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HUMÁNITAS.

Portal temático en Humanidades

Apuntes para rediscutir el cine

Ambretta Marrosu.

RESUMEN

En el marco de discusiones definitorias del sistema de comunicaciones en Venezuela,


la autora presenta algunas reflexiones sobre la necesidad de repensar el medio cine.
Tomando como referencia el esquema clásico de la situación comunicacional,
resume las tendencias y potencialidades tecnológicas presentes en las diversas fases
del proceso cinematográfico y propone restituir su importancia a la categoría
"mensaje", permitiendo así un estudio más profundo de la "fuente" y el "destinatario",
en tanto que "lugares" privilegiados de una posible reivindicación humanista.

ABSTRACT

Set within the discussions to define a communications system in Venezuela, the


author presents some reflections on the need to re-think the cinematic media.
Making reference to the classic sketch in communicational situation, she summarizes
the technological trends and potentialities present in the various stages of the
cinematic process and proposes to restore the importance of the category
"message", allowing a deeper study of the "source" and the "recipient", insofar as
they are the privileged "sites" for a possible humanistic vindication.

RESUMÉ

Dans le cadre des discussions définitoires du système des communications au


Venezuela, l’auteur présente quelques réflexions sur la nécessité de repenser le
cinéma. Se basant sur le schème classique de la situation communicationnelle, elle
résume les tendances et les potentialités technologiques présentes dans les diverses
phases du processus cinématographique et elle propose de redonner son importance
à la catégorie "message", ce qui permettrait une étude plus approfondie de la
"source" et du "destinataire", en tant que "lieux" privilégiés d’une éventuelle
revendication humaniste.

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Hace pocos años, la expansión de la televisión y la ambigua especificidad del cine


dificultaron enormemente establecer si este último seguía siendo o no un "medio de
comunicación masiva". A pesar de la nebulosidad que se mantiene entre las
definiciones del cine como objeto de estudio a cargo de disciplinas diversas
(estética, semiótica, historia, etc.), al interior de la teoría de la comunicación - o, si
se quiere, de la práctica comunicológica - se ha superado la crisis que significó la
decadencia del espectáculo cinematográfico, paralela al auge de la televisión que,
gracias al término introducido por los franceses, conviene llamar, hoy, televisión
"generalista". Esta superación se ha dado a la luz de un concepto nuevo, el de
"industria de programas", adecuado a la previsión, o lanzamiento, de la "autopista de
la información". Por otra parte, esta última noción, algo mítica o mistificadora, no
elimina las dificultades que se presentan al momento de acuñar definiciones
adecuadas a cada una de las "nuevas tecnologías", que introducen sin cesar medios
aparentemente nuevos afectando una categoría hasta hoy muy importante: la de
"medio masivo".

Estamos asistiendo, en efecto, a una diversificación, una flexibilización y una


"compatibilización" de medios técnicos audiovisuales, cuya categorización no
tecnológica se ha convertido en un desafío teórico de notable envergadura. Pero,
para quienes mantenemos que el interés de las comunicaciones es eminentemente
social, el conjunto de tantas innovaciones y reajustes debe seguir enmarcado bajo la
categoría de "comunicación social", mientras se dilucida teóricamente la
transformación de aquella "sociedad de masas" cuyo concepto se generalizó con
referencia a la idea de "sociedad opulenta", cruelmente contradicha por la realidad
de hoy. Porque, aunque rodeados de nuevas amenazas y de persistentes fantasmas,
los investigadores de la comunicación no pueden abandonar la observación de los
movimientos y mutaciones que se están dando en el campo de la comunicación y la
cultura, así como el ciudadano común no abandona la lucha por la supervivencia de
su papel en un mundo político en crisis, aunque no pueda servirse de los mismos
instrumentos que utilizaba hace veinte años.

Se trata de una verdadera carrera, en la cual la reflexión está continuamente


amenazada por las trasformaciones de la realidad, o por su anuncio, utópico o
apocalíptico que sea. Y se sabe que la velocidad no es buena amiga del
pensamiento teórico. En estas condiciones, los investigadores tenemos el deber
primordial de levantar información y de organizarla, aunque sea de manera
provisional, comprometiéndonos además a mantener una distinción entre los hechos
y las profecías, lo real y lo virtual. En esta práctica, angustiosa en medida
proporcional a la velocidad de los cambios, el cine como componente del "sistema
de comunicaciones" [1] ya no se presenta como un medio languideciente ante el
inminente reemplazo por parte de otros medios audiovisuales, sino como un
elemento subyacente a diversos componentes del sistema sociocultural de las
comunicaciones, o a su desarrollo: espectáculo cinematográfico (de sala),
espectáculo televisivo (generalista), televisión pagada especializada, televisión "a la

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carta", videocassette, videodisco, CDROM, telemática, etc.

¿Cómo distinguir, entonces, o cómo redefinir el cine al interior de este sistema? Si es


un elemento subyacente a diversos componentes, deberá admitirse que no es - o ya
no es solamente - un medio de comunicación en sí mismo. A pesar de contar con un
medio de difusión "propio" - la exhibición de sala - penetra todo el campo de la
comunicación audiovisual, tal como por otra parte ocurre de manera creciente
también con la palabra escrita (videotex, CDROM, editorial electrónica, etc.). La
distinción que parece imponerse se situaría entonces al límite de los medios de
comunicación, es decir en el mensaje, replanteando en el esquema básico de la
comunicación propiamente dicha el problema del emisor.

El esquema de la situación comunicacional

No es una novedad que la diferencia fundamental entre la comunicación


interpersonal y la comunicación social se haya ido caracterizando más por lo
cualitativo que por lo cuantitativo. En una comunicación interpersonal telefónica, el
teléfono no es sino el canal por el cual se transmite el mensaje. Sin embargo, es un
tipo de comunicación regulada socialmente, de dimensiones sociales y cuantificables.
Prescindiendo ahora de la combinatoria tecnológica en desarrollo que incluye la
comunicación telefónica en la conformación de las NTIC y en consecuencia
prescindiendo de su posible cambio de estatuto, el teléfono sigue siendo un mero
instrumento, una manera más de transportar un mensaje de persona a persona. En
cambio, los llamados mass media, los "medios de comunicacion social", han sido en
cierto modo hipostasiados. En tanto que canales de transmisión de mensajes,
pertenecen tanto a la esfera emisora como a la esfera receptora, pero en la esfera
emisora se han superpuesto a la fuente del mensaje, se han convertido en hablantes.
En la comunicación social del siglo XX, son la prensa, el cine, la radio y la televisión
que emiten multitud de mensajes - en parte concebidos y materializados por una
cantidad de otros sujetos y en parte producidos por el propio medio emisor, que
además, en todo caso, ha seleccionado los mensajes o partes de mensajes que emite
- estructurando estratégicamente un flujo percibido en primera instancia como un
mensaje único. Este primer nivel de la percepción de los mensajes, por su
predominio sobre los niveles que se establecen a partir del interés y las preferencias
del destinatario, transforma lo que podría ser un simple soporte o canal en emisor
individualizado.

La necesidad y utilidad de investigar las determinaciones y los efectos de ese flujo


está fuera de discusión. Pero en relación con nuestro tema es particularmente
insuficiente, pues al momento de enfocar al destinatario del mensaje, se revela una
asimetría notable. En el caso de la prensa, al polo opuesto del medio nos
encontramos directamente con el destinatario, que es a la vez receptor y
descodificador, pues el proceso de lectura es similar al de la audición en la
comunicación interpersonal (manejo humano del código lingüístico, oral y escrito).
En cuanto a los medios eléctricos, radioléctricos y electrónicos, en cambio, tenemos

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una correspondencia formal entre codificadores y descodificadores artificiales,


pertenecientes respectivamente al Universo Emisor y al Universo Receptor, pero el
aparato receptor-descodificador parece corresponder sólo técnicamente a la
estación (medio) emisora-codificadora. Es el destinatario (audiencia, consumidor)
quien sigue siendo considerado el polo opuesto del medio en sí. En ambos casos, se
mantiene la asimetría entre un "hablante" impersonal (inhumano) y un "oyente" social
(humano).

Estas consideraciones surgen - en rasgos gruesos - de la observación de las


prácticas corrientes de la investigación en comunicación, que coloca justamente
como premisa la relación directa medio-audiencia, modificando así el esquema
clásico del proceso, que como se sabe es "fuente - transmisor (codificación) - canal
(ruido) - receptor (descodificación) - destino". Las asimetrías resultantes de estas
prácticas y de muchas aproximaciones teóricas que parten de la misma premisa
crean una notable confusión en la propia concepción de la comunicación social. Una
visión sintética de ésta no puede menos que centrarse en dimensiones
socioeconómicas, sociopolíticas y socioculturales, mientras que, en su mayoría, las
profundizaciones en la naturaleza de la comunicación humana parecen destinadas a
precipitar en la hondonada de la psicofisiología del perceptor, cada vez más afinada,
frente a un anonimato del emisor, aun en configuraciones tipo "Gran Hermano".
Parte de esta asimetría podría deberse a una consideración del mensaje todavía
extremadamente somera.

El mensaje

Es verdad que el "análisis del discurso" es una materia actualmente en expansión. Ni


el "análisis de contenido" de los comunicólogos de primera hora, ni el análisis del
discurso en materia política, ni los análisis lingüísticos y semiológicos desarrollados
en los últimos años, aunque hayan permitido avances metodológicos importantes,
han logrado una inserción clara en el estudio del proceso o "sistema" de la
comunicación social. No obstante, se trata nada menos que de la consideración del
mensaje, columna vertebral que atraviesa longitudinalmente todo el proceso de
comunicación. El polo donde el mensaje se origina - la fuente - y el objeto de las
operaciones de codificación/descodificación y emisión/recepción que el esquema
describe - el mensaje mismo - siguen pareciendo secundarios al momento de
estudiar las comunicaciones.

Es gracias a las transformaciones recientes operadas por la integración de las NTIC


a la comunicación social que la cuestión del mensaje vuelve a asomar su importancia
en el esquema. En efecto, aquel concepto de "industria cultural" que la "superación"
de la teoría crítica - calificada de "apocalíptica" - había declarado obsoleto o por lo
menos había apartado de la preocupaciones de los investigadores, ha restablecido,
bajo el nombre de "industria de programas", la cadena completa del proceso, en
tanto que momento o componente (complejo) de la"fuente". Las razones no son
difíciles de entender: el desarrollo económico del sector información-comunicación y

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su función estructurante en la reorganización del sistema socioeconómico y político


mundial presentan un panorama donde el crecimiento y la diversificación de los
medios exigen cada vez más "materia prima", "programas", esto es, productos
culturales.

El cine: situación y potencialidades

Es en este esquema restaurado donde el cine vuelve a presentarse como producto


de primera importancia, después de que no pocos habían vaticinado su muerte por
sustitución. En la actualidad, su intervención en la cadena comunicacional debe
revisarse con atención, tomando en cuenta, principalmente, las siguientes cuestiones:

a. Los avances tecnológicos aplicados en los últimos años han producido una fuerte
interconexión entre las diferentes técnicas audiovisuales, tanto de producción como
de difusión y consumo, por lo cual su definición se identifica cada vez menos con
categorías como cine o televisión o video, etcétera, y cada vez más con la categoría
general de lo "audiovisual".

b. El cine como industria alimenta actualmente tres formas básicas de difusión: la


exhibición cinematográfica propiamente dicha; la televisión doméstica; el
magnetoscopio.

c. El cine como medio de difusión, si bien ha disminuido fuertemente su volumen con


respecto al auge que puede situarse, en los países industrializados, en 1955, parece
haberse estabilizado un tanto, en razón de la necesidad de un lanzamiento comercial
específico que valorice el producto único antes de su explotación masiva mediante la
televisión generalista, la televisión por cable y otras modalidades, entre las cuales la
modalidad magnetoscópica dependiente de la edición de videocassette. Igualmente,
en razón de permitir una explotación específica de las ventajas cualitativas del medio
"salas", constantemente incrementadas por innovaciones o sofisticaciones
tecnológicas, referidas sobre todo, hasta ahora, a características de dimensión y
proporción de la imagen y de direccionalidad y calidad del sonido.

d. La codificación digital combinada con la telemática permite prever la posibilidad


de una transformación de la exhibición cinematográfica de salas que volvería a dar
relieve a este medio en el seno del sistema de comunicación social, pero que al
mismo tiempo no sería identificable con la actual proyección de películas, su
inseparable haz de luz dominando a la audiencia, y otras importantes características.

e. El desarrollo de la computadora personal y el CDROM se suman, en perspectiva,


al magnetoscopio como forma de recepción (consumo) del mensaje
cinematográfico. Igualmente, la tendencia a unificar las tareas de la televisión y la
computadora en un solo aparato interactivo podría inaugurar un nuevo tipo de
recepción/consumo, sustituyendo o diversificando los actualmente existentes.

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f. La producción audiovisual se desarrolla actualmente sobre dos vertientes: una, la


del talento individual y la artesanía; otra, la de la aplicación de nuevas tecnologías,
en particular la computarización. A pesar del interés económico que impulsa la
segunda vertiente, no es factible por el momento vaticinar la desaparición de la
primera, fuente del "aura" de segundo grado que establece la "unicidad", altamente
rentable, del producto reproductible audiovisual. Este aspecto es en alto grado
similar a lo que ocurre con los productos sólo auditivos o sólo visuales (música,
literatura, etcétera).

Los extremos del esquema

El cine, en consecuencia, adquiriría verdadera relevancia en la investigación de la


comunicación a condición de que ésta fuera enfocada de manera completa, es decir
incluyendo la simetría de los extremos del esquema: fuente y destinatario. Está claro
que el poder económico y político - el centro de decisión - de la comunicación
social se ubica en las simetrías centrales, donde encontramos la actividad distributiva
del mensaje y la industria del "hardware" que permite su recepción, y en
consecuencia el mayor volumen y concentración económicas; está igualmente claro
que, si bien el lema mcluhaniano ha caído algo en desuso, el "medio" es parte del
"mensaje", o por lo menos lo califica; pero la importancia de los polos
aparentemente periféricos del proceso de comunicación podría resumirse en el
reconocimiento del mensaje en su origen y destino, vale decir en el reconocimiento
de la razón humana de ser del proceso mismo.

En Philip Rosen hemos encontrado, al interior de una discusión sobre los


planteamientos teóricos, respectivamente, de Walter Benjamin y de
Adorno-Horkheimer, un neologismo significativo: "distributibilidad". Rosen lo utiliza
con acierto:

Hoy día es imposible dejar de asociar los constantes


incrementos técnicos de la distributibilidad de los
medios de masas con el comercio internacional y con
las compañías transnacionales. (1995: 129)

Esta afirmación, por demás indiscutible y casi obvia, da cuenta en primer lugar de
una posibilidad de afinamiento o de bifurcación del concepto de reproductibilidad
introducido por Benjamin; en segundo lugar, a niveles más empíricos, de una
precisión que complejiza los esquemas comunicológicos más comunes
(especialmente con respecto a la categoría de difusión); en tercer lugar, mientras por
una parte confirma la ya aludida tendencia, creciente a lo largo del siglo, a ubicar el
mayor crecimiento económico del sector en la fase de la distribución de la mercancía
cultural, en fundamental alianza e interdependencia con la industria hardware, por
otra distingue cada vez más esta fase de las industrias de programas, o industrias
culturales o, por más señas, de la fuente de los mensajes "masivos", que hoy
deberíamos llamar "socialitarios".

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No puede eliminarse, del análisis de los medios de comunicación radioeléctricos o


telemáticos, la especificidad del mensaje simultáneo, "en vivo", que durante un
tiempo pareció la dominante. Más bien, debería replantearse hoy con mayor fuerza
y agudeza. La relevancia, sin embargo, de las modalidades de "enlatado", "grabado",
"diferido", "conectado", "retransmitido", etc., es sin dudas creciente y a veces
indistinguible al interior del estilo simulatorio de las emisiones. El poder creciente de
las "redes", por otra parte, es evidente incluso en el medio prensa, cuya candidez
"informativa" se hace cada día más imperceptible. La significación social de estos
fenómenos reclama también atención inmediata, y es indisociable de la problemática
económica y política que arrastra la ambigüedad del concepto de programa.

Pero para nuestro tema - el de redimensionar la categoría cine en el sistema de


comunicación social - resulta prioritario ubicarse en el ámbito que en estos
momentos privilegia justamente el deslinde entre fuente y emisor, entre industria
cultural y medio de comunicación. La preocupación por los "contenidos", que se
vincula a los estudios semióticos, estéticos, antropológicos y políticos en relación
con la situación de la cultura en la sociedad contemporánea, está haciendo contacto,
actualmente, con la orientación economicista de la comunicología, aislando más bien
aquella que, a raíz de una sistémica de origen físico-matemático, ha privilegiado el
estudio del circuito o trayecto comunicacional, el cómo y la función, por encima del
qué y del quién. Frente a la relevancia adquirida por las "industrias de programas",
las tonadas fúnebres dedicadas a la categoría cine en los estudios de comunicación
de los últimos años parecen haber envejecido a gran velocidad.

Algunas implicaciones de lo social

No debería ser necesario recordar que el desarrollo de los estudios de la


comunicación, desde que éstos empezaron a delinearse en los años cuarenta y
cincuenta, se dio bajo el impulso de la sociología. Prescindiendo de todo análisis de
esta ciencia todavía joven, de la variedad de sus búsquedas y métodos y de sus
límites y alcances, lo que resalta es que la mayor importancia de las comunicaciones
se ha derivado en todo momento de sus implicaciones sociales. De allí también que
se haya enriquecido hacia una sociopolítica de las comunicaciones y que la misma
investigación semiótica se haya relacionado con el estudio de las comunicaciones
sociales a nivel del objeto "discurso" que, cerrando el círculo, se estaciona, en este
sentido, en el terreno de la ideología.

En esta palabreja elástica se ocultan teorías, intereses y valores. A la formación de la


ideología, por otra parte, concurren tanto los residuos antropológico-culturales, la
educación y las prácticas sociales como la aprehensión de los mensajes
"socialitarios". En la búsqueda del "lugar" de la ideología entendida como adopción
colectiva de la ideología dominante, es decir de la ideología del poder, se ha
indicado a veces la institución educativa, otras la comunicación masiva, pero no hay
dudas de que los deslindes son difíciles de establecer. Lo que parece indiscutible es

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el papel que juega, en el fenómeno de la implantación ideológica, el mensaje como


discurso. Entonces se plantean, entre otras muchas, las preguntas: ¿quién produce
los mensajes en una "sociedad global"?, ¿quién habla a quién en un proceso de
comunicación "internacionalizado"?

Es interesante notar, a este respecto, como la preocupación limpiamente económica


que se está acentuando en los países europeos frente al incremento de mensajes
estadounidenses en la exhibición cinematográfica y en la programación televisiva,
incremento que amenaza duramente la supervivencia de las cinematografías
nacionales o continentales, se ha empalmado espontáneamente con posiciones hasta
ayer asumidas por sectores comprometidos con proyectos políticos de tipo
socialista. Paralelamente, estudiosos de distintas disciplinas - historia y sociología en
particular - se han replanteado la discusión sobre la identidad de los pueblos, el
concepto de nación y de comunidad, los actuales fenómenos de diáspora e
hibridación, etc. Cualquier conclusión dogmática o apresurada en este terreno
pareciera falsa, con sólo tomar algo de distancia y percibir la complejidad y
diversidad de lo real. Presionados entre fuerzas tan encontradas como los procesos
"globalizadores" y la creciente y conflictiva fragmentación social y geopolítica, los
intelectuales están concibiendo más preguntas que respuestas al momento de
considerar la sociedad contemporánea.

Algo parece cierto: las estrategias de los poderes económicos y políticos no pueden
ser confundidas con lo real social, con las sociedades. Si bien están en acto
transformaciones vistosas que afectan amplios ámbitos de la vida social, una visión
integral - o incluso la experiencia cotidiana - no permite abstraerse de la
responsabilidad de enfrentar situaciones y cambios en el presente. La preferencia
por las previsiones antes que por los diagnósticos, las prisas de alinearse con los
cambios, antes que medirlos en relación con la situación existente, la tentación del
salto profético en contra del diseño de una estrategia vital, constituyen un verdadero
peligro de desaparición para el aporte de científicos sociales, de creadores e de
intelectuales, a la defensa de la sociedad. Y el ámbito en que hoy puede y debe
moverse un investigador es el de la relación dialéctica entre los fenómenos de escala
mundial y los que ocurren en su propia sociedad, que es aquella en la cual,
conscientemente o no, interviene concretamente.

Ahora bien, ¿se trata de una sociedad nacional? No es difícil, como ya vimos,
problematizar esta pregunta. Pero la respuesta tiene que ver con la tarea que se
quiera y pueda asumir. Los economistas del cine francés se debaten entre la
amenaza estadounidense y la fragmentación productiva y normativa del cine en la
Comunidad Europea. Los sociólogos franceses trasladan parte de la apuesta a la
resistencia o actividad de los "consumidores". ¿A qué debemos apostar, en primera
instancia, los investigadores venezolanos de la comunicación?

En el marco de la investigación institucional - universitaria o de asesoría a


organismos gubernamentales y también a asociaciones civiles o comunitarias - es
condición previa evaluar la situación del saber en el ámbito nacional. Incluso si se
considera igualmente prioritario conocer y sopesar la internacional, nos daremos

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cuenta rápidamente de que las contribuciones importantes, que dan cuenta de una
realidad, suministran información fecunda y delinean claramente una problemática,
son las que consignan estudios de carácter nacional, obviamente en su relación
dialéctica e inevitable con un exterior cada vez menos externo. ¿Las razones de esta
prioridad de lo nacional? La asequibilidad de las fuentes, las posibilidades de
observación directa, pero a otro nivel, y quizás en primer lugar, los conocimientos
previos de realidades propias y por tanto una mayor probabilidad de comprensión
de los fenómenos; en segundo lugar, la capacidad, en potencia, de influir o intervenir
en los fenómenos mismos.

Es obvio que la investigación institucional - entendida de esta manera amplia - está


en correspondencia directa con parámetros igualmente institucionales, pero no tanto,
como a menudo se cree, porque esté al servicio de poderes políticos y
administrativos; sino porque esos parámetros consisten en un ordenamiento
concreto, espacial y legal, que delimita y da forma, parcialmente pero a niveles de
los cuales no se puede prescindir, al universo que se quiere conocer y transformar.
Es más, ese ordenamiento - y sus posibles transformaciones - es la única estructura
existente que ofrezca algún instrumento para la protección de los intereses de la
comunidad o, si se quiere, de las comunidades, frente a intereses parciales, de
gremios, grupos o individuos, y frente a invasiones de cualquier índole desde el
exterior. Es sintomático, en este aspecto, el hecho de que la puesta en duda del
concepto de nación ya no proceda de sectores revolucionarios, partidarios de
dictaduras populares y de internacionalismos proletarios, sino de intelectuales
pertenecientes a sólidas instituciones de países fuertes, ocupados en inscribirse de la
manera menos desventajosa posible en este acontecimiento potencial - y se nos
perdone la paradoja - que es el advenimiento de la "sociedad global".

Si partimos del postulado de que la globalización y la parcelización de la sociedad


son dos tendencias a cuyas claras y a menudo brutales expresiones asistimos en el
mundo actual, tendremos igualmente que ver la complejidad del contexto y las
dificultades, contramarchas y lentitud con que esas tendencias actúan. Tendremos
además que admitir que están en grave contradicción entre sí, sin que se vislumbre la
posibilidad o el carácter de su superación. Tanto por la presencia de estos
problemas como por la ausencia de propuestas no reductivas, la irrupción de estas
tendencias se ha hecho poco menos que "impensable". No sería inconveniente, en
esta situación, considerarlas como fenómenos de larga duración, partes de un
proceso mayor cuyos rasgos no han terminado de hacerse visibles.

Destinador/destinatario vs. mediaciones

Inmersos en el presente, responsables ante un futuro inmediato y mediato entendido


como producto del complejo presente y de un enorme pasado, frente al objeto
particular de nuestras investigaciones tendríamos que mantenernos alerta contra la
confusión entre poder y sociedad: contra la deriva ideológica instaurada por la ley
del máximo beneficio, hipostasiada como única regente de lo económico y de lo

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político, contra la reencarnación de lo humano en lo tecnológico, contra la mitología


de su autonomía; por la reconquista de la conciencia de lo social, de la convicción
de su existencia concreta, multitudinaria y activa, de la comprensión de las relaciones
entre los seres humanos, como individuos y como conjuntos, y entre los seres
humanos y la naturaleza. (¿Grandilocuencia? ¿Nostalgia de los iluminismos? ¿Simple
arcaísmo? Quizás - eso sí - un neoempiricismo, una necesidad de bregar con lo real,
un materialismo donde la abstracción sea recuperada en su justedad, es decir como
un instrumento para pensar lo concreto.)

Acercarse a los fenómenos del mundo contemporáneo aceptando como suficientes


los términos ready-made del juego de los poderes es perder de antemano la
posibilidad de observarlos en su totalidad y de descubrir la dialéctica de sus
contradicciones. Particularmente, en las sociedades "periféricas", dominadas por
poderes apendiculares, se corre el riesgo de llegar a dudar de la existencia propia,
de precipitar en una patología esquizoide. En estas sociedades, es particularmente
necesario prestar atención a aquellos "lugares" de los procesos donde el factor
humano mantiene una mayor libertad de acción, donde es posible que se gesten
movimientos externos, contrarios o participantes con respecto al gran juego central.

Estos "lugares", en el sistema de comunicación, son los del destinador y el


destinatario. Materia prima y consumidor, pero además "agentes sociales" con
intereses y necesidades que - cuando estos "agentes" no sean contemplados sólo en
su condición de objeto económico sino también en la de sujeto humano - no
coinciden con los intereses y necesidades de los gestores de la mediación
comunicacional o, digamos, de la distributibilidad.

No se trata, por tanto, de ignorar o abandonar a otros el estudio del ámbito de la


mediación, sino de identificar otras fuerzas cuyo movimiento - de reacción o de
acción - puede diversificar o modificar la mediación misma.

Notas y referencias

[1].Estos "Apuntes" deben verse en el marco preparatorio al desarrollo del Proyecto


Ininco "Estructura del sistema de comunicacines en Venezuela" (ESCOV), en el cual
cada investigador ha sido solicitado para contribuir a la discusión de los fundamentos
teóricos y metodológicos con losresultados de sus lecturas y reflexiones.

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