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DICCIONARIO IDEOLÓGICO

Atlas léxico de la lengua española


CLAVES PARA EL USO

Rafael del Moral


Rafael del Moral

Clasificación ideológica
L as palabras son unidades teñidas de magia. La re-
flexión sobre la manera de manejarlas, de tratarlas,
de acariciarlas o vilipendiarlas debe conducirnos a
un mejor uso, a un acuerdo con nuestro pensamiento que
nos facilite dar justo nombre al entorno. Las palabras, las
expresiones, llegan a turbar, a conmocionar o sobrecoger,
e igualmente a encantar, hechizar o seducir, y también
con ellas conseguimos rehusar a quien molesta o inclinar
a quien cautiva. Pueden pasearse por la mente y compla-
cerla o herirla junto con asuntos transcendentes o trivia-
les, réplicas inofensivas o insultantes, interpretaciones
llevaderas o doloridas. Esa habilidad mental o expresiva
para ponerle nombre a las cosas ha sido y sigue siendo
privilegio de unos cuantos sabios, y desdicha de quienes
no han sido capaces de llamar a las cosas como más con-
viene. Y como la realidad no es sino la lectura que hace-
mos de ella con las palabras, más vale emparejar los con-
ceptos con las voces que más favorece la comunicación.
Rafael del Moral

LA TRADICIÓN DE DICCIONARIOS IDEOLÓGICOS

L
a voluntad de repertoriar el léxico de una lengua
se inició con una de las grandes de la humani-
dad, el griego. Lo hizo el gramático y retórico
Julius Pollux, nacido en Náucratis, Egipto, hacia
el año 135. Vivió unos cincuenta y siete años y redactó
una tipificación de palabras que llamó Onomasticon, algo
así como «libro para dar nombre a las cosas». Lo dividió
en diez partes y lo clasificó por materias. Sirvió para cono-
cer, entre otros términos, los objetos de la vida diaria, lis-
tados de insultos, los adjetivos que frecuentan la descrip-
ción de una obra literaria. En el año 1502, época del rena-
cimiento aquella obra se versionó al latín, en Venecia, y
resultó particularmente útil para una mejor contempla-
ción del mundo clásico heleno.

El Amara Kosha, el «vocabulario inmortal» o «tesoro


de Amara» es una clasificación de unas 10.000 palabras
del sánscrito dividida en tres partes. Lo redactó hacia el
año 375, en estructurado esquema, el gramático y erudito
Amara Simha, tal vez un monje budista. Tenía la intención
de servir como ayuda a la memoria en la búsqueda de pa-
labras olvidadas. Hoy se considera un libro clásico de
permanente referencia.
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Las clasificaciones ideológicas cayeron en el olvido,


como tantos otros asuntos re-
lacionados con el conocimien-
to científico, hasta que Peter
Mark Roget publicó en 1852 su
Thesaurus of english words
and phrases classified and
arranged so as to facilitate the
expression of ideas and assist
in literary composition, hoy
conocido como Roget’s The-
saurus. Aquella brillante clasi-
ficación fue admirada y consul-
tada por los usuarios como uno de los grandes dicciona-
rios ingleses. Consiguió el Thesaurus de Roget una catego-
rización y ordenamiento tan útil e interesante que aún
hoy ocupa un lugar en los hogares anglófonos con la mis-
ma frecuencia y uso que el Petit Larousse preside las con-
sultas de los usuarios francófonos, o el
Diccionario de la Real Academia Española
los acuerdos lingüísticos o discrepancias
de los hispanohablantes. Se sirven los
anglófonos del diccionario onomasiológico
o de significantes con la misma naturali-
dad con que el resto del mundo usa el al-
fabético y no echan de menos la modali-
dad acostumbrada, a pesar de que las palabras ocupan un
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lugar sin las tradicionales explicaciones que las visten de


sentido.

El mundo francófono, interesado por un instrumento


de parecido servicio y provecho, adaptó la estructura en
un diccionario publicado por la prestigiosa editorial La-
rousse. Hoy gana terreno en su uso, cada vez más amplio.

La lengua portuguesa cuenta con la disposición clasifi-


catoria de Carlos Spitzer llamada Dicionário analógico da
língua portuguesa (1952), obra inspirada en la de Roget. Y
la lengua rusa ha desarrollado el Tematichekii slovar russ-
kogo iasika [Diccionario temático de la lengua rusa]
(2000), distante también de la alfabetización
y con tantas variantes y especificidades que
sirve de valiosa ayuda a sus usuarios.

Nadie se interesó, sin embargo, por cons-


truir ese entramado para la lengua española.
Y no parece adecuado pensar que se trate de menospre-
cio a tan interesante modo del conocimiento, no, más va-
le explicarlo diciendo que, cuando pudo interesar, cuando
pudo interesarnos, apareció un lingüista excepcional, an-
tecesor de una lexicógrafa única: eran Julio Casares y
María Moliner.
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Julio Casares Sánchez


nació en Granada vein-
titrés años antes que Mar-
ía Moliner, en 1877, y mu-
rió en 1964, diecisiete
años antes que ella. La
historia lo conocerá y re-
cordará por su original
legado, recogido en un
manual lexicográfico, ya
clásico, su Diccionario
ideológico de la lengua
española. El trabajo aúna
rigor y amenidad dentro de un nuevo concepto para
abordar el estudio de los significados de las palabras y las
relaciones de afinidad establecidas entre ellas. Casares
estudió derecho, que no lingüística, en 26 la Universidad
De Madrid, pero también… música. Con veintinueve años
accedió a su primer empleo: formar parte como violinista
en la orquesta del Teatro Real de Madrid. Pero aquello no
le proporcionó estabilidad económica alguna. Necesitado
de actividad laboral menos sujeta a los vaivenes de la for-
tuna tuvo que buscar otra cosa. Y no se protegió en la ju-
risprudencia, que era su formación, ni en la enseñanza,
amparo de tantos lingüistas, ni siquiera en la vida bo-
hemia y variada de los músicos, no, en nada de eso: hubo
de trabajar durante algún tiempo en…un taller de ebanis-
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tería. Abandonó por entonces toda actividad remunerada


y se concentró en la preparación de unas oposiciones pa-
ra funcionario en el Ministerio de Estado, es decir, el ca-
mino que tanto ha asegurado la estabilidad de los espa-
ñoles durante el siglo XX. Lo demás, como tantas veces
ocurre, fue una carrera guiada por el trabajo y las favora-
bles influencias del azar. Interesado por las lenguas orien-
tales, y estudioso por libre de aquéllas, fue nombrado
agregado cultural en la Embajada de España en Tokio. Le
interesaba el japonés, pero también el fenómeno lingüís-
tico. De regreso a Madrid cultivó los círculos intelectuales,
escribió ensayos y artículos relacionados con la lengua y la
literatura, ganó prestigio intelectual y, en su progresivo
ascenso en puestos de la Administración, fue nombrado
delegado de España en la Sociedad de Naciones, con sede
en Ginebra, y más tarde miembro de la Real Academia
Española, y luego, en 1936, secretario perpetuo. Desde
cargo tan privilegiado, presentó en numerosas ocasiones
el proyecto de elaborar, en equipo, su Diccionario ideoló-
gico. No creyeron en él. Los académicos se mostraron tan
reacios a su idea como a incorporar algunas de las pro-
puestas metodológicas a las técnicas lexicográficas tradi-
cionales que regulaban la revisión periódica del Dicciona-
rio de la Real Academia Española. Ante la falta de entu-
siasmo, Casares emprendió por cuenta propia la redac-
ción de su legado. Trabajó en su diccionario tal vez unos
quince años, y lo publicó en 1942. Aquella primera edi-
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ción, revisada en la posterior, encontró su versión defini-


tiva en 1959. Desde entonces sus listados permanecen
vírgenes, invariados. Nadie los ha modernizado. Casares
había tenido la ocasión de conocer los grandes dicciona-
rios ideológicos que enriquecían la lexicografía inglesa,
francesa y alemana sembrada por Roget. La parte alfabé-
tica no ofrece novedad: es un mero listado de palabras
con su significado. La primera parte, que él llama sinópti-
ca, es una atractiva clasificación de ideas en cuarenta
páginas. La central, la llamada analógica, recoge su verda-
dera aportación al estudio del léxico. Pero a diferencia de
las obras europeas, Casares no se atrevió a abordar el re-
volucionario orden semántico o lógico, o de significados,
y, más conservador que sus colegas, se refugió en el al-
fabético. A pesar de todo, el lector puede partir de su
propia competencia lingüística, es decir, de las ideas ya
maduras acerca de un concepto, para llegar a todas las
palabras que lo designan o que tie-
nen alguna relación de significado
con él. Este procedimiento permite,
entre otras innovaciones, localizar
una voz desconocida a partir de una
idea aproximada del concepto gene-
ral que se busca; seguir la pista de
términos emparentados con el que se
posee, pero más precisos y exactos
que los originariamente concebidos;
Rafael del Moral

manejar toda la serie léxico-semántica de una idea o con-


cepto y, en general, tener acceso al vocabulario que inte-
gra el campo semántico de una voz. Al conjuro de la idea,
a la llamada del concepto, Casares ofrece en tropel las
voces, seguidas de las sinonimias, analogías, antítesis y
referencias. Nos regala un metódico inventario del in-
menso caudal de palabras castizas que por desconocidas
u olvidadas no prestan servicio alguno, otras cuya exis-
tencia se sabe o se presume, pero que, dispersas y agaza-
padas en las columnas, resultan inaccesibles mientras no
conozcamos de antemano su representación en la frase.
Pero lo que destaca, lo que dignifica al diccionario de Ca-
sares es que ha reunido las palabras en torno a un
hiperónimo o palabra sugerente que él concibe. Como
tantos intelectuales del siglo XX que han dedicado su vida
a la investigación, que han alejado su pensamiento del
mundo para concentrarlo en la lingüística, Casares murió
con casi noventa años, probablemente pensando más en
la vida de sus revoltosas palabras que en cualquier otra
peregrina y triste imagen de la senectud.

María Moliner Ruiz no pertenece exactamente a la ge-


neración de Casares, ni siquiera a la de los atildados lin-
güistas del siglo XX, ni a las clases académicas, ni al en-
cumbrado, y tal vez altivo, cuerpo docente, pero sí a ese
reducido grupo de personas decididas, tenaces, capaces
de cultivar con mimo y esmero el mágico y seductor
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mundo de la lexicografía. Mujer intere-


sada por las palabras y sus significados,
y para muchos marcadamente natural y
franca, al igual que Mark Peter Roget y
Julio Casares dedicó buena parte de su
vida a la composición de otra gran obra,
el Diccionario de uso del español. Lo pu-
blicó cuando contaba sesenta y seis
años. Casares lo había hecho a los se-
senta y cuatro y Roget a los setenta y tres.
Los tres repertorios son resultado de una labor indivi-
dual, solitaria, y obras de madurez, que es cuando se han
agitado, ajustado y acomodado las palabras multitud de
veces en la vida, en lecturas y conversaciones; que es
cuando la mente alcanza la cuajada y henchida riqueza
léxica. Pues bien, la obra de María Moliner es, una vez
más, el resultado de una serie de circunstancias a veces
favorables, a veces adversas, pero en una detenida lectu-
ra biográfica de la autora parece como si los contratiem-
pos hubieran contribuido a un mejor logro de sus objeti-
vos. Las grandes obras personales no son el resultado de
una minuciosa programación, sino el alumbramiento, la
conjunción de un abanico de eventos entre los que el tra-
bajo, la inteligencia y la paciencia ocupan un lugar de pri-
vilegio. Si por cualquier circunstancia Moliner hubiera de-
jado su obra a medias o casi acabada, no la llamaríamos
lexicóloga, sino bibliotecaria. Allí, entre libros, debió de
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encontrar el ambiente necesario para su trabajo. Del de-


tenido análisis de su vida y sus actuaciones descubrimos,
en primer lugar, el mundo prodigioso de su infancia y ju-
ventud. Hija y nieta de médico rural, tuvo a su alcance la
fina y delicada educación de las familias acomodadas.
Aunque nació en Paniza, provincia de Zaragoza, a la
vez que el siglo XX, a 28 los dos años ya residía en Madrid.
Su familia, según todos los indicios, tenía sólidas raíces
asentadas en una tradición liberal, y tanto ella como sus
dos hermanos estudiaron en la Institución Libre de Ense-
ñanza, cuna de tantos sabios y eruditos del siglo. Pertene-
ció a una de las primeras generaciones de mujeres univer-
sitarias: Filosofía y Letras, por entonces tal vez la única
carrera femenina, sección de historia, también única es-
pecialidad de la uni-
versidad de Zarago-
za. Y en cuanto
termina la licencia-
tura, busca, a la
temprana edad de
veintidós años, el
mismo acomodo
que Julio Casares:
una plaza de fun-
cionaria, ganada
por oposición, en el
Cuerpo de Archive-
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ros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Entre 1922, fecha en la


que empieza a trabajar como funcionaria, y 1970, año en
que se jubila, a María Moliner nadie la conoce por otro
oficio que el de bibliotecaria y conservadora de libros.
Primero en el archivo de Simancas, después en Murcia,
Valencia, y luego, en su traslado a Madrid para acercarse
a su marido, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros
Industriales. Lo que nadie puede saber muy bien es cuán-
do, ni cómo, ni por qué, inició la elaboración de su egregia
obra. Supongamos que fue hacia la década de los cin-
cuenta, y que, en labor parecida a la constancia que exi-
gen otros menesteres, pero con mente privilegiada, invir-
tió también unos quince años de trabajo…Conocemos sus
instrumentos: una máquina de escribir, un lápiz y una
goma… Y sus carencias:
nunca dispuso de un privi-
legio universitario, ni
académico, ni de otra insti-
tución, ni recibió favor al-
guno que le permitiera
desarrollar ese hormigueo
en sus búsquedas, esa cla-
sificación tan ajustada,
esas palabras y expresiones
tan propias. El hecho es
que en 1966 la editorial
Gredos, que no Espasa,
Rafael del Moral

editorial de la Real Academia Española, publicó el primer


volumen del Diccionario de uso del español, y un año des-
pués el segundo. ¿Qué hace una bibliotecaria ocupando
los espacios reservados a los profesores de universidad, a
los académicos, a los eruditos? Por entonces, sólo por en-
tonces, cuando María Moliner contaba con sesenta y siete
años, el mundo empieza a conocer su obra. Pero poca
gente se hizo eco de aquel excepcional evento. El Diccio-
nario de uso del español, y esto es lo que aquí interesa,
informa, entre otras cosas, de las ideas afines a las pala-
bras, pero también sobre los primos hermanos y primos
lejanos, y ofrece ámbitos de parentesco, pero siempre en
orden alfabético. Sus listados son interesantes, pero en la
práctica resultan poco útiles. Moliner, sin embargo, dejó
sembrados los campos.

Fernando Corripio, nacido en Madrid en 1928, murió


en 1993 también sin sospechar el re-
lieve de su obra. En 1985 la editorial
Herder publicó su aportación a la cla-
sificación del léxico. Si los diccionarios
de Casares y Moliner fueron respeta-
dos, su Diccionario de ideas afines
resultó, y sigue siendo, de gran utili-
dad. Muchas generaciones de redac-
tores de periódicos, de escritores y de
estudiantes lo tuvieron sobre su mesa
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en busca de la palabra necesitada, de ese término rápido


y expresivo que ni Casares ni Moliner proporcionaban con
la misma eficacia. Nada impedía que aquellos volúmenes
blancos y negros, el de Casares y el de Moliner, ocuparan
tan amplios espacios en las 29 estanterías de quienes a
diario necesitaban redactar. El Corripio, en definitiva, era
el que estaba a mano sobre la mesa, con los filos de sus
páginas corroídos por el uso. La reciente edición, corregi-
da y aumentada, es de gran ayuda para el estudiante, pa-
ra el redactor, para el escritor y para cualquier usuario de
la lengua. Unas veces gracias a su clasificación alfabética,
y otras a pesar de ella. Corripio ofrece torrentes de pala-
bras, agazapadas, seguidas, conectadas, palabras que
evocan en abanico posibilidades salpicadas de ideas. Co-
mo la ordenación es tradicional, es decir, alfabética, nece-
sita incorporar entradas sin más desarrollo que unos
cuantos sinónimos.

En 1995, en la gran década de la lingüística, vio la luz el


Diccionario ideológico Vox. No es éste un trabajo indivi-
dual, sino, por primera vez para este tipo de investiga-
ción, colectivo. No tiene estructura alfabética, sino, por
primera vez también, ideológica. Recoge
unas 75 000 palabras, acepciones inclui-
das, y las clasifica en 1274 grandes cam-
pos semánticos, es decir más que Roget,
pero menos que Casares, Moliner y Co-
Rafael del Moral

rripio, organizados en cinco partes. Consciente de la limi-


tación, persuadido de la dificultad de sus listados, o tal
vez en consideración al usuario tradicional, el Diccionario
ideológico Vox añade otro diccionario más: el semasioló-
gico, que duplica en extensión a los dos anteriores. Parece
como si desde el principio aceptara las limitaciones del
ordenamiento conceptual. Añadiremos que no explora en
el riquísimo campo de las expresiones, ni en los usos léxi-
cos regionales españoles o americanos. La uniformidad en
el tratamiento lo hace interesante como descripción. Re-
sulta, sin embargo, frágil, quebradizo y tan frío que no
parece haber llegado a ser una herramienta útil.

En 1998 la editorial Verbum publicó mi Diccionario


temático del español. La tipificación contiene unas 60000
palabras ordenadas en un millar de campos semánticos.
Los pasos que me llevaron a construir aquel libro se con-
funden ahora en el pasado. Tal vez quise poner un léxico
elemental a disposición de los extranjeros que aprenden
nuestra lengua y se me fue la mano y el ímpetu; o quizá
fui atacado por ese permanente gusanillo que nos dice
cosas aunque no queramos oírlas; o no
sé qué…, pero desde algún sitio me
sentía empujado a buscar, a ordenar, a
pulir, a limar, a ajustar… Hasta que le
puse fin, porque las cosas no son eter-
nas, y se lo estregué a mi editor y conse-
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jero Pío E. Serrano, a quien tanto debo. Parecía que mis


listados, tan mimados, tan permanentemente agitados,
habían de quedar, puestos negro sobre blanco, sellados
para muchos años, pero apenas habían pasado tres cuan-
do un nuevo e incontrolable anhelo me indujo a corregir,
revisar y ampliar epígrafes, campos, listas y listadillos.

ATLAS LÉXICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA

D
esde entonces, y hasta la reciente aparición en
la editorial Herder de mi Diccionario Ideológico
- Atlas léxico de la lengua española, no he
abandonado las pesquisas. Han pasado nueve
años de trabajo continuado. Durante los veranos intenso,
moderado en periodos lectivos. Y podría seguir buscando
y añadiendo y colocando palabras y expresiones, pues el
léxico es infinito, si no fuera porque he querido llevarle la
contraria a Elisabeth de Boisgrollier, mi mujer, que desde
antiguo llama a esta dedicación «el mito de Sísifo». Y co-
mo no quise darle una vez más la razón, mandé mi ma-
nuscrito al editor. Y encontré en Herder, la editorial de mi
admirado Fernando Corripio, el soporte necesario para su
difusión. No podía tener un apoyo mejor, ni pareja más
elegante, ni editorial más propicia. Espero que ahora deje
de ser mito, y también anhelo dar descanso a mi mente
Rafael del Moral

antes de que el tiempo y las palabras me sequen el cere-


bro.

Pero hablemos del Atlas léxico. La primera sorpresa


para el usuario es que el diccionario no respeta el orden
alfabético. Casares, Moliner y Corripio eligieron la tradi-
ción, y tuvieron que renunciar al orden lógico de las ideas.
Roget no renunció, de ahí su encanto, pero utilizó tantas
páginas para el índice alfabético como para el cuerpo ide-
ológico, y esa misma solución eligió el Diccionario ideoló-
gico Vox. El Diccionario temático del español optó por un
índice de hiperónimos que facilitara la búsqueda, y esa
solución me ha parecido también aquí la más práctica
aunque exija una postura activa por parte del usuario,
que ha de localizar, con ayuda de los índices, el campo
semántico por el que muestra interés. La ventaja es que si
no acierta en la primera búsqueda, la vecindad puede
ayudarle en la localización.

Mi interés consistía en dejar fo-


tografiado el patrimonio léxico en
un diccionario de orden lógico, de
campos semánticos, en un prácti-
co y versado atlas de vocablos, en
una de esas clasificaciones que ya
sirvieron para la lengua griega y
para el sánscrito, y que prestaban
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO

un envidiable servicio como fiel instrumento de consulta


al inglés y al francés y al ruso. Para ello me propuse clasi-
ficar más de 200 000 palabras y expresiones de todas las
épocas y del hispanismo actual con la intención de con-
testar a preguntas del tipo: ¿cuántas palabras dedicamos
a nombrar en abstracto o en concreto determinada reali-
dad? ¿Disponemos de la más adecuada para lo que que-
remos decir o existen otras con mayor propiedad y juste-
za? ¿Son las mismas en todos los dominios hispano-
hablantes? ¿De qué manera y en qué orden rozan sus sig-
nificados? ¿Con qué adjetivos, todos agrupados, podemos
describir la belleza de una persona, la posición de los
hombres frente a las riquezas? ¿Con qué sustantivos da-
mos nombre a los libros según su contenido o a las perso-
nas según su relación con la música? ¿De qué verbos nos
servimos para distinguir las acciones realizadas con los
brazos? ¿Cómo disponer de todas ellas de manera que los
significados se entrecrucen, superpongan, froten o acari-
cien?

Y para dar respuesta elegí un orden que permitiera


que el hablante conozca las palabras que son, las que
siendo no utilizamos, las que fueron y ya no se usan, las
que acaban de ser y las recién incorporadas, las que fre-
cuentan el uso coloquial, las ingeniosas, las que se usan
como variantes en el inmenso dominio del hispanismo y
también, por qué no, las vulgares y malsonantes.
Rafael del Moral

Muchos estudiantes, profesores, investigadores y


usuarios de la segunda o tercera lengua de la humanidad
tal vez agradezcan tener a su alcance la posibilidad de
consultar ordenadamente el léxico, el valor en sí y el rela-
cional que corresponde a cada palabra.

Los apartados, es verdad, han sido sometidos, necesa-


riamente, a la ecuanimidad del autor porque el léxico na-
ce y crece de manera desbaratada y ajustado a las capri-
chosas necesidades, porque las palabras recogen una am-
plia diversidad de situaciones en el tiempo y en el espa-
cio, y porque no existen compartimentos mágicos. Por
eso el lexicógrafo ha de transformarse en taxónomo del
mundo, en observador de la realidad visible e invisible,
concreta y abstracta, para proporcionar al usuario una
mirada lógica y, cuando menos, poco discutible, aunque
siempre debatible, de su entorno.

Los epígrafes por tanto, base de la clasificación, no son


conceptos en busca de significado, sino campos de signifi-
cados:

50.08 conferencia
discurso, parlamento, alocución, alegación, alegato, prédica, pro-
clama, argumentación, disertación, charla, enunciado,
DESPRESTIGIADO: soflama, DESUSADO: eloquio · pregón, p. literario ·
monólogo, soliloquio · INÚTIL E INSUSTANCIAL: vaniloquio, ELOGIOSO: lau-
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
datoria, panegírico, RECRIMINATORIO: filípica, catilinaria, MOLESTO: pero-
rata,
EN BOCA DE PERSONAJE FEMENINO CÉLEBRE: heroida, EN BOCA DE LA PERSONA
MUERTA: idolopeya, LAMENTO POR LA MUERTE: elegía, DESPECTIVO E IRÓNICO
speech
MILITAR arenga
RELIGIÓN sermón, homilía, plática, prédica, predicación, vespertina O
vespertino, sermón de tabla, palabra de Dios
COLOQUIAL algarabía, guirigay, chinchorrería, matraquería, explicade-
ras · MODOS: tonillo, retintín, recancanilla, locuela · música celestial
PARTES: introito, exordio, insinuación · argumentación, narración,
proposición, periodo · epílogo, epilogación · refutación
FINAL EFICAZ: peroración

La presentación de los distintos campos permite des-


cubrir las fronteras significativas entre unas palabras y
otras, elegir el término que más conviene, recordar la pa-
labra que alguna vez supimos y hemos olvidado o topar-
nos con una nueva que no sospechábamos que existía, y
también indagar o complacernos en la riqueza léxica de
un ámbito de nuestro interés:

A. Elegir el término adecuado para cada contexto.


B. Seleccionar la palabra que corresponde a un deter-
minado significado.
C. Descubrir la riqueza léxica de un determinado cam-
po de significados.
Rafael del Moral

D. Disponer, en imprevisible e inimaginable uso, de un


catálogo sistemático del léxico y expresiones de la lengua
española.

Sabemos que en el teatro hay actores, directores, es-


pectadores y tal vez recordamos al decorador, al acomo-
dador y en circunstancias especiales al apuntador, pero
rara vez tenemos en la memoria el mapa completo de las
personas que participan en la función. En el capítulo co-
rrespondiente, encontramos la exposición de todas las
palabras de ese campo sin que ninguna quede exenta de
explicación:

83.03 teatro y personas


EN GRUPO:
— compañía, comparsa, gangarilla, garnacha, COMPAÑÍA PEQUEÑA:
bojiganga, COLOQUIAL pipirijaina, farándula, DESUSADO carátula, ANTIGUO
cambaleo (SEIS CÓMICOS), ñaque (DOS CÓMICOS)
— reparto, repertorio, elenco
— coro, corista, coreuta, DESUSADO suripanta, DIRECTOR DEL CORO EN LAS
TRAGEDIAS GRIEGAS: cautor
— dramaturgo, comediógrafo, entremesista, farsista, libretista, mimó-
grafo, parodista, zarzuelista · autor de teatro
— empresario · representante, GRECIA ANTIGUA: corego o corega
— director, d. de escena,
actor, actriz
— comediante, cómico, comediógrafo, personaje, histrión, actor de
reparto, cómico de la legua, DESUSADO farsante, alzapuertas
— heroína, farsanta, histrionisa, figuranta, vedette, estrella, dama, d.
joven
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
— protagonista, primer actor, héroe · antagonista, contrafigura · su-
plente o sobresaliente · galán, galancete · intérprete, recitante, decla-
mador
— cantante, comprimario · EJECUTABA PARTE BREVE EN LAS ÓPERAS: partiqui-
no
— figurante, figura, extra, secundario, acompañamiento,
INDEPENDIENTE PARA HACER UN PAPEL: bolo, DE ÍNFIMA IMPORTANCIA: parte de
por medio o racionista · QUE CAMBIABA LA VOZ: bululú · QUE RECITABA EL
PRÓLOGO: faraute · DESUSADO, QUE HACE EL PAPEL DE ANCIANO: barba
— COLOQUIAL comicastro, farandulero, sainetero, farsista, figurón · QUE
AÑADE PALABRAS DE SU INVENCIÓN: morcillero
gracioso
— bufón, bobo, humorista, caricato, bufo, mimo, pantomimo, fanto-
che, truhán
— DISFRAZADOS: botarga, transformista, CON DISFRAZ GROTESCO: homarra-
che o moharracho o moharrache
— EN LA COMEDIA DEL ARTE: arlequín, polichinela, pulchinela, Giovanni,
Pantaleón, il bufone, il capitano, il dottore, il vecchio, principessa
COLABORADORES:
— apuntador, apunte, consueta, DESUSADO traspunte (AVISA A CADA
ACTOR CUANDO HA DE SALIR A ESCENA)
— decorador, diseñador, escenógrafo, maquillador, peluquero,
tramoyista
— acomodador, taquillero, arroje, encargada del guardarropa, porte-
ro, COLOQ sacasillas, metemuertos, metesillas y sacamuertos
— tramoyista, alumbrante
— CADA UNO DE LOS HOMBRES QUE SE ARROJABAN DESDE EL TELAR: arroje
público
— espectador, COLOQUIAL reventador, alabardero (MIEMBRO DE LA CLAQUE),
tifus (QUE DISFRUTA PASE DE FAVOR), ANT mosquetería, mosquetero (ASISTEN
Y ESTÁN DE PIE)
— concurrencia, respetable, claque (INVITADOS A APLAUDIR)
Rafael del Moral
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO

CRITERIOS DE CLASIFICACIÓN

P
artes, capítulos, epígrafes y listados, en este
orden, sirven para subordinar y encasillar pala-
bras y expresiones. La disposición se apoya en
la lógica. Partes, capítulos, epígrafes y listados
conectan al modo de un árbol, desde el tronco (partes),
pasando por las ramas principales (capítulos) y las secun-
darias (epígrafes) hasta las alejadas (listados). Una pala-
bra, un concepto, y luego otro, domina desde su significa-
do más amplio o hiperónimo al grupo de palabras o hipó-
nimos que contiene.

Pongamos un ejemplo: La palabra esfenoides, aparece


entre etmoides y vómer, y se encuentra precedida de una
brevísima explicación: HUESOS, en un listado dependiente
de otro. El hiperónimo que define este listado es nariz,
compartimiento que pertenece al epígrafe 30.02 cabeza,
del capítulo 30. ANATOMÍA, en la parte 3, que es la desti-
nada al CUERPO HUMANO. Así pues la voz esfenoides está
definida por los hiperónimos cuerpo humano, anatomía,
cabeza, nariz y hueso, que a su vez sirven para definir a
otras palabras vecinas o cercanas. Los diccionarios sema-
siológicos o de clasificación alfabética y significados son
mucho más exigentes en espacio para cada una de las ex-
plicaciones. El resto del significado queda anclado por su
Rafael del Moral

colocación en la lista: se trata de un hueso de la nariz en-


tre el etmoides y el vómer.

LAS PARTES son ocho y giran en torno al hombre y la


mujer, bloque central de la clasificación. Son la parte ter-
cera, CUERPO HUMANO, y cuarta, ESPÍRITU HUMANO. En
ellas aparecen palabras y expresiones relacionadas con el
hombre y la mujer y su entorno vital directo, así como las
que se refieren a su mente, razón o pensamiento. Las dos
primeras partes (PRINCIPIOS GENERALES y ORDEN DE LOS
ELEMENTOS) recogen los términos que, con independen-
cia de los individuos, existen de manera física o concep-
tual acerca del mundo, la tierra o el universo. Las cuatro
restantes desarrollan la convivencia (VIDA EN SOCIEDAD,
ACTIVIDADES ECONÓMICAS, COMUNICACIÓN, ARTE-
OCIO).

LOS CAPÍTULOS son unos diez para cada una de las


ocho partes y se conciben para que cualquier palabra o
expresión tenga cabida en ellos. El orden en que aparecen
respeta los principios lógicos. Todos van precedidos por el
número de la parte a que pertenecen. La tercera, por
ejemplo, se inicia con la anatomía y su entorno: primero
las que constituyen el ser (30. ANATOMÍA, 31. SENTIDOS),
a continuación las que refieren su desarrollo (32. CICLO
DE LA VIDA, 33. ENFERMEDAD, 34. SANIDAD), y luego las
necesidades alimenticias (35. COMIDA, 36. BEBIDA), para
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO

acabar con las de protección (37. CONFECCIÓN, 38.


VESTIDO, 39. VIVIENDA).

LOS EPÍGRAFES suman alrededor de 1.600 y están al


servicio del desarrollo del capítulo en el siguiente orden:
El capítulo 21, por ejemplo, PLANETA TIERRA, lo forman
24 epígrafes, que guardan continuidad lógica: los catorce
primeros están dedicados a la clasificación de nombres o
sustantivos: ciencias, historia, divisiones, mar, agua, cli-
ma, calor, frío, humedad y viento. Los tres siguientes cla-
sifican a los adjetivos y adverbios que más frecuentan el
campo semántico del capítulo: los destinados a la descrip-
ción de un territorio, el agua y la meteorología. Los res-
tantes son verbos y expresiones relacionadas con el agua
estancada y la corriente, con la lluvia, con el fuego y con
la meteorología. En los epígrafes las palabras se avecinan
por significados, yacen pegadas y seguidas en categorías y
tipificaciones:
Rafael del Moral

LOS LISTADOS superan los veinte mil y desarrollan el


contenido de los epígrafes y procuran tener en cuenta el
orden de colocación más favorable para el usuario, que es
aquel en el que la palabra o expresión se encuentra en la
vecindad de su ámbito significativo. Las palabras prece-
den a las expresiones, y éstas a las frases de comparación
ingeniosa, y quedan para el final los refranes. Los usos
cultos generalizados en el dominio del español preceden
a los relegados a regiones o provincias españolas. Siguen
los términos desusados (DESUS) y antiguos (ANT); y luego los
coloquiales (COLOQ), desprestigiados (DESPREST), malsonantes
(MALSON) y vulgares (VULG). Como estos últimos dependen
tanto de la subjetividad de los usuarios, y también de la
nuestra, y sobre todo del contexto en que se utilicen,
hemos tenido que valorar de manera muy general las vo-
ces y expresiones precedidas de estas tan sutiles marcas.
Somos conscientes de que para algunos usuarios podría
parecer malsonante lo que para otros es coloquial, por
mencionar uno de entre los muchos transvases apreciati-
vos posibles que dejamos al apego, simpatía y estima del
lector. Las voces del español de América vienen ordena-
das desde las grandes regiones (AM CENT, AM MER), hasta las
que limitan su uso a algunos países. Si varios países utili-
zan el mismo término, éstos preceden a los que no lo
comparten. En algunos casos pueden utilizarse otras or-
denaciones lógicas, como de menor a mayor (números),
de abajo arriba (medidas), aparición en el espacio (plane-
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO

tas del sistema solar) o en el tiempo (movimientos artísti-


cos), el orden también puede regirse por el criterio de uso
y, cuando no aparece una disposición evidente para la
clasificación, el listado puede recurrir al orden alfabético.

El término siesta aparece en cuatro epígrafes distintos,


en listados precedidos de la palabra guía correspondien-
te:

• 16.01 números cardinales, en el listado precedido


por la palabra guía seis, pues recuerda que es la sexta
hora en la división romana del día.

• 18.02 horas, en el listado precedido por la palabra


guía la hora, pues se alude con ella a ese momento del día
(«Sucedió a la hora de la siesta»).

• 30.09 funciones vitales, en el listado precedido por la


palabra guía sueño, pues alude a esa función del organis-
mo: «echar la siesta», expresión reflejada también en el
apartado de expresiones, precedida del hiperónimo dor-
mir.

• 86.03 canto religioso, en el listado precedido por la


expresión guía: EN ALABANZA, pues alude a las composi-
ciones que se tocaban en las iglesias por la tarde.
Rafael del Moral

El verbo regar, por su parte, figura en los siguientes


epígrafes:

• 21.19 acción y agua, encabezando un listado.

• 26.12 acciones y plantaciones, en el listado precedi-


do por la palabra RIEGO y acompañada de un listado de
acciones afines: «irrigar · aguar, inundar, anegar, embal-
sar, encharcar · rociar, mojar, humedecer».

• 36.18 beber, en el listado precedido por la palabra


guía tomar, y precedida de la abreviatura FIG, que re-
cuerda el uso retórico del verbo.

• 67.22 ganado y acción, precedida de las palabras guía


LA ABEJA, y con el significado de humedecer los vasos en
que está la cría.

LA CONSULTA

L
as palabras se alojan en células dependientes,
relacionadas mediante fronteras semánticas.
Cada una de ellas permite invitar en sus depen-
dencias a otras nuevas, a las recuperadas del
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO

pasado y también a las que, desde otras lenguas, son bien


recibidas y encajadas. Tres maneras se ofrecen para su
manejo:

a) BÚSQUEDA LIBRE por las páginas. La interpretación


del orden para navegar solicita del usuario una ligera
adaptación de su pensamiento al esquema clasificatorio, y
no se aleja de lo que muchas mentes coincidirían en con-
cluir. El orden responde a esquemas y principios tan lógi-
cos que respeta los estamentos más generalizados, y faci-
lita la búsqueda directamente por las páginas del ámbito
o campo necesitado.

b) BÚSQUEDA DESDE EL ÍNDICE CONCEPTUAL, en las


últimas páginas, en el que aparecen partes, capítulos y
epígrafes referidos a cuantas posibilidades de campos de
significados rodean al hombre.

c) BÚSQUEDA DESDE EL ÍNDICE ALFABÉTICO, formado


por unas 15 000 entradas que recogen capítulos, epígra-
fes, palabras guía y algunas palabras más que sirven de
referencia para el rápido acceso a los conceptos busca-
dos.

Frases de ayuda en versalita dotan a algunas palabras


o expresiones del significado que no le proporcionan las
vecinas. El caso más frecuente es el de aquellos listados
Rafael del Moral

en los que de una lista de sinónimos o casi-sinónimos se


separa una o dos voces que necesitan un apoyo concep-
tual. Comparto y acepto la opinión que puedan tener al-
gunos usuarios sobre la subjetividad de este criterio.

APORTACIÓN

P
ocas son las lenguas del mundo que tienen el
privilegio de disponer de un estudio semántico
ideológico, conceptual o temático de su léxico,
apenas una docena. La nuestra, sondeada por
los listados de Casares, protegida en los catálogos de Mo-
liner, atizada y sacudida por los empeños de Corripio,
manipulada por los del Diccionario temático, no queda,
sin embargo tan ideológicamente descrita como en los
manuales del inglés, del francés y del ruso.

El Atlas léxico de la lengua española nace con la inten-


ción de reflejar, como en mágico espejo, el lugar que le
corresponde a cada una de las palabras y expresiones de
nuestro patrimonio léxico activo, del conocido aunque
nunca usado, y del repartido por los dominios de nuestro
idioma. Esa soñada recopilación ha de confiar en sí mis-
ma, en su propia estructura. Para ello presenta a la vez,
informa al tiempo tanto de significantes o palabras y ex-
presiones como de significados o conceptos, sin rodeos ni
CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO

contorsiones. Deseo que sea un instrumento de trabajo


tan útil como ameno, tan generoso para ofrecer como
hospitalario para recibir, que se conciba como manual
práctico para los cientos de millones de usuarios del es-
pañol repartidos por el mundo, y también para los que se
acercan interesados; y que se mantenga permeable y
caudaloso durante una pacífica vida a través de los años.

Madrid, agosto de 2009

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