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Los derechos humanos, la democracia y el desarrollo:

aliados al fin
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J. Brian Atwood 11 November 2013 (2013-11-11T06:20:20+00:00)


El movimiento de derechos humanos, la comunidad de promoción de la democracia y los
donantes para asuntos de desarrollo tienen objetivos comunes, pero no siempre se han
percibido como aliados entre ellos. Es muy posible que los tres grupos hayan encontrado
más áreas de convergencia en torno al concepto de un “enfoque basado en los derechos”
hacia el desarrollo. Français, ‫اﻟﻌﺮﺑﯿﺔ‬, English.

El pensamiento sobre el desarrollo ha evolucionado con los años, pero a menudo mira
hacia atrás para remodelar viejos conceptos. Vi pasar esto una y otra vez durante mis seis
años como administrador de USAID y, más recientemente, como presidente del Comité de
Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, organismo que coordina la política entre los
principales donantes. La frase “basado en los derechos” es un ejemplo de lo anterior.
Combina una apreciación de la importancia de la sociedad civil y los derechos humanos
con el concepto más aceptado de que un gobierno responsable y eficaz es vital para un
avance constante en materia de desarrollo.

Un programa de desarrollo exitoso es aquél que se centra en la capacidad de los


gobiernos para responder a las necesidades de los ciudadanos y en la capacidad de los
ciudadanos para ejercer sus derechos fundamentales y responsabilizar al gobierno. Los
donantes se han esforzado durante mucho tiempo para alcanzar el equilibrio correcto entre
estos objetivos. Su principal punto de contacto, el gobierno anfitrión, suele mostrarse
temeroso de nutrir a instituciones que no están bajo su control. Esto es particularmente
cierto en Estados frágiles, donde a los gobiernos les cuesta trabajo llevar a cabo las
funciones fundamentales del Estado.

De acuerdo con informes del CAD de la OCDE, de un total actual de $125.6 miles de
millones de dólares de asistencia oficial para el desarrollo (AOD) anuales, el 10% se gasta
en asuntos de gobierno, y de éste se destina el 6% a las actividades de derechos
humanos. Este “marcador” se agregó después de la publicación del informe sobre
derechos humanos de 2008; sin embargo, en esos momentos a los Estados Unidos les
interesaba poco dicha estadística. Eso ha cambiado, y ahora los donantes, incluido el
gobierno de los Estados Unidos, realizan informes mucho más minuciosos sobre los
proyectos de derechos humanos. El sistema de seguimiento de la AOD no es perfecto, ya

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que los donantes gozan de cierto margen con respecto a lo que informan, pero es probable
que haya un mayor nivel de detalle en el futuro y que estos informes anuales se conviertan
en un importante punto de referencia para fines comparativos.

En el pasado no muy lejano, los donantes que deseaban trabajar con la sociedad civil
enfrentaban muchas dificultades para encontrar expertos en la generación de
capacidades. Las organizaciones de derechos humanos se negaban a aceptar
subvenciones para la generación de capacidades locales, y las agrupaciones democráticas
aún no estaban orientadas hacia el trabajo de desarrollo a largo plazo. La tensión entre las
organizaciones de desarrollo democrático y de derechos humanos complicaba aún más la
situación.

¿Aliados o rivales?
Thomas Carothers documentó muy bien esta tensión en un artículo titulado “Democracy
and Human Rights: Policy Allies or Rivals” (La democracia y los derechos humanos:
aliados o rivales en materia de políticas) (The Washington Quarterly, Vol. 17, Núm. 3,
verano de 1994). Carothers observó que “por definición, promover la democracia implica
promover los derechos humanos y que, a la inversa, promover los derechos humanos es
una manera de promover la democracia”. Sin embargo, por una variedad de razones
políticas e ideológicas las dos comunidades estaban en discordia. A las organizaciones de
derechos humanos les interesan las “normas legales internacionales”, escribió Carothers,
“mientras que la democracia es una ideología política”.

La relación entre estas comunidades se formó en un periodo en el que el gobierno del


presidente Ronald Reagan se negaba a utilizar las palabras “derechos humanos”, una
frase que los conservadores asociaban con su predecesor, el presidente Jimmy Carter.
Más adelante durante su periodo de gobierno, Reagan pronunció un importante discurso
en Westminster en Londres en el que afirmó que era obligación de todas las democracias
el apoyar a las naciones que se esforzaban para crear instituciones democráticas. Según
la interpretación de muchos liberales, esto significaba una forma de “intervención política”
y, en el caso de Centroamérica, justificaba el apoyo a gobiernos que, aunque electos,
seguían abusando de los derechos humanos de su población. Ciertas organizaciones
creadas en este periodo, incluida la que dirigí durante ocho años, el National Democratic
Institute, tuvieron cuidado en trabajar solamente en alianza con defensores locales de
derechos humanos y democracia, pero muchos integrantes del movimiento de derechos
humanos se mantuvieron escépticos. Se percibía a la promoción de la democracia como
un contrapunto al comunismo, en vez de como una senda hacia la mejora de los derechos
humanos.

Fue necesario que pasara el tiempo y el fin de la Guerra Fría para que estos dos polos
comenzaran a converger. Mientras tanto, los donantes que buscaban promover el
desarrollo desde las bases tuvieron que tratar de generar capacidades con la ayuda de
herramientas muy escasas. Lo hicieron con mucha precaución, a menudo por medio de
organizaciones profesionales que tenían pocos conocimientos sobre las instituciones

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políticas y la organización comunitaria. Las organizaciones de derechos humanos
mantuvieron su distancia, y preferían denunciar abusos ante la comunidad internacional
que involucrarse directamente en la generación de capacidades.

Una evolución en las ideas


Un Informe del DAC de 2007 refleja una evolución en las ideas sobre el desarrollo: una
convergencia de los derechos humanos y el desarrollo que se había estado forjando
durante 10 años. El informe enumera 10 principios que adoptó el comité: pautas
importantes, pero esencialmente pasivas. Recomienda el “diálogo” con el gobierno en
cuestión, el “resguardo de los derechos durante los procesos de construcción del Estado”,
el apoyo a la “parte de la demanda”, la promoción de la no discriminación y la
consideración de un “refuerzo mutuo entre los derechos humanos y los principios de
eficacia en la asistencia”. Esto reflejaba la voluntad de respaldar la importancia de los
derechos humanos para el desarrollo, pero aún no se había formado un consenso que
permitiera sugerir medidas programáticas específicas.

Durante mi gestión como administrador de la USAID en la década de los 1990, se abrieron


nuevos caminos al incorporar el gobierno democrático como una parte integral de la
cooperación para el desarrollo. Antes de eso, el trabajo de la agencia y de otras
instituciones de desarrollo se definía exclusivamente como de desarrollo social y
económico. En parte, esto se diseñó de esta manera para aislar su misión de la actividad
“política”. La creación de un Centro para la Democracia, y la contratación y capacitación
de “funcionarios para la democracia sirvieron para institucionalizar y legitimizar más esta
labor. Estos cambios fueron más polémicos de lo que debían ya que representaban una
declaración política importante de que no se puede sostener el progreso económico sin
instituciones políticas inclusivas que faciliten la participación ciudadana.

Las organizaciones de desarrollo democrático trabajaron activamente a finales de la


década de los 80 y principios de la de los 90, pero las agrupaciones de derechos humanos
conservaron su distancia respecto a los donantes gubernamentales hasta tiempos
relativamente recientes. Hoy en día, algunas de estas organizaciones aún creen que la
investigación objetiva y los esfuerzos de promoción se verían comprometidos si se
aceptaran recursos del gobierno. Sin embargo, unas cuantas han aceptado fondos de los
donantes para apoyar directamente a los defensores de derechos humanos y los
programas de concienciación sobre el tema. Y han tomado medidas para demostrar que
aceptar estos fondos no es impedimento para criticar a los mismos gobiernos que las
apoyan.

Mientras que algunos de los gobiernos socios siguen sintiéndose amenazados por los
movimientos de la sociedad civil bien organizados y se resisten a la entrada del apoyo de
donantes externos para este tipo de agrupaciones, muchos han reconocido que las
instituciones inclusivas contribuyen a la existencia de una sociedad sana, producen
empresarios y atraen inversiones. Los gobiernos socios experimentan una presión cada
vez mayor para dar más “espacio” a las organizaciones no gubernamentales. Las
preocupaciones sobre este tema y sobre una desigualdad cada vez mayor dentro de las
sociedades son el impulso detrás del “enfoque basado en derechos”.

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La desigualdad en los países desarrollados y en vías de desarrollo está creciendo y sigue
siendo un desafío grave para el desarrollo. El Informe mundial sobre desarrollo humano de
2005 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo mencionó la “desigualdad
del acceso a los recursos y de la distribución de poder dentro y entre las naciones”. El
informe concluyó que “salvo que se corrijan estas desigualdades, los primeros principios de
la Declaración del Milenio [adoptada por las Naciones Unidas en 2001] –el compromiso
con la justicia social, la equidad y los derechos humanos – que dan vida a los Objetivos de
Desarrollo del Milenio, no se traducirán en avances en desarrollo humano”. Las
organizaciones de derechos humanos son profundamente sensibles ante estos temas.

La aprobación de los llamados Principios de París en 2005 vio un cambio del paradigma en
materia de desarrollo hacia la promoción del concepto de “responsabilidad nacional”. Las
organizaciones de la sociedad civil han comenzado a experimentar una consecuencia
inesperada de lo anterior, ya que algunos gobiernos socios comenzaron a interpretarlo
como una aprobación de su papel como algo que excluye a la sociedad civil. El CAD
ofreció un vehículo para mitigar esa preocupación. La serie de conferencias patrocinadas
por el CAD sobre la eficacia de la asistencia, que incluyó la reunión de París, culminó en
un gran encuentro internacional entre los gobiernos y la sociedad civil en Busan, Corea del
Sur, en 2011. Esta fue la oportunidad que necesitaba la sociedad civil para aclarar ese
asunto.

Las organizaciones de derechos humanos se unieron a una alianza de bases amplias


llamada Better Aid y ejercieron una presión fuerte durante las negociaciones para que el
documento resultante incluyera referencias a los derechos de los ciudadanos. Ganaron la
partida. Y lo más importante es que establecieron el principio de que la frase adoptada
durante la reunión de París, la “responsabilidad nacional”, no significaba simplemente una
“responsabilidad gubernamental” sino una responsabilidad de la sociedad completa.

The Busan Fourth High Level Forum 2011, Busan, South Korea. YOPPAMS/Flickr. Some
rights reserved.

Encontrar puntos comunes

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Crear una sociedad civil plenamente capaz de hacer que el gobierno rinda cuentas y de
defender los derechos de los cuidadanos requiere de educación y capacitación. Los
donantes, la comunidad que promueve la democracia y las organizaciones de derechos
humanos han respondido a este desafío colaborando cada vez más con los gobiernos
sede para generar capacidades al nivel de las bases populares. En 2008, el Departamento
de Desarrollo Internacional del Reino Unido le otorgó a Amnistía Internacional una
subvención de cuatro años por un total de £3,149,000 (según NGO Monitor, 4 de junio de
2012). El gobierno holandés y los donantes escandinavos también han estado financiando
generosamente programas de derechos humanos para que capaciten a sus homólogos en
los países en vías de desarrollo. Y en junio de este año USAID lanzó una nueva estrategia
sobre democracia, derechos humanos y desarrollo que busca más educación en derechos
humanos, ya que la agencia hizo de los “derechos humanos un componente explícito” de
su enfoque al desarrollo democrático.

La travesía desde aquellos tiempos en los que las agencias donantes solamente
trabajaban en los sectores sociales y el crecimiento económico hasta las preocupaciones
de hoy sobre la desigualdad y los derechos de los ciudadanos no ha sido fácil. Hace tres
cortas décadas, era tan sólo a regañadientes que los gobiernos colocaban los temas de
derechos humanos en su agenda diplomática. Ahora, el vínculo entre el desarrollo y el
respeto por los derechos humanos se ha convertido en una importante norma internacional
y en una parte del diálogo internacional. Aunque tardíamente, los donantes y sus socios
están comenzando a superar su antigua renuencia a colaborar entre ellos para construir
instituciones democráticas y capacidades de derechos humanos a través de programas de
capacitación.

Las comunidades de derechos humanos y democracia han aceptado, en su mayor parte,


que son las dos caras de una misma moneda y que su incipiente alianza traerá beneficios
para el desarrollo. Un “enfoque basado en derechos” en materia de desarrollo en última
instancia hará que los gobiernos asuman más responsabilidades ante la sociedad civil y
fortalecerá el vínculo entre los ciudadanos y sus representantes.

About the author

J. Brian Atwood chairs the Global Policy


area at the Humphrey School of Public
Affairs at the University of Minnesota, and
is a former head of the US Agency for
International Development, and the
OECD’s Development Assistance Committee. He recently led the US delegation to the
Organization for Security and Cooperation in Europe’s annual human rights meeting in
Warsaw.

J. Brian Atwood es profesor en el Instituto de Asuntos Públicos Hubert Humphrey de la


Universidad de Minnesota y director del Área de Política Global de dicho instituto.
Anteriormente se desempeñó como decano del instituto, como presidente del CAD de la
OCDE y como administrador de USAID.
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Брайн Этвуд возглавляет кафедру глобальной политики в Школе Государственных
Отношений им. Хьюберта Хамфри, Университет Миннесоты. Профессор Этвуд –
бывший директор Агентства США по Международному Развитию и глава Комитета
Помощи Развитию Организации Экономического Сотрудничества и Развития (ОЭСР).
Брайн Этвуд возглавлял делегацию США на ежегодной встрече ОБСЕ по правам
человека в Варшаве в этом году.

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