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MÓDULO

TEORÍAS DE GÉNERO

CIEG CENTRO INTERDISCIPLINARIO DE ESTUDIOS DE GÉNERO


© CIEG
Centro Interdisciplinario de Estudios de Género
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Chile

Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago, Chile


Fono: 29787707
e-mail: cieg@uchile.cl
www.cieg.cl

Texto elaborado por:


Michelle Sadler, Carolina Franch, Isabel Penjeam y Carola Naranjo

Revisión y actualización
Paula Hernández, Manuela Cisternas, Carolina Franch y Elisa Niño Vázquez

Diagramación:
Diego Olivares y Elisa Niño Vázquez

ISSN: 0719-5931

El Módulo de Teorías de Género es una obra que está bajo la licencia


Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
PRESENTACION

Desde muy antiguo las sociedades han reflexionado sobre el significado de ser
hombre y mujer, asignándoles un valor y una posición a cada uno de ellos. Desde los mitos
de creación hasta las reflexiones de los primeros filósofos, ha existido un pensamiento y un
ordenamiento de las diferencias sexuales al interior de las distintas comunidades humanas.
Hoy día, luego de transcurrida una larga historia en la cual los aportes de las mujeres a la
cultura han dejado de ser invisibles, nuevas y viejas temáticas se ponen en escena y se
torna imprescindible conocer qué significados adquieren las relaciones entre hombres y
mujeres en la construcción de los proyectos individuales y sociales.

Los Estudios de Género han emergido una vez que los Estudios de la Mujer abrieron
al campo político y académico la sistematización de los conocimientos adquiridos durante
todo el siglo XX y se han convertido en el soporte de un sinnúmero de acciones tendientes
al logro de una igualdad entre hombres y mujeres, así como han sido la base para el estudio
y la generación constante de conocimiento sobre las cambiantes circunstancias en que esas
relaciones se despliegan. La producción de estadísticas, de elementos cualitativos sobre las
formas de discriminación, las exclusiones simbólicas, económicas y políticas, entre otras
materias han servido para hacer conciencia de los problemas derivados de las iniquidades
de género, así como para aplicación de acciones tendientes a su resolución.

Es ineludible en las actuales circunstancias interrogarse por los modos en que la


sociedad contemporánea piensa y asigna lugares a hombres y mujeres. En cualquiera de las
instancias de nuestra vida, ya sea en el ámbito laboral como en el privado, la condición y
posición que portamos por pertenecer a un género constituye un “dato” de vital
importancia. Superadas las nociones que naturalizan lo femenino o lo masculino, hemos
tomado conciencia que la cultura es un elemento clave en las definiciones de ser un hombre
o una mujer en una sociedad determinada. La cultura, en tanto lenguaje que entrega los
códigos mediante los cuales nos comprendemos al interior de distintas categorías, es la
que hace posible nuestras construcciones identitarias, y por ello son susceptibles de
transformar cuando son portadoras de desiguales valoraciones.

Los nuevos problemas que entraña el mundo globalizado y determinadas


concepciones del desarrollo, no escapan a nuestra realidad latinoamericana y chilena
impactando de manera diferencial a hombres y mujeres; la feminización de la pobreza, el
sexismo en la educación, las discriminaciones étnicas y de género, las políticas de salud,
entre otras son fenómenos que exigen miradas comprometidas con la superación de las
brechas que producen. Conocerlas y estudiarlas puede ayudar a crear mejores condiciones
de vida y sobre todo a buscar caminos, ya sea desde las políticas públicas, la organización
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social, la academia o la acción individual para acercarnos a un debate profundo que

1ª produzca nuevos y mejores modelos de encuentro social.

Para todos y todas es evidente que en el siglo XXI, cada vez con mayor fuerza, la
UNIDAD sociedad se ve obligada a reflexionar sobre las implicancias que cobra el ser mujer u
hombre en los diversos aspectos de la vida común. Ello porque, como sabemos, el siglo XX
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

marcó una revolución subterránea que sin rupturas violentas ha ido transformando algunas
esferas sociales. Nos referimos a esa revolución cultural que ha significado el
desplazamiento de las mujeres desde lo privado al espacio público. Ello ha tenido como
consecuencia, estos últimos tiempos, también una pregunta por las masculinidades, en la
medida en que los cambios que las mujeres han protagonizado han repercutido en los
hombres. América Latina y Chile no han escapado a estas mutaciones y a sus implicancias
en la construcción de sus proyectos sociales y políticos. Las materias vinculadas a las
relaciones de género, que suponen siempre una pregunta por la igualdad y por la
distribución del poder entre mujeres y hombres, tanto al interior de lo doméstico como de
lo colectivo, porta décadas de demandas, investigación y estudios que han hecho posible la
MUJER

instalación en las agendas de los países de políticas públicas tendientes a fortalecer o


aminorar los efectos de los cambios en la posición y condición de las mujeres. Los Estudios
de Género, en el ámbito académico, constituyen el núcleo de las necesarias reflexiones e
indagaciones que son el soporte de las políticas sociales, en la medida que recogen las
sensibilidades ciudadanas, el acervo de las teorías y los conocimientos metodológicos y
técnicos para la implementación de los cambios a través de la puesta en práctica de
acciones y planes para conseguirlos. El conocimiento acumulado desde las diversas
disciplinas de las Ciencias Sociales confluye en los Estudios de Género para dotar a éstos de
un caudal de enorme relevancia para enfrentar los desafíos de un desarrollo humano que
contemple la igualdad en la diferencia como horizonte de sus políticas de bienestar social.

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INTRODUCCIÓN

SENTIDO Y LUGAR DEL PRESENTE MÓDULO EN EL DIPLOMADO 1ª


UNIDAD
El presente módulo inicia los programas de Diplomado que imparte el Centro
Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG), perteneciente al Departamento de

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Por esto, su
principal objetivo consiste en introducir a los/as alumnos/as en el campo de los Estudios de
Género, así como en algunas de las temáticas específicas que desde este ámbito se
trabajan. De esta manera, el propósito de este primer módulo consiste en entregar a el/la
estudiante las herramientas básicas para incorporar a su quehacer los conceptos y
reflexiones de la perspectiva de género.

Los lineamientos que aquí se presentan constituyen un insumo básico para luego
introducir la perspectiva de género en diversos ámbitos de la realidad, como por ejemplo,
las políticas públicas, planificación, etnicidad, entre otros; abriendo nuevas posibilidades

MUJER
de reflexión que permitan a los/ as estudiantes ampliar sus campos de acción, tanto
académicos como profesionales.

CONTENIDOS DEL TEXTO

Los contenidos a trabajar a partir de este texto se han agrupado en torno a tres ejes:

 El primero de ellos aborda los antecedentes del surgimiento de la perspectiva de


género, entendiendo que ello no solo aporta una mirada a la construcción de los
conceptos sino que también ubican el contexto histórico, político, social y cultural que
viabilizan la aparición de esta perspectiva. Asimismo, se rescatarán los avances
políticos y conceptuales que dicho movimiento generó, y los límites que éste
presentaba.

 El segundo presenta los conceptos básicos de la perspectiva de los Estudios de Género


y plantea el desarrollo que ha tenido la perspectiva de género, poniendo el acento en
los principales enfoques que a partir de él se han generado, dando cuenta de los
alcances y limitaciones de los mismos.

 El tercero revisa los conceptos fundantes a la luz de los nuevos aportes generados en 7
los últimos años, y que estos han tenido en la revisión y reformulación de nuevas
propuestas. Por ello mismo se presentan algunas líneas temáticas asociadas a los
estudios de Género.

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CARACTERÍSTICAS DEL TEXTO

1ª Los textos del Diplomado, así como el que corresponde al presente módulo, son
concebidos como un apoyo fundamental a los objetivos de aprendizaje que se quieren
UNIDAD
lograr. Para que cumplan esa función se han diseñado materiales que combinan contenidos
conceptuales, lecturas, referencias y ejercicios.
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Este conjunto de elementos conforma un sistema pedagógico que apunta a instalar a


los/as estudiantes en un proceso de conocimiento y reflexión cuyo contexto de referencia
son los Estudios de Género. El texto, por tanto, asume el papel de material de referencia,
orientación y trabajo que debe ser utilizado activamente por el/la estudiante.

En ese sentido, cabe mencionar que los/as alumnos/as no encontrarán en el texto los
temas concluidos ya que no se pretende aquí agotar las temáticas tratadas, ni tampoco se
espera una lectura lineal y pasiva del mismo. El texto propone generar procesos en los/as
estudiantes a partir de ciertos insumos, para lo cual se requiere una actitud activa de parte
MUJER

de aquellos/as.

OBJETIVOS GENERALES

A partir del trabajo generado por el módulo se espera que los/as estudiantes:

 Se introduzcan al desarrollo y la evolución que han tenido las teorías de género.

 Conozcan y manejen los enfoques y conceptos claves que constituyen este campo
de estudio.

 Conozcan las principales líneas temáticas desarrolladas en relación a los Estudios


de Género.

Analicen y apliquen los conocimientos transmitidos en sus realidades personales, laborales


y sociales.

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UNIDAD

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


1ª UNIDAD

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y MUJER

LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

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PRIMERA UNIDAD

1ª ANTECEDENTES: LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

UNIDAD OBJETIVO:
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Conocer las características de los Estudios de La Mujer, el contexto en que surgen, sus
principales enfoques, los aportes que implicaron, y las críticas que impulsaron el desarrollo
de esta perspectiva.

CONTENIDOS:

 Contexto y surgimiento de los Estudios de La Mujer.

 Introducción del concepto de Invisibilidad Analítica.

 Crítica a las producciones de las ciencias sociales: androcentrismo y etnocentrismo.


MUJER

 Cuestionamiento y deconstrucción de la información.

 Limitaciones de los Estudios de La Mujer: ghettización, universalización y


esencialismo.

I.1. ANTECEDENTES Y CONTEXTO DE LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

I.1.1. ANTECEDENTES CULTURALES E INTELECTUALES

Tanto para el caso de los llamados Estudios de la Mujer como del posterior surgimiento de
la perspectiva de género se puede reconocer un importante antecedente en la producción
del campo intelectual de las ciencias sociales a principios del Siglo XX, especialmente
durante el período de entreguerras.

En diversas disciplinas sociales, en pleno auge de nacionalismos y fascismos, surgen


reflexiones, investigaciones y construcciones teóricas que buscan generar una comprensión
de lo humano como una construcción de y en la sociedad y no solo como un dato “natural”,
ya dado. Frente a las posturas esencialistas y absolutistas se desarrolla una mirada crítica
10 que instala a lo social y cultural como el espacio histórico constituyente de singularidades,
particularidades, diferencias, hábitos, costumbres, identidades, etc.

Desde campos disciplinarios diversos como la psicología, sociología, antropología e historia


surgen voces que cuestionan las posturas sustancialistas de las producciones humanas, e
incorporan una perspectiva crítica respecto de cómo se ven, se viven y se interpretan los

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fenómenos humanos.

En el campo particular de la antropología se generan investigaciones que abordan de una


manera diferente la constitución de “lo femenino” y “lo masculino”, aportando datos y

UNIDAD
reflexiones sobre la diversidad de posibilidades que han existido en diferentes pueblos
respecto a los roles, conductas y afectos atribuidos e impuestos a hombres y mujeres. Si

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


bien aún se trataba de líneas de trabajo no institucionalizadas ni generalizadas al conjunto
de la academia, y tampoco se contaba con conceptos propios, ello aportó sin duda una base
clave para futuros desarrollos

I.1.2. CONTEXTO HISTÓRICO SOCIAL

En cuanto al marco histórico en el cual se desenvuelve una nueva reflexión sobre La Mujer
–el cual surge y se desenvuelve específicamente en los años ‘60s y ‘70s- es central
comprender que éste está marcado por la existencia de movimientos sociales y políticos
que se manifiestan activa y disruptivamente.

MUJER
Estos movimientos cuestionan las relaciones establecidas y el funcionamiento de
diferentes espacios sociales e institucionales, siendo mayo del 1968 (Francia) un símbolo de
esa fuerza e inquietud colectiva. Este movimiento, si bien se localiza en algunos territorios
con mayor energía y representatividad, se expresa y expande a nivel mundial y genera
nuevas posibilidades de acción y de reflexión en lo social, la academia, las artes, etc.

Asimismo, nuevos actores sociales se hacen presentes con sus demandas y


manifestaciones. Entre ellos destacan los movimientos feministas, ligados a los diversos
espacios de acción logrados por las mujeres en medio de los cambios acaecidos en la
división sexual del trabajo, en la estructura social y en la cultura.

I.1.3. EL APORTE DEL MOVIMIENTO FEMINISTA EN LA ACADEMIA

En ese escenario global, en el que los movimientos de mujeres irrumpen como un actor
social y político particular, académicas feministas desarrollan un movimiento intelectual
que, desde su campo de acción específico, sintoniza con el entusiasmo y la efervescencia
por provocar un cambio social favorable a las mujeres.

Esta corriente intelectual y política se localiza especialmente en las universidades del 11


primer mundo, en donde durante la década del 70 se instala de manera formal, en el
universo académico de universidades de Estados Unidos y de algunos países europeos,
como Inglaterra y Suecia.

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Dicha iniciativa y las producciones académicas que se generan en el marco del movimiento

1ª referido reciben el nombre de Estudios de La Mujer, entendiendo por tales a todas aquellas
investigaciones teóricas y empíricas específicas de las disciplinas sociales y humanidades
que tienen como tema central a “La Mujer”1.
UNIDAD
Así como en la escena política y social los movimientos de mujeres surgen con una voz
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

propia, la instalación en el campo académico de una perspectiva que tomara en cuenta a


“La Mujer” como un sujeto de estudio, constituye un cambio importante. Esto porque
anteriormente “La Mujer” no era considerada, sino que se entendía que al hablar de “El
Hombre” ella estaba contenida. Además, la representación de “La Mujer” se configuraba
desde una perspectiva masculina.

Incorporar esta mirada diferenciada en el seno de las disciplinas de las Ciencias Sociales y
las Humanidades generó y genera en ellas consecuencias, como la revisión de sus
producciones y el surgimiento de nuevos campos de reflexión. Es así como en la
antropología, la historia, la literatura –entre las disciplinas más involucradas– se inaugura
MUJER

un proceso de cuestionamiento a los grandes “relatos” teóricos sustentados por ellas.

Este cuestionamiento tuvo como horizonte sacar a escena la INVISIBILIDAD en que


permanecían las mujeres en los diversos ámbitos del saber. De ese modo, se gesta una
relectura de las obras disciplinarias tradicionales y se constata que en ellas las mujeres,
como sujeto, están ausentes.

Cabe señalar que muchos estudios, reflexiones y perspectivas habían sido instaladas con
anterioridad por diversos/as autores/as (como el caso de la antropóloga norteamericana
Margaret Mead), pero los Estudios de la Mujer logran armar una corriente y una política de
pensamiento que realiza un trabajo de revisión y construcción de material bibliográfico y
conceptual de manera sistemática, lo pone en circulación, lo debate, lo institucionaliza, y
proyecta nuevas líneas de investigación.

Sin embargo, hay que advertir que por Estudios de la Mujer no se alude a una concepción
uniforme y estructurada, sino que a “una corriente interdisciplinaria y multidisciplinaria
con un carácter heterogéneo en sus marcos teóricos, metodológicos e instrumentales.”2

12
1
Si bien en este módulo se considera a los Estudios de la Mujer como un antecedente histórico y conceptual
de los Estudios de Género, cabe señalar que esta perspectiva se ha continuado desarrollando y aún se
mantiene vigente en diversos centros y países. Ese es el caso de Estados Unidos. En la próxima unidad se
explicitarán las diferencias entre esta mirada y la perspectiva de Género.
2
Bellucci, Mabel. 1992. “De los Estudios de la Mujer a los Estudios de Género: han recorrido un largo
camino”. En: Las mujeres en la imaginación colectiva, Fernández, A.M (comp.), Bs. As, Ed. Paidos.

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LECTURA

MARGARET MEAD 1ª
UNIDAD
“Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas”.

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


De la autora: Margaret Mead ha sido posiblemente la mujer más influyente en el mundo
de la antropología, y tal vez una de las personalidades más sensibles hacia el estudio de
otras culturas. Nació en Philadelphia a comienzos del 1900. Su padre era profesor de
Economía en la Wharton School. Se doctoró en antropología en 1929, en la Universidad de
Columbia, donde fue discípula de Franz Boas y Ruth Benedict. Allí trabajó -desde 1954-
como profesora adjunta de antropología.

Mead fue la primera antropóloga en estudiar la educación y crianza de niños/as en las


distintas culturas. Sus trabajos sobre teoría de la enseñanza son actualmente una
referencia básica. De hecho, se puede decir que a partir de los trabajos de Mead, despertó

MUJER
el interés por el estudio de la infancia y la mujer dentro de la disciplina antropológica.

En 1925 realizó su primer trabajo de campo en Samoa -pese a la oposición de Boas-


centrándose en el estudio de las chicas adolescentes, y en 1929 viajó a las islas Manus, de
Nueva Guinea, donde investigó sobre las historias, cuentos y relatos utilizados por adultos
para la educación y socialización de los niños/as.

La experiencia de Samoa, plasmada en su libro “Coming of Age in Samoa”, fue


ampliamente conocida, y el trabajo pronto se convirtió en un bestseller, traducido a varios
idiomas. Esta obra presentó al público por primera vez la idea de que el carácter que el
individuo adquiere a lo largo de los estados de crecimiento y socialización acaba siendo
definido de acuerdo con las necesidades específicas de cada cultura. De esta forma, el
carácter del adolescente (ya sea agresivo, pacífico, introvertido, etc.) puede estar definido y
ser característico en función del entorno donde se ha criado. Su trabajo de campo en
Guinea, sirvió entre otros aspectos para demostrar que los roles de género difieren de una
sociedad a otra. Posteriormente, en Bali, exploró nuevas formas para documentar el paso
de la niñez a la etapa adulta, y la forma en la que la sociedad plasma este tránsito a través
de símbolos.

Uno de los rasgos más importantes en Margaret Mead es su concepción holística de la


13
cultura. Esto se expresa a través de la interconexión y relación de todos los diferentes
aspectos de la vida humana. Por ejemplo, la forma de obtención de alimentos no puede ser
comprendida sin el estudio del ritual y las creencias, o las dinámicas políticas no pueden ser
separadas de la educación o del arte. Fue dicha visión holística lo que la convirtió a lo largo

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de su vida en una especialista en todo tipo de aspectos culturales.

1ª Del texto: Este es un texto clásico y fundacional de revisión crítica en relación a la temática
de la mujer y el género. En él la autora expone el resultado de su investigación en la que
UNIDAD
analiza la división sexual del trabajo y las estructuras de parentesco para explicar los
distintos papeles de género de las etnias arapesh, mundugumor y tchambouli. Ello
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

proporciona material empírico que cuestiona la rígida diferenciación entre caracteres


“femeninos” y “masculinos”, documentando culturas en las que hombres y mujeres
compartían por igual prácticas consideradas exclusivamente viriles en Occidente —como
la guerra— y aún otras en que la distribución de las tareas domésticas y de los hábitos
suntuarios eran exactamente inversas a las occidentales. Sus descripciones de los varones
tchambouli, excluidos de las tareas prácticas y administrativas, y a los que se reservaban
los hábitos del maquillaje y la decoración personal, fueron recibidos con escándalo por la
sociedad de su época (la obra completa se publica en 1939), al igual que su desmitificación
de la pureza femenina a través de estudios de las prácticas sexuales infantiles y
adolescentes de las arapesh.
MUJER

Son interesantes de destacar las reflexiones que la autora plantea al final de esta
introducción al texto, pues muestra lo novedoso e innovadores que resultaban los
“hallazgos” resultantes de su investigación incluso para ella misma. Este ejercicio da
cuenta de que las investigadoras de la época van revisando sus propias concepciones y su
construcción subjetiva, pero aún lo hacen de manera no sistemática.

Claves de Lectura

• Ubique qué busca estudiar la autora en esta investigación, cuál es su objeto de


estudio, cómo lo define.

• Infiera contra que concepciones, opiniones y/o tesis trata de confrontar la autora.

• Identifique cuáles son los hallazgos que destaca como resultado de su estudio.

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SEXO Y TEMPERAMENTO EN TRES SOCIEDADES PRIMITIVAS

Extracto 1990. Introducción. (pág. 13-18) 1ª


UNIDAD
Margaret Mead

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


Este estudio no tiene por objeto descubrir si hay o no diferencias reales y universales entre
los sexos, ya sean cuantitativas o cualitativas.

Tampoco interesa saber si las mujeres son más variables que los hombres-como se alegaba
antes que la doctrina de la evolución exaltara la variabilidad-, o menos variables, como se
alegó después. No es un tratado de los derechos de la mujer ni una investigación de las
bases del feminismo. Es, simplemente, el relato de cómo tres sociedades primitivas han
agrupado sus actitudes sociales hacia el temperamento en relación con los hechos muy
evidentes de las diferencias entre los sexos. Estudié este problema en las sociedades
simples, porque aquí encontramos el drama de la civilización en pequeño, una sociedad
microcosmo, parecida en especie, pero de diferente tamaño y magnitud que los de las

MUJER
complejas estructuras sociales de los pueblos dependientes, como los nuestros, de una
tradición escrita y de la integración de un gran número de tradiciones históricas
antagónicas. He estudiado este asunto entre los plácidos montañeses arapesh, los fieros
caníbales mundugumor y los elegantes cazadores de cabezas de Tchambuli. Cada una de
estas tribus tenía, como toda sociedad humana, el problema de las diferencias de los sexos,
tema importante en el plan de la vida social, que cada una de estas tres tribus desarrolló de
diferente manera. Comparando las formas en que han destacado las diferencias entre los
sexos, es posible profundizar nuestros conocimientos acerca de qué elementos son
elaboraciones sociales, originalmente ajenas a los hechos biológicos del género de los
sexos.

Nuestra propia sociedad, hace amplio uso de tal elaboración. Asigna diferente papel a los
dos sexos, los rodea desde el nacimiento de una expectativa de diferente conducta, agota
el drama del noviazgo, matrimonio y paternidad en términos de tipos de conducta que se
creen innatos y, por lo tanto, apropiados para uno u otro sexo. Sabemos oscuramente, que
éstos papeles han cambiado, aún dentro de nuestra historia. Estudios como The Lady3 de
Mrs. Putnam, pintan a la Mujer como una figura infinitamente maleable e incompetente,
que la humanidad ha vestido según la usanza de cada época, de acuerdo con la cual se
15
marchitaba, se volvía imperiosa, coqueta o huidiza. Pero en todas las discusiones se ha
insistido, no sobre las relativas personalidades sociales asignadas a los dos sexos, sino
sobre los superficiales modelos de conducta asignados a las mujeres, a menudo ni siquiera

3
E. J. S. Pulnam., The Lady, Sturgis y WaIton, 1910.

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a todas, sino solamente a las de las clases más altas. El reconocimiento, socialmente

1ª elaborado, de que las mujeres de la clase más alta son títeres de una tradición cambiante,
trajo más confusión que claridad al problema. No se ocupó del papel asignado al hombre,
que se concebía avanzando por un camino especial trazado para él, moldeando a las
UNIDAD
mujeres según su antojo y capricho respecto a la naturaleza femenina. Toda discusión
sobre la posición de las mujeres, sobre su carácter y temperamento, sobre su virtud o
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

emancipación, oscurece el problema básico: el reconocimiento de que la trama cultural,


que se oculta detrás de las relaciones humanas, da el modo de concebir los papeles de los
sexos, y que se moldea al joven en crecimiento según un modelo local y especial, de manera
tan inexorable como ocurre con la niña.

Los hermanos Vaerting atacaron el problema en su libro El sexo dominante4, con su


imaginación crítica estorbada por la tradición cultural europea. Sabían que en algunas
partes del mundo habían existido y existían todavía instituciones matriarcales que daban a
las mujeres libertad de acción y les concedían una independencia de elección, que la cultura
histórica europea sólo otorgaba a los hombres. Valiéndose de un simple juego de manos,
MUJER

trastocaban la situación europea y elaboraban una interpretación de las sociedades


matriarcales que consideraban a las mujeres frías, orgullosas y dominantes, y a los
hombres débiles y sumisos. Las características de las mujeres en Europa fueron atribuidas
a los hombres en las comunidades matriarcales eso era todo. Era un cuadro simple, que en
realidad no agregaba nada a nuestra comprensión del problema, ya que se basaba en el
limitado concepto de que si un sexo posee una personalidad dominante, el otro debe ser de
carácter sumiso, ipso facto. La raíz del error de los Vaerting se halla en nuestra tradicional
insistencia sobre los contrastes entre la personalidad de los dos sexos, en nuestra
habilidad para ver solo una variación del tema del varón dominante: la del marido
tiranizado. Ellos imaginaron –pensando especialmente en las instituciones patriarcales-
que dada la posibilidad de un arreglo de la dominación diferente de la tradicional, la
existencia misma de una forma matriarcal de sociedad entraña la reversión imaginaria de
la posición temperamental de los dos sexos.

Pero los crecientes estudios acerca de los pueblos primitivos nos han puesto sobre aviso.5
Sabemos que las culturas humanas no se inclinan hacia un lado u otro de una escala única,
y que es posible que una sociedad ignore completamente un problema que otras dos
sociedades han resuelto de manera contrastante. El hecho de que un pueblo honre a los
16 ancianos puede significar que no estima a los niños, pero también puede suceder que un
pueblo como los bathonga, del sur de África, no quiera a los mayores ni a los niños; otro,

4
Mathilde and Mathis Vaerting, The Dominant Sex,Doran, 1923.
5
Ver especialmente Ruth Benedict, Patterns of Culture, Houghton Mífflin, 1934 (Trad. Castellana: El hombre y
la cultura, Buenos Aires, Sudamericana, 1942; N. del E.).

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como los indios plains, dignifique a los pequeños y a sus abuelos; o, de nuevo, como sucede
entre los manus y en partes de la América moderna, se considere a los niños como el grupo
más importante de la sociedad. Esperando simples inversiones tales como: si un aspecto
de la vida social no es específicamente sagrado debe ser específicamente secular; si los

UNIDAD
hombres son fuertes, las mujeres deben ser débiles ignoramos el hecho de que las culturas
están facultadas para mucho más que esto, al elegir los posibles aspectos de la vida

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


humana, para disminuirlos, exaltarlos o ignorarlos. Y mientras cada cultura ha
institucionalizado de algún modo los papeles de hombres y mujeres, no ha sido
necesariamente en términos de contraste entre las personalidades prescriptas a los dos
sexos, ni en términos de dominación o sumisión. Debido a la escasez de material para sus
creaciones, ninguna cultura ha dejado de apoderarse, en cierto modo, de los hechos visibles
del sexo y la edad, ya se trate de la convención de una tribu filipina según la cual ningún
hombre puede guardar un secreto de la suposición de los manus de que sólo los hombres
gozan jugando con los bebés, de la prescripción toda según la cual la mayor parte del
trabajo doméstico es demasiado sagrado para las mujeres, o de la afirmación arapesh de
que las cabezas de las mujeres son más fuertes que las de los hombres. En la división del

MUJER
trabajo, de las vestimentas, de las costumbres, de las funciones religiosas y sociales -a
veces en algunos de estos aspectos, otras en todos- los hombres y las mujeres se han
diferenciado socialmente, y cada sexo como tal se ha visto forzado a aceptar el papel que le
ha sido asignado. En algunas sociedades, estos papeles socialmente definidos se expresan
sobre todo en la vestimenta o en la ocupación, sin insistir en las diferencias
temperamentales innatas. Las mujeres usan el cabello largo y los hombres lo llevan corto,
o los hombres peinan bucles y las mujeres se afeitan la cabeza; las mujeres visten faldas y
los hombres pantalones o viceversa. Las mujeres tejen y los hombres no lo hacen, o estos
últimos tejen en lugar de las mujeres. Estas obligaciones simples con respecto a la
vestimenta, la ocupación y el sexo, son enseñadas fácilmente a todos los niños, y no se
fundan en supuestos que resulten inaceptables para ningún niño.

Sucede de otra manera en las sociedades que diferencian en forma bien definida la
conducta de los hombres de la de las mujeres, en términos que suponen una genuina
diferencia de temperamento. Entre los indios Dakota de las llanuras, se afirma
vigorosamente que la habilidad para soportar cualquier clase de peligro o trabajo,
constituía una imprescindible característica masculina. Desde que el niño tenía cinco o seis
años, el esfuerzo educativo consciente de la familia, tendía a moldearlo como un verdadero
macho. Cada lágrima, cada gesto de timidez, cada acercamiento a una mano protectora, o 17
el deseo de continuar jugando con niñas o niños más pequeños, se interpretaba de una
manera decisiva como la prueba de que el niño no llegaría a ser un verdadero hombre. En
una sociedad como ésta no sorprende encontrar el berdache, hombre que renuncia a la
lucha, privativa del papel masculino, y que usa atavío femenino y tiene las ocupaciones de

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una mujer. La institución del berdache servía de aviso para los padres; el temor de que el

1ª hijo llegara a ser berdache, aumentaba los desesperados esfuerzos para evitarlo,
provocando, por el contrario, una intensificación de aquella misma tendencia que llevaba a
los niños a preferir esa elección. El invertido, que carece de toda base física discernible para
UNIDAD
su inversión, ha intrigado siempre a los que estudian la sexualidad, quienes cuando no
encuentran anormalidades glandulares observables, se vuelven a la teoría del
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

condicionamiento en la primera infancia o a la de identificación con el progenitor del sexo


opuesto. En el curso de esta investigación, tendremos ocasión de examinar la mujer
masculina y el hombre femenino, tal como aparecen en estas tribus diferentes, y de inquirir
si es siempre una mujer de naturaleza dominadora la que se concibe como masculina, o un
hombre sumiso, amable y amante de los niños o de los bordados, el que se supone
femenino.

En los capítulos que siguen nos ocuparemos de la estructuración de la conducta sexual


desde el punto de vista del temperamento, basándonos en el supuesto de orden cultural de
que ciertas actitudes temperamentales, son naturalmente masculinas, y otras
MUJER

naturalmente femeninas.

En este punto, las sociedades primitivas parecen ser, superficialmente, más refinadas que
nosotros. Del mismo modo que saben que los dioses, los hábitos alimenticios, y las
costumbres matrimoniales de la tribu vecina difieren de los propios, y no insisten en que
una forma sea verdadera o natural dando la otra por falsa o artificial, reconocen a menudo
que las propensiones temperamentales que ellos consideran naturales en los hombres o
mujeres, difieren de los temperamentos naturales de los hombres y las mujeres de los
pueblos vecinos. Sin embargo, dentro de una escala más reducida, e insistiendo menos en
la validez biológica o divina de sus formas sociales de lo que nosotros hacemos con
respecto a las nuestras, cada tribu tiene ciertas actitudes definidas hacia el temperamento,
sustenta una teoría sobre la naturaleza de los seres humanos, hombres, mujeres, o ambos,
y reconoce una norma en función de la cual se juzga y condena a los individuos que se
apartan de ella.

Dos de estas tribus no conciben que los hombres y las mujeres posean diferentes
temperamentos. Les atribuyen distintos papeles económicos y religiosos, diferentes
habilidades, distinta vulnerabilidad a la magia maléfica y a las influencias sobrenaturales.
18 Los atapesh creen que pintar con colores solo es apropiado para los hombres, y los
mundligumos consideran la pesca tarea esencialmente femenina. Pero carecen de toda
noción de que los rasgos temperamentales que indiquen dominación, valor, agresividad,
objetividad y maleabilidad, están indisolublemente asociados con un sexo como opuesto al
otro. Esto puede parecer extraño a una civilización que en su sociología, medicina, lenguaje

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vulgar, poesía y obscenidades, acepta las diferencias socialmente definidas entre los sexos,
como si se fundaran en características innatas del temperamento, y explica cualquier
desviación del papel que se le ha fijado socialmente como una anormalidad congénita o
una temprana maduración. Fue una sorpresa para mí, porque yo también estaba

UNIDAD
acostumbrada a pensar con conceptos tales como “tipo mixto”, a reconocer en algunos
hombres un temperamento “femenino”, y a llamar “masculina” la mentalidad de algunas

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


mujeres. Me impuse como problema el estudio del condicionamiento de las personalidades
sociales de los dos sexos, con la esperanza de que esta investigación arroje alguna luz
sobre las diferencias entre los mismos. Yo compartía la creencia general en nuestra
sociedad de que había un temperamento natural correspondiente a cada sexo, que podía,
en casos extremos, deformarse o alejarse de su expresión normal. No sospechaba que los
temperamentos que consideramos innatos en un sexo, podrían ser, en cambio, meras
variaciones del temperamento humano, a las cuales pueden aproximarse por su educación,
con más o menos éxito según el individuo, los miembros de uno o de los dos sexos.

MUJER

19

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I.2. APORTES CONCEPTUALES DE LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

1ª I.2.1. EL PROBLEMA DE LA INVISIBILIDAD ANALÍTICA

UNIDAD ¿A qué se denomina invisibilidad analítica?


ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

La invisibilidad analítica alude al hecho que en los distintos campos del saber se ha
construido una negación o ignorancia de La Mujer.

Esto no significa sólo que “no se hable” explícitamente de La Mujer en muchas


investigaciones empíricas y descriptivas de las disciplinas sociales, sino que se trata de una
aparición velada que compromete a los grandes relatos de comprensión (paradigmas) de
las ciencias sociales, históricas o literarias.

El problema radica fundamentalmente en la representación que se hace de la mujer. Por


tanto, la invisibilidad es más que nada un problema teórico, de interpretación, de modelos
de comprensión. Así entonces se hablará de una invisibilidad analítica de la mujer en las
MUJER

disciplinas sociales.

¿Qué significa cuestionar “la representación de La Mujer”?

Significa analizar el modo en que se ha hablado de La Mujer en las distintas disciplinas,


cómo se la ha caracterizado, el lugar que se le ha otorgado en el mundo; cómo se han
descrito, explicado y justificado las diferencias (biológicas, sociales, económicas, políticas
etc.) que existen entre mujeres y hombres.

Este problema de representación se hace más manifiesto al visualizar que el modo en que
los hombres construyen estas representaciones y el modo en que las mujeres lo hacen
puede ser muy diferente.6

Las intelectuales e investigadoras que impulsan los Estudios de La Mujer descubren


entonces que el punto clave es la ausencia de las mujeres en el plano de los modelos
interpretativos; pero avanzaron aún más, indagando en las causas que provocaban la
invisibilidad.

20 En el caso de la antropología se inició un camino para dilucidar cómo las mujeres eran

6
Como veremos más adelante, esto no significa que todas las mujeres compartan o reproduzcan el mismo
punto de vista. No es excepcional que las mismas mujeres compartan la representación que se ha hecho de
ellas.

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

representadas en los escritos y trabajos etnográficos7 y cómo aparecían desde el punto de


vista de los hombres y mujeres que hacían etnología8, constatándose diferencias en las
miradas masculinas y femeninas. 1ª
UNIDAD
Los Estudios de La Mujer en todo el primer período de su nacimiento se abocaron a
investigar sobre la posición de las mujeres en la historia, la literatura, la antropología, etc.

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


mostrando la cara femenina de muchos procesos y hechos sociales.

Este desarrollo fue de la mano con la constatación de que las mujeres aparecían en todas
las épocas históricas y en todas las sociedades subordinadas, desvalorizadas, ocupando los
lugares más bajos de la vida social. Este supuesto comenzó a debatirse desde miradas que,
retomando especialmente herramientas analíticas del campo de la historia y de modelos
teóricos marxistas, descubren que no es posible pensar ahistóricamente la posición de las
mujeres puesto que algunos fenómenos, como la colonización y el capitalismo, son
determinantes en el lugar que ellas ocupan en la esfera social.

MUJER
I.2.2. EL CUESTIONAMIENTO A LAS PRODUCCIONES DE LAS CIENCIAS SOCIALES:
ANDROCENTRISMO Y ETNOCENTRISMO

Uno de los aportes importantes que surgieron como consecuencia de los Estudios de La
Mujer fue que se puso en evidencia la existencia de dos grandes prejuicios que operan
interrelacionados en la disciplinas sociales, y sobre todo en la antropología: el
androcentrismo y el etnocentrismo.

Androcentrismo (andro = hombre; centrismo = centrarse en).

El androcentrismo es una mirada que se fija en lo masculino y desde lo masculino para


observar la realidad. El androcentrismo se relaciona no sólo con el hecho que los
investigadores o pensadores sean hombres, sino que además pone en evidencia que se
trata de hombres y mujeres adiestrados en disciplinas que explican la realidad bajo
modelos masculinos

Por ejemplo, en el ámbito académico, una de las grandes consecuencias de los prejuicios
androcéntricos es la suposición que en todas las sociedades las mujeres están
subordinadas.
21

7
En la disciplina antropológica se denomina “etnografía” a la descripción de rasgos cultura- les de un grupo
étnico o un grupo social particular.
8
En la disciplina antropológica se denomina etnología al estudio comparativo de distintos grupos étnicos o
grupos sociales delimitados.

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

Etnocentrismo (etno = cultura; centrismo = centrarse, es decir “centrarse en la cultura

1ª propia”).

UNIDAD El etnocentrismo ha sido definido como “una tendencia a favorecer la cultura propia”9. Es
decir, la tendencia a observar otras culturas desde la perspectiva de la cultura en que se
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

está instalado. De este modo, estas preconcepciones inciden en los modelos analíticos y
en la observación de la realidad.

Ahora bien, la categoría etnocentrismo ha sido frecuentemente utilizada para dar cuenta
de los prejuicios de la cultura dominante occidental, que observa desde una posición de
“superioridad” a otras culturas. Desde un punto de vista etnocéntrico occidental, por
ejemplo, las otras culturas son consideradas salvajes, primitivas y sus costumbres
resultan exóticas e incomprensibles.

Con respecto a la posición de mujeres y hombres, las diferencias entre éstos son
consideradas siempre como subordinación de la mujer, pues se aplican los modelos de la
MUJER

cultura occidental para comprender estas relaciones, es decir, se piensa que si las mujeres
están subordinadas en esta sociedad luego están subordinadas en todas las sociedades.
Estos prejuicios, que se encuentran presentes en las distintas disciplinas y en el sentido
común de las personas, han influido en el hecho de que la mujer aparezca invisibilizada y
que se la represente con imágenes y formas que no corresponden a su realidad.

22

9
Moore, Henrietta L.1991. Antropología y feminismo” Madrid, Cátedra.

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

LECTURA

PAULA WEBSTER Y ESTHER NEWTON 1ª


UNIDAD
“Matriarcado: enigma y paradigma” (Extracto),

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


De las autoras: Esther Newton es miembra fundadora del Colegio de Investigación en la
Universidad Estatal de Nueva York, desde 1971. Ayudó a establecer el programa de
Antropología, el programa de estudios de la Mujer y el programa de Estudio de Gays y
Lesbianas. En este tema es una pionera y una experta reconocida internacionalmente. Ha
sido galardonada por la Unión de Estudiantes del Colegio de Investigación y nominada dos
veces para el premio SUNY por excelencia académica.

Del texto: Este artículo retoma el debate sobre el matriarcado, revisando las posiciones
que sobre dicho tema habían mantenido reconocidas y diversas autoras. El matriarcado
como forma de organización social había dado lugar a diferentes opiniones y afirmaciones
dentro del movimiento feminista, representando ese concepto un soporte a algunas de

MUJER
dichas posiciones. Por tanto, en torno a la revisión del alcance y uso otorgado al concepto
se puede apreciar que no solo se realiza un ejercicio académico sino también político.

Claves de Lectura

• Ubique cuál es el sentido y utilidad que las autoras otorgan a la revisión del
concepto de matriarcado.

• Distinga las posiciones que las autoras relevan respecto del matriarcado.

• Piense cuáles son las posiciones y recomendaciones al movimiento feminista que


surgen del debate y planteamiento de las autoras sobre el matriarcado.

23

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MATRIARCADO: ENIGMA Y PARADIGMA10

1ª En: O, Harris y K, Young. 1979. Antropología y femenismo (en formato cur- siva). Anagrama,
Barcelona. (Pág. 83-87 y 102-104)
UNIDAD
Paula Webster y Esther Newton
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Introducción

¿Por qué traer otra vez a colación la controversia en torno al matriarcado? ¿No está ya
muerta y enterrada con el siglo XIX la noción de un período matriarcal en la historia social?
Las autoras de este trabajo habíamos aceptado, sin lugar a dudas, que los hombres habían
sido siempre dominantes, que tal dominancia se había mantenido incluso en sistemas
matrilineales, y que, de todos modos, la búsqueda de los orígenes era una pérdida de
tiempo.

Por parecidas razones, ambas hemos llegado a replantearnos en su totalidad la cuestión


MUJER

del matriarcado. La cosa comenzó al implicarnos con el movimiento feminista, y


posteriormente con nuestra participación en una sesión colectiva de antropología de la
mujer. Uno de los primeros trabajos que nos hizo reflexionar fue Woman the Gatherer, (La
mujer recolectora), por Sally Linton (1970). ¿Cómo empezó la familia? ¿Por qué las mujeres
necesitaron a los hombres en primer lugar? ¿A qué se parecía la socieciad paleolítica? ¿Era
entonces mejor la posición de las mujeres?

Las dos nos dedicamos a la enseñanza, y los estudiantes empezaron a venirnos con
preguntas, muy interesados en nuestras respuestas a éstas cuestiones. Respuestas que
nosotras no poseíamos necesariamente, como bien nos dábamos cuenta; cuestiones que
nosotras no habíamos suscitado expresamente. Y, de forma creciente, tanto los
estudiantes como los preocupados por la cuestión feminista fuera del contexto
antropológico nos han venido preguntando: «y del matriarcado, ¿qué? ¿Opina usted que
existió alguna vez?». O incluso: «¿No cree usted que sí existió?». Al principio nuestra
respuesta era: NO. A lo cual ellos replicaban: «y ¿por qué no?». Cuanto más nos veíamos
obligadas a pensar acerca de ello, tanto más empezábamos a preguntarnos si no pudiera
ser que, en efecto, hubiéramos recibido un lavado de cerebro en las instituciones
académicas, invariablemente dominadas por varones, como algunas de nuestras hermanas
24
feministas nos insinuaban. Esta acusación nos condujo finalmente a reexaminar las
evidencias y afirmaciones acumuladas por Bachofen (1967) y Engels (1972) a favor de la

10
En Antropología y Feminismo, O. Harris y K. Young (comp.), Ed. Anagrama, Barcelona, 1979. (pag.83 a 87 y 102
a 104).

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existencia de un matriarcado, con el fin de quedarnos tranquilas de una vez por todas, en
un sentido o en otro. Así pues, originariamente nuestra pretensión era «dejar sentado» de
alguna forma si el matriarcado había existido o no. 1ª
UNIDAD
Pronto descubrimos que las feministas habían comenzado ya a estudiar a Bachofen y
Engels especialmente desde un punto de vista teórico. Las afirmaciones de Engels en favor

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


de la tesis de un período universal de matriarcado están basadas escuetamente sobre el
materialismo histórico. Las instituciones vienen determinadas por las condiciones
materiales; y como con anterioridad a la sociedad de clases las mujeres compartieron con
los varones las tareas de producción, eran iguales a éstos. Esta teoría, puesta en relación
con el problema del status de la mujer y el origen de la monogamia, ha sido analizada y
criticada por Leacock (1972), Seligson y Sherbo (1972), Schein y Lopate (1972),Gough (1971), y
el Congreso de Filadelfia (1977). El tipo de evidencia necesario para probar o desautorizar la
teoría de Engels podría venir de lo que la arqueología descubra acerca de la organización
social durante el paleolítico, o de la etnografía de las sociedades pre-estatales que aún hoy
perduran. Y ésta es una tarea inmensa que, como apunta Leacock, apenas ha comenzado.

MUJER
Bachofen fundamenta su teoría del matriarcado en los períodos universales de la evolución
social, para lo cual la organización religiosa es pieza clave. Sostiene que las religiones
basadas en la «supremacía femenina» fueron dominantes durante los estadios primitivos
y, a partir de entonces, fueron suplantadas por las religiones patriarcales. Estas sociedades
primitivas poseían clanes regidos por madres, semejantes a sus análogos en la
organización social. Tal teoría contiene muchos puntos débiles, tanto si se la considera
internamente, como desde una perspectiva metodológica. Algunas de estas deficiencias
han sido señaladas por Seligson y Sherbo. Aunque la arqueología de la historia clásica y
preclásica en Europa ha llevado a cabo un ingente trabajo, nosotras no nos encontramos
cualificadas para evaluar la mayor parte del mismo. Evidentemente, el que existan
religiones en las que aparece una diosa-madre, independientemente de lo bien
documentadas que estén, no prueba de manera automática la existencia de un
matriarcado, ni siquiera evidencia un status superior de la mujer.

De todos modos, para no duplicar trabajos que ya habían sido hechos con antelación,
pasamos directamente a un conjunto de estudios y libros de reciente aparición. Partiendo
del trabajo de Engels o Bachofen, algunos de estos estudios reafirman la existencia del
matriarcado, modifican las teorías originales, o edifican sobre ellas y aportan nuevas 25
evidencias. A medida que leíamos la literatura de afirmaciones y negaciones -toda ella
escrita por mujeres- comenzaron a emerger varias posiciones clave. La más interesante de
estas es que las feministas que defendían una «edad de oro» en la cual las mujeres poseían
el poder y/o no fueron oprimidas (decimos «edad de oro» porque no todas ellas aceptan el

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

término «matriarcado»), no la interpretaban como el espejo opuesto del «patriarcado»11

1ª Nosotras habíamos estado pensando acerca del patriarcado como de un sistema en el que
los hombres, en cuanto clase social o grupo, eran dominantes sobre la clase social o grupo
UNIDAD de las mujeres. Esta es la situación que hoy tenemos en Norteamérica. Y lo que vemos en
todas las sociedades de nuestros días, sean o no patrilineales. En otros términos, para
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

nosotras, «patriarcado»=dominancia masculina. Esperábamos que


«matriarcado»=dominancia femenina. Pero incluso donde el autor inequívocamente
postulaba un sistema fundamentado en la dominancia femenina (Davis, 1971), el sistema
era visto como algo basado en principios diferentes de los sistemas de dominancia
masculina que conocemos. En otros términos, no había acuerdo acerca del significado de la
palabra «matriarcado», que al mismo tiempo era usada a menudo para significar algo
bastante diferente de su opuesta, «patriarcado».

La dificultad clave parece estar relacionada con el poder. ¿Se debía tal vez a que estas
autoras no podían imaginarse a las mujeres en posición de poder por carecer de modelos
MUJER

para ello? ¿O se trataba, más bien, de una necesidad de distinguir entre poder y autoridad?
¿Quizá un fallo de la imaginación, o tal vez de la voluntad? Es posible que la idea misma de
la mujer en posesión del poder turbara a las autoras. ¿Podríamos nosotras ser una clase
dirigente más benévola que la de los hombres, porque éramos moralmente superiores, o
qué?

Tales cuestiones llegaron a convertirse en el centro de nuestro trabajo. Nosotras no


creemos que la existencia del matriarcado pueda ser probada o desautorizada de forma
concluyente en este momento. Pero la discusión en sí es valiosa. A continuación pasamos
revista a los trabajos de ocho autoras (Leacock 1972, Reed 1972 a y b, Gough 1971, Davis1971,
Diner 1965, Borun y otros 1971, Firestone 1970, y De Beauvoir 1952). Y mostramos cómo es
definido y descrito el matriarcado por cada una. Seguidamente relacionamos cada
definición, primero con varios puntos claves acerca de los correlatos del poder u
obstrucciones al mismo, y segundo con su visión de lo que podría significar para la mujer el
ser liberada. Encontramos que la posición sobre el matriarcado y la visión del futuro están
en cada caso directamente relacionadas.

Somos conscientes de que muchas de nuestras hermanas en el campo de la antropología


26 están persuadidas de que la controversia en torno al matriarcado es una pérdida de tiempo,
en el mejor de los casos, y que en el peor puede convertirse en un pasatiempo destructor y

11
El énfasis recientemente asignado al poder de la mujer no se ha reducido al debate en torno al matriarcado.
Un buen número de feministas se están interesando por el poder de la mujer “dentro” de sociedades donde
priva la dominancia masculina (Brown, 1970; Frield, 1967; Sacks, 1971; Singer, 1972; Dentich, 1971; Shapiro,
1971; y Lewin et al., 1971). Pero éste es un trabajo de revisión, más que profético o visionario.

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

fastidioso. No estamos de acuerdo, y esperamos mostrar que esta controversia suscita


algunas cuestiones esenciales en torno a nuestra condición presente y futura, en una forma
tal que no puede ser desautorizada a la ligera, porque es profética. En efecto, la discusión
se proyecta mucho más allá de una estrecha disputa académica acerca de los orígenes de

UNIDAD
las instituciones sociales, y condiciona problemas muy apremiantes que las feministas
están afrontando hoy en día. Sea lo que fuere la idea del matriarcado, lo más convincente

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


que hay en ella se cifra en lo que vendría a ser una sociedad en la cual la mujer fuera
verdadera- mente libre. Desde siempre hemos estado tan desprovistas de poder, que el
esfuerzo necesario para imaginarnos a nosotras mismas en posición de mando se convierte
en un ejercicio sintomático. Por desgracia, al intentar cada autora imaginarse a la mujer en
situación de poder, se ha visto encarada con el problema de que todos nuestros modelos de
poder/autoridad son masculinos.

Ocho posiciones sobre el matriarcado

Nos hemos propuesto pasar revista al trabajo de ocho autoras feministas, todas las cuales

MUJER
razonan la cuestión del matriarcado con mayor o menor extensión. Las autoras se
relacionan con el campo de la antropología de manera diferente, relación que hemos
esquematizado en el siguiente cuadro de cuatro posibilidades:

Antropólogos No-Antropólogos

Marxistas Leacock De Beauvoir

Gough Reed

Firestone

No Marxistas Borun et. al. Davis

Diner

Existen dos supuestos que todas las autoras comparten, a saber: Primero, que las mujeres
hoy viven en condiciones de opresión por doquier; que semejante situación es injusta y
debería cambiarse. Curiosamente, sin embargo, hay un gran desacuerdo acerca de lo que
significaría ser libre. Se da por supuesto que todos, sabemos a qué nos referimos cuando
decimos que estamos oprimidos. Varias, de las autoras citan ejemplos específicos: se nos 27
ha denegado el conocimiento de nuestra propia historia; nunca se nos concede el prestigio
que los hombres tienen; se nos niega el acceso al poder público y al control de la
tecnología; nuestra sexualidad y nuestros cuerpos están controlados por una doble medida
y por el matrimonio; nuestro trabajo, con la excusa de «socialmente necesario», ha venido

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

a convertirse en un servicio doméstico (Leacock), y así sucesivamente.

1ª Segundo, que, nuestra sociedad entera está necesitada de un cambio radical. Existe vivo
desacuerdo sobre si la liberación de la mujer comportaría, por sí misma una sociedad
UNIDAD nueva.
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Es dentro de este, amplio consenso de líneas generales cómo cada autora aborda la
cuestión del matriarcado. En cada trabajo nos fue posible aislar cuatro temas, todos los
cuales creemos están relacionados íntimamente. Trataremos ahora por orden cada uno de
ellos.

Los temas son:

1. ¿Cómo se define y describe el «matriarcado»?

2. ¿Las diferencias biológicas entre hombre y mujer son vistas como algo importante en sí, y
conducen a otros tipos de diferencias psicosexuales universales o innatas?
MUJER

3. ¿Cuál es el origen de la opresión de la mujer en nuestros días?

4. ¿Qué se entiende por liberación, ¿cómo se producirá?

Conclusión

Así, pues, ¿dónde nos encontramos ahora? Nos quedan por aclarar las implicaciones y
contribuciones que el debate sobre el matriarcado tiene para la teoría antropológica y
feminista. En nuestra opinión; los problemas relacionados con el debate del matriarcado
son algunos de los más interesantes, incluso en situación de no respondidos. Un área de
dificultad estriba en la definición de poder, y en su confusión con la autoridad, status o
prestigio elevado. A los antropólogos y feministas les queda encomendada la ardua tarea
de aclarar cómo se relacionan estos conceptos con la mujer, y de ayudamos a comprender
los correlatos de estos factores en las sociedades concretas. Es de esperar que podamos
también empezar a unir nuestros recursos y energía, lo cual dé pie al examen de soluciones
críticas para la mujer en nuestra propia sociedad.

28 Otro vástago del debate sobre el matriarcado es la creciente convicción de que la historia
de la mujer está aún por escribir.12 Puesto que tanto antropólogos como feministas están

12
Aunque nosotras no nos sentimos capacitadas para emprenderla, esperamos que será inmediatamente
hecha una sociología que analice la relación entre el movimiento feminista histórico y el debate del
matriarcado dentro y fuera de la antropología. Nos sorprendió ver que Elizabeth Cady Stanton había escrito

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

interesados en la historia como revisión de lo mítico, debería emprenderse urgentemente


la recogida de testimonios históricos, y etnológicos en apoyo del verdadero rol de la
mujer.13 Tal vez, buena parte del libro de Davis no sea tan fantástica como parece. 1ª
UNIDAD
Finalmente, se admita o no la existencia de un primitivo matriarcado, la controversia, al
menos, impulsa a mujeres (y hombres) hacia el futuro, desafiándonos, a imaginarnos una

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


sociedad en la que las mujeres deberían ser liberadas, libres y (quizá por primera vez)
poderosas. Hasta ahora, no existe literatura utópica feminista que nos ayude a hacernos
una idea de la sociedad del futuro, en la que nuestra liberación sea presentada como un
hecho ya ocurrido14.

¿Qué aspecto ofrecería una sociedad en la que nosotras tuviéramos poder político y
autoridad? La mayoría de las mujeres viven tan oprimidas y reprimidas, que no podemos
imaginamos a nosotras mismas en posición de poder, y, si llegáramos a imaginárnoslo, nos
asustaría la idea de hacer proposiciones concretas. Quizá ésta sea la razón por la que
admiramos y respetamos a todas las mujeres que se enfrentan seriamente con la cuestión

MUJER
del matriarcado. Y Davis nos merece un respeto especial, porque ella no tiene miedo a salir
de casa cojeando ni a que la llamen «loca». Existe en el terreno de la ciencia un recinto para
los visionarios, para los intuitivos y los arriesgados. A los hombres con tales cualidades se
los llama «genios».

Las mujeres en el campo de la ciencia se sentirán molestas por el libro The First Sex, a
causa de su insistencia en que las mujeres son biológica y moralmente superiores a los
hombres, a causa de su método poco científico y, tal vez, sobre todo por su tono airado.
Todo esto es una afrenta a nuestra idea de ciencia social y objetividad incondicional.
Algunos antropólogos han llegado a negar que exista una real neutralidad ideológica en
las ciencias sociales; cuando tal argumento se aduce a propósito del imperialismo o del
racismo, muchos están de acuerdo. Nuestro propósito, en nuestro caso, se limita a orientar
la misma crítica al prejuicio del sexo en antropología. Y, siendo sinceras, confesamos que la
cólera es no pocas veces el móvil de nuestra motivación. Solamente que esta cólera no es
académica y, por lo tanto, es silenciada o encubierta bajo el lenguaje del discurso
antropológico «respetable». Nosotras creemos que, para llegar a una nueva comprensión
de la mujer en la sociedad, tendremos que forzar algunas de las viejas fronteras hasta sus
límites y crear paradigmas nuevos en el proceso.
29
Lo que más nos afecta, como feministas y antropólogas, es de peligro de una escisión que

sobre el matriarcado ya en 1891. ¿Fue el rechazo antropológico de la teoría del matriarcado una especie de
contragolpe?
13
4 Women Out of History: A HerStory Anthology (Forfreedom, 1972) es un intento.
14
5 La única excepción es el reciente libro de Monique Wittig, que lleva por título Les Guerrillieres.

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está apareciendo en el movimiento de liberación de la mujer. Muchas mujeres en el

1ª movimiento se están aferrando a la teoría del matriarcado como a una verdadera historia
de la mujer y como a un modelo ideal (mítico o no). No nos encerremos en nuestra imagen
de chicas buenas, hijas de papá, que por encima de todo defendemos la sabiduría
UNIDAD
convencional de la antropología, ni desautoricemos a nuestras hermanas ajenas al campo
de la antropología como mal informadas, o simplemente desorientadas. Aquellas de entre
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

nosotras que rechazan -ya sea en el terreno de lo teórico, ya en el de lo empírico, ya en


ambos- la existencia de un matriarcado, haríamos bien en asegurarnos de que no estamos
tirando por la borda, a un mismo tiempo, la búsqueda de una historia de la mujer o el ideal
del poder de la mujer.

BIBLIOGRAFÍA

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31

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I.2.3. LA DECONSTRUCCIÓN DE LA INFORMACIÓN

1ª Constatar la existencia de prejuicios androcéntricos y etnocéntricos llevó a la conclusión de


que no bastaba con agregar el “tema de La Mujer” en los diversos campos del saber, pues
UNIDAD
esto no solucionaría el problema de su representación. Pues, ¿de qué sirve hablar de las
mujeres si éstas van a ser pensadas de la misma manera? Por ello se hizo necesario
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

abocarse a un proceso de deconstrucción de la información.

¿Qué significa deconstruir la información?

Deconstruir es desarmar, poner en duda lo que se ha dicho, preguntarse

¿Es realmente así lo que se está afirmando?

¿Desde dónde está hablando quién lo dice?

¿Son realmente las mujeres lo que se dice que son?


MUJER

¿Ocupan realmente la posición de la que se habla?

¿Quién las está definiendo?

De esta manera, por una parte se inicia una indagación centrada en la descripción de qué es
lo que realmente hacían las mujeres en oposición a lo que hacían los hombres (un análisis
centrado en las percepciones y comportamientos de las propias mujeres). Pero, además,
era necesario ir un poco más allá y discutir los modelos teóricos dominantes en muchas de
las disciplinas. Así por ejemplo, en el ámbito de la psicología surgen una serie de
contestaciones al psicoanálisis, lo mismo ocurre en la literatura y en la historia.15

EJEMPLO

Un ejemplo de la aplicación crítica del enfoque los Estudios de la Mujer.

Veamos ahora un ejemplo de este proceso de deconstrucción de teorías sociales. En la


antropología esta primera corriente de los Estudios de La Mujer16 realizó un enorme aporte
32
15
Es el caso de pensadoras europeas como Luce Irigaray, quien relee el psicoanálisis, y Michel
Perrault en Historia.
16
Se habla de “primera corriente” en los Estudios de la Mujer para distinguirla de la llamada
“segunda corriente”, la cual aunque avanza sobre los postulados iniciales de la primera, prefiere
mantener el concepto de Estudios de la Mujer para aludir al campo temático que estudia. Esta
corriente se mantiene especialmente en Estados Unidos, argumentando motivos políticos para

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al revisar al evolucionismo y al neoevolucionismo desde sus supuestos androcéntricos y


etnocéntricos.

Evolucionismo

UNIDAD
Darwin no sólo se ocupó de la evolución biofísica de la humanidad sino que de la sociedad,

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


sosteniendo que para que ésta surgiera debieron darse dos tipos de requisitos: por un lado
los materiales, y por el otro, los sociales. Dentro de estos últimos distinguió los instintos
sociales y el sentido moral. En el primer caso se trataría de la cooperación entre los
individuos y en el segundo de una regulación de la sexualidad, la cual supone la existencia
de uniones heterosexuales estables y el matrimonio como solución cultural a los celos de
los hombres. Por tanto, la idea de cultura que emerge del evolucionismo descansa en la
“autodisciplina” y la “castidad”.

Desde el evolucionismo se comienzan a fijar los estereotipos del hombre como activo,
competidor y con impulsos sexuales y de la mujer como inactiva, encargada de los niños y

MUJER
dominada por los hombres. Para esta teoría la “naturaleza asexuada” de la mujer es un
importante aporte a la evolución, –puesto que al controlar las energías del varón, hay un
estímulo a la cooperación y por tanto una disminución de las tensiones grupales.

Dentro de la teoría evolucionista otros autores como Bachofen, McLennan y Morgan


desarrollaron también ideas sobre el surgimiento de la sociedad; su argumento común es la
existencia de las siguientes fases: Promiscuidad sexual; Matriarcado; Patriarcado; Familia
monógama moderna. Al analizar cómo se definen estas fases se puede apreciar que las
mujeres pasan del poder a la subordinación.

Neoevolucionismo

El neoevolucionismo del siglo XX cuestionó estos modelos y las fases universales del
desarrollo de la sociedad. Así, se descartó la idea de la promiscuidad y del matriarcado y
aparece el patriarcado como núcleo central del surgimiento de las sociedades. El
neoevolucionismo situó la caza como punto básico del nacimiento de la sociedad. Los
neoevolucionistas intentaron probar que el “control de los impulsos es fundamental para el
surgimiento de la vida social”, sus estudios concluyen que el macho hace la cultura porque
él es el que caza y la caza implica la cooperación entre grupos de hombres. De ahí entonces
se instala sólida- mente la imagen de que el hombre es el proveedor y la mujer la receptora
33
de la producción, los estereotipos indican: hombre = cazador/ mujer = no productora.

sustentar dicha decisión.

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Posteriormente se asume la idea de que en los inicios de la sociedad el hombre caza y la

1ª mujer recolecta. Subyacía a esta imagen la noción de que las mujeres a cambio del apoyo
económico de los hombres, les prestarían a éstos servicios sexuales y reproductivos. Estas
teorías modernas de la evolución, sostienen que la primera fase del desarrollo cultural se
UNIDAD
produce gracias a la caza y está vinculada con agrupaciones patrilineales17 y patrilocales.18
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

El cuestionamiento

La antropología de La Mujer vio en estas teorías prejuicios androcéntricos y estereotipos


que reproducen la imagen del hombre y de la mujer del siglo XIX europeo. Realizando
variadas investigaciones en primatología se llegó a demostrar que en las sociedades
protohumanas el núcleo de la vida social fue matricéntrico, es decir centrado en la madre.

Los descubrimientos que dieron pie a este argumento fueron los siguientes:

• En primer lugar, las mujeres se relacionan estrechamente con sus hijos/as y forman un
núcleo alrededor del cual los varones deambulan, existiendo una cooperación entre
MUJER

hombres y mujeres.

• En segundo lugar, la primera dieta humana se basaba en cereales y vegetales y no en el


consumo de carne. Se ingerían más vegetales que proteínas animales, es decir, los
productos de la recolección y no los de la caza

• En tercer lugar, que en ese período, si bien la caza fue importante, implicó la cooperación
de los hombres entre sí y de los hombres y las mujeres como conglomerado.

• Por último, se sostuvo que el papel de las mujeres en tanto recolectoras fue tan
importante como el de los hombres y que tal vez ellas hayan tenido mayor relevancia en los
albores de la humanidad por cuanto sus funciones en la recolección fueron la base de la
alimentación humana.

Este ejemplo nos muestra cómo las preguntas que emergieron desde el campo de los
Estudios de La Mujer fueron generando una ampliación del conocimiento a partir de los
reparos a los modelos teóricos vigentes en las disciplinas.

34

17
Patrilineal: que sigue la línea de descendencia paterna.
18
Patrilocal: la pareja matrimonial se localiza en el lugar de residencia del padre del esposo.

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EJEMPLO

Un ejemplo del problema de representación de La Mujer. 1ª


UNIDAD
A continuación veremos un ejemplo de lo que hemos denominado “El problema de
representación de La Mujer”:

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


“Para los trabajos duros, tales como la horticultura, la pesca y el transporte de grandes
cargas, la especialización es muy clara, la pesca y la caza –esta última tiene, por otra parte,
escasa importancia en las islas Trobriand– se hallan reservadas al hombre, en tanto, que
sólo la mujer se ocupa de recoger conchas. La horticultura, el trabajo más penoso, ya que
hay que cortar las malezas, construir empalizadas, remover los pesados soportes del
ñame y plantar los tubérculos, se halla asegurado única- mente por el hombre”.19

En el párrafo anterior vemos expuesto de manera sucinta un problema que parece repetirse
en muchos de los trabajos etnográficos de la antropología clásica. En primer lugar su autor

MUJER
plantea sin mayores justificaciones una clara división sexual del trabajo en torno a la
fortaleza física, cuestión que no dista mucho de las clasificaciones occidentales.

Podemos decir entonces que este texto tiene un sesgo androcéntrico por cuanto sitúa al
hombre “realizando las labores más pesadas” (que así aparecen de acuerdo a la
perspectiva del etnógrafo) y no dice nada con respecto a las características que tendría el
trabajo de la mujer. Tiene también un sesgo etnocéntrico por cuanto el autor aplica
claramente categorías occidentales como la díada hombre = fortaleza física / mujer =
debilidad física, para describir una realidad ajena.20

35

19
En “La vida sexual de los salvajes del Noroeste de Melanesia”, Bronislaw Malinowski. Ediciones Morata,
Madrid, 1971.
20
Para una mayor claridad con respecto a estas categorías, analizaremos más adelante los estereotipos de
género en la cultura occidental.

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LECTURA

1ª SHERRY B. ORTNER

UNIDAD “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?”
(Extracto)
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

De la autora: Doctora en Antropología por la Universidad de Chicago, trabajó durante gran


parte de su carrera con los sherpas, en Nepal. La publicación de su artículo “¿Es la mujer
con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?”, en 1972, marcó un
antes y un después en la antropología académica feminista y en los estudios de género.
Ortner ha sido profesora en el Sarah Lawrence College, en la Universidad de California,
Berkeley, en la Universidad de Columbia y dirigió el Departamento de Antropología de la
Universidad de Michigan. Actualmente es Profesora Honoraria de UCLA, donde imparte
cursos sobre imaginación etnográfica y teoría social crítica. En sus distintas etapas
investigadoras, sus desarrollos se componen de trabajos de campo hasta su actual
MUJER

investigación sobre la industria cinematográfica en Hollywood, pasando por su relación con


la antropología feminista y sus investigaciones sobre capitalismo y cambio social.

Del texto: Este artículo, localizado a inicios de los ’70, presenta un cuestionamiento a las
concepciones estereotipadas atribuidas al carácter físico, social y psíquico de las mujeres
que hacen aparecer ciertas características y conductas suyas como aspectos “naturales” y
a la vez cercanos a la “naturaleza”, mientras que a os hombres le asignan características
más “culturales”. La autora debate estas pautas y trata de cuestionar también las
soluciones simples. En ese sentido, un aspecto interesante de este artículo es que muestra
la preocupación personal y política de esta corriente de pensamiento y como esta inquietud
buscaba crear espacios de reflexión y categorías de pensamiento originales para
comprender un proceso histórico-cultural y poder modificarlo.

Claves de Lectura

• Ubique la polémica que intenta establecer la autora y las “soluciones” que propone
al debate.

• Identifique los argumentos y estereotipos que la autora señala son utilizados para
36 establecer la relación mujer-naturaleza.

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

¿ES LA MUJER CON RESPECTO AL HOMBRE LO QUE LA NATURA- LEZA CON


RESPECTO A LA CULTURA?21

En Antropología y Feminismo O. Harris y K. Young (comp.), Ed. Anagrama, Barcelona, 1979.



UNIDAD
(pag. 109 a116 y 126 a 130)22

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


Sherry B. Ortner

Buena parte de la creatividad de la antropología procede de la tensión entre dos conjuntos


de exigencias: explicar los universales humanos y explicar las concreciones culturales.
Según este canon, la mujer nos plantea uno de los problemas más desafiantes. El status
secundario de la mujer dentro de la sociedad constituye un verdadero universal, un hecho
pancultural. Sin embargo, dentro de ese hecho universal, las simbolizaciones y
concepciones culturales concretas son extraordinariamente variadas e incluso
contradictorias unas con otras. Además, la consideración concreta de las mujeres y de su
aportación y poder relativos varía mucho de una cultura a otra y también entre los distintos

MUJER
períodos históricos de una misma tradición cultural. Ambos aspectos –el hecho universal y
las variaciones culturales- constituyen un problema que debe ser explicado.

Desde luego, mi interés por este problema es algo más que académico: deseo ver cómo se
produce un cambio genuino, cómo surge un orden social y cultural en el que todo el
abanico de las posibilidades humanas sea tan accesible a las mujeres como a los hombres.
La universalidad de la subordinación femenina, el hecho de que ocurra dentro de todos los
tipos de organización social y económica, y con independencia del grado de complejidad de
las sociedades, me indica que nos enfrentamos a algo muy profundo, muy inflexible, algo
que no se puede extirpar mediante la simple reestructuración de unas cuantas tareas y
funciones dentro del sistema social, ni siquiera reordenando toda la estructura económica.
En este artículo trato de presentar la lógica subyacente al pensamiento cultural que pre-
supone la inferioridad de las mujeres; trato de mostrar la gran capacidad persuasiva de esa
lógica, pues si no fuera tan convincente la gente no seguiría escribiéndola. Pero también

21
La primera versión de este artículo fue leída en una conferencia, en octubre de 1972, en el curso de
“Mujeres: mito y realidad”, en Sarah Lawrence College. Recibí útiles comentarios de los alumnos y de las
profesoras del curso. Joan Kelly Gadol,Eva Kollisch y Gerda Lerner. Un breve resumen se presentó en las
sesiones de la American Anthropological Association en Toronto, noviembre de 1972. Entretanto, recibí
excelentes comentarios críticos de Karen Blu, Robert Paul, Michelle Rosaldo, David Schneider y Terence 37
Turner, y la presente versión del artículo, en la que se ha cambiado sustancialmente el meollo de la
argumentación, fue escrita en respuesta a tales comentarios. Por supuesto, sigo siendo la responsable de su
forma definitiva. El artículo está dedicado a Simone de Beauvoir, cuyo libro El segundo sexo (1953), primera
edición francesa en 1949, sigue siendo en mi opinión la mejor explicación global escrita por una sola persona
del “problema de la mujer”.
22
Disponible en: http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Ortner%20S.pdf

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

trato de mostrar las fuentes sociales y culturales de tal lógica, para señalar dónde radica la

1ª posibilidad de cambiarla.

Es importante distinguir los niveles del problema. La confusión puede ser asombrosa. Así,
UNIDAD por ejemplo, según cuál sea el aspecto que observemos de la cultura china, podemos
extrapolar suposiciones absolutamente distintas sobre la situación de la mujer en ese país.
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

En la ideología taoísta, el yin, el principio femenino, y el yang, el principio masculino, tienen


igual peso; «la oposición, alternancia e interacción de estas dos fuerzas da lugar a todos los
fenómenos del universo (Siu, 1968: 2). A partir de ahí podríamos suponer que lo masculino y
lo femenino son valorados por igual en la ideología general de la cultura China.23 No
obstante, al observar la estructura social vemos con cuánta fuerza se subraya el principio
patrilineal en la filiación (descente), la importancia de los hijos varones y la absoluta
autoridad del padre de familia. Por tanto, podríamos concluir que la sociedad china es el
arquetipo de la sociedad patriarcal. Luego, observando los verdaderos roles que se
desempeñan, el poder y la influencia que se detentan, y las aportaciones materiales de las
mujeres en la sociedad china -todo lo cual, según vemos, es de gran importancia-,
MUJER

podríamos decir que las mujeres ocupan dentro del sistema una situación de gran
importancia (no explícita). Ahora bien, también podríamos centrarnos en el hecho de que
una diosa, Kuan Yin, sea la deidad central (la más venerada y representada) del budismo
chino, y en tal caso podríamos sentir la tentación de afirmar como han hecho muchos con
respecto a las culturas que adoran diosas, sea en sociedades protohistóricas o
prehistóricas, que en realidad China es una especie de matriarcado. En resumen, debemos
tener perfectamente claro qué vamos a intentar explicar antes de explicarlo.

Se pueden distinguir tres niveles del problema:

1. El hecho universal de que en todas las sociedades se asigna a la mujer un status de


segunda clase. Dos cuestiones importantes hay aquí. En primer lugar, ¿qué queremos decir
con esto y cuáles son las pruebas de que se trata de un hecho universal? Y, en segundo
lugar, ¿cómo vamos a explicar este hecho una vez lo hayamos establecido?

2. Las ideologías, simbolizaciones y ordenaciones socioestructurales concretas relativos a


la mujer, que tanto varían de una cultura a otra. En este nivel, el problema consiste en
explicar cualquier complejo cultural concreto en función de los factores específicos de ese
38 grupo, en el nivel habitual del análisis antropológico.

3. Los detalles observables sobre el terreno de las actividades, aportaciones, poder,


23
Desde luego, es cierto que el yin, el principio femenino, tiene una valencia negativa. Sin embargo, en el
taoísmo hay una absoluta complementariedad del yin y el yang, un reconocimiento de que el mundo exige
por igual el funcionamiento e interacción de ambos principios para poder sobrevivir.

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influencia, etc. de las mujeres, que suelen variar de acuerdo con la ideología cultural
(aunque siempre constreñidos dentro del supuesto de que las mujeres nunca pueden ser
prominentes en el sistema global). Este es el nivel de la observación directa, que ahora
adoptan muchas veces los antropólogos de orientación feminista.

UNIDAD
Este artículo se ocupa sobre todo del primero de los tres niveles, el problema de la

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


desvalorización universal de las mujeres. No es, pues, un análisis de datos culturales
específicos, sino un análisis de la «cultura» en- tendida genéricamente como una clase
especial de manipulación del mundo. El tratamiento del segundo nivel, el problema de la
diversidad intercultural en cuanto a concepción y valoración relativa de las mujeres,
entrañaría una más extensa investigación intercultural y debe posponerse para otra
ocasión. En cuanto al tercer nivel, mi perspectiva pondrá en evidencia que considero un
esfuerzo mal orientado centrarse únicamente en los poderes reales pero culturalmente no
reconocidos y desvalorizados de las mujeres en cualquier sociedad concreta, sin haber
comprendido antes la ideología abarcadora y los supuestos más profundos de la cultura,
que convierten tales poderes en trivialidades.

MUJER
La universalidad de la subordinación femenina

¿Qué quiero decir cuando afirmo que en todas partes, en todas las culturas conocidas, las
mujeres son consideradas de alguna manera inferiores a los hombres? Antes que nada,
debo resaltar que estoy hablando de valoraciones culturales; digo que todas las culturas, a
su manera y en sus propios términos, hacen esta valoración. Pero ¿cuáles podrían ser las
pruebas de que una cultura en concepto considera inferiores a las mujeres?

Tres tipos de datos bastarán: 1) elementos de la ideología cultural y declaraciones de los


informadores que explícitamente desvalorizan a las mujeres concediéndoles, a ellas, a sus
funciones, a sus tareas, a sus productos y a sus medios sociales, menos prestigio que el
concedido a los hombres y a sus correlatos masculinos; 2) artificios simbólicos, como el
atribuirles una cualidad contaminante, que debe interpretarse con el contenido implícito de
una afirmación de inferioridad; y 3) los ordenamientos socioestructurales que excluyen a la
mujer de participar o tener contacto con de- terminadas esferas donde se supone que
residen los poderes sociales.24 Estos tres tipos de datos pueden estar, desde luego,
interrelacionados en cualquier sistema concreto, aunque no es necesario que lo estén.
Además, cualquiera de ellos bastaría para dejar sentada la inferioridad de la mujer en una 39
cultura concreta. Evidentemente, la exclusión de las mujeres de los ritos más sagrados o
24
Algunos antropólogos podrían considerar que esta clase de pruebas (ordenamientos socioestructurales
que, explícitamente o de tacto, excluyen a la mujer de determinados grupos, roles o status) constituye un
subtipo del segundo tipo de pruebas (formulaciones simbólicas de inferioridad). No discrepo de este punto de
vista, aunque la mayor parte de los antropólogos distinguirían probablemente dos tipos.

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del órgano político supremo constituye una prueba de por sí suficiente. Evidentemente, la

1ª ideología cultural explícita que desvaloriza a las mujeres (y sus tareas, funciones,
productos, etc.) es una prueba de por sí suficiente. Los indicadores simbólicos, como la
cualidad contaminante, suelen ser suficientes, aunque en algunos pocos casos en que el
UNIDAD
hombre y la mujer son igual y mutuamente contaminantes, se precise de otro indicador, del
cual siempre se dispone, hasta donde he podido comprobar en mis investigaciones.
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Por cualquiera de estas razones, pues, afirmaría llanamente que encontramos a las mujeres
subordinadas a los hombres en todas las sociedades conocidas. La búsqueda de un
igualitarismo genuino, dejando de lado el matriarcado, ha resultado infructuosa. A este
respecto bastará un ejemplo de sociedad que tradicionalmente se ha clasificado en el debe
de esta contabilidad. Entre los matrilineales indios cuervos, como señala Lowie (1956), «las
mujeres… ocupan puestos muy honoríficos en la Danza del Sol; pueden llegar a ser
directores en la Ceremonia del Tabaco y desempeñar incluso un papel más notable que los
hombres; a veces hacen de huésped en el Festival de la Carne Guisada; no tenían prohibido
los trabajos pesados ni ejercer de curanderas ni recurrir a visiones» (p. 61). Sin embargo,
MUJER

«antiguamente las mujeres montaban en caballos inferiores. [durante la menstruación] y,


sin duda, ésta era tenida por una fuente de contaminación, pues no se les permitía
acercarse a los hombres heridos ni a los que iban a emprender una expedición bélica. Aún
permanece el tabú a acercarse en éstas épocas a los objetos sagrados» (p. 44). Además,
antes de enumerar los derechos de las mujeres a participar en los distintos ritos arriba
reseñados, Lowie menciona un envoltorio concreto, la Muñeca de la Danza del Sol, que no
debía ser deshecho por mano de mujer (p. 60). Continuando este rastro, encontramos:
«Según todos los informadores de la Hierba de la Logia y otros muchos, la muñeca
propiedad de Cararrugada no sólo tenía precedencia sobre todas las demás muñecas,
sino sobre todas las demás medicinas de los cuervos... Esta muñeca concreta no podía ser
manejada por las mujeres» (p. 229).25

En suma, que probablemente los indios cuervos son un caso muy típico. Sí, las mujeres
tenían ciertos poderes y ciertos derechos, que en este caso concreto las situaba en una
posición muy elevada. Sin embargo, en último término se traza una línea: la menstruación
es una amenaza para la guerra, una de las instituciones más preciadas de la tribu, una
institución central para su autodefinición; y el objeto más sagrado de la tribu es tabú para
la visión directa y el tacto de las mujeres.
40
Los ejemplos similares podrían multiplicarse ad infinitum, pero creo que ya no estamos

25
Mientras somos objeto de toda clase de injusticias, podríamos señalar que Lowie compró en secreto esta
muñeca, el objeto más sagrado del repertorio tribal, a su custodio, la viuda de Cararrugada. Ella pedía 400,
pero ese precio estaba “mucho más allá de los posibles” (de Lowie), y al fin la consiguió por 80 $ (p. 300).

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obligados a demostrar que la subordinación femenina es un hecho universal; quienes


deben presentar ejemplos a su favor son quienes defiendan lo contrario. Consideraré como
un hecho dado el universal status secundario de las mujeres y partiré de ahí. 1ª
UNIDAD
Naturaleza y culltura26

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


¿Cómo vamos a explicar la desvalorización universal de las mujeres? Desde luego,
podríamos asentar la cuestión en el determinismo biológico. El macho de las distintas
especies tiene algo genéticamente inherente -como argumentaría el determinista
biológico-, que hacen que sea de modo natural el sexo dominante; las hembras carecen de
ese «algo» y, en consecuencia, las mujeres no sólo están naturalmente subordinadas, sino
en general muy satisfechas de su situación, dado que les ofrece protección y la posibilidad
de maximizar los placeres maternales, que constituyen para ellas las experiencias más
satisfactorias de la vida. Sin entrar en una detallada refutación de esta postura, creo que
basta con decir que no se ha conseguido demostrarla a satisfacción de casi nadie vinculado
a la antropología académica. Con lo cual no se quiere decir que los hechos biológicos sean

MUJER
irrelevantes ni que hombres y mujeres no sean distintos, sino que estos hechos y
diferencias sólo adoptan la significación de superior/inferior dentro del entramado
culturalmente definido del sistema de valores

Si nos sentimos reacios a atribuir el problema al determinismo genético, me parece que


sólo tenemos una vía de proseguir. Debemos tratar de interpretar la subordinación
femenina a la luz de los demás universales, los factores incorporados a la estructura de la
situación más general en que, cualquiera que sea la cultura, se encuentran los seres
humanos. Por ejemplo, todos los seres humanos tienen un cuerpo material y la percepción
de un entendimiento no material, forman parte de una sociedad compuesta de otros
individuos, y son herederos de una tradición cultural, y para sobrevivir deben mantener
algunas relaciones, por mediatizadas que sean, con la «naturaleza» o esfera de lo no
humano. Todos los seres humanos nacen (de una madre) y finalmente mueren; se supone
que todos tienen interés en la supervivencia personal, y la sociedad/cultura tiene un interés
(o al menos tiende a tenerlo) por la continuidad y la supervivencia que trasciende las vidas y
las muertes de los individuos concretos. Y así sucesivamente. En la esfera de tales
universales de la condición humana es donde debemos buscar una explicación al hecho
universal de la desvalorización de la mujer.
41
Traduzco el problema, con otras palabras, a la siguiente pregunta simple. ¿Qué puede
haber en la estructura general y en las condiciones de la existencia comunes a todas las
culturas que conduzca, en todas las culturas, a conceder un valor inferior a las mujeres?

26
Con el debido respeto a Lévi-Strauss (1969a, b y passim).

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MÓDULO TEORÍAS DE GÉNERO

Concretamente, mi tesis es que la mujer ha sido identificada con -o, si se prefiere parece,

1ª ser el símbolo de- algo que todas las culturas desvalorizan, algo que todas las culturas
entienden que pertenece a un orden de existencia inferior a la suya. Ahora bien, al parecer
sólo hay una cosa que corresponda a esta descripción, y es la «naturaleza» en su sentido
UNIDAD
más general. Toda cultura o bien la «cultura», genéricamente hablando, está empeñada en
el proceso de generar y mantener sistemas de formas significativas (símbolos, artefactos,
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

etc.) mediante los cuales la humanidad trasciende las condiciones de la existencia natural,
las doblega a sus propósitos y las controla de acuerdo a sus intereses. Así, pues, podemos
igualar aproximadamente la cultura con la noción de conciencia humana o con los
productos de la conciencia humana (es decir, con los sistemas de pensamiento y la
tecnología) mediante los cuales la humanidad intenta asegurarse su control sobre la
naturaleza.

Ahora bien, las categorías de «naturaleza» y «cultura» son, claro está, categorías
conceptuales: en el mundo real no se encuentra una delimitación entre ambos estados o
esferas de existencia. Y es indiscutible que determinadas culturas articulan una oposición
MUJER

mucho más fuerte que otras entre estas dos categorías; incluso se ha defendido que los
pueblos primitivos (algunos o todos) no ven ni intuyen ninguna distinción entre el estado
de cultura humana y el estado de naturaleza. No obstante, yo sostendré que la
universalidad de los rituales demuestra que en todas las culturas humanas hay una
afirmación de la capacidad, específicamente humana, para actuar y regular, y no para ser
pasivamente movida por -o moverse con- las condiciones de la existencia natural. En el
ritual -la consciente manipulación de unas formas dadas para la regulación y
mantenimiento del orden- todas las culturas afirman que las relaciones correctas entre la
existencia humana y las fuerzas naturales dependen de cómo la cultura utilice sus poderes
especiales para regular los procesos globales del mundo y de la vida.

Una esfera del pensamiento cultural donde estos aspectos suelen articularse es la de los
conceptos de pureza y corrupción. Virtualmente, todas las culturas tienen tales creencias,
lo que en buena medida (aunque, desde luego, no absolutamente) parece tener conexión
con las relaciones entre cultura y naturaleza (véase Ortner, 1973, s. f.). Un aspecto bien
conocido de las creencias sobre pureza/corrupción interculturales es el del «contagio»
natural de la corrupción; dejada a sus propias fuerzas, la corrupción (en este sentido más o
menos igualada al funcionamiento no regulado de las energías naturales) se extiende y
42 subyuga a cuanto entra en contacto con ella. De ahí la inquietante cuestión: si la
corrupción es tan poderosa, ¿cómo se pueden purificar las cosas? ¿Por qué no se corrompe
el propio agente purificador? La respuesta, ateniéndonos a la presente línea argumental, es
que la purificación se efectúe en un contexto ritual; el ritual de la purificación, como
actividad intencional que pone a luchar la acción autoconsciente (simbólica) contra las

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fuerzas de la naturaleza, es más poderoso que esas fuerzas.

En cualquier caso, lo que me importa es simplemente que toda cultura reconoce y afirma
implícitamente una diferencia entre el funcionamiento de la naturaleza y el funcionamiento

UNIDAD
de la cultura (la conciencia humana y sus productos); y aún más, que la diferenciación de la
cultura radica precisamente en el hecho de que en muchas circunstancias puede trascender

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


las condiciones naturales y dirigirlas hacia sus propios fines. De modo que la cultura (es
decir, todas las culturas) en algún nivel consciente, afirma de sí misma no solo que es
distinta de la naturaleza sino que es superior, y ese sentido de diferenciación y de
superioridad se basa precisamente en la capacidad de transformar -«socializar» y
«culturizar»- la naturaleza.

Volviendo ahora al tema de las mujeres, su status pancultural de segunda clase podría
explicarse, de forma muy sencilla, postulando que las mujeres han sido identificadas o
simbólicamente asociadas con la naturaleza, en oposición a los hombres, que se identifican
con la cultura. Dado que el proyecto de la cultura es siempre subsumir y trascender la

MUJER
naturaleza, si se considera que las mujeres forman parte de ésta, entonces la cultura
encontraría «natural» subordinarlas, por no decir oprimidas. Pero aunque puede
demostrarse que este argumento tiene una considerable fuerza, sin embargo parece una
excesiva simplificación del problema. La formulación que me gustaría defender y elaborar a
lo largo de la sección siguiente, pues, consiste en que las mujeres son consideradas
«simplemente» más próximas a la naturaleza que los hombres. Es decir, la cultura (todavía
equiparada de forma comparativamente poco ambigua a los hombres) reconoce que las
mujeres toman parte activa en sus procesos especiales, pero al mismo tiempo las ve como
más enraizadas en la naturaleza o teniendo una afinidad más directa con la naturaleza.

La matización puede parecer de poca importancia o incluso trivial, pero yo creo que es una
versión más exacta de los supuestos culturales. Además, planteado en estos términos, el
argumento tiene varias ventajas analíticas sobre la formulación más simple; más adelante
hablaré de esto. Tan sólo quiero subrayar aquí que la argumentación matizada sigue siendo
una explicación de la desvalorización pancultural de las mujeres, pues, aunque no se
equipara las mujeres a la naturaleza, no obstante se considera qué representan un orden
inferior de la existencia, al haber trascendido a la naturaleza menos que los hombres. La
siguiente tarea de este artículo pues, consiste en examinar por qué han podido ser
consideradas de este modo. 43

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¿Por qué se considera a la mujer más próxima a la naturaleza?

1ª Por supuesto, todo comienza con el cuerpo y las naturales funciones procreadoras
específicas de las mujeres. Podemos distinguir tres niveles en que este hecho fisiológico
UNIDAD
absoluto tiene significación para nuestro análisis: 1) el cuerpo y las funciones de la mujer,
implicados durante más tiempo en la «vida de la especie», parecen situarla en mayor
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

proximidad a la naturaleza en comparación con la fisiología del hombre, que lo deja libre en
mayor medida para emprender los planes de la cultura; 2) el cuerpo de la mujer y sus
funciones la sitúan en roles sociales que a su vez se consideran situados por debajo de los
del hombre en el proceso cultural; y 3) los roles sociales tradicionales de la mujer,
impuestos como consecuencia de su cuerpo y de sus funciones, dan lugar a su vez a una
estructura psíquica diferente que, al igual que su naturaleza fisiológica y sus roles sociales,
se considera más próxima a la naturaleza. Me ocuparé sucesivamente de cada uno de estos
puntos, demostrando en primer lugar cómo, en cada caso, determinados factores tienden
fuertemente a alinear a la mujer junto a la naturaleza, señalando luego otros factores que
demuestran su absoluta alineación junto a la cultura, factores estos que, combinados, la
MUJER

sitúan globalmente en una problemática posición intermedia. A lo largo del análisis


quedará claro por qué, en comparación, los hombres parecen menos intermedios, más
puramente «culturales» que las mujeres. Y reitero que me muevo sólo en el nivel de los
universales culturales y humanos. Estos argumentos pretenden ser aplicables a la
humanidad en general; surgen de la condición humana, tal como la humanidad la ha vivido
y afrontado hasta el momento presente.

(…)

Implicaciones de la posición intermedia

Mi propósito fundamental en este artículo ha sido explicar el status secundario que


universalmente tiene la mujer. Intelectual y personalmente me siento muy afectada por
este problema; me siento obligada a tratarlo antes de emprender un análisis de la situación
de la mujer en cualquier sociedad concreta. Las variaciones locales, sean económicas,
ecológicas, históricas, políticas o de la estructura social, de los valores o de la concepción
del mundo, pueden explicar las variaciones dentro de este universal, pero no explican el
universal en sí. Y si no queremos aceptar la ideología del determinismo biológico, su
44 explicación, me parece a mí, sólo puede realizarse haciendo referencia a otros universales
de la situación cultural humana. Por eso, los rasgos generales de este tratamiento -
aunque no, desde luego, la solución concreta ofrecida- fueron determinados por el mismo
problema y no por ninguna predilección mía por el análisis global, estructural y abstracto.

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He sostenido que la desvalorización universal de las mujeres puede explicarse afirmando


que las mujeres son consideradas más próximas a la naturaleza que los hombres,
considerándose que los hombres ocupan de forma más inequívoca los niveles superiores de
la cultura. La distinción cultura/naturaleza es, de por sí, un producto de la cultura,

UNIDAD
definiéndose mínimamente la cultura como el trascender, por medio de sistemas de
pensamiento y tecnología, los hechos naturales de la existencia. Se trata, por supuesto, de

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


una definición analítica, pero sostengo que en un cierto nivel toda cultura incorpora esta
noción de una u otra forma, aunque sólo sea en la celebración de los ritos que afirman la
capacidad humana para manipular lo dado. En cualquier caso, este artículo pretende
fundamentalmente mostrar por qué las mujeres pueden tender a ser consideradas, una y
otra vez, en las más diversas clases de concepciones del mundo y en las más diversas
culturas de todos los grados de complejidad, como más próximas que los hombres a la
naturaleza. La fisiología de la mujer, que durante la mayor parte del tiempo se ocupa de la
«naturaleza de la vida»; la asociación de la mujer al contexto doméstico, estructuralmente
subordinado, encargado de la crucial función de transformar los niños que son parecidos a
los animales en seres culturales; la «psique de la mujer», adecuada para las funciones

MUJER
maternales por su propio proceso de socialización y que tiende hacia un mayor
personalismo y hacia formas de relación menos mediatizadas, todos estos factores hacen
que la mujer parezca estar más directa y profundamente enraizada en la naturaleza. Al
mismo tiempo, sin embargo, su «pertenencia» y su absolutamente necesaria participación
en la cultura son reconocidas por la cultura y no se pueden negar. Así, pues, se considera
que la mujer ocupa una posición intermedia entre la naturaleza y la cultura.

Esta posición intermedia tiene diversas consecuencias para el análisis, según cómo se
interprete. En primer lugar, por supuesto, responde a mi pregunta básica de por qué la
mujer es considerada en todas partes inferior al hombre, pues aunque no sea vista como
pura y simple naturaleza, sigue suponiéndose que trasciende la naturaleza en menor
medida que el hombre. Una posición intermedia, en este caso, no significa ni más ni menos
que un «status medio» en la jerarquía de la existencia, que va desde la naturaleza a la
cultura.

En segundo lugar, la posición intermedia puede tener el significado de «mediación», es


decir, de realizar alguna clase de síntesis o de conversión de funciones entre la naturaleza y
la cultura, consideradas aquí (por la cultura) no cómo dos extremos de un continuó sino
como dos clases radicalmente distintas de procesos. La unidad doméstica -y en 45
consecuencia la mujer, que virtualmente aparece en todos los casos como su representante
fundamental- es uno de los organismos cruciales de la cultura para la conversión de la
naturaleza en cultura, especialmente en lo que se refiere a la socialización de los niños.
Toda la posible continuidad de una cultura depende de la adecuada socialización de los

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individuos, que habrán de ver el mundo en los términos de esa cultura y adherirse de modo

1ª más o menos inequívoco a sus preceptos morales. Las funciones de la unidad doméstica
deben ser estrechamente controladas con objeto de asegurar su producto; la estabilidad de
la unidad doméstica en cuanto institución debe colocarse tan fuera de toda duda como sea
UNIDAD
posible. (Algunos aspectos de la protección de la integridad y estabilidad del grupo
doméstico podemos verlos en los fuertes, tabúes contra el incesto, el matricidio, el
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

patricidio y el fratricidio27). En la medida en que la mujer, es universalmente el agente


básico de la primera socialización y virtualmente se considera la corporízación de las
funciones del grupo doméstico, tenderá a someterse a las pesadas restricciones y
limitaciones que rodean tal unidad. Su posición intermedia (culturalmente definida) entre
la naturaleza y la cultura, que aquí tiene el sentido de mediación (es decir, que realiza
funciones de conversión) entre la naturaleza y la cultura, no sólo explicaría su status
inferior, sino también la mayor parte de las restricciones que recaen sobre sus actividades.
Virtualmente en todas las culturas sus actividades sexuales permitidas están más
estrechamente circunscritas que las del hombre, se le ofrece un menor abanico para la
elección de rol y se le concede acceso directo a un menor número de instituciones sociales.
MUJER

Además, es casi universalmente socializada de forma que tenga un conjunto de actitudes


más estrecho y generalmente de tono más conservador, y los limitados contextos sociales
de su vida adulta refuerzan tal situación. El conservadurismo y el tradicionalismo,
socialmente engendrados, del pensamiento de la mujer es otra forma -quizás la peor y
desde luego la más insidiosa- de restricción social, y sin duda debe relacionarse con su
función tradicional de producir miembros del grupo convenientemente socializados.

Por último, la posición intermedia de la mujer puede tener la consecuencia de una mayor
ambigüedad simbólica (véase también Rosaldo). Modificando nuestra imagen de las
relaciones cultura/naturaleza, podemos llegar a concebir la cultura como un pequeño
calvero en medio del bosque que constituye el sistema natural más amplio. Desde este
punto de vista, aquello que es intermedio entre la cultura y la naturaleza se sitúa en el
continuo que constituye la periferia del calvero de la cultura; y aunque, por eso mismo,
puede parecer situado tanto arriba como debajo (o al lado) de la cultura, está sencillamente
fuera y alrededor. Entonces podemos comenzar a comprender por qué un único sistema de
pensamiento cultural suele asignar a la mujer significados completamente polarizados y en
apariencia contradictorios, puesto que los extremos, como dice el dicho, se tocan. Que con
tanta frecuencia la mujer representa la vida y la muerte sólo es el ejemplo más simple que
46 podemos mencionar.

Para otra perspectiva sobre el mismo tema, recordaremos que el modelo psíquico que se
asocia a las mujeres suele situarse tanto en el fondo como en la cima de la escala de las
27
A nadie parece importarle mucho el sorocidio, cuestión ésta sobre la que habrá que investigar.

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formas humanas de relación. Este modelo tiene tendencia a una implicación más directa
con las personas en cuanto individuos y no en cuanto representantes de una u otra
categoría social; también puede verse al mismo tiempo que este modelo «ignora» (y por
tanto subvierte) y «trasciende» (y por tanto alcanza su más elevada síntesis) esas

UNIDAD
categorías sociales, según sea el punto de vista que se adopte para cada objetivo concreto.
De ahí que podamos explicar fácilmente tanto los símbolos femeninos subversivos (brujas,

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


mal de ojo, contaminación menstrual, madres castradoras) como los símbolos femeninos
trascendentes (diosas maternales, piadosas dispensadoras de salvación, símbolos
femeninos de la justicia, y la fuerte presencia del simbolismo femenino en el arte, la
religión, el ritual y el derecho). El simbolismo femenino, con mucha mayor frecuencia que el
simbolismo masculino, tiene una manifiesta propensión hacia la ambigüedad polarizada, a
veces con absoluta exaltación, a veces con absoluto rebajamiento, rara vez dentro del
ámbito normal de las posibilidades humanas.

Si la posición intermedia de la mujer (culturalmente considerada) entre la cultura y la


naturaleza tiene esta implicación de ambigüedad generalizada, característica de los

MUJER
fenómenos marginales, entonces también estamos en mejor posición para explicar
aquellas «inversiones» culturales e históricas en que, de una u otra forma, se alinea a la
mujer junto con la cultura y a los hombres junto con la naturaleza. Se me ocurren algunos
ejemplos: los sirionó de Brasil, para los que, según Ingham (1978: 1098), «la naturaleza, lo
crudo y lo masculino» se oponen a «la cultura, lo cocido y lo femenino»28; la Alemania nazi,
donde se decía que las mujeres eran guardianas de la cultura y de la moral; el amor
cortesano europeo, donde el hombre se considera a sí mismo bestia y la mujer es el objeto
prístino y exaltado (pauta que persiste, por ejemplo, entre los actuales campesinos
españoles (véase Pitt-Rivers, 1961; Rosaldo). Y, sin duda, hay otros casos de este tipo,
incluyendo algunos aspectos de nuestra propia concepción de la mujer. Cada uno de estos
ejemplos de alineación de la mujer con la cultura y no con la naturaleza requiere un
detallado análisis de los datos históricos y etnográficos concretos. Pero al indicar cómo la
naturaleza en general, y en particular la forma femenina de las relaciones interpersonales,
desde determinados puntos de vista pueden parecer situados ambos por encima y más allá
(pero en realidad simplemente fuera) de la esfera de la hegemonía de la cultura, hemos
sentado por lo menos los cimientos para tales análisis.

En resumen, el postulado de que la mujer es tenida por más próxima a la naturaleza que el
hombre tienen diversas consecuencias para los posteriores análisis y puede interpretarse 47
28
El tratamiento de Ingham es bastante ambiguo, puesto que las mujeres también son asociadas con
animales: “La contraposición hombre/animal y hombre/mujer son evidente- mente similares... la caza es el
procedimiento para adquirir mujeres así como animales” (p, 1095). Una cuidadosa interpretación de los datos
indica que tanto hombres como mujeres y animales son, en esta tradición, mediadores entre la cultura y la
naturaleza.

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de muy distintas formas. Si simplemente se considera como una posición media entre la

1ª cultura y la naturaleza, entonces se sigue considerando inferior a la cultura y de ese modo,


se explica el supuesto pancultural de que la mujer es inferior al hombre en el orden de las
cosas. Si se interpreta como un elemento mediador en las relaciones naturaleza/cultura,
UNIDAD
entonces puede explicar en parte la tendencia no a simplemente desvalorizar a las mujeres
sino a circunscribir y restringir sus funciones, puesto que la cultura debe mantener el
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

control sobre sus mecanismos -pragmáticos y simbólicos- de convertir la naturaleza en


cultura. Y si se interpreta como un status ambiguo entre la naturaleza y la cultura, pueden
colaborar a hacer comprensible el hecho de que, en simbolizaciones e ideologías culturales
concretas se alinee en ocasiones a la mujer junto a la cultura, y que en todas circunstancias
suela asignársele significados polarizados y contradictorios dentro de un mismo sistema
simbólico. Status medio, funciones mediadoras y significación ambigua son tres distintas
interpretaciones para distintos objetivos contextuales del ser de la mujer, considerado
como intermedio entre la naturaleza y la cultura.

Conclusiones
MUJER

Por último debemos volver a subrayar que todo este esquema es una construcción de la
cultura y no un hecho de la naturaleza. La mujer no está «en realidad» en absoluto más
próxima (o más alejada) de la naturaleza que el hombre: ambos tienen conciencia, ambos
son mortales. Pero sin duda hay razones para que la mujer aparezca de esta forma, y eso es
lo que he tratado de mostrar en este artículo. El resultado es un (tristemente) eficiente
sistema de feedback: los distintos aspectos (físicos, sociales, psicológicos) de la situación
de la mujer colaboran a que sea vista como más próxima a la naturaleza, mientras que la
concepción de ella como más próxima a la naturaleza es a su vez incorporada en formas
institucionales que reproducen su situación. Las consecuencias para el cambio social son
igualmente circulares: una concepción cultural distinta sólo puede surgir de una realidad
social distinta; una realidad social distinta sólo puede surgir de una concepción cultural
distinta.

Está claro, pues, que la situación debe ser atacada por ambos flancos. Los esfuerzos
dirigidos exclusivamente a cambiar las instituciones sociales -mediante el establecimiento
de cuotas de empleo, por ejemplo, o mediante la aprobación de leyes de igual-salario-para-
igual-trabajo- no pueden tener efectos de largo alcance si la imaginería y el lenguaje
48 cultural siguen suministrando una concepción relativamente desvalorizada de la mujer.
Pero, al mismo tiempo, los esfuerzos únicamente orientados a cambiar los supuestos
culturales -mediante grupos masculinos y femeninos de concienciación, por ejemplo, o
mediante la revisión de las disciplinas educativas y de la imaginería de los mass-media- no
pueden conseguir su objetivo a no ser que cambie el fundamento institucional de la

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sociedad para apoyar y reforzar la modificada concepción cultural. Finalmente, hombres y


mujeres pueden y deben participar igualmente en los proyectos de creatividad y
trascendencia. Sólo entonces se considerará a las mujeres alineadas junto a la cultura,
dentro de la dialéctica entre cultura y naturaleza.

UNIDAD
BIBLIOGRAFIA

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


Bakan, David 1966, The Duality of Human Existence. Boston.

Carlson, Rae 1971, «Sex Differences in Ego Functioning: Exploratory Studies of Agency and
Communion». Journal of Consulting and Clinical Psychology 37: 267-77.

De Beauvoir, Simone 1953, El segundo sexo.

Ingham, John M. 1971, «Are the Sirionó Raw or Cooked?». American Anthropologist 73:
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Levi-Strauss, Claude 1969a, The Elementary Structures of Kinship. Boston.- 1969b, The Raw

MUJER
and Cooked. Nueva York.

Lowie, Robert 1956, The Crow Indians. Nueva York.

Ortner, Sherry B. 1973, «Sherpa Purity». American Anthropologist 75: 49-63. - s.f.,
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Pitt-Rivers, Julian 1961, People of the Sierra. Chicago.

Siu, R. G. H. 1968, The Man of Many Qualities. Cambridge, Mass.

Ullman, Stephen 1963, «Semantic Universals», en Joseph H. Greenberg (ed.), Universals of


Language. Cambridge, Mass.

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I.3. LAS CRÍTICAS A LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

1ª En las diversas disciplinas surgieron denuncias de las orientaciones y sesgos masculinos de


las teorías y del lenguaje en que se expresan. La propia definición de la antropología la hace
UNIDAD
suponer, por ejemplo, que “el estudio del hombre” es el estudio de la sociedad en su
conjunto, pues antropología significa “estudio del hombre” (Antropo: hombre / logia:
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

ciencia).

Estos argumentos provocaron la polémica sobre la existencia o no de modelos específicos


femeninos y masculinos para interpretar y observar los hechos sociales, y por tanto la
pregunta acerca de quién – hombre o mujer– era el privilegiado para estudiar a quién. El
punto en discusión fue si las mujeres tenían ventajas para estudiar a otras mujeres y si eso
evitaba los prejuicios en las aproximaciones. Estas discusiones llevaron a poner en duda la
habilidad que las mujeres tendrían para estudiar a los hombres y también la contradicción
que una postura de ese tipo entrañaba para el proyecto global de algunas disciplinas, como
la antropología, en su pretensión de ser un estudio comparado de las diferentes sociedades
MUJER

humanas.

I.3.1. CRÍTICA A LA GHETTIZACIÓN DE LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

Una serie de puntos de conflicto emergen desde el interior de los Estudios de La Mujer y
desde fuera de ellos. En este último caso está el aislamiento y ghettización que comenzó a
perfilarse pues se sostuvo que ellos se concebían “sólo para mujeres y por mujeres”. Se
produce así una suerte de marginalización y el trazado de una línea divisoria en donde los
Estudios de La Mujer comienzan a conformarse como una subdisciplina en las ciencias
sociales y humanas. Esto puso en el tapete el problema de que todos los esfuerzos de la
investigación sobre la mujer se perdían por la segregación y la marginalidad, y por la débil
inserción de los programas de Estudios de La Mujer en las universidades o centros
académicos en que se realizaban.

De esta manera, los Estudios de La Mujer se fueron encerrando, desarrollándose sólo entre
mujeres y para las mujeres. Una de las razones que explica este proceso fue la falta de
buenas estrategias políticas para “infiltrar” el tema en otros ámbitos del saber. Es decir, si
bien se estaban realizando importantes avances en los Estudios de La Mujer, estos eran
50 desconocidos por la totalidad de la comunidad académica pues sólo se difundían en
circuitos restringidos.

Como hemos señalado, esta ghettización se vincula a la creencia de que las mujeres se
encuentran mejor habilitadas para estudiar a La Mujer. Se pensaba que las mujeres
estaban mejor capacitadas para comprender la realidad y problemáticas de las otras. De

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esta manera, los programas de Estudios de La Mujer estaban integrados


fundamentalmente por académicas y difícilmente se lograba interesar a académicos o
profesionales de otras áreas en estos temas. Como veremos más adelante, esta idea de que
las mujeres estudian mejor a las mujeres va a ser cuestionada al ponerse en duda la

UNIDAD
universalidad de La Mujer y al evidenciar la existencia de diferencias entre las mujeres en
base a su clase social, nivel educacional, edad, pertenencia étnica, etc.

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


I.3.2. CRÍTICAS A LA UNIVERSALIZACIÓN DE LA MUJER

Desde el interior de los Estudios de La Mujer se gestan interrogantes que cuestionan, ya a


finales de los 70, algunos supuestos que los habían conformado.

La primera controversia importante es la que emerge desde las intelectuales


afroamericanas que abren una pregunta relativa al tema de la universalidad del concepto
“La Mujer”. Ellas plantean que hay diferencias entre las experiencias de las mujeres
afroamericanas y las blancas en el mundo norteamericano y que no se puede englobar en

MUJER
una categoría sociológica universal a sujetos con vivencias, historias y posiciones distintas
de acuerdo a su pertenencia étnica.

Se plantea entonces, la necesidad de pluralizar y hablar de “las mujeres” y no de una


unicidad abstracta que aludiría, en definitiva a una esencia biológica universal, a una
categoría homogénea que en la diversidad social no existe. De este modo, nace una
discusión sobre la necesidad de superar los propios sesgos etnocéntricos de los Estudios de
La Mujer y su tendencia a pensar en modelos universales.

Aparece entonces la diversidad de mujeres, que se ubican en distintas posiciones de


acuerdo a su edad, posición social, país al que pertenecen (desarrollado, subdesarrollado)
pertenencia a una etnia, etc., y cuyas circunstancias y problemas son específicos.

I.3.3. CRÍTICAS AL ESENCIALISMO QUE SUPONEN LOS ESTUDIOS DE LA MUJER

Al pensar a la mujer como “universal” inevitablemente se alude a una esencia femenina


que explica esta universalidad. Para el sentido común, el que traspasa también el ámbito
académico, la mujer y el hombre representan categorías universales con características
distintivas para cada una de ellas, que se consideran inherentes a ambos y muchas veces
excluyentes entre sí. Así por ejemplo se piensa en la mujer como “intuitiva” o “sensible” 51
por naturaleza mientras que a los hombres se los considera “racionales” y “fríos”.

Es por esto que al cuestionarse el carácter universal se cuestiona también la existencia de


una esencia femenina. Si afirmamos que existe una diversidad de mujeres cuya historia

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está condicionada por una suma de elementos y que es distinta a la de las otras mujeres

1ª ¿podemos seguir hablando de una esencia femenina? ¿Podemos pensar que existe un
denominador común a todas las mujeres? ¿Un elemento común que defina un modo
unívoco de ser?29 Es precisamente a partir de esa crítica que brotarán otras controversias
UNIDAD
como aquella que cuestionó la pretendida universalidad de la subordinación de La Mujer.
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Con preguntas como éstas se dio inicio a una amplia polémica que puso de manifiesto la
necesidad de superar las nociones universalistas y esencialistas acerca de la mujer y que
además hizo visible el tema de la ghettización de los Estudios de La Mujer, donde sólo las
mujeres estudian a las mujeres. Ese proceso de reflexión dará lugar al surgimiento, en la
década de los 80, de los Estudios de Género.

Ejemplo de reflexiones sobre la ghettización y esencialismo de la mujer.

Análisis crítico de una investigadora que desarrolló un estudio con trabajadoras sexuales
en Perú y percibió límites a los postulados o expectativas propios del movimiento de
MUJER

Estudios de la Mujer:

“Mi asistente (en la investigación) es un hombre. Es peruano, nacido y criado en Lima y ya


estaba familiarizado con “el ambiente” antes de esta experiencia. Yo soy una antropóloga
que para ser extranjera está bastante familiarizada con Lima pero que nunca había entrado
en “el ambiente” antes de esta experiencia. Llegué al campo con un bagaje metodológico
que partía desde una perspectiva feminista (...)

Parecía lógico presuponer que las mujeres que se prostituyen se sentirían más cercanas a
una mujer y más bien rechazarían a un hombre debido a los contenidos de su trabajo. Yo
pensé que mi asistente iba a tener más problemas que yo y que las diferencias de género
tendrían muchas más implicancias en nuestras relaciones que, por ejemplo, la
nacionalidad. Esta confrontación ilustra que las relaciones entre las personas del mismo o
distinto género son menos predecibles de lo que puede esperarse.

No tomó mucho tiempo darnos cuenta de que había diferencias en las relaciones entre las
mujeres y yo, entre ellas y mi asistente. Parecían sentirse a gusto hablando con él, y él no
tenía problemas en desarrollar las relaciones. Por momentos, yo sentía que conmigo las
52 mujeres mantenían la distancia y trataban de guardar una cierta imagen mientras que con
él se mostraban sin reservas.

29
Sin duda se trata de un tema que continúa abierto, nuestra intención no es imponer una visión determinada
sino sólo motivar a la reflexión y a la búsqueda de respuestas

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En retrospectiva, me he dado cuenta de que él y yo teníamos tipos diferentes de


conversaciones. Recibíamos diferentes mensajes e información. Sin embargo, durante el
trabajo de campo, este dilema dio origen a diversos momentos de reflexión en los que
ciertas dimensiones de los significados de masculinidad y feminidad en el mundo de la

UNIDAD
prostitución se aclararon”.

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


(Extractado de “El Género como sentimiento comunicable compartiendo el espacio con
prostitutas en Lima, Perú” de Lorraine Nencel, en Debates en Sociología. Pontificia
Universidad Católica del Perú. Lima, 1993).

Estos párrafos dan cuenta de los supuestos de la investigadora en cuanto a que su propia
condición de mujer facilitaría su trabajo. Sin embargo, ella toma conciencia de que ese
factor no necesariamente opera en ese sentido.

MUJER

53

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LECTURA

1ª GLYNIS CARR

UNIDAD “Estudios de la mujer”, en Diccionario de teoría crítica y estudios culturales. Michael Payne
(comp), Ed. Paidos, 2002, Buenos Aires, Argentina. (pag. 215 a 220)
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

Del autor: Associate Professor of English Bucknell University, Pd.D de Ohio State
University. Editor de “The Online Archive of Nineteenth-Century U.S. Women’s Writings”.

Del texto: En este texto se presenta un recuento del surgimiento y desarrollo del
movimiento de los Estudios de la Mujer en Estados Unidos, y se destacan los principales
aportes y límites del mismo.

Claves de Lectura

• Reconozca la lógica del desarrollo y evolución de los Estudios de la Mujer que


MUJER

presenta el artículo:

• Qué espacios se van incorporando.

• Qué actores participan.

• Qué temas se tratan.

• Qué períodos se pueden distinguir.

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ESTUDIOS DE LA MUJER

En: Diccionario de teoría crítica y estudios culturales. Michael Payne (comp), Ed. Paidos, 2002,
Buenos Aires, Argentina. (pag. 215 a 220)

UNIDAD
Glynis Carr

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


El término “estudios de la mujer” se usa con dos significados principales: como sinónimo de
crítica feminista y saber feminista en general, y como nombre del conjunto de
departamentos universitarios, centros de investigación, organizaciones profesionales,
revistas, editoriales, conferencias y demás “casas” académicas dedicadas específicamente
a promover ese saber. Los estudios de la mujer han sido llamados con frecuencia “brazo
académico del movimiento feminista”. Ubicado dentro o fuera de las instituciones de
educación tradicionales, los estudios de la mujer se conciben como un “espacio seguro”
para las intelectuales feministas, diseñado para facilitar el crecimiento personal e
intelectual de sus participantes y oponerse al sexismo de la sociedad en general. Catherine

MUJER
Stimpson (1986) resume tres objetivos específicos principales para los estudios de la mujer:
“enseñar el tema de la mujer adecuadamente; terminar con la discriminación sexual en la
educación en todos los niveles, desde el jardín de infantes hasta los estudios
posdoctorales, e integrar el activismo feminista al pensamiento feminista” (pp. 12-13).
Además, el objetivo de la enseñanza adecuada plantea un complejo conjunto de cuestiones
vinculadas: el contenido (aquello que se enseña), la pedagogía (cómo se enseña), los temas
(las cuestiones planteadas en clase y en el trabajo de campo), y la teoría y el método (cómo
se contestan las preguntas y se dirige la investigación; qué es lo que se considera
conocimiento).

Aunque las primeras clases de estudios de la mujer fueron impartidas en la década de 1960
en Gran Bretaña y los Estados Unidos, la historia de los estudios de la mujer se remonta
muy atrás en el tiempo, y tal vez comience con Christine de Pisan (c. 1364-1431), noble
francesa que sostenía que las mujeres tienen la misma capacidad de aprender y el mismo
derecho a ser educadas que los hombres; siguiendo por las defensoras de la educación
femenina, como Mary Wollstonecraft en el siglo XVIII y Margaret Fuller en el XIX. Sin
embargo, si bien el argumento de la educación de la mujer, que se impuso a fines del siglo
XIX, apuntaba a que las mujeres fueran mejores compañeras para los hombres y estuvieran
mejor preparadas para cumplir con los roles que se les asignaba en el patriarcado, las 55
arquitectas de los estudios de la mujer sostuvieron que el saber feminista y la enseñanza no
deben ser únicamente acerca de las mujeres, sino también ser para las mujeres:
específicamente, para la liberación femenina de la dominación masculina.

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Cierto número de aportes históricos convergieron en la década de 1960 para hacer posibles

1ª los estudios de la mujer, con su misión explícitamente radical: los cambios demográficos
que afectaban a la educación superior, el movimiento por la universidad libre, un difundido
disenso político (por ejemplo, los movimientos internacionales anticoloniales y los
UNIDAD
movimientos de liberación de la mujer y por los derechos civiles de los negros en los
Estados Unidos, donde los estudios de la mujer se han desarrollado más extensamente). En
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

la década de 1960, la educación superior estaba pasando por un proceso de


democratización, una apertura de sus puertas a clases antes excluidas de jure o de facto.
Después de tres décadas de reveses en su lucha por la educación superior, aumentó el
porcentaje de mujeres en cargos de enseñanza en las universidades occidentales, así como
de negros y de miembros de la clase obrera. El clima intelectual era extremadamente
propicio para el cambio, en la medida en que los estudiosos de diversas disciplinas
exploraban nuevas teorías y métodos. Los aportes de la desconstrucción en los estudios
literarios y la historia social revisionista, o el estudio de la historia desde la perspectiva de
la gente común, son quizá los ejemplos más notables del tipo de innovaciones intelectuales
que caracterizaron la academia en la década de 1960. Sin embargo, aun los estudiosos de
MUJER

las ciencias revelaron signos de escepticismo respecto de la tradición recibida, como es el


caso de la estructura de las revoluciones científicas (1962), de Thomas Kuhn, en el que se
demostró el estatuto contingente y provisional del saber científico. Hacia la década de
1980, este cambio de paradigma que atravesó la academia sería reconocido como una
“crisis del conocimiento”, lo cual sugería un mandato de reforma para las viejas disciplinas,
abriendo espacios para disciplinas nuevas, o incluso para la superación de la
disciplinariedad. El advenimiento del posmodernismo inevitablemente propició la
formación de estudios de la mujer, pero también tuvieron influencia las exhortaciones más
inmediatamente políticas a alcanzar “relevancia” en educación, por la cual esas
instituciones de educación superior dejarían de ser servidoras del Estado represivo y se
convertirían en la base de la lucha por la libertad y la democracia.

Muchas de las nuevas mujeres incorporadas a la academia también participaron en la


política de la nueva izquierda: su participación en el movimiento por los derechos civiles no
debe ser subestimada. Como en el siglo XIX, cuando el abolicionismo se convirtió en un
foco de feminismo, la joven disciplina de los estudios negros y las escuelas de la libertad
dirigidas por organizaciones como Student Non-Violent Coordinating Committee (SNCC) y
las nacionalistas Panteras Negras fueron los modelos originales para los estudios de la
56 mujer. Los primeros cursos no se dictaron en universidades sino en la Susan Koppelman’s
School for Women, en Boston, y en la New Orleans Free School, afiliadas a Students for a
Democratic Soci- ety (SDS), en 1966, y en Anti-University, en Gran Bretaña, en 1968. Muchos
proyectos de escuelas libres han sido lanzados desde entonces, pero la mayoría de ellos
han sido efímeros, tanto por la falta crónica de recursos como porque la mayoría de las

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mujeres siguen programas de educación para obtener calificaciones profesionales o


vocacionales (véase Bunch y Pollack, 1983). Durante la década de 1970, muchas mujeres
siguieron estudios informales y se unieron a grupos de concientización en los cuales se
desarrollaron métodos de aprendizaje no jerárquicos y cooperativos, técnicas que han

UNIDAD
tenido un impacto considerable en la pedagogía feminista en el marco de la academia. A
partir de entonces, el modelo de la escuela libre e independiente para los estudios de la

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


mujer sigue utilizándose, a menudo vinculado a colonias de artistas y organizaciones que
brindan servicios directos a la mujer, por ejemplo, los refugios para mujeres golpeadas que
ofrecen grupos de lectura para víctimas y voluntarios. Aunque la ubicación principal de los
estudios de la mujer no es en la actualidad la universidad libre, en el ámbito
extraacadémico se han producido varias aportaciones, como la publicación por parte de
Boston Women’s Health Collective de Our Body, Ourselves (1976; 1984), libro que ha
educado al menos a dos generaciones acerca de la sexualidad, la reproducción y la salud.

Dentro de las estructuras académicas establecidas, el crecimiento de los estudios de la


mujer ha sido impresionante. Stimpson (1986) informa que en 1969-1970 sólo se ofrecían 17

MUJER
cursos sobre el tema en los Estados Unidos, pero en 1973 ya había más de 2000 cursos y 30
programas vinculados; hacia 1980, el número de cursos había alcanzado la cifra de 20.000 y
de número de programas, 350; hacia 1982, las universidades ofrecían 30.000 cursos.
National Women’s Studies Association Task Force for the Association of American Colleges
contaba con 621 programas de estudios de la mujer en 1991, ofrecidos por el 68 % de las
universidades. Esas redes se desarrollaron rápidamente para intercambiar información e
ideas. Numerosas recopilaciones de diseños curriculares se publicaron, comenzando con
Female Studies, una serie de diez volúmenes que apareció en la década de 1970, auspiciada
primero por la MLA Commission on the Status of Women, y luego por el Clearinghouse on
Women Studies of the Feminist Press. Muy pronto, el volumen de los nuevos cursos obligó
a abandonar la exhaustividad e interdisciplinariedad a que apuntaba Female Studies; en la
década de 1980, seguirían apareciendo volúmenes con los programas de estudios y diseños
curriculares, pero más específicamente enfocados, como es el caso de Reconstructing
American Literature (1983), de Paul Lauter. En la década de 1990, las docentes feministas
pudieron compartir los programas electrónicamente, a través de “Women’s Studies List”
(WMST-L), un grupo de análisis en Internet. Entre mediados de la década de 1970 y
mediados de la de 1990 se han establecido archivos y centros de investigación a una
velocidad sorprendente. Algunos fueron fundados de manera independiente, como los
Lesbian Herstory Archives, en Nueva York, o el Institute for Research in History y el Center 57
for Women’s Policy Studies, en Washington. Otros, como The Bunting Institute at Radcliffe
o centros en Wellesley y Memphis State, se basan en una combinación de subsidios
universitarios, becas federales y dinero proveniente de fundaciones. También existen
centros internacionales; entre ellos, el International Research and Training Institute for

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the Advancement of Women, subsidiado por las Naciones Unidas; la Association of African

1ª Women for Research and Development, y el Asian and Pacific Centre for Women and
Development (una lista exhaustiva puede encontrarse en Albrecht y Brewer, 1990). Las
reuniones feministas y las organizaciones profesionales se han formado dentro de
UNIDAD
sociedades de estudios en todos los niveles, desde el regional hasta el internacional, y se
han fundado nuevas organizaciones, como la National Women’ s Studies Association en
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

1977, que auspicia una de las numerosas conferencias anuales de estudios de la mujer. Han
aparecido becas, premios y cátedras, y proliferado las revistas y editoriales. Feminist Press,
iniciada por Florence Howe y Paul Lauter en1970, fue una de las primeras editoriales
feministas y sigue siendo una de las más importantes, aunque hay muchas otras, por
ejemplo Kitchen Table: Women of Color, Crossing and Pergamon. Por cierto, casi todas las
grandes editoriales, incluyendo todas las editoriales universitarias, tienen ahora una
colección o una división dedicada a los estudios de la mujer, y se edita un número increíble
de revistas; entre las más destacadas se encuentran Signs, Feminist Studies, Women ‘s
Studies, Sage, Gender and Society y Women’s Studies International Forum. La velocidad
con la cual los estudios de la mujer han sido legitimados indica que satisfacían necesidades
MUJER

urgentes.

La primera y más urgente era colmar una enorme ansia de información acerca de la mujer y
las vidas de mujeres, desarrollar caminos de conocimiento que, parafraseando a la
historiadora Gerda Lerner, no dejaran afuera a la mitad de la humanidad. Los estudios de la
mujer han sido increíblemente productivos, y han generado un enorme cuerpo de estudios
con consecuencias paradigmáticas para todas las disciplinas. La revisión del currículo se
produjo de común acuerdo, cuando quienes participaban en estudios de la mujer al
principio parecían preguntarse lo que Mary Daly llamó “no-preguntas acerca de no-datos”,
y luego hicieron visible a la mujer y reinterpretaron los roles de las mujeres en la historia y
sus contribuciones a la cultura. Así como los primeros trabajos en estudios negros
apuntaron a corregir la representación desvalorizante del pueblo negro en la cultura racista
dominante -una manera de demostrar el eslogan callejero “Black is beautiful”-, los
primeros trabajos en estudios de la mujer comenzaron con una crítica de la representación
estereotipada y peyorativa de las mujeres en la cultura masculina dominante, con análisis
ideológicos de las “imágenes de mujer”, interiorizando especialmente su efecto psicológico
destructivo y opresor. Una antología de crítica feminista, Images of Women in Literature
(1972), de Susan Koppelman, es un ejemplo de ese momento, así como de las actitudes
58 hacia la próxima fase de los estudios de la mujer: el título de uno de los ensayos es “¿Por
qué no estamos escribiendo sobre nosotras mismas?”. Hacia mediados de 1980, este
proceso de revisión curricular sería concebido como un progreso a través de distintas
etapas, comenzando con la exclusión de las mujeres de las disciplinas y terminando con la
completa transformación de los materiales, teorías y métodos disciplinarios. En 1985, las

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investigadoras Gilbert y Gubar articularon un proceso en cuatro etapas: crítica,


recuperación, reconceptualización y revaloración (véase también Tetreault, 1985). La crítica
consiste en el análisis de la ausencia de las mujeres como sujeto y como objeto de la
indagación, así como en la caracterización de las epistemologías androcéntricas que

UNIDAD
plantean sujetos y puntos de vista exclusivamente masculinos como universales y difunden
un sesgo sexista a todo el campo disciplinar. La recuperación consiste en reenfocar la

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


experiencia histórica de las mujeres en su praxis como productoras de cultura; es
francamente compensatoria y separatista, pues busca entender la experiencia y la
producción cultural de las mujeres en sus propios términos, Black Women in White America
(1972),de Gerda Lerner, Roat of Bitterness (1972), de Nancy Con, y Wamen Artists, 1550-1950
(1979), de Nochlin y Harris, son ejemplos de recuperación, ya que documentan la presencia
de las mujeres en la historia y comienzan a formar un canon alternativo. Dado que las
epistemologías androcéntricas tienen como premisa la exclusión de las mujeres, la
recuperación no sólo produce -nueva información, sino que también provoca el desarrollo
de perspectivas alternativas y una reconceptualización de paradigmas, teorías y métodos.
Se proporcionan nuevas categorías de análisis y se revisan las viejas teorías. Gran parte de

MUJER
la obra feminista sobre la psicología de las mujeres pertenece a esta corriente, por ejemplo,
la revisión de la teoría freudiana en la década de1970 por parte de Juliet Mitchell y Nancy
Chodorow, o la revisión del modelo androcéntrico de Kohlberg del desarrollo ético por
parte de Carol Gilligan en 1982. La revaloración entraña una integración no sexista de
hombres y mujeres, como sujetos y objetos de la indagación. La revaloración apunta a las
relaciones de género y usa las teorías androcéntricas revisadas y las nuevas teorías
ginocéntricas para desarrollar cuerpos teóricos verdaderamente universales. En la década
de 1990, la revaloración es aún imaginaria, un objetivo hacia el cual los estudios de la mujer
aún procuran tender, si bien es transformado desde adentro por las mujeres de color.

Así como el saber feminista se oponía y criticaba los estudios androcéntricos, a su vez él
mismo fue desafiado por aceptar acríticamente y reproducir premisas y paradigmas
racistas. El título de un importante hito en el estudio de la mujer negra es muy elocuente:
All the Women are White, All the Blacks are Men, But Some of Us are Brave: Black Women
‘s Studies (Hull, Scott y Smith, 1982). La antología multidisciplinaria de ensayos sobre
teoría, métodos y materiales de los estudios de la mujer negra condena el racismo de una
práctica feminista que excluye y margina a las mujeres negras, escruta la problemática
posición política de las investigadoras negras en la academia pos moderna, especula acerca
de las posibilidades radicales de la enseñanza feminista negra, y distribuye un vasto corpus 59
de material para apoyar esa enseñanza. También reedita un manifiesto crucial:
“Declaración feminista negra”, en la cual el Combahee River Collective rechaza las teorías
unidimensionales del sexismo, el racismo y la opresión de clase, sosteniendo en cambio
que una práctica de oposición por parte de las feministas negras sólo puede desarrollarse

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en tándem con teorías que comiencen por asumir una intersección compleja de opresiones

1ª de raza, clase y género en la vida de las mujeres negras. El análisis de raza-clase-género ha


tenido una poderosa influencia sobre los estudios de las mujeres blancas y los estudios
negros y étnicos androcéntricos, e incluso ha inspirado una revisión por parte de los
UNIDAD
hombres blancos -cuya historia y producción cultural sigue siendo con frecuencia la más
estudiada en la academia-. Un proceso similar de crítica, recuperación, reconceptualización
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

y revaloración, y un compromiso similar con el análisis de raza-clase-género, también ha


caracterizado el desarrollo de los estudios de la mujer chicana, asiático-americana, y de
norteamericanas nativas. El Memphi’s State University Center for Research on Women ha
patrocinado gran parte de este trabajo; sus amplias bases de datos y series de artículos son
herramientas imprescindibles. Además, las antologías innovadoras This Bridge Called My
Back (1981), de Morgana y Anzaldua, Making Face, Makilng Soul, Haciendo Caras (1990), de
Anzaldua, Transforming the Curriculum: Ethnic Studies and Women Studies (1991), de
Butler y Walter, dan cuenta de tres décadas de desarrollo en la práctica de los estudios de
la mujer, comprometida tanto con la diversidad multicultural como con el antirracismo.
MUJER

Dado que los estudios de la mujer han sido tan increíblemente productivos, está más allá
del alcance de este análisis resumir adecuadamente sus aportaciones dentro de cada
disciplina, pero puede encontrarse una revisión al respecto en The Impact of Feminist
Research in the Academy (Farnham, 1987), que indaga en el campo de la antropología, la
historia, los estudios religiosos, la psicología, la ciencia, la economía, la ciencia política, la
literatura y la sociología a mediados de la década de 1980. En general, puede decirse que los
estudios de la mujer han establecido una firme diferencia entre sexo y género, y han
introducido el género como categoría legítima de análisis. Los estudios de la mujer han
documentado la opresión de las mujeres en todas las esferas de la vida social; han
fomentado la conciencia pública en torno de una serie de problemas que incluyen la
violencia contra mujeres y la feminización de la pobreza; han contribuido a crear conciencia
de y respeto por los múltiples roles de la mujer en la economía y la “brecha de género” en
política; y han promovido el saber acerca de la acción de las mujeres en la historia y sus
aportes en las artes. Los estudios de la mujer han iniciado nuevas técnicas pedagógicas y
metodologías de investigación que integran la teoría y la práctica (véase Bowles y Klein,
1983; Culley y Portugués, 1985; Weiler, 1988). Finalmente, los estudios de la mujer han
tenido una enorme influencia en la política pública, como también en la definición jurídica
de violación desde la década de 1960. Irónicamente, sin embargo, los estudios de la mujer
60 han tenido escasa influencia en la academia, donde desarrollan la mayor parte de su
trabajo.

Dado que el modo dominante de lectura en la academia es ecléctico y relativista, los


estudios de la mujer fueron absorbidos con facilidad, y posiblemente hayan sido

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neutralizados: se convirtieron en un modo entre otros de describir e interpretar el mundo


social. Aunque los estudios de la mujer están desarrollados de manera irregular en diversas
disciplinas, es posible decir que en general ninguna disciplina ha interpretado los hallazgos
de las investigaciones feministas como mandato para una reforma total. Aunque las

UNIDAD
publicaciones en revistas sobre mujeres han proliferado, siguen siendo proporcionalmente
las mismas que en 1966: otros indicadores, como el contenido y organización de los

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


manuales introductorios en la mayoría de las disciplinas, revelan que “por lo general, los
marcos disciplinarios sesgados por la visión masculina siguen estando firmemente
atrincherados” (DuBois et al., 1985, p. 181). El sueño colectivo, articulado por Adrienne Rich
(1973), de que las feministas académicas pudieran transformar radicalmente la academia en
un lugar donde el trabajo y la vida de las mujeres fuera tratado con la misma seriedad que
el de los hombres aún no se ha realizado. La historia de la reacción contra los estudios de la
mujer sugiere que un progreso sostenido, aunque lento, hacia ese objetivo aún no está
garantizado.

En la década de 1970, la oposición a los estudios de la mujer tomó la forma de despidos,

MUJER
negativas de empleo y recortes presupuestarios a los programas en escuelas individuales.
En la década de 1980, época de resurgimiento del conservadurismo político, se recortaron
los fondos a nivel nacional y se lanzó una campaña en los medios contra los estudios de la
mujer, orquestada por la derecha religiosa, que caracterizaba esta corriente teórica como
un “asalto” a los campus universitarios por parte de “feminazis”, esto es, guerrillas
lesbianas anti-hombres con un fino barniz de “conocimiento Ersat”.

Sin embargo, manejar la oposición es sólo uno de los problemas que enfrentan los estudios
de la mujer en la década de 1990. Hay un haz de cuestiones que indican la necesidad de una
mayor inclusión y diversidad en los estudios de la mujer. Desde sus comienzos, han sido un
sitio de diversidad política e ideológica; a pesar de las posibilidades creativas que esa
diversidad permite, a menudo se teme y se suprime como fuente de conflicto. En la década
de 1970, por ejemplo, había importantes conflictos entre las feministas liberales y las
radicales acerca de si los estudios de la mujer debían presentarse abiertamente como
feministas o siquiera “políticos”. Es decir, si bien la mayoría de sus miembros estaban de
acuerdo en que la generación del conocimiento siempre es algo cargado de significación
política, había desacuerdo respecto de la necesidad de tener compromiso político fuera de
la academia. ¿Es suficiente, por ejemplo, estudiar el problema de las mujeres golpeadas, o
hay que buscar un efecto directo, inmediato y cuantificable en las vidas de esas mujeres? 61
Este conflicto se desarrolló como una batalla por el nombre que debían tener los estudios
de la mujer (las posibilidades eran “estudios de los roles sexuales”, “estudios femeninos”,
“estudios feministas” y, por supuesto, “estudios de la mujer”). En la década de 1980, la
cuestión del nombre reapareció cuando se debatió el rol de los hombres en el feminismo.

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Algunos programas aceptaron hombres y estudios del hombre, llamando a este esfuerzo en

1ª colaboración “estudios de género”. Otros programas se resistieron, alegando que el


trabajo sobre los hombres y la masculinidad no podía iniciarse debido a los recursos cada
vez más limitados con que contaban los estudios de la mujer. Sin embargo, hay acuerdo en
UNIDAD
la necesidad de incorporar a miembros de color, desiderátum fundamental, así como de
una mayor cooperación con programas de estudios étnicos, pues para los estudios de la
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

mujer la predominancia de mujeres blancas sigue siendo una frustración. Del mismo modo,
deben establecerse lazos internacionales o, donde existan, deben ser fortalecidos, en
especial en los Estados Unidos, donde los provincianismos intelectuales y culturales son
hábitos profundamente arraigados. Tales compromisos deben reflejarse en la revisión de
los currículos.

Los demás problemas son una consecuencia de la falta de una ideología uniforme en los
estudios de la mujer, problema central e irresuelto desde los inicios. Dos cuestiones
importantes aparecen aquí vinculadas: si los estudios de la mujer son o no una disciplina, y
si su paso a la corriente académica central debería ser o no su objetivo esencial (Bowles y
MUJER

Klein, 1983). Para que ambos proyectos tengan éxito, los estudios de la mujer necesitan
afirmar cierta autoridad, aunque se trata de un movimiento fundamentalmente
comprometido con el antiautoritarismo. El conflicto entre la tendencia democratizante de
los estudios de la mujer y su reproducción de las estructuras autoritarias del patriarcado es
tan problemático como las disputas en torno del gobierno, particularmente espinosas y
polémicas, que han destruido a veces programas enteros. ¿Los estudios de la mujer deben
ser dirigidos por la facultad y sus administradores, o las alumnas y las mujeres de la
comunidad deben también participar en la formulación de los programas? ¿Pueden los
programas conservar su autonomía, incluyendo el derecho a experimentar con estructuras
no ortodoxas de gobierno? ¿Pueden evitar la interferencia administrativa, aunque
simultáneamente alienten el apoyo administrativo? ¿Pueden sus participantes reconocer y
resolver creativamente los conflictos originados en la diferencia de estatuto, conflictos
entre mujeres pertenecientes y no pertenecientes a la facultad, o entre la facultad y
graduadas y estudiantes? ¿Hasta qué punto pueden crearse estructuras administrativas no
jerárquicas y consensuadas, y cómo pueden las participantes de los estudios de la mujer
resolver las contradicciones y paradojas que surgen cuando tales experiencias chocan
contra los procedimientos institucionales establecidos? ¿Cómo pueden, por ejemplo, los
docentes crear un clima igualitario en clase y luego poner calificaciones?
62
Finalmente, los estudios de la mujer comparten ciertos problemas con los académicos en
general, problemas que el rápido crecimiento del área y su compromiso con la investigación
interdisciplinaria no han hecho más que exacerbar. Entre ellos, se destacan la enorme
expansión del saber, y cómo hacer frente a la proliferación de teorías y métodos. A pesar de

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que los estudios de la mujer han producido refinadas herramientas y guías para la
investigación, que incluyen Feminist Periodicals, Feminist Collections y New Books on
Women and Feminism (todos publicados por Women’s Studies Librarian, de la Universidad
de Wisconsin), Women ‘s Studies Abstracts, e Introduction to Library Research in Women’s

UNIDAD
Studies (1985), de Susan Searing, para estudiantes, carecen de un equivalente de, por
ejemplo, Literary Research Guide, de Harner, en inglés. Esas herramientas, desde luego, no

ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA


resuelven el gran problema de cómo encontrar el tiempo y la energía, no sólo para leer, sino
también para pensar, amplia y libremente. Es deseable que las investigadoras del área,
junto con otros investigadores de la academia, resistan la tentación de hacer frente a esta
proliferación de información especializándose en campos específicos, indiferentes a las
complejas relaciones entre las ramas de estudio, a las posibilidades de enriquecimiento
mutuo entre ellas, y al modo como están ubicadas en, son formadas por, y a su vez dan
forma al mundo en general

Bibliografía

Albrecht, Lisa y Rose ~I. Brewer (eds.) 1990: Bridges of Power: Women’s, Multicultural

MUJER
Alliances.
Anzaldua. Gloria (ed.) 1990: Making Face, Making Soul, Haciendo Caras: Creative and
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Bunch, Charlotte y Sandra Pollack (eds.) 1983: Learning Our Way: Essays in Feminist
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Hutler, Johnnella E. y John C. Walter (eds.) 1991: Transforming The Cur- riculum: Ethnic
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Culley. Margo y Catherine Portuges (eds.) 1985: Gendered Subjects: The Dynamics of
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DuBois, Ellen Carol et al. 1985: Feminisl Scholarship: Kindling in the Croves of Academe.
Farnham, Christie (ed.) 1987: The Impact of Feminist Research in the Academy.
Gilbert, Sandra M: y Susan Gubar (eds.) 1985b: A Classroom Guide to Accompany The
Norton Anthology of Literature by Women.
Hull, Gloria T.;Patricia Bell Scott, y Barbara Smith (eds.) 1982: All the Women are White. All
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Radical Women of Color.
National Women’s Studies Association Task Force for the Association of American Colleges
1991: Liberal Leaming and the Women ‘s Studies Major: A Report to the Profession.
Rich, Adrienne 1973 (1979): “Toward a woman-centered university”. 63
Stimpson, Catherine R. con Nina Kressner Cobb 1986: Women’s Studies in the United
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Tetreault, Mary Katy Thompson 1985: “Feminist phase theory: An experience-derived
evaluation model”.
Weiler, Kathleen 1988: Women Teaching for Change: gender, Class and Power.

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RESUMEN DE LAS IDEAS MÁS IMPORTANTES:


UNIDAD • Los Estudios de La Mujer surgen en la década de los setenta en las universidades
del primer mundo y tienen como objetivo central relevar la cara femenina, que
ANTECEDENTES, EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS ESTUDIOS DE LA

había permanecido oculta, de muchos procesos sociales e históricos.

• Como consecuencia directa de estas indagaciones surge la necesidad de


deconstruir y reformular los fundamentos teóricos de las disciplinas sociales, en los
que se encontraba la base de la invisibilización y negación de La Mujer como objeto
de estudio.

• Pero el desarrollo de estas reflexiones, en particular, las que iban en la línea de


comprender cómo la sociedad generaba la subordinación de las mujeres, llevó a
considerar que las mujeres (y los hombres) constituían una pluralidad y que por lo
tanto no era posible hablar de “La Mujer”. Se hizo evidente entonces que esta
MUJER

categoría adolecía de rasgos universalizantes y esencialistas y que por lo tanto


impedía comprender las diferentes posiciones en las que se encontraban mujeres y
hombres. Es entonces el momento del surgimiento de la categoría de género.

• Este ejercicio da cuenta de que las investigadoras de la época van revisando sus
propias concepciones y su construcción subjetiva, pero aún lo hacen de manera no
sistemática.

64

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