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¿Qué es la tristeza?

La tristeza es un estado de ánimo normal, que forma parte del espectro emocional de las
personas. Estar triste es una reacción a circunstancias particulares, como la pérdida de un
ser querido, el clima incluso por cambios hormonales en el caso de las mujeres.
¿Qué es la depresión?

La depresión es una enfermedad psicológica que se caracteriza por que la persona se


halla en un estado de profunda tristeza o angustia. Este estado se convierte en crónico si
se mantiene por al menos seis meses.
Síntomas de depresión:

Humor depresivo.
Pérdida de placer e interés.
Inutilidad y culpabilidad.
Baja autoestima.
Incapacidad.
Pensamientos suicidas.
Ansiedad.
Dificultades para pensar.
Obsesiones y paranoia.
Pérdida de energía.
Lentitud y agitación.
Trastornos del apetito y el peso.
Problemas de sueño.
Síntomas corporales (jaquecas, náuseas, dolores varios, calambres etc…)
Todos estos síntomas pueden o no estar presentes en la persona deprimida, estos son un consenso
de todos los observados a lo largo de la experiencia.
Para que puedas clasificarte dentro de uno de los tres tipos de depresión mencionados vamos a
definirlos con más detalle.
¿Qué causa depresión?
Un evento negativo como la pérdida de un ser querido, de un trabajo, padecer una enfermedad
médica grave, o estar bajo largos periodos de estrés, pueden ser “disparadores” de un episodio
depresivo, aunque a veces la depresión puede ser espontánea y la persona no puede asociarla a un
evento o causa específica.
Factores genéticos, cambios hormonales, ciertas enfermedades médicas, estrés, duelo o
circunstancias vitales estresantes también pueden contribuir al desarrollo o mantenimiento de la
depresión. La combinación de cualquiera de estos factores puede producir cambios en nuestro
cerebro y dificultades para adaptarnos a los eventos internos o externos, contribuyendo a que
aparezcan síntomas depresivos.
En algunos casos, existe un evento disparador y luego comienza a producirse una especie de
espiral, por ejemplo: supongamos que tu pareja te deja, empiezas a sentirte triste y a evitar ver a
tu familia y amigos, y además comienzas a consumir alcohol. Esta secuencia de eventos
relacionados puede hacer que te sientas cada vez más triste y más deprimido.
Muchos estudios muestran que hay un componente genético en la depresión, aunque aún no se ha
podido identificar un gen. Algunos estudios (incluidos trabajos con población general y estudios
de gemelos) muestran que las probabilidades de desarrollar una depresión se triplican para las
personas cuyos padres o hermanos han tenido este trastorno. En otras palabras: las personas que
tienen un familiar que haya tenido depresión son más propensas a desarrollar el trastorno, aunque
también son necesarios otros factores.
La depresión es un trastorno biosocial. Esto quiere decir que para explicar la génesis de la
depresión es necesario considerar la interacción entre factores biológicos y ambientales o
psicológicos. Ambos factores son caras de la misma moneda y su interacción es importante para
explicar la depresión y otros trastornos psiquiátricos. Estos factores pueden interaccionar a
distintos niveles, a nivel de la resiliencia, como disparadores, como mantenedores y como factores
para acabar con un episodio depresivo.
Niveles de depresión:
Depresión leve
La depresión se leve se caracteriza porque los síntomas que presenta son la tristeza, cierta apatía,
falta de autoestima, cansancio, falta de interés y desilusión, pero de una forma suave que no afecta
a nuestra vida cotidiana o a nuestras actividades diarias. La persona con depresión leve puede
seguir haciendo las mismas cosas a nivel social, familiar y laboral, aunque la constante sea la
tristeza y la desgana.
Sin embargo, esta depresión leve, a la que algunos llaman distimia, no debe tomarse a la ligera ya
que en muchos casos conduce a una depresión crónica. Es esa creencia de que es normal estar
tristes, angustiados y sin ilusión cuando las cosas no nos van bien lo que hace que muchas veces
la depresión leve se quede sin tratamiento. Se trata de un grave error ya que la insatisfacción vital
permanente no sólo acarrea trastornos emocionales sino un sinfín de enfermedades.
Depresión moderada
Del enorme listado de los síntomas de depresión, la depresión moderada solo conoce unos pocos,
pero su intensidad va ganando fuerza respecto a la depresión leve de forma que ya se empieza a
paralizar un tanto la vida diaria de la persona enferma. Esta depresión va destruyendo la fortaleza
y la seguridad y restando fuerzas e ilusiones hasta afectar a las actividades sociales, familiares y
laborales.
Síntomas como dolores musculares, motivo de baja laboral, la dificultad para concentrarse, que
puede hacer del trabajo diario un auténtico infierno y la baja autoestima, que se traduce en la
reducción de la vida social, son claras muestras de cómo la depresión moderada va destruyendo
la vida de la persona enferma y de aquellos que la rodean.
Depresión severa
La depresión severa o grave no es que sea la más grave de las tres. Es que se trata de una depresión
donde la cantidad de síntomas es mayor y sus consecuencias negativas se hacen más que
evidentes. Se caracteriza por una pérdida total de interés por la vida, por pensamientos frecuentes
de suicido y por la desaparición de las fuerzas físicas. Estamos ante una parálisis vital en toda
regla.
En contra de lo que pueda parecer, y siempre teniendo en cuenta cada caso particular, la depresión
severa no es de las más difíciles de superar, ya que la evidencia de sus síntomas, de sus
consecuencias y de sus efectos negativos sobre la vida diaria puede llevar a la persona que lo sufre
a buscar un tratamiento con mayor rapidez.
¿Cómo reconocer a una persona que está deprimida?

Si ya de por si estar deprimido es algo muy difícil de sobrellevar imagínate cómo se sentirá esa
persona si nadie lo nota, si las personas que lo rodean ni siquiera se percatan de su situación. Es
importante que aprendamos a reconocer a una persona que está deprimida, por eso te daremos
algunas claves para reconocer a una persona con depresión.

Desánimo: Toda persona tiene cosas que la apasionan, pero si de pronto cambia y pierde el
interés en las cosas que antes amaba o le producían placer puede ser una señal de alerta. La
depresión nos lleva a perder el gusto por todo y de pronto ya no tenemos ganas de nada. Esta
enfermedad afecta al poder físico y mental de la persona, y por ende su capacidad para disfrutar
de las cosas.

Apatía: Este es un síntoma frecuente de depresión, las personas que padecen esta enfermedad
tienen mucha dificultad para corresponder al afecto de las personas que están a su alrededor.
Las personas con depresión no están todo el tiempo triste como se cree. En realidad, estas
personas no sienten nada, sus emociones son muy limitadas y por lo general solo se acercan a
la tristeza o irritación, por eso se les hace difícil expresar el cariño que pueden sentir. Ellos se
embargan de sentimientos negativos y prefieren no expresar lo que sienten.

Descontrol alimenticio: Tener desórdenes alimenticios es muy común si estás pasando por
depresión. O bien comes mucho o no comes nada por dos causas principales, la primera es como
una alternativa para hacerle frente a la enfermedad –esto se puede anexar al conocido refrán
‘barriga llena, corazón contento’- o como una forma de dejarse morir y descuidarse al no comer
nada. La depresión también puede afectar el apetito de la persona que la padece.

Aparenta felicidad: Esta es una de las más importantes cosas que le pasan por la cabeza a una
persona deprimida. Ellos no quieren que el resto se entere, le tienen pánico al rechazo o a que
sientan lástima por él o ella. Por lo general, y bajo la influencia de estereotipos, se cree que una
persona deprimida siempre estará encerrada en una habitación sin salir, pero no siempre es así,
no todas las personas deprimidas tienen el mismo comportamiento. Es muy común que algunos
se escondan bajo una máscara como mecanismo de autoprotección.

Cansancio: Por lo general una persona deprimida se muestra siempre cansada y con fatiga
constante, pese a que recién se levante o haya dormido por mucho tiempo. Este es un síntoma
importante de depresión, la persona que la padece no tiene energías para nada. Puede que haya
dormido las horas necesarias, pero aun así esta persona se sentirá agotada. Es importante
aclarar que no todas las personas con depresión pasan por esta situación y también que muchas
de ellas sí pasan por esto pero lo ocultan.

Irritabilidad: La depresión no es un problema de salud visible, y por eso es difícil medirlo con
precisión. Es común que una persona que está pasando por depresión se irrite fácilmente al no
encontrar las energías necesarias para las cosas que les gustaría desarrollar.

¿Cómo se da la depresión en niños y adolescentes?

Científicos y médicos han comenzado a considerar seriamente el riesgo de la depresión en niños.


Investigaciones han mostrado que la depresión en la niñez a menudo persiste, recurre, y se
prolonga en la adultez especialmente si no se recibe tratamiento. La presencia de la depresión
en la niñez también tiende a predecir enfermedades más graves en la edad adulta.

Un niño con depresión puede fingir estar enfermo, negarse a ir a la escuela, aferrarse a un padre,
o preocuparse de que uno de sus padres pueda morir. Los niños mayores pueden estar de mal
humor, meterse en problemas en la escuela, ser negativos e irritables, y sentirse
incomprendidos. Como estas señales pueden percibirse como cambios de ánimo normales
típicos de los niños mientras avanzan por las etapas del desarrollo, puede ser difícil diagnosticar
con exactitud que una persona joven padece depresión.

Antes de la pubertad, los niños y las niñas tienen las mismas probabilidades de sufrir trastornos
de depresión. Sin embargo, a los 15 años, las mujeres tienen el doble de probabilidad que los
hombres de haber padecido un episodio de depresión grave.

La depresión en los adolescentes se presenta en un momento de grandes cambios personales,


cuando hombres y mujeres están definiendo una identidad distinta a la de sus padres, lidiando
con asuntos de género y su sexualidad emergente, y tomando decisiones por primera vez en sus
vidas. La depresión en la adolescencia a menudo coexiste con otros trastornos tales como
ansiedad, comportamiento perturbador, trastornos alimenticios, o abuso de sustancias.
También puede conducir a un aumento en el riesgo de suicidio.

¿Cómo se da la depresión en los hombres?

Los hombres experimentan la depresión de manera distinta que las mujeres y pueden
enfrentar los síntomas de diferentes modos. Los hombres tienden más a reconocer que
sienten fatiga, irritabilidad, pérdida de interés en las actividades que antes resultaban
placenteras, y que tienen el sueño alterado, mientras que las mujeres tienden más a
admitir sentimientos de tristeza, inutilidad, o culpa excesiva.12,13

Los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de acudir al alcohol o a las
drogas cuando están deprimidos, frustrados, desalentados, irritados, enojados, o a
veces abusivos. Algunos hombres se envician al trabajo para evitar hablar acerca de su
depresión con la familia o amigos o comienzan a mostrar un comportamiento
imprudente o riesgoso. Y aunque en los Estados Unidos, son más las mujeres que
intentan suicidarse, son más los hombres que mueren por suicidio.

¿Cómo se da la depresión en mujeres?

La depresión es más común en mujeres que en hombres. Hay factores biológicos, de ciclo de
vida, hormonales, y psicosociales que son únicos de la mujer, que pueden ser relacionados con
que las tasas de depresión sean más elevadas entre las mujeres. Investigadores han demostrado
que las hormonas afectan directamente las sustancias químicas del cerebro que regulan las
emociones y los estados de ánimo. Por ejemplo, las mujeres son particularmente vulnerables a
la depresión luego de dar a luz, cuando los cambios hormonales y físicos junto con la nueva
responsabilidad por el recién nacido, pueden resultar muy pesados. Muchas mujeres que acaban
de dar a luz padecen un episodio breve de tristeza transitoria, pero algunas sufren de depresión
posparto, una enfermedad mucho más grave que requiere un tratamiento activo y apoyo
emocional para la nueva madre. Algunos estudios sugieren que las mujeres que padecen
depresión posparto, a menudo han padecido previos episodios de depresión.
Algunas mujeres también pueden ser susceptibles a sufrir una forma grave del síndrome
premenstrual, a veces llamado trastorno disfórico premenstrual. Esta es una enfermedad
producida por cambios hormonales que ocurren cerca del periodo de la ovulación y antes de
que comience la menstruación. Durante la transición a la menopausia, algunas mujeres
experimentan un mayor riesgo de sufrir depresión. Científicos están explorando la forma en la
que la elevación y la disminución cíclicas del estrógeno y de otras hormonas pueden afectar la
química del cerebro que está relacionada con la enfermedad depresiva.11

Finalmente, muchas mujeres enfrentan el estrés adicional del trabajo y de las responsabilidades
del hogar, cuidado de los hijos y padres ancianos, maltrato, pobreza, y tensiones de las
relaciones. Aún no está claro por qué algunas mujeres que enfrentan desafíos inmensos padecen
de depresión, mientras que otras con desafíos similares no la padecen.

¿Cómo se da la depresión en ancianos?

La depresión no es algo normal del envejecimiento y existen estudios que muestran que
la mayoría de los ancianos se sienten satisfechos con sus vidas a pesar del aumento de
dolores físicos. Sin embargo, cuando la depresión se presenta en ancianos, puede ser
pasada por alto porque ellos pueden mostrar síntomas menos evidentes y porque
pueden estar menos propensos a sufrir o reconocer sentimientos de tristeza o pena.

Además, los ancianos pueden tener más condiciones médicas tales como enfermedad
cardiaca, derrame cerebral, o cáncer, las cuales pueden provocar síntomas de
depresión, o pueden estar tomando medicamentos cuyos efectos secundarios
contribuyen a la depresión. Algunos adultos mayores pueden padecer lo que algunos
médicos llaman depresión vascular, también llamada depresión arterioesclerótica o
depresión isquémica subcortical. La depresión vascular puede suceder cuando los vasos
sanguíneos pierden flexibilidad y se endurecen con el tiempo y se contraen. Este
endurecimiento de los vasos evita que el flujo normal sanguíneo llegue a los órganos del
cuerpo, incluyendo el cerebro. Las personas con depresión vascular pueden tener o
estar en riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular o derrame cerebral coexistente.

Aunque muchas personas suponen que las tasas más altas de suicidio se dan entre los
jóvenes, en realidad se dan entre los hombres blancos mayores de 85 años. Muchos
sufren una enfermedad depresiva que los médicos no pueden detectar, a pesar del
hecho de que estas víctimas de suicidio a menudo visitan a su médico dentro del mes
anterior a su muerte.

La mayoría de los ancianos con depresión mejoran cuando reciben tratamiento con
antidepresivos, psicoterapia, o una combinación de ambos.18 Investigaciones han
demostrado que tanto la medicación sola como los tratamientos combinados son
eficaces para reducir la tasa de reaparición de la depresión en adultos.19 La psicoterapia
sola también puede prolongar los períodos sin depresión, especialmente en ancianos
con depresión leve y es particularmente útil para aquellos que no pueden o no desean
tomar antidepresivos.

¿Cómo ayudar a una persona con depresión?

La familia es muy importante como ayuda terapéutico. La importancia que, en tales


circunstancias, adquiere la familia como elemento de contención y ayuda merece ser destacada.
En medio de la experiencia de desconcierto, de estrés y, frecuentemente, de impotencia ante el
sufrimiento en el que se debate la persona querida, se convertirá en un valiosísimo instrumento
para ayudar a una persona con depresión si sabe mantener el temple, controlar la ansiedad y
actuar siguiendo las pautas que, de acuerdo a lo que recomiendan los expertos, son las más
indicadas en el trato con alguien que padece una grave depresión. Subrayaré algunas de ellas:

1. Ponerle en manos de profesionales:

La depresión es una enfermedad grave. La intervención terapéutica sobre el depresivo no puede


dejarse en manos de aficionados que, con consejos inocuos e indicaciones, a veces,
contraproducentes, creen poder sacarle del pozo de desolación en el que se siente hundido. El
principio de la sanación pasa por persuadirle de que precisa la intervención de especialistas en
psiquiatría o en psicología. Convencerle, no siempre resultará fácil, pero es absolutamente
imprescindible. El tacto y la delicadeza con que realicen esa tarea contribuirán a vencer
resistencias y superar recelos. En cualquier caso, la familia deberá mostrarse persistente a este
respecto, dispuesta siempre a acompañar al enfermo a la consulta médica y no oponerse, si así
lo aconsejan los profesionales, a su internamiento.

2. Ayudarle a aceptar la depresión:

Nadie es culpable de padecer una enfermedad. Cuando ésta se instala en una casa, tanto quien
la sufre como quienes le rodean quedan profundamente afectados. Es difícil para la persona
enferma aceptar su condición de tal. Tampoco es fácil para el resto e la familia. Sin embargo, el
principio de todo proceso terapéutico pasa por asumir esa situación. Reconocer el hecho,
aceptar las limitaciones que supone para el enfermo y para su entorno, reevaluar la relación
emocional que se mantiene con él, modificar las expectativas que pudieran tenerse y ayudarle
a que, tras el natural periodo de negación, tristeza o rabia, acepte lo que no está en sus manos
evitar. Si eso se consigue y se mantiene el propósito de colaborar con los expertos en salud
mental, se habrá entrado en la vía que conducirá a aminorar las consecuencias de la depresión.

3. Estar a su lado:

Quienes nunca hemos experimentado un episodio depresivo tenemos dificultades para


entender el grado de sufrimiento, desamparo y pérdida de sentido en que queda sumido el
depresivo.

No necesita piadosas recomendaciones, ni constantes invitaciones a que levante el ánimo o a


que ponga más de su parte. ¡Cómo si eso fuera algo que depende de su voluntad!… Necesita de
personas empáticas que no le juzguen, que le muestren comprensión, que, sencillamente, sepan
estar a su lado.

4. Respetar sus silencios:

Para ayudar a una persona con depresión, hay que hacerle llegar que se es consciente de su
pesar y se está dispuesto a respetarle. Disposición a escucharle, si quiere hablar, y comprensión
y respeto, si prefiere guardar silencio. Sin olvidar que la tendencia al aislamiento y la dificultad
comunicativa forman parte de la sintomatología del depresivo.

Es absurdo presionar a una persona con depresión para que se muestre sociable. ¡Cómo si eso
fuera algo que estuviera a su alcance! Esas actitudes le tensionan y le hacen sentirse más solo
ante la evidencia de que quienes le rodean no parecen percatarse de las limitaciones que le
impone su enfermedad depresiva y del profundo dolor que las mismas le producen.

5. No pedir explicaciones al depresivo:

Sencillamente, porque no las puede dar. Tampoco él sabe qué le pasa y por qué ha caído sumido
en una depresión. Exigírselas es una torpeza que le provocará irritación. Y que reforzará su
convicción de no ser entendido. Demandar explicaciones racionales para algo que nada tiene
que ver con la razón, no es, si se me permite la redundancia, nada razonable y refuerza al
depresivo en su experiencia de profunda soledad. Lope de Vega que sufrió graves depresiones,
dice: “Si me preguntase a mí mismo qué mal tengo, no sabría responderme, por mucho tiempo
que lo pensase”.

6. Huir de los consejos:

Las invitaciones a que se anime, a que ponga de su parte, a que salga, a que se divierta, a que
participe en actividades… son indicaciones condenadas al fracaso. Simplemente, porque no está
en sus manos seguirlas. Refiriéndose a su experiencia terapéutica, recordaba el Dr. Vallejo
Nájera que casi todos los que han padecido una depresión referían, pasado el tiempo, la angustia
que les producían esas consignas dictadas por la buena fe de sus allegados. Sin entender que el
bloqueo que sufre le lleva a ver cualquier tarea, por rutinaria o nimia que parezca, como una
carga abrumadora.

7. No presionar a la persona depresiva:

De ahí la importancia de evitar consignas en ese sentido. La depresión, ya lo dijimos, no es algo


que se elija. Tampoco algo cuya superación dependa de la libre voluntad. Insistirle para que se
comprometa con actividades con las que no se siente cómodo resulta contraproducente. Lo
explica gráficamente, de nuevo, Vallejo Nájera: “La depresión imposibilita para el disfrute de
nada. Si le lleva a una película cómica, ‘le llevé para ver si se reía un poco’, sólo percibirá el
enorme esfuerzo que le cuesta salir de casa, que no es capaz de seguir la acción del film porque
se fatiga su atención, que los demás ríen y el permanece indiferente y que tiende a ensimismarse
dando vueltas a sus negros pensamientos sin atender a la proyección. Si ocurre esto en algo
pasivo y agradable como ver una película cómica, podemos deducir cómo queda aplastado si se
le obliga a acudir al trabajo, a enfrentarse con un problema o una ardua tarea para la que se
siente incapacitado”.

8. Trasmitirle esperanza:

La vivencia depresiva es, lo venimos diciendo, difícilmente definible. La pena, la desesperanza,


la angustia, la desgana, la sensación de impotencia se amalgaman en lo más hondo del alma y
hace que quien experimenta tan desasosegantes emociones, se perciba como en un callejón sin
salida, como en una oscura mazmorra de la que jamás podrá ser liberado. Quienes le son más
próximos siempre podrán ofrecerle una pizca de esperanza. Y hacerlo con legítima coherencia
persuadiéndole de que, aunque en esos momentos no pueda entenderlo, sí que hay salida de
esa cárcel y luz al final de su túnel. La depresión es una enfermedad tratable y quien sigue las
pautas que le marquen los profesionales puede abrazar la legítima esperanza de que llegará la
mejoría.

9. Reforzar positivamente a la persona con depresión:


Rasgo relevante del depresivo es su déficit de autoestima. Tiende a ignorar sus luces y a
recrearse en sus sombras, a recordar sus fracasos y a pasar por alto las ocasiones en que le
sonrió el éxito, a destacar sus defectos y subrayar sus debilidades, obviando sus virtudes y los
méritos contraídos a lo largo de su vida. En tales circunstancias, el papel de la familia es clave
para ayudar a una persona con depresión. ¿Cómo? Resaltando sus cualidades, poniendo en valor
las múltiples capacidades que atesora y, por encima de todo, lo mucho que, a pesar de las
dificultades del momento presente, él o ella significan para quienes tanto le quieren.

10. Cuidarse a sí mismo:

Una última consideración: convivir con el depresivo es todo menos fácil. Los estados anímicos
son, a poco que uno se descuide, contagiosos. Cuando son negativos tienden a generar, en su
entorno, vivencias profundamente dolorosas y emociones contradictorias de difícil manejo.
Ayudar a una persona con depresión es un desafío no menor para el que hay que saber
prepararse y ante el que uno debe protegerse. No es fácil convivir y cuidar de alguien que se ha
instalado en la tristeza, que puede tener comportamientos no fáciles de entender y con quien
la comunicación es siempre complicada.

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