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Por: Erick Espíndola

LA GRACIA MANIFESTADA
(Tito 2:11-14)
INTRODUCCIÓN:
Cuando una persona trabaja ocho horas al día y recibe un pago justo por su tiempo, eso se llama salario.
Cuando una persona compite con otra y recibe un trofeo por su desempeño, eso es un premio. Cuando una persona
recibe un reconocimiento apropiado por sus muchos años de servicio y sus altos logros, eso es un reconocimiento.
Pero cuando una persona no es capaz de ganarse un salario, ni de ganar un premio, y ni merece reconocimiento
vemos un cuadro del favor no merecido de Dios. Esto es lo que estamos tratando de decir cuando hablamos de la
gracia de Dios.

I. GRACIA MANIFESTADA DE DIOS


El texto que vamos a ver en esta mañana comienza con un conectivo “porque” esta es una palabra que
une el versículo con todo lo anterior que ya había dicho Pablo a Tito, en el contexto de estos pasajes
encontraremos que Pablo le muestra a Tito como deben ser los ancianos que él debía establecer en la
iglesia de la isla de Creta, que características ellos debían tener (6-9), habla también que las mujeres
casadas debían estar sujetas a sus maridos, los jóvenes debían ser prudentes y los siervos debían
estar sujetos a sus amos, es por esta causa que Pablo le dice a Tito; deben hacer todo eso porque la
gracia de Dios ha sido manifestada (v1), para que todos ellos pudieran ser salvos..

La gracia de Dios se la puede observar de manera implícita en el A.T. la vemos en el Edén con Adán,
también la vemos con el pueblo de Israel, en cada circunstancia se observa la gracia que Dios tuvo,
observamos las dispensaciones y al final de cada una de ellas se observa la gracia de Dios, la gracia
manifestada se la puede observar en el día que el Hijo de Dios viene a esta tierra para ser molido por
nuestros pecados (Is. 53:5) llevado como cordero al matadero (Is. 53:7), es en la cruz donde nosotros
podemos ver la gracia infinita de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.

II. LO QUE LA GRACIA MANIFESTADA ENSEÑA


A. RENUNCIAR
Es por eso que esta gracia nos enseña o podría traducirse “nos educa” a que nosotros podamos
renunciar, aquí este término “renunciar” tiene el sentido de abandonar, dejar, de manera
personal y Cuando Pablo dice que debemos renunciar a estas cosas, emplea un participio: no
es un participio pasado —habiendo renunciado— ni tampoco un participio presente —
renunciando—, sino un participio que habla de una renuncia al pasado, pero que sigue vigente
en el presente o que debe ser ratificada de día en día.

1. A la impiedad
La esencia de la conversión cristiana es dejar de vivir a espaldas de Dios (esto es la
impiedad) y empezar a vivir de cara a él. Antes vivíamos sin Dios, como si él no contara.
Nuestro «yo» era el árbitro y señor de nuestra vida. Vivíamos para nosotros mismos y a
nuestra manera. Nuestra voluntad tenía la supremacía. La conversión es el repudio de esta
vivencia sin Dios y el comienzo de una vida en comunión con Dios. La primera gran
realidad de una vida convertida es el temor de Dios y la conciencia de la realidad de su
presencia.
Los fariseos de tiempos de Jesús se consideraban personas muy rectas y, sin embargo, eran
profundamente impíos.
Un hombre impío no es necesariamente un pecador abiertamente malvado, sino alguien
que, por muy moral que sea su conducta, no tiene lugar para Dios en su vida.
Por: Erick Espíndola
2. A los deseos mundanos
Los deseos mundanos son todas las cosas que pertenecen a este mundo temporal, las
pasiones que se tienen hacia las cosas de este mundo, son pasiones completamente
desordenadas, atracciones seductoras. Antes de nuestra conversión nosotros estábamos
bajo el dominio de nuestro “yo” y que ese yo estaba bajo el dominio del mundo. En si no
eres tú el que tiene el control de ti mismo, sino que el mundo te está controlando y es por
eso que sientes esos deseos hacia las cosas de este mundo, Pablo le está exhortando a Tito
a que él pueda enseñar esto a los cretenses. Recuerda que los que somos de Cristo hemos
“muerto con Cristo al mundo y sus deseos” (Gálatas 5:24; 6:14).
Recordemos la lógica bíblica: el hecho de ser salvos por gracia no quiere decir que el
pecado no importe (Rom. 6:1-2 leer); sino, al contrario, precisamente porque somos salvos
por gracia y porque todos los recursos de la gracia de Dios están a nuestra disposición,
vale la pena seguir luchando contra los deseos mundanos.
¡Así de fácil! ¡Y así de difícil! Porque somos duros de cerviz, pero el Señor tiene paciencia
con nosotros; y nosotros mismos necesitamos paciencia en la lucha, la paciencia de
volver vez tras vez al Señor y reclamar nuevamente su gracia y su fuerza.

B. VIVIR EN ESTE SIGLO


El renunciar a todas estas cosas nos permite a nosotros vivir en este tiempo, el tiempo presente,
el ahora de la siguiente manera:

1. Sobriamente
En primer lugar, Tenemos que vivir sobriamente. Esto quiere decir que, por la gracia de
Dios y por la iluminación de nuestra mente (esto es en nosotros mismos) por su Palabra y
su Espíritu, tenemos que dominar las pasiones de la carne, los apetitos y los malos
sentimientos que nos zarandean, y vivir con aquellos criterios y aquellas actitudes que
provienen de Dios. Así descubriremos que, cuando vivimos en el poder del Espíritu Santo,
somos señores de nosotros mismos.

2. Justamente
En segundo lugar, hemos de vivir justamente. Si la palabra sobriamente nos ha hablado de
algo interno (nuestro dominio de nuestras propias pasiones), la palabra justamente nos
habla de algo externo (nuestra relación con los demás). En el trato social debemos
caracterizarnos por la integridad, la rectitud, la honradez, el respeto, el amor y la
bondad. Todo esto está incluido en la palabra justa.
Es decir, tenemos que vivir en medio de un siglo perverso, pero no conforme a la
perversidad de este siglo. Aun viviendo en una sociedad caída, debemos manifestar en
nuestras relaciones los valores del reino venidero; debemos buscar el reino de Dios y su
justicia (Mateo 6:33).

3. Piadosamente
Nos habla de nuestra relación con Dios, en contraste con la impiedad que caracteriza a la
sociedad en general. Nos habla no solamente de prácticas explícitamente «piadosas» —la
vida devocional, las oraciones, el estudio y la meditación de la Palabra, la asistencia a los
cultos de la iglesia—, sino también de la conciencia de la presencia del Señor en todas
nuestras actividades. Procuramos glorificar al Señor y cumplir su voluntad en todo lo
que hacemos.
Por: Erick Espíndola

C. AGUARDAR
Ahora, nosotros vivimos en este mundo Sobria, Justa y Piadosamente, pero todo esto engloba
a una sola cosa o una sola actitud, que es aguardar, esperar, pero ¿Qué es lo que nosotros
debemos, deberíamos o estamos esperando?

1. La esperanza bienaventurada
2. La manifestación gloriosa

Nuestra esperanza es que él se Dios a si mismo por nosotros…


III. LA ESPERANZA EN LA GRACIA
A. SE DIO A SI MISMO
En este punto vamos a ver algo de Zacarías 3:1-9. (explicar el pasaje relacionado con Cristo.)

1. Por nosotros
El gran sacrificio hecho por Cristo en la cruz del Calvario es nuestro motivo por el cual
nosotros como creyentes debemos de vivir de una manera santa ya mencionada, porque la
gracia ha sido manifestada.

a) Para limpiarnos de toda iniquidad


Él fue esa gracia manifestado por Dios Padre en la cruz, la cual, nos limpia de toda
iniquidad, pecado, que nosotros tenemos dentro de nosotros. Pues La sangre de
Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado 1Jn. 1:7

b) Purificar para si un pueblo


La purificación es una condición necesaria para que alguien entre a formar parte del
pueblo de Dios. Y ese pueblo somos nosotros, pero no lo hizo solo para tener un pueblo
y nada más, sino que sea un pueblo con una característica en especial, en que ese pueblo
sea
Celoso de buenas obras, que desee y anhele las buenas obras, pero ojo no queramos
decir que la gracia de Dios la recibimos por las buenas obras, sino que las obras son el
resultado de cuanto valoramos el sacrificio de Cristo en la Cruz.

Conclusión: La gracia (Cristo) se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos (1)
la manera en la que debemos vivir, (2) aguardando su segunda venida en gloria, y (3) siendo nosotros un pueblo
celoso de las buenas obras. Para eso fue dada la gracia a nosotros, como algo que nunca merecimos ni
merecemos, pero por la misericordia de Dios es que sucedió.

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