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LA GRACIA MANIFESTADA
(Tito 2:11-14)
INTRODUCCIÓN:
Cuando una persona trabaja ocho horas al día y recibe un pago justo por su tiempo, eso se llama salario.
Cuando una persona compite con otra y recibe un trofeo por su desempeño, eso es un premio. Cuando una persona
recibe un reconocimiento apropiado por sus muchos años de servicio y sus altos logros, eso es un reconocimiento.
Pero cuando una persona no es capaz de ganarse un salario, ni de ganar un premio, y ni merece reconocimiento
vemos un cuadro del favor no merecido de Dios. Esto es lo que estamos tratando de decir cuando hablamos de la
gracia de Dios.
La gracia de Dios se la puede observar de manera implícita en el A.T. la vemos en el Edén con Adán,
también la vemos con el pueblo de Israel, en cada circunstancia se observa la gracia que Dios tuvo,
observamos las dispensaciones y al final de cada una de ellas se observa la gracia de Dios, la gracia
manifestada se la puede observar en el día que el Hijo de Dios viene a esta tierra para ser molido por
nuestros pecados (Is. 53:5) llevado como cordero al matadero (Is. 53:7), es en la cruz donde nosotros
podemos ver la gracia infinita de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
1. A la impiedad
La esencia de la conversión cristiana es dejar de vivir a espaldas de Dios (esto es la
impiedad) y empezar a vivir de cara a él. Antes vivíamos sin Dios, como si él no contara.
Nuestro «yo» era el árbitro y señor de nuestra vida. Vivíamos para nosotros mismos y a
nuestra manera. Nuestra voluntad tenía la supremacía. La conversión es el repudio de esta
vivencia sin Dios y el comienzo de una vida en comunión con Dios. La primera gran
realidad de una vida convertida es el temor de Dios y la conciencia de la realidad de su
presencia.
Los fariseos de tiempos de Jesús se consideraban personas muy rectas y, sin embargo, eran
profundamente impíos.
Un hombre impío no es necesariamente un pecador abiertamente malvado, sino alguien
que, por muy moral que sea su conducta, no tiene lugar para Dios en su vida.
Por: Erick Espíndola
2. A los deseos mundanos
Los deseos mundanos son todas las cosas que pertenecen a este mundo temporal, las
pasiones que se tienen hacia las cosas de este mundo, son pasiones completamente
desordenadas, atracciones seductoras. Antes de nuestra conversión nosotros estábamos
bajo el dominio de nuestro “yo” y que ese yo estaba bajo el dominio del mundo. En si no
eres tú el que tiene el control de ti mismo, sino que el mundo te está controlando y es por
eso que sientes esos deseos hacia las cosas de este mundo, Pablo le está exhortando a Tito
a que él pueda enseñar esto a los cretenses. Recuerda que los que somos de Cristo hemos
“muerto con Cristo al mundo y sus deseos” (Gálatas 5:24; 6:14).
Recordemos la lógica bíblica: el hecho de ser salvos por gracia no quiere decir que el
pecado no importe (Rom. 6:1-2 leer); sino, al contrario, precisamente porque somos salvos
por gracia y porque todos los recursos de la gracia de Dios están a nuestra disposición,
vale la pena seguir luchando contra los deseos mundanos.
¡Así de fácil! ¡Y así de difícil! Porque somos duros de cerviz, pero el Señor tiene paciencia
con nosotros; y nosotros mismos necesitamos paciencia en la lucha, la paciencia de
volver vez tras vez al Señor y reclamar nuevamente su gracia y su fuerza.
1. Sobriamente
En primer lugar, Tenemos que vivir sobriamente. Esto quiere decir que, por la gracia de
Dios y por la iluminación de nuestra mente (esto es en nosotros mismos) por su Palabra y
su Espíritu, tenemos que dominar las pasiones de la carne, los apetitos y los malos
sentimientos que nos zarandean, y vivir con aquellos criterios y aquellas actitudes que
provienen de Dios. Así descubriremos que, cuando vivimos en el poder del Espíritu Santo,
somos señores de nosotros mismos.
2. Justamente
En segundo lugar, hemos de vivir justamente. Si la palabra sobriamente nos ha hablado de
algo interno (nuestro dominio de nuestras propias pasiones), la palabra justamente nos
habla de algo externo (nuestra relación con los demás). En el trato social debemos
caracterizarnos por la integridad, la rectitud, la honradez, el respeto, el amor y la
bondad. Todo esto está incluido en la palabra justa.
Es decir, tenemos que vivir en medio de un siglo perverso, pero no conforme a la
perversidad de este siglo. Aun viviendo en una sociedad caída, debemos manifestar en
nuestras relaciones los valores del reino venidero; debemos buscar el reino de Dios y su
justicia (Mateo 6:33).
3. Piadosamente
Nos habla de nuestra relación con Dios, en contraste con la impiedad que caracteriza a la
sociedad en general. Nos habla no solamente de prácticas explícitamente «piadosas» —la
vida devocional, las oraciones, el estudio y la meditación de la Palabra, la asistencia a los
cultos de la iglesia—, sino también de la conciencia de la presencia del Señor en todas
nuestras actividades. Procuramos glorificar al Señor y cumplir su voluntad en todo lo
que hacemos.
Por: Erick Espíndola
C. AGUARDAR
Ahora, nosotros vivimos en este mundo Sobria, Justa y Piadosamente, pero todo esto engloba
a una sola cosa o una sola actitud, que es aguardar, esperar, pero ¿Qué es lo que nosotros
debemos, deberíamos o estamos esperando?
1. La esperanza bienaventurada
2. La manifestación gloriosa
1. Por nosotros
El gran sacrificio hecho por Cristo en la cruz del Calvario es nuestro motivo por el cual
nosotros como creyentes debemos de vivir de una manera santa ya mencionada, porque la
gracia ha sido manifestada.
Conclusión: La gracia (Cristo) se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos (1)
la manera en la que debemos vivir, (2) aguardando su segunda venida en gloria, y (3) siendo nosotros un pueblo
celoso de las buenas obras. Para eso fue dada la gracia a nosotros, como algo que nunca merecimos ni
merecemos, pero por la misericordia de Dios es que sucedió.