño emocional que les provoca el conocimiento del abuso sexual a su hermano, es
similar al que experimentan los progenitores y la propia víctima. Se debe intervenir con
cada uno de los hermanos de la familia, ya que pueden sentir vergüenza, enfado, celos
y negar, incluso rechazar a la víctima sexual por haber desvelado el abuso provocando
una crisis familiar. La madre (no agresora) es una figura básica para que la víctima
sexual pueda avanzar en el tratamiento, debido a la presencia de un lazo emocional
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positivo con ella. Noguerol (1995) expone que para llevar a cabo este programa de
forma eficaz, se propone realizar una coordinación tanto interna como externa de las
instituciones involucradas, para así facilitar los resultados terapéuticos y ahorrar en
recursos económicos. Si es posible, es preferente que la intervención clínica se llevara
a cabo con más de un terapeuta, puesto que este tipo de casos se caracterizan de
emociones intensas. Además, los terapeutas han de estar preparados mentalmente y
ser conscientes de sus propios límites para hacer frente al estrés de forma efectiva
(citado en Noguerol 2005).

4.3.2. Terapia familiar con niños que abusan sexualmente

Noguerol (2005) Los precipitantes que desembocan la conducta sexual agresiva


del menor se suelen originar dentro del núcleo familiar, asimismo ocurre con los
factores mantenedores. Por tanto, las metas de la terapia se dirigen a la identificación
de los conflictos familiares, a favorecer la comunicación abierta y asertiva, a actualizar
la programación de recaídas y a la detección de situaciones potencialmente peligrosas.
Es importante que los familiares desarrollen vínculos y afectos positivos entre ellos, y
que el terapeuta se asegure de que los progenitores son competentes a la hora de
abordar la situación (protectores y ofrecen supervisión). Un buen predictor de la
terapia es que el menor se sienta acompañado a lo largo del proceso terapéutico, y
asuma su problema y su solución como una meta común en la que están implicados
todos los miembros de la familia.

Tabla 7
Evaluación continua durante la terapia de familia. Tomada de Noguerol (2005. p.173)

 Habilidades en la solución de problemas.


 Rasgos sexuales y agresivos de las interacciones familiares.
 Alianzas establecidas entre los diferentes miembros de la familia.
 Roles e inversión de roles.
 Negación, minimización, racionalización de la ofensa y otras conductas desadaptadas en
cada uno de los miembros de la familia.
 Diferentes sentimientos entre los miembros de la familia.
 Habilidades de los padres para trabajar juntos en el mejor interés de la familia.
 Motivación del niño que abusa para trabar con la familia.

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4.4. Desensibilización a través de movimientos oculares y
reprocesamiento EMDR.

Salomon y Shapiro (2008) expone que el modelo EMDR o de procesamiento de


la información adaptativo, ayuda al terapeuta a detectar los recuerdos traumáticos
que han originado el problema, los acontecimientos actuales que lo desencadenan y
las estrategias y recursos que necesita el paciente para poder llevar una vida saludable.
Su protocoló se instauró en 1995, y desde entonces se utiliza para la intervención en el
trastorno de estrés postraumático. Los objetivos son: mejorar el establecimiento de
esquemas cognitivos positivos, incorporar nuevas estrategias de afrontamiento y
conductas adaptativas al tiempo que el sujeto procesa la información traumática
(Comeche y Vallejo, 2012). La esencia del EMDR es la transmutación de la información
almacenada disfuncionalmente a un modo adaptativo fomentando el bienestar
psicológico. En condiciones naturales, el sistema innato de procesamiento de
información (AIP: Adaptive Information Processing System) incorpora las experiencias
recientes en redes neurales (base de la percepción, actitudes y conducta) ya
existentes. Las experiencias nuevas son asimiladas, integradas y conectadas con la
información ya previamente almacenada en estas redes neuronales. Esta conexión
permite al sujeto dar sentido a la experiencia, con la que aprende y le ayudará a
guiarle en el futuro (Shapiro y Forrest, 2001).

Van der Kolk (1996) La vivencia de un nuevo evento traumático provoca que el
sistema de procesamiento adaptativo de información (AIP) se bloquee, y en lugar de
integrarse la información con el resto de las redes neuronales, dicha información se
almacenada de forma desadaptativa. La memoria común (menos viveza perceptiva y
conectada con el resto de la expericiencia) posee características diferentes a la
memoria traumática (incompleta o incoherente, incluye detalles significativos
emocionalmente, amenazantes y centrales en el individuo). La gran diferencia entre la
memoria traumática y la ordinaria es la que existe entre revivir el trauma o recordar lo
sucedido, pero que ya es pasado. Estas memorias almacenadas disfuncionalmente
estarán conectadas en clusters o racimos, con un evento base primario, más antiguo,
al que se asociarán recuerdos de eventos posteriores relacionados (memorias
alimentadoras). Circunstancias ambientales pueden actuar como disparadores,
activando estas redes traumáticas. El terapeuta pide al paciente que centre su mirada
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en un punto fijo y que visualice la experiencia traumática, simultáneamente debe
pensar en una cognición negativa junto con sensaciones desagradables que la
experiencia supone, y una cognición positiva. Se trabaja con movimiento de los ojos,
estímulos auditivos y táctiles, mientras se le pide al paciente que mire al punto fijo y
se deje llevar por las cogniciones, emociones y pensamientos que aparecen. Durante
este proceso, el paciente cambiará las antiguas percepciones desadaptativas por otras
más beneficiosas (citado en Vega, Liria y Pérez, 2005)

Las nuevas conexiones se crean dentro de las redes de la memoria asociativa,


entre los recuerdos del presente y del pasado. El EMDR pone énfasis en la experiencia
corporal, puesto que el lenguaje verbal se encuentra limitado a la hora de expresar
emociones. (Vega, Liria y Pérez, 2005).

Comeche y Vallejo (2012) indican las ocho fases del EMDR:

1. Historia del paciente y planificación del tratamiento


2. Preparación
3. Explicación del proceso y practica con la estimulación bilateral
4. Evaluación y desensibilización y reprocesamiento: el paciente debe focalizar
durante un periodo corto de tiempo el recuerdo traumático mientras recibe
estimulación bilateral, seguido de una breve interpretación de lo que ha
experimentado cognitivamente (pensamientos, imágenes, sensaciones,
emociones…)
5. Instalación de la cognición positiva
6. Escaneo corporal
7. Cierre
8. Nueva evaluación

El uso del EMDR en casos de abuso sexual, es preciso tener en cuenta las
características del abuso, es decir, si se trata de un caso de abuso único o crónico,
intrafamiliar o extrafamiliar, ya que las repercusiones van más allá de un episodio
aislado de una agresión sexual sin elementos traumáticos graves (González y
Mosquera, 2009). El éxito del tratamiento depende de la recuperación de estos

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recuerdos disociados (Bass y Davis, 1988; Claridge, 1992; Courtois, 1992; Frederickson,
1992; Gelinas, 1983; Olio, 1989. Citado en González y Mosquera, 2009)

4.5. Terapia del apego, autorregulación y competencia

Se trata de un tratamiento basado en las teorías de apego, trauma y desarrollo,


dirigido a menores con un entorno familiar estresante, en el que han sido expuestos de
forma prolongada a algún tipo de maltrato (incluido el abuso sexual). Los autores
proporcionan una guía de tratamiento dando especial importancia a la responsabilidad
de cubrir las necesidades del niño, la edad con la que se empieza a impartir es desde
los tres años en adelante (Kinniburg, Blaustein y Spinozzola, 2005. En Comeche y
Vallejo, 2012). El tratamiento se compone de diez apartados:

Apego
1. Manejo adecuado del afecto por el cuidado, reconocer y regular la
expresión emocional.
2. Reconocer y responder adecuadamente a las necesidades emocionales del
niño.
3. Respuesta consistente y apropiada a la conducta del niño.
4. Establecer rutinas y rituales.

Autorregulación
1. Identificación del afecto, enseñar el vocabulario emocional y la conexión
entre los acontecimientos y las emociones.
2. Modular, desarrollar la habilidad de conocer y tolerar los estados internos,
al mismo tiempo que se enseña estrategias de control para modular los
estados de activación.
3. Expresión del afecto. Enseñar a comunicar la experiencia emocional.

Competencia. Dirigido a habilidades básicas para el desarrollo:


1. Función ejecutiva: solución de problemas, planificación y anticipación
2. Desarrollo del sentido de uno mismo e identidad” (Comeche y Vallejo,
2012, p. 261-262)

La integración de la experiencia traumática supone una construcción de un self


integrado en el niño, enraizado en el momento presente. Se trabaja con la memoria
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traumática y los desencadenantes actuales de los estados de activación o parálisis; así
como las atribuciones y cogniciones relacionadas con el trauma (Comeche y Vallejo,
2012).

4.6. Hipnoterapia y Terapia Breve centrada en soluciones aplicada a


síntomas por abuso sexual infantil

Existe una correlación entre la experiencia de abuso sexual infantil y el


desarrollo de problemas psicológicos, primordialmente la depresión, trastorno por
estrés postraumático e ideas autolíticas (Pereda, 2012; Pérez-Fuentes, Olfson, Villegas,
Morcillo, Wang y Blanco, 2013. Citado en Sanchez y Téllez, 2016). Yapko (2003 y 2010)
destaca que en la intervención contra la depresión se trabaja con la desesperanza, la
impotencia, las distorsiones cognitivas, las atribuciones erróneas, la falta de
habilidades sociales y los patrones de pensamiento disfuncionales que mantienen y
agravan la depresión. Es por ello que, el uso de la hipnosis puede favorecer la
autoeficacia, la autorregulación emocional, el desarrollo de nuevos recursos de
afrontamiento y abandonar el sentimiento de victimización en personas con
depresión. (Citado en Sánchez y Téllez, 2016).

La hipnosis es un instrumento terapéutico usado para tratar problemas


emocionales y psicosomáticos en el que el terapeuta indica al paciente que
experimente cambios en sus sensaciones, percepciones, pensamientos o conducta,
cuyo contexto hipnótico puede adoptar formas distintas (sugestiones de serenidad,
bienestar y relajación e instrucciones para imaginar situaciones agradables) (Lanfranco,
2010). La hipnosis no es una terapia de intervención clínica como tal, sino un medio
facilitador a la hora de desarrollar una terapia psicológica. Por tanto, la hipnosis clínica
debe ser usada por expertos que garanticen su capacidad como profesional de la salud
(American Psychological Association, s. f). Watzlawick (1980) indica que: “El proceso de
la hipnosis es caracterizado como el proceso de distraer y ocupar el hemisferio
dominante del sujeto, mientras se utilizan los recursos del hemisferio no dominante”
(p.10. Citado en León, 1998).

La concepción Ericksoniana define el estado de trance como un “estado


alternativo de conciencia, es decir, una forma distinta de estar despierto, donde la

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atención se orienta más intensamente al interior que al exterior”. Durante el mismo, la
persona despliega una gran actividad interna con el objetivo de transformar la
percepción de sus sensaciones, de su cuerpo, del tiempo y espacio (Lidia, 2007, p.
396). La mente está fraccionada en dos entidades que trabajan conjuntamente,
Erickson expone la importancia que tiene la integración de los aprendizajes
inconscientes con los conscientes. “ or consiguiente, al tratar con pacientes, siempre
es necesario decidir cuán rápida y cuidadosamente necesitarán integrar lo que
aprenden inconscientemente con lo que aprenden en forma consciente.” (p. 6. Citado
en León, 1998)

Alladin (2010) propone tres estrategias generales útiles en la reestructuración


de esquemas cognitivos negativos: regresión a eventos recientes, regresiones al
trauma original y modificación de “archivos inconscientes”. Steve De Shazer e Insoo
Kim Berg se basaron en Milton H. Erickson (quien asentó una aproximación orientada
al futuro, considerando al paciente como un agente activo y con habilidades para el
afrontamiento de dificultades) desarrollando los principios teóricos de la terapia Breve
Centrada en Soluciones (TBCS) (Beyebach, 1999; Cade y O’Hanlon, 1995; O’Hanlon,
1989; Téllez, 2007. Citado en Sanchez y Téllez, 2016).

Sánchez y Téllez (2016) han tomado como base los beneficios de la


hipnoterapia y de la Terapia Breve Centrada en Solución de Problemas para abordar a
pacientes con depresión y ansiedad cuyo origen reside en un abuso sexual durante la
infancia, ya que la Hipnosis Clínica Ericksoniana (HCE) accede a la memoria implícita
(inconsciente), mientras que la Terapia Breve Centrada en Soluciones trabaja con la
memoria explícita (consciente). La TBCS Desde no alargar innecesariamente la
ansiedad y la angustia, implicando que los consultantes se recuperen antes de su
sufrimiento solucionando antes sus problemas, y poder incorporarse de forma
satisfactoria a su vida cotidiana (ámbito familiar, laboral y personal). Por tanto, una
terapia más breve comprende tanto sobrellevar durante menos tiempo los problemas,
como que se perturbe durante un período de tiempo más breve en las áreas de la vida
del paciente.

La evaluación consistió en valorar en el paciente el grado de ansiedad y


depresión, por lo que utilizaron la Escala de Ansiedad y Depresión hospitalaria (HADS),
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el estrés utilizando la Escala de Estrés Percibido (PSS), el optimismo optando por la
Escala LOT-R (Revised Life Orientatios Test), la autoestima con la Escala de Autoestima
de Rosenberg y una evaluación subjetiva que efectúa el propio paciente sobre sus
cambios desde que inicia la terapia hasta que la finaliza, mediante la siguiente
pregunta: “En una escala de 1 a 10, donde 1 sería el momento en que los problemas
que te han traído aquí han estado peor y 10 sería el momento en el que están del todo
solucionados, ¿en qué punto de la escala dirías que estás ahora?” (De Shazer, 1995;
Beyebach, 1999).

El procedimiento que sugieren Sánchez y Téllez (2016) es realizar una entrevista


diagnóstica en Terapia Breve siguiendo el modelo de Beyebach (2006) en la primera
sesión, recogiendo los datos de la vida social, laboral, familiar del paciente y el motivo
por el que acude a consulta. Junto con todo ello, se realiza un análisis breve de los
estados depresivos y los intentos de solución que hubiera llevado a cabo hasta
entonces. Beyebach (1999 y 2006) señala que una vez agrupados los datos relevantes,
se expone al paciente la dinámica del tratamiento proponiéndole el uso de sesiones de
hipnoterapia y explicándole los beneficiosos que supone. Es importante proponer
objetivos factibles, específicos y resolubles con el establecimiento de una buena
alianza terapéutica para que la terapia sea eficaz (citado en Sanchez y Téllez, 2016).

A partir de la segunda sesión, se pregunta al paciente los posibles cambios que


ha percibido desde la sesión anterior, hasta el momento actual. Cualquier mínimo
cambio producirá un efecto positivo hacia un fututo satisfactorio (por ejemplo:
disposición de más energía, incremento de pensamientos positivos con vistas a nuevos
proyectos). Marín (2009) indica que la técnica de silla vacía hipnótica cuyo método
reside en que el paciente observe fijamente una silla y con las instrucciones del
terapeuta, imaginará a una persona en concreto con la que pueda hablar directamente
con ella para despedirse hablando de cuestiones que se quedaron sin solucionar. La
técnica se ha de hacer en primea persona y en tiempo presente y para que tenga
efectos positivos (citado en Ayuso, 2004). Esta técnica es una modificación de la silla
vacía surgida de la Gestalt la cual:

Busca que el paciente a través de su expresión en cada uno de los polos,


reconozca y asuma la existencia de cada uno y experimente su diferencia para
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lograr establecer el diálogo hasta lograr la integración, permitiendo ver como la
introyección una vez reconocida, puede confrontarse de dos formas:
digiriéndola o expulsándola (…) No necesariamente las introyecciones necesitan
ser expulsadas, alguna pueden ser digeridas de tal forma que la persona puede
utilizar la fuerza o energía que representan. Etapas en el desarrollo de la
técnica: 1º Etapa: Ninguno escucha al otro, son unidades desintegradas donde
una de las dos puede ser una introyección no reconocida. 2º Etapa: Hacer que
emerjan en vivo las dos partes de la personalidad detectando en el paciente, la
persona que tiene introyectada en uno de sus polos. 3º Etapa: Confrontar la
introyección reconocida. 4º Etapa: Resolver el conflicto, digiriendo la parte
introyectada quedándose con ella, utilizando su energía y expulsando la parte
introyectada (Pérez, Calcaño y Llano, s.f. p. 6)

Además, se realiza una inducción por levitación de manos en la cual, el paciente ha de


estar sentado con su mano sobre la rodilla en estado de relajación. El terapeuta le da
instrucciones para que mire un punto fijo de su mano y que, simultáneamente imagine
que su mano se vuelve más frágil y aérea, como si estuviera llena de helio, o que la
levantan globos. Esta sensación hace que el paciente comience a levantar la mano sin
ningún esfuerzo. La mano se levanta hasta que toca la parte superior de la cara,
momento en el que el paciente cierra los ojos. Posteriormente, la mano vuelve a la
rodilla (Medicinas alternativas, s.f).

En la tercera sesión se aplica la técnica hipnoterapéutica “Metáfora del Árbol


rominente” de Alcid elletier, la cual consiste en una semejanza entre el paciente que
vive situaciones difíciles y un árbol que brota de una semilla, que aprende a
enfrentarse a las inclemencias del tiempo, rodeado de impedimentos y desarrolla una
corteza dura por fuera para resguardar su mundo interior, permitiéndole al paciente
fortalecer su autoestima y su concepto de autovalía (Sánchez y Téllez, 2016).

En la cuarta sesión se emplea la técnica de “Set de Aprendizaje Temprano” en


la cual, el paciente ha de contar al terapeuta detalladamente su evolución
ontogenética, es decir desde el inicio de su vida (en el vientre de su madre) hasta el
momento actual, pasando por las etapas: parto, infancia, aprendizaje en el hogar y en
la escuela y adultez. Este tipo de intervención es una reestructuración cuyo objetivo es
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que el paciente asimile la evolución de su estructura familiar, desde las etapas de
dependencia con su madre, hasta la independencia en la vida adulta (Minuchin y
Fishman, 1984). Susskind (1970) añade que además de ello, la técnica “fortalecimiento
del ego” o “autoimagen ideal” en la cual se incita al paciente a imaginarse a sí mismo
en el futuro alcanzando los propósitos que desea, así como reduciendo o eliminando la
percepción de experiencias y sugestiones negativas del pasado (citado en User, 2016).

En la quinta sesión la aplicación de la técnica “Alfombra Mágica” cuyo principal


objetivo consiste en trabajar con el niño interior del paciente, herido emocionalmente
por el abuso sexual, y consiste en que el paciente se visualice subido a una alfombra
mágica voladora y le dé un paseo y desde arriba se vea así mismo cuando era pequeño.
Se le pide al paciente que mire al niño, y le fortalezca la autoestima, diciéndole lo
importante que es y lo mucho que vale para hacerle sentir querido y protegido
(Bradshaw, 1993. Citado en Sánchez y Téllez, 2016).

Durante la sexta sesión, la utilización de la técnica “regresión en edad” (creada


por Hammond en 1990) para fortalecer autoestima, donde el paciente hace un viaje
imaginario en un tren desde el presente hasta el momento de su nacimiento pasando
por varias etapas de su vida. Durante el viaje de regreso el terapeuta con el fin de
empoderarlo, le va diciendo una serie de elogios para que pueda ver los
acontecimientos pasados desde otra perspectiva (Sánchez y Téllez, 2016).

En la séptima sesión se vuelve a utilizar la técnica de la silla vacía hipnótica para


la ventilación de emociones reprimidas. En este caso, se pide al paciente que visualice
a su agresor en la silla y empiece a expresar la rabia contenida que le ha causado a lo
largo de su vida. Posteriormente, el propio paciente se visualiza así mismo como un
niño (edad en la ocurrieron los abusos) y debe tratar de manifestar a su agresor los
sentimientos contenidos, es válido lenguaje verbal y no verbal. Aplicación de la técnica
“Abreacción Silenciosa”, desarrollada por Helen Watkins (citado en Sánchez y Téllez,
2016) en la que el paciente en estado de trance imagina viaja por un camino donde se
encuentra una roca impidiéndole avanzar. Dicha roca representa las emociones
negativas, los limites que se ha impuesto el propio paciente a lo largo de su vida. El
paciente en este caso, debe imaginar que rompe esa roca con alguna herramienta,

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mientras la rompe cada golpe debe visualizar aquellas cosas, personas, situaciones que
le han impedido conseguir sus metas.

En la octava sesión se incorpora la estrategia terapéutica propuesta por


Krakauer (2009) pidiéndole que imagine una cascada y que se bañe en ella, el agua es
pura y cristalina, capaz de limpiar por dentro y por fuera, una vez destruida el sujeto ha
de elegir una de sus virtudes para que le acompañe el resto del camino. En el final de
la técnica, se le sugiere que su mente tendrá inconscientemente un regalo, con el
objetivo de que sea capaz de liberar los miedos, resentimientos, rencores que de
forma silenciosa siguen estando presentes en él (citada en Sánchez y Téllez, 2016)

La novena sesión se corresponde con la técnica de externalización de miedos


“ELR”, en el sentido de Michael White (White, 1991; White y Epston, 1993. citado en
Beyebach y Rodríguez Morejón, 1994) la externalización “es un proceso en virtud del
cual un cierto atributo o cualidad se saca fuera de las personas y se convierte en algo
con entidad propia. En terapia, externalizar consiste básicamente en utilizar el lenguaje
para convertir los problemas que afectan a las personas y a sus relaciones en entidades
separadas de éstas, con lo cual pasa a ser posible luchar contra ellas” esta técnica
posee una identificación con algunas técnicas de la terapia Gestalt, concretamente con
aquellas que utilizan objetos a modo de metáforas para representar distintos aspectos
de los problemas (Greenberg, 1979. Citado en Beyebach y Rodríguez Morejón, 1994).
En la práctica de dicha intervención, el paciente ha de ser capaz de detectar sus
miedos y escribirlos, para que a continuación los lea en voz alta, y hacer una reflexión
sobre la función que cumplen cada uno de ellos en su vida diaria. Al finalizar esta
intervención, el paciente se despide de los miedos rompiendo la hoja en donde los ha
escrito y los tira a la basura. En la segunda parte de la técnica debe escribir los
aspectos positivos que cree tener y las metas que quiere alcanzar a corto plazo. Para
concluir la sesión, se realiza una técnica de hipnosis activa, en la que el paciente realiza
una serie de movimientos con los brazos y simultáneamente imaginar que va
avanzando y consiguiendo las metas que había escrito anteriormente (Sánchez y
Téllez, 2016).

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En la décima sesión se aplica la técnica de “ rogresión en Edad”, la cual permite guiar
al paciente en estado de trance a visualizar un futuro diferente en el que es capaz de
manejar y controlar las situaciones y las nuevas metas que tiene. En estado de trance
hipnótico se le pide al paciente que se imagine saliendo en una pantalla de televisión y
que vaya cambiando de canal hasta que llegue a uno que corresponda con su edad
futura, por ejemplo si tiene 30 años que ponga el canal 32. La técnica “El águila y la
gallina. Una metáfora de la condición humana” que consiste en un huevo de águila que
se cae de su nido, rodando va a dar a una granja donde una gallina lo adopta. Al nacer
los pollitos nace también ese aguilucho creyéndose ser un pollo grande y torpe. Un día
un halcón le dice “tú no eres un pollo, eres una hermosa águila” lo lleva a lo alto de la
montaña y lo lanza al vacío. Es entonces cuando, para salvarse de morir, extiende las
alas y descubre que es una hermosa águila (Sánchez y Téllez, 2016).

4.7. Terapia Gestalt con supervivientes del abuso sexual infantil

El propio Perls (1974) define la Terapia Gestáltica como un enfoque


fenomenológico más que una forma de psicoterapia, es decir, como una forma de vivir
la vida, un modo en el que el paciente pueda vivir de forma plena en el mundo, cuyo
principal objetivo será impulsar el proceso de crecimiento y desarrollar aquellas
potencialidades del ser humano. Con actualizaciones posteriores de la definición
encontramos que la psicoterapia gestáltica es un enfoque psicoterapéutico que pone
énfasis en el momento presente que vive el individuo, "en el aquí y el ahora". El
paciente tiene que tomar conciencia de lo que está pasando dentro de sí mismo y de
su alrededor. Es por ello que, Fritz Perls (fundador de la terapia gestáltica), la llamó
Terapia del Darse Cuenta y más tarde Terapia de la Concentración (Castanedo, 1993).
erls utiliza el concepto de “apoyo-frustración” para denominar la conducta que debe
implementar el terapeuta a la hora de abordar los aspectos evitativos, falsos,
conflictivos y neuróticos de la personalidad del paciente. La palabra “apoyar”
representa defender, ayudar, proteger, auxiliar, amparar, animar y todas aquellas
expresiones que describan el autocrecimiento del paciente.

Las intervenciones de Perls iban dirigidas a que la propia persona reincorporar


lo proyectado y pudiera ir rellenando los huecos de su personalidad. La proyección es

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un mecanismo que utilizan las personas para expulsar las características de su
personalidad que niega. La capacidad de autoapoyo, independencia y satisfacción de
necesidades del paciente incrementarán cuando éste sea capaz de rescatar esas
características evitativas y las vuelva a integrar en su personalidad.

En cambio, el término “frustración” es utilizado para privar y dificultar los


comportamientos tendentes a alterar el contexto, ya que estas conductas
disfuncionales dificultan la aparición de manifestaciones espontáneas del paciente
(una persona inhibida se resignará a cubrir sus necesidades o se someterá
estáticamente a otros para sentirse más seguro y protegido). Es importante establecer
previamente una sólida alianza entre paciente y terapeuta, ya que en el caso de que se
intervenga con una frustración (en forma de confrontación), puede motivar al paciente
a abandonar la terapia, y por consiguiente fortalecer las defensas que le impiden el
cambio. El temor por no conseguir lo que uno desea provoca que la persona se
traicione a sí misma, es por ello que utilice diversas estrategias que satisfagan de algún
modo sus necesidades.

Esta doble vía de acción que poseemos los terapeutas gestálticos de apoyar y
frustrar alternativamente es una gran herramienta de trabajo que nos permite
ampliar nuestra intervención en los procesos terapéuticos y hacer que la
persona se dé cuenta de cómo y cuándo utiliza esas formas de manipulación
del ambiente (Martín, 1999,p.13).

Martín (1999) asegura que uno de los momentos más complejos de la intervención
psicológica es cuando la persona ha de comprometerse a abandonar sus mecanismos
neuróticos y disfuncionales si quiere conseguir el cambio terapéutico y crecer como ser
humano. Además, el terapeuta tendrá que enfrentarse con uno de los obstáculos más
significativos por los que pasa el paciente, y es dejar de seguir siendo un niño (en el
sentido patológico) para empezar a tomar las riendas de su vida y ser consecuente con
sus actos. El terapeuta gestáltico puede utilizar también la confrontación para desvelar
los aspectos neuróticos del paciente, irrumpiéndole por la ausencia de cambios que
aún no ha experimentado, pero realmente el objetivo final de la terapia Gestalt es
utilizar cualquier recurso que sea capaz de devolverle al paciente su propia expresión,
ya sea verbal o corporalmente. Numerosas son las técnicas a aplicar, véase por
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ejemplo que el paciente tome el rol del terapeuta y se responda así mismo de forma
exagerada. En el caso de que la persona se resista a responsabilizarse de su conducta y
sus necesidades, desarrollará una gran diversidad de roles con tendencia a que los
otros se hagan cargo de él (mostrándose débil e incapaz de responder
adaptativamente a las demandas externas). El peligro que puede causar la
confrontación es causar en el paciente la necesidad de identificarse con el terapeuta
para ser aceptado (adopción de nuevos introyectos). Pero si el terapeuta opta por esta
actitud, podrá averiguar la función y la utilización que hace el paciente de sus
comportamientos más patológicos. iaget decía “cada vez que le adelantamos la
respuesta a un niño le estamos quitando la posibilidad de que el la descubra, además
inhibimos sus iniciativa y su capacidad de crear respuestas y experimentos que le
lleven al descubrimiento” (Martín, 1999). El terapeuta ha de crear la situación propicia
para que el paciente pueda empezar el camino del crecimiento, o asimismo, frustrar al
paciente para que no vea otra alternativa que a desplegar su potencial y a buscar su
propio camino en la vida (Perls, 1974).

Relacionando la Terapia Gestalt, Stupiggia (2010) utiliza una seria de técnicas


para la intervención en abuso sexual: la reexperiencia sensorial indica que el origen
del trauma se encuentra en la respuesta incompleta que realiza el cuerpo en el
momento del abuso, es decir el sujeto expuesto al peligro entra en un estado de
excitación que no logra descarcargar provocando una parálisis corporal. Este estado
inmóvil guarda relación con la sensación de impotencia que experimentó la víctima
durante la agresión. Peter Levine utiliza el método de la experiencia somática para
reparar el daño psicofisiológico que el abuso sexual produce. “La clave para salir del
trauma consiste en desarticular la inmovilidad (que está normalmente limitada en el
tiempo) del miedo asociado a ella” (Levine, 1997. p. 122. Citado en Stupiggia, 2010). El
objetivo de esta propuesta es que la persona tome contacto con sus vivencias
corporales y posteriormente, desligar aquellos pensamientos y emociones del
componente sensorial de la experiencia. La persona alcanzará un equilibrio emocional
cuando las sensaciones corporales sigan su desarrollo y completen su recorrido.

Este mismo autor utiliza el gesto-clave, el cual retoma el relato abusivo y completa la
trama con un desenlace más adaptativo del ya escrito, es decir, el paciente parte de un

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gesto, lo evidencia, lo repite, lo intensifica y finalmente deja que siga un curso
espontáneo. Este procedimiento hace emerger el recuerdo traumático y desligarlo de
la conciencia dándole un nuevo significado. Los pasos a seguir son los siguientes: en
primer lugar el paciente tiene que tomar el rol de observador de su propio gesto
(activación de la conciencia); en segundo lugar el paciente y el terapeuta reproducen el
gesto conjuntamente; en tercer lugar el paciente repite el gesto, y es donde las zonas
cerebrales activan el recuerdo traumático; en cuarto lugar el paciente seguirá
repitiendo el gesto y el terapeuta le acompañará de una manera menos intensa; en
quinto lugar (paso más creativo) el paciente desarrollará el gesto en diferentes
direcciones dejándose llevar por la espontaneidad.

Además Stupiggia (2010) utiliza el método de los cinco pasos tiene como
objetivo poner en contacto a la persona y a sus sensaciones, sobre todo aquellas que le
producen placer en el área sexual y de la sensualidad. El primer paso consiste en que el
paciente vuelva a encontrarse con su propio cuerpo y explore las sensaciones que le
produce sin preocuparse de la sexualidad. El segundo paso entra cuidadosamente en
las sensaciones más puramente sexuales. El tercer paso trabaja con la exposición,
puesto que se pone en contacto directamente con la sensación de peligro que le
produce el recuerdo del abuso sexual. Es decir, el paciente ha de imaginarse
sensaciones eróticas en presencia de otra persona, para poder enfrentarse al núcleo
central del abuso. El cuarto paso tiene como finalidad la movilización corporal para
reconectar los segmentos que se encuentran desunidos los unos con los otros. Y por
último, el quinto paso integra los pasos anteriores.

Stupiggia (2010) se basa en el instrumento Critical Incident Stress Debriefing


(CISD) para ayudar a pacientes que han vivenciado hechos traumáticos como es el
abuso sexual. Dicha intervención consta de siete fases:

1º) Introducción al trabajo y al uso de la corporalidad

El psicoterapeuta explica que este programa da la oportunidad de expresar las


experiencias de los pacientes a través del lenguaje verbal y no verbal. El motivo por el
que se hace dicha intervención es para que cada uno de los miembros del grupo
interiorice que el contacto corporal es seguro y está lleno de respeto. El setting es

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entendido como “de grupo”, es decir los participantes tomaran un papel activo en el
proceso terapéutico y favorecerán la elaboración de la vivencia traumática de cada
uno.

2º) Los hechos: qué pasó “afuera” y cómo yo lo “sentí”

Cada paciente narra su historia traumática y el rol que representaba (víctima o testigo
del abuso). Se pide a cada paciente que imagine una cámara que fuera capaz de
retransmitir imágenes, sonidos, olores…propios del suceso traumático, con el fin de
que tengan el coraje de revivirlo. El resto del grupo podrá empatizar con el sujeto
protagonista involucrándose en la historia. Durante el proceso el terapeuta podrá
preguntar al paciente aclaraciones del tipo “¿qué entiendes por…?” atendiendo a sus
movimientos corporales. Una vez finalizada esta fase, se realiza un ejercicio de
relajación.

3º) Los pensamientos

En esta fase a través de técnicas biosistémicas se consigue una primer integración


entre componentes cognitivos y corporales. El participante relata su primer
pensamiento en función de una únicam palabra clave direccional, es decir que se
pueda relacionar con una parte del cuerpo. El terapeuta le conduce a tomar contacto
con esa parte del cuerpo, mientras el paciente siente las sensaciones que le produce.

4º) Los sentimientos, o emociones psicocorporales integradas

Los participantes reviven sus sentimientos en su dimensión corporal mediante


posturas, manifestación de emociones como la tristeza (llanto), el miedo (temblores).
Una vez interpretada tanto la expresión verbal como la corporal, el terapeuta y el resto
del grupo acompaña al paciente a intensificarla favoreciendo la empatía grupal. Con
ello, se desarrolla una función protectora respecto al miedo que sienten las personas
abusadas, y además sirve para disminuir la activación fisiológica que le produce pensar
en los recuerdos traumáticos. Después de llegar al punto máximo de intensidad, el
terapeuta invita al paciente a disminuir paulatinamente la expresión corporal
relajándose. El terapeuta debe favorecer la expresión de los cuatro estado
emocionales fundamentales:

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a) El dolor, donde el sufrimiento le ha condicionado en sus relaciones vitales.
b) La rabia contenida haciendo ver al paciente que el agresor es el único
responsable de lo ocurrido.
c) La venganza, aquel sentimiento de estima que tienen de nosotros, y el que
en estos casos, la víctima tiene de sí misma.
d) La culpa que siente el paciente de no haber podido evitar el hecho abusivo
(afectando gravemente a su autoestima).

Cuando la expresión corporal y verbal ha sido intensificada, el grupo representa una


salida más adaptativa y así el paciente puede experimentar una revisión más favorable
y ser más receptivo a tener una ayuda psicológica.

5º) La reacción en el sistema individual y en el relacional

El grupo representa las interacciones que hace el paciente protagonista para ponerse
en contacto con su conflicto. En esta fase se trabajan las conexiones entre síntomas
postraumáticos y las partes del cuerpo en las que fueron puestos los pensamientos
clave.

6º) La estrategia: hacia un nuevo proyecto de vida

En esta fase se favorece la conciencia de la normalidad de ciertas reacciones a eventos


críticos, venciendo así la sensación de soledad y la depresión pensando que “nadie
puede entender lo que sucedió”. El conductor invita a evidenciar cómo los nuevos
aprendizajes favorecen la idea de un nuevo plan de vida, con pensamientos positivos y
nuevas relaciones de resiliencia.

7º) El reingreso

El terapeuta deja espacio para el turno de posibles preguntas y aclarar impresiones


también, se realiza feedback entre los diferentes miembros del grupo. El objetivo de
éste es que el paciente se sienta valorado y comprendido en su experiencia
traumática. La formación del grupo termina con un cierre acompañado por un ejercicio
de fantasía que fomenta el cambio positivo.

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Esto significa que el cuerpo entero piensa, que cada célula o parte del cuerpo
siente y experimenta emociones, elabora las propias informaciones
psicocorporales y las transmite a cada otra parte a través de una finísima red y
una extrema variedad comunicativa. Todo el cuerpo está vivo, inteligente y
consciente; en un cierto sentido cada célula experimenta placer y dolor y
elabora estrategias metabólicas para el bienestar colectivo (Stupuggia, 2010. p.
105).

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5. CONCLUSIONES
Vivimos en un mundo en el que predomina la violencia y desafortunadamente los
menores no se escapan de ella. Este trabajo ha tenido como objetivo además de
concienciar sobre la problemática del abuso sexual, realizar un recorrido bibliográfico
sobre las diferentes terapias de abordaje psicológico.

A lo largo de la revisión bibliográfica se observan numerosos artículos sobre la


detección y evaluación del abuso sexual, pero muy poca información sobre las terapias
destinadas para ello, por lo que me surgen diversas ideas que explican dicha ausencia.
Con la primera idea quiero reflejar que el abuso sexual se considera un problema de
género, dentro de lo que se denomina violencia de género, donde la mayoría de las
víctimas agredidas son del sexo femenino. Es decir, la sociedad tiene un concepto
generalizado sobre la población a la que afecta el abuso. Pero la realidad, también
incluye a niños dentro de las víctimas, además no hay que olvidar a los menores con
discapacidad física y/o mental, que independientemente de su sexo, tienen mayor
riesgo de sufrir abusos. Desgraciadamente vivimos aún en una cultura machista donde
puede representarse el abuso sexual como un tema tabú por muchos profesionales de
la salud y explicarse entonces la falta de recursos y de terapias psicológicas.

La segunda idea se relaciona con el momento en el que el menor revela el abuso, pues
en muchas ocasiones, los adultos pueden pensar que no se trate de un abuso, sino que
sea curiosidad sexual por parte del menor. Existen multitud de diferencias entre estos
dos aspectos, ya que por lo general, los niños mienten para salir de un problema, no
para meterse en él. Es fundamental que el menor sea escuchado por sus familiares y
que se asegure la protección y atención especializada del mismo, puesto que la
confesión del abuso es muy dolorosa para la víctima y el hecho de no ser creída
afectará negativamente en su autoconcepto.

La tercera idea se relaciona también con un pensamiento extendido en la sociedad


sobre la prevalencia del abuso sexual infantil, pues no es consciente de que se trata de
un problema que afecta a todas las clases sociales y niveles educativos.
Aproximadamente, el 30% de los casos de agresión sexual se denuncian a las
autoridades. En 2012, Estados Unidos sufrió el 9.3% de los casos de maltrato infantil se
clasificaron como abuso sexual y se denunciaron 62,939. En el mismo año la Encuesta
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Nacional de Victimización Delictiva de la Oficina de Estadísticas Judiciales declaró que
se denunciaron 346,830 violaciones o agresiones sexuales de personas menores de 12
años de edad o más (NSOPW, 2012).

De igual manera, existen diferentes tipos de maltrato infantil, puesto que los agresores
poseen características personales diferentes y los efectos en las víctimas no son los
mismos. El abuso sexual es la forma de maltrato infantil más difícil de detectar cuyas
consecuencias se pueden dar tanto a corto como a largo plazo y desencadenar
alteraciones a nivel neuroendocrino, estructural, funcional y/o neuropsicológico.

Las repercusiones psicológicas del abuso sexual son explicadas por diferentes modelos.
El modelo del trastorno de estrés postraumático refiere que las consecuencias del
abuso sexual (reexperimentacion, alteraciones cognitivas y del estado de ánimo,
evitación de estímulos asociados al recuerdo traumático y aumento de la activación
fisiológica) actúan como una forma de trastorno de estrés postraumático. El modelo
traumatogénico propone que el desarrollo de indefensión, estigmatización,
sexualización traumática y pérdida de confianza por parte de la víctima estarían en la
base de la dinámica traumatogénica. El modelo ecológico en cambio, abarca cuatros
sistemas (ontosistema, microsistema, macrosistema y exosistema) que conjuntamente
intervienen en la producción y el mantenimiento de la etiología del maltrato, actuando
como factores de prevención o de riesgo.

Una propuesta de prevención futura sería la realización de talleres y/o charlas de


comunicación del abuso con niños preescolares. La inclusión de este tipo de dinámicas
en colegios y escuelas enseñaría a los menores a decir NO y a poner límites en sus
relaciones con los demás. La mayoría de los abusadores suele ser esa persona a la que
el niño quiere, respeta y reconoce como una persona buena, por lo que esto le genera
un conflicto interno y no puede entender que alguien que considera bueno realice este
tipo actos. Además de ello, una formación específica a aquellas personas que están en
contacto con niños (padres, profesores, monitores, etc…) y ofrecerles conocimientos
prácticos para que puedan aprender a defender y detectar un posible abuso y saber
cómo actuar si sucede.

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Las propuestas de intervención que aparecen en el trabajo no se adaptan a ningún
perfil personalizado, donde se debería de tener en cuenta los siguientes aspectos de
cada víctima: edad (prenatal, primera infancia, niñez intermedia o adolescencia), el
tipo de abuso (intrafamiliar o extrafamiliar, con contacto físico o sin contacto) y la
duración del mismo (una única vez o de manera crónica).

La sociedad debería aumentar la accesibilidad y disponibilidad de profesionales especializados


en el abuso sexual infantil puesto que existe una amplia tipificación del abuso sexual. No
sólo con su interrupción desaparecen los síntomas, al contrario, es cuando empiezan a
surgir, por ello es necesario el inicio de un proceso terapéutico dirigido al menor y a
sus familiares afectados.

Por último, me gustaría reivindicar la escasa investigación, la falta de recursos y la


poca concienciación que existe sobre el abuso sexual. Por esta razón, considero
necesario la creación de nuevas terapias, tanto en el ámbito clínico como social. Sin
dejar de lado la educación y la formación sobre la prevención y protección del abuso
sexual.

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Universidad Pontificia de Salamanca

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