José Natanson pablo Stefanoni Anne Vigna Raúl Zaffaroni

Frank Pasquale Anna Feigenbaum Catherine Dufour Serge Halimi

el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.

0000222171
Paraguay 1535 (1061)
mayo 2018 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual
Año XIX, Nº 227

522005
Precio del ejemplar: $90
En Uruguay: 100 pesos

9 771514
www.eldiplo.org

La situación de Brasil y Venezuela alerta sobre una

regresión autoritaria en la región.

Crisis democrática
en América Latina

Dossier

Reuters

Rusia desafía a Occidente

Páginas Con una astuta combinación de poder y pragmatismo, Rusia busca preservar su influencia
geopolítica enfrentando a Estados Unidos y sus aliados. La presencia en Siria y su alianza
21 a 27 con Irán demuestran la voluntad de Putin de no ceder terreno en Medio Oriente.
2|
Democraduras
por José Natanson
C
uando en 1986 se publicó en espa-
ñol Transiciones desde un gobierno
autoritario (1), sus autores, Guiller-
mo O’ Donnell, Philippe Schmitter
y Laurence Whitehead, señalaron
que América Latina estaba dejando atrás el ciclo
de las dictaduras para construir “alguna otra co-
sa incierta”, a la que muy cautelosos, y no sin titu-
beos, se atrevían a llamar democracia. Tres déca-
das después de la aparición de esa investigación
fundamental, cuando algunos problemas pare-
cían resueltos y ciertos debates saldados, verifica-
mos una regresión autoritaria –un angostamiento
de los límites democráticos– en diferentes países
de la región pero especialmente en dos, en el pri-
mer caso como consecuencia de la decadencia de
la izquierda y en el segundo como resultado del
giro anti-democrático de la derecha.
Veamos.
Caribe
Aunque las raíces del declive venezolano pueden
rastrearse tan lejos como hasta el Caracazo de 1989,
la última etapa, en particular desde la muerte de
Hugo Chávez en 2013, se caracteriza por el agrava-
miento del cuadro de recesión económica, caren-
cias sociales, militarización del poder, autoritaris-
mo y corrupción. Pese a ello, el chavismo venía ga-
rantizando elecciones razonablemente competiti-
vas, en las que, aunque no se privaba de inclinar la
cancha mediante la descarada utilización de todos
los recursos estatales a su alcance, existía presencia
real de la oposición, y cuyos resultados eran verifi-
cados –y avalados– por instituciones como el Cen-
tro Carter y las Naciones Unidas.
Si la democracia puede definirse como un tipo
de régimen en el que no sólo hay elecciones sino
que además no se sabe de antemano quién las va a
ganar, si la democracia comporta en definitiva un
cierto grado de incertidumbre, Venezuela era to-
davía una democracia; en el límite, pero democra-
cia al fin. De hecho, al chavismo se lo podía acusar
de muchas cosas salvo de no celebrar elecciones
y de no reconocer sus derrotas en los pocos casos
en los que ocurrían (cosa que por otra parte no ha-
cía la oposición, acostumbrada a denunciar frau-
de cuando pierde pero no cuando gana, y siempre
con el mismo sistema electoral, las mismas urnas
electrónicas y el mismo tribunal).
¿Qué sucede hoy? ¿Siguen siendo aceptable-
mente democráticas las elecciones en Venezuela?
La respuesta no puede ser más caribeña: depen-
de. Lo fueron las elecciones parlamentarias de di-
ciembre de 2015 (ganó la oposición) y las regio-
nales de octubre de 2017 (ganó el chavismo), pero
no las de la Asamblea Constituyente que se reali-
zaron entre unas y otras, en julio de 2017, bajo un
curioso esquema mixto de representación territo-
rial-sectorial que sólo admitía la victoria del ofi-
cialismo. Previsiblemente, el resultado no fue la
redacción de una nueva Constitución sino la ins-
talación de una instancia suprapoder con faculta-
des de neutralizar a los órganos dominados por la
oposición (Asamblea Nacional, Fiscalía General,
algunas gobernaciones).
La secuencia ayuda a entender las cosas: tras
el sorpresivo triunfo opositor en las parlamen-
tarias de 2015, el chavismo pospuso las siguien-
tes elecciones hasta que encontró una salida con
la Constituyente, un año y medio sin comicios
durante el cual enfrentó –y derrotó– una amplia
movilización popular, aunque al costo de des-
atar una represión inédita desde su llegada al
poder y descender un escalón más en su camino
de decadencia. Luego, con la situación relativa-
mente controlada, convocó a las elecciones re-
gionales que venía postergando desde hacía un
año y que ganó limpiamente, y ahora adelanta
las presidenciales, que tenían que realizarse en
diciembre y se pasaron a mayo.
La fórmula podría resumirse así: el chavismo
convoca a elecciones cuando cree que las puede ga-
nar, y la oposición sólo las reconoce cuando gana.
Es en este contexto en el que se realizarán las
presidenciales del 20 de mayo. Las principales
figuras de la oposición, incluyendo sus últimos
candidatos a presidente, se encuentran exiliadas
(Manuel Rosales), inhabilitadas (Henrique Capri-
les, Corina Machado) o presas (Leopoldo López).
La Mesa de Unidad Democrática, dividida por
acoso del chavismo pero sobre todo por su propia
incompetencia, la dificultad de sus dirigentes pa-
ra conectar con las mayorías populares y su inca-
pacidad para construir una salida política, decidió
no presentarse, en un nuevo intento, seguramente
frustrado, por vaciar de legitimidad los comicios.
En disconformidad con la decisión, el ex goberna-
dor Henri Falcón, apoyado por un pequeño gru-
po de partidos, anunció que enfrentará a Nicolás
Maduro, que aparece como el favorito. El signo de
la campaña es sin embargo la apatía social, una es-
pecie de oscura resignación, junto a una creciente
demanda de normalización económica y política.
Trópico
Como se sabe, Dilma Rousseff fue desplazada
de su cargo mediante un impeachment que cum-
plió prolijamente todos los pasos previstos en la
Edición 227 | mayo 2018
Constitución y fue avalado por la justicia en tres
oportunidades, incluyendo el fallo de un Tribu-
nal Supremo integrado en su mayoría por jueces
designados por el PT, pero que ocultaba el pe-
queño detalle de que… no había delito. Asumió
el vice, Michel Temer, que se apuró a desplegar
un programa en buena medida opuesto al votado
en la campaña. Y que hoy, aprovechando las de-
bilidades de una sociedad históricamente poco
proclive a expresarse en las calles, la desmovili-
zación del PT y el apoyo cerrado del poder eco-
nómico y mediático, lidera un gobierno de elite
que se sostiene básicamente en su habilidad pa-
ra manejar el Congreso (Temer es el verdadero
Frank Underwood latinoamericano).
Mientras el presidente hacía el trabajo su-
cio, la justicia avanzaba en la causa del Lava Ja-
to hasta lograr la detención de Lula, primero
en todas las encuestas. Aunque es cierto que
en el mismo megaproceso judicial han caído
dirigentes de diferentes partidos, incluyendo
a Eduardo Cunha, responsable del juicio po-
lítico a Dilma, e importantes empresarios, co-
mo Marcelo Odebrecht, lo cierto es que la en-
deblez de las pruebas contra el ex presidente,
sustentadas solo en indicios, sin un solo do-
cumento o papel de respaldo, la celeridad del
proceso, que avanzó a una velocidad inusitada,
y la impunidad de otros políticos, empezando
por el mismo Temer, alimentan la idea de pros-
cripción: no es difícil detectar detrás de esta
especie de “mani pulite selectivo” los destellos
guillotinezcos de la venganza de clase.
Como en Venezuela, parece difícil que los
comicios presidenciales alcancen para de-
volverle a la democracia brasilera la normali-
dad perdida: el problema de las elecciones con
proscripción no es sólo que le impiden a un sec-
tor de la población optar libremente, sino que
lo empujan a impugnar al sistema como un to-
do, a menudo mediante estrategias extra-insti-
tucionales, vaciando de legitimidad a quien fi-
nalmente resulta elegido.
La cuestión militar, felizmente resuelta en
otros países, potencia las dificultades. En Vene-
zuela las fuerzas armadas forman parte consti-
tutiva del dispositivo chavista y, conveniente-
mente integradas a los negocios lícitos e ilícitos
de la economía rentista, son quienes en buena
medida garantizan la continuidad del gobier-
no. Brasil, en tanto, asiste asombrado a la súbita
manía tuitera de sus generales: con la sutileza
propia de un adoquín, el jefe del Ejército advir-
tió sobre los “riesgos de la impunidad” el día

anterior al fallo del Tribunal Supremo
que tenía que confirmar o rechazar la
prisión de Lula. Editorial
Regresiones
Venezuela y Brasil atraviesan una pro-
funda crisis democrática, tanto más sig-
nificativa cuanto que se trata de los paí-
ses que durante la etapa del giro a la iz-
quierda funcionaron como ejemplos de transfor-
mación social, como el espejo en el que se mira-
ban otras experiencias: radicalización con refor-
ma constitucional en el caso del chavismo, con-
ciliación con continuidad institucional en el del
lulismo. Por supuesto, no son los únicos lugares
donde la democracia se tensa: ¿cómo definir el
impeachment impulsado por el fujimorismo con-
tra el presidente peruano Pedro Pablo Kuczyns-
ki? ¿Cómo calificar la decisión de Evo Morales de
presionar por un fallo del Tribunal Supremo que
lo habilitara para un nuevo mandato… después
de perder el plebiscito? ¿Cómo entender la arbi-
trariedad de la prisión preventiva contra ex fun-
cionarios kirchneristas en Argentina?
Rebobinemos antes de concluir. La demo-
cracia puede definirse de mil maneras pero es
en esencia un tipo de régimen, un conjunto de
reglas y normas que regulan el acceso al poder
y su ejercicio, lo que por supuesto implica un
piso mínimo de derechos civiles y políticos ga-
rantizados (quizás también sociales). Frente
a las visiones pavas o antiguas que conciben a
la democracia como el sistema que despliega
el contenido ideológico favorito de quien for-
mula la definición, la perspectiva procedimen-
tal –la democracia como regla– permite incluir
dentro de la misma categoría a gobiernos con
orientaciones distintas, es decir aceptar la al-
ternancia. Aunque entre la perfecta democra-
cia sueca y “esa otra cosa incierta” descripta
pioneramente por O’Donnell hay un mundo
de grises, un debate informado exige consen-
suar una frontera, ponerse de acuerdo en la lí-
nea que, de cruzarse, convierte a un gobierno
en una no-democracia. La degradación que ex-
perimentan Venezuela y Brasil nos lleva a pre-
guntarnos si algunas democracias merecen se-
guir llamándose de ese modo o si no hemos en-
trado en una era de democraduras. g
1. Paidós, 1986.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
|3
Staff
Di­rec­tor: José Natanson
Re­dac­ción
Medio siglo
del 68 /
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Creusa Muñoz (editora)
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Economía
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economía crítica economía crítica
Julián Chappa
Datos, teorías y argumentos
para deconstruir el neoliberalismo Datos, teorías y argumentos
para deconstruir el neoliberalismo
El neoliberalismo es la ideología dominante
Bruno Fornillo
del poder global. Revestido de una supuesta
neutralidad científica y difundido por una le-
gión incansable y muy bien remunerada de
propagandistas, el neoliberalismo se impone
en la economía pero también modela la polí-
tica, la cultura cotidiana y la ética. El Atlas de
Verónica Ocvirk
economía crítica, resultado del trabajo in-
terdisciplinario de economistas, historiadores,
antropólogos y sociólogos e ilustrado con fo-
tos, mapas y gráficos, se propone desmontar
ATLAS DE ECONOMÍA CRÍTICA | Le Monde diplomatique | Edición Cono Sur
uno por uno los principales ejes del discurso
Josefina Sartora
neoliberal, desnudar sus falacias, alumbrar los
puntos ciegos de sus razonamientos: empleo,
mercado, producción, finanzas, deuda, Estado,
moneda, distribución de la riqueza, comercio,
globalización… En esta obra excepcional, la
perspectiva histórica se combina con la mirada
Pablo Stefanoni
global, los ejemplos y los casos. El resultado es
un esfuerzo didáctico y apasionado por demos-
trar que otra economía es posible.
Eugenio Raúl Zaffaroni
Natalia Zuazo
C
TapaExplorador1968 3 23/04/2018 21:11
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Ilustradores
Gustavo Cimadoro
El Sike incuenta años después de uno de los
años clave del siglo XX, Le Monde di-
Tra­duc­to­res plomatique lanza un número espe-
Julia Bucci cial de la serie Explorador dedica-
Victoria Cozzo do a analizar la vertiginosa serie de
Georgina Fraser revueltas, revoluciones, rebeliones y represiones
Teresa Garufi
que, condensadas en unos pocos meses, marcaron
Aldo Giacometti
el momento en el que la joven generación de pos-
Florencia Giménez Zapiola
guerra irrumpió en la política mundial exigiendo
Víctor Goldstein
libertad, justicia e igualdad. De Francia a México,
Patricia Minarrieta
de Estados Unidos a Checoslovaquia, de Senegal
a Japón, de China a Argentina... En todos los rin-
Bárbara Poey Sowerby
cones del planeta, los estudiantes, los trabajadores
Gustavo Recalde
y los guerrilleros se alzaron contra el orden esta-
María Julia Zaparart
blecido. Con sus tintes locales, los manifestantes
Carlos Alberto Zito
compartían el rechazo al consumismo, al racis-
mo, a la Guerra Fría. Denunciaban el imperialis-
Diseño original
mo, simbolizado por la Guerra de Vietnam o la in-
Javier Vera Ocampo
vasión soviética en Praga. Eran tiempos de solida-
ridad, descolonización y revoluciones. El mundo
Publicidad
parecía estar cambiando radicalmente.
Maia Sona
A través de una serie de crónicas contemporá-
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neas a los acontecimientos y análisis actuales es-
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critos por destacados periodistas e historiadores,
esta edición especial de Explorador rastrea el
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origen y el contexto de esas luchas, intenta captar
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del 68? ¿Qué nos dejaron “los 68”? La represión
Argentina, para la República Argentina y la República Oriental del Uruguay.
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que sobrevino a la rebelión fue brutal y redujo esos
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Justamente el neoliberalismo, su enorme poder
La circulación de como ideología dominante, es el eje que organiza
Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, del mes
el Atlas de Economía Crítica, un esfuerzo interdisci-
de abril de 2018 fue plinario de economistas, historiadores, antropólo-
gos y sociólogos para desmontar los principales tó-
de 25.700 ejemplares.
picos del discurso ortodoxo, desnudar sus falacias
Capital Intelectual S.A. e iluminar los puntos ciegos de sus razonamientos:
empleo, mercado, producción, finanzas, deuda,
Estado… En este nuevo Atlas, los principales temas
Le Monde diplomatique (París)
del debate económico son analizados, explicados y
deconstruidos con el apoyo de mapas, infografías,
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Presidente del Directorio y
gráficos y fotos. El resultado es una contribución
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Internet: www.monde-diplomatique.fr píritu crítico y la curiosidad de los lectores. g
 4| Edición 227 | mayo 2018
Dossier
Democracias
en crisis en
América Latina

Tras la hegemonía neoliberal en los 90 y progresista en los años 2000, América Latina atraviesa
una etapa de transición, en la que la situación de Brasil y Venezuela alerta sobre el estado de la
democracia. Por debajo de estos cambios, el avance político del evangelismo choca contra la
vitalidad del movimiento feminista y revela las grietas sociales que se ensanchan en la región.
Tensiones democráticas en América Latina

Transiciones pos-progresistas
por Pablo Stefanoni*

U
Caracas, Venezuela 12-6-17 (Carlos García Rawlins/Reuters)

n viejo chiste soviético decía
que, en la URSS, el pasado era
tan imprevisible como el futuro.
Y no erraba: los próceres de ayer
eran villanos de hoy, y otros di-
rectamente desaparecían de las
fotos. Pero en verdad en todas partes –aun a salvo
de alteraciones salvajes– el pasado se va (re)escri-
biendo desde el presente –eso es la historia mis-
ma–, y en esa medida está lejos de permanecer in-
variable. Podemos verlo hoy con los procesos pro-
gresistas hegemónicos durante más de una década
en varios países sudamericanos.
Reescribir el pasado, disputar el futuro
Las experiencias progresistas parecen estar sien-
do vaciadas exitosamente de sus propios logros
por un discurso antipopulista que toma diferentes
formas según los países y que tiene en Argentina
su caso más exitoso con la experiencia de Cambie-
mos. Pero esta operación no es en sí misma nove-
dosa; los discursos sobre la “crisis del neoliberalis-
mo” en los primeros años 2000 lograron construir
en su momento un consenso antineoliberal que sa-
có de juego a varios partidos y políticos tradicio-
nales, permitió leer la multiplicidad de crisis po-
líticas, económicas y sociales como el “fracaso del
modelo” neoliberal (borrando sus “éxitos”), habi-
litó la emergencia de renovadas identidades políti-
cas y llevó al gobierno a nuevas figuras.
Hoy, con la crisis del progresismo, el antipopu-
lismo busca construir un consenso similar, que le
atribuye todos los problemas a la herencia popu-
lista. Para las izquierdas no se trata solo de “tener
los medios en contra” sino de estar retrocediendo
en una contienda político-ideológica de mayor en-
vergadura, en la que nuevas y viejas derechas lu-
chan con más eficacia que antaño por el sentido
común, expresan espacios –y demandas– socia-
les y ponen en juego nuevas estéticas políticas (1).
No cabe duda de que los progresismos de la región
fueron perdiendo imaginación política, padecen
el desgaste de largos años de gobierno –en un con-
texto en el que la corrupción se transformó en un
eje de la disputa política– y parecen haber aban-
donado la batalla por el futuro para concentrarse
solo en la defensa del legado. En este contexto, Ve-
nezuela juega como una suerte de “espantapája-
ros” funcional a las diversas derechas regionales,
cuya oferta central es evitar la “venezuelización”
imaginaria de sus países; Brasil es un ejemplo in-
cómodo para los conservadores pero no completa-
mente disfuncional, ya que se argumenta que “allá
la justicia sí funciona”, y Argentina aparece como
un caso provisoriamente exitoso de transición a
“la república” pos-populista.
Brasil y Venezuela: distintas varas
Hoy es posible observar síntomas de desdemocra-
tización, o al menos retrocesos democráticos es-
pecíficos, en dos países con signo político opuesto:
Venezuela y Brasil. La crisis en estos países pre-
senta no pocos problemas para las izquierdas y las

fuerzas populares latinoamericanas. La coinci-
dencia temporal de ambos procesos obliga a bus-
car una vara común para evaluarlos, a riesgo de
mostrar serias inconsistencias argumentativas –lo
que, hay que decirlo, no desanima a algunos expo-
nentes de las izquierdas “antiimperialistas” con-
tinentales ni, claro está, a los analistas y políticos
conservadores–. Las grietas nacionales alimentan
las lecturas de los procesos regionales e impiden
construir análisis comparados por encima de las
crispaciones políticas locales.
En Venezuela, la consolidación de un poder de
facto encarnado en una Asamblea Constituyen-
te “soberana”, que en lugar de redactar una Cons-
titución se dedica a gobernar sin contrapesos, re-
presenta hoy solo el paraguas de un profundo de-
terioro político, económico e institucional, acom-
pañado de pérdidas de garantías constitucionales
y represión política. Al mismo tiempo, la expansión
de todo tipo de ilegalidades en connivencia con el
Estado y en el interior del mismo –el denominado
“pranato” (2)– convive con formas agresivas y pa-
ramilitarizadas de combate a la delincuencia en los
barrios mediante las llamadas Operaciones de Li-
beración y Protección del Pueblo (OLP), denuncia-
das por organizaciones de derechos humanos.
Que la oposición no haya podido capitalizar es-
te deterioro no significa que el régimen liderado
por Nicolás Maduro no esté transitando el cami-
no hacia un sistema no democrático. Por otro la-
do, el pasaje de cierto umbral de crisis está bene-
ficiando en parte al gobierno, que es quien tiene
los mecanismos para entregar bienes de primera
necesidad en medio de carencias de todo tipo. En
este contexto, el Carnet de la Patria, un documen-
to de identidad electrónico con código QR impres-
cindible para acceder a cualquier tipo de asisten-
cia social, aparece como una renovada forma de
“biocontrol” que despierta diversos tipos de fan-
tasmas. Mediante una política de las necesidades
vitales, cuya expresión más emblemática son los
Comités Locales de Abastecimiento y Producción
(CLAP), el gobierno no solo viene neutralizando la
protesta social sino sacando provecho de lo que a
primera vista sería una fuente de crecimiento pa-
ra la oposición debido al descontento que generan
las gigantescas dificultades cotidianas. Esta pers-
pectiva tomó tal fuerza que una publicación oficial
proclamaba “¡Todo el poder a los CLAP!” como si
se tratara de soviets rusos de 1917 (3).
Brasil, desde el juicio político contra Dilma
Rousseff, viene transitando también un proceso
de deterioro democrático, en el marco de un re-
crudecimiento de la violencia política, que tuvo
como hecho más difundido el asesinato de la con-
cejala Marielle Franco (4), y una instrumentaliza-
ción del “mani pulite” que evidencia que la lucha
contra la corrupción puede ir acompañada por un
fuerte deterioro democrático e institucional. El
segundo candidato según las encuestas para las
elecciones de octubre, Jair Bolsonaro, es la expre-
sión de la degradación que vive el país. Ex mili-
tar nostálgico de la dictadura, Bolsonaro expresa
a la extrema derecha con un discurso permanen-
temente condimentado con expresiones homófo-
bas, racistas y misóginas. Al mismo tiempo, la de-
nominada “Bancada BBB” (bala, buey y Biblia, por
los defensores de la mano dura, los ruralistas y los
evangélicos) conforma una derecha con fuerte po-
der en el Congreso gracias a la sobrerrepresenta-
ción que le garantiza el sistema electoral.  rio, tiempo de tomar posición de los lugares del
El encarcelamiento de Lula, a la cabeza de to-
das las encuestas con más del 30% de la intención
de voto, sustentado en pruebas débiles y una par-
ticular celeridad, sin duda puede ser percibido co-
mo un intento de proscripción política. Y aun más:
como una venganza de las elites contra el presi-
dente obrero nacido en el Nordeste pobre y más
tarde devenido sindicalista combativo en el ABC
paulista, que sacó a millones de compatriotas de
la pobreza y les abrió camino a un ascenso social
tanto material como simbólico. El propio Lula di-
ce ser juzgado no por el tríplex que el juez Sérgio
Moro dice que le cedió la constructora OAS, sino
por haber hecho entrar a los negros a la universi-
dad, llevado un plato de comida a la mesa de los
más pobres y roto ciertos techos de cristal en la
desigual sociedad brasileña.
No obstante, el Lula ochentista y épico recons-
truido por parte de la izquierda y por él mismo
resulta poco realista. El PT fue atravesado por
diversos escándalos de corrupción y está conta-
minado por vínculos poco transparentes con la
“burguesía nacional” brasileña. Sin embargo, no
es menos cierto que el anti-lulismo constituye
el vector de poderosas fuerzas desigualitarias y
reaccionarias, protagonistas de la historia brasi-
leña y muy activas en la actualidad. El Lava Jato
hizo caer a varias figuras otrora poderosas, como
el propio Eduardo Cunha –artífice del golpe par-
lamentario contra Rousseff– o el empresario Mar-
celo Odebrecht, y no puede reducirse a una guerra
anti-PT. Pero no es menos cierto que la venganza
de clase está latente en los imaginarios creados
alrededor de la lucha contra el lulismo como fe-
nómeno político-social. Como señaló la escritora
Eliane Brum, lo ocurrido en Brasil es resultado de
la crisis de la política lulista de conciliación, que
las elites aceptaron en un comienzo y repudiaron
más tarde (5). El presidente Getúlio Vargas se sui-
cidó y dejó una carta para la historia. Lula busca
seguir batallando desde la cárcel. Pero el PT está
inmerso en una grave crisis que se suma al hecho
de haber perdido fuerza en sus bastiones tradicio-
nales como San Pablo, con una intensa tradición
militante, en favor de un Nordeste con menos ca-
pacidad para transformar el afecto por el líder en
una movilización política en su defensa.
Otras grietas
La política latinoamericana no transita solo por las
superestructuras políticas y partidarias. Uno de
los fenómenos societales más significativos de las
últimas décadas es el enorme crecimiento de los
evangélicos en el mundo popular. Esta expansión
no solo es religiosa: por primera vez los evangéli-
cos lograron poner en pie fuerzas políticas que tra-
dujeron su crecimiento espiritual en un avance en
las urnas. El triunfo del obispo de la poderosa Igle-
sia Universal del Reino de Dios, Marcelo Crivella,
como alcalde de Río de Janeiro, la incidencia de los
evangélicos colombianos en el triunfo del No en el
plebiscito por los acuerdos de paz con las FARC, la
victoria del predicador ultraconservador Fabricio
Alvarado en la primera vuelta de las presidenciales
de Costa Rica son solo algunos ejemplos de este fe-
nómeno, que constituye una vía para el avance de
ideas conservadoras en el terreno político y social.
A menudo, el evangelismo es uno de los frentes de
lucha contra la denominada “ideología de género”
–término cargado de connotaciones negativas que
alude a los avances de los derechos sexuales y re-
productivos, ideas feministas contra los roles tra-
dicionales de la mujer y defensa de las poblaciones
LGBTI–. Si bien hay evangélicos también en las
fuerzas de izquierda –producto de su avance entre
los sectores populares–, los partidos que organizan
asumen en general posiciones ultraconservadoras.
“Estamos en guerra, estamos a la ofensiva. Ya
no a la defensiva. La iglesia por mucho tiempo ha
estado metida en una cueva esperando ver qué
hace el enemigo, pero hoy está a la ofensiva, en-
tendiendo que es tiempo de conquistar el territo-
gobierno, de la educación y de la economía”, ex-
clamó el pastor evangélico Ronny Chaves Jr. du-
rante la campaña presidencial de Costa Rica en
el Centro Mundial de Adoración (6). Finalmente,
la mayoría de los costarricenses se inclinó por el
candidato moderado, pero el resultado expresó el
desborde desde los templos hacia la política y el
uso de las iglesias como espacios de proselitismo
electoral. Las izquierdas continentales, poco afec-
tas a los abordajes sociológicos de los sectores po-
pulares, prestaron poca atención a estos fenóme-
nos que, mediante la “Teología de la Prosperidad”,
|5
la cotidianidad de los milagros y la (re)construc-
ción de comunidades imaginadas, sumados a efec-
tos reales en la vida de las personas (como la lucha
contra el alcoholismo) se han vuelto estructuran-
tes de las sensibilidades y los proyectos de vida de
grandes masas de latinoamericanos.
Como contracara de este fenómeno –y no siem-
pre de manera lineal–, cabe mencionar el avance
del feminismo mediante diversas expresiones que
tienen como ejes la lucha contra los femicidios y
la igualdad y, de manera
creciente, la despenali-
Por primera vez zación del aborto. El ca-
so argentino es significa-
los evangélicos tivo: las masivas marchas
de “Ni una menos” se ex-
lograron poner en pandieron por el país y la
región. Poco después, y
pie fuerzas políticas tras la decisión del presi-
dente Mauricio Macri de
que tradujeron habilitar su tratamiento
su crecimiento en el Congreso, el debate
sobre la despenalización
espiritual en un del aborto adquirió una
potencia y una dinámica
avance en las urnas. inédita en la historia de-
mocrática.
Pero además de las vías
feministas más tradi-
cionales hay todo un caleidoscopio de experien-
cias de activismos de mujeres que incluyen movi-
mientos que no se perciben como feministas, jun-
to a feminismos más asentados en tradiciones y
sensibilidades sostenidas en corpus de textos. Y a
menudo las fronteras entre ambos pierde nitidez,
especialmente a la luz de las movilizaciones masi-
vas de mujeres, como la del 8 de marzo en Buenos
Aires u otras contra la violencia de género en to-
da América Latina. Las reacciones masculinistas
–sobre todo desde las redes sociales– dan cuen-
ta de que los avances “de género” son profundos
y generalmente van de la mano de nuevos dere-
chos para las denominadas “minorías sexuales”,
que en estos años conquistaron uniones civiles o
matrimonios igualitarios y, en menor medida, la
visibilización de las iniquidades frente a las po-
blaciones trans. Sin duda, el activismo feminista
y de mujeres es hoy una de las palancas de demo-
cratización en la región que opera con cierta in-
dependencia de los procesos macropolíticos o las
grietas entre “república” y “populismo”.
Territorio en disputa
América Latina parece haber dejado atrás los con-
sensos fuertes, como el neoliberal de los 90 y el pro-
gresista de los 2000. Ni siquiera una victoria de An-
drés Manuel López Obrador en México o una más
improbable de Gustavo Petro en Colombia podrían
regresar a la región a los años dorados del “giro a la
izquierda”. Por el momento, sin embargo, las dere-
chas tampoco tienen mucho que ofrecer en términos
de modelos de desarrollo o bienestar social. Améri-
ca Latina perdió varias de sus certezas nuestrameri-
canas y no puede reemplazarlas por las “liberales”.
Quizás, simplemente se sumó a las incertidumbres
globales que rigen el capitalismo actual. g
1. José Natanson, ¿Por qué? La rápida agonía de la
Argentina kirchnerista y la brutal eficacia de una
nueva derecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018.
2. En el lenguaje carcelario, Pran remite a jefes del hampa en las
cárceles y significaría “preso reincidente asesino nato”. Hoy se habla
de pranato para referirse a espacios manejados por diversas mafias.
3. Pablo Stefanoni y Ayelén Oliva, “La guerra del billete,
el plan conejo, y otras batallas”, revista Anfibia, 2018.
4. Bruno Bimbi, “Marielle: un asesinato político”, Nueva
Sociedad (versión web), marzo de 2018, nuso.org
5. Eliane Brum, “Lula, el inconciliable”, El País, Madrid, 12-4-18.
6. Álvaro Murillo, “El poder evangélico parte en dos Costa Rica a
cinco semanas de las presidenciales”, El País, Madrid, 20-2-18.
*Jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 6|
Rocinha, Río de Janeiro, Brasil, 19-10-17 (Bruno Kelly/Reuters)
Sacudido por una ola de violencia, Brasil multiplica las rup-
turas con el orden institucional. Al punto de que algunos
derechos conseguidos tras el final de la dictadura, en 1985,
parecen ahora amenazados. Empezando por la libertad de
expresión y la de elegir a los gobernantes.
Amenazas, hostigamientos y asesinatos
Violencia
política en Brasil
por Anne Vigna*
D
esde 2016 y la destitución de Dilma
Rousseff por el Congreso −una opera-
ción que la izquierda califica de “golpe
de Estado parlamentario”–, Brasil pa-
rece restablecer sus lazos con un pasa-
do que muchos esperaban enterrado: el de una tierra
regida por los “Coroneles” y los “Bandeirantes”, esos
caciques locales que empleaban la violencia para
deshacerse de los molestos. Los molestos son la iz-
quierda y los necesitados, especialmente los “sin tie-
rra” que ocupan tierras improductivas que, según la
Constitución, deberían ser redistribuidas en el mar-
co de la reforma agraria.
Mientras que el país se prepara para conmemorar
el 13 de mayo los 130 años de la abolición de la esclavi-
tud, uno de los símbolos más detestados de ese triste
período ha vuelto a hacer su aparición en las pantallas
de televisión: la fusta de cuero. Grandes terratenien-
tes la usaron para pegarles a campesinos del Movi-
miento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)
que esperaban el paso de la caravana del ex presiden-
te Luiz Inácio Lula da Silva en el sur del país, el 22 de
marzo. La senadora Ana Amélia Lemos, del Partido
Progresista (PP, derecha), felicitó sin complejos a esos
“verdaderos gaúchos que alzaron sus fustas”.
Dossier
Democracias
en crisis en
América Latina
A lo largo de una carrera política de más de cin-
cuenta años, el ex presidente Lula −encarcelado des-
de el 7 de abril– pudo recorrer el país sin exponerse
a ningún peligro. Pero, sólo durante el mes de marzo,
tuvo que enfrentarse con una serie de bloqueos orga-
nizados por milicias armadas con tractores, piedras e
incluso fusiles. Su objetivo: dificultar la gira que lleva-
ba a cabo el candidato a la presidencia para movilizar
a la población en contra de su condena a doce años de
prisión por corrupción pasiva. Una condena que de-
nunció la izquierda, pero también 122 juristas brasile-
ños que, en una recopilación de artículos, expusieron
la parcialidad de una acusación basada más en la con-
vicción del juez que en pruebas (1).
La investigación policial, que tiene que identificar
a los autores de los disparos contra la caravana el 27
de marzo, ya reveló su procedencia: la fazenda (gran
explotación agrícola) de Leandro Bonotto. Desde los
años 1990 Bonotto se opone violentamente al MST y a
las recuperaciones de tierras dirigidas por el Institu-
to Nacional de Colonización y Reforma Agraria (IN-
CRA). No es una sorpresa: todos los ataques perpe-
trados contra la caravana de Lula da Silva fueron pre-
parados por las asociaciones de grandes terratenien-
tes que pregonan abiertamente la violencia contra el
Edición 227 | mayo 2018
MST. Uno de ellos, Gedeão Ferreira, presidente de la
Federación de Agricultura de Rio Grande do Sul, ya
había declarado al asumir su cargo: “Vamos a enfren-
tar al MST y al INCRA. Sus ocupaciones tienen como
único objetivo privar de sus propiedades a los produc-
tores rurales” (2). Condenado en 2002 por “desobe-
diencia a la justicia” e “incitación al crimen” después
de haberles negado a técnicos del INCRA el acceso a
sus propiedades, Ferreira fue puesto en libertad al año
siguiente por el tribunal regional de la región VI, la
misma instancia que condenó en juicio de apelación
al ex presidente Lula.
Ocupaciones fatales
“Brasil es un país muy violento, con una cantidad ré-
cord de homicidios; pero, tradicionalmente, no cono-
cíamos este fenómeno en la política, a diferencia de
Colombia o México −analiza Mauricio Santoro, pro-
fesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Río de
Janeiro–. El mes en el que le dispararon a la caravana
de Lula, fue asesinada una consejera municipal de iz-
quierda de Río, Marielle Franco. Estos hechos trági-
cos son inéditos en nuestra historia contemporánea.”
La violencia alcanza por primera vez a personalida-
des políticas de primera línea. Para los movimientos
sociales no es nueva, pero está en franco aumento. Se-
gún la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), creada
durante la dictadura por la Conferencia de Obispos de
Brasil, 70 militantes fueron asesinados en 2017, es de-
cir, más que en 2016, que ya había marcado un récord
con 61 víctimas. Entre los 70 muertos del año pasado,
52 estaban ligados a conflictos por la tierra.
“El fin de los gobiernos del Partido de los Trabaja-
dores [PT] llevó a que la violencia se agravara fuerte-
mente −confirma José Batista Afonso, abogado de la
CPT en el estado de Pará–. Se observa una reorgani-
zación de las asociaciones de grandes terratenientes
y un acercamiento de los mismos con las fuerzas del
orden. Esto es particularmente claro en el estado de
Pará, con 21 asesinatos el año pasado. Hacía mucho
tiempo que no se veía algo así.” Entre estos muertos,
diez campesinos que pertenecían a la Liga de Campe-
sinos Pobres, torturados y luego ejecutados durante
una ocupación del establecimiento de Santa Lúcia el
24 de mayo de 2017. Esta masacre en Pau d’Arco es la
peor desde la de Eldorado dos Carajás, en 1996, cuan-
do 19 campesinos del MST fueron ejecutados por po-
licías. La investigación llevada a cabo en Pau d’Arco
acaba de concluir en la inculpación de 29 policías. El
peritaje mostró que además de heridas mortales los
cuerpos presentaban fracturas múltiples, compro-
bando las torturas relatadas por otras víctimas.
En sus declaraciones, los policías afirmaron que
habían entrado a la fazenda con órdenes de arresto
contra algunos campesinos y que les habían dispa-
rado. Dos de ellos sin embargo confesaron para obte-
ner una reducción de pena y confirmaron la versión
de los sobrevivientes. “El peritaje confirmó también
que los campesinos no habían disparado. La versión
de los policías por lo tanto no se sostiene”, nos preci-
só el procurador, Leonardo Caldas. El conflicto es clá-
sico en este estado de la Amazonia: la fazenda Santa
Lúcia es propiedad de la familia Babinski, que cuenta
con once, es decir, un total de 40.000 hectáreas, casi
cuatro veces el tamaño de París.
Según los movimientos sociales, estas tierras estu-
vieron bien utilizadas hasta la muerte del patriarca,
Honorato Babinski. Las ocupaciones de Santa Lúcia
empezaron a partir de 2013, con 5.694 hectáreas que
ya no eran cultivadas. El heredero, Honorato Babins-
ki hijo, de 25 años, vive en Río de Janeiro y se describe
como “actor” en las redes sociales, en las que no es-
conde una agitada vida nocturna. Le exigió sin em-
bargo a la justicia que expulsara a los ocupantes. A la
jueza que le pidió que demostrara la actividad de la
fazenda, le presentó documentación (la compra de
1.700 vacas y un certificado de vacunación de 75 ani-
males), pero con fecha de un mes posterior a la peti-
ción de la justicia. Obtuvo no obstante la expulsión
de los campesinos, que volvieron tres veces a ocupar
el lugar. La última ocupación les resultó fatal: “La in-
vestigación ahora debe determinar quién ordenó el
crimen. Pero, como sucede a menudo en el Pará, los

policías hacen horas extras como agentes de seguri-
dad para los fazendeiros”, agregó el procurador, refle-
jando su pesimismo en cuanto a las revelaciones que
puedan esperarse de la investigación.
Connivencia
Los policías del Pará también les venden sus servi-
cios a empresas mineras. En Barcarena, la asociación
Cainquiama denunció en múltiples oportunidades
que la multinacional minera Norsk Hydro, presente
en cuarenta países y en un 34,3% propiedad del Esta-
do noruego, arroja residuos tóxicos. Norsk Hydro po-
see en Barcarena “la refinería de aluminio más grande
del mundo”, según la empresa. El 23 de febrero, la aso-
ciación volvió a notificarles a las autoridades acerca
de desechos clandestinos, negados por la mina, pero
confirmados por las autoridades sanitarias locales.
Les mostró a las autoridades las canalizaciones de
los desechos clandestinos, forzando a la refinería a
que redujera su producción en un 50%. Dos semanas
más tarde, uno de los dirigentes de la asociación, Pau-
lo Sérgio, era asesinado −el segundo en tres meses–.
Desde enero, la asociación venía denuncian-
do las amenazas de muerte que recibían por parte
de miembros de la Policía Militar, uno de los cuer-
pos policiales de Brasil. “Contacté inmediatamente
al secretario de Seguridad del estado de Pará para
que pusiera protección −nos contó Armando Brasil,
procurador de Justicia Militar de Pará–. Me respon-
dió que no era su función, y agregó que los dirigen-
tes de la asociación habían invadido tierras. Como si
eso tuviera algo que ver… Sin contar que eso nunca
se demostró. En cambio, el asesinato sí que ocurrió.”
Según él, “todo el mundo sabe que hay policías que
trabajan para la refinería. La investigación deberá
demostrarlo, pero yo no les veo otra explicación a es-
tos asesinatos”. Desde entonces, al menos tres muje-
res de la asociación denunciaron a su vez amenazas
de muerte, siempre sin obtener ni la menor medida
de seguridad. Existe un programa de protección de
los militantes, pero es ineficaz: las 683 personas que
se benefician del mismo en su mayoría no reciben
más que un seguimiento telefónico. Sólo 14 de entre
ellas han sido puestas bajo protección policial. “Es-
tamos recibiendo ataques sin precedentes −nos dijo
Ney Strozake, abogado del MST–. En marzo, una de
nuestras ocupaciones fue nuevamente rociada con
productos tóxicos por los aviones de grandes terra-
tenientes de Bahía. En el sur, varios de nuestros mili-
tantes son encarcelados con pretextos falaces. Hacer
que los liberen resulta muy complicado.”
El 27 de marzo, siempre en el estado de Pará, fue
arrestado el padre José Amaro. La policía lo acusa de
una serie de crímenes que van del acoso sexual al la-
vado de dinero, pasando por la invasión de tierras.
Este cura luchó junto a la religiosa Dorothy Sang,
asesinada en 2005 por grandes terratenientes. Su
arresto fue denunciado por todos aquellos que cono-
cen sus acciones junto a los más pobres de la región.
“Se trata de una nueva táctica que apunta a impedir
el trabajo de estos religiosos −comentó el director de
la Comisión Pastoral de la Tierra, Ruben Siqueira–.
El asesinato de Dorothy Sang había detenido la ac-
ción de los grandes terratenientes debido a la aten-
ción internacional que recibió. Pero destruir la repu-
tación de un hombre puede ser más eficaz para blo-
quear su acción militante que matarlo.”
A pesar de que todas las acusaciones provienen de
grandes terratenientes, la Justicia confirmó la deten-
ción provisoria del padre Amaro, que los combatía.
Amenazado de muerte en múltiples ocasiones, el re-
ligioso ahora se encuentra en la misma prisión que el
asesino de Dorothy Sang, en el estado de Brasil más
peligroso para los militantes. La Justicia no ve allí nin-
gún inconveniente. g
1. Carol Proner, Gisele Cittadino, Gisele Ricobom y João
Ricardo W. Dornelles, Comentários a uma sentença anunciada,
o processo Lula, Canal 6 Editora, Bauru, SP, 2017.
2. Diário do Centro do Mundo, 25-3-18,
www.diariodocentrodomundo.com.br
*Periodista, Río de Janeiro.
Traducción: Aldo Giacometti
Poderoso lobby agroindustrial
Terratenientes
bien cuidados
S
u gran reunión tiene lugar todos los martes en
una bella quinta de un barrio selecto de Brasi-
lia. “Es un almuerzo y el menú cambia todas las
semanas”, explicó el encargado de comunica-
ción del “grupo parlamentario ruralista”. Por “menú”
no hay que entender una sucesión de platos sino de los
temas que este lobby de los grandes terratenientes en
el Parlamento discute en mesa chica para luego llevar-
los al Congreso o al Planalto, el palacio presidencial.
“Es exactamente eso: conversar para decidir con
qué salsas se van a comer los derechos de los indios o
la reforma agraria”, ironiza Alceu Castilho, responsa-
ble de “Una mirada atenta a los ruralistas”, el observa-
torio de la industria agroalimentaria de Brasil. Desde
la llegada a la presidencia de Michel Temer, en 2016,
este grupo parlamentario adquirió una influencia in-
édita. ¿Su virtud? Haber contribuido con la mitad de
los votos del Congreso que aprobó la destitución de
Dilma Rousseff. Enfrentado a una impopularidad
abismal (menos del 5% de los brasileños se declara sa-
tisfecho con él), Temer no se podría mantener en el
poder sin semejante apoyo. Por otra parte, fue varias
veces invitado a los almuerzos de los martes.
Hoja de ruta
En dos años, “el presidente nos satisfizo plenamente,
es cierto. Pero todavía quedan bloqueos que hay que
superar”, estima João Henrique Hummel, director
del Instituto Pensar Agro, el huésped de los almuer-
zos. Pensar Agro es un “think tank sin fines de lucro”
que reagrupa a las cuarenta principales organizacio-
nes agrícolas de Brasil, también ellas desprovistas de
“intenciones lucrativas”, nos aclara Hummel. El insti-
tuto financia las actividades del grupo parlamentario
ruralista, elabora propuestas y analiza los proyectos
de ley. En el capítulo de los “bloqueos”, Hummel re-
cuerda “dos reculadas de Michel Temer” en dos años.
La primera, cuando desistió de abolir la calificación
de “trabajo esclavo”, como reclaman los ruralistas
−en nombre de esta noción, en 2017, el Ministerio de
Trabajo liberó a 2.264 trabajadores de 165 empresas
que los retenían en “condiciones análogas a la escla-
vitud”, especialmente en las fazendas–. Y la segunda,
cuando intentó abrir a la explotación minera una de
las más importantes reservas naturales de la Amazo-
nia, la Renca. Las dos veces, la presión internacional
lo obligó a dar marcha atrás. Una pena para los amigos
de Hummel, que no obstante se consuelan constatan-
do que el presidente los satisfizo en trece de los dieci-
siete “temas prioritarios” de su hoja de ruta.
Esta lista de reclamos incluye en primer lugar las
restricciones a la expansión territorial de la industria
agroalimentaria, particularmente en Amazonia. La
palabra clave de los ruralistas, en este campo, es “flexi-
bilización”: la de los análisis preliminares en la atribu-
ción de los permisos de explotación (ya sean mineros
o agrícolas); pero también la de la obligación de llevar
a cabo estudios de impacto en el medioambiente.
También reclamaban una ley que les permitiera a
las empresas extranjeras adquirir tierras sin ningún
tipo de límite: hecho. Querían que se levantaran las
“trabas históricas” a sus negocios −entiéndase: los de-
rechos de los indios, de las comunidades quilombolas
(descendientes de esclavos) y la obligación del Estado
de llevar a cabo una reforma agraria ante la desigual-
dad de la propiedad de tierras en Brasil–. Victoria: no
sólo el gobierno de Temer propuso una reforma cons-
titucional que apunta a cambiar las reglas de otorga-
miento de las tierras de los indios y de las comunida-
des quilombolas sino que también amputó el presu-
puesto de dos organismos públicos esenciales, el Ins-
tituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria
|7
(INCRA) y la Fundación Nacional del Indio (FUNAI).
En cuanto llegó a la presidencia, Temer suprimió el
Ministerio de Desarrollo Rural, que llevaba a cabo po-
líticas que favorecían a los pequeños agricultores. Una
nueva ley limita la reforma agraria y prevé la regulari-
zación de las tierras adquiridas de manera ilegal a un
precio mucho más bajo que el del mercado, una prác-
tica histórica de los fazendeiros. “Esta ley es la mayor
derrota para la democratización de la propiedad de la
tierra −resume Juliana Malerba, profesora de derecho
medioambiental en la Universidad de Río de Janeiro–.
Cambia completamente las reglas y va a ocasionar una
concentración aun más fuerte. A lo que hay que agre-
garle todas las desgravaciones fiscales y las reduccio-
nes de deuda destinadas a los grandes terratenientes.”
Desde hace dos años, el ministro de Agricultura es
“el primero de los ruralistas”: Blairo Maggi, más co-
nocido en Brasil por el sobrenombre de “rey de la so-
ja”, ya que es propietario del Grupo Amaggi, primer
productor mundial, citado en los “Paradise Papers”
por haber armado con el Grupo Louis-Dreyfus una
sociedad muy rentable en las Islas Caimán. “Este go-
bierno suprimió toda la reglamentación medioam-
biental para la agricultura, ya sea para las semillas
transgénicas o para los fertilizantes químicos −ex-
plica Carlos Federico Marés de Souza Filho, profe-
sor de Derecho Agrario en la Universidad Pontificia
Católica de Paraná–. El marco legal sin embargo ya
era muy limitado. Ahora la ley permite el uso de pes-
ticidas que están prohibidos en sus países de origen.”
Con 235 diputados de 513 en total y 27 senadores
de 81 en conjunto, el grupo parlamentario ruralista
se muestra muy proactivo. Ha impulsado iniciativas
que aumentarían la violencia si fueran aprobadas:
un proyecto de ley para legalizar la portación de ar-
mas entre los productores rurales; otro que propone
la inscripción del Movimiento de los Sin Tierra y el
Movimiento de Trabajadores Sin Techo en la lista de
“organizaciones terroristas”…
Los ruralistas también dirigieron dos comisiones de
investigación parlamentarias sobre el INCRA y la FU-
NAI. Estas comisiones le piden a la justicia que inves-
tigue a 96 personas (antropólogos, responsables de or-
ganizaciones no gubernamentales nacionales e inter-
nacionales, procuradores, ministros de Justicia, etc.),
para ellos culpables “de fraudes en la demarcación y la
homologación de las tierras”. Las investigaciones judi-
ciales por el momento no han avanzado, pero la ame-
naza sigue ahí. Tanto más cuanto que “el Poder Judi-
cial carga con una pesada responsabilidad en el proce-
so de criminalización de los movimientos sociales”, se
preocupa Layza Queiroz Santos, abogada del Comité
Brasileño de Defensa de los Derechos Humanos. “Si la
relación de fuerzas entre progresistas y conservadores
no se equilibra en el Congreso que será elegido este año,
podemos temer que se reanuden estos ataques”, señala.
Mientras que el gobierno Temer trabaja para la
agroindustria, en Brasil sigue habiendo cerca de 4 mi-
llones de campesinos sin tierra, y cerca de 66.000 fa-
zendas improductivas, que representan alrededor de
175 millones de hectáreas. “Y estas cifras son subesti-
maciones −destaca Marés de Souza Filho–. Los crite-
rios que permiten medir la productividad son de 1980.
Si no se toma en cuenta la miseria de los campesinos,
los conflictos se van a radicalizar.” La cantidad de
brasileños que viven en la extrema pobreza aumen-
tó 11,2% entre 2016 y 2017, pasando de 13,34 millones
a 14,83 millones de personas. Un tema que no figura
nunca en el menú de los almuerzos de los martes. g
A.V.
Traducción: Aldo Giacometti
 8|
Derecho penal de ataque, enemigo, paria, bárbaro: en este polémico ensayo, Raúl
Zaffaroni argumenta que la apelación al imaginario bélico va a contramano de la
construcción de una democracia plural en el marco del Estado de Derecho.
Riesgosa tendencia a mezclar guerra con democracia
La metáfora bélica
por Eugenio Raúl Zaffaroni*
1
La metáfora bélica. Desde que Richard Ni-
xon comenzó a declararles la guerra a los en-
tes más inverosímiles, se expanden las metá-
foras bélicas en el discurso político y mediá-
tico: todo debe resolverse con una guerra.
Hasta el presidente de la Corte Suprema
argentina afirmó que nuestros sistemas procesales
fueron pensados como defensa, para defenderse de
los abusos del Estado, pero añadió que, como las so-
ciedades fueron cambiando, se necesita ahora un sis-
tema pensado como ataque (1). Y agregó que no pue-
de haber ataque si se usa la defensa.
El presidente de la Corte no es penalista y quizá
no entendió bien que su derecho penal de ataque y
defensa es una metáfora bélica, porque sólo se ataca a
un enemigo, concepto que hace pocos años dio lugar
a un intensísimo debate internacional (2).
2. ¿Quién es el enemigo? El magistrado confunde
al supuesto enemigo, aunque tiene razón en cuanto
a que los mayores daños no provienen hoy de los Es-
tados, sino del poder financiero con características
mafiosas, que destruye a los países, los endeuda, co-
rrompe, quiebra, defrauda a las poblaciones, las em-
pobrece y subdesarrolla.
Esta corrupción sistémica preocupa al penalismo,
pero es ocultada por la vocinglería de los monopo-
Dossier
Democracias
en crisis en
América Latina
lios mediáticos incorporados al poder financiero co-
rruptor, según los cuales la única corrupción es la del
Estado y los políticos populistas que lo agrandan. Se
impone por ende achicar al Estado, que siempre es
malo, mientras lo no-Estado siempre es bueno. En
síntesis: el Estado es corrupto y el poder financiero
es impoluto. De este modo no sólo se proclama la im-
punidad de los corruptores sistémicos que desbara-
tan Estados, sino que incluso se fabrica la falsa ima-
gen de su virginidad moral.
Cabe señalar que hay serias propuestas para crimi-
nalizar la corrupción sistémica. Wolfgang Naucke en-
saya una aproximación al delito económico-político
que abarcaría macroestafas como la burbuja de la cri-
sis de 2008, idea que se remonta a la condena a em-
presarios cómplices de la Shoah en Nuremberg y que
incluye los juicios contra funcionarios de Islandia res-
ponsables de la crisis financiera de 2008 (3).
3. El derecho penal de ataque. Pero lo más grave
es que en ese discurso se propugna directamente un
derecho penal de ataque. Quien no conoce mucho de
la materia puede confundirse, pero quienes conocién-
dola repasamos la historia verificamos que cada vez
que se usó esa metáfora para eliminar a un enemigo pe-
ligroso en realidad se terminó eliminando a quienes el
poder de turno consideraba molestos.
Edición 227 | mayo 2018
Manifestante, San Pablo, 28-4-17 (Nelson Almeida/AFP)
En efecto: en cada época genocida el poder pu-
nitivo desató su ataque contra algún enemigo pro-
metiendo salvarnos de los peligros más dispares: las
brujas, los herejes, la degeneración, la sífilis, el co-
munismo internacional, el capitalismo explotador, la
droga, el alcohol, la corrupción, la criminalidad or-
ganizada e incluso el propio totalitarismo.
Lo cierto es que nunca nos salvó de nada: algunos
de esos peligros no eran tales (ya no quemamos muje-
res, pero sólo porque dejamos de temer a las brujas);
otros peligros se resolvieron por otras vías (la penici-
lina curó la sífilis, el comunismo internacional implo-
sionó), y otros (el alcoholismo, la droga, etc.) no fue-
ron resueltos. Por desgracia, la corrupción se volvió
sistémica y manipula al poder punitivo.
Nadie se atrevería hoy a sostener que la Inquisi-
ción liberó al mundo de Satán, Hitler de la conspira-
ción judía mundial, Mussolini del comunismo, Sta-
lin del capitalismo explotador, nuestras dictaduras
de seguridad nacional del oriente del trapo rojo o los
racistas de la degeneración. Sin embargo, todos ellos
argumentaron el derecho penal de ataque, y realmen-
te atacaron y mataron sin piedad.
En este milenario camino quedaron millones de
cadáveres. En el siglo pasado –para no ir más lejos–
al menos uno de cada cien habitantes del planeta fue

asesinado por los Estados (fuera de toda guerra real),
una cifra superior a la totalidad de los homicidios de
iniciativa privada, legitimando estas masacres bajo el
manto racionalizante de alguna metáfora bélica. Pue-
de afirmarse que se trata de la mayor, más masiva, letal
y prolongada estafa a la humanidad entera.
4. ¿Un derecho penal de defensa? Dado que no
existe un derecho penal de ataque, tampoco es admi-
sible otro de defensa, pues no es defensa la preser-
vación de la vida y la dignidad de las personas, sino
que es el presupuesto mismo de todo Estado demo-
crático y de derecho.
Si se quiere abusar y usar esa palabra también
metafóricamente, lo que en verdad se defendería
sería al Estado democrático mismo, pues éste des-
aparece cuando se lesiona la dignidad y la vida de
las personas, aunque la hegemonía gobernante sea
resultado de un acto electoral.
5. Los derechos humanos y la metáfora bélica. Es
ampliamente sabido que, si bien el principio mayori-
tario es la base de la democracia, no debe ser entendi-
do en sentido absoluto, puesto que tal entendimiento,
en su límite extremo, daría lugar a una democracia to-
talitaria, toda vez que no garantizaría la posibilidad de
alternancia en el poder, como sucedía en la vieja cons-
titución soviética. Así lo entiende todo el constitucio-
nalismo de los Estados democráticos, conforme a la
regla de que la mayoría no puede negar los derechos
de la minoría, puesto que, de hacerlo, negaría el de la
propia mayoría a cambiar de opinión (4).
Las consecuencias de la metáfora bélica generaron
tal pánico que, hace setenta años, los jefes de nuestras
manadas humanas concluyeron que el único derecho
penal respetuoso de la dignidad del ser humano es el
que habilita a penar al culpable y, al mismo tiempo, in-
habilita para penar al inocente (o al culpable más allá
de lo que indica la gravedad de su ilícito). Esta fue la
verdadera razón de la positivización internacional de
los derechos humanos a partir de 1948.
6. La metáfora bélica deslegitima al Estado. Co-
mo la metáfora bélica le hace perder al Estado todo
límite ético y jurídico, como su resultado es que los
propios agentes estatales cometen delitos, lo degra-
dan a la condición de un Estado delincuente, priván-
dolo de su legitimidad ética: si tanto el Estado como
su enemigo son delincuentes, la única razón para
respetar al Estado es el miedo, porque moralmente
nada nos obliga a acatar el poder de un delincuente.
No debemos cargar las tintas en el discurso de un
magistrado un poco distraído; mucho más grave re-
sulta el hecho de que la metáfora bélica empape las
reiteradas manifestaciones de la ministra de Seguri-
dad y del Presidente, porque en sus manos está la con-
ducción de las fuerzas de seguridad.
7. ¿Cómo actúa la metáfora bélica en algunos
policías? Los policías son trabajadores como los de
cualquier otra categoría profesional, sólo que, a dife-
rencia de lo que ocurre en Europa y de lo que suce-
de en Argentina con otros trabajadores, carecen de
derechos laborales (sindicalización, paritarias, etc.).
Están sometidos a un régimen disciplinario arbitra-
rio y autoritario con el argumento de la necesidad de
una estructura militarizada, cuando se trata en rea-
lidad de un servicio de naturaleza civil y de primera
necesidad, puesto que ningún Estado puede prescin-
dir de él: hay Estados sin Fuerzas Armadas, pero no
hay Estados sin policía.
En todas las categorías profesionales (jueces, abo-
gados, docentes, ingenieros, médicos, sacerdotes, eco-
nomistas, etc.) existen ciertas personas con problemas
de salud mental; la policía no es una excepción. El pro-
blema es que, dada la dificultad para fortalecer la con-
ciencia profesional debido a la prohibición de sindicali-
zación, las consignas bélicas generan un efecto concre-
to en aquellos pocos casos de policías con salud mental
precaria. Esto se traduce en errores de conducta que a
menudo resultan letales. La metáfora bélica de la con-
ducción política termina cobrando víctimas fatales.
8. ¿Cómo se explica el éxito de la metáfora? Pe-
se a su simplismo e irracionalidad, la metáfora bélica
cunde con facilidad, lo que no se explica por el opor-
tunismo de un Presidente y su ministra ni tampoco
por la manipulación de los medios de comunicación,
que crean realidad pero no son omnipotentes, dado
que no inventan los prejuicios sino que los recogen,
profundizan y explotan (siguiendo la tradicional tác-
tica völkisch de su maestro Göbbels).
La respuesta a esta pregunta se halla en nuestra his-
toria y en la construcción mediática de la guerra a la
corrupción limitada al ámbito estatal, siempre dirigida
contra los gobiernos populistas que ampliaron la ba-
se de ciudadanía real: Yrigoyen en 1930, Perón en 1955,
las insólitas versiones de la cuenta suiza de Evita... Es-
ta táctica no tendría éxito sin una parte de la sociedad
dispuesta a creerla, porque el estafador nunca crea a
su víctima, sino que la detecta. Tampoco la víctima es
siempre inocente: quien compra una máquina de fal-
sificar dólares es porque pretende cometer un delito.
9. La credulidad de sectores medios. Aquí también
hay una víctima crédula, aunque tampoco inocente del
todo: un sector de la llamada clase media que, como sa-
bemos, es heterogénea y ni siquiera corresponde a una
realidad de niveles de riqueza. Por consiguiente, no to-
do lo que se llama clase media asume la misma actitud
crédula: hay una parte que duda y otra, menor pero crí-
tica y más informada, que la rechaza.
Pero lo cierto es que un buen sector de la clase
media está predispuesto a creer que se llevaron todo,
mientras no cae en la cuenta de que se endeuda al país
en forma descomunal, por obra de una corrupción sis-
témica de volumen astronómico. ¿Qué es lo que im-
pide que parte de la clase media perciba la realidad?
¿Qué la lleva a creer en cualquier invención de supues-
ta corrupción escandalosa de los gobiernos populistas,
aunque carezca de toda prueba y viso de realidad?
Ese sector está formado por personas que, aunque
en algunos casos con ingresos muy modestos, sienten
la imperiosa necesidad de considerarse superiores.
Pero como envidian a los que concentran la riqueza
de la que carecen, deben atribuir la culpa de sus frus-
traciones a alguien, que no puede ser al que ambiva-
lentemente tratan de imitar, no en riqueza, pues no la
tienen, sino en gustos, opiniones y refinamiento.
10. La construcción del paria vago, inmoral y de-
lincuente. Tal vez esto suceda en alguna medida en
toda sociedad. La explicación puede rastrearse muy
lejos, como por ejemplo en la descripción de la socie-
dad de castas hindú de Max Weber (5), quien explica
que la existencia de la casta de parias cumple la fun-
ción de permitir a todas las otras, incluso a las más
humildes, considerarse superiores.
Pareciera que en alguna medida toda sociedad crea
o ilusiona subhumanos para diferenciarse, conside-
rarse superior, rechazarlos y odiarlos como responsa-
bles de todas sus frustraciones y, de ese modo, evitar
canalizar ese odio hacia las clases hegemónicas.
Por cierto, hay diferentes formas de crear a los pa-
rias. Hay sociedades en que la creación se facilita por
las secuelas racistas de la esclavitud (6). En las socie-
dades europeas la cuestión es más complicada, pues
importan parias y también agudizan las diferencias en
la misma clase media (7).
En nuestra sociedad, la construcción de parias
viene de lejos y fue sociológicamente caracterizada
a mediados del siglo pasado por Jauretche como el
medio pelo del gorilismo revanchista visceral: todo el
que intenta ayudar a los parias a salir de su situación
lesiona el sentimiento de superioridad de sectores
medios orgullosos de su pretendida virtud moral,
producto de la idea de que merecen todo lo que tie-
nen y mucho más por haberlo conseguido sólo por
sus méritos individuales (meritocracia).
Los medios monopólicos captan fácilmente el dis-
curso caricaturesco de estos sectores de la clase media
y lo explotan al máximo: ¿Cómo puede ser que estos
miserables quieran vivir como uno? ¿Estos populistas
corruptos pretenden quitarnos lo que hemos gana-
do con nuestro esfuerzo individual (meritocrático) y
nuestra moral superior, para dárselo a esos vagos, im-
púdicos, grasas y delincuentes? ¿No ven que abusan de
los derechos que les dan? ¿No ven que hacen asado con
el parquet? ¡Venga quién sea, militares, financistas co-
rruptos, extranjeros, pero echen a estos populistas co-
rruptos, demagogos y sucios! ¡Métanlos en la cárcel!
11. Civilización y barbarie. Civilización y barba-
rie es la opción creada por toda la intelectualidad
|9
más o menos oligárquica, desde Sarmiento (que afir-
maba que nuestra población era mezcla de una raza
medieval con otra paleolítica, lo que la hacía inidó-
nea para la democracia, y aconsejaba no ahorrar san-
gre de gaucho), pasando por los que legitimaron el
genocidio patagónico, hasta alcanzar la decadencia
de las vulgaridades televisivas del presente.
La intelectualidad antipopular elevó estas pa-
trañas a la categoría de un paradigma (del que no se
libró nuestra propia izquierda tradicional), como
pretendida clave de comprensión de todos nuestros
problemas nacionales: la culpa de todo la tienen los
bárbaros y los populistas corruptos, que son votados
por esos ignorantes, brutos, inmorales, concupiscen-
tes y delincuentes.
Por cierto que los civilizados y los bárbaros cam-
biaron su fisonomía a lo largo de nuestra historia, pe-
ro la dicotomía se man-
tiene hasta el presente,
En cada época como legado de las lu-
chas fratricidas del siglo
genocida el poder XIX y del neocolonialis-
mo, valido de las oligar-
punitivo desató quías proconsulares que
el populismo combatió.
su ataque contra 12. La metáfora bélica y
algún enemigo el poder punitivo. Hoy la
metáfora bélica, hija de la
prometiendo dicotomía de civilización
y barbarie, se traslada al
salvarnos de poder punitivo en dos
sentidos: por un lado, en
los peligros más el discurso de los respon-
sables de la conducción
dispares. de las policías para legiti-
mar la muerte de jóvenes
de los barrios precarios, banalizándolas, aun las de
niños y por la espalda; por otro lado, la misma metá-
fora se esgrime contra el enemigo populista que pre-
tendió dar una mano a los parias.
Cuando desde la cúpula del Estado se quiere legi-
timar su poder punitivo apelando a la metáfora béli-
ca, se procesa y encarcela a las cabezas de la oposi-
ción, se las somete a la picota televisiva, se excluye a
periodistas y artistas críticos, se intenta manipular
la composición de tribunales, se desoyen los manda-
tos jurisdiccionales internacionales y nacionales, se
mantiene presa a una diputada por discriminación
múltiple, se desatan campañas de estigmatización
ante cualquier crítica, se permanece indiferente ante
denuncias de corrupción sistémica, pero, sobre todo,
se lesiona masivamente el derecho al desarrollo acu-
mulando a la velocidad de la luz un monto de deuda
sin precedentes en toda la historia, y un gobierno cu-
yo mandato termina en poco más de un año compro-
mete el presupuesto por décadas, ese Estado, aun-
que el origen electoral de sus gobernantes sea indis-
cutible, por cierto que va a contramano de la demo-
cracia plural, enmarcada en un Estado de Derecho y
conforme al modelo de sociedad abierta. g
1. Infobae, 14-4-18.
2. Se trata del famoso derecho penal del enemigo (Feindstrafrecht) que
llenó estantes de libros. Nos ocupamos de eso en El enemigo en el Derecho
Penal, Universidad Santo Tomás, Bogotá, 2006; EDIAR, Buenos Aires,
2006; Dykisson, Madrid, 2007; Ediciones Coyoacán, México D.F., 2007.
3. Wolfgang Naucke, El concepto de delito económico-
político. Una aproximación, trad. y estudio preliminar
de Eugenio Sarrabayrouse, Madrid, 2015.
4. Por ejemplo, Peter Häberle, Europäische Verfassungslehre, Nomos,
Baden-Baden, 2006, p. 299; del mismo autor, El Estado Constitucional,
Buenos Aires, p. 258; Livio Paladin, Diritto Costituzionale, Padova, 2006,
p. 263; Enrico Spagna Musso, Diritto Costituzionale, Padova, 1992, p. 151.
5. Max Weber, Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie, tomo
II, Tübingen, 1986, p. 1, “Hinduismus und Buddhismus”.
6. Sobre Brasil, por ejemplo, Jesse Souza, A
elite do atraso, Río de Janeiro, 2017.
7. Sobre el caso francés es interesante el ensayo de François
Dubet, ¿Por qué preferimos la desigualdad? (Aunque
digamos lo contrario), Siglo XXI, Buenos Aires, 2016.
*Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires, juez de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Su último libro es
Derecho penal humano, Hammurabi, Buenos Aires, 2017.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
10 |
Debates
del
futuro
¿
Podemos “querer menos” o estamos
obligados a seguir el camino de consu-
mir todo lo que se nos presenta, cada
vez y para siempre? La pregunta atra-
viesa nuestras decisiones de todos los días,
desde el agua embotellada que compramos
para sacarnos rápido la sed hasta ese produc-
to que compramos en una tienda online, ten-
tados por un anuncio en medio del almuerzo,
pero que no sabemos bien si necesitamos.
Con la tecnología, y en especial con las
redes sociales, sucede algo parecido. El len-
to abandono de las redes sociales o quitarse
la aplicación del teléfono está creciendo. Los
espacios de intercambio online que alguna
vez fueron un espacio adorado están empe-
zando a pensarse como cárceles donde pa-
samos tanto tiempo que en algunos años nos
recordarán a haber vivido un período simi-
lar al de la esclavitud. “Estamos tecno-insti-
tucionalizados”, escribió el neozelandés Alex
Beattie en el primer número de The Discon-
nect, una revista digital que sólo se puede
leer alejándose del wifi. “Diez años atrás, el
gobierno inglés acuñó el término nomofobia
para describir la ansiedad de las personas si
se separaban de su teléfono. Esto capta per-
fecto cómo ve mucha gente hoy a internet:
como algo esencial para sus vidas”.
¿Estar institucionalizado no es acaso creer
que somos libres de elegir qué consumimos,
cuándo y dónde, pero en realidad vivir pre-
sos de un hábito que no podemos dejar? En
estos días, cuando volvió a hablarse de la can-
tidad de datos privados que empresas como
Facebook acumulan sobre nosotros y cómo
hasta lo comparten ilegalmente con compa-
ñías como Cambridge Analytica, la pregunta
sobre si debemos abandonar las redes socia-
les se repitió y respondió con insistencia. Sin
embargo, más allá de las razones políticas que
tengamos para hacerlo, hay un muro que se
interpone entre decirlo y hacerlo. ¿Podemos
realmente dejar ese otro lugar de consumo
donde pasamos 50 minutos al día?
Ya lo reconocieron los mismos creadores
de las redes sociales: las redes sociales ape-
lan a nuestras adicciones igual que la dopa-
mina, el neurotransmisor que nos produce
bienestar. Si en cambio nos alejamos, dis-
paran el cortisol, esa hormona que nos hace
poner nerviosos hasta la angustia, como un
bebé al que de repente le quitan su osito pre-
ferido. Está claro: no todo el tiempo que pasa-
mos en las redes es estupidez. Pero gran par-
te de él responde a la necesidad de consumir
y ser consumidos, esa misma que no nos deja
pensar en otra opción que comprar todo lo
que se nos presenta y después no saber qué
hacer con la basura que nos queda. Tal vez, la
solución a ambos males sea el mismo reme-
dio: dejar de jugar el juego para ganar. g
Natalia Zuazo
El de los residuos es hoy uno de los problemas ambientales más
difíciles de resolver: mientras la población y el consumo crecen,
el espacio para almacenar los residuos se reduce. Las soluciones,
incluido el reciclaje, no dan una respuesta sostenible. El cambio en
los modos de producción y consumo como salida.
El tratamiento de residuos en el tapete
¿Qué hacemos
con la basura?
por Verónica Ocvirk*
E
n el debate sobre las ocupa-
ciones del futuro suelen circu-
lar especulaciones sobre qué
trabajos sobrevivirán y cuáles
ya no estarán más entre noso-
tros. ¿Ensamblador en una automotriz no
y profesionales de big data sí? ¿Conduc-
tores de trenes no, granjeros urbanos sí?
Entre esos oficios hay un campo de traba-
jo que pocos mencionan y del que hoy sa-
bemos casi con certeza que será bastante
redituable: ingeniero de reciclaje y exper-
to en tratamiento de residuos. A esos téc-
nicos les tocará lidiar con imágenes poco
agradables: pañales usados, restos de yer-
ba, bolsas con heces de animales, trapos
viejos, vidrios rotos, latas, melones ran-
cios y todo tipo de envases, botellas, jerin-
gas y hasta presas de pollo crudas en des-
composición. Será, paradójicamente, un
trabajo sucio por un mundo más limpio.
La cantidad y calidad de basura que
estamos generando constituye un pro-
blema ambiental, urbano, social y de sa-
lud pública tan grave que sus soluciones
–las sostenibles– demandan inteligencia
y parvas de dinero. Según estimaciones
de Waste Atlas, el planeta genera por ho-
ra unas 228 mil toneladas de basura. Los
primeros países de este ranking son to-
dos ricos: el Reino de Bahrein produce
906 kilos por persona por año, Canadá
777, Dinamarca 747, Estados Unidos 733,
Kuwait 709 y Suiza 702.
El problema de la basura implica tam-
bién enfrentarnos a un cuestionamiento
radical a nuestra forma actual de produ-
cir y consumir. Con los residuos sucede
algo común de nuestro tiempo: todos nos
topamos alguna vez con imágenes de los
mares rodeados de islas de basura, aves
enredándose las patas entre bolsas, de-
terioro de los paisajes, contaminación de
recursos naturales. No tenemos duda de
que lo que dicen es cierto. Sin embargo,
cada noche sacamos nuestra bolsa como
si nada ocurriera, suponiendo que los de-
sechos se esfuman. O terminamos de co-
mer en un restaurante de comida rápida
y nos dirigimos a arrojar en un tacho una
bandeja repleta de plásticos y cartones
mezclados con restos de comida. En el
mejor de los casos, en nuestras casas se-
paramos, aunque demasiadas veces no
sabemos exactamente qué separar. ¿La
botella con restos de jugo podría arrojar-
se al contenedor que indica que ahí van
sólo residuos secos? ¿Los envoltorios de
galletitas también se reciclan? En algunos
lugares tampoco queda demasiado claro
qué tenemos que hacer con lo separado,
mucho menos qué es lo que con todo eso
sucede después: ¿acaso termina juntán-
dose con el resto de la basura?
¿A dónde va toda esa basura?
El camino que siguen los desechos que
se producen en los hogares –también lla-
mados “residuos sólidos urbanos”– no es
Los techos verdes
le ganan al aire
acondicionado, los
géneros naturales
a los sintéticos, los
juguetes de madera
a los de plástico...
el mismo en todas partes. La peor de to-
das las opciones –vigente aún en la ma-
yoría de las localidades argentinas y en
las más de 300 que conforman la Cuen-
ca Matanza Riachuelo– es la del basural
a cielo abierto, un terreno donde los resi-
duos simplemente se tiran sin ningún tra-
tamiento ni control. Los problemas de es-
ta práctica son varios, empezando por el
hecho de que al mezclar los restos orgá-
nicos con otros residuos se genera meta-
no, un gas que resulta 25 veces más noci-
vo que el dióxido de carbono en términos
de efecto invernadero. Además, los basu-
rales a cielo abierto acercan a roedores e
insectos transmisores de múltiples enfer-
medades. Y cuando se mojan con la lluvia
exudan unos líquidos que se llaman lixi-
viados y contaminan tanto el suelo como
los cursos de agua. Humo por incendios,
residuos que vuelan y familias completas
viviendo al interior de estos predios com-
pletan cuadros de emergencia sanitaria.
Otros municipios (1) cuentan con sis-
temas en los que la basura se dispone en
rellenos sanitarios, es decir, obras de in-
geniería que permiten almacenar de mo-
do seguro una cantidad de residuos por
día durante cierto tiempo. Esto es: no se
trata de hacer una excavación y enterrar-
los, sino que antes se realizan estudios
geotécnicos e hidrológicos y las obras de
infraestructura necesarias para que esa
basura no contamine ni el agua ni el sue-
lo ni la atmósfera, atendiendo los siste-
Edición 227 | mayo 2018
mas de impermeabilización, el manejo de
aguas superficiales y la gestión del biogás
y de los lixiviados. Este es el caso del Área
Metropolitana de Buenos Aires, donde el
CEAMSE (Coordinación Ecológica Área
Metropolitana Sociedad del Estado) se
ocupa del tratamiento y disposición de la
basura que se genera en la Ciudad de Bue-
nos Aires y 34 partidos del conurbano, que
equivale a unas 17 mil toneladas diarias.
Hasta hace cuatro décadas la basura
que se producía en Buenos Aires se que-
maba. Pero desde la creación del CEAM-
SE en 1977 el proceso cambió. Hoy, ade-
más, ni siquiera toda la basura termina
enterrada, porque desde 2013 funciona
en el predio de José León Suárez una
planta de tratamiento mecánico biológi-
co (MBT) en la que se tratan biológica-
mente los residuos degradables y se re-
cupera una parte de los reciclables con
el objetivo de reducir la cantidad de ba-
sura que va a disposición final. Sin em-
bargo, el porcentaje de recuperación de
esa planta resulta más bien bajo (basta
pensar lo difícil que resulta meterse en-
tre montañas de basura para sacar de ahí
botellas o pedacitos de metal).
La separación, si se quiere hacer bien,
tiene que realizarse en origen. En 2013, el
gobierno de la Ciudad de Buenos Aires in-
auguró en Villa Soldati un centro de reci-
claje donde se procesan unas 2.500 tone-
ladas diarias entre residuos áridos (restos
de construcción y de obra), forestales (de
la poda que hacen las comunas), orgánicos
(de polos gastronómicos y supermercados)
y PET (fardos de botellas), además del con-
tenido de las campanas y puntos verdes, to-
dos materiales que antes se enterraban con
el resto de la basura y ahora pueden volver
a formar parte del circuito productivo.
Esto es, hasta ahora, lo que se ha estado
intentando en Argentina: erradicar los ba-
surales y transformarlos en rellenos. En las
ciudades con más recursos y voluntad en el
tema (como Bariloche, desde 2014), se in-
troducen además programas de recogida
selectiva y se construyen plantas de clasi-
ficación, formalizando incluso a los reci-
cladores informales. Pero este esquema, si
bien está a una galaxia de distancia del ba-
sural a cielo abierto, tampoco termina de
ser el ideal. Es que los rellenos no son eter-
nos, sino que se diseñan con un horizonte
de unos 20 años luego de los cuales se de-
berán buscar nuevos predios con la capaci-
dad, las condiciones de suelo y la distancia
de cuerpos hídricos y centros urbanos ade-
cuada, requisitos que no resultan fáciles de

reunir. Además, existe la esperable reac-
ción NIMBY (“Not In My Back Yard” o “no
en mi patio trasero”), que con cierta lógica
mostrarán los habitantes de las zonas ale-
dañas a su instalación.
En Europa ya casi no queda espacio pa-
ra rellenos y en algunos países (Alemania,
Francia, Holanda y Bélgica entre otros)
está imponiéndose la llamada “valoriza-
ción energética de residuos”, que hace po-
co comenzó a discutirse en América La-
tina y consiste en quemar la basura para
producir energía. Suena bien, pero la téc-
nica causa controversia. En parte porque
la energía que se genera no es tan limpia
(se supone que las del futuro son las ener-
gías libres de emisiones) y porque todos
los residuos deberían en realidad reciclar-
se o compostarse, paradigma bajo el cual
la incineración, por más controlada que
sea, no aparece como una buena solución
para gestionarlos y hasta podría ir en de-
trimento de mejores prácticas.
Podemos enterrar nuestra basura, se-
pararla y procesarla, pero ni aun que-
mándola termina de desaparecer. ¿Qué
nos queda por hacer? “Separar en origen
es fundamental, porque así no sólo me-
joraremos los índices de recuperación y
las condiciones de los trabajadores de los
complejos ambientales, sino que además
contribuiremos a que los módulos de dis-
posición final del relleno tengan una vida
útil más larga. También fabricar compost
resulta altamente beneficioso, ya que cer-
ca de un 50 por ciento de los residuos só-
lidos urbanos son orgánicos”, dice Mau-
ricio Cogollo Rueda, ingeniero sanitario
y ambiental y docente de las cátedras de
Gestión de Residuos Sólidos en la Uni-
versidad de Flores y en la Universidad
de Ciencias Empresariales y Sociales. Y
agrega que al mismo tiempo tendríamos
que empezar a pensar en generar menos
basura: “Entre los ambientalistas circula
una frase que lo resume bien: el mejor re-
siduo es el que no se produce. De las famo-
sas “3 R” (reducir, reutilizar, reciclar), la
más importante es la primera”.
Reutilizar responsablemente implica
generar productos que verdaderamente
tengan una finalidad real y resulten dura-
deros, y no una manualidad que por caso
convierta una botella en un muñeco, ador-
no o farolito que no sólo volverá al basu-
rero en dos meses, sino que además será
mucho más difícil de reciclar porque trae
injertos de goma eva y plasticola. El capí-
tulo del reciclado es más complejo toda-
vía, y también aquí el tema de las botellas
de plástico resulta paradigmático. Cual-
quier botella desechada puede seguir tres
caminos. Si se tira a la basura, terminará
en un relleno. Si se deja en la calle, proba-
blemente acabará en el mar (porque de
las alcantarillas va al río, y del río, al mar,
donde el sol la degrada y así llega hasta el
ser humano). Pero si el envase está lim-
pio y correctamente dispuesto en el con-
tenedor de residuos secos es posible que
sea convertido en nuevas botellas, o em-
balajes, u otros objetos no reciclables. El
problema es que el mundo compra cerca
de un millón de botellas plásticas ¡por mi-
nuto! y los argentinos 12 millones por día.
Carlos Arnaiz, Óleo sobre tabla, 2003 (Gentileza Galeria Jorge Mara - La Ruche)
Las cifras superan cualquier esfuerzo de
recogida y reciclado. Es imposible seguir-
les el ritmo a esos niveles de consumo.
Del albañal al jardín de rosas
El concierto de factores pareciera conspi-
rar para que sigamos haciendo lo que ha-
cemos, el mismo gesto mecánico e irre-
flexivo de “archivar en el cesto” repetido
por siete mil millones de almas, todos los
días, varias veces por día. A la basura que
a diario producimos podría equiparárse-
la con el concepto que Carol Adams acu-
ñó para explicar por qué los seres huma-
nos seguimos consumiendo carne: el de
“referente ausente”. De acuerdo con la es-
critora estadounidense, en la sociedad de
consumo los animales desaparecen con-
ceptualmente porque las personas no no-
tan que en realidad están comiéndose un
animal muerto, sino apenas un bife, una
salchicha o una hamburguesa. Con los re-
siduos sucede algo parecido: como el ca-
mión pasa y se los lleva, como sólo aten-
demos a lo que compramos mientras la
extracción de recursos y el tratamiento de
residuos ocurren fuera de nuestro campo
visual, entonces es difícil que los consumi-
dores seamos capaces de captar el proble-
ma que engendra todo eso que tiramos. Es
como si en el fondo nos creyéramos que la
Tierra abre la boca y sin más, se lo traga.
En algún momento imaginamos un fu-
turo en el que una estética entre plateada
y transparente se ve copada por robots,
máquinas y pantallas que solapan cual-
quier vestigio de vida natural. Sin embar-
go las vanguardias parecen marcar otra
cosa, y hay ejemplos: en movilidad el pa-
radigma pasa más por la bicicleta que por
el auto volador, y tampoco andamos co-
miendo pildoritas, sino que las tenden-
cias apuntan a consumir menos paquete
y más orgánico (por lo menos en secto-
res que cuentan con el tiempo y el capital
como para hacerlo). Los techos verdes le
ganan al aire acondicionado, los géneros
naturales a los sintéticos, los juguetes de
madera a los de plástico y el viejo canasto
para ir a hacer las compras se impone a
las bolsas de polietileno entregadas de a
fajos y gratuitamente.
En esa misma línea, las soluciones en
torno a las basuras –de nuevo: las opcio-
nes de verdad sostenibles– no pasan por
transportar contenedores a Marte o echar-
les unos químicos que las desintegren, si-
no por usar menos plástico, consumir más
frutas y verduras, cultivar, comprar local,
reparar lo que se rompe, desarrollar bio-
materiales, vivir con menos, compartir
más, volver a comprar suelto y aprender
otra vez a compostar. Una economía real-
mente circular –para muchos el único es-
| 11
quema viable– implica adoptar modelos
productivos adaptados a la necesidad de
ahorrar recursos y producir cero resi-
duos. Algo así como ocurre en el mundo
natural, en el que la materia fluye porque
los desechos de una especie se convierten
en alimento para otra. El actual modelo li-
neal –tomar, usar, tirar– se basa en el uso de
grandes cantidades de energía y recursos
baratos. Y sí que pareció funcionar duran-
te algún tiempo, pero ahora está llegando al
límite de sus capacidades físicas.
Es fundamental que los ciudadanos
entiendan, que separen, que composten,
que lleven su taza a la cafetería y com-
pren inteligente. En otras palabras: que
el modo de vida zero waste (cero basura)
sea socialmente valorado. Pero a la vez es
preciso que las empresas tomen la res-
ponsabilidad de gestionar sus desechos
postconsumo. Por visión de futuro, por
marcos legales más duros o por presión
social sus prácticas deberán cambiar ha-
cia un modelo que lleve a valores míni-
mos la producción de residuos. En Berlín
abrió sus puertas un supermercado –el
Original Unverpact– que vende alimen-
tos y artículos de limpieza sin ningún ti-
po de envase, todo a granel. En Zurich los
hermanos Markus y Daniel Freitag fabri-
can ropa completamente biodegradable,
cuyas telas están hechas con fibras vege-
tales de cáñamo y lino y hasta el botón
del jean se desenrosca y sirve para otro
pantalón. En Tokio el diseñador japonés
Kosuke Araki estudia posibilidades de
convertir a las algas en una alternativa al
plástico para embalar.
La esperanza está en un cambio cultu-
ral, aunque tampoco está de más contem-
plar la posibilidad de cobrar a los indivi-
duos y empresas por la basura que generan.
O por no gestionarla correctamente: Milán
logró en poco tiempo aumentar el 54% su
tasa de reciclaje gracias a un sistema de re-
cogida selectiva de residuos que implicó un
fuerte trabajo de educación pero no se ba-
só sólo en una opción voluntaria, sino que
se transformó en obligación: los controles
son muy estrictos y las multas, si bien bajas,
contribuyen a incrementar el compromiso.
“El planeta, como sea, va a sobrevi-
vir. La Tierra tiene larga experiencia en
procesos de grandes extinciones. Apare-
cen nuevos ambientes, se destruyen es-
pecies, surgen otras nuevas”, dice Cogo-
llo Rueda. Y concluye: “¿El plástico tar-
da 500 años en degradarse? En tiempos
geológicos eso es lo mismo que nada, la
naturaleza puede continuar. Somos no-
sotros los que estamos en peligro”.
Mientras tanto, mientras una cosa u otra
ocurre, la basura resulta un signo elocuen-
te respecto de cómo es el mundo en el que
vivimos. Y de cómo debería cambiar. g
1. San Juan, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Mar del
Plata, Bahía Blanca, Ushuaia, Rosario, entre otras.
En el caso de Chubut, las ciudades de Trelew,
Puerto Madryn, Rawson, Gaiman y Dolavon se
unieron para gestionar un único relleno.
*Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
12 |
Durante mucho tiempo, los Estados toleraron todas las infracciones
de las empresas digitales (fiscalidad, propiedad intelectual,
privacidad). Pero la relación de fuerzas con los poderes públicos
está cambiando. Ya no se trata de saber si la actividad de estos
grupos debe ser regulada, sino cómo y en beneficio de quién.
Peligroso tráfico de datos personales
Contra la
oligarquía digital
por Frank Pasquale*
L
a vida de Catherine Taylor
cambió radicalmente el día
en que un agente de datos
personales registró por error
en su historial: “Tentativa de
venta y fabricación de metanfetami-
nas”. Esta falsa acusación se propagó
como reguero de pólvora, a través de
las ventas desenfrenadas de informa-
ción relativa a los consumidores. Cada
vez que se postulaba para un empleo,
este estigma digital la perseguía y ale-
jaba a los responsables de la selección
de personal. Ni siquiera podía com-
prarse un lavavajillas en cuotas.
ChoicePoint, una de las numerosas
empresas de recolección de datos per-
sonales, terminó corrigiendo su error.
Jim Campbell, Home Movies 560-1 (Gentileza Fundación Telefónica)
Pero muchas otras empresas a las que
les había vendido el historial de Taylor
no hicieron lo mismo. La interesada de-
bió perseguirlas y demandarlas judi-
cialmente; gestiones que terminaron
agotándola. “No puedo pasarme el día
montando guardia”, confiaba al perio-
dista de The Washington Post que con-
tó su historia (1). Debieron pasar cuatro
años para que consiguiera un empleo y,
al no poder encontrar un departamen-
to, terminó yéndose a vivir a la casa de
su hermana. Afirma que el estrés provo-
cado por esta situación agravó sus pro-
blemas cardíacos.
Por cada Catherine Taylor, conscien-
te del origen de su mala reputación, mi-
les de personas sufren sin saberlo la ela-
boración de perfiles y el espionaje digi-
tales. Las mismas empresas que utilizan
algoritmos sofisticados para vigilarnos
y manipularnos se ocultan detrás del
“secreto comercial” cuando son conmi-
nadas a rendir cuentas.
Comercio vs. vida privada
Periodistas y denunciantes abren perió-
dicamente una ventana sobre el funcio-
namiento poco transparente de la nueva
economía digital. Sus revelaciones sobre
el modo en que la empresa Cambridge
Analytica obtuvo información de usua-
rios de Facebook llamaron la atención so-
bre la necesidad de una política de datos.
Presionados, los Estados se sienten obli-
gados a actuar para regular su uso.
Edición 227 | mayo 2018
Mientras que, a ambos lados del At-
lántico, los responsables políticos se
disponen a legislar (o a aplicar mejor
las leyes existentes), una cartografía
mental de las enormes infraestructuras
que almacenan los datos se vuelve ne-
cesaria. Para orientarse en semejante
laberinto, pueden distinguirse tres ma-
neras de tratar la información personal
en las empresas modernas: la recolec-
ción, el análisis –para sacar conclusio-
nes sobre los usuarios en cuestión– y la
explotación. Cada etapa de este proceso
plantea problemas específicos.
Cuando los ciudadanos exigen que
Facebook y Google les remitan sus his-
toriales personales, descubren con ho-
rror que una gran cantidad de videos,
conversaciones privadas y fotografías
que pensaban haber eliminado están
perfectamente guardadas en archivos.
Aparecen registros detallados de sus
desplazamientos. En los teléfonos An-
droid, la red social captaba discreta-
mente la información vinculada a sus
llamados. Existen importantes docu-
mentos que revelan que las redes socia-
les poseen detalles íntimos de la vida
de sus usuarios. A medida que los sen-
sores de los teléfonos móviles mejoran,
los gigantes de la web se ven cada vez
más tentados a recoger más datos, has-
ta obtener un retrato completo de los
usuarios, que deja al descubierto sus
vulnerabilidades, sus deseos, sus debi-
lidades e incluso sus delitos.
¿Alguna vez escribió en un buscador:
“síntomas de la gonorrea” o “cómo de-
clarar una quiebra”? Ese recorrido de
navegación tal vez siga existiendo, vin-
culado a su nombre, a la dirección IP de
su computadora, o incluso a su identi-
ficador único. Gracias a él, las empre-
sas pueden fácilmente crear listados de
personas consideradas “neuróticas” o
“con abstinencia”. “A partir del histo-
rial de su tarjeta de crédito, el vehícu-
lo que usted maneja y otros aspectos de
su modo de vida, tenemos muchas posi-
bilidades de saber si usted sufre o no la
enfermedad que nos interesa”, declaró
el vicepresidente de una empresa de sa-
lud (2). Otros venden los correos elec-
trónicos y las recetas de pacientes que
sufren depresión o cáncer.
La dimensión de esta recolección de
datos suele manifestarse poco a poco, a
medida que las empresas dejan escapar
información por descuido. Así, una de
ellas envió un día un correo electróni-
co dirigido a “Mike Seay, hija muerta en
accidente de tránsito”. La hija del des-
tinatario había efectivamente fallecido
en un accidente hacía menos de un año.
El interés de esta información sinies-
tra para una estrategia de marketing si-
gue siendo un misterio. La empresa no
dio explicaciones al respecto ni reveló
su procedencia. Los agentes de datos
pueden obligar contractualmente a sus
clientes a proteger sus fuentes.
Si bien los recolectores, agentes y
vendedores de datos divulgan a veces
informaciones inofensivas, crearon
también clasificaciones de un cinismo
inigualable. Elaboraron listas de vícti-
mas de agresión sexual, personas en-
fermas de sida o de Alzheimer. Existen
también listas de impotentes o depre-
sivos. Vendidas por unos centavos por
nombre, esas listas, por poco confiables
que sean, atraen principalmente a pro-
fesionales del marketing, pero también,
cada vez más, a entidades financieras,
que analizan el perfil de sus clientes con
el fin de evitar fraudes, y a empleado-
res que buscan personal. Maestros en
las sombras, los agentes vacían de con-
tenido el concepto de confidencialidad.
 | 13

Una dinámica funciona desde hace mu-
cho tiempo: la vida privada se reduce a
medida que se extiende la protección
del comercio.
Algunos de esos datos son erróneos.
El autor de un artículo revelador descri-
bió cómo una de sus amigas, en perfecto
estado de salud, recibió una misteriosa
invitación a una reunión destinada a pa-
cientes con esclerosis múltiple. Aparen-
temente, había llenado un formulario de
inscripción para una reunión de perso-
nas con amigos afectados por esta enfer-
medad, y esos datos fueron recogidos y
luego vendidos a una empresa de mar-
keting. Ella ya no recuerda si el formula-
rio preveía ese tipo de uso, pero, ¿quién
podría acordarse de todas esas condi-
ciones generales de uso que se aceptan
con un clic sin leerlas? Lo cierto es que
la empresa de marketing vendió luego
esa información a un grupo que posee
dos empresas farmacéuticas. La intere-
sada comenzó a sospechar algo al reci-
bir objetos promocionales para esa reu-
nión. ¿Cuántos de nosotros hemos sido
asignados a categorías que ignoramos
por completo? (3)
El caso Cambridge Analytica mos-
tró que los datos de millones de usua-
rios de Facebook habían sido obte-
nidos por esta empresa dedicada a la
influencia política (Rimbert, pág. 14).
Pero las revelaciones sobre la transfe-
rencia de informaciones siguen siendo
escasas. Los Estados deberían facilitar
la tarea de quienes comienzan a abrir
esta “caja negra” ordenando que las
empresas rindan cuentas sobre el tipo
de datos que recogen. Deberían tam-
bién permitir a los usuarios impedir la
recolección de cierta información sen-
sible, en vez de imponer condiciones
de uso del tipo “todo o nada”. Un usua-
rio de Facebook podría así prohibir a
la red social elaborar un historial com-
pleto de sus visitas al hospital.
El creciente riesgo de violación de la
privacidad desacredita todo intento de
justificación en nombre de la “determi-
nación de consumidores”. Por más so-
fisticadas y prudentes que sean, incluso
las empresas gigantes pueden sucumbir
a ataques realizados por piratas. El trá-
fico cibercriminal de datos sigue sien-
do un tema tabú. Sin embargo, se sabe
que un agente de datos estadouniden-
se vendió accidentalmente a especialis-
tas en robo de identidad los números de
seguridad social, licencias de conducir,
cuentas bancarias y tarjetas de crédito
de millones de personas (4).
Un mejor control de la procedencia
de los datos y de sus compradores se im-
pone. A pesar de los esfuerzos de los le-
gisladores para comprender estas prác-
ticas, el intercambio de información
médica sigue siendo un blanco móvil, ya
que millones de archivos pueden ser en-
criptados y transmitidos con un simple
clic. A veces se encuentran huellas de la
venta de datos, pero ¿cómo hacer cuan-
do éstos se intercambian tras un acuer-
do informal entre agentes? Un simple
pendrive puede contener millones de
archivos. Los organismos de control ya
tenían inconvenientes para vigilar a las
empresas físicas; la proliferación de em-
presas de comercio de datos los ha des-
bordado por completo. Mientras éstas
no estén obligadas a informar sobre los
orígenes y destinos precisos de todos los
datos que poseen, no podrá estimarse la
dimensión de los usos fraudulentos ni
poner fin a las transferencias ilícitas.
Más allá de la responsabilidad de
las empresas de recolección de datos,
La dimensión de
esta recolección
de datos suele
manifestarse a
medida que las
empresas dejan
escapar información
por descuido.
tal como lo prevé la nueva reglamen-
tación europea, los legisladores debe-
rían también prohibir la divulgación
de cierta información, salvo excepcio-
nes. Por ejemplo, muchos estados esta-
dounidenses prohibieron a los emplea-
dores solicitar a sus empleados actuales
o potenciales la contraseña para acce-
der a sus cuentas de redes sociales. Pero
la competencia puede llevar a algunos
candidatos a ofrecerlas voluntariamen-
te. Aquellos que se preocupan por la
protección de su vida privada podrían
así verse perjudicados, aun cuando no
hagan más que ejercer sus derechos,
porque un empleador privilegiaría a los
otros. Mientras el uso de información
sensible no sea prohibido y seriamen-
te controlado, nadie estará protegido de
un futuro sin vida privada.
La “estupidez artificial”
La recolección de datos sólo representa
la primera etapa del proceso que con-
duce a destruir la vida privada. Una vez
recogidos por las empresas, los anali-
zan y extraen correlaciones e induc-
ciones. Por ejemplo, la socióloga Mary
Ebeling llenó algunos formularios al
comienzo de un embarazo que terminó
en un aborto espontáneo. Cuando aún
estaba en estado de shock, empresas
de marketing le ofrecían productos pa-
ra bebés. Había sido clasificada como
madre en numerosas bases de datos di-
gitales. Ebeling escribió un libro sobre
esta experiencia, sin lograr sin embar-
go comprender todo el proceso que ge-
neró estas publicidades que la asedia-
ron durante años (5). Otros algoritmos
fundamentan nuestra reputación de
tomadores de préstamos, estudiantes,
propietarios o empleados. Muchas em-
presas de crédito utilizan actualmente
información de manera inédita, con el
fin de ofrecer sus servicios a los consu-
midores y a las pequeñas empresas. En
esta sociedad de calificaciones, la gente
ignora cómo su solicitud de crédito fue
evaluada.
Estos problemas tienen consecuen-
cias concretas particularmente preocu-
pantes. Un reciente informe de Privacy
International revela que empresas de tec-
nología financiera, que apuestan a las he-
rramientas digitales para captar porcio-
nes de mercado, no dudaron en explotar
información confidencial para evaluar
la solvencia de un tomador de préstamo:
actividad política, llamados y mensajes,
aplicaciones utilizadas, geolocalización,
formularios completados, etc. (6).
Además, los programas capaces de
realizar predicciones y ajustarlas ba-
sándose en el análisis de datos masivos
–los sistemas de aprendizaje automáti-
co– movilizan medios aun más invasi-
vos para evaluar la solvencia. Un artículo
publicado recientemente pretende por
ejemplo estimar la propensión al delito a
partir de la fisonomía de las personas (7).
Los investigadores en inteligencia artifi-
cial predicen también la sexualidad y la
salud a partir del rostro de una persona,
imagen relativamente fácil de obtener en
Google o Facebook (8).
Si bien los sistemas de aprendizaje
automático representan una innova-
ción valiosa en materia de lucha contra
el cáncer o contra los piratas informá-
ticos, no carecen de efectos negativos
para la humanidad. Se sabe que al me-
nos una empresa que ofrece tarjetas de
crédito observa los acontecimientos de
nuestra vida, especialmente aquellos
relacionados con nuestra psicología,
para realizar análisis predictivos. Da-
do que las estadísticas señalan que las
parejas que hacen terapia son más pro-
pensas a divorciarse que las demás, es-
te factor se vuelve una “señal” de que
el conflicto conyugal está a punto de
transformarse en dificultades financie-
ras. Este “castigo por terapia de pareja”
plantea un dilema a los legisladores. Si
callan, ocultan un aspecto importante
de la solvencia de los titulares de tarje-
tas de crédito. Si hablan, las parejas po-
drían renunciar a una terapia de pareja
necesaria para su relación.
Aun cuando no existiera un lazo pro-
bado entre la terapia de pareja y las
deudas impagas, la correlación basta
para orientar una decisión. Las conse-
cuencias son a veces siniestras en el ca-
so de estados objetivamente verifica-
bles, como el embarazo, y destructivas
para aquellos que son categorizados co-
mo “perezosos”, “poco confiables”, “en
dificultades”, o peor. En momentos en
que la alquimia digital crea nuevas rea-
lidades analógicas, los datos a la deriva
pueden generar inconvenientes en ca-
dena. Una vez que un programa decidió
que una persona presenta un riesgo de
crédito, no cumple con sus responsabi-
lidades profesionales o consume de ma-
nera marginal, estos atributos podrán
modificar decisiones en muchos otros
sistemas de la economía. Las autorida-
des deben evaluar y regular el funciona-
miento de las empresas de tecnología fi-
nanciera. Algunas inferencias deberían
prohibirse. Por ejemplo, la geolocaliza-
ción puede incidir en la estimación de
la solvencia y conducir a que se les re-
chace un crédito a personas asociadas a
un barrio con mala reputación.
Mientras que la vida de los ciudada-
nos comunes está constantemente su-
jeta al control estatal, empresas muy
poderosas ocultan sus datos y sus algo-
ritmos a las autoridades que supuesta-
mente nos protegen. ¿Por qué los pode-
res públicos y las empresas contratadas
por éstos no se dedican a seguir mejor
la pista de las malas acciones de las em-
presas? Teniendo en cuenta sus ante-
cedentes, Google y Facebook deberían
ser objeto de un control exhaustivo. El
marco legal y técnico además ya existe.
Agencias de espionaje redoblan esfuer-
zos en el mundo entero en nombre de
la “guerra contra el terrorismo”. Una
guerra contra las violaciones de la vida
privada constituiría una reorientación
bienvenida de sus actividades.
Los reguladores deben ser capaces
de controlar el proceso de aprendiza-
je automático para comprender míni-
mamente si las fuentes de datos sos-
pechosas influyen en las grandes em-
presas. Ni el aprendizaje automático
ni los análisis predictivos son dema-
siado complejos como para no ser re-
gulados. Algunas empresas de tecnolo-
gía financiera que se basan en la inte-
ligencia artificial responderán quizás
que los cálculos de los cuales depen-
den sus decisiones se han vuelto una
forma cognitiva tan difícil de explicar
como el proceso de decisión humano.
Hay que desconfiar de este argumento
de la “complejidad infinita” que justifi-
ca la desregulación. La inteligencia ar-
tificial celebrada por las entidades co-
merciales puede también convertirse
en “estupidez artificial”, o incluso algo
peor. Por otra parte, existen varias me-
didas prácticas fáciles de implementar,
incluso para los sistemas de evalua-
ción de solvencia más complejos: los
reguladores podrían exigir que les co-
muniquen los datos utilizados para el
cálculo, y excluir por ejemplo aquellos
relacionados con la salud. Además, en
el marco del Reglamento General Eu-
ropeo de Protección de Datos (RGPD),
que entrará en vigor el 25 de mayo, los
ciudadanos pueden exigir conocer la
lógica de los procesos totalmente au-
tomatizados que emiten juicios sobre
ellos. Este “derecho a la explicación”
debería formar parte de los derechos
humanos universales, de lo contra-
rio estas decisiones informáticas po-
co transparentes tendrán cada vez más
peso en nuestra vida cotidiana.
Economía de la reputación
Para restablecer la confianza popular
en la vida política y el debate democrá-
tico, los reguladores deberían obli- d

PRESENTA
en la Feria del Libro
las novedades del mes
1 DE MAYO. 18:30 a 20:00 hs.
¿Quién gobierna el mundo?
El G20 en el nuevo orden
mundial,
de Jorge Argüello
PARTICIPAN
Jorge Argüello (autor), Rafael
Bielsa (ex canciller), Edi Zunino
(periodista) y Diana Tussie (directora
del área internacional de FLACSO)
3 DE MAYO. 18:30 a 20:00 hs.
El oficio más antiguo del mundo.
Secretos, mentiras y belleza de la
política,
de Andrés Malamud
PARTICIPAN
Andrés Malamud (autor), Martín
Lousteau (diputado nacional), Julia
Pomares (directora ejecutiva del
CIPPEC), José Natanson (director de
Le Monde diplomatique)
8 DE MAYO. 18:30 a 20:00 hs.
¿El futuro es feminista?
de Florencia Angilletta, Mercedes
VISITE NUESTRO STAND
D`Alessandro y Marina Mariasch
PABELLÓN VERDE
# 902
PARTICIPAN
DEL 24 DE ABRIL
Florencia Angilletta y Marina
Mariasch (autoras)
AL 15 DE MAYO
FERIA DEL LIBRO DE
Carolina Spataro (subsecretaria de BUENOS AIRES
Políticas de Género, Facultad de
Ciencias Sociales-UBA)
14 |
d gar inmediatamente a las empresas
en cuestión a dar a conocer los datos y
los algoritmos utilizados para determi-
nar los discursos adecuados para de-
terminados objetivos, así como esos
mismos objetivos. Una legislación tal
como el “derecho a la explicación” del
RGPD defendería la libertad de expre-
sión. Si las empresas pretenden que sus
algoritmos son demasiado complejos
como para ser revelados, las autorida-
des deberían prohibir la utilización de
la información proveniente de ellos.
La reglamentación más decisiva de-
bería recaer sobre la utilización de los
datos. Un Estado tendrá probablemente
dificultades para prohibir a los investi-
gadores estudiar las probabilidades de
solvencia o la predisposición al delito a
partir de aquellos obtenidos, por ejem-
plo, del reconocimiento facial: ¿cómo
controlar lo que buscan en un conjun-
to de datos (aun cuando ello resulte de
correlaciones falaces)? Sin embargo, se
puede prohibir a los bancos seleccio-
nar a sus tomadores de préstamos lite-
ralmente por la cara del cliente, o a las
universidades elegir a los estudiantes
en función del “nivel de agitación” cal-
culado cuando eran niños.
Aquí, la intervención del Estado, an-
tes que el criterio del individuo, se vuel-
ve crucial. Imaginemos el siguiente es-
cenario: los datos circulan en medio de
una total transparencia. Uno puede se-
guir la huella de la más mínima infor-
mación respecto de sí, desde el agente
hasta el usuario final. Puede cuestionar
aquellas que considera inexactas. Pue-
de, si lo desea, crear varias versiones
digitales de sí mismo con el fin de que
cada vendedor posea la mejor y más re-
ciente versión de sus gustos, sus intere-
ses y sus logros.
Semejante economía individual de
la reputación no dejaría de ser espan-
tosa. Primero, con la intensificación
actual de los flujos, los particulares
tendrán dificultades para saber exac-
tamente dónde y cómo son caracteri-
zados, incluso con la ayuda de nuevos
programas y profesionales. Y en mu-
chos casos, pueden utilizarse datos
verdaderos con fines injustos o discri-
minatorios, por ejemplo, si una empre-
sa de crédito programa en su software
que un pago a un consejero matrimo-
nial debe interpretarse como un ries-
go de incumplimiento que justifique
aumentar la tasa de interés del titular
de la tarjeta. El recurso a un profesio-
nal de la salud no debería determinar
las condiciones de un crédito. La uti-
lización de información genética para
la selección de personal ya está prohi-
bida, debido a que uno no controla sus
genes. Pero ¿se es responsable de un
cáncer, una pierna fracturada, la ansie-
dad y la depresión que pueden acompa-
ñar problemas conyugales?
No debería esperarse únicamente
que las personas pongan en evidencia
los problemas ligados a los datos ma-
sivos y los procesos de decisión auto-
matizados. Los particulares no tienen
tiempo de explorar las miles de bases de
datos que podrían tener un impacto en
sus vidas. La detección de fallas en su
explotación incumbe a las autoridades,
que deben examinar los inventarios de
los servidores de las grandes empresas
y los agentes con el fin de encontrar los
datos sospechosos y exigir una trazabi-
lidad para verificar la confiabilidad de
sus fuentes. En el sector de la salud, el
Estado estadounidense ya recurre a ex-
pertos para detectar prácticas proble-
máticas en los hospitales y los consul-
torios médicos. Bastaría con gravar un
poco la economía de los datos para fi-
nanciar controles más amplios.
Las empresas recurren cada vez
más a procesos automatizados para
evaluar el riesgo y orientarse en sus
negocios. Las sociedades que contro-
lan estos procesos figuran entre las
más dinámicas y las más rentables de
la economía de la información. Todos
estos servicios utilizan algoritmos,
mantenidos la mayor parte del tiem-
po en secreto, para ordenar esta pro-
fusión de información. El atractivo de
esta tecnología tiene su origen en una
antigua aspiración a predecir el futu-
ro, atenuada por una pizca moderna
de sobriedad estadística.
En semejante clima de secreto, la in-
formación falsa corre el riesgo de pa-
sar por verdadera y dar lugar a predic-
ciones injustas, incluso desastrosas. La
modelización se vuelve incluso catas-
Los investigadores
en inteligencia
artificial predicen
también la
sexualidad y la salud
a partir del rostro de
una persona.
trófica cuando consideraciones injustas
o inapropiadas se mezclan con el poder
de los algoritmos para crear los fracasos
que pretendían prever.
El debate público, al igual que la ca-
pacidad de los ciudadanos para tomar
decisiones con conocimiento de causa,
reclama algo más que una comprensión
del aparato de Estado. Necesita escla-
recer los métodos de las empresas que
influyen en nuestro gobierno, nuestra
organización social y nuestra cultura.
En la era de la información, los nuevos
amos prometen libertad y autodetermi-
nación mientras que sus “cajas negras”
conducen al establecimiento de una oli-
garquía digital. g
1. Ylan Q. Mui, “Little-known firms tracking data
used in credit scores”, The Washington Post, 16-7-11.
2. Joseph Walker, “Data mining to recruit sick
people”, Wall Street Journal, Nueva York, 17-12-13.
3. Nicolas P. Terry, “Protecting patient privacy
in the age of Big Data”, University of Missouri-
Kansas Law Review, Vol. 81, N° 2, Kansas City,
2012. Lori Andrews, I know who you are and I
saw what you did: social networks and the death
of privacy, Free Press, Nueva York, 2011.
4. “Experian sold consumer data to ID theft service”,
Krebs on Security, 20-10-13, krebsonsecurity.com
5. Mary Ebeling, Healthcare and Big Data.
Digital specters and phantom objects,
Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2016.
6. “Case study: Fintech and the financial exploitation
of customer data”, Privacy International,
30-8-17, www.privacyinternational.org
7. Blaise Agüera y Arcas, Margaret Mitchell
y Alexander Todorov, “Physiognomy’s new
clothes”, Medium, 6-5-17, https://medium.com
8. Sam Levin, “LGBT groups denounce ‘dangerous’
AI that uses your face to guess sexuality”, The
Guardian, Londres, 9-9-17; Barbara Marquand,
“How your selfie could affect your health
insurance”, 24-4-17, www.nerdwallet.com
*Profesor de Derecho en la Universidad de Maryland.
Autor de Black Box Society. Les algorithmes secrets
qui contrôlent l’économie et l’information, Éditions FYP,
Limoges, 2015.
Traducción: Gustavo Recalde
El escándalo Facebook-Cambridge Analytica
Todo estaba bien
En 2008 la recolección de datos en internet
para la campaña de Obama era celebrada por
los mismos analistas que hoy se escandalizan
de que esta táctica le haya servido a Trump.
por Pierre Rimbert*
E
n 2008, un joven candidato
en las primarias demócra-
tas y luego en las elecciones
presidenciales estadouni-
denses provocaba el entusiasmo de
los comentaristas por el innovador
método puesto en práctica duran-
te su campaña: recolectar los datos
personales de los ciudadanos con
tendencia a votar por él. La cosecha
fue tan fructífera que, según el pe-
riodista Sasha Issenberg, el equipo
de Barack Obama “sabía el nombre
de cada uno de los 69.456.897 esta-
dounidenses cuyas boletas lo habían
propulsado a la Casa Blanca”. Cua-
tro años más tarde, esta extracción
tomaba un giro aun más emocionan-
te, con “protocolos de ‘compartición
direccionada’ capaces de hurgar la
red Facebook en busca de amigos
que al equipo de campaña le gusta-
ría enrolar, movilizar o convencer”
(1). Todo estaba bien. Sin un respeto
excesivo por la vida privada, estadís-
ticos y expertos demócratas rebus-
caban los rastros de comportamien-
tos individuales online, rastrillaban
las redes sociales y recolectaban los
hábitos de consumo para armar una
base de datos gigante. ¿El objetivo?
“Marcar a los electores más dispues-
tos a dejarse persuadir” y después
bombardearlos “con mensajes he-
chos a medida”.
Convertir los datos personales en
persuasión clandestina: este princi-
pio elemental de la publicidad onli-
ne se aplicaría desde entonces a las
disputas electorales. La prensa ce-
lebró este logro. “Los big data van a
salvar a la política”, proclamaba en
portada la MIT Technology Review
(enero-febrero de 2013), cuyo suma-
rio anunciaba: “Bono [cantante del
grupo U2]: ‘Los datos pueden com-
batir la pobreza y la corrupción’”,
“Sasha Issenberg: ‘Los datos vuel-
ven más inteligentes las eleccio-
nes’”, “Joe Trippi: ‘Los datos le de-
vuelven el alma a la política’”. To-
do estaba bien: el acaparamiento y
la manipulación de la información
personal acompañaban al poder a
una personalidad instruida, distin-
guida, progresista y liberal.
En 2016, para la campaña de Hi-
llary Clinton, “centenares de exper-
tos en datos trabajaban en estrecha
colaboración con Facebook para sa-
carle provecho a la red de amigos de
cada elector”, destacaba The Wall
Street Journal. ¿Se temía que los
usuarios se enfurezcan contra la ex-
plotación política de sus datos? “Los
consumidores parecen estar acos-
tumbrados al direccionamiento de
Edición 227 | mayo 2018
la publicidad comercial −explicaba
el diario de negocios–. Trump proba-
blemente no pueda contar con su in-
dignación por el uso más inteligente
de los datos que hacen los demócra-
tas.” Todo estaba bien: “El candidato
que tenga los mejores datos va a ser
el ganador”.
Pero he aquí que en noviembre
de 2016 las gorras chillonas con la
inscripción “Make America Great
Again” aplastan a los sutiles algorit-
mos californianos. Desde entonces,
todo está mal. Poco dispuestos a con-
ceder la derrota frente a un electora-
do y a un candidato que desprecian,
los seguidores de Clinton le imputan
la derrota a la intervención de fuer-
zas maléficas en el mismo terreno
que tenía que llevarlos a la victoria:
rusos, que ocupan las redes sociales
para difundir publicidades políticas y
noticias falsas; la empresa Cambrid-
ge Analytica, que obtuvo y procesó la
información personal de usuarios de
Facebook en beneficio de Trump. ¡Un
escándalo enorme! Habiendo pasado
del estatus de “salvador de la vida po-
lítica” al de “peligro para la democra-
cia”, el capitalismo de vigilancia pro-
pulsado por la extracción de datos de-
vela sus mecanismos.
Durante mucho tiempo presenta-
dos como los efectos colaterales de
un sistema virtuoso, el pillaje y el per-
filado emergen ahora como el fondo
de comercio de plataformas que ofre-
cen sus servicios sólo para venderles
los datos de los usuarios a los anun-
ciantes publicitarios. En cuanto a la
propagación de “noticias falsas”, ¿se
la tenemos que imputar al genio dia-
bólico de los “rusos” o al algoritmo
de Facebook que, como un tabloide
electrónico, presenta en primer lu-
gar la información lo suficientemen-
te atractiva como para captar la aten-
ción de los lectores, provocar que se
comparta y se vuelva viral?
Preocupado por recuperar el
prestigio de su empresa, el fundador
de Facebook, Mark Zuckerberg, se
vio obligado a dejar de lado su reme-
ra para responder, de traje, a las pre-
guntas de los legisladores estadouni-
denses. No va más. g
1. Las citas de este artículo pertenecen a L.
Gordon Crovitz, “Trump’s Big Data gamble”,
The Wall Street Journal, Nueva York, 25-
7-16, y a Sasha Issenberg, “A more perfect
union”, MIT Technology Review, Vol. 116,
Nº 1, Boston, enero-febrero de 2013.
*De la redacción de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Aldo Giacometti
| 15
16 |
Dos años después de la llegada al poder del partido de Aung San
Suu Kyi, la libertad de prensa conoce un profundo declive en
Birmania. En medio de amenazas de muerte y noticias falsas, el
odio nacionalista se propaga por internet mientras los periodistas
tienen que enfrentar intimidaciones y acciones judiciales.
Limpieza étnica y amenazas a la libertad de expresión
El fin de la primavera
birmana
por Guillaume Pajot*, enviado especial
A
nte la mirada asombrada de la
policía, el médico se coló en el
juzgado del distrito de Insein,
en Rangún, y clavó una aguja
en el brazo lívido de Kyaw Soe
Oo, periodista de la agencia de noticias bri-
tánica Reuters, quien se encontraba en el
banco de los acusados, en un estado de sa-
lud que preocupaba a sus allegados. Si bien
el médico parecía apurado, sus manos en-
guantadas no temblaban. En el momento
en que el juez entró a la sala de audiencia, se
esfumó con un tubo de sangre entre las ma-
nos. “Vayan a hacer sus análisis médicos a
otra parte –gruñó el magistrado– No quiero
que se repita. ¡Esto no es un hospital!”.
El incidente provocó un silencio incó-
modo. El juez no estaba del todo equivoca-
do. No era un hospital, sino tan sólo un tribu-
nal. El techo de la sala de audiencias se caía a
pedazos encima de los bancos dispares don-
de se aglutinaban familias, colegas, reporte-
ros y diplomáticos. En la sala, la atmósfera
era densa, envuelta de un aire pegajoso y
candente que empapaba las caras de sudor.
Los vidrios rotos, mal disimulados detrás de
unas cortinas, dejaban que los pájaros entra-
ran a hacer sus nidos en todos los rincones
de la sala. En este palacio de justicia decrépi-
to tuvo lugar, durante esa mañana de abril, la
treceava audiencia desde la acusación a dos
periodistas birmanos de Reuters.
Kyaw Soe Oo, de 27 años, y Wa Lone, 32
años, están presos desde diciembre. Fueron
detenidos en posesión de documentos, en-
tregados por policías, relativos a operacio-
nes militares en el oeste de Birmania, por
lo que podrían ser condenados a catorce
años de prisión por “violación de secreto
de Estado”, en nombre de una ley que re-
monta a la época colonial. Los periodistas
investigaban acerca de la masacre de diez
musulmanes por parte de militares y habi-
tantes del pueblo budista de Inn Din, en el
estado de Arakán, pero aún no habían pu-
blicado nada. Los cuerpos de los rohingyas
asesinados fueron encontrados en una fosa
común. Desde el 25 de agosto de 2017, cer-
ca de 700.000 integrantes de esta minoría
musulmana, que es perseguida por el ejér-
cito en un país ampliamente budista, hu-
yeron para refugiarse en Bangladesh. Se-
gún Médicos Sin Fronteras, al menos 6.700
personas fueron asesinadas en un mes. Una
“limpieza étnica” con “elementos de geno-
cidio”, denunció en marzo Zeid Ra’ad Al-
Hussein, el Alto Comisionado de las Nacio-
nes Unidas para los Derechos Humanos (1).
Lo que se juega en ese tribunal parece
una farsa. En una audiencia previa, un poli-
cía declaró haber “quemado” su acta de de-
Refugiados rohingyas detenidos en Malasia, 3-4-18 (Handout/Malasyan Maritime Enforcement Agency/AFP)
tención. Más tarde, un testigo de cargo se
presentó con informaciones cruciales ano-
tadas en la mano, con el pretexto de que pa-
decía problemas de memoria. Nadie pre-
sentó ni la más mínima prueba. Según un
policía, las informaciones que figuraban en
los documentos incautados ya habían sido
publicados al momento del arresto. El ejér-
cito birmano incluso reconoció los excesos
cometidos en Inn Din, sobre los cuales los
periodistas estaban investigando, y conde-
nó a siete de los soldados implicados a diez
años de cárcel. En tanto, los reporteros
continúan tras las rejas. “Estaban hacien-
do simplemente su trabajo”, se lamentó
Pan Ei Mon, esposa de Wa Lone, embara-
zada de cinco meses. A la salida de la sala
de audiencias, los acusados esposados in-
tentaron hace oír sus voces. “Quiero que la
gente entienda que soy un periodista y no
un traidor. ¡Nunca traicioné a mi país!”, gri-
taba Wa Lone, mientras unos diez policías
lo forzaban a subir a una camioneta para
llevarlo nuevamente a la cárcel.
El calvario judicial de los dos emplea-
dos de Reuters sirve como advertencia pa-
ra toda la prensa. Pobre de aquel que quie-
ra investigar sobre el accionar militar en
Arakán. El ejército y la Liga Nacional pa-
ra la Democracia (LND) –dirigida por la
consejera de Estado Aung San Suu Kyi–,
que tienen repartido el poder (2), niegan
cualquier campaña de limpieza étnica, a
pesar de las pruebas de violaciones y ase-
sinatos recabadas por la prensa y las or-
ganizaciones no gubernamentales con la
ayuda de los sobrevivientes.
Oficialmente, la represión tendría co-
mo único fin perseguir a los “terroristas”
del Ejército de Salvación Rohingya de
Arakán (ARSA), un grupo rebelde que se
dio a conocer mediante el ataque a comi-
sarías en 2016 y luego en agosto de 2017,
que desencadenó la represión sanguinaria
del ejército birmano. Según Suu Kyi, galar-
donada con el Premio Nobel de la Paz en
1991, la crisis se encuentra bajo un “inmen-
so iceberg de desinformación destinado a
Edición 227 | mayo 2018
crear problemas entre las comunidades y a
promover los intereses de los terroristas”
(3). Suu Kyi no manifestó ninguna compa-
sión por los rohingyas, que gran parte de
los birmanos consideran como migrantes
indeseables venidos de Bangladesh, a pe-
sar de su presencia en el territorio desde
hace varias generaciones (4). Los medios
oficiales están en sintonía al asimilar a
los rohingyas con “moscas humanas”, del
mismo modo que lo hace The Global New
Light of Myanmar, que depende del Minis-
terio de Información (5).
Frágil libertad de prensa
Toda crítica al ejército o a la versión oficial
es percibida como un ataque contra el in-
terés nacional. La LND, por cierto, mantu-
vo silencio respecto del arresto de los pe-
riodistas de Reuters. La prensa está parti-
cularmente en la mira. Los arrestos se han
multiplicado desde el comienzo de la cam-
paña militar contra los rohingyas. En junio
de 2017, detuvieron al jefe de redacción del
diario de noticias The Voice y a su columnis-
ta por una sátira en la que se burlaban de los
militares. Los cargos fueron retirados re-
cién cuatro meses después. En el mismo pe-
ríodo, tres periodistas fueron interpelados
por el ejército y encarcelados durante dos
meses en el estado de Shan, cerca de la fron-
tera china, tras un encuentro con un grupo
étnico rebelde. En octubre de 2017, dos pe-
riodistas del canal de televisión turca TRT,
junto con su intérprete y el chofer, pasaron
dos meses encarcelados. Su crimen: haber
hecho volar un dron cerca del Parlamento,
en Naypyidaw, la capital, para filmar un re-
portaje. Sólo durante el año 2017, fueron de-
tenidos once periodistas (6). “Se está llevan-
do a cabo una guerra de información, y los
medios están en primera fila”, comenta Tha
Lun Zaung Htet, productor del canal De-
mocratic Voice of Burma (DVB) y miembro
fundador del Comité de Protección de Pe-
riodistas, un colectivo que defiende la liber-
tad de prensa. Este productor ha intentado
reanudar el diálogo con las autoridades, pe-
ro el gobierno hace oídos sordos. “Los pe-
riodistas tenían buena relación con la LND
cuando formaba parte de la oposición –re-
cuerda–. Ahora, nos consideran enemigos.”
El norte de Arakán, epicentro de la crisis
de los rohingyas, se ha vuelto un tema tabú.
El ejército impuso un manto de silencio so-
bre los distritos en cuestión, prohibiendo la
presencia de observadores de la Organiza-
ción de Naciones Unidas (ONU) y de los me-
dios. Sin embargo, organiza viajes de prensa
muy supervisados, en los que se recorre un
territorio balizado, en ruinas, donde la vida
parece retomar su curso. “Son operativos de
propaganda. Las autoridades preparan el
decorado y las entrevistas como si fuera una
obra de teatro”, estima Mratt Kyaw Thu, re-
portero para el periódico bimensual Fron-
tier y uno de los pocos en haber cubierto ese
terreno durante los últimos meses.
El periodista Min Min nació en es-
ta región pobre y aislada, corroída por la
desconfianza entre budistas y musulma-
nes. Es fundador de la Roots Investigative
Agency, un grupo de periodistas indepen-
dientes conocidos por sus investigaciones
sobre los nacionalistas budistas, muy influ-
yentes en Arakán. El reportero de 29 años
camina sobre brasas. Se puede ver su foto
pegada por toda la ciudad. Un individuo in-
tentó atropellarlo con su auto. Una bomba
explotó en la puerta de su casa, sin causar
víctimas. Las paredes destruidas lo hicie-
ron reflexionar. “Hoy en día, la única for-
ma de ser realmente libre es abandonando
la región”, confía este periodista que vive
actualmente durante una parte del año en
Rangún, a cientos de kilómetros de su ciu-
dad natal. Pero la distancia no asegura más
que una protección relativa. Durante la en-
trevista que le hicimos en un bar de la capi-

tal económica, un hombre no dejaba de mi-
rarlo. Finalmente, se acercó y, agarrándolo
del cuello, le murmuró al oído: “Dejá de ha-
blar de Arakán”, y luego volvió a su mesa y
siguió bebiendo, como si nada.
La mayoría de la población, molesta por
las acusaciones que vienen del exterior,
cierra filas en torno al ejército y al gobier-
no. La desconfianza respecto de la prensa
es aterradora. “Se ha instalado una brecha
profunda. Se muestra a los periodistas co-
mo agitadores que dan una mala imagen del
país”, se lamenta Me Than Zaw Aung, abo-
gado especialista en libertad de prensa y de-
fensor de los periodistas de Reuters. Frente
a la hostilidad ambiente, muchos son gana-
dos por el miedo o la autocensura.
Bajo amenaza de muerte por una multi-
tud de aldeanos budistas, Mratt Kyaw Thu
no contempla la posibilidad de regresar a
Arakán. Otros deciden abandonar defi-
nitivamente la profesión. El sueño de una
prensa libre ha muerto. Un viento helado
sopla en la primavera birmana, iniciada en
2011 por el presidente Thein Sein, un ge-
neral retirado, tras cincuenta años de dic-
tadura militar. Birmania experimentó re-
formas inéditas: liberación de presos polí-
ticos –según la Asociación de Asistencia de
Prisioneros Políticos de Birmania (AAPP),
aún habría 86 prisioneros de opinión, con-
denados o en espera de juicio (7)–, aboli-
ción de la censura previa, permiso a perió-
dicos independientes… Varios medios exi-
liados, como la página de información The
Irrawaddy, abrieron oficinas en el país. La
llegada al poder en 2016 de la ex disiden-
te Aung San Suu Kyi, dio lugar a grandes
esperanzas. “Yo me consideraba alguien
que trabajaba para su país”, recuerda Lawi
Weng, que cubre los conflictos étnicos para
The Irrawaddy. “¡Nunca hubiera imagina-
do que me iban a arrestar!”. El año pasado,
fue encarcelado durante dos meses, des-
pués de un informe realizado en el estado
de Shan. Aun habiendo apoyado a la LND
desde sus inicios, el entusiasmo del repor-
tero terminó desvaneciéndose.
El desencanto afecta a la sociedad toda.
Parece haberse trazado una línea invisi-
ble y peligrosa, la cual se cruza con tan só-
lo emitir una opinión. Un ejemplo reciente:
el estrepitoso caso del ex niño soldado con-
denado en marzo de 2018 a dos años de pri-
sión y a trabajos forzados por haber hecho
público, en una entrevista, su enrolamiento
obligado en el ejército. Yin Yadanar Thein,
cofundadora de la asociación Free Expres-
sion Myanmar, considera que “la libertad
de expresión era mayor durante el gobierno
de Thein Sein”, entre 2011 y 2015, en la épo-
ca de la liberalización del régimen. Destaca
particularmente los efectos devastadores
del artículo 66(d) de la ley de telecomuni-
caciones, que criminaliza la difamación en
Internet. El texto se cierne como una espa-
da de Damocles sobre cualquier voz disi-
dente. Es utilizado sin restricciones. Free
Expression Myanmar hizo el cálculo: unas
cien denuncias se registraron desde la llega-
da al poder de la LND, lo cual representa un
fuerte incremento (8).
Multiplicadores de odio
Las amenazas recaen también sobre el de-
recho a manifestar. La LND presentó un
proyecto de enmienda, actualmente en dis-
cusión en el Parlamento, que establece que
se revele la identidad de quienes brinden
apoyo financiero y material a las manifesta-
ciones. Éstos podrían ser condenados a pri-
sión en caso de que la manifestación altere
el orden público. Ahora bien, Birmania es
un país frágil donde no faltan motivos para
el enojo de la gente. Un tercio de la pobla-
ción vive por debajo de la línea de pobreza
(9). Por el momento, los que verdaderamen-
te se benefician con el crecimiento econó-
mico del país son los cronies (“acólitos”),
empresarios que han hecho fortuna gracias
a sus vínculos con la junta militar.
Los golpes asestados a la libertad de ex-
presión se acompañaron de una propaga-
ción de mensajes de odio en Internet, prin-
cipalmente en la red social Facebook, que
es utilizada por 16 millones de birmanos
–de 18 millones de internautas y 53 millo-
nes de habitantes (10)–. Noticias falsas, is-
lamofobia, insultos racistas: la propaganda
nacionalista es prolífera. Investigadores de
la ONU señalaron la responsabilidad de la
empresa estadounidense en la banaliza-
ción del odio hacia los rohingyas. “Temo
que Facebook se haya convertido en una
especie de monstruo”, declaró Yanghee
Lee, ponente especial de la ONU sobre la
situación en Birmania (11).
A principios de septiembre de 2017, cir-
cularon mensajes en los que se anunciaba
a los internautas budistas que un grupo de
musulmanes preparaba un ataque por el
aniversario del 11 de septiembre. Facebook
fue alertado por militantes, pero tardó va-
rios días en reaccionar y eliminar los men-
sajes: una eternidad para un país donde un
rumor es suficiente para desatar un brote
de violencia. En julio de 2014, en Mandalay
(norte), habían estallado sangrientos en-
frentamientos tras la difusión de una infor-
mación falsa en Facebook que anunciaba la
violación de una mujer budista (12). En su
audiencia ante el Congreso estadouniden-
se en el mes de abril, el dueño de Facebook,
Mark Zuckerberg, anunció que se asigna-
rían medios específicos para detectar con-
tenidos que inciten al odio. Prometió con-
tratar más revisores que hablen birmano.
Mientras tanto, para Thet Swe Win,
fundador de Synergy, una pequeña asocia-
ción de diálogo interreligioso, la red social
sigue siendo un campo minado. Swe Win
es uno de los pocos budistas en defender
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| 17
abiertamente a los rohingyas, yendo in-
cluso a los campamentos de refugiados en
Bangladesh. En las redes sociales, ciertos
internautas agresivos lo tratan de “parási-
to”; también lo hostigan por teléfono. “Es-
tos nacionalistas actúan como hienas, es-
tán bien organizados y es difícil frenarlos”,
se lamenta. Pero no se rinde: “Las injusti-
cias continúan porque la gente se calla. Lo
hacen para protegerse, pero se equivocan.
Nada les asegura que el ejército no vendrá
por ellos la próxima vez”. g
1. Discurso ante el Consejo de Derechos Humanos
de las Naciones Unidas, Ginebra, 7-3-18
2. La Constitución de 2008 prohíbe a toda persona con
hijos extranjeros (por lo tanto también a la señora Aung
San Suu Kyi) ser presidente de la República y garantiza al
ejército un cuarto de las bancas parlamentarias así como
tres ministerios clave (Interior, Defensa y Fronteras).
3. Conversación telefónica con el presidente
turco Recep Tayyip Erdogan, Myanmar State
Counsellor Office, Facebook, 5-9-17.
4. Véase Warda Mohamed, “Des apatrides
nommés Rohingyas”, Le Monde diplomatique,
París, noviembre de 2014.
5. Khin Maung Oo, “A flea cannot make a
whirl of dust, but…”, The Global New Light
of Myanmar, Rangún, 26-11-16.
6. “Myanmar’s press freedom in freefall”, Agence
France Presse, París, 10 de enero de 2018.
7. Véase Christine Chaumeau, “Birmania, una
democracia condenada”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, enero de 2017.
8. Esta ley de 2013 fue aplicada por el gobierno
de Thein Sein, a pesar de haberle dado poco
uso. “66(d): no real change”, Free Expression
Myanmar, Rangún, diciembre de 2017.
9. “Myanmar Poverty Assessment 2017”, Banco
Mundial, Washington, DC, diciembre de 2017.
10. Internet World Stats, Bogotá, diciembre de 2017.
11. Informe ante el Consejo de Derechos
Humanos de Naciones Unidas, 12-3-18.
12. Véase el documental de Barbet Schroeder Le Vénérable
W., 2017 y Christine Chaumeau, “Prêcher la haine au nom
de Bouddha”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2017.
*Periodista.
Traducción: Victoria Cozzo
UNA OBRA
IMPRESCINDIBLE PARA
ENTENDER LA
IDEOLOGÍA DOMINANTE
DEL PODER GLOBAL Y
DESNUDAR SUS
FALACIAS.
EN VENTA
KIOSCOS Y LIBRERÍAS
18 |
Los océanos son objeto de una explotación tan intensa que pone en
peligro la reproducción de muchas especies. El saqueo a gran escala
de las áreas pesqueras africanas por parte de navíos industriales
franceses, chinos, españoles, coreanos, japoneses o rusos pone en
peligro la seguridad alimentaria del continente.
Consecuencias de la pesca ilegal en África
La apropiación indebida
de los océanos
por Kyle G. Brown*, enviado especial
E
n su gran oficina de Gaborone,
en Botswana, Per Erik Bergh
escruta las imágenes satelita-
les del tránsito marítimo fren-
te a las costas de África Orien-
tal. Entre las decenas de puntitos que se
desplazan en su pantalla, hay uno que re-
tiene toda su atención.
Hace más de veinte años que este ro-
busto noruego de pelo blanco persigue a
los barcos de pesca industrial que vienen a
explotar los recursos haliéuticos del conti-
nente africano con total desprecio por las
leyes y las reglamentaciones. Año tras año,
intenta alertar a las autoridades locales, a
menudo reticentes o subequipadas, para
que intervengan contra estos criminales de
los mares que se llevan en sus redes milla-
res de toneladas de pescado ilícito.
Gracias a las informaciones suministra-
das por las fuerzas navales de la Unión Eu-
ropea presentes en el Océano Índico, que
coinciden con las fotografías de sus fuen-
tes locales y los planos transmitidos por
satélites y radares, Bergh y los diez miem-
bros de su equipo –todos empleados de la
organización no gubernamental Stop Ille-
gal Fishing (SIF: Detengamos la pesca ile-
gal)– no tardan en identificar al sospecho-
so: el Greko 1. En esta jornada de octubre
de 2016, ese barco de arrastre griego, que
ya cambió varias veces de bandera, evi-
dentemente está haciendo su negocio en
las aguas territoriales somalíes, reserva-
das a los pequeños pescadores de la costa.
Bergh advierte de inmediato a la fuerza
de intervención FISH-i, un dispositivo que
agrupa a los ocho países costeros de la re-
gión –de Somalía a Mozambique– bajo la
coordinación de SIF. Entre las autoridades
locales y las asociaciones se instaura una
división del trabajo dictada por la debili-
dad de los recursos financieros: SIF sumi-
nistra consejos e informaciones; los mili-
tantes de Greenpeace y de Sea Sheperd pa-
trullan en barco y llevan a los agentes de la
fuerza pública, desprovistos de otros me-
dios, para efectuar los arrestos. Pero esta
vez son los representantes del gobierno los
que intervienen.
Intrusos
El Greko 1 se encuentra próximo al puer-
to de Mogadiscio cuando el mensaje del
Gustavo Cimadoro (cima-cima-doro.tumblr.com)
noruego es visto por Saïd Jama Mohamed,
entonces ministro adjunto de Pesca y de
Recursos Marítimos. El nombre del bar-
co no le es desconocido. El Greko 1 ya fue
localizado en muchas oportunidades en
las aguas territoriales de su país. Moha-
med sabe que va a tener que actuar rápido
si quiere agarrarlo en flagrante delito e in-
terceptar a su tripulación antes de que des-
embarque con papeles falsos.
A bordo de embarcaciones rápidas
prestadas por la policía –las pocas lanchas
del Ministerio de Pesca no siempre tienen
suficiente combustible para ir mar aden-
tro–, se lanza al abordaje. La inspección
resulta fructífera: en las bodegas del barco
pesquero se amontonan treinta toneladas
de pescados, entre los cuales hay especies
familiares de las aguas somalíes, como la
perca roja o el salmonete. Las autoridades
incautan también un lote de documentos
falsos. El 12 de octubre, Mohamed ordena
la apertura de una investigación judicial.
Pero a la mañana siguiente el Greko 1 ya
está lejos. “Solicitamos a los países miem-
bros de FISH-i que inspeccionen a cual-
quier barco procedente de Somalía para
Edición 227 | mayo 2018
verificar sus papeles –declara Mohamed–.
Le dijimos a todo el mundo: ‘Nunca con-
cedimos una licencia al Greko 1 para 2016,
¡así que deténganlo, por favor!’. Hay mu-
chos barcos que utilizan documentos fal-
sos para navegar de un país a otro”. Una y
otra vez la misma historia: un barco arren-
dado en un país rico saquea los recursos
vitales de uno de los países más pobres del
mundo, y luego escapa burlándose de sus
víctimas. Frente a esa depredación orga-
nizada, los pocos patrulleros irrisorios,
constantemente faltos de combustible, de
que dispone Somalía para vigilar los tres
mil kilómetros de su ribera –la más larga
del continente africano– no dan la talla.
Con sus aguas abundantes en peces y
sus Estados desprovistos o desfallecientes,
los países de África son un regalo caído del
cielo para los industriales de la pesca rusos,
asiáticos y europeos. Como ya agotaron las
reservas de peces en sus propias zonas geo-
gráficas, envían a sus barcos factorías a dar
la vuelta al mundo, con una predilección
por el paraíso africano. En la costa orien-
tal del continente, las autoridades maríti-
mas experimentan ya las peores dificulta-
des para contener los apetitos de los cente-
nares de barcos de arrastre que salpican el
Océano Índico. La gigantesca armada que
se despliega del otro lado del continente, en
la costa occidental, plantea un problema de
una amplitud muy distinta.
Según las estimaciones del centro de
datos FishSpektrum, una plataforma espe-
cializada en la identificación de los barcos,
China dispondría por sí sola de una flota de
seiscientos barcos diseminados a lo largo
de África Occidental, de Gibraltar al Cabo
Buena Esperanza. Sus competidores euro-
peos, rusos y turcos les disputan duramen-
te ese espacio. Desde las playas de Maurita-
nia se puede asistir al ballet de los arrastre-
ros que brillan toda la noche en el horizon-
te, como una guirnalda luminosa.
“De la noche a la mañana hay luces en
todas partes, uno se creería en una gran ca-
pital”, gruñe Doudou Sène. Hace treinta y
cinco años que este pescador quincuage-
nario lanza sus redes frente a las costas de
Saint Louis, en las aguas fronterizas de Se-
negal y de Mauritania. Vio cómo la canti-
dad de arrastreros foráneos aumentaba po-
co a poco, hasta hacer que sus condiciones
de trabajo fueran cada vez más peligrosas.
En las riberas del norte de Senegal, donde
la pesca es una tradición ancestral, la rota-
ción casi cotidiana de unas veinte mil ca-
noas desempeña un papel crucial en la su-
pervivencia económica y la cohesión social
de las comunidades pueblerinas.
La canoa de Sène mide catorce metros.
Varias veces por semana la empujaba al
agua para atrapar pulpos, hasta ese día de
enero de 2017 cuando todo se desmoronó.
De su vida de antes conservó un brazo mus-
culoso, la flexibilidad juvenil y la ropa de
marino, musculosa y gorra de lana hundida
en la cabeza. Pero ahora Sène vive confina-
do en su dormitorio y mira el techo mien-
tras rememora su último día en el mar.
Había zarpado antes del alba en com-
pañía de Youssoupha, el primogénito de
sus siete hijos, el único que quería seguir
los pasos de su padre. Ya desde hacía lar-
go tiempo, Youssoupha esperaba el mo-
mento propicio en el que iba a poder decir-
le a su “viejo” que se quede en la casa y no
se preocupe más. Es una costumbre muy
arraigada en Senegal que uno de los hijos
tome la canoa familiar y alimente a su vez a
la familia. De Youssoupha, su padre cuen-
ta con orgullo que no era del tipo de dejar-
se desalentar por la rudeza del trabajo en
el mar ni por la necesidad de navegar cada
vez más lejos para una pesca cada vez más
pobre. “En mis comienzos no me alejaba de
la ribera más de treinta o cuarenta kilóme-
tros –aclara Sène–. Hoy en día hay que re-

correr por lo menos ciento treinta kilóme-
tros para encontrar peces.”
Ese 16 de enero al alba, Sène, su hijo y
su tripulación de tres marineros hacen un
primer alto a solamente ocho millas náu-
ticas (quince kilómetros) de la costa. Aca-
ban de hacer su oración de la mañana y de
lanzar la red cuando Youssoupha divisa a
popa un arrastrero que arremete contra
ellos. En un abrir y cerrar de ojos su padre
vuelve a encender el motor y acelera a to-
da máquina, pero ya es demasiado tarde.
El monstruo de acero les da de lleno a toda
velocidad. “Cuando me recuperé estaba
bajo el agua. Sólo subí a la superficie cuan-
do el barco ya estaba lejos”, cuenta Sène.
Ni él ni sus compañeros se habían puesto
el chaleco salvavidas. El cuerpo de Yous-
soupha nunca fue recuperado, y a Sène le
amputaron el brazo izquierdo.
A algunos kilómetros de allí, en la pla-
ya repleta de Saint Louis, los pescadores
que volvieron al puerto seguros saltan de
sus canoas y se atarean en descargar sus ca-
jas de pescados. Mientras los mira, Mous-
tapha Dieng, el jefe de su sindicato, subra-
ya que las colisiones son “cada vez más fre-
cuentes”. “Tenemos la impresión de que, a
partir de cierta hora de la noche, los barcos
industriales se ponen en piloto automáti-
co, de tal modo que no queda nadie al timón
–dice–. Ni siquiera ven las canoas que tienen
delante de ellos. Las chocan sin detenerse.”
El accidente que le costó la vida a Yous-
soupha Sène es también el resultado de la
competencia encarnizada que enfrenta a
los industriales alrededor de un botín ca-
da vez más escaso. A la maldición de la pes-
ca ilegal, en efecto, se añade la superpesca
“legal”, por estar autorizada por los acuer-
dos privados (y a menudo opacos) entre los
países costeros y los armadores, así como
por los “acuerdos asociativos de pesca sus-
tentable”, firmados en 2014 entre la Unión
Europea y una docena de países africanos.
Estos últimos ceden a los barcos europeos
el derecho a explotar sus zonas económi-
cas exclusivas (una banda de cerca de 350
kilómetros de aguas territoriales) a cambio
de un apoyo técnico y financiero muy va-
riable: 1,8 millones de euros para Senegal
y 20 millones para Mauritania, con costas
La pesca ilegal
equivale al 65%
de las capturas
legales realizadas
en África
Occidental.
más vastas y con más abundancia de peces
(1). Un dinero que los pescadores locales
casi ni ven, así como tampoco aprovechan
fondos subsidiados para la gestión de los
recursos haliéuticos.
“La pesca industrial es una catástro-
fe para Senegal”, considera Abdou Karim
Sall, presidente de la plataforma de los
pescadores artesanales de Senegal y res-
ponsable de las áreas marítimas protegi-
das (AMP) del país. “Ellos pescan en zonas
prohibidas. La captura que declaran nun-
ca corresponde al tonelaje real; cuando
declaran cincuenta mil toneladas, en rea-
lidad son más bien cien mil. Y no se con-
tentan con la sobrepesca, también utilizan
un equipamiento que destruye el hábitat
natural de la fauna marina”, explica Sall.
Como sus capturas son cada vez más
pobres cerca de sus costas, los pescado-
res senegaleses se aventuran en las aguas
de Mauritania. Pero desde la expiración
en 2015 de un acuerdo entre los dos paí-
ses que autorizaba la pesca artesanal en
el país vecino, Mauritania ya no vacila en
dispararles a los intrusos (2). Varios pesca-
dores senegaleses murieron bajo las balas
de los guardacostas mauritanos. El caso de
Fallou Sall, un pescador de 19 años abati-
do en enero de 2018 a la vista de sus ocho
compañeros, provocó violentas protestas
en Saint Louis y reavivó las tensiones entre
Dakar y Nuakchot. Tres semanas más tar-
de, el presidente senegalés Macky Sall vi-
sitaba a su par mauritano Mohamed Ould
Abdelaziz, comprometiéndose a firmar
con él un nuevo acuerdo (3). Sall fue ele-
gido en 2012 con la promesa de que refor-
maría el sector de la pesca, que da traba-
jo a seiscientas mil personas en Senegal, y
de que regularía las exigencias de los paí-
ses ricos. Desde entonces, el país reforzó
su legislación, revocó las licencias de va-
rios operadores cuestionables e instauró
un sistema de certificados que apuntaba a
reducir los fraudes. La Dirección de Pro-
tección y Vigilancia de la Pesca (DPSP) fue
dotada de medios suplementarios e infli-
ge multas más elevadas, un esfuerzo salu-
dado en un reciente estudio sobre la pes-
ca ilegal publicado por la revista en línea
Frontiers in Marine Science (4).
“Los perjuicios causados por la pesca
ilegal disminuyen a medida que aumentan
las multas que sancionan las formas extre-
mas de pesca ilegal, no declarada y no re-
| 19
gulada”, observa Dyhia Belhabib, coautora
de este estudio, que supervisa el proyecto
“El mar a nuestro alrededor” (“Sea around
us”) en el seno de un instituto de investiga-
ción sobre el impacto humano y ambiental
de la pesca en la Universidad de Columbia
británica. Según Belhabib y sus colegas de
Mauritania, de Senegal, de Gambia, Gui-
nea, Guinea-Bissau y Sierra Leona, la pes-
ca ilegal representa para estos seis países
un lucro cesante de 2 mil millones de euros
por año. “La pesca ilegal –añaden los auto-
res– equivale al 65% de las capturas lega-
les realizadas en África Occidental. Plantea
un serio problema en términos de seguri-
dad alimentaria y de economía para toda
la región.” Un problema tanto más urgente
cuanto que la Organización de las Nacio-
nes Unidas prevé una duplicación de la po-
blación africana de aquí a 2050.
Aunque los barcos de arrastre se burlan
de las fronteras, la cooperación regional si-
gue siendo incipiente, como lo mostró un
incidente acaecido durante una inspección
de rutina llevada a cabo por la marina sene-
galesa el 25 de febrero de 2017. Esa noche,
alrededor de las 21 horas, las autoridades
sorprenden al Gotland, un arrastrero fac-
toría de 94 metros, pescando fraudulenta-
mente en sus aguas. El equipo de vigilan-
cia contacta por radio al capitán de la nave
para subir a bordo, pero el Gotland se esfu-
ma. Sobreviene entonces una carrera que
prosigue a lo largo de cuatro horas en aguas
mauritanas, luego de lo cual Nuakchot nie-
ga su apoyo a la patrulla senegalesa. El Got-
land desaparece y sus perseguidores vuel-
ven a Dakar, despechados. “Solicitamos la
ayuda de nuestros vecinos, pero desgra-
ciadamente no cooperaron –lamenta Ma-
madou Ndiaye, director de Protección y d
20 |
d Vigilancia de la Pesca (DPSP) de Sene-
gal–. Siempre es posible vigilar su zona eco-
nómica exclusiva, pero si la de su vecino no
tiene vigilancia, los barcos pueden encon-
trar refugio ahí y luego volver apenas regre-
samos al puerto. No tenemos los medios de
mantener patrullas en la zona las veinticua-
tro horas del día”. El titular de la Dirección
General de Explotación de los Recursos
Haliéuticos (DGERH) de Mauritania, por
su parte, afirma no haber recibido ningún
mensaje de alerta referente al Gotland.
Más que constituir su propia flota de
pesca industrial, la mayoría de los Estados
de la costa africana prefieren vender per-
misos de explotación de sus aguas territo-
riales, cediendo la parte del león a los ope-
radores extranjeros. La Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura (FAO) considera que la
venta de esos derechos de pesca les reporta
400 millones de dólares por año, mientras
que si los ejercieran ellos mismos se asegu-
rarían ingresos por tres mil trescientos mi-
llones de dólares (5).
Sin embargo, algunos países aceptan
cooperar con organizaciones de defensa
del medioambiente con la preocupación
de administrar mejor sus recursos mari-
nos. En febrero de 2015 Greenpeace envió
su barco Esperanza para una misión de vi-
gilancia de dos meses frente a las costas de
Senegal, de Guinea, de Sierra Leona y de
Guinea-Bissau. A bordo de esta imponen-
te nave de setenta y dos metros construi-
da en Rusia en la era soviética, y equipa-
da con un helicóptero y lanchas rápidas,
militantes y tripulación utilizaban las in-
formaciones suministradas por los guar-
dacostas para localizar los barcos sospe-
chosos. A razón de una patrulla de siete
días en las aguas de cada país, los equipos
compuestos de militantes de Greenpeace
y de los agentes de los ministerios de Pes-
ca efectuaron más arrestos de los que ha-
cen algunos países en todo un año. Más de
la mitad de los buques interceptados esta-
ban matriculados en China; los otros ve-
nían de Europa y de Corea del Sur.
Conscientes de que los países y las aso-
ciaciones recurren cada vez con mayor fre-
cuencia a las imágenes satelitales, un nú-
mero creciente de arrastreros falsifican o
desactivan sus señales emisoras. “Cuan-
do, desde su propio barco, usted ve que to-
dos esos barcos de arrastre no aparecen en
la pantalla de su computadora, es porque
desconectaron su sistema de identifica-
ción automática” (6), explica Pavel Klinc-
khamers, el jefe de misión del Esperanza,
que nos recibe a bordo durante unos diez
días. Este ecologista holandés de 45 años
se pasa dieciséis horas por día examinando
minuciosamente mapas, pantallas y ban-
cos de datos, sin interrumpir su tarea sal-
vo para trepar al puente y escrutar las na-
ves que cruzan en el horizonte. “Más de la
mitad de esos barcos no transmiten señales
–aclara–. Son barcos ocultos.”
Controles y zonas grises
Decenios de pesca intensiva produjeron
sus frutos. El año pasado, la Unión Interna-
cional para la Conservación de la Naturale-
za (IUCN) llevó a cabo un estudio sobre los
stocks de peces óseos en las aguas de Áfri-
ca, de Mauritania a Angola. De él surge que
cincuenta y una especies, indispensables
en su mayoría para la alimentación de las
poblaciones costeras, están en vías de des-
aparición o a punto de serlo (7).
Una mañana de marzo, en medio de un
mar agitado, el Esperanza cruza una napa
de residuos. Centenares de peces muer-
tos flotan en la superficie. Según el capitán,
fueron desechados por un arrastrero que
pretendía especies más comerciales. De
pronto, dos canoas hacen su aparición. Sus
tripulaciones se arrojan al agua y se ocu-
pan de llevar a bordo los peces comesti-
bles, en particular las corvinas, una especie
de buen tamaño y carnosa, comparable a la
lubina, cada una de cuyas piezas basta para
alimentar a una familia de siete a ocho per-
sonas. La avalancha desesperada de esos
pequeños pescadores contrasta cruelmen-
te con la economía del derroche propio de
los industriales, que echan por la borda los
peces considerados muy poco lucrativos
en los mercados del Norte.
Abdou Karim Sall a menudo asistió a
tales escenas. “Cuando un arrastrero se
enfoca en los pulpos, el resto de las espe-
cies recogidas en sus redes son tiradas al
agua, ¡muertas!” Diez millones de tonela-
das de peces desaparecen así cada año, o
sea, el 10% del volumen total pescado en
el mar, según las estimaciones de “El mar
a nuestro alrededor” (8). Mientras el Es-
peranza pone rumbo al sur, los oficiales de
Guinea-Bissau presentes a bordo locali-
zan un barco de arrastre sospechoso que
navega junto a un carguero con bandera
de las Comoras, el Saly Reefer. La lancha
rápida de Greenpeace se lanza en su per-
secución. Con cara de póquer, el capitán
ruso no parpadea cuando uno de los ofi-
ciales le anuncia que deberá pagar una
multa por trasbordo ilegal –ya que la cap-
tura del arrastrero fue subida al carguero
en mar abierto– y las dos naves van a ser
escoltadas hasta el puerto. Una pequeña
revancha para las autoridades locales, que
raramente tienen los medios de intervenir
más allá de algunas millas náuticas.
Para las compañías, el trasbordo consti-
tuye un medio rápido y eficaz de compri-
mir los plazos entre la captura del pescado
y su puesta en el mercado, sobre todo si la
operación se desarrolla en el mar abierto,
a resguardo de las miradas y los reglamen-
tos. Esto permite mezclar capturas legales
e ilegales y comercializar lo más rápido po-
sible una producción de origen sospecho-
so. La Unión Europea –el más grande mer-
cado del planeta– evalúa en mil millones
de euros el volumen de peces importados
ilegalmente cada año (9).
Como el Gotland o el Saly Reefer, nume-
rosos barcos operan a cuenta de compañías
europeas protegiéndose tras la bandera de
un país exótico, generalmente pobre y po-
co escrupuloso, lo que en ocasiones le sig-
nifica reprimendas de la Unión Europea
(10). El derecho marítimo internacional
está cortado a medida para los armadores,
puesto que los autoriza a izar los colores
del país de su elección. No contentos con
tomar banderas de conveniencia, algunos
cambian a voluntad los nombres de sus
barcos, utilizan papeles falsos de registro o
crean estructuras opacas para camuflar la
identidad del comanditario.
El Gotland, por ejemplo, está ligado
a una sociedad domiciliada en Bélgica,
Inok N.V. Cuando uno intenta comunicar-
se por teléfono es derivado a una oficina
rusa que, a su vez, deriva hacia el país cuya
bandera se puso el Gotland: San Vicente y
las Granadinas, un pequeño paraíso fiscal
del Caribe. En cuanto al propietario real,
evidentemente es desconocido. El tipo de
montaje ideal para extraviar a los investi-
gadores eventuales.
El Saly Reefer, por su parte, se pre-
senta como afiliado a una sociedad ra-
dicada en España, Sea Group SL, impo-
sible de contactar a despecho de repe-
tidas tentativas. A pesar de ese vínculo
oficial, el Ministerio de Pesca español
tomó la iniciativa inesperada de negar
públicamente que el barco pertenezca a
un ciudadano de su país. Es cierto que
después de años de inercia, Madrid re-
cientemente pasó a la ofensiva contra la
pesca ilegal persiguiendo a armadores
de peso, como Vidal Armadores, aunque
el proceso emprendido contra este últi-
mo fue malogrado el año pasado por la
Corte Suprema.
En Somalía, muy lejos de esas estafas so-
fisticadas, Mohamed, en el Ministerio de
Pesca, recibe finalmente una buena noti-
cia: un alerta procedente de Kenia señala la
llegada del Greko 1 al puerto de Mombasa.
Algunas horas más tarde su equipo sube a
bordo de un vuelo para Kenia. La cantidad
de hombres en uniforme que los recibe en
el desembarco tuvo que sorprender al ca-
pitán indio y a su tripulación, que partieron
con tanta prisa de Mogadiscio que se de-
jaron allí los papeles, y hasta el ancla de su
barco. El comité de recepción comprende
a la policía keniana, a las autoridades por-
tuarias y marítimas locales, a los represen-
tantes somalíes y a miembros de la fuerza
de intervención FISH-i. “Al inspeccionar
la nave encontramos tantos pescados que
ya no había lugar para encender un fósfo-
ro”, cuenta Bergh. Los somalíes levantan
varios cargos, entre ellos falta de licencia,
pesca en la zona de las veinticuatro millas
náuticas que el Estado reserva a los pesca-
dores locales, posesión de documentos fal-
sos. Se emprende una negociación, a cuyo
término las partes acuerdan una multa de
65.000 euros, una sanción bien modesta
comparada con los 300.000 euros que vale
el cargamento de la nave.
Sin embargo el propietario, Stavros
Mandalios, clama justicia. “Aunque im-
pugnamos los cargos contra nosotros, no
tuvimos otra opción que pagar –protesta–.
Había que poner fin lo más rápido posible
a la inmovilización de la nave y queríamos
evitar largos procedimientos en los tribu-
nales.” Luego de este caso, el Estado de Be-
lice retiró de su registro el Greko 1, en ade-
lante apátrida, por lo menos hasta que en-
cuentre una nueva bandera.
La impunidad de que gozan los barcos
de pesca europeos, sin embargo, podría
llegar a su fin. La Unión Europea adop-
tó en 2017 un reglamento que apunta a
hacer que la política común de la pesca
(PCP) sea más coercitiva para los miles
de barcos que operan en el exterior de las
aguas europeas (11). A partir de este año,
cada nave tendrá un número de identifi-
cación único inscrito en los registros na-
cionales. Los Estados miembros pueden
excluir de ese registro las naves recono-
cidas culpables de infracción o que abu-
sen de los cambios de bandera.
“Esta nueva legislación es un ejem-
plo para el resto del mundo –quiere creer
Bergh–. La pesca es una industria que
cuesta caro: si se las priva del derecho de
pesca, incluso por un año, las compañías
se exponen a gravosas pérdidas.” Pero
queda un escollo de envergadura: en ca-
so de persecuciones, los armadores con-
servan la posibilidad de negociar un arre-
glo, como aquel que favoreció a Manda-
lios. “La mayoría de los litigios se arreglan
por las buenas, sin pasar por los tribunales
–observa Bergh–. Potencialmente es una
falla, en la medida en que los propieta-
rios y las misiones diplomáticas encuen-
tran un interés común en esos regateos y
en que, a fin de cuentas, no queda ninguna
huella de la infracción.” Si bien este regla-
mento no se aplica a la flota china, impli-
cada en muchas violaciones de las reglas
de la Unión Europea sobre la pesca ilíci-
ta, no declarada y no reglamentada (INN),
Pekín anunció en febrero su intención de
sancionar la pesca ilegal practicada por
las naves que enarbolen bandera roja.
En la inmensidad de los océanos de
África, es difícil predecir cuántos Gotland
seguirán pasando entre las mallas de la red.
Signo de que los tiempos cambian, varios
países de África, sin embargo, reforzaron
sus sistemas de vigilancia. Redes como
FISH-i o la Comisión Subregional de Pesca
de África Occidental mejoraron sus dispo-
Edición 227 | mayo 2018
sitivos de información y de intercambio de
datos, haciendo la tarea un poco menos fá-
cil a los rufianes de los mares.
Pero otros gobiernos persisten en dar-
les la bienvenida, para el gran desconten-
to de sus oposiciones. Mientras que Se-
negal adoptó una legislación destinada a
apoyar la pesca artesanal, se le agregó una
cláusula que protege la pesca industrial,
con todos los riesgos de inestabilidad que
se desprenden de eso (12).
Sea como fuere, el problema de fondo
sigue sin cambios: a pesar de su costo pro-
hibitivo, la pesca intensiva de larga dis-
tancia seguirá siendo floreciente mien-
tras satisfaga el pedido del consumidor.
En Europa y en Asia, el consumo de pes-
cado por habitante no dejó de crecer, has-
ta alcanzar veintidós kilos por año (13). Al
mismo tiempo, retrocede fuertemente en
África Subsahariana donde, en promedio,
no supera los diez kilos (14). Esta transfe-
rencia de proteínas de los países pobres
hacia los países ricos tiene “enormes con-
secuencias”, alerta la FAO, que considera
que tres cuartos de las especies marinas
pescadas en el planeta son objeto de una
explotación excesiva o ya están en vías de
agotamiento.
“Durante años, Senegal pensaba que sus
recursos eran inagotables y los gobiernos
firmaban ciegamente contrato sobre con-
trato –dice Abdou Karim Sall–. ¿Qué pasa-
rá cuando no haya más peces? Cuando un
hombre comience a tener hambre, ¿qué se-
rá capaz de hacer?” g
1. “Accords de pêche bilatéraux avec les pays non
membres de l’UE”, sitio de la Comisión Europea,
Bruselas, https://ec.europa.eu. Véase también Jean-
Sébastien Mora, “Ravages de la pêche industrielle en
Afrique”, Le Monde diplomatique, noviembre de 2012.
2. “Mauritanie : faute d’accord, les pêcheurs
sénégalais sont au chômage technique”, Radio
France Internationale, 10 de febrero de 2017.
3. Amadou Oury Diallo, “Sénégal-Mauritanie:
le casse-tête des accords de pêche”, Jeune
Afrique, París, 9 de febrero de 2018.
4. Colectivo, “Assessing the effectiveness of
monitoring control and surveillance of illegal
fishing: The Case of West Africa”, Frontiers in Marine
Science, 7 de marzo de 2017, www.frontiersin.org
5. Gertjan de Graaf y Luca Garibaldi, “La valeur
des pêches africaines”, Circulaire sur les pêches et
l’aquaculture, N° 1093, FAO, Roma, 2014, www.fao.org
6. El sistema de identificación automática (SIA) es una
red de intercambios automatizados de mensajes que
permite a las autoridades de vigilancia del tránsito
conocer la identidad, el estatuto, la posición y la ruta
de las naves situadas en la zona de navegación.
7. “Overfishing threatens food security off Africa’s
western and central coast as many fish species in the
region face extinction – IUNC report”, International
Union for Conservation of Nature (IUCN), Gland
(Suiza), 19 de enero de 2017, www.iucn.org
8. “Ten million tonnes of fish wasted every year
despite declining fish stocks”, Sea Around Us,
26 de junio de 2017, www.seaaroundus.org
9. “Handbook on the practical application of
Council Regulation (EC) establishing a Community
system to prevent, deter and eliminate illegal,
unreported and unregulated fishing”, Comisión
Europea, octubre de 2009, https://ec.europa.eu
10. “Lutte contre la pêche illicite : la Commission
distribue des cartons jaunes à Taïwan et aux Comores,
à titre d’avertissement, et se félicite des réformes
menées au Ghana et en Papouasie”, Comisión
Europea, 1º de octubre de 2015, http://europa.eu
11. “Règlement 2017/2403 du 12 décembre 2017
relatif à la gestion durable des flottes de pêche
externes”, Journal officiel de l’Union européenne,
28 de diciembre de 2017, https://eur-lex.europa.eu
12. Ley N° 2015-18 del 13 de julio de 2015 sobre el
Código de la Pesca marítima, Journal officiel de la
République du Sénégal, Dakar, 14 de enero de 2016.
13. “The State of World Fisheries and
Aquaculture 2016”, www.fao.org
14. “Fish to 2030: Prospects for fisheries
and agriculture”, 2013, www.fao.org
*Periodista. Este reportaje fue cofinanciado
por Journalismfund.eu
Traducción: Víctor Goldstein
 Desfile militar en la Plaza Roja, Moscú, 7-11-16 (Maxim Shemetov/Reuters)
Dossier

Rusia, entre
poder y
pragmatismo
Convertida nuevamente en el cuco de las democracias
occidentales, Rusia hace gala de su renovado poderío
para preservar su influencia geopolítica, principalmente
en Medio Oriente. Enfrentado a sanciones y amenazas,
el gobierno de Putin practica un difícil equilibrio entre
demostraciones de fuerza y negociaciones que conten-
ten a sus aliados. Principalmente cuando la administra-
ción Trump relanza la escalada armamentística.

La enceguecedora amenaza del “Rusiagate” por Aaron Maté 22 |

¿Qué busca Rusia en Siria? por Nikolaï Kožhanov 24 | Una alianza
pragmática entre Moscú y Teherán por Nikolaï Kožhanov 26
22 | Edición 227 | mayo 2018

Dossier
Rusia, entre
poder y
pragmatismo

Donald Trump, acompañado por el vicepresidente, Mike Pence, y el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, Washington, 9-4-18 (Carlos Barria/Reuters)

Para justificar su derrota en las elecciones presidenciales de 2016, los

demócratas estadounidenses denunciaron, entre otras lacras, las connivencias
de Rusia con Donald Trump. El foco puesto en Moscú oculta las verdaderas
causas de esa derrota, y alimenta una peligrosa carrera armamentista.
Peligrosa escalada del establishment

La enceguecedora
amenaza del “Rusiagate”
por Aaron Maté*

L
os bombardeos franco-estadouni-
dense-británicos sobre Siria, que
sucedieron al envenenamiento de
un ex espía ruso y de su hija en el
Reino Unido, hundieron las rela-
ciones entre Rusia y Occidente en
abismos inéditos. Sin embargo, algunos, poco sen-
sibles a esas tensiones, incluso encuentran allí ra-
zones para tener esperanzas, comenzando por The
New York Times. El 26 de marzo pasado, al comen-
tar la decisión estadounidense de cerrar un con-
sulado y expulsar a sesenta diplomáticos rusos, el
comité editorial del prestigioso periódico se ale-
graba así: “Estos progresos permiten esperar que
[Donald] Trump por fin se vea obligado a reaccio-
nar a la amenaza que [Vladimir] Putin hace pesar
sobre Estados Unidos y sus aliados”. Único énfasis
según los periodistas, “Trump tendrá que ir más le-
jos aun si quiere frenar eficazmente los golpes bajos
de Putin” (1). Algunas semanas más tarde, después
del presunto ataque con armas químicas perpetra-
do en Duma, no lejos de Damasco, el presidente es-
tadounidense fustigaba a “Putin, Rusia e Irán”, cul-
pables de “sostener a la bestia de Bashar al-Assad”
y advertía que iban a “pagar[lo] muy caro”. Es “la
primera vez desde que fue electo que arremete con-
tra el presidente ruso por su nombre en Twitter”, se
extasiaba The New York Times.
La “esperanza” expresada por el periódico se co-
rresponde con la sensación dominante en los cír-
culos progresistas desde que los servicios secretos
acusaron al Kremlin de injerencia en la elección
presidencial estadounidense de 2016. En 2009, en
los comienzos del primer mandato de Barack Oba-
ma, los demócratas hablaban de una “vuelta a foja
cero” (reset) de las relaciones con Moscú y se mo-
faban de que los republicanos volvieran a los dis-
cursos de la Guerra Fría. De ahí en más, al exhortar
a Trump a “endurecer la política respecto de Rusia
y de Putin” –como lo hizo Chuck Schumer, el jefe
de la minoría demócrata en el Senado–, o incluso a
“responder […] para defendernos contra la subver-
sión rusa” (según las palabras del ex vicepresidente
Joseph Biden), se alinearon con los neoconserva-
dores y los halcones republicanos (2).
Carrera armamentista
Así pues, el nombramiento para el cargo de asesor
de Seguridad Nacional de John Bolton no necesa-
riamente debió desagradarles. En efecto, este úl-
timo “es la peor pesadilla de Moscú. Durante toda
su carrera, fue un halcón antirruso”, señala Harry
J. Kazianis, investigador del Centro para el Inte-
rés Nacional (3). Y particularmente durante las se-
manas que precedieron a su nombramiento, en un
discurso pronunciado en febrero, Bolton afirmaba
que la supuesta injerencia de Rusia en el proceso
electoral era “un ataque contra la Constitución de
Estados Unidos”. Por lo tanto, reclamaba medidas
severas contra Moscú, “en el ciberespacio y en to-

das partes”, y brindaba este consejo: “No creo que
la respuesta deba ser proporcionada; creo que tie-
ne que ser absolutamente desproporcionada”. En
otras palabras, como afirmaba en el canal de ul-
traderecha Fox News en 2016: “Hay que hacerles
daño a los rusos”.
Bolton siempre se negó a cualquier forma de
negociación o de acercamiento con Moscú, a ries-
go de incrementar el peligro nuclear. Cuando era
subsecretario de Estado para el Control de Armas
(2001-2005), supervisó la denuncia por parte de
la administración de George W. Bush del tratado
ABM (de “Anti-Balistic Missiles”) firmado trein-
ta años antes con la Unión Soviética. Ese tratado,
al fijar un techo a las capacidades estratégicas de
defensa, incitaba a limitar el desarrollo de armas
nucleares ofensivas, sentando las bases de los tra-
tados posteriores sobre el control de armas. En
marzo pasado, cuando presentó el nuevo arsenal
nuclear ruso, Putin se empeñó en especificar que
esa modernización era la consecuencia de la dero-
gación del tratado ABM por parte de Washington;
luego, llamó a volver al sistema de control de armas
que, según él, Estados Unidos había destruido. Pa-
ra Bolton, esas no son más que “palabras de propa-
ganda”, “absurdos”. El 2 de marzo, en Fox News,
canal del que entonces era asesor, Bolton analizaba
que el verdadero objetivo de Putin es “intentar vol-
ver a convertir a Rusia en una gran potencia […], y
reconvertir a Rusia en una mayor potencia nuclear
forma parte de ese objetivo”.
Bolton nunca lo escondió: desea terminar con las
disposiciones que garantizan, a nivel mundial, un
control de armas. En 2017, en ocasión de la Conser-
vative Political Action Conference, explicaba: “La
próxima etapa en la relación bilateral con Rusia es la
derogación por parte de la presente administración
del nuevo tratado Start –‘Strategic Arms Reduction
Treaty’, un acuerdo firmado en 2010 con Moscú que
preveía disminuir la cantidad de ojivas nucleares es-
tadounidenses y rusas– [dado que] sería una señal
para Vladimir Putin”. Pero, antes que analizar las
implicaciones de esas posiciones estratégicas, los
medios de comunicación progresistas prefieren in-
teresarse en la “extraña” aparición de Bolton, hace
cinco años, en un videoclip de una asociación rusa
de defensa de las armas de fuego (4). No porque las
palabras que expresaba allí presenten algún interés
diplomático, sino porque la práctica corriente de los
analistas del “Rusiagate” es resaltar todo elemento
que confirme el relato de una artimaña de Moscú y
de una posible implicación de Trump, e ignorar las
informaciones que invalidarían ese relato.
En esta perspectiva, el nombramiento de un hal-
cón antirruso para el cargo más alto de la seguridad
nacional no es sino el más reciente de los elemen-
tos que conviene eludir (5). Además de la expulsión
de una cantidad récord de diplomáticos, entre las
recientes iniciativas estadounidenses también se
podrían mencionar las sanciones adoptadas con-
tra personalidades (entre ellos el yerno de Putin)
y contra trece empresas, e incluso el despliegue de
dos navíos de guerra en el Mar Negro, una manio-
bra que “se inscribe en un proceder que apunta a
frenar la intensificada presencia de los rusos allí”,
según la CNN. “Ustedes envían navíos al Mar Negro
y eso aumenta su sensación de amenaza”, abundó
un alto funcionario estadounidense (6). Un simple
vistazo a un mapa podría llevar a interrogarnos so-
bre la razón por la cual Estados Unidos quiere fre-
nar la “intensificada presencia” de los rusos en un
mar que bordea su propio territorio. También sería
posible preguntarse si las expulsiones de diplomá-
ticos y las sanciones financieras constituyen una es-
trategia adecuada. Pero la adhesión al relato de un
Donald Trump supeditado a Rusia vuelve difícil la
crítica de esas medidas, sobre todo porque incluso
los adversarios de Trump las defienden…
No ver las iniciativas belicistas del presidente
respecto de Rusia también es ignorar los riesgos
que éstas alimentan. Comparando la situación ac-
tual con “lo que vivimos durante la Guerra Fría”, re-
cientemente el secretario general de las Naciones
Unidas, Antonio Guterres, exhortó a las dos partes
a restablecer “los mecanismos de comunicación y
de control a fin de evitar la escalada de las tensiones
y velar por que las cosas no escapen a todo control”.
El Bulletin of the Atomic Scientists también alertaba
que la amenaza nuclear se vio “agravada debido a
que actualmente las relaciones ruso-estadouniden-
ses están marcadas por el conflicto más que por la
cooperación”, que la coordinación está “práctica-
mente reducida a la nada” y que “no hay ninguna
negociación ruso-estadounidense en curso sobre el
control de armas” (7).
Obsesión antirrusa
La perspectiva de un apaciguamiento de las ten-
siones sufrió un serio revés con la crisis que derivó
del envenenamiento del ex espía ruso Serguei Skri-
pal y de su hija Yulia en Salisbury (Reino Unido). El
ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris
Johnson logró convencer a más de veinte Estados
miembros de la Unión Europea y de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de expul-
sar a alrededor de 150 diplomáticos rusos –una cifra
nunca alcanzada por una operación de este tipo–.
Desde el comienzo del caso, el líder laboris-
ta Jeremy Corbyn calificó el envenenamiento de
“bárbaro y más que irresponsable”, luego deseó
que se “pidan cuentas a las autoridades rusas so-
bre la base de pruebas”, incitando así al gobierno
conservador a enviar muestras a Rusia bajo los
auspicios de la Organización para la Prohibición
de las Armas Químicas. ¿Pedir pruebas? ¿Apelar a
las instituciones internacionales? Semejante acti-
tud le valió a Corbyn ser calificado de “paloma de
los rusos” por los medios de comunicación britá-
nicos, por sus adversarios políticos e incluso por
miembros de su propio partido.
El envenenamiento de Salisbury y el “Rusiaga-
te” coinciden en la acusación automática del Kre-
mlin, incluso ante la ausencia de pruebas públicas
y a riesgo de engendrar una escalada de las tensio-
nes. No obstante, una diferencia de dimensión dis-
tingue esos dos casos. En Estados Unidos, ningún
| 23
responsable político de primer nivel, como Cor-
byn, insistió en la necesidad de pruebas ni reco-
mendó una reacción medida. Al contrario, deján-
dose llevar por su obsesión antirrusa, los demócra-
tas y los analistas progresistas le exigen a Trump
que endurezca la línea.
La llegada a puestos de poder de Bolton no ha-
rá más que reforzar esta tendencia. En una nota de
opinión publicada en febrero, afirmaba: “Las am-
biciones mundiales de Putin no implican inten-
ciones condescendientes hacia Estados Unidos, y
cuanto más rápido sepa que nosotros lo sabemos,
mejor será”. Ahora bien, continuaba, sería ingenuo
creer que simples “acusaciones penales” y “sancio-
nes financieras” contra
los rusos “alcancen en
Bolton nunca lo lo más mínimo a probar-
les nuestro descontento.
escondió: desea Al contrario, Putin tiene
terminar con las que escuchar el rugido
de la artillería y las rue-
disposiciones das de los tanques de la
OTAN multiplicando
que garantizan, a las maniobras conjuntas
con el ejército ucrania-
nivel mundial, un no. Es eso, y mucho más
aun, lo que les llamará la
control de armas. atención. Una respues-
ta análoga se justifica
en Medio Oriente, don-
de la Casa Blanca ya instala las bases para reaccio-
nes más enérgicas a los tanteos de Rusia. Hay po-
cos momentos en política en los que acontecimien-
tos inesperados crean oportunidades que hay que
aprovechar antes de que desaparezcan” (8).
La elite demócrata y los grandes líderes de opi-
nión de la izquierda liberal se encuentran entre
aquellos que Bolton puede acreditar por haber crea-
do las oportunidades que él ahora quiere aprove-
char. En este momento peligroso de las relaciones
ruso-estadounidenses, ¿podrán finalmente conven-
cerse de que sería mejor no avanzar? g
1. “Tough action on Russia, at last, but more is
needed”, The New York Times, 26-3-18.
2. Véase Serge Halimi, “El lobby antirruso derrota a Trump”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, septiembre de 2017.
3. Citado en Cindy Saine, “Trump’s pick for National
Security Adviser advocates tough response to Russia”,
The Voice of America, 28-3-18, www.voanews.com
4. Véase Tim Mak, “John Bolton’s curious appearance in a Russian
gun rights video”, National Public Radio, 22-3-18, www.npr.org
5. Para ejemplos más viejos, véase Aaron Maté,
“Intervención rusa, de la obsesión a la paranoia”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2017.
6. Ryan Browne, “US show of force sends Russia a message in
Black Sea”, CNN Politics, 20-2-18, www.edition.cnn.com
7. Citado en “The get-tough-on-Russia consensus is escalating
the crisis in Syria”, The Nation, Nueva York, 11-4-18.
8. The Hill, 19-2-18, http://thehill.com
*Periodista, corresponsal y productor de The Real News.
Traducción: Bárbara Poey Sowerby
24 | Edición 227 | mayo 2018

Dossier
Rusia, entre
poder y
pragmatismo

Soldados rusos distribuyen comida a los evacuados del este de Alepo, Siria, 30-11-16 (Omar Sanadiki/Reuters)

Al intervenir militarmente en Siria, en septiembre de 2015, Moscú salvó al régimen

de Bashar al-Assad y le permitió recuperar la mayoría del territorio perdido. El
Kremlin pretende una solución política, manteniendo el equilibrio en sus relaciones
con los actores implicados: occidentales, turcos, israelíes, sauditas e iraníes.
Éxitos militares, rompecabezas geopolítico

¿Qué busca Rusia

en Siria?
por Nikolaï Kožhanov*

L
a intervención militar rusa en Siria
no se daba por descontada. Duran-
te el primer año del conflicto (2011-
2012), el Kremlin consideraba que el
régimen de Bashar al-Assad sabría
superar la tormenta, siempre y cuando se lo pro-
tegiera de la injerencia exterior. Esa ilusión fue
disipándose a medida que los enfrentamientos se
agravaban. Moscú procuró entonces promover
un acuerdo entre Damasco y la comunidad inter-
nacional. Como primer paso, los dirigentes rusos
establecieron una distinción entre Al-Assad y el
Estado sirio. Aleccionados por el estallido de Li-
bia, tras la caída del régimen de Muamar Gada-
fi en 2011, su prioridad era salvaguardar las ins-
tituciones sirias. Pero al mismo tiempo, estaban
persuadidos de que sólo Al-Assad podía impedir
el desmantelamiento del Estado sirio. Lo cual no
significaba que ellos fueran a mantenerse eterna-
mente atados a la persona de su jefe.
Las autoridades rusas nunca confiaron por
completo en Al-Assad. Tenían muy presente que
en el año 2000, cuando accedió al poder, había in-
tentado un acercamiento con Europa, y en parti-
cular, con Francia. Sólo tras el fracaso de esa ten-
tativa, principalmente por la presencia siria en el
Líbano, se volvió hacia Rusia. También recuerdan
que en las décadas de 1990 y 2000, Damasco no
hizo caso alguno de los requerimientos de Moscú
concernientes a los rebeldes chechenos, que ha-
bían huido a Siria luego de perpetrar ataques con-
tra militares y civiles rusos. De modo que Moscú
se mantiene prudente en su alianza con Damas-
co. En un discurso de julio de 2016, Vladimir Pu-
tin declaró que no quería, al confiar en un régimen
sirio capaz de cambiar de aliados de un día para
otro, repetir el error que la Unión Soviética había
cometido con Egipto: en julio de 1972, Anuar el-
Sadat expulsó a varios miles de consejeros soviéti-
cos, para marcar su ruptura con la URSS.
En septiembre de 2015, la preocupación del
Kremlin en relación a las posibilidades de su-
pervivencia del poder de Damasco creció, de-
bido a la radicalización de la oposición siria y
su avance en el territorio. Putin temía una inmi-
nente caída del régimen. Pensaba que la ayuda
militar, tecnológica y económica que le estaban
dando al poder sirio no haría más que prolongar
su agonía, sin conseguir salvarlo. Una interven-
ción militar directa y prolongada era, a su modo
de ver, una solución preferible a los dos esce-
narios siguientes: apoyar a Al-Assad mediante
operaciones militares puntuales y onerosas, o
dejar que su poder se desplomara. Una vez más,
para explicar su decisión, los dirigentes rusos se
refirieron a los antecedentes de Libia e Irak, dos
países donde, según ellos, la caída de los regíme-
nes establecidos no había traído nada bueno. Se-
gún ellos, Siria no debía convertirse en un nuevo
foco yihadista en la región.

Mucho antes de septiembre de 2015, el Kre-
mlin advirtió a la comunidad internacional sobre
semejante riesgo. En un principio, sus declaracio-
nes respondieron a una campaña de comunica-
ción que presentaba a Occidente como un instiga-
dor de disturbios en Medio Oriente. Pero la ame-
naza se hizo real en 2015, cuando un creciente
número de combatientes extranjeros proceden-
tes de Europa, Rusia, el Cáucaso y Asia Central
engrosaron las filas de la organización del Esta-
do Islámico (EI) y otros grupos islamistas de Si-
ria e Irak. Según los servicios de seguridad rusos
y algunos analistas independientes, unos 12.000
combatientes rusófonos procedentes del nor-
te del Cáucaso, el resto de Rusia y las comunida-
des chechenas en el extranjero combatieron en
2015 en Siria junto a diversos grupos islamistas,
como el Frente Al-Nusra y Ahrar al-Sham. Ade-
más, esos grupos armados contaban con cientos
de personas llegadas de Azerbaiyán y de ex repú-
blicas soviéticas de Asia Central, como Tayikis-
tán y Uzbekistán. No todos se identificaban con la
causa de EI o el Frente Al-Nusra. Para algunos, la
guerra librada en Siria constituía sobre todo una
fase de preparación de los combates que debían
llevar adelante en su propio país.
En sus propios términos
Uno de los principales objetivos de la interven-
ción rusa en Siria era el de restablecer las capaci-
dades militares y políticas del régimen. Por eso,
los bombardeos aéreos tomaron de inmediato co-
mo objetivo a todo grupo que representara una
amenaza seria para Damasco, incluidos aquellos
que no eran islamistas radicales o no eran catalo-
gados, particularmente por Occidente, como “te-
rroristas”. Pero el Kremlin nunca lo reconoció, y
hasta el día de hoy, sostiene que sólo apuntaba a
los “terroristas”, entre ellos los de EI.
Muy pronto, el despliegue de la aviación ru-
sa alcanzó dos objetivos. Por un lado, aumentó
la probabilidad de supervivencia del régimen si-
rio a largo plazo. Por otro lado, tornó imposible la
creación, por parte de los ejércitos occidentales,
de una zona de exclusión aérea, y muy improba-
ble su intervención directa en el terreno contra
las tropas leales. Al mismo tiempo, por su inter-
cambio de información y sus intentos de coordi-
nar operativos militares con otros países, entre
ellos Estados Unidos, el Kremlin seguía defen-
diendo la idea de una vasta coalición contra EI,
que también incluyera al régimen sirio, poniendo
fin al aislamiento internacional de Al-Assad. Con
el despliegue de sus fuerzas aéreas desde la base
de Khmeimim, al sudeste de la ciudad de Latakia,
Rusia también fortaleció su posición diplomática,
y dejó en claro que ninguna decisión concernien-
te a Siria iba a poder tomarse sin su opinión.
Perseguía pues un objetivo mucho más ambi-
cioso que la mera salvaguarda inmediata del po-
der. Sin duda, en primer lugar se proponía ter-
minar la guerra, facilitando un diálogo nacional
entre el régimen y las fuerzas opositoras (a ex-
cepción de los islamistas radicales y los grupos
de combatientes extranjeros). Pero también tra-
taba de iniciar el proceso de reconciliación bajo
sus propias condiciones, que incluían la preserva-
ción de la totalidad del territorio sirio y la forma-
ción de una coalición contra EI, como afirmó Pu-
tin en la Asamblea General de las Naciones Uni-
das de septiembre de 2015. Moscú también exigía
la preservación de los organismos estatales sirios
y sólo concebía la transformación del régimen
en el marco de los mecanismos constitucionales
existentes. En 2016, Putin seguía insistiendo con
el proceso de paz en Siria, dando por descontado
una suerte de reparto de los poderes entre el ré-
gimen en funciones y los elementos “sanos” de la
oposición. La exclusión de Al-Assad no podía se-
guir poniéndose como condición previa al inicio
de un diálogo nacional.
La caída de Alepo, en diciembre de 2016, afian-
zó a Rusia en su capacidad de orientar el curso
de los acontecimientos en Siria y en la región. Ni
siquiera el cambio de la situación política esta-
dounidense, tras la elección de Donald Trump,
modificó esa convicción. En 2017, Moscú creyó
haber alcanzado uno de sus principales obje-
tivos: salvar al régimen y permitirle recuperar
ciertas zonas del territorio. Pero el asunto no es-
taba concluido. Recién iba a poder retirar sus tro-
pas al término de un proceso de negociación po-
lítica, muy hipotética aún.
Desde esa perspectiva, se planteó la idea de
una nueva plataforma de negociaciones, deno-
minada Astaná (por el nombre de la capital ka-
zaja, donde tuvieron lugar los primeros encuen-
tros) que permitiese discutir un alto al fuego en-
tre Damasco y la oposición, eludiendo el proceso
instaurado en Ginebra por Naciones Unidas. La
apertura de un diálogo directo con representan-
tes iraníes y turcos –importantes actores regio-
nales que no habían participado antes en las con-
versaciones– propulsó la idea de una resolución
diplomática del conflicto.
Pulseadas
La estrategia rusa cambió a fines de 2017, con la
caída de los últimos bastiones de EI. En diciem-
bre de 2017, Putin volvió a mencionar un hipoté-
tico retiro parcial de Rusia. Pero el Kremlin no se
hacía ilusiones: sabía que Estado Islámico estaba
resquebrajado, pero no totalmente destruido, que
la guerra civil no había terminado y que iba a te-
ner que proseguir su apoyo militar, si quería man-
tener a Al-Assad en el poder. En tales circunstan-
cias, decidió conservar una presencia armada en
el país, más aun cuando, en su fase actual, el con-
flicto no exige un gran número de soldados en el
terreno. Una parte de las tropas fue repatriada, y
la idea preponderante ahora es garantizar una ro-
tación, para que la presencia militar se adapte a
las necesidades reales. Además, los precedentes
anuncios de retiro demostraron que el ejército ru-
so siempre puede aumentar su contingente, cuan-
do las circunstancias locales así lo exigen.
El anuncio de un retiro tenía una función más
política que militar. En vísperas de la elección pre-
sidencial de marzo de 2018, Putin quería exhibir
triunfos en la escena internacional. Mientras los
países occidentales prolongaban y endurecían las
sanciones económicas contra Rusia, y con el ac-
tual estado de cosas en Ucrania, Medio Oriente
era uno de los únicos puntos del mundo donde el
Kremlin podía jactarse de conducir una política
exterior fructífera. Reiterando incesantemente la
transitoriedad de la presencia de sus tropas, Mos-
cú se adjudicaba el buen papel, en tanto el enton-
ces secretario de Estado de Estados Unidos, Rex
Tillerson, planificaba mantener una presencia du-
radera de Estados Unidos en el noreste de Siria.
Hoy por hoy, los diplomáticos rusos mantienen
conversaciones principalmente con sus pares de
los países que ejercen una influencia directa so-
bre el territorio sirio, como Irán, Turquía y Arabia
Saudita. Durante su visita a Moscú en octubre de
2017, Rusia alentó al rey de Arabia Saudita, Sal-
man bin Abdelaziz al-Saud, a crear un grupo opo-
sitor unido que representase a las fuerzas hostiles
a Al-Assad en las negociaciones de Ginebra. Pa-
ralelamente, el Kremlin intensificó sus consultas
con Teherán y Ankara, a fin de abordar el tema
de Afrin e Idlib, así como el de las futuras zonas
de “desescalada”. Moscú intenta asimismo apa-
ciguar a ambas capitales, que ponen en duda su
lealtad y compromiso con sus aliados. El 14 de no-
viembre de 2017, el ministro de Relaciones Exte-
riores ruso, Sergei Lavrov, defendió públicamente
la legitimidad de la presencia militar iraní en Si-
ria, señal para Teherán de que la cooperación con
Irán cuenta tanto para Moscú (véase pág. 26) co-
mo la que mantiene con Israel.
Oficialmente, Rusia condenó la operación mi-
litar que Turquía lanzó a principios de enero de
2018 en la región de Afrin. En realidad, abrió el
cielo a sus aviones y dio su aval en función de un
acuerdo tácito con Turquía: Ankara iba a tener
las manos libres en la región de Afrin, siempre y
cuando no rechazara la avanzada de las fuerzas
del régimen sirio en la zona de Idlib y la región de
Ghuta, último bastión rebelde de la periferia de
Damasco. El éxito de este operativo tuvo también
el mérito de alejar un poco más a Turquía de Esta-
dos Unidos y otros países de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), como Fran-
cia, que apoyan a las fuerzas árabe-kurdas.
A pesar de los bombardeos estadounidenses,
británicos y franceses de abril de 2018 contra ins-
| 25
talaciones militares sirias, Moscú estima que ni la
Unión Europea ni Estados Unidos juegan un pa-
pel decisivo. Los estrategas rusos consideran que
estos actores no manifestaron una voluntad real
de intervenir en los asuntos sirios en el terreno.
Durante la reunión entre Putin y Trump que tu-
vo lugar en Vietnam en noviembre de 2017, Ru-
sia consiguió lo que quería de Washington: la ga-
rantía de que Estados Unidos reconoce a Al-As-
sad como legítimo presidente sirio, que respeta-
rá el principio de integridad territorial de Siria y
el principio de “desescalada” entre beligerantes
y seguirá apoyando el proceso de Ginebra. En
contrapartida, Putin jugó el juego de su par esta-
dounidense, que prioriza la lucha contra el terro-
rismo en la región. En su declaración común, Ru-
sia confirmó su volun-
tad de combatir al Esta-
Uno de los do Islámico hasta lograr
una victoria total, con la
principales ayuda de Estados Uni-
dos. En suma, Moscú
objetivos era el aceptará hablar del fu-
turo de Siria, más allá de
de restablecer los temas abordados en
las capacidades Vietnam, si y solo si Es-
tados Unidos empieza a
militares y políticas intervenir más en la po-
lítica interna siria.
del régimen. Al día de hoy, Rusia y
Estados Unidos toman
los recaudos para evi-
tar una confrontación
directa en Siria. Sin em-
bargo, se hace difícil sostener esta línea. Así, en
febrero de 2018, mercenarios rusos, en colabo-
ración con fuerzas sirias, intentaron ocupar un
campo petrolífero explotado por el grupo Cono-
co y controlado por las fuerzas kurdas cerca de la
ciudad de Deir Ez-Zor, en los márgenes del Eú-
frates. El Kremlin afirma no haber aprobado esta
operación, que era –sostiene– una iniciativa de
Damasco y de la empresa rusa Euro Polis, ligada
al hombre de negocios Evgueni Prigojine. Según
informaciones publicadas por la prensa rusa, esta
empresa de contratistas militares habría alcan-
zado un acuerdo con Damasco para hacer “libe-
rar” los campos petrolíferos locales por merce-
narios a cambio de contratos en el sector petro-
lero sirio. Euro Polis obtendría así un cuarto del
bruto extraído de esos campos.
Pero Moscú no podía ignorar el ataque que se
venía. Las fuerzas militares rusas desplegadas en
Khmeimim recibieron informes de combatien-
tes kurdos y estadounidenses sobre la concen-
tración de milicias, mercenarios y fuerzas sirias
en cercanías del campo petrolífero. No obstante,
no hicieron nada para impedir la operación, de-
bido por lo menos a tres razones: querían probar
la reacción estadounidense en Siria; querían gol-
pear las capacidades militares kurdas, y, por últi-
mo, en caso de éxito, la recuperación del campo y
de los ingresos que representa habría contribui-
do a fortalecer el régimen de Damasco.
En apoyo a los kurdos, la aviación de Estados Uni-
dos puso fin a este ataque; varias decenas de asaltantes
rusos perecieron bajo las bombas estadounidenses.
El exitoso contrataque estadounidense de-
bía demostrarle a Rusia que, contrariamente al
gobierno de Barack Obama, la administración
Trump está dispuesta a defender sus intereses.
De hecho, no es una coincidencia que, desde fe-
brero de 2018, Rusia haya evitado toda provoca-
ción hacia Estados Unidos, aun cuando Moscú
amenaza con enviar misiles S-300 a Damasco.
Desde este punto de vista, los bombardeos de Es-
tados Unidos, el Reino Unido y Francia, presen-
tados el pasado mes de abril como una respuesta
al presunto traspaso por parte de los sirios de la
“línea roja” de la utilización de armas químicas,
apuntaban también a recordarle a Rusia que no
era la única fuerza en decidir la evolución de la
situación en el terreno. g
*Profesor de Economía Política de Medio Oriente en la
Universidad Europea de San Petersburgo e investigador
asociado del programa Rusia-Eurasia del Instituto Real de
Relaciones Internacionales, Chatham House, Londres.
Traducción: Patricia Minarrieta
26 |
Dossier
Rusia, entre
poder y
pragmatismo
La relación entre Rusia y la República Islámica de Irán posee
una vasta historia. Luego de idas y vueltas, los dos países
vuelven a aliarse frente a los bombardeos estadounidenses
a Siria, pero este vínculo podría perjudicar al Kremlin.
Los vínculos políticos entre Rusia e Irán
Alianza pragmática
con Teherán
por Nikolaï Kožhanov*
L
as relaciones entre Rusia e Irán nun-
ca fueron un remanso. Durante el si-
glo XIX y hasta principios del siglo
XX, Irán estaba dividido en las zo-
nas de influencia política y económi-
ca de los imperios británico y ruso. La caída de la
monarquía rusa, en 1917, y la llegada al poder de
los bolcheviques –que rechazaban formalmente
la herencia imperialista de los zares– alimenta-
ron en Teherán la esperanza de que Moscú deja-
se de amenazar la independencia de Persia (1). El
intento fallido del Ejército Rojo de crear una re-
pública soviética en la provincia iraní de Guilán
entre junio de 1920 y septiembre de 1921 puso en
evidencia lo vano de esas esperanzas.
No obstante, el 26 de febrero de 1921, Irán y la
Rusia soviética firmaron un tratado que sentó las
bases de las futuras relaciones bilaterales. Desde
entonces, las autoridades soviéticas han presen-
tado dicho documento como uno de los prime-
ros acuerdos “justos” y “honestos” entre Teherán
y las grandes potencias. Todas las concesiones y
convenciones que vinculaban a Irán con el régi-
men zarista quedaron anuladas. Moscú incluso
transfirió al gobierno persa todas las propieda-
des y activos rusos en suelo iraní, sin exigir con-
trapartida. Sin embargo, el tratado también esti-
pulaba (artículos V y VI) que, en caso de que una
potencia que amenazara la seguridad de la Unión
Duma, Siria, 6-5-17 (Sameer Al-Doumy/AFP)
Soviética hiciera uso del territorio iraní, la URSS
tenía el derecho a invadir Irán para defenderse.
De este modo, los soviéticos se aseguraron el de-
recho de entrar al país por la fuerza. Por más “jus-
to” y “honesto” que fuese el tratado de 1921, es-
ta disposición lo ubicó en la línea de los acuerdos
imperiales zaristas.
El 25 de agosto de 1941, la URSS y el Reino Uni-
do lanzaron operaciones militares contra Irán.
El pretexto oficial para la invasión era la negati-
va de Reza Shah a expulsar a los ciudadanos ale-
manes. Lo cierto es que ambas potencias temían
que Irán entrara en la guerra de la mano de Ale-
mania y buscaban proteger sus intereses: los ya-
cimientos de la compañía petrolera anglo-iraní
(Anglo-Iranian Oil Company) y el control del “co-
rredor persa”, para el tránsito del material militar
estadounidense hacia la URSS. El 16 de septiem-
bre, la abdicación de Reza Shah a favor de su hijo
Mohammad Reza hizo que Irán entrara en el ban-
do de los aliados y le consiguió un lugar entre los
vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Tras el conflicto, Teherán veía a la Unión So-
viética como la mayor amenaza para Occidente.
A pesar de que la guerra había terminado, el Ejér-
cito Rojo seguía apostado en el norte del país y
apoyó la creación del efímero gobierno popular
de Azerbaiyán y de la República de Mahabad en
el Kurdistán iraní. Este episodio, uno de los pri-
Edición 227 | mayo 2018
meros de la Guerra Fría, llegó a su fin cuando las
tropas soviéticas se retiraron a cambio de un tra-
tado petrolero que el Parlamento iraní finalmen-
te rechazó. Para Joseph Stalin, no cabía duda de
que Irán formaba parte de la zona de influencia
soviética. Sus intenciones no se limitaban a la di-
fusión del comunismo, sino que también codicia-
ba los campos petroleros del norte del país. Para
forzar al Shah a actuar según sus intereses, el Kre-
mlin usó todos los instrumentos a su disposición,
empezando por el Tudeh, el partido de masas de
Irán, de tendencia comunista y muy cercano a
Moscú. Dicho partido formó parte de la alianza
gubernamental iniciada en 1951 por el primer mi-
nistro nacionalista Mohammad Mossadegh, cuya
política progresista se caracterizó por la naciona-
lización de la industria petrolera. Ese gobierno,
sin embargo, fue derrocado por un golpe de Esta-
do instigado por los servicios británicos.
En los años siguientes, el Shah aplicó una po-
lítica represiva sobre los militantes comunistas,
en particular mediante la expulsión del ejército
y los servicios de seguridad. Es interesante ob-
servar que el apoyo soviético al Tudeh constitu-
yó tanto una ventaja como una maldición para el
partido. Al ser tan dependiente de Moscú, quedó
profundamente desacreditado ante el pueblo ira-
ní cuando los soviéticos intentaron utilizar el par-
tido para proteger los intereses de la URSS en el
sector petrolero iraní, entre 1940 y comienzos de
los años 1950. La estrategia ponía al Tudeh en una
situación delicada, ya que siempre había reivindi-
cado la nacionalización de los hidrocarburos.
La adhesión de Irán al Pacto de Bagdad, que los
países prooccidentales de la región firmaron en
1955, no impidió que las relaciones económicas
bilaterales florecieran. Durante las décadas del
sesenta y setenta, la URSS participó en más de se-
senta grandes proyectos en Irán y se convirtió en
uno de sus primeros compradores de gas natural.
La Revolución Islámica de 1978-1979 constituyó
una importante prueba para las relaciones sovié-
tico-iraníes. Moscú siempre intentó mantener el
diálogo, aun cuando Teherán intentaba limitar la
presencia soviética por razones ideológicas. En
1980, la deserción de un oficial de la KGB, Vladi-
mir Kusichkin, resultó ser un duro golpe para Tu-
deh, ya que el tránsfuga divulgó los nombres de
agentes soviéticos, algunos de ellos miembros del
partido. Esto les dio a las autoridades de la Repú-
blica Islámica un pretexto para endurecer la re-
presión contra los comunistas.
Si bien la URSS proveyó de armas al régimen
de Saddam Hussein, tuvo el recaudo de no tomar
partido en el conflicto entre Irán e Irak. A pesar
de la represión a los militantes comunistas, Rusia
incluso fue favorable a la profundización de las
relaciones con Irán, vapuleado por la guerra y el
aislamiento internacional. Teherán pudo acceder
entonces a los mercados mundiales cuando Mos-
cú le permitió transportar mercaderías a través
de su territorio. Sin embargo, la caída de la Unión
Soviética y la crisis económica que vino después
limitaron el alcance de la mayoría de los acuerdos
firmados con Irán a fines de los años ochenta.
Una alianza cambiante
De 1991 a 2012, las relaciones ruso-iraníes se ca-
racterizaron por su inestabilidad e imprevisibili-
dad. Los períodos de diálogo político se alterna-
ban con largas pausas, durante las cuales cada uno
acusaba al otro de no respetar los compromisos y
tratados precedentes, como sucedió con la divi-
sión fronteriza del Mar Caspio. Para Moscú, los
intereses rusos en Irán sólo desempeñaban un pa-
pel secundario. En realidad, Irán era un incentivo
extra en sus relaciones con Estados Unidos. Así,
entre 2006 y 2009, cuando éstas eran tensas en
extremo, se reinició la cooperación entre Moscú
y Teherán, en particular en el sector energético.
Sin embargo, el buen tiempo no duró y su fin
coincidió casualmente con el nuevo comienzo
(“reset”) de las relaciones ruso-estadouniden-
ses establecido por la administración de Barack
Obama. Este “reinicio” explica en parte el apoyo
ruso a la Resolución N°1.929 del Consejo de Se-
guridad de la Organización de las Naciones Uni-
das (ONU) de 2010, que abrió camino a nuevas
sanciones contra Irán en un intento por obligarlo

a suspender su programa de enriquecimiento de
uranio. También explica la decisión de Moscú de
suspender la entrega de misiles tierra-aire S-300
a la República Islámica y la imposición de facto
de sanciones unilaterales contra Irán por parte de
Dimitri Medvedev, entonces presidente de la Fe-
deración de Rusia.
Hasta 2012, Rusia siempre había sido partida-
ria de una resolución diplomática para el conflic-
to en torno al programa nuclear iraní, sobre todo
para evitar el surgimiento de una nueva zona de
conflicto e inestabilidad en la frontera. Asimis-
mo, su gobierno se oponía a que Teherán adqui-
riera un arma nuclear, ya que consideraba que eso
modificaría los equilibrios de poder de la región
en detrimento propio. Para Moscú, la política pa-
ra el Cáucaso y Asia Central de un Irán provisto
con un arma nuclear sería más agresiva e inde-
pendiente, y podría representar un ejemplo a se-
guir en materia de armamento nuclear para los
regímenes de Medio Oriente. En ese sentido, su
posición sobre la cuestión nuclear no podría des-
cribirse como pro iraní o pro occidental, ya que
siempre buscó el equilibrio y la distancia entre
Estados Unidos, Europa e Israel, por un lado, y la
República Islámica por el otro.
Sin embargo, el año 2012 marcó un vuelco. Re-
pentinamente, Moscú decidió transformar sus re-
laciones con Teherán en una sociedad más dura-
dera, capaz de dejar atrás los giros inesperados de
los años anteriores. Rusia anhela volver a ocupar
un lugar de peso en Medio Oriente, una posición
que perdió antes de la caída de la URSS. Sus ac-
tuales dirigentes creen que el país necesita una
diplomacia política y económica más diversifica-
da, y consideran que desde 1991 se ha centrado
demasiado en Occidente.
Así, desde 2012, el gobierno ruso ha trabajado
en establecer un diálogo fructífero entre Teherán
y Occidente acerca del tema nuclear. Cabe recor-
dar que fueron las repetidas propuestas de Serguei
| 27
Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores (en fe- La diplomacia rusa en Medio Oriente sigue estan-
brero y luego junio de 2012), las que allanaron el do basada en un principio de equilibrio entre los Es-
camino para el ciclo de negociaciones que conclu- tados de la región, siempre y cuando estos estén dis-
yó con la firma del Plan de Acción Global Conjunta puestos a tratar con Moscú. Hasta ahora, y a pesar
(PAGC) entre Irán y el grupo P5+1 (China, Francia, de la tormenta actual, el Kremlin ha tenido bastante
Rusia, Reino Unido, Estados Unidos y Alemania) y éxito y ha logrado mantener contacto tanto con Is-
con el levantamiento parcial de las sanciones, en rael como con Irán, Arabia Saudita y Turquía. Una
julio de 2015. Para Moscú, ese acuerdo garantizaba alianza sin restricciones
la reducción de un punto de tensión en la periferia con Teherán es un lujo
del espacio postsoviético. La reintegración progre- Rusia anhela que no pueden darse, ya
siva de Irán a la comunidad internacional permi- que arruinaría la estrate-
tiría una cooperación más activa con la República
volver a ocupar gia de equilibrio. Inclu-
Islámica en los asuntos regionales (Siria, Caspio,
Cáucaso, Asia Central) sin verse acusado de esta-
un lugar de peso so cuando las posiciones
rusa e iraní parecen cer-
blecer alianzas controvertidas. en Medio Oriente, canas en algunos casos,
Asimismo, Rusia esperaba que el acuerdo so- no siempre coinciden.
bre el tema nuclear eliminara las sanciones que una posición que Ambos países tienen dis-
ponían un freno a sus ambiciones económicas tintas miradas acerca del
en Irán. Este acuerdo allanaba el camino para la perdió antes de la estatuto jurídico del Mar
construcción de seis centrales nucleares civiles y Caspio. Asimismo, a dife-
el cierre de contratos de armamentos, dos de ellos caída de la URSS. rencia de Irán, Moscú pa-
relacionados con los misiles S-300. De hecho, du- rece capaz de aceptar el
rante los ocho años anteriores a la firma del PAGC, escenario de una Siria go-
las empresas rusas no registraron ganancias sus- bernada sin Bashar al-Assad, mientras que Teherán
tanciales en Irán, a pesar de que sus competidores aboga por su permanencia en el poder.
europeos se habían retirado. La unión de Rusia e Irán fue impulsada por el
La participación militar rusa en el conflicto si- contexto internacional. Sin embargo, dadas sus
rio a finales de 2015 se ha convertido en el princi- diferencias y preocupaciones respectivas, el esta-
pal factor de unión de Rusia e Irán. Para las autori- blecimiento de una alianza de pleno derecho pue-
dades iraníes, la intervención militar de Moscú en de perjudicar sus relaciones con otros países. El
los asuntos sirios es la prueba que han estado es- acuerdo ruso-iraní parece haber llegado al cénit
perando durante una década: una sólida base po- de su potencial. g
lítica y militar para el desarrollo de las relaciones
bilaterales. Sin embargo, todavía es demasiado 1. Nombre utilizado por los occidentales; las autoridades
pronto para hablar del surgimiento de una alianza imperiales han usado el nombre “Irán” desde el siglo XIX.
ruso-iraní de pleno derecho, ya sea en Siria o en
cualquier otro lugar. Hasta ahora, la coordinación
de ambos países en territorio sirio ha sido des- *Profesor de Economía Política de Medio Oriente en la Universidad
Europea de San Petersburgo e investigador asociado del programa
igual y puntual. En la mayoría de los casos, ambos Rusia-Eurasia del Instituto Real de Relaciones Internacionales,
quieren seguir su propia estrategia, incluso cuan- Chatham House, Londres.
do los objetivos son los mismos. Traducción: Georgina Fraser
NÚMERO ESPECIAL
EXPLORADOR
1968
Pocas veces la historia fue testigo de tantas
conmociones simultáneas como en 1968.
Con el rigor informativo y la calidad de análisis de
Le Monde diplomatique, este número especial de
Explorador intenta recuperar los orígenes, el
contexto y los sentidos de las luchas que marcaron una
época en la que el mundo pudo cambiar radicalmente.
En kioscos y librerías
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28 |
En África, son cada vez más los alertadores que, desde las sombras, libran una peligrosa
batalla contra la corrupción y las prácticas ilegales. En países donde otros modos de expresión
democrática, como las elecciones transparentes o la libertad de prensa, se ven entorpecidos o están
viciados, señalar las infamias de quienes controlan el poder constituye un último acto de resistencia.
La audaz resistencia de los “lanzadores de alertas” africanos
Denunciar al poder cuesta caro
por Olivier Piot*
J
ohannesburgo, febrero de 2018.
Algunos días antes de que el pre-
sidente sudafricano Jacob Zuma
anunciara su renuncia, la pren-
sa se preguntaba sobre la suerte
que el Congreso Nacional Africano (CNA)
le depararía a su jefe, implicado en el ma-
yor escándalo de corrupción desde el fin
del apartheid (1). En el centro de ese sis-
mo político-financiero, estaban los vín-
culos del presidente y su hijo con el clan
Gupta, una familia de origen indio que, en
sólo dos décadas, construyó un imperio
económico en Sudáfrica. La caída de Zu-
ma se volvió ineluctable en junio de 2017,
tras la revelación de miles de documentos
confidenciales que muestran cómo esos
empresarios intervenían en los más altos
niveles, incluso en el nombramiento de
ministros, a cambio de favores.
Vestidas con trajes elegantes, Bianca
Goodson y Mosilo Mothepu están senta-
das a la mesa de un moderno restaurante
de la capital sudafricana. Tienen 32 y 39
años, respectivamente. Ambas forman
parte de esa clase media (mestiza) que
creyó en las virtudes y promesas del dina-
mismo económico y el cambio democrá-
tico de su país. Tenían un brillante futuro
por delante. Tras una carrera universita-
ria de excelencia en Johannesburgo, el as-
censo profesional fue rápido: en 2014, es-
taban a la cabeza de dos filiales (Trillian
Management y Trillian Financial Advi-
sory) del grupo Trilliam Capital, una im-
portante consultora, propiedad de Salim
Essa, allegado de los Gupta.
Cuando todavía no se conocían, descu-
brieron que sus respectivas empresas for-
maban parte de una amplia red de tráfico
de influencias que conectaba a miembros
de la familia Gupta con destacadas perso-
nalidades políticas y directivos de grandes
empresas públicas, como el gigante de la
electricidad Eskom. Había casos de adqui-
siciones ilegales de sociedades, contratos
sin llamado a licitación, transferencias ilí-
citas de dinero, nepotismo en la atribución
de puestos clave, etc. “Inmediatamente les
avisé a mis superiores en privado, varias
veces. Ante el silencio e incluso la insis-
tencia en que hiciera la vista gorda, decidí
actuar”, cuenta Goodson. Ambas mujeres
renunciaron en la primavera de 2016 y de-
cidieron denunciar públicamente algunas
de las maniobras que habían descubierto.
Goodson y Mothepu fueron acusadas
de difamación y sufrieron amenazas. Ade-
más, debieron enfrentarse a la presión de
sus superiores, reunir los documentos in-
culpatorios, contratar abogados, hacerse
cargo de los gastos judiciales y, en ocasio-
nes, soportar la reprobación de su entorno.
También se vieron obligadas a aprender
a gestionar las caóticas relaciones con los
medios y aceptar que sus nombres y ros-
tros quedaran asociados a los procesos en
curso. Todo eso sin estar seguras de que
la justicia fuera a reconocer alguna vez la
procedencia de las acusaciones… La me-
diadora de la República, Thuli Madonsela,
recibió partes del expediente en el otoño
“En África quienes
se deciden a
denunciar las
injusticias y exigir
la transparencia se
enfrentan a muchos
obstáculos”, señala
William Bourdon.
de 2016. Haciendo caso omiso de las fuer-
tes presiones que emanaban de las más al-
tas cúpulas del Estado, publicó un informe
corrosivo bautizado “State capture” (De-
predación del Estado). Desde entonces, los
medios adoptaron esa expresión para de-
signar el desvío de proyectos y bienes pú-
blicos en beneficio de intereses privados.
Denunciantes desprotegidos
Numerosos artículos de la prensa nacional
e internacional toman a Goodson y Mothe-
pu como ejemplos a seguir y aplauden su
“coraje” y “compromiso ciudadano”. Sin
embargo, su gesto tuvo un alto precio: “To-
da mi vida profesional y personal estalló en
pedazos. Hay que mantenerse firme, pero
no es nada fácil. Lo único que hice fue decir
la verdad, pero ¿qué gran empresa va a dar-
me ahora un puesto de responsabilidad?”,
se pregunta Mothepu. Después de casi dos
años sin trabajo ni ingresos, a estas mujeres
se les humedecen los ojos y se les quiebra
la voz cuando recuerdan las distintas eta-
pas de su larga batalla. “Lo más duro fue ver
cómo de pronto desaparecía todo aquello
en lo que confiaba: la justicia y la honesti-
dad, o, al menos, la inquietud por la probi-
dad y transparencia en los negocios”, rela-
ta Goodson. En octubre de 2017, cuando las
revelaciones de los “Gupta Leaks” (2) se di-
fundían en los medios, Mothepu accedió a
dar testimonio frente al Parlamento. Para
Zuma, ese fue el comienzo de la caída.
Por más valientes y ejemplares que ha-
yan sido las acciones emprendidas por
las dos sudafricanas, no hubiesen llegado
a buen puerto de no ser por el apoyo de la
Plataforma para la Protección de los Aler-
tadores en África (PPLAAF, por su sigla en
francés). Esta plataforma, creada por un
grupo de abogados, militantes, periodistas
y magistrados de distintas nacionalidades,
vio la luz en Dakar, Senegal, en 2017 (3). Su
consejo científico cuenta con militantes
de siete países del continente, incluido el
ex ministro tunecino Kamel Jendoubi. Su
objetivo es proponer un amplio abanico de
herramientas que respondan a las necesi-
dades de los alertadores: encriptación de
los intercambios, apoyo jurídico gratuito,
asistencia durante la divulgación de la in-
formación al público, propuestas destina-
das a mejorar los marcos legislativos, etc.
La financiación de la plataforma proviene
de diversos donantes, entre ellos, la Funda-
ción para la Igualdad de Oportunidades en
África (creada en 2015 por el empresario
mauritano Mohamed Ould Bouamatou) y
la Open Society Initiative for West Africa
(OSIWA), fundada en 2000 por el millona-
rio estadounidense George Soros.
En 2016, gracias al trabajo de una inves-
tigadora sudafricana, Khadija Sharife –ac-
tual directora de la PPLAAF–, los directo-
res de la plataforma se pusieron en con-
tacto con las dos alertadoras sudafricanas.
“Inmediatamente entendieron mi situa-
ción. Su acompañamiento fue decisivo, no
solo en lo financiero, sino sobre todo en lo
psicológico”, asegura Goodson. Y amplía:
“Antes de que el caso se difundiera, los
consejeros de la plataforma realizaron una
profunda evaluación de los riesgos y me
ayudaron a elegir un buen abogado. Hablé
con ellos y me ayudaron a sentirme menos
sola y a creer en la importancia y legitimi-
dad de mi lucha”. En la primavera de 2017,
por intermedio de otro alertador sudafri-
cano (que prefirió mantener el anonima-
to), la PPLAAF creó una inestimable base
de datos con casi doscientos mil correos y
documentos provenientes del Clan Gup-
ta. En junio, la plataforma compartió esos
elementos con el diario francés Le Monde
(4). En Sudáfrica, el centro de periodismo
de investigación amaBhungane (5) y el pe-
riódico en línea Daily Maverik los tomaron
como objeto de investigación. En un mo-
mento decisivo de la batalla, esas revela-
ciones permitieron acreditar y proteger
el trabajo que Goodson y Mothepu habían
emprendido meses atrás.
“Las revelaciones de esas mujeres
muestran hasta qué punto la existencia de
alertadores es esencial para la construc-
ción y la defensa del Estado de Derecho
y de la democracia”, comenta el abogado
francés William Bourdon, presidente fun-
Edición 227 | mayo 2018
dador de la organización Sherpa y cofun-
dador de la PPLAAF. En febrero de 2018,
el jurista estuvo en Johannesburgo pa-
ra apoyar a las dos sudafricanas. “La idea
de crear la plataforma nació de combates
como los suyos. El compromiso de estos
vigías de la democracia no alcanza si no
cuenta con respaldo, protección y también
aliento”, nos explica. “Ese es nuestro obje-
tivo: detectar y ayudar de manera concre-
ta a africanos de cualquier punto del con-
tinente para que hagan sonar la alarma. Lo
cierto es que hoy en día, en África, quienes
se deciden a denunciar las injusticias y exi-
gir la transparencia se enfrentan a muchí-
simos obstáculos”, señala Bourdon.
Uno de estos obstáculos es la ausencia
de legislación que proteja a los alertado-
res. Incluso en Sudáfrica, donde el Esta-
do de Derecho se traduce en instituciones
más sólidas que en el resto del continen-
te, la batalla es dura. ¿Qué sucede enton-
ces en los países autoritarios? En Nige-
ria, por ejemplo, Bourdon y su plataforma
acompañan desde 2017 un trabajo que el
Parlamento entabló para dotar al país de
un marco jurídico de lucha contra la co-
rrupción. Junto con asociaciones como la
organización no gubernamental HEDA
Resource Center, periodistas y abogados,
se está estudiando una ley que cuenta, en
particular, con el apoyo de Kayode Olade-
le, presidente de la Comisión de Crímenes
Financieros de la Asamblea Nacional.
En Níger, Falamata Aouami pagó caro
la ausencia de un marco jurídico especí-
fico. Después de denunciar las activida-
des de su ex empleador, el Banco Agríco-
la de Níger (BAGRI), hoy es empleada de
una modesta sandwichería de Niamey, la
capital. En 2013, con sólo 28 años y recién
egresada de una prestigiosa universidad
de comercio de Dakar, fue nombrada au-
ditora general. El BAGRI –cuyo capital
se redujo de 10.000 a 3.400 millones de
francos CFA (152.000 a 51.000 euros) en
tres años– se creó en 2010 con el objetivo
de apoyar el sector rural. Esta institución
bancaria, fundada por el Estado, acaba de
ser puesta bajo el control de una adminis-
tración provisoria. Aouami, que estaba en-
cargada de realizar una auditoría interna,
puso en evidencia la existencia de crédi-
tos no cobrados, compromisos dudosos y
diferencias de caja. Muy rápidamente, se
vio enfrentada a una retención sistemática
de la información, la hostilidad abierta de
los departamentos ante el procedimien-
to de control y correos amenazantes… Al
principio, contaba con el apoyo del geren-
te general del establecimiento, pero fue
reemplazado con prontitud. Fue entonces
cuando su misión se convirtió en pesadilla.
 | 29

Decidida a seguir adelante, redactó infor-

mes en los que lamentaba “la debilidad de
los procedimientos de control interno” y
denunciaba que “no se respeta[ban] las re-
comendaciones” de la comisión bancaria
y de los auditores de cuentas. Sus superio-
res jerárquicos le pidieron que abandona-
ra sus investigaciones. Sin embargo, para
ella, “esa auditoría era la única manera de
salvar al BAGRI de la bancarrota”. Sobre
todo considerando que no hacía más que
seguir las recomendaciones de la Unión
Económica y Monetaria de África Occi-
dental (UEOMA, por su sigla en francés)
en materia de auditorías internas. Se suce-
dieron más amenazas, insultos, humilla-
ciones y una licencia laboral. Finalmente
la despidieron en mayo de 2015, acusada
de “falsificación y publicación de informa-
ción capaz de poner en duda la continui-
dad de la explotación” del banco.
Entonces decidió llevar al BAGRI ante
la justicia. Al no conseguir ningún abogado
confiable –“ninguno se atrevió”–, Aouami
movilizó ella misma su expediente y se per- Antonio Segui, Paisaje urbano, 1992 (Gentileza Museo de Arte Moderno de Buenos Aires)
dió en el laberinto de una justicia corrupta:
devoluciones a repetición, desapariciones En Argelia, las instituciones y la ley sable comercial de la Empresa Portuaria importadores privados, lo que resultaba
del expediente, sentencias modificadas, protegen oficialmente a las personas que de Orán (EPO), un ente público, creyó en el pago de multas diarias que podían
jueces cesantes, etc. “No me arrepiento de denuncian la corrupción. En 2006, se que debía alertar –desde el anonimato, alcanzar los veinte o treinta mil dólares.
nada, pero hacer la denuncia en esas con- creó un Órgano Nacional de Prevención al principio– a la Brigada de Gendarme- Tounsi también señaló la corrupción en
diciones es un desafío. Nadie debería per- y Lucha contra la Corrupción (ONPLC), ría y al procurador de la República, tras los servicios sociales administrados por
der su trabajo sólo por tener una postura que fue seguido por la apertura de la Ofi- constatar malversaciones en la gestión los sindicatos de la EPO. Las agencias de
ética”, nos dice desde Niamey. “Ningún ór- cina Central de Represión de la Corrup- del puerto en el que trabajaba desde ha- viaje elegidas para vender el peregrina-
gano de control externo movió ni un dedo ción (OCRC), en 2010. El artículo 45 de cía veinticuatro años. Tounsi descubrió je a La Meca a los 2.500 empleados (y ex
para defenderme. Ni la comisión bancaria, una ley votada en 2006 tipifica las intimi- un “mecanismo dudoso” en el orden en empleados) no eran licitadas, descono-
ni la UEOMA, ni siquiera los inspectores daciones a personas que revelan este ti- que la administración portuaria atendía ciendo la legislación sobre los mercados
laborales que solicité. Tres años después po de hechos y el nuevo código de proce- a los navíos. Aun cuando los barcos de públicos. En un primer momento, Tounsi
de que me despidieran, sigo esperando una dimientos penales (reformado en 2015) la Agencia Argelina Interprofesional de decidió denunciar los hechos de mane-
respuesta de la HALCIA [Alta Autoridad prevé su protección. Con una confian- Cereales, otra entidad pública, llegaban ra anónima. Algunos medios se hicieron
de Lucha contra la Corrupción e Infraccio- za basada en este arsenal jurídico, Nou- primeros a la ensenada, se los hacía es- eco del asunto, pero no hubo consecuen-
nes Similares]”, agrega. reddine Tounsi, de 50 años, ex respon- perar y debían pasar detrás de navíos de cias mayores: no se dio inicio a ningu- d
30 |
d na investigación y los responsables de
la EPO no parecieron preocuparse.
En 2016, Tounsi descubrió un tercer
caso. “Fue la gota que rebalsó del vaso”,
afirma. Según relata, algunas prestaciones
pagas de la EPO dieron lugar a la falsifi-
cación de facturas y pedidos de reintegro
injustificados, en particular a favor de la
Empresa de Trabajos Ruteros, Hidráuli-
cos y de Construcción (ETRHB), propie-
dad de Ali Hadad, un importante hombre
de negocios argelino, presidente del Foro
de Jefes de Empresa.
Esa vez, decidió presentarse personal-
mente para hacer la denuncia ante la Bri-
gada de Gendarmería de Orán y contactar
al Ministerio Fiscal. “Me quedó claro que
mis denuncias anónimas permitían que
las personas a las que denunciaba podían
echar tierra sobre el asunto con más faci-
lidad. Por eso decidí salir de las sombras”,
explica. Sin embargo, apenas se abrió la in-
vestigación, empezó a sufrir las represa-
lias. Fue intimidado, amenazado, suspen-
dido, degradado y, finalmente, lo despidie-
ron en septiembre de 2016, aun cuando su
abogado le había entregado al procurador
un pedido de protección dos meses antes.
A partir de ese momento, la presión au-
mentó con rapidez. Poco después de su
despido, Tounsi decidió aparecer por pri-
mera vez en un video que se difundió por
YouTube. En abril de 2017, lo condena-
ron a dos meses de prisión en suspenso y
200.000 dinares de multa por “amenazas
e insultos”. En la actualidad, sigue hacien-
do denuncias a cara descubierta en algu-
nos medios argelinos: el diario Al-Akhbar
y el sitio de investigación Algérie Part. A
principios de 2018, creó la Coordinación
Nacional de Alertadores con el apoyo de
la Liga Argelina para la Defensa de los De-
rechos Humanos.
El exilio o la cárcel
A unos 6.000 kilómetros al sur de Orán, en
la República Democrática del Congo, no
hay ninguna ley que proteja a los alerta-
dores. ¿A quién se le ocurriría la idea de
atacar el nepotismo del presidente Joseph
Kabila? Sin embargo, en octubre de 2016,
el periódico belga Le Soir (6) cayó como
una bomba en Kinshasa al revelar hechos
de corrupción que involucraban al clan
presidencial. Siguieron otros artículos,
que develaban lo que los medios congole-
ses bautizaron “Lumumba Papers”, por el
nombre de un joven alertador.
Un año y medio después de las primeras
revelaciones, Jean-Jacques Lumumba, de
32 años, banquero de profesión, sigue exi-
liado en Europa. Es perfectamente cons-
Antonio Segui, Paisaje urbano, 1998 (Gentileza Museo de Arte Moderno de Buenos Aires)
ciente de que su nombre tiene un alcance
simbólico particular. Sin embargo, a pesar
de ser el sobrino nieto de Patrice Lumum-
ba, el padre de la independencia de la RDC,
asesinado en 1961, Jean-Jacques no tiene
Kabila, su esposa,
sus dos hijos y ocho
de sus hermanos y
hermanas poseen
no menos de setenta
compañías en todos
los sectores de la
economía.
espíritu de opositor. Fue en 2016, cuando
trabajaba como ejecutivo en el Banco Ga-
bonés y Francés Internacional (BGFI), uno
de los mayores establecimientos de Kins-
hasa, que el joven decidió actuar.
En 2015, sólo algunos años después de
realizar un Master en Finanzas en la Uni-
versidad Católica del Congo, obtuvo el
cargo estratégico de jefe del Departamen-
to de Compromisos (riesgos ligados a los
créditos). En diciembre de 2015, descu-
brió operaciones fraudulentas en algunas
cuentas. Alertó de inmediato a su gerente
general, que no era otro que uno de los hi-
jos adoptivos… del presidente Kabila. Tras
haber recibido amenazas verbales, olvidó
el asunto. Sin embargo, en abril de 2016,
descubrió nuevas operaciones sospecho-
sas –que, esta vez, involucraban millones
de dólares– entre el Banco Central de Con-
go, dirigido por la familia Kabila, y socie-
dades que también estaban en manos de
allegados del régimen y cuyas cuentas eran
administradas por el BGFI. En ese enton-
ces, amenazándolo con un arma de fuego,
el gerente le preguntó: “¿Amás a tu mujer y
a tus hijos?”. Más claro, imposible…
Unas semanas después, algunos amigos
le avisaron que se preparaban para con-
denarlo y encarcelarlo. El joven ejecutivo
viajó de inmediato a Europa, a donde lo si-
guieron su mujer y sus tres hijos. Sin em-
bargo, el exilio no era suficiente protec-
ción. Lumumba tenía en su poder cerca de
cien documentos comprometedores: ex-
tractos de cuenta, intercambios de correos
electrónicos, rastros de transferencias ban-
carias, etc. “Entendí que, con lo que sabía,
nuestras vidas estaban en peligro, incluso
en Europa. Por eso hablé oficialmente con
la policía de la comuna donde vivo [se orga-
nizaron patrullajes] y contacté a la prensa
europea”. En 2017, la PPLAAF y varios me-
dios llevaron a cabo una serie de investiga-
ciones a partir de los datos que brindó. Así
se pudo correr el velo que cubría las prácti-
cas del clan Kabila, cuya fortuna se elevaría
a cientos de millones de dólares.
El presidente congolés, su esposa, sus
dos hijos y ocho de sus hermanos y her-
manas poseen no menos de setenta com-
pañías en todos los sectores de la econo-
mía, así como también más de ciento vein-
te licencias para la explotación de minas
de diamantes, oro, cobre y cobalto de la
RCD. Asimismo, surge de las investigacio-
nes que Kabila no vacila al momento de
movilizar sus redes de negocios (y las ar-
cas públicas) para traer cientos de anima-
les salvajes en barco desde Namibia para
poblar las enormes reservas que rodean
sus residencias privadas de Kingakati. Fi-
nalmente, también queda al descubierto
que dos de sus familiares dilapidaron no
menos de veinticinco millones de dólares
para renovar un yate de lujo (de setenta y
dos metros de largo), que aún espera a sus
clientes en la bahía del Cabo...
“Ninguna de estas revelaciones podría
haber salido a la luz si no hubiera toma-
do la decisión de exiliarme ni hubiera en-
contrado apoyo aquí”, subraya Lumumba.
En mi país, así como en la mayoría de los
Estados africanos, el simple hecho de pe-
dir que se respeten las reglas significa la
cárcel, la muerte o el exilio. Los medios,
la justicia y todas las instituciones están
fuera de alcance y no toleran que se ha-
ble en nombre de la verdad”. Desde fines
de 2016, Lumumba recibe el apoyo de la
PPLAAF. Así, obtuvo protección legal y
ayuda para analizar los documentos que
tenía en su poder y hacerlos públicos.
Casi dos años después de dejar su país
natal, siente la responsabilidad de “apoyar
y alentar a los miles de jóvenes congoleses
que, como [él], respetan los valores de su
país”. Y precisa: “Aun entre las garras del
régimen, pueden dar la alerta, sin impor-
tar dónde están, qué funciones ocupan y
qué profesiones ejercen. En un país como
el nuestro, hacer sonar la alarma es la úni-
ca manera de resistencia para emprender
el camino hacia la creación de un Estado
de Derecho democrático”.
Desde hace varios meses, la PPLAAF
trabaja en un nuevo expediente congolés
en base a los aportes de varios alertado-
res. Zoubir Z., de 45 años, pasó toda su
vida en Yibutí, pero desde hace algunas
semanas está exiliado en el Reino Unido.
Edición 227 | mayo 2018
Él también ocupaba un cargo de respon-
sabilidad en una gran empresa privada
de su país. Por casualidad, tuvo acceso a
documentos confidenciales sobre el gran
proyecto de construcción del puerto en
aguas profundas de Banana, en la provin-
cia del Congo Central (ex Bajo Congo),
único acceso al Océano Atlántico.
Con una capacidad anual estimada en
332.000 contenedores y más de 1,3 millo-
nes de toneladas de mercaderías, esta nue-
va terminal portuaria supone la creación
de más de dos mil empleos, sin contar los
indirectos. El costo total de los trabajos as-
ciende a mil millones de dólares. De más
está decir que la operación atrae a los codi-
ciosos. Según los documentos que posee la
PPLAAF y que hizo públicos parcialmente
en marzo de 2018 (7), el proyecto contem-
pla la creación de una co-empresa, que ten-
dría como objetivo la explotación del nue-
vo puerto y de la que participarían la RDC y
la sociedad Dubai Port World (DP World),
tercera operadora mundial del sector.
Ahora bien, a pesar de la importancia
del proyecto para la economía congolesa,
ninguna entidad pública tendría repre-
sentación en esa sociedad. Según las de-
claraciones de los alertadores, ésta que-
daría en manos de la DP World (un 60%)
y de una entidad privada congolesa (el
otro 40%). En los documentos publica-
dos por la PPLAAF, esta última aparece
mencionada como “Privada RCD”. Los
intereses en juego son enormes, ya que,
según las propias estimaciones de la DP
World, la construcción y la actividad es-
perada para el puerto permitirían que es-
ta enigmática “Privada RDC” embolsara
45,3 millones de euros durante los próxi-
mos siete años. Para los alertadores, está
claro que se trataría “del presidente Ka-
bila o miembros de su entorno”.
Estas revelaciones se basan en inter-
cambios entre el presidente de DP World,
Sultan Ahmed Bin Sulayem y Kabila. La
PPLAAF tiene copia de estos documentos,
donde el director del grupo deja entender
que la cláusula relativa a la entidad privada
es una garantía que DP World debe respe-
tar para que el gobierno de la RDC acepte
las negociaciones. El 24 de febrero de 2018,
un informe del Consejo de Ministros con-
golés anunciaba que este acuerdo estaba
por cerrarse. “Ante la inminencia de la fir-
ma, decidimos hacer público este caso, que
muestra los métodos del presidente y el
afán de lucro de algunas empresas”, expli-
ca Henri Thulliez, miembro del consejo de
administración de la PPLAAF.
La entrevista a Zoubir Z. se realizó
en las afueras de Londres, donde vive
en la clandestinidad. El exiliado sopesa
sus palabras; si bien no se arrepiente de
sus acciones, el miedo ha pasado a for-
mar parte de su vida diaria. En 2015, en
la RDC, Steve Abongi, un periodista de 31
años, fue asesinado mientras investiga-
ba las cuentas del general Gabriel Amisi
Kumba, alias Tango Four. Otro miembro
del entorno de Kabila… g
1. Véase Sabine Cessou, “Tormenta sobre Sudáfrica”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2018.
2. Véase www.gupta-leaks.com.
3. Véase https://pplaaf.org.
4. Véase Adrien Barbier, “Les Gupta, la famille indienne
qui fait trembler l’Afrique du Sud”, Le Monde, 24-7-17.
5. Una organización sin fines de lucro:
http://amabhungane.co.za.
6. Véase Xavier Counasse y Collette Braeckman,
“Corruption au Congo: les preuves qui accablent
le régime de Kabila”, Le Soir, Bruselas, 29-10-16.
7. “Press Release: DRC/Dubai: New port project
tainted by corruption charges”, PPLAAF, 2
de marzo de 2018, https://pplaaf.org.
*Periodista.
Traducción: Georgina Fraser
| 31
32 |
Alrededor del mundo, los manifestantes comparten una experiencia:
la inhalación de gases lacrimógenos. A lo largo del siglo XX, esta
arma lucrativa, presentada como inofensiva por las autoridades,
se impuso como la herramienta preferida de las fuerzas del orden.
Breve historia del gas lacrimógeno
Lágrimas de oro
por Anna Feigenbaum*
A
diferencia de otros mercados,
la industria del mantenimien-
to del orden no les teme a los
conflictos sociales ni a las crisis
políticas. Muy por el contrario.
Las rebeliones de la “Primavera Árabe”, en
2011, y las manifestaciones que estremecie-
ron el mundo estos últimos años hicieron
explotar las ventas de gas lacrimógeno y de
equipos antidisturbios. Los agentes de ven-
tas recorren el planeta con un libro de pedi-
dos en mano. Ejércitos de expertos están al
acecho de la menor agitación popular para
aconsejar a los fabricantes y compradores
sobre el negocio del día. El gas lacrimóge-
no es sin duda alguna su producto estrella:
es universalmente considerado por los go-
biernos como el remedio a la protesta social
más confiable y más indoloro; como una pa-
nacea contra el desorden, que no conoce ni
fronteras ni competencia.
¿Qué daños causa a sus víctimas? ¿Qué
problemas plantea en términos de sa-
lud pública? Nadie lo sabe pues a nadie le
preocupa. En ningún país existe la obliga-
ción legal de censar el número de sus víc-
timas. Tampoco hay obligación de pro-
porcionar datos sobre su distribución, sus
usos, los beneficios que genera o la toxici-
dad para el medio ambiente. Desde hace
casi un siglo, se nos repite que no hace mal
a nadie, que nos es sino una nube de hu-
mo que produce ardor en los ojos. Cuan-
do las personas mueren –la asociación
Physicians for Human Rights contó, por
ejemplo, treinta y cuatro muertes vincu-
ladas con el uso de gas lacrimógeno en las
Manifestante herido por gases lacrimógenos, El Cairo, 2-11-11 (Goran Tomasevic/Reuters)
manifestaciones en Bahrein en 2011-2012
(1)–, el poder público replica que se trata
simplemente de accidentes.
En realidad, el gas lacrimógeno no es un
gas. Los componentes químicos que pro-
ducen el derramamiento lacrimal –del la-
tín lacrima, “lágrima” – llevan los bonitos
nombres de CS (2-chlorobenzylideno ma-
lononitrilo), de CN (cloroacetofenona) y
de CR (dibenzoxazepina). Se trata de agen-
tes irritantes que se pueden presentar tanto
bajo la forma de vapor como de gel o de lí-
quido. Su combinación está concebida para
afectar simultáneamente los cinco sentidos
e infligir un trauma psíquico y psicológico.
Los daños que el gas lacrimógeno ocasio-
na son múltiples: lágrimas, quemaduras de
la piel, afecciones de la vista, mucosidades
nasales, irritación de las fosas nasales y de
la boca, dificultades para tragar, secreción
de saliva, compresión de los pulmones, tos,
sensación de asfixia, náuseas, vómitos. Los
“lacrimógenos” fueron también materia de
debate en casos de abortos espontáneos y
en problemas musculares y respiratorios a
largo plazo (2).
“Gases de guerra para tiempos de paz”
El recurso al arma química data de la Anti-
güedad. Durante la Guerra del Peloponeso
los contrincantes utilizaban gas sulfuroso
contra las ciudades sitiadas. Pero recién a
mediados del siglo XIX los progresos de la
ciencia dieron lugar al debate ético sobre su
uso. Las primeras tentativas de restringir la
utilización de armas químicas y biológicas
se remontan a las Conferencias de La Ha-
ya en 1899 y 1907, pero su formulación am-
bigua redujo esos acuerdos a poca cosa. La
Primera Guerra Mundial serviría ensegui-
da de laboratorio a cielo abierto para la ela-
boración de una nueva gama de venenos.
Se admite generalmente que fueron las
tropas francesas las que inauguraron el rei-
nado del gas lacrimógeno durante la “ba-
talla de las fronteras” de agosto de 1914, al
arrojar en las trincheras enemigas granadas
llenas de bromuro de xylylo –una sustancia
irritante y neutralizante, pero no letal al ai-
re libre–. Los alemanes respondieron en
abril de 1915 con un producto infinitamen-
te más mortal, el gas mostaza, o yperita –el
primer caso en la historia de un uso masivo
de un arma química a base de cloro–.
Aventajados al comienzo de esta carre-
ra por la innovación, los estadounidenses
no tardarían en recuperar su atraso. El día
mismo de su entrada en la guerra, Estados
Unidos creó un comité de investigación
“para llevar a cabo investigaciones sobre
los gases tóxicos, su fabricación y sus an-
tídotos con fines de guerra” (3) y, también,
un Servicio de la Guerra Química (Chemi-
cal Warfare Service, CWS), generosamen-
te provisto de medios y efectivos. En julio
de 1918, el tema monopolizó la atención de
cerca de dos mil científicos.
Luego del conflicto, los militares se mos-
traron divididos. Los que vieron con sus
propios ojos los estragos causados por el ar-
ma química denunciaron su carácter inhu-
mano, agravado por el miedo y la ansiedad
que propaga. Los otros encontraron en él
cierta magnanimidad, dado que provoca-
Edición 227 | mayo 2018
ba menos muertos que un fuego sostenido
de artillería. Un bioquímico de Cambridge,
John Burdon Sanderson Haldane, defendió
entonces la eficacia de los gases de guerra
tachando a sus detractores de sentimenta-
lismo: ¿si se puede “pelear con una espada”,
por qué no “con gas mostaza”?
Para el historiador Jean-Pascal Zan-
ders, las controversias que siguieron a la
Primera Guerra Mundial dejaron una do-
ble herencia (4). Por una parte, establecie-
ron la distinción entre los “gases tóxicos”
–debatidos tiempo atrás en La Haya– y las
nuevas armas químicas inventadas entre
1914 y 1918. Esta distinción reaparecerá
en muchas ocasiones en las convencio-
nes internacionales legitimando así que
se prohíban ciertas armas para aprobar
otras presentadas como no letales. En
virtud de este razonamiento, el gas la-
crimógeno siguió una vía legal más favo-
rable que otros agentes tóxicos. Por otra
parte, se tomaron entonces muy a pecho
los intereses comerciales ligados a la ex-
pansión de la industria química. Coartar
su creatividad en el campo militar le hu-
biera acarreado un perjuicio insoportable
–argumento siempre vigente un siglo más
tarde–. A partir del Tratado de Versalles
(1919) y del Protocolo de Ginebra (1925),
los intereses económicos de las potencias
aliadas se fundieron en el derecho inter-
nacional. Una vez que se dio vuelta la pá-
gina de la guerra, mantener la paz dentro
de las fronteras –y en el exterior, en sus
dependencias coloniales– se volvió una
prioridad para los estadounidenses y los
europeos. De allí su interés creciente por
los gases lacrimógenos, cuyos fervientes
pioneros serían el CWS y su director, el
multicondecorado general Amos Fries.
Los años 1920 anuncian la edad de oro
del gas lacrimógeno. Capitalizando el au-
ge de las armas químicas durante la gue-
rra, Amos Fries convirtió este veneno en
herramienta política de uso cotidiano.
Gracias a un lobbying encarnizado, logró
dar a este gas una nueva imagen, y asociar-
lo ya no a un arma tóxica, sino a un medio
inofensivo de preservar el orden público.
Secundado por un abogado y un oficial,
sumó a su causa una extensa red de publi-
cistas, científicos y políticos encargados
de promover en los medios estos “gases de
guerra para tiempos de paz”.
La prensa económica fue lógicamente
la más apurada en difundir la fórmula del
“gas para la paz”. En su número del 6 de no-
viembre de 1921, la revista Gas Age-Record
hizo un retrato entusiasta del general Fries.
Se puede leer allí que el “jefe dinámico” del
CWS “ha estudiado atentamente la cues-
tión del uso del gas y de humo para hacer
frente a las multitudes y a los salvajes. Está
sinceramente convencido de que mientras
los oficiales de policía y los administrado-
res coloniales estén familiarizados con el
gas como medio de mantener el orden y de
proteger el poder, los desórdenes sociales
y las insurrecciones bárbaras disminuirán
hasta desaparecer totalmente. […] Los ga-
ses lacrimógenos parecen increíblemente
apropiados para aislar al individuo del es-
píritu de la muchedumbre. […] Una de las
ventajas de esta forma suavizada de gas de
combate se debe al hecho de que, en su re-
lación con la muchedumbre, el oficial de
policía no dudará en usarlo”.
Esta muestra precoz de argumenta-
ción promocional se mantuvo en equili-
brio sobre un hilo fino: ponderar las vir-
tudes represivas del producto celebrando
al mismo tiempo su carácter indoloro. El
entusiasmo por los gases lacrimógenos en
un mercado que, hasta ese momento, sólo
conocía la cachiporra y el fusil se debió en
gran parte al arte de reconciliar los anta-
gonismos. El gas se evapora. La policía po-
día, por fin, dispersar una manifestación
 | 33

con “un mínimo de publicidad negativa”
(5), sin dejar a su paso ni sangre ni equi-
mosis. En lugar de ser percibido como una
forma de tortura física y psicológica, el gas
se impuso en los espíritus como una for-
ma “humana” de violencia de Estado.
De la experimentación a la práctica
Además de sus presentaciones a la radio,
y en periódicos, el general y su equipo or-
ganizaron demostraciones públicas. Un
buen día de julio de 1921, un viejo amigo
y colega de Fries, Stephen J. De La Noy, se
instaló con una carga de gas en un terre-
no cerca del centro de Filadelfia. Con el
fin de ilustrar los beneficios de su arsenal,
invitó a los policías de la ciudad a probar
la mercadería. Los periodistas llegaron en
cantidad para inmortalizar la escena: dos-
cientos agentes en uniforme se hicieron
gasear en plena cara.
Habría que esperar algunos años para
pasar de la experimentación a la prácti-
ca. La ocasión se presentó el 29 de julio de
1932, cuando la Guardia Nacional recibió la
orden de dispersar a miles de veteranos de
la Primera Guerra Mundial reunidos an-
te el Capitolio de Washington. Apodados
“el ejército bonus”, estos ex combatien-
tes ocuparon el lugar con sus familias pa-
ra exigir el pago de un resto del salario que
el ministerio se resistía a desbloquear. Una
lluvia de granadas lacrimógenas se abatió
entonces sobre la multitud, provocando
una corrida de pánico. La evacuación bru-
tal dejó un saldo de tres muertos, cincuen-
ta y cinco heridos y un aborto espontáneo.
Entre las víctimas se contó un niño muerto
algunas horas después del asalto –oficial-
mente como consecuencia de una enfer-
medad, pero el hecho de haber respirado el
gas envenenado “seguramente no ayudó”,
expresó un portavoz del hospital–.
Entre los veteranos expulsados, el gas
lacrimógeno fue rebautizado “ración Hoo-
ver”, en referencia al presidente Herbert
Hoover (1929-1933) que les envió la tro-
pa; en alusión también a las desigualdades
sociales que se habían profundizado en el
país. Para los jefes de la policía, los indus-
triales y sus representantes, en cambio, la
operación fue un éxito. Para el servicio de
ventas de Lake Erie Chemical, la sociedad
productora del gas utilizado en el Capito-
lio, fue una satisfacción incluir fotos de la
evacuación sangrienta en su catálogo. Más
tarde figurarían también imágenes de huel-
guistas de Ohio y de Virginia huyendo de las
nubes de gas. “Un solo hombre equipado de
gas Chemical Warfare puede poner en fu-
ga a miles de hombres armados”: las cha-
pas publicitarias lucían orgullosamente es-
te eslogan. El fabricante se vanagloriaba de
provocar una “explosión irresistible de do-
lor enceguecedor y sofocante” que, sin em-
bargo, garantizaba no producía “ninguna
herida permanente” –siempre el marketing
del equilibrio–. Durante la Gran Depresión,
en los años 1930, Estados Unidos recurrió
cada vez más a los gases lacrimógenos pa-
ra sofocar la protesta social. Según un co-
mité del Senado, las compras de gas entre
1933 y 1937, efectuadas “principalmente en
ocasión o en previsión de movimientos de
huelgas”, alcanzaron los 1,25 millones de
dólares (21 millones de dólares en valores
actuales, o 17 millones de euros).
Otro mercado prometedor para la in-
dustria del “dolor enceguecedor y sofo-
cante” fueron las colonias. En noviem-
bre de 1933, Sir Arthur Wauchope , el Alto
Comisario británico en Palestina, recla-
mó su parte del producto milagroso. En
un correo a la Oficina de Colonias, alegó:
“Considero que el gas lacrimógeno se-
rá un agente altamente útil en las manos
de las fuerzas policiales en Palestina para
dispersar las reuniones ilegales y las mul-
titudes rebeldes, particularmente en las
calles tortuosas y estrechas de los viejos
barrios de la ciudad, donde el uso de ar-
mas de fuego puede provocar rebotes que
conduzcan a pérdidas desproporcionadas
de vidas humanas”.
Una solicitud similar surgió en 1935, en
Sierra Leona, donde los administradores
coloniales enfrentaban huelgas por aumen-
tos de salario. Luego, fue el turno de Ceylán,
la futura Sri Lanka. Se le dio instrucciones
al nuevo secretario de Estado británico en
las colonias, Malcolm Mac Donald, de ela-
borar una política global del gas lacrimó-
geno. Para este fin, dispuso de una lista que
catalogaba los lugares en que esta arma ha-
bía dado pruebas de su eficiencia: en Ale-
mania, había servido contra los huelguistas
de Hamburgo, en 1933; en Austria, tuvo éxi-
to contra los comunistas, en 1929; en Italia,
acababa de ser incorporada al equipamien-
to de las fuerzas del orden; en Francia, in-
cluso, donde su uso ya se había banalizado.
Durante este período, el gas lacrimó-
geno se convirtió para los Estados en un
medio privilegiado de obstaculizar las
demandas de cambio. Su función bífida,
a la vez física (dispersión) y psicológi-
ca (desmoralización), parecía ideal pa-
ra contener las tentativas de resistencia
a las medidas impopulares. Como, por
añadidura, a partir de entonces se puede
echar gas con toda legalidad a los mani-
festantes pacíficos o pasivos, las autori-
dades no tuvieron ya que preocuparse
por las luchas colectivas no violentas. El
gas se impuso como un arma multifun-
ción capaz no sólo de detener una mani-
festación sino de socavar cualquier for-
ma de desobediencia civil.
Esta función política perduró hasta
hoy. Mientras que el uso de todas las ar-
mas químicas está prohibido por los tra-
tados internacionales en el marco de las
guerras, las fuerzas del orden siguen es-
tando autorizadas, más que nunca, a nivel
nacional, a desplegar gas tóxico sobre los
individuos o las manifestaciones que ellos
decidan. Un policía puede así exhibir un
atomizador de gas lacrimógeno en su cin-
tura, mientras que un militar no tiene el
mismo derecho. La aceptación casi uná-
nime de esta incoherencia contribuye en
mucho a la floreciente prosperidad de la
industria del mantenimiento del orden...
y a las lágrimas de los que protestan en el
mundo entero. g
1. “Tear gas or lethal gas? Bahrain’s death toll mounts to
34”, Physicians for Human Rights, Nueva York, 16-3-12.
2. “Facts about riot control agents”, Centers for
Disease Control and Prevention, Atlanta, 21-3-13.
3. Citado en Gerard J. Fitzgerald, “Chemical warfare and
medical response during World War I”, American Journal
of Public Health, N° 98, Washington, DC, abril de 2008.
4. Jean-Pascal Zanders, “The road to Geneva”, en
Innocence slaughtered. Gas and the transformation of
warfare and society, Uniform Press, Londres, 2016.
5. Seth Wiard, “Chemical warfare munitions for law
enforcement agencies”, Journal of Criminal Law and
Criminology, Vol. 26, N° 3, Chicago, otoño de 1935.
*Investigadora en la Universidad de Bournemouth (Reino
Unido). Autora de Tear gas. From the battlefields of Word
War I to the streets of today, Verso, Londres, 2017.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola

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34 |
La literatura de ciencia ficción, pese a ser un campo dominado
por el sexismo, muestra cada vez más mujeres en sus filas.
La escritora Ursula K. Le Guin conquistó un lugar en el género
fantástico exponiendo temáticas feministas, como el patriarcado y
el postgénero, allanando el camino a otras autoras.
Ursula K. Le Guin, una pionera de la ciencia ficción
Dueñas de un
mundo fantástico
por Catherine Dufour*
L
a ciencia ficción (SF) sigue
siendo una criatura de su épo-
ca. Durante mucho tiempo re-
flejó el sexismo imperante que
prevalecía especialmente en
las comunidades científicas y literarias.
Recién en 1874 una mujer, Sofía Kova-
levskaya, obtuvo un doctorado científi-
co –en Matemáticas– en la Universidad
de Göttingen. En cuanto a la SF, era aun
peor. No fue hasta finales de la década de
1960 que se otorgó un prestigioso premio
a una mujer, Ursula Le Guin. Es cierto,
hay una circunstancia un tanto atenuan-
te, ya que en ese momento las mujeres
autoras representaban sólo entre el 10 y
el 15% de los escritores del género.
“La ideología patriarcal de la ciencia
ficción no será cuestionada durante la
primera mitad del siglo XX –escribe Joë-
lle Wintrebert, autora de SF (Pollen, Au
Diable Vauvert, 2016)–. Las mujeres au-
toras y lectoras eran la excepción. Cuan-
do publicaban, lo hacían bajo seudónimo
[...]; detrás de iniciales ‘neutras’ como C.
L. Moore; o al amparo de un nombre mix-
to, como Leigh Brackett, en los años 40,
cuando se dirá que ella ‘escribe como un
hombre’ [...]. Sin embargo, cabe señalar
que, aun habiéndose tornado habitual el
que un escritor de SF pudiera ser mujer,
algunas seguirán utilizando un seudóni-
mo” (1). Al afirmarse públicamente como
escritora de ciencia ficción, Le Guin fue
una de las mujeres que allanaron el cami-
no de sus sucesoras. Pero lo hizo de una
manera singular, ya que el feminismo fue
apenas una parte de su humanismo.
Ser heroínas
Ursula Kroeber Le Guin nació en 1929
en Berkeley, California, hija de un re-
Sike (www.elsike.com)
conocido antropólogo y una escritora,
se formó como etnóloga en el Radcli-
ffe College de Harvard y en la Univer-
sidad de Columbia en Nueva York. En
esa época ya hacía tiempo que escribía:
apenas tenía 11 años cuando la célebre
revista Astounding Science Fiction re-
chazó su primer texto. Sin embargo, no
empezó a publicar con regularidad has-
ta los años sesenta, y recién se hizo fa-
mosa en 1969, con el lanzamiento de La
mano izquierda de la oscuridad (Mino-
tauro), que recibió los prestigiosos pre-
mios Hugo y Nébula.
Siguieron grandes ciclos, en parti-
cular el muy célebre Terramar (cinco
novelas, una colección de cuentos, pu-
blicados primero en Francia por Op-
ta, luego por Robert Laffont, de 1977
a 2005), Anales de la costa occiden-
tal –Chronique des rivages de l’Ouest
Edición 227 | mayo 2018
(L’Atalante, 2010-2011), Alagatos –Les
Chats volants (Gallimard, 2005)–, un
total de más de veinte novelas, ciento
cincuenta cuentos, seis colecciones de
poesía, ensayos y libros infantiles que
recibirán cinco premios Hugo, seis pre-
mios Nébula y diecinueve premios Lo-
cus: testimonios de un arte de notable
riqueza, que sabe pasar de la más espe-
culativa SF hard science [ciencia dura]
(con fuerte credibilidad científica) a la
fantasía más ensoñadora.
Los años 60 y 70 fueron los años de la
contracultura en Estados Unidos, mar-
cados por la difusión del estilo de vida
hippie, el pacifismo, la ecología, el mo-
vimiento de los derechos civiles, la revo-
lución sexual... y el feminismo. En 1966,
Betty Friedan, autora de La mística de la
feminidad (2), el ensayo que desde 1963
lanzó la segunda ola de feminismo en Es-
tados Unidos, fundó la National Organi-
zation for Women (NOW). Es también el
año del primer éxito de Le Guin con El
mundo de Rocannon, el primer volumen
del ciclo Ekumen (Opta, 1972). Ciencia
ficción y feminismo convergen. Nada
más lógico, según Elisabeth Vonarburg,
autora de Hotel Olympia (Alire, 2014):
“En primer lugar, la SF tiene por ances-
tro la utopía, y por lo tanto imagina otros
modelos de sociedad, tal como el femi-
nismo está obligado a hacer; en segundo
lugar, permite abordar los problemas de
las mujeres desde un punto de vista crea-
tivo y no reactivo, como en la literatura
normativa; por último, la distancia mí-
tica que se encuentra en la SF permite a
autoras y lectoras el pleno acceso al re-
gistro heroico, que a menudo les niega la
literatura normativa” (3).
Le Guin es una de esas pioneras que
al mismo tiempo han despertado, ali-
mentado, sacado a la luz esta conver-
gencia y surfeado sobre ella. “Lo que
escribo en mis obras defiende lo que
aprendí con Le Guin sobre la cuestión
del género –explica Jeanne A. Debats,
autora de Humain.e.s, trop humain.e.s
(Actusf, 2017)–. Tuvo la inteligencia de
no proponer una inversión de los pode-
res, sino de compartirlos entre hombres
y mujeres” (4).
En La mano izquierda de la oscuri-
dad, los personajes son asexuales, ex-
cepto durante la oleada hormonal men-
sual, que los transforma aleatoriamente
en hombres o mujeres. “Cuando uno se
encuentra con un genidiano, no pue-
de comportarse como un ser normal en
una sociedad bisexual: esto es conside-
rarlo Hombre o Mujer, y adoptar uno
mismo el rol opuesto correspondiente,
de acuerdo con las propias expectativas
acerca de la estructura o interacciones
posibles entre personas del mismo o dis-
tinto sexo. Aquí no existe ningún lugar
para nuestros patrones actuales de rela-
ciones socio-sexuales. Así que es un jue-
go que ellos no pueden jugar. No se ven
a sí mismos como Hombres o Mujeres.
Y eso es algo que nos resulta imposible
de imaginar. ¿Qué es lo primero que pre-
guntamos cuando nace un niño?” En los
albores de la década de 1970, la inten-
ción anticipa el nacimiento del movi-
miento postgénero, feminismo radical
que se conceptualizó en 1970 en La dia-
léctica del sexo, de Shulamith Firestone.
Provocar en la literatura
Actora de esta contracultura, Le Guin
juega con los géneros, pero también con
el muy candente problema racial. Así,
Genly Ai, el héroe de La mano izquierda
de la oscuridad, es negro, pero sólo lo sa-
bemos al promediar la novela, y de ma-
nera casi fortuita. Una subversión asu-
mida: “Fue mi complot activista frente

a esa mayoría de lectores blancos: darle
una piel negra a nuestro héroe, pero no
decirlo hasta que el lector se haya iden-
tificado bien”, enfatiza en su colección
de ensayos Le Langage de la nuit (Aux
forges de Vulcain, 2016).
En 1974, año en que se aprobó la
Women’s Educational Equity Act [Ley de
Equidad Educativa de la Mujer], Le Guin
publicó Los desposeídos (Minotauro)–. Allí
escenifica una crítica feminista más fron-
tal, oponiendo a una sociedad cuyo sexis-
mo es una copia al carbón de la nuestra,
otra donde la igualdad es un hecho obvio:
“—¿No hay realmente diferencia al-
guna entre el trabajo de los hombres y
el de las mujeres?
—Bueno, no, parece un fundamento
demasiado mecánico para establecer
una división del trabajo, ¿no crees? Una
persona elige el trabajo de acuerdo con
sus intereses, talento, fuerza... ¿Qué tie-
ne que ver el sexo con todo esto?
—Los hombres son físicamente más
fuertes –sentenció el médico con con-
tundencia profesional.
—Sí, a menudo, y más corpulentos,
[...] pero las mujeres trabajan más tiem-
po... Cuántas veces he deseado tener la
resistencia de una mujer.
Kimoe, habitualmente cortés y come-
dido, le clavó una mirada escandalizada.
—Pero la pérdida de... de todo lo femeni-
no... de la delicadeza... Ningún hombre po-
dría respetarse a sí mismo... ¿No pretende-
rás por cierto, en tu trabajo, que las mujeres
sean iguales? ¿En física, en matemáticas,
en el intelecto? No pretenderás rebajarte
constantemente al nivel de ellas.”
Le Guin se entrega a un ejercicio de
desorientación de nuestras costumbres,
NOVEDADES
INDIA EN CONSTRUCCIÓN
Economía, sociedad y cultura
Amartya Sen
Visite nuestro stand en la Feria del Libro | Del 26 de abril al 14 de mayo
a la manera de las Cartas Persas de Mon-
tesquieu: a través de un extranjero que
nos descubre, habla de nuestra relación
equivocada con el otro, “el ser que es di-
ferente de ti mismo. Este ser puede dife-
rir de ti en su sexo; o en su ingreso anual;
o en su forma de hablar, vestirse, hacer
las cosas; o en el color de su piel, o en su
número de piernas y cabezas. En otras
palabras, está el Extranjero sexual, el
Extranjero social, el Extranjero cultural
y finalmente el Extranjero racial”.
Una contribución al género
Pero el feminismo no es el único eje
de su mundo, como puede serlo en sus
contemporáneas Pamela Sargent, Joan-
na Russ o, a veces incluso, en Margaret
Atwood. Atwood, diez años más joven
que ella, también graduada en el Radcli-
ffe College de Harvard, en 1985 publicó
el brulote feminista que la hizo famosa,
fama reavivada por una reciente serie
de televisión: El cuento de la criada (Sa-
lamandra)–. En esta distopía las muje-
res, en vías de extinción, se dividen en
tres clases: las Esposas, las Marthas o
Intendentes, y por último las Criadas,
cuyo rol es la reproducción. Igualmen-
te subversiva, la escritura de Le Guin
es menos ardiente y menos centrada en
el feminismo: sigue siendo sobre todo
anarquista de corazón, taoísta de alma,
etnóloga de formación y políticamen-
te cercana a la nueva izquierda radical
estadounidense. Sus obras dan capital
importancia a las ciencias sociales, con-
centrándose en la condición humana y
sus andanzas. De manera más intimista
es una literatura de auto-búsqueda, co-
mo lo ilustra Ged, el héroe del primer
EL OFICIO MÁS ANTIGUO DEL MUNDO
Secretos, mentiras y belleza de la política
Andrés Malamud
Pabellón Verde Nº 902 | Predio La Rural, C.A.B.A.
volumen de Terramar, que huye cons-
tantemente y persigue su propia som-
bra en forma de un oso sin cabeza.
Al final de su larga carrera, Le Guin
no sólo feminizó la ciencia ficción o in-
trodujo el feminismo en la ciencia fic-
ción: ella, junto con otros (porque la
gran sombra de Philip K. Dick también
planea sobre esos años), hizo que la
ciencia ficción alcanzara la edad adul-
ta. La condujo hacia enfoques antropo-
lógicos, sociológicos y ecológicos. Así,
Le Guin no sólo
feminizó la ciencia
ficción sino que
también hizo que
la ciencia ficción
alcanzara la edad
adulta.
en Los Desposeídos, Urras es el símbolo
de la distopía ecológica, mientras que
Anarres se esfuerza por ser el de la uto-
pía ecológica. Mireille Rivalland, direc-
tora de las ediciones L’Atalante, afirma:
“Ursula tenía la capacidad de cambiar
los códigos de la sociedad imaginando
otras relaciones humanas. En su litera-
tura ensayaba experimentos sociales”
(5). La propia Le Guin declaró en El len-
guaje de la noche: “El escritor que utili-
za los antiguos arquetipos de los mitos
y las leyendas, o aquellos más recientes
¿QUIÉN GOBIERNA EL MUNDO?
El rol del G20 en el nuevo orden mundial
Jorge Argüello
| 35
de la ciencia y la tecnología, tal vez dice
algo tan relevante como un sociólogo (y
lo dice mucho más directamente) acer-
ca de la vida humana tal como es vivida,
tal como podría ser vivida, tal como de-
bería ser vivida”.
Es lo que hizo, a través de escritos
que se mueven impulsados por ese sim-
ple y poderoso aliento que a menudo
caracteriza a los grandes autores esta-
dounidenses. Porque es, sobre todo, una
poetisa, una maestra de las palabras,
como Charles Bukowski, que fue poeta
antes de convertirse en prosista.
En 2002, el jurado del Premio Nébu-
la estadounidense que todos los años
otorga la Science Fiction and Fantasy
Writers of America a la obra más inno-
vadora de ciencia ficción o fantasía, le
otorgó el Premio Damon Knight Me-
morial Grand Master. Incluso fue cita-
da como potencial candidata al Premio
Nobel de Literatura. Ya es demasiado
tarde: Ursula Le Guin murió el 22 de
enero de 2018, a la edad de 88 años. g
1. Joëlle Wintrebert, “SF et sexisme”,
conferencia en Utopia, Nantes, octubre de
2000, disponible en www.noosfere.org
2. Betty Friedan, La Femme mystifiée,
Gonthier, París, 1964.
3. Elisabeth Vonarburg, “La science-fiction et
les héroïnes de la modernité”, en “Les femmes
et la société nouvelle”, Philosophiques, Vol.
21, N° 2, Montreal, otoño boreal de 1994.
4. Lloyd Chéry, “Ce que la science-fiction et la fantasy
doivent à Ursula K. Le Guin”, Le Point, París, 24-1-18.
5. Ibid.
*Escritora.
Traducción: Teresa Garufi
36 | Edición 227 | mayo 2018

La ciudad de Tréveris, en Alemania, se prepara para celebrar con rante su estadía, una vida a la vez estudiosa
y disoluta, escribiendo, bebiendo y discu-
toda la pompa el bicentenario del nacimiento de Karl Marx (5 de tiendo incesantemente en los cafés del Pa-
lais Royal o el Quai Voltaire.
mayo de 1818). En Francia, cuya historia influenció fuertemente la Leía, sin excluir ninguna, las publica-
ciones socialistas, pero también a los nove-
vida y la obra del gran teórico del comunismo, este acontecimiento listas (Eugène Sue, George Sand), los eco-
nomistas (Pierre Le Pesant de Boisguil-
no pasa de un discreto interés editorial y académico. bert, los fisiócratas, Antoine Destutt de
Tracy, Jean-Baptiste Say), a quienes cues-

Francia vista por Marx tionaría en sus Manuscritos de 1844, y tal

vez a los historiadores liberales (François
Guizot y Augustin Thierry), a quienes re-
conocería como los descubridores de la

Un laboratorio de
lucha de clases (3). Estas lecturas marca-
ron a Marx y Engels lo suficiente como
para que pensaran en crear, en 1845, una
“biblioteca de los mejores escritores so-
cialistas franceses”, donde Charles Fou-

práctica política
rier, los sansimonianos, Étienne-Gabriel
Morelly y otros serían traducidos al ale-
mán, y presentados por Marx. En general,
durante esta primera estadía parisina, los
libros “franceses” comenzaron a ocupar,
en la biblioteca personal de Marx, un lu-
por Antony Burlaud* gar de privilegio: entre las 400 a 500 obras
que dejó a su amigo Roland Daniels cuan-
do fue expulsado de Colonia en 1849, más
de la mitad estaban escritas en francés, y
una cuarta parte trataba sobre Francia (4).
Esta primera estadía parisina finalizó
en el invierno de 1844-1845. Sometido a las
presiones del poder prusiano, el gobierno
de François Guizot expulsó a Marx, quien
abandonó París y viajó a Bruselas, en fe-
brero de 1845. Engels, que escapó a la pros-
cripción, se encontraría con él allí más tar-
de, abandonando a su pesar la capital fran-
cesa, sus encantos y sus “muy bellas costu-
reritas”. Un tema relacionado con Francia
tendrá a Marx particularmente ocupado
durante su exilio bruselense: Pierre-Jo-
seph Proudhon. Admirador de ¿Qué es la
propiedad?, cuyo vigor y gusto por lo con-
creto apreciaba, había conocido al socia-
lista de Besançon en su domicilio, en la rue
Mazarine, en octubre de 1844, con quien
siguió relacionándose. Si bien Proudhon
no le dio al parecer, en ese momento, mu-
cha importancia, Marx y Engels valoraron
en cambio ese encuentro con Proudhon,
“el más consecuente” y “el más penetran-
te” de los socialistas franceses, y asumie-
ron su defensa en La Sagrada Familia.
Cuando, en 1846, ambos amigos inten-
taron, desde Bruselas, crear una oficina de
correspondencia comunista en París, le
escribieron a Proudhon para proponerle
participar en ella. Proudhon respondió de
manera educada, pero circunspecta, acep-
tando recibir las circulares, pero sin com-
Barricadas en Montmartre durante la Comuna de París prometerse a participar personalmente.
Adepto a “la forma dubitativa” y partida-

F
rancia fue, para Karl Marx, mu-
cho más que una fuente de inspi-
ración política: un lugar de asilo
y de placeres, un país de misión,
un campo de batallas (teóricas y
organizativas), un punto de anclaje fami-
liar, y también, en reiteradas ocasiones, un
contrapunto. Sobre todo, le brindó al pen-
sador alemán más que un pasado revolu-
cionario sobre el cual meditar o tradicio-
nes obreras para imitar: Francia vio surgir
en su suelo una multiplicidad de fórmulas
políticas, duraderas (Segundo Imperio,
Tercera República) o efímeras (la Comu-
na), que sorprendieron al filósofo, pusie-
ron a prueba su pensamiento y lo obligaron
a revisar y enriquecer sus teorías.
Marx estuvo muy cerca de nacer en
tierra francesa. Tréveris, su ciudad natal,
había sido anexada a la República en 1797,
antes de recibir, bajo el Consulado, el tí-
tulo de Prefectura del Departamento de
Sarre, que conservó hasta 1814, es decir,
cuatro años antes del nacimiento del filó-
sofo. Esos veinte años de presencia fran-
cesa marcaron profundamente la región,
aportándole el “lenguaje de los derechos
universales” (1) y la modernidad jurídica
del Código Civil. Así pues, para el muy jo-
ven Marx, Francia era en primer lugar el
país de las Luces, la Revolución y la Gran
Nación, y gozaba de cierta aura.
En el liceo, después de latín y griego,
aprendió francés (que leería, hablaría y es-
cribiría a lo largo de su vida) antes que he-
breo. Al igual que más tarde en la Universi-
dad de Berlín, tuvo entre sus profesores a
algunos declarados admiradores de la Re-
volución. Esta precoz influencia fue sin du-
da la fuente de la fascinación de Marx por
la burguesía conquistadora de las Luces, y
de su dilección por autores como Denis Di-
derot o Voltaire. Generó, en todo caso, su
interés por la Revolución Francesa y sus
antecedentes teóricos.
El “gran caldero mágico”
La primera estadía parisina de Marx cons-
tituyó para él una experiencia política de
una excepcional densidad. Ya que París,
que alcanzaba el millón de habitantes en
los años 1840, constituía el centro políti-
co de Europa, el “gran caldero mágico, en
el cual la historia del mundo está en ebu-
llición”. Después de las Tres Gloriosas (2),
renace el recuerdo de la gran Revolución.
Una corriente neojacobina se estructuraba,
alimentada por los testimonios de los revo-
lucionarios de ayer. El socialismo obrero
emergía, impulsado por algunas grandes
figuras y alimentado por una intensa fer-
mentación utópica. La actividad política
era tanto más fuerte cuanto que París era
una de las capitales del exilio político eu-
ropeo, que recibía bajo la Monarquía de
Julio a liberales y radicales provenientes
de Polonia, Rusia y el mundo germánico.
Los comunistas alemanes tenían allí sus
organizaciones, su prensa, sus lugares de
reunión, generalmente cafés, debidamen-
te vigilados por la policía. Sumergido en el
caldero parisino, Marx evolucionó rápida-
mente; catálisis acelerada, a partir de fines
de agosto de 1844, por su relación con Frie-
drich Engels, con quien compartiría, du-
rio de “un antidogmatismo económico ca-
si absoluto”, decía no querer atarse las ma-
nos. Formuló además críticas contra el ra-
dicalismo de Marx (“prefiero [...] quemar la
propiedad a fuego lento que [realizar] una
San Bartolomé con los propietarios”) y cri-
ticó “las pequeñas divisiones que, al pare-
cer, ya existen en el socialismo alemán”.
Esta respuesta algo paternalista preci-
pitó la ruptura. La publicación, ese mismo
año, de Sistema de las contradicciones eco-
nómicas o Filosofía de la miseria –un libro
que los propios admiradores de Proudhon
consideraron confuso– le brindó a Marx
la ocasión de expresar públicamente sus
diferencias. Redactó directamente en
francés un panfleto, Miseria de la filosofía,
en el cual precisaba, a su modo riguroso y
mordaz a la vez, sus críticas a Proudhon.
Pero el libro tuvo muy poca repercusión.
Los reproches a Proudhon –empirismo,
debilidad teórica, charlatanismo y am-
pulosidad, cautela pequeñoburguesa, in-
capacidad para romper realmente con el
orden establecido– se aplicarían duran-
te mucho tiempo, en el pensamiento de

Marx, al conjunto del movimiento socia-
lista francés, proudhoniano o no.
La Primavera de 1848
Marx y Engels recibieron con entusiasmo
la Revolución de Febrero de 1848, que les
parecía anunciar el “triunfo de la democra-
cia en toda Europa”. Mientras terminaban
de publicar el Manifiesto del Partido Co-
munista, ambos participaban de las conse-
cuencias de la revolución de marzo en Ale-
mania. En sus artículos y su corresponden-
cia sobre Francia, intentaron tornar legible
el proceso revolucionario distinguiendo
las fuerzas presentes y marcando los mo-
mentos de cesura. Tras la derrota popular
de junio de 1848, asistieron con lucidez a la
consolidación de la República burguesa, y
luego a su descomposición bajo el efecto de
“una reacción monárquica más impudente
que bajo el gobierno de Guizot”. Expulsado
de su país en la primavera de 1849, Marx re-
gresó a Francia en junio, antes de instalarse
definitivamente en Londres en agosto.
En 1850, sintetizó y sistematizó su vi-
sión de la Segunda República en una serie
de tres artículos publicados en Londres en
el Neue Rheinische Zeitung, que integra-
rían más tarde la obra Las luchas de clases
en Francia. En estos importantes textos, el
teórico analizaba la revolución y sus con-
secuencias en términos de clases, y da-
ba cuenta del proceso histórico buscan-
do identificar, en cada gran secuencia, qué
grupo social (“obreros”, “republicanos pe-
queñoburgueses”, “burguesía republica-
na”, “burguesía monárquica”) dominaba el
juego. Reconstruía las diferentes etapas del
proceso político por el cual la República se
alejaba de su origen: la revolución popular
y la instauración del gobierno provisional,
solución acordada; el establecimiento de
una República burguesa, “rodeada de ins-
tituciones sociales”; luego, tras la pulseada
de la primavera de 1848, el regreso al orden
de las elecciones de mayo (donde “campe-
sinos y pequeñoburgueses” votarían “bajo
la dirección de la burguesía”) y las “jorna-
das de junio”, la liquidación del movimien-
to obrero; finalmente, el aparente triunfo
de una República burguesa, rápidamente
debilitada por la elección de Luis Napoleón
Bonaparte (un “golpe de Estado de los cam-
pesinos” descontentos), y por el éxito del
Partido del Orden en las elecciones de 1849.
El golpe de Estado del 2 de diciembre
de 1851 sorprendió a Marx. Su respuesta
teórica sería El 18 Brumario de Luis [Na-
poleón] Bonaparte, publicado en mayo de
1852 en Nueva York en la revista La Revo-
lución, dirigida por Joseph Weydemeyer.
A simple vista, la obra retomaba la trama
de Las luchas de clases, prolongándola
cronológicamente, para mostrar “cómo
la lucha de clases en Francia creó [...] una
situación tal que permitió a un personaje
mediocre y grotesco representar el papel
de héroe”. Pero sería un error ver allí una
mera repetición de la obra anterior, o una
simple crítica del usurpador, a la manera
de Victor Hugo en su Napoleón el Peque-
ño. Si bien Marx retomaba, para los años
1848-1850, el ya conocido relato de la li-
quidación progresiva de los elementos
más de izquierda (evolución que, señala-
ba, era inversa al proceso revolucionario
Francia vio surgir
una multiplicidad de
fórmulas políticas
que obligaron a
Marx a revisar y
enriquecer sus
teorías.
de 1789 a 1794, el cual iría radicalizándose
y depurándose hacia la derecha), agrega-
ba a su reflexión dos nuevos problemas.
Primero, la cuestión del aparato de
Estado: para él, Francia se caracteriza-
ba por el hecho de que “el Poder Ejecuti-
vo dispone de un ejército de funcionarios
de más de medio millón de personas y, en
consecuencia, tiene constantemente bajo
su más absoluta dependencia a una can-
tidad enorme de intereses y existencias”.
El Estado “encierra, controla, regula, vigi-
la y tutela a la sociedad civil”. La burgue-
sía necesitaba de este ejército de funcio-
narios al punto de favorecer su desarrollo,
y “otorgar una fuerza irresistible al Poder
Ejecutivo que le era hostil”, en detrimento
de un Parlamento que le era adicto.
A este primer misterio, Marx le suma-
ba otro: el enigma del bonapartismo, su
naturaleza y su función de clase. Se trata-
ba de comprender cómo el reinado de un
personaje menor, un aventurero rodeado
de aventureros, aparecería, en una situa-
ción de bloqueo político, como “la única
forma posible de gobierno”. Y cómo, en-
contrando un punto de equilibrio entre
grupos sociales irreconciliables, preser-
varía, contra la propia burguesía, los inte-
reses esenciales de ésta.
La Comuna de 1871
Bajo el Segundo Imperio, Francia perdió
su centralidad en el pensamiento de Marx.
Pero la Comuna, proclamada el 28 de mar-
zo de 1871, suscitó nuevamente su aten-
ción. Se informó de los acontecimientos de
París, e intercambió correspondencia con
Léo Frankel, militante de la Internacional
de los Trabajadores a quien le brindó algu-
nos consejos. Percibió los límites y las fallas
del movimiento –que, a pesar de lo que di-
fundían entonces los diarios, no era “mar-
xista”, y mucho menos estaba controlado
por él–, pero le deseó éxito, y dejó que es-
tallara su entusiasmo en una carta de abril:
“La insurrección de París es la hazaña más
gloriosa de nuestro Partido”.
Fue para defender la Comuna y corre-
gir los numerosos rumores que corrían al
respecto, que la Asociación Internacional
de los Trabajadores le confió a Marx la re-
dacción de un discurso sobre la insurrec-
ción parisina, conocido bajo el título de La
guerra civil en Francia. Fue uno de los tex-
tos más brillantes de Marx, sátira, panegí-
rico y análisis a la vez. Tras haber descrip-
to con una pluma vengadora a Adolphe
Thiers, ese “enano monstruoso” conver-
tido en “maestro en el arte de las pequeñas
canalladas políticas”, buscaba compren-
der qué fue la Comuna, “esa esfinge que
somete al entendimiento burgués a tan
dura prueba”. Respondiendo a los inte-
rrogantes del 18 Brumario sobre el aparato
de Estado, la caracterizaba como la “antí-
tesis directa del Imperio”, como la “forma
positiva de la República social”, dedicada
a quebrar las instituciones del “poder del
Estado moderno” (ejército permanente,
policía, justicia, Iglesia) en las cuales se
basaba el régimen de Bonaparte.
Fue con la Comuna y La guerra civil…
que Marx ganó, en Francia, cierta notorie-
dad. Miseria de la filosofía sólo había tenido
una difusión limitada, y los grandes textos
sobre Francia no habían sido traducidos.
Su reputación de jefe de la Internacional
e inspirador oculto de la Comuna atrajo la
atención sobre su persona. Se hablaba de él
en los diarios, se publicaban retratos hasta
en la gran prensa. Al mismo tiempo, la po-
licía se interesaba por él. Jeannine Verdès
contabilizó, en el expediente de Marx en la
Jefatura de Policía, no menos de 165 notas
y recortes de prensa que abarcaban el pe-
ríodo 1871-1883 (5). Las informaciones de
los soplones eran a menudo fantasiosas,
dando a entender que habría intentado,
antes de crear la Internacional, manipular
la francmasonería, que estaría tramando el
asesinato de Thiers o del rey de España.
La Tercera República constituyó, pa-
ra Marx y Engels, un objeto problemáti-
co. Era un régimen burgués, fundado por
hombres que ellos detestaban, y sosteni-
do, en sus primeros años, por una ma-
| 37
yoría ultrarreaccionaria. Pero era tam-
bién, con respecto a las monarquías eu-
ropeas, un régimen de libertades civiles,
que permitía a los socialistas franceses
“actuar a través de la prensa, reuniones
públicas y asociaciones”. Tal como lo re-
sumía Engels, “si bien es la forma consu-
mada de la dominación de la burguesía,
la república moderna es al mismo tiem-
po la forma de Estado donde la lucha de
clases se libera de sus últimas trabas y
donde se prepara su terreno de lucha”.
Ambos amigos conocían la situación po-
lítica francesa, más aun cuando las tres
hijas de Marx se enamoraron de militan-
tes socialistas franceses: Laura y Jenny
se casaron con Paul Lafargue (1868) y
Charles Longuet (1872) respectivamen-
te, mientras que Eleonor estuvo de no-
via, hasta 1880, con el partidario de la
Comuna Prosper-Olivier Lissagaray.
Marx y Engels depositaron primero
ciertas esperanzas en los radicales, y muy
particularmente en Georges Clemenceau,
cuya evolución hacia posiciones socialis-
tas (bajo la influencia de Charles Longuet,
o tras la lectura de El Capital) no descar-
taban. Seriamente, consideraban que “di-
fícilmente se pasará de una república a la
Gambetta al socialismo, sin pasar por una
república a la Clemenceau”. Pero, más que
los radicales, era por supuesto el movi-
miento socialista el que gozaba del apoyo
de ambos hombres. En 1880, tras el Con-
greso de Marsella, Marx se encontró con
Jules Guesde y le dictó la parte teórica del
programa del Partido Obrero Francés. La-
mentando que ese programa contuviera
“algunas incongruencias a las cuales Gues-
de se aferraba absolutamente”, considera-
ba que “es un paso enorme para sacar a los
obreros franceses de su confusión fraseo-
lógica y llevarlos al terreno de la verdad”. g
1. Gareth Stedman Jones, Karl Marx. Greatness
and Illusion, Harvard University Press,
Cambridge (Massachusetts), 2016.
2. Episodio revolucionario que se extendió durante
tres jornadas (del 27 al 29 de julio de 1830) e instauró
un nuevo régimen, la “Monarquía de Julio”.
3. Jean-Numa Ducange, “Marx, le marxisme
et le ‘père de la lutte de classes’, Augustin
Thierry”, Actuel Marx, N° 58, París, 2015.
4. Marx-Engels Gesamtausgabe. IV/32. Die
Bibliotheken von Karl Marx und Friedrich
Engels, De Gruyter, Berlín, 1999.
5. Jeannine Verdès, “Marx vu par la police française,
1871-1883”, Cahiers de l’ISEA, N° 176, Grenoble, 1966.
*Doctorando en el Centro Europeo de Sociología
y Ciencias Políticas. Desarrolla este tema en una
contribución a la obra colectiva Marx, une passion
française (La Découverte, París, 2018).
Traducción: Gustavo Recalde
 38 | Edición 227 | mayo 2018
Libros
del mes

Desarrollo Ensayo

Erik Adriaan van der Grijn, Bi-Partidismo, 1998-99 (fragmento)

Política

Extractivismo versus Autonomía y diseño

derechos humanos La realización de lo comunal

César Rodríguez Garavito (coord.) Arturo Escobar

Siglo XXI; Buenos Aires, noviembre de Tinta Limón; Buenos Aires, octubre de 2017.
2016. 392 páginas, 439 pesos. 400 páginas, 410 pesos.

Los autores de este ensayo parten de
una convicción: las luchas contra las
actividades extractivas en el Sur global
se han convertido en una de las manifes-
taciones más características de las des-
iguales relaciones de poder en el mundo
globalizado capitalista del siglo XXI, de
modo que esas luchas, que son al mismo
tiempo locales y globales, están en el
La virtud inegable del escrito Autonomía
y diseño es que vincula las exigencias que
impone la “transición civilizacional” con-
temporánea al amplio terreno del diseño.
Para Arturo Escobar vivimos un tiempo
donde la mixtura entre el modelo de desa-
rrollo actual –productivista y consumista–,
los peligros descomunales que arrastra
el cambio ambiental global y el fin de los

La política
epicentro de una nueva forma de enten-
der los derechos humanos.
Este volumen, coordinado por el direc-
tor del Centro de Estudios de Derecho, Jus-
combustibles fósiles obliga a mutar o pere-
cer. Esta evidencia ontológica se combina,
entonces, con la necesidad de repensar el
diseño, dado que deberá volverse colec-

personalizada
ticia y Sociedad (Dejusticia), César Rodrí- tivo, atento a la sustentabilidad y repro-
guez Garavito, reúne diez casos de estudio, ducción ecológica de todo, desde las ciu-
entre ellos la lucha de los pescadores arte- dades hasta los elementos cotidianos más
sanales en Sudáfrica, la disputa por las tie- comunes (¿Qué haremos cuando no haya
rras ancestrales indígenas en la colombiana más plástico?). En este horizonte, Escobar
Sierra de Santa Marta, los impactos de la afirma que la separación entre la cultu-
Tal vez el mayor mérito de este libro extracción petrolífera en territorios guara- ra y la naturaleza que está en la base de
El líder y la masa sea la diáfana síntesis histórica que níes en Paraguay o la contaminación de la nuestra civilización moderna deberá trans-
La génesis de la democracia recitativa traza del itinerario que transitó la idea industria metalúrgica en La Oroya, Perú. formarse. Por ello la atención que presta
de democracia desde la polis de Atenas Estas investigaciones tienen en al accionar y las narrativas de los pueblos
Emilio Gentile y la república de Roma hasta nuestros común no sólo su enfoque epistemoló- originarios de Sudamérica: son verdaderos
Edhasa; Buenos Aires, octubre de 2017. días. En principio, surge la profunda gico, sino su voluntad de abanderar un agentes de diseño amarrados a una cosmo-
204 páginas, 365 pesos. desconfianza que inspiró la palabra nuevo tipo de investigación-acción anfi- visión crítica del sobreconsumo y entre-
misma, suplantada a menudo por la de bia, que se desenvuelve entre el aire lazados a la Madre Tierra. Tan sólo una
república, términos que, obviamente, acondicionado de los congresos acadé- pequeña mención: el libro es un tanto des-
no son sinónimos. El desprecio que manifestó Platón por el régimen democrático, micos y el calor húmedo tropical del tra- balanceado, hubiera sido deseable que se
al que señalaba como habilitador de la demagogia y de la tiranía, fue ampliamente bajo de campo, y que coloca el énfasis en aboque más a reseñar las nuevas orienta-
compartido durante milenios, no solamente por los pensadores aristocráticos de idear nuevas formas de comunicación en ciones del campo del diseño que demanda
la Antigüedad, que atribuían a los desbordes democráticos el hundimiento de las las que se combinan el rigor académico y la transición. Sin embargo, indudablemente
repúblicas antes mencionadas, sino por aquellos que fueron considerados con el activismo sociopolitico. “El objetivo es Escobar vislumbra las necesidades y coor-
frecuencia como adalides de ese sistema de gobierno, desde teóricos del iluminis- promover un nuevo género híbrido que denadas centrales que reclama la actuali-
resulte tan robusto como relevante”, ase- dad, así como sus problemas medulares, de
mo como Voltaire y Rousseau, hasta los llamados “padres fundadores” de Estados
vera Rodríguez Garavito. ahí su necesaria lectura.
Unidos, como John Adams o George Washington. Una constante de todos ellos fue
la común repugnancia y el pavor que les generaba el protagonismo de las masas,
Nazaret Castro Bruno Fornillo
con tanta frecuencia calificadas como “la vil canalla”, “el populacho”, “la hez de la
plebe”, “las hordas” o “la multitud amorfa”. Ese “populacho”, como los niños o las
mujeres, estaba naturalmente incapacitado para participar del gobierno, ya que
se caracterizaba, según sus detractores, por la falta de ética y preparación, por
su irracionalidad y por guiarse solamente por la emotividad y las bajas pasiones.
En consecuencia, para esos demócratas, el pueblo lo configuraban “las gentes de
Sociedad Investigador del Instituto de Defensa y
Asuntos Exteriores de Canadá, profesor
bien, responsables y racionales”, que no eran otros que los terratenientes (aunque de Ciencias de la Comunicación y perio-
fuesen esclavistas), los grandes comerciantes e industriales, los profesionales e dista tecnológico, Thomas P. Keenan es
intelectuales de prestigio y las clases privilegiadas en general. La instauración uno de los mayores expertos mundia-
del voto universal para elegir a las autoridades de las naciones es un fenómeno les en seguridad informática. En este
relativamente reciente, y que en muchos casos no estuvo exento de todo tipo de libro, analiza el lado oscuro de internet,
centrado en “el sometimiento de la pri-
manipulaciones y fraudes.
vacidad y la capitalización de la intimi-
Las relaciones entre el líder (o las elites) y la masa popular constituyeron, en par-
dad”. Una amenaza que crece al ritmo
ticular a partir de la revolución industrial y la correspondiente concentración de
de los progresos tecnológicos y que se
muchedumbres en las grandes ciudades, un punto axial de distintos regímenes polí-
nutre de la entrega voluntaria de datos
ticos. Gentile analiza con preocupación la creciente personalización de la política,
e informaciones por parte de los usua-
que delega en las características personales del líder, de manera casi excluyente, la
Tecnosiniestro rios, en muchos casos sin tomar ningún
participación de la ciudadanía. Pone como ejemplos históricos los casos del general El lado oscuro de la red resguardo.
De Gaulle y de John F. Kennedy, y en el prefacio actualizador de esta obra agrega los Al revelar los engranajes ocultos
muy recientes de Donald Trump y de Emmanuel Macron. A partir de ellos elabora Thomas P. Keenan del mundo digital y los avances de los
su concepto de “democracia recitativa”, un sistema que mantiene la liturgia formal Eudeba; Buenos Aires, programas utilizados para urdir dis-
de la democracia, básicamente las elecciones, pero la vacía de contenido, al relegar abril de 2017. cretamente en nuestras vidas cotidia-
la participación activa, consciente y frecuente de los ciudadanos en la cosa pública 296 páginas, 449 pesos. nas, Keenan pinta un mundo siniestro.
y al reemplazar las ideologías y los programas políticos por técnicas de marketing Confiesa a su vez que por el momento
comercial muy similares a las que utilizan las empresas para promover sus productos. escapa a nuestro control. Pero también
señala que el primer paso para prote-
Carlos Alfieri gerse y enfrentarlo es conocerlo.

Comunicación
Medios en guerra
Guillermo Mastrini, Martín Becerra (eds.)
Biblos; Buenos Aires, julio de 2017.
224 páginas, 230 pesos.
¿Cómo es posible que una iniciativa como la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovi-
sual, que condensó niveles de debate, inte-
rés del Estado, fallos progresistas del Poder
Judicial y una contundente movilización
social, haya sido pulverizada con un puña-
do de medidas del gobierno de Cambiemos,
“varias al límite de la legalidad y tomadas
por decreto”? Ello permite inferir rasgos de
las políticas de comunicación de los gobier-
nos kirchneristas, donde se confundieron
“objetivos políticos, intención propagan-
dística y subestimación del valor cultural”.
Durante esa etapa, los medios de comuni-
cación quedaron en el ojo de la tormenta;
su rol social generó interés público, penetró
la agenda política e impidió a los medios
autoexcluirse de la contienda discursiva.
Medios en guerra compila artículos de
especialistas que integran el programa de
investigación Icep de la UNQ. Analiza minu-
ciosamente las continuidades y las rupturas
en las políticas de comunicación de los tres
gobiernos kirchneristas. Sistematiza el anda-
miaje regulatorio, da cuenta de las políticas
hacia el sector de los medios sin fines de
lucro, evalúa el funcionamiento de los orga-
nismos que se desprenden de la ley audiovi-
sual –y las tensiones existentes entre la par-
ticipación ciudadana y la dinámica política–,
atiende a la relación gobierno-empresas de
medios-periodismo, y saca conclusiones del
saldo de lo actuado y de las tareas que que-
dan pendientes en un mercado concentrador
de la propiedad, convergente y centralizador
de la producción de contenidos.
Natalia Aruguete
Ensayo
Decir no no basta
Naomi Klein
Paidós; Buenos Aires, diciembre de 2017.
312 páginas, 349 pesos.
Reconocer que el cambio climático va en
serio es tanto como reconocer el fin del
proyecto neoliberal. El momento histórico
presente exige un cambio transforma-
dor y la crisis climática podría
convertirse en la oportuni-
dad del siglo para implemen-
tar un cambio social, político
y económico de fondo, pero
–para tener la esperanza de cam-
biar el mundo– primero tenemos
que tener la voluntad de cambiar-
nos a nosotros mismos.
Crónica
¡EXTRA!
Javier Sinay y Osvaldo Aguirre (comps.)
Del Nuevo Extremo; Buenos Aires, abril de
2017. 480 páginas, 499 pesos.
Según Michel Foucault, el crimen es una
“mímesis degenerada de la historia”, lo
que en palabras del periodista y escritor
Álvaro Abós se traduce como “un espe-
jo deforme de la vida social”. Entre las
muchas virtudes que tiene la extensa
compilación de crónicas policiales rea-
lizada por Javier Sinay y Osvaldo Agui-
rre –dos especialistas en el género– está
precisamente la de presentar un recorri-
do socio-histórico de Argentina desde la
evolución de sus crímenes y de su trata-
miento en la prensa.
Desde la segunda mitad del siglo XIX,
con la llegada masiva de inmigrantes, se
multiplicó la población, y con ella la can-
tidad y diversidad de delitos. Esto favo-
reció el interés por el género policial, que
tuvo su primera publicación íntegramen-
te dedicada al tema en 1873: La Revista
Criminal. Desde entonces, y mediante una
breve introducción que antecede cada
uno de los seis capítulos en los que se
organiza el libro, los compiladores reali-
zan una genealogía del género desde sus
orígenes hasta la actualidad.
Además de revivir casos emblemáti-
cos a través de grandes plumas, como el
de la joven asesinada Norma Penjerek
por Sergio Sinay o el de la envenenadora
Yiya Murano por Rodolfo Palacios, el libro
recorre otras historias olvidadas que ilu-
minan de forma original los prejuicios, los
miedos y el tejido social de cada época,
así como el rol y la percepción pública de
los periodistas y las fuerzas de seguridad.
Luciana Garbarino
El modo de vida que está provocando
la desestabilización climática y económica
también está creando otras crisis, dando
lugar a una epidemia de ansiedad y deses-
peración, evidenciada por el aumento de la
dependencia de medicamentos con receta,
drogas ilegales, suicidios, violencia al volan-
te y adicción a la tecnología.
Es urgente entonces pasar de un sistema
basado en la apropiación continua –de la
naturaleza y del otro– a una cultura basada
en el cuidado, un sistema en el que todo el
mundo es valorado y no se trata ni
a las personas ni a la naturaleza
como si fueran desechables.
Klein demuestra aquí con
datos demoledores que el
dinero para la transición
existe, pero necesitamos
gobiernos dispuestos
a invertir en aquellos
sectores que mejoren
nuestra calidad de
Cultura
Narraciones para cine
Andrei Tarkovski
Mardulce; Buenos Aires, febrero de 2018.
648 páginas, 800 pesos.
Con sólo siete largometrajes entre 1962 y
su muerte (1986), con su cine alejado de
toda moda o tendencia estética, Tarko-
vski pasó a ser el más grande realizador
soviético contemporáneo. La pregunta
constante de su cine es por el rumbo de
la civilización, sobre su decadencia o des-
composición, por la crisis espiritual que
atraviesa la humanidad, planteándolo
mediante un film de ciencia ficción, otro
bélico o un drama. Como señalan Bernardo
y Mariano Nante en el prólogo, el cine de
Tarkovski indaga en la dimensión sagrada
de la experiencia humana, en la potencia
sacra de sus personajes y en su misión,
encontrando una forma de salvación en la
locura, y en la pasión y excesos rusos que
admirara en Tolstoi y Dostoievski.
Con padres escritores, Tarkovski tam-
bién escribía. Este libro recoge algunas
narraciones propias y adaptaciones o
reescrituras de textos ajenos que des-
pués fueron llevadas al cine, otras que no
tomaron forma cinematográfica (la fábula
Viento luminoso, Hoffmanniana homenaje
al escritor y Sardor, western uzbeko) y
guiones técnicos de dos de sus pelícu-
las. Frente a la obra fílmica, la narrativa
adolece de ciertas limitaciones: es impo-
sible imaginar aquí la representación de
la naturaleza que logra el director con la
imagen, su trabajo con el efecto del vien-
to o la lluvia actuando sobre campos y
árboles. Escritor despojado, conciso, su
cine plasmaría de manera siempre supe-
rior las propuestas del texto.
Josefina Sartora
vida de forma tangible y que abran paso a
sociedades más solidarias, en lugar de des-
pedazarlas en nombre de una crisis que han
creado y a la que han llamado “austeridad”.
Vivimos en una época en la que las
muchas crisis existentes se entrecruzan, y
puesto que todas son urgentes, no pode-
mos permitirnos resolverlas por separado
sino que necesitamos soluciones integradas.
¿Cómo podemos volver a vivir con la tierra
de nuevo, y no en su contra? ¿Cómo des-
prendernos de la idea de que lo que posee-
mos es lo que nos protege?
La autora puntualiza por qué la verdade-
ra seguridad se basa en la solidez de nues-
tros lazos, no en nuestras posesiones. Sería-
mos una sociedad más feliz y equilibrada,
desligada del ciclo infinito del consumo sub-
yacente a la lógica de las marcas. Decir “no”
no basta: es hora de atreverse a llevar unos
cuantos “síes” por bandera.
Julián Chappa
| 39
Fichero
Radiografía de la corrupción
PRO
Julián Maradeo, Ignacio Damiani
Planeta; Buenos Aires,
marzo de 2018.
408 páginas, 399 pesos.
Maradeo y Damiani, autores de un libro ante-
rior sobre Daniel Angelici, reconstruyen en
esta investigación el recorrido de Mauricio
Macri desde el Gobierno de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires a la Presidencia de la
Nación, a fin de exponer la distancia existen-
te entre el relato PRO, que se presenta como
lo “nuevo” de la política, y sus prácticas y
relaciones cotidianas, que resumen en pala-
bras de un legislador de Cambiemos: “Donde
hay una necesidad, nace un negocio”.
La televisión sublevada
El caso Barricada TV
Mariano Suárez
CTP ediciones; Buenos Aires,
marzo de 2018.
264 páginas, 275 pesos.
Al contar la historia de Barricada TV, un
medio de comunicación surgido de movi-
mientos piqueteros, que luego de emisiones
itinerantes desde el Gran Buenos Aires
comenzó a emitir desde la fábrica recupera-
da IMPA para finalmente convertirse en el
único canal de televisión alternativo y popu-
lar que emite a través de la grilla de la TDA en
la Ciudad de Buenos Aires, Mariano Suárez
analiza la lucha por la justicia comunicacional
en un sistema concentrado y desigual.
Guillermo Roux en sus
propias palabras
María Paula Zacharías
Ariel; Buenos Aires,
abril de 2018.
280 páginas, 399 pesos.
A través de un diálogo mantenido con
Guillermo Roux a lo largo de cuatro años,
la periodista de arte María Paula Zacharías
reconstruye la trayectoria de uno de los
grandes artistas plásticos argentinos del siglo
XX. Acompañado con fotografías de archivo
y láminas de sus obras más representativas,
el libro reconstruye su entrada en el mundo
del arte, la construcción de un estilo propio y
la búsqueda permanente de libertad.
Bogotá 39
Nueva narrativa latinoamericana
Martín Felipe Castagnet et al.
Sigilo; Buenos Aires, enero
de 2018.
336 páginas, 350 pesos.
A diez años de su primera edición, esta
nueva antología de 39 de los mejores escri-
tores de ficción menores de 40 años de Amé-
rica Latina, seleccionados por Leila Guerriero,
Darío Jaramillo y Carmen Boullosa, y publi-
cada en 14 países de la región, busca reflejar
la diversidad, la exploración, el potencial y la
fuerza de la literatura latinoamericana con-
temporánea, reflejada en un “nuevo realismo
más descarnado”, sin tabúes.
 40 |
Mayo, una “esperanza
de océano”
por Serge Halimi*
E
n la vida de un pueblo, es un mo-
mento importante. La tapa de las
leyes sociales se levanta. De pronto,
la resignación, las costumbres, se
convierten en temas de reflexión,
y luego son cuestionadas. El “río de
las ciudades grises, y sin esperanza de océano” (1)
encuentra otros ríos, se ilumina, y todos alcanzan
el mar. El “¿por qué no?” reemplaza el “es así”; lo
imposible ocurre. Un contagio de las sublevaciones
–hace cincuenta años todavía no se hablaba de
“convergencia de las luchas”– recuerda que la his-
toria no ha terminado, que las reformas y las revolu-
ciones que la modelaron a menudo querían derogar
la obligación de obedecer y padecer.
En mayo de 1968, el ensayo general no fue segui-
do por un estreno. Una sublevación general marca-
da por una de las huelgas obreras más grandes de la
historia de la humanidad vio incluso su posteridad
mancillada porque sus encarnaciones más media-
tizadas también fueron aquellas que peor viraron.
Por el contrario, el dirigente estudiantil Jacques
Sauvageot, que falleció en octubre pasado, encar-
naba una de las caras luminosas, y en consecuen-
cia irrecuperables, del movimiento de Mayo. Él
había visto en ese movimiento el “producto de co-
lectivos que operaban en una óptica que superaba
las individualidades” (2). Había recordado que los
insurrectos de entonces pensaban en la abolición
del capitalismo, cuestión que, lamentaba, “ya no es
planteada por mucha gente”. Sus compañeros y él
combatían una “modernidad” fundada en la racio-
nalización del trabajo más que en su reparto o en
el de las riquezas. La globalización a la que aspira-
ba apuntaba al “desarrollo necesario de la solidari-
dad internacional”, no a la circulación cada vez más
rápida de las mercancías. Por último, en mayo de
LA MEJOR
ELECCIÓN
SUSCRIBIRSE
Edición 227 | mayo 2018
Editorial
Sumario
Staff 3
Medio siglo del 68 /
Atlas de Economía Crítica 3
Dossier
Democracias en crisis
en América Latina
Editorial: Democraduras 2
por José Natanson
Transiciones pos-progresistas 4
por Pablo Stefanoni
Violencia política en Brasil 6
por Anne Vigna
La metáfora bélica 8
1968, se trataba de combatir un poder que preten- por Eugenio Raúl Zaffaroni
día, ya, “hacer de la universidad una empresa renta-
ble” (3) y garantizar la reproducción social.
Tales evocaciones relativizan el nuevo discur- Debates del futuro:
so dominante, al que le gustaría constituir la oposi- ¿Qué hacemos con la basura? 10
ción entre un progresismo cultural con un toque de por Verónica Ocvirk
Mayo del 68 –que encarnarían Emmanuel Macron,
Angela Merkel o Justin Trudeau– y una “democra- Contra la oligarquía digital 12
cia iliberal” a la húngara como referencia de todos por Frank Pasquale
los combates políticos. En resumen, el pluralismo
de las sociedades abiertas contra el autoritarismo El escándalo Facebook-Cambridge
nacionalista, pero sin cuestionar el sistema econó- Analytica 14
mico y las relaciones de poder que de él se despren- por Pierre Rimbert
den (4). Plantar al presidente francés como símbolo
internacional de la moderación democrática frente El fin de la primavera birmana 16
a los “extremos” de toda naturaleza, sin embargo, por Guillaume Pajot
constituye una singular paradoja en el momento en
que enfrenta a los sindicatos, pone en peligro el de- Pesca ilegal en África 18
recho de asilo y parece tener como principal am- por Kyle G. Brown
bición que los “jóvenes franceses tengan ganas de
volverse multimillonarios”.
Macron tenía previsto conmemorar Mayo del 68. Dossier
Semejante fiesta tendría un sentido, pero contra el
“viejo mundo” que él representa. Ese viejo mundo Rusia, entre poder y
que, cincuenta años más tarde, todavía se acuerda de pragmatismo
su miedo y pretende completar su revancha. g
La enceguecedora amenaza del
1. René Crevel, “Détours”, La Nouvelle Revue française, París, 1924. “Rusiagate” 22
2. “Mémoire combattante : quelques écrits de Jacques por Aaron Maté
Sauvageot”, Contretemps, N° 37, París, abril de 2018.
3. En palabras del rector Jean Capelle al analizar un plan ¿Qué busca Rusia en Siria? 24
gubernamental de 1966 sobre la enseñanza superior.
por Nikolaï Kožhanov
4. Véase Pierre Rimbert, “Alemania atenazada
por el nacional-conservadurismo”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, enero de 2018.
Una alianza pragmática con Teherán 26
por Nikolaï Kožhanov
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Víctor Goldstein
África: denunciar al poder cuesta caro 28
por Olivier Piot
Breve historia del gas lacrimógeno 32
por Anna Feigenbaum
Ursula K. Le Guin, una pionera
de la ciencia ficción 34
por Catherine Dufour
Suscripción por internet
(edición online o en papel)
Francia vista por Marx
por Antony Burlaud
36
TARIFAS
Edición papel
(Argentina) $ 900
Libros del mes 38
Edición online
$ 800
Editorial: Mayo, una “esperanza
MEDIOS DE PAGO de océano” 40
Tarjetas de crédito por Serge Halimi
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(011) 4872-1351 La educación en debate
de lunes a viernes de 14 a 20 hs.
Universidad Pedagógica Nacional

La educación
en debate #60
Arancelamiento universitario:
¿un debate superado?
por Adriana Puiggrós*
D
esde sus lejanos orígenes
las universidades se encar-
naron en los poderes esta-
blecidos, aunque las fratrías
reclamaban su conducción.
Subsistían alineadas en uno u otro bando
en las disputas entre las coronas, las órde-
nes religiosas y el Vaticano, o bien ponían
en jaque esos poderes usando su efímera
fuerza y esbozando voluntades de auto-
nomía. Si bien las universidades medieva-
les gozaban de prerrogativas que les per-
mitían usar una simbología propia, deci-
dir sobre los estudios y otorgar títulos, en
su origen y en su forma de financiamiento
se escondía una última verdad. Ninguna
universidad nacía fuera del gesto volunta-
rio de un rey o un Papa y todas se mante-
nían con fondos de aquellas procedencias.
En el siglo XIX las reformas napoleó-
nicas encomendaron a la universidad
formar los profesionales que requería el
proyecto de un nuevo orden social. La di-
señaron como un órgano del Estado mo-
derno, financiando la reforma de los an-
tiguos claustros y el sostenimiento de las
novedosas facultades. La “universidad
napoleónica” es por definición un orga-
nismo estatal.
En la genealogía de las universidades
latinoamericanas se encuentra su depen-
dencia colonial de otros poderes: el Conse-
jo de Indias, el virrey, los oidores. El patro-
nato era en la práctica ejercido por el rey,
de cuyo aporte dependían. En cuanto al
modelo napoleónico, en el caso de Argenti-
na fue introducido legalmente en 1885 por
la Ley Nº 1.597 conocida como Ley Avella-
neda. En los Artículos 4º y 7º se refiere a un
“fondo universitario” y a “derechos uni-
versitarios”, denominación equivalente a
“aranceles”. Situémosla en su época: la Ley
de Educación Común (1.420/84) acababa
de dictarse. La oligarquía agroexportado-
ra representada por el gobierno de Julio A.
Roca entendía que era menester poblar el
país y coincidía con la masa de inmigrantes
en la necesidad de garantizar la educación
gratuita desde el Estado. La enseñanza pri-
maria se generalizaría a mediados del siglo
XX. En cuanto a la secundaria pública, tan-
to los colegios como las trayectorias que
otorgaban formación profesional como las
Escuelas Normales, industriales y profe-
sionales fueron fundadas y sostenidas por
el Estado. Su carácter gratuito nunca cons-
tituyó un tema consistente de discusión.
Ésta quedó desplazada hacia la cuestión
del subsidio estatal a las escuelas privadas.
Aunque muchos inmigrantes soñaran
con el “hijo doctor”, su problema inmedia-
to era que los chicos terminaran la prima-
ria y los adolescentes estudiaran o trabaja-
ran. El Movimiento Reformista desconta-
ba que la enseñanza universitaria era una
función pública y esbozaba un concepto
avanzado de Estado en el cual tuviera ca-
bida la compleja relación entre derechos
políticos y libertad. El financiamiento no
constituía un problema, dadas la extrac-
ción social y la baja cantidad de estudiantes
que tenían éxito al subir la empinada esca-
lera de la educación formal.
Es en la década de 1940 cuando se em-
pieza a sostener que la universidad públi-
ca es un servicio que el Estado debe dis-
poner para toda la sociedad con los im-
puestos que pagan los ciudadanos. El 22
de noviembre de 1949, el entonces Pre-
sidente de la Nación, Juan D. Perón, fir-
mó y promulgó el Decreto Nº 29.337 de
gratuidad de la enseñanza universitaria.
Desde esa fecha todas las universidades
nacionales suprimieron el arancel. Desde
el punto de vista legal, fue la Ley Taiana
(20.654/74) la que reunió las banderas re-
formistas (autonomía, libertad de cátedra
y cogobierno) con la gratuidad. Habiendo
sido interrumpida la continuidad institu-
cional por la dictadura militar, el gobier-
no de Raúl Alfonsín repuso la vigencia de
los cuatro principios. La presidencia de
Carlos Menem, a su vez, dictó una Ley
de Educación Superior (24.521/95) que
abrió la posibilidad de su arancelamiento
y mercantilización, acorde con las direc-
tivas del Banco Mundial (BM), el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y el
Fondo Monetario Internacional (FMI)
en el marco de la instalación de las políti-
cas monetaristas, la libertad de mercado
y la reducción del sector público. La polí-
tica educativa, entonces, fue invadida por
economistas neoliberales.
En la Convención Constituyente de
1994 hubo una histórica disputa sobre
el alcance de los términos “igualdad” y
“equidad”, en relación a la educación. Con
fuerte presión de delegados del BM en el
lugar, el bloque oficialista logró que se
inscribieran aquellos términos de mane-
ra vinculante: la gratuidad quedó subor-
dinada a la arbitrariedad de la definición
circunstancial de equidad. El ministro de
Educación del gobierno de Menem, Jorge
Rodríguez, declaró que la gratuidad debía
sostenerse para los tres niveles escolares
y la formación docente, pero no para la
universidad dado que a ésta concurren los
sectores de mayores ingresos (1).
Contra la gratuidad
Es importante advertir que los principios
de política universitaria impuestos por los
organismos internacionales encontraron
un terreno fértil en la clase alta argentina,
los liberales a ultranza, las corporaciones
profesionales conservadoras, la prensa de
derecha, quienes eran (y siguen siendo)
adversos a la democratización de la edu-
cación universitaria. Sus razones no son
exclusivamente económicas sino fuer-
temente ideológicas. Los argumentos de
entonces y de ahora son semejantes, su-
mándose en el escenario actual corpora-
Suplemento
mayo
2018
ciones empresariales interesadas en el
negocio de la educación, que está en ple-
no crecimiento como parte del proceso
de concentración global del capital. Los
considerandos principales del rechazo a
la gratuidad son:
• La educación es un bien y no un de-
recho. Y no es un bien social sino privado.
Su carácter es individual y no social. Los
sujetos de la apropiación de los benefi-
cios de la educación universitaria son los
individuos, y no se reconocen sus efectos
en la sociedad.
• La apropiación no puede responder a
la lógica de la igualdad sino a la de la equi-
dad y la equidad se asegura si los indivi-
duos que se apropian de la “renta educati-
va” pagan un arancel a cambio de los ser-
vicios educativos que reciben. Por lo tan-
to, deben ser los individuos quienes finan-
cien su educación universitaria.
• Su distribución debe determinarse
por criterios meritocráticos. El Estado de-
be intervenir para seleccionar a los más ap-
tos mediante evaluaciones durante y al tér-
mino de los niveles de educación obligato-
ria, de ingreso a las universidades y de ma-
triculación profesional. Debe darse priori-
dad al financiamiento de potenciales talen-
tos, antes que a amplios sectores sociales.
• Calidad y cantidad son términos mu-
tuamente excluyentes.
• El principio de libre juego de la ofer-
ta y la demanda en la educación permitirá
formar la cantidad y el tipo de profesiona-
les que demande el mercado, de modo de
cumplir una asignación de recursos efi-
ciente. La desocupación o subocupación
de profesionales demuestran que hay que
limitar el número de universitarios.
• La gratuidad de la universidad pú-
blica atenta contra la libre elección de los
individuos entre la oferta pública y la pri-
vada; y contra el principio de libre com-
petencia entre los proveedores públicos y
privados de educación.
• La libre competencia asegurará la
mejora de la calidad de los docentes.
• Los costos sociales disminuyen si los in-
dividuos se hacen cargo de las consecuen-
cias de su elección.
• La gestión educativa privada es siem-
pre más eficiente que la pública (se usan
como indicadores el cociente entre la can-
tidad de graduados y la matrícula total, o
bien el gasto por graduado, comparando
entre universidades públicas y privadas y
entre países).
• Quien elige una universidad privada es
objeto de una doble imposición tributaria.
En síntesis: el carácter público, gratui-
to y masivo de la educación pública atenta
contra los principios de la teoría neoclá- d
 II | La educación en debate #60 Arancelamiento universitario: ¿un debate superado?
d sica: la equidad queda asegurada si quie-
nes se apropian de la “renta educativa” pa-
gan un arancel a cambio de los servicios
educativos que reciben; la asignación óp-
tima de recursos se alcanza cuando, consi-
derando la inversión educativa un gasto y
no un derecho, se establecen mecanismos
de retorno de la dotación inicial y se regis-
tran ganancias. La libertad de elección re-
quiere la derogación de todas las normas,
reglamentaciones y prácticas de las na-
ciones y las universidades hasta lograr la
libre circulación del mercado mundial de
la educación superior. Esa postura es im-
puesta por la Organización Mundial del
Comercio (OMC) y por la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Econó-
micos (OCDE) a los países miembros.
Derribar mitos
Los argumentos neoliberales son pre-
sentados como evidencias provenientes
de un discurso supuesto como científi-
co que no tiene en cuenta hechos rele-
vantes en países ricos, donde el aran-
celamiento universitario acarrea cre-
cientes problemas. En Estados Unidos,
por ejemplo, el endeudamiento de las
familias que toman préstamos para sol-
ventar la educación universitaria de sus
hijos aumentó un 70% en tres años, y la
emigración de estadounidenses hacia
universidades alemanas, que son gra-
tuitas, alcanzó el 20% (4.500 estudian-
tes). Mientras Alemania abolió el cobro
de matrícula tanto para estudiantes na-
cionales como extranjeros, la deuda es-
tudiantil en Estados Unidos llegó a 1,3
billones de dólares y el 70% de los estu-
diantes se gradúa con una deuda cercana
a los 30 mil dólares. Como consecuencia
están creciendo colectivos como el De-
bt Collective, que resisten al pago de los
préstamos para el financiamiento de los
estudios universitarios (2).
También resulta importante obser-
var la experiencia chilena. En 2014, Mi-
chelle Bachelet llegó a la Presidencia
de Chile derrotando a su predecesor y
candidato de la derecha Sebastián Piñe-
ra. El triunfo de Bachelet fue impulsa-
do especialmente por el movimiento de
una clase media asfixiada por las deudas
contraídas con las entidades financieras
para pagar el arancel universitario. El
entonces derrotado Piñera ganó las úl-
timas elecciones en marzo de 2018, de-
rrotando al candidato oficial, pero com-
prometiéndose a sostener la gratuidad
de las universidades públicas.
El arancelamiento en los estudios su-
periores, lejos de solucionar el financia-
miento de la educación, produce serios
problemas que afectan tanto a la reten-
ción y graduación de los alumnos como
a la vida de las familias y la comunidad:
sus consecuencias no son solamente in-
dividuales sino sociales.
En el caso argentino también deben
tenerse en cuenta una cultura y una tra-
dición por las cuales las universidades
públicas son gratuitas. El país se ha visto
beneficiado por una mayor cantidad de
estudiantes y profesionales provenien-
tes de sectores medios y populares. Ello
aporta a un clima cultural más democrá-
tico en las universidades. No está de más
subrayar que la imposición de un aran-
cel no mejoraría los bajos porcentajes de
graduación. Estos tienen un origen com-
plejo, socioeconómico y pedagógico, que
afecta a muchas universidades, no sola-
mente argentinas, y ha sido insuficiente-
mente estudiado.
Ocultando la evidencia de las distin-
tas condiciones económico-sociales
como punto de partida (que incluye ha-
ber tenido un acceso desigual a los ni-
Giacomo Balla, Compenetración iridiscente Nº 14, 1912
veles de educación obligatoria), se disi-
mula que la suspensión de la gratuidad
dejaría automáticamente fuera de los
estudios superiores a una proporción
de estudiantes cuantitativa y cualita-
tivamente significativa. Ese hecho es
una preocupación para quienes aspira-
mos a que todos los jóvenes que termi-
nan la educación secundaria tengan la
posibilidad de ingresar a las universi-
dades. Lo contrario ocurre con quienes
prefieren que las profesiones sean re-
guladas por arcaicos colegios de corte
corporativo, y que, comprometidos con
las variables de la dependencia, des-
echan los aportes nacionales al conoci-
miento científico-tecnológico.
Detengámonos en la postura que sos-
tiene que la idea democrática de derecho
supone la igualdad entre los hombres.
(3). Otras nociones, como la de inclusión
y la de mérito, disociadas de aquella no-
ción de derecho, dejan a esta última en
un lugar subordinado. Si es evidente que
el Estado está obligado a garantizar la
gratuidad de la educación que estable-
ció como obligatoria, podría argüirse
su desvinculación al respecto de la edu-
cación superior, no obligatoria. Pero en
cuanto derecho universal, su aplicación
no puede ser excluida del nivel supe-
rior. Hacerlo, produciría una brecha en
la sociedad y eliminaría la posibilidad de
conformar la “esfera pública”. Esta, co-
mo espacio de múltiples intercambios,
es negada si no actúa el Estado “para
fortalecer el papel de la democracia en
el capitalismo, interviniendo para ami-
norar las tendencias estructurales de la
desigualdad social” (4).
Si el Estado asume ese rol, deberá ga-
rantizar el acceso igualitario, siendo la
equidad una cualidad subordinada. En
este caso no se excluyen programas foca-
lizados, como las becas y la formación de
talentos, pero serán secundarios respecto
a los que abarcan al conjunto, en el marco
de una adecuada planificación. El limita-
do alcance de los programas focalizados
se suele intentar justificar como aporte a
la equidad. De manera publicitaria se ex-
ponen éxitos de fundaciones o sujetos pri-
vados en acciones educativas sobre gru-
pos considerados vulnerables, confron-
tándolas con la supuesta “ineficiencia” de
políticas públicas de alcance masivo.
Hemos mencionado que la opinión
negativa respecto a la gratuidad reclama
contra una supuesta doble imposición
tributaria, que marcaría la desigualdad
en desmedro de los que deciden (y pue-
den) pagar un arancel en una universi-
dad privada, a la vez que deben abonar
tributos que concurren a financiar la
educación pública de otros. Nuevamen-
te actúan las premisas a las que nos he-
mos referido: se trata de reconocer o in-
validar que la educación superior tiene
efectos sobre el conjunto de la sociedad,
tanto mediante la formación de los pro-
fesionales y técnicos, de la investigación,
de desarrollos tecnológicos e innovacio-
nes, como en la difusión social de la cul-
tura. Por otra parte, la elección de con-
currir a un establecimiento educativo
privado en lugar de recibir el que le ase-
gura el Estado es una decisión personal
que no puede invalidar las obligaciones
del individuo con la sociedad; tampoco
su aporte a las prestaciones públicas de
las cuales es beneficiario.
Otra objeción sostiene que la educa-
ción superior estatal gratuita limita el
derecho a la libre elección por parte de
los individuos, pues establece diferen-
tes condiciones de acceso a las universi-
dades públicas y a las privadas, limitan-
do de ese modo la libertad de enseñar y
aprender. Una interpretación liberal de
este último precepto constitucional fue
la Ley Domingorena (14.557/58), que
autorizó a las universidades privadas
a emitir títulos habilitantes. El mismo
punto de vista debería reconocer que el
campo de la libertad se ensancha si exis-
te la opción gratuita. Por otra parte, nada
impide que una universidad privada de-
cida ser gratuita.
Carece de sentido discutir desde
abordajes técnicos las estrategias meri-
tocráticas de selección. Cualquiera que
sea su formato, no van dirigidas a me-
jorar la “calidad” de los universitarios,
sino a asegurar su selección de acuer-
do a las demandas del mercado y a la
reproducción de los privilegios. Estos
requieren desigualdades y distincio-
nes sociales que el acceso gratuito a la
universidad tiende a disminuir. En ese
sentido los medios de comunicación
monopólicos realizan una insistente
campaña a favor del arancelamiento y
otras medidas selectivas de la pobla-
ción universitaria (5).
Abordando la educación superior co-
mo derecho universal, sostenemos que
la instancia creada para atender al bien
común es el Estado. Las universidades
públicas son organismos autónomos y
autárquicos del Estado Nacional. Este
debe planificar la educación superior y
la investigación, en diálogo con la comu-
nidad universitaria y con otras represen-
taciones sociales, fortaleciendo el espa-
cio público. Los avances de la tecnología,
los cambios en las formas de comunica-
ción y el aprendizaje temprano de lógi-
cas avanzadas impactan sobre la organi-
zación de la educación mostrando la in-
consistencia del antagonismo calidad/
cantidad y de los cálculos basados en la
relación estudiantes/docentes, o ingre-
santes/graduados. La sociedad tiene an-
te sí las llaves para reconfigurar las uni-
versidades sobre las bases de derecho a
la educación y de dignidad social. La pe-
dagogía tiene una ardua labor que cum-
plir si se compromete con ello. g
1. Adriana Puiggrós, Volver a educar,
Buenos Aires, Ariel, 1995.
2. BBC, Los jóvenes que se niegan a pagar sus deudas
estudiantiles en Estados Unidos, 31 de marzo de 2013,
disponible en www. bbc.com/mundo/noticias
3. Eduardo Rinesi, Filosofía (y) política de la
universidad, Buenos Aires, UNGS, 2015.
4. Carlos Torres, Las secretas aventuras del
orden, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1996.
5. Alieto Guadagni, “Nuestra universidad
desperdicia recursos”, Clarín, 8 de mayo de 2016.
*Docente de la UNIPE, ex diputada de la Nación y ex
directora general de Cultura y Educación de la Provincia
de Buenos Aires.

Danya Tavela, secretaria de cas pertinentes y que a su vez sean flexi-
Políticas Universitarias bles, dinámicas e interdisciplinarias, que
Una
cuestión
saldada
por Diego Rosemberg*
D
esde que se recibió de conta-
dora y magíster en Finanzas
Públicas, Danya Tavela se de-
dicó a gestionar –en diversos
cargos– instituciones dedicadas a los es-
tudios superiores. Ahora está al frente
de la Secretaría de Políticas Universita-
rias de la Nación, el máximo organismo
del sector: “La sociedad argentina –dice
la funcionaria– consensuó un sistema
autónomo, de ingreso irrestricto y sin
arancelamiento, más allá de las distintas
representaciones ideológicas”.
En los últimos tiempos aparecieron
varios artículos cuestionando la gra-
tuidad universitaria. ¿Por qué el deba-
te resurge en este momento?
No es un problema de momentos. El fi-
nanciamiento de la educación superior
sufre una tensión en todo el mundo: la
inversión en el sector está acelerada res-
pecto al crecimiento de recursos de los
Estados. Hay un aumento de deman-
da de educación superior debido a una
economía que requiere conocimientos
y personas cada vez más calificadas. Eso
implica un crecimiento de la matrícu-
la universitaria: en América Latina, del
2000 para acá, se cuadriplicó.
Para usted, ¿cómo debe resolverse esa
tensión en Argentina?
No pasa por discutir la gratuidad. Si la
discutimos, retrocedemos. Argenti-
na tiene este tema saldado. Lo que hay
que discutir es cómo recuperamos los
valores de gestión y planificación de
manera que el sistema sea más susten-
table. El modelo de educación superior
que tenemos es heterogéneo, comple-
jo y elegido por el resto del mundo por
su calidad. Goza de altísimo consenso y
valoración social, lo tenemos que acom-
pañar con una gestión transparente, efi-
caz, con diagnosticar los problemas y
ver cómo se abordan.
Usted dice que goza de prestigio, pe-
ro quienes proponen el arancela-
miento lo hacen en nombre de una
supuesta decadencia educativa.
Esos discursos se contrastan con la reali-
dad. Ahora, no cabe duda que el sistema
universitario debe entender los cambios
que vive el mundo. El nuevo joven por
ahí no llega con saberes y habilidades
propias del sistema anterior pero vie-
ne con un montón de información que
quizá no logra transformar en conoci-
miento. Además, las profesiones en que
se forma tendrán un montón de cambios
mientras aún las esté estudiando. Es tan
vertiginoso que pensar en proyectar una
profesión a siete años es un absurdo. El
desafío es generar propuestas académi-
doten de herramientas para adaptarse y
actuar en ese cambio constante.
¿La educación universitaria es un bien
o un derecho?
Es un derecho, pero también es un acti-
vo del país. Hay un beneficio social, esa
es otra discusión saldada a nivel mundial.
Si está claro que es un activo social,
¿por qué la discusión por el presupues-
to es tan ardua?
Porque los países tienen ingresos de ma-
nera limitada. La discusión está al inte-
rior del sistema, ver cómo se gestiona
ese presupuesto y cómo obtiene un me-
jor rendimiento en función de los resul-
tados a obtener: generar conocimiento,
formar personas y alcanzar alto grado
de excelencia en esa formación. Todas
las acciones tienen que tender a la inclu-
sión y la calidad, dos conceptos que no
deben ser contrapuestos. La discusión
no es cómo financiar: una cosa es garan-
tizar el acceso y otra la permanencia, el
progreso y la graduación.
Por primera vez, Argentina tiene un
presidente y la mayor parte de su gabi-
nete que son egresados de una univer-
sidad privada. ¿Cómo repercute eso en
la gestión de la política universitaria?
El recorrido individual debe quedar en
la puerta del Ministerio. Soy hija de la
educación pública y si no hubiese exis-
tido no hubiera tenido la posibilidad de
estudiar. El presidente no tiene una po-
sición antigratuidad.
¿Tampoco de medidas sutiles,
arancelamientos indirectos o cupos?
No, eso tiene que ver con la autonomía de
cada casa de estudio. No las propiciamos.
Al revés, tomamos medidas para la inclu-
sión de jóvenes con vulnerabilidad eco-
nómica: modificamos el sistema de be-
cas para incentivar el ingreso a carreras
prioritarias que demanda el país y, ade-
más, el progreso del estudiante. Creamos
el programa Nexos, orientado a garanti-
zar saberes y habilidades en los jóvenes
que culminan la escuela secundaria y no
tienen incorporadas determinadas capa-
cidades para insertarse a la universidad.
A lo largo del último siglo, la universi-
dad fue avanzando en sus políticas de
inclusión. ¿La tendencia continuará
hacia posgrados gratuitos?
No, la escasez de recursos públicos hace
que avanzar en la gratuidad del posgra-
do sea dificultoso. Sería deseable, pero
habría que generar más presión tributa-
ria y Argentina está en un límite. Hoy no
es viable dar esa discusión. Pero la ma-
yoría de las instituciones tienen políticas
para que sus graduados y docentes ten-
gan bajos costos en sus posgrados.
¿Qué opina del fallido proyecto del
diputado oficialista Luis Petri que
promovía el cobro de aranceles para
estudiantes extranjeros?
Hubo una confusión, los estudiantes
extranjeros en Argentina representan
un número muy pequeño respecto de la
matrícula total. Además, el 97% de ellos
son residentes, con lo cual pagan im-
puestos y sostienen la educación supe-
rior que reciben. Él estaba convencido,
de buena fe, que era un problema. Son
mitos que se instalan. En la mayoría de
los casos falta información. g
*Editor de La educación en debate.
LA TENTACIÓN DE LAS SOLUCIONES CORTOPLACISTAS
¿Qué estamos
discutiendo?
por Adrián Cannellotto*
L
a discusión sobre el arance-
lamiento evidencia el carác-
ter político de una construc-
ción histórica que hoy es una
marca identitaria del sistema univer-
sitario en Argentina. Cada vez que se
reaviva este debate, se transparenta
una disputa en torno a modelos de
país diferentes que pujan por encon-
trar sus moldes institucionales.
La actual discusión se da en me-
dio de un proceso de democratiza-
ción de la educación básica, con la
incorporación de la obligatoriedad
del último tramo de la secundaria,
que ayuda a incrementar la partici-
pación de jóvenes en la educación
superior. Los estudiantes en el sis-
tema universitario público crecie-
ron, entre 2006 y 2015, un 19,7%.
En el mismo período, la cantidad de
nuevos inscriptos trepó un 27% y los
egresados aumentaron un 47%. A su
vez, la brecha de participación en-
tre estudiantes ricos y pobres en la
universidad se redujo de 4 a 1 en los
años 90, a 1,5 a 1 en 2014.
Para comprender el alcance de la
decisión política sobre la gratuidad
en el nivel superior no basta con re-
cordar que quedó establecida por el
Decreto 29.337 que, en 1949, esta-
bleció la suspensión del cobro de los
aranceles universitarios. Su espíritu
se inscribe en un contexto de época
plasmado en un conjunto de norma-
tivas: la sanción de la Ley Universi-
taria 13.031 de 1947 y la Constitución
reformada de 1949 –donde se defi-
nen los sentidos y se atribuyen fun-
ciones a la universidad–, el Decreto
4.493 de 1952, con el que se suspen-
día el cobro de aranceles a “estu-
diantes de segunda enseñanza, del
profesorado e institutos especiales,
tanto oficiales como adscriptos, con
alcance a los estudiantes libres”, el
Segundo Plan Quinquenal de 1953 y
la Ley Universitaria 14.297 de 1954.
En todos se aseguraba la gratuidad.
Con ese andamiaje, el peronismo
–al frente de un Estado que se con-
cebía como planificador–buscaba
ampliar el acceso a la educación en
general y a transformar la realidad
universitaria de cara a un nuevo pro-
yecto de país. Con el reemplazo de la
Ley Avellaneda, en ese momento to-
davía vigente, y con la posterior Ley
de 1954, se hacía patente que la uni-
versidad debía organizarse para dar
respuestas a un modelo productivo
de industrialización. Para lograrlo
se destacó el rol central de la forma-
ción y la investigación universitaria
para el desarrollo científico y tecno-
lógico de Argentina, así como para
el cultivo de la “conciencia nacional
histórica”, ambos destinados a supe-
rar la situación de dependencia. En-
tre sus funciones, se subrayaban el
“sentido social” de la universidad y
La educación en debate | III
su rol en “la difusión de la cultura pa-
ra el prestigio y engrandecimiento de
la Nación”. Aunque no se modificaban
sustancialmente cuestiones relativas
al gobierno universitario, se señalaba
la importancia de contar con un cuer-
po docente de dedicación exclusiva.
La actual democratización educa-
tiva genera disputas en torno al sen-
tido que la orienta, su alcance y finan-
ciamiento. Ante esto, el debate por el
arancelamiento ingresa en un momen-
to político en el cual hay una fuerte
tentación de encontrar en la selectivi-
dad y privatización, junto a enlatados
tecnológicos y a una estrecha idea de
profesionalismo (estrictamente ligada
a las demandas laborales), soluciones
simplificadoras y cortoplacistas.
Ante las dificultades en materia de
enseñanza y aprendizaje, de perma-
nencia y de egreso en los distintos ni-
veles, que son una buena parte de los
problemas que enfrentamos, el aran-
celamiento universitario no ofrece
soluciones. La gratuidad, en cambio,
requiere ser acompañada y comple-
mentada con políticas públicas capa-
ces de articular inversión y asigna-
ción de recursos con intervenciones
sistémicas y en conjunto con las ins-
tituciones involucradas.
Y entonces, ¿qué estamos discu-
tiendo?: el conocimiento, a diferencia
del dinero y de los bienes, no se puede
distribuir. Tampoco puede comprar-
se hecho. Por el contrario, requiere
de un otro capaz de involucrarse, de
contribuir en el proceso de aprendi-
zaje. Para eso se necesitan condicio-
nes socioeconómicas, sistémicas y
pedagógicas en las que los gobiernos y
las instituciones estatales deben enfo-
carse, incrementando sus inversiones
y diversificando sus estrategias. Las
condiciones socioeconómicas impac-
tan en el capital cultural y relacional
que un estudiante pone en juego en su
formación. No es una novedad que las
desigualdades operan fuerte en socie-
dades con niveles de fragmentación
como la nuestra, incidiendo en lo edu-
cativo. Hay condiciones sistémicas, lo
que supone problemas no resueltos
en la apropiación de conocimientos
por parte de los estudiantes. Estos se
arrastran de otros niveles, impactan-
do sobre las elecciones y los desem-
peños. Finalmente, atender a los es-
tudiantes universitarios demanda ca-
pacidad institucional para asumir las
condiciones pedagógicas como una
tarea. Es algo que se viene haciendo y
requiere tiempo. Allí anida la posibi-
lidad de problematizar los modos de
transmisión de los conocimientos y la
construcción del oficio de investiga-
dor, realizando de manera efectiva la
incorporación de muchos más estu-
diantes al ethos universitario. g
*Rector de la UNIPE.
 IV | La educación en debate #60 Arancelamiento universitario: ¿un debate superado?

Santiago Gándara, gremialista mación de grado, sin embargo, sería difí- Josefina Mendoza, ¿La masividad afecta la calidad?
cil de arancelar porque “todos sospechan estudiante y diputada Hoy tenemos un gran inconveniente:

“Un
que se produciría un enorme rechazo y apenas uno de cada diez argentinos lle-
una enorme movilización”. Y ejempli- ga a la universidad. Esto tiene que ver
fica: “El 12 de mayo de 2016 se hizo una
Integrar a los con una crisis estructural del sistema

rechazo
movilización gigantesca docente-estu- educativo. No podemos hablar de masi-
diantil, que tenía que ver con reclamos vidad cuando el 50% de los jóvenes de-
por la paritaria pero también con la de-
de afuera serta del secundario, y cuando los que lo

enorme”
fensa de la universidad ante la sospecha terminan no tienen demasiadas herra-
de que se avanzaba con alguna forma de mientas para sostenerse dentro del sis-
arancelamiento. Fue casi una especie de tema universitario. En los últimos años,

E
acción precautoria, porque no había na- n 2016, Josefina Mendoza se muchas universidades, incluso la UBA,
por Diego Herrera* da en los papeles”. convirtió en la primera mujer tuvieron que dictar cursos de lectocom-
Para el docente, quienes afirman que al frente de la Federación Uni- prensión.
la gratuidad universitaria hace que los versitaria Argentina (FUA).

“
Sin querer ser alarmista, están co- que menos tienen les paguen los estu- Estudiante de Relaciones Internacio- Algunos dicen que los que menos tie-
rriendo peligro una gran cantidad dios a aquellos de mayores recursos ol- nales de la Universidad del Centro de la nen pagan los estudios de los que más
de conquistas y derechos de los vidan algo importante: “Los sectores Provincia de Buenos Aires, aun le restan tienen. ¿Es así?
trabajadores y del pueblo en gene- populares o medios bajos quedan fuera unos finales para recibirse. Pero no pa- En general todos los argentinos finan-
ral. En ese sentido, uno no puede dejar de la universidad no porque otros ocu- rece una tarea sencilla. Desde finales de ciamos la universidad pública hasta
de pensar que también puede estar en pen su lugar, sino porque hay un sistema 2017, con sólo 25 años, protagoniza un cuando compramos una Coca en un
riesgo el derecho a la educación pública educativo completamente desigual. Lo nuevo hito: es la diputada (UCR) más kiosco. Esto tiene más que ver con una
y gratuita, en general, y a la universidad que se menciona con la fórmula de ‘bre- joven desde que retornó la democracia concepción de lo público y con que to-
pública y gratuita, en particular”, sos- cha educativa’ es un pozo que hace que al país. dos aportamos a ese sistema al que to-
tiene Santiago Gándara, docente uni- muchos sectores no puedan acceder al dos deberíamos poder acceder. El pro-
versitario y secretario de Prensa y Co- sistema universitario”. La contraposi- ¿Corre peligro la gratuidad? blema no está en quién lo sustenta sino
municación de la Asociación Gremial ción masividad/calidad, por otra parte, Creo que no. Hay discusiones que sur- en por qué aquellos sectores menos fa-
Docente de la Universidad de Buenos le resulta absurda: “Son contradictorias gen periódicamente, como con el te- vorecidos no llegan a la universidad.
Aires. “No es casual que en momentos sólo en el caso de que no se ponga pre- ma del cobro de un arancel a los ex-
de crisis reaparezca la cuestión de si la supuesto. Lo que conspira no es la ma- tranjeros. También es cierto que salie- Hay federaciones estudiantiles que
universidad debe ser gratuita, como si sividad, sino que no se destine presu- ron varios editoriales en ese sentido desconfían de una presidenta de la
se tratara de un servicio educativo y no puesto para que en lugar de haber una en diarios de tirada importante. Sin FUA que es parte de una alianza que
de un derecho conquistado. En 1999, el comisión de 80 o 100 alumnos haya dos embargo, el sistema universitario no tiene dirigentes que se pronuncian
entonces ministro de Economía López o tres comisiones. Cualquier docente pone en discusión la gratuidad. Fue contra la gratuidad o que no están
Murphy quiso avanzar con el arancela- sabe que si hay mejores condiciones de una conquista histórica de la universi- identificados con la defensa de la edu-
miento de la universidad y esto produjo trabajo y mejores condiciones de apren- dad argentina y ha sido faro para Lati- cación pública.
una gigantesca movilización que hizo dizaje, el resultado educativo es mucho noamérica y el mundo. No estoy segura de que sean federa-
que durara poco más de dos semanas en mejor. Los que piensan que el proble- ciones, sí que son fuerzas políticas que
el cargo”, recuerda. ma es la masividad están pensando en la ¿Cuál es tu opinión sobre el proyecto componen algunas federaciones. Perte-
Según Gándara, ya en 1995 la Ley de vieja universidad aristocrática. Los es- que intentó impulsar el diputado Luis necemos a espacios políticos distintos
Educación Superior introdujo formas tudios universitarios deberían ser cada Petri (UCR) para que los extranjeros y tenemos plena libertad para cuestio-
solapadas de arancelamiento en la uni- vez más universales”. g paguen la universidad pública? nar o dudar del proyecto educativo del
versidad pública: “Se ha naturalizado Restringir el acceso a la universidad partido al que no pertenecemos. Podrá
que los posgrados sean pagos, y en algu- *Licenciado en Ciencias de la Comunicación de otro país iría contra nuestra histo- haber diferencias respecto a temas pun-
nas facultades son muy costosos”. La for- e integrante del equipo editorial UNIPE. ria, nuestra tradición y nuestra Cons- tuales, pero de ningún modo creo que
titución. Estoy convencida de que esos estén en riesgo ni la educación pública
estudiantes vienen a Argentina por el ni la universidad pública.
prestigio que tienen nuestras univer-
sidades y eso las jerarquiza. Incluso, se Un rasgo de excepcionalidad es que sos
Saber para qué generan beneficios ligados con la inte- al mismo tiempo diputada y presiden-
gración y el intercambio cultural. Hay ta de la FUA. ¿Estás dispuesta a seguir
“Creemos que está en riesgo la perspectiva de la universidad como derecho. El contex- muchos mitos sobre el acceso de estu- defendiendo la gratuidad más allá de
to general de ajuste económico y el ataque a la escuela pública son formas indirectas de diantes extranjeros. Se dice que no pa- las posiciones que puedan tener otros
afectarla. Aunque hoy no existe un marco social que se lo permita. Más allá del tema de la gan la universidad, pero cuando una dirigentes de tu fuerza política?
gratuidad, el gobierno reactiva un conjunto de mecanismos que implican la introducción persona vive al menos cuatro años en el Por supuesto. Es uno de los principios
de diferenciaciones al interior del sistema universitario basadas en cercanías políticas de país paga los impuestos y eso hace que por los cuales hago política. Me formé
los rectores con las autoridades nacionales. También se impulsan líneas de investigación se sustente el sistema. Otro mito es que defendiendo una mejor universidad
conectadas con ciertos centros internacionales de producción de conocimiento en per- extranjeros les quitan el lugar a los ar- pública. Todavía hay muchísimo que
juicio de otras más orientadas al desarrollo autónomo y a las necesidades sociales” . (Fe- gentinos. La realidad es que si hoy mu- hacer, sobre todo para integrar a los que
derico Montero, secretario de Organización de Conadu y secretario general de la Gremial chos argentinos no están en la universi- aún no están dentro del sistema. g
Docente de la UBA –Feduba–) dad es porque no generamos las condi-
ciones para que lleguen todos. D.H.

Staff
UNIPE: Universidad
Pedagógica Nacional

Rector
Adrián Cannellotto

Vicerrector
Carlos G.A. Rodríguez

Editorial Universitaria

Directora editorial
María Teresa D’ Meza

Editor de La educación en debate

Diego Rosemberg

Redactor
Diego Herrera