Nace en Madrid en 1883 y muere allí en 1955. Fue catedrático de metafísica de la
Universidad de Madrid. Aunque vivió las dos guerras mundiales, fue la Guerra Civil la que más le marcó, hablando siempre de las “dos Españas” vecinas y extrañas. Un hecho fundamental afectó profundamente a toda su generación (Unamuno, Marañón...): la pérdida en 1898 de los restos del imperio colonial español, asunto que hizo reflexionar sobre el papel futuro de España en el exterior. Filosóficamente, Europa se debatía entre el vitalismo y el historicismo. El primero (Nietzsche) considera que la esencia de la realidad no se reduce a la razón, sino a un principio fundamental cual es la vida. El historicismo nace en Alemania y sostiene que la historia es el elemento más importante en los seres humanos. Como consecuencia de ambos surgieron en la filosofía de Ortega dos conceptos clave: “razón vital” y “razón histórica”. Cronológicamente, su obra se sitúa en un momento de grandes cambios culturales, como el krausismo de Julián Sanz del Río, con Francisco Giner de los Ríos como mejor discípulo, aplicándolo en su Institución Libre de Enseñanza, de la cual hicieron uso ilustres como Buñuel, Lorca o Dalí.
2 – Crítica del realismo y del idealismo
Abordando la crítica desde el problema de la ciencia, ésta se presentó como panacea
de todo problema, mas ahora está en peligro porque la fe depositada por el hombre se ha ido enfriando (relación con la muerte de Dios de Nietzsche). La ciencia nada tiene que decir sobre el ser humano, ya que la razón naturalista (realismo a ultranza) no supo qué decir ante la urgencia de tomar parte en los problemas más humanos. La razón naturalista se detiene ante la extraña realidad que es la vida humana, y la causa profunda es que el hombre no es una cosa, y éste no tiene naturaleza sino historia. Es preciso repensar la vida humana con conceptos muy distintos de los empleados hasta ahora, porque al investigar la vida humana como si fuese una naturaleza imaginamos una continuidad entre dos objetos de conocimiento. La alternativa histórica vendría con las “ciencias del espíritu”, en la cual los idealistas contraponen éste a la naturaleza. Mas esto es otro error, que comienza con la interpretación eleática (Parménides) del ser, y que consiste en el trato de las realidades como si fuesen ideas. Por tanto, el idealismo cae en la misma equivocación realista: trata las cosas/ideas como identidades. El idealismo (Descartes) cometió tal error porque conserva dentro de sí la tendencia realista: creer que lo verdaderamente existente es lo que existe fuera de mí, haciendo del idealismo un subjetivismo. Mas lo independiente es el pensamiento, el sujeto pensante cartesiano, interpretado como cosa. El idealismo mantiene la tesis realista al interpretar la conciencia y el yo como una cosa. Ambas críticas aparecen juntas, porque cometen el mismo fallo, pero el madrileño añade que la necesidad de superar y trascender la idea de naturaleza procede de que no puede valer ésta como realidad auténtica, sino que es algo relativo al intelecto del hombre. Mas esa relatividad de la naturaleza con respecto al ser humano no tiene realidad salvo funcionando en una vida humana, por tanto, la naturaleza y el intelecto son “relativizados” por la única realidad radical, la vida humana.
3 – Las categorías de la vida
Se entienden por categorías de vida los conceptos que expresan el vivir en su
exclusiva peculiaridad, puesto que en todos los seres humanos hay puntos comunes en su vida. – Nuestra vida consiste en lo que hacemos y nos pasa, siendo nosotros conscientes de todo ello. La vida existe por sí misma, es transparente, y por tanto es indubitable ella y todo cuanto la rodea. – Vivir es encontrarse en el mundo, el cual no es naturaleza como en los antiguos, sino que es lo que está frente a uno y en derredor, el mundo vital es lo vivido como tal. – Mas en nuestra vida estamos ocupados en algo, por tanto vivir es convivir con una circunstancia. – Estamos dedicados a algo para una finalidad, en vista de la cual obramos de un modo determinado. La vida es imprevista, es posibilidad y problema. – Uno es libre para decidir su labor, la vida es decidir antes de hacer, es anticipación y proyecto. – Si hay decisión es porque hay posibilidades en el mundo y la circunstancia. – Pero las posibilidades no son ilimitadas, porque el mundo de la vida es circunstancial y el hombre ha de decidirse dentro de su circunstancia. Junto a la libertad de la vida se da su facticidad, la limitación de la libertad. – En la raíz de nuestra vida hay un atributo temporal: la vida es “futurición”. Esta categoría encierra dos niveles: el ontológico (la raíz del dinamismo de la perspectiva reside en la temporeidad de la vida humana, siendo el tiempo la sustancia de la vida) y el gnoseológico (toda noción referente a la vida humana es función del tiempo histórico).
4 – Concepto de la vida como realidad radical
La única forma de acercarse a la realidad del mundo (dada en diferentes perspectivas)
se da multiplicando los puntos de vista y asumiendo esa irreductible multiplicidad, mas la perspectiva está ineludiblemente emparentada con una circunstancia (nuestra situación en el mundo, humana y sobre todo histórica). Somos esencialmente circunstanciales y el conocimiento de este hecho debería hacernos olvidar los valores hieráticos que dictan perspectivas eternas. Junto a la perspectiva y la circunstancia aparece el yo, que dentro de ésta última actúa y elabora el proyecto humano, sin el cual ésta no sería nada. Es el individuo quien confiere carácter de mundo a la naturaleza, y la vida humana inserta la pluralidad en lo real, pues la vida humana es realidad radical al constituirse cualquier tipo de realidad con respecto a ella. El mundo también forma parte de la realidad radical, pues se da una co-existencia entre yo y mundo, entre yo y circunstancia, lo cual expresa Ortega con una de sus tesis más repetidas: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. La estructura del mundo nos viene dada de forma perspectivista y parcialmente verdadera, puesto que la vida como realidad radical es una teoría de la realidad que no va al margen de la vida.
5 – Vida e historia: razón vital
El concepto de razón vital, en su distinción de la razón pura, amplía el horizonte
cognoscitivo, ya que Ortega no va contra la razón sino contra el racionalismo por su separación de la experiencia vital e histórica. La irracionalidad del racionalismo desaparece si radicamos la razón pura en razón vital, y con esto Ortega adopta una actitud denominada raciovitalismo. La razón vital funciona con el sujeto, dentro de su circunstancia y sin desentenderse de la vida, superando el realismo de los antiguos. La razón vital aparece realizada en la vida del ser humano, y se concretiza en razón histórica. Mas no son razones distintas, ya que la razón vital es a la vez histórica porque la vida es temporeidad y comprende la realidad en su devenir. La vida se vuelve un poco transparente ante la razón histórica, ya que trata ésta de comprender la realidad mediante la iluminación de esquemas intelectuales. La razón histórica es la búsqueda de lo que la posibilita y hace inteligible en la totalidad de su ser histórico. Ortega no cree que la razón histórica sea la panacea del mundo, como si con ella desapareciera toda duda humana, porque el concepto de razón es abstracto, mas tiene que acabar siendo concreto, pues si existe razón, ésa deberá ser la concreta.
El madrileño sabe que no toda la historia es transparente, y dictamina que su
racionalidad será siempre un problema, porque hemos abandonado la razón a priori, la cual acomoda la interpretación y el hecho. La racionalidad de la historia es algo que hay que buscar sin descanso, rehaciendo esquemas probándolos y testando errores. El ser de nuestra vida es movimiento constante, y se deduce de esto que la razón histórica no se puede acercar a la realidad con esquemas preestablecidos, por tanto ésta es razón a posteriori.
Esto ya lo reflejó Hegel en su concepción de la filosofía de la historia: el destino
humano avanza dialécticamente. Mas Ortega cree que esa dialéctica no es de razón pura, sino que es de la razón viviente, mucho más amplia y rica. La dialéctica de la razón implica que el ser humano es un proyecto inabarcable, comprende que en la vida se descubren nuevos horizontes. La “óptica” de la razón histórica ha de ser ella misma móvil, como la realidad que trata de aprehender. Esto sólo se logra viviendo y reviviendo continuamente esa realidad, siendo razón viviente.
6 – Comparación con Friedrich Nietzsche
La concepción de la vida que caracteriza la filosofía de Nietzsche es duramente
criticada por Ortega. No se trata sólo de que el hombre sea un proyecto, y por tanto debamos considerar también su dimensión futuriza, su hacerse, sino de algo aún más importante: Ortega rechaza el vitalismo de Nietzsche porque en el fondo sería una afirmación completa del irracionalismo. Si nos dejáramos llevar por el vitalismo de Nietzsche, dejaríamos de ser proyecto, es decir, dejaríamos de ser humanos, renunciando a la razón, una de nuestras características constitutivas. Y si diferente es su valoración de la vida, también se distanciarán en sus perspectivas sobre la razón humana. Para Nietzsche la razón es la gran engañadora, la traidora de los valores originarios. La razón falsea la vida, hace que nos olvidemos de vivir, y por tanto debe ser rechazada, ignorada. Debemos recuperar el instinto de vida para ponerlo por encima del pensamiento. Ortega rechazaría esto completamente, ya que renunciar a la razón sería renunciar a ser proyecto, renunciar a planear nuestras vidas (porque la vida es “futurición”) sobre un futuro, ya sea inmediato o más lejano. Y esta dimensión futuriza de la vida es precisamente lo más característico del ser humano, lo que nos separa del resto de especies. Una consecuencia de ambas diferencias es la valoración de la filosofía: Nietzsche es, a este respecto, el gran crítico de la civilización occidental. Toda verdad es subjetiva, nos dice el autor alemán, y la filosofía es sólo un síntoma más de decadencia, de debilidad. Frente a eso, Ortega afirma la necesidad de la filosofía, una actividad inherentemente humana. Renunciar a la filosofía es renunciar a preguntarnos, a cuestionar el mundo, y eso significaría dejar de ser hombres. La radicalidad y la ultimidad de la filosofía son indispensables, y forman parte de la forma en la que el hombre vive en el mundo.