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Uso de la Información Criminal para la Gestión de

Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

CLASE 1

Contenidos a desarrollar

En esta primera clase se caracterizarán, a modo esquemático y teórico, los


principales modelos y paradigmas vinculados a la Seguridad Democrática con el
objetivo de analizar y apreciar, en cada caso, el lugar que ocupa la información
estadística criminal, su importancia y las diferentes roles que tiene dentro de las
distintas perspectivas.

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Uso de la Información Criminal para la Gestión de
Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

Objetivo general de la clase

Contribuir a que el alumno identifique las complejidades vinculadas a la


problemática de la Seguridad Democrática y la importancia que adquiere, en este
contexto, la información criminal y su gestión como herramienta fundamental para
la caracterización, diagnóstico, planificación y evaluación del fenómeno criminal.

Objetivos específicos de la clase

1. Presentar al alumno las definiciones básicas sobre la actividad de gestión de


la información criminal, los organismos que la llevan a cabo y su
institucionalización en la República Argentina a partir de la identificación de
los principales aspectos normativos y estructurales.

2. Brindar al alumno herramientas para reconocer las diferencias en la gestión y


utilización de la información criminal en los distintos paradigmas de
seguridad tradicional y democrática que existen.

3. Brindar al alumno herramientas para reconocer las diferencias de la gestión y


utilización de la información criminal en los modelos de policiamiento
tradicional y alternativo, específicamente en el modelo de policía
comunitaria.

4. Brindar al alumno herramientas para reconocer las diferencias de la gestión y


utilización de la información criminal respecto de las estrategias de
prevención.

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Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

A partir de la década de 1990 en Latinoamérica se incrementaron sustancialmente los


delitos denominados “comunes” o urbanos, tales como los robos, hurtos y lesiones en la vía
pública. Las causas de este cambio de tendencia están asociadas a los efectos del fenómeno
globalizador que implicó, por un lado, el deterioro de las condiciones laborales y de la vida
en general en las ciudades; y por otro, la ampliación del mercado de consumo. Esto generó
que todas las personas –independientemente de su clase social- se vieran atraídas por los
mismos bienes de consumo, sin que se garanticen los medios legítimos para obtenerlos1
debido a los importantes índices de desempleo y de trabajo informal luego del fin de la
etapa de “pleno empleo” propia de la época previa a la desindustrialización de los años
1970.

De esta manera, se observa que los fenómenos asociados al delito y la violencia no


pueden considerarse sin tener en cuenta aspectos económicos, sociales, culturales.

El delito es un fenómeno heterogéneo, incluye delitos “comunes” o delitos contra la


propiedad cometidos en la vía pública. Pero también implica considerar violencias y delitos
cometidos en la esfera privada o como resultado de problemáticas de convivencia. También
hay que considerar algunos delitos que requieren mayores niveles de organización, delitos
“de cuello blanco”, como la corrupción, la evasión fiscal, los fraudes, etc. A su vez, en la
conceptualización del fenómeno criminal influyen aspectos objetivos (la “real” ocurrencia de
delitos) y subjetivos (el miedo, el temor, que se nutren de aspectos objetivos –de la
criminalidad “real”- pero que también se ven influidos por otros aspectos como la
desconfianza hacia determinadas agencias del Estado, la fragilidad de los vínculos y la
incertidumbre que caracteriza a nuestra época, las ganancias que obtienen algunos actores
al difundir el temor y la inseguridad, etc.). Por esta razón, es incorrecto pensar que solo
existe un tipo de delito cometido por un sector de la sociedad.

Por otra parte, todas las sociedades, a lo largo de la historia, dictaron normas y
reglamentaciones que determinaron qué acciones eran consideradas ilegítimas, punibles y

1 Este aspecto está asociado a la noción de “privación relativa”, acuñado por Robert Merton.

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cuáles no. Por este motivo, sería ingenuo pensar que el delito puede extirparse de una
sociedad de una vez y para siempre.

El concepto de Seguridad Democrática parte de esta concepción del


delito en términos históricos, considerándolo en su pluralidad, lo que
justifica su abordaje desde distintas agencias del Estado (no solo las
penales sino también mediante políticas económicas, educativas,
sociales, etc.) y a través de la aplicación de las leyes en un contexto
democrático.

Al analizar los fenómenos vinculados a la violencia y el delito surge una doble dificultad:
la de su definición y la de su conocimiento, ya que se trata de un fenómeno que no es
directamente observable en su totalidad (dado que no existe un actor social omnipresente
que pueda registrar todos los fenómenos delictivos que acontecen en la vida cotidiana). Se
requiere, por ello, información fehaciente que contribuya a su caracterización, comprensión
y diagnóstico.

Por este motivo, la recolección y procesamiento de información estadística criminal se


constituye en una herramienta necesaria a la hora de dar cuenta de las características y
evolución del fenómeno delictivo como así también de la forma de abordarlo a través de las
agencias del Estado.

En el ámbito de las políticas de Seguridad, la información criminal se constituye en un


insumo indispensable tanto para la formulación, el seguimiento y la evaluación de políticas
públicas y de estrategias implementadas por las agencias del Estado, como para la
producción de conocimiento social, por cuanto es imposible gerenciar cualquier
fenómeno - en especial, los sociales - sin contar con la información para
interpretar el problema y diseñar una estrategia de abordaje.

Uno de los obstáculos más importantes a la hora de gobernar la Seguridad es que se


suele carecer de diagnósticos acabados que permitan orientar el proceso de toma de
decisiones. Contar con información fehaciente permite planificar políticas y estrategias de

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Seguridad y evaluarlas; medir complementariamente la eficacia y eficiencia; retroalimentar


el diagnóstico y reformular medidas o ajustarlas a nuevos escenarios. La carencia de dicha
información o la existencia de “sistemas de información débiles”, favorecen la expansión del
temor, afectan los procesos de toma de decisiones y disminuyen la efectividad de las
políticas públicas. “Gran parte de la aparente ‘ola criminal’ se sustenta en encuestas de
opinión pública y coberturas de los medios de comunicación que trasmiten una mirada
parcial del fenómeno criminal” (DAMMERT, 2008:9).

Una política democrática de Seguridad implica abordar la conflictividad existente en la


sociedad, un control de las agencias policiales, una rendición de cuentas por parte del
Estado y un control parlamentario y ciudadano en sus diferentes posibilidades, para lo cual
se requiere disponer o generar la información requerida para cada instancia.

La estadística sobre criminalidad y violencia2 está compuesta por los siguientes sistemas:

 Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC), que recopila y sistematiza


todos los hechos presuntamente delictuosos registrados e informados por la Policía
Federal Argentina, la Gendarmería Nacional, la Prefectura Naval Argentina, la Policía
de Seguridad Aeroportuaria y las Policías Provinciales de todo el país;
 Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP), que
recopila los datos sobre población penal privada de libertad y establecimientos de
detención;
 Sistema Nacional de Estadísticas Judiciales (SNEJ), que tiene por objeto
recopilar información proveniente de los tribunales con competencia penal de todo el
país.

Estos sistemas se encuentran en la actualidad bajo la órbita del Ministerio de Seguridad


(en el caso del SNIC) y del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación (en los
casos de SNEEP y SNEJ); pese a que han habido varias reformas institucionales en el país,
éstos no han sido alterados en cuanto a su contenido informativo ya que cuentan con series

2 La Ley Nº 22.117 y su modificatoria Ley Nº 25.266, disponen la recopilación de información


estadística sobre hechos presuntamente delictuosos registrados por las policías y fuerzas de seguridad
en todo el país y establecen la obligación de remisión de información que tienen en materia de
estadística criminal.

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históricas de datos de una continuidad excepcional en el contexto latinoamericano (el SNIC,


por ejemplo, cuenta con una de las series históricas más extensas de Latinoamérica).

A modo esquemático, se pueden diferenciar dos grandes patrones teóricos a la hora de


abordar la problemática de la Seguridad Democrática. Cada uno de estos modos de
interpretar la problemática involucra un marco de pensamiento y actuación, es decir,
distintas formas de pensar y de actuar; de allí que puedan considerarse paradigmas o
modelos teóricos, no en el sentido de modelo “ideal” o como ejemplo, sino en tanto
esquema o abstracción para describir la realidad a partir de sus características
fundamentales. Cabe aclarar que, si bien estos modelos surgieron en distintos momentos de
la historia, muchas veces suelen presentarse de manera conjunta y solapada en la práctica
o incluso, pueden convivir en una misma gestión de gobierno.

En este sentido, se identifica un primer modelo de seguridad, que imperó de manera casi
dominante hasta mediados o fines de la década de 1990 en Latinoamérica que se ha
denominado ‘paradigma del orden’ (BINDER, 2009) o modelo tradicional de
seguridad. Siguiendo a Young (2012), este paradigma no parte de un diagnóstico o análisis
realista que reconoce las “imperfecciones” de nuestras sociedades – es decir, considerando
que el conflicto es propio de las relaciones sociales-, sino que parte de la premisa de que
vivimos en el mejor de todos los sistemas sociales y que el delito y el desorden constituyen
una “desviación” que se debe corregir necesariamente. Así, se concibe al delito como algo
externo a la sociedad, como si no fuera resultado del sistema social en el que surge, y
propio de él, y como si se pudiera “extirparlo” o sacarlo de raíz sin modificar ningún aspecto
de la sociedad o del sistema social en el que opera.

De esta forma, el miedo y la incertidumbre actuales se canalizan en la imagen de un


delincuente omnipresente y omnipotente, es decir, que está en todas partes y todo lo
puede, y se piensa que proponiendo una “guerra contra el crimen” sobre determinados
sectores que “causan” ese desorden o delito, se podría retornar a ese “mundo ideal”. Este
proceso se produce a través de la creación de un chivo expiatorio: nuestros temores se

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concentran en la imagen de un delincuente joven, violento, que no sólo nos agrede sino que
es incapaz de comprender que lo que hace está mal. Sin duda, este individuo existe, pero
también él es un chivo expiatorio al que recurrimos para canalizar esos miedos difusos
sobre una imagen concreta. (BINDER, 2009)

Este paradigma trae aparejadas dos problemáticas:

- Se culpabiliza del delito y del desorden a determinados grupos específicos


(los pobres, los extranjeros, etc.) cuando, en realidad, existen múltiples sectores
sociales que cometen delitos de distinto tipo. Por ejemplo, las clases altas no suelen
cometer delitos en el espacio público (delitos callejeros como el arrebato o el hurto)
pero sí suelen estar involucrados en los denominados “delitos de cuello blanco”
(como evasión de impuestos, fraudes, estafas), que se cometen mediante otras
técnicas no tan visibles pero sí de gran perjuicio para la sociedad. Al considerar que
un solo sector social es el que delinque, se pasan por alto otro tipo de delitos y se
reduce el problema a tan sólo una de sus dimensiones, lo que impide reconocer lo
complejo que es el fenómeno y las múltiples formas en que se manifiesta.

- Se invierten las causas y los efectos: en lugar de identificar los problemas de la


sociedad que dan lugar a la delincuencia como uno de los efectos de algunos
fenómenos sociales, el crimen se percibe como un problema autónomo, como un
fenómeno ajeno a la sociedad que puede extirparse sin modificar el orden social.
Esta postura parece ignorar que la violencia y el delito son parte constitutiva de todo
orden social, resultantes de fenómenos sociales, por lo que no pueden modificarse
sin abordar conjuntamente otros aspectos de la realidad social.

Las prácticas propias de este paradigma ‘del orden’ o tradicional promueven el


policiamiento de la seguridad (RODRÍGUEZ, 2013, SAIN, 2008), es decir, abordan la
problemática únicamente a partir de acciones que incrementan la presencia policial, las
detenciones a partir de la intervención policial en la vía pública, las penas y la tasa de
encarcelamiento. La información criminal, para este paradigma, sirve únicamente
para exhibir los resultados en esos términos, es decir, para mostrar el incremento
de las detenciones, penas, encarcelamiento y presencia policial.

Con respecto a los resultados de las políticas en materia de Seguridad fomentadas por
este paradigma tradicional o del orden, la experiencia histórica muestra que el aumento de
la presencia policial, de las penas y detenciones o el encarcelamiento no reducen el delito
(Sozzo, 2004;; ZAFFARONI, 2002; RODRÍGUEZ, 2013), por el contrario, lo incrementan. La
experiencia de países anglosajones demuestra que los largos períodos de alza del delito

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fueron acompañados de incrementos exponenciales de la tasa de encarcelamiento. Las


detenciones y el incremento de la población penitenciaria no reducen ni previenen
el delito, por el contrario, reproducen la problemática. Una verdadera prevención
del delito debiera abordar las causas del fenómeno y evitar que el delito se produzca
y no intervenir una vez que el delito ya ocurrió (que es el tipo de intervención característico
de las instituciones penales).

La presencia policial sin planificación tiene como consecuencia la detención del ‘eslabón
más débil’ de la ‘cadena delictiva’, el que comete los delitos “comunes” y/o el que delinque
en la vía pública (según los datos del SNEEP, en el 2011, éstos representan alrededor del
50% de los motivos de encarcelamiento mientras los homicidios dolosos alcanzan el 11%
sobre el total3). Al aislarlos de la sociedad en las cárceles se rompen los vínculos del
detenido con el “afuera” y se fortalecen los lazos con las demás personas privadas de su
libertad, lo que dificulta su posterior reinserción en la sociedad y el acceso a formas
legítimas de obtención de ingresos.

Por estas razones, las prácticas del paradigma del orden retroalimentan el círculo
del delito y la violencia, criminalizan únicamente a determinados tipos de delitos y
delincuentes y no a otros - no se criminalizan los denominados “delitos de cuello blanco” u
organizado-, y no se abordan las causas de las problemáticas. Este último factor impide que
las acciones tengan efectos sobre el largo plazo.

Por el contrario, el paradigma democrático de gestión de la


Seguridad aborda la problemática de manera integral,
reconociendo sus múltiples causas; requiere la acción
articulada de diversas agencias estatales (es decir, no sólo
mediante la intervención policial), con el objetivo de intervenir
sobre las causas de las problemáticas y, de esta manera, lograr
resultados en el corto, mediano y largo plazo.

Como se puede ver en el siguiente esquema, el paradigma democrático concibe la


transgresión de las normas y los delitos como fenómenos que son resultado de la
desigualdad y la exclusión presentes en la sociedad, a diferencia del paradigma

3 Fuente: http://www.jus.gob.ar/areas-tematicas/estadisticas-de-politica-criminal/mapa.aspx

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tradicional que concibe a los delincuentes y los delitos como cuestiones externas a la
sociedad.

En el paradigma democrático de la Seguridad, la información criminal ocupa un lugar


fundamental, dado que posibilita conocer la realidad sobre la que se debe
intervenir, identificar sus causas y sus patrones de comportamiento, a fin de
delinear acciones orientadas a las problemáticas reales, eficaces y eficientes,
mediante el conocimiento constante de los efectos de las intervenciones sobre el
territorio. Esto permite operar sobre el fenómeno a partir de una gestión informada que
facilite el diseño de acciones preventivas (y no sólo reactivas) para la conjuración del delito;
es decir, poder prevenir el delito en lugar de reaccionar contra el delito.

En estos términos, la prevención resulta fundamental porque nos permite anticiparnos a


los hechos y contribuir a la reducción del delito y la violencia teniendo en cuenta que se
trata de problemáticas complejas multicausales, imposibles de revertir sin una acción
multiagencial (es decir, la acción coordinada de varias agencias del Estado).

Por otra parte, la planificación estratégica también resulta fundamental, dado que
permite tomar decisiones que no son meramente reactivas sino que apuntan a la generación

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de efectos en el corto, mediano y largo plazo. Para contar con capacidad de planificación y
prevenir el delito, uno de los principales escollos es la falta de información de calidad,
oportuna y confiable. En palabras del criminólogo Alberto Binder:

“Un sistema de gobierno democrático de la seguridad ya no puede funcionar con


el viejo sistema de los informantes policiales ni con una inteligencia policial,
pobremente politizada y normalmente carente de análisis precisos. Buena parte
de la eficacia de la política de seguridad se juega en esta capacidad de
recolectar, sistematizar y analizar información. Tarea que se vuelve más
dificultosa cuando se trata de coordinar y sistematizar información producida por
distintas instituciones instaladas en todos los niveles estatales. Más trabajoso
aún es tener algo de información cuando no se está en el gobierno y se quieren
elaborar planes para el futuro. En definitiva, construir las nuevas oficinas de
información que requiere una política moderna y democrática de seguridad es
una de las tareas principales. Se debería exigir que ello se haga de inmediato, y
se comparta esa información con los diversos sectores políticos, porque caso
contrario se dificulta mucho las posibilidades de preparación de planes de
gobierno futuros.” (BINDER, 2010)

Como se puede observar en el próximo esquema, cuando se cuenta con información


criminal de calidad, las acciones en Seguridad pueden ser evaluadas y mejoradas
constantemente, lo que permite incrementar su eficacia y eficiencia.

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En el punto anterior se definieron las características de la gestión de la información y su


importancia en relación con las distintas formas de pensar la problemática de la Seguridad
Democrática. En este apartado se tendrán en cuenta los usos de la información en relación
a los distintos modelos que se pueden emplear para la gestión de las Fuerzas Policiales y de
Seguridad.

En forma amplia, se pueden distinguir dos modelos de policiamiento: el modelo


tradicional y el modelo alternativo. Cabe destacar que el concepto de “modelo” no
implica un estado ideal que se deba alcanzar sino que incluye una serie de herramientas
que facilitan el análisis y colaboran con la implementación de cambios y reformas al interior
de las estructuras policiales.

Si bien se utilizan estos modelos con fines didácticos y para simplificar el análisis, en la
práctica estos paradigmas no son reconocibles en formas totalmente puras; por el contrario,
se cruzan, complementan y retroalimentan entre sí. Por ejemplo, respecto del modelo
tradicional de policía y los usos de la información, resulta importante destacar que presenta
una fuerte correlación con el paradigma del orden presentado en el apartado anterior.
Asimismo, el modelo alternativo de policiamiento, que se verá con más detenimiento en
este apartado, se conecta muy estrechamente con el paradigma democrático de la
Seguridad.

Modelo tradicional de policía

El modelo tradicional de policía parte de la idea de que la comunidad puede


influenciar a la policía de forma negativa (corrupción, intereses políticos espurios,
manipulación, etc.). Por lo tanto, la policía debe mantenerse lejos de la sociedad y
trabajar para la comunidad. Este modelo se expande durante los años treinta, tomando
como base el modelo de organización de las Fuerzas Armadas; es decir, se organiza
alrededor de una perspectiva belicista (ligada a la guerra) y asentada en el principio de la
ocupación territorial y la vigilancia de las personas como eje.

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De este modo, el modelo tradicional de policía se fue conformando como un dispositivo


estatal para la gestión de conflictividades y funciona como instrumento de disciplinamiento
social de los sectores subordinados y excluidos. (SAÍN, 2012)

Este modelo está basado principalmente en tres presupuestos operativos:

1. Patrullaje preventivo: patrullaje en forma de cuadrícula para generar presencia


disuasiva.
2. Respuesta rápida: la eficiencia policial está basada en llegar rápidamente al
lugar del hecho.
3. Investigación científica del delito: como el accionar policial está orientado a la
intervención postdelictual, es fundamental desarrollar un aparato operativo al
servicio de la investigación: laboratorios, bancos de datos, fotografías, etc.

La idea de castigo resocializador complementa este modelo, en el cual la persona que


comete un delito es rápidamente detenida y reeducada mediante la internación en una
institución penitenciaria.

En este modelo, la información criminal es utilizada para analizar los hechos


sucedidos con el objetivo de mejorar la operatividad policial y sus líneas de
inteligencia. Es decir, por un lado, la información es usada para observar la
eficiencia en las respuestas y en el accionar policial y, por otro, para realizar
tareas de inteligencia y profundizar la investigación del delito.

Nuevo modelo policial

El modelo alternativo de policiamiento se origina durante la década del sesenta en


Estados Unidos frente al agotamiento del modelo tradicional (de corte punitivo). La
demanda de mayor participación, el abuso policial y la violencia institucional dieron lugar a
la aparición de este nuevo modelo de gestión policial. A la vez, diversos estudios de impacto
de las intervenciones policiales demostraron que el patrullaje preventivo no era eficaz. Otros
estudios también señalaron que el número de hechos esclarecidos seguía siendo muy bajo
respecto al total de sucesos acaecidos pese al esfuerzo y la inversión puestos para el
esclarecimiento de los mismos mediante la investigación científica.

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También debe destacarse que la implementación periódica de la encuesta de


victimización en Estados Unidos, permitió contar con mayor conocimiento de la denominada
cifra negra del delito otorgando una imagen más amplia y acabada de la situación criminal y
puso en primer plano la sensación de inseguridad. Esto influyó en el surgimiento de un
nuevo desafío en la gestión de la Seguridad: ya no implicaba únicamente disminuir los
delitos sino también de mejorar la sensación de seguridad percibida por los ciudadanos.

El modelo alternativo de policía se basa en el conocimiento de la situación


delictiva que permite generar diversas intervenciones antes de que se produzca el
delito. Es decir, se pone el acento en la intervención anterior al hecho en lugar de centrarse
en las actuaciones posteriores o reactivas para aprehender y castigar al sujeto después de
producido el delito. (SOZZO, 2004)

Por lo tanto el accionar policial se traslada de una práctica punitiva (‘de castigo’)
hacia una práctica preventiva. Este nuevo modelo apunta a mejorar las estrategias de
gestión de conflictos sin acudir a la violencia como único medio de acción frente a éstos.
Para trabajar a partir de intervenciones preventivas se debe contar con
información de calidad en tiempo y forma.

Esta información permitirá construir mapas del delito con hot spots o puntos calientes; es
decir, aquellas zonas de mayor ocurrencia de un problema. Un hot spot se da cuando en un
lugar, instalación o pequeña área geográfica, ocurre una cantidad inusual de delitos que son
perpetrados por diferentes delincuentes. Los delitos involucrados no tienen que ser
necesariamente iguales. (VELASCO Y BOBA, 2000) El patrullaje a partir de hot spots
permite maximizar los recursos disponibles, generar efecto disuasorio y redireccionar los
esfuerzos hacia los lugares reales donde se cometen delitos, en detrimento del despliegue
de recursos que supone el patrullaje a partir de cuadrículas.

Respecto a la forma de funcionamiento dentro de la Fuerza, se aboga por un esquema


descentralizado que permite, en primer lugar, una mayor especialización entre
policías preventivas y de investigación y, en segundo lugar, una mayor proximidad
con las tareas y necesidades de las comunidades y de la vida local. (BINDER, 2000)
Por otra parte, el quiebre de la lógica vertical ayuda a la desburocratización de las policías,

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lo que colabora a mejorar el tiempo de las respuestas, facilitar la resolución de conflictos y


dar respuestas más eficientes.

Este modelo se apoya y tiene como insumo el uso de información


criminal. En este caso, la información criminal permite identificar los
problemas que aquejan una zona, territorio y/o comunidad ya que
conocer los problemas de antemano ayuda a realizar intervenciones “a
medida” y predelictuales o preventivas. No es posible intervenir de
modo eficiente si no se conocen, por un lado, cuáles son los problemas
y delitos que ocurren y, por otro, dónde, cómo y cuándo suceden. El
uso de información es la herramienta que permite el desarrollo de un modelo
de policía con mayor profesionalidad y más certeza en la detección del delito, a
fin de reducir el número de delitos acaecidos mediante la prevención y,
fundamentalmente, disminuir el uso de la fuerza en las intervenciones
policiales.

Policía comunitaria

Dentro del nuevo modelo de policía se destaca la incorporación de la policía comunitaria.


Este modelo policial tiene características propias enfocadas a mejorar la relación
entre la comunidad y la agencia policial para generar acciones conjuntas de mejora de la
vida social y disminución del uso de la violencia. (TROJANOWICZ Y BOUQUEROUX, 1994)

Las características principales de este modelo se pueden resumir en los siguientes


puntos:

1. El accionar de la policía comunitaria se basa en la relación entre ésta y la


comunidad. Ambas partes deben trabajar en conjunto para identificar y resolver los
problemas que se presentan en un territorio, ya se trate de delitos o de mejorar la
convivencia ciudadana. Esta policía tiene funciones más amplias y abarcativas que la
policía de corte punitivo.

2. Busca equilibrar la necesidad de mantener una respuesta policial rápida y


efectiva al delito individual con el desarrollo de nuevas iniciativas proactivas
para resolver problemas de la comunidad pensadas “a medida” de la misma.

3. Los agentes tienen autonomía para actuar como mediadores y


solucionadores de problemas. Para lograrlo se debe contar con una organización

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descentralizada y funcionando en red a fin de mejorar la autonomía de respuesta y la


acción policial.

4. El modelo apunta a que la solución de los problemas no sea mitigadora o


de corto plazo, sino que, por el contrario, opere sobre las causas reales,
identificándolas y generando abordajes junto a la comunidad.

5. Se amplían las tareas policiales respecto a las llevadas a cabo en el modelo


tradicional. Aunque se mantienen las capacidades básicas de la policía, las funciones se
amplían en múltiples tareas relacionadas con la organización de la comunidad en la
prevención proactiva del delito.

En resumen, se puede afirmar que la policía tradicional trabaja “por” la


comunidad, mientras que en el nuevo modelo se trabaja “con” la comunidad.
Detrás de esta idea está la noción de que la comunidad tiene tanto (o más) conocimiento y
percepción de los problemas que la propia policía, idea que puede generar ciertos niveles de
resistencia por parte de la organización policial.

Desde el punto de vista de la gestión de la información, una ventaja


importante a destacar en la relación entre una policía y una comunidad
fuertemente unidas y enlazadas, es la corriente de información que
se genera. La utilización de esta información para la identificación de
problemas y las estrategias a seguir permite generar mejores respuestas e
intervenciones preventivas.

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Las estrategias de prevención, como su nombre lo indican, tienen por objeto evitar la
comisión de un delito antes de que efectivamente ocurra. A partir de ello, se pueden
identificar tres modelos básicos de prevención:
a. Prevención Situacional y Ambiental
b. Prevención Social
c. Prevención Comunitaria

a. La Prevención Situacional y Ambiental se sustenta en la teoría de elección


racional en la que se asume que el delincuente toma decisiones evaluando la relación
‘costo-beneficio’ al momento de cometer un delito. Este tipo de modelo racional supone que,
para la ocurrencia de un delito, se deben conjurar tres elementos, conocidos como triángulo
del delito: una víctima vulnerable, un delincuente motivado a cometer el hecho y una
situación de oportunidad.

En este contexto, la prevención situacional se dirige a reducir las oportunidades


para la comisión de delitos por parte del delincuente, hacerle más costosa la
oportunidad para su accionar, incrementar el riesgo real o percibido de ser detectado y
reducir el temor de la comunidad. Para ello, las acciones promueven cambios en la situación
y el ambiente, con el objeto de reducir la victimización y mejorar la percepción de seguridad
del individuo.

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Las modificaciones en la situación pretenden persuadir al delincuente para que


su elección sea no cometer el delito; respecto al ambiente, se busca reducir las
posibilidades de generación de lugares inseguros mediante el diseño urbano y
ambiental. De este modo, las potenciales víctimas podrán circular sin temor y aprovechar
la vigilancia natural de lugares bien diseñados; sin embargo, para lograr este resultado es
necesario que se den las dinámicas sociales que reduzcan las percepciones de inseguridad
de los lugares intervenidos.

La principal crítica a estas teorías racionales las plantea Crawford (1998), quien
destaca que las decisiones racionales no se encuentran presentes en todos los tipos
de delitos. Este comportamiento es más plausible en delitos contra la propiedad, no así en
aquellos que involucran una alta dosis de violencia. O’Malley (1992) resalta que esta teoría
abstrae al individuo del contexto social o estructural en el que se desenvuelve. De esta
forma, se atienden los síntomas del delito y no las causas del mismo.

La implementación de este tipo de estrategia, se basa en el conocimiento de los hechos


delictivos que ocurren en el territorio específico que se pretende intervenir. Como bien lo
anticipan las críticas, seguramente la información relacionada a los delitos contra la
propiedad será usada como indicador para la identificación de las zonas a intervenir. Esta
información arrojará datos sobre la frecuencia de determinados delitos, franja horaria de
mayor ocurrencia, tipo de víctima más vulnerable, modalidad empleada para la comisión del
delito, etc. Dependiendo del nivel de desagregación con que se cuente, se podrá diseñar
una estrategia adecuada y enfocada a la reducción de un delito específico.

No se debe olvidar que es necesario complementar la información estadística de los


hechos delictivos con el diagnóstico y relevamiento de condiciones físicas del lugar, a fin de
identificar puntos clave de intervención en cuanto a necesidades de mejoras o
modificaciones urbanas que incrementen la percepción de seguridad de quienes transitan la
zona y disuadan al delincuente de la comisión de delitos en el lugar.

Durante y después de la implementación, es fundamental continuar con la recolección de


información de estadística criminal y, de ser posible, desarrollar alguna encuesta de
percepción sobre la población beneficiaria de la política, de manera que pueda realizarse
una evaluación cuantitativa del impacto de la medida de prevención situacional y verificar

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su efecto en la reducción de determinado tipo de delito o en la percepción de seguridad de


los individuos afectados.

b. La Prevención Social está dirigida a abordar las causas de la delincuencia,


entendiendo que ésta se explica como un fenómeno social complejo en el que influyen gran
número de variables tanto sociales como ambientales. Las políticas están enfocadas a la
población de ofensores y son, en su mayoría, políticas sociales que trabajan en el
contexto en que se desenvuelve el delincuente, ya que se considera que éste está
siendo influido por ese entorno.

Esta construcción teórica se encuentra dividida en dos corrientes principalmente: las


teorías del control y las teorías sobre el reforzamiento de la conformidad. La
primera, desarrollada por Hirshi (2003), alude al delito como resultado de una socialización
defectuosa; por lo tanto, implementa las estrategias de prevención, enfocadas en el control
social en la escuela y la familia, principales ámbitos de socialización del individuo. En este
marco, los delincuentes son una subclase que no se encuentra ni moral ni culturalmente
incluida en la sociedad.

La teoría sobre el reforzamiento de la conformidad es desarrollada por Merton


(1965), quien parte del supuesto de que la sociedad (norteamericana) presenta una
disociación entre las metas culturales y los medios institucionales para alcanzarlas. Esta
disociación hace que el individuo tenga que adaptarse individualmente para alcanzar dichas
metas, debido a que las oportunidades no están distribuidas equitativamente en la
sociedad; en consecuencia, habrá quienes tengan un comportamiento divergente para la
consecución de estos objetivos.

En este marco, las estrategias preventivas se dirigen a modificar la estructura de


oportunidades (legítimas e ilegítimas) disponibles en los grupos sociales más
bajos, de tal forma que no tengan incentivos para desviarse con adaptaciones
ilegales para la consecución de los objetivos culturales impuestos por la sociedad.
Por ello se actúa sobre los factores de riesgo de los individuos como el género, la
personalidad y los comportamientos individuales, las influencias familiares, las condiciones
de vida, las influencias de la escuela, las presiones del grupo de pertenencia y las
oportunidades ocupacionales.

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Uso de la Información Criminal para la Gestión de
Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

La mayor dificultad que se presenta con este tipo de estrategias es que, inicialmente, es
difícil establecer relaciones de causalidad entre los factores identificados y el delito, es decir,
definir cuándo pueden ser causa o efecto; por otra parte, si se revisan los factores de
riesgo, algunos resultan muy complejos de intervenir.

La información necesaria en este tipo de estrategia se relaciona con toda aquella que
esté disponible en la población de ofensores. Se requiere además de la información
identificatoria, la relacionada a las condiciones socioeconómicas de los individuos, familia y
entorno social en el que se desarrolla. De esta forma, se podrá realizar una caracterización
de la población objeto de la política.

Como bien lo describe la estrategia, se requiere toda información (cuantitativa y


cualitativa) que permita determinar las causas del comportamiento delictivo de la
población objeto de estudio y relacionarlo con el contexto social en el que se
desenvuelve. Con seguridad, este tipo de intervención requiere la articulación de un
entramado interinstitucional para la atención, protección y seguimiento de los individuos
amparados por la estrategia preventiva.

Se debe tener en cuenta que este tipo de estrategia corresponde a horizontes de


intervención de mediano y largo plazo. Se trata de políticas de intervención social que
no producen resultados inmediatos ya que solo después de un tiempo determinado se
podrá ver el resultado y comprobar si se han desarrollado los mecanismos adecuados para
que la población objetivo no haya reincidido o iniciado prácticas delictivas.

c. La Prevención Comunitaria involucra a la comunidad como co-responsable de


la gestión. Es decir, la comunidad participa del diagnóstico, de la generación de soluciones
y de la evaluación y seguimiento de las medidas implementadas. Este tipo de estrategia se
solapa con acciones identificadas en la prevención situacional o en la prevención social; la
comunidad es, simultáneamente, sujeto y objeto de la implementación de estrategias de
este tipo. Según Pavarini (1994) esta estrategia busca “la participación social de aquellos
que comparten un espacio o unos valores y pretende reconstruir el control social del
territorio por parte de quien lo habita”.

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Uso de la Información Criminal para la Gestión de
Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

Entre las dificultades más relevantes de este tipo de estrategia figura el lograr
el consenso de la comunidad y la participación de miembros representativos, ya
que en su mayoría quienes lo hacen son un grupo pequeño y marginal del que pretenden
representar; no se debe omitir la dinámica interna de estas comunidades intervenidas con el
espacio urbano (desde lo político, económico, social, religioso, cultural, etc.) y su dinámica
externa con el resto de espacios sociales.

Como bien se aclara, este tipo de estrategia suele estar solapada con la
situacional o la social en términos de ejecución, por cuanto la construcción de la
información dependerá de la tendencia de la intervención. Seguramente, se requiere
información estadística delictiva del territorio al que pertenece la comunidad a la que se
invita a participar de la gestión de política; también es necesario relevar información
cualitativa respecto a la identificación de las problemáticas que los aquejan y a su
percepción respecto a las situaciones de riesgo para su seguridad.

Es importante en este tipo de gestión contrastar la información institucional con la que


genera la comunidad, haciéndolas complementarias y no excluyentes, a fin de que los

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Uso de la Información Criminal para la Gestión de
Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

participantes (comunidad e instituciones) intervengan en la construcción objetiva del


diagnóstico, definición, alcance de los objetivos de la intervención y en la posibilidad que,
desde la comunidad, se realice el seguimiento y evaluación de la gestión propuesta.

Como se evidencia a través de las tres estrategias explicadas,


independientemente de cuál de ellas decida implementar el
hacedor de política, es necesario, en todos los casos, partir
de un diagnóstico que se construye con información
cuantitativa y/o cualitativa para definir la población y
objetivo de la política. Es fundamental continuar con el
relevamiento de la misma información durante y posteriormente a
la implementación de las acciones escogidas. Solo así las
estrategias implementadas podrán ser objeto de evaluación,
mejora y/o corrección.

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Uso de la Información Criminal para la Gestión de
Políticas y Estrategias de Seguridad Democrática.

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