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 Cuentos sugeridos para que la docente cuente en el

aula.
 Luego de contar se hace la comprensión lectora en el
aula
 Y dibuja donde se le indica lo que lo que más le gusto
del cuento.
 Luego en su cuaderno de plan lector el niño lleva a
casa.

COMPRENSIÓN LECTORA

Cuento:--------------------------------------

1. Cuenta a tu mamita el cuento escuchado en el aula y


pide que te lo escriba en tu cuaderno.
2. ¿Quiénes el personaje?
3. Dibuja lo que más te gusto del cuento.

1
LA GALLINITA CON HIPO

Esta es la historia de una gallinita que vivía en el campo. Un día,


mientras buscaba semillas con su pico, le vino un ataque de
hipo tan fuerte que no se le quitaba con nada.
Consultó a la lombriz y ella le recomendó que saltara en una
pata...pero nada, el hipo no pasaba.
En eso, se encontró con la mariposa, quien también le dio un
consejo: - debes colocarte un disfraz y mirarte a un espejo. Eso
sí que no falla.
Pero nada, el hipo seguía ahí.
El avestruz, que tenía gran sabiduría, le dijo:
- no llores, gallinita, y súbete a mi lomo. Una carrera hasta la
laguna será el mejor remedio. Al llegar a la laguna, el avestruz
se detuvo bruscamente y la gallinita cayó de cabeza al agua.
Un pez poco amistoso la miró con sus grandes ojos y abrió la
boca. Fue tan grande el susto que se llevó la gallinita, que corrió
a perderse. Y...no me van a creer... el hipo desapareció

2
SOFÍA NO COMPARTE

Sofía era una niña buena; sin embargo, no le gustaba prestar sus
juguetes. Una tarde, a la salida del jardín, Sofía invitó a
Guadalupe a jugar juntas en su casa.
Después de tomar la merienda, fueron al cuarto, que estaba
repleto de juguetes Cada vez que Guadalupe quería tomar algún
juguete, Sofía le decía:
-¡Se rompe¡ ¡no lo toques¡... mi mamá no quiere que juguemos
con esa muñeca...
Y así todo el tiempo, hasta que vinieron a buscar a Guadalupe.
Guadalupe se aburrió muchísimo con Sofía, pero igualmente
nada le dijo.
Sofía también se comportaba así en la salita con los demás
compañeros Por eso, no la quería demasiado.
Otro día, fue Guadalupe quien invito a Sofía a su hogar.
Después de merendar, fueron a jugar al patio, donde Guadalupe
había preparado muchos juguetes.
Sofía estaba asombrada porque podía jugar con todos los
juguetes sin que Guadalupe se lo impidiera. Compartieron toda
la tarde alegremente: Jugaron a la mamá, a la doctora, con las
muñecas y a hacer las compras con los carritos.
Desde ese día, Sofía comprendió que era mucho más divertido
compartir los juguetes y no ser ego

3
EL CHICO QUE TENIA MIEDO

Había una vez un chico que tenía miedo.


Miedo a la oscuridad, porque en la oscuridad crecen los
monstruos.
Miedo a los ruidos fuertes, porque los ruidos fuertes te hacen
agujeros en las orejas.
Miedo a las personas altas, porque te aprietan para darte besos.
Miedo a las personas bajitas, porque te empujan para
arrancarte los juguetes. Mucho miedo tenía ese chico. Entonces,
la mamá lo llevó al doctor. Y el doctor le recetó al chico un
jarabe para no tener miedo (amargo era el jarabe).
Pero al papá le pareció que mejor que el jarabe era un buen
reto:
-¡Basta de andar teniendo miedo, vos! - le dijo -. ¡Yo nunca tuve
miedo cuando era chico!
Pero al tío le pareció que mejor que el jarabe y el reto era una
linda burla:
-¡La nena tiene miedo, la nena tiene miedo!
El chico seguía teniendo miedo. Miedo a la oscuridad, a los
ruidos fuertes, a las personas altas, a las personas bajitas. Y
también a los jarabes amargos, a los retos y a las burlas.
Mucho miedo seguía teniendo ese chico.
Un día el chico fue a la plaza. Con miedo fue, para darle el gusto
a la mamá.
Llena de personas bajitas estaba la plaza. Y de persona altas.
El chico se sentó en un banco, al lado de la mamá. Y fue ahí que
vio a una persona bajita pero un poco alta que le estaba pegando
a un perro con una rama. Blanco y negro era el perro. Con

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manchitas. Muy flaco y muy sucio estaba el perro. Y al chico le
agarró una cosa acá, en el medio del ombligo.
Y entonces se levantó del banco y se fue al lado del perro. Y se
quedó parado, sin saber qué hacer. Muerto de miedo se quedó.
La persona alta pero un poco bajita lo miró al chico. Y después
dijo algo y se fue. Y el chico volvió al banco. Y el perro lo siguió
al chico.
Y se sentó al lado.
-No es de nadie- dijo el chico -¿Lo llevamos?
-No- dijo la mamá.
-Sí- dijo el chico -. Lo llevamos.
En la casa la mamá lo bañó al perro. Pero el perro tenía hambre.
El chico le dio leche y un poco de polenta del mediodía. Pero el
perro seguía teniendo hambre. Mucha hambre tenía ese perro.
Entonces el perro fue y se comió todos los monstruos que
estaban en la oscuridad, y todos los ruidos fuertes que hacen
agujeros en las orejas. Y como todavía tenía hambre también se
comió el jarabe amargo del doctor, los retos del papá, las burlas
del tío, los besos de las personas altas y los empujones de las
personas bajitas. Con la panza bien rellena, el perro se fue a
dormir. Debajo de la cama del chico se fue a dormir, por si
quedaba algún monstruo.
hora el chico que tenía miedo no tiene más miedo. Tiene perro.

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LA VARITA MÁGICA

Lucho fue al mercado y vio algo que le cortó la respiración. No


cabía duda, había una señora que vendía ... ¡varitas mágicas!
- ¿Funcionan? - preguntó Lucho.
- tres veces cada una - respondió la señora -. Y cuestan diez
soles.
"¡Qué pena¡", pensó Lucho. "Sólo tengo cinco soles".
Entonces tuvo una gran idea: ¿por qué no vendía sus canicas y
compraba una varita mágica?
Dicho y hecho, Lucho vendió sus canicas y se compró la varita
mágica. Muy contento empezó a pedirle cosas. Primero le pidió
cien canicas. Y, al instante, las canicas aparecieron.
Lo segundo que pidió fue una pelota de colores. Y la pelota
apareció rebotando por la casa.
En tercer lugar, pidió diez soles para comprar otra varita
mágica. Pero, entonces, no se sabe por qué la varita
desapareció.

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EL GALLO ANDRÉS Y SUS POLLITOS

En el gallinero de
una granja, vivían
el orgulloso gallo
Andrés y sus siete
gallinas. Cierto día, dos de las gallinas no se reunieron con las
demás sino que se quedaron
en el nido, empollando sus huevecitos.
Andrés estaba tan contento y feliz que no paraba de cantar: -
¡kiquiriquíiiiii......! ¡voy a ser papá! - decía.
Pasó el tiempo y llegó el día del nacimiento. Todos estaban
pendientes. De pronto... ¡crash! se rompió un huevito.
Número uno, blanco como la espuma ¡al rato, ¡crash! nació el
pollito número dos, tan blanco como el anterior.
El gallito Andrés, orgulloso y feliz, les dio la bienvenida y
anunció los nacimientos con un alegre ¡kiquiriquíiiii¡
Luego nacieron nuevos pollitos: el tres, el cuatro, el cinco, el
seis, el siete, el ocho, y el pollito nueve.
Algunos blancos y algunos de otro color. Mientras todos lo
miraban curiosos...¡crash! nació el pollito número diez, negrito
como el carbón.
Andrés puso en fila a los pollitos que no eran blancos.
Los observó de arriba a abajo, de un costado y del otro... Sin
decir nada, abatido, se fue a un rincón del gallinero. Las gallinas
lo siguieron disgustadas. No paraban de cacarear: - ¿No, te da
vergüenza? - ¿qué tontería es ésta?
- son tan pequeños y bonitos...
Al rato, se escuchó el ¡kiquiriquiiii del gallo Andrés, que junto a
sus diez pollitos, les daba la bienvenida a todos por igual.

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EL CIEMPIÉS CECILIO

El ciempiés Cecilio ha recibido una invitación de boda. La rana


Celeste y el sapo Zoilo se casan. Cecilio se pone su mejor corbata
y saca su bastón nuevo....Pero... ¿y los zapatos?
- ¡horror¡ No tengo zapatos. ¡No puedo ir descalzo a una boda!
Cecilio va a la zapatería. Pero el vendedor le dice:
- ¡lo siento, Cecilio, no tengo cien zapatos iguales. Te puedo dar
seis pares de zapatos rojos de taco, unas cuantas botas y algunos
zapatos con pasadores.
- ¡pero no puedo ir así! Todo el mundo se burlará de mí.
El ciempiés se va muy apenado y se detiene al lado de un nogal.
Entonces, el nogal sacude sus ramas con fuerza. Cincuenta
nueces caen al suelo y se rompen.
-¡aquí tienes cien zapatos de madera¡ le dice el nogal.
- ¡Qué bien! Pero ...se me salen - se lamenta Cecilio.
- Toma mi hilo de seda y átatelos - dice un gusanito.
Cecilio se ata sus cien zapatitos y, muy feliz se va a la boda.
¡Qué bueno es tener amigos!

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LA TORTUGA SABIA Y AUDAZ

Cierto día, un zorro muy hambriento salió a caminar por el


bosque en busca de alimento.
En la orilla del río vio a una rana. -¡qué bocado tan tentador¡ -
se dijo. Y sigilosamente fue acercándose.
Una intrépida tortuga adivino la intención del zorro y decidió
intervenir:
Extendió bien su cuello y mordió la cola del acosador. El zorro
dio un tremendo alarido.
Al oírlo, la rana comprendió que corría peligro y, de un salto se
zambulló en el río. Enfurecido, el zorro abrió su bocaza para
devorar a la tortuga,
. pero no pudo: la pícara se ocultó bajo su caparazón. -¡Te
comeré igual¡ - Le dijo con ira, y le hincó el diente.
Pero fracasó, porque el caparazón era durísimo. -¡Te daré una
patada tan fuerte que llegarás al cielo¡ - Le dijo, rabioso. -¡Me
gusta la idea¡ siempre quise ir allí. Furibundo, el zorro exclamó
- ¡te arrojaré a una hoguera para que te quemes¡ -¡me hará bien
el calorcito¡
Entonces... ¡Te lanzaré al agua para que te ahogues! -mascullo el
zorro. -¡buah...¡¡No me tires al río porque moriré¡-sollozó la
tortuga.
.El zorro no se conmovió y cruelmente la arrojó al agua. Pero no
sabía que era una hábil nadadora...
Contenta la tortuga llegó junto a la rana. -¿quieres comernos?
¡Ven a buscarnos¡ - dijeron desafiantes las dos amigas.

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El zorro estaba tan ofuscado que se lanzó al río, aunque no sabía
nadar. Tuvo suerte y pudo sujetarse de un tronco que lo llevó
lejos, quién sabe donde...

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EL PAJARITO PEREZOSO

Había una vez un pajarito simpático, pero muy, muy perezoso.


Todos los días, a la hora de levantarse, había que estar
llamándole mil veces hasta que por fin se levantaba; y cuando
había que hacer alguna tarea, lo retrasaba era muy flojo
Todos le advertían constantemente:
- ¡Eres un perezoso! No se puede estar siempre dejando todo
para última hora...
- Bah, pero si no pasa nada.-respondía el pajarito- Sólo tardo un
poquito más que los demás en hacer las cosas.
Los pajarillos pasaron todo el verano volando y jugando, y
cuando comenzó el otoño y empezó a sentirse el frío, todos
comenzaron los preparativos para el gran viaje a un país más
cálido. Pero nuestro pajarito, siempre perezoso, lo iba dejando
todo para más adelante, seguro de que le daría tiempo a
preparar el viaje. Hasta que un día, cuando se levantó, ya no
quedaba nadie.
Como todos los días, varios amigos habían tratado de
despertarle, pero él había respondido medio dormido que ya se
levantaría más tarde, y había seguido descansando. Ese día
tocaba comenzar el gran viaje, todo debía estar preparado,
porque eran miles de pájaros y no se podía esperar a nadie.
Entonces el pajarillo, que no sabría hacer sólo aquel larguísimo
viaje, comprendió que por ser tan perezoso le tocaría pasar solo
aquel largo y frío invierno.
Al principio estuvo llorando muchísimo rato, pero luego pensó
que igual que había hecho las cosas muy mal, también podría
hacerlas muy bien, y sin dejar tiempo a la pereza, se puso a

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preparar todo a conciencia para poder aguantar solito el frío del
invierno.
Primero buscó durante días el lugar más protegido del frío, y
allí, entre unas rocas, construyó su nuevo nido, que reforzó con
ramas, piedras y hojas; luego trabajó sin descanso para llenarlo
de frutas y bayas, de forma que no le faltase comida para
aguantar todo el invierno, y finalmente hasta creó una pequeña
piscina dentro del nido para poder almacenar agua. Y cuando
vio que el nido estaba perfectamente preparado, él mismo se
entrenó para aguantar sin apenas comer ni beber agua, para
poder permanecer en su nido sin salir durante todo el tiempo
que durasen las nieves más severas.
Y aunque parezca increíble, todos aquellos preparativos
permitieron al pajarito sobrevivir al invierno.
Eso sí, tuvo que sufrir muchísimo y no dejó ni un día de
arrepentirse por haber sido tan perezoso.
Así que, cuando al llegar la primavera sus antiguos amigos
regresaron de su gran viaje, todos se alegraron
sorprendidísimos de encontrar al pajarito vivo, y les parecía
mentira que aquel pajarito holgazán y perezoso hubiera podido
preparar aquel magnífico nido y resistir él solito. Y cuando
comprobaron que ya no era perezoso y que se había convertido
en el más previsor y trabajador de la colonia, todos estuvieron
de acuerdo en encargarle la organización del gran viaje para el
siguiente año.
Y todo estuvo tan bien hecho y tan bien preparado, que hasta
tuvieron tiempo para inventar un despertador especial, y ya
nunca más ningún pajarito, por muy perezoso que fuera, tuvo
que volver a pasar solo el invierno.

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EL SAPITO FERMÍN

El sapito Fermín se dirigía a su casa, a descansar de las pesadas


tareas del día, cuando, en el camino, se encontró con un zorro.
-¡Quítate de mi camino, feo sapo -le dijo éste-, me incomoda
verte siempre saltando! ¿No puedes correr, aunque sea un
poquito?
-¡Claro que puedo! - contestó el sapito Fermín, que, sin ser
orgulloso, se sintió terriblemente ofendido de que el zorro le
hubiera dicho que andaba siempre a saltos
- Claro que puedo, y mucho más ligero que tú, si se me antoja.
-¡Ja, ja, ja -rió el zorro-. ¡Qué graciosos eres! ¿Quieres que
corramos una carrerita?
-¿Y en qué topamos? -le contestó el sapito-. Pero lo haremos
mañana en la mañana, porque ahora vengo cansado de mi
trabajo y no haraganeo como tú. Además, se hace tarde y me
espera mi familia para cenar.
-Convenido, pero no faltes, pobre sapito. -dijo el zorro, y en un
liviano trote se dirigió, riendo, a su madriguera.
Al día siguiente, muy tempranito, el sapito Fermín ya se estaba
preparando para la carrera. Puso a sus hijos menores como
jueces de grito, en la partida; a su mujer, como juez de llegada; y
a su hijo mayor, que era igualito a él, lo escondió en la tierra,
unos cuantos metros más allá del punto de llegada.
Empezaba a clarear cuando apareció el zorro.
-¿Estás listo sapito Fermín? -le preguntó.
-¡Mucho rato! ¿Trajiste testigos?

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-No me hacen falta, basta y sobra con los tuyos, para el caso
presente. Y corramos luego que tengo una invitación a un
gallinero y se me está haciendo tarde.
-¡Cuando gustes no más!
Puestos en la raya, y apenas sonó el grito, el zorro partió como
un celaje. Pero aún más listo, el sapito Fermín se le colgó de un
salto en el rabo.
Corrió unos metros el zorro y volviéndose a mirar para atrás,
gritó burlón:
-¡Sapito Fermín
Y con asombro oyó la voz de éste que le gritaba:
-¡Adelante estoy!
Como picado por una araña, se dio vuelta el zorro y divisó al
sapito Fermín saltando hacia la meta delante de él.
Partió otra vez el zorro, como el viento, pero esta vez, por
aquello de que el zorro nunca deja de serlo, metió la cola entre
las piernas.
El sapito Fermín regresó tranquilamente al punto de partida.
Jadeando llegó el zorro a la raya, se paró un poco antes y
volviéndose para atrás grito:
-¡Sapito Fermín!
Y con una rabia inmensa oyó una voz burlona que le gritaba,
desde más allá del punto de llegada:
-¡Adelante estoy!
Y así fue como el orgulloso zorro fue vencido en la carrera por el
sapito Fermín

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EL CABALLO Y LA ZORRA

Tenía un campesino un fiel caballo, ya viejo, que no podía


prestarle ningún servicio. Su amo se decidió a no darle más de
comer y le dijo: - Ya no me sirves de nada; más para que veas
que te tengo cariño, te recibiré si me demuestras que tienes aún
la fuerza suficiente para traerme un león. Y ahora, fuera de la
cuadra. Y lo echó de su casa. El animal se encaminó tristemente
al bosque, en busca de un cobijo. Y se encontró con la zorra, la
cual le preguntó: - ¿Qué haces por aquí, tan cabizbajo y
solitario? - ¡Ay! - respondió el caballo -. Es que estoy viejo y no
tengo fuerzas como antes. Mi amo ya no se acuerda de los
servicios que le he venido prestando durante tantos años, y
porque ya no puedo arar como antes, se niega a tenerme a su
lado y me ha echado a la calle. - ¿Así, a secas? ¿No puedes hacer
nada para evitarlo? - preguntó la zorra. - El remedio es difícil.
Me dijo que si era lo bastante fuerte para llevarle un león, me
recibiría. Pero sabe muy bien que no puedo hacerlo. - Yo te
ayudaré. Túmbate bien y no te muevas, como si estuvieses
muerto. Hizo el caballo lo que le indicara la zorra, y ésta fue al
encuentro del león, cuya guarida se hallaba a escasa distancia, y
le dijo: - Ahí fuera hay un caballo muerto; si sales, podrás darte
un buen banquete. Salió el león con ella y, cuando ya estuvieron
junto al caballo, dijo la zorra: - Aquí no podrás comértelo
cómodamente. ¿Sabes qué? Te ataré a su cola. Así te será fácil
arrastrarlo hasta tu guarida, y allí te lo comes tranquilamente. el
león hizo caso del consejo ;la zorra ató fuertemente la cola del

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caballo a las patas del león, y le dio tantas vueltas y nudos que
no había modo de soltarse. Cuando hubo terminado, golpeó el
anca del caballo, y dijo: - ¡Vamos, andando! el caballo de un
salto se paró y salió al trote, arrastrando al león. Se puso éste a
rugir con tanta fiereza que todas las aves del bosque echaron a
volar asustadas; pero el caballo lo dejó rugir y, a campo traviesa,
lo llevó arrastrando hasta la puerta de su amo. Al verlo éste,
cambió de propósito y dijo al animal: - Te quedarás a mi lado, y
lo pasarás bien - y, en adelante, no le faltaron al caballo sus
buenos piensos, hasta que murió.

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EL SOL

Un nuevo día había llegado y nuestro amigo el Sol ya estaba


listo para salir.
Desde bien temprano, ya estaba preparándose para que el día
fuera " Un Gran Día”.
Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color.
Nuestro amigo el sol estaba muy contento, pues ninguna de esas
nubes traviesas había venido a tapar su resplandor hoy.
Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque, la
playa... y se sentía feliz porque sabía que en parte era gracias a
él.
Observando a un grupo de niños, escuchó como contaban lo que
iban a hacer cuando se hiciera de noche, el Sol escuchó muy
atento como uno de esos niños decía: " Que ganas tengo de que
se haga hoy de noche, porque son las fiestas de mi pueblo y esta
noche van a celebrarlo, llenando el cielo de brillante cohetes,
cohetes que son como estrellas..."
El Sol se puso muy triste y no quiso seguir escuchando. El
también tenía ganas de ver esos cohetes, pero sabía que no
podía ser.

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Llegó la noche y el Sol se escondió. Esa noche estuvo muy triste
pensando en lo bien que se lo estaría pasando todos viendo esos
bonitos cohetes.
Tan triste estaba que estuvo varios días sin salir, se pasaba todo
el día escondido.
Un día cansado de esa soledad decidió salir y se dio cuenta de
que todos al verle estaban muy contentos y se notaba que le
habían echado mucho de menos.
Entonces se sintió muy feliz y se dio cuenta de que, aunque no
siempre podemos hacer lo que nos gusta debemos sentirnos
felices de lo que somos e intentar que todos los demás también
lo sean

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LA GRULLA AGRADECIDA

Erase una vez había un joven que vivía solo en una casita al lado
del bosque. De regreso a casa durante un día de invierno
bastante nevoso, oyó un ruido extraño. Se puso a caminar hacia
un campo lejano de donde venía el sonido, y allí descubrió una
grulla tumbada sobre la nieve llorando de dolor. Una flecha
incada en la ala tenía, pero el joven, muy cariñoso, se la quitó
con mucho cuidado. El pájaro, ya libre, voló hacia el cielo y
desapareció. El hombre volvió a casa. Su vida era muy pobre.
Nadie le visitaba, pero esa noche a la puerta sonó un frap-frap-
frap. "¿Quién será, a esta hora y en tanta nieve?" pensó él. ¡Qué
sorpresa al abrir la puerta y ver a una mujer joven y bonita! Ella
le dijo que no podía encontrar su camino por la nieve, y le pidió
dejarla descansar en su casa, para lo cual él fue muy dispuesto.
Se quedó hasta el amanecer, y también el día siguiente.
Tan dulce y humilde era la mujer que el joven se enamoró y le
pidió ser su esposa. Se casaron, y a pesar de su pobreza, se
sentían alegres. Hasta los vecinos se alegraban de verlos tan
contentos. Pero el tiempo vuela y pronto llegó otro invierno. Se
quedaron sin dinero y comida, tan pobres como siempre.
Un día, para poder ayudar un poco, la mujer joven decidió hacer
un tejido y su marido le construyó un telar detrás de la casa.
Antes de empezar su trabajo ella pidió a su marido prometerla
nunca entrar al cuarto. Él lo prometió. Tres días y tres noches
trabajó ella sin parar y sin salir del cuarto. Casi muerta parecía
cuando la mujer joven por fin salió, pero a su marido le
presentó un tejido hermoso. Él lo vendió y conseguía un buen
precio.
El dinero les duró bastante tiempo pero cuando se acabo

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todavía seguía el invierno. Ya que, otra vez se puso a tejer la
mujer joven, y otra vez su marido le prometió no entrar al
cuarto. Fueron no tres sino cuatro días cuando ella, viéndose
peor que la vez siguiente, salió del cuarto y le dio a su marido un
tejido de tan gran maravilla que, al venderlo en el pueblo,
consiguieron dinero suficiente para dos inviernos duros.
Más seguros para el futuro que nunca, desafortunadamente el
hombre se hizo avaro. y ambicioso , tanto por el deseo de ser
rico como por los vecinos siempre preguntándole que cómo se
podía tejer sin comprar hilo, el joven le pidió a su señora hacer
otro tejido. Ella pensaba que tenían bastante dinero y que no
había necesidad, pero el avaricioso no dejaba de insistir. Puesto
que, después de recordarle a su marido la promesa, la mujer se
metió en el cuarto a trabajar.
Esta vez la curiosidad no le dejaba al hombre en paz. Ignorando
su promesa, fue al cuarto donde su señora trabajaba y abrió un
poquito la puerta. La sorpresa de lo que vio le hizo escapar un
grito. Manejando el telar estaba no su señora sino un pájaro
hermoso, cuál de las plumas que se iba arrancando de su propio
cuerpo hacia un tejido igualmente hermoso. Cuando el pájaro,
al oírle gritar, se dio cuenta de que alguien la miraba dejó de
trabajar y de repente su forma se convirtió a la de la mujer
joven.
Entonces, ella le explicó su historia, que ella era esa grulla cual
él ayudó y que, agradecida, se convirtió a mujer, y que empezó a
tejer para ayudarle no ser pobre, esto a pesar del sacrificio que
tejer con las plumas de su propio cuerpo le costaba. Pero, ahora
que él sabía su secreto, tendrían que dejar de ser juntos. Al oirá
esto, el prometió que la quería más que todo el dinero del
mundo, pero ya no había remedio. Cuando acabó su historia,
ella se convirtió a grulla y voló hacia el cielo..

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EL bosque encantado

Había una vez, un bosque bellísimo, con muchos árboles y flores


de todos colores que alegraban la vista a todos los chicos que
pasaban por ahí.
Todas las tardes, los animalitos del bosque se reunían para
jugar. Los conejos, hacían una fila una carrera entre ellos para
ver quién llegaba a la meta. Las hormiguitas
una carrera entre ellos para ver quién llegaba a la meta. Las
hormiguitaspara ir a su hormiguero. Los coloridos pájaros y las
hacían una enorme brillantes mariposas se posaban en los
arbustos. Todo era paz y tranquilidad.
Hasta que... Un día, los animalitos escucharon ruidos, pasos
extraños y se asustaron muchísimo, porque la tierra empezaba a
temblar.
De pronto, en el bosque apareció un brujo muy feo y malo,
encorvado y viejo, que vivía en una casa abandonada, era muy
solitario, por eso no tenía ni familiares ni amigos, tenía
la cara triste y angustiada, no quería que nadie fuera feliz, por
eso...
Cuando escuchó la risa de los niños y el canto de los pájaros, se
enfureció el de tal manera que grito muy fuerte y fue corriendo
en busca de ellos. Rápidamente, tocó con su varita
mágica al árbol, y este, después de varios minutos, empezó a
dejar caer sus hojas y luego a perder su color verde pino.
Lo mismo hizo con las flores, el césped, los animales y los niños.
Después de hacer su gran y terrible maldad, se fue riendo, y

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mientras lo hacía maldad, se fue riendo, y mientras lo hacía
Pasaron varios años desde que nadie pisaba ese oscuro y
espantoso lugar, hasta que una paloma llegó volando y cantando
alegremente, pero se asombró muchísimo al ver ese bosque que
alguna vez había sido hermoso, lleno de niños que iban y
venían, convertido en un espeluznante bosque. - ¿Qué pasó
aquí?... Todos perdieron su color y movimiento...
Está muy tenebroso ¡Cómo si fuera de noche!...
Tengo que hacer algo para que éste bosque vuelva a hacer el de
antes, con su color, brillo y vida... A ver, ¿Qué puedo hacer? Y
después de meditar un rato dijo: ¡Ya sé!
La paloma se posó en la rama seca de un árbol, que como por
arte de magia, empezó a recobrar su color natural y a moverse
muy lentamente.
Después se apoyó en el lomo del conejo y empezaron a
levantarse sus suaves orejas y, poco a poco, pudo notarse su
brillante color gris claro. Y así fue como a todos los habitantes
del bosque les fue devolviendo la vida. Los chicos volvieron a
jugar y a reír otra vez, ellos junto a los animalitos le dieron las
gracias a la paloma, pues, fue por ella que volvieron a la vida. La
palomita, estaba muy feliz y se fue cantando
¡Y vino el viento y se llevó al brujo y al cuento!

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La nuez de oro

La linda María, hija del guardabosques,


encontró un día una nuez de oro en
medio del sendero.- Veo que has encontrado mi nuez.
Devuélvemela -dijo una voz a su espalda. María se giró y se
encontró frente a un ser diminuto, flaco, vestido con jubón
carmesí y un puntiagudo gorro. Podría haber sido un niño por el
tamaño, pero por la astucia de su rostro comprendió la niña que
se trataba de un duendecillo.- Vamos, devuelve la nuez a su
dueño, el Duende del Bosque - insistió, inclinándose con burla.-
Te la devolveré si sabes cuantos pliegues tiene en la corteza. De
lo contrario me la quedaré, la venderé y podré comprar ropas
para los niños pobres, porque el invierno es muy crudo.-
Déjame pensar..., ¡tiene mil ciento y un pliegues! María los
contó. ¡El duendecillo no se había equivocado! Con lágrimas en
los ojos, extendió el brazo para darle la nuez.-Guárdala - le dijo
entonces el duende: tu generosidad me ha conmovido. Cuando
necesites algo, pídeselo a la nuez de oro. Sin más, el duendecillo
desapareció. Misteriosamente, la nuez de oro procuraba ropas y
alimentos para todos los pobres de la comarca. Y como María
nunca se separaba de ella, en adelante la llamaron con el
encantador nombre de "Nuez de Oro"

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Flor de un día

Había una vez dos amigos que vivían en un palacio con sus
familias, que trabajaban al servicio del rey. Uno de ellos conoció
una niña que le gustó tanto que quería que pensó hacerle un
regalo. Un día, paseaba con su amigo por el salón principal y vio
un gran jarrón con las flores más bonitas que pudiera
imaginarse, y decidió coger una para regalársela a la niña,
pensando que no se notaría. Lo mismo hizo al día siguiente, y al
otro, y al otro... hasta que un día faltaron tantas flores que el rey
se dio cuenta y se enfadó tanto que mandó llamar a todo el
mundo.
Cuando estaban ante el rey, el niño pensaba que debía decir que
había sido él, pero su amigo le decía que se callara, que el rey se
enfadaría muchísimo con él. Estaba muerto de miedo, pero
cuando el rey llegó junto a él, decidió contárselo todo. En
cuanto dijo que había sido él, el rey se puso rojo de cólera, pero
al oír lo que había hecho con las flores, en su cara apareció una
gran sonrisa, y dijo "no se me habría ocurrido un uso mejor
para mis flores".
Y desde aquel día, el niño y el rey se hicieron muy amigos, y se
acercaban juntos a tomar dos de aquellas maravillosas flores,
una para la niña, y otra para la reina.

(Honradez y generosidad)

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El gran palacio de la mentira

Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de


la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la
verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los
duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo
mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la
mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban
con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes,
los mejores del mundo, y los duendes competían duramente
porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos,
enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los
niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron
consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su
palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día,
algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos
se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se
convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se
rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo
las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se
transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la
mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más
ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que
no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son
lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.
(Sinceridad)

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La invitación para el gran baile

Un príncipe terriblemente desordenado nunca hace caso a sus


padres cuando le piden orden. La princesa del reino vecino, de
la que está enamorado en secreto, organiza un gran baile e
invita a todos los príncipes de los alrededores.
El príncipe está emocionado y lo prepara todo con esmero,
pero el día del baile no encuentra la invitación entre el desorden
de su cuarto. La busca desesperado y no la encuentra, y al final
decide ordenar todo su cuarto, encontrando la invitación justo
encima de la mesa. Para cuando llega al baile ya se marchaban
todos y se vuelve muy triste y habiendo aprendido la lección.
Pero tuvo suerte, y como no encontró novio, la princesa repitió
el baile poco después, y como esta vez tuvo todo ordenado, no
perdió la invitación y pudo conocer a la princesa, que también
se enamoró de él.
(el orden)

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El concurso de belleza

En un precioso jardín vivía la mariposa más bonita del mundo.


Era tan bonita y había ganado tantos concursos de belleza, que
se había vuelto vanidosa. Tanto que un día, la cucaracha lista se
hartó de sus pavoneos y decidió darle una lección.
Fue a ver a la mariposa, y delante de todos le dijo que no era tan
bonita, que si ganaba los concursos era porque los jurados
estaban comprados, y que todos sabían que la cucaracha era
más bella. Entonces la mariposa se enfureció, y entre risas y
desprecios le dijo a tí te gano un concurso con el jurado que
quieras. "Vale, acepto, nos vemos el sábado", respondió la
cucaracha sin darle tiempo. Esos sábados todos fueron a ver el
concurso, y la mariposa iba confiada hasta que vio quiénes
formaban el jurado: cucarachas, lombrices, escarabajos y
chinches. Todos ellos preferían el aspecto rastrero y el mal olor
de la cucaracha, que ganó el concurso claramente, dejando a la
mariposa tan llorosa y humillada, que nunca más volvió a
participar en un concurso de belleza.
Por suerte, la cucaracha perdonó a la mariposa su vanidad y se
hicieron amigas, y algún tiempo después la mariposa ganó el
premio a la humildad.

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EL REGALO MÁGICO DEL CONEJITO POBRE

Hubo una vez en un lugar una época


de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito
muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció
un mago que le entregó un saco con varias ramitas. "Son
mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas" El conejito
se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas
pensando en darles buen uso.
Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que
casi no podía caminar. "Dame algo, por favor", le dijo. El
conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran
mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus
padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que
sacó una ramita del saco y se la dio a la oveja. Al instante, la
rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito
siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había
dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la
necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y
un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba
una de las ramitas
Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a
sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su
comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su
hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la di a
él.
En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y
preguntó al conejito ¿Dónde están las ramitas mágicas que te
entregué? ¿Qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se

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asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó
diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?
¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!
Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a
partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían
convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida
para todos los animales!
Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y
porque la magia de su generosidad hubiera devuelto la alegría a
todos (generosidad).

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EL TESORO DE BARBA IRIS

Según contaba la leyenda, Barba Iris había sido el pirata de las


golosinas más increíble que había existido nunca.
Durante años asaltó cientos de tiendas de golosinas y según
decían, en algún lugar perdido almacenaba el mayor tesoro que
ningún niño podría imaginar. Por eso, cuando Toni y sus
amigos encontraron un extraño y antiguo cofre con lo que
parecía ser un mapa de un tesoro para niños, se llenaron de
emoción y se prepararon para la gran búsqueda del tesoro de
Barba Iris.
Así, siguiendo las pistas, llegaron hasta una cueva oculta junto
al lago, donde encontraron otro pequeño cofre. En él
encontraron unas pocas golosinas, un gran cartel con la letra D,
y otro mapa con más instrucciones para encontrar el tesoro, que
les ayudó a superar la decepción inicial de pensar que no se
tratara de un gran tesoro. Toni y los demás consiguieron
descifrar el mapa, para lo que necesitaron algunos días y leer
unos cuantos libros, y así llegaron hasta un gran árbol hueco en
medio de un gran bosque, donde volvieron a encontrar un cofre
con algunas golosinas, un nuevo mapa, y una hoja con la letra
O.
Entre muchas aventuras encontraron dos cofres más con sus
golosinas, sus mapas y las letras C y B. Pero el último mapa era
un tanto extraño. Más que un mapa, parecían unas
instrucciones bastante incomprensibles:

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"Al tesoro ya has llegado
pero tendrás que encontrarlo;
si juntas un buen retrato
del hijo de tus abuelos,
y lo pones justo al lado
de la hija de tus yayos,
si luego añades las letras
que cada tesoro ha dado
se desvelará el secreto
que lleva tanto guardado.
Ese que acerca tus sueños
para poder alcanzarlos."
Mucho tiempo discutieron sobre el significado del enigma, y
sólo consiguieron ponerse de acuerdo en que el mensaje
hablaba de las fotos de unos padres, pero no alcanzaban a
entender el resto. Hasta uno de los numerosos días que
discutían sobre el asunto en el salón de casa de Toni, mirando
como Rincón del Maestro.

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LA RANITA DE LA VOZ LINDA

En un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo


pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!...
Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas
cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc!
¡Crooc!. Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en
medio del agua, una ranita. que en vez del famoso ¡Crooc!
¡Crooc!. ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de
soprano!.
Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer.
¡Una rana que sí cantaba bien!. La novedad corrió por todo el
valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se
apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más
grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la
admiraban y querían tomarse fotos con ella.
Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su
charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y
de su fama. No podía volver.
Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la
ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las
ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y
las pifias eran música para la pequeña, porque se dio cuenta que
ahora podría volver a su charco añorado.
Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!,
pero con su familia, sus amigos y su charco.

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EL ARBOLITO MILAGROSO
Había una vez un campesino que vivía en la orilla del río, como
todos los campesinos habitaba en una casa de paja y madera,
allí amarraba su canoa y colgaba su atarraya.
Un día los campesinos se pusieron a cortar los árboles de la
orilla del río para sembrar maíz y plátano, pero a todos ellos les
habían dicho que no debían cortar los árboles porque el río se
desbordaba y no prestaron atención.
El campesino cortó todos los árboles alrededor de la casa menos
en el que colgaba su hamaca. Hasta que un día se vino un gran
invierno y creció el río y arrastró las casas que estaban en la
orilla incluyendo la del campesino. Cuando el sintió que su
ranchito se caía, corrió y se agarró fuertemente del arbolito
donde colgaba la atarraya, pero el río también lo arrancó y se la
llevó. El campesino se aferró al árbol con tanta fuerza que al
amanecer estaba sobre él.

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EL TREN QUE QUERÍA VOLAR
Había un tren, muy grande y pesado, que pasaba todo el tiempo
pensando en volar. Los otros trenes le decían que era imposible,
que solo los pájaros y los aviones volaban. Entonces el tren
decía ¡Quiero ser un pájaro! ¡Quiero ser un avión!, pero seguía
siendo un pesado tren de carga que quería volar.
Hasta que un día hubo una gran tormenta, la cual destruyó un
puente que unía dos cerros, justo cuando se acercaba el tren que
quería volar. Frente a él se encontraba el vacío. El maquinista
aplicó el freno y saltó a tierra para salvar su vida. En ese
momento, el tren que quería volar vio su oportunidad.
Desconectó los frenos con un fuerte sacudón y aceleró directo al
vacío. Y entonces voló, voló, voló...
Y era tan fuerte su deseo de volar, que se mantuvo en el aire a
pesar de su cuerpo de hierro. Y sintió que era un pájaro. Y sintió
que era un avión.
Se mantuvo en el aire mientras las nubes, que habían bajado a
ver la hazaña, pasaban sonriendo a su lado. Llegó volando al
otro lado del barranco y las ruedas tomaron su camino de metal.
Desde ese día, el tren que quería volar fue completamente feliz y
se olvidó de ser un pájaro o un avión.
Entendió que lo suyo era ser un tren de carga y sonreía cuando
alguien decía que para un tren era imposible volar

34
EL ORIGEN DE LA FELICIDAD
Había una vez un niño que era muy feliz, aunque no tenía
muchos juguetes ni dinero. Él decía que lo que le hacía feliz era
hacer cosas por los demás. Realmente nadie le creía y pensaban
que no estaba muy bien de la cabeza. Se pasaba todo el día
ayudando a los más pobres, a los anímales... y pocas veces hacía
nada para sí mismo.
Un día conoció a un médico que decidió investigar qué ocurría
en su interior. Descubrió que cada vez que hacía algo bueno,
unos angelitos diminutos aparecían para hacerle cosquillas en el
corazón. Aquello explicó la felicidad del niño, pero el médico
siguió estudiando hasta descubrir que todos tenemos esos
angelitos en el interior. La pena es que no salen porque no
hacemos cosas buenas.
Y...así se descubrió en qué consiste la felicidad.

JUAN SAIZ MAYORDOMO

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PUNTITO, EL ELEFANTE AMARILLITO
Como todos saben, los elefantes son grandes y de color gris.
Hasta que nació Puntito, el elefante enanito y amarillito... Como
era diferente, los demás hacían bromas y se reían de Puntito.
Los elefantes grandes y grises se jactaban de su fuerza y de los
grandes pesos que eran capaces de mover. Puntito solo podía
llevar ramitas, hojas secas, pasto y granitos de maíz, en su
pequeña trompa amarilla.
Un día, un gran árbol cayó sobre el jefe de los elefantes,
dejándolo atrapado. Todos los fuertes elefantes corrieron a
salvar a su jefe. Pero por más fuerza que hacían, no podían
levantar el árbol. Todos transpiraban y jadeaban tratando de
levantar aquel tremendo peso.
Pero no podían.
Hasta que de pronto, un relámpago amarillo llamado Puntito,
saltó sobre el tronco y con gran sorpresa para ellos, vieron que
el árbol se levantó y el jefe quedó libre. La fuerza de todos no
pudo levantar el árbol porque faltaba un poquito más...
justamente la poquita fuerza del pequeño elefantito.
Y así fue que los grandes elefantes comprendieron que todos
eran útiles, incluso Puntito... el amarillito.

“Si tu mascota te mueve la cola quiere decir que te ama y que le


gustaría salir a jugar contigo"

36
LAS ABEJITAS JUGUETONAS
En un panal había tres abejitas, que por primera vez iban a
buscar néctar de las flores del campo. La reina de las abejas le
dio un cántaro vacío a cada una y les ordenó traerlos bien llenos
al caer la tarde. Las abejitas partieron volando a cumplir su
tarea. La abeja mayor empezó inmediatamente. La del medio, se
dedicó a escuchar las historias que le contaban las flores y los
insectos. La más pequeña juntó muestras de todos los colores
que encontraba en las florecillas. Sin que se dieran cuenta, de lo
entretenidas que estaban, llegó la hora de volver al panal. En la
entrada las esperaba la reina y su corte.
La abejita mayor entregó su cántaro lleno y fue felicitada por
todas las abejas. Luego le tocó a la del medio. Cuando mostró su
cántaro con solo la mitad con néctar, la reina le dijo enojada:
“¿Eso es todo lo que traes?” “No”, dijo la abejita. “Además tengo
muchas noticias y chismes que me contaron las flores y los
insectos”. Y así entretuvo a la reina y al panal por mucho
tiempo. Las abejas también la felicitaron.
Al final le tocó a la más pequeña. La reina le preguntó: “¿Y tú,
cuánto néctar traes?“, la chiquita dijo: “Yo, traigo un tercio del
cántaro con néctar y muchos colores, para que todas nos
pintemos y nos veamos muy lindas...“las abejas se pintaron e
hicieron una fiesta.

“Duerme como oso, salta como rana, revolotea como mariposa y


estudia con las mismas ganas de las abejas al trabajar"

37
EL VIAJE
Los patos silvestres que vivían en aquel estanque, notaron que
el invierno se acercaba. Tal vez porque los días eran más cortos
o porque el aire estaba un poco más frío. Había llegado el
momento de buscar climas más cálidos. Y un buen día echaron
a volar iniciando un largo viaje siguiendo al sol.
Todos... menos uno.
Era un pato pequeño y débil que no había crecido tan rápido
como los demás. Los otros eran fuertes, con hermosas y
poderosas alas para volar grandes distancias. El patito miró con
angustia, cómo la gran bandada se elevó rumbo al norte,
dejándolo solo en aquella tierra que empezaba a ser fría y que
anunciaba el crudo invierno. Agachó la cabeza y una lágrima
rodó por su carita.
Pero en eso sintió un lejano graznido, luego otro y otro más.
Levantó la cabeza y a lo lejos distinguió un punto negro que
crecía y crecía. ¡Era la bandada que regresaba!
“Hemos venido por ti, pequeño” le dijo el guía.
‘Te esperaremos el tiempo que sea necesario, para que crezcas,
y puedas hacer el viaje con nosotros. Eres uno de los nuestros y
tus hermanos no te van a dejar aquí solo”.
Y por la cara del patito ahora caían muchas lágrimas de
felicidad. Pasaron dos semanas, justo las que el pequeño
necesitaba para poder volar, y emprendió junto a sus hermanos,
el largo viaje en busca del sol y de su calor.

“Tu hogar es tu refugio, tu alegría, el lugar dónde compartir con


tus seres queridos... ¡Viva el hogar!

38
La luna y el zorro

La luna alumbraba a los patos, eran cuatro patitos, eran


chiquititos de color azul y rojos, vivían con su mamá pata.
La luna bajó de a poquito y se quedó en la casa de la pata
porque era muy noche, al otro día cuando estaba el solcito se fue
a su casa.
Después la luna se fue arriba del cielo y el patito con su mamá
andaban paseando y se fueron a su casa y la luna no estaba, el
patito pensaba que la luna lo iba a esperar. Mamá pata estaba
mal porque su patito se sentía triste.
En la tarde mamá pata buscó a la luna y la luna estaba arriba del
cielo.
El patito pillo una lapicera debajo de su cama y se fue con la
luna al cielo y le dejó una carta a su mamá.

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