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Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

Fr. Ignacio Beaufays, O.F.M.


Historia de San Pascual Bailón
Fundación Gratis Date
Pamplona 2001

El libro presente reproduce, abreviándola, la obra del P. Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M., Historia de
San Pascual Bailón, de la Orden de Frailes Menores, Patrono de las Asociaciones Eucarísticas,
traducido de la segunda edición francesa por Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, TIPOGRAFÍA
CATÓLICA, calle del Pino, nº 5, 1906, 265 páginas.
Esta edición de 1906 fue publicada con Licencias de la Orden, dadas por Fr. Cælestinus Fraga, Miss.
Apost. et Discretus Terræ Sanctæ Censor deputatus, y por Fr. Robertus Razzoli, Custos Terræ
Sanctæ. La Licencia del Ordinario era del Vicario General de la Diócesis de Barcelona, +Ricardo,
Obispo de Eudoxia, actuando de Secret. Sust. Lic. Manuel Fernández.
Venía la obra precedida por una Carta dirigida al autor por el Cardenal Rampolla, Secretario de
Estado de S.S. León XIII (Roma, 24 de junio de 1903); por otra Carta, también dirigida al autor, de
Mons. Tomás-Luis Heylen, Obispo de Namur y Presidente perpetuo de los Congresos Eucarísticos
(Namur, 22 de marzo de 1903); y por un Prólogo del Traductor, Fr. Samuel Eiján, O. F. M. (Jerusalén,
17 de mayo de 1906).
2 Historia de S. Pascual Bailón

con los hechos, mostrándoles a un hombre


consagrado a Dios y transformado por tan-
to en bienhechor de la humanidad, es a sa-
ber, a un verdadero «progresista», alguien
que se esforzó para perfeccionar la condi-
ción humana.
La vida de Pascual viene a resumirse en
Introducción estas tres frases: él tuvo para Dios un cora-
zón de hijo; para consigo mismo, un cora-
zón de juez; para la humanidad, un corazón
de madre.
Debemos tener para con Dios corazón de hijo; Pascual practicaba ese desprecio de sí
para con el prójimo, de madre; y para con nos-
otros mismos, de juez (San Pascual). mismo que sacrifica sin miramiento el
egoísmo, fuente de todos los males socia-
les. Él estaba animado de ese amor que con-
En ciertos lugares se legisla hoy para de- duce junto a la humanidad doliente, que la
cretar la muerte de una religión que se ca- consuela, que la alivia, que no permanece
lifica de contraria a las leyes del progre- insensible ante la menor de sus desgracias.
so... y a los instintos del placer.
Dios, al tomar dominio de su corazón, no
Sus «obras», se dice, vienen a ser una lo confisca sino para que de él redunden
especulación ruinosa para la sociedad. Sus beneficios para los hombres, abriéndole a
«predicaciones» no hacen sino fomentar la toda bondad y a toda grandeza e inclinán-
superstición popular. Su «enseñanza» im- dole ante todos los infortunios.
plica una competencia desleal a la enseñan-
za del Estado preceptor. Su «contempla- Pascual nos muestra por medio de los
ción» es el desgaste de toda energía, la pa- hechos, en referencia sobre todo a la Eu-
ralización de toda actividad. caristía, «su centro y su foco», lo que es
realmente la religión cristiana bien com-
¿De estas diatribas llegará a librarse esa prendida y fielmente practicada.
«caridad» que ejerce su benéfica influen-
cia al lado de los pobres enfermos, desam- El adorable Misterio no es para nuestro
parados por el mundo?... Tal vez, pero a Santo un rito realizado maquinalmente, ni
condición de que se haga laica y de que tra- un medio para una utilidad vulgar. Pascual
te a los individuos como seres privados de acepta el Misterio y sus consecuencias sin
razón. rebelarse contra un dogma que está sobre
él, que le habla en nombre de Dios. Él sabe
Tanto el hombre como la mujer son que su fe debe inspirar toda su vida, debe
considerados como un capital perdido regular todas sus acciones e informar to-
cuando se consagran a «la vida religiosa»; das sus energías. Él sabe ver a Dios en todo
y no faltan tampoco legisladores que se pro- y no ver en todo sino a Dios, y así empren-
pongan evitar esta pérdida. Como conse- de una ascensión sublime hacia la perfec-
cuencia de ello, las vírgenes deben conti- ción, elevando la naturaleza sobre sí mis-
nuar en medio de su familia y los clérigos ma, sin rebajar nunca lo sobrenatural hasta
alistarse en el ejército. el nivel de la razón.
A una tal teoría, que se empeñan en lla- La Eucaristía, Jesucristo Dios y hombre,
mar progresista, nosotros responderemos presente en medio de nosotros para ense-
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ñarnos, para conducirnos, para aliviarnos, muestra a veces a su panegirista.


ése es el principio del que fluyen todas las La obrita, escrita en 1598, seis años después de
acciones de su vida. la muerte de San Pascual, está dedicada a Felipe
Pascual ha vivido de su Dios, presente y III, rey de España, y fue impresa en Valencia el
año 1600. Forma parte de la Crónica de Ximénez,
oculto en este adorable Sacramento. Ha y está redactada en lengua española.
vivido para su Dios, presente y oculto en la
Los Bolandistas nos dan la traducción latina de
Hostia santa, y se ha convertido así el mis- la misma en el tomo IV del Acta Sanctorum maji;
mo en hostia para sus hermanos, por cuyo los continuadores de Wadingo, en Annales
bien trabajó siempre. minorum, tomos XIX y XX; y los autores de las
Ya he escrito en otra ocasión la vida del Croniche di S. Francesco, en esta obra suya,
comenzada por Marcos de Lisboa.
Santo. Ahora lo hago de nuevo apoyándo-
me en los documentos originales, en los El mérito principal del libro de Ximénez
Procesos de canonización, en los testimo- es el de habernos conservado los mejores
nios de sus contemporáneos, con frecuen- fragmentos de los escritos del Santo. Di-
cia conmovedores, siempre veraces y ga- chos escritos no vienen a ser otra cosa que
rantizados por el juramento de los testigos. dos modestos libritos, con sentencias re-
Las Actas del Proceso forman ocho volúmenes cogidas en diversas fuentes, y sazonadas
in folio, manuscritos todos y de unas mil páginas con reflexiones y plegarias personales. Se
cada uno. Las declaraciones están escritas casi conservaban, como preciosas reliquias, en
todas en español, con un extracto de las mismas el archivo del convento franciscano de El-
en latín. En latín están los análisis de los milagros che, pero no pudieron sobrevivir a la tor-
y las fórmulas de juramento. En italiano se leen menta revolucionaria de 1835, que destru-
algunas partes del Proceso apostólico.
yó o dispersó asimismo tantos otros pre-
Las Actas del Proceso se guardan en los ar- ciosos manuscritos.
chivos de la Procuración de los Franciscanos es-
pañoles, en el Convento de Santi Quaranta, Roma A pesar de lo dicho, lo que de ellos ha
(Transtevere). llegado hasta nosotros basta y sobra para
Yo me he esmerado en seguir con la ma- reconstruir la doctrina espiritual del San-
yor cuidado el orden cronológico tal como to, en lo que ésta tiene de original.
se deduce de los testimonios mismos, de 2º.– Cristóbal de Arta, religioso espa-
la naturaleza de los hechos y de las indica- ñol, escribió una nueva vida, más completa
ciones que nos suministran los dos más que la anterior, singularmente por lo que
antiguos biógrafos del Santo, que son los respecta a los milagros. Sus fuentes de in-
siguientes: formación fueron las Actas del Pro-
1º.– Juan Ximénez, amigo y superior del ceso.Tiene un estilo más sencillo que la de
Santo. Su obra se dedica en parte a consig- Ximénez.Compilador escrupuloso, incluye
nar sus recuerdos personales, en parte a todos los sucesos y los refiere con exacti-
referir las actas del Proceso, y, por último, tud, aunque sin poner empeño en hacer re-
a transcribir el testimonio de los religio- vivir su héroe. La lectura de esta obra faci-
sos amigos del Bienaventurado. lita la consulta de las Actas del Proceso.
Los Bolandistas atribuyen además a este autor
El autor es fiel bajo el punto de vista his- un Supplementum biográfico y la relación de
tórico, si bien no deja de rendir tributo al numerosos milagros, que figuran a continuación
gusto literario de su época, abusando con de la traducción de la vida de Ximénez.
frecuencia de la retórica y del estilo. Su La obrita de Arta fue vertida al italiano e
relato, en vez de mostrarnos al Santo, nos
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impresa en Venecia por los años de 1673 y


1691 con el título: Vita, virtú e miracoli
di S.Pasquale Baylon.También se han he- 1
cho más tarde otras ediciones de la misma.
El Geestelickem Palmboom, de Frèmant, reim-
preso en el Seraphicusche Palmboom, sigue las Los primeros años de
vidas escritas por Ximénez y Arta. San Pascual Bailón
La Auréole séraphique hace un hermoso resu-
men de estas mismas vidas, como también lo ha-
cen Antonio del Lys en su trabajo reciente: Vie de
Saint Pascal, editada en Vanves en 1898 y en
1900; el P. Juan-Capistrano Schoof, en el no me- España, a mediados del siglo XVI, acaba
nos reciente: Geschiedenis van den H. Paschalis de poner término a su larga cruzada contra
Baylon, Turnhout, 1899; y la traducción alemana los musulmanes; y enriquecida con un nue-
de Antonio del Lys: Leben des U. Paschalis vo mundo, toca al apogeo de su grandeza.
Baylon, 1902. «Cuando ella se mueve, solía decirse, Eu-
Por último, el P. Luis-Antonio de Porren- ropa tiembla».
truy ha publicado en París, en la editorial Sus monarcas, dueños de Estados sobre
Plon, el año 1899, con el título: Saint los cuales «no se pone el sol», tienden a
Pascal Baylon, patron des ouvres eucha- introducir en ella el centralismo. Y para ello
ristiques, una historia escrita según los es preciso acabar con los fueros, que eran
originales del proceso y enriquecida con un legado de las costumbres antiguas, sa-
muchos artísticos grabados. gradas e inviolables. Provincias entonces,
Los documentos diplomáticos, tales que antes habían sido reinos, deseosas de
como la Bula de canonización y los diver- conservar su autonomía, luchan repetidas
sos Decretos que la precedieron, me han veces, y no siempre sin éxito, por esta cau-
sido también muy útiles bajo el punto de sa.
vista de la interpretación que se debe dar a Con todo, en ninguna parte fue tan viva la
ciertos detalles de la vida del Santo. lucha como en el Norte, en Vizcaya, Nava-
La presente obrita es, pues, una recom- rra y Aragón. Los aragoneses llegaron a in-
posición de la que hace años he editado, ya sultar a los comisarios e inquisi-dores ma-
agotada. Me ha parecido indispensable drileños al pie de la ciudadela de Zaragoza,
reescribirla, toda vez que, estudiados los que fue residencia de éstos y les sirvió más
documentos originales, es decir, las Actas de una vez de lugar de refugio. Les recor-
del Proceso, he podido apreciar la vida y daban la fórmula dirigida por los nobles de
hechos de nuestro Santo con mayor exacti- antaño al que era constituido como nuevo
tud que en sus antiguos biógrafos, únicas jefe: «Cada uno de nosotros vale tanto
fuentes de mi primer estudio. como vos, y reunidos todos valemos más
que vos».
9 de Marzo de 1903
El estilo de vida que entre ellos se ob-
servaba contribuía no poco a vigorizar este
amor a la independencia y esta constancia
en defenderla. Los niños, por ejemplo, eran
destinados a conducir los rebaños desde su
tierna infancia, y erraban a la ventura, sin
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disfrutar apenas de la dulzura del hogar pa- Por eso, antes de emprender el viaje de la
terno. Más tarde, emprendían largas pere- eternidad, quiso recibir de rodillas el santo
grinaciones, y recorrían con sus merinos, Viático.
a semejanza de los árabes, las llanuras de Isabel, por su parte, amaba a los pobres.
Castilla y de Extre-madura. Pasaban los Y no faltó quien más de una vez dijera a
años del crecimiento en sus estepas inmen- Martín, refiriéndose a ella:
sas de desairados horizontes, perdidos en
–Concluirá por arruinaros con sus limosnas. Pen-
medio de una naturaleza austera y silves- sad, pues, en el porvenir de vuestros hijos.
tre, y llegaban así a adquirir un carácter fir-
me como el suelo que pisaban, y áspero –No importa, replicaba el buen esposo, la medi-
da de trigo que ella dé por amor de Dios nos será
como la brisa que sopla en las montañas. por Dios devuelta más colmada aún y llena hasta
Aún en la actualidad los campesinos ara- los bordes. Y dejaba a su mujer en el ejercicio de
goneses, sobrios y enérgicos, prefieren la su obra caritativa.
caza a la agricultura, y la existencia nóma- Siguiendo esta norma, Bailón y Jubera,
da a la vida sedentaria. Insensibles a la fati- no por no ser ricos, llegaron nunca a cono-
ga y contentos con lo necesario, inclina- cer la indigencia. Dios bendijo sus traba-
dos a la violencia y fogosos por tem- jos e hizo fructificar su unión. Gracias a su
peramento, nadie como ellos para llevar a hijo, su nombre está destinado a perpetuar-
cabo la realización de grandes proyectos y se en la posteridad.
para desempeñarlos con constancia rayana Este hijo, que es su mayor gloria, vió la
en el heroísmo. luz del mundo el 16 de mayo de 1540, día
Tal es el pueblo en medio del cual tuvo la de Pentecostés. Y había de morir también
cuna nuestro Santo. Torre Hermosa, su pa- en un día de Pentecostés, el 17 de mayo de
tria, es una pequeña población reclinada al 1592.
pie de los montes Ilirianos, que dependía, a Pues bien, en España, al día de Pentecos-
la sazón, en lo temporal de Aragón, y en lo tés se le solía llamar «Pascua florida» o
espiritual de la diócesis de Sigüenza, aneja «Pascua de Pentecostés». Y todo niño na-
a Castilla. cido en Pascua debía llamarse Pascual: tal
«Diríase, observa el antiguo Cronista, que el era entonces la costumbre.
Señor quería que nuestro Bienaventurado llegase
a ser un sujeto con el que pudieran, a un propio Pascual tuvo por madrina a su propia her-
tiempo, vanagloriarse dos reinos». mana Juana, primer fruto del primer matri-
Sus padres, que eran unos modestos in- monio de Martín Bailón. Y son pocas las
quilinos del monasterio cisterciense de noticias que han llegado hasta nosotros
Puerto-Regio, se enorgullecían, no obstan- acerca de los primeros años de la vida de
te, de la nobleza de su sangre, ya que no nuestro santo. Sí sabemos que el niño cre-
figuraban en la lista de sus antepasados «ni ció al lado de sus hermanitas Ana y Lucía y
moros, ni judíos, ni herejes». de su pequeño hermano Juan, vástagos del
segundo matrimonio.
Martín Bailón, creyente de buena cepa e
íntegro hasta el rigor, habíase unido en se- Pascual prefiere, ya desde un principio,
gundas nupcias con una dulce y piadosa cria- la compañía de su madre a toda diversión
tura, llamada Isabel Jubera. El sentimiento infantil. Puesto sobre las rodillas de ésta,
cristiano que informaba su alma, le movía o bien sentado junto a ella, se complace en
a profesar una veneración sin límites hacia escuchar de sus labios las conmovedoras
el augusto Sacramento de nuestros altares. historias de Jesús, de María, de los santos
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mártires y de los espíritus angélicos. Este zar la vida religiosa. Estos deseos se pa-
mundo de la fe tiene para él un especial tentizan claramente ya a sus siete años de
atractivo y se ofrece a su imaginación de edad. Un testigo ocular refiere esta anéc-
niño con los más brillantes colores. Sus dota, entre otros sucesos relativos a su in-
entretenimientos infantiles los constituyen fancia:
piadosas imágenes, más bien que los jue- «Mis padres, que eran muy devotos de San
gos bulliciosos de su tierna edad. Francisco de Asís, me habían consagrado a él.
«Poned atención, solía decir Isabel, en lo bien Siendo yo como de ocho años de edad, ostentaba
que hace mi pequeñuelo la señal de la cruz y en la ya sobre mi cuerpo el hábito, la capilla y el cordón
devoción con que recita sus oraciones». franciscano. Era un fraile en miniatura.
Una vez llevado nuestro niño al templo, «En ocasión en que me hallaba postrado por la
toda su atención se reconcentra en seguir enfermedad en el lecho del dolor, vino a visitarme
mi pequeño primo Pascual.
con ojo atento el curso de las sagradas ce-
remonias de los ministros del Señor. ¿Cuá- «No bien éste penetró en la habitación víó so-
bre una silla la religiosa librea, corrió a cogerla y
les fueron entonces sus relaciones para con se la puso en un abrir y cerrar de ojos. Una vez
el Dios de la Eucaristía? He aquí una cosa vestido, nuestro improvisado fraile principió a con-
imposible de averiguar. templarse a sí propio con admiración y a parodiar
Lo que sí resulta indudable es que, a par- todas las acciones y actitudes de los reverendos
tir de aquella época, Pascual se siente atraí- Padres.
do irresistiblemente hacia la iglesia. ¡Cuán- «Llegó, luego, el momento de despojarse de su
tas veces, en que le dejaban solo en su casa, nueva vestimenta. Entonces asaltóle una inmensa
tristeza, prorrumpió en lágrimas y gemidos, y opu-
huía Pascual, y, volando más bien que so una resistencia desesperada... Fué preciso que
corriendo, se encaminaba al pie del sagra- Isabel interviniese en el litigio. El niño se sometió
do Tabernáculo, permaneciendo allí como a la voz de su madre, y llorando como un sinventura
abismado en oración ferviente!... Su madre, y sollozando amargamente fue dejando una a una
inquieta por la fuga del niño, le buscaba por todas las piezas de su uniforme, no sin dirigirles
todas partes, lo descubría al fin junto al al- antes una mirada llena de lágrimas y de una santa
tar, y le obligaba a regresar a casa. envidia.
–No importa, exclamó al fin Pascual, cuando
Y en vano Isabel, al igual del padre, se yo sea grande me haré Religioso. Quiero vestir el
esforzaba por retenerle dentro de casa, hábito de Francisco.
echando mano ya de las caricias, ya de las
«Estas palabras las repetía desde entonces con
amenazas, pues no había medio alguno de mucha frecuencia; así que su hermana Juana le
conseguirlo. designó, a partir de aquel día, con el calificativo de
Hubo, no obstante, un día en que Pascual frailecito, cosa que hacía sonreír al Santo,
puso término a estas escenas.... el día en Más tarde, cuando ésta lo vió convertido
que, habiendo llegado a la edad de la razón, en Religioso franciscano:
se dió cuenta de la obligación que tenía de «Pascual, mi ahijado, exclamó con muestras de
obedecer a sus padres. regocijo, se ha portado como hombre de palabra.
«Profundamente respetuoso para con ellos, se ¡Ah! ¡cuán orgullosa estoy de ello!»
dice, jamás resistió sus órdenes, ni dejó de pres- Y no le faltaba, en verdad, razón para
tarles obediencia».
enorgullecerse, ya que estaba persuadida,
No tiene nada de extraño, pues, que un quizás no sin motivo, de haber contri-buído
niño como Pascual sintiera deseos de abra- en parte a formar su vocación.
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perjurar y tan dados a diversiones de mal


2 gusto!... Pascual vivía contrariado en me-
dio de ellos. «Yo no quiero ir al infierno»,
decía, abandonando su compañía.
El pastorcillo En vano se burlan éstos de sus escrúpu-
los y le tratan de excéntrico y aun quieren
obligarle a tomar parte en sus poco lauda-
bles diversiones. A despecho de todas sus
A los siete años comienza la enseñanza exigencias el niño permanece inflexible. Su
de la vida. obstinación queda al fin victoriosa y los
«Hijo mío, dice a Pascual su padre Martín Bailón, compañeros le dejan.
es preciso que de hoy en adelante te dediques al Desde entonces Pascual se encamina to-
trabajo, según lo hacen también tus hermanos y dos los días hacia una pequeña iglesia, muy
compañeros. Tú quedas encargado de guardar los
rebaños». venerada en toda la comarca, que estaba de-
dicada a la Virgen de la montaña, a Nuestra
Y con aquella voz firme, que hacía tem- Señora de la Sierra. Y una vez a la sombra
blar al niño, el hombre íntegro le inculca el del amado Santuario, su turbación se des-
cuidado con que debe procurar que sus re- vanece como el humo.
baños no ocasionen destrozos en las here-
dades ajenas. «Mis rebaños, piensa, están mucho mejor vi-
viendo yo aislado».
«Pon grande atención en que tus bestias no cau-
sen daño en los campos vecinos. A ti te toca vigi- Con frecuencia se le ve en el campo do-
lar sobre este punto con suma diligencia». bladas las rodillas, juntas las manos y con
los ojos fijos en la venerada capilla, ocu-
El muchacho escucha estas palabras y se
pado en la oración o bien en cantar unos
aleja. Días después vuelve deshecho en lá-
gozos, hermosos cantos populares, en ho-
grimas al lado de su madre y exclama:
nor de Jesús y de María.
«Os pido por favor que no me obliguéis a guar-
dar juntamente las cabras y las ovejas; pues aqué- Llega, no obstante, un momento en que
llas son tan tercas, que todos mis esfuerzos resul- hasta sus mismas ovejas se rebelan contra
tan inútiles al objeto de evitar que vayan a pastar sus buenos deseos. La hierba escasea en
en los campos de los vecinos». aquel sitio, y es preciso alejarse e ir a otras
Isabel entonces le quita las cabras, y el partes en busca de pasto. Nuestro
niño queda únicamente pastoreando las ove- pastorcillo no por eso abandona del todo
jas. las cercanías, y prosigue, frente a la capi-
lla, en el ejercicio de sus piadosas prácti-
Éstas eran mucho más dóciles. «¡San Pe-
cas.
dro y San Juan nos asistan!» decía Pascual
en ademán de castigarlas. Esto solo basta- A pesar de ello el rebaño no se muestra
ba para mantenerlas a raya. Los desperfec- satisfecho, y le es necesario alejarse más y
tos por ellas causados resultaban rarísimos, más, ya bordeando con él los flancos de las
y el pastor podía así vivir más tranquilo. montañas en donde entre las rocas crece la
retama, ya descendiendo por los verdeantes
Con todo, en la vida del pastor no hay
declives en cuyo fondo serpean los arro-
mucho de apacible. ¡Tenía el Santo unos
compañeros tan poco cuidadosos en sus yos o los torrentes espumosos, que se
precipitan ruidosos en la época del deshie-
conversaciones, tan propensos a jurar y
lo y de las lluvias.
8 Historia de S. Pascual Bailón

¿Qué hacer entonces, una vez perdido de ce muchos puntos de contacto con la de los
vista el modesto Santuario?... Pascual di- escritores árabes.
seña sobre su cayado una cruz, y cuelga bajo
Ayudado así de estos conocimientos y
la cruz una imagen de la Virgen María, que
más aún de las luces de la divina gracia,
es en adelante para él un objeto sagrado,
emplea Pascual una buena parte del tiempo
digno de respeto y de amor. Postrado de
en leer libros piadosos, sobre todo vidas
rodillas ante él, prosigue nuevamente sus
de santos, y en escribir para su uso los pa-
devotos ejercicios. Para señalar el tiempo
sajes que más le agradan.
fabrícase un diminuto cuadrante solar, y
logra así regular para su servicio las horas Para descansar de sus lecturas y de sus
del día. plegarias, se entretiene en hacer rosarios.
Cruza, en esta época, por su mente la idea Abundaban en los terrenos arenosos y en
de instruirse. los bordes de los estanques los juncos de
tallos deteriorados y flexibles. Las ovejas
«Si yo supiera leer, dice, podría rezar el Oficio
de la Santísima Virgen y entregarme a la lectura
no los comían, y de ellos se servía el Santo
de bellas historias». para hacer los Ave, formando pequeños nu-
dos; con otros nudos más gruesos formaba
Pero ¿de qué medio valerse a este fin? los Pater; luego los sujetaba en forma de
Cierto que estaba próximo el convento en corona, y así se proveía de rosarios desti-
donde los monjes enseñaban a leer; con todo nados a sus compañeros.
no había que pensar en semejante cosa. Su
padre había hablado; no tenía, pues, otro Siempre que encontraba a alguno de és-
remedio que ganarse la vida y guardar el tos más piadoso y bueno que los demás, le
rebaño. ofrecía uno de aquellos rosarios, y le ex-
El niño no por eso renuncia a su proyec- hortaba a rezarlo diariamente, diciéndole
to: consigue hacerse con un devocionario, con la convicción más profunda: «esto
y valiéndose ya del auxilio de un compañe- atraerá sobre ti la felicidad».
ro menos ignorante, ya de alguna otra per- Y no dejaba de haber muchos que se de-
sona de buena voluntad, procura le sean jaban persuadir de ello. Uno de éstos re-
explicadas algunas líneas, las graba en su fiere que «todos se creían seguros cuando
memoria y las rumia a solas. estaban cerca del Beato». Y añade:
Este sistema era el que observaban los «Cierto día que nos hallábamos en los al-
niños judíos del tiempo de Jesús. Se les rededores de Alconchel, sentados junto a dos árbo-
enseñaban las palabras, conocidas por el les, sobrevino de improviso una ráfaga de viento
rezo ordinario; y por la pronunciación fa- huracanado que, pasando como una tromba, arran-
miliar iban uniendo unos a otros los carac- có de cuajo ambos árboles. Éstos cayeron al sue-
lo, pero a un lado y a otro de la dirección en que
teres. La costumbre y la adivinación más o nosotros, asustados, emprendíamos la huída. Casi
menos perspicaz de cada uno completaban por milagro conseguimos en tal ocasión librarnos
la enseñanza de la lectura. de una muerte inminente».
Y después de la lectura, la escritura. No faltan tampoco en la vida pastoril da-
Nuestro escolar logro reunir algunos tro- ños y privaciones. Para evitar los primeros,
zos de papel y formarse con ellos un cua- se debe estar alerta a despecho de los fríos
derno. Hace las veces de pluma una caña y vendavales que azotan el rostro, y de los
se provee además de un tintero rudimenta- rayos de un sol de fuego que marchitan la
rio, obteniendo así una escribanía que ofre- hierba y que abrasan como una hoguera.
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Estas incomodidades no tenían eficacia


alguna contra la firmeza de voluntad de
nuestro pastorcillo, quien ardía en deseos 3
de imitar a los santos y de testimoniar, por
medio del sufrimiento, el amor que profe-
saba a Jesucristo. Entre jóvenes
Así que, no contento aún con estas pena-
lidades, se despoja de su calzado y camina
con los pies desnudos por caminos pedre-
gosos, para mortificarse a sí mismo con las Pascual, ocupado en pastorear las ovejas
heridas que le producen las piedras y las de sus padres, ha vivido hasta ahora en una
espinas. cierta independencia, y de ella se ha apro-
Y cuando alguno le pregunta la causa de tales vechado para dar libre curso a sus aspira-
rigores, responde: «yo quiero ganar el cielo y sa- ciones de retiro y de oración.
tisfacer por mis pecados». «Su corazón, observa Ahora, llegado a la adolescencia, cambia
el antiguo biógrafo del santo, estaba ya entonces
esclavizado por el amor a Jesús paciente».
para él la situación, y en vez de guardar sus
propios rebaños, se ve bajo ajena tutela y
Buscaba al amado de su alma, siguiendo encargado de guardar los rebaños ajenos. A
las huellas de los rebaños. Aun durante la partir de esta circunstancia, entra de lleno
noche, cuando el frío reunía a los pastores en la corporación de los pastores, y por lo
en torno a una gran hoguera, Pas-cual co- mismo debe adaptarse a sus leyes.
rría a ocultarse y a orar a la entrada de una
caverna, malamente cerrada con algunas Al mayoral, su jefe, le toca reglamentar
ramas. La débil llama de un fuego, pobre- el empleo del tiempo y asociarle a las ta-
mente alimentado por sarmientos recogi- reas de uno o más compañeros. Pascual se
dos, le servía con sus rojos destellos, no somete, pero no sin hacer interiormente un
tanto para calentar sus ateridos miembros, doloroso sacrificio.
sino para leer en su libro del Oficio. ¿Aca- La ley de Dios es la única que señala lí-
so el amor divino no es un fuego que se mites a su sumisión. Cierto día el mayoral
alimenta con el ser mismo de aquel a quien quiere obligarle a robar uvas.
inflama? –No me es lícito robar los bienes ajenos, respon-
de el Bienaventurado.
El jefe, no obstante, insiste en su preten-
sión, y el niño le dice de nuevo:
–Prefiero verme hecho trizas.
El patrón amenaza, pero Pascual no por
eso vuelve atrás en su resolución. Viendo
aquél, finalmente, que el Santo no da su bra-
zo a torcer, penetra él mismo en la viña y
coge del codiciado fruto; luego ofrece parte
al Santo, y quiere obligarle a que lo coma
en su compañía.
–Jamás, repuso Pascual, el bien mal adquirido
no puede ser de provecho.
10 Historia de S. Pascual Bailón

Otras veces había de presenciar los alter- del Huerto. Tenían ambos una apariencia de
cados que entre sí o con su patrón soste- gran bondad y le habían dicho mirándole
nían los pastores. La dureza nativa de és- fijamente y con gran ternura:
tos, reforzada por un sentimiento de honor –Pascual, la vida religiosa es muy agradable a
mal entendido, era causa de que los tales Dios.
se mostrasen implacables en la venganza, Esta aparición le había confortado mu-
al propio tiempo que su desconfiada cho, pero al mismo tiempo le había sumer-
susceptibilidad servía de germen funesto gido en un mar de confusiones. ¿Cómo dar
para multiplicar las ocasiones. Apenas pa- con dichos religiosos, de los que parecía
saba día en que no hubiera entre ellos gra- valerse el cielo para indicarle la Voluntad
ves reyertas, que por su crueldad llegaban divina?
con frecuencia a los límites del salvajis-
mo. Poco después le sobrevino una nueva vi-
sita. También esta vez se presentaba ante él
Tales espectáculos helaban de terror al un monje, vestido con tosco sayal y ceñido
tímido muchacho, quien no se sentía dis- por una cuerda, casi igual al anterior, y que
puesto por su parte a manejar el estoque o también le aseguraba que la vida religiosa
a habérselas a puñetazos con sus rivales. era muy agradable a Dios.
–Oye, hermano, decía a Juan Aparicio, com-
pañero suyo de mayor edad a quien quería por sus Indeciso Pascual resolvió, por último,
cualidades como a un hermano,; este oficio de tomar como modelos a los santos cuyas
pastor no tiene nada de bueno, pues es propenso a vidas leía, y cubrir su cuerpo con un hábito
originar continuas reyertas. Yo no quiero pasar la semejante al que había visto en las dos apa-
vida de este modo, y pienso hacerme religioso. riciones.
–Hazte, pues, en el monasterio de Huerto, res- Desde entonces se le ve siempre vestido
pondió Aparicio, que está consagrado a la Santí-
sima Virgen, posee recursos abundantes y tiene
con túnica cenicienta, ajustada a la cintura
además la ventaja de estar en tu país. por una gruesa cuerda, y oculta por la capa
que lleva de ordinario, y por un sombrero
–No, respuso Pascual, ese monasterio no me
agrada; yo quiero otra cosa... de anchas alas, uniforme típico de los pas-
tores españoles.
Y en conversaciones como ésta solía en-
tretenerse muchas veces el Santo con su Sus penitencias eran muy frecuentes, de-
amigo, descubriéndole sus proyectos y ha- seoso, decía, de expiar así los pecados que
ciéndole participante de sus vacilaciones. cometía a cada paso. Cierto día fue sorpren-
dido con las disciplinas en la mano por uno
Otras veces buscaba distracción en el de sus compañeros.
canto, acompañándolo a los acordes de su
rabel, y repitiendo sus gozos predilectos. –¿Para qué son esas nudosas cuerdas?
Pero con todo, su principal agrado consis- –Éstas, repuso el Santo, para rezar mi rosario;
tía en retirarse a solas lo más posible y ro- aquéllas para castigarme por mis pecados.
gar a Dios con gran fervor que le hiciera –¿Pecados, tú? ¿Cuáles pueden ser? Dímelo,
conocer su voluntad. te lo ruego.
Un día refirió a su amigo, por quien sa- –¡Vaya una pregunta! exclama Pascual fuera
de sí; ¿acaso no hay miradas indiscretas, imagina-
bemos nosotros todos estos detalles, que ciones peligrosas y movimientos de impaciencia?...
se le habían aparecido un religioso y una
–¿Es que tú, repuso su interlocutor, sientes tam-
religiosa, a los que él no conocía, y cuyos bién el atractivo de las pasiones?
hábitos eran distintos de los de los monjes
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 11

Pascual quedó pensativo un momento, y dijo go el Santo, golpea la tierra con el cayado y la
luego con tristeza: hallarás.
–Oh, ciertamente; sólo que en tales casos me «Nunca me he atrevido a poner en práctica este
arrojo sobre ramas espinosas, y allí permanezco consejo, pero volviendo mucho después por el mis-
hasta tanto que el sentimiento del dolor no vence mo sitio, dejé colocada allí una cruz en memoria
al del placer. del prodigio. El manantial se secó después de nues-
tra marcha, pero la cruz que allí planté hace dieci-
Temeroso Pascual de que la fiebre del séis años, está en pie todavía».
vicio llegase a arraigar en su corazón, ro-
gaba a Dios y, en medio de sus oraciones, El extraordinario testigo concluye afir-
entreveía un lugar de refugio tanto más mando que Pascual era un santo y que debe
próximo a Jesucristo, cuanto más lejano de darse crédito a las palabras en que Pascual
los peligros del mundo. afirmaba haber sido favorecido con apari-
ciones.
«Hay un hecho admirable, declara Aparicio, que
señala el término de nuestras relaciones, no inte- –Yo, por mi parte, no dudé nunca que haya vis-
rrumpidas en el curso de casi tres años. No lo he to a santos religiosos que le visitaban.
mencionado hasta el presente, porque no sabía si Así pues, Pascual, ya no piensa sino en
podría o no ser de utilidad. Constreñido en virtud
del juramento a manifestar a los jueces eclesiásti-
llegar a ser como ellos. Y al fin se aleja,
cos todo cuanto recuerdo en orden a nuestras cediendo en favor de sus dos hermanas y
relaciones, muy lejanas ya a esta fecha [se hizo de un hermano la parte que le corresponde
esta declaración en 1610, dieciocho años después en la modesta herencia paterna.
de la muerte del Siervo de Dios], voy ahora a re- –Adiós, hermano, me dijo; yo parto para servir
ferirlo tal como ha pasado». a Dios.
Y el buen viejo dió así principio a su re- Pascual tenía entonces unos dieciocho
lato: años de edad.
«Era una ocasión en que pastaban nuestros reba-
ños entre Cabra-Fuentes y Cobadilla. Rendido por
el cansancio y devorado por la sed, deseaba yo
beber agua. Había una fuente en las cercanías,
pero estaba a la sazón tan cenagosa, que su solo
aspecto causaba náuseas.
–Busquemos agua en otra parte, dije a Pascual,
y hartémonos de beber, pues yo no puedo resistir 4
más tiempo.
«Pascual me miró con compasión y me dijo:
–Aguarda aquí, hermano (siempre me llamaba
Ejemplar
de este modo), que no te faltará agua fresca.
«Y sin esperar mi respuesta, se aparta del ca-
mino, deja a un lado su cayado y su saco de cuero,
y puesto de rodillas principia a escarbar en la tie- Pascual dirige sus pasos hacia la alegre
rra con ambas manos. Luego golpea el suelo con Murcia, el país de los jardines, de las férti-
su bastón, y veo manar en el fondo de la cavidad
un hilo de agua limpísima. les huertas atravesadas por canales y cubier-
tas de una vegetación sorprendente.
«Yo miré a Pascual con asombro y temblando
de pies a cabeza. Pascual me invita a beber y yo Va a visitar a su hermana Juana, que vive
obedezco lleno de respeto y admiración. en Peñas de San Pedro. ¿No es ella su ma-
–Cuando tengas necesidad de agua, me dijo lue- drina para él, como él es para ella desde
12 Historia de S. Pascual Bailón

hace ya tiempo su frailecito? tas en mi calabaza alguna agua fresca. Si siento


hambre en el camino, nadie me impide demandar
Una tarde, pues, al decir de Juana y de su por limosna un pedazo de pan».
compañera, criada de la casa, ven éstas lle-
gar a Pascual. Está extenuado por el can- Juana le ve marchar, al fin, con el rostro
sancio, a causa del largo camino recorrido. iluminado por inefable sonrisa. La joven,
Juana pone todo su empeño en obligarle a hondamente conmovida, retorna sollozan-
reparar sus fuerzas, y ordena a Ana que pre- do a su casa. Allí le esperaba una nueva sor-
pare para él el mejor lecho en la mejor ha- presa: el lecho preparado para Pascual es-
bitación taba aún en la misma forma en que lo ha-
bían dejado el día anterior.
¡Juzgábase tan feliz con la llegada de su
«¡Es un santo!», exclama la joven, y como ella
«pequeño Pascual,» muy desarrollado aho- piensan todos los de la casa.
ra, pero siempre tan modesto y tan bonda-
doso! ¡Ah! ¡qué de cosas iba a decirle! Aca- Pascual, entonces, procura emplearse
baba de abandonar el país de Torre Hermo- como pastor, bajo las órdenes de un pro-
sa para ir en busca de un misterioso desco- pietario del reino de Valencia. Albaterra,
nocido... Juana, sin pararse en cumplimien- Orihuela y Monforte le han de ver, durante
tos, le habla con amable familiaridad. muchos años, recorrer sus campiñas al
frente de los rebaños de su señor.
Una primera sorpresa viene a aguar su
satisfacción. Pascual se niega a gustar todo El joven extranjero se captó desde un
otro alimento que no sea pan y agua. La principio la estima de todos. Y lo que más
pobre muchacha, hondamente conmovida, admiraba a las gentes era su extrema probi-
atribuye la negativa al extremado cansan- dad. Pascual ponía todo cuidado en mante-
cio de Pascual... Luego le conduce a su ha- ner a raya a sus ovejas, a fin de que no cau-
bitación. Con sumo gusto hubiera pasado sasen desperfectos en las propiedades par-
toda la noche conversando con él, pero ticulares. Cuando éstas alguna vez se des-
Pascual le dice que ya hablarán largo y ten- mandaban, en seguida reconocía: «la culpa
dido en la mañana del siguiente día. es mía». Y al momento escribía el nombre
del propietario, evaluaba los destrozos cau-
Una vez solo cierra la habitación y echa sados, y a costa de la paga que recibía en-
mano de las disciplinas. Juana, confusa e tregaba al damnificado la cantidad que, a su
inquieta como está, no quiere retirarse a juicio, le era debida a título de compensa-
descansar con el corazón oprimido por la ción.
incertidumbre. Pocos momentos después
En vano se le decía: «Pascual, tú te arruinas de
se acerca de nuevo a la habitación... La luz ese modo. ¿No ves que, en resumidas cuentas,
está aún encendida. Guiada la joven por su llegarás a soltar más dinero del que vale todo el
curiosidad, mira hacia dentro a través de las rebaño?»
rendijas de la puerta, y ve que Pascual, ar- Pero el Santo replicaba: «Muchos robos peque-
mado con una nudosa cuerda se azota cruel- ños forman uno grande, y llegan al fin a sumar
mente una cantidad respetable que hace a uno merece-
A la mañana siguiente, otra nueva decep- dor del infierno».
ción la sorprende. Pascual se empeña en no Una vez, en la estación de primavera, in-
probar alimento. Y además no hay medio vaden sus ovejas un plantío de trigo. Pascual
de convencerle de que acepte provi-siones las arroja de allí al instante, pero no se cree
para el viaje. en condiciones de apreciar por sí mismo
«No, Juanita, dice el Santo, basta con que me- el daño ocasionado. Recurre, pues, a los
arbitradores,que eran como los conseje-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 13

ros de la corporación, y se somete a su fa- Su candoroso acento tenía una fuerza persuasi-
llo. Éstos estimaron que debía esperarse, va tan eficaz, que uno se sentía emocionado al
escucharle. «Verdaderamente, pensaba yo, Pas-
para fallar, el tiempo de la mies. Llegó el cual podría llegar a ser un buen predicador».
tiempo de la mies, y en ninguna parte de
«Sólo en una cosa, añade otro de sus compañe-
aquel campo eran tan hermosas y tan llenas ros, se mostraba intratable: en lo relativo a las cos-
las espigas como en el sitio en donde ha- tumbres».
bían pastado las ovejas del santo pastor. Tal Si alguno pronunciaba en su presencia
es el testimonio de los testigos oculares. palabras menos honestas, lo miraba con vis-
A pesar de todo Pascual no estaba tran- ta tan amenazadora, con brillo tan feroz en
quilo. De aquí que, aprovechando sus ho- los ojos, con tal contracción en los labios,
ras libres, acostumbra por aquel entonces con los puños tan nerviosamente alterados
acudir al lado de los segadores para ayu- y, en suma, con actitud tan terrible, que na-
darles gratuitamente en sus faenas, y satis- die hubiera osado proseguir con un tal len-
facer así por el daño que pretendía haber guaje.
causado. Durante este tiempo, se alimen- Cierto día, un pastor de Albaterra tuvo la
taba por su cuenta, negándose a comer de desvergüenza de presentar al Santo una ra-
lo que se traía para los trabajadores. «No mera. Pascual retrocedió espantado al ver-
tengo, decía, derecho alguno para ello». la, y rugió con energía:
También era en extremo escrupuloso en or- «¡Atrás! ¡si te acercas a mí, os rompo a los dos
den al empleo de los víveres que le enviaban la crisma a pedradas!...»
sus amos, hasta el punto de no osar distri- Y sabido era que cuando Pascual decía una
buirlos a los pobres. A éstos los favorecía, cosa, no se retractaba nunca. «Cuando digo
pero siempre a cuenta de su peculio. sí, sí; y cuando digo no, no. Sábe-te desde
Como es de suponer, tanta probidad fue ahora para siempre que yo ni chanceo, ni
calificada por muchos de exagerada. Pero miento». Tal era su divisa, y no fue necesa-
Pascual obraba llanamente siempre que se rio que la dijera más veces para que todos
trataba de bienes ajenos, y no concebía si- la conociesen.
quiera que estas cosas pudieran ser tenidas
como escrúpulos. No hacía, pues, caso al- El seductor no volvió a insistir.Y en ello
guno de tales críticas. «Más vale pagar aquí obró cuerdamente, pues se tenía en grande
que en el infierno», replicaba invariable- aprecio la virtud del Santo, y hasta sus pro-
mente a sus censores. Y éstos, al fin, en- pios compañeros admiraban en el fondo del
mudecieron. alma su varonil entereza.
Pero no se crea por lo dicho que nuestro Por otra parte, nuestro joven poseía so-
Santo llegara a observar para con los de- bre los otros cierto predominio, y más de
más el rigor con que se trataba a sí mis- una vez se hizo caso de sus palabras cuan-
mo. Cuando alguna que otra vez hablaba a do, consultando su pequeño calendario, les
otros de sus deberes, lo hacía con tal bon- anunciaba la proximidad de una fiesta de
dad y dulzura, que nadie podría darse jus- precepto o de un día de vigilia obligatoria.
tamente por ofendido. Hubo ocasiones, particularmente cuando
«Me hablaba con frecuencia, dice López, su ma- hablaba de las verdades eternas, en que las
yoral, sobre los intereses de mi alma, y me excita- lágrimas llegaban a bañar su rostro que-
ba instantemente a arreglar mi conciencia». «De- mado por el sol. Se reconocía que sus pa-
bemos estar preparados, decía, porque la muerte
puede sorprendernos cuando menos lo pensemos».
labras eran el reflejo de una convicción pro-
14 Historia de S. Pascual Bailón

funda, y que él no consideraba como algo aventuras y a las conquistas de todo cuanto
vago la figura de aquel Jesús cuya atracción podía redundar en la mayor gloria de Dios.
y doctrina se esforzaba en describir a los Es entonces cuando Teresa de Ávila, ena-
otros. morada de Dios, sabe que tiene al mundo
subyugado a sus pies, y funda aquí y allá con-
Pascual estaba, sin duda, en relaciones
ventos del Carmelo. Es el tiempo que en
con algún ser misterioso al cual trataba con
Pedro de Alcántara, extremadamente peni-
intimidad y confianza. Y esto impresionaba
tente y dedicado a la contemplación, em-
a sus compañeros, tanto más cuanto que,
prende la fundación de sus conventos, fu-
austero consigo mismo y enemigo de be-
turos planteles de mártires y de santos.
bidas y diversiones, no por eso dejaba de
acomodarse en lo demás a sus costumbres. Los franciscanos discípulos de este últi-
mo fueron recibidos con admiración en la
«Siempre que llegaba algún día de fiesta, nos región por donde vagaba Pascual al frente
felicitaba alegremente y nos estimulaba a entrete-
nernos durante las horas libres en recreaciones de su rebaño. Iban ellos con los pies des-
animadas... “pero honestas; ¿no os parece?”, aña- calzos y con el cuerpo vestido de
día mirándonos con seriedad y al propio tiempo humildísimo sayal, se sustentaban con el
con benevolencia». pan que recogían mendigando de puerta en
Por otra parte, Pascual siempre que veía puerta, y pasaban largas horas pros-terna-
a uno afligido, se apresuraba a acercarse a dos ante el altar.
él. Y los consuelos con que procuraba ani- Cerca de Monforte se alzaba un modesto
marle le salían de lo íntimo de su alma. santuario dedicado a Nuestra Señora de
«Pobre hermano mío,exclamaba,; vamos, aní-
Loreto, donde la Reina del cielo se com-
mate. Ten valor y paciencia, vence sin desmayos placía en prodigar sus favores. El pueblo
esta prueba, que la Virgen Santísima no dejará de suplicó a los religiosos recién llegados que
venir en nuestra ayuda». establecieran allí su residencia, para sos-
No es, pues, nada extraño que todos le tener el culto. Quería verse ayudado por la
considerasen como a un ángel de Dios. compañía de unos hombres tenidos por san-
tos.
También Juana de Portugal, marquesa de
Elche, los deseaba en sus dominios, y pro-
yectaba fundar un convento para aquellos
varones apostólicos al lado de unos admi-
rables palmerales.
Pedro de Alcántara, que por aquel enton-
5 ces habitaba en el Pedroso, tiene noticias
de estos piadosos proyectos, y envía allá a
varios de sus discípulos, entre ellos a José
Tierra de Promisión a la vista de Cardeneto, modelo de paciencia y de aus-
teridad, cuyo último suspiro había de ser
un cántico de alegría; Bartolomé de Santa
Ana, delante del cual no tenía reparo Santa
El ambiente de la época en que vivió Teresa de Jesús en quitarse el velo y mos-
Pascual tendía a la conquista de la perfec- trar el rostro al descubierto, pues lo esti-
ción cristiana. Es un tiempo en que Igna- maba «un ángel»; Alfonso de Lirena, hom-
cio de Loyola lanza a sus soldados a las
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 15

bre tan intrépido como prudente, que en las «Hay una montaña próxima a Elche, desde la
fundaciones de conventos parecía «realizar cual se divisa toda la población. A esta montaña
lo imposible», y Antonio de Segura, famo- solía conducir el Santo su rebaño siempre que no
podía proporcionarle pasto en los alrededores de
so por su altísimo espíritu de oración. la capilla de Loreto.
Una vez llegados éstos a su destino, cons- «En dicha montaña se le veía permanecer como
truyeron con la ayuda del pueblo el con- en éxtasis durante largas horas, mirando alternati-
vento de Loreto, cuyos planos habían sido vamente a Elche y a Loreto.
personalmente trazados por fray Pedro de «Se alejaba con tristeza del templo, y siempre
Alcántara. Para entrar en las pequeñas cel- que desde el campo sentía la señal de la campana,
das era preciso bajarse, pues el pavimento anunciando el momento en que el Santo Sacrificio
de las mismas era la desnuda tierra. llegaba al acto de la consagración, se
reconcentraba en sí mismo para no pensar sino en
Esta fundación fue para Pascual un des- Dios.
cubrimiento, de tal modo que comenzó a
«El Santo se hallaba cierto día a alguna distan-
frecuentar la iglesia y a darse a conocer a cia de nosotros: la naturaleza comenzaba a ani-
los religiosos por medio de sus limosnas, marse y el sol cubría con su manto de luz la pra-
y también en el confesonario. dera, humedecida aún por el rocío.
Cada día se veía el pastor más irresis- «Pascual oraba puesto de rodillas y con las
tiblemente atraído hacia el santuario. En él manos juntas. Se oye en este momento el sonido
comulgaba con frecuencia, sintiéndose en- de la campana, y el joven exhala un grito: “¡Mi-
rad! ¡Allá, allá!”, dice, indicando con el dedo el
tonces más feliz que nunca. Cuando allí se cielo. Sus ojos ven una estrella en el firmamen-
entregaba a la oración, le parecía que su to... Luego la nube se rasga y Pascual contempla,
alma gozaba, mejor que en parte alguna, de como si estuviera delante del altar, una hostia pues-
una íntima unión con Jesucristo. García, su ta sobre un cáliz, y circuída por un coro de ánge-
patrón entonces, nos dice: les que la adoran.
«Yo le sorprendía diariamente antes del ama- «Aunque lleno el joven de temor en un princi-
necer, puesto de rodillas en la pradera, con el ros- pio, no tarda mucho en dejarse llevar de sus trans-
tro vuelto hacia la capilla de Loreto». portes de alegría: “Jesús, Jesús se encuentra allí!”
exclama hondamente conmovido.
«En esta actitud, añade otro testigo, solía per-
manecer inmóvil e insensible lo mismo al viento «Nuestros ojos buscan entonces la dirección que
que a la lluvia. Muchas veces era preciso que lo él indica, pero no descubren otra cosa que la azul
sacudiéramos con violencia para hacerlo volver a inmensidad de los cielos. Y sin embargo el Beato
las realidades de la vida. tenía razón. Para él todo era visible, porque era
puro y santo... en tanto que nuestra vista, cegada
«Dios mismo parecía velar especialmente so-
por los pecados, no alcanzaba a ver cosa alguna.
bre su rebaño, porque nunca los lobos, que nos
obligaban a nosotros a estar alerta toda la noche, «¡Ah! termina Navarro, me portaría como
le arrebataron a él oveja alguna. cristiano pérfido, si no diera fe al testimonio de
Pascual. Estoy segurísimo que veía el Santísimo
«Éstas, a su vez, pastando en los mismos para- Sacramento. Pero ¿qué tiene esto de extraño? ¡Lo
jes que las nuestras, engrosaban a maravilla y cre- amaba tanto!»
cían sensiblemente».
«Por lo que a mí toca, añade Navarro, su ma-
Oigamos ahora la propuesta que Martín
yoral, le permitía a veces asistir a Misa durante la García, su patrono, hizo cierto día al santo
semana. No podía proporcionarle cosa alguna que pastor:
fuese tan de su agrado. Pascual se multiplicaba a «Hijo mío, ya ves que Dios no me ha dado hijos;
fin de no faltar por ello a ninguna de sus ocupacio- pero yo te quiero mucho y mi esposa te ama con
nes, y una vez obtenida la licencia deseada, pare- no menor ternura... Pascual, ¡consiente en ser te-
cía quedar transfigurado en otro hombre. nido por hijo nuestro! Desde hoy vivirás a nuestro
16 Historia de S. Pascual Bailón

lado, y nosotros te buscaremos una compañera sacerdocio. Pero la humildad de Pascual, a


digna de tu virtud. ejemplo de la de San Francisco de Asís, le
«Rico y sin trabajo, vivirás bajo nuestro techo y hace retroceder ante la sola idea de ser sa-
podrás dedicarte a la oración en la medida de tus cerdote. Su única ambición es ser «la es-
deseos y frecuentar cuanto gustes la iglesia». coba de la casa de Dios».
Martín acariciaba este proyecto de mu- Los superiores no se atreven a insistir en
cho tiempo atrás; pero el Padre San Fran- sus pretensiones, y el Santo ingresa en la
cisco, dice la antigua Crónica, se había an- humilde condición de hermano lego, con-
ticipado a él en adoptarle por hijo. dición que ya no cambiará hasta la muerte.
«Mi amo, replicó Pascual todo confuso, ¡qué
bueno sois! Ciertamente que yo no soy digno de
Libre, entretanto, del cuidado de las co-
un tal favor... Aparte de esto, me es imposible sas temporales, pone todo su empeño en
aceptarlo, porque estoy resuelto a hacerme reli- consagrarse enteramente a las de Dios. Su
gioso... Si yo tuviera riquezas, las abandonaría. ¡Tan solicitud por adquirir un pleno conocimien-
lejos estoy de buscarlas! ¡Oh, sí! Desde ahora to de las obligaciones de su estado, y su
prometo entrar en el convento». admirable puntualidad en la observancia de
Y dichas estas palabras, el joven se dio todas las reglas, hacen de él desde un prin-
prisa en llamar a las puertas del convento cipio en un religioso modelo. Nada para él
de Loreto. más agradable que las rígidas leyes impues-
tas por San Pedro de Alcántara a sus discí-
pulos.
Por lo demás, ¿no eran para él menos
severas la mayor parte de estas leyes que
las que él a sí mismo se había impuesto y
que había cumplido durante muchos años?
6 ¿Qué tenía de extraordinario para nuestro
Santo andar descalzo, dormir sobre el duro
suelo y ayunar y disciplinarse con frecuen-
El ideal de cia?
San Francisco de Asís Y además, ¿cómo no sentirse dichoso
con la posesión de esa estricta pobreza, que
no admite más que lo necesario, y con esa
dependencia inmediata de los bienhecho-
Jesucristo, hermanos míos, quiere que yo ven- res y del síndico, es decir, de la persona
za al mundo por la abnegación y la pobreza, a secular encargada de disponer de las limos-
fin de que pueda así conquistar para Él las al- nas hechas a los religiosos? ¡Ah! ¡Ésta era,
mas (S. Francisco de Asís). sin duda alguna, la vida religiosa con que
El 2 de febrero de 1564, fiesta de la Pu- Pascual había soñado!
rificación de María, recibe nuestro Santo Cuantos tuvieron la dicha de conocer a
el hábito religioso, y con él el nombre de nuestro Santo están acordes en testimoniar
Fray Pascual. la asiduidad con que éste estudiaba, medi-
Los superiores, que conocían de mucho taba y se esforzaba por descubrir el alto sig-
tiempo atrás al piadoso pastor y apreciaban nificado de la pobreza, fijándose en todas
en alto grado sus virtudes, no hubieran te- las explicaciones que de ella le hacían, y
nido inconveniente en prepararle para el distinguiéndola con su predilección duran-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 17

te toda la vida. En un principio, guiado el Poverello del


¡Le parecía tan bella esta pobreza que San amor a la pobreza, imponía el despego de
Francisco de Asís había aprendido del Hijo los bienes terrenos, obligaba a los novicios
de Dios y dado por consigna a su Orden! a repartir su fortuna entre los pobres, pro-
Pascual descubría en esta virtud el elemen- hibía a la Orden inmiscuirse en el reparto
to inspirador que informa la mayor parte de la misma, prescribía el uso de hábitos
de los preceptos de la Regla. viles y remendados, vedaba el uso de las
cosas superfluas, del dinero y del calzado,
La Orden de Frailes Menores, diversa de la e inculcaba el trabajo, como medio de sub-
de los Capuchinos que, con otras constituciones, sistencia, y en caso de necesidad el «recur-
observaban la misma Regla, y de la de los Conven- so a la mesa del Señor», por medio de una
tuales, que obtuvieron de los Papas la dispensa humilde mendicidad.
de muchos preceptos, comprendía, bajo la obe-
diencia de un mismo General (anteriormente a la Las exhortaciones y consejos que da San
bula de León XIII Felicitate quadam, del 4 de Francisco no sólo en la Regla, sino tam-
Octubre de 1897), las ramas siguientes: bién en su Testamento, que viene a ser
los Observantes, que constituían, según León como un elocuente comentario de la ante-
X, el tronco de la Orden y tenían el derecho de rior, se representaban a los ojos de Pascual
elegir, de acuerdo con las otras ramas, al sucesor como otras tantas consecuencias lógicas
de San Francisco;
del género de vida impuesto.
los Alcantarinos o Descalzos, establecidos
principalmente en España e Italia; Despreciarse a sí mismo y no juzgar mal
los Reformados, reconocidos en 1532 por Cle-
de los otros «vestidos con hábitos lu-
mente VII, josos», considerarse en la condición de
«peregrinos y exiliados en este mundo», tra-
y los Recolectos, que formaban, a partir de 1590,
una custodia especial y que florecieron sobre todo tar a todos con cortesía, mansedumbre y
en nuestras regiones. caridad; no irritarse en vista de las mise-
Estas reformas, según Clemente VII (In su-
rias y pecados ajenos; huir de todo orgullo
prema) «querían observar la Regla con más rigor y de toda ostentación; ser paciente en los
aún», pero sin pretender en manera alguna sepa- infortunios y en las enfermedades; no an-
rarse del cuerpo de la Observancia, en la cual la dar buscando privilegios y exenciones...
Orden entera guarda la práctica de la Regla, que todo esto se desprendía con claridad paten-
en ella se observaba fielmente, según testimonio te de los principios antes expuestos.
de Inocencio XI (Sollicitudo pastoralis). Su gé-
nero de vida era, en general, más riguroso y con- Pascual no tarda en entenderlo, gracias
templativo que el de los primeros. al buen sentido práctico y a la perspicacia
Los Observantes en el siglo XV habían «vivifi- profunda que lo caracterizan. Este plan de
cado en todo el mundo el cuerpo de la Orden, lan- perfección resplandece a sus ojos en toda
guideciente y casi muerto» (León X, Ite et vos) a su maravillosa unidad, y su maestro de novi-
causa de las muchas mitigaciones, solicitadas por cios no puede menos de describir con ad-
gran parte de los religiosos e introducidas poco a miración el modo como nuestro Santo ma-
poco en el organismo de la Orden.
nifiesta, ya desde un principio, en sus ac-
Actualmente León XIII, suprimiendo estas ra- ciones, una asombrosa constancia y una
mas que ya no tenían razón de ser, ha unificado en normalidad de carácter que no sufrían ja-
mayor grado la Orden de los Frailes Menores,
que cuenta casi siete siglos de existencia y que no más ningún eclipse.
ha dejado de dar a la Iglesia multitud de Santos y El fervor constituye su estado habitual:
de varones eminentes. los ejercicios más penosos le parecen los
más propios para él. En efecto, Pascual, si-
18 Historia de S. Pascual Bailón

guiendo a San Pedro de Alcántara y a sus Pascual, reflexionando sobre las palabras
discípulos, está firmemente resuelto a imi- y los hechos del santo Fundador, llegó a
tar a San Francisco.Y como San Francisco, adquirir el pleno conocimiento de esta ver-
él ante todo quiere tener «el espíritu del dad ya en los inicios de su vida monás-tica.
Señor y su santa actividad, orar siempre con Su mayor gloria consiste principalmente en
corazón puro». A este ideal, es decir, a amar haberla comprendido y en haberla observa-
a Jesucristo, debía subordinarse todo lo de- do prácticamente.
más. Desde este momento él encontrará en la
Y puesto que Jesucristo habita entre no- Eucaristía un estímulo irresistible a la prác-
sotros en la Eucaristía, amar la Eucaristía tica de las más admirables virtudes, olvi-
viene a ser para Pascual el centro de la per- dándose completamente de sí mismo en
fección. ¿Acaso San Francisco no solía pa- obsequio de su Amado. Y, como merecida
sar largas horas de meditación ante este compensación, él hallará en la Euca-ristía
Misterio de amor y lo recibía en su pecho el premio de sus incesantes sacrificios y la
con la piedad de un ángel? suprema felicidad de su vida.
Francisco se había reservado para sí la predi- He aquí cómo nos describe con entusias-
cación en Francia, porque en Francia «se venera- mo esta última Ximénez, el que fue su no-
ban los Santos Misterios». Y en una carta dirigida vicio, amigo y superior:
al clero de todo el mundo, había recomendado se
hiciese con suma reverencia la celebración y ad- «Nunca pensaba en satisfacer el menor capri-
ministración de la Eucaristía. cho. Siempre ponía estudio en mortificarse a sí
mismo. Yo he visto brillar en él la humildad, la
Tendido sobre su lecho de muerte había confe- obediencia, la mortificación, la castidad, la piedad,
sado que veneraba a los sacerdotes, aun a los que la dulzura, la modestia y, en suma, todas las virtu-
eran malos, «porque ellos consagran el Cuerpo del des; y no puedo decir a ciencia cierta en cual de
Señor». Escribiendo una circular seráfica, estimu- ellas llevaba la ventaja a las demás.
laba sus religiosos a que profesaran un amor
tiernísimo a este augusto Sacramento. «Si me pongo a considerar su pobreza, la
encuentro perfecta; si su caridad, la veo brillar
A Santa Clara y a sus hijas les animaba a que
como el sol; su humildad parecía no tener límites,
confeccionasen manteles para los altares; y pedía
su mortificación sobrepujaba a cuanto puede hu-
limosnas a los ricos para adornar las iglesias po- manamente soportarse...»
bres. Hacía por sí mismo las hostias y preparaba
con sus manos el pan del Sacrificio. Iba, con una ¿Cómo explicar un tal género de vida?
escoba al hombro, a barrer las iglesias, supliendo Ximénez nos lo explica en seguida:
así la negligencia de los que tenían el deber de
hacerlo. A sus exhortaciones se debe la introduc- «Él pasaba todo el tiempo posible en adoración
ción del uso de los sagrarios, que sustituyeron a ante el Santísimo Sacramento. Al pie del ta-
las palomas suspendidas en las que se conserva- bernáculo se le hallaba desde después de maitines
ba antes el Santísimo. hasta la hora de las Misas: ¡estaba armándose para
la jornada! Al pie del tabernáculo se le sorprendía
En fin, su última voluntad había sido que sus al anochecer: ¡estaba descansando de sus fati-
religiosos venerasen la Eucaristía y la custodiasen gas!...»
en «sitios preciosos». ¡Tal fue el deseo supremo
de aquel enamorado de la pobreza!
San Francisco, en una palabra, había ele-
gido al Santísimo Sacramento, según frase
de uno de sus contemporáneos, «por alma
de su Orden e inspirador de la heroica po-
breza de los Menores».
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 19

yendo de un convento a otro: Vi-llena, El-


che, Jumilla, Ayora, Valencia y Já-tiva. Y por
último, en 1589, es destinado a Villarreal,
7 en donde permanece hasta su muerte, en
1592.
La vida religiosa Sus ocupaciones fueron casi idénticas en
todas partes: unas veces tenía a su car-go
el refectorio y la portería: otras echaba
mano de su alforja y se iba a pedir limosna
No queramos regalos, hijas. Bien estamos
por los pueblos de la comarca. Y en todo
aquí; todo es una noche la mala posada (Santa caso, jamás se negaba a ayudar a a todos
Teresa de Ávila, Camino 40,9). cuantos solicitaban el concurso de sus bue-
nos oficios.
Fray Pascual era de mediana estatura, de Así, pues, la urdimbre de su existencia
buena presencia y de rostro gracioso y ama- se desarrolla bajo un plan monótono, que
ble, aunque no expansivo. no se ve animado de ordinario con peripe-
Tenía en su frente algunas arrugas y un cias dramáticas. Su historia personal pro-
principio de calvicie. Sus ojos azules, pe- funda es la toma de posesión de su alma
queños, brillantes, estaban protegidos por por el Amor divino; una toma de posesión
pestañas y cejas negras. La nariz y la boca cada día más perfecta, hasta que, consuma-
eran regulares. Se veía bajo sus labios y de da la conquista, es introducida en la victo-
derecha a izquierda, una cicatriz que le daba ria suprema del paraíso.
la apariencia de estar siempre sonriendo. El Santo va elevándose más y más hacia
Completaban su fisonomía su color more- Dios; y al mismo tiempo y en la misma
no, su barba rala y sus pómulos salientes. medida, va acrecentándose su acción bien-
Un año después de la toma de hábito hace hechora hacia todo lo que le rodea. A me-
Pascual la profesión, y se une a Jesu-cristo dida que su naturaleza se debilita, la gracia
por indisolubles vínculos sagrados. se transparenta más en él, y atrae más a los
otros hombres hacia el Dios de la Eucaris-
Los estatutos de los Alcantarinos exigían tía.
que nuestro Santo pasara en formación,
ocho años, bajo la dependencia de un maes- Sigamos el vuelo de esta ascensión espi-
tro de novicios, a ser posible en el mismo ritual, al menos en cuanto nos sea posible.
convento y ocupado en los oficios priva- Las acciones de Pascual pueden parecer con
dos de la Comunidad. Este lapso de tiempo frecuencia insignificantes, no lo dudamos;
es el que se designaba con el nombre de y es posible que el mundo las desprecie.
años de Bendición. Las diversas reseñas Pero, no, nada hay de vulgar en las vidas de
que poseemos relativas a la vida religiosa los Santos. El amor divino todo lo enno-
del Santo nos permiten fijar aproximada- blece en ellos y lo dignifica.
mente su cronología exacta. La primera luz de la mañana sorprende a
Pascual vive en Loreto hasta 1573, y al nuestro Bienaventurado en la iglesia, pues-
final de este período pasa algún tiempo en to de rodillas ante el altar: allí está el divi-
Elche y Villena. Hacia 1573 es destinado a no Maestro hablando al corazón de su hijo...
Valencia, donde se estaba fundando un con- Y éste, a ejemplo de la Magdalena, escucha
vento. Los cinco años siguientes los pasa dócil y absorto sus enseñanzas... Luego, de-
20 Historia de S. Pascual Bailón

jando en suspenso por un momento su con- sin que, a pesar de ello, se manifieste ja-
templación, va a despertar a sus hermanos, más en su rostro el menor signo de im-
llama de puerta en puerta, y repite una y otra paciencia.
vez: Cuando se encuentra con alguno al paso,
«¡Alabado sea el dulcísimo nombre del buen le mira con amable sonrisa y le dirige por
Jesús! lo bajo una buena palabra, que es de ordina-
«¡A Prima, hermanos míos, a Prima! ¡A cantar rio una jaculatoria, una chispa que salta de
alabanzas a Dios y a su Madre Santísima!» la hoguera de su corazón:
Llega la hora de celebrar el Santo Sacri- «¡Qué bueno es Dios!»... «¡Todo lo que de El
ficio. Pascual ayuda a cuantas Misas le per- proviene es bueno!»... «¡Amemos mucho a Je-
miten sus ocupaciones. ¡Con qué devoción sús!»... «¡Qué hermoso debe ser el cielo!»
se dedica a servir en el altar a los ministros Y sigue su camino, dejando a su interlo-
del Santuario! El ardor de su rostro revela cutor conmovido y edificado.
las ocultas llamas de amor que le devoran
por dentro. Veamos ahora cuál es su comportamien-
to para con los huéspedes. A veces eran és-
Este amor crece y llega como a transfi- tos numerosos, llegaban a horas desusadas
gurarle en el momento de la sagrada comu- y se mostraban exigentes, después de los
nión, que tiene lugar ordinariamente en la contratiempos sufridos durante el viaje. Es
primera Misa. Sus ojos entonces despiden preciso recibirlos, atenderlos, cuidarlos, y
fuego, de su pecho brotan suspiros que no más que todo hacerles compañía, escuchan-
puede reprimir, sus manos unidas se alzan do el relato de sus fatigas o la descripción
a la altura del rostro, y todo anhelante y co- atropellada y enfática de sus peripecias, a
mo sumido en éxtasis recibe a Dios en su veces poco interesantes. Pascual se avenía
corazón... a ello de modo admirable y como si todo
Después, cual hombre que no pertenece fuera para él la cosa más natural del mun-
ya a la tierra, pierde el sentimiento de cuan- do.
to le rodea y prosigue maquinalmente sus ¿Y cuando se trataba de auxiliar a los po-
funciones, sin darse apenas cuenta de nada... bres? ¡Ah, los pobres!... hubieran sido para
Este espectáculo se repite varias veces por él ocupación más que suficiente para todo
semana, es decir, siempre que el Santo se el santo día, si no tuviera que atender tam-
acerca a la sagrada comu-nión. bién otras cosas.
Bien pronto sus transportes misteriosos Se hace preciso dejarlos para preparar el
llaman la atención del pueblo, y la gente refectorio. No bien entraba en esta ofici-
comienza a juntarse cerca del altar para pre- na, se postraba ante una pequeña imagen de
senciarlos. María, oraba por breves instantes, y luego
«¡Es un santo!» dice la admirada multitud. Y disponía todo lo necesario para cada uno
sus hermanos agregaban: «a ese paso, no tardará de los religiosos. Como recuerdo de su
en hacer milagros». pasada vida pastoril, observaba la costum-
Y milagros hacía ya el Santo... milagros bre de amenizar sus quehaceres con el can-
de paciencia y de resignación. ¡Pobre por- to. Modulaba a media voz gozos populares
tero! Subiendo y bajando sin cesar es- en honor de Jesús, de María y de los San-
caleras, yendo de la calle a las celdas y de tos. Con estas canciones adquiría nuevo áni-
las celdas a la calle, de la iglesia al huerto y mo para no rendirse a las fatigas de su ofi-
del huerto a la iglesia, así pasa todo el día cio. Éste era el único entretenimiento que
se permitía Pascual.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 21

Después de haber comido malamente y


servido a los pobres, se iba al huerto, su-
friendo a veces el calor de la hora. Y cuan-
do ya al fin del día el silencio dominaba los
campos, iluminados por la luna, se in-
ternaba el Siervo de Dios por ellos, cami- 7
nando al compás de sus cantos: «¡Bende-
cid a Dios, fuegos y calores!»
A veces su naturaleza desfallecía bajo la Pidiendo limosna
fuerza del Amor divino. Había obtenido
Pascual licencia de sus superiores para irse
a la iglesia en el tiempo de la recreación. Y
un día de mucho frío, el padre Guardián dis- Sirviendo a Dios en la pobreza y en la abne-
pone que se haga la recreación en la coci- gación, vayan con confianza a pedir limosna
na. Llaman a Pascual para que acuda a ella. (Regla de San Francisco de Asís).
Viene al instante y se sienta junto al fue-
go... Las virtudes de Pascual, ocultas hasta
Llegado allí, suspira desde lo más pro- ahora entre los muros del claustro, debían
fundo, su mirada vaga sin fijarse en nada esparcir también al exterior su fragancia, y
concreto. Un pensamiento embarga total- al igual que lo hicieran antes San Francisco
mente su espíritu. Se levanta de pronto, y y su compañero, marcha Pascual, siguien-
cediendo a una fuerza irresistible, corre a do la voz de los Prelados, a predicar con la
postrarse ante el sagrario... Los religiosos elocuencia de sus ejemplos, más bien que
tratan inútilmente de hacerle volver. Pero con la de las palabras.
en cuanto dejan de sujetarle, se les escapa El Santo se aleja cantando, con la alforja
de nuevo hacia su centro de atracción. de limosnero al hombro. Va de un lugar a
El Guardián entonces le dice sencilla- otro, rendido bajo el peso de las limosnas
mente: «Bien, fray Pascual. ¡Haz lo que y con los pies doloridos, y camina sin des-
quieras!». Al oir esto, el Santo obedece y canso, indiferente a los ardores del sol o a
cae en tierra sin sentido... Los religiosos las heladas ráfagas del viento. Aspe, Ayorte,
le llevan a la celda, y una vez allí, Pascual Elda, Novelda y Alicante le vieron muchas
abre los ojos, como si despertara de un sue- veces atravesar sus calles.
ño profundo. Su primer cuidado al llegar a una parro-
Cierto religioso, que ya otras veces le quia era dirigirse a la iglesia, acercarse lo
había sorprendido en flagrante delito de posible al sagrario y orar por largo tiempo.
arrobamiento, le pregunta qué le sucede: Luego entraba en el presbiterio, se arrodi-
«Os pido por favor, replica el Santo, todo con- llaba ante el párroco o su coadjutor, y, des-
fuso, que no os dejéis seducir por las apariencias pués de besarles la mano, les pedía humil-
en cuanto habéis visto. Dios se porta conmigo a demente licencia para mendigar por la pa-
semejanza de un padre con un mal hijo: me prodi- rroquia.
ga caricias y dulzuras para obligarme así a mejo-
rar de vida...» Los sacerdotes solían entretenerle a su
lado para conversar con él, pero el Santo
hablaba poco; y en lo poco que hablaba, su
conversación iba siempre dirigida a Dios o
22 Historia de S. Pascual Bailón

al Santísimo Sacramento. en la palma de la mano, del agua del torrente.


Rarísima vez aceptaba la invitación de Uno de los compañeros de nuestro San-
sentarse a la mesa de algún bienhechor. to en el oficio de limosnero, refiere a este
«Prefiero comer en el campo», respondía propósito lo siguiente:
alegremente. Y siempre que querían obli- «Nos dirigíamos de uno a otro pueblo. Durante
garle a dormir dentro de una casa, contes- el trayecto Pascual se dedicaba a hablar de Dios
taba: con indecible ternura, a recitar piadosamente el
Oficio de la Virgen o bien a meditar en los miste-
–Evitaos esa molestia; yo he sido antes un po- rios de la vida de Jesucristo.
bre pastor, y tengo gusto en dormir al descubierto.
«Al hacer alto en cualquier lugar, su primer cui-
Durante la noche su mirada se perdía a dado era rezar la estación al Santísimo Sacramen-
través del firmamento estrellado, y contem- to. Comíamos a la sombra de un árbol, y Pas-cual,
plaba con los ojos de la fe la belleza de la previsor como él solo, buscaba en la alforja lo más
patria celeste, en donde, peregrino de este apetitoso que llevaba y lo ponía en nuestras ma-
nos.
mundo, era esperado por su Padre.
«Esto es para vos, añadía con graciosa sonrisa,
Los paisanos no tardaron en reconocer comedlo, que bien merecido lo tenéis».
en él uno de los grandes servidores del Al-
tísimo. Sus austeridades fueron muy pron- En lo que nunca pensaba era en su propia
to conocidas. ¿De qué se alimenta? De cor- conveniencia. Se ingeniaba de maravilla
tezas de pan, mojadas en agua, y de frutas para aliviar a su compañero lo más posible
inservibles. ¡Y cómo desafía el cansancio! de las molestias del viaje, rodeándolo de
¡Qué manera de afrontar con paciencia los toda clase de cuidados y tomando sobre sí
trabajos! la más pesada labor y el peor trabajo.
En cierta ocasión se había recogido una cuesta-
Sus más sencillas palabras despiden un ción de aceite, mayor que de ordinario, y el Santo
aroma de piedad que reconforta el espíritu. volvía al convento abrumado con el peso de dos
A él acuden en busca de consolación y de enormes recipientes. Compadecidos de él dos bue-
consejo. Esperan su llegada con impacien- nos aldeanos, le dijeron: «Pero, Fray Pascual, ¿por
cia. Y aun mucho tiempo después de su sa- qué no te vales de un jumento para llevar el acei-
te?»
lida de la población, nadie se ocupa de otra
cosa que del santo Hermano, sobre todo en Los ojos del Santo brillaron entonces con pica-
los corrillos que se forman al anochecer. resca malicia, y en sus labios se formó una sonri-
sa significativa: «¿Un jumento? respondió; está
Sus oraciones, se dice, atraen sobre no- bien; ¿pero seréis capaces de encontrar uno me-
sotros las bendiciones del Altísimo. Sus jor que yo?»
consejos nos hacen felices. Y los niños Su deseo de favorecer a los pobres le
agregan: también cuenta muy hermosas his- obligaba a ir recogiendo por el camino los
torias. sarmientos desechados, y cuando tenía bas-
Escenas hay en su vida de limosnero que tantes para formar un haz con todos ellos,
evocan la mente los episodios de las Flo- lo entregaba gustoso al indigente que le
recillas: salía al paso.
«Alabemos a Dios, decía un día San Francisco Otras veces dejaba la leña recogida en
a Fr. Maseo, por el gran tesoro que poseemos, y casa del que le daba hospitalidad, diciendo
que no es otro que Dios mismo, de quien hemos alegremente: «Ésta es mi moneda».
de gozar».
También solía cortar de los árboles las
Y ambos arrojaban sobre una piedra algunos ramas secas que encontraba casualmente,
mendrugos de pan recogidos de limosna, y bebían,
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 23

para ofrecerlas luego a personas nece- «En tales circunstancias, mi madre, mi herma-
sitadas que conocía. Y cuando alguno le dis- no mayor y yo juramos vengar el crimen. Yo
pensaba cualquier beneficio, su reconoci- consideraba como un deber sagrado dar muerte
al asesino; así que pasaba un día y otro día tra-
miento parecía no tener límites. mando proyectos de venganza.
«Ten confianza, Tajarino, dice a un buen hom- «Cuanto mayor era el tiempo en que me veía
bre que le acompañaba para las cuestaciones y obligado a comprimir el fuego que me devoraba,
que sufría de asma; ten confianza, que Dios te tanto éste era más ardiente. ¡Ah! ¡qué terrible iba
ayudará». Y pone luego la mano sobre el pecho a ser mi venganza! Y ésta prometía ser mucho
del paciente, exclamando: «Ea, vayamos más apri-
más terrible aún desde el instante en que mi ma-
sa». Con solo esto el enfermo se siente aliviado y
dre y mi hermano, cediendo a las instancias de su
en disposición de seguir adelante.
confesor y de nuestros amigos, se decidieran a
Al regresar Tajarino a su casa, ve con dolor re-tractar su juramento... ¡Yo, yo era el único que
que uno de sus hijos está a punto de exhalar el perseveraba fiel a la memoria de mi padre!
último suspiro. Ante peligro tan inminente se da
prisa en llamar al Bienaventurado. La aflicción de «Un tal pensamiento redoblaba mis fuerzas. Así
los padres del moribundo conmueve profundamente que a la edad de diecisiete años era yo el terror de
al Santo, quien llorando, dice con voz quejosa: «¡Se- mis enemigos. Yo sabía esto y lo sabían también
ñor Jesús, él me ha ayudado, por amor vuestro, a cuantos me rodeaban, temiendo siempre llegara
hacer la cuestación. No le neguéis vos ahora vues- el momento. Pero yo no me daba prisa, porque
tra ayuda en tan doloroso momento!» estaba resuelto a llevar a cabo una venganza com-
pleta, atroz, inexorable... Los religiosos de Loreto,
No había aún terminado Pascual esta plegaria las personas influyentes de Mon-forte y otras más,
y ya la crisis estaba vencida. Los padres, dos ve- se habían tomado a pecho mi conversión. Sin
ces felices, se apresuran a estrechar contra su embargo, sus reflexiones no hacían otra cosa que
corazón al hijo enfermo, y se complacen luego en exasperarme más y más. Hasta llegué al extremo
publicar el poder maravilloso del santo Hermano. de amenazarles también a ellos.
Con todo, no era tan maravilloso este «Se representaba al vivo una tarde, era un Vier-
poder sobre los cuerpos cuanto sobre los nes Santo, la escena del Descendimiento de la
corazones de los hombres. No había lugar Cruz, según acostumbraba a hacerse. El pueblo
por donde pasase en el que no animara al en masa asistía a la ceremonia, y yo, por no ser
pueblo a acercarse con devoción y frecuen- menos que los demás, formé parte en la proce-
sión. Mis amigos, los monjes y otras personas fue-
cia a los Santos Sacramentos, a evitar las ron rodeándome disimuladamente, pero en tal
ocasiones de pecado, y sobre todo a recon- modo, que en el momento del sermón me vi como
ciliarse con los enemigos. aprisionado en medio de un círculo infranqueable.
Para estas cosas estaba el Santo adorna- No tuve, pues, más remedio que prestar oídos a la
elocuencia del predicador, quien puso término a
do, según testimonio de cuantos le cono- su discurso con una vibrante peroración en la que
cieron, de un don que puede muy bien cali- me excitaba a perdonar a mi enemigo en recuer-
ficarse de prodigioso. Sus palabras conmo- do de la Pasión de Cristo.
vían profundamente y vencían a los más «En un principio lo escuché impasible, mas al
obstinados pecadores. He aquí un ejemplo fin su retórica me puso furioso.
curioso del que nos da cuenta un rico se-
–¡Callad de una vez! grité. ¡Yo estoy en la re-
ñor de Monforte: solución de antes! ¡Es inútil cuanto digáis! ¡No
«Era yo niño por aquel entonces. Una tarde perdonaré nunca!
trajeron a nuestra casa el cadáver de mi padre «En aquel preciso instante siento que una mano
que había sido asesinado a puñaladas. Todos sa- me coge por un brazo. ¿Cómo salí de aquel sitio?
bían quiénes eran los culpables, pero la carencia No lo sé... Pascual estaba delante de mí.
de pruebas no permitía obrar libremente a la justi-
cia. –Hijo mío, exclamó con un acento que no pue-
do olvidar, al propio tiempo que me miraba con
24 Historia de S. Pascual Bailón

ojos afables y tristísimos, hijo mío; ¡se ve que no nunca de aquí, o si me fuera dado, cuando menos,
has presenciado la Pasión de Jesús! vivir lejos del mundo y de los tráfagos del siglo,
«Y continuó, después de hacer una pausa: consagrado enteramente al Amado de mi alma y
en Él pensando de continuo!...»
–¡Perdona, hijo mío, por el amor de Jesús cru-
cificado!... Había cerca de Loreto una gruta, en la que
solían pasar algunos religiosos una semana
«Estas palabras, pronunciadas con acento lasti- de retiro, sin dejar por eso de asistir al Ofi-
mero, aquellos ojos tan humildes como expresivos
clavados en mí, aquella fisonomía luminosa, transfi- cio divino en el coro y a la Misa conven-
gurada por un reflejo celeste... me cautivaron. Sub- tual. Esta gruta acababa entonces de ser
yugado, enternecido, sollozante, dije entonces con abandonada por un religioso que se dedica-
labios trémulos por la emoción: ba a la predicación, en consecuencia a una
–Sí, padre mío, yo perdono por el amor de Dios. dura prueba que había sufrido. Le parecía,
«... La multitud estaba atenta, muda, ansiosa, en efecto, que los infernales espíritus tra-
sin atreverse apenas a respirar. taban de destruir su mo-rada, dejándole a
–Hermanos ¡perdona!, exclamó Pascual.
él sepultado entre los escombros. Así que,
en tan apurado trance, ni siquiera se había
«La gente respiró satisfecha al oír estas pala- acordado de recoger sus libros. El Guar-
bras. Luego prorrumpió en un clamor frenético,
clamor en que se veían confundidas alabanzas,
dián llamó a Pascual para que fuera a bus-
bendiciones, sollozos... Yo lloraba también. Lágri- carlos.
mas de fuego brotaban de mis ojos, yendo a caer «Fuí contentísimo, decía el Santo hablando de
sobre la mano del Santo, que continuaba estre- esto con un novicio, pues así podría disfrutar a mi
chándome entre sus brazos... Mientras tanto el gusto de las delicias de la vida eremítica.
odio se derretía en mi pecho, como se derrite el «Ante todo me dediqué por algún tiempo a la
hielo al ser herido por los dardos del sol. oración; luego me entregué al descanso con pro-
«Al fin, me daba por vencido... y no he vuelto pósito de levantarme a media noche para discipli-
ya a sentirme víctima de deseos de venganza». narme y volver de nuevo a la oración. Me dormí,
acariciando en la mente tan hermosos proyectos,
Tal era la obra de Pascual en sus salidas y desperté... cuando el sol inundaba ya la gruta
del convento: hacer bien a los demás, con- con sus fulgores.
ducir a Jesucristo las almas extraviadas, y
«Todo confuso me levanté más que de prisa, y
suspirar, como el ave por su nido, por vol- volví a hacer los oficios que me tenía encomenda-
ver cuanto antes al convento, para que así dos la obediencia, toda vez que lo sucedido vino a
no llegaran hasta él los aplausos del mun- demostrarme que mis deseos eran una ilusión y
do. nada más».
Su primer cuidado al llegar de afuera, era
ir a postrarse a los pies del superior para
recibir de rodillas su bendición pater-nal y
con ella el permiso de irse a la iglesia. Una
vez allí, se entregaba por largas horas al
ejercicio de la oración; y el gozo que en
orar experimentaba, le daba a conocer cla-
ramente qué bueno y agradable es habitar
en la casa del Señor.
En estas ocasiones venía a inquietarle un
pensamiento muy natural en él:
«¡Qué dichoso sería yo si pudiera no apartarme
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 25

del orgullo estremecía su carne desgastada


por los ayunos. De otro, sentíase atraído
por irresistible impulso hacia ese Dios en
9 el que pensaba encontrar el reposo. En
suma, mientras el espíritu corría, como
Grandes penas ciervo sediento, a embriagarse con la pu-
reza de los ángeles, el cuerpo parecía re-
volcarse en un cenagal de torpezas y de en-
gaños. ¿Cómo, entonces, librarse de aquel
cuerpo de muerte? Porque, en realidad de
Sé paciente en la tribulación, porque en el
fuego se prueba el oro y se purifica la plata (Ecle
verdad, Pascual preferiría a una tal situa-
11,4-5). ción, la destrucción y aun el aniqui-
lamiento de su ser.
No falta quien estima que las mortifi- Cierto día, rendido o debilitado por la lu-
caciones voluntarias llevan en sí cierta gra- cha, cae como caen los vencidos de la vida,
tificación, pues han sido buscadas por quien arrojado como los últimos restos de un gran
las hace. Pero esto no puede decirse de naufragio en una playa inhóspita... La copa
aquellas penalidades que provienen de otras de la tribulación rebasa los bordes. Pedro
causas. Así, pues, la conformidad en sopor- de Sena, su provincial, entra en ese momen-
tar estas últimas, es la que nos da la norma to en la celda del Santo.
principal para apreciar la santidad de una –¡Oh Padre! gime Pascual, ¡todo es inútil! Yo
persona. no puedo más. ¡Si me fuera dado dejar de exis-
tir!... ¡He sufrido ya tanto! ...
Pascual, no menos que los otros santos,
debía purificarse en este fuego, que su con- Y su cabeza cae pesadamente sobre su
temporáneo San Juan de la Cruz llama no- pecho, como la de un hombre en el momen-
che obscura. Momentos hubo en su vida to de expirar. Pedro se inclina sobre esta
en que el cielo le parecía de plomo, en que alma angustiada y le habla. Y el pobre des-
la duda se esforzaba por adquirir el domi- esperado le refiere pausadamente, con pa-
nio de su corazón, y en que su energía pa- labras entrecortadas por los sollozos, su la-
recía derramarse, como se derrama el lí- mentable historia.
quido al romperse el vaso que lo contiene. Gracias a ello la paz renace en su alma,
Toda su vida era entonces juzgada por él el dolor que atenazaba su corazón se miti-
como una serie de incoherencias. El re- ga casi insensiblemente, y se va haciendo
cuerdo del pasado lo desanimaba, y su co- luz entre las sombras densas de antes. Nues-
razón parecía como romperse de remordi- tro Santo es ahora un convaleciente que as-
miento a la vista de crímenes hasta enton- pira el perfume de los campos, es como un
ces ignorados. El porvenir se le represen- hombre que despierta de un pesado sueño,
taba más tenebroso todavía, como si el Se- que toca con inquietud cuanto le rodea, y
ñor lo fuera a dejar abandonado a sus fuer- que ve por fin desvanecerse sus terrores
zas. ante el testimonio elocuente de la simple
realidad. Pascual renace a nueva vida, dis-
El presente era también para él un enig- puesto a sostener nuevos combates.
ma indescifrable. Su corazón se veía com-
batido por dos sentimientos opuestos. De En otra ocasión el común enemigo ob-
un lado, la fiebre de la lujuria, del odio y tiene permiso para maltratar al Santo.
26 Historia de S. Pascual Bailón

–¡Qué enfermedades! murmuran los médicos ble rigidez.


examinándolo; no hay duda de que confunden
nuestras previsiones, se resisten a nuestros cálcu- Un día le manda sin más ni más en pleno refecto-
los y burlan nuestros remedios... Cualquiera diría rio que salga a decir la culpa. Puesto ya el Santo
que ello es cosa del diablo. de rodillas en medio de los admirados religiosos, el
Guardián comienza a descargar sobre él todo un
También se oyen a veces en su celda rui- torrente de injurias:
dos extraños, o bien golpes y lamentos. Se –¡Sois un hipócrita y un presuntuoso! ¡Ah! ¡vos
oye de repente un grito agudísimo durante creéis estar en posesión de un tesoro! ¡Abrid las
la noche. Los religiosos corren solícitos a manos y contempladlas llenas de cieno! ¡Estad
la habitación de Pascual. El Santo confuso atento!...
responde: «estaría soñando» o bien: «me Terminada la filípica y en medio de un gran si-
he sentido víctima de extraños dolores». lencio, Pascual se arrastra andando a gatas hasta
el sitio del superior, estrecha los pies de éste entre
Y los despide como si nada hubiera pasa- sus manos con muestras de respeto y de ternura,
do; pero a la mañana siguiente, según testi- y los besa luego una y otra vez...
monio de los testigos, vésele en el co-ro
Poco después siente tocar la campana de la por-
con el cuerpo magullado y maltrecho. tería y corre a abrir la puerta, en donde permane-
Lo único que de sus labios pudo saberse ce bastante tiempo ocupado en atender a los que
con respecto a tal género de tribulaciones, llamaban.
acerca de las cuales observaba Pascual un –¡Ah!, piensa entre tanto un religioso, el pobre
riguroso secreto, es lo siguiente: fraile está a lo que parece muy confuso por lo
–Nunca son tan terribles los asaltos... como sucedido y no tiene valor para volver al refecto-
cuando medito en la Pasión y en el amor de Jesu- rio. Sin duda está haciendo tiempo para recupe-
cristo Sacramentado. rarse antes de entrar de nuevo.
Y guiado por esta idea se apresura a buscar al
Y pronunciadas apenas estas palabras en- Santo.
mudece, como temeroso de haber dicho ya
demasiado. –Tened paciencia, Fr. Pascual, le dice con dul-
zura.
En cuanto hasta aquí llevamos dicho, ser- –¡Paciencia! ¿por qué causa? responde el Bien-
vía de consuelo a Pascual la solicitud y afec- aventurado.
to de los superiores, quienes en las luchas
–Pues por la injusta reprimenda que recibisteis.
con el demonio le habían ayudado con sus
consejos y sostenido con sus exhortacio- –Estad seguro, Hermano, replica el humilde re-
ligioso, que el Espíritu Santo es quien ha hablado
nes. Con todo llega un momento en que has- por su boca.
ta esto va a faltarle. En efecto, en 1573 fun-
daron los superiores un convento de estu- En otra ocasión en que tuvo lugar una es-
dios en Valencia. Había necesidad de en- cena parecida, respondió a los que intenta-
viar a él Hermanos legos, y se ponía mu- ban consolarle:
cho cuidado en que éstos fuesen escogi- –No me han entristecido poco ni mucho las pa-
dos entre los más edificantes. En tales con- labras del Padre Guardián. Muy al contrario, me
diciones, eligieron a Pascual. juzgo tan feliz de este modo, que quisiera recibir
cada día un tal consuelo. ¡Ojalá Dios le inspire el
Estaba allí de Guardián un austero ancia- que así lo haga!
no, religioso de rostro marcado por el su- Dichas escenas se repetían con harta fre-
frimiento y de dura mirada. Ya sea por in- cuencia. Hoy al Guardián le servía de pre-
advertencia, o bien por prevención, lo cierto texto un vaso roto, mañana un poco de aceite
es que dicho superior no tarda en tomar al vertido, y un día después otra falta tan fútil
nuevo subordinado por blanco de su inflexi-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 27

como las anteriores. Cualquier cosa basta- do incómoda. ¿Queréis que os envíe a otro con-
ba para mortificar a Fray Pascual con re- vento?
prensiones irrazonables. –¡Ah, Padre mío! responde el Santo como aver-
gonzado, no hay necesidad de que sepáis para ello
Y junto a las reprensiones iban las culpas mi voluntad; yo estoy para todo en manos de la
públicas, las penitencias de todo género, las obediencia. ¡Haga vuestra caridad lo que mejor le
flagelaciones crueles, las humillaciones, parezca! Para mí es igual continuar allí o ir a otra
los reproches insultantes y todas las veja- parte.
ciones posibles, que llovían sin cesar so- –Pero ¿y vuestro Guardián?, dice, interrum-
bre nuestro Santo. piéndole el Provincial.
El Guardián, dicen los testimonios, se ensaña- –No, responde con convicción el Bienaventura-
ba en él con verdadera ferocidad. do; yo sé por experiencia que nada se gana con
No faltaron tampoco religiosos que, cambiar de superiores. A un Guardián difícil de
sobrellevar sucede otro más llevadero, en tanto
alentados a ello por la conducta del supe- que si uno busca cambiar de puesto, suele ir con
rior, tuvieran a gala procurar a Pascual des- frecuencia de mal en peor.
precios y disgustos sin cuento. Nunca les
Y Pascual sigue en Valencia por espacio
faltaban pretextos, pues detrás de estas co-
de tres años, ocupado, como antes, en los
sas andaba una mal velada envidia.
oficios de la portería y del refectorio. Su
Con todo, Pascual nunca se daba por agra- género de vida continúa siendo el mismo
viado, y correspondía siempre a todos los de antes, con la única diferencia de que, a
desprecios con inequívocas muestras de partir de este suceso, acostumbra pasar más
cariño. En estos casos, alega uno de los tes- largas horas en oración ante el Santísimo
tigos, tenía presentes las virtudes que ador- Sacramento.
naban a sus perseguidores, y con ellas ha-
cía un manto en el que ocultaba todos sus
defectos.
–Por lo que a mí toca, decía Pascual, conozco
que no tengo de religioso más que el hábito. He
delinquido y me he hecho digno, por tanto, de los
últimos castigos. Venguen en mí las criaturas los
ultrajes que yo hice al Criador, que con esto me
darán una prueba más de que me aprecian.
Así como las medallas brillan tanto más
cuanto más se frotan, así logra Pascual ad- 10
quirir un nuevo lustre por medio de la per-
secución y del sufrimiento.
Historia de una vocación
El Provincial, Pedro de Sena, llega al fin
a tener noticias de todo lo que pasa, y en
consecuencia Pascual es obligado a acudir
a la presencia del superior. Éste desea sa-
ber las cosas de los propios labios del San- Era por los años de 1575. El P. Francis-
to; pero Fray Pascual no le da de ninguno la co Ximénez era por entonces Provincial y
menor queja. estaba al frente de los conventos alcan-
–En vista de lo que sucede, decide el Provin-
tarinos del reino de Valencia.
cial, juzgo que no es conveniente para vos regre- Asuntos de familia le habían llamado a
sar a ese convento. Vuestra vida es allá demasia- Jerez de la Frontera, donde había nacido.
28 Historia de S. Pascual Bailón

Un hermano de Ximénez, residente en el «Una vez terminada la Misa, entra en el con-


Perú, no escribía de algún tiempo atrás, y vento, habla con mi tío, y sale luego a visitar a
su cuñada vivía cargada de muchos hijos y algunos bienhechores que deseaban hablarle y que
le habían sido indicados por el superior. Entre otros
víctima de dificultades de todo género. fue también a visitarnos a nosotros, en cuya casa
Pues bien, a raíz de la partida de Ximé- se habían ya engrandecido y celebrado más de
nez sobrevinieron en la Provincia muchos una vez sus virtudes, puesto que mi tío lo tenía en
asuntos de importancia, y el superior que mucho aprecio y solía hacer de él grandes elo-
gios.
ocupaba accidentalmente su puesto carecía
de atribuciones para resolverlas, debiendo «Y de hecho, él hablaba con tanta modestia y
circunspección, y parecía tan bueno y tan amable,
por lo mismo atenerse en todo a las órde- que yo, fascinado, no podía apartar de él mis ojos.
nes del Provincial. De súbito el varón de Dios clava en mí una mi-
En tal estado de cosas, el superior rada escrutadora, y dice, volviéndose a mi madre:
comisiona al Siervo de Dios para poner a –Entregadme este muchacho por el amor de
Ximénez al corriente de todo. Pascual obe- Jesús y de San Francisco.
dece sin poner dificultades, y hace el viaje «Estas palabras fueron derechas a lacerar el
según su costumbre, a pie y descalzo, men- corazón de mi pobre madre. ¡Ah! yo era su pri-
mogénito; ella tenía puestas en mí sus esperanzas
digando de puerta en puerta el alimento y para el porvenir. La familia se opondría a ello. Yo
pasando la noche a cielo abierto. no estaba en disposición de hacer los estudios; era
A su regreso trae en su compañía al pe- aún muy joven para pensar en tal cosa. Y además
queño sobrino del Provincial, llamado Juan ¡debía marchar tan lejos!... No, mi madre no po-
día consentirlo en manera alguna.
Ximénez, que fue después religioso fran-
ciscano y biógrafo del Santo. Los dos hi- «Con todo, el Bienaventurado orilla con tanta
habilidad todas estas dificultades, que al fin mi
cieron juntos un viaje de cien leguas, viaje madre exclama con voz entrecortada por los so-
del que tenemos la noticia siguiente debida llozos:
al mismo Juan. –Llevadlo, puesto que tal es la voluntad de Dios,
«Tenía yo, a la sazón, nos dice, como unos cator- pero que no sepa nada la familia, porque lo impe-
ce años, y solía frecuentar el convento de Jerez. diría a todo trance...
Los religiosos me trataban con tanta amabi-lidad, «Pascual, a su vez, promete velar siempre por
que hasta llegaban a permitirme asistir al coro y mí:
cantar con ellos.
–Yo le atenderé, dice, con la solicitud de una
«Cierto día en que me hallaba en el Oficio de madre.
Tercia, vi entrar en la iglesia, en el momento en
que iba a darse principio a la Misa, a un hombre «Y esta promesa no fue en sus labios una pro-
vestido con remendada túnica, pero tan estrecha, mesa vacía de sentido. Tendido en su lecho de
que más bien que túnica parecía un saco. No lle- muerte y entre los estertores de la agonía, quiere
vaba ni sandalias, ni manto. Después de signarse que los presentes me atestigüen lo bien que él ha-
devotamente, vino a arrodillarse a un rincón del bía satisfecho esta deuda. Por otra parte, todos
coro, besó la tierra, unió las manos y se abismó en los episodios desarrollados durante nuestro viaje
la oración. bastan para demostrarlo bien a las claras».
«Un religioso le invita a ocupar una de las sillas Juan Ximénez, a su vez, no se mostraba
y él accede y se porta durante toda la ceremonia disgustado por la partida. La perspectiva de
con tal piedad y recogimiento, que yo, a despecho un largo viaje tenía para él sus atractivos,
de mi edad poco dispuesta a admirar tales es- el guía era de su agrado, y dada su edad, no
pectáculos, me sentí profundamente emocionado.
Era este tal el Siervo de Dios a quien yo veía en- se preocupaba lo más mínimo por lo que el
tonces por vez primera. La impresión que me pro- porvenir pudiera traerle.
dujo no puede nunca borrarse en mi memoria. Montaba Ximénez una pequeña mula an-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 29

daluza, muy robusta y briosa, que, a pesar sarás dentro de poco. ¿No ves? Estamos ya cer-
de los esfuerzos del jinete, trotaba de con- ca de una posada.
tinuo, formando con los cascabeles que la «¡Las posadas! Los famosos albergues. Suelen
adornaban un sonido muy agradable para el estar rodeados por un huerto, en el que crecen al
muchacho. Así que Pascual, para no perder pie de los árboles los dorados melones y las rojas
de vista a su protegido, no tenía más reme- sandías. En el centro está la noria, recuerdo del
tiempo de los moros, con su vieja rueda de sacar
dio que seguir la marcha del bruto; y esto agua, puesta en movimiento por un mulo. El alber-
muchas veces por caminos sembrados de gue es un cobertizo sostenido por pilares de pie-
piedrecitas y en forma de pendiente, bajo dra: a lo largo de las paredes toda una hilera de
el peso del cansancio y de los ardores del caballos, jumentos y mulos; junto a la puerta ca-
sol... En resumen, el viaje era para nuestro rretas y fardos. En el fondo, en una sala oscura,
Santo un sacrificio continuo. llamea el fuego de la hospitalidad. A la luz de este
fuego se cocina, se come, se fuma, se canta, se
Juan, adivinando la fatiga del Religioso, discute, se grita y, a ser posible, se duerme.
se empeña en hacerle subir a la cabalgadu- «Cada uno se acomoda por la noche lo mejor
ra: que puede. Éste se encarama sobre un carro, el
–Hermano, le dice, vayamos a caballo, tú un otro tiende su capa y se acuesta encima de ella, y
poco y yo otro poco. el de más allá se arrolla en una manta y se tira en
un rincón a la buena de Dios. Sería demasiado
–No, no, mi pequeño, responde el Santo, déjate pretender mayores comodidades en una posada.
estar, que yo voy a pie mucho mejor.
«Pascual escoge un rincón para mí e improvisa
«Todas cuantas instancias le hice, escribe Xi- una camilla, lo menos dura posible, poniendo en
ménez, fueron inútiles. Lo único que conseguí de ello todos los recursos de su habilidad. Luego me
él, contra mi deseo, fue que se quitara el manto, cubre con su manto y queda de guarda a mi lado
que le habían dado en Jerez, y que se sirviera de hasta que se persuade de que estoy dormido. Al
él para hacerme un asiento... oírme roncar, se aleja.
La madre de Ximenez había proporcio- «Yo tuve curiosidad por saber qué es lo que iba
nado a su hijo dinero y provisiones para el a hacer a aquellas horas, y, restregándome los ojos,
viaje, pero Pascual no consintió en que el le vi separarse a corta distancia, arrodillarse como
niño le pagara cosa alguna. Mendigaba su en el coro de Jerez y orar... ¡Dios mío, por cuanto
pan y se resistía a gustar las provisiones de tiempo! ... Y lo que hacía entonces, lo hacía siem-
su acompañante. Hubo, sin embargo, una pre, lo mismo en las posadas que en las granjas:
orar por espacio de muchas horas y dormir lo
excepción: Juan arrojó al camino, como in- menos posible.
servible, parte de su vianda, aquella que,
«A veces el exceso del calor nos obligaba a ca-
gastada por el calor, se hallaba en mal esta- minar de noche. Entonces Pascual no se separa-
do. El Bienaventurado se apresuró a reco- ba de mí un momento, me hablaba de muchas co-
gerla, y con ella se alimentó durante algu- sas buenas y desvanecía mis aprensiones.
nos días. «Cuando tropieza en el camino con algún viaje-
«Caminábamos de ordinario a un mismo paso, ro, esfuérzase por colmarlo de favores. Cierto día
pero algún tanto separados. Pascual ocupaba el hallamos a un hidalgo quien nos refiere toda una
tiempo en rezar o en cantar gozos al Santísimo historia de bandidos, que me es muy interesante y
Sacramento. Sus cantos y su voz me causaban que aquél relata con gran prolijidad de de-talles.
agrado, y yo le hacía repetir los que me parecían El Santo tomó pie en el percance para reco-
más hermosos, sin que nunca el Santo se negara a mendarle la devoción a la Santísima Virgen y la
mis súplicas. De vez en cuando se aproximaba a necesidad de vivir santamente. Y habló con tal
mí, e inspeccionaba los aparejos: convicción, que yo me sentí cambiado en otro hom-
bre, y formé propósitos de hacer una confesión
–¿Vas bien así, mi querido Juan? ¿Sientes can-
general de toda mi vida,
sancio? me decía. Vamos, ten ánimo, que descan-
30 Historia de S. Pascual Bailón

«Otro día tocó la suerte a un pobre joven quien, tres de la tarde el signo de la Cruz en la más alta
con los vestidos hechos girones, el rostro cubierto de las torres de la Alhambra. Con esto dábase por
de lágrimas y el cuerpo lleno de mordeduras de conquistado el último refugio de los moros, y por
perros, se acercó a pedirnos limosna. Su porte asegurado en España el principio de la unidad ca-
daba a conocer bien a las claras que no había na- tólica. Aun hoy día suele acudirse a la susodicha
cido en la miseria, y después he llegado a saber capilla para rezar ciertas plegarias indulgen-ciadas
que pertenecía a una de las principales familias. y para decir por la mañana, cual lo hace todo cris-
«Dicho joven había abandonado, en un momen- tiano, la oración de la cruzada.
to de obcecación, el hogar paterno, a fin de poder «Nosotros pudimos hacer nuestras devociones
así entregarse más libremente a los placeres. Luego ante el sepulcro de los mártires franciscanos Juan
nos refirió sus amarguras, su miseria, su cruel in- de Cetina y Pedro de Dueñas, martirizados tiem-
fortunio... ¡toda una historia tan larga y tan tris- po hace por Mahomed-a-Bembalua, y visitar la
te!... Pascual lo consoló y le habló con inefable antigua fortaleza de los sarracenos, transformada
bondad, animándolo a que volviera al lado de su en convento de los Frailes Menores. Pascual, en
padre, a que le pidiera perdón por su pasada con- esta ocasión, me dijo que procurara hacerme con
ducta, y a que se portara en adelante como buen un libro escrito por fray Luis de Granada, que se
hijo y buen cristiano. A medida que hablaba el llama: La Guía de Pecadores.
Santo, el pobre joven sentía renacer en su ánimo –Léelo, mi pequeño, agregó, pues es muy her-
la esperanza. moso y te será de provecho.
«Un compañero de viaje, que era Hermano «No bien salimos del convento, nos hallamos
coadjutor de la Compañía de Jesús, unióse enton- con un alguacil, que interceptándonos el paso y
ces a nosotros y principió, a su vez, a hablar al hijo tomando al Santo por un vagabundo, lo colma de
pródigo. Éste, al fin, se dejó convencer y prometió insultos y hace ademán de arrestarlo.
regresar a la casa paterna. ¡Había sufrido ya tan-
–Pero, si es un religioso... ¡un religioso tan bue-
to! ...
no!, grité yo entonces. Examina, al menos, sus pa-
«Más tarde tuve noticia de que el joven había peles.
seguido las exhortaciones de ambos, y que su situa- «El desconfiado oficial lee detenidamente la obe-
ción era ya muy diversa. Él mismo vino en perso- diencia de los superiores de la Orden, que era el
na a Valencia, para dar las gracias a sus caritati- pasaporte del Santo, se la devuelve sin decir pala-
vos consejeros. Pascual no habitaba ya allí: así bra y se aleja al momento. A todo esto Pascual
que el joven sólo pudo hablar con el Hermano continuaba sonriendo con dulzura, sin que dejara
jesuíta, el cual se apresuró a comunicar al Santo salir de sus labios una sola queja o injuria. Esta
las buenas noticias de la conversión de su protegi- actitud me impresionó vivamente.
do.
«Así atravesamos toda Andalucía, en la que van «En otra ocasión, luego que salimos de Huéscar,
alternando con las rientes colinas, ligeramente se halló el Santo tan violentamente indispuesto, que
ondulantes y cubiertas de olivares, las polvorien- se creyó a punto de irse al otro mundo. Pero im-
tas llanuras y las sedientas torrenteras. placable siempre consigo mismo, prosiguió a pe-
sar de ello caminando y haciendo esfuerzos por
«Granada aparece a nuestros ojos. En el hori- disimular sus dolores...¡De qué diverso modo obra-
zonte se columbran los picos dorados de Sierra ba yo cuando era yo el que sufría!
Nevada. Sobre un fondo que se asemeja a un mar
de verdura, surge una masa compacta de torres y «Nos hallábamos una vez distantes de Calas-
cúpulas deslumbrantes a la luz del sol, en medio parra como unas cuatro leguas. Hacía un calor
de blancos muros, perforados por ventanas oji- tórrido; las hojas se desprendían marchitas de las
vales. Se dice por allá: “cuando Dios quiere bien a ramas; los pájaros volaban a flor de tierra y se
alguno, lo lleva a vivir a Granada”. agazapaban, con la cabeza bajo el ala, en los hue-
cos de los árboles y de las rocas, y el terrible sola-
«A la entrada de la larga avenida de los álamos, zo nos hería de lado. Alrededor de nosotros
se ve una capilla edificada por Fernando el Cató- dilatábase la llanura desierta y gris barrida con furia
lico, que trae a la memoria el 2 de enero de 1492. por el huracán. Yo creía que me asfixiaba: mi gar-
En dicho día, el Cardenal Pedro de Mendoza, co- ganta parecía de fuego. Entonces exclamé:
locado al frente de los asaltantes, clavaba a las
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 31

–¡Agua, agua! ¡Me muero!...


«El buen Hermano, sin cuidarse para nada de
su propio cansancio, corre a derecha e izquierda,
en busca de un poco de agua... ¡Todo inútil!
11
–Animo, muchacho, me dice, que yo daré con
ella. Ten paciencia, que pronto será tu sed satisfe-
cha... A través de Francia
«Al fin logra descubrir algunos juncos.
–Mastícalos, me dice; de este modo desapare-
cerá tu sed.
«Yo obedecí. Ayudado y sostenido por él, pude
llegar junto a un arroyuelo. El Capítulo de la Orden celebrado en
–Come antes un bocado de pan, y después be-
Roma en 1571 había elegido para el cargo
berás, porque si no, puede hacerte daño. de Ministro General al P. Cristóbal de
Cheffontaines. En ese tiempo Francia es-
«Poco después llegábamos a la población. Al
día siguiente por la mañana nos dirigimos hacia taba en situación de revuelta, y el nuevo
Jumilla. Desgraciadamente nos desorientamos en General consigue llegar a París en 1576.
la marcha, y nos encontramos de pronto frente a El Provincial de Valencia, por su parte,
un foso muy largo y lleno de agua enlodada. necesitaba enviar al P. Cristóbal cartas de
Pascual tuvo que pasar el foso por encima de un
tronco medio podrido. En el momento en que lle- importancia. Pero ¿cómo hacerlo, en el
gaba al medio, el tronco y él se cayeron al foso, estado en que se hallaba Francia? El país,
dando volteretas. Tan cómica fue esta escena, que sobre todo en el centro y en el norte, era
yo solté una estrepitosa carcajada... El Santo en- víctima de las guerras de religión. Habían
tonces, sin acordarse de reñirme, se limpia y enju- sido violados los sepulcros, destruídas las
ga lo mejor que puede, y celebra en tanto con chis- iglesias, dispersadas las reliquias, profana-
tes su poca suerte.
das las Hostias, y asesinados muchos sa-
«Algún tiempo más tarde subíamos a pie por la cerdotes y seglares. Más de doscientos
cuesta que conduce al convento. Esta cuesta era franciscanos habían perecido en las revuel-
tan pendiente que parecía estar cortada a pico, y
yo no tenía ya fuerzas para proseguir adelante. tas. Así, pues, un religioso que atravesara
Francia se exponía a una muerte probable.
–Vamos, mi pequeño, yo te llevaré sobre mis
espaldas, exclamó Pascual de improviso. Con todo, el envío de las cartas no podía
. «Pero yo tuve vergüenza de mí mismo y res- retardarse. Ante un tal estado de cosas, Juan
pondí: de Moya, guardián del convento de
–No, no, iré por mis pies. Almansa, llama a su presencia al Bienaven-
turado.
«Y cogido al brazo del Santo llegué a la cum-
bre. –Fray Pascual, le dice, es necesario que estas
cartas lleguen a manos de nuestro Padre General,
«Así, pues, Pascual se portó conmigo como una que se encuentra en París. Pero para llevárselas
verdadera madre, pensando a todo, rodeándome hay que atravesar un país infestado por los
de cuantas facilidades pueden imaginarse, y favo- hugonotes. Muchos de nuestros Hermanos han su-
reciéndome con su cariñoso trato. Se comprende, cumbido ya víctimas de su furor... ¿Os encontráis
desde luego, que no es posible lleguen nunca a con fuerzas para abordar esta empresa?
borrarse de mi memoria tan gratos recuerdos. A
él debo yo la gracia de haber llegado a ser religio- El Santo oye con recogimiento la voz del
so». superior y con toda alegría responde:
–Iré, con el mérito de la santa obediencia.
32 Historia de S. Pascual Bailón

Pascual acaba de entrever allá, a lo lejos, Cruza las pequeñas poblaciones y atrae
la corona del martirio. Y como ante- sobre sí las miradas curiosas de los habi-
riormente había salido para Jerez, sale de tantes. Los muchachos le hacen escolta, y
nuevo ahora sin otro equipaje, al decir de no faltan quienes le toman por un pobre de-
los antiguos relatos, que «su abnegación y mente al ver su porte afable y resignado, su
su pobreza». vestido humilde y sus pies desnudos. En
Larga es la ruta que que ha de andar otras partes es recibido a gritos y saludado
Pascual hasta llegar a los Pirineos; pero no con salvas de pedradas. En algunas se voci-
importa, pues aún camina por país amigo. fera contra el papista, que logra evadirse,
La rica y fértil Cataluña no niega al pobre no sin dificultad, a las iras del populacho.
de Dios un pedazo de pan con que alimen- Pascual, al llegar a Orleans, se ve rodea-
tarse cada día. Pero a medida que sale de do por una turba de hugonotes:
España, el aspecto del país va siendo diver- –¿Crees tú, le gritan, que Cristo se halla real-
so. Se suceden las grandes montañas, y se mente en la Hostia de los sacerdotes papistas?
abren a sus pies las negras gargantas y el –Sí, lo creo con toda mi alma.
sordo murmullo de los torrentes. El Santo –¡Insensato! le gritan.
debió pasar por el puerto del Oo que faldea Y arrojan sobre él toda la granizada de
el Monte Maldito, y luego se dirige por el objeciones sofísticas que estaban entonces
sur de Bagnères de Luchon para llegar a de moda contra de la presencia real de Je-
Tolosa. Extenuado por el cansancio, llama sús en el Sacramento. El Santo, iluminado
a la puerta del gran convento franciscano por el Altísimo y valiéndose del poco fran-
de Tolosa y solicita se le conceda hospita- cés que había aprendido durante el viaje, res-
lidad. Allí se le recibe como a un hermano. ponde a sus sarcasmos con una vigorosa
El Santo declara el objeto de su viaje, y los profesión de fe.
religiosos se quedan asustados.
¿No había dicho el Salvador a sus discí-
–¿Pero es que no conoce vuestro superior los
peligros del viaje?... Aquí mismo, dentro de la ciu-
pulos: «cuando os halléis en presencia de
dad, los calvinistas han saqueado muchas casas. vuestros verdugos, el Espíritu Santo habla-
Millares de hombres han sucumbido combatiendo rá por vuestra boca y Yo os daré una sabidu-
con los herejes. Partidas armadas recorren el país, ría a la cual nadie podrá contradecir?»... Los
llevándolo todo a sangre y fuego. Predicadores y reformados se vieron confundidos con el
sínodos legalizan estas violencias, y la autoridad discurso del pobre fraile. Pero no por eso
real concede amnistía a los culpables. Todo el te- desisten de sus propósitos y se arrojan con-
rritorio, desde aquí hasta París, arde en el fuego
de la hostilidad y de la persecución. tra Pascual.
–¡Ah, canalla de español, que quieres darnos
Los franciscanos de Tolosa deliberan lar- lecciones, ahora vas a morir a pedradas como un
go tiempo sobre si les será lícito consentir perro!
que el Santo prosiga su viaje. Los parece-
En medio de brutales blasfemias, lanzan
res son contrarios y nada se resuelve. Al sobre él una lluvia de piedras. El Santo, aco-
fin, se halla una solución: Pascual irá a Pa- metido por todas partes, se desploma en
rís, puesto que así lo quiere a toda costa,
tierra bañado en su propia sangre. Su caída
pero a condición de que vaya disfrazado. es celebrada con carcajadas de odio y gri-
Pascual rechaza una tal propuesta, y prosi- tos estruendosos de victoria:
gue su viaje en la misma forma en que lo ha
principiado. Piensa conseguir la palma del –¡He ahí uno que enmudece para siempre!
martirio, y cree que así llegará a ver reali- Y, dándole por muerto, los asesinos se
zado más fácilmente su ideal.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 33

alejan. Poco después vuelve en sí el Santo. no acaba nunca de concluir la comida, de-
El dolor atenaza y tortura todos los miem- seoso de prolongar la agonía del pobre frai-
bros de su cuerpo. Sus espaldas, sobre todo, le, que sigue mudo e inmóvil en presencia
están destrozadas, y la herida que se ve en del malvado.
ellas no dejará ya de propor-cionarle dolo- Mientras tanto, la señora de la casa, de
res durante el resto de su vida. «Es una fi- corazón compasivo, no puede ver por más
neza que recibí en Orleans», solía decir des- tiempo este juego bárbaro. Y aprovechán-
pués alegremente. dose del estado de embriaguez de su mari-
En estado tan lastimoso, el pobre fraile do, se ingenia para poner a Pascual fuera
se arrastra como puede hasta una próxima del alcance de sus iras. Los criados, obe-
vivienda. Llama a la puerta y ve compare- deciendo sus órdenes, lo conducen afuera.
cer ante sí a una buena mujer. Se ve privado así, una vez más, de la corona
–¡Ah, mi Reverendo, cómo os han puesto! gi- del martirio.
mió ésta, apresurándose a atenderle con esmero En otra ocasión fue rodeado por el re-
y a mitigar sus dolores. vuelto populacho. Trataba éste de jugarle
–¡Ah, qué buenos católicos hay en aquel país! una mala partida, cuando aparece de impro-
¡Qué corazones tan generosos! exclamaba el Santo viso un hombre y lo libra de manos de sus
al describir de regreso a la patria su viaje por Fran-
cia.
agresores. Su libertador lo encierra en una
cuadra de cerdos, coreado por los aplausos
Por lo demás era Pascual extremadamen- de la multitud. Abandonado así en prisión
te reservado, y ni aun hoy conoceríamos los tan infecta, Pascual espera la muerte de un
pocos datos que sabemos de este viaje, si momento a otro... Llega con esto el alba y
el Santo no se hubiera visto obligado a ma- al propio tiempo su extraño libertador,
nifestarlos, cediendo a las reiteradas ins- quien le entrega un pedazo de pan y le dice
tancias de Juan de Moya. con tono áspero:
Otro día, obligado el Siervo de Dios por –Huíd cuanto antes y no volváis a aparecer por
el hambre, se decide a llamar a las puertas estas tierras.
de un vecino palacio, coronado por En otra ocasión, una mujer de calidad se
torrecillas y enclavado en el centro de un esfuerza por convertirle. Para ello echa
espléndido parque. Los domésticos le per- mano ante todo de los favores; luego des-
miten la entrada y avisan a su señor. Dicho ciende a las lisonjas, y dice al Santo:
señor, que era calvinista y enemigo jurado
de los católicos, se hallaba entonces co- –Creedme, no hay mejor cosa que el que os
hagáis reformado como yo me he hecho.
miendo con los suyos. Cuando vió a Pascual,
pálido y maltrecho, y puso los ojos en su Al oír esto el Siervo de Dios estalla en
miserable sayal, le gritó: indignación:
–¡Vive Dios, bien se ve que eres un espía espa- –¡Reformado yo! Pero ¿no veis que soy reli-
ñol; así que pagarás cara tu audacia! ¡Verás qué gioso de San Francisco de Asís?...»
limosna vamos a darte! ¡Ten un poco de pacien- Y dichas estas palabras se da a la fuga.
cia! ... Ante todo debo atender a mi salud. Pero
luego, añadió con brutal regocijo, atenderé a la tuya. Añadamos a estos relatos un último epi-
Después de comer serás ahorcado. sodio que agrega Ximénez, como referido
Pascual se reconcentra en sí mismo, por el mismo Santo.
pone su suerte en manos de Dios y se dis- Caminaba Pascual con su acostumbrada
pone a morir... El calvinista, por su parte, recogimiento en la oración, cuando cierto
34 Historia de S. Pascual Bailón

caballero se detiene delante de él, con la sus acciones, a fin de no quebrantarla, ne-
lanza colocada en actitud de acometerle. gándose al alivio de toda dispensa.
–¡Monje! le dice, ¿Dios está en el cielo?» Pascual se veía obligado a cada instante a
El fraile responde sin vacilaciones: salir de la meditación para acudir a la por-
–Sí, está en el cielo». tería, reclamado por su oficio. En atención
El caballero, al oír esta respuesta, vuelve gru-
a esto, el Guardián llama a nuestro Santo, y
pas y parte al galope. le dice:
Pascual, desconcertado, queda envuelto en con- –Hermano, os dispenso de hacer la meditación
fusiones... Luego se siente iluminado por una idea: en el coro. De hoy en adelante oraréis en la porte-
ría; esto basta.
–¡Ay! lamenta, ¡ahora comprendo! Yo debiera
de haber añadido: “y en el Santísimo Sacramento Pascual se postra a los pies del superior,
del altar”. ¡Entonces me hubiera atravesado con y le dice:
su lanza y yo sería mártir, por haber muerto en
defensa del Sacramento del amor! ... ¡Infeliz de –¡Tenga vuestra caridad compasión de mí!
mí, que no me he hecho digno de una tal gracia! Mientras permanezco en la portería no estoy en
comunidad. Os ruego que no me privéis de orar
Y se pone a llorar abundantes lágrimas... con los demás frailes.
Pascual, a su salida para París, tenía los El Guardián no insiste, y nuestro Santo,
cabellos negros, y cuando regresa al con- siempre que llaman a la puerta, sale del coro
vento los tiene ya blancos. ¡Ha envejecido sobre las puntas de los pies y entra luego
en pocos meses! del mismo modo, a fin de no turbar el re-
cogimiento de los otros. No bien se arro-
dilla suena otra vez la campanilla. Pascual
vuelve a bajar de nuevo, interrumpiendo así
sus diálogos con el Señor.
La enfermedad arruinaba su organismo,
12 la fiebre lo consumía, grandes dolores ator-
mentaban su cuerpo. A pesar de todo, el
Santo iba a los actos de comunidad, vaci-
Prolongado martirio lante, apoyándose en las paredes, dete-
niéndose a cada paso para tomar aliento o
incluso a gatas, cuando de otro modo no le
era posible. Y si algunos, compadeciéndo-
Cuando uno se busca a sí mismo, por eso solo se de él, intentaban prestarle ayuda, les de-
se aparta de la senda del amor divino (Imita- cía:
ción de Cristo)
–¡Ah, no, hermanos míos! Permitidme por gra-
cia que sufra algo por mi Dios.
Ya que los hombres no han proporciona- Pero era realmente tan lastimoso el es-
do a Pascual el martirio, él mismo se inge- pectáculo que ofrecía el Siervo del Señor
niará en dárselo a sí mismo. Convirtiendo al arrastrarse hacia el coro... Se le condu-
su corazón en juez, se dedicará a mortifi- ce, por fin, a la enfermería; y enfermo y
car su cuerpo, ya subyugado, con crueldad todo como está, observa en lo que le es dado
implacable. el horario de la vida común, y aun desde su
La observancia de la vida común podrá lecho asiste en espíritu a todos los ejerci-
hacerle sufrir, pero él sujetará a ella todas cios de comunidad.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 35

Su celda era la peor de todas. Durante se preparaba la iglesia para la exposición


mucho tiempo no tuvo otra que una cavidad solemne del Santísimo.
del campanario de Almansa, cavidad estre- –Hay que hermosearla lo mejor posible, repe-
cha en la que no había ni puerta ni ventana. tía Pascual.
Tenía una tabla por lecho, por coberturas –No tenemos velas, objeta el Guardián, y el
unos trapos despreciables, y junto a esa Hermano cuestador califica de exagerada toda
pobreza solamente un crucifijo, una peque- providencia a este objeto, porque, a su juicio, está
ña imagen de la Santísima Virgen, un tinte- en oposición con la pobreza.
ro, una pluma y algún trozo de papel. Tales –Pues dejadme obrar a mí, insiste el Santo. Yo
eran los objetos que adornaban su habita- iré a pedir limosna y diré: “Dadme alguna cosa: es
ción. para honrar a Jesús Sacramentado”. Veréis como
nadie me niega su óbolo.
–La superfluidad de cosas en la celda, solía
decir, sirve de impedimento al espíritu para dirigir- Pero qué diversa es su conducta cuando
se hacia Dios. se trata de mendigar para sí mismo. Estan-
Su sayal era un saco estrecho, cubierto do de viaje se contenta con poquísimo. Y
de remiendos diferentes, cosidos al efecto dentro del convento juzga cosa exquisita lo
con pedazos de hilo. Si se le hacía alguna que los otros ni hubieran querido probar.
observación sobre el corte poco gracioso El pan duro, las frutas averiadas, los restos
de esta indumentaria de arlequín, replicaba sobrantes de la víspera, o bien lo que deja-
sonriendo: ban de comer los pobres, eran de ordinario
su alimento. Se sirve de una servilleta vie-
–¿Qué le vamos a hacer? ¡Tengo una configu-
ración tan poco garbosa! ja, a la que acompaña un cubierto roto y un
vasito inservible.
–Sigamos la moda de la pobreza, respondió cier-
to día a su Guardián, el cual se empeñaba en darle Un día el Guardián obsequia a este incan-
un nuevo hábito. Estoy muy contento con el viejo. sable ayunador con un plato de pescado
Sus vestidos interiores habían cambiado fresco. Los religiosos que están en el re-
enteramente de aspecto gracias a sus mu- fectorio se avisan sonriendo unos a otros,
chos remiendos, que les daban variedad y y se vuelven hacia el Santo todas las mira-
consistencia. Venían a hacer de ellos una das. Llega, en tanto, el servidor con el ob-
verdadera armadura. Los lavaba semanal- sequio, y le dice ceremoniosamente:
mente muy de mañana y los recogía inme- –Fray Pascual, de parte del Padre Guardián.
diatamente, para no arriesgarse a perder el El Santo se pone a comerlo con muestras de
mérito de su mortificación, dejando que se regocijo.
secasen en lugar público. –Pero ¿y vuestro ayuno?, objeta el servidor.
Habiendo sufrido una herida en uno de –Mi devoción privada, responde Pascual, no
los pies, fue obligado por el superior a lle- pone límites a la obediencia. Y prosigue comiendo
var sandalias. El Santo se limitó a ponerse el pescado.
una en el pie enfermo. El Santo, por lo demás, se valía de mil
–Pero ¿y el otro? ingeniosidades para hacer pasar inadverti-
–El otro goza de buena salud, y no conviene das sus mortificaciones. Cuando estaba a
medir por un mismo nivel a los sanos y a los en- la mesa dejaba que las legumbres se en-
fermos. friasen antes de gustarlas. Si por orden de
Tal era su extrema pobreza, en la que solo los superiores se veía constreñido a tomar
admitía una excepción, y ésta era cuando la vianda, empleaba el tiempo en partirla
36 Historia de S. Pascual Bailón

con toda pausa, y poniendo aparte los hue-


sos, hacía creer que se había comido lo de-
más. En realidad la parte mejor y más con-
siderable iba siempre destinada a los po-
bres.
En cuanto al ayuno, ni los trabajos más 13
rudos ni las más grandes molestias del via-
je, no parecieron nunca a sus ojos motivo El corazón de un Santo
suficiente para dispensarse de él. Y si al-
guien osaba hacerle alusiones sobre el par-
ticular, el Santo se contentaba con respon-
derle:
El prójimo es el medio que Dios nos ha dado
–Observad la Regla, que ella os salvará. para poder apreciar el amor que a Dios tene-
Oculto bajo la túnica y disimulándolo lo mos (Santa Catalina de Sena).
más posible, llevaba siempre sobre la piel
algún instrumento de penitencia, que solía Nadie puede amar tanto a los hombres
consistir en una gruesa cadena ajustada a la como los santos, porque nadie hay que ame
cintura, o en un áspero cilicio, o en una es- a Dios en la medida en que ellos lo aman. Y
pecie de camisa de tela grosera, erizada de no deja de ser realmente maravilloso el que
puntas de agujas y de clavos, o bien en dos los santos, no obstante tratarse con tanto
placas de hierro unidas entre sí por juncos rigor a sí mismos, agoten los recursos de
espinosos, en forma de escapulario. Tam- su inmensa caridad siempre que se trata de
poco en ciertas ocasiones se privaba de bra- servir a los prójimos.
zaletes mortificantes o de cadenitas y dis-
San Pascual, que amaba a Dios como a
ciplinas.
Padre suyo, no podía tener para con sus
Después de la muerte del Santo se des- semejantes otro corazón que el de una ma-
cubrió en su celda todo un arsenal de estos dre.
objetos, que podrían servir muy bien para «Siempre que lo veíamos triste, alega Ximénez,
comprobar la exactitud de aquellas palabras nos decíamos a nosotros mismos: no hay duda que
de la Bula de Inocencio XII, Rationi Pascual acaba de oír de labios de cualquier infeliz
congruit: la relación de las desdichas de que es víctima».
«Ha marchado durante todo el tiempo de su vida ¡Y son tantos los infortunios que nos afli-
por el áspero y penoso camino de la penitencia, y gen en este valle de lágrimas! ¡Hay en él
se ha esforzado en arrebatar con santa violencia tantas penas que combatir, tantas heridas
el reino de los cielos».
que curar, tantos obstáculos que remover!
Su cuerpo, verdaderamente, estaba redu- «¡Pobres hermanos míos!, se lamentaba
cido a servidumbre. A este extremo había Pascual al verse ante algunos religiosos enfermos–
venido llevado por la violencia del amor el régimen conventual es demasiado penoso para
divino, que aumentaba en su corazón a me- ellos». Y en seguida: «venid, les decía al oído,
dida que iban pasando los días de su exis- acompañando sus palabras con una sonrisa, venid
tencia. al refectorio», y les indicaba luego una hora a pro-
pósito.
Y es que mal puede vivirse con vida de
Aun en tiempo de ayuno riguroso llevaba
amor, sin vivir al propio tiempo con vida de
su afecto por los frailes enfermos hasta el
dolor.
extremo de prepararles discretamente en
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 37

algún rincón de la cocina una ligera cola- sobrado hoy de la comida. ¡Ah! tal vez no ha bas-
ción. Luego, pretextando alguna ocupación tado a los religiosos lo que les hemos guisado, por-
urgente, los dejaba solos sin en-tretenerse que la limosna de ayer fue muy escasa... Ponga-
mos pronto la marmita al fuego».
a cerrar la puerta del refectorio... Porque
¿qué ganaba con hacerles salir los colores Y a medida que hierve el agua, va el Santo arro-
jando dentro de la marmita migas de pan, un puñado
al rostro, publicando así su debilidad cor- de sal, un tantico de aceite... «¿Para qué sirve tan
pórea, como si ésta no les hiciera ya sufrir poca cosa?», le dice confuso el cocinero.
bastante por sí misma?
«¿No hemos hecho cuanto estaba de nuestra
«Predicaba yo la Cuaresma, nos dice Ximénez, parte?, replica Pascual. Ahora toca a Dios hacer
en tiempo en que Pascual era refitolero. Cierto el resto». Y la sopa, al decir de un testigo, resultó
día en que me vió pasar cerca del refectorio llegóse aquel día sumamente apetitosa.
a mí y me detuvo cariñosamente. “¡Cuánto os fa-
tigáis!” exclamó; “es preciso atenderos; se-guidme, Tal era Pascual cuando estaban de por
que tengo reservado algo para vos”; y me ofrece medio los pobres, aun siendo tan riguroso
un panecillo blanco, diciéndome insistentemente y para consigo mismo. A ellos iba a dar siem-
casi con voz suplicante: “Tomadlo, que bien mere- pre cuanto caía en sus manos. Un día el San-
cido lo tenéis por vuestros trabajos”». to se dirigió al limosnero, y le dijo:
Si veía a cualquier religioso atareado con «Tened la bondad de ir al pueblo a mendigar
alguna penosa ocupación, le decía sonrien- pan con destino a los religiosos, pues no hay bas-
do: «permitidme que os ayude»; y quitán- tante para el mediodía».
dole la azada de las manos se ponía a traba- Causaron extrañeza al interlocutor estas
jar con ahínco en tanto sus deberes no le palabras, ya que el día anterior había traído
llamaban a otra parte. provisión abundante. Así que respondió:
Estando en medio de los pobres parecía «Tal vez sea cierto que habéis distribuído cuan-
hallarse como en su elemento. «Ellos, ase- to teníais. Con todo, bueno será que vayamos a
guraba, me recuerdan la vida de otro tiem- mirar antes».
po». Diríase que no podía vivir sin su com- Y llevando tras de sí al Santo, registra por
pañía. En cierta ocasión, hablaba el Santo todas partes y da al fin con un canasto lleno
con un amigo suyo, al cual exponía la pena de panes y puesto aparte para los pobres.
que sentía a causa de haber sido cambiado Lleno entonces de indignación carga con
de convento: el cesto, lleva a remolque al Siervo de Dios,
«Hacéos cargo que, estando aquí nosotros muy y se dirige a la presencia del Superior.
separados del camino ordinario, apenas si nos es «Ved, le dijo fuera de sí, ved lo que está hacien-
dado recibir visitas de pobres. ¡Vienen aquí tan do Pascual. Cuanto nosotros mendigamos con tan-
pocas veces!» to trabajo, lo distribuye luego él sin miramiento al-
Pero no tardó felizmente el Santo en ha- guno. ¿Está esto bien hecho? ¿Es justo que él des-
llarse otra vez en medio de estos sus ami- empeñe, a cuenta de nuestros sudores, el papel de
caritativo? ¿Y qué opinión formarán los bienhecho-
gos. Entonces, desde muy de mañana no res si tienen noticia de tan locas prodigalidades?»
parecía preocuparse más que por ellos. Era
preciso alimentarlos a todos, y su número, El Guardián escucha con calma y casi
por lo demás, iba aumentando de día en día. sonriente. Pascual, por su parte, guarda la
Les pasaba aviso cuando los encontraba en actitud de un culpable cogido en flagrante
los caminos, así que nunca le faltaban clien- delito: sus labios permanecen mudos. Lue-
tes. go que el acusador termina su discurso, el
Guardián le aconseja que modere su impa-
«¡Vamos, Fr. Juan, apresurémonos a preparar
la sopa, y que Dios nos ayude! Ya lo veis, nada ha ciencia. Y añade con acento irónico:
38 Historia de S. Pascual Bailón

«Y bien, ¿qué queréis que haga? Fray Pascual vuestros pobres que no trabajan y que se aprove-
es un santo, y con tales sujetos no siempre puede chan de vuestros favores para poder entregarse a
uno obrar a medida de sus deseos». la ociosidad. Y no faltan tampoco varios que me-
jor harían en irse al hospital que en arrastrarse de
Aterrado con una tal respuesta, el Siervo continuo por las calles. Estos abusos son culpa
de Dios echa mano del cesto y huye apre- vuestra, así que os aconsejo que antes de dar mi-
suradamente. réis a quien dais.
«Yo le seguí confuso, agitado, lleno de ansie- –Padre mío, respondió el Santo, las limosnas que
dad, dice el testigo, y vi que Pascual ponía a cada hago las hago por Dios. ¡Si yo rehusara dar a al-
religioso su porción, después de lo cual aun tuvo guno lo que pide, me expondría a tratar de este
pan en abundancia para sus pobres». modo a Jesucristo!...»
Otro fraile quiso reprenderlo por las bue- ¿Cómo replicar a tales razonamientos?
nas. A pesar de todo, Pascual tenía también
«Os pido por gracia, Fr. Pascual, le dijo, que sus predilectos. A este número pertenecían
moderéis vuestras generosidades, pues con no poco los estudiantes pobres que cursaban en los
trabajo podemos hallar lo bastante para nosotros colegios y en las universidades.
mismos. [Era en tiempo de carestía].
«Debemos interesarnos tanto más por sus es-
–Confía en Dios, respondió el Santo, que yo te tudios, alegaba el Santo, cuanto que la mayor par-
aseguro que cada pedazo de pan que sale de aquí, te de ellos cursan la carrera eclesiástica. Desean
nos franqueará a la vez dos puertas por las cuales ser sacerdotes de Jesucristo y es preciso ayudar-
entrarán las limosnas en esta casa». los».
Y de hecho, nunca permitió el Señor que Después de los estudiantes, prefería a los
se sufriera hambre en los conventos en que pobres vergonzantes, a quienes trataba con
habitaba Pascual. todo género de atenciones.
Por otra parte, nuestro Santo era un –Para ellos, decía, es la pobreza mucho más
provisor tan solícito, como sumamente dolorosa que para ningún otro.
delicado. El atendía a todo, lo mismo al De aquí el que Pascual se desvelara en
alma que al cuerpo, y aun puede decirse que ayudar a un anciano que había decaído de
no se descuidaba de satisfacer hasta las mis- su brillante posición. Para él reservaba par-
mas susceptibilidades del amor propio. te de la comida que le pasaban en el refec-
Su primer cuidado lo ponía en hacer orar torio, le hablaba con respeto y le obe-de-
a los pobres. Rezaba él mismo de rodillas cía como pudiera hacerlo un criado. El an-
y en voz alta en medio de ellos algunas ora- ciano noble, en medio de su infortunio, se
ciones, a las que los pobres solían respon- hacía, siquiera fuese por un instante, la ilu-
der en coro. Luego les servía la comida, lle- sión de ser todavía un gran señor. Y Pascual
nando sus escudillas, llamando por su pro- sentía complacencia en ver que su protegi-
pio nombre a cada uno de los que iban de do llegaba por este medio a experimentar
ordinario, y dirigiéndoles siempre alguna algún consuelo...
palabra cariñosa relativa a los modestos ne- A los vergonzantes sucedían los lisiados,
gocios en que se ocupaban. Nunca se mo- los cojos y los deformes de toda clase. ¿Por
lestaba con sus groserías ni con sus capri- ventura no eran éstos los miembros pacien-
chos, y ni aun sus propios vicios le servían tes de Jesucristo? ¿Y no eran tanto más dig-
de óbice para que aminorase su caridad para nos de compasión cuanto que unían a estos
con ellos. males el de la indigencia?
«Hermano, le dijo una vez el Superior, veo que
se abusa de vuestra bondad. Algunos hay entre Y así por este estilo solía nuestro Santo
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 39

hallar siempre una razón que justificara sus Había, sin embargo, ocasiones en que no
preferencias y sus atenciones, que a veces le era dado satisfacer las demandas que se
eran calificadas por los otros como «faltas le dirigían. ¿Cómo salir entonces del paso?
imperdonables». Dios Nuestro Señor se Pues... yendo al jardín y reuniendo algunas
complacía, a su vez, en mostrar con hechos flores, con las que formaba un ramillete que
prodigiosos qué agradable le era esta inago- entregaba luego con amabilidad al solici-
table caridad de su fiel siervo. tante. Lo mismo hacía Santa Catalina de
Cultivaba Pascual un plantío de hierbas Sena, a la que el Santo profesaba gran de-
medicinales con destino a los enfermos. Y voción: enviaba flores a algunas personas
también tenía otro de legumbres, que re- en señal de afecto.
servaba para la ayuda de sus pobres. Un día, Verdaderamente, cuando reina en un alma
había distribuído muchas hojas de bledo. Al el amor de Dios, purifica y ennoblece el
anochecer, volviendo el síndico al conven- amor del hombre, hasta hacerle dar prue-
to, tropezó con una caterva de muchachos bas del mismo por medio de signos tan ex-
que solicitaban se les diese también a ellos presivos.
de aquellas hojas. El buen Santo, todo in- Con todo, este amor hacia los pobres no
quieto, no sabía qué resolución adoptar. estaba exento de molestias. Habiéndose
«Veremos», concluyó por último. sabido en el pueblo que había dentro del
Marcha luego al jardín, en compañía del convento un pozo de agua muy fresca, no
síndico, y logra recoger algunas hojas que faltaron muchas personas que comenzaron
por casualidad había allí todavía. Hace con a solicitar se les diera de aquella agua. A
ellas un ramillete y corre a entregarlo a los partir de este momento se inició una pro-
pequeños solicitantes. El huerto quedaba cesión continua de mujeres y niños que
con esto completamente despojado. acudían con cántaros y jarros a las puertas
«A la mañana siguiente, agrega el síndico, me del convento. Y entonces comenzó también
hallé a la puerta del convento, en el momento de para Pascual el trabajo de recibirlos y de
entrar en él, con otro nuevo grupo. “Es inútil, dije, hacer el oficio de aguador, oficio al que se
que pidáis más hojas, porque se han concluído. dedicaba con su acostumbrada be-
Ayer recogió las últimas estando yo presente” nevolencia. Y esto exigía un continuo ir y
«Entretanto llega Pascual a abrir la puerta, pres- venir, y depósitos de agua preparados de an-
ta oídos a la súplica y se encamina al huerto. Yo temano, al objeto de satisfacer todas las de-
sigo tras él. ¡Cosa extraña! El huerto había cam- mandas.
biado de aspecto. Los tallos de los bledos estaban
de nuevo florecientes, deleitando la vista con su –A Jesús es a quien hago esta caridad, pensaba
frondosa vegetación. “¡Ved qué bueno es nuestro Pascual, y Jesús ha prometido recompensarla. Así
Dios!, me dice Pascual sonriendo. Él ha hecho que en esta obra ponía todo su empeño.
nacer más durante la noche, movido sin duda a El Siervo de Dios amaba también a los
compasión hacia los pobres enfermos”.
niños, como Jesús los había amado.
El síndico apenas daba crédito al testimonio de
sus ojos: “¡Ah, hermano!, exclama. Yo creo que «Lo recuerdo como si hubiera sucedido hace
vos habéis pasado en oración toda la noche, a fin un momento, alega a este propósito uno de los testi-
de obtener un tal prodigio”». gos. Tales y tantas cosas se decían de Fr. Pascual,
que me entraron ganas de conocerle. Tenía yo por
El humilde Santo no responde a esta pre- aquel entonces como unos siete años. Nuestra casa
gunta, pretextando que tiene prisa por lle- estaba a respetable distancia del convento. Un día
var las hojas. convine en ir a verle juntamente con otros tres
compañeros de mi edad, y nos pusimos por fin en
camino.
40 Historia de S. Pascual Bailón

«“¡Está muy bien!”, exclamó Fr. Pascual, quien tras otro recorrió todos los conventos de
parecía esperar nuestra llegada. Y nos hizo luego la provincia, antes de llegar a convertirse
caricias tan afectuosas y nos contó tan hermosas en apóstol y bienhechor de Villa-rreal, tér-
historias, que nos alejamos admirados, no sin lle-
varnos para el camino una modesta merienda. mino de su peregrinación por el mundo.
–“¿Volveremos de nuevo ¿no os parece?” Y en Almansa, convento de noviciado, lo re-
efecto, desde aquel día acudimos con frecuencia clama para maestro de novicios, después de
a visitarlo». admirarle por largo tiempo como modelo
El Santo gozaba de gran reputación en el de todas las virtudes. ¿Quién, mejor que él,
mundo infantil; así que jamás escaseaban para iniciar a los novicios en los secretos
las visitas de los niños. Pascual tenía para de la perfección franciscana? Pascual se ve
todos y cada uno de ellos una sonrisa, una obligado por la obediencia a aceptar el car-
fruta, una flor o cualquier otra fruslería. go. Y confundido entre «sus discípulos»,
Tampoco faltaba nunca para ellos una pre- cualquiera hubiera podido tomarle por uno
ciosa historia, que no olvidarían nunca, y de ellos. Con éstos se ve tanto en el trabajo
cuya conclusión le inculcaba la necesidad como en la oración, en el tiempo de la prue-
de ser buenos cristianos para ser felices. ba igual que en el de la alegría.
–“¿Por qué os entretenéis tanto tiempo con los Enemigo decidido de la tristeza, busca la
pequeños?”, preguntó a Pascual el religioso de cuyo raíz de donde ésta proviene para arrancarla
testimonio nos valemos en este caso. “Nada más en seguida.
sencillo, respondió el Santo,: porque veo en los pe-
queños al Niño Jesús, y en las pequeñas a la niña –Son los escrúpulos, decía, lo que pudiera lla-
María”». marse los gusanos de la conciencia; pues turban,
enervan, apartan de Dios y originan toda clase de
desórdenes.
A un novicio que para mayor seguridad
de conciencia solía repetir a solas las ho-
ras del Oficio canónico le dice severamen-
te:
14 –Guardaos de continuar haciéndolo, porque con
tal procedimiento, lejos de honrar a Dios, os lan-
záis entre las redes del demonio.
De un convento a otro
A otro que se figuraba que conseguiría la
perfección practicando penitencias inmo-
deradas le ordena:
–Cesad en vuestras penitencias, pues arruina-
Pascual veía a Dios por todas partes y en rán vuestra salud sin provecho para vuestra alma.
todas partes lo tenía presente. Bien pudie- Día llegará en que seréis, por culpa vuestra, una
ra llamarse a sí mismo, como antiguamente carga para la comunidad: entonces tendréis nece-
Ignacio de Antioquía, Teóforo, que signifi- sidad de dispensas, y las buscaréis, no tanto por
ca, portador de Dios. necesidad como por costumbre.
Dulce cautivo de Jesucristo, caminaba «¿Es esto portarse como pobre?», le dice
por todas partes animando a los hombres a a un novicio que ha vertido en el suelo el
amar a su Dueño soberano, y atrayendo so- aceite por falta de cuidado.
bre ellos las divinas bendiciones. «¡He ahí un verdadero hijo de San Fran-
Fué su vida un verdadero apostolado. Uno cisco!», exclama señalando a otro que re-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 41

mienda cuidadosamente su miserable hábi- quiere oíros. Siempre que oréis, pues, apartad los
to. ojos de vuestra miseria y tened solo presente la
bondad de Dios. Acudid a los pies de Jesús Sa-
La confianza que Pascual inspiraba era cramentado con la confianza con que acude un
ilimitada, y todos le hablaban sin rodeos. hijo a su padre, y pedidle todo, sí, todo, en la segu-
Nadie para él tenía secretos. El Santo, por ridad de que todo os será concedido.
su parte, se valía de ella para dar a cada uno Tales son sus doctrinas en el noviciado.
los consejos que más le convenían, con- De los novicios que él forma se ha dicho
forme a su estado de ánimo. después: «Todas las provincias de la Orden
–Vosotros debéis ser las madres de vuestros tienen puestos en ellos sus ojos y los con-
padres, decía a los Hermanos legos. Debéis ser- sideran como modelos».
virlos con amor y respeto, pues son sacerdotes
del Señor. Del convento de Almansa fue destinado
Pascual al de Villena.
–Vosotros, clérigos, estáis obligados a estudiar
vuestra Regla con toda diligencia y a conocer la –Es muy justo que me hagan salir de aquí, co-
legislación que nos rige, la jurisprudencia que nos mentó Pascual al abandonar Almansa, porque
guía y el espíritu que nos informa. demasiado larga ha sido ya esta permanencia para
un miserable como yo.
No contento con esto, él mismo había
escrito de su propio puño la Regla y aque- «¡Qué tesoro tenemos!, decía en Villena Fr. Pas-
tor. Yo llegué hondamente afligido al convento des-
llos comentarios de la misma que gozaban pués de haber visitado a mi familia. El Santo vino
de una mayor autoridad, como los de San a mi presencia: leyó como en un libro los secretos
Buenaventura y de San Bernardino de Siena, de mi corazón, y antes de que yo despegara los
así como también las bulas pontificias de labios, me descubrió la causa de mi tristeza. Todo
Nicolás III y de Clemente V. lo sabía, hasta en sus detalles más insignificantes.
Después de haber sondeado la dolencia, esparció
–Haced vosotros lo mismo, solía repetirles, y sobre mis heridas un bálsamo refrigerante. Yo salí
estudiad las tradiciones de nuestra Orden. de su presencia inundado de dulce consolación».
Comenzaban en esos años a extenderse Los Superiores habían agotado la efica-
por España los Capuchinos, rama vigorosa cia de sus recursos sobre Fr. Olarto; pero
del árbol de la Orden Seráfica, atrayendo a sin poder en modo alguno disipar su triste-
su seno una multitud de almas sedientas de za. Llegó entonces Pascual, y la melanco-
perfección. lía del religioso se deshizo, a la manera que
–Vosotros, discípulos míos, exclamaba a este se deshacen las neblinas del campo cuando
propósito el Santo, observad vuestra Regla, pero sale el sol.
no de cualquier modo, sino en toda su integridad,
tal como ella es en sí; que haciéndolo de este modo Al abrir un día la puerta se encontró
podéis estar tranquilos, pues tendréis un lugar Pascual de manos a boca con una pobre
encumbrado en el paraíso. mujer, muy devota de la Orden, que era víc-
–¡Que ruegue por vosotros!... Pues bien, sí, ro- tima de agudas dolencias. El Santo puso las
guemos diciendo de rodillas: “Señor, concededles manos sobre su cabeza, diciendo:
la gracia de observar bien su Regla”.
–Id a pedir a Nuestro Señor que os conceda la
Tal era la plegaria que solía hacer asímis- salud.
mo por todos los religiosos que se enco-
mendaban a sus oraciones. La mujer entra en el templo, y apenas se
postra para adorar al Santísimo Sacramen-
–Cuando pedís a Dios alguna cosa, no sois vos- to, se siente libre de la enfermedad que la
otros, sino que es Dios quien os mueve a hacerlo:
sin su gracia vosotros no podríais pedirla. Y cuan- aquejaba.
do Dios os inspira que se la pidáis, señal es que
42 Historia de S. Pascual Bailón

Esta solicitud y esta generosidad eran, también amigo nuestro».


digámoslo así, las notas características del Pocos días después los hechos vinieron
médico del convento, como se llamaba a a confirmar la profecía de Pascual. Pero lo
San Pascual. Los elogios de que se le hacía que más le agradaba a Antonio era conver-
objeto crecían a medida de los favores que sar con el Santo sobre temas espirituales.
dispensaba. Pero el Santo respondía a los Sus diálogos con Pascual causaban gran
religiosos que le alababan por el beneficio provecho a su alma, y las horas que pasaba
otorgado a aquella bienhechora: a su lado transcurrían para él como si fue-
–Dios la recompensará y le dará un hijo, que ran momentos.
llegará a ser un santo religioso de nuestra Orden.
Cuando se predicaba en la iglesia, Anto-
Y tal como lo dijo, así sucedió en efecto. nio, después de asistir al sermón, iba en
Había en aquella comunidad un Padre que busca de Pascual, y hacía que le hablase
no podía predicar sin hacer grandes esfuer- sobre el mismo tema desarrollado por el
zos. Tanto empeño ponía en preparar sus predicador. Y el Santo le hablaba de lo mis-
sermones, que apenas si le quedaba tiempo mo, pero mucho mejor que el propio pre-
para asistir a los divinos Oficios. A pesar dicador.
de ello el éxito no correspondía a sus em- Desgraciadamente la dicha de Antonio fue
peños, contra todo lo que él deseaba. Le de corta duración. Pascual cayó enfermo,
faltaba el entusiasmo oratorio. Descorazo- y hubo de ser enviado al convento de
nado por sus fracasos, decidió abandonar Jumilla. En el tiempo en que él llegó, los
el ministerio de la palabra: «No vuelvo a religiosos se veían sumidos en lamentable
predicar». penuria.
–No digáis eso, replica el Santo. Lo que sí de- –Hermano, dijo el Guardián al Santo, a vos toca
béis hacer es anteponer la oración al estudio. No escribir al Provincial, poniéndole al corriente de
tengáis por fin de vuestras predicaciones el de nuestra apurada situación. Es preciso que él tome
luciros, sino el de convertir las almas, y veréis como cartas en el asunto.
las cosas cambian de aspecto.
El Santo se retira a su celda, llevando un
El predicador siguió el consejo al pie de pliego de papel... pero el tiempo pasa y él
la letra, y llegó a ser bien pronto reputado no concluye nunca de escribir. El Guardián,
por apóstol. al fin, se decide a ir en su busca, y lo en-
Del convento de Villena fue Pascual al cuentra de rodillas en su celda, con el cru-
de Elche. ¡Qué satisfacción la de sus anti- cifijo en las manos y el papel delante. Es-
guos compañeros al volver a verle! Anto- taba pidiendo a Dios que le inspirase lo que
nio Fuentes, uno de ellos, nos habla así de debía hacer. Y muy bien debió de inspirarle
sus relaciones con el Santo, al que confia- entonces el Señor, a juzgar por los efectos,
ba todos sus secretos: pues el Guardián no se vió ya obligado por
segunda vez a recomendarle los intereses
«Estaba yo ligado por antigua amistad con un temporales de la Comunidad.
compañero, el cual no tardó, al fin, en romper con-
migo: el pobre hombre no podía ver a los religio- El convento, edificado sobre una altura,
sos, y temiendo hallarlos en mi compañía, no que- estaba rodeado de un bosque, que confina-
ría volver a poner los pies en mi casa. ba con otros de los alrededores. Era un si-
–Tranquilizaos, Antonio, me respondió el Santo, tio delicioso, un verdadero paraíso. Pascual
que no os faltará la amistad de vuestro antiguo se encaminaba a este bosque con frecuen-
compañero, el cual no tardará, a su vez, en ser cia, a fin de vigorizar entre sus árboles sus
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 43

fuerzas, que iban lentamente disminuyen-


do.
Cuando le parecía hallarse solo, daba li-
bre curso al ardor de su alma, cada día más
abrasada por el fuego del amor divino. Sus 15
brazos se agitaban como intentando sus-
traerle a alguna dulce violencia: su rostro Sabiduría espiritual
despedía una claridad sobrenatural, y los
que medio ocultos le observaban, percibían
claramente palabras de suavidad inefable.
–¡Qué bueno eres para mí, mi amor crucifica- Yo te alabo, Padre, porque ocultaste estas
do! ¡Ah! ¡yo te amo! ¡te amo!... cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a
Los religiosos, admirados de su vida, pen- los pequeños (Lc 10,21)
saron con justicia que hombre tan unido con
Dios como Pascual no podría menos de ser, Estaba escrito que Valencia debía ser para
en caso de verse elegido para ello, un su- Pascual un lugar de prueba. La primera vez
perior excelente. Y tanto trabajaron a este había hallado allí un superior intratable; y
objeto, que al fin consiguieron fuese nom- ahora se encuentra con un antiguo conoci-
brado para ocupar dicho puesto. do, con Juan Ximénez.
Pascual, tan extremadamente riguroso Pero ¡qué cambiado!... No era ya Juan el
para consigo mismo, fue todo amor para con muchacho que catorce años antes había traí-
sus súbditos. Era el primero en acudir a to- do de Andalucía, y a quien tenía entonces
dos los ejercicios y el último en descansar que atender con una solicitud de madre. No;
de ellos. Advertía, sí, los defectos que no- ahora es ya un sacerdote joven, lleno de vi-
taba en los otros, pero con tacto y deli- gor y energía, de corazón generoso y de
cadeza tan exquisitos, que los obligaba alma de fuego, sobre el que se abrigan gran-
amigablemente a enmendarse. des esperanzas.
–Padre mío, dijo en cierta ocasión al Maestro Se ha afiliado a la Orden seráfica después
de estudiantes, no es en los demás en quienes debe- de algunos años de preparación, ha sido lue-
mos ejercer las prácticas de un santo rigor. Sed
más humano y más paternal para con esos hijos. go uno de los novicios formados en
No les hagáis odiosa la vida del claustro con vues- Almansa por nuestro Santo, y desempeña
tras intempestivas reprensiones y con vuestros ri- hoy día el cargo de brillante profesor. Juan
gores exagerados. ha estudiado en las obras de los grandes
No tardaron las molestias de su oficio y maestros de teología, ha asimilado sus Su-
su celo sin límites en quebrantar su salud mas, y es actualmente a su vez un maestro
lastimosamente. Así que, pasados algunos prestigioso. Sus jóvenes hermanos en reli-
meses, fue enviado a Ayora con el fin de gión se inspiran en sus doctas enseñanzas,
restablecerse. Allí estuvo un tiempo muy y su colega, el P. Rodríguez, rivaliza con él
breve, pues poco después lo hallamos ya en celo por los estudios.
en Valencia. Nuestro buen Pascual se encuentra, pues,
en medio de un círculo de vida intelectual.
Bien pronto el mismo Santo llega a adver-
tirlo. Todos, es cierto, y Ximé-nez el pri-
mero, le quieren mucho; pero el amor hace
44 Historia de S. Pascual Bailón

exigentes a los que aman. del Verbo, tocando de paso con suma habi-
En efecto, era sabido, por los elogios que lidad los puntos más obscuros del dogma
se le prodigaban, que Pascual gozaba del cristiano, los problemas más arduos de la
don de oración y de la intimidad con Dios, teología.
y que estaba adornado con luz de conoci- Pascual sigue sin esfuerzo el hilo de la
mientos sobrenaturales. El P. Adán, antiguo argumentación y responde, en pocas pala-
profesor de la Provincia y defi-nidor, esto bras, a sus preguntas. El P. Rodríguez, como
es, consejero del Provincial, le propuso a asombrado de sus réplicas, dice inclinán-
Pascual cuestiones dificilísimas sobre cier- dose hacia el Guardián:
tos textos obscuros de la Biblia. A todas –Este hombre tiene la ciencia infusa: sabe mu-
ellas había respondido el Santo con mara- cho más y mejor que nosotros... No tendría nece-
villosa lucidez de espíritu. De aquí el que sidad de hacer nuevos estudios para que pudiera
se le tuviese como adornado con el don de ser ordenado de sacerdote y encargado de la pre-
ciencia infusa. De este modo, lo que hasta dicación. Estoy seguro que haría prodigios.
entonces era una sospecha, no tardó en ver- Otras veces versaba el examen sobre la
se confirmado por la realidad. teología mística y sobre la naturaleza de las
Pascual había vuelto a desempeñar los comunicaciones íntimas entre Dios y las
oficios de portero y refitolero. Ximénez almas. En un tal asunto era la palabra del
iba a buscarlo a la oficina y se ponía a con- Santo de grande autoridad, toda vez que,
versar con él sobre asuntos propios de la hablando por propia experiencia, dejaba
cátedra. El Santo respondía a las cuestio- muy atrás todo cuanto puede decirse en los
nes y manifestaba su opinión con el mayor libros.
aplomo. Ignoraba, es cierto, las fórmulas y También, en ocasiones dadas, se le pro-
sutilezas escolásticas, pero para todo daba pusieron dudas en orden a algunos textos
con alguna expresión adecuada y acorde obscuros del Antiguo y del Nuevo Testa-
siempre con el buen sentido. Su interlocu- mento. En tales casos y siempre que la oca-
tor quiso dar un paso más y le propuso sión era propicia, aducía nuestro Santo,
objeciones. como si conociese sus obras de muy anti-
«Yo, refiere, le argüí con sofismas de doble sen- guo, a los Padres de la Iglesia y a los gran-
tido, vestidos con apariencias de silogismos sóli- des doctores católicos, concluyendo siem-
dos y que procuraba, además, vigorizar por medio pre por dar una explicación plenamente
de explicaciones saturadas de erudición. convincente.
«Con todo, Pascual descubrió tan acertadamente ¿Por qué la Escritura, le preguntan, lla-
el artificio, y desvaneció con respuestas tan cer-
teras la futileza de mis razones, que me dejó asom-
ma insensatos a los herejes, no obstante que
brado... Mis discípulos me llamaban maestro, y se cuentan entre éstos muchos sabios? Y el
sin embargo, yo hubiera podido ser discípulo del Santo responde:
Santo, en la seguridad de que con esto ganaría –Porque su falta de fe arguye en ellos una pro-
mucho en ciencia». funda ignorancia. Ellos creen que la razón puede
También el P. Manuel Rodríguez se pro- enseñar lo contrario a la revelación, y que Dios
puso, a su vez, sondear los tesoros de sa- puede decir que sí por medio de la fe, y que no por
medio de la naturaleza. Y los que de tal modo pien-
ber que adornaban a Pascual. Hallándose san no merecen otro nombre que el de insensatos.
ambos cierto día en presencia del Guardián,
hizo girar insensiblemente la con-versación La respuesta, como se ve, no está fuera
sobre Dios y sus perfecciones, sobre la de propósito. Por otra parte, sus escritos,
Santísima Trinidad y sobre la Encarnación o sea los apuntes que ha ido haciendo du-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 45

rante el curso de su vida religiosa, atesti- echaba mano, a guisa de violín, de dos tro-
guan más de una vez que a una admirable zos de madera para hacer sonar así la idea
sencillez de expresión unía Pascual una musical de su imaginación exuberante. La
gran profundidad de conceptos. Y es que gracia, en efecto, no anula en los Santos los
nuestro Bienaventurado pertenecía al nú- impulsos de la naturaleza, sino tan solo
mero de aquellos hombres que ven a Dios aquello que es obstáculo para perfeccionar-
porque tienen pura la conciencia. la.
La unción del Espíritu Santo le había Mucho más que hubieran podido aún des-
puesto en íntimo contacto con la verdad. cubrir en fray Pascual los religiosos de
De aquí que realizase con tal éxito sus prue- Valencia, si éste no hubiera recibido por
bas académicas, que dejaba confundidos a aquel entonces la orden de marchar a Játiva.
sus propios examinadores. Ino-cencio XIII, Allí se encaminó en cuanto fue des-tinado,
resumiendo el examen de los teólogos con- pero no pudo habituarse al clima. Casi todo
sultores de la causa de cano-nización de San el tiempo que allí pasó estuvo aquejado por
Pascual y las declaraciones de los nume- fiebres intermitentes, que debilitaban en ex-
rosos testigos, dice: tremo su robusta complexión.
«No puede, en efecto, desconocerse que el Al- Hallándose ya el Santo muy desmejora-
tísimo ha revelado al Bienaventurado los tesoros do de salud, acertó a pasar por allí el P.
del conocimiento y sabiduría divinas en una tal abun- Ximénez, que se dirigía a Villarreal. El jo-
dancia, que obligan a uno a reconocerle como
adornado con el don de la ciencia infusa». ven profesor aprovechaba el tiempo de va-
caciones para ir a predicar en dicha villa la
Lo que los profesores hacían con respec- Cuaresma. ¡Qué satisfacción la de los dos
to a la sabiduría del Siervo de Dios, lo ha- amigos al volver a encontrarse de nuevo! Y
cían, a su vez, los estudiantes en orden a qué pena sintió Ximénez al darse cuenta de
sus acciones, aun las más insignificantes, las dolencias de Pascual. Poco después
convirtiéndole así en blanco de un es- Ximénez solicita al Provincial que obligue
pionaje casi continuo. Si Pascual se dedi- a cambiar de convento a su querido enfer-
caba a repartir la comida a los pobres, allí mo. Accede el Provincial a sus ruegos, pero
estaban los estudiantes, ocultos, para no ser el Guardián, en cambio, se resiste a
vistos, detrás de las persianas, a fin de ob- desprenderse de su tesoro. El profesor ha
servarle y de edificarse ante el espec-táculo de poner en juego toda su dialéctica y a ago-
de su caridad inagotable. Si estaba ocupado tar los recursos de su elocuencia para obli-
en el refectorio, inventaban pretextos para garlo, y le dice entre otras cosas:
entrar y saber qué es lo que hacía, yendo
–Bien conocido os es el amor que inflama a
luego a analizar las acciones del Santo con Pascual por la Virgen Inmaculada. Estando, pues,
sus comentarios. el convento de Villarreal dedicado a María, es in-
En una ocasión le vieron a través de las dudable que Pascual tendrá sumo gusto en vivir
rendijas de la puerta mientras ejecutaba ante en él. No hay remedio: es preciso que venga con-
migo.
la imagen de la Santísima Virgen la danza
de los gitanos. Tal era el medio que le su- En efecto, Dios quería que Pascual se en-
gería su candorosa simplicidad para recrear caminase a Villarreal, al monasterio dedi-
las miradas de su Reina Soberana. De este cado a Nuestra Señora del Rosario, a fin de
modo imitaba a Santa Teresa, que se entre- que, como la había comenzado, pusiera tam-
tenía los días de fiesta en tocar la flauta y bién término a su carrera gloriosa en una
el tamboril, y a San Francisco de Asís, que casa consagrada a la Madre de Cristo. Al
fin Ximénez consiguió ganar la causa, y tuvo
46 Historia de S. Pascual Bailón

la satisfacción de llevarse en su compañía franciscano de Nuestra Señora del Rosario


a su santo amigo. surgía en el lado de la población que mira
Éste, a despecho de todas las súplicas, no hacia Barcelona.
consintió en hacer el camino a caballo, no La vista del convento hizo saltar de gozo
obstante que, enfermo como estaba y sien- el corazón de Pascual. Se consideraba di-
do malísima la ruta que conducía a choso, como antiguamente en Loreto, con
Villarreal, no pudiera escudar su repulsa ni sola la idea de habitar en un convento dedi-
con los preceptos de la Regla, ni con el cado a María. En este convento pondrá fin
ejemplo de San Francisco... El Guardián, el Siervo de Dios al curso de su peregrina-
por su parte, no se sentía con valor para ción por este valle de lágrimas.
imponer su voluntad al Santo, y éste, insen-
sible a las instancias de sus hermanos, se
dispone a hacer a pie el camino.
«Luego que nos pusimos en marcha, agrega Xi-
ménez, y en ocasión en que subíamos por la colina
de Enovas, vimos a un religioso de otra Orden,
que iba delante de nosotros con una alforja al hom- 16
bro.
«Pascual, no bien lo divisó echóse a correr, y Apóstol y bienhechor
quitándole la alforja cargó con ella sobre sus es-
paldas. Pero yo intervine y le quité la carga. En- de Villarreal
tonces el Santo se dirigió al religioso para que se
la devolviese, y tantas fueron sus súplicas, que ob-
tuvo al fin su consentimiento para aliviarle, por lo
menos, del peso de su manta de viaje».
–Ya llegamos al convento de Nuestra Señora
Nada era para él tan agradable como ser- del Rosario!, decía Pascual a su compañero... ¿Sa-
vir al prójimo. Saliendo de Alcira vieron los béis qué cosa es el Rosario? Los Ave son rosas
dos caminantes a un borrico que estaba ato- blancas ofrecidas a María Inmaculada; los Pater
llado en un pantano. El muchacho que lo son rosas purpuradas con la sangre de Jesús. Sí,
el Rosario es una corona de rosas; es el salterio
guiaba hacía supremos esfuerzos por sacar- de María; son cincuenta cánticos en su honor, un
lo de allí, y lloraba a más no poder ante la memorial de los misterios de Jesús y de la Virgen,
inutilidad de sus intentos. El Santo, al pun- y un medio de ganar muchas indulgencias en su-
to, consideró como de su incumbencia ayu- fragio de las almas del purgatorio.
dar al muchacho. Se acercó al enfangado –Cuando no podáis disponer de tiempo suficiente
animal, lo alivió de su carga y de sus arreos, para rezar el Rosario, decid en vez de los Ave:
y tirando luego por la brida e imponiéndo- ¡Bendito seáis, amabilísimo y dulcísimo Jesús! y
se a fuerza de gritos, no tardó en sacarlo en vez de los Pater, la salutación angélica.
del lodazal. Seguidamente puso los apare- Creedme, nada agrada tanto a Dios y a su Santísi-
ma Madre como el ejercicio de esta hermosa prác-
jos y la carga, y siguió camino adelante muy tica».
contento por la buena obra que acababa de
hacer. Y decía estas palabras entusiasmado. El
Santo amaba a Jesucristo y no hallaba feli-
Poco después descubrían ya el panorama cidad sino al pie del sagrario, y amaba, ade-
de Villarreal, villa verdaderamente regia, más, con amor ferviente a María y a las al-
con su palacio magnífico, con sus sus ba- mas del purgatorio.
luartes y grandes calles, y con el panorama
azulado del Mediterráneo. El convento
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 47

Pascual recurría a la Santísima Virgen a –Considerad, por ejemplo, en el primer Pater


fin de obtener por su mediación la gracia las heridas causadas por la corona de espinas;
de prepararse dignamente para recibirla sa- pasad luego al segundo, representándoos otra lla-
ga del Salvador, y recorred así todos los demás.
grada comunión. Tenía compuesta en ho-
nor de este misterio una plegaria con pro- –¡Imposible! interrumpe Pascual fuera de sí.
¡No puede salirse de una llaga de Jesús después
pósito de rezarla en su lecho de muerte, y de haber entrado una vez en ella! ...
no pasaba nunca por delante de su imagen,
sin hacerle una profunda reverencia. Sus Yo moraré para siempre en la llaga del
fiestas, sobre todo, eran para él objeto de Sagrado Corazón, había dicho San Buena-
extraordinaria alegría, una alegría que se ventura. San Francisco de Asís, según re-
hacía máxima en el día en que la Orden, fiel fiere Gregorio IX en uno de sus sermones,
a sus tradiciones, solemnizaba el misterio fue visto como habitando también en tan
de la Inmaculada Concepción de María. dulce retiro (Analecta Franciscana,
Quaracchi, t.I, p.251). Así, pues, el Biena-
–Venid, decía a los que encontraba en el claus-
tro. ¿No es cierto que creéis en Dios? Repetid, venturado, al pronunciar aquellas palabras
pues, conmigo: ¡Bendita, alabada y glorificada sea aludidas, estaba de lleno en el espíritu de la
la Inmaculada Concepción de esta amabilísima e tradición seráfica, cuyo glorioso Fundador
infantil María! había de ser dado como guía celestial a la
Cuando pronunciaba el nombre de la Vir- Santa Margarita María de Alacoque por el
gen sentíase embargado de una dulzura in- mismo Jesucristo, el 4 de octubre de 1688.
efable. Nadie pudo olvidar por mucho tiem- Unido así Pascual a Jesucristo, participa
po su sermón de Navidad, predicado en pre- al propio tiempo de su acción bienhecho-
sencia de los religiosos y de algunas per- ra; y hace, como El, milagros, ya sanando
sonas de confianza. Era éste como un cua- los cuerpos, ya convirtiendo las almas. Los
dro de escenas vivientes descritas en éxta- últimos años de su vida vienen a resumirse
sis. Diríase que el mundo sobrenatural, des- en esta sola frase: Pascual es el bienhechor
corriendo a sus ojos el velo del misterio, y apóstol de Villarreal.
se mostraba a sus ojos animado y tangible Los necesitados acuden siempre a él.
en toda su inefable realidad. Cuando ellos no vienen, el Santo va en su
Por lo que hace a las almas del purgato- busca. Asedian los pobres el convento de-
rio, el Santo avisó en más de una ocasión a mandando pan, y el Siervo de Dios se lo
las familias de algunas de ellas para que las reparte con largueza.
auxiliasen con sus oraciones. Hubo casos –Esto va siendo demasiado, Hermano, le había
incluso en que se apresuró a consolar a los dicho el Guardián. Los bienhechores no se privan
que lloraban la muerte de una persona que- del alimento por satisfacer vuestras prodigalida-
rida con la noticia cierta de la felicidad de des. Dad a la hora de comer y basta».
que gozaba ya ésta en el eterno descanso El Bienaventurado se echa a llorar:
de los justos. –¡Oh, Padre mío!, exclama, no me mandéis eso.
El alma de Pascual iba apartándose pro- Mi corazón se parte de angustia cuando tengo que
gresivamente de la tierra a medida que ade- despedirlos con las manos vacías. Yo mismo iré, si
lantaban los años. El consideraba a Cristo lo consentís, a pedir de puerta en puerta para ellos.
Padre mío, ellos, a cambio de la limosna que les
como su vida, y a la muerte como una ga- damos, nos traen el cielo en recompensa.
nancia. Enseñaba en cierta ocasión el Guar-
dián de Villarreal a sus religiosos un méto- –Bien, Hermano, concluye el Guardián conmo-
vido, ¡dadlo todo! ¡dad siempre que queráis!
do de hacer oración, diciéndoles:
48 Historia de S. Pascual Bailón

Hubo, no obstante, algunos, lo mismo –La de no volver a pisar la capilla de Nuestra


entre los que frecuentaban la capilla que Señora del Rosario, ni dar limosna alguna al
entre los bienhechores, que estuvieron a cuestador. Así aprenderán, pensaba, a no estar
siempre jugando con los bienhechores.
punto de retirar a los religiosos sus limos-
nas. Isabel Xea, muy devota y muy genero- Iba Isabel revolviendo en su magín estos
sa, sentía especial predilección por «su pre- proyectos, que a nadie aun había confiado,
dicador», el P. Pedro, a causa de la elocuen- cuando se encuentra casualmente con
cia que lo distinguía y del gran fruto que Pascual.
producía en las almas. El P. Pedro se puso –Sin duda, mi buena hermana, le dice el Santo,
enfermo, y todos los cuidados que se le observaréis para el porvenir la misma conducta
dispensaron no fueron bastantemente po- que hasta ahora, ¿no es verdad?
derosos para evitar que su enfermedad se Formulada así, sin preámbulos, la pregun-
fuera agravando de manera alarmante. Se ta, no obtiene Pascual respuesta alguna. Isa-
rezaban novenas y no-venas, se ofrecían bel pasa adelante, llena de confusión al ver
Misas y Misas, a fin de obligar al cielo a descubierto su secreto. Se apacigua pronto
que le devolviese la salud. La pobre Isabel la tormenta, y con la tormenta desaparece
no se daba, a este objeto, un punto de repo- también la resolución de la piadosa bien-
so. hechora.
–A pesar de todo, le dijo Pascual, el P. Pedro no –Estos frailes nos arruinan con tantas cuestacio-
volverá a subir al púlpito. nes, decía otra mujer apellidada Pallares. Yo nun-
–¡Ay! ¿qué desgracia pronosticáis? Pero no, vos ca les doy nada, porque su sola presencia me
habláis por hablar, y nada más. enfurece. Pascual, sobre todo, me es sumamente
antipático.
Pascual no insistió. Con todo, ya antes
de esto había advertido al predicador que Pascual, sin embargo, llama repetidas ve-
dentro de cuatro meses moriría en Valen- ces a la puerta de su casa. ¿Qué le importa
cia. a él oír denuestos, con tal de recoger li-
mosnas para sus pobres? De este modo, al
–Ahora, le dijo, es tiempo de que os preparéis propio tiempo que limosnas para ellos, lo-
lo mejor posible para subir derecho al paraíso.
graba ganar méritos para su alma.
Pero no siempre viene sola una desgra-
Cierto día que por allí pasaba, notó que
cia. Isabel que había lamentado la pérdida
la casa de Pallares estaba puesta en movi-
de «su predicador», tuvo que lamentar al
miento. El niño de Isabel Pallares, aprove-
mismo tiempo otra muy sensible también
chándose de la ausencia de su madre, se
para ella: la del resultado del capítulo...
había puesto a andar para ir a jugar afuera
Cada capítulo que se celebra trae cambios
con otros muchachos. Pero lo hizo con tan
inesperados.
poca suerte que, cayendo por la escalera,
–Está una acostumbrada, decía nuestra Isabel, se había hendido el cráneo, y gemía agoni-
al modo de ser de las cosas, cuando llega el capí-
tulo y lo pone todo en danza: confesores, predica-
zante sobre su blanca cuna manchada de
dores, superiores... ¡Todo desaparece! En cam- sangre.
bio se nos mandan otros nuevos personajes, algu- –Hermano, exclamó la mujer al ver a Pascual,
nos de los cuales no tienen nada de simpáticos, haz que sane y que viva al menos por un año, por-
como por ejemplo este nuevo Padre Guardián. que si no mi marido se pondrá furioso y me castiga-
Y cediendo al peso de estas impresiones, rá con la muerte como a mujer abandonada e im-
prudente...
la buena mujer había tomado una gran re-
solución: El Santo se postra de rodillas al pie del
enfermo, en cuyo rostro se nota ya la pali-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 49

dez cadavérica, y se abisma en la oración... quedaban ya de un mal calificado por todos como
Apenas el Siervo de Dios comienza su ple- incurable.
garia, el niño abre los ojos, sonríe a su ma- En otra ocasión hizo desaparecer la gan-
dre y se levanta sano y salvo. grena por medio de la señal de la cruz y de
El niño murió un año después, pero Isa- la invocación de los nombres de Jesús y de
bel se contaba ya en el número de los bien- María.
hechores de los pobres en favor de los cua- «No morirá vuestro hijo», declara a unos
les mendigaba Pascual. Y éste, a su vez, le afligidos padres que, deshechos en lágri-
estaba agradecido, y más de una vez libró a mas, le describen la enfermedad de su pe-
los miembros de su familia de agudas do- queñuelo, desahuciado por la ciencia. Po-
lencias. cos días más tarde, restablecimiento com-
El corazón del Bienaventurado daba tam- pleto.
bién acogida favorable a los ecos de angus- –Hermano, pedid por mi desgraciado hijo. Mi-
tia de los enfermos. radlo, está a punto de exhalar el último suspiro,
suplica una madre desolada.
«¡Cuántas veces no le he sorprendido llorando
a la cabecera de su lecho de dolor!, nos dice su –Confianza, hermana mía, yo rogaré por vos. Y
compañero Fr. Camacho. Y es que la vista de los la madre no tarda en ver satisfechos sus deseos.
sufrimientos ajenos hacía saltar las lágrimas de –Ayudadme, pues podéis hacerlo, le dice una
sus ojos». madre al tiempo de presentarle una hija suya.Va
perdiendo la vista y no hay medio de impedirlo.
Unas veces animaba a los enfermos a que
El buen Santo atrae hacia sí a la enfermita: «Ha-
orasen con él, diciéndoles: ced, exclama, la señal de la cruz sobre vuestros
–Tengamos confianza y roguemos: Dios es nues- ojos, pronunciando los nombres de Jesús y de
tro Padre. María». La niña obedece y se encuentra sana al
Estas palabras, según todos sabían ya, eran punto, sin necesidad de médico.
como el anuncio de la curación. Otras los Uno de los Religiosos le suplica que le
exhortaba a la paciencia, a la conformidad haga sobre su boca enferma el signo de
con la voluntad divina, y a pensar en el cie- nuestra Redención.
lo y en la eternidad. –Hacedlo vos mismo, pero con fe, responde
–No hay remedio, decíase en tales casos, he- confuso el Santo.
mos perdido el último resquicio de esperanza. Y Y el dolor de muelas desaparece al ins-
los preparaba a bien morir. tante
–¿Qué es lo que tiene vuestra pobre niña?, in-
terrogaba el Santo, a una excelente paisana de la También había ocasiones en que Pascual
afueras de la población. La madre, por toda res- daba a conocer a algunos la proximidad de
puesta, se acerca a la enfermita, tendida de ma- su muerte. Un día aconseja a uno de sus
nera lastimosa en un ángulo de la habitación, le amigos, que se creía en período de franca
quita los vendajes que le rodeaban el cuello y mues- convalecencia, que reciba sin dilación los
tra al Santo sus horribles úlceras. últimos Sacramentos. El enfermo no quie-
–Y en el mismo estado que su cuello, agrega, re darle crédito. La mujer de éste y la cu-
tiene desde hace años todo el cuerpo. ñada recriminan vivamente al Santo por ser
Pascual, hondamente emocionado, toca con sus «un profeta de mal augurio y un villano igno-
manos el cuello de la niña, diciendo: rante educado en medio de las cabras».
–Verdaderamente, es preciso pedir al buen Dios
que le devuelva la salud. Luego desátanse en un torrente de inju-
La inocente niña se siente al punto aliviada de
rias. Pascual se retira humildemente. Pero
improviso. Tres días después ni aun las señales le las dos mujeres, no satisfechas aún con sus
50 Historia de S. Pascual Bailón

insultos, acuden a acusarlo ante el Guardián Más aún, él mismo venía a ser un predi-
del convento. Éste, después de prestar oído cador asiduo, que no perdía ninguna oca-
a sus lamentos, les aconseja que no echen sión para animar a los otros a obrar el bien.
en saco roto la amonestación del Siervo de –Dejaos de juegos, decía a unos, porque perde-
Dios. Y apenas vuelven a casa, ven que el réis lastimosamente vuestra fortuna y vuestra
enfermo solicita por sí mismo le sea ad- alma.
ministrada la Ex-tremaunción. Entonces y –Perdonad a vuestros enemigos cuantos ardéis
sólo entonces se resolvieron éstas a acudir en deseos de venganza, y reconciliaos con ellos
en busca de un sacerdote. El pobre enfer- por amor a Jesucristo.
mo murió aquella misma tarde. –Jóvenes, dedicaos a la oración. Huíd de los
Pascual había asegurado a su alma las di- compañeros perversos y de las ocasiones peligro-
sas, y seréis castos.
chas del eterno reposo. Y esto era, sin duda,
lo que ante todo y sobre todo procuraba –Y vosotros, los que estáis ya con un pie en la
sepultura, tened paciencia en vuestras enfermeda-
Pascual: la salvación de las almas. des y sed para con los demás otros tantos mode-
Trabajaban cerca del convento unos obre- los de virtud.
ros franceses, y Pascual tomó a pechos su Estas cortas exhortaciones, pronunciadas
instrucción religiosa con gran paciencia y como de paso por nuestro Santo, con aque-
con celo sin límites. lla amable sonrisa que animaba siempre su
El hacía cordones para los Terciarios, y rostro, iban de ordinario derechas al cora-
estimulaba a todos los buenos cristianos a zón y producían siempre efecto, aun cuan-
alistarse en la milicia de la Tercera Orden do fueran contrarias a la voluntad de los
de San Francisco. oyentes. No hubo uno siquiera que se re-
–Éste es, solía decir, un medio seguro de alcan- sistiese al influjo de su maravillosa efica-
zar la salvación. cia.
La Tercera Orden Franciscana, fundada, al Luego iba a pasar el Santo largas horas
decir de Tomás de Celano, de San Buenaventura, en oración ante la Hostia sacrosanta. Allí
de Julián de Spira y de otros de la época, por San completaba la obra comenzada por medio
Francisco de Asís, es una numerosa asociación, de sus consejos y de sus prodigios. Puesto
dividida en congregaciones o fraternidades loca-
les, cuyos miembros se comprometen a vivir cris- de rodillas, se le veía allí, enlazadas las
tianamente y a trabajar porque reine en todas par- manos, fijos los ojos en su Dios, encendi-
tes el espíritu cristiano, en las instituciones y en do el rostro en el fuego de un resplandor
las costumbres. Los hermanos de la Tercera Or- celeste, y apartado de la tierra por la con-
den llevan, como distintivos de su afiliación a la templación y por el éxtasis ...
Orden Seráfica, el cordón y el escapulario. León
XIII la ha recomendado en ocasiones diversas, –¿Cuándo te dignarás, Amado de mi alma, in-
como eficacísimo remedio social. troducirme en la casa de mi Padre celestial?
Cuando llegaba a sus oídos el sonido de
la campana que convocaba a los fieles al
sermón, sentíase inundado de gozo y se
ponía a orar a fin de que Dios iluminase con
la luz de la gracia al predicador y a los fie-
les. A veces se aventuraba hasta a sugerir
felices ideas al sacerdote que iba a predi-
car.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 51

una apariencia tan angélica como en esa


ocasión. Al despedirse de una enferma, le
dijo:
17 –Adiós, hermana mía, disponéos conveniente-
mente, porque muy pronto debemos emprender
ambos un gran viaje.
Acercándose al cielo La mujer falleció aquella misma sema-
na. Ese mismo domingo por la tarde el Santo
se vió afectado de una fuerte calentura,
agravada por el dolor de un punto
Había pasado el invierno y la primavera pleurético. Con todo, Pascual disimula de
derramaba fecundidad y alegría por todas tal modo que ni se llega a sospechar que
partes. La «pequeña Venecia», como le de- está indispuesto.
cían a Villarreal, estaba llena del perfume A la mañana del día siguiente tocan a la
de flor de naranjo, y la brisa marina atenua- primera Misa y Pascual no aparece por par-
ba el ardor de un sol de fuego que se alzaba te alguna. Un religioso va a la habitación
sobre el horizonte. Los ángeles, en tanto, del Santo:
tejen en el cielo una corona de flores. Unas –Vamos pronto, que ya es hora de abrir la igle-
pocas faltan todavía para coronar al bien- sia.
aventurado Pascual.
–Ahí están las llaves, responde el Siervo de Dios,
Son días pascuales, en los que la Iglesia, llevadlas y abrid. Yo no puedo moverme; estoy
vestida con las galas de las grandes solem- muy enfermo.
nidades, canta con alegría el Alelluya a su Se avisó inmediatamente al Guardián y
Esposo celeste. Sus últimas notas, este año, corrieron a buscar al médico. La primera
van a acompañar al cielo a nuestro Santo. Y disposición de éste fue ordenar que el San-
Dios, según se cree, le había revelado la to se despojase de su grosera túnica y se
proximidad de su última hora. vistiera con ropa de fino lienzo. Hecho lo
El 7 de mayo, día de la Ascensión, estan- cual, se le obligó a acostarse en una buena
do Pascual ayudando a Misa, se le ilumina cama. Pascual siente en el alma esta dispo-
el rostro de improviso y siente en sus oí- sición, pero no le queda otro remedio que
dos palabras misteriosas que le exta-sían... someterse a ella.
Por la tarde del mismo día, va el Santo al –Os pido por favor, dijo entonces el Santo, que
enfermero y le dice: coloquéis el hábito a los pies del lecho, a fin de
que no lo pierdan de vista mis ojos.
–Fray Alonso, ¿quieres lavarme los pies?
El enfermero se sorprende ante tal demanda, Se le concede este consuelo, y el hábito
pues jamás Pascual había aceptado hasta enton- queda a su lado. A todo esto la enfermedad
ces semejantes servicios. va en aumento, como también la paciencia
–Yo puedo enfermar, Hermano, le dice Pascual. del Santo en soportarla. Los dolores son
Y si enfermo, tendrán que administrarme los San- agudísimos, de manera que apenas si le per-
tos Óleos. Así que conviene que mis pies estén mitían articular palabra e incluso respirar.
muy limpios.
Pascual, sin embargo, no exhala un gemi-
Llegaron el viernes, el sábado, el domin- do, ni deja traslucir en el rostro señal algu-
go, y la alegría de las fiestas iba en aumen- na de su sufrimiento. Los religiosos se es-
to. El domingo visitó el Santo a todos los fuerzan en estar junto a él, sea para sorpren-
bienhechores del convento. Y nun-ca tuvo
52 Historia de S. Pascual Bailón

der nuevas virtudes que admirar, sea para –Servid a Dios de todo corazón... Amad mucho
servirle solícitos. Hasta el mismo médico, a los queridos pobres... Tened una gran devoción
hondamente emocionado en vista de la con- al Santísimo Sacramento... No os olvidéis de la
Santísima Virgen... Sed fieles a la observancia de
formidad del enfermo, no resiste al deseo vuestra Regla, y no dudéis que, haciéndolo así,
de traer allí a su hijo, a quien presenta al tendréis por premio el paraíso.
Santo, diciéndole:
Para todos tenía el Santo una palabra de
–Hermano, bendecid a mi muchacho. aliento y un consejo apropiado a su estado
Pascual pone sobre la cabeza del niño su débil respectivo.
mano y exclama:
–Más quisiera deciros todavía, agregaba, pero
–¡Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo te no me es posible proseguir hablando...
bendigan, creatura de Dios, y hagan de ti un ami-
go de los pobres! Cuando percibía junto a sí los lamentos
de alguno, le trazaba con dificultad el sig-
Así, pues, los pobres eran los que ocupa- no de la cruz sobre la frente, diciendo:
ban sus últimos pensamientos. No había ya
duda alguna sobre el desenlace de la enfer- –¡Que Jesús os bendiga!
medad. El médico se decide a comunicár- Hecho este supremo esfuerzo volvía a
selo amigablemente: cerrar los ojos. El P. Diego Castellio, a
–Vuestra enfermedad, hermano, podrá tal vez quien Pascual había predicho un año antes
abriros las puertas del paraíso. su elección para definidor del nuevo Pro-
–¡Oh, gracias! murmura Pascual. ¡Qué nueva vincial, el P. Juan Ximénez, se disponía por
tan feliz me anunciáis! Mucho tiempo hace ya que aquellos días a marchar a Valencia.
suspiro por el paraíso... ¿Y cuándo llegará el mo- –No saldréis, le dijo el Santo, porque no os será
mento? posible.
–Viviréis probablemente hasta el viernes. Y de hecho el P. Diego se vió precisado a
–No, querido amigo, responde sonriendo el en- continuar en Villarreal a causa de una in-
fermo, no estáis en lo cierto... No será antes del disposición inesperada. En cuanto al P.
sábado... o más tarde aún... cuando a Dios le plaz- Ximénez, que se hallaba visitando los con-
ca.
ventos de su nueva Provincia, sentía viva-
No bien se divulga por la población la mente Pascual no poder volver a verle an-
triste noticia, multitud de personas solici- tes de abandonar la tierra.
tan licencia para poder hacerle una última –Vosotros, hermanos míos, decía a los religio-
visita. Aquello fue una procesión no inte- sos, os encargaréis de recordarle que yo le he con-
rrumpida. Las gentes entraban y caían de ducido de Jerez al convento ¿no es verdad?
rodillas junto al lecho. En tan humilde ac- El enfermero, deseando saber en qué día
titud y embargadas de profunda emoción, dejaría de existir, le dijo:
contemplaban aquel pecho que se movía
con respiración sibilante, aquellos labios –Fr. Pascual, avisadme a tiempo cuando llegue
consumidos por la fiebre, aquellas faccio- la hora de vestiros el santo hábito, pues conviene
que muráis con él.
nes, siempre tranquilas, alteradas por el
sufrimiento. –Así lo haré, respondió el Siervo de Dios. Aho-
ra id a avisar al Padre Guardián, pues deseo ha-
–Hermano, le decían, ¿no tenéis algún consejo blarle.
para mí? ¿no me haréis la promesa de que os acor-
daréis de mí ante el Señor? Luego que llegó éste, le presentó Pascual
El Santo abría entonces los ojos, sonreía con algunas cuentas indulgenciadas que conser-
trabajo y replicaba con voz desfallecida: vaba en una cajita de madera:
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 53

–Bien pronto me será imposible advertir a vues- –Ayudadme... por caridad, ayudadme.
tra caridad cuáles sean las indulgencias aplicadas
a cada una.
Pero los religiosos, creyéndole a punto
de expirar y temiendo se les quedara muer-
Seguidamente le explica las indulgencias to entre las manos, hacían como que no le
con que estaban enriquecidas, y concluye, entendían. Con todo, Pascual insistía de
por fin, solicitando le sean administrados continuo, mirándoles con ojos suplicantes,
los últimos Sacramentos. Con una humil- y los religiosos se retiraban, tur-bados por
dad que hizo llorar a todos los presentes, una emoción que les partía el alma.
les pidió entonces perdón por la poco edi-
ficante conducta que había observado en la Pascual mira a su alrededor... y se ve solo.
Orden y por los escándalos que les había Reúne entonces, en un supremo esfuerzo,
dado... Después, se recon-centró en sí mis- las pocas fuerzas que le quedaban y logra
mo y se dispuso para recibir a Dios en su coger su pobre túnica... Pero al querer pa-
corazón. sarla por la cabeza para vestirla, nota que
no tiene energías bastantes para ello. Llega
En el momento de recibir el sagrado Viá- entonces el enfermero y le ayuda con toda
tico, se levantó de su lecho de moribundo clase de cuidados a cubrirse con su tan
y recibió por última vez la Hostia sagrada... amado sayal...
Luego se dejó caer de nuevo, embargada el
alma en éxtasis. Su rostro aparece transfi- Cuando volvieron de nuevo los religio-
gurado y radiante de felicidad... Los reli- sos, se lamentó el Santo con voz apenas
giosos permanecen silenciosos, dejándole audible:
disfrutar de su gozo, hasta que Pascual de –Jesús murió sobre la cruz... San Francisco so-
pronto, como despertando de un sueño, ex- bre la desnuda tierra... ¡Tendedme también a mí
por tierra!... ¡Oh, hacedlo, por piedad! ...
clama anhelante:
–La extremaunción., Y vuelve a suplicar:
Le es negado este consuelo.
¡Concededme mi hábito... y la gracia de ser se- –¡Jesús! ¡Jesús! grita luego de improviso, esfor-
pultado entre mis Hermanos!... Y dejadme ahora zándose por hacer la señal de la cruz... Allí, allí...
a solas con Jesucristo, porque debo prepararme Y señala con la mano y con la vista, primero el
para comparecer en su presencia. pie de la cama, luego toda la habitación... Sus ojos
Así pasó Pascual la noche del sábado, sin desmesuradamente abiertos parecían contemplar
salir de su silencio sino para pedir le die- una visión terrorífica... Su cuerpo temblaba como
hoja sacudida por el viento:
sen un poco de agua: «¡Tengo sed!»
–¡El agua bendita! ¡Rociad con agua bendita...
Quisieron los religiosos varias veces ate- la habitación! ¡Rociadlo todo!
nuar en lo posible los ardores que le con- Fué éste un momento aterrador de angus-
sumían dándole algunos refrescos. Pero el tia. Los presentes estaban espantados, por-
Santo les contestaba siempre, cada vez con que entendían que sufría Pascual un formi-
voz más débil: dable asalto... Fué, sí, un momento, pero un
–No os toméis esa molestia... No hay necesi- momento que les pareció un siglo. Luego
dad de ello. renació de nuevo la serenidad y la calma.
Sus ojos apenas se apartaban un momen- –¿Han tocado a la Misa conventual? interrogó
to del Crucifijo y de la imagen de Ma-ría. el Santo con apagado acento.
Sus labios se movían en silencio. –No todavía, le respondieron.
Llegó la mañana del domingo. Pascual Y un poco después:
señaló con la mano su hábito y murmuró: –¿Y ahora?
54 Historia de S. Pascual Bailón

–Sí, acaban de tocar, dijo el enfermero.


Al oír estas palabras, expresa su rostro
de moribundo un gran gozo, y estrecha con- 18
tra su corazón el crucifijo y el rosario. El
movimiento de sus labios muestra que está
orando... Vida íntima
La campana de la iglesia anuncia, por fin,
el momento de la elevación. Pascual deja
entonces escapar de sus labios, con su son-
risa última, las palabras: «Jesús, Jesús». Y Nada nos muestra mejor al Santo en su
su cabeza se inclina exánime sobre el pe- vida íntima, nada nos descubre tan perfec-
cho... tamente el misterio de su vida, ni nos per-
Moría nuestro Santo el domingo de Pen- mite conocerlo con mayor exactitud, como
tecostés, 17 de mayo de 1592, a eso de las los propios escritos que de él conservamos.
diez y media de la mañana. Pascual contaba En un conjunto de breves frases encontra-
a la sazón cincuenta y dos años de edad, mos la verdadera fisonomía moral del Sier-
veintiocho de los cuales constituyen el cír- vo de Díos. Podremos así conocer cómo
culo de su vida religiosa. entendía el Santo la vida espiritual, y el
puesto que en ésta daba a la divina Eu-
Fray Pascual, hombre de gran fuerza de caristía.
voluntad, tuvo de ordinario buena salud, a
excepción de los cinco últimos años de su *
existencia, que fueron para él un prolonga- Pascual se asemeja por su modo de pen-
do y cruel martirio. I.a muerte no alteró sus sar a los grandes místicos de su tiempo,
facciones, ni con ella perdieron flexibili- tales como Santa Teresa, San Juan de la Cruz
dad sus miembros. y San Pedro de Alcántara. Para nuestro San-
to el fin del hombre es, como para aqué-
Dos personas que no le conocieron nun- llos, la plena unión con Dios, fuente de
ca y que moraban, por aquel entonces, en toda felicidad, unión a cuyo logro consa-
lugares diversos, atestiguaron después que gra él todos sus esfuerzos durante el curso
el día y hora de su muerte habían visto al de su vida.
Santo elevarse a los cielos sobre una ca-
rroza de fuego. Al objeto de alcanzarla, debe el alma re-
correr un «camino áspero», al que llama la
«cuesta del Carmelo», o bien la «noche
obscura». Sus etapas vienen a ser «lugares
en los que se reposa un instante para repa-
rar las fuerzas y proseguir la marcha».
*
El punto de partida de este camino con-
siste en
«despojarse de toda cosa terrena y reducir a
servidumbre el propio cuerpo. Los ayunos y las
vigilias son necesarios. Todo el que se echa a dor-
mir o se carga de provisiones no se halla en dispo-
sición de hacer el viaje. Es también indispensable,
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 55

al efecto, la medida de la mortificación. No puede término de esta primera etapa:


llevarse uno sino lo absolutamente imprescindible,
como no puede tampoco detenerse más tiempo «la unión de la inteligencia y de la voluntad con
que el preciso para tomar aliento. La penitencia Dios Nuestro Señor. Ella se ve y se estima en lo
no tiene otros límites que los que le señala la ley que Dios la ve y la estima. Ella quiere para sí mis-
de Dios». ma lo que Dios juzga que más le conviene. De
aquí la paz de que goza».
* *
Una vez puesta el alma en camino, nece- A partir de entonces, el alma «ve a Dios
sita dos cosas: conocerse a sí misma y co- en las criaturas».
nocer a Nuestro Señor Jesucristo. Pero Las personas y los sucesos aparecen a sus ojos
para ver ambas claramente, es necesaria como otros tantos «emisarios de Dios, que ella
«una operación laboriosa del espíritu en busca acepta en la misma forma en que Dios los man-
de una verdad oculta», no menos que la «conside- da».
ración atenta de las Santas Escrituras». Guíada por esta verdad vuelve el alma a
El alma conoce, gracias a estas consideracio- continuar su camino. Desde este punto «ilu-
nes, «su pequeñez, su miseria, su nada. Arranca mínala una dulce claridad». La marcha, con
de raíz el amor propio y concibe de sí misma un todo, continúa siendo «difícil y laboriosa»:
horror grandísimo».
Para proseguirla hay necesidad «de tiempo y
* de vigorosos esfuerzos. Si bien este camino no la
conduce al término del viaje, la aproxima, sin em-
Como consecuencia de ello, «siente sed bargo, a él y la coloca en una nueva etapa que
de desprecios, de aflicciones y de desaires, será la última».
desea ser pisoteada y tenida en ningún apre-
cio». Es el «sufrir y ser despreciado por *
Ti» de San Juan de la Cruz. Todo lo ve como don de Dios:
El alma, entonces, «interrogando a su propia ex-
«Sabe el alma que es merecedora por sus pe- periencia y a la autoridad de las Escrituras, pone
cados de estos ultrajes y aflicciones. De aquí el su consideración en los beneficios de Dios». Y en
que, al recibirlos, sienta en ello regocijo a causa vista de estos beneficios, «deplora los pasados
de que así se le hace justicia». extravíos, demanda perdón por ellos y da gracias
Buscar este regocijo y embriagarse de al Señor».
oprobios y de dolores, parecía a nuestro Entretanto reconoce que Él es el «soberano due-
Santo la cosa más natural del mundo. Santa ño de cuanto existe, el autor de todo bien», mien-
Teresa decía: «o padecer o morir». tras que ella «se hace apta, merced a estos bene-
ficios, para servirle y agradarle».
*
Piensa también en «su creación». Por Dios «fue
Quiere el alma entonces asemejarse en sacada de la nada». ¿Con qué fin? «Con el de que
todo a Jesucristo. Al recorrer las Escritu- le ame por toda una eternidad. ¡Ella, pues, estaba
ras, eternamente presente a Él como ser predilecto!... »
«la luz de lo que han dicho los Padres y los es- «Padre mío, exclama el alma por su parte, tú
critores, representándose como si entonces pasa- estabas enamorado de mí: ¡de ti proviene mi glo-
ran ante sus ojos los misterios del nacimiento, de ria y mi esperanza! ¡Con qué amor tan fiel y tan
la vida, pasión y muerte de Jesucristo, el alma se profundo debo yo amarte!...»
enamora de Él y quiere hacérsele en todo seme- El alma se engolfa en la consideración de «los
jante. He aquí en lo que consiste el ejercicio de dones con que la adorna su Soberano: una inteli-
todas las virtudes». gencia para conocerle, una memoria para acor-
darse de Él y un cuerpo para servirle». De aquí
Este camino no puede recorrerlo el alma deduce que «ella se debe toda a Él».
sino en «largos años», llegando por fin al
56 Historia de S. Pascual Bailón

El alma conoce cómo Dios «la ha colmado de como un presente por el cual da gracias. Y entra
gracias». «En vista de los méritos de Jesucristo, en el goce de esta dulce quietud, que es como el
Él le ha dado al Espíritu Santo, privilegio de amor, fundamento de su vida, posee esta sabiduría ocul-
signo de adopción, anillo de esponsales. Este Espí- ta que juzga a lo divino de todas las cosas, y gusta
ritu le comunica sus dones y sus frutos. Obra de las delicias que se sienten en el servicio de Dios».
este dador divino son las santas inspiraciones de
la gracia y la eficacia inefable de los Sacramen-
He aquí lo que constituye como un lugar
tos. ¡Demos gracias a Dios por este su don inena- de descanso en el que se toman fuerzas para
rrable!» recorrer la última etapa. Hasta este punto
Su experiencia, a la vez, le hace ver «la perseve- ha sido conducida el alma por la oración,
rancia con que, sin desalientos, la ha buscado Dios, «fuente de toda justicia, alma de toda virtud, ali-
cómo la ha perseguido como a oveja errante, devol- mento de su hambre y sostén de su vida. La ora-
viéndola luego y colocándola en su redil. ¡Gracias, ción fue para ella lo que son para una ciudad los
Pastor amabilísimo, por las advertencias que me muros almenados y las torres; lo que para el cuer-
has hecho, ya en el fondo de mi corazón, ya por po humano los nervios de los que recibe con-
boca de las criaturas!» sistencia y movimiento. Prudencia, fortaleza, bon-
dad, paciencia, igualdad de carácter, todo, en una
* palabra, lo debe a esta santa oración».
El alma se siente «justificada». «Conversando con Dios, el alma, antes peca-
Una dulce confianza, fundada en la bondad de dora, ha alcanzado la sabiduría».
«Dios, que es autor de los pensamientos y de las *
acciones», le dice que «su voluntad ha cambiado.
Ella ama ahora aquello mismo de que antes huía. Le falta ya tan sólo recorrer la última eta-
Y exclama con San Francisco: “¡La amargura se pa, es decir, «entrar en la intimidad con
ha convertido en dulzura!”» Dios».
El alma prueba diariamente que «Dios la «Para ello no hay necesidad de tiempo: basta
gobierna». un instante. Desaparece el trabajo, porque lo su-
ple la ciencia infusa. Todo se reduce al ejercicio
«Ella por sí misma es pobre y desnuda de todo de aspiración. Es este estado un fuego que consu-
bien. Gracias al Señor se ve rica, se alimenta a me, alimentado de continuo por fervientes deseos
saciedad y se fortifica y se alegra». de amor; fuego divino encendido en el alma amante
* por la bondad divina y acrecentado por medio de
una apacible contemplación. Su término es el cie-
El alma presiente los fulgores de su fu- lo».
tura la glorificación. El alma, que antes era «esclava» y «discípula»,
«Sus delicias sobrepujan a cuanto puede huma- es ahora «la esposa que se deleita en admirar las
namente concebirse. Ella va muy pronto a descu- perfecciones de aquel Dios con el cual está uni-
brir con sus ojos la hermosura suprema de su Re- da»... «¡Su Esposo es para ella el principio, el medio
dentor, va a verlo rodeado de toda su gloria en los y el fin de todas las cosas!»
cielos». Él es la belleza que se refleja en la belle-
Una tal perspectiva la enardece, así que za de todas las criaturas, lo mismo en los
llega a exclamar fuera de sí: cuerpos que en los espíritus: la belleza que
«¡Oh bondad suprema! ¡Oh eternidad profun- transporta de júbilo a los ángeles. Él es la
da! ¡Oh majestad impenetrable! ¡Oh amor todo majestad que adoran temblando las celes-
fuego! ¡Oh huésped suave! ¡Oh dulzura exquisi- tiales milicias, siempre sumisas a sus órde-
ta! ¡Oh rey de la gloria! Tú bastas para hacerme nes. Él, en suma, es el amor. Y este amor es
feliz, tú redimes sobreabundantemente, tú enseñas el manantial de todo bien. Es por su natura-
con sabiduría, tú guardas con solicitud. ¿Cómo
podré yo corresponder a tus favores? ... » leza fuego que quema, que inflama, que ilu-
mina. Siendo Dios amor, crea, enriquece,
«Y el alma lo recibe todo de la casa de Dios ilustra, enciende el amor y concede la cal-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 57

ma de una libertad inexpugnable. Él es la sólo en el cielo pueden gozarse más plena-


actividad fecunda en la calma inmutable. mente.
El alma lo ama y con esto está satisfe- El alma espera tranquila. Cuando Jesús
cha. Lo posee y posee en Él todas las co- le diga: «Venid», el alma tenderá sus alas y
sas. La posesión de este tesoro la enajena emprenderá el vuelo. El camino lo ha re-
en santos transportes de gozo: corrido ya. Ha llegado al puerto. Sus ojos
«¡Amor, tú eres mío! ¡Qué dicha para mí el descubren la patria.
poseerte! ¡Vida, tú eres mi vida! ¡Fin venturoso, *
yo te entreveo! ¡Oh Dios, mi felicidad y mi con-
tento!» Los breves escritos y las plegarias del
* Santo nos muestran perfectamente el lugar
Ante el alma se desarrollan los benefi- principal que ocupa la Eucaristía en este
cios de Dios, el amor de Jesucristo y la su- viaje del alma hacia el reino eterno. La Eu-
prema perfección del Esposo; y entona el caristía es un «Sacramento de amor».
cántico de acción de gracias. Sus ojos «A su caridad infinita y al amor ardiente que
descubren esta sabiduría divina que la ha nos profesa, debemos el que Jesús, Hijo de Dios
vivo, haya dado a los hombres su Cuerpo y su
buscado y que la conduce al término, y no Sangre en comida y bebida divinas, durante la tar-
cesa de prodigarle alabanzas. de misma que precedió al día de su muerte».
Contempla la majestad incomparable de Pascual juzgaba necesaria la confesión
su Señor, y lo adora con la frente en el pol- sacramental a fin de comulgar dignamen-
vo. Se siente aprisionada con lazos de amor te; así que la hacía preceder a todas y cada
y rodeada de un círculo de fuego celeste, y una de sus comuniones.
dice a su Dios:
Los días que comulga se nota en él un
«Tú solo me bastas. Que nada venga ya a mayor recogimiento y un más profundo si-
distraerme. El mundo no existe para mí. Tú eres
mi padre, mi esposo, mi familia. ¡Tú mi anhelo, tú
lencio, «porque no está bien divulgar el se-
mi amor, tú mi fe!»... creto del Rey».
Suplica aún, es cierto, pero a fin de satis- En presencia de Jesús que va a visitarlo,
facer los deseos que tiene Dios de otor- se considera a sí mismo como el «enfer-
garle sus gracias. Pide con amor y por amor: mo delante de su médico», como «Zaqueo,
pide a Dios, a Dios únicamente... Y Dios, a el publicano, frente a su huésped», como
su vez, tiene puestos sobre ella sus ojos y «el Centurión hacia el que se dirige Cris-
escucha, para colmarlos, los deseos de su to». Su conciencia le dice que él es lo que
corazón. La oración es para ella como una una «casa que necesita limpieza», lo que un
prenda de amor que se le exige para mante- «hombre acometido por todas partes y pri-
ner la unión. ¡Dios sabe qué útil es al alma vado de defensa», lo que un pecador «abru-
su presencia y cuánto le perjudicaría su au- mado de crímenes y que necesita le sean
sencia, aunque tan sólo durara un momen- éstos perdonados». Por eso, la considera-
to!... ción de su propia miseria le anonada.
«¿Quién soy yo ¡oh Dios grande y poderoso!
* para que tú te acerques a visitarme?»... «¿Quién
Su oración es entonces una verdadera es el hombre ¡oh Padre de misericordias! para que
«contemplación». Muerta el alma para las tú le hagas descansar en tu propio corazón? No
cosas de este mundo, disfruta de los bene- bien es sacado de la nada, lo haces rey y lo colo-
ficios de la paz y de la dulzura interior, be- cas en un paraíso delicioso. Una vez redimido le
neficios a los que nada logra igualar y que preparas un festín, y en este festín ¡te ofreces a Ti
58 Historia de S. Pascual Bailón

mismo! ¡Oh Dios! ¡Cuánta condescendencia! La Eucaristía era para nuestro Santo el
¡Cuánta liberalidad, en permitir que encierre en manantial de todos los bienes. Él, al re-
mí corazón a Ti, que eres infinito!...» cibirla, se considera a los ojos de Dios con
Y lleno de reconocimiento exclama: derecho al «perdón y a la vida». En ella ha-
«¡Oh buen Jesús! yo te ofrezco mi pobre alma, llará su fe una «armadura», su experiencia
mi tibio corazón... ¡Yo, que he pecado! te suplico una «garantía», su voluntad una «boca».
ablandes mi pecho endurecido y hagas brotar mis La Eucaristía le hará perseverar «firme en el
lágrimas. ¡Que éstas laven las manchas de mi bien», «despreciador de las vanidades», «indemne
alma! en los asaltos de la concupiscencia», y será para
«Mi vida no es otra cosa que una larga cadena él un «freno» y una «reforma completa».
de faltas, pero tú puedes perdonarme porque eres «Sed para mí un aumento de caridad, ¡que el
bueno y misericordioso. Perdón ¡oh amable Se- fuego sea más ardiente!; de humildad, ¡que mi
ñor! pues estoy pesaroso de haberte ofendido y pequeñez sea más profunda!; de paz, ¡que mi re-
estoy resuelto a servirte en adelante con fidelidad poso sea más completo!; y de toda virtud, ¡que yo
inviolable...» crezca sin cesar y que persevere en el bien hasta
* el fin!»
La Eucaristía es el confidente de Pascual *
durante la primera etapa del viaje. Durante la última etapa, asímismo, la
«Yo soy lo que el pequeño Benjamín sentado a Eucaristía es para él causa de toda dul-
la mesa de su poderoso hermano José. zura y de toda alegría.
«Os pido por favor que me tratéis como a uno «Tus mismos labios ¡oh Jesús! lo han dicho: “Yo
de vuestros amigos. Yo estoy enfermo ¡curadme! soy el Pan de vida que descendió del cielo; quien
Estoy pobre ¡enriquecedme! me come vivirá siempre”.
«Aumentad en mí la fe, el amor y las fuerzas, «¡Oh Pan, que eres la santidad misma, da a mi
para que os sirva, para que pase mi vida alabán- paladar la gracia de gustar de ti únicamente! ¡Con-
doos, ¡para que llegue a poseeros en la gloria!» cédeme que todo, fuera de ti, me sea insípido!
La Escritura y su propia experiencia le «¡Oh Pan, que eres la misma dulzura! En ti es-
demuestran asímismo la grandeza de la Eu- tán encerradas todas las delicias y todos los sabo-
res. Tú eres un aroma siempre embriagador. ¡Re-
caristía. Las sagradas páginas le dan a co- cibirte a Ti es deleitarse en la abundancia!
nocer su historia, y la experiencia le sumi-
«¡Oh Pan, que eres el cielo mismo trasladado a
nistra las fórmulas de sus plegarias. mi corazón, haz que mi alma, rica en poseerte, se
* embriague con los placeres de los elegidos!...
En la segunda etapa se le representa la «Yo te poseo como dentro de un velo. ¡Cuánto
Eucaristía como la obra de Dios más ex- tarda en rasgarse a mis ojos ese velo, para que
celente. Para recibirla dignamente, invoca pueda yo contemplarte al descubierto, a Ti, res-
plandor vivífico y eterno!... ¿Llegará pronto a lu-
en su ayuda a la Santísima Trinídad. cir el día claro de tu luminosa presencia?...»
«Jesús, por quien suspira mi corazón, yo te es- Sucede con frecuencia que la etapa últi-
toy preparando la ciudad de Dios, obra grande entre
todas. ¡Padre celestial, ayudadme! ma del camino de la perfección, no obs-
«Yo te estoy construyendo un templo consagrado
tante ser la última, no por eso deja de ser
a tu gloria. ¡Hijo de Dios, sabiduría eterna, etapa. El camino no es el término; la patria
inspiradme! está ante sus ojos, pero él no está todavía
«Yo voy a recibir a la santidad por esencia. ¡Es- en ella. Así, pues, gime conmovido:
píritu Santo, amor del Padre y del Hijo, sed para «¡Oh santa Hostia! ratifica entre uno y otro una
mi corazón una llama que ilumina, un fuego que unión indisoluble, ¡sé como un nudo que me sujete
purifica, un soplo que alienta!» a ti para siempre!
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 59

«Yo estoy unido a Ti. Haz que el pecado no


proyecte nunca sobre mi felicidad su sombra si-
niestra; que me haga insensible al mundo y a sus
seducciones, que mi carne sea santa y sumisa, 19
¡que, en una palabra, mi triunfo sea completo!»...
Y seguro luego de que ha sido favorable- Milagros después
mente acogida su oración, prorrumpe con- de la muerte
movido en acciones de gracias:
«Gracias te sean dadas ¡oh eterno Padre! que
me has dado en la Hostia a tu Hijo, mi consuelo y
mi libertad.
«Gracias te sean dadas ¡oh Redentor mío! que La gloria de los elegidos de Dios, ya sea
me haces rico con tu propia riqueza, la de tu Cuer- en la tierra, ya en el cielo, no comienza sino
po y de tu Sangre. después de la muerte.
«Gracias te sean dadas ¡oh Espíritu Santo, que «Diríase, observa Montalembert, que el Altísi-
eres todo amor! Merced al divino Huésped la ca- mo se propone, con solicitud paternal, proteger la
ridad se desborda en mi corazón. ¡Que los ánge- humildad de sus Siervos con las sombras del olvi-
les del cielo, que las criaturas todas del universo, do o de las contradicciones de este mundo, en tan-
se unan a mí para cantar tus alabanzas!» to no son sus despojos mortales los únicos que
pueden convertirse en objeto de peligrosos home-
Tal es la plenitud de la gloria que comien- najes» (Histoire de Sainte Elisabeth de Hongrie,
za ya en la gracia. cp. XXX).
* No bien Pascual entra en el gozo de su
De lo dicho se desprende que la Euca- Señor, su cuerpo comienza a ser objeto de
ristía era el centro y el hogar encendido veneración para cuantos anteriormente le
de la vida interior de Pascual. Ese amor habían conocido. Las gentes se disputan la
tan ardiente que sentía por la Eucaristía es suerte de apropiarse alguno de los objetos
lo que, según todos los testigos, le obliga- que pertenecieron al Santo. Unos penetran
ba a pasar todo el tiempo de que disponía al en su pobre habitación, en donde se halla-
pie de los altares. En la Eucaristía hallaba ban solamente una imagen de papel, algu-
luz, fuerza y consuelo. nas sandalias que había arreglado para uso
«Sus meditaciones sobre el festín eucarístico, de la Comunidad y varios trapos viejos.
observa León XIII, le hicieron capaz hasta de es- Otros acuden a rodear su cadáver para ve-
cribir libros piadosos, de defender valerosamente nerarlo y para tocar al mismo sus rosarios
la fe y de salir victorioso de grandes tribulaciones. y otros objetos de piedad.
El afectuoso ardor de su piedad misma se prolon-
gó más allá del término de su vida mortal» Fue preciso dejar expuesto en la iglesia
(Providentissimus). el cuerpo del Santo para que no quedasen
¿Dónde hallar, pues, un mejor Patrono defraudados los deseos de la mucha gente
para las Asociaciones eucarísticas? que afluía a visitarlo. Durante esos días Dios
Nuestro Señor se digna honrar la memoria
de su Siervo con admirables prodigios. Del
rostro de Pascual mana un su-dor maravi-
lloso que no cesa de fluír a pesar de ser
repetidas veces enjugado con un lienzo.
Muchas fueron las milagrosas curaciones
obtenidas mediante el uso de este licor su-
60 Historia de S. Pascual Bailón

til y perfumado. como auténticas cinco curaciones obradas por el


contacto del cuerpo del Santo en los tres días en
La noticia de un tal prodigio atrae a la que estuvo éste expuesto en la iglesia; pero no
iglesia multitud inmensa de personas. To- emitió su juicio sobre el carácter de otros sucesos
dos quieren apreciarlo por sí mismos y pug- referidos por los antiguos historiadores.
nan por acercarse al santo cuerpo. En-tre El pueblo unía con las suyas las súplicas
los concurrentes está uno llamado Bautis- y lágrimas de los enfermos que suplicaban
ta Cebollín, natural de Castellón de la Pla- curación. Y los religiosos, profundamente
na, lisiado de ambas piernas. Apoyado éste conmovidos a la vista de un tal espectácu-
en sus muletas, consigue, con no po-co tra- lo, no pensaron en darle sepultura; cosa que,
bajo, abrirse paso hasta cerca del cadáver, por lo demás, era casi im-posible, dado el
y se inclina respetuosamente para besar la concurso del pueblo que acudía a venerarlo.
mano del Santo... cuando de improviso Al anochecer consiguieron, por fin, los re-
siente un ligero estremecimiento en todo ligiosos cerrar las puertas del templo y
su cuerpo, y viendo que podía estar en pie acercarse al santo cuerpo, para dar curso
sin apoyo alguno, grita con indescriptible libre a su devoción.
emoción: «¡Milagro! ¡Milagro! ¡Estoy cu-
Llegó con esto la mañana del día segun-
rado!»
do de Pentecostés, y pronto la iglesia vol-
El grito causa impresión profunda en la vió a verse invadida por multitud fervorosa
concurrencia, la cual, aterrada por el con- y recogida. Se cantó a eso de las diez la Misa
tacto de lo sobrenatural, permanece por un de Requiem. Durante la celebración del
instante muda de estupor, pero que luego, a Santo Sacrificio se acercó al catafalco una
semejanza de un mar agitado, se precipita familia de Castellón de la Plana, alentada
con formidable empuje en la dirección de por la curación milagrosa de su vecino Bau-
donde ha salido el grito. tista. El padre y la madre conducían a los
Allí está aún Cebollín, puesto en pie y sin pies del Santo a su hija Catalina Simonis,
el menor vestigio de su pasada enfermedad, que padecía, de muchos años atrás, tumo-
tenida por incurable. Profundamente agra- res malignos en la frente, en los brazos y
decido a la clemencia de su bienhechor, sale en los pies. Todos los esfuerzos de los ci-
al fin de la iglesia, proclamando el milagro rujanos solo habían conseguido aumentar
y recorre sin la menor fatiga la población, los sufrimientos de la niña, cuyo cuerpo es-
invitando a los necesitados y a los enfer- taba ya lleno de incurables úlceras.
mos a que no desperdicien la coyuntura de El padre de la niña ruega al Santo en alta
ir a buscar junto al santo cuerpo remedio voz y con toda confianza que se compadez-
para sus males. ca de la suerte de su hija. La madre, en tan-
Este milagro fue reconocido en el proceso de to, aplica a las llagas de la paciente un lien-
beatificación, y es mencionado en la Bula de zo humedecido en el sudor que mana del
Inocencio XII, Rationi. rostro de Pascual.
Poco después se agolpan a las puertas del Al llegar al momento de la consagración
templo multitud de desgraciados que acu- y de la elevación de la sagrada Hostia, el
den a los pies del cadáver del Santo al ob- padre de la niña, exclama levantándose de
jeto de impetrar la salud. Y las plegarias de repente y con el rostro demudado por la
muchos de éstos fueron favorablemente emoción: «¡Ánimo! ¡Milagro! ¡Milagro!
acogidas. ¡Fray Pascual abre los ojos!»
La Sagrada Congregación de Ritos reconoció Los circunstantes, con estupor fácil de
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 61

comprender, vuelven entonces la vista ha- santo cuerpo, lo co-locaron en un ataud de


cia el cadáver. Cuando la elevación del cá- madera, recu-briéndolo con cal viva para
liz, ven que el Santo abre de nuevo los ojos, acelerar su consunción.
los fija en el altar y vuelve a cerrarlos cuan- Cerrado el féretro, fue colocado en un
do el sacerdote coloca sobre el altar el cá- nicho abierto en el muro, debajo de una ima-
liz que contenía la Sangre preciosa de Je- gen de María, ante la cual solía orar el San-
sucristo. to con mucha frecuencia. Una vez termina-
En este mismo instante obtiene su cura- do el sepelio abrióse de nuevo al público la
ción la pequeña Catalina, sin que quede en puerta del templo. La multitud llenó de nue-
su cuerpo señal alguna de sus horribles lla- vo la iglesia inmediatamente, y al ver que
gas. se la había privado del cuerpo del Santo,
Este milagro, atestiguado por numerosísimas intentó destruir su sepulcro, cosa que sin
personas, fue reconocido en el proceso de beatifi- duda hubiera hecho a no habérselo impedi-
cación y mencionado por Inocencio XII en la Bula do los soldados.
Rationi. Y León XIII, a su vez, hace alusión al
mismo por estas palabras: «Jacens in feretro, ad
Sin embargo, una nueva curación realiza-
duplicem sacrarum specierum elevationem, bis da ante el sepulcro apaciguó la excitación
oculos dicitur reserasse». (Providentissimus, 28- de los espíritus. Nos referimos a la cura-
XI-1897). El P. Cristóbal de Arta lo refiere con ción de una pobre mujer llamada Catalina
todo lujo de detalles (Vita, l.II, cp. II). Solá, que estaba lisiada a consecuencia de
¡Así manifestaba el humilde Pascual, una grave caída. Con esta curación les ha-
veinticuatro horas después de su muerte, la cía conocer el Santo que no olvidaba a su
devoción que había profesado al augusto pueblo. Y de hecho el Siervo de Dios con-
Sacramento por medio de un prodigio, cuya tinuó testimoniando la eficacia de su pro-
veracidad Dios garantizaba con una curación tección para con los habitantes de Villarreal
milagrosa! y para con todos aquellos que confiadamen-
te le invocaban.
Otros sucesos de esta índole, y no me-
nos formidables, sucedieron en ese mismo Multitud de prodigios, reconocidos casi
día, atestiguando siempre la santidad emi- todos en los procesos de beatificación y
nente del Siervo de Dios (Cft. Bolan-dis- canonización, y entre los cuales figuran
tas, tom. IV Sanct., maji, Vita B. Paschalis, muchas resurrecciones de muertos, vinie-
cp. XII). ron después a confirmar a los ojos del mun-
do la santidad de Pascual y la gloria de que
Todos estos prodigios suscitaron un gozaba el Santo en el reino de Dios.
enorme entusiasmo en el pueblo y también
en otros religiosos de otros conventos. En Ocho meses después de la muerte del
el tercer día después de Pentecostés se Bienaventurado llegaba a Villarreal el pro-
pensó en dar sepultura a los restos de fray vincial, P. Juan Ximénez, quien ordenó se
Pascual, pero era tal la multitud que llena- abriera en su presencia el sepulcro del Sier-
ba la iglesia que no había modo de cumplir vo de Dios. Se abrió el féretro, salió de él
este deber. El padre Guardián se vió, pues, un suave perfume y pudo verse el cuerpo
obligado a reclamar la ayuda del comandan- del Santo completamente intacto. Tuvo esto
te de la plaza, que acudió con los soldados lugar durante la noche, en presencia del
de la guarnición. La mu-chedumbre fue eva- Guardián y de dos religiosos del convento.
cuada de la iglesia a la fuerza. Las puertas Una vez practicado dicho reconocimiento,
se cerraron y los religiosos, tomando el el Provincial dispuso que se dejara el ataúd
62 Historia de S. Pascual Bailón

en el lugar que antes ocupaba y que se ce- A todo esto los milagros iban en aumen-
rrase de nuevo el sepulcro (P. Ximénez, to, y se realizaban innumerables curacio-
Crónica cp.LXV). nes, ya junto al sepulcro mismo, ya por
El cadáver fue exhumado una vez más en medio de las reliquias del Santo. Grande-
1594, en presencia del P. Diego, provincial, mente impresionados los hijos de San Fran-
y a petición de los religiosos de Villarreal, cisco y las autoridades eclesiásticas a la
que deseaban verlo por vez postrera. Los vista de estas manifestaciones sobrenatu-
vestidos estaban, a la sazón, reducidos a pol- rales, resolvieron en seguida iniciar los tra-
vo, pero el cuerpo no presentaba aún señal bajos para procurar la canonización del
alguna de descomposición. Siervo de Dios.
Poco tiempo después llevóse a cabo una
nueva inspección del cadáver, el cual con-
tinuaba intacto, si bien se notó que, debido
a una piedad indiscreta, había sido forzada
la cerradura del féretro por la parte a que
daban los pies, al objeto de robar al cuerpo
algunas reliquias. Esto nos da a conocer la
causa de que hayan podido llegar a diver-
sos lugares muchas reliquias del Santo.
Por último, el comisario apostólico, Ge-
senio Casanova, obispo de Segorbe, abrió 20
el 23 de julio de 1611 el féretro en presen-
cia del P. Ximénez, procurador de la causa, Los golpes de San Pascual
del párroco de Villarreal, de las autorida-
des civiles y de varios médicos y personas
de distinción. El Obispo promulga la pena
de excomunión reservada al Soberano Pon-
tífice contra los que se atrevan a apoderar- Por los años de 1609 habitaba en el con-
se de cualquier reliquia. El santo cuerpo vento de Villarreal un sobrino de nuestro
aparece bien conservado y sin señal alguna Santo, llamado Fr. Diego Bailón. El joven
de descomposición, y de él se desprende religioso, de una gran inocencia de costum-
un suave olor que fue sentido por todos los bres y de gran virtud, estaba encargado del
presentes. oficio de limosnero. Al volver de sus excur-
siones, solía este religioso pedir la bendi-
La memoria de este justo era un perfume ción del Padre Guardián, e iba a orar ante
suave, símbolo del buen olor de sus virtu- el sepulcro de su glorioso tío. Una vez allí
des. Los cuatro médicos y cirujanos pre- le daba cuenta, con ingenua confianza, de
sentes escribieron, bajo la fe del juramen- los incidentes de su viaje, le recomendaba
to, el acta auténtica de este reconocimiento. a los bienhechores y le exponía sus sufri-
Atestiguaron que no podía atribuírse a cau- mientos.
sa alguna natural tan admirable conserva-
ción, y redactaron en tal sentido una decla- No bien terminaba la relación de sus
ración, que firmaron después, y que fue aflicciones sentía en la caja sepulcral un
además confirmada por el Obispo y los de- cierto ruido, cual si el Santo acabara de
más testigos, y se halla inserta en los lega- moverse en el féretro. Otras veces llega-
jos de la causa. ban a sus oídos suaves golpes, y entonces
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 63

sentía en su corazón un gran consuelo. Los las santas reliquias hicieron resonar un gol-
superiores, al conocer estos sucesos, com- pe violentísimo. La mujer entonces, acer-
probaron por sí mismos la veracidad de lo cándose a los Religiosos les dijo la plega-
referido. ria que acababa de hacer, y éstos, confusos,
A partir de aquella época se repitió el pro- cayeron de rodillas ante el glorioso sepul-
digio con frecuencia, hasta tal punto que el cro, y dieron gracias al Santo por haberse
P. Cristóbal de Arta, procurador de la cau- dignado realizar en su presencia tan admi-
sa, pudo reunir más de cincuenta ejemplos, rable prodigio.
sucedidos por aquel entonces y todos ellos Muchas otras fueron aún las circunstan-
plenamente comprobados (Vita l.II, cp.XV). cias en que se repitieron estos golpes.
Transcribiremos aquí algunos de ellos. Muchas fueron, también, las personas de
Durante el asedio de Pontarchi, se oyeron consideración que pudieron presenciar
ligeros golpes, salidos del féretro, que parecidos prodigios, como el arzobispo de
anunciaron la brillante victoria obtenida Patermo, Pedro de Aragón, y el virrey de
sobre las tropas francesas por las tropas Sicilia. Fenómenos semejantes se repitie-
españolas. En 1640 se oyeron a lo largo de ron, de igual modo, en las imágenes y reli-
quince días golpes formidables, con los que quias del Santo que recibían culto en diver-
anunciaba el Santo la rebelión de Portugal sos lugares. Numerosas personas que, en
contra España. medio de sus aflicciones, recurrían a im-
plorar su protección, fueron favorecidas
Diego Candel, carmelita descalzo, era con estos golpes, en prueba de haber sido
muy devoto del Santo, pero no se atrevía a atendidas favorablemente sus plegarias.
hablar desde el púlpito sobre «los golpes
de San Pascual», como ya entonces se les De este mismo prodigio fueron testigos,
llamaba. Habiendo acudido cierto día a la en 1669, muchos Obispos reunidos en pre-
iglesia de Villarreal, se puso a suplicar al sencia del Virrey, en ocasión en que se tra-
Santo tuviera a bien disipar sus dudas, y sin- taba de la canonización del Santo. El Arzo-
tió luego resonar tres golpes. El religioso, bispo de Valencia y los otros Prelados en-
no obstante, prolongó su oración, y el San- viaron a la Sagrada Congregación de Ritos
to correspondió otra vez con tres nuevos una relación circunstanciada de los men-
golpes, los que, seguidos por último de cionados sucesos.
otros tres, concluyeron por desvanecer para «Un tal prodigio, agrega Cristóbal de Arta, es
siempre sus vacilaciones. en la actualidad tan frecuente en el reino de Va-
lencia, que llega ya a reputarse la cosa más natu-
La noticia de semejantes prodigios hizo ral del mundo» (Vita l.II, cp.XV). Este fenómeno
que dos Padres jesuitas decidieran estudiar maravilloso tuvo muchas veces por objeto reavi-
la cuestión sobre el terreno. Fuéronse a vi- var la devoción hacia el Santísimo Sacramento del
sitar la capilla en donde descansaba el san- altar, y era conseguido por medio de alabanzas a
to cuerpo, y una vez allí pusiéronse a dis- la Eucaristía. Así, pues, Pascual velaba, aun des-
pués de su muerte, por el culto de Jesús en el Sa-
cutir acaloradamente acerca de la imposi- cramento, por el consuelo de los afligidos y por el
bilidad del prodigio. Una piadosa mujer que bien de las almas.
les oía, dirigió interiormente al Santo esta
plegaria: «Mi querido Santo, es preciso que
deis un golpe formidable con que tapar la
boca a estos Padres». No había aún termi-
nado la buena mujer esta súplica, cuando
64 Historia de S. Pascual Bailón

La Sagrada Congregración de Ritos, ha-


biendo conocido estos documentos, dele-
gó en 1611 al obispo de Segorbe, para ins-
truir un nuevo proceso sobre fray Pas-cual,
21 esta vez en nombre de la Iglesia romana y
como delegado de la Sede Apostólica.
Gloria póstuma En esta ocasión hicieron sus segundas
declaraciones Aparicio y varios otros que
vivían aún, y que habían conocido personal-
mente al Santo. El P. Cristóbal de Arta,
postulador de la causa, registró muchas de
Los habitantes y las autoridades de estas informaciones y ciento setenta y cin-
Villarreal, conmovidos ante la multitud de co milagros obrados por mediación de San
prodigios que se obtenían por intercesión Pascual. Entre todos estos milagros hay uno
del Bienaventurado Pascual, enviaron en que merece ser consignado particularmen-
noviembre de 1592 al Obispo de Tortosa te.
una diputación para suplicarle abriese una
información jurídica acerca de las virtudes Un hombre de Valencia acababa de asistir al
sermón en la iglesia de los franciscanos de la Ri-
y milagros del Siervo de Dios, fray Pascual. bera. Cuando regresó a su casa, refirió a su fami-
El Prelado accedió gustoso y de-signó a un lia lo que acababa de oír sobre las virtudes y mila-
oficial suyo y al Prior de los dominicos de gros del Santo, y la animó a que eligiese a éste por
Castellón, para que diesen comienzo a las patrono. Durante la noche enfermó repentinamente
informaciones. y murió. Su mujer, loca de dolor, cayó de rodillas y
dijo al Santo:
Estos debían interrogar a los testigos y notar
cuidadosamente sus declaraciones, después de –Mi buen Santo, haced que mi marido vuelva a
exigir de los mismos el juramento de que dirían en la vida, a fin de que pueda recibir los últimos Sa-
todo la verdad. Un notario consignaba por escrito cramentos, y tener así una muerte digna de un
estas declaraciones, que debían luego ser remiti- buen cristiano. Ahora precisamente se está traba-
das secretamente al Obispo. jando por vuestra canonización, y es preciso que
hagáis este milagro, si queréis que se os tribute el
Los comisarios diocesanos convocaron a todas honor de los altares.
las personas que habían conocido al Santo o que
habían recibido sus favores. Después de haber Entre tanto los médicos llamados a toda prisa
jurado éstas decir en todo la verdad, declararon habían certificado su muerte, que atribuían a una
cuanto sabían sobre el Siervo de Dios. apoplejía fulminante. La mujer no por eso pierde
las esperanzas, y coloca sobre el rostro del cadá-
Muchos de los testigos eran pastores y ver un pequeño trozo de lana que había perteneci-
aldeanos que conocieran a Pascual en su do a la túnica del Bienaventurado.
juventud, y no pocos religiosos que le ha- En aquel preciso momento abre los ojos el difunto
bían tenido por compañero en el convento. exclamando: «¡Jesús! ¡Jesús! ¡Yo estaba muer-
En esta ocasión fue cuando hicieron sus de- to!... ¿Cómo es que he vuelto a la vida?...» Pocos
claraciones, con varios otros, Juan Aparicio momentos después la casa se llena de gente, y
y García, de los cuales hemos hablado en son los médicos los primeros en proclamar el mi-
lagro. Con todo, el buen hombre se resiste a le-
el curso de esta historia. Este proceso vantarse, y pide una y otra vez le sean administra-
diocesano preparatorio terminó en agosto dos los últimos Sacramentos. Se accede a sus de-
de 1594. El P. Ximénez se valió para su cró- seos, y en la noche siguiente entrega de nuevo el
nica de estas declaraciones, además de sus espíritu al Señor. Su mujer lloraba, diciéndose:
recuerdos personales. –Si hubiera pedido la vida para mi marido, yo
no dudo que el buen Santo me la hubiera alcanza-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 65

do. Finalmente, cumplidas todas las exigen-


El P. Cristóbal de Arta relata con ésta cias canónicas, el 16 de octubre de 1690,
otras doce resurrecciones, casi todas de Alejandro III procede a la canonización so-
niños (Vita l.III, cp.I). Fray Pascual, aun lemne, declarando que
después de su muerte, procuraba para sus «el Bienaventurado Pascual es Santo, y que la
devotos la gracia de morir reconciliados Iglesia celebrará su fiesta, según el rito de Confe-
con Dios y fortificados con el santo Viáti- sores, el 17 de mayo, día en que descansó en el
co. Señor».

La relación de éste y de otros milagros Su sucesor, Inocencio XII publicó en


fue enviada a Roma, acompañada de las sú- 1691 la bula de canonización Rationi con-
plicas de Felipe III, rey de España y tercia- gruit. Así, pues, un siglo después de su
rio franciscano. La jerarquía eclesiástica muerte Pascual era honrado por la Iglesia
de España y la Orden de Frailes Menores con el más alto título que puede recibir un
unieron sus súplicas a las del rey para ob- cristiano: el de Santo.
tener la beatificación del Siervo de Dios. La Santa Sede concedió indulgencia plenaria a
todos los fieles que en el día de la fiesta del Santo
Paulo V acogió su demanda y la sometió visiten una iglesia franciscana.
a la Congregación de Ritos. Los Cardenales El culto de San Pascual se propagó muy
examinaron los documentos y se inició el rápidamente. Los numerosos favores obte-
proceso romano definitivo, que terminó nidos por su intercesión, en especial para
felizmente. Y así, el 29 de octubre de 1618 la sanación de graves enfermedades, con-
el Papa Paulo V firmó el decreto de beati- tribuyeron a aumentar la confianza que en
ficación In sede principis por el que se él tenían los pueblos. Se venera hoy su se-
daba a Pascual el título de Bienaventura- pulcro en la iglesia del convento de
do y se permitía rezar el Oficio y celebrar Villarreal.
la Misa en su honor.
León XIII honró de nuevo de modo ex-
Esta facultad, restringida en un principio al rei-
no de Valencia, fue ampliada en favor de todos los celso a San Pascual, nombrándole el 28 de
franciscanos y del clero de Villarreal y de Torre noviembre de 1897 «Patrono particular de
Hermosa respectivamente, en virtud del decreto los Congresos eucarísticos y de todas las
Alias pro parte del 10 de febrero de 1620. Asociaciones que tienen por objeto la di-
Un año más tarde muere Paulo V, y su vina Eucaristía, que hayan sido ins-tituídas
sucesor Gregorio XV ordena a la Congre- hasta el presente o que en adelante se insti-
gación de Ritos, que dé dictamen acerca de tuyan» (Providentissimus).
la heroicidad de las virtudes y de la au-
tenticidad de los milagros atribuídos a Pas-
cual Bailón. Los Cardenales, reunidos en
tres sesiones, declararon que se podía pro-
ceder a la canonización del Bienaventura-
do Pascual, cuya fiesta había sido señalada
ya por Paulo V para el 17 de mayo, día ani-
versario de su muerte. Por distintas razo-
nes, sin embargo, la causa del Beato Pascual
experimenta ciertos retrasos en su proce-
so.
66 Historia de S. Pascual Bailón

sus sagrados restos.


Al inicio de la Guerra Civil, en 1936, fue
profanado el Sepulcro e incendiados y des-
truidos la Capilla Real, el Templo primiti-
22 vo y el cuerpo incorrupto de San Pascual.
En 1942 se inició la reconstrucción del
Templo Votivo Eucarístico Internacional de
Sepulcro de San Pascual San Pascual, erigido junto a los restos del
antiguo Monasterio con la idea de restituir
la Real Capilla y el Sepulcro, para que allí
pudieran venerarse los restos recuperados
del Santo, el cráneo y parte de sus huesos.
Nota de la Fundación GRATIS DATE El Templo fue consa-grado en 1974.
Los datos que siguen resumen la información
que puede hallarse en http://members.es. El 17 de mayo de 1992, IV centenario de
tripod.de/San_Pascual/historia.htm. la muerte de San Pascual, el Rey don Juan
Carlos inauguró la Real Capilla y presidió
Los Religiosos Descalzos, Franciscanos el traslado de los restos del Santo a su nue-
reformados por San Pedro de Alcántara, de vo Sepulcro. Los escudos de Carlos II y
ahí llamados también alcantarinos, llega- Juan Carlos I, en la predela, simbolizan el
ron a Villarreal en 1577 con el fin de fun- Patronato Real.
dar un convento. De la ermita de Nuestra En el centro de la Capilla destaca un sarcófago,
Señora de Gracia, donde moraban, se tras- de granito oscuro, sobre el que descansa la ima-
gen yacente de San Pascual, de plata, inspirada
ladaron en 1578 a la ermita de Nuestra Se- en su cuerpo incorrupto. Detrás se halla la celda
ñora del Rosario, extramuros, donde se donde murió. Un retablo de 14 metros de altura
construyó el convento alcan-tarino. En él contiene cincuenta figuras, esculpidas en alto re-
vivió sus últimos años fray Pascual Bailón. lieve, que representan escenas y personajes rela-
cionados con San Pascual y la Eucaristía.
Tras la santa muerte de fray Pascual y su
beatificación, se dedicó en 1680 al Sepul- Debajo, en el altar, está el Cartapacio, manus-
cro que guardaba su cuerpo incorrupto una crito del Santo. Enfrente del retablo, un bajorrelie-
ve eucarístico de bronce sobredorado, adorna el
hermosa capilla, que el rey Carlos II, al año trasagrario. Los espacios laterales, en forma de
siguiente, hizo del Patronato Real. ábside semicircular, se ornamentan con otros seis
A raíz de la exclaustración de 1835, los relieves, a modo de friso, que narran detalles de la
vida y prodigios de San Pascual.
alcantarinos tuvieron que abandonar el con-
vento. En 1836 lo ocuparon las religiosas En la planta baja de la Real Capilla se conser-
Clarisas, procedentes de su monasterio de va el Pozo de San Pascual, Pouet del Sant, cuyas
aguas son muy apreciadas por los fieles devotos.
Castellón. Estas monjas de vida
contemplativa siguen hoy custodiando el En 1997, primer centenario del nombra-
Sepulcro y velando el Santísimo Sacramen- miento de San Pascual como Patrono de to-
to, expuesto permanentemente en el altar dos las Asociaciones eucarísticas, se lle-
mayor del Santuario. varon a cabo diversas iniciativas. En sep-
tiembre, se celebró en Villarreal el Con-
En 1899, habiendo sido San Pascual de- greso Eucarístico Nacional de España. Y a
clarado Patrono universal de las Asociacio- los lados de la basílica de San Pascual se
nes eucarísticas, una peregrinación nacio- elevaron dos campanarios gemelos de unos
nal, presidida por el Rey, acudió a venerar
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 67

50 metros de altura, en donde quedó insta- que se concedieron al ínclito Esposo de la misma
lada la campana de volteo mayor del mun- Madre de Dios, y las sociedades católicas de va-
do y también el carillón más grande de Es- rias clases fundadas para la defensa incondicional
de la fe y para otras muchas finalidades, que pro-
paña. Estas obras se han llevado a cabo en mueven la gloria de Dios y fomentan la caridad,
su mayoría por aportaciones populares. ya ejercitándolas, o bien implantándoles donde no
existen.
Mas si bien todo esto impresione gratísima-men-
te Nuestro ánimo, creemos, sin embargo, que el
compendio de todas las bondades del Señor está
en el aumento de la devoción entre los fieles hacia
el Sacramento de la Eucaristía, después de los
Congresos grandiosos habidos por esta época so-
bre este asunto. Porque nada juzgamos más efi-
caz, según ya en otras ocasiones hemos declara-
San Pascual, Patrono de las do, para estimular los ánimos de los católicos, ya a
la confesión valerosa de la fe, ya a la práctica de
Asociaciones eucarísticas las virtudes dignas del cristiano, como el fomentar
e ilustrar la devoción del pueblo en orden a aque-
lla inefable prenda de amor que es vínculo de paz
y de unidad.
Siendo, pues, digno este importantísimo asunto
LEÓN XIII, PAPA de nuestras mayores atenciones, así como fre-
cuentemente hemos alabado los Congresos Euca-
Documento Pontificio que nombra a San rísticos, así ahora, estimulados por la esperanza
Pascual Bailón Patrono de los Congre- de más abundantes frutos, hemos determinado
sos Eucarísticos y de todas las Asocia- asignar a aquellos un Patrono celestial de entre
ciones Eucarísticas. los bienaventurados que con más vehemente afec-
to se abrasaron en el amor hacia el santísimo Cuer-
po de Cristo.
Para perpetua memoria Ahora bien, entre aquellos cuyo piadoso afecto
La Providencia de Dios (Providentissimus hacia tan excelso misterio de fe se manifestó más
Deus) excelsa, que dispone las cosas de un modo encendido, ocupa un lugar preeminente San
a la vez fuerte y suave, atendió a su Iglesia de Pascual Bailón. Quien poseyendo un espíritu gran-
manera tan particular que, precisamente cuando demente inclinado a las cosas celestiales, habién-
las circunstancias se muestran menos favorables, dose ocupado con vida purísima durante su ado-
le ofrece motivos de consuelo suscitados de la lescencia en el pastoreo de rebaños, y abrazado
misma dureza de los tiempos. un género de vida más austero en la Orden de
Menores de la más estrecha Observancia, mere-
Esto, que se ha visto con frecuencia en otras ció en la contemplación del sagrado banquete re-
edades, puede apreciarse sobre todo en las actua- cibir tal ciencia que, siendo rudo y sin estudio al-
les circunstancias de la sociedad religiosa y civil, guno, pudo responder a cuestiones dificilísimas
en las que, levantándose los enemigos de la tran- sobre la fe y aun escribir libros piadosos. Además,
quilidad pública con creciente insolencia, y procu- entre los herejes sufrió muchas y graves persecu-
rando con ataques diarios y fortísimos destruir la ciones, y émulo del mártir Tarsicio, vióse expues-
fe de Cristo y aún toda la sociedad, quiso la Bon- to frecuentemente a dar su vida por confesar pú-
dad divina oponer a estas perturbaciones los blica y manifiestamente la verdad de la Eucaris-
preclaros trabajos de la piedad cristiana. tía. El amor a ésta parece haberlo conservado aún
Lo cual ciertamente manifiestan la devoción al después de muerto, toda vez que tendido en el fé-
Sagrado Corazón, difundida por todas partes, el retro dícese haber abierto los ojos por dos veces a
celo que en todo el mundo se despliega en acre- la doble elevación de las sagradas especies.
centar el culto de la Virgen María, los honores
68 Historia de S. Pascual Bailón

Es, pues, manifiesto que no puede asignarse otro DE SALES FERRI CHULIO, Andrés, Icono-
Patrono mejor que él a los Congresos católicos de grafía popular de San Pascual Baylón,
que hablamos. Por lo cual, así como hemos enco- Villarreal 1992, 157 pgs.
mendado a Santo Tomás de Aquino la juventud Novena de San Pascual, 40 pgs.
estudiosa, a San Vicente de Paul las asociaciones
de caridad, a San Camilo de Lelis y a San Juan de
Dios los enfermos y cuantos se consagran a su
auxilio, por igual razón, como cosa excelente y go- En http://members.es.tripod.de/San_
zosa y que redunda en bien de la cristiandad, en Pascual/bibliografia.htm, se ofrece la si-
virtud de las presentes, con nuestra suprema au- guiente bibliografía:
toridad,
declaramos y constituimos a San Pascual ABADÍA, Francisco: Oración gratulatoria en
Bailón peculiar Patrono celestial de los la solemne acción de gracias que dedico a Dios
Congresos Eucarísticos, así como también y a San Pascual Baylon. Don Thomas Azpuru,
Arzobispo de Valencia, en reconocimiento del
de todas las Asociaciones Eucarísticas exis- reparo de su quebrantada salud / dixola en el
tentes o que en lo sucesivo se instituyan. Con-vento de Nuestro Padre San Francisco de Za-
Y esperamos confiadamente como fruto de los ragoza, el día 17 de mayo de 1771. Fr., Zaragoza:
ejemplos y del patrocinio del mismo Santo, que Francisco Moreno, 1771, 36 p.; 4º.
muchos cristianos consagren cada día su espíritu, ARRATÍBEL, JUAN S. S. S., San Pascual
sus decisiones y su amor a Cristo Salvador, princi- Bailón, en Año Cristiano, Tomo II, Madrid, Ed.
pio sumo y santísimo de toda salud. Católica (BAC 184), 1959, pp. 400-406.
... BEATIFICACIONES Beati Paschalis Baylon
Dado en Roma, en San Pedro, bajo el anillo del ex Discalceatis Ordinis Minorum Regularis Ob-
Pescador, el día 28 de noviembre de 1897, año servantiæ Provinciæ S. Ioannis Baptistæ Regni
vigésimo de Nuestro Pontificado. Valentiæ, Romæ: ex typographia Camaræ Apos-
tolicæ, 1618, 1 h.; Fol.
BEAUFAYS, P. Fr. Ignacio, O. F. M., Historia
de San Pascual Bailón, de la Orden de Frailes
Menores, Patrono de las Asociaciones Eucarís-
ticas, traducido de la segunda edición francesa
por Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, Ti-
pografía Católica, calle del Pino, nº 5, 1906, 265
Bibliografía páginas.
BLANCO UNZUÉ, Mª Pilar – ROY SORIA,
Antonio – GRACIA BLANCO, Marta – MAR-
TÍN CASTILLA, Rafael: «Hallazgos musicales
en el archivo parroquial», Ador, 2, La Almunia de
En el Convento de San Pascual Baylón, Doña Godina: Centro de Estudios Almunienses,
Monjas Clarisas, 12540 Villarreal (Cas- pp. 243-275. Estudio de un manuscrito, fechado
tellón), se pueden obtener las obras siguien- en 1884, y que contiene los gozos que se cantaban
a San Pascual Bailón.
tes:
CARCELLER FERRER, Bautista: Cordonets
Opúsculos de San Pascual Bailón, Vila-real de Sant Pasqual: 50 artículos sobre el Santo
2000, 280 pgs. de la Eucaristía, Castellón: Diputació de Castelló:
El cartapacio de San Pascual Baylón, Servei de Publicacions, 1998, 151 p.: il.; 24 cm.
Villarreal 1995, 83 pgs. CASTELLANOS DE LOSADA, Basilio
RAMBLA, Pascual, OFM, San Pascual Sebastián: Vida del glorioso San Pascual Bailón:
Baylón, Villarreal 1995, 278 pgs. publicada en la Biografía Eclesiástica Completa
por el director de la misma, Madrid: [s.n.], 1863,
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 69

52 p.; 23 cm. Imp. de Alejandro Gómez Fuente- Pascval Baylon. Retrátalas en mal formados ras-
nebro. gos, en el visto lienço de los cielos, el tosco pincel
COMPENDIO de la vida y novenario de S. de la menos discreta pluma del Padre, Valencia:
Pascual Baylon: según se practica en el Real Francisco Mestre, 1692.
Convento de San Diego, Franciscos Descal- LÓPEZ MELÚS, Rafael María: San Pascual
zos, extramuros de la ciudad de Murcia / escri- Bailón, Sevilla, Ed. Apostolado Mariano, Col. Pie-
to por un religioso del mismo convento, [Murcia]: dad Infantil, 28; 24 p.: il.
en la imprenta de la Viuda de Teruel, 1793, 44 p.; LORTE Y ESCARTÍN, Jerónimo: Los dos
8º. mejores corderos de la grey serafica S. Iuan
EXTENSIO solemnizationi Festi Beati Pas- de Capistrano y S. Pasqual Baylon: Oracion
chalis Baylon Discelceatorum Provinciæ S. pane-girica, encomiastica o demostrativas de
Ioannis Ordinis Minorum Regularis Observatiæ las he-roycas virtudes y enminentes perfeccio-
pro universis Religiosis utriusque sexus eiusdem nes que les merecieron su canonización / pro-
Ordinis in Hispaniæ regnis utriusque Coronæ clamada por el R. P. Fr. Zaragoza: Pascual Bue-
Castellæ Aragoniæ: «pro cuncto Clero Oppidis no, 1692, [4], 40 p.; 4º.
ubi dicti Beati Corpus requiescit» natus fuit, MEREGA, Rómulo: Pentagios celebres en las
Romæ: ex typographia Cameræ Apostolicæ, 1620, divinas letras, su misterioso epílogo S. Pasqual
1 h. pleg.; Fol. Baylon: oracion panegirica: que miercoles a
FERNÁNDEZ, Antonio Pablo: El ángel lego 26 de setiembre de 1691 en Alcudia a festeja-
y pastor, San Pascual Baylón. Comedia en tres do la canonizacion de S. Pasqual Baylon en el
actos, en verso (manuscrito) [s.a.] Convento de Santa Barbara / dixo Fr. del Real
FERNÁNDEZ, Antonio Pablo: Comedia famo- Orden de N.S. de la Merced, Valencia: Francisco
sa. El ángel lego y pastor, San Pasqual Baylón. Mestre, 1691, [10], 24 p.; 4º.
Madrid: Antonio Sanz, en la Plazuela de la calle MISSAS. Paschalis Baylon Confessoris,
de la Paz, 1745, 40 p.; 20,5 cm. Romæ: typis Reu. Cam. Apost., 1694, [2] p.; Fol.
FERRI CHULIO, Andrés de Sales: Iconogra- NOVENA al Santo del Sacramento San
fía Popular de San Pascual Bailón, Villarreal: Pascual Bailon: segun se practicaba en el Con-
Caja Rural Católico Agraria, 1992, 157 p.: il.; 29,5 vento de San Diego de esta ciudad, Murcia:
cm. [s.n.], [s.a.], 15 p.: il.; 16 cm. Imp. de Pedro Belda.
FITA, Pascual: Sermón del glorioso San Pas- Pedro Belda imprimió en Murcia entre los años
qual Bailón, que en la solemne fiesta 1857 y 1894.
que anual-mente le consagra su ilustre Cofra- NOVENA de San Pascual Bailon, Madrid: Li-
día / dixo en el convento de San Juan de la Ribe- brería Católica de D. Gregorio del Amo, 1900, 40
ra, extramuros de esta ciudad, el Sr. Dr. D..., el p.; 15 cm.
día 22 de mayo de 1809, Valencia: Joseph Estevan, OCA, Diego de: Del Beato Pasqual Baylon /
1809. dixola el Padre Fray Francisco Descalço; el Se-
GONZÁLEZ LUDEA, Pedro: Herman Cohen ñor Don Francisco Escoria y Ladron la da a la
y San Pascual Bailón y Jubera, Barcelona: La estampa, Valencia : Geronimo Vilagrasa, 1668, [8],
Adoración Nocturna, 1905, 30 p.: il.; 15 cm. Im- 49 p.; 4ª.
prenta La Hormiga de Oro. PANES, Antonio: Vida del beato fray Pascual
GOZOS al glorioso San Pascual Bailón, Va- Baylon, religioso de la Regular Observancia
lencia: Lib. Vda. de R. Ortega, [s.a.], [1] h.: il.; 32 de San Francisco / escrita por fray Valencia: en
cm. casa de los hered. de Crysostomo Garriz, por Ber-
IOSEPH DE IESUS: Cielos de fiesta, Mvsas nardo Nogues, 1655, [16], 520, [30] p.; 4º.
de Pascva, en fiestas reales, qve a S. Pas- PORRENTRUY, L. A. de: Saint Pascual Bay-
cval coronan svs mas finos, y cordialissimos de- lon, Patron des Ouvres eucharistiques, Paris,
votos, los mvy esclarecidos hijos de la ciudad 1899.
de Valencia, que con la magestad de la mas RAMBLA, Padre Pascual, o.f.m.: San Pascual
luzida pompa, echó su gran devocion el resto, Bailón. Ediciones «Provincia Fransciscana de
en la Fiestas de la canonizacion de San
70 Historia de S. Pascual Bailón

Cataluña». Barcelona, 1979. SALMERÓN, Pasqual: Novena al Santo del


RAMÍREZ, Pedro: Novena de San Pasqual Sacramento S. Pasqual Baylon y carta
Baylon, por antonomasia Santo del Sacramento misericor-diosa / por Fr. ... de Religiosos Fran-
/ coordinada y dispuesta por F. de Religiosos Me- ciscanos Descalzos, Murcia: en casa de Francis-
nores Descalzos, Murcia: en la imprenta de Phelipe co Fache, en la Traperia, [s.a.].
Teruel, vive en la Lenceria, 1763. SALMERÓN, Pascual: Novena al Santo del
Sacramento, San Pasqual Baylon, [s.i.: s.l.],
RELACION svmaria veridica del solemnissi-
[s.a.], 63 p.; 8 cm.
mo aplavso, y trofeo glorioso, con que la Sa-
cras Religiones, del Serafin humano Francis- San Pascual Bailón; La torre de la colegia
co, el Fenix abrasado Augustino, y del Padre de Santa María; La flor del espino, en Noticia
de pobres San Juan de Dios, y Coronada Villa de y antología de poetas bilbilitanos, Zaragoza,
Madrid, celebraron la fiesta de la 1969, pp. 178-183.
Canonizacion de los Santos San Juan de SAN PASCUAL, VILA-REAL Y LA FILATELIA.
Capistrano, Defensor del Santissimo Nombre Varios autores: Los orígenes del correo: desde
de Jesvs, açote de los Hebreos, terror de la protohistoria hasta la fundación de Villarreal
los Hereges, Capitan Protector de las Armas / Antoni Pitarch Font. El correo de las villas rea-
Catholicas contra las Othomanas, Hijo del les valencianas en la época foral: Villarreal
fecundissimo Padre de Santos Francisco: de (1348-1720) / Vicente Gil Vicent. Prefilatelia:
San Juan de Sahagun, Luzero de Salaman-ca, Vila-real 1717 a 1850 / Guillermo Álvarez Ru-
Hijo del Sol de la Iglesia Augustino; del Pa- bio. Se funda una asociación / Manuel García
triarca San Juan de Dios, y del admirable San Vilanova. San Pascual, ayer / Carlos Sarthou
Pasqual Baylon, tambien Hijo del Serafín Carreres. El sepulcro de San Pascual. El Zarrón
Francisco en la mas estrecha Observancia de de San Pascual / Salus-Fernando López Orba.
San Pedro de Alcantara, hecha por la Santi- La Real Capilla de San Pascual, hoy / Josep-
dad de Alexandro VIII el año passado de 1690 Miquel Francés. Museo de San Pascual / Anto-
en 17 de Octubre; el día 20 de Mayo deste año nio Losas. Ciudad de San Pascual en Filipinas
de 1691, [s.l.]: [s.i.], [s.a.], 4 h.; 21,5 cm. / Salvador Carracedo Benet. Eucaristía / Salva-
RELACION muy pvntual, y veridica de lo que dor Carracedo Benet. Corpus Chisti. El Santo
ocurrió en Madrid el dia veinte de Mayo de Grial. La Adoración Nocturna. Los Congresos
1691 en la celebracion de la Canonizacion de Eucarísticos. Los Congresos Eucarísticos In-
los Santos, San Lorenço Justiniano, San Juan ternacionales celebrados en España. Los Con-
Capistra-no, San Juan de Sahagun, San Juan gresos Eucarísticos españoles Nacionales y Lo-
de Dios, y San Pasqual Baylón. Publicada Sá- cales. Los Congresos Eucarísticos Nacionales
bado a 26 de Mayo de 1691], Madrid: y Lo-cales en el mundo. Relación de sellos es-
[Sebastian de Armenda-riz. En la Imp. de Anto- pañoles y ex colonias con el tema: La Eucaris-
nio Román, [s.a.], 12 p. tía. Rústica, 162 p.: il. bl. y n. y col. Publicación:
1997 Dimensiones: 17 x 24 cm. ISBN:
RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Fernando: El fanal 8488331320.
de Torrehermosa. Vida de San Pascual Bailón.
SÁNCHEZ DEL CASTELLAR Y ARBUS-
SALMERÓN, Pascual: Vida, virtudes y ma- TANTE, Manuel de: El Samuel de la ley de Gra-
ravillas del Santo del Sacramento, San Pas- cia de la Religion Serafica en su descalza fa-
cual Baylón / escritas en resumen y compendio milia S. Pascual Baylon: sermon primero que
por ..., Madrid: Alfonso López, [1785], XVI + 306 domingo a 23 de setiembre en la iglesia de Al-
p.; 20 cm. cudia, en las celebres fiestas por su
SALMERÓN, Pascual: Vida, virtudes y ma- deseada canonización / predico Fr. de la Orden
ravillas del santo del sacramento S. Pascual de Nuestra Señora de la Merced; dedicale Isidoro
Bailon / escritas en resumen y compendio por Fr. Colomines, Valencia: Francisco Mestre, 1691, [8],
... religioso descalzo de N.P.S., Valencia: Libreria 23 p.; 4º.
Española y Extrangera de Juan Mariana, 1858 (nue- STANIFORTH, O.: The Saint of the
va ed. corr. y aum.), 278, [4] p., [1] h. de grab.; 20 Eucharist, Londres, 1908.
cm.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 71

TALENS, Juan Bautista: Vida admirable del


glorioso S. Pasqual Bailón, Hijo de la Provin-
cia de San Juan Bautista de Religiosos Des-
calzos de la Regular, i mas
estrecha Observancia de N.P.S. Francisco en
el Reino de Valencia. Dispuesta por el P. Fr.,
Valencia: Benito Monfort, 1761, 20 h., 420 p.; 20
cm.
VIDA de San Pascual Bailón.Costeada por Indice
un devoto, Madrid: [s.n.], 1896.
VIDA y novena de San Pascual Bailon,
Castellón: [s.n.], 1898, 40 p.; 15 cm. Imp. del Dia-
rio de la Plana a c. de Eduardo Climent.
XIMÉNEZ, Juan: Chronica del B. Fray Pas- Introducción, 2.
qval Baylon de la Orden del P. S.
Francisco, hijo de la Prouincia de S. Iuan 1. Los primeros años de San Pascual
Baptista de los frayles descalços del Reyno Bailón, 4.
de Valencia, Valencia: Iuan Crysostomo Garriz, 2. El pastorcillo, 7.
junto al molino de Rouella, 1601, 8 h. + 652 p. + 22 3. Entre jóvenes, 9.
h.; 15 cm.
4. Ejemplar, 11.
5. Tierra de Promisión a la vista, 14.
6. El ideal de San Francisco de Asís, 16.
7. La vida religiosa, 19.
8. Pidiendo limosna, 21.
9. Grandes penas, 25.
10. Historia de una vocación, 27.
11. A través de Francia, 31.
12. Prolongado martirio, 34.
13. El corazón de un santo, 36.
14. De un convento a otro, 40.
15. Sabiduría espiritual, 43.
16. Apóstol y bienhechor de Villareal, 46.
17. Acercándose al cielo, 51.
18. Vida íntima, 54.
19. Milagros después de la muerte, 59.
20. Los golpes de San Pascual, 62.
21. Gloria póstuma, 64.
22. Sepulcro de San Pascual, 66.
23. San Pascual, patrono de las Asociacio-
nes eucarísticas, 67.
Bibliografía, 68.
Índice, 71.

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