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Silvia Seoane
CONTENIDOS
Presentación
1. El campo de la gramática
2.3.- Debates
Silvia Seoane
Julio 2011
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1. El campo de la gramática
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nos otros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latin.”
Antonio de Nebrija (1492): Gramática de la lengua castellana.
Salamanca.
Bello veía, sin hacer de ello siquiera cuestión, que el idioma y su historia
eran algo que los hombres hacen, no que les pasa; nada natural ni fatal, y por lo
tanto inevitable y sin responsabilidad, sino histórico y cultural, y por lo tanto a
nuestra entera cuenta. La historia de la partición del latín [en las lenguas
romances], en vez de llenarle de impotente y fatalista tristeza pensando en el
porvenir del español, le lanza a la acción, a intervenir en la historia, a hacerla:
«Pero el mayor mal de todos, y el que, si no se ataja, va a privarnos de las
inapreciables ventajas de un lenguaje común, es la avenida de neologismos de
construcción que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en
América, y alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo en una
multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros, embriones de idiomas
futuros, que durante una larga elaboración, reproducirían en América lo que fue
la Europa en el tenebroso período de la corrupción del latín. Chile, el Perú,
Buenos Aires, México, hablarían cada uno su lengua, o por mejor decir, varias
lenguas, como sucede en España, Italia y Francia, donde dominan ciertos
idiomas provinciales, pero viven a su lado otros varios, oponiendo estorbos a la
difusión de las luces, a la ejecución de las leyes, a la administración del Estado,
a la unidad nacional... Sea que yo exagere o no el peligro, él ha sido el principal
motivo que me ha inducido a componer esta obra, bajo tantos respectos
superior a mis fuerzas» (Gramática, Prólogo, 9-10).
Amado Alonso, “Introducción a los estudios gramaticales de Andrés Bello”,
en Bello, Andrés (1847): Gramática de la lengua castellana, destinada
al uso de los americanos. Disponible en:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/046949254991
04944157857/p0000001.htm#I_5_
Por esta impronta prescriptiva, esta gramática, entendida como “arte de escribir
correctamente”, tal como la definiera la Real Academia Española, tuvo un papel central
en la escuela.
Frente a este arte, la gramática científica en el siglo XIX fue la gramática histórica.
Pero, en el siglo XX, a partir de los trabajos del ginebrino Ferdinand de Saussure, la
lingüística comenzó a tomar nuevos rumbos, a desarrollarse en sus estudios sincrónicos y
a reclamar para sí el estatuto de ciencia. Así, se desarrolló la que llamamos “gramática
moderna”, que se propuso describir y explicar el funcionamiento de la lengua como
sistema. En esta línea, el estructuralismo tuvo un papel relevante y fue rápidamente
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adoptado y desarrollado en nuestro país.
El estructuralismo gramatical ingresó a la escuela en los años ‘60, a través de libros de
texto de autoras prestigiadas como Ofelia Kovacci, Mabel Rossetti y Hortensia Lacau,
pues esta corriente había ganado legitimidad en el campo académico de los estudios
gramaticales en la Universidad de Buenos Aires, en una época de fuerte dominio
estructuralista en las ciencias sociales. Por esta razón y por la preeminencia porteña de
la Universidad de Buenos Aires a nivel político–académico y del mercado editorial
centralizado en Buenos Aires, la gramática estructural se instaló en las escuelas a las
que llegó, fundamentalmente, a través de los libros de texto, como los ya clásicos
Castellano 1, 2 y 3 de Kovacci o los homónimos de Lacau y Rosetti que produjeron libros
de “Castellano” a lo largo de dos décadas.
En sentido restringido, la gramática comprende el estudio de la morfología y la sintaxis;
en sentido amplio, también el de los sonidos (fonología y fonética) y el de los
significados (semántica y pragmática).
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2.- El arte de enseñar gramática
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2.2.- Artesanías y artesanos
A riesgo de simplificar el complejo y siempre contradictorio -por eso estimulante- campo
de las prácticas pedagógicas, en el estado actual del arte de enseñar gramática,
podemos identificar:
1.- El clásico análisis sintáctico, la clasificación de palabras y el estudio de los verbos,
sin mayor reflexión sobre el lenguaje, sobre la actividad misma de su estudio. Quienes
defienden un espacio central para el ejercicio de estas clasificaciones sostienen que
desarrolla el pensamiento abstracto. Sin embargo, los mismos especialistas del campo de
la gramática acuerdan en que uno de los males que aquejó a la gramática en la escuela
fue el de arrinconarla en este tipo de ejercitación. Probablemente, hoy esta siga siendo
la práctica más extendida, a causa de que es la que tiene más tradición y porque es
relativamente reciente la aparición de otras propuestas desde los libros de texto, desde
las instituciones de formación docente y desde los organismos oficiales, así como son
recientes las certezas de profesores y profesoras que han recuperado o vuelto a mostrar
a la luz su confianza en sus conocimientos gramaticales y, por tanto, su intención de
inventar y probar paulatinas innovaciones en el aula.
2.- El uso de conocimientos gramaticales para corregir textos ya producidos; por
ejemplo, para solucionar problemas de concordancia, de correlación temporal, de
precisión léxica (tomando lo gramatical en sentido amplio), etc. Esta perspectiva, que se
vincula con algo de la línea tradicional en lo que tiene de normativo, vuelve a llegar a la
escuela de la mano del enfoque comunicacional pues busca poner el conocimiento
gramatical al servicio de la comunicación, pero ahora no toma como referencia los
textos literarios del canon sino la lengua estándar -considerada, en los CBC, la de los
medios de comunicación.
3.- El análisis gramatical puesto al servicio de la lectura, de la comprensión de los
textos; es decir, el análisis gramatical puesto al servicio de la producción de sentido.
4.- El análisis gramatical puesto al servicio de la producción escrita y la producción
escrita puesta al servicio de la reflexión gramatical como modo de apropiarse de los
mecanismos de la lengua a fin de ser más dueños de ella.
En el siguiente capítulo trabajaremos sobre estas cuestiones; pero, antes, nos
detendremos en algunos debates que permitirán comprender las miradas desde las
cuales se producen algunas de las propuestas para la enseñanza.
2.3.- Debates
Carlos Lomas y Andrés Osorio, impulsores del enfoque comunicativo en España,
diagnosticaban como problemas en la enseñanza de la lengua:
La raíz del problema se manifiesta con claridad, a nuestro juicio, en las
palabras del lingüista suizo Jean Paul Bronkart (1985:7): “La enseñanza de la
lengua es una de las prácticas pedagógicas más conservadoras y que con más
frecuencia es desviada de su objeto específico (enseñar a dominar el sistema de
comunicación-representación que constituye una lengua natural) a favor de
finalidades vagamente histórico culturales”
¿A qué nos dedicamos entonces? En un conocido informe publicado en
Gran Bretaña –el informe Bullock- encontramos algunas respuestas: a la
acumulación de destrezas discretas, como el reconocimiento de palabras, la
ortografía, la habilidad técnica para el análisis sintáctico o al conocimiento
histórico e hiperformalizado de lo literario. Estos asuntos forman parte, desde
luego, del conocimiento lingüístico, pero cuando se aíslan y sacralizan como
únicos contenidos de la enseñanza de la lengua resultan insuficientes a la hora
de acercarse al complejo proceso de creación y recepción de mensajes que
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caracteriza a las sociedades contemporáneas.
(…)
Frente a la obsesión por el análisis minucioso y preciso del objeto formal
que es el sistema de la lengua (competencia lingüística), se trata ahora de que
los alumnos y las alumnas conozcan y manejen las diversas estructuras
textuales adecuadas a la intención, tema, destinatarios y contextos en que el uso
comunicativo se produce (competencia comunicativa). Ello presupone e
implica, como señalaran hace ya bastantes décadas autores como Américo
Castro, Gili y Gaya o Lenz, atenuar la obsesión normativa gramaticalista en las
prácticas pedagógicas y subordinar los contenidos morfosintácticos de la
enseñanza de la lengua a la dimensión semántica y pragmática de los usos
lingüísticos: “La gramática no sirve para enseñar a hablar y escribir
correctamente la lengua propia, lo mismo que el estudio de la fisiología o de la
acústica no enseñan a bailar, o que la mecánica no enseña a montar en bicicleta.
Esto es de tal vulgaridad que avergüenza tener que escribirlo una y otra vez.”
(Américo Castro)
Carlos Lomas y Andrés Osorio (1993): “Enseñar Lengua”, en El enfoque
comunicativo de la enseñanza de la Lengua. Buenos Aires, Paidós.
Esta perspectiva despertó numerosas críticas. Una de ellas es la que hace Guiomar
Ciapiuscio, lingüista argentina, especialista en gramática:
En efecto, los escritos de Flower y Hayes (…) nada explícito dicen en
relación con la importancia de la enseñanza gramatical. Sin embargo, una
afirmación de los autores ha tenido interpretaciones algo temerarias:
Para los niños y escritores inexpertos, esta carga adicional puede superar la
capacidad limitada de la memoria a corto plazo. Si el escritor debe dedicar
atención consciente a exigencias tales como la ortografía y la gramática, la tarea
de traducir puede interferir en el proceso más global de planear lo que uno
quiere decir” (pág. 87).
La afirmación está restringida a las “exigencias de ortografía y gramática”,
por lo cual, es evidente que se está pensando en la parte normativa de la
gramática. Los divulgadores de los modelos de producción de textos de la
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corriente comunicativa, a diferencia de Flower y Hayes, se han explayado sobre
el papel de la instrucción gramatical en la escritura. A partir de una
sobreinterpretación del modelo de Flower y Hayes (ver sobre este tema, Otañi y
Gaspar 2001) algunos de ellos han cuestionado seriamente el espacio de la
gramática en la enseñanza de la lengua y de sus prácticas. Sobre la base de ese
fragmento, estos autores sostienen que la gramática adquiere protagonismo en
la etapa de revisión del texto, cuando el escritor reflexiona sobre el producto
logrado para darle el acabado final. Por otro lado, el conocimiento gramatical se
equipara casi siempre a “corrección formal”, “reglas de ortografía”, “estructuras
correctas”, reglas de la normativa, etc. La concepción de la gramática que
subyace a estas presentaciones es la de una gramática normativa, reducida a la
cuestión de la forma del texto y disociada de los aspectos de contenido. Por este
motivo, me parece relevante examinar las principales ideas de algunos modelos
de producción de textos surgidos de la lingüística y reflexionar acerca del papel
que, en la producción, desempeñan los conocimientos gramaticales, entendidos
(como lo hacen la mayoría de las teorías gramaticales hoy) como reservorio de
conocimientos léxico-gramaticales, a partir del cual los hablantes producen y
comprenden textos.
Giomar Ciapuscio. “El lugar de la gramática en la producción de textos”,
disponible en
http://www.osplad.org.ar/mundodocente/mundodocente2006/investig
aciones/notas/paraquesirvelagramatica.htmn
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Entre líneas. Teorías y enfoques en la enseñanza de la escritura, la
gramática y la literatura. Buenos Aires, FLACSO Manantial.
A su vez, María José Bravo (especialista en enseñanza del español para extranjeros y
profesora de Gramática del español) desarrolló una perspectiva que, retomando los
postulados del enfoque comunicacional en cuanto a la necesidad de poner el eje en las
prácticas de lectura y escritura, devuelve al análisis gramatical su relevancia pues lo
coloca como proveedor de claves de lectura:
Durante el siglo XX, los sucesivos enfoques de la didáctica de la Lengua han
ubicado a la gramática en lugares diferentes y, en algunos casos, antagónicos y
contradictorios. Para los más extremos de entre estos enfoques, la gramática se
entendía como el único contenido transmisible, porque resultaba algo que se
podía enseñar, aprender y evaluar. Además, existía la confianza en que el
conocimiento gramatical, entendido como conocimiento de la lengua, llevaría,
indefectiblemente, a hablar bien y a escribir bien, es decir, a una corrección
indiscutible. A partir de la década del ´60, y con una fuerte explosión de
consecuencias metodológicas en los años `80, se produce, en la Argentina, un
cambio histórico, que responde también a un cambio en el recorte que se hace
del objeto lengua y a una posición ideológica distinta. Se produce un salto
asimétrico a la exploración de las prácticas del lenguaje, tal vez, hasta el
momento, desprovistas de didáctica. Se parte de un diagnóstico: el
conocimiento de la gramática oracional no produce lectores y escritores, es
decir que se considera el saber gramatical como poco conducente a las prácticas
de la lectura y de la escritura, como un saber rígido, autoritario, alejado de la
comunicación. Todos reconoceremos que los ecos de estas posiciones frente a la
enseñanza de la lengua aún resuenan en nuestra tarea docente.
Estas posturas opuestas parten, sin embargo, de la misma hipótesis. Tanto
si se considera que la inclusión de la gramática como contenido de Lengua es
indiscutible como si se considera que su inclusión es discutible, se antepone el
contenido de la gramática a la lengua misma. Aprender gramática supone en
ambos casos una distancia que no se entiende como objetivación de la propia
lengua sino como un procedimiento que lleva a despojarla de sentido, a hacerla
tan extraña que nunca se vuelva al hablante nativo. Se permanece en un estado
de aprendiz de una lengua extranjera. Y he aquí la paradoja: estamos pensando
en un hablante competente, que, de ese modo inverso, parece no acceder nunca
al manejo suficiente de la gramática como para comprender y como para
producir.
Hoy nadie duda acerca de la necesidad de enseñar gramática; sin embargo,
su enseñanza goza de cierto desprestigio y genera inseguridad. Muchas veces, el
docente se encuentra ante la problemática de adquirir modelos de descripción
de los fenómenos lingüísticos y a dejar sus saberes gramaticales de lado porque
no parecen relevantes a la hora de pensar en un plano discursivo o porque le
resulta difícil partir de consideraciones pragmáticas o semánticas para pensar
en las características gramaticales.
Bravo, María José. “María, la hija del molinero”, en Revista Versiones,
Nº 13, otoño de 2002.
Ofelia Kovacci cita a Halliday para reivindicar el papel de la gramática en el marco de
otras perspectivas lingüísticas:
Recientemente, y en razón —creo— de la inclinación por «el último grito de
la moda», traducido en la abundancia de publicaciones especializadas en
lingüística del discurso y en pragmática, se ha tratado de introducir estas
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especialidades en los programas escolares como sustitutos de la gramática (en
el sentido amplio, que abarca todos los estratos de la estructura), y como
presuntas panaceas para que el alumno adquiera el pleno dominio del uso de la
lengua (Kovacci: 1992). Dice M. A. K. Halliday (1985):
Hace veinte años, cuando la corriente principal de la lingüística estaba en lo
que se ha llamado la «era sintáctica», fue necesario argumentar en contra de la
gramática, señalando que no era el principio y el fin de todo estudio de la
lengua [/] Si yo ahora parezco el paladín de la gramática, no es porque haya
cambiado de opinión en el problema, sino porque el problema ha cambiado. La
actual preocupación se centra en el análisis del discurso, o «lingüística del
texto»; y se supone a veces que ésta se puede llevar a cabo sin gramática, o, aun
que es de algún modo una alternativa a la gramática. Pero esto es una ilusión.
Un análisis del discurso que no se base en la gramática no es un análisis en
absoluto, sino un comentario común de un texto (pág. xvii).
Ofelia Kovacci. “La enseñanza de la gramática”, en las Actas del Congreso de
la Lengua Española, realizado en Sevilla en 1992:
http://cvc.cervantes.es/obref/congresos/sevilla/sociedad/ponenc_kovacci.htm
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3.- Qué enseñar, cómo enseñar
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Capítulo Segundo (Fragmento)
Complementos del verbo
El predicado verbal, en la oración simple, está formado por el verbo, que es su parte esencial, y casi siempre por otros
términos que se articulan con él y completan su significación. Estos son sus complementos.
Los complementos del verbo son de tres clases: directo, indirecto y circunstanciales.
Ejemplos:
Yo he copiado.
C. D.
C. D. C. I.
C. D. C. I. C. C.
Complemento directo
El complemento directo es la persona o cosa que es objeto de la acción del verbo. También es llamado complemento
objeto. Por ejemplo:
Amo el peligro. Amonestaron a Juan. Amelia nos ha visto.
¿Qué amo? el peligro. ¿A quién amonestaron? a Juan. ¿A quién ha visto Amelia? a nosotros (nos).
Solo pueden tener complemento directo los verbos transitivos y en las oraciones activas.
Si el complemento directo en un nombre, llevará o no, según los casos, la preposición a. Como a veces ocasiona
incertidumbre y errores el empleo o no empleo de la preposición, ponemos a continuación las reglas principales y más
necesarias que pueden darse al respecto:
Roberto Giusti (1943): “Capítulo segundo”, en Gramática y ejercicios de idioma. Tercer curso. Buenos Aires,
Estrada. (págs. 63 y 64)
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El libro está organizado en nueve partes (del primero al séptimo capítulo y un octavo
dividido en dos partes, más una última parte llamada “Temas de composición”). Cada
uno de los ocho capítulos consta, a su vez, de dos partes: “Lectura y recitación” -donde
se presentan fragmentos de textos literarios o ensayísticos, con breves referencias sobre
los autores- y “Gramática y ejercicios de idioma” –donde se desarrollan temas de
gramática y se dan ejercicios de aplicación. En el capítulo “Temas de composición” se
proponen listas de preguntas, títulos, refranes, situaciones a partir de los cuales los
alumnos pueden escribir narraciones, descripciones, diálogos, cartas, etc.
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Si la escuela secundaria se propone como fin mínimo e inmediato que los
alumnos adquieran un lenguaje claro, preciso y ágil, manejado con seguridad y
soltura, ¿la enseñanza de a teoría gramatical favorece ese objetivo? En realidad,
no contamos en el país con suficientes experiencias, serias y prolongadas, ni con
datos estadísticos como para llegar a conclusiones definitivas. Sin embargo,
algunas opiniones podemos esbozar, como resultado de nuestra experiencia en
el secundario.
La teoría gramatical no se preocupa por la corrección de la expresión oral o
escrita, ni mucho menos intenta favorecer la creación literaria de tipo
imaginativo. Solo podrá influir en la lengua discursiva o informativa, que es la
lengua que aparece en el ensayo, en el texto, en la disertación, en la lección, la
lengua apta para la labor intelectual, para la expresión lúcida y precisa de
pensamiento, y que requiere, por lo tanto, una construcción diferente de la
lengua de la expresión, la lengua poética. Para que actúe sobre esta prosa, en la
organización de sus contenidos, es necesario ofrecer una constante visión
sistemática de los hechos lingüísticos. (Rosetti, 1960: 89)
Frente a la mirada normativa, esta mirada científica postula la “lengua apta para la
labor intelectual” (algo diferente de la corrección idiomática) y, contra las propuestas
de escritura creativa, la “expresión lúcida y precisa de pensamiento”. Así, se desvincula
tajantemente a la lengua de la literatura, especialmente explicitado esto en relación
con la producción (“mucho menos intenta favorecer la creación literaria de tipo
imaginativo”).
La objetividad científica del estructuralismo parece garantizar cierta objetividad en el
manejo de la “prosa informativa”:
En dos sentidos podrá actuar la gramática estructural sobre la prosa
informativa:
enseñando a sistematizar, es decir a ordenar coherentemente contenidos;
fijando las características sintácticas de este tipo de lengua para evitar
quiebras o desajustes de nivel lingüístico. (Como por ejemplo usar giros que
pertenecen a la lengua familiar o a la lengua expresiva.) (Rosetti, 1961: 90)
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ella y nos constituye en cuanto a pensamiento, subjetividad e identidad social. Por eso,
la mirada distanciada (eso es, entre otras cosas, una mirada teórica) debe buscar
hacernos más dueños de ese lenguaje.
En nuestras clases, los alumnos no aprenden gramática para aprender una lengua nueva
(diferente es la discusión acerca del papel de la gramática en la enseñanza de L2) sino
para poder formularse preguntas acerca de ella, para entender cómo la usan todos los
días, qué posibilidades diversas tiene (y en este aspecto el análisis gramatical no tiene
por qué estar divorciado de la lectura de literatura ni de otro tipo de análisis), para
poder experimentar con ella, para armar y desarmar sus partes, para recombinarlas
como si exploraran un mecanismo de relojería.
Este mismo objetivo es válido para hablantes de lenguas en contacto. Sabemos que
quienes son hablantes de dos lenguas realizan permanentemente –aunque no sea una
actividad consciente- traducciones y comparaciones entre esas lenguas, y que las formas
de una y otra se influyen mutuamente. Poner en juego el análisis gramatical en
traducciones (reales e imaginarias), comparar modos de nombrar en diferentes lenguas,
es una manera de desnaturalizar la idea de que la gramática es una porque la lengua es
una sola y de darles a los alumnos la posibilidad de aprender a reflexionar sobre la/s
lengua/s.
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La inmsicusión terrupta
Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le
flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal
acario en pleno tripolio que se le ladea hasta el copo.
-¡Asquerosa!- brama la señora Fifa, tratando sonsonarse el ayelmado tripolio que
ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la
crimea y consigue marivolarle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un
momento horadra el raire con sus abroconjantes bocinomias. Por segunda vez se le
arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el
encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa
contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan
tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve
percivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
-¡Payahás, payahás!- crona el elegantorium, sujetirando de las desmecrenzas
empebufantes. No ha terminado de halar, cuando ya le están manocrujiendo el fano, las
colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolamas
que para qué.
-¿Te das cuenta?- sinterruge la señora Fifa.
-¡El muy cornaputo!- vociflama la Tota.
Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando
más de cuatro cafotos en plena tetamancia; son así la tofifas y las fitotas, mejor es no
terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas.
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aspectos relevados. Habrá conocimientos sistematizados que los alumnos ya tengan (se
usará entonces la nomenclatura correspondiente), habrá otros que se pongan en juego a
partir de sus conocimientos como hablantes (tal vez no puedan explicar por qué “melga”
es un verbo desde el punto de vista sintáctico, en esa oración; sin embargo, podrán
darse cuenta de que allí no podrían colocar un sustantivo o un adjetivo y podrán intentar
explicar por qué).
Frente a este tipo de prácticas, una de las dudas que aparece es “cuándo y cómo
sistematizar”. Seguramente, el análisis permitirá que aparezcan cuestiones muy variadas
porque no solo estará en juego lo que los alumnos ya han aprendido en la escuela sino,
además, sus conocimientos como hablantes. Eso no significa que decidamos detenernos
en todo aquello sobre lo que se reflexionó. Podemos elegir previamente algunos
aspectos que queramos luego explicar y sistematizar (formación de palabras,
conjugaciones verbales, por poner dos ejemplos).
El texto de Cortázar no es una excusa para enseñar gramática ni la gramática es
meramente una lista de nombres. Por el contrario, la actividad consiste en leer el
relato, en esta clase de lengua-y-literatura, y en discutirlo como cualquier otro. Para
eso, el análisis gramatical es iluminador y, a la vez, permite que se haga una reflexión
profunda y muy rica acerca de los mecanismos del lenguaje.
Por supuesto, podríamos abordar el análisis de este texto desde una perspectiva textual
y poner el acento en la discusión acerca de la coherencia global y local. Sin embargo,
muy probablemente no dejaríamos de hablar de estas otras cuestiones gramaticales
porque la trasgresión, en este relato, se da en el micronivel.
Para concluir el trabajo con estos textos, siguiendo la propuesta de María José Bravo,
podríamos proponer una consigna de escritura que apuntara a la creación de
neologismos que, por ejemplo, surgieran de la combinación de diferentes palabras de la
misma clase. Podría pedirse, además, a los alumnos que inventaran sus definiciones o
escribieran un texto breve en el que las usaran. Luego sería interesante proponer la
lectura de esos textos para que los autores escucharan qué interpretaciones provocan en
los lectores.
Después de trabajarse en la lectura de textos en los que estos rasgos resulten
característicos por el uso estilístico y la ruptura, puede leerse textos más convencionales
en estos aspectos para ver cómo funcionan allí estos mismos mecanismos del lenguaje.
Puede advertirse cómo la estructura sintáctica canónica aparece en un texto escolar o
de divulgación científica y cómo ayuda eso a la legibilidad, por ejemplo. (Una
posibilidad interesante es alterar el orden de los constituyentes en más de una oración y
ver qué efectos provoca en el texto.)
En cuanto a los textos escritos por los alumnos mismos, pueden revisarse algunos (o
fragmentos de ellos) producidos en evaluaciones o trabajos prácticos para analizar el
orden sintáctico y evaluar de qué modo contribuye a la legibilidad. Y puede, por
supuesto, corregirse textos luego de haber analizado algún mecanismo de
funcionamiento de la lengua en otros textos similares (por ejemplo, uso de los verbos en
las definiciones o posición de una proposición subordinada adjetiva en relación con el
antecedente, en función de la claridad de la referencia).
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(coherencia) y el análisis y la semántica estructural del relato.
Las autoras toman una decisión claramente didáctica: si bien el recorrido es reconocible
en términos de una gramática estructural (y textual), el valor que asignan al significado
es central y tiene, en más de un aspecto, raíces en la gramática tradicional.
Probablemente esto se deba, entre otros factores, al trabajo de investigación de Maite
Alvarado acerca de la historia de la enseñanza de la escritura en Argentina. Esta
perspectiva dada por la investigación, y por la experiencia de ambas autoras en talleres,
se hace evidente, además, en el papel central que tiene la escritura: no porque se
apunte a que el análisis gramatical permita corregir y mejorar la “expresión escrita”
sino porque la escritura es el terreno de experimentación, es la mesa de trabajo donde
el lenguaje se despliega, se manipula y se analiza. Esto, sin dudas, permite una
apropiación creativa e inteligente del lenguaje y torna más flexible la posición de
escritor. Además de que, como dice Alvarado en el capítulo de Entre Líneas que citamos
en el capítulo anterior, “tiende un puente hacia la literatura”. (Alvarado, 2001: 49)
Respecto del modo de abordar el estudio sistemático de la gramática, interesa destacar
dos cuestiones: hay un énfasis fuerte en el micronivel, a tal punto que el primer capítulo
completo gira en torno a la palabra, en su relación con el concepto de signo y su
arbitrariedad, en relación con el léxico –hay un trabajo muy meticuloso con el
diccionario-, en cuanto a las relaciones semánticas entre palabras, en el contexto de un
texto y en el contexto social.
En el resto del libro se desarrolla un recorrido paulatino desde el micronivel hacia el
nivel textual y discursivo.
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