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El misterio del Logos femenino

MANFRED K. EHMER

El Dr. Mandred K. Ehmer es filósofo y autor, y miembro de la Sección alemana de la Sociedad Teosófica. Ha escrito
muchos libros, poemas y artículos.

El misterio del Logos femenino, la Sophia celestial, es uno de los Misterios


más profundos del mundo y sólo puede ser comprendido por una percepción
meditativa. Sophia es la madre cósmica celestial, la Sabiduría de Dios que, en
tanto que “Alma del Mundo”, desposa el todo de la creación. El famoso filósofo
religioso Arthur Schult escribió: “la virgen luminosa, como la Sophia divina, como
la “Sabiduría de Dios”, es la personificación del cosmos primordial luminoso,
el kosmos neotos, el mundo de Dios puro e ideal. Habita en una esfera que es
hiperespacial, hipertemporal, hipercausal, más allá de cualquier separación de
polaridades cósmicas, en el mundo de la totalidad siempre existente”. [i]

Como símbolo del Logos femenino, Sophia representa la parte reprimida del
alma colectiva occidental. Porque en la esfera cultural occidental, el “Logos”
siempre ha sido mal comprendido solamente como masculino, así que no había
lugar para Sophia como figura de lo espiritual-femenino. Ciertamente, sería
apropiado complementar la visión unilateral del Logos en occidente por medio de
la reivindicación de las energías de Sophia; además, la teología feminista ha
tratado de revelar una vez más la oculta tradición de Sophia en el Cristianismo y el
Judaísmo.[ii] De las enseñanzas secretas de las tradiciones judaica, cristiana y
griega, especialmente la cristiandad cóptica, gnóstica y ortodoxa, podemos
percibir la imagen de una anciana diosa de sabiduría que inicialmente tenía un
gran significado, pero que, posteriormente, fue completamente suprimida por el
sistema patriarcal.

En la antigua doctrina de la sabiduría del occidente y el oriente, que


llamamos Theosophia/Brahmavidya o, más comúnmente, teosofía, está incluido el
principio de Sophia, el misterio del logos femenino. En Teosofía, “Logos”, como
“espíritu”, no es interpretado de forma alguna como masculino. Básicamente, en
todos los sistemas esotéricos en Occidente, por ejemplo la Cábala, se valora
mucho una cooperación semejante y equilibrada de las energías femeninas y
masculinas del mundo. Además, hay que considerar como evidencia en sí misma,
que el supremo principio divino, como quiera que lo llamemos, está más allá de
cualquier sexualidad. En un nivel más profundo de la manifestación, sin embargo,
lo Divino se divide en lo Masculino y lo Femenino. Y nosotros encontramos las
energías de lo masculino y lo femenino completándose siempre en polaridad en
cualquier parte de la creación y en todos los niveles de la manifestación.
Incluso la deidad suprema a la que adoramos como el Logos Trino y el Sol
Central del universo, contiene en sí mismo la primordial masculinidad y feminidad,
en primer lugar, sólo potencialmente, como una pura posibilidad de desarrollo,
pero, luego también, como una manifestación esencial muy concreta. La Deidad
en su total abundancia comprende al Logos así como a Sophia, la Palabra así
como la Sabiduría, pero en su misma esencia mora más allá de esta dualidad. En
su total abundancia esencial, la deidad es la unidad que subyace en la dualidad
masculino-femenina del Logos y de Sophia y la contiene en sí. Así que un Tercero
más elevado abarca la dualidad divina, y éstos están juntos cobijados en una
tríada. En ello se encuentra encerrado el gran misterio de la tríada divina: que
Dios, como un todo, es trino, no está compuesto por tres personas, sino por una
tríada dinámica dentro de una unidad.

En la visión universal de la Teosofía, el Dios manifestado es visto como


un Logos Trino que equivale a la trinidad hinduista de Brahma/ Vishnu/ Shiva, así
como a la trinidad de Padre/ Hijo/ Espíritu Santo del Cristianismo. Esta trinidad
divina es la cúspide de un gran organismo mundial viviente y espiritual, bajo el
cual está el Logoi séptuple primordial (los siete espíritus ante el trono de Dios de la
Biblia); y debajo de este nivel hay una multitud de poderes divinos creadores,
organizadores y conservadores, que actúan como agentes de la suprema tríada
divina en los reinos naturales así como en los espirituales: desde los relucientes
querubín y serafín, pasando por las incontables jerarquías angélicas, los espíritus
de la naturaleza, devas y espíritus elementales, una estructura creadora
organizada, con múltiples niveles, en la que todo funciona en conjunto para formar
una totalidad viviente. Esta es la visión del universo presentada por la teosofía,
una imagen de la multiplicidad dinámica en la unidad.

Puesto que el Logos Trino es el sol central primordial del universo, los tres
aspectos de Dios corresponden a los tres distintos tipos de fuego cósmico: el
primer Logos, como la Voluntad cósmica del fuego mental; el segundo Logos
como el Amor y la Sabiduría del fuego solar; y el tercer Logos como Inteligencia
activa del fuego material.

El Primer Logos, el principio paterno de Dios, está más allá de la dualidad


de lo “masculino” y lo “femenino”. Deberíamos tener cuidado de no ver esta
primera manifestación de Dios como una especie de “persona”; no se trata
tampoco de un “padre” en el sentido ordinario, sino más bien de un inmenso
Desconocido, un prototipo supremo del mundo, un principio de creación supremo,
en la Cábala Ain Soph, la Luz insustancial de Dios. De este prototipo inconcebible
y Voluntad primordial se dice: “Es el principio y el fin de todos los niveles
evolutivos de la creación. Todos ellos están marcados con Su sello y no podemos
nombrarlo más que por su unidad. Es el único Ser (verdadero), a pesar de todas
las formas innumerables en las que actúa y se organiza” (Sohar, I. 21ª). Quizás
Angelus Silesius[iii] tenía a este Primer Logos en mente cuando habló en su
famoso El Querubín Peregrino, sobre la “hiper-deidad”:
Lo que han dicho de Dios no me basta:

Mi vida y toda mi luz es una “hiper-deidad”.[iv]

El Segundo Logos, el aspecto Amor-Sabiduría de Dios, se considera en


algunas tradiciones como hermafrodita, como una dualidad de lo femenino-
masculino. De este modo, la trinidad de Dios, estrictamente hablando, se extiende
a un “cuaternario” divino. El Segundo Logos, el principio cristiano del Hijo, es
completado así por una contraparte femenina. La celestial Sophia es, por así
decirlo, el oculto y escondido principio de la Hija que complementa la acción del
Cristo cósmico, mientras lo identifiquemos con el “Hijo”.

El Tercer Logos, la inteligencia activa, aparece en la interpretación cristiana


como el Espíritu Santo, el espíritu del mundo, la razón del mundo, la inteligencia
cósmica, cuya tarea es llevar la acción del Primero y Segundo Logos a los niveles
de la materia.

A través del Espíritu Santo, que funciona como un medio de transmisión


electromagnética, las energías del Hijo y de Sophia surgen en todos los rincones
de la creación. Las energías esenciales vivientes de Dios vitalizan y animan todos
los mundos visibles e invisibles, pues la creación nunca está separada del espíritu
del creador. Dios no es el “orfebre” de los deístas, que construye el mundo como
una máquina y luego la mira “desde afuera”; sino que es ese espíritu universal en
movimiento, que vive y actúa en el mundo entero. En cada rincón de la creación
están trabajando las energías del Logos y de Sophia, formando una polaridad
universal de lo femenino y lo masculino. Así pues, toda la creación se manifiesta
de forma dual, y toda la vida evoluciona por el conflicto siempre activo de las
polaridades, como día y noche, luminosidad y oscuridad, superior e inferior,
masculino y femenino, sol y luna. Estos son contrastes que no se oponen entre sí
pero que alcanzan la realización suprema, solo por medio de la cooperación
creativa.

Sophia representa, entonces, el aspecto femenino del Segundo Logos y es


por ello un elemento de Dios. En nuestra esfera cultural occidental, sin embargo,
la idea de un Logos femenino se ha suprimido en la medida en que el sistema
patriarcal identifica el “Logos” con el intelecto puramente masculino. No obstante,
no es así en las tradiciones esotéricas de oriente, en ellas el misterio del Logos
femenino ha sido conservado siempre, como lo demuestran ejemplos de China y
de India:

En el panteón hindú, encontramos una diosa llamada Vâch, la diosa de la


Palabra, de la elocuencia, de la expresión humana y divina, un Logos femenino,
sin duda, en el sentido en que “Logos” significa, primariamente, “palabra”. Se le
llama también “la reina de los dioses” y de acuerdo con algunas opiniones está en
conexión con el Creador Prajâpati cuando pronuncia las extraordinariamente
poderosas palabras que llaman a la existencia al cielo y a la tierra, al océano y
también al trueno y a la luz. Ella personifica en sí esas palabras primordiales de
creación y crea así el universo por medio de su poder mágico. Algunas veces
Vâch se identifica también con Sarasvati, la esposa de Brahma y diosa de la
sabiduría. Desde todo punto de vista es un equivalente del “Logos” griego, que se
da, no obstante, como una expresión puramente masculina.

En la pareja divina Brahma-Vâch vemos el Segundo Logos personificado en


su polaridad de lo femenino y lo masculino.

Cuando volvemos la mirada hacia China, encontramos un equivalente de la


Vâch india: la madre celestial Kwan-Yin, una manifestación de Avalokitesvara
Bodhisattva, quien entre los chinos era tan popular como María, “la madre de
Dios”, en el hemisferio occidental. Esta misma Kwan-Yin, llamada también
“Madonna del lejano oriente” es la única Bodhisattva femenina en el budismo. Su
nombre, traducido literalmente como “voz divina”, tiene el mismo significado que la
palabra primordial divina, el Logos. Como Logos femenino, corresponde a
la Sophia de las tradiciones occidentales; en la Doctrina Secreta Kwan-Yin es
llamada explícitamente “Logos femenino”.[v]

Del mismo modo, en la divina pareja egipcia Isis y Osiris encontramos el


Segundo Logos en su polaridad masculino-femenina, como Brahmâ y Vâch. Isis
es por consiguiente, un Logos femenino y una manifestación de Sophia. La
mitología egipcia llama a Isis la hermana y la esposa del archidios Osiris (en
Egipto, el matrimonio entre hermano y hermana era muy común, considerándose
incluso un símbolo de estatus social), quien es definitivamente un Logos divino en
sí mismo, dado que es identificado con el sol. Osiris es una manifestación del
Logos divino del mundo.

Una imagen de este grandioso Logos del mundo está en nuestro ser,
porque el Logos Trino se refleja en la Mónada inmortal que, siendo eterna y sujeta
a todos los cambios de nacimiento y muerte, representa la esencia misma de
nuestro ser. Tenemos el Logos en nosotros en su forma trina, así como tenemos
Sophia en nuestro ser. En términos modernos, podríamos también designar a
Sophia como un arquetipo del alma humana que, yace dormida en el océano de la
inconsciencia colectiva, reside en todos los seres humanos, tanto en hombres
como en mujeres. Este es el impulso de Sophia en cada alma humana, que
despertada del modo correcto, puede transformarnos y conducirnos hacia la
verdadera consciencia de la sabiduría cósmica. “Lo Eterno Femenino nos eleva”,
dice el Coro Místico al final del Fausto de Goethe; solamente la Sophia femenina
puede ser expresada de este modo. ¿Acaso no dijo también Novalis [vi] en su
famoso cuento de hadas Eros y Fabel, que Sophia “sería eternamente la
sacerdotisa de nuestros corazones”? La novela termina con estos versos:
Se ha fundado el reino de la Eternidad;

En el amor y la paz termina toda lucha.

Se ha ido el largo sueño lleno de pena;

Sophie es eternamente la sacerdotisa de corazones.[vii]

Nota: Este artículo apareció en su forma original en el Theosophie Adyar, y también en algunas otras revistas.

[i]
Arthur Schult, Maria Sophia, Bietigheim, 1986, p. 21.

[ii]
Vide Verena Wodtke (ed.), Auf den Spuren der Weisheit, Freiburg, 1991.

[iii]
Angelus Silesius (Johan Scheffler), místico y poeta alemán, 1624-77. Su El Querubín Peregrino, una colección de
poemas místicos, apareció en 1656.

[iv]
Angelus Silesius, Cherubinischer Wandersmann, Wiesbaden, 1949, p.3. Traducción de Manfred K. Ehmer.

[v]
H. P. Blavatsky, Die Geheimlehre, vol. I, Den Haag, p. 161.

[vi]
Novalis (Friederich von Hardenberg), romántico alemán: 1772-1801.

[vi]
Novalis, Werke in Zwei Banden, vol. 2, Köln, 1996, p.367.

Oír su nombre o ver su forma


o recitar fervientemente su nombre
libera a los seres de toda calamidad.

Dotada de un poder sobrenatural


y sabia en la utilización de los medios hábiles,
en cada rincón del mundo
ella manifiesta sus formas incontables.

No importa cuántos males oscuros se junten,


qué demonios engendrados por el infierno,
qué bestias salvajes,
qué males de nacimiento, vejez, enfermedad, muerte,
Kwan Yin los destruirá uno a uno.

¡Fiel Kwan Yin! ¡Pura Kwan Yin!


¡Inconmensurablemente sabia Kwan Yin!
¡Compasiva y llena de piedad,
siempre anhelada y reverenciada!
¡Oh resplandor inmaculado y refulgente!
¡Oh, sol de sabiduría que disipas la noche!
¡Oh, vencedora de la tormenta y la llama!
¡Tu gloria llena el mundo!

Sutra del Loto 25

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