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Lo éxtimo, lo extranjero y lo extraño a propósito del objeto en

psicoanálisis1
Lic. Silvina Dal Maso
sildalmaso@yahoo.com.ar

“…hay momentos de aparición del objeto que nos arrojan a una dimensión muy distinta,
que se da en la experiencia (…) Es la dimensión de lo extraño”
J. Lacan

Introducción

En esta introducción se hará un breve recorrido por distintos momentos de la

teorización lacaniana referida a la cuestión del objeto. No pretende ser exhaustiva, sino

que servirá como una suerte de contexto para poder, luego, recortar y trabajar más

detalladamente dos momentos en particular: los referidos a la conceptualización de Das

Ding en el marco del Seminario 7 y la relación entre la angustia y lo unheimlich en el

Seminario 10.

A lo largo de su teorización, Lacan articuló diversas dimensiones de lo que

denominamos objeto dentro del campo del psicoanálisis. Desde el principio constituyó

un interés central de su trabajo superar los callejones sin salida a los que llegaba la

práctica del psicoanálisis bajo la perspectiva del posfreudismo. Así destacaba la

diferencia entre la dimensión imaginaria ligada al narcisismo, que se encargó de

formular a través de su estadio del espejo para dar cuenta de la constitución del yo a

partir de la imagen especular, y la dimensión simbólica, anclaje del sujeto donde

encuentra su determinación significante.

1
Trabajo publicado por la Revista Universitaria de Psicoanálsis, Volumen X, Año 2010. Facultad de
Psicología. UBA. Publicación parcial de avance de investigación para la Tesis de Maestría en
Psicoanálisis. UBA.

1
El significante mata la cosa. Lo real se constituye como lo expulsado por la

operación denominada Ausstossung que se produce al mismo tiempo que la Bejahung

produce la primera inscripción significante. La realidad se presentará para el sujeto

como resultado de articulaciones simbólicas.

Para una primera aproximación a esa perspectiva, evocaremos la referencia de

Lacan al fenómeno del déjà vu, en el Seminario 1 y en el escrito Respuesta al

comentario de J. Hyppolite. Lacan ubica que el sentimiento de irrealidad aparece como

alucinación errática que presenta un particular eco de lo imaginario 2. Ello se justifica en

que “es únicamente por las articulaciones simbólicas que lo enmarañan con todo un

mundo como la percepción toma su carácter de realidad”3.

En el fenómeno del déjà vu se trata de una suerte de pasaje, para cualquier sujeto,

por un borde que roza el límite de lo que puede ser reconocido como realidad. Es el

límite hasta el cual lo simbólico ha podido extender su red, para que lo imaginario

ocupe su lugar como velo de lo real.

En este primer momento lo real será definido como lo que resiste absolutamente a la

simbolización. 4 A lo largo de su enseñanza, a medida que lo real vaya siendo precisado

y/o redefinido, se irá “inmiscuyendo” en el registro simbólico para agujerearlo: el

objeto a y la repetición en su faz real, en tanto Tyche.

2
“…el sentimiento de déja vu sale al encuentro de la alucinación errática, que es el eco imaginario que
surge en respuesta a un puesto de la realidad que pertenece al límite donde ha sido cercenado de lo
simbólico.” Lacan, Seminario 1, pág. 97. y “…se sitúa entre esos dos modos de relación: lo reconocido y
lo visto. En el caso del «déja vu» algo es llevado a su límite último en el mundo exterior y surge con una
pre-significación especial. La ilusión retrospectiva remite ese percepto, dotado de una cualidad original,
al dominio del «déja vu». Freud no nos habla de otra cosa cuando afirma que toda prueba del mundo
externo se refiere implícitamente a algo que ya había sido percibido en el pasado. Esto se aplica al
infinito: de cierto modo cualquier percepto implica necesariamente una referencia a un precepto
anterior.” Respuesta al comentario…, pg 376
3
Respuesta al comentario… pag. 376
4
Seminario 1, Clase VI, pag 110.

2
Pero en el primer momento, se trataba de distinguir la dimensión imaginaria del

objeto, cuyo más importante objeto lo constituye el yo mismo5. Pero la imagen no

apresa todo y el significante no articula todo, desde el inicio de la conceptualización,

incluso de Freud mismo, insiste un resto no subsumible que irá adquiriendo diversos

nombres.

Al abordar la crítica de las elaboraciones posfreudianas sobre la llamada relación de

objeto, destaca el error de considerarlo como objeto plenamente satisfactorio, armónico

y que daría al hombre la base para una realidad adecuada, prueba de madurez, el

denominado objeto genital. La experiencia abierta por Freud da cuenta de que “el

objeto se alcanza por la vía de una búsqueda del objeto perdido (…)” Se intentará

repetir la experiencia de satisfacción, pero “… está claro que por el solo hecho de esta

repetición se instaura una discordancia. El sujeto está unido con el objeto perdido por

una nostalgia, y a través de ella se ejerce todo el esfuerzo de su búsqueda. Dicha

nostalgia marca el reencuentro con el signo de una repetición imposible, precisamente

porque no es el mismo objeto, no puede serlo” 6

Entonces, siguiendo a Freud, Lacan especifica la naturaleza del objeto tal como

aparece en la experiencia analítica: se trata del objeto en tanto perdido, que como tal

funcionará como motor, como causa, irreductible del deseo.7 De allí en más los objetos

aparecerán como sustitutos del “El” objeto jamás alcanzable. Por ello es que Lacan dirá

que “Freud insiste en que para el hombre no hay ninguna otra forma de encontrar el

5
También el objeto del conocimiento tendrá su origen allí: Seminario 10, Clase V, pág. 71 “…la imagen
del cuerpo propio, en tanto que frente a ella, el sujeto tiene el sentimiento jubiloso de estar ante un objeto
que lo torna al sujeto transparente para sí mismo. La extensión a toda clase de conocimiento de esta
ilusión de la conciencia está motivada por el hecho de que el objeto del conocimiento está construido,
modelado, a imagen de la relación con la imagen especular.”
6
Seminario 4, Clase I, pag 15.
7
Vivencia de satisfacción en Proyecto de Psicología, pág. 362, e Interpretación de los sueños, pág. 557.

3
objeto sino la continuación de una tendencia en la que se trata de un objeto perdido, un

objeto que hay que volver a encontrar” 8

En “La negación” encontramos a Freud afirmando que la finalidad principal del

examen de realidad “no es hallar en la percepción un objeto que corresponda a lo

representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está allí”, y que “para que

se instituya el examen de realidad tienen que haberse perdido objetos que antaño
9
procuraron una satisfacción objetiva (real)” El intento del aparato psíquico así

fundado solo alcanzará la identidad de pensamiento al intentar alcanzar la identidad de

percepción. La búsqueda de satisfacción por el objeto pasará necesariamente por las

redes del significante. La pérdida es, entonces, irreparable, porque la experiencia es

irrepetible en su identidad. Cada repetición producirá una diferencia, la cual actualizará

en cada retorno del circuito significante la pérdida del objeto.

Entonces, por un lado Lacan destacará la función mítica de la experiencia de

satisfacción que en tanto tal intenta dar cuenta de un origen de la estructura. En todo

caso no se trata de un origen en sentido temporal cronológico, sino del fundamento de

la estructura constantemente actualizado por la repetición.

Sabemos que ese objeto irá siendo conceptualizado por Lacan hasta alcanzar un

estatuto de real, adquiriendo la denominación de objeto a. “El objeto a lo hemos

definido y representado como lo que cae en la estructura a nivel del acto fundamental

de la existencia del sujeto, ya que es el acto en el que el sujeto se engendra, a saber: la

repetición. El hecho significante, lo que se repite, he aquí lo que engendra al sujeto y

algo que cae” 10.

Ese objeto a tendrá una función doble: “… el objeto del deseo es la causa del deseo

y este objeto causa de deseo es el objeto de la pulsión, es decir el objeto en torno al cual

8
Seminario 4, Clase I, pag 15.
9
La negación, pag 225/226.
10
Seminario 14, Clase 16-04-67, inédito.

4
gira la pulsión (…) no es que el deseo se enganche al objeto de la pulsión, sino que el

deseo le da la vuelta en la medida en que es actuado en la pulsión” 11.

Por otro lado, y antes de alcanzar ese estatuto de real, sobre el lugar vacío abierto

por el objeto en tanto se constituye como perdido, podrán sustituirse diversos “tipos” de

objetos. Desfilarán los objetos imaginarios surgidos a partir del estadío del espejo. Se

distinguirán el objeto fóbico y el fetiche, determinados a partir de lo simbólico, ligados

al falo en tanto van al lugar de intentar responder a la dimensión de la castración que se

presentifica como castración materna. Lacan tratará de distinguir una dimensión de

objeto que se liga al significante (pero lo excede) en tanto designa al objeto del deseo

como objeto metonímico. El deseo será articulado pero no articulable a la cadena

significante, por lo tanto lo que por allí circulará de la dimensión del objeto escapará al

intento de apresarlo a través del significante. Se destacará el falo que tendrá la función

de permitir imaginarizar la falta que constituye como deseantes tanto al sujeto como al

Otro, a la vez que constituirá el elemento simbólico que permitirá la sustitución de

objetos que participarán de su valor fálico: constitución de la significación fálica. El

falo tendrá tanto el valor de un objeto privilegiado en la economía libidinal del sujeto,

como la función significante de “estar destinado a designar en su conjunto los efectos

del significado, en cuanto el significante lo condiciona con su presencia de

significante”12. El fantasma proporcionará otra dimensión imaginaria del objeto, en

tanto postizo que irá a velar la falta estructural del objeto. En el Seminario 8, aborda rá

la noción de ágalma avanzando en la distinción del objeto a, que apunta el deseo y que

permite articular y distinguir su función en la función del amor en la transferencia.

En lo que sigue de este trabajo se tratará de ubicar a partir de lo ya adelantado acerca

de la mítica experiencia de satisfacción, referencias del trabajo hecho por Lacan

11
Seminario 11, Clase XVIII, pag 251.
12
La significación del falo, Escritos 2, pag 670.

5
alrededor de Das Ding y el complejo del prójimo, para ubicar la dimensión de lo

extranjero y lo éxtimo en relación al objeto. Luego se abordará el trabajo realizado en el

Seminario 10 en relación a la angustia y uno de los modos de su aparición a través de lo

Unheimlich.

I – Das Ding

En su texto el Malestar en la cultura, Freud intenta abordar la operación que la

cultura tendría que hacer sobre la hostilidad que surgiría como manifestación directa de

la pulsión de muerte, la cual se dirigiría hacia el prójimo13 si no mediara la intervención

de la cultura a través de la instancia psíquica del superyó, que vuelca la hostilidad sobre

el yo. Pero Freud ya se había dedicado al prójimo en un escrito anterior.

En el Proyecto de psicología par neurólogos se encuentra la formulación de la

constitución del aparato psíquico, del sujeto mismo, a partir de las denominadas

vivencias de satisfacción y de dolor. De la primera surge la inscripción simbólica de la

pérdida del objeto. El objeto como perdido, como falta de objeto, se constituirá en la

causa del deseo inconciente que circulará por los representantes inconcientes

promoviendo su articulación en cadenas que, a su vez, constituirán la estructura de una

red, conformando la sobredeterminación inconciente. Si de esta vivencia queda como

resto el deseo, de la vivencia de dolor quedará como resto el afecto.

De ese afecto surge la compulsión del aparato. El dolor le da fundamento a la

necesidad de la defensa. El afecto permanece inasimilable al trabajo asociativo, persiste

13
Freud, El malestar en la cultura, pág. 108

6
como motivo compulsivo.14 A la vez se sitúa que la vivencia de satisfacción, que,

podemos suponer, pone fin a la vivencia de dolor por el hambre, requiere de la acción

específica que sólo se puede realizar por el auxilio ajeno.

Allí ubicará Freud lo que denominó el complejo del prójimo en que “un objeto como

este es simultáneamente el primer objeto-satisfacción y el primer objeto hostil, así

como el único poder auxiliador.”15 Ese complejo se separa en dos componentes, “uno

de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una

cosa del mundo (Das Ding), mientras que el otro es comprendido por un trabajo

mnémico, es decir, puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio”.

El trauma es la vivencia de dolor misma y el objeto hostil se constituye en el

referente del afecto que desprende el dolor.16 En principio, lo hostil del objeto es su

ligadura con el dolor, que por otro lado contribuye a diluir facilitando la acción

específica, pero esto último se da en tanto individuo auxiliador.

Mientras que, en tanto se asocia al dolor mismo, participa de lo hostil del objeto, el

cual incluye en su constitución el grito del propio sujeto17, sujeto en ciernes,

participando de la extranjeridad en que el dolor, el afecto como irrupción en el aparato,

se anuda al cuerpo. Tal formulación hace objeción a una espacialidad que implique un

exterior y un interior que permitan despejar un sujeto cognoscente de un objeto

separado y exterior. Se trata de un objeto para el cual conviene la noción de extimidad

que se constituye en el enigmático núcleo extranjero en que se constituye el sujeto

como tal. Aquí lo hostil designa lo extraño, lo extranjero, pero a la vez lo éxtimo.

14
Freud, Proyecto…, págs. 362 a 367
15
Freud, Proyecto…, págs. 376,377. Tomo I. O.C. Amorrortu Editores
16
Ibídem, pág. 406
17
Ibídem, págs. 414 y 415

7
En el Seminario 7 Lacan retoma estas tempranas referencias de Freud, destacando el

valor de ese das Ding. De ese modo, recuperará de la experiencia de satisfacción

freudiana no sólo esa suerte de inicio mítico de la estructura donde el objeto encuentra

su lugar como perdido, sino que va a destacar esos dos elementos significativos que

aparecen en el escrito de Freud: el complejo del prójimo (Nebenmensch) y das Ding.

Afirma que la experiencia de satisfacción está estructuralmente suspendida del otro

que Freud nombra como prójimo que, si bien se trata de un sujeto hablante, semejante,

asume la función de Otro primordial, el Otro prehistórico e inolvidable18. A partir dee

allí, la primera aprehensión de la realidad se dará para el sujeto con el complejo del

prójimo “que articula lo marginal y lo similar, la separación y la identidad”19. Allí será

donde “das Ding será aislado como lo extranjero (…) incluso lo hostil (…) primer

exterior (…) al mundo de los deseos”20. Podemos entender como exterior a la

realización alucinatoria del deseo, tal como la ubica Freud. “Das Ding en tanto Otro

absoluto del sujeto, es lo que se trata de volver a encontrar. Como mucho se lo vuelve a

encontrar como nostalgia”21.

De este modo, Lacan ubicará a das Ding en el centro del mundo subjetivo

inconciente organizado en relaciones significantes (…) das Ding está en el centro en el

sentido de que está excluído (…) debe ser formulado como exterior (…) algo que es

ajeno a mí estando empero en mi núcleo”22. En ese lugar estructural y estructurante del

sujeto, ubicará lo que la trama del Edipo ofrece como ficcionalización para el sujeto:

sobre lo imposible por estructura (el acceso al goce pleno de la Cosa, la recuperación

del objeto perdido) la formulación de la ley del incesto ubicará el objeto como

18
Freud, Carta 52, pág. 280. Tomo I.
19
Seminario 7, pág. 67
20
Id., pág. 68
21
Id., pág.
22
Id. Pág. 89

8
prohibido: la madre23. “A nivel del principio de placer, Freud nos muestra que para el

hombre no existe el Soberano Bien, “das Ding, la madre, el objeto del incesto, el bien

interdicto y no existe otro bien”24.

En la clase XIV, volverá al problema planteado por Freud en el Malestar en la

Cultura. Nos dice que en la revisión del mandato del amor al prójimo “surge la

presencia de esa maldad fundamental que habita en ese prójimo. Pero, por lo tanto,

habita también en mí mismo.¿Y qué me es más próximo que ese prójimo, que ese

núcleo de mí mismo que es el goce, al que no oso aproximarme? Pues una vez que me

aproximo a él (…) surge esa insondable agresividad ante la que retrocedo, que vuelvo

en contra mío, y que viene a dar peso, en el lugar mismo de la Ley desvanecida, a lo

que me impide franquear cierta frontera en el límite de la Cosa”. Subrrayemos esta

relación moebiana entre el núcleo íntimo de goce que el sujeto vive como extraño y la

hostilidad que despierta el prójimo por ajeno, extranjero, portador de un goce

desconocido y reflejo del propio.

II – Lo Unheimlich

Lo Heim: la casa del hombre

Lacan destaca la importancia que le dio Freud al análisis lingüístico en su

tratamiento del fenómeno de lo Unheimlich. En este contexto es posible ubicar que “la

definición de lo unheimlich es que es heimlich. Lo que es unheim, es lo que se

encuentra en el punto del Heim”25

23
ID., pág. 85
24
Id., pág. 88
25
Seminario 10, Clase IV, pag 57.

9
En su rastreo del sentido de heimlich, Freud encuentra que existe una suerte de

borde donde se pasa de lo heim a lo unheim. Podemos ubicar esa gama de tonos del

siguiente modo: desde la noción de lo heimlich como “lo hogareño, entrañable, se

desarrolla el concepto de lo sustraído a los ojos ajenos, lo oculto, lo secreto” 26 , de este

modo se acentúa una pendiente hacia lo íntimo, lo reservado, inescrutable, oculto,

escondido, clandestino y, en otro sentido aún, lo sustraído del conocimiento, lo

inconciente. En el punto donde lo oculto asume el tinte de lo peligroso, lo heimlich

cobra el sentido que suele asignarse a lo unheimlich. Freud afirma que “entonces,

heimlich es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo una ambivalencia

hasta coincidir al fin con su opuesto, unheimlich. De algún modo, unheimlich es una

variedad de heimlich”27 Y nos invita a ligar este resultado a la definición de Schelling

“se llama unheimlich a todo lo que estando destinado a permanecer en el secreto, en lo

oculto, (…) ha salido a la luz” 28

En este punto de viraje de lo familiar a lo siniestro, Lacan va a situar la aparición de

“algo” que se presentifica en el lugar donde el sujeto tendría que poder enfrentarse a

una falta. Para que el sujeto se encuentre en lo heim, en su casa, allí debe ubicarse

menos-phi, falta, ausencia, soporte de la imagen especular, que ubica una presencia en

otra parte, la cual desde allí sostiene a la imagen y de esa fuente ésta obtiene su

prestigio.

Se trata de la relación que habilita el fantasma, el cual en tanto marco para el sujeto,

pantalla de lo real, le permite un determinado acceso a la relación con el semejante a la

vez que sostenerse como sujeto en relación al deseo. “El deseo existe y sostiene al

hombre en su existencia de hombre en la medida en que la relación ($<>a) es accesible

mediante algún rodeo, en que ciertos artificios nos dan acceso a la relación imaginaria

26
Lo ominoso, pag 225.
27
Lo ominoso, pag 226.
28
Lo ominoso pag 224

10
que constituye el fantasma. Pero no es posible de modo efectivo. Lo que el hombre

tiene frente a él nunca es más que la imagen virtual i’(a)…”, Y “el a soporte del deseo

en el fantasma no es visible en lo que constituye para el hombre la imagen de su

deseo.”29

La angustia surge cuando un mecanismo hace aparecer algo en el lugar denominado

menos-phi que se corresponde con el lugar que ocupa el objeto a del otro lado del

esquema, que presenta de modo simplificado el desplegado en el escrito Observación

sobre el informe de Daniel Lagache.30

Algo aparece donde debería faltar, allí Lacan formula la famosa frase: La falta viene

a faltar. No es el objeto el que falta sino todo lo contrario. El objeto que debería faltar

se hace presente a través de ese extraño “algo” familiar que, por aparecer fuera de

coordenadas para el sujeto, se vuelve siniestro. Esto le hace decir a Lacan que la

angustia no es sin objeto, en aparente oposición a lo afirmado por Freud. Volveremos

sobre esto.

Retornemos un momento al lugar de lo heim, del menos-phi, para acentuar lo que

afirma Lacan: “el hombre encuentra su casa en un punto situado en el Otro31, más allá

de la imagen de la que estamos hechos. Este lugar representa la ausencia en la que nos

encontramos”32. Esta frase desliza la ambigüedad de la ausencia como la falta que

afecta al ser y determina la falta en ser del sujeto (no nos encontramos con una

consistencia en el ser sino con lo que le falta), tanto como la necesaria barradura del

Otro, que el viviente debe encontrar para constituirse como sujeto, lo cual le hace

afirmar a Lacan que el deseo del hombre es el deseo del Otro, es decir que el sujeto

debe encontrarse con, debe encontrarse en, esa ausencia que lo constituye como tal. De

29
Seminario 10, Clase III, pag 51.
30
Seminario 10, Clase III, pag 52.
31
“La palabra es la casa del Ser. A su abrigo habita el hombre”. M. Heidegger, en Carta sobre el
humanismo. Citado por F. Balmés en Lo que Lacan dice del ser.
32
Id. Pag´58

11
no ser así, de no encontrarse con/en esa ausencia no será en calidad de sujeto que pueda

ubicarse con respecto al Otro.

El Doble

En este punto, Lacan continúa: “Suponiendo, como a veces ocurre, que ella se revele

como lo que es – o sea, que se revele la presencia en otra parte que constituye a este

lugar como ausencia – entonces ella manda en el juego, se apodera de la imagen que la

soporta, y la imagen especular se convierte en la imagen del doble, con lo que ésta

aporta de extrañeza radical. (…) hace que aparezcamos como objeto, al revelarnos la no

autonomía del sujeto”33.

Destaquemos de esta afirmación que el punto de no autonomía indica el lugar donde

el sujeto ya no se sitúa como tal, sino que deviene objeto frente al deseo del Otro. No se

trata del objeto, imagen especular, postizo, que presenta la pantalla del fantasma y que

se ofrece al deseo del Otro como cebo para retenerlo34 a fin de lograr que “se

desvanezca (el Otro), se quede pasmado, ante ese objeto que soy, con la salvedad de

que me veo”35. En esa operación el fantasma consigue defender al neurótico de la

angustia. En cambio, devenir objeto frente al deseo del Otro, que “responde” al ¿Qué

me quiere?, es ejemplificado por Lacan con el apólogo de la mantis religiosa. Implica

una rasgadura en el fantasma y la aparición de la angustia.

Queda evocado el desamparo radical del sujeto. D. Rabinovich lo acentúa

deslizando ese quedar en el lugar del objeto del deseo del Otro como un estar “en

manos de, a merced del deseo del Otro”36. Freud refiere ese desamparo al

33
Id.
34
Seminario 10, Clase IV, pág. 61
35
Seminario 10, Clase IV, pág. 59
36
Rabinovich, Diana, La angustia y el deseo del Otro, pág 98, Manantial.

12
desvalimiento37 de muchos estados oníricos38 y a “una regresión a épocas en el que el

yo no se había deslindando aún netamente del mundo exterior, ni del Otro”39. También

volveremos sobre esto a propósito de Los Elixires del diablo.

Retomemos aquí la presencia que debería estar en otra parte y que se apodera de la

imagen animándola en ese carácter extraño y angustiante del doble. En el punto en que

el sujeto se revela no autónomo ya que devino objeto, presa del Otro, la imagen parece

despegarse del espejo, abandonando su aspecto familiar, se independiza por así decir

cobrando un cuerpo que no le correspondía en tanto era la imagen especular. Entonces,

la imagen ominosamente devino el doble real40 del sujeto, “doble que se me escapa”41.

Ese pasaje al doble real es maravillosamente ejemplificado por Otto Rank, en su trabajo

titulado “El doble”, al comentar el film “El estudiante de Praga”: “Scapinelli aparece y

ofrece riqueza, y firma un contrato que le permite tomar de la habitación de Balduino

todo lo que le plazca. Balduino ríe, señala las paredes desnudas y los muebles

primitivos, y firma, dichoso, el documento. Scapinelli observa la habitación, en

apariencia no encuentra nada que le agrade, hasta que al cabo señala la imagen del

espejo de Balduino. El estudiante sigue la corriente de la supuesta broma, de buena

gana, pero queda pasmado de asombro cuando ve que su alter ego se separa del espejo

y sigue al anciano a través de la puerta y hacia la calle.” 42 . Antes de que el estudiante

llegue al lugar donde se llevaría a cabo un duelo con un rival, al que había decidido no

matar, su doble ya estaba allí llevando a cabo el asesinato. Desesperado por la

persecución de ese terrible doble, Balduino le dispara al fantasma quien desaparece

37
El desvalimiento lo encontramos en el fundamento de la experiencia de satisfacción, en la dependencia
del único poder auxiliador, que se convierte en la fuente de todos los motivos morales, Proyecto de
Psicología, pág. 363, y lo reencontramos en Inhibición, síntoma y angustia , pág. 130.
38
Lo ominoso, pág. 236
39
Id.
40
Denominación con que D. Rabinovich acentúa la diferencia entre el doble especular y el doble del
fenómeno unheimlich.
41
Seminario 10, Clase VII, pág. 100
42
Rank, Otto. El doble, JVE Psiqué. 1996.

13
inmediatamente, pero en el mismo momento en que Balduino recupera su reflejo en el

espejo, cae muerto con un disparo en el pecho. La última escena muestra al doble

sentado sobre la tumba de Balduino con la terrorífica ave negra que solía acompañar a

Scapinelli.

“Si esta imagen especular que tenemos frente a nosotros, que es nuestra propia

estatura, nuestro rostro, nuestro par de ojos, deja surgir la dimensión de nuestra propia

mirada, el valor de la imagen empieza a cambiar – sobre todo si hay un momento en

que esta mirada que aparece en el espejo comienza a no mirarnos ya a nosotros mismos.

Initium, aura, aurora de un sentimiento de extrañeza que es la puerta que se abre a la

angustia”43.

El Hombre de Arena

Es interesante observar que el análisis de Freud en relación al Hombre de Arena

centra su interpretación alrededor del complejo de castración. Lo horroroso es la

castración que se pone en escena con los ojos desprendidos de la autómata, Olimpia,

arrojados por el profesor Spallanzani al pecho de Nataniel, mientras le dice “

Coppelius me robó mi mejor autómata (…) los ojos que te robó… búscame a Olimpia,

ahí tienes los ojos! Nataniel vio que un par de ojos sanguinolentos lo miraban desde el

piso”44. Fue presa del delirio e intentó estrangular al profesor.

Freud interpreta que lo que ponen en juego la dupla Spallanzani – Cóppola (el

óptico) es una réplica de la pareja padre de Nataniel- Coppelius (el repugnante

abogado). Se trata de duplicaciones de la figura del padre que pondrían en juego de

manera espeluznante la amenaza de castración. A ello parece llevarlo el predominio de

43
Seminario 10, Clase VII, pag 100
44
Hoffmann, E.T.A., Cuentos fantásticos, pág. 113. Corregidor.

14
los ojos como objeto descollante en la trama, tanto porque en torno a él giran los

temores y deseos de Nataniel, como porque aparecen seccionados en la escena recién

descripta, como porque determinan el final de Nataniel quien sufre una suerte de ataque

de locura cuando ve desde una torre aproximarse a Coppelius y se lanza al vacío como

hipnotizado por su presencia. Además, para Freud encuentra articulación con la

tragedia en el punto donde Edipo se mutila en la vista luego de reconocerse como el

criminal45. Refiriendo, entonces, una suerte de ecuación simbólica que hace de los ojos

un sustituto del falo como objeto, Freud orienta así su interpretación. Lo interesante es

que no ocurrirá del mismo modo con la interpretación subrrayada a propósito de Los

elixires del diablo.

Lacan postula una apertura en relación a lo que Freud conceptualizó como un tope

del análisis: la angustia de castración del neurótico. Plantea que aquello ante lo cual

recula el neurótico no es la castración (en tanto amenaza de perder el falo o sus

sustitutos), sino que “hace de su castración algo positivo,(…) la garantía del Otro. (…)

Consagrar su castración a la garantía del Otro. Ante esto se detiene el neurótico”46.

Lacan va a plantear, entonces, una distinción fundamental entre el complejo de

castración que quedará del lado del fantasma neurótico, en el sentido de sostener la

fantasía inconciente de que el Otro quiere su castración, y lo que se denominará

castración estructural que dará cuenta de la irremediable barradura del Otro: falta un

significante, no hay garantía ni respuesta última para el sujeto, y sólo en relación a esa

falta se sostiene como tal.

En relación a esta diferencia en su conceptualización, Lacan acentuará en su

interpretación del Hombre de Arena, la operación que conduce a Nataniel en su

45
Seminario 10, Clase XII, pág. 176: a propósito de Edipo:“porque al haber arrancado sus ojos de sus
órbitas, evidentemente ha perdido la vista. Y sin embargo, no deja de verlos (…) como el objeto causa
tras la concupiscencia última, la más extrema – no culpable, sino fuera de los límites – la de haber
querido saber. (…) ¿Cuál es el momento de la angustia? (…) es la imposible visión que te amenaza, de
tus propios ojos por el suelo”.
4646
Seminario 10, Clase IV, pág. 56.

15
fascinación por la muñeca: “es propiamente esta imagen, i´(a), en la operación de

completarla con aquello que, en la forma misma del cuento, se distingue de ella, a

saber, el ojo. El ojo del que se trata no puede ser sino el del héroe – el tema de que le

quieren arrebatar este ojo aporta el hilo explicativo de todo el cuento” 47. El intento

fantasmático del sujeto se juega en pretender completar al Otro con el objeto que

ofrece, el cebo, pero fracasa en el punto en que la escena se le desarma, se le desarticula

al aparecer el ojo desgarrado de su lugar en la imagen. El ojo es arrancado y desde el

piso lo mira, la escena se volvió unheimlich. Luego de un período de aparente

recomposición, el sujeto hallará su terrible final arrojándose al vacío, convirtiéndose en

un puro objeto arrojado, tal como parecía ser el deseo de ese funesto Otro que

encarnaba para él el repugnante Coppelius.

Los elixires del diablo

En los Elixires del diablo, novela de E.T.A. Hoffman que tanto Freud como Lacan

recomiendan enérgicamente leer, encontramos una larga y perturbadora serie de

escenas donde el protagonista, el monje Medardo, se enfrenta a la acuciante presencia e

invasión del doble. Transcribiré aquí sólo un par de párrafos.

Luego de haberse arrastrado, contra su voluntad pero impulsado por un ardiente e

incontrolable deseo, hacia una creciente serie de pecados y crímenes, Medardo es

encarcelado y tendrá que afrontar un proceso judicial. Dentro del calabozo, en medio de

su desesperación y su desgarro interno entre la inclinación a redimirse y la tentación

lujuriante del pecado, ya no dispone de coordenadas claras que le permitan distinguir la

realidad de la alucinación:

47
Id., pág. 58.

16
“Sin embargo, la risa, estridente y cortante, resonó en la bóveda con fuerza. Un

balbuceo se hizo audible:

—¡Her-ma-ni-to, her-ma-ni-to..., quiero ir contigo... contigo... abre... abre!

Algo comenzó a raspar, arañar, rechinar en el suelo, justo a mi lado, y otra vez gemidos y

risas. Los ruidos se hicieron cada vez más fuertes, pero entremezclados con golpes que

retumbaban como el desprendimiento de pesadas rocas. Me había levantado y sostenía la

lámpara en la mano. Algo se movió entonces debajo de mi pie. Me retiré y vi cómo en el sitio

en el que había permanecido se desencajaba una piedra del pavimento. La desplacé por

completo sin esforzarme en demasía. Un tétrico resplandor se abrió paso por la abertura; un

brazo desnudo, con un cuchillo refulgente en la mano, salió a mi encuentro. Invadido de

profundo espanto, me retiré tembloroso. El balbuceo, proveniente desde abajo, se repitió:

—¡Her-ma-ni-to! ¡Her-ma-ni-to! ¡Me-dar-do está aquí... aquí! ¡Huye! ¡Huye! ¡Al bosque!

¡Al bosque!

Rápidamente pensé en la huida y en mi salvación. Superado el horror que me paralizaba,

tomé el cuchillo, que la mano me cedió sin resistencia, y comencé a raspar infatigablemente la

argamasa que había entre las piedras del suelo. El que estaba abajo presionaba con fuerza.

Cuatro, cinco baldosas yacían a mi lado ya desprendidas. De repente se alzó desde la

profundidad un hombre desnudo hasta la cintura que me miró fijamente, de un modo espectral.

Sus ojos, como su horrible risa, eran propios de un demente. El resplandor de la lámpara

iluminó su rostro. Me reconocí a mí mismo y pensé que mis sentidos fallaban.”48

Más adelante en la trama de la novela, cuando Medardo ya sabe a través de otros

personajes de la existencia de un “verdadero” doble (ya no se trata de meras

impresiones o alucinaciones), se enfrenta a él en el momento en que el monstruo le da

muerte a su amada:

48
E.T.A. Hoffmann, Los elixires del diablo. Versión traducida por José Rafael Hernandez Arias, en
Internet: http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/traduccion/9495, pág. 101.

17
“Con gesto iracundo, con mirada horrible y salvaje, se abría paso entre la gente un

hombre medio desnudo —los harapos de un hábito capuchino le colgaban sobre el cuerpo—.

Todo lo que había a su alrededor lo echaba abajo a puñetazos. Reconocí a mi espantoso doble,

pero en el mismo instante en que, sospechando lo peor, quise interponerme, el monstruo

demente ya había saltado la verja que rodeaba el altar mayor. Las monjas se dispersaron

gritando. La abadesa tomó a Aurelia firmemente entre sus brazos.

—¡Ja, ja, ja! —gritó el demente furibundo y con voz chillona—. ¿Queréis quitarme a la

princesa? ¡Ja, ja, ja! ¡La princesa es mi novia, mi novia!

Entonces arrebató a Aurelia de los brazos de la abadesa y le clavó un cuchillo, que había

mantenido en alto, en el pecho y hasta la empuñadura. La sangre brotó hacia arriba como una

fuente.—¡Viva! ¡Viva! ¡Ya tengo a mi novia! ¡Ya he ganado a mi princesa! —gritaba el loco

furioso, que saltó detrás del altar y salió por la puerta de la verja que daba a los corredores

del convento.”49

En relación a este texto resulta muy interesante encontrar a Freud ensayando una

interpretación diferente que la aplicada al Hombre de Arena, ya no se tratará de la

amenaza de castración. Tal vez porque aquí no aparece ningún objeto tan recortado

como fue el caso de los ojos en aquella obra. Aquí podemos decir que “todo” Medardo

es tomado como objeto de un destino al que no puede escapar. Deberá realizar un

camino tortuoso que lo llevará no sólo a la expiación de los pecados y crímenes que ese

mismo camino lo llevó a cometer, sino los crímenes de su padre que había recibido

como cruel y desconocida herencia, fin último de sus transformaciones.

Freud ubica en la repetición de rasgos, caracteres, destinos, crímenes a través de

distintos personajes que se van constituyendo en dobles del protagonista, lo que

49
Id., pág. 164

18
denomina permanente retorno de lo igual50. Lo ominoso se publicó en 1919, esa

referencia posiblemente guarde relación con la que aparecerá en Más allá del principio

del pacer. De hecho, unas páginas más adelante, lo caracteriza de igual modo que en el

texto posterior: la compulsión de repetición probablemente depende de la naturaleza

más íntima de las pulsiones y confiere un carácter demoníaco a ciertos aspectos de la

vida psíquica.51

Freud destaca que la repetición no deliberada, es decir automática, más allá de la

voluntad del sujeto “vuelve ominoso algo en sí mismo inofensivo y nos impone la idea

de lo fatal, inevitable…”52

El motivo del doble es ligado por Freud a perturbaciones del yo que refiere a un

“retroceso a fases singulares de la historia de desarrollo del sentimiento yoico, de una

regresión a épocas en que el yo no se había deslindado aún netamente del mundo

exterior, ni del Otro”(sic)53. El sujeto, no apareciendo como tal, deviene un objeto a

merced del Otro. Pone de manifiesto esa estructura de desvalimiento radical en que se

constituyó en relación al Otro.

Finalmente, haré referencia a una cuestión que menciona como al pasar: pretender

subordinar sucesos como los analizados a ciertas leyes, de lograrse, cancelaría la

impresión de lo ominoso54. A ello podemos ligar la afirmación de Lacan acerca de que

el problema no es el de la anomalía. La anomalía no es lo que angustia, “pero si falta

toda norma, o sea, lo que constituye la anomalía como aquello que es la falta, si de

pronto eso no falta, en ese momento es cuando empieza la angustia”55. Tanto para

Freud como para Lacan parece tratarse de una suerte de suspensión de cierto orden de

legalidad. Podemos suponer que se trata de las coordenadas significantes que permiten

50
Lo ominoso, pág 234
51
Id., pág. 238
52
Id., pág. 237
53
Id, pág. 236
54
Lo ominoso, pág. 238.
55
Seminario 10, Clase III, pág. 52

19
orientarse al sujeto y que se pierden en los fenómenos de aparición de la angustia.”En

efecto, una dimensión de la angustia es la falta de ciertos puntos de

referencia”.56Momento en que parece desvanecerse para el sujeto la dimensión

estructural de la castración.

Preservar un vacío en la demanda

Como Lacan ha planteado, la reacción de angustia se produce cuando “surge la falta

bajo una forma positiva”57. Aquí nos recuerda que el campo de la falta se produce bajo

el efecto de la demanda. Está criticando cierta conceptualización de Kurt Goldstein con

respecto a cierta forma de medir reacciones por medio de tests, de pruebas. El campo

de investigación se organiza por la demanda, la articulación simbólica en general, pero

también en relación a las demandas concretas a los investigados. Pero más allá de esa

crítica puntual, la referencia también es a la estructura, en el sentido de que sólo la

incidencia del significante (que en cuanto articulado queda referido a la demanda

conciente e inconciente) hace posible la presencia de la falta. En lo real no falta nada,

podrá haber agujeros, pero no falta.

Ahora bien, dentro del campo de la demanda “hay siempre cierto vacío que

preservar que no tiene nada que ver con el contenido, ni positivo ni negativo, de la

demanda. Es de su colmamiento total de donde surge la perturbación en la que se

manifiesta la angustia”.(…) En ese caso, “la demanda accede indebidamente al lugar de

lo que se escamotea, a, el objeto”58. “Lo más angustiante que hay para el niño se

56
D. Rabinovich postula que la única ley de lo unheimlich, es la ley del deseo del Otro. Volveremos
sobre esta cuestión.
57
Seminario 10, Clase V, pág. 73.
58
Seminario 10, Clase V, pág. 77

20
produce cuando la relación sobre la cual él se instituye, la de la falta que produce deseo,

es perturbada (…) cuando no hay posibilidad de falta, cuando tiene a la madre siempre

encima…”59. Sólo la demanda significante hace aparecer la dimensión de la falta, pero

a la vez, la demanda misma puede cerrarse sobre sí de modo tal de obturar el lugar que

debe quedar vacío para que se sostenga la dimensión deseante. Es lo que Lacan llama

dar una falsa respuesta. Se trata, más bien, de no tomarla al pie de la letra60.

La pesadilla

Otra forma particular de la aparición de la angustia la constituye la experiencia de la

pesadilla. En ella aparece como la angustia del goce del Otro. “lo correlativo de la

pesadilla es el íncubo o el súcubo, aquel ser que te oprime el pecho con todo su peso de

goce extranjero, que te aplasta bajo su goce”.

Ese efecto de lo pesadillezco se nos presenta palpable y angustiante de la mano del

Horla: “Esta noche, he notado a alguien agazapado, sobre mí y que, con la boca pegada

a la mía, se me bebía la vida con los labios. Sí, la sorbía de mi garganta, como hubiera

hecho una sanguijuela”61. “Experimento esto en mi ser moral de una forma extraña y

desoladora. Ya no tengo la menor fuerza, el menor valor, el menor dominio sobre mí, ni

siquiera la menor capacidad de poner en marcha mi voluntad. Ya no puedo querer;

alguien quiere por mí; y yo obedezco”62

Lacan señala que a la vez se trata de un ser que interroga, que se manifiesta en la

dimensión del enigma. El goce del Otro no deja de ser una suerte de velo, inquietante sí

pero velo al fin, con respecto a lo que no podrá dejar de ser enigma: el deseo del Otro.

59
Id., Clase V, pág. 68
60
Id., pág. 77.
61
Guy de Maupassant, El Horla, pág. 18. Alianza Cien.
62
Id. Pág. 40.

21
La única certeza posible a la que se accede es la certeza horrible de la angustia,

verdadera señal de encontrarse enfrentado al deseo del Otro.

El huésped

Lacan dirá que la angustia está enmarcada, aparece en el marco que también es el

del fantasma, pero modificando sustancialmente la escena dentro de ese marco. Lo

horrible, lo oscuro, lo inquietante, el magistral unheimlich alemán aparece a través de

ventanillas. Súbitamente, de golpe, se produce un viraje en la escena en el momento de

entrada en el fenómeno de la angustia. Es la entrada en la casa, Heim, de lo extraño, lo

extranjero, lo huésped devenido hostil, lo Unheim. “Este huésped desconocido que

aparece de forma inopinada tiene que ver con lo que se encuentra en lo unheimlich (…)

Este huésped es ya lo que ha virado a lo hostil” 63.

Huésped proviene de la palabra latina Hospes – hospitis, que designa tanto al que

hospeda como al hospedado, pero su segunda acepción es, directamente, extranjero.

Es ese Horla venido de tierras lejanas, misteriosas (Brasil para un francés de fines

del siglo XIX), que salta de la hermosa embarcación para hospedarse inconsultamente

en la casa del protagonista: · “Me pareció tan bonita, tan blanca, tan alegre! El Ser iba

en ella, llegando de allá lejos, ¡donde su raza había nacido! ¡Y me vio! Vio también mi

blanca mansión; saltó del navío a la orilla.¡ Oh, dios mío! (…) el Horla va a hacer con

el hombre lo que nosotros hicimos con el caballo y el buey: su cosa, su servidor y su

alimento, mediante el solo poder de su voluntad.¡Desdichados de nosotros!” (el

subrayado es mío).

III- Algunas notas a modo de conclusión

63
Seminario 10, Clase VI, pág. 86/87. Ver también noción hostipitalidad en J. Derrida, La hospitalidad..

22
Retomemos el aparente desacuerdo entre Freud y Lacan con respecto a la angustia.

Lacan afirma que no es sin objeto. Pero no se trata de un objeto de la “realidad”, del

objeto común64, no se encuentra en la serie de objetos de amor, no lo articula ningún

significante. No es un objeto palpable ni visible. Se trata del objeto a que no es

especularizable, carece de imagen. Sólo que puede actuar como aquélla presencia en

otra parte que se articula a la falta como sostén del deseo, o puede irrumpir en escena

obturando la falta, haciendo sentir su presencia, ahora tampoco visible, pero capturando

ominosamente la mirada en el fenómeno de lo unheimlich. Por un instante le da vida

propia a la imagen que se desprende del espejo, provocando el efecto de horror.

No se trata de que falte el objeto, al contrario, se hace presente una dimensión del

objeto que debería operar en falta. De lo que se trata es de “la carencia del apoyo que

aporta la falta.”65. Podemos pensar aquí que se trata de la ausencia de la barradura en el

Otro, o lo que es lo mismo, la aparición del Otro como no barrado. Se puede

correlacionar con esa suerte de suspensión de toda ley que refieren tanto Freud como

Lacan. Pero por qué sostener algo así, si repetimos numerosas veces que la angustia se

produce frente a la presencia del deseo del Otro? Bien, podemos ensayar la hipótesis de

que se trata de la emergencia de esa dimensión del deseo del Otro que la Ley de la

prohibición del incesto viene a regular a través del falo en la boca del cocodrilo

materno. La constitución de la metáfora paterna y su consecuencia, la significación

fálica, vienen a introducir ese orden, esa legalidad sin la cual el deseo de ese Otro

primordial permanece como puro capricho. Una posibilidad para poner a prueba esta

hipótesis consistiría en ponerla a trabajar, en correlación con formulaciones posteriores

64
Id., Clase V, pág. 71; Clase VI, pág. 87; Clase VII, pág. 108.
65
Seminario 10, Clase IV, pág. 64

23
de Lacan, a las cuales no se recurrieron para el presente trabajo, en relación a la

conceptualización del Otro goce, lo no regulado por el falo en la estructura subjetiva.

Sin ir tan lejos, en lo que queda de estas líneas, retomaré lo recorrido por Lacan

respecto de Das Ding. Allí ubicó al Otro prehistórico, lo perdido en la experiencia de

satisfacción que marca el punto de pérdida con respecto a un goce imposible de

alcanzar por estructura, desde siempre ya que se produce por la incidencia misma del

significante, pero imaginado como habiendo sido tenido y luego perdido. Ese goce

anhelado, a la vez que temido, no por imposible deja de producir consecuencias para el

sujeto.

Ahora bien, la articulación de ese punto de vacío que representa Das Ding en tanto

inalcanzable, articulado al complejo del prójimo, deja como saldo no sólo la pérdida

radical del objeto, sino que en esa operación misma algo se constituye como extimidad

ineliminable: mezcla de lo íntimo, lo extraño y lo hostil.

Podemos pensar que en su trabajo sobre lo Unheimlich, Lacan prosigue un hilo no

sólo conceptual sino de la estructura. Podemos pensar que la presentificación del

fenómeno de lo siniestro es un modo privilegiado de aparición del propio/extraño goce

del sujeto, que eventualmente (y estructuralmente) el prójimo encarna. Heim y unheim

operan moebianamente para el sujeto. La aparición de lo unheimlich es fugaz en la

experiencia, sólo la ficción literaria lo suspende y detalla. Enfrentado a ese extraño

núcleo de goce, tal vez el “Kern unseres Wessens”, el núcleo de nuestro ser, el sujeto

puede experimentar el desvalimiento, el desamparo radical en que se halla constituído

como tal. El Otro puede alojarlo en tanto le ofrece su falta, allí encuentra su hogar, su

casa, el heim, pero no puede eliminar su núcleo unheim, no puede absorverlo

subsumiéndolo al significante. No puede disolver su inquietante núcleo real.

El desamparo se duplica por tratar con “algo” que puede pasar de representar el

único poder auxiliador a convertirse en la mantis a punto de devorarlo, angustia

24
horrorosa frente a la carencia de soporte en la falta Lo siniestro devela ese desamparo

fundamental del sujeto convertido en objeto del deseo del Otro.

Otra interrogación a sostener, que merecerá un estudio más detallado en otro trabajo,

es lo que liga la angustia a la presencia de un objeto nuevo para la economía libidinal

del analizante: el analista. Tempranamente formuló Lacan esta cuestión, en el

Seminario 1, destacando la inquietante presencia que el analista viene a encarnar

cuando las asociaciones se detienen, problema formulado por Freud en sus estudios

sobre la transferencia, y que sobre lo cual Lacan vuelve a la luz del concepto de objeto

a, en los Seminarios 10 y 11.

Sólo haremos referencia aquí a la articulación que propone en el Seminario 10,

retomando la noción de àgalma para articularla a la transferencia analítica. Se trata de la

función que le permite sostener la diferencia conceptual con respecto a teorizaciones

que la reducen a efectos de reproducción y repetición. Por el contrario, se trata de

destacar la “dimensión sincrónica, precisamente la propia de aquello que está incluido,

latente, en la posición del analista, a través de la cual la función del objeto parcial

ocupará el espacio que la determina”66. Esa dimensión descuidada en la concepción de

la transferencia es la que estructura que se trate de un amor presente en lo real: “En

función de este amor, digamos, real, se instituye lo que es la cuestión central de la

transferencia, la que se plantea el sujeto a propósito del ágalma, a saber, lo que le falta,

pues es con esta falta con lo que ama”67.

Lacan la liga al lugar vacío en tanto el objeto debe faltar para que el sujeto se

constituya como tal en el lugar del Otro, y que la transferencia actualiza al hacer

presente la hiancia, abertura, borde, límite de la imagen especular, “borde del espejo y

66
Seminario 10, Clase VII, pág. 106.
67
Id., Clase VIII, pág. 122

25
del pequeño signo <>”68. Es el lugar predilecto de la angustia, que aquí denomina como

fenómeno de borde.

En este punto me parece interesante intentar una distinción entre la experiencia de lo

unheimlich, de la pesadilla, del colmamiento de la falta vía la demanda, etc, todos

productores de la desarticulación del marco en el cual el sujeto se sostiene como sujeto

deseante, que en el extremo pueden llevarlo a la llamada despersonalización, incluso el

pasaje al acto, de otro tipo de experiencia de la angustia que puede vehiculizar alguna

verdadera novedad para el sujeto. Se trata de ubicar el valor de la angustia en el trabajo

de un análisis en tanto implique su atravesamiento en algún punto de la pantalla

fantasmática no en pos de su destrucción, sino de una apuesta que le permita al sujeto

arrancarle su certeza a la angustia. “Actuar es operar una transferencia de angustia”69.

Tal vez con ello se relacione la afirmación del Seminario 11, donde Lacan postula que

el deseo puede ser actuado en la pulsión. Quizás en ese horizonte se oriente la ética del

psicoanálisis como ética en relación al deseo.

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68
Id.,pág. 121.
69
Id,. Clase VI, pág. 88.

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12. LACAN, J. ( ) El seminario de Jacques Lacan. Libro 4. La relación de
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27

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