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Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

ACERCA DE LOS PROBLEMAS DE "MÉTODO" EN EL CAPITAL


Author(s): Etienne Balibar
Source: Investigación Económica, Vol. 40, No. 155, EL METODO EN LA ECONOMIA (
ENERO-MARZO 1981), pp. 43-71
Published by: Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
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Accessed: 28-12-2015 02:46 UTC

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InvestigaciónEconómica 1553 enero-marzode 1981, pp. 43-71

ACERCA DE LOS PROBLEMAS DE "MÉTODO"


EN EL CAPITAL

Etienne Balibar

Que quede claro que en este espacio restringido no se trata de de-


sarrollar el tema de una manera exhaustiva. En cierto sentido, esto
resulta una ventaja porque nos impide dar la impresión de un sistema
acabado, al que sólo le faltaría su desarrollo y aplicación. Lo peor
sería creer que las "generalidades" del materialismo histórico pueden,
como tales, substituir al análisis concreto, como se ve muy a menudo.
Aquí se trata más bien de dar la idea de un punto de partida que
permita considerar al materialismo histórico como una problemática
teórica en la cual los conceptos abstractos y las tesis de principio no
tienen todavía, por sí mismas, un valor de conocimiento científico (u
objetivo). Este valor lo reciben, de manera desigual, progresiva y a
veces contradictoria - lo que no quiere decir ilusoria - desde el mo-
mento en que están inscritas en tin proceso de análisis necesariamente
complejo. Posteriormente regresaremos a esto.

1. Sobre el esquema "base-superestructura"

La exposición se dividirá, a la manera tradicional, en dos partes. La


primera versará esencialmente sobre los principios del "análisis econó-
mico" marxista del Estado (aunque por el momento nos reservamos
la cuestión de saber si se puede hablar de una "teoría marxista del
Estado").
Las dos partes son evidentemente complementarias, lo cual debe
tomarse en consideración desde la primera parte (la cual se centra so-
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bre el estatus histórico de las "leyes de estructura del modo de produc-


ción capitalista", objeto principal del análisis de Marx).
Nosotros estuvimos acostumbrados, primeramente por la referencia
constante que hace Marx, a la idea de una "crítica de la economía polí-
tica" y después, por las peripecias de la "crítica del economismo" en
el seno mismo de la tradición marxista, a considerar que el objeto del
materialismo histórico no es ni una simple yuxtaposición del dominio
de los fenómenos económicos y del dominio de los fenómenos políticos,
ni a fortiori un análisis económico que permita reducir súbitamente
los fenómenos políticos a su esencia económica o a su determinación
"material". Es un proceso complejo que abarca al mismo tiempo estos
diferentes aspectos (como tantos otros de la "lucha de clases") y que
obliga de esta manera a rectificar las definiciones en boga sobre las
mismas, aun cuando el orden del análisis y de la exposición teórica
conduzca a proceder por abstracciones sucesivas. De todas maneras,
aun admitiendo este punto de vista de manera general, no dispone-
mos, sin embargo, de un método perfectamente claro que nos permita
identificar y articular entre sí los aspectos o las determinaciones his-
tóricas diferentes de la lucha de clases. Aquí se tratará, hoy, de bus-
car y explicar el por qué.
El problema (del todo formal aún) tratado aquí se presenta de
diferentes maneras en la tradición teórica marxista: en particular por
la distinción de la base o estructura y de la superestructura (cf. Marx,
Prefacio de la Contribución a la Crítica de la Economía Política).
Esta distinción funciona sobre una referencia triple:
a) referencia filosófica, en la medida en que Marx identifica esta
distinción de la base y de la superestructura con la de un "ser social"
y de la "conciencia social", y por tanto con una diferencia de materia-
lidad - si no de realidad - y con un orden de causalidad (puesto que
es el movimiento autónomo de la base el que es determinante en últi-
ma instancia, no interviniendo la superestructura sino en las condicio-
nes y los límites fijados por la base, aunque su distinción real o su
autonomía relativa se refleje por los desajustes característicos: "re-
traso de la conciencia", o por el contrario "aceleración del cambio
revolucionario" que se hace necesario por la madurez de las contradic-
ciones de la base) ;
b) referencia política en la medida en que esta "topía" (Althusser)
permite localizar en el campo de la lucha de clases el punto de inser-
ción de la teoría revolucionaria y el de la política proletaria al mismo

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tiempo. Aquí tenemos, pues, dos movimientos correlativos. Por una


parte, la teoría, que tiene como propósito analizar al movimiento de
conjunto de las formaciones sociales, es decir el "todo" de las relacio-
nes sociales que las constituyen, ella misma, situada en este movimiento
a nivel de la superestructura ideológica, como un producto de las con-
tradicciones que en ella se reflejan: podríamos interpretar esta tesis
como la afirmación de que el conocimiento científico mismo está de-
terminado en su constitución y sus efectos por un "punto de vista de
clase" interno. Por otra parte, la política proletaria (con todas las
cuestiones de organización y de estrategia que de ella dependen) está
enraizada en el movimiento de la base (primordialmente por la natura-
leza de sus "sujetos", los trabajadores-productores, sometidos a la ex-
plotación, que tienden a la supresión de los antagonismos de clases) ;
pero la política proletaria no puede alcanzar sus objetivos sino al de-
venir en lucha política a nivel del Estado, es decir, lucha "general"
que abarque todas las clases sociales y todas las condiciones de fun-
cionamiento de la sociedad de clases. En este sentido, la distinción de
la "estructura" y de la "superestructura" no tiene solamente como
función localizar una causalidad o una determinación ya que expresa
también (de manera crítica) una reflexión sobre el poder y sobre las
condiciones de su apropiación: el poder político no existe ni por él
mismo ni para él mismo (la "realidad" del poder son las relaciones
de dominación económica), pero se organiza necesariamente a dis-
tancia de la esfera puramente económica, y es a nivel del Estado
donde se "adopta" o se "invierte" el poder;
c) referencia metodológica finalmente, o más bien, analítica, en la
medida en que el esquema estructura-superestructura comprende ya,
a la vez, una cierta "complejidad" teórica y la indicación de una ten-
dencia histórica determinada. Formalmente, la complejidad del es-
quema viene de que cada uno de los dos niveles se desdobla y se pre-
senta como el lugar de contradicciones entre las que se establece un
juego de correspondencias. La "base" o "estructura" se conceptualiza
como la unidad de "fuerzas productivas" humanas (o mejor dicho
sociales), dotadas de una dinámica propia y de "relaciones de pro-
ducción' que fijan la distribución de los medios de producción, la or-
ganización del proceso de trabajo , la división social del trabajo y por
tanto la apropiación y la utilización de sus productos. La "superestruc-
tura" está conceptualizada como la unidad de una instancia social
jurídico-política (Estado y formas de propiedad, es decir, todo el sis-
tema jurídico en que reposa la distinción entre las esferas "pública"

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y "privada") y de "formas ideológicas" (presentadas como formas


de la conciencia social).
Cada una de estas dos unidades tiene un sentido en ella misma.
La primera unidad permite presentar el problema de las condiciones
históricas en las cuales las relaciones de producción dadas (sobre todo
las relaciones de clase de toda la historia conocida: esclavismo, servi-
dumbre, asalariado, capitalista) funcionan como "formas de desarrollo"
de las fuerzas productivas, o al contrario como "trabas" a su desarro-
llo. Por lo tanto permite presentar el problema de las relaciones his-
tóricas entre el antagonismo de clases y las contradicciones de la pro-
ducción social. La segunda unidad afirma que las formas ideológicas,
por ideales o espirituales que puedan parecer, son secretamente deter-
minadas por la política, y más precisamente, no existen sino en fun-
ción del Estado ; de una forma determinada de Estado. Dicho de otra
manera, a escala histórica las luchas ideológicas tienen por objetivo
la! conservación o la destrucción del poder político materializado en
una forma determinada de Estado.
La correspondencia que Marx establece entre estas dos unidades
permite a su vez interesantes desarrollos. Por una parte, ésta se pre-
senta como una escala ascendente en la que se pasa cada vez, de un
término determinante, a un término determinado: "fuerzas produc-
tivas", "relaciones de producción", "Estado (y derecho)", "ideología".
Este tránsito expresa, parece ser, la toma de posición materialista que
es inseparable de la problemática de la historia de la lucha de clases.
Pero, por otra parte, existe un juego de correspondencias más sutil:
entre los términos "medios" y los términos "extremos". Existe en efecto
una relación directa entre las relaciones de producción y las "formas
jurídico-políticas" , ya que éstas se presentan como la formalización (o
la "codificación") de la propiedad y del intercambio y como la cons-
trucción estatal que garantiza (por la fuerza) su estabilidad. De he-
- a contra-
cho, estos dos términos son indisociables, lo cual confirma
rio - la manera por la que, simultáneamente, dichas relaciones, serán
quebrantadas por el movimiento de transformación revolucionaria. No
es imposible descubrir igualmente la indicación de una corresponden-
cia pertinente entre los dos términos extremos, es decir la dinámica
de las fuerzas productivas y el movimiento de las formas ideológicas
en las cuales "los hombres toman conciencia del conflicto y lo llevan
hasta el fin": digamos que lo que las une, es su relación privilegiada
con el "conflicto histórico" cuyo movimiento la "topía" de Marx debe
permitir analizar, apareciendo con ello la dinámica de las fuerzas pro-

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ductivas como la fuente última de ese movimiento, y el campo ideo-
lògico como el elemento dentro del cual se cristaliza bajo una "forma"
social activa (cf. las Tesis sobre Feuerbach. El 18 Brumário: "los hom-
bres hacen la historia Esta clase de fenómeno de eco o de reper-
cusión que se produce más allá de las estructuras "fijas" de la econo-
mía, del derecho y del Estado, es bastante difícil de interpretar desde
el momento en que uno rehusa una simple explicación antropológica
(en la que se trataría de la unidad de las facultades progresistas del
Hombre: el Trabajo, la Conciencia). De hecho esas estructuras des-
criben un problema político que Marx busca plantear: la unidad
dada de las relaciones de producción, del derecho y del Estado, señala
las estructuras materiales de dominación de la clase dominante (el
"lugar" en el que esta clase se constituye y se instala) mientras que
la unidad problemática de las fuerzas productivas y de la ideología
(yo digo unidad problemática porque las fuerzas productivas están en
principio sometidas en su "desarrollo" a las relaciones de producción
existentes, y porque "la ideología dominante es antes que todo la
ideología de la clase dominante") designa, ella, la conjunción poten-
cial de las fuerzas revolucionarias.
Como ya lo dije anteriormente, el esquema base/super estructura,
tal como fue formulado por Marx en 1859, comprende también un
segundo aspecto importante desde el punto de vista de sus potenciali-
dades analíticas: define el concepto de una tendencia histórica (note-
mos que a este nivel no puede hablarse de "ley", precisión importante
para distinguir la formulación de Marx de aquellas del positivismo del
siglo xix, si bien es verdad que en Marx hay aquí igualmente una
fuerte incidencia evolucionista). A este respecto el punto importante
es la liga que se establece entre a) la tesis, ya señalada, que atribuye
al desarrollo de las fuerzas productivas el papel dinámico y a las rela-
ciones de producción el papel de una estructura de "bloqueo" en la
"contradicción" interna a la estructura económica de la sociedad y b)
la "línea" de sucesión de las "formaciones sociales" en la historia de la
humanidad. Ello significa que el antagonismo característico de cada
formación social, él mismo fundado sobre la contradicción interna
del "modo de producción" correspondiente, debe ser pensado, en úl-
timo análisis, como el efecto o la manifestación de una tendencia uni-
versal, que atraviesa toda la historia de la humanidad y que expresa
la forma bajo la cual se desarrollan sus capacidades productivas. Volve-
remos a este punto más adelante.
Esta concepción lleva en sí consecuencias también muy problemá-

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ticas, sobre todo la idea de que, si el modo de producción capitalista


representa la "última forma histórica posible" de organización anta-
gonista de la producción (dicho de otra manera, el último modo de
producción que es al mismo tiempo un modo de explotación del tra-
bajo el cual da lugar a una división de la sociedad en clases) este mo-
do de producción no puede ser reemplazado sino por una organiza-
ción del trabajo social sin "relaciones de producción" en el sentido
estricto del término (definido por Marx como: "relaciones necesarias,
independientes de la voluntad de los hombres, en la producción social
de su existencia" ) ; una organización tal no sería otra cosa que la "libre
asociación de productores" (Manifiesto Comunista) que Marx iden-
tifica como "comunismo". ¿Tal vez algo bastante ideal?
Exponiendo de manera esquemática algunos de los rasgos sobre-
salientes y de los problemas que plantea el esquema "base/superestruc-
tura", que es la forma más clásica y la más precisa del "orden" de mi
exposición, he querido hacer percibir que esta división, la cual no
podemos rebasar, no es un cuadro neutro para la exposición de las
cuestiones del materialismo histórico. Por una parte, la división no
puede funcionar como una simple separación de "regiones" a explorar
una después de la otra. Y sobre todo, ella depende de una serie de
supuestos previos que son objeto precisamente del materialismo histó-
rico. De tal suerte que debemos examinar sus límites al mismo tiem-
po en que extraemos y desarrollamos ciertas consecuencias.

2. Crítica del materialismo histórico

Más brevemente, yo diría que el enfoque adoptado aquí con respecto


a la problemática del materialismo histórico es (o pretende ser) crí-
tico. Esta actitud parece la única posible en una coyuntura de nuevo
caracterizada hoy día por una "crisis del marxismo", una crisis desi-
gualmente sentida según el país, y explotada de manera diversa, pero
cuya realidad no puede ser desconocida. Varios indicadores permiten
pensar que esta crisis puede tener consecuencia mucho más profun-
das que las precedentes (o que las formas sobre las cuales se ha mani-
festado anteriormente, si retenemos la hipótesis de que las diferentes
"crisis del marxismo", después de la de los años 1890-1900 y la de los
años 1920-1930 hasta la crisis actual, tienen su raíz en contradicciones
comunes) tanto en lo que concierne a la economía teórica interna del
"marxismo" como en lo que concierne a su posición estratégico-teórica

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en el campo del "saber" contemporáneo. De todas maneras es impor-


tante precisar cómo se ha de entender aquí el término "crítico".
No se tratará de refutar que existen adquisiciones teóricas del mar-
xismo (o del materialismo histórico) que son verdaderamente irrever-
sibles sobre el plan mismo del conocimiento científico. Yo admito que
el materialismo histórico (concretamente la obra de Marx, Engels y
de numerosos sucesores que han hecho agregados y rectificaciones a
éstos, nos proporciona él conocimiento científico de aspectos determi-
nados del proceso histórico. Admito, en particular, la superioridad de
los procedimientos de análisis heredados de Marx, etc., para explicar
numerosos aspectos de la coyuntura histórica actual (por ejemplo las
causas "estructurales" de los fenómenos de crisis económica aparente-
mente paradójicos como la combinación de la inflación y de la rece-
sión; las divergencias que se manifiestan a este respecto entre los teó-
ricos marxistas nos parecen, por una parte al menos, de otra natura-
leza que aquella que les oponen a las diferentes escuelas de economis-
tas y de sociólogos académicos). En esta medida, admito también la
pertinencia científica de los principios a partir de los cuales se pro-
ducen dichos análisis. Pero este reconocimiento debe acompañarse
hoy día, me parece, de un cuestionamiento radical, sistemático, de por
qué razones estos principios, conceptos y procedimientos de análisis
han sido aceptados de hecho como evidentes en el uso que de ellos
hacen los "marxistas". Ninguna definición, ninguna tesis, ninguna de-
ducción puede ser considerada como "evidente" o tomada tal cual,
no importa la utilidad que haya prestado. Cada una debe ser objeto
de un examen crítico como el que se hace aquí. Por lo que a mí res-
pecta, considero que tal examen crítico no puede venir de una crítica
lógica (concerniente a la validez de los procedimientos de formación
de los enunciados y la coherencia de las tesis) aun si una crítica tal
es necesaria y últi. No puede tratarse tampoco de una simple confron-
tación empírica entre las tesis del materialismo histórico y los hechos
históricos; tomada de manera aislada, esta idea es mistificadora, por-
que los "hechos históricos" (comprendidos los hechos económicos) no
existen jamás independientemente de una construcción teórica. Se tra-
ta pues, de una crítica histórica. Entendamos por ello no sólo la sim-
ple tesis "historicista" (y no histórica) según la cual el materialismo
histórico es "relativo" a las circunstancias y a las ideas dominantes de
un tiempo determinado (que uno puede suponer hoy día lejano y por
tanto rebasado) sino también la necesidad de conocer tan precisa-
mente como sea posible las condiciones de producción del materialis-

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mo histórico y de cada una de sus tesis en particular. Tales condiciones
de producción son necesariamente complejas ya que nos remiten a la
vez a las "fuentes" o mejor dicho a los materiales teóricos e ideológicos
a partir de los cuales se ha constituido el materialismo histórico; a las
contradicciones internas que conllevan; a las transformaciones que Marx
y sus sucesores les han hecho sufrir; a los límites de esas transforma-
ciones; a las condiciones históricas y sobre todo, políticas en las cuales
se ha producido este proceso; a los cambios en las modalidades de
relación de la "teoría" a la "práctica" (sobre todo la práctica de las
luchas de clase organizadas del movimiento obrero) en las coyunturas
sucesivas, que modifican el sentido de enunciados aparentemente idén-
ticos. Aunque esta definición sea muy esquemática, sugiere ya que
una crítica tal deba presentarse en un sentido como una aplicación
crítica del marxismo a sí mismo (a su propia historia y a su propia
constitución teórica).
Sin discutir por sí mismo aquí este punto, que puede parecer muy
especulativo, yo diría que una aplicación tal no tiene nada que ver
en principio (aun si se trata de un peligro real que la acecha) con
la constitución de un "meta-marxismo" filosófico. Círculo vicioso lógico,
a condición de que la investigación sobre los supuestos del materialismo
histórico sea objeto de una verdadera investigación histórica, suscepti-
ble de aportarnos conocimientos nuevos, imprevistos, y no sea solamente
una glosa suplementaria de las tesis ya existentes en el marxismo a pro-
pósito de su propia constitución, cualquiera que sea el interés que se
tenga. Bajo estas condiciones, podemos esperar por una parte un me-
jor conocimiento de los límites teóricos del marxismo (a la vez aquellos
que se refieren a su carácter inacabado y contradicciones), y a aque-
llos que se refieren al carácter intrínsecamente limitado, "terminado",
como dice Althusser, de la teoría marxista como de toda teoría cien-
tífica; aquello que hace que el marxismo no es y no sea jamás una
"concepción del mundo" total y absoluta. Por otra parte, nosotros po-
demos esperar contribuir a la transformación del materialismo histó-
rico o de algunas de sus tesis que se refieran al análisis de las formas
actuales de la lucha de clases y que constituye la única forma auténtica
de resolución de la "crisis del marxismo". Ello significa que es imposi-
ble determinar en qué consiste esa famosa "adquisición científica" del
marxismo de la que para comenzar hemos admitido la realidad, sin
transformarlo (o rectificarlo). Por consiguiente, el reconocimiento crí-
tico de esta "adquisición" y de sus límites no podrá jamás tomar la
forma de una partición simple, de tipo positivista, en la cual se sepa-

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rarían en el seno de la construcción teórica existente por una parte ,
los elementos "sancionados" y del otro los elementos "fuera de uso",
debiéndose conservar unos y rechazar otros (esa actitud típica de la
práctica "revisionista" en el sentido preciso que le confiere ya Berns-
tein, no puede resolver los problemas de la "crisis del marxismo" ni
de su utilización productiva).
Sin entrar en el detalle de un análisis, aún parcial de las condicio-
nes de producción histórica del materialismo histórico, lo cual sería aquí
totalmente desmesurado, yo indicaré, sencillamente, lo que me parece
es uno de sus aspectos más importantes, al cual será de utilidad referirse
en el curso de estas exposiciones. Se trata de una relación entre la teo-
ría elaborada por Marx y la ideología socialista de su tiempo. Esta
relación no tiene la simplicidad que presenta el esquema sugerido por
Engels en el Anti Duhring cuando él define el tránsito del "socialismo
utópico" al "socialismo científico".1 Nosotros proponemos entre el ma-
terialismo histórico y la ideología socialista de su tiempo (ella misma
lejos de estar unificada) una relación más contradictoria: el materia-
lismo histórico coincide con la ideología socialista sobre puntos esen-
ciales. Sin embargo, tomado en su problemática de conjunto, y más
aún dentro de su tendencia, el materialismo histórico se distingue de
la ideología socialista. De ahí una serie de tesis en las cuales el sentido
y los efectos son profundamente inestables. Por ejemplo, la tesis del
Anti Duhring según la cual el materialismo histórico conferiría un esta-
tus científico al socialismo al proporcionarle una demostración econó-
mica de su necesidad. O aun la tesis de la Crítica del Programa de
Gotha que define las "dos fases sucesivas" de la "sociedad comunista"
a partir de las fórmulas del socialismo "utópico" concerniente a la re-
partición "justa" del producto social ("a cada uno según su trabajo",
"a cada uno según sus capacidades"). O aun las formulaciones de El
Capital, libro III, capítulos 25, 27, 36, las cuales al prevenirnos contra
"las ilusiones sobre el poder milagroso que se atribuye al crédito y a los
bancos de actuar en favor del socialismo", explican que las sociedades
1 O másexactamente la dobleevolución se producea partirde los grandessistemas"ra-
cionalistas
críticos"del socialismoutópico(Saint-Simon, Fourier,Owen); por una parte
evoluciónprogresivahaciael socialismo científico
(Marx),y por otraparteevolución regre-
sivahaciadiferentesideologíassocialistas reformistas
"vulgares", y/oanarquistas. (Proudhon,
Bakunin, No olvidemos,
Lasalle,etcétera.) que el esquemadel AntiDuhring
entretanto, - re-
visadoy aprobadosinlugara dudasporMarx,así comoel conjunto - estálejos
del libro
de reducirsea seruna sucesión mecánicade la utopíay de la ciencia:sobretodopor el
papelesencialque él atribuyeen estepasajetantoal desarrollo del movimiento como
obrero,
a la transformación
de la dialécticahegelianaen "dialéctica lo que atribuye
materialista", a
éstaun papelesencialen la elaborción de conceptoscientíficos
de la economía marxista.

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por acciones y el desarrollo del crédito bancario representan "la supre-


sión del modo de producción capitalista en el interior del modo de
producción capitalista mismo, y por tanto una contradicción que se
destruye a sí misma y que, evidentemente, se presenta como una sim-
ple fase transitoria hacia una forma nueva de producción [...] un
modo de producción colectivista [. . .] sistema de producción fundado
sobre la asociación del trabajo". (El Capital, Ed. Sociales, t. 7, pp. 104,
106, 266.)
Todas estas formulaciones apuntan, por otra parte, hacia un mismo
problema (de "transición") y más profundamente dependen de un su-
puesto ideológico previo que se puede enunciar así: el modo de pro-
ducción capitalista es la negación de una organización socialista de la
producción (más aún, la inversión de formas de vida, de trabajo y de
la división del trabajo, que permitiría tal organización de la produc-
ción por la sociedad misma). Las consecuencias de ese supuesto (que
yo no caracterizo aquí ni como "verdadero" ni como "falso"), son re-
cuperables en todos los análisis clásicos del marxismo.
Ya sea que se trate de la definición de la forma valor como medida
del carácter social de trabajos privados, medida formada ex post en el
intercambio (definición llevada hasta sus extremas consecuencias por
aquellos teóricos que definen el modo de producción capitalista como
"caso particular" de la producción generalizada de mercancías) .
Ya sea que se trate de todas las formulaciones de la "contradicción
fundamental" del modo de producción capitalista como contradic-
ción entre el carácter privado de la apropiación (es decir, relaciones de
producción, de ahí su anarquía típica) y el carácter social de la pro-
ducción (es decir, de las fuerzas productivas y del "trabajador colec-
tivo") : particularmente cuando esas formulaciones se aplican a tales
formas de transición entre capitalismo y socialismo, que habrán de
constituir el capitalismo de Estado (Engels) o el capital financiero mo-
nopolista (la "socialización capitalista" realizada por los bancos de la
que habla Lenin en su análisis del imperialismo) .
De cualquier manera, es imposible tratar de manera crítica la
relación interna, contradictoria, del materialismo histórico con la ideo-
logía socialista sin hacer intervenir una doble precisión: primeramente,
tal relación con la ideología socialista está ligada a un tercer término,
la economía política (clásica). Dicho de otra manera, esa relación es
una condición de posibilidad de la "crítica de la economía política";
y en segundo término, ella manifiesta que la "crítica de la economía
política" no es una simple operación lógico-teórica, sino la elaboración

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Problemas db método en El Capital 53

de una posición política de clase; o aun el hecho de que esta crítica,


si produce enunciados económicos (Marx habla de una "economía
política de la clase obrera") no por eso coloca frente a la economía
clásica otro discurso económico en el mismo sentido del término: la
crítica debe suprimir la posibilidad misma de tal discurso como el dis-
curso de una "ciencia" aparentemente autónoma, desde el momento
en que ella constata que, bajo las apariencias de la pura investigación
científica, la economía política es, en realidad, la principal expresión
de la posición política de clase propia a la burguesía capitalista, y por
lo tanto en este sentido, la ideología de Estado número 1 de las socie-
dades capitalistas. Sin embargo, la ideología socialista es precisamente,
al mismo tiempo que una inversión de los supuestos de la economía
política (por ejemplo el supuesto según el cual las "leyes económicas"
expresan el comportamiento de sujetos económicos definidos como li-
bres "productores-cambistas"), la afirmación de una posición de clase
explicitada con relación a la economía y con relación al Estado.

3. El método de "El Capital"

Nos queda, por ahora, detenernos más largamente sobre el problema


que plantea la construcción (el "plan", el "orden de exposición") de El
Captíial de Marx, pues es esta construcción la que ha dirigido, de
hecho, toda la actividad teórica de los marxistas, ya sea que se admita
las implicaciones de esa construcción como requisitos absolutos del co-
nocimiento científico (sobre todo al considerarlo como la expresión del
"método" que permite según el famoso término de Marx distinguir "la
esencia de las cosas de su apariencia", a falta del cual "toda ciencia
sería superflua"), sea que se haya buscado modificarla más o menos
profundamente. Es cierto que esta cuestión ha dado lugar a una enorme
escolástica, a la cual debemos temer agregar todavía un volumen. Sin
embargo, yo plantearía, para prolongar las precisiones precedentes,
que la construcción de El Capital es precisamente uno de los elementos
principales en los cuales se refleja, bajo una forma especificamente
teórica, la naturaleza de los supuestos históricos que yo he traído a
colación (es decir la relación interna, contradictoria, del materialismo
histórico con la economía clásica y con las ideologías socialistas de la
época de la revolución industrial. Si ello es así, no podremos aclarar
completamente la significación de tales supuestos sin haber "arregla-
do cuentas" con el orden de exposición de El Capital. No será hasta

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54 Investigación Económica

ese momento cuando podremos dejar de trabajar únicamente en los


"márgenes" de El Capital para "reescribirlo" y "completarlo". El ma-
terialismo histórico podrá entonces trabajar con los descubrimientos de
Marx dejando de definirse como el "marxismo" (o el "marxismo-leni-
nismo", etcétera).
Sin proporcionar aquí todas las justificaciones, adelantaré sin em-
bargo las observaciones siguientes:

A. "El Capital" es inaoabable

El Capital se presenta como una obra teórica no solamente inacabada,


sino inacabable. Primer indicador exclusivamente empírico : el lapso que
existe entre el más completo de los "planes" de conjunto de los
que disponemos de El Capital y la organización del libro publicado
finalmente por Marx (o si se quiere, completado por Engels a partir
de los materiales de Marx) . Este indicador adquiere toda su significa-
ción cuando se le confronta con las características internas de la argu-
mentación de Marx, en las versiones sucesivas que han concluido (¿pro-
visionalmente?) en la teoría que conocemos.
De ellas, yo solamente selecciono algunas:
a) La primera sección de El Capital, dedicada al análisis de la
mercancía, de la forma valor y de la moneda, plantea las premisas
indispensables de la definición del capital (ya que el capital es el mo-
vimiento de "valorización del valor" y, en tanto que proceso de pro-
ducción, encuentra sus "supuestos" en la esfera de la circulación de
las mercancías) . Ella es directamente responsable de la concepción del
"
modo de producción capitalista como fornia desarrollada de la pro-
ducción mercantil" en un sentido lógico o histórico, o a la vez lógico
e histórico, lo que querría decir que la lógica refleja directamente la
historia, o aún más, que la historia realiza la lógica. Sin embargo, esta
sección es constantemente corregida (después de la exposición inicial
de la Contribución a la crítica de la economia política, que Marx re-
nuncia a continuar tal cual). Estas correcciones vuelven a poner en
discusión la presentación inicial del concepto de capital como "reso-
lución" de la "contradicción" contenida en la forma de la circulación
mercantil, o por lo menos desplazan continuamente el punto en el que
se manifestaría esta contradicción. En consecuencia, El Capital con-
lleva, en realidad, una "ruptura" entre esos dos momentos; ruptura
que es evidenciada, a la vez, por i) la necesidad de introducir una
sección intermedia, consagrada a la "fuerza de trabajo" considerada

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Problemas de método en El Capital 55
como una mercancía del todo particular, cuya circulación y reproduc-
ción no es susceptible de reducir inmediatamente, ni a la forma general
de la circulación de mercancías ni a una de las implicaciones del con-
cepto de capital ("valor que se valoriza"), y ii) por la necesidad de
colocar al principio del análisis del proceso de producción un nuevo
punto de partida (tanto lógico como histórico) concerniente a las mo-
dalidades de la relación entre el proceso de trabajo y el proceso de
valorización (capítulo 7 de la edición francesa) .
b) Marx suprimió, en la edición separada del libro I: un capítulo
de recapitulación que debía constituir al mismo tiempo la transición
dialéctica a los libros II y III, es decir, el concepto de la articulación
entre "proceso de producción inmediata", "proceso de circulación" y
"proceso de conjunto de la producción capitalista". Nosotros poseemos
una versión provisional (hoy día editada bajo el título de "Capítulo
Inédito" "Resultados del proceso de producción inmediata"). Sin em-
bargo, esta supresión no se explica solamente por el hecho de que Marx
debía diferir la publicación de los libros II y III, y por tanto debía
dar al libro I una "conclusión" de apariencia más general. Nada es
en realidad menos "concluyente", en efecto, que las páginas finales del
libro I (sobre la "colonización"). De hecho, el capítulo suprimido se
presentaba como la terminación de un ciclo dialéctico abierto por la
definición de la mercancía, regresando a la relación mercancía/capital,
y por tanto a la circulación (libro II). En realidad el desarrollo del
libro I, una vez redactado, introducía una problemática diferente y de
otra magnitud : la de la "ley de la acumulación" del modo de produc-
ción capitalista (comprendida ahí su "ley de población"), y la de las
formas históricas de reproducción de la relación de producción capi-
tal/clase obrera (tanto del lado de su constitución en la llamada "acu-
mulación primitiva" que del lado de las contradicciones propias de la
revolución industrial) . Para ello era necesario no solamente hacer un
lugar mucho más grande que el previsto al análisis "concreto" de las
luchas de clases, sino introducir elementos teóricamente "prematuros"
en el razonamiento del libro I, en particular el concerniente al salario
teóricamente homogéneo con el concepto de ganancia, y cuyas formas
o "leyes" no habrían debido intervenir antes del examen de éste, es
decir, antes de la definición de la transformación de los valores en
"precios de producción". De ahí la reapertura, a este nivel, de la cues-
tión del "valor de la fuerza de trabajo" que aparece de esta manera
como un concepto central, toda la teoría de la plusvalía depende de
ella, sobre el cual es sin embargo, imposible de razonar si se permanece

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56 Investigación Económica

al nivel de abstracción que lo define. Esto mismo sucede con la intro-


ducción de elementos concernientes al Estado. Primeramente, a pro-
pósito del "papel regulador" que él se asigna al normalizar las condi-
ciones de la explotación contra los capitalistas individuales (condición
de posibilidad de la "plusvalía relativa") y después, a propósito de su
papel directo en la acumulación primitiva.
c) Tercer indicador: en el libro III Marx debía "desembocar" en
un capítulo síntesis sobre las clases , del cual Engels nos ha conservado
el borrador inconcluso. Sin embargo, este texto no pudo ser escrito
no en razón de circunstancias externas, sino evidentemente en razón
de su contenido. Se anuncia como una aplicación de la teoría de las
"formas transformadas de la plusvalía" (ganancia, interés, renta)
que permite fundar una teoría de la distribución de ingreso (y como
una aplicación de la tesis según la cual "las relaciones de distribución
son el inverso de las relaciones de producción"). Por una parte, insis-
timos aquí sobre la paradoja que hace que las clases deban ser defi-
nidas a partir de su participación en el ingreso, mientras que la lucha
de clases , de la que ya ha sido objeto en El Capital (sobre todo en el
libro I) es anterior a esta definición y rebasa en mucho el tema. Por
otra parte, el análisis de las "formas transformadas de la plusvalía"
conduce a un esquema riguroso de dos clases antagonistas, caracterís-
ticas del modo de producción capitalista (no siendo la renta de la tie-
rra otra cosa más que un fragmento de la plusvalía), mientras que el
plan de Marx, que se anticipa al examen de la "propiedad de la tierra"
como relación social distinta del capital, plantea un esquema de tres
clases (en el que está subrepticiamente eliminado el pequeño campe-
sinado trabajador: cf. P. Ph. Rey, Las alianzas de clases, París, Mas-
pero, 1973). No podemos resolver esta dificultad planteando simple-
mente un desajuste entre el esquema abstracto y su aplicación concreta.
He enumerado esquemáticamente estos ejemplos para expresar
que: si El Capital es, como lo he sugerido, teóricamente "inacabable"
es porque la presentación de sus principios teóricos no deja de tener
divergencias con relación a su plan proyectado. Dicho de otra manera,
Marx "encontró constantemente otras cosas de las que buscaba, y
ha debido acomodar más o menos sus "hallazgos". Más aún, ello nos
revela que la organización teórica de El Capital no se explica solamente
por la relación entre un cierto "orden de investigación" y un cierto
"orden de exposición" independientes el uno del otro, sino que en la
práctica, la exposición adoptó una función experimental de ensayo y
de transformación/rectificación de los conceptos.

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Problemas de método en El Capital 57

B. Pseudo teleología y pseudo axiomática

La organización formal de El Capital (que tanto fascina a los filóso-


fos) de hecho refleja (o resulta de) un método característico del ma-
terialismo histórico. Pero para tomar cierta perspectiva con relación
a controversias aparentemente sin fin, por repetitivas, a las que da lu-
gar la definición de este método, no hay que considerar tal organización
de una manera simplemente formal. Hay que ver primeramente que
es ahí donde se dirime precisamente la manera como el materialismo
histórico concibe la relación entre economía y Estado (que son como
"su punto de partida y su punto de llegada") o si se quiere entre
"crítica de la economía" y "crítica de la política". La aplicación de este
método debe permitir salir de la economía (y del economismo) a par-
tir del análisis de sus propias formas (y de sus propias contradicciones)
para hacer surgir de éstas las implicaciones políticas. En este sentido
(que reúne las tesis del Manifiesto: "toda la historia hasta nuestros días
es la historia de la lucha de clases", "toda lucha de clases finalmente
es política"), el lugar crítico de este método lo constituye la relación
de la teoría de El Capital (con las "leyes" que demuestra, la "causa-
lidad" que analiza) con la historia. De manera más específica, es la
relación de la teoría de El Capital con la existencia histórica del movi-
miento obrero (con sus formas de acción y su ideología de la revolución
socialista).
La segunda condición a observar para apreciar los problemas que
plantea el método de El Capital es el de no buscar la explicación de
su originalidad del lado de la simplicidad o bien del de una coheren-
cia absoluta. Por lo contrario, como ya lo sugerí implícitamente al se-
ñalar algunos indicios del carácter inacabado de El Capital, que pue-
den también ser considerados de manera positiva como condiciones de
su eficacia teórica, este método es extraordinariamente diverso y aún
contradictorio; es lugar de tensiones permanentes entre polos y exigen-
cias teóricas opuestas. Ello es así no solamente en razón de las "fuentes"
diversas a partir de las cuales Marx lo elaboró, al mismo tiempo que
se servía de él (ya que invoca a la vez la "dialéctica" hegeliana y la
"deducción" ricardiana, y aún el análisis químico o matemático) a
causa de los mismos problemas que debe resolver. De hecho, dos tér-
minos, o dos ideas mayores son invocadas simultáneamente por Marx:
por una parte, la idea de dialéctica (o de método dialéctico, llamado
"materialista", "crítico" y "revolucionario"), y por otra parte, la idea
de método analítico que procede por abstracción (cf., el Prefacio y el

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58 Investigación Económica

post fació del libro I de El Capital). ¿Acaso rebasando el dilema del


"historicismo" y del "naturalismo" al que han dado lugar se puede
ver más claramente hoy en día el problema que designan estos térmi-
nos? Yo por mi parte, tomo el riesgo de sugerir que el método teórico
seguido de facto por Marx en El Capital no podría definirse ni en tér-
minos de alternativa entre la dialéctica y el análisis, ni en términos de
yuxtaposición de los dos, pero es cierto que dicho método implica dos
aspectos masivos heterogéneos (y considero que ésta es precisamente
la originalidad irreductible de Marx, que hace época en la historia
de lo "teórico" como tal: haber combinado estos dos aspectos de una
manera orgánica, no arbitraria, en función misma de las exigencias
del objeto de su investigación.
El primer aspecto, que ha sido señalado de manera importante, pero
arbitrariamente aislado (y por tanto idealizado) por todos los marxis-
tas que han querido explicar a Marx sobre todo por su relación con
Hegel (por ejemplo Rosdolsky, Zeleny), consiste en el hecho siguien-
te: la exposición de El Capital está siempre determinada por su fin,
entendiendo por ello que los conceptos presentados primeramente bajo
una forma abstracta deben conducir, por su desarrollo mismo (y aquí
interviene la idea de "contradicción"), a una "síntesis de múltiples
determinaciones" que Marx llama "lo concreto". Ahora bien, este
"concreto", que es como tal el resultado del desarrollo a partir de las
formas abstractas iniciales (en este caso la forma-valor de las mercan-
cías simples) aparece retrospectivamente una vez que ha sido descu-
bierta como la condición de existencia de la abstracción inicial, con-
dición que permite, ella sola, medir la realidad y los límites (cf., las
muy claras formulaciones al principio del "capítulo inédito' citado an-
teriormente, que es un texto típico desde este punto de vista.). Esta
circularidad del método permite pues, bajo ciertas condiciones (en ca-
lidad de tendencia profunda cuyos fenómenos empíricos pueden des-
viarse más o menos en "apariencia") identificar la construcción lógica
y la construcción histórica. Aplicado a la lectura de El Capital, este
aspecto significa que, si la circulación mercantil es el "supuesto" gene-
ral del desarrollo de la producción capitalista al cual ella aporta sus
condiciones iniciales, ella a su vez no está plenamente desarrollada y ño
se realiza en toda su pureza sino sobre la base del "proceso de conjunto
de la producción capitalista".
Para que se comprenda que este aspecto del "método" del materia-
lismo histórico no concierne solamente a Marx, señalo aquí que se
puede practicar, por ejemplo, una lectura análoga sobre El Imperia-

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Problemas de método en El Capital 59

lismo de Lenin, a propósito de la relación entre la determinación abs-


tracta inicial (el capital monopolista) y el objeto final de análisis "con-
creto" (el papel del capital financiero en la lucha por la división y el
reparto del mundo).
Para volver a Marx, podríamos decir que este primer aspecto no
solamente es "dialéctico" sino teleológico ya que, identificando tenden-
cialmente orientación lógica y constitución (o desarrollo) histórico, da
los elementos para pensar que la forma inicial contiene, implícita-
mente, o "en sí", las contradicciones cuyo desarrollo pleno se manifes-
tará en el final concreto, y de ahí la necesidad de su destrucción (de
esta manera la contradicción social/privado" estaría ya en la forma
mercancía, y contendría la clave de la superación histórica del modo
de producción capitalista).
Sin embargo, nos enfrentamos aquí con inextricables dificultades
(por ejemplo: la cuestión de saber si la "ley del valor" bajo su forma
"pura" se aplica en el modo de producción capitalista desarrollado
- a causa de
solamente, o si por el contrario, deja de aplicarse en él
la competencia entre capitales industriales de composición orgánica
diferente que tiende a igualar sus tasas de ganancia - no existiendo
verdaderamente más que en la circulación mercantil precapitalista,
tesis opuestas pero sostenidas, la una y la otra, por Marx y Engels) .
(Otro ejemplo, más hipotético: si se aplica esta forma de pensamiento
no solamente a la parte redactada de El Capital, sino a la totalidad
del plan proyectado, ello querría decir que el proceso de producción
capitalista representa una abstracción con relación a un proceso más
completo /concreto en el que figuran la "síntesis de la sociedad bur-
guesa bajo la forma del Estado" y el "mercado internacional" . . . ) Sin
embargo, como indiqué anteriormente, lo que caracteriza el método
efectivamente seguido en El Capital (y la misma observación valdría
para otras obras como El Imperialismo) es que al estar constantemente
determinado por tal esquema teleológico (que implica en particular
la consecuencia materialista fundamental de mostrar cómo las relacio-
nes sociales tienen como condición de existencia, condiciones que re-
producen ellas mismas) , el método no deja, pues, de desviarse de dicho
esquema. Es por ello que digo que este aspecto no es "teleológico", sino
de hecho psieudo-teleológico.
b) De manera simétrica, caracterizaré un segundo aspecto del mé-
todo de El Capital en términos de un carácter pseudo-axiomático. Este
aspecto ha sido percibido, en diferentes grados, por marxistas que
pretendían marcar la "ruptura" entre Marx y la dialéctica hegeliana

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60 Investigación Económica

(cf. Establet, Gérard Duménil, la escuela polaca de Poznan Studies).*


Ellos han señalado que el análisis de Marx se presenta como la posi-
ción de una sucesión de "espacios teóricos" definidos no solamente por
la consideración de un "objeto" relativamente autónomo (por ejem-
plo: la estructura del cambio, la reproducción de las diferentes seccio-
nes del capital social, la competencia de los capitales), sino por la
introducción, en cada ocasión, de conceptos agrupados en conjuntos
sistemáticos y por la formulación de hipótesis específicas (por ejemplo,
la famosa hipótesis que rige el análisis de la producción de plusvalía
y de la acumulación en el libro I de El Capital: "las mercancías se
intercambian a su valor", hipótesis que se da "retirada" del libro III
con la definición de los precios de producción y de la tasa general de
ganancia). Esta observación es fundamental, porque rige toda la inter-
pretación de las "leyes" y en particular de las "leyes econòmici' en
el materialismo histórico: tales leyes son "deducidas" en el interior de
un espacio teórico determinado, es decir que su validez depende no
solamente de las "hipótesis" explícitas, constitutivas de este espacio y
eventualmente ausentes, o contradichas, en algún otro, sino también
del modo de definición de los conceptos fundamentales (por ejemplo,
el "trabaio abstracto", definido de manera diferente en las secciones
lY IH) .
Enseguida se da uno cuenta que esta organización lógica implica
consecuencias fundamentales desde el punto de vista de la relación en-
tre lo abstracto y lo concreto teóricos. Todo "espacio teórico", por
complejo que sea, en tanto que tal es abstracto, es decir, limitado por
supuestos que simplifican, aislando y por consiguiente idealizando, el
proceso real (y que falsean de este modo por anticipado, toda previsión
sobre la base de leyes únicas deducidas en este cuadro ) . Pero podemos
sostener, de manera recíproca, que la serie de espacios teóricos suce-
sivos es, en tanto que tal, "concreta", o bien que constituye un proceso
de concreción del análisis y por tanto que representa la forma misma
de la "apropiación de lo real" por la teoría. Lo que plantea, por supues-
to, como cuestión crucial, no solamente el problema de saber cómo
está aislado /definido cada espacio teórico, sino sobre todo cómo se
efectúa su encadenamiento, es decir, cómo se realiza el paso de uno
al otro. Nada prueba que a este respecto haya un proceso uniforme;

* Establet, du plandu "Capital",en LireLe Capital


R.: "Présentation , tome2. Dumenil,
dans"Le Capital Maspero,
de loi économique
G.: Le concept 1978.NowakKmita,Topolski:
publicadosen PobnanStudiesin trephilosopry
artículos of Eciencie,Grüner,Amsterdam,
vol.I, núms.1-2.

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Problemas de método en El Capital 61

se puede sugerir, por el contrario, que sus modalidades son muy dife-
rentes según el caso, ya que ellas no dependen de la forma "axiomá-
tica" misma, sino de los resultados de la investigación a la cual está
sometido el objeto de análisis, y de manera indisociable, de los resul-
tados de la crítica a la que están sometidos en el marco planteado en
cada ocasión, las "generalidades" teórico-ideológicas con las que se
trabaja (sobre todo generalidades "económicas" en El Capital ). Es por
ello que yo utilizo la expresión de método pseudo-axiomático. Puesto
que tal método significa que los conceptos y las hipótesis, con ayuda
de las cuales se plantea cada espacio teórico particular, son considera-
das no como los datos indiscutibles (aún provisionalmente) sin otro
origen que la llamada evidencia empírica de los "hechos" o que el pro-
pio acuerdo intelectual, sino por el contrario, como los productos de
un proceso ideológico enraizado él mismo en la historia de la produc-
ción capitalista, del Estado burgués y de la lucha de clases. (Tal es en
efecto uno de los significados del análisis del fetichismo, por ejemplo.)
De ello resultan dos consecuencias importantes: la primera, que se re-
fiere al alcance crítico del materialismo histórico por comparación con
las "ciencias sociales" y la "teoría económica" dominantes, manifiesta
una posición totalmente diferente de la abstracción teórica (imposibi-
lidad de razonar en términos de "modelos" empírico-normativos de
equilibrio, de crecimiento, de regulación, etcétera) ; la segunda es inhe-
rente al materialismo histórico mismo: significa que éste puede, al
menos en potencia, incorporar a sus análisis el reconocimiento de la
"falsedad" relativa que hay en éstos, a condición de examinar siste-
máticamente las hipótesis que el materialismo histórico utiliza como
indicios de problemas no resueltos.
i) Primer ejemplo: al plantear su definición de valor y de la forma
valor, a Marx no le basta afirmar que la "reducción del trabajo abs-
tracto al tiempo de trabajo socialmente necesario, se efectúa práctica-
mente dentro de la serie indefinida de los actos de intercambio. Él agre-
ga que dicha definición supone la "reducción" práctica del "trabajo
complejo" a "trabajo simple" de acuerdo a una proporción no defi-
nida. Él justifica esta suposición al plantear que la tendencia histórica
misma del modo de producción capitalista conduce a la eliminación
progresiva del trabajo complejo, a la uniformización del trabajo con-
creto como "simple gasto de fuerza humana" bajo el efecto de la divi-
sión manufacturera del trabajo y de la revolución industrial, y conduce
pues a la "realización" práctica de las particularidades del "trabajo
abstracto" en las formas de "trabajo concreto" él mismo (por lo tanto:

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62 Investigación Económica
a la descalificación/desvalorización de la fuerza de trabajo, a su ca-
rácter "intercambiable" y a su circulación dentro del proceso de pro-
ducción capitalista o a su "movilización").
ii) Segundo ejemplo (que yo tomo de los análisis de Suzanne de
Brunhoff). La deducción de la forma moneda como un "equivalente
general" pone en evidencia una polaridad mercancía/moneda caracte-
rística de la circulación mercantil. Ella permite demostrar que no hay
"validación" posible de intercambios monetarios sin una referencia, aún
diferida, al trabajo socialmente necesario, y explicar así la posibilidad
formal de las crisis. De todas maneras, la forma moneda descansa
sobre una tesis intrínsecamente equívoca. Al mismo tiempo, "la mone-
da es una mercancía" y "la moneda es extraída de la circulación de
mercancías". Por lo tanto, ella es a la vez "interior" y "exterior" al
valor. Si el análisis de la sección I aclara el primer aspecto (interiori-
dad o inmanencia), deja en cambio totalmente a oscuras las determi-
naciones del segundo; aunque ese análisis sea indispensable, se limita,
sin embargo, a una referencia abstracta a la intervención del Estado
(o más bien de la esfera jurídico-política). Es decir que deja en la
sombra lo que podría llamarse la dualidad mercantil ¡ estatal de la for-
ma moneda. Se puede ver fácilmente cuál es el meollo de este equívoco,
que abre la posibilidad de dos argumentaciones divergentes. La pri-
mera de ellas, el caso más frecuente en la tradición marxista, cree
poder justificar principios generales del materialismo histórico (cf.,
párrafos anteriores sobre el esquema base/superestructura), cuyo equí-
voco será aprovechado para llevar a cabo una deducción (o más bien
una derivación) del Estado, por lo menos de algunas de sus funciones
típicas partiendo de la circulación de mercancías y de sus propias con-
tradicciones. La segunda de ellas, tomando el camino que siguió S. de
Brunhoff, trataría de colocarse en otro espacio teórico que permita con-
ceptualizar el aspecto dual de los fenómenos monetarios, es decir de
hecho su sobtedeterminación (ya volveremos a esto) por la interven-
ción combinada, que puede ser contradictoria, de dos procesos real-
mente distintos: la reproducción del equivalente general en la circu-
lación de mercancías, determinante en última instancia, y el conjunto
de prácticas monetarias del Estado, que determina directamente las
formas de esta reproducción al esforzarse en ajustar la "política mo-
netaria' al conjunto de objetivos de una "política económica".
iii) Tercer ejemplo: al proponer en el libro III "la hipótesis" según
la cual las mercancías, productos de capitales diferentes, se intercam-
bian efectivamente "a su valor", y al exponer su teoría de los precios

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Problemas de método en El Capital 63
de producción, Marx plantea una nueva hipótesis normativa: la de
una "tasa general de ganancia" que se establece como promedio de
las "tasas de ganancia individuales" (es decir de las tasas de ganancia
que corresponderían teóricamente a capitales de composición orgánica
diferente bajo el supuesto de una tasa uniforme de explotación del
trabajo en toda la sociedad), a través de un mecanismo de perecuación
(la competencia de los capitales). No es éste el lugar para examinar
en detalle la argumentación de Marx y las dificultades que ella
implica, en relación con la famosa cuestión de la "transformación de
los valores en precios". Indiquemos solamente, de nuevo, las posibili-
dades divergentes que se presentan a partir de esta argumentación.
O bien, consideremos, como gran parte de la tradición marxista "or-
todoxa", la existencia de la tasa general de ganancia como un resultado
definitivo de la teoría del que se puede deducir, por consiguiente, nue-
vas consecuencias, sobre todo las previsiones que se refieren a los efec-
tos de la "tendencia a la baja de la tasa de ganancia". Pero esta acti-
tud no sólo tiende a hacer "olvidar" los límites de validez del análisis
de Marx y de su propia "abstracción", sino que conduce a borrar la
relación crítica que existe entre este análisis de Marx y el de tesis "ve-
cinas" de la economía política clásica o neoclásica que se refieren igual-
mente a la baja de las tasas de ganancia, o más generalmente, a la
"baja de la eficacia" del sistema capitalista y a su acercamiento a un
"estado estacionario" (Stuart Mill, Schumpeter, etcétera).
O bien, por lo contrario, que es el caso esbozado por Lenin, en mi
opinión, cuyos análisis no consideran la "tendencia a la baja de la tasa
de ganancia", en razón misma de la importancia que él presta al
desarrollo desigual como característica fundamental de la acumulación
capitalista (posición que adopta a partir de una serie de trabajos sobre
el imperialismo), y en que se invierte la perspectiva: se trata no solamen-
te de considerar el establecimiento de una tasa general de ganancia igual-
mente como una tendencia, y por lo tanto de analisar todo el sistema
de contra-tendencias que se oponen históricamente a su realización, sino
también de utilizar la argumentación de Marx como un hilo conductor
para explorar los efectos a nivel de la acumulación de mecanismos
diferentes que rigen la competencia de los capitales, y que pueden tam-
bién conducir a una no-p^recuadón, es decir, a situar dentro del cuadro
del mercado mundial imperialista, tasas de ganancia diferentes, man-
tenidas estructuralmente en periodos más o menos largos, por medio
de fenómenos de sobreexplotación, de dominación y de intervención del
Estado en el reparto de la plusvalía. Tal perspectiva probablemente

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64 Investigación Económica

obliga a modificar por aproximaciones una parte de las "hipótesis"


reguladoras de Marx.

"
C. "Modo de producción e historia

Como conclusión de estas observaciones (a las que es claro que les


falta una justificación detallada, yo solamente he pretendido dejar
asentadas algunas indicaciones), es conveniente señalar dos puntos:
El primero, muy brevemente, es de naturaleza filosófica. Es impre-
sionante constatar que, cada uno a su manera, un método "teleologico"
y un método "axiomático" implican, uno y otro, un riesgo permanente,
que se puede calificar de idealismo y que consiste en alimentar la ilu-
sión según la cual el proceso del pensamiento teórico estaría en posi-
bilidad de engendrar lo real y no solamente de apropiárselo por el co-
nocimiento de una manera aproximativa, (cf. Althusser, prefacio del
libro citado de G. Duménil). Ello es debido a que, en los dos casos,
estamos frente a un "tránsito de lo abstracto a lo concreto" que permite
considerar la serie o la totalidad de las determinaciones abstractas (se-
rie acabada en un caso por ser cíclica y cíclica porque está fundada
en el desarrollo de las contradicciones; inacabada y potencialmente in-
finita en él otro caso) como equivalente de lo concreto real a partir
del cual, en función del cual, las abstracciones iniciales están definidas.
Al sugerir que el método de Marx propiamente dicho, no es ni "teleo-
lógico" ni "axiomático", ni una yuxtaposición de los dos, sino una
combinación singular de exposición pseudo-teleológica y pseudo-axio-
mática, yo he querido indicar cómo El Capital tiende a (o trata de)
conjurar este riesgo. Ello no quiere decir que el materialismo histórico
no pueda considerar la transformación del método de Marx en la
misma perspectiva, al examinar de cerca las dificultades que implica
y renovando él campo de investigación que él cubre.
El segundo punto nos vuelve al /objeto principal de estas exposicio-
nes, que no es solamente el "método" del materialismo histórico, sino
sus resultados. Entre el "método" de Marx y su teoría (del capitalis-
mo) hay de hecho una estrecha correspondencia, por no decir una
adecuación perfecta. Las dificultades que presenta una tienen su con-
trapartida en el seno de la segunda y en la utilización que de ellas ha-
cemos.
Para decirlo de una buena vez, lo que resulta problemático es el
concepto mismo de modo de producción capitalista, tal como es defi-

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Problemas de método en El Capital 65
nido por Marx. De hecho, está claro que el término (del cual habrá
que reconsiderar las utilizaciones, bastante heterogéneas) no designa
solamente un objeto empírico, de manera descriptiva (sobre el modo:
hay un modo de producción capitalista, el cual vamos a estudiar). Este
concepto plantea la existencia en la historia, de un sistema coherente
que subsiste como tal al "reproducirse", es decir al reproducir sus pro-
pias condiciones de existencia, y aun reproduciéndolas "a escala am-
pliada", lo que implica al mismo tiempo una acumulación interna (de
dinero, de medios de producción, de fuerzas de trabajo "libres", etcé-
tera) y una absorción/destrucción por el modo de producción capita-
lista de todas las formas de producción anteriores (y aún posteriores:
ciertas formas de "socialismo". . . ) que le son en principio "exteriores".
Una tal reproducción dinámica produce en ese momento la impresión
de un auto-movimiento del capital y del modo de producción capita-
lista (término que Marx mismo le aplica), o más exactamente, dicha
reproducción se manifiesta de ese modo e impone, por lo mismo, como
objetivo de la teoría, la explicación de ese "auto-movimiento" aparen-
te. El método seguido por Marx para analizar el modo de producción
capitalista permite aproximar, a diferentes niveles, el problema que
plantea este "auto-movimiento", sea que nos permita pensar cómo en
las "formas elementales" del capitalismo están ya presentes las con-
tradicciones, que constituyen el "motor" y que son al mismo tiempo la
causa de su futura destrucción (o bien de su rebasamiento), o bien sea
que nos permita mostrar cómo las relaciones estructurales de tipo ca-
pitalista (relaciones de producción y de circulación) implican efectos
dinámicos o leyes de tendencia que reproducen estas contradicciones y
aún las agravan inevitablemente. Desembocamos entonces en la cues-
tión ya tratada antriormente. Desembocamos entonces en la cuestión
ya tratada anteriormente, de la relación entre abstracción teórica e "his-
toria". Es preciso señalar que es el objetivo de Marx, y después de él, del
materialismo histórico, - lo que los distingue de no importa qué filo-
sofía de la historia- , no es solamente el deducir, sino el analizar los
procesos históricos. Es por ello que es necesario construir una serie
de abstracciones teóricas. ¿Pero estas abstracciones constituyen "ins-
trumentos" en sí mismos, no históricos (o si se quiere "modelos" de
procesos históricos posibles) de los cuales examinaremos después la
forma en que se aplican (o no) a la historia vivida y observada? ¿O
bien son ya en sí mismas explicaciones del proceso histórico tal como
es, en su "singularidad", (cf. Engels: "...ese malentendido: Marx
querría definir cuando en realidad desarrolla; etcétera"; Gramsci:

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66 Investigación Económica

"¿cómo nace el movimiento histórico sobre la base de la estructura?


¿Se trata de subrayar la forma por la cual, en el curso del desarrollo
de la historia, se constituyen fuerzas relativamente "permanentes", que
operan con cierta regularidad, con cierto automatismo ...?). O más aún,
¿puede decirse que el carácter específicamente "histórico" se introdu-
ciría en el análisis teórico en cierto momento de su desarrollo: por
ejemplo, cuando se pasa de la definición de tendencias (cf. Marx:
"tendencia histórica de la acumulación capitalista")? ¿O aun cuando
se pasa de la definición de una tendencia a la de sus contradicciones ,
de las "contra-tendencias" que implica (cf. Marx: "causas que con-
trarrestan la ley de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia" y
"desarrollo de las contradicciones internas de la ley")? O aun cuando
se introduce la dimensión específica de la lucha de clases en la que se
expresan estas contradicciones (a este respecto existe evidentemente un
esquema que se encuentra de manera obsesiva en todos los textos de
Marx, como específicamente "materialista" y que sus sucesores inme-
diatos explicitan: es la idea de que el modo de producción engendra
en primer lugar las clases, burguesía y proletariado, y determina por
ello sus intereses de clases , los cuales no son otros que el crecimiento
de sus ingresos, ganancia y salario, cuya incompatibilidad produce fi-
nalmente la lucha de clases , la cual a su vez transforma el modo de
producción . . . pero como ya indicamos anteriormente, aunque de ma-
nera breve, esta presentación se convertía inmediatamente en una difi-
cultad en el seno mismo de la argumentación de Marx).
Se vuelven a encontrar aquí las cuestiones ya abordadas cuando pre-
sentamos esquemáticamente los conceptos de "base" y de "superestruc-
tura": existen en efecto, formalmente al menos, tres posibilidades di-
ferentes de llevar a la práctica la "topía" que ellos constituyen.
i) Podemos, como lo sugiere Marx, considerar que lo que es especí-
ficamente histórico (ya que es la explicación materialista de ello) es la
contradicción interna de la base entre "fuerzas productivas" y "rela-
ciones de producción": el análisis del modo de producción capitalista
deberá entonces orientarse sobre la investigación de las formas, los
efectos y el "grado de desarrollo" de esta contradicción. La dificultad
será que si, al menos en una primera aproximación, el concepto de
"relaciones de producción" es fácilmente localizable en la definición
del modo de producción capitalista (las relaciones de producción son
las relaciones de explotación entre capital y trabajo asalariado, además
de las relaciones de los capitales "privados" entre sí sin lugar a dudas) ,
es mucho más difícil designar sin ambigüedad lo que representan las

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Problemas de método en El Capital 67

"fuerzas productivas" (salvo que se les remplace por su efecto "cuan'


titativo", la productividad del trabajo; pero es entonces la contradic-
ción la que queda oscura) y sobre todo analizarlas independientemente
de su "subsunción" bajo relaciones de producción capitalistas, lo cual
parece necesario para aplicar él esquema de la Contribución a la crí-
tica de la Economía Política.
ii) También se puede, a la inversa de esta interpretación típicamente
"economicista", considerar que lo que es específicamente histórico son
las luchas de clases que se desarrollan sobre la base ... de la "base", es
decir dentro de la superestructura, teniendo por lugar crítico esencial
el Estado (forma del Estado, posesión del poder del Estado). Aquí
la dificultad, por una parte, es definir lo que se entiende exactamente
por clases (o si se prefiere, definir cómo se manifiestan las clases) a
nivel de la superestructura, ya que lo que la caracteriza tanto en la
esfera jurídicoestatal como en la esfera ideológica, al menos en el modo
de producción capitalista, es precisamente eliminar a este nivel toda
distinción de clase, al instituir una "igualdad" y una "universalidad"
formal (en eso, el modo de producción capitalista se distingue, según
Marx, Lenin, etcétera, de los modos de producción esclavistas o de la
servidumbre, con sus distinciones de estatus y de órdenes sociales). Por
otra parte, aparece una nueva dificultad: conferir a esta lucha de
clases en la superestructura una verdadera materialidad, ya que ésta
se presenta como un simple "reflejo" de la base. Se puede entonces,
como lo sugiere Marx en el mismo contexto y en una serie de análisis
políticos contemporáneos (que habrán de ser constantemente imitados
en la tradición marxista), plantear la existencia de coyunturas excep-
cionales (sobre todo las coyunturas revolucionarias) en las cuales el
efecto de rechazo y de "confusión" de las distinciones de clase a nivel
de la superestructura se encuentra anulado y donde, por consecuencia,
los antagonismos de clase de origen económico jč traducen directamente
en términos políticos y desembocan por consecuencia en la transforma-
ción del modo de producción vía la revolución política (toda una parte
de formulaciones de Lenin sobre el "primado de la política", "concen-
trado de la economía", sobre los "periodos en los cuales los días cuentan
más que los años de otras épocas", se explica en esta perspectiva).
iii) Finalmente, es posible, para paliar los inconvenientes simétricos
de las dos interpretaciones precedentes, plantear que la especificidad
del proceso histórico resulta necesariamente del conjunto de determina-
ciones de la "base" y de la "infraestructura", cuya sola suma constitu-
ye, propiamente hablando, la "lucha de clases" (también se puede,

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68 Investigación Económica
en esta perspectiva, esforzarse por mostrar como Poulantzas, que el
concepto mismo de "clase" designa una suma de criterios "económi-
cos", "políticos" e "ideológicos"). ¿Pero correr el riesgo de privar las
distinciones conceptuales del materialismo histórico de todo alcance
analítico, no significaría caer en una dificultad más grande aún, ya
que estas distinciones no tienen utilización y serán finalmente anula-
das? Nos arriesgamos entonces a llevar a cabo una práctica ideológica
que reproduce de hecho las mismas explicaciones que la historia y la
"ciencia política" académicas, al hacer jugar diferentes "factores" ex-
plicativos según las necesidades del momento (factores económicos,
culturales, institucionales, etcétera) limitándose tan sólo a "transcri-
birlos" en un lenguaje marxista.
iv) Para abundar, agregaremos una cuarta interpretación posible,
inversa de la precedente : la historia no está dentro del juego recípro-
co de diferentes instancias que constituyen el conjunto base más super-
estructura, sino que más bien estaría siempre fuera de este conjunto.
Entendamos por ello que lo que constituye la historia, en último
análisis, son los factores situados al principio del conjunto (por ejem-
plo, los que explicarían el "dinamismo" aparentemente autónomo de
las fuerzas productivas), o aquéllos situados más allá del conjunto en
el horizonte de las luchas de clase revolucionarias, para las que habría
que invocar las formas de "conciencia" irreductibles a simples formas
ideológicas dadas (producidas por el modo de producción existente),
y que tienden, no a conferir a la estructura social que consideramos
una nueva configuración, sino por el contrario a suprimirla como tal.
Ello querría decir que el esquema de "formación social" igual a la
base más la superestructura no es el "cuadro" en el cual se desarrolla
toda la historia, sino por el contrario una estructura producida por la
historia y que la historia terminará por abolir (en el comunismo). La
exposición más clara de tal posición se encuentra en textos de Marx
como La Ideología Alemana y de los marxistas que presentan la lucha
de clases como el efecto de la división del tarabajo en generally la dis-
tinción base más superestructura misma como una modalidad de la di-
visión del trabajo (trabajo "manual" y trabajo "intelectual"); el
resultado final al que tiende la historia es entonces la supresión de la
división social del trabajo. Pero en ese caso, ¿qué es la "historia"?
Todas estas interpretaciones de los principios del materialismo his-
tórico han existido de una manera u otra en el curso de la historia del
marxismo. Ellas han coexistido incluso en ciertos autores. Sería del todo
erróneo representarlas como juegos escolásticos puros, totalmente im-

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Problemas de método en El Capital 69

productivos, ya que han acompañado de hecho el desarrollo de verda-


deros análisis concretos. Para escapar a esta impresión de un juego for-
mal, continuando al mismo tiempo el examen crítico de las dificultades
del materialismo histórico, sin duda es necesario concentrarse nueva-
mente sobre las cuestiones que surgieran a partir de la utilización de
la teoría de El Capitai.
Para precisar aún lo que me parece es el meollo de la discusión es-
bozada aquí, me centraré, la próxima vez, sobre un punto de la teoría
de Marx, limitado, particular, pero que he elegido en función de
una doble exigencia. Por una parte, porque en él se reflejan, efec-
tivamente de manera privilegiada, los aspectos contradictorios de la
problemática del materialismo histórico mencionados hasta ahora. Por
otra parte, porque él mismo juega un papel determinante en las dis-
cusiones que tienden a "aplicar", o más bien a desarrollar, la teoría de
Marx en el análisis de las formas actuales del modo de producción
capitalista.
Se trata del análisis de la "plusvalía relativa"» (El Capital, libro I,
cuarta sección, correspondiente a los capítulos 12 a 15 de la edición
francesa). Y se trata primero de la manera misma en que está cons-
tituidos, y por tanto cómo "funciona el concepto de plusvalía relativa".
Enunciaré enseguida la conclusión más general (aparentemente "fi-
losófica") a la que nos habrá de conducir este examen: en este análisis
(típico, a este respecto, del desarrollo de El Capital) coexisten de he-
cho dos vertientes de argumentación que no son compatibles, en rea-
lidad.
Por una parte, hay una vertiente de argumentación que tiende a
demostrar la historicidad de la economía capitalista, es decir a demos-
trar una de las tesis más importantes de la "crítica de la economía po-
lítica": el modo de producción capitalista no es "eterno", no es un
"modo de producción de la riqueza en sí", el único posible; no es por
lo tanto "natural" como lo sería la aplicación de leyes naturales; por lo
contrario, es relativo a condiciones históricas particulares; surgido en
la historia bajo esas condiciones y condenado a desaparecer cuando
éstas no existan más, en razón misma de la transformación que les toca
sufrir.
Por otra parte, hay una vertiente de argumentación que tiende a
analizar la historia de la producción capitalista (y por lo tanto toda
la historia de la "economía" y de las formaciones sociales capitalistas
en perspectiva), es decir a mostrar que el modo de producción capita-
lista en tanto que forma "capitalista", pasa por estados/etapas/épocas

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70 Investigación Económica

/fases sucesivas planteándose entonces la cuestión de saber de qué


manera, a qué nivel éstos/éstas se distinguen (empleo a propósito una
serie de términos parcialmente sinónimos, puesto que es importante
dejar de lado la cuestión de saber si la serie de tales fases acaba en un
determinado momento, así como la cuestión de saber si éstas designan
una periodización estricta o bien si se "cubren" parcial o totalmente
en oleadas sucesivas para dar simplemente lugar a la evolución de una
tendencia).
Para decirlo de otra manera, las dos vertientes de argumentación
corresponden a dos preguntas diferentes que se pueden plantear. Por
ima parte: ¿dónde estamos en la historia de las formaciones sociales?
("nosotros", Marx o sus lectores actuales). (Respuesta de principio:
estamos en el capitalismo; respuesta que permanece válida, sin cam-
bio, en tanto que ninguna revolución social haga algo por abolir la
apropiación privada de los medios de producción, la explotación del
trabajo asalariado y la acumulación del capital; respuesta que plantea
a su vez una nueva pregunta : ¿ qué modo de producción puede, o debe
suceder al capitalismo: "nuevo" modo de explotación del trabajo social,
o bien sociedad sin clases ni lucha de clases, es decir el comunismo?).
Por otra parte, una segunda pregunta: ¿dónde estamos en la historia
del capitalismo ? (pregunta que es planteada necesariamente por Marx
y por "nosotros") (aquí, por principio, no hay respuesta materialista,
no solamente porque toda respuesta depende de una investigación conti-
nuamente en elaboración del "análisis concreto de una situación con-
creta", sino porque estamos por el momento en la incertidumbre por
lo que respecta a los conceptos, al tipo de periodización que nos podría
permitir determinar el grado de evolución del capitalismo a lo largo
de un devenir histórico del que no podemos siguiera afirmar, a priori,
la orientación).
Entendámonos bien: evidentemente no hay ninguna razón para
pensar que en sí mismas, estas dos preguntas son incompatibles. Todo
sugiere, por lo contrario, que éstas se completan y se requieren la una
y la otra, y que un análisis histórico completo consiste precisamente
en dar respuesta a una y otra, al mostrar a la vez cuál es el lugar del
capitalismo en la historia de las formaciones sociales y cómo se trans-
forma éste, progresivamente, a sí mismo y por tanto en qué momento
de su evolución se sitúa una coyuntura económica y social dada.
Igualmente, se da por supuesto que la casi totalidad de análisis "mar-
xistas" que se nos plantean, con sus aciertos desiguales, no son otra
cosa que respuestas a estas dos preguntas simultáneas, o bien respuestas

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Problemas de método en El Capital 71
a la segunda en función de la primera, que suponemos más o menos
solucionada por Marx y algunos de sus sucesores. Sin embargo, de todas
maneras hay que señalar lo siguiente: si rehusamos resolver las difi-
cultades internas del marxismo a través de "composturas" intelectua-
les, no basta que estas dos preguntas generales sean compatibles en el
principio; es necesario que sus respuestas reales lo sean igualmente de
manera rigurosa. De no ser así, podemos llevar a cabo arreglos con-
ceptuales, pero no tendremos ninguna razón seria para afirmar que
el marxismo sea científicamente preferible a muchos otros "modelos"
socioeconómicos. Lo que se trata de comprender es por qué en la cons-
trucción teórica de Marx, las dificultades son paradójicamente tanto
más grandes mientras más avanza en un tratamiento riguroso de estas
dos preguntas; por qué él no puede finalmente efectuar verdadera-
mente la combinación. ¿Qué obstáculos conceptuales están aquí pre-
sentes? Y sobre todo, ¿cuáles son los problemas reales propios del ca-
pitalismo, que no se han podido dominar de manera coherente?

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